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=u P SAN AIARTIN DF PORKIS a % . oF: FACULTAD DE DERECHO SECCION POSGRADO DOCTORADO EN DERECHO Capitulo I| Sistemas Econémicos 2009-| CopstitecepaL Eoekouice Disholx Gal ie: Mbeds. Prato, CAPITULO PRIMERO ae LA MORFOLOGIA DE LA ACTIVIDAD ECONOMICA: = SISTEMAS ¥ TIPOS DE ORGANIZACION ° Lia @aboracién de una morfologia de Ja actividad econémica encuentra su ofigert € impulso fundamental en Ja disputa metedoldgiea que opuso, en fa segunda mitad del siglo sc, a los tedricos, preoeupados en hallar las eyes generales de Ia actividad econémica, historicistas, ocupgdos en des~ ubrir los aspectos particulares de la realidad econémica, Contra los eldsicos ingleses y st universalismo, se alzan las Facuelas histéricas alemanas, que se esfuerzan en relativizar las leyes econdmicea y en regolver Ja antinomia existente entre te ia ahstracta © historia. De forma progresiva se originan lus notiones de sistema y de tipo de organizaeién. primera serie Qs kofueros se concentran en hallar, en ol curio de Ja historia, lax “fates de desarrollo econémico” que se han sucediclo y a las que corresponden teorias tspeciieas Earl Bicher descsibe el paso de la economfa individusl a In economia doméstica tervada (peschiossene Hauswirtschaf); después, a la economia urbana (Stadtwirtschaft) J. por tltimo, a la economia nacional. Tint sostiane tina tesis eélebre, nogin In cual eada economia conoce una fase pasto~ rit: después, una fase agricola; luego, una agrieala e Industrial, y, seguidertente, la fase fe nacion normnat", desitre de la que se deaarrollan toduy Ina ectividades econdmicrs (Syatime Nationale 'd'Peonomie Politique, 184). Tilldebrund evoca, por su parte, Ia sucealén de Ja economfa natural, 1a economia menelarla y In economla du crédito Shinéllee, fisaimente, encuentra en 1a historia el perfodo de lai economlas cera ig; mis tarde, a partis del siglo 2, Ia economia urbana, y, por Witine, a partir del Aldo em, e1 pevlodo de la economfa nacional e infernactont Sela discutido mucho en toro & 1a posibllidad de un desarrollo tan regular y neal: W. Backen muestra, pot ejemplo, que si se lable de una economia urbana entre lor tldos ary xv, se desconoce 1a existencla de considerables cambios en loz lazos qua linen, ch Europa, Flandes a lu Suropa nérdica y a Ja mediterrénes, La formacion de Jor Ritados moderuos, on el siglo xn, ea lo que hace desaparncer extn vasta 4 io y la que entrata ta desaparielén de In unidad eeondmica europea, y le una economia urbana a otra de tipo regions Absndenande ta ideu avolucionists, otros autores han pro in econdmica ya poner de relieve las caracteristieas de tale, Shlethatt estudia los “estos” econdicos, eh tanto que Sombert enalisn Lee fislemas que se earneterizan por tun “espiritu”, es decir, por un orden spiritual de lw vida de los individuos, por una “arma, © Sea, par la existencia de un orden objetiva on la vida econdmica, y por und “sustancist; en otras palabras, por vin tenia. (L'Apo~ 94 au Capitalisime, tolna IL) Yn éoocas recientes, W. edido a delimitar Ia Histo ‘vida econbuilea en cada tucken ha estimado que: Tos elementos histéricos 0 soctoi6d- los precedentes enen sl Inconventente de ocultar la rea prank, (Ab) Cera Qirrcc BOR. dct, do 154 neonouis porbnies SISPENRS RPDS DE OnnANEZACION 158 jos medion de producetin y- sereet tes aa de abajo; 8 SL aoly corsesponty |i {gbueibn del peoduets gh mhjiieldas sobre tag persona y las econsmtes iteactos de sltomas reondmicas", que pongan de reliew el pre bio sein ol cual se ardena el proceso veonéntice. fin cle Uatein Wai pal obteniee: Los concuptos de sistema y de lipo de organizacién no se selUyen Uno a fia Uenica os rudimantaria y pose progresiva; sblo se emplean he | siempre complejo, de 1a actividad econdmica, pies, el sentido y el valor de ead tina do estas nociones, También nos referiremos a algunae experiencias recientes, que demuestran una evolucién de los tipos de ora 4 B jn cn las economias contempordneas y atraen Ia atencién sobre deter- iminadas tendencias convergentes que en clios se ponen de manifiesto. Tmsituyen in dltima eausa dal estaneamiento técnica EL sistema de economia artesanal 1 ejemplo de tal sistema vieno dado por Francia onl ee AEE 4 EL eqpiritu de In actividad BE Miaades, reducidas por to general al Ambito urbano, Los henoficios son limi Bblsdoe y no constituyon el resorte fundamental de In actividad; el respeto a Ho jaarquin y a lag tradiciones y la dedieacion al trabajo son los méviles Feincipales. 8s la economia de In moderacién. low set y XY, ndmica es Ia gatisfaccién del Sroeréx T ae EL CONCEPTO DEL SISTEMA ECONOMICO * Segin la definicion de Sombart, introducida en Francia por Frangois! Perroux, todo sistema econémico tiene tres elementos: facién juridica y social se caracleriza por la existencia de In de los medios de produccién, en manos de los artesanos agtupados en gremios, en los que existe una jerrquia #0 propiedad priv Bylepondienies, 1) El espiritu, es deeix, el conjunto de motivos predominantes en la activida econémica, estros y aprendices). Lay normas de loz gremios durante mucho tiempo, Wadicionales determinan-a la vex las condiciones de la produccién y el re~ Filo del producto obtenido. Bs) ta taenien ox poco roars 2) La forma, o sea, el conjunto de elementos sociales, juridicos, ¢ institu clonales que definen el marco de la actividad econdmica y condicionai Jas relaciones entre los sujetos econdmicos (régimen de propiedad, con: diciones de trabajo, condueta del Fstado). el artesano utiliza sobre todo herza- Ehicntas y st habilidad personal, Produce para un mercado muy limitado, jaja sobre pedido y nunca se anticipa a la demanda, La estabilidad de demanda explica el débil grado de inventos e innovaciones. TA. us acta ex ea, in een, conaldzeade anne el Spaluio da yee cedimicntos por medincién de los cuales se obtienen y so transformany) los bienes. i C) Bi sistema econimico capitatiste Ente sistema caracterizn, a partir del siglo xv, a ela Buropa oecidental ya los Estados Unidos. ae ; mayoria de Ios paises § 1.—Clasificacién de los sistemas econémicos . * $1) El espititu de la actividad econémica es Ia obtencién del maximo bene- 36, ln mayor ganancia monetaria neta. Sombart define Ia mentalidad capi~ Hista por tres rasgos: Kspiritu de lucro, espiritu de competencia y cspizitu onal (es decir, In apres elementos, se pueden distingu jemas econdmicos principales: A) El sistema de economia: cerrada - cién de todas les cose hasindoso Afpeluada on términos de rendimi EI ejemplo histérico viene dado por la economia foudal. Ba este sistemal ly i beneficio, los individuos no es 3) El espiritu de la actividad econdmica-es la basqueda y obtenciin 74 Ja autosuficiencia, Es necesario asegurar la satisfaccién de la nocosidadél ae todos aquellos que viven en la comunidad feudal: las subsistencias de 1s. siervos y Ins necesidades del sefor. No se trata, pues, de lograr las maximas ventajas, sino de reducir los riesgos y de vivir con seguridad. Se trata 48; un eileule toa y costes). Para Ta obtencién del maxi- in limitados mas que por sti propia capaci~ ¥ el respeto a los derechos de los demas. 2) La organizacién juridien y social se catacteriza por euatro notas: |\La propiedad privada de los medios de produccidn: asta no excluye en Fciertos sectores la existencia de una propiedad publica de dichos medios. #Con todo, predomina la propiedad privada. 2) La organizacin juridica y social se caracteriza por la existencia d un poder tinieo de decisién: el del sefior feudal, que tiene pleno poder sob? EL trabajo es un mercancia, ofrecida y demandada, segiin una remu- leraciéa fijada en un contrato. EL trabajador, juridieamente, 3 libre, wey awe 7 sisi ay ta tdenieg esti tan dosoerollada como en el sistema capitalita, la lic satin del eiiculo de pevcios y del veredieto del mercado, en una eco sume entralizada, Eavarecon ta constitueidn de una teenoeracia, Ademas, el ee Ce regret do considurar su euste— una fente de prestigho, ECONOME Foner. i43 Y THOS DE ORGANEZ\CION 1ST ce) b frctiter dela peodueciin Goateie ditiotos, Adqnicee tos factor d Papel central del empeeario, que combina, & Ley L mereato, éeni luce para ul meready, us decir, pura una denned tes ni Weseos a través dal podur de compe, » que por el emuresirio, ‘ Lempresariv, tiga central de bi peoduceién, as As intereses y reeibe benef d) FI Rstado no partivipa direetamente en una férmula pintoresea de Hellpachs ul Estado y el sistema econémivo, judo posible movida por los intereses privados, et Fepurte salatiog, B), BI sistema eorporative ba netive A partir del fin de Ta primera guerra mundial, se han realizado varias xieriencias corporalivistas: La Italia fascista, la Alemania nazi, el régimen “fje Viehy en Francia y Ja experiencia del Dr, Salazar en Portugal’ uno enfrente del otro, of eonomia, on definidiva, esd Joo) wt espicitu del siatema ea evitor In anarquia y ol eaos dol sistema Ese! cipitalista, sin caer por otro lado en Ia tiranfa 0 en la incompetencia del Bieiitoma colectivista planifieado, Para ello el régimen corporativo intenta Raliaar una eoncepeidn de la sociedad, a través de un conjunto de corpo~ \aciones organizadas, en medio de las cuales el Estado ejerce un arbitraje {in beneficio del bien comin. 3) La téoniea os progresiv remo, dominuda por é y 1a gran industria evoluciona sin cusar para hacer tecate, a la ualtiglie eién de las necesidades, que en muchas por les propios einpresarios fon eveudas y orientadas 1] D) HI sistema de economia sotecttviste FF 3) stnacteuioe) ucttuca yfaaetol oe] exesetereapeetia setenv onamiento de geupos profesionales, clasificados por industrins © por Md vividades, que elaboran los reglamentos de cada profesién. Diversas leyes, Biiifliibtes, informan los reglamentos, conformados semin. los técnicas y las Wiiecesidades de cada actividad especifica, Los medios de produceién estén Mhdinetidos a 1a propiedad privada, Hl Bstado desempenia un papel de érbitro Rey orienta las actividades con vistas al interés general. Se habla corrientemente de los sistemas socialists y comunista, El Sociae Usino es una doctrina y sus aspectos son tan diversos que dificilmente se pu den utilizar con precisién en url plano téenico como el presente, En cuanto slotema comunista se le ha deflnido exiictamente como el sistema en dunde no existe propiedad privadn, ni de los bienes de produccién (Uerras, fibricas y_ méquiinas), ni di tos bienes de consumo (alimentos, vestldo hitacién. Este sistema fue di HEA a) La técnica utilizada puede cx modaina y progresiva..Ba clertps casos, embargo, se han registrado algunas colisiones entre el corporativismo y. tecnoeracia. 2 write por vivrtad utopia come Ia de ‘Vomid Moro y ha existido en la préctica, aimaue en oscisla reducida, on ciestas ‘Srdenes religiosas y-colonias sionistas. La finalidad do tal sistoma ea el logeo de una abundancia que permita “tomar del montén” Lenin y Stalin eon! sideraron también Ia fase comunista como la iltima de la Revelucisn. En los sistemas colectivistas de la pr rasgos distintivos: J. Estos son los principales sistemas econémicos histGricamente reallzudos, Hienos indicado los rasgos mas caracteristicos, puros, ya que una economia Pécal corrientemente esti compuesta por sectores heterogéneos que no Fea ponden todos a un mismo tipo de sistema, aunque por otra parte, exista un iistema predominante, Puede ocurrie’ que en una economia capitalista exis Han sectores precapitalistas (sectores artesanos 0 de economfas cerradas), © bien sectores extracapitalistas (sectores piblicos © cussi-pablices), En a olectivista planificada, por otra parte, se encuentran, come 1) EL espivitu de este sistema es contrarrestar y remedar In dades econémicas y sociales provocadas por el capitalismo, y las Huctuaciones’ econémicas. Se trata de lograr una igualdad en la que los medios de produc cién no se hallen en manos de propi ndmica que vaya acompaniada de uni de la poblacién, 2) La organizac’ tiva de todos los me; pueden tarios privados, y una estabilidad veo>, <1} alisfaccion integra de las necesidades Fina econom tea la U. B.S, S., al lado de sectores piblicos predominante: ,rativas (sector “koljosiano"). Un sistema econdmico puedé compararse con un edifisto, en el aus Tae partes pueden responder a estilos diversos, aunque al conslderarlo en con "junto se imponga tn estilo predominante, Tan slo en loa Estados Unidos {eel capitatismo ha sido “el sistema original” (Moselle). in juridica y social se caracteriza por la propiedad cal 3s de produceiin, un tanto que los bienes de consume Ny er-objeto, en todo o en parte, de propiedad privad El Estado, que por medio de 10s procedimientos de la planifieacién disige 1a preduccin y reparte autoritariamente el producto tolil, de tal forma qué 39 axeguea un equilibrio entre la producelén total y demanda total, de unk | parte, ¥ un oquilibefo entre el whorso y la inversién por otra, " a expecionsta oetuauesa puede lgeeact A; Pasguian, Za Beonomia ta Port fF herb), Baris, 19 wy . ~ Econoada. potérica SISTEMAS -Y THOS pH GNGANEZACIO x mejor de relies {la necesidad de busear un concepto que pons evo Set quyin ef cual se orienan Ins procesos ecandinicos y a1 § 2.— EI valor del eoncopto de aisiema cconsmico vegletar ol anilisis suninistexlo a través de ke ac 2 aa Corn E onsimiee, Se debe 9 Walter Bucks el que Wapon La nocién dle sistema econimica es a 1a vez itil @ imperfecta, Fenn oes el concepto de po de organtaaclin 9 "tiny absteacto dei A) Es itil, porava permits evitor las confiisiones que abundan,en ql) Pte ses” nensamiento econdmivo cuando se pralende resolver con un talsive aegis tem™ y sin la monor precaucién, los probleme de cualquier sistema econ! ‘ti “sea una tribu de tuareg o un puoblo americano del cigle sex" CP. Perrone Sneerdne Les comptes de la Nation, p. 13) 3 Es preciso, pues, considerar que Ja nocién aie homos dado no os un molds i ep CONCEPTO DE ‘TIVO DE ORGANIZACION rigido en donde haya de meterse a viva fuerza la reali lad econémics, Ningéin sistema teérico puede por si mismo abarear toda Ia realidad eco. némica, el sistema sélo define los rasgos fundamentals de wna economia. Sin embargo, la nocién de sistema permite lograr un término medio entra!’ las descripciones histéricas y los interpretaciones tedrieas; permite In inte gracién y explicacién de los factores sociolégicos ¢ institucionales, 2 ialt Tin todo tempo y Tugar Tox hombres Beriamos de un hecho esonciali Tip todo tempo y Tow dog en cualquier actividad econémica actian conforme a planes que is jo lograr Ia satisfaccidn de sus necesidades. See ee sconimico am ontablecen, pues, ann seria de planes MM igc unidades componentes del sistema son independientes y entran en B) El concepto, sin embargo, ox imperfecto, ya que no suministea las categorias Iogicas que pueden afectar directamerite a wn anslisie de a fund cionamiento. Los elementos histéricos 0 socioldgicos, de Ios que el sistema’ . es un compuesto, tienen a veces el inconveniente de ocultar Ia realidad eco, Ei ugo de economia dsigida desde el centro, Pode raferivo 9 nn fo- BENS SERS A A So eh Fila un Fedo» un monnaterio 9 a tna nactin (on este ener, es cuando Bop facken peopone denominarla “economia dicigida desde el centro”); Ia Precis savtelisada pone plenamente de manlieato el poder ecanémico iow concontracién, {ipo de i actiones de las EG tipo de economia descentralizada. Tos planes y las de | FPridndes independientes son coordinadas por medisciin del merendo y EXT dinero, y se encuentran ligadas por relaciones de cambio que ajus! diferentes fuerzas, Examinemos algunos ejemplos: —La economia alemann bajo ol régimen nacionalaociatiata presenta todos las carac teres de un sistema capitalista: Propiedad privada de los medioa de. producclén: sentracién del poder econémico en Ins grandes empress ¥ distribucion eaplualiaa: de alt Fanta. Sin embargo, ai bien ag mantenfa el "uspecta exterior” del eapitalismo, el sistem era: completamenta vaclo en su sustancia desde el punta slo vieta de su funclonamnienta en cuanto que la actividad se desenvolvia bajo la direccién estatal, que ejercia el cont: ‘rol directo de todas lag actividades, Mutsentc a un determinado sistema econémico, conviene, pues, examinar ffecodimiento. madianto el cual se produce el ajuste de los diversos Fes econdmicon. Ia nocién de tino de organizacién permite eomprender Aiuncionamiento de la economia, y pasar légicamente de In deseripeién See Oe aut encattorlento, Prae, adendy) la venisja de planes, visto precedentemente, con las modernas in~ ifaciones econémnicas contemporéneas. = poem Bistinguiendo. los tipos de oxganizacién “puros", no hemon anallzado Ais son Tos instruments destinados a abordat el analisia de situnclones 1 zis sconomia britinica bajo el régimen laborista, entre 1045' y 1961, présentabe’ jy Raagos caracteristeos de tun “sistema mixto": Un secior publico de medios de. producrate | Sb consecuentin de Ine nacionalisciones) soexitin al lado dp un ampli sector | privads: Sin embargo, no era esto lo decisive para comrender el funcionsmienta dee Ja economia. britiniea de esta pecs, sino el tener en cuenta, los fa través de los cuales el Estado. = Consideremos un sistema corporativista. Se auelen distinguir habitualmente ‘al corporativiomo de asoclaciones, on donde lar profesiones organtzwas so ken de cambios, y el corporalivisms del Estado, on dande tales aaucinclones son sk ples Instrumentos,al servicio de log intereses del Estado. Hl sistemn no eambiag pero él & | anélisis econémico de su funcionamlento, ino suministrarfa interpretaciones ¥. conclusio“s nes diferentes? Finalmente, el sistema colectivista adopta en la actualidad don variantes: usa ¥ Hante centralizada, en tn que 1a planifcaciin ea imperaliva y detallada (Union Soviet ¥ una variante descentralizada, en la que Ins tnidades eos autonomfa (Yugoslavia), La noeidn de sistema e3, ics log rasyos del modelo, pero téngase en cuenta que el objeto de wna oun es servir de quia a Ia investigacién y no suministrar conelusiones Enis, ya soguramente contenidas en las preinsas. Esto es interesante Pall no_se trata de reproductr un tudelo tedsiew, sine de reproducte Finatices que, dentro de un orden general, surgen como consecuencia Hplbsaciones histéricas y sociales especfficas, ‘as goman de una ampli también en este casa, insiiciente pat mente In organizacion dle la economia, We, SISTENAS Y v4POs OE ONoANZACLSE 16L 160 PooNoa 4 orien Betade no elimina loz resortes del ven de medio. p Jes. “Por imperfecta que pueda ae el mereado, eseribe ciones. 3 ra tratar de deter Sd. —Loe rusgos fundamentales de lus tipos de ore DEG productos y 108 wustos d ye y se le Peéata, el compramiso representade por el precio eonslituye una’ x Mndiquemos bvevemente tis caracteristicas dé eada uno de los consumidares. Si se lo divi estos ino A) citie dentro de cierlos Thnites, de la libertad dle ambos pastes (Pie ave sca: moral y ceonsmica or guettalaces: o] onients ‘isa incentivo y la sancién mis prictiea y menos costosa que haya podido er en préetica caulquier sistema real” (Lee Capitalisme, p. 92) iPitado tiene pues mis interéS en proteger y mejorar el mercado que pdestruirlo. Se habla corrientemente de “intervenciones conformes", ea jr, de aquellas que respetan li léuiea interna de Ja economia de mer- jny empresa libre, conomiu slescontratizadte ite en Se pu definie por-euateo aso 4) Beanomia de mereada, EY mercado estd eonstituide por centris econdmicos distintos, tre si por relaciones de cambio, que ponen en contacto las divers zax. Estos centros son centros de produce Sige ' n, de oferta de/foaloxes y de toes vn, Se establece entre ellos ua solidaridad funcional debe ma nse dle su coneuso para el seuplamienta: del. total de to La economia es multipolar, actividad: evondmicy B) La economta centratizada b) Meonomia de emprvsuss fey ese corustenea —y se opone al tipo precedente poe lap siguleats rays Bi bfot economia basada en la preseripeién y la orden, HiiTodas las acciones econdmicas estén. sometidas al logro de: un conjunto > PPcitras determinadas por el Estado, quien tinicamente posee poder de deci- iy destinadas a lag unidades econémicas, La economia es unipolar. El Viel ¥stado es dominante e irreversible. Su intervencion es directa y’ lada. Sus preseripeiones son imperativas. Importa poco que las inje~ Beef) fias.del Estado sean sistematizadas en un documento oficial (como ocurre fp Union Sovienca) 0 no. fal weciOn, del Estado ea totalitaria en un triple sentido: Ia emprosa es Ia nic Unidad econimiea da proce ligazén entre los mereados-de bicnes y servicios (demanda y consumo ‘inal 223) yin moteaden io factor prodssives{eabafe S eitah: Manan ata hclone te anos logue haces epeeara so stnbinales 9s pee a través de una comparacién entre low mismos (precios de coste y preci de venta). , ©) Beonomfa de cdlculos en términes mone! EL dinero ex un puente ent Sorin denominador a las experiencias de los sujelos erondmieos. Las ee ios, reluciones entre blenes y dinero, expresan y miden Ins tensiones de es aisee de la wida econdmica; traduecn uecesidades y Ing pretensiones © tcaviés de cuya contrastuclén ge establece el equilibria. eeondmico. termina los ebjetivos del sistema econdmico, termina Ios medios para fijar tales objetives. 4 - Mija el perfodo de realizacién de los mismos. 4) Economia en Ia que el Estado ojerce solamente una aveién indiredl y stlobal. i EL Estado esti siempre presente en la caracteres de su intervencién los que en est: Wrcados subsisten, no son may que de nombre, la disposicién y In asigna~ lad evondenies, wero. son fa) “de Jos bienes eatin veyladas # prior! por la autoridad aso son decisivos. ie — Tntervencidn indi ecta cua reaper ‘a la libertad de decisin de los mandantes, de loa oferentes, y definitiva, con respecto. ala formald® BRC de los precios, Ciertos Estados pueden influenciar Reeves posibilidades de obtencién de beneficios. amedio de la politica mohetaria, Gnanciera y social... pero la Ubertad 4°/c]MEMIVA las combinaciones de precios, efectuadas con vistas al mercado, suce- digposieién de loa sujetos cconémicos no es climinada, La’ economis, & naciones de cantidades reguladas por el Bstado y de acuerdo con orientada, tan aélo, vine — La intervencidn reviste un eardcter global. No penetra en mecanisme econémico; s¢ divige la accidn aobre los “geandes' traces” (B®, Bergen) de la vida ceonémica: condiciones de distribucién de la rath : co auatituye al eimprevusto y ocupa la posietén clave, tanto en las Hesysmpresos, como en les departamentos de planificacisn, he wi de produ existe una ‘cierta ligazén fe Eolre estas unidades tent 2 102 ncoNOMiA POLITICA estretural: Son parte de una inmen reglade por el Estado, aiquina, euyo fancionamicnte ey Considereittos el case do uns ceonnnsia nist » de doble seetor, en la ete anodisten un sector publico y une ir ln propiedad de los mediox de produceiam pura que en realidad prods fablarse: por ejemplo Ins nacionalizs Existen algunay alternatives de mano interés. Por ejemplo, el sector piiblicn produce © intereambia siguiendo felmente las indicaciones del mercado, efeetuindose. en este supueste, el ide los planes de lag empresne privadae y del no. Sin embarso no es suficientes nyndi- ¢) Se trata de una cconomin de eileulos téenicos y de Los precios de los mereados y los cileulos en dinero, se sustituyen pop yoloraciones adininistrativas puramente convencionales. Los planes y las de nes de Jas autoridades centrales se establecen a base de cileulos en eantided,s fisicas a las que se asiginan valores contables. La nocidn de coste econdueg dosaparece igualment - De todo esto emerge/ quizis, un equilibrio de tipo curanti ative y estadia- tico, entre proporciones de actividades econémicas y cantid: tes demandydsa y ofrecidas. El arte de la planificacién, dice Wucken, reside entonces & of Pronto reconocimiento del Iugar en donde seré preciso atender un préxing embotellamiento. Los peligros de desequilibrios nacen de Ia dificullad de conocer en dindé han de efectuarse ajustes, falta un medio satisfactorio de céleulo para todas Ina actividades eapecificas de In economia; el resultado de esta earencia puede ser una anarqufa econémica secelonal. Hl andlisis precedente nos muestra que aunque se utilice Ia misma ter- minologia en uno y otro tipo de organizacidn (mereado, precio...) ae ocultan realidades econémicas diferentes y précticas radicalmente contrarias. 5 objotives sector piiblien 9 través ado. Puede ocurrir también que el sector pablico obedezca a una: i ee aie screen any aren) a eee Cs le ones del mercado: si el séctor publico es ol dominante en potencia y exten~ 1B ga lo que no podemios tener sors una variante del tipo de organizacién cen— ale. Todo ea cucstion de proporcion. JEFor Io tanto, se tmpone un anlisis mas riguroso-de los: formas de imtoo idm del Estado, Se pueden distinguir: gH) El intervencioniamo Iiberal, que admite la Intervencién eiilipke) que consisie en esinblocer o en restblecer las condiciones de com- Fyetencia del mereado libre y cel mantenimiento de la estabilidad, os decir “p{igtervencidn anticfelica, Esta intorvencién implies una accion del Estado sobre ‘elimarco institucional de In actividad ccondmi S2U%5b) Planificacién flexible, El Estado intenta influenciar las magnitudes bfales estratinicas (inversién, concumo, qasto total) pero deja auc; lonein- ie una cifra global dada, intecvenga libremente los cileulos de los tndi= filos y de las empresas. Utiliza todos los procedimientos indirectos de in- cheiin, esforzindose en no dificultar ningdn mecanismo, esencial de Ta clin ‘de Ion precios. Taos planes da modernizacion y, equipo establecidos rancia después cle 1046 devivan de exta planifieacion flexible o indicativa, ¢) Plonificacion a doble sector, o planificacién parcial. Fxiste una yuxta- Béiciin de un sector piiblico (nacionalizado) yun sector privado, Tl primero Gllisa para orientar al segundo. 3) Planificacién integral e imperativa, Bs Ja planificacién Mevada a eabo ig Union Soviética, § 2.—El valor del concepto de tipo de organizacién Tia nocién de tipo de organizacién se opone por su cardcter légico a lot conceptos de fases de desarrollo, estilos 0 sisternas, precedentemente utili- 4ados. El tipo de organizacién. no estriba en ojeadas simplificados de la realidad aconémiea, sino que representan sexies de com diciones aencilles y previsas que contienen, las “formas puras” y con que #7 puede estudiar la realidad. Eucken compara la morfolagia econémiea con eb alfabeto; Ins letras sirven para componer multitud de palabras en las len guas mis diversas, Una economia real ea una mezela de formas puras. La, eriginalidad de un sistema econdmico no reside en la forma que le sea ei"! peeffica, stno en la manera de cémo realiza la combinacién de formas pura,” y en el papel predominante que juegen algunas de ellas. Se La concepcidn do los tipos de orgenizacién presenta, a nuestro juicio, dot” ts istirieas, ni on euadeas, | WEs clasificacién precedente utsiza como eriterio 1a extension y Ta inten= de la intervencisn estatal, Pero no adqulere pleno sentido, econdmice aque si se la considera a Is luz do la légica del funcionamiento de los mas econdmicos. Sogn que In intervencién adidta 9 no lus fecanismos ventajns cb Mfeginane impertectos— del mereado, estaremos en presencia de una eco os gik ee » L) Pormite rolacionar la morfologia de la actividad econdmica con woe? HO para apaciguar Ins inquietndes —vordaderas o fal: Ri Gh descentratizada 0 centralizada.t Este criterio nos parece apropiado a #— de lor libe- fils entre la interivencién del Wstado en el proceso econdinico, como para Yfiipsr os ilusiones. de los Intervencionistas, planifieadores 0 soclalistas que Eésientemente no tienen idea exacta de la magnilud de las metlidas eecands Sapltas que nroponen. Una vex més el anilisis tedrico permite superar. Ina jo yPitlosiones que Hevea en ai toda doctrina. morfologia de tpo politico (tipos de poder y regimenes politicos) y oa una moriologia de tipo socioligico (tipos de estructuras socintes). Ta cot binacién de tales morfologias puede seguramente permitir un andlisis y UM® comprensin més éxacta de las situaciones concretas, 2) La morfologia de Ia actividad econémica fuerza a precisar cierto® sonceptos vagos —por sus resonancias politicas 0 ideoligicas— y a dell~ mitar las diversas situaciones en las que se manifiesta Ia intorvencién dal Estado. 