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Introducción:
Si usted ha tratado de montar en una bicicleta sabe que el equilibrio es vital para
mantenerse en ella. En días recientes vimos en las noticias a un individuo cruzando
el Gran Cañón sobre una cuerda, la hazaña fue televisada a nivel nacional y
millones de personas pudimos ver como este señor caminó sobre la cuerda,
balanceándose con una vara sin ningún problema. Caminar sobre una cuerda con
los precipicios del Gran Cañón bajo sus pies, se debió a la práctica y al equilibrio
pero sabemos que el equilibrio jugó un papel muy importante, ya que expertos en
esta disciplina, con años de experiencia, han perdido el equilibrio por un segundo y
han caído al vacío para no levantarse más. También la vida cristiana requiere de
mucho equilibrio para poder vivirla de una manera que agrade a Dios.
Por tanto, ceñid los lomos de vuestro entendimiento, sed sobrios y esperad por
completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado.
El equilibrista que Cruzó el Gran Cañón caminando sobre una cuerda tuvo que
caminar manteniendo el control de su cuerpo, tuvo que mantener el control de su
mente y tuvo que ser paciente hasta llegar al final. Solo imagínese un pequeño
resbalón, que hubiese perdido la concentración o que el miedo lo asaltara a mitad
del camino ¿Qué hubiera pasado?
Es la misma cosa con la vida cristiana. Para mantener el equilibrio en nuestro diario
vivir, es necesario disponer la mente a entender lo espiritual, a conocer más a
fondo lo que creemos, no debemos conformarnos con una fe vana sino profundizarla
y llegar a lo concreto.
Debemos caminar hacia la meta. El apóstol dice a sus lectores, “esperad por
completo en la gracia que se os traerá cuando Jesucristo sea manifestado”. El
cristiano siempre vive en esperanza, para él lo mejor está en el porvenir. Vivir
esperando la gracia que Jesús nos traerá se refiere a la consumación de la vida
eterna, la cual se completará cuando él venga.
Este doble “no os conforméis” en Pedro y en Pablo, equivale al “no améis” de Juan:
“No améis al mundo ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo,
el amor del Padre no está en él,
Porque nada de lo que hay en el mundo –los deseos de la carne, los deseos de los
ojos y la vanagloria de la vida proviene del Padre, sino del mundo.
Y el mundo pasa, y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece
para siempre” (1 Juan 2:15-17).
Juan nos explica cuáles eran los viejos deseos mundanos que nos dominaban
cuando vivíamos sin Cristo. Los deseos de la carne significan dar riendas sueltas a
nuestros deseos carnales, los deseos de los ojos se refiere al engaño de lo
superficial y la vanagloria de la vida significa vivir para las cosas, hacerse presa de
la ostentación y el orgullo. Estos son los elementos que dan como resultado una
vida cristiana desequilibrada. A quien ama al mundo más que a Dios, Juan le dice:
“el mundo pasa, y sus deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece
para siempre”; en otras palabras, si alguien se somete al sistema de cosas que
proviene del maligno, desaparecerá, pero si, en cambio, hace la voluntad de Dios
permanecerá para siempre.
Nuestra esperanza no debe estar basada en cómo van las cosas en nuestra
sociedad, según las escrituras, solo somos peregrinos que vamos de paso 1 pedro
2, 11 nuestra ciudadanía está en los cielos, fil 3, 20 este mundo no es nuestro
verdadero hogar.
Sino, así como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda
vuestra manera de vivir, porque escrito está: «Sed santos, porque yo soy santo».
Santos en toda vuestra manera de Vivir es la fórmula para vivir equilibradamente.
Llegamos a ser cristianos porque el Señor nos llamó a caminar con él.
Imaginémonos que el mundo es el Gran Cañón y los deseos mundanos son sus
grandes precipicios. La cuerda tendida de un lado a otro para cruzarlo representa el
camino de salvación. Cada cristiano es el equilibrista que camina por ella; avanza
sin pisar en falso, no permite que su mente se embriague de lo falso que hay en el
mundo, ni deja que su corazón se aparte de su meta.
El equilibrio en la vida cristiana envuelve el ser santo porque Dios es santo. Esta
santidad se perfecciona mientras seguimos a Jesús en el camino y se verifica en el
balance de lo que practicamos diariamente, a saber:
4 Ser eficiente en el trabajo sin perjudicar los intereses de Dios ni los de mi familia.
2 ¿Cuáles son las tres acciones que el cristiano debe realizar para mantener el
equilibrio?
Cada uno de nosotros debe decidir cuántas “varas” podemos controlar en nuestra
vida y lo que representan. Algunas personas están haciendo girar un solo plato con
toda su fuerza e ignoran el resto de varas. Otros intentan hacer girar tantos platos
a la vez que con frecuencia se oye el sonido de los platos al estrellarse.
Llevar una vida equilibrada puede resultar difícil para cualquiera de nosotros. No
existe un modelo exacto que sirva a todas las personas y es probable que incluso
nuestro propio diseño cambie durante las distintas épocas de la vida. Sin embargo,
la búsqueda del equilibrio —dedicar tiempo y esfuerzo adecuados a cada una de
las cosas importantes— resulta vital para lograr el éxito durante nuestro paso
terrenal. Hay determinadas responsabilidades fundamentales que no podemos
descuidar sin sufrir consecuencias graves.
¿Cuáles son las varas esenciales de nuestra vida? Me gustaría sugerir cuatro:
nuestro amor por el Señor, la preocupación por nuestra familia, nuestro servicio al
Señor y nuestra obra temporal durante la vida.