4 1Gt LA BY OLUCION CONTEMPORAN: G oeuntucion excesivamen una parte, céme un tipo de or; planilicacion, Galificada de eeonorids centralizadla 8 su deseentralizacion, § L.— Economia dese economfas desce de loz paises del Bate, Los Pats indicativi, y, Seccion Ut no Ikemus Indicudo mas arciba, Los tipos «lo organi tents de anilisis euys etilizacién lobe rilizadas tenden cada yee mas, actual, a realizar programas —a imei duel nombre de indicativos, pa Bajos y Braneia han sido los prin: Jt plamifieaciéa "a In francusa” i weita actual Bretana el ministre de Mavienda ered, e de Dusarcotle econémivo, Su misién es coordinar siones «ly Jos principal caluracion dul erecimicate, hacion adoptiran una “progeainuel Htalla acuba de ser 1 para la programaciin econémica", Fi de la Comunidad econdmica eurepea props mn comunitaria’ ‘No carece pues de interés —| dio de Ja filosofia de la planifieacisn, deseentralizada, y de las condiciones en que se apliea, Un plan indicativo se propone: 1s Deseubrir sobre un euadro de evolucién de la pablacis dos objetivas que debe mejorar 3" Vones de velieve las insufi paws on pe etiva oupontic Ja informacién reeiproca, el nte a las ti saa \ DE LOS ‘S105 DE ORGANIZACI, er Mesible, si se temvliea, y, en eonseeuen inte, partionde cle quiere evitar a deformante ¢ punto de vista, ey ada. adeite ch “ Por olra paste, Gémo. algue Genden @ una disuciacicu: de Jas decisiones « oclug ralizada y plan én indicative en el moment lio 0-4 Taro plizo— 0. planes a los qu # distinguirlos de log planes imperaya Beas aoe it 1961, un Consejo maeion los programas y la ay clubors octubre de 1961 la Comité vor a log seis paises mnlemlces u para el periode 1964-1968, " indose en el ejemplo de Francia — el et ndfeutiva en una econom! brevisiones a largo plaze (basadas ew 18M} de las necosidades y del pe i marse a placa paciooal, con el fin de hacer fr os tlentee) lew 6 3 aos) tn econ lus condiciones de vida de la poblacién; ° 2s Controntar, a la luz de dichos objetivos, los proyectos y los pli de los diversoy sietorss de la economia mctoneyy Te YO dio (4 6 Ghdlad a (tllus se derivan. ‘ Be ins y los peligros que rosultarian ca ¥ aistada; 4s Intentar aanguese la coheroncia de talaw proyectos y.jlaned imeduole ajuste de lus objetives y de los medio, 1a ace, HISTENAS YT TVOS DE oncaNZACION 165 mopurlon® gcimienio dplimo ¥ armoniade, tealizade coh el debide vespeto nave Sigencias do Ig cntabllidad interior y dal aquiibrig do la baleen ca pens para akenzhe sles Objebivos el plan indicative es sn Instiumenta feunda Ter oeaario, Ya que se Inspica en prineipios meidos dle la obseevacton del Joelaumtente ie las economias detcentealizadae eseala nacional, la inter rarnaa de actividad a de log soctores econémicoz, Cada 4 Kp primer luuar es preciso tener en cuenta, dependencia de las ieardebe adquirir factores de produccién o productos facilitados por otras amas; cada vara debe asegurarse la salida de sus productos. El plan indica~ sealiza wna programacién general de les aprovisionamientos y de la |MBlocacion de los productos, y quiere permitir una utilizacién éptima de los jstitute del mercado ieralizodo” (P, Massé). ide Al hacer que en las diversas ramas de la economia se elaboren previ- Mes mis satisfactoriua sobre la eyolucién global y sectorial de la actividad ndmica nacional, el plan indieativo contribuye a reducir a incertidumbre, embargo no puede eliminarla, ya que cada individuo es libre de entrar Hel juego de esta economia que no usa sisteméticamente la coaccién. $5.1 escozer el indice de crecimiento mds elevado, compatible con los Uilibrios fundarnentales de la economia, el plan indicative propene un mo- "de optimacion global de Jos recursos econémicos. El modelo del plan ser perfilade a nn nivel sectorial mediante una toma de consideracién fihismo por parte de los técnicos. M4 Finalmente el plan, dentro de una persnectiva de desarrollo econémico, Ele ateniar loa conflicios entre grupos sociales 3 favorecer att acelcn con asoeiandolos a In definicion de los objetivos del INo co algo mis que indicative el hecho de que tal planifcectin pueda itibuir ya efiearmente a la soluclén de los problemas econémicos y so- les. que hoy dia se plantean a muchas naciones? Pero esta planifieacion Pkstiva-pucde convertirse ca ume “planiicaciin activa?” (Plorre Mass) eGiiprende una serie de accionea particblares para asegurar la reallzacién Silos objetivos propuestos por el plan. El Estado puede, en efecto, sacar Ittid de les inedios de accidn directa ¢ indirccta de que dispone sobre la homfa nacional: " . {El Estado controla lay inversiones de los administracionés (cilifictos, clas, hospitales, inverslanes de orden militar), asi como las de las em- sar del sector rauionatizado, cunnido existe, Tl Estado tene asi In posibl= le orientar las inversionts pablicaa y lee encargea importantes que de 2) EL Ketado puede recurtit a estimtilos © Incilaciones para favorecer ta Feeucién, por parte del sector privado, de los programas acordes con Jos rien wn, nuanTAacdst 199 168 Koonamia poutrica—~ SHFTEIAS i Liajo In divecetin del Comité Reonsimien ministorit, ot Institute Pose ite Pq amon aciin tra los anes aed loz yl planes alates, Ex primeee pean eee BInnioG nett nual eslabloes Ine objativos ale trorticcion, 6a. y etnslooy hs ‘mo. T3s "pros Siones" ile Tn produceisn y del ennssimay tn soigurnls parte. det| plan iE base: reparto de Jos benelicios no distibuiios alsa cimpremy, tas precios tet estiin planificatos. pero se somaten a controle de inapiraciin econinnica y sociay mente todos tos contratos somercines, Alan los precios de sts productos a corvien oP Ja manera Rigutente: el Conacio obrero Aja ia parte del benefelo que hay auc tara i toire for abrovr y 2a qua ae manticae ea ey ne, fue nay ate diepude soporte’ ote, pumas snes as divers wastes eee g® (a gmra 2a 6 cererod; masa’ cnide Tats (ave lane, ceoalens? aller de ‘producsiny Toe oberon, EX pest pia of esto ate ee acta Lot Por 100 anote Ios beneclony uanay ea aenehtion supsea at Ut Toc a Sao se Sava etn por to Econ dee ca a eee ama crédito, otorgado por las “bancas comutales”. i Ea ‘a dominio del comercio exterlor, Yugoslavia ha suprimido desde 1961 tas tad do cambios snltinies ¥ ha iiberndo on pate sun importaciones, Con of fin de aaa, 3 ts uecien inlcrloves x los prechon inundiaien, wl sistema’ ie Tos precios Impwaiar et 2 gustitaldo progresivamente por una accion invlirecta de orden heal y, monotasioesteG Us precios tn banca nacional deja de ser una banca de inversion pore no cosceee ‘nds’ que Tas funclones de ‘una banca central ee Aat, pues, el Goblemo yugostevo, por tin astoma de regulacién indirecta de ta oof nontfe, intenta asegurax el equilibrio econémico dentro del marco de una planifleacin 4 generel dela esonoma, aa ‘ B) La. Unién Sovidtes y las demacracls populares han proondide sl mismo, desde 1957, a una suavizaciin de la planifeacion imperative, sia Hegel! tan lejos como Yugoslavia. Se trata de una desconcentracion del poder. ech. némico mis que de una descentralizacién de Ins decisiones (ef. mae ab pp. 325-42). Sin embargo, la complejidad de 1a planificactin Uega a ser tan grande, Jos economistas de tos paises del Este busean métodos nuevos para corre Jos excesos y los defectos de Ia contralizacisn y para mejorar el repario J! los recursos disponibles; se cafuerzan por combinar una planifieacion global! centralizada con una cterta autonomfa de las empresas, basada en.el motives de ta ganancia v en los contratos comerciales. Estos paieos ae encuentran port stn peiods do traniion y ln oven do Ios metoe le creusinniOn 8 / 1) Shine Yow alate a Hip Hho arqunts: ikl Endien Lonsvesy 1088) ee es ee ee iti, SManenat, Systemes et striccterns de Le si Tranous, Co ite capitalist WE; gs edicton) 7 one is Scorn, Liapogée du capitaticme (Paris, 1952. ee ere rary trptalons tomes 18 Vin. Swerzy, Socialism (McGraw Hill, 1940, oure d'éconamie:potirtes ee re oe due falsiety ndin, 91%, Presses Untverstalves de France, 2) Sobre ta evoluciin moderna de los tipos do organtan He ee ee dente Ghrotacy de Pe Masso (Col. “aue salsa?" min. 02D, eee aed he Peances ie ‘ougortania nociatiste, A. Colin, 186 Bene Tlscmomie yousentaoa, Ten daltions nuvritres, Paci, 162 ; (om Economie rat i Soviet growths, on Cahiers dle 11.8.2 Ay, mir, 14, economia sélo podré apreciarse en el cursa. de los préximos aio: 5 ‘Vemos pues que; en el mismo momento en que las economias descentri- lizadas del Oeste se oriontan hacia la planifieacién indicativa para encuadra= las decisiones descentralizadas de los diversos agentes econémicos, Ins eo" nomias centralizadas del Este sienten Ja necesidad de suavizar Ia contr cida. Por eaminos distintos, se esfuerzan unas y otras en resolver el problema central de Ja organizaciin de las soctedades industriales modernas, que comslt~ te en determinar las condiciones éptimas de una combinacién de la planifier~ cién y de los mecanismos de mercado. 90000 MODELO: DIAGRAMA CIRCULAR DE LA ECONOMIA @) Lt c— >] GOBIERNO = ‘oHE80) Pesos —_p Sietcks ae CO = | couse sine cou eeano pr waver keene rs mibcios Shao PRODIICTOS nen >] J ‘ecto >] FAMILIA, se (HOGARES) BL rome BMEESN +} t ee [* "FACTORES v\\ (* Ye Inctuye EL Stet. Eytéeno- OCTORADO. DERECHO Y ECONOMIA Dr. Roberto Keil Rojas AAODELO EL DTAGRAMA CIRCULAR DE LA ECONOMIA Mercado de productos x tse |p LePRES A ] 5 i Mercado Financiere : ee 7 __BINteRO Mercado de Notes: 1) No existe gobienns, 2) Nemehye sector externa factores Londres, 30 de diciembre Querido Presidente: Vd. se ha convertido en la persona de confianza para quienes en cada pais tratan de remediar los males de nuestra situaci6n me- diante experimentos razonables dentro del marco dei sistema so- cial existente. Si Vd. fracasa, resultara gravemente dafiada en todo el mundo la posibilidad de la evolucién racional, y la ortodoxia y la revolu- cion decidiran la cuestién a pufietazos. Pero si Vd. tiene éxito, se ensayaran por doquier méiodos nue- vos y audaces, y podremos iniciar el primer capitulo de una nueva era econdémica que arrancaré de sti llegada a la Presidencia. Esta es razén suficiente para que me aventure a presentar ante Vd. mis meditaciones a pesar de los inconvenientes de la distancia y de nuestro incompleto conocimiento personal. La oprnt6n En INGLATERRA En el momento actual sus simpatizantes en Inglaterra est4n ner- viosos y, a veces, desalentados. Nos causa extrafieza el orden de urgencia otorgado a las diferentes medidas, la idea de que pueda existir un confusionismo en los fines, y el pensar si algunos de los consejos que a Vd. le Ilegan no sera excéntricos y chiflados. * New York Times, 31 de diciembre de 1933. Reproducida por la gentileza de North American Newspaper Alliance, Inc, 38 Lecturas sobre politica fiscal Si nosotros nos sentimos desconcertados cuando le defendemos, esto se debe en parte a la influencia de nuestro medio ambiente en todo el mundo aqui tiene una idea brutalmente ormada de lo que esté pasando en Estados Unidos. ~ E edio G ty cree q etentes consejeros, que ic de sus actuale Estad que ellos oble que e! gestos con la cabeza para testimoniar su es estA convencido de que nosotros no tenemos mas que se desarrolle ante nuestros ojos. :Puedo rogarle que me preste atencién mientras expongo mi propia opinién? La TAREA ACTUAL Vd. se halla empefiado en una doble tarea: recuperacion y re- iorma; recuperacién para salir de la depresién, y reforma, consis- tente en la promuigacién de aquellas reformas sociales y econémi- cas que debieron Ievarse a cabo hace empo. Para la primera es esencial obtener resultados giles y répidos. La segunda puede ser uramiento sera perjudicial, y t1e su consecucién inme- to en la re- 2 motriz para mas a corto ‘plazo, Vd. di ar la reforma a largo plazo. Por oira parte, incluso las reformas prudentes y necesarias im- piden en ciertos aspectos y complican la recuperacién, al desaparecer la confianza del mundo de los negocios y debilitar sus motivos de actuacion antes de que Vd. haya tenido tiempo de sustituirlos por Otros nuevos. Puede sobrecargar su maquina burocrdtica, que el individualismo tradicional norteamericano y el viejo sistema de premiar servicios de partido con empleos pitblicos no han permitido nunca que sea demasiado fuerte. Y todo ello enturbiara el pensa- miento y los designios de Vd. y de su Gobierno, acumulandoles de golpe excesivas preocupaciones. 8 Prorésitos ¥ RES yy seguro, wolviendo la vista a los ultimos irgencia entre medidas de recupe- aya observado adecuadamen 4 : 5 ao ih 5 3p g a a 9 2 a g sai g a. 2 as primeras. En esp: jue sus ventajas sociales sean consi- erables, yo no puedo encontrar en la NRA ninguna ayuda mate- I para la recuperacion, La fuerza motriz puesta al servicio de la vasta tarea admi va creada por esta Ley, parece que repre- senta una eleccion errénea en el orden de urgencia, La Ley esta promulgada y se han dictade copiosas disposiciones para comple- mentarla, pero quizd iuera mejor en los momentos actuales esperar a reunir suficiente experiencia antes cle tratar de aplicarla en todos sus detalles Esta es mi primera veflexion: que la NRA, que es esencialmen- te reforma y que probablemente entorpece [a Tecupéracion, ha sido abordada con excesivo a ramiento en la ereencia errénea de que forma parte de la técnica de la recuperacién. Mi segunda reflexion se refiere a la técnica misma de Ja recu- peracion. Ei objetivo de fa recuperacién es aumentar la sroduccién anual y proporcionar trabaio a ma a istema eco- mico del my moderne, la p Tiente para sit fa; y el yolumen dep tidad de poder adquisiti parada con el a de la can- ado eam: nénto de la produceién no puede tener lugar a menos que actiie alguno de estos tres facto- res; 2) que los individuos se véan inducidos a gastar una parte mayor de sus rentas normales; 6) que Aqui falta depurar los conceptos de manera adecuada. Distingamos la posicion retribucionista de Ja posicién de Kant. La posicién retribucionista afirma que “el castion es un fin en si mismo” porque con ello se restituye el orden que la falta habia roto. En cambio Kant sostiene que la persona racional y libre es el unico fin en si mismo. Si bien Ia falta vulnera cl orden juridico (y lesiona juridicamente a otra persona o al Estado) es porque ella vulnera la libertad de los implicados, incluso del que delinque. Es por ello que el castigo tiene como fin restituir Ia libertad de las personas y hacer valer su dignidad, La concepcidn retribucionista, en cambio, tiene sus bases no la consideracién de la libertad y la dignidad de las personas, sino en una consideracién més primaria y filoséficamente poco acrisolada: se trata de la idea de la venganza institucionalizada bajo la forma de la antigua ley del talidn, que a veces ha sido defendida con los recursos del derecho natural clasico. Se trata de que el datio causado debe ser castigado siguiendo la maxima del “‘ojo por ojo, diente por diente". Esta intuicién de la justicia penal representa le venganza institucionada porque de lo que aqui se trata es que el que comete la falta suira la misma cantidad de dafo: si has matado, has de ser condenado a muerte, lo mismo que si has abusado sexualmente a una persona indefensa, Se trata de “venganza institucionalizeda”, porque a) quien la lleva a cabo no es la victima directamente, sino el Estado, b) al levarse a cabo tal venganza se procura reducir la intensidad de la rabia que la victima y sus familiares contienen, pero ¢) pero, de todas maneras, al ser considerado el castigo como un fin en si mismo se sigue levando adelante el proceso de venganza por medios Estatales. Lino de los principales problemas del enfoa. ucionista, es entonces que no distingue e! concepto de “venganza” del de “ji Esto ditimo levanta la siguiente pregunta respecta de la visién que Rabossi tiene al respecto; cporqué no denuncia tal identificacion de la venganza con la justicia? eNO ser, 90; que sus esfuerzos por identificar el enfoque retribucienista con la perspectiva kantiana lo condujo ase punto ciezo? Me explico: Al asociar Ia posici retribucionista a una concepeidn robusta sobre la justicia, como es la kantiana, ello cred la ilusién de que la primera concepcién también era una concepcién sobre la justicia. Pero una de las falencias del enfoque retribucionista que Rabossi advierte on lucidez es que éste inciuye la idea de que el castigo debe ser proporcional ala falta. Esta idea de propercionalidad entre el castigo y Ja falta trae consigo el problema de calibrar el grado de la pena con el grado de la falta. De hecho no existe un método ni cientifico ni de otra indole para realizar tal dicién. La unica manera es hacerlo de manera intwitiva y aproximativa, Pero si el fin es el castigo, una intuicidn aproximativa resulta ser siempre insuficiente. Si se trata de centrarse en el castigo en si, la desventaja de un. célculo eproximative frente 2 un método matematico consiste en que siempre dara pi¢ a una diversidad de interpretaciones diversas respecto del castigo “justo”, y nunca habré paz r La Unica manera de 2anjar la constante contraposicién de interpretaciones seria a traves del recurso a la autondad. Pero esto no resuelve el problema, sino que simplemente lo pospone, porque la determinacién de Ta autoridad puede Ser cuestionada por quienes consideran que el fallo no empata con sus inmiciones de lo justo para el caso dado. Ciertamente, el derecho tiene sus mecanismos para diluir icto a este nivel (en la justicia procediment: cesal), pero volver difisa una insatisfaccién respecto de la justicia no es eliminarla, sino hacer que se perpetic. Entonces, ,dénde esta el origen del problema? Se trata acaso de que no encontramos un método eficaz y cientifico? Desde luego que no. El problema reside en que el enfoque se centra en el castigo en si mismo y no en otras consideraciones. 2.2.- El] enfoque consecuencialista o utilitarista. Del otro lado se encuentra el enfoque consecuencialista o utilitarista del castigo, al cual no interesa tanto la proporcionalidad que guarden la falta y el castigo, sino las consecucneias sociales (ola utilidad para la sociedad) que tenga el castigo. De esta manera es posible que se piense en el impacto que la pena tenga en la sociedad (que sea disuasiva, por cjemplo), mas que en si es verdaderamente justa. Con ello la concepcién consecuencialista del castigo supone que el castigo infligido a personas inocentes se encuentra moralmente.justificado si tiene poder disuasivo, es decir, si disuade a cualquiera de cometer una falta determinada’”. De este modo, reconstruyendo la argumentacién de Jeremy Bentham —uno de los articuladores mas importantes del utilitarismo- sefiala Rabossi igo sdlo puede justificarse moraimente cuando ‘se toma en cuenta las consecuencias valigsas que su aplicacién puede llegar a producir’'. Tal coasideracién de las consecuencias que se encuentra en el pensamiento utilitarista 0 consecuencialista surge de una critica fundamental hecha a la concepeién retribucionista. La critica sostiene que tanto el crimen como el castigo: significan a fin de cuentas infligir dafio a alguien, y causar dafio 2 alguna persona no se justifica a menos que esa accidn tenga consecuencias positivas. Dentro de la concepcién utilitarista 1a expresién “consecuencias positivas” signifiea que se ha obtenido el mayor beneficio posible con el menor perjuicio posible. Ahora bien, puesto que los seres humanos viven en sociedad, el calculo del mayor beneficio no puede realizarse solo sobre la base del bienestar de una sola persona, sino que he de tealizarse tomando en cuenta e! bienestar de Ja sociedad en su conjunto, De este modo “consecuencias positivas” significa en mayor beneficio con el menor ge: para toda la sociedad. Con esta mira pue: aS consecuencias el utilitarismo, tal como Bentham y sus seguidores mas fleles los definen, estaria considerando no el pasado, como hacen les tetribucionistas, sino el futuro. El.u rismo tendria la virtud, desde el punto de vista de sus defensores, de ser una fiosofia moral del fauro, es decir, que tiene ientes el future y el progreso de la sociedad. Esta afirmacién entrafia la creencia, que los 'S Una version altemativa de la justificacién del castigo de gente inocente se encuentra en la defensa del castigo de un grupo de personas porque en él se encuentran algunos que han cometido alguna falta. Denominaré a esta como “Justificacién Cisneros"., en referencia al General Luis Cisneros V., quién en une entrevista 2 la revista Quehacer (nimero 20, enera de 1983) sostuvo “Maten 60 personas ya hay 3 senderistas..." y afiado, continuando con el cinismo de su argumento "Y seguramente la policta dira que los 60 cran senderistas”, Esta nueva versién supone también que la muerte de los inocentes se Justifica por las consecuencias, Estas consectiencias son de dos « la intimidacién de lz gente (sea 0 no a), bla senderista. bien la * el punto de wi muerte en combats cosas al respecto: 1) zplicaciin de una estrategia de caps una vez que se han rendido 0 4) a wavés de la ap! “RABOSS!, Op. cit P29 utilitaristas comparten con los positivistas y los marxistas, entre otros (que, a fin de cuentas, es una creencia que se encuentra enraizada profundamente en la mentalidad de los hombres modernos) de que la historia de la humanidad avanza hacia estadios mejores de civilizacin técnica, cientifica, moral, politica y juridica. Pero, ciertamente, pensaban los utilitaristas, para encarar mejor el progreso (0 estar més a tono con él) es menester un cambio de actitud: no anclarse en el pasado, sino disponer nuestro espirim en la formacién del futuro. Este cambio de actitud significa, en resumidas cuentas, abandonar la concepeién retribucionista (que nos ancla en el momento pasado en el que se cometié el delito) y abrazar e! utilitarismo, que nos conduce tras los vientos frescos del mafiana, aquél mafiana en el que los suefios de justicia y felicidad esperan con ansias al género humano. Esta concepeién, por cierto cargada de esperanzas, tiene sus bemoles. Rabossi, con agudeza, logra percibir uno de ellos: si lo que importa en el castigo (es decir, lo que lo justifica moralmente) son las consecuencias, importa menos que éste se propine a los culpables‘o a los inocentes. Las consecuencias positivas que se espera del castigo es que tengan poder disuasorio, es decir, que hagan que los miembros de la sociedad piensen dos veces antes de cometer un delito, En virtud del efecto disuasorio estaria moralmente justificado castigar a gente inocente, cosa altamente cuestionable. Este paso cuestionable que da el utilitarismo tal como Bentham lo defiende fue cuestionado por uno de sus discipulos mas brillantes, John Stuart Mill. En sus dos obras mas importantes, Sobre la libertad"? y El utilitarismo’? Mill introduce dos correcciones sumamente importantes al principio de utilidad social defendido por Bentham. La primera correccidn es que el bienestar de la sociedad no se debe conseguir por sabre la libertad de los individuos, ya sea que estos individuos pertenezcan a una minora politica, social o cultural, o ya sea que esas personas tengan costumbres extravagantes que causan el rechazo de la mayoria de la sociedad (como el caso de los Quakeras). N el Estado ni la sociedad tienen el derecho de conseguir sus fines sostayando la libertad de cada individuo. Asi, en Sobre fa libertad, Mill emprende una defensa sumamente importante de la libertad de las personas por sobre los intereses y el bienestar de la sociedad. De esta manera, él social es valido de manera condicional, siempre que no se vulneren las libertades de las personas. Pero la ineorpore Mill al principio de Bentham va a incorporar también ura sobre la justicia: Desde la perspectiva de Mill, Ja utilidad es algo importante, pero no lo es tan ia, La justicia (el dar a cada cual lo que le corresponde, sin desmedro de sus derechos) tiene primacia sobre'la utilidad. Este es el aporte di tarismo. Con estas correcciones hechas al principio de utilidad Mill evita que su concepcidn permita que se justifique moralmente el castigo de personas inocentes. Pero existen sospechas fundadas de que, al inciuir tales correcciones, Mill esté abandonando el utilitarismo y se desplace hacia el campo del liberalismo. Quién ha apoyado con més vigor esta sospecha fue Isaiah Berlin en una excelente introducciéa al texto de Mill sobre la libertad A parte de la cuestion de la justificacién moral del castigo penal de las personas nocentes, es posible detectar otra gran critica al utilitarismo de Bentham. Esta vez la critica se cieme sobre ¢l empirismo y el positivismo que mutren el pensamiento utilitarista. El empirismo sostiene que todo lo que podemos conocer es aquello que se encuentra a disposicién de nuestra experiencia. A su vez, la experiencia tiene dos areas claramente definidas: a) la experiencia externa, es decir, aquella que demarca nusstro 'IMILL, John Sniart; Sobre ia Wberiad, Madrid: Alianza Editorial, 2003 U MILL, Jobn Stuart, £ utitfiarismo, Madrid: Auanza Editorial, 1984 conocimiento hasta lo que nuestros cinco sentidos puedan captar; y b) la experiencia interna, compuesta por los recuerdos, los sentimientos y todas las afecciones que nuestra alma o psiquismo pueda padecer. Con ello el empirismo niega la existencia de todo objeto que desborde la experiencia, tal como ha sido definida. En otras palabras, el empirismo, desde John Locke y David Hume, rechaza la existencia de objetos metafisicos. El positivismo, desde los franceses Auguste Comte y Henry de Saint- Simdn abrazan el rechazo de la metafisica defendido por el empirismo britinico, pero afladen Ja creeneia de que sélo es posible tener conocimiento sobre la experiencia a través de los métodos de las ciencias. Para el positivismo la ciencia por excelencia resulta ser la fisica matemética de Newton porque la eplicacién de sus métodos nos ermiten acceder a conocimientos exactos ¢ indudables. EL pensamiento juridico de Bentham no sélo considera la utilidad social como un Principio basico, sino que ademés abraza el positivismo, es decir, esti comprometido con la creencia de que las ciencias nos ofrecen la descripcién adecuada sobre la realidad. Dicho en otros términos, Bentham crefa que se hallaba cientificamente demostrado que justificando moralmente el castigo penal de personas inocentes la sociedad irfa a progresar de manera mas eficiente”. 3.- {Es posible justificar moralmente en castigo penal de ese modo? ‘Tras explorar las posibilidades de salir del tmpasse en el que las perspectivas tradicionales se encuentran, Rabossi emprende la tarea de articular un nuevo enfoque. La estrategia argumentativa de Rabossi consiste en, primero, trater de explorar las posibles soluciones de la aporia en la que se encuentra la discusién tradicional al especto. En dicha indagacién nuestro autor da cuenta que ambas perspectivas tradicionales son a) inconsistentes en si mismas, b) incompatibles entre si y c) que Tespecto de elas no es posible predicar que se trata de teorias que tesponden a preguntas distintas sobre el fenémeno del castige penal. Por lo tanto, la unica opcién que queda es abandonar ambas perspectivas y afirmar un nuevo enfogue. Rabossi argumenta a la hegeliana, es decir, declard que ambas perspectivas on unilaterales (23 decir, que cada una de ellas considera solo un elemento ¥ no perciben la multiplicidad de fectores qu: nen juego), De esta manera Rabossi sugiere superar ambos enfoques. Si bien el ind no menciona expresamente a Hegel, nosotros tenemos que entender fica la expresi6n superacidn en la conocida dialéctica hegeliana: Se trata de encontrar dos concepciones que sean a) unilaterales y b) que entren en dos y Hines del siglo XIX floresié en Estados Unidos una comiente Slos6fica que asum: de manera creativa el empirismo inglés. Se tata del pragmarismo desarrollado por Charles Senders ce, William James y John Dewey. Las inniiciones que los pragmatistas norteamericanos recogen dos rentales que ya estaban presentes en los empiristas ingleses: a) que la reflexion filoséfica ha Ge cefiirse 2 las experiencias (y afaden que han de enrumbarse « resolver problemas de la vide prictica), y 5) que el peasamiento humano ha de volcarse bacia el futuro y no quedar atrapado en el pasado, a fin de do mejor para los seres humanos. A estes intuiciones, los pragmatistas ahadieron una vismo y 2 la idea de que la ciencia tiene las claves para describir la realidad tal como es fa idea equivocada, los pragmatistas sostuvieron c) que las experiencias de cada persona son las creencias que cada persona tiene, y d) que esas creencias se van trensformando con el ersonas a través de la experiencia, Sobre el tema, Cf JAMES, William, Pragm: ensar, Madris: Alianza Editgricl. 2000., y RORTY, Richa: arismo en episremologte , Madrid: Ariel, 2 wanscwrir de Urn mo. re para vigias forme: 10, une versign, Antiautor contradiceién una con la otra, para después llegar a una articulacién sistemitica de ambas perspectivas, es decir, una articulacién que tenga consistencia interna ¥ que tecoja lo valioso de cada una de las perspectivas superadas y las enlace a través de los Sdlidos engranajes de la légica, Podria sefialar que la propuesta afirmativa desarrollada por Rabossi no llega a ser hegeliana, sino pseudchegeliana. Me explico: en vez de epostar por una articulacién que tenga sentido sistematico, la respuesta de termina siendo ecléctica. Tal vez ese eclecticismo se deba a la conciencia de que en la filasofia contemporanez la idea de sistema omniabarcante y con pretensién de explicar todo el conjunto de fendmenos y relaciones én el mundo ha pasado de moda (ha sido superada) Pero, la conciencia de que la idea de sistema en filosofia ya no es relevante no ha conducido a ninguno de los filésofos contemporaneos que conozco a abandonar Ia exigencia de racionalidad en su planeamiento, es decir, la exigencia de que su posicién tenga consistencia gracias a la coherencia intema que tiene su perspectiva. En la filosofia contemporanea una perspective puede estar articulada por una de las multiples racionalidades posibles, puede tener consistencia intema, pero mantener la conciencia de su finitud, saber claramente que no da razén de Ja totalidad de las cosas, sino que sélo expresa una perspectiva posible, es decir, que no es sistematica. El eclecticismo, por su parte, no se encuentra sostenido por una racionalidad posible, sino que es la summa de elementos sin explicar claramente la relacién que se pretende encontrar entre ellos. Constituye lo que en el lenguaje coloquial se conoce como “cajéa de saste”. Aqui se yuelve imperante que distingamos con claridad el rechazo a las concepeiones sistematicas de Ia filosofia contemporanea del eclecticismo. Las pseudoargumentaciones eclécticas no las he encontrado en ningun filésofo, sino en tedlogos y juristas. Abrigo la sospecha de que la opcidn por el eclecticismo tomada por Rabossi no ha sido abrazada por ) la libertad de la vol! ia libertad salvaje es amorfa y abstracta, es decir, és la libertad de hacer to €n gana y de actuar conforme a mi capricho. Este tipo de libertad es falsa, dad representa la atadura que vivo respecto a mis pasiones y deseos. En bertad de la voluntad es concreta y determinada. Se trata de la libertad de mi razén de dame leyes a mi mismo, tomando distancia de mis deseos y pasicnes. Es justo aqui donde sucede algo importante: si la libertad de la voluntad supone y exige mi capacidad de tomar distancia de los deseos y las pasiones, entonces se hace necesario que la coaccién se muestre como fa otra cara de la misma moneda de la libertad. En el caso de la moral, es la misma conciencia moral de la persona la que impone la coaccién, Para el caso del derecho es el Estado, a través de las fuerzas del Orden, las que aplican dicha cosccién, Es aquf donde surge la necesidad del castigo penal. La pena se justifica, pues, porque es la manera que tiene el Estado para hacer ibertad de los ciudadanos, Si esto es asi, la posicion de los retribusionistas es tque considera que la pena vale por si misma: también se encuentran én el error aristas y los consecuencialistas, porque eonsideran qué el castigo vale por sus Consecuencias sociales. Pero también Rabossi estas iicacin consistente de la moralidad del castigo iste Ia naturaleza del castigo para ia en el error, porque no ofrece una Coleccién FILOSOFIA Y DERECHO 5 Directores Joncy A. Bacout: Eucenro Buwyoiy Crmano. BR. Canard Ennesto Ganzén Vatvis Stiembra Conseio Nacional de fom. y Téenlecs, La justificacion moral del castigo El tema del castigo Las teortas tradicionales sus lLimitaciones Un nuevo enfoque teérico dlllb Eprroniar. Asviuca pe Aurnepo ¥ Rieanpo Devarata BUENOS AIRES rove Eprroatan, Asrnga ! ALFREDO Y Ricanpo Di walle 1208 » Buenos Aires veda hecho el depdaito-que previene Ia ey 11.728 IPRESO EN LA ARGENTINA PALMA SL, A Mona INDICE Prélago ... Pasian Panre LA JUSTIFICAGIGN MORAL DEL CASTIGO.-- 1, El tema del castige; wadicién y actualidad nitog en la di usion del tema del J. Limitacion y artificialidad de Ia eeuscién “pro- Dlema del castigo-teorias del castigo”. Una “ima- gen” tedrica inadecuada 4, Una motivacién convin en el planteo del tema del castigo .. iyo como expe: del problema relative a la justifieacién mox Jas acciones (en general) de iv 19 10 6. a La jusnmicacion stona Plan del teabajo IL « Rasgog curiosos de las dos “teorias” tradicio- nales fears La concepeién retsibucionista, Merecimiento y culpabilidad. La adecuacién entye la gravedad de la ofensa y el monto del castigo Ee La concepeién utilitarista. Las consecues vallosis 0. o. eee Las eriticas de los revibucionistas uw Jos utilita- ristas. EE castigo de inocentes. Castigo y actus “extemos al castigo .......c0 ces La erltica de los utilitaristas a los xetribucionis fo de autoridud, La uclo- cuacién entre ofensa y castigo ., tas. Rigorismo y prince UL Le inexistencia de eriterios para decidit Ja polé- iniea chisie, Tres preguntas posibles = ¢Se plantean los retribucionistas y los utilitaris- tas el mismo tipo de pregunta respecto del cas- tigo? Inaceptabilidad de una respuesta negativa gDan solucién les retribuctonistas y los utilita DEL cAsHIGO 25 30 at 30 40 lente ristas al mismo tipo de problema? Qué es el castigo 'y hu justilicackin moral del castigo AL gVomuin en cuentr ambas “leorias” el anism ti po de fendmenn o proces? Justifieacién de ac tos y justificacion de reghis ry sonelu- 1. Balance critica del anilisis: realizado. siones genurales y an posible prograna de ana- isis 2 Boel seoundarios igo"; sus prinsarios y.usos doliniviou de “ex 3, La justificacién moni del castigo: presupuestos teotieus del probleaw .. 4 ED coneepto “eastig awoelada ..- co . 5. Otros problemas. Comentario final . : Secoxpa Pass NOTAS Y COMENTARIOS é] tema del castigo en la filosofia clistea y mo- erencias bibliogrifieas dei, Suentas rel 2. Unejemplo de teoria utiliturista, Algunos tos de Bentham il x 66 VW 83 6 Un ejemplo de “tooria” retribucionista, Algunos textos de Kant . Acerca de ta posibilidad de uni tiea bes solucién velte El telcologismo y el deontologisme: dos tipos de tenrias éticas normativas Acerea del utilitarisme de actos y. el atilitarismo Berreg las co erste esc akuirs aes ai e Critica de Quinton: inaceptabilidad del anitisis realizativo de “Te castigo” . saat El tema del castigo en la Gilosofia actual, Sucin- tas referencias bibliogrifiens ..ec..cc0.. 00. 105 19. 13 133 PROLOGO El trabajo que presento en la Primera Parte de esta obra es una versién del articulo “Sobre la justificacién moral de las acciones, El tema deb castigo” que aparecié en Critica-Revista Hispa- noamericana de Filosofia (t. IV, ps, 3-46), en 1972, Los cambios que he efectuado son de di- versa indole: retoques estilisticos y unos cuantos agregados que pretenden mejorar el aspecto con- ceptual, Ademds, he redactace de nuevo le par- te IV con el tinieo objeto de ofrecer 1ma mejor elaboracién de los puntos formuledos en la sec- ein correspondiente del articulo original. Me ha parecido que de exceder ese objetiyo, el tra~ bajo perderia su estryctura bdsica y, consiguien- temente, sw estabilidad interna. En la Segunda Parte de la obra incluyo diversos elementos ted- ricos que pucden ser.de utilidad para quien in- tente profundizar en el tema, Las secciones 4 iM Prdtoco y 7 dela Segunda Parte aparecieron en el articu- lo original como notas de pie de pagina. El material incluido en la obra es producto del estudio de temas de filosofia de la moral, teoria de la accion. y lenguaje normative que realizo en mi cardeter de Investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Cientificas y Técnicas. Corres- ponde aclarar, sin embargo, que las tesis centrale: desarrolladas en la Primera Parte fueron expucs las, originariamente, en mi articulo “Sobre la justificacion moral del castigo”, incluido cn Pro- blemas actuales de Ins ciencias penales y de la lilosofia del derecho - Homenaje al Profesor Ji- ménez de Asta (Buenos Aires, 1970, pays. 185- 202). Agradezco a la Direccién de Critica la autori- sacion para reproducir el material. correspondien- te. Agradesco asimismo a Genaro Carrié y a Hugenio Bulygin La asistencia que me han pres- tado en la traduccién de los textos de Bentham y Kant, réspectivamente, Mi deuda con Carrid vxcede enormemente esta valiosa ayuda, Sin em- argo, creo que hace justicia a su conacida mo- lestia y a mis notorias limitaciones que cousigne, simplemente, mi gratitud, Epuanpo A. Rasosst Privera Pawr LA JUSTIFICACION MORAL DEL CASTIGO 14 DEL CASTICO. TRADIGION ¥ ACTUALIDAD Fl tema del eastigo ha preocupado a mu- chos filésofos clisicos y modernos con una per- sistencia que suele pasar inadvertida, Platon, Aristételes, Santo Tomas, Hobbes, Spinoza, Rous- seau, Kant, Schopenhauer, Hegel, Bentham y Mill son slo algunos de los componentes de la a que se puede confeccionar', Es verdad que las razones teéricas que han Ievado analizar Ia cuestin a pensadores de tan diver- sa extraccién filoséfica son muchas veces dife- rentes, como también Io son los contextos en los que sus analisis Nenen higar, Pese a ello es po- sible encontrar en sus exposiciones una evidente nnidad lemitica, El tema del castiga posec, pues, una importuite tadieién filosdfiea. Los filésofos contemporineos no han sido aje- ios u esti preocupacidn. In lo que va del siglo © Véase Notes y Comentarios, § 1 han contribuido de manera importante a desarro- lar y a refinar los planteos tradicionales acerca del castigo. Y si bien Ja cuestiin ha aleanzado jos un notable grado de dificultad ted- rica —signo, quiz’, de progreso filos6fico—, no eabe duda dé que han logrado enriquecer de un modo notable el andlisis del tema, Es este en- foque reciente del tema del castigo el que mueve nuestro interés, En él centramos nuestra aten- cién, sin perjuicio de algunas referencias necesa- rias a los clasicos, 2. DOS MOMENTOS EN LA DISCUSION DEL TEMA DEL CAsTK Pueden distinguirse dos momentos ~seria ex- cesivo hablar de etapas —en el tratamiento mo- derno del tema, El primero, que se extiende hasta los comienzos de lu Segunda Guerra Mun- dial y comprende, entre otvos, aportes de A, C. Ewing y W. D. Ross, culmina con el excelente trabajo de J. D. Mabbott, “Punishment”*, El segundo momento se inicia luego de concluida la guerra y reconoce como uno de sus puntos de partida Ja diseusién del trabajo de Mabbott. La década del ecincuenta es particularmente fructi- fera, En 1953 dicho articulo es discutido por 2A. © Ewing, The Moratity of Punishment (Ionidies, 1929); W.D. Ross, The Night and the Good (Oxford, 1930), esp. cap. 2, apéadiew 2; J. D. Mabbott, “Punishnent”, Mind, 1939. A, Flew y C. W. K. Mundle en el “Seats Philogo- phical Club”, Sus trabajos se publican en 1954. Ese mismo aio aparece un interesante trabajo de A. Quinton y en los aivs subsiguientes K. Baier, J.D. Mabbott, J. Rawls, 8.1. Benn y HL, A. Hart —entre otvos— realigan importantes contribucio- nes, qué junto con las anteriores condicionan en gran inedida el curso futuro de la discusién®, De ahi en adelante Ja bibliogratia se multiplica de manera notable, Tan numeroses son los traba- jos dedicados a la cuestion, que no es exagerado afirmar que el tema del castigo es uno de los ca- pitulos de a Filosofia moral que han atraido con mayor persistencia el interés de muchos fildsofos contemporineos, . LIMITAGION Y ARTIFICIALIDAD DE LA ECUACION “PROBL DEL CASTIGO - TEORIAS DEL CASTICO", UNA “IMAGEN” TEORIGA INADECUADA La expresién “el tema del castigo’ es muy general y vaga, Quizt el lector haya reparado 4 A. Flew, “the Justification of Punishment”, Philosophy, 1954; GW. Mundie, “Punishment and Desert", Philosophical Quar- terly, 1954; A. Quinton, “On Punishment”, Analysis, 1054; K. Baier, ‘MIs Punishment Reteibutive?", Analysis, 1055; J. 1! Mabbote, "Pro- fessor Flew on Powishment™, Philosophy J. Bawls, “Two Com opty OF Rules", Philosophical fteview, 3955; S. 1. Henn, “An Ap: to the Principles of Punishment”, Philosophy, OSB; 1. La A Prolegonenoi to the Principles of Punishment”, Proceedings Aristotelian Society, 1959-00. 18 La justiicacdn ya en ambos caracteres. Pero es precisamente en ellos en donde reside su valor —sobre todo cuando ge trata de dar los primeros pasos en el estudio que nos preocupa. Por cierto que puede hablarse —como se ia hecho con frecuencia— del problema del castigo y, consecuentemente, de las teorias que se han propuesto como soluc‘én. Es ands, esta “ecuacién” problema-teoria representa el planteo efectivo de la mayorfa de los autores clésicos y de muchos pensadores modernos. Pero es evidente que a esta altura de la discusién de- sarrollada en torno al tema del castigo, la citada “ecuacin” resulta impropia, aun como mera ter- minologia, pues induce a crear desde el comienzo una “imagen” tedrica inadecuada. Lo que queremos sefialar es lo siguiente, Uno de los resultados provechosos de la diseusién re- eiente consiste en poner de manifiesto las limita- ciones y la artifietalidad de todo enfoque que al estudiar el castigo pretenda lidiar con wn tinico problema al que se debe dar solucién proponien- do un tinico criterio (0 quizd un conjunto de cri- terios alternativos). Por ello, hay una tendencia actual que consiste, mis bien, en puntualizar los variados aspectos que presenta la inslitucién del castigo y, en consecuen necesidad de apelar a criterios y respuestas va- riadas, cuando se trata de analizarlos. Con otras palabras, si se quiere conservar la terminologia tradicional conviene, en todo caso, hablar de Los ‘a, en tener presente la MORAL, DEL CASTEGO 19) problemas que plantea el castigo, eliminando, por Jo demas, el emploo de Ia dudosa expresidn ‘teo- ria’, Al maryen de no saber muy bien qué sig- nifiea “teorfa” cuando se la emplea en contextos filosoficos, su uso en relacién con la discusién en torno al igo resulta singularmente equiveco y tedricamente malsano. Que esto es asi, resultara eviclente —esperamos~ en el andlisis que nos pro- ponemos realizar. 4. UNA MOTIVACION COMUN EN EL PLANTEO DEL TEMA DEL GASTIGO Llamar Ja atencién sabre los eventuales in- convenientes de cierta manera de encarar la cues- tidn; es decit, la idea de que tenemos que ha- bérnosla, en tanto filésolos, con un problema al que de un modo u otro debemos dar una solu- cin, no implica negar la posible existencia de una motivacidn comin que ha Ilevado y leva a ver en la prdctica del castigo una fuente de difi- cullades, No es facil decir en pocas palabras en (qué consiste esa motivacién, pero no creemos d ado deseribirla de la siguiente manera Matar intenvionalmente a alguien, privarlo de sn libertad, quitarle algo que le es preciado, ha- corlo sufrir Fisica 0 psiquicamente san. acciones que merecen, en situaciones comunes, reproba- cién moral, La pérdida de Ja vida, de la libertad, de bienes materiales y el suftimiento son males sae y, por lo tanto no puede ni debe admitirse que puedan ser sufridos por alguna persona como consecuencia de un acto eonsciente de alana otea persona, Ahora bien, cuando describimos la ac- cidn de una persona —digamos, A—sobire otra per- sona —digamos, B— como un castigo, parte de lo que queremos significar es que A inflige a B alguno de esos “males”, Es decir, que A ha ordenado que se pive de ln vida a B, 0 que le ha privado de su libertad, o de bienes materiales, o que lo ha hecho sufrir —déndole una paliza por ejemplo. Pero si esto es asi, gedmo justificar moralmente que se castigue a alguien? gPor qué un acto que parece ser el mismo que otro acto —por ejemplo, propinar @ alguien una paliza— puede y debe me- recer en un caso reprobacién moral y en otro easo —en tanto deseribimes dicho acto como un casti- go- puede merecer quizA asentimiento y aproba- cién o, al menos, abstencién de juicio moral? En este punto puede sugerirse una respuesta simple y prima facie admisible: “La justificacién se encuentra, sencillamente, en que cuando A eas- tiga a B, B ha hecho algo que ne debi hacer; ha cometido una ofensa. En esto reside la diferen- cia entre el enso en que, por ejemplo, A da una paliza a B por gusto y aquel en que A castiga a B déndole una paliza. Y la diferencia es, ob- al, Aun en una de lis aplicaciones mas terribles de la lex talionis —privar de la vista a quien ha privado de Ia vista a etro— ambos ac- viamente, crux tos (privay de la vista a alguien) no pueden ser eonsiderados como el mismo acto, en el sentido de ser ambos igualmente malos, aun cuando pue- dan ser preductivos de males que acaecen igual- mente a dos individuos distintos. En el primer caso el acto consiste en el castigo a un ofensor, en el segundo, el acto consiste en una ofensa. Esto es lo que constituye la diferencia entre ellos, ¥ es en esta relacién castigo-ofensa en donde se diluye la necesidad de’ bus alguna justifica- cién, moral 0 no. Pero esta respuesta —que contiene en germen una de las posiciones tradicionales sostenidas en relacién con el castigo— no es admisible. En todo caso mueve a plantéar la cuestién en términos algo distintos. Si B ha levado a cabo una ofensa — decir, si ha hecho algo malo— y si castigar a B infligirle un “mal”, parece irrazonable implica provocar un mal simplemente porque otro mal ha tenido efecto, La dificultad sigue en pie. O si se prefiere plantearla en términos mas draméticos: {por qué es moralmente preferible un mundo en el que se dé cl complejo ofense-castigo a un mun- do en el que sdlo se dé la ofensa? Intuitivamente mer tipo de mun- nos inclinamos a preferir el p do, pero apor qué? gPor qué pensamos que es moralmente mejor? En otras palabras, gqué jus- lificacién moral podemos dar al castigo? 2 La susmimicactoy a LA JUSTIFIGAGION MORAL DEL CASTICO COMO ESPECIE DEL PROBLEMA RELATIVO ALA JUSTIFICACIGN MORAL DE LAS AC- CIONES (EN GENERAL} Estas preguntas acerca del castigo expresan en parte la motivacién principal que ha inducido a los filésofos a meditar sobre la cuestién, No pretendemos sugerir, por cierto, que sean las iini- eas ni que hayan sido propuestas necesariamente de esta manera, Lo que si creemos es que de uno u otro modo constituyen ¢] meolla de la proble- mética que ha servido de base a la prolongada discusién sobre el tema. Ademis, la insistencia en buscar una jistificacidn moral al castigo, como: tema filosdfico central, posee un interés que ex- cede su valor tedrico intrinseco, En realidad, el problema de la justificacién moral de las acciones (en general) ocupa un lugar de preeminencia dentzo de la filosoffa moral contemporinea y, como tendremos oportunidad de ver mas adelante, gran parte de Ja reciente discusién sobre el tema del castigo puede consideratse un caso especifico en ¢l que se muestra el sucesivo refinamiento de la euestién relativa a la justificacién moral de las acciones (en general). Este es un punto impor- tante que merece ser tenido en cuenta; aunque dada la indole de este trabajo sdlo nos limitare- mos a sofialarlo, sin pretender internamos de MONAL Det, CASTIGO 23. modo sistematico en el marco mis amplio que presupone, 6. PLAN DEL THABAJO Estas consideraciones preliminares nos po- nen en condiciones de indicar el plan que nos proponemos desarrollar, En primer lugar (capi- tulo IL) expondremos las dos concepeiones tradi- cionales acerca del castigo —la retribucionista y Ia utilidarista—, tratando de mostrar sus presupues- tos, contenidos y limitaciones, La opcidn retri- bucionismo o wlilitarismo parece llevar aun punto muérto teéries que debe ser superado. En conse- cuencia, analizavemos luego (capitulo LIL) tres enloques alternatives que pretenden coneretar di- cha superacién. Este anilisis nox brindard ele- encarar, por tltimo (ca- pitulo IV), la consideracién de una interesante familia de temas que deben discernirse euidado- sameule cn un enfoque fruetifero del tema del eastigo. Como puede apreciarse, nuestro trabajo con- tiene adeinis de ana parte expositiva, el desarrollo de un planteo critica. ¥ si bien no creemos que nada espectacular se siga de él, tenemos la esperanza de que muestre cierta virtud en la pre- sentacion del tema y alguna novedad en las su- menitos suficientes pa gerencias finales. I 1. RASGOS CURIOSOS DE LAS DOS “TEORIAS” TRADICIONALES Comencemos' por ‘la exposicién —'‘reconstruc- cidn’ es posiblemente el término mds adecuado— de las dos concepciones 0 “teorfas” tradicionales acerca de] castigo: la retribucionista y la utilita- rista. Ambas concepciones pueden interpretarse, en principio, como intentos de dar solucién a un mismo problema. Y hay dos cosas curiosas acerca de ellas. Primero, que dichas concepciones 0 “teo- rias” parecen agotar Ias posibles respuestas a la cuestién que pretenden resolver; segundo, que las dos se adecuan al sentido comin: ninguna de ellas est4 rodeada del aire esotérico que tan comtn- mente caracteriza las respuestas de los filésofos; sensatas, que cualquier son, en cambio, respuestas persona inteligente podrfa dar o aceptar a poco que se pusiera a meditar sobre el tema, 26 La justuacacés 2 LA CONCEPCION NETRIBUCIONISTA. MERECIMIENTO Y CULPABILIDAD. LA ADEGUACION ENTRE LA GRAVEDAD DE LA OFENSA Y EL MONTO DEL CASTIGO. Segiin los retribucionistas, el castigo que se inflige- a un individuo se enduentra morabnente justificado por el hecho de que dicho individuo me» rece ser castigado; y merece serlo cuando es culpe- ble de haber cometidlo una ofens, Con otvas pala- bras, que B —por ejemplo— haya cometido inten- cionalmente wna ofensa constituye fa tazdn para que merezca y, en consecuencia, para que se le administre el castiga que le corresponde, pues es moralmente ‘correcto que el ofensor sufra por la ofensa que ha cometido., “El castigo es castigo —afirma conelnyentemente Bradley— sélo cuando es meyecido, Pagamos la oferisa porque la del mos y por ninguna otra razén” *. Esta es, en términos generales, la tesis bisica del. retribucionismo. Aunque resulta dificil am- pliarla o precisarla de manera satisfactoria, pues aparece expresada ¢ interpretada de mancras muy distintas. La siguiente miscel4nea de opiniones ayudara a gjemplificur este punto. a) “El castigo judicial —dice Kant— .. nunca puede ser aplicado como un mero medio para pro- mover otro bien, sea respecto del criminal mis- GE IL, Dindley, Etlicu! Studies (Oxford, 1087, Ada, ed.), ps: 28-7, MeWAL DEL GASTIGO oT mo o de ln sociedad civil, sino que en todos los os ene que ser aplicado al criminal inica- mente porque ha contedicdo un delito, Pues el hom- bre nunea debe ser tratado meramente como me- dio para las mtenciones de otro” *. hb) “En esta elucidacién —sostiene Hegel— in- teresa tinicamente que el delito sea suprimido, y, por cierto no en cuanto a preduccién de un mal, sino como lesién del Derecho en cuanto Dere cho; y luego, Linteresa] cual es la existencia que tiene el delite y que hay que suprimir; ella es el verdadero mal que hay que eliminar, y el punto esencial es dénde ella ide...”. Hegel termina el par frase digna de ser puesta en boca de G. E. Moore: “.. mientras no se reco- nozean con clavidad los eonceptos relevantes para esto, seguir dominando Ja confusién con respecto 7 alo con ul al castigo” ¢) “La Wnica justificacién para castigar a un hombre —atirma Mabbatt— es que haya violado la ley” § d) “El hecho de que una persona haya come- tide una ofensa moral —dice Mundle— es una ra- z6n suficiente para que se la haga sufrir, enten- diendo por t on que es independiente del valor de Tos resultados previsibles del acto parti- una-va inde der Nechtslelire, § 4 |, Grundlinien der Philesophi 4 J, D. Mabbott, op. eit, p. 45 (A). ( “der Rechts, § 88. signo “(A)’ indiea el cular de castige o de Ja imposicién de las Jeyes en cuestién” !. No nos detendremos a considerar las dife yencias, en parte obvias, que existen entre estas versiones de la concepcién retribucionista, Nos interesa senalar en cambio una importante con- secuencia que parece seguirse de todas ellas. Si se considera que el castigo se justifica moralmen- te en funcidn de la ofensa realizada, resulta clara que el monto del castigo que se inflige al ofensor debe adecuarse con exactitud a la magnitud del agravio que ha cometido. La severidad del casti- go debe correspander exactamente a Ja grayecdad dela ofensa, De no ser asl, parecerfa que el equi- librio que Iogra restablecer la produccién del castigo —sepin la tesis retribucionista— quedaria de alguna manera alterado. Y esto plantea inme- diatamente el problema de ofrecer criterios de adecuaciin entre Ja gravedad de Ia ofensa y la gravedad de la pena. Las dificultades que suryen cn conexién con este problema son grandes y mo- tivan, como veremos, fundadas criticas de los uti- litaristas : namero de pigina conespondiente » la compllveiin de H, B: Acton (campilador), The Philosophy of Punishment, Londres, 1969). °° GW. K, Mundle resume de esta manera la coneepeitin xe tribucioniste que defendié en “Punsshment and Desert” y,que alirenn haber abandonado, Cj. 11. B, Aston, op.-cit, (Posteript, 1968), ps B12 (A) 10. Véase en Notas y Comentarios, § 3, algunos textos velevantes del planteo retribucionista de Kant, I | i i 3. LA CONCEPCION UTILITARISTA LAS GONSECUENCIAS VALIOSAS Para los utilitaristas el castigo que se inflige a un individuo no puede justificarse moralmente basdndose exclusivamente en Ja circunstancia de que haya cometido una ofensa, “Todo castigo —sostiene Bentham— es un daiio; todo castigo es en si mismo malo”, Si tal es el caso, geémo jus- tificar moralmente algo que es malo en si mismo relaciondndolo con un acto pasado, también malo e indeseable? Los retribucionistas estén errados. Si se quiere ofrecer wna justificacién moral ade- cuada del castigo no debe mirarse al pasado sino al futuro: el castigo sélo puede justificarse mo- ralmente cuando se toman en cuenta las conse- cuencias valiosas que su aplicacion puede llegar a producir, Sino se consideran tales consecuen- clas, no. se justifica moralmente nada, Guiles son esas consecuencias valiosas puede depender, en parte, de las circunstancias de cada caso. Aunque por lo general se menciona alguna 0 algunas consecuencias que se considera que re- presentan paradigmiticamente el fin valioso que debe perseguir la aplicacién del castigo. Asi, el castigo puede perseguir In reforma del ofensor, 0 puede tatar de desalentarlo o de disuadirlo de realizar en el futuro ofensas similares (0 desalen- tar o distiadir con el ejemplo a otros miembros del grupo social a qué realicen ofensas pare 30 La yustiricacion El castigo también puede justificarse como un medio para prevenir que el ofensor repita en cl futuro la ofensa cometida. También puede plantearse al utilitarista el pro- blema de Ja adecuacién entre la magnitud de Ja ofensa y la severidad del castigo, Pero resulta claro que su posicién no lo obliga a ofrecer cri- terios exactos de adecuacién. En este punto pa- reciera encontrarse en mejor posicién que el retri- bucionista, El utlitarista puede responder, cohe- rentemente, que la severidad del castigo debe ser tal que no resulte conveniente al ofensor cometer Ja ofensa y recibir el castigo, o bien que la seve- ridad dela ofensa debe ser tal que asegure el logro del fin valioso que persigue, 0 cosas parecidas*. 4. LAS CRITIGAS DE LOS RETRIBUCIONISTAS A LOS UTILITARISTAS. EL CASTIGO DE. INOCENTES. CASTIGO Y¥ ACTOS NOS” AL, CASTIGO. Pasemos revista ahora a algunas de las ob- jeciones a que estin sujetas ambas concepciones © “teorias” clasicas del castigo. La principal critica que los retribucionistas for- mulan contra los utilitaristas es que de sn con- cepeién del castigo se sigue que en determinadas circunsiancias resultaria justificado castigar a per- 11 Véase en Nolas y Comentarios, § 2, algunos textos relovantes MORAL DEL GasTIGo 31 sonas inacentes. El argumento es el siguiente. Si el castigo se considera justificado moralmente por las consecuencias valiosas que su aplicacién puede producir, 6s posible —y hasta desenble— que en ‘erlas casos se Hegue a castigar a una persona inocente si se tiene la certidumbre de que se ob- tendrén tales conseeuencias, Y esto es, sin duda, algo moralmente inadmisible, Veamos algunos ejemplos. Supongamos que B no ha cometido eierta ofen- sa —es decir, que es inocente-, pero que C y D creen que Blaha cometido. Supongamos, ademis, que tenemos motivos para pensar que C y D tie- nen propensién a cometer la ofensa en cuestién, © que estin dispuestos a cometerla, Si pensamos, por ejemplo, que la justificacién moral del cas- igo se funda en la prevencidn de ofensas o en desalentar a disuadir 9 quienes estén dispuestos a cometerlas, parece seguirse que en la hipétesis corresponde castigar a B —pese a su inocencia y sabiéndolo inocente— como un medio util para alcanzar los Fines valiosos que justifican el casti- 0; es decir, prevenir en este caso que C y D pue- clan Hegar a cometer la ofensa o disuadislos de que la comet Supongamos ahora que B es un indiyiduo de mal comportamiento que no ha cometido cierta ofensa: nuevamente, supongamos que B es ino- cente, Admitamos que tenemos motivos fndados para pensar que B podria cometer en el future dicha ofensa. Si justificamos el castigo de un in- dividuo por las consecuencias valiosas implicitas en su. réforma, parece seguirse que también en este caso corresponde castigar a B —pese a su inocencia y sabiéndolo inocente—, en tanto alean- cemos de tal manera el fin valioso deseado, Un ultimo caso, Consideremes nuevamente la concepcidn utilitarista en su versién preventiva “Si algdn tipo de crimen sumamente cruel— ob- serv Cartitt— ha proliferado en exceso y ninguno de los criminales ha podido ser descubierto, po- dria resultar sumamente eficaz como medio ejern- plifieador colgar 4 un hombre inocente, sila acu- sacién en su contra pudiera ser organizada de tal manera que todos lo creyeran culpable” De ese modo se lograria, quiz4, prevenir la realiza- cién de nuevos crimenes, Obsérvese que en ningtin momento el argumen- to atribuye a la concepcién utilitarista sostener la tesis de que debe castigarse a personas inocent A lo que Ja critica apunta es a que si el castigo se considera moralmente justificado por las con- secuencias valiosas que permite o puede permitir aleanzar, existen o podrin existir situaciones en las que sea deseable alcanzar tales consecuencias con prescindencia del merecimiento de la perso- na castigada, Y nadie —se supone— est dispuesto aadmitir que se castigue a un inocente, cualquie- 32 EF, Curritt, Ethical andl Politic! Thinking (Oxford, 1947), p. 65. ra que sea el valor de las consecuencias que se pue- dan seguir de tal hecho. El castigo de personas inacentes es algo moralmente inadmisible, Los retribucionistas también esgrimen una se- gunda erftica poderosa, En sentido estricto, sos- tienen que no es el castigo en si mismo el que previene, reforma o desalienta. Estos fines se alcanzan muchas yeces mediante la amenaza del castigo, o la publicidad que se da a la aplicacién del castigo, o los consejos, el tratamiento psiguid- trico, la educactdn, etc., que se daa los ofensores. Pero es evidente que todos estos medios son “ex-* ternos” al castiga mismo. Como ha sefialado, con agudeza Mabbott refiriéndose a la publicidad que normalmente se da a los juicios penales y a las sentencias que los jueces dictan en ellos: -aungue a veces se habla de la publicidad como si fuera ‘parte del castigo de un hombre’, no es parte de su castigo; como no lo es su arresto o detencién... aunque ambos pueden resultarle desagradables y acarrearle mala reputacién, El juez condena a un hombre a tres afios de prisién y no a tres aiios mds tres columnas en los dia- rio... La visita del capellin de la prisién no forma parte del castigo de un hombre, como tam- poco la visita de [un asistente social] o del ratén Mickey”, En sintesis, In pretension de justificar moral- inente el castigo apelando a las consecuencias 18 J, D. Mabbott, op. cit., p. 40 (A). Oe La JUSTIFICAGION valiosas que puede Hegar a producir su aplicacién resulta —segtin los retribucionistas— errada. Y lo es, entre olvos argamentos, porque: a) puede Te- gar a justificar en ciertos casos el castigo de in 5, y b) no distingue entie el castigo propia- mente dicho y un cimulo de factor a él, “externos” 8. LA CRITIGA DE LOS UTILITARISTAS A LOS RETRIBUCIONISTAS, RIGORISMO Y_ PRIN- CIPIO DE AUTORIDAD. LA ADECUACION ENTRE OFENSA Y GASTIGO Los utilitaristas también formulan fuertes ob- jeciones a la concepeiéy retribucionista, En primer lugar, en esta concepeién parece estar implicita una especie de injustificada valo- ra nm del castigo por el castigo mismo. Esto na es mas —se alega— que la manifestacién refinada © la racionalizacién de quien ve en el castigo ta exteriorizacién de] deseo de venganza que natu- ralmente experiment el ofendido ante el ofensor, o la expresién de un rigorismo extremo e injustifi« cable ™ W Debe distinguitse entre la concencién retribuelonista del cas. tigo y la posible justificaciin del castigo en virtud del mero deseo de venganza.-Algunos autores hablan de wna ‘eoncopeién del enstigo fundada en ef deseo de yengnoea, que colocan en an pide de jguuldad con las dos coneepeiones que venimos anaizande. (Cf. J. Feinberg (comp.), Reason and Tesponsibility, California, 1965, p. 296.8) Se menciona tambiéi a O. W. Muliies, Jr, como un. defensor le tal MORAL DEL CasTi6d: Gonsideremos un caso espeetfico, Supangamos que en una escuela el director ha dispuesto que los alumnos de los arius superiores —que ocupan aulas situadas en el primer piso— no deben descender ni intentar descender a la planta baja durante los re- creos. El eastiga a quien viole esta regla consiste en la privacién de los reereos durante un mes. B, unalumne Lavieso de (timo aie viola abiertamen- te lo dispuesto por el director y al intentar descen- der por la esealera, cae y se Tractura las piernas. B vuelve al colegio luego de algin. tiempo, enye- sado ¢ imposibilitade de caminar. Seguin el dicta- men médico, no puede volver a hacerlo hasta den- tzo de dos meses: un mes después de que hayan torminado las clases, Esté clare queen la hips- lesis B no puede volver a repetir la ofensa y que la privacién de los reereos puede afectar su estado de dninio. Como es natural, sus compaieros ex- concopeidn, (Véase su libra, The Common Lato, Hoston, 1881, ps 40-51.) Consideramos que dicha wivelaeiin te6rien es imaceptable, Si see trata de justificar moralmente ei castigo, no se ve edmo pi apelarae para ello a una rengeién o aun sentiniento imstintiva que jento de la ofensa por parte del ofe dacién que se pretende, puede acompaiar al conoei ido, para praducir sobre tal base tae Tipporta insistir, ademas, en eine 4 vetrdbueionisno no implica ona justificacidn del castigo basada en ¢l meay deseo de venganaa, Bite punto ne sicinpre se ve con elinidad. Expositores euidlatlosos vomo J. Hospers parcécen incurrir en cievtas confusiones al veapecto (Cf. Munan Conduct, Loudres, 1983, ps. 453-4). Es obvi que lu ail nior no implica negar la eventual viabilicacl de la tesis que snstiene que la idea misma de setribucién se fue elaburando a partir del d seo de venginza experimentado por lus victimws de actos injustes (u poe allezadas a alas). perimentan hacia él wna natural simpatia; un pro- posito de ayudarlo a salir del mal trance. EI di- rector lo castiga de conformidad con lo estipululo con Ta nema lo pris de los recress durante un mes de clases. Y al ser criticado por la de que ha tomado responde que el castiga aplicudy a B esti plenamente justificado porque B lo me- rece; B es culpable: ha intentado descender a la planta baja del colegio durante un reereo. Es posible que el director agregue que no sdlo el castigo se encuentra justificado sino que él, en tanto autoridad, ha tenido el deher de aplicarlo, El planteo del director es de um neto corte retri- hucionista. Pero, ges este. plinteo admisible? Dados los hechos relevantes, ano muestra la respuesta del director cl peligros rigorisma que caracteri In concepeiin retribucionista? gEs que sdlo el me. reciiienta puede ser lo tnico moralmente: rele- ando se trata de castigar a alguien? «No isibn vante suministra este ejemplo un argumento. parecido —alingue no, por cierto, similar— al que los bucionistas esgrimen contra los utilitaristas? Sin duda que es inadmisible que pueda legar a jus- tificarse (moralmente) el castigo de inocentes pero, ges siempre moralmente justificable el cas- tige de culpables? Por cierto que el director del eolegiv podria ofre- cer una respuesta distinta de la anterior, Podria decir que el castigo de B esti justifieado porque * enstigo se B cometié la ofensa y porque la aplicactén del castigo resulta necesaria en éste caso para man= tener el “principio de autoridad’”, Pero esta respuesta abriria al utilitarista un camino facil para la réphien, porque justificar el castigo de B en virtud del “principio de autoridad” es 5 colocar el merecimfento de B en un plano secundario. Lo importante ahora serfan las eonsecuencias que trae aparejadas el castigo de B, es decir, evitar que se restenta la disciplina, impedir que otros alumnos ince teapie quad tube: exeeneiones” ck eétera, Con otras palabras, gerfa apelar a una jus- tificacién de tipo utilitarista. Otro aspecto de la concepcién retribucionista sujeto a criticas es el relativo a la adecuactén en- tre el castigo y la ofensa. Como ya hemos sefala- do, si-el castigo de una persona se'justifiea mo- ralmente en funcidn de la ofensa que ha realizado, parece seguirse que el monto de castigo que se le aministre deberd corresponder con exactitud al monto de la gravedad de Ja ofensa que ha reali- zado, Si, por ejemplo, el castigo que se inflige a B equivale a diez unidades de disvalor y la ofensd | equivale a cinco unidades 0 quiz a’ veinte, el fa injusto; no alcanzaria a restablecer «“balanza moral” que contrapesa castigos con \_ofensas. Pero, gedmo fijar tal selaciéa de equi- “librio® gQué factores habra que tener en cuenta? ¢Qué criterios seguir? El argumento utilitarista puede plantearse en dos etapas: 1) 9 es imposible , La jusrirteacion como parece serlo— determinar con exqetitud dicha relacin, 0 2) si es posible hacerlo, es por- que entran cu juego, explicit o implic te, consideraciones de cardcter utililarista, es decir, consideraciones que toman en cuenta las conseeuencias valiosas que se siguen de la aplica- cién del castigo. En suma, los utilitaristas argumentan —entre otras cosas— que cl retribucionismo ofrece ima respuesta estéril y artificial cuando intenta justi- ficar moralmente el castigo en virtud del mereci- miento del ofensor. Estos caracteres se ponen en evidencia cuando se trata de aplicar la tesis a ca- sos concretos. En ellos parece inevitable tomar en cuenta, tarde o ternprano, las consecuencias:del castigo; es decir, aceptar bisicamente la relevan- cia de una interpretacién de indole utilitarista ene UT 1. LA INEXISTENCIA DE CRITERIOS PARA DECIDIR LA POLEMICA CLASICA. TRES PREGUNTAS POSIBLES Hemoy expussto, en términos muy generales, las tesis basicas que caracterizan alas dos concepcio- s 6 “teorias” chisieas ‘del castigo y las criticas nonicas a que estin sujetas, gCudles son las i ventajas tedricas que pueden inducir a que se pre fiera una de esas concepeiones en particular? La pregunta parece inevitable. Pero en esta coyun- tua comienza a tomar cuerpo la sensacién de haber Iegado a una especie de punto muerto. Por un lado, no existen —en este nivel del andlisis— iterivs adecuados que permitan ofrecer razones eoneluyentes en favor de una w ofra coneepeldn. isto parece claro. Por otro lado (y esto va impli- cito, en realidad, en lo anterior), no se ve muy bien cuales son exactamente los términos del pro- blema quo hay que resolver, Hemos hablado hasta aqui de ‘justificar moralmente el castigo, ¢ 40 La jusmmacaciin pero la expresion, asf usada, eubre demasiado te- treno para admitir que delimita con exactitud el maveo especifico de lu discusién Una manera de superar la fmpasse es propo- nerse responder varias preguntas que surgen nat turalnente: a) plantean Jos retribucionistas y Jos utilita- tistas el mismo tipo de pregunta respecto del castigo?; b) adan solucién al mismo tipo de problema, en el sentido de que sus respectivas tesis pueden ser situadas dentro del mismo com: partimiento filosifico? c) gtoman en cuenta ambas eoncepeiones el mismo tipo de fendmeno 0 proceso? En lo que sigue prestaremos atencién a cada una de estas tres opciones. cAN LOS RETRIBUCIONISTAS ¥ LOS UTILITARISTAS EL MISMO ‘TIPO. DE: PREGUNTA RESPEGTO DEL GASTIGQ? INA- CEPTABILIDAD DE UNA RESPUESTA NE GATIVA 2 gSE PLAN Comencemos por la primera. (Se plintean los yetribucionistas y los utilitaristas el mismo tipo de pregunta respecta del castigo? ' Una respuesta posible ex que no; que las dife- reneias de fondo entre ambas coneepciones se deben al hecho —trivial quizi— de que formulan MORAL DEL castico 4 ante-un mismo problema un tipo distinto de pregunta. Dado un caso conereto de castigo los retribucionistas parecen preguntar: ‘gPor qué se astiga a B?’ Los utilitaristas, en cambio, parécen preguntar ‘¢Para qué se castiga a BP’ Y es natural que si se formulan preguntas de distinto tipo, se , obtengan respuestad diferentes. La diferencia de fondo entre ambas preguntas es, por lo demés, obvia. Si preguntamos a alguien ‘Para qué hace pi (en donde ‘hace p' es una expresién que se re- Here a una accién cualquiera), la respuesta tiene que hacer mencién —entre otras cosas— a un he= cho futuro relactonado con hacer p, en térmminos que incluyan la referencia a ciertas consecuencias que el agente persigue al llevar a cabo p. A su vez, si preguntamos a alguien *sPor qué hace p? ~en un sentido relevante de ‘jPor qué. ..?— la respuesta tiene que hacer referencia a un hecho 0 4 una accién pasaclos, conectados de alguna mane- ra con p. La diferencia es clara y sus consecuen- cias tedricas son evidentes Si aceptamos prima facie este planteo, es posi- ble formular varias observaciones de interés, En- tre olras cosas, pareceria seguiise de él, a) que no existiria entre la concepcién retribucionista ‘y la utilitarista una oposicidn tedriea real, b) que dado el grado de aceptabilidad que poseen ambas con- cepciones, podria admitirse en principio que sus respectivas respuestas fueran simultiineamente correctas, ¢) que el error bésico de los sostene- 12 La jusrimtcaciiy dores del retribucionismo y del utilitarisme eonsis- te en creer que se concepcidn ofrece Ia justifica- c'6n moral del castigo, y d) que quizé fuera pasible llegar a integrar ambas concepciones en lo que podria considerarse una concepcién general dle ta justificacién moral del castigo. No puede negar- se el interés que poscen estas conseeuencias, pero lamentablemente cl planteamiento del cual se desprenden no es aceptabsle, Y ello es asi por'va- ring razones. Primera y principal, porque no hay motivos para pensar que tanto a los retribucionistas como a los utilitavistas se les haya podide pasar por alto un hecho tan trivial como el que pone de mani- fiesto la distineién entre los dos tipos de pre- gunta. Que no haya tales motivos se debe a algo que no siempre se suele tomar en cuenta, La dife- rencia entre la respuesta retribucionista y Ia utilita- rista frente a Ia justifi cacion moral del castigo se debe en gran medida a la adopeidn de una posicion tedrica diferente [rente a lo que podriamos deno- minar “el problema de justificar moralmente una accidn (en general)’. Es seguro que si tomamos a un defensor ortodoxo de eada posicién legaremo tarde 0 temprano a deseubrir en este nivel tltimo una diferencia fundamental. Para un utilitarist el castigo como cualquiera otra avcién humana con dimensidén moral sélo puede justiticarse por sus consecuencias. Para el retribucionista, tal jtas- stionntdn do lie weriones humanas eon dimension MONAT BEL CASTICO 43 moral sélo puede hacerse mediante. una referen- cin a hechos pasades © concomilantes que in- cluyan la intencién del agente, o determinadas caracteristicas volitivas, 0 cosas parecidas, No se trata, pues, del simple hecho de que al formular preguntas distintas arriben, como es de suponer, a respuestas diferentes, sino que los vetribucionistas y los utilitaristas formulan las preguntas que ha «en porque consideran que de un modo u otro solamente es ése el tipo de pregumta que corres- ponde hacer ante este ipo de problema". En segundo lugar, la nftida diferencia que hemos trazado entre ‘gPor qué se castigna BY y‘gPara qe ga a BP" estd sujeta a una importante ex- cepeién. En general, “gPor qué hace p?” puede responderse con sentido tanto haciendo referencia aun acto pasado (Porque aeurri am) como aun acto futuro (“Porque asi oourrir n°). “yPor qué hace p?’ es una pregunta ainbigua: en uno de sus sentidos equivale a ‘Pura qué hace p? Y si bien esta eivcunstancia no prueba que no exista la di- ferencia conceptoal que hemos tratado de poner de manifiesto al hacer referencia al funcionamiento de ‘gPor qué...2” y ‘Para qué...” pone en tela le juicia cuales pueden ser los criterios que haya que emplear para Hegar a determinar el sentido relevante de ‘gPor qué...?" que interesa poner en se cas te, Of. 1V.2 we eg reivnade mis ale Notas y Co- 18 iste te mentarios, § 5: ad La justiricacion diseusi6n de claro para salvar Ja distineién, tales criterios volveria a abrir vilidamente la dispu- tre retribucionistas y ulilitaristas. Por tiltimo, gqué se lograrfa Hevando a la pric: tiew el plan de “integrar” ambas r As? Dadas las observaciones precedentes dificilmente podria lograrse tal objetivo, Y aunque ge Ja lograra, qué otra cosa se obtendria como no fuera una res- puesta ecléctica expuesta, como tal, a las criticns de retvribucionistas y utilitaristas? Lin la bibliogra- fia sobre el tema existe algtin ejemplo notable de este resultado indeseable ™, ta 3. ¢DAN SOLUCIGN LOS RETRIBUCIONISTAS ¥ LOS UTILITARISTAS AL MISMO ‘TIPO DE PROBLEMA? QUE ES EL CASTIGO Y LA JUSTIFICACION MORAL DEL CAsT1Go Demos, pues por fracasado este primer in tento de superar el antagonismo entre las dos “teo- rias” clfsicas del castigo y pasemos a considera Ie segunda de las preguntas: ¢dan soluctén los 1e- tribucionistas y los utilitaristas al mismo tipo de problema, en el sentido de que sus respectivas te- sis pueden situarse dentro del mismo comput miento filosdfieo? Una respnesta negativa a osta pregunta exige formular un planteo mucho més elaborado que 16 Véace Matas u Comentarios. § 4, MORAL Dy casrtcd, 8 el anterior, aunque también mucho mds interesan- te, La idea —en términos generales~ es'la siguien- te. La critica mas fuerte que los retribucionistas esgrimen contra los utilitaristas es como hemos senalado— que su concepetin del castigo puede Jlevar a justifiear el eastiga de personas inocen- tes, Esta consecuencia es inaceptable, En esto pareciera haber consenso general, Pero, gpor qué asentimos tan facilmente a la afirmacién de que es moralmente malo castigar a inocentes? Pues porque entre otras cosas parece necesario que para que podamos decir con sentido que A eastiga a B por haber hecho m, B tiene que haber cometido la ofensa que trae aparejado el castigo que recibe; B tiene que ser oulpable de haber hecho m. ZY qué clase de necesidad es ésta? gLégica? gMoral (si es que existe tal cosa)? Una respuesta sumamente plausible es que se trata de una necesidad de cartcter Idgieo, en el siguiente sentide. No es —como piensan los retri- bucionistas y quizd la mayoria de la gente~ que no debamos (moralmente) castigar a los inocen- tes; lo que ocurre es que no pademos (Idgicamen- te) hacerlo. En téminos de Quinton: “... el infligir un suftimiento a una persona solamente puede ser descrito de una manera correcta como castiga si esa persona es culpable... En conse- cuencia, li tesis retribucionista no es una,doctrina moral, sino una doctrina que da cuenta del signi- ficado de la palabra ‘castigo’... El castigo no 46 La yusranscacion puede ser infligido al inocente, Tampoc debe infligirsele cl sulvimiento asociado al castigo. En primer lugar, porque es algo brutal, Y ademas, porque si se lo presenta como un castigo supone una ments: (on fraudey De lo anterior se sigue que expresiones come “Te castigo pese a que eres inocente’ o “Te cas- tigo por alge que no has hecho’, son logicamente absurdas, Si ser culpable es una condicion nec saria de ser castigado —y ésta parece ser la tesis minima que delienden los retribucionistas—, re- sulta claro que si no se es culpable no puede haber tigo. Decir, pues, con pretensidn de seriedad, ‘Te castigo pese a que eres inocente’ resulta tan absurdo como decir ‘Te acuso de haber hecho m, aunque io has hecho m’ —o quizi en otro orden de expresiones Idgicamente absurdas ‘Sé que Ja ‘Tierra es redonda pero no es verdad que la Tietra sea redonda’, Muchas formulaciones de la concepcion retvi- bucionista encajan dentro de este plenteo critico, Recordemos x modo de ejemplo la frase de Bradley yacitada, Dice Bradley: “El castigo solo es casti- go cuando es merecido, Pagamos ln pena porque la debemos y no por otra razén; y si el castigo ex infligido por cualquier otra razén que no sea la de que se lo merece cuando se es culpable, en- tonces es una inmoralidad mayéscula, una inju ca MONAL DEL CASTICO at ticia evidente, un crimen abominable y nunca lo que pretendy sen” Pero, gqué funcidn ligica cumplen las frases ‘El castigo silo es castigo cuan- do es merecido’, 0 “Pagamos Ia pena porque la debemos y no por otra razén’, o “El castigo... se lo merece cuando se eg culpable’? gExplicitan aca so el significado de la palabra ‘castigo’? gExpre- san condiciones de uso de oraciones del tipo ‘A castiga a B'? Lo cierto es que cualquiera que sex la respuesta que se dé, las dramaticas afirmaciones finales de Bradley resultan irreleyvantes, Come ha seftlado Flew: “... por maytscula que sea la in- moralidad, evidente la injusticia y abominable el crimen, no puede haber castigo si no es a la ve merecidoy se lo paga porque se lo debe” *. En otras palabras, lo que viene a alirmar Bradley es algo evidente: “EL castigo s6lo es castigo cuando es merecido’, ‘el castigo se lo merece cuando se es culpable’, pero tal evidencia deriva nada mis ~ni nada menos— que del hecho de que en esas frases se explicitan en realidad el significado de la palabra “castigo” o las condiciones de uso de ora- ciunes del tipo ‘A eastiga a BY, Las consecuencias que se siguen de este intento superar el antagonisme entre la concepeién ulilitarista y la relribueionista son claras. En primer lugar, se establece entre ellas una diferencia en cuanto al nivel disciplinario en el que operan. El retribucionismo ofrese una res- AWA. Flaw. on, eit. os, 923 (A), puesta de caricter ldgico: elucida el significado de la palabra ‘castigo’ o las condiciones de uso de orae!ones del tipo “A castiga a B’, I utilitaris- mo ofrece, a su vez, una respuesta de caracter ético; intenta justificar moralmente ef castigo. No hay, pues, oposicidn entre ambas. concepciones; cada una ofrece su solucién dentro de un area de- terminada. r, él planteo propuesto leva a distinguir ~y éste os, sin duda, su mayor mérito tedrieo— dos aspectos peligrosamente: encapsula- dos en la frase ‘la justificaciéu moral del eastign’ un aspecto conceptual y un aspecto ético, Ambos aspectos son obviamente diferentes y deben ser separados con cuidado, Una cosa es la explicita cidn del significado o de lus condiciones de use de ‘castigo’, ‘castigar’, ete, y otra muy distinta es el problema ético de justificar moralmente el cas tigo o Ia acelin de castigar, Esta distincid tedricamente importante para la solucién del En segundo luge nes problema. En tercer lugar, resulta de} planteo que ciertas omaciones que pueden Hegar a usarse en. contextos usuales resultan Idgicamente absurdas, “Te casti go pese a que eres inocente’ y “Te castigo por algo {jue no has hecho’, son dos ejemplos «le esa clase de oraciones. E] porqué de su absurdo légico surge de las razones ya expuestis, Por dltimo —y éste es el resultado que motiva y da fuerza a la propuesta que analizamos—, la co- nocida erftica al utilitarismo que consiste en acha- carle Ja, posibiliclad de llegar a justificar el castigo de inocentes, pierde toda base de sustentacién, No puede haber castigo de inocentes. Castigar a un inocente es una imposibilidad ldgica, Por cierto que puede hacerse sufrir a alguien bajo el rtulo de castigo, pero ello supone mera maldad, o frau- de, 0 mentira, como sugiere Quinton. El planteo es, como se ve, sumamente atractivo, aunque no exento de dificultades, Quizé las obje- ciones mas terminantes que puedan formularse en su contra tienen que ver con la tereera de las con- secuencias que acabamos de enunciar, Por lo pronto cabe senalar una innegable cues- tidn de hecho, Txisten, 0 pueclen existir, seres suficlentemente sidicos para castigar a alguien adyirtiéndole al mismo tiempo “Te castigo: por algo que no has hecho, Existen, o pueden existir, autoridades o jueces corruptos que, cumpliende con las formalidades estatutarias o legales, dis- pongan el castigo de una persona conociendo per- fectamente su inocencia, Existe, también, la po- sibilidad de error én cuanto a la posibilidad real del supnesto ofensor, castigado —en consecuencia— por algo que no hizo. En todos estos casos tiene sentido deeix “A fue castigado pese a que era ino- cente’, o frases similares. Y no sélo tiene sentido decitlo en wn plano de estricta correceibn lingitis- tica sino que en In mayoria de los casos en que empleamos u ofmos emplear tal frase (0 frases si- 50 La gusrmscaciin milares), transmitimos 0 recibimos una informa- cidn que puede ser o que podemos considerar importante, Parece exeesive ¢ incorrecto, puc: pretender que en tales casos est presupuesto algo asi como un absurdo légico. A esta objecién se puede responder diciendo que en ninguno de estos casos se ha empleado correc- tamente la palabra ‘castigo’. Y avin podria inten- tarse explicar Ja eventual “corrupeién” de estos usos lingtifsticos en virtud de la confusion que parece existir en el uso comin entre @) llamar ‘castigo’ al infligir 1 suftimiento al individuo culpable y b) llamar también ‘castigo’ al mero infligir un sufrimiento a alguien, En el caso a), de- cir “A fue castigado pese a que era inocente’ es afirmar algo légicamente absurdo, como Jo son los ejemplos dados al presentar esta posicién y por razones similares. Bu cl caso b), decir “A fue castigado pese a que era inocente’ es una manera de decir en realidad “Le dieron una paliza a A’ (0 lo privaon de sus bienes, 0 lo expulsaron del co- legio, 0 lo privaron de su libertad, eteétera). Pue- de resultar interesante e irnportante llegar a cono- cer estos hechos, pero la expresién correspandiente no equivale en significado aA fue custizade pese a que era inocente’, en el sentido a) ”. Sin embargo, esta réplica a la objecion formula da no resulta satisfactoria. Lo que viene a sostener 19 Véase, Notas y Comentarios, § 7. MOMAL, DEL, CASTIGO 51 en definitiva es que el dnico sentido valido de ‘castiyo’ es aquel del que resulta Idgicamente ab- surdo decir —como interesa a la “teorja’— “A fue castigado pese a que era inocente’. El otro sentido de “eastigo’ es espurio y debe ser evitado sustitu- yéndolo quizd en los contextos correspondientes por ‘pegar’, ‘azotar, ‘privar de libertad’, ete; es decir, por cualquier expresién que designe el acto especifico de producir un sufrimiento a alguien. Y lodo esto es muy dudoso, incluso como tictica: resulta demasiado ad fac, sobre todo cuando se re- cuerda que la razdn principal que induce a plantear ‘esta manera de superar el antagonismo entre r tribucionistas y utilitaristas es evitar que la con- cepetén utilitarista quede sujeta a la critica de que pueda Iegar a justiticar el castigo de inocentes. Pero quiza esta objecién no sea la mas importan- tc, Liegado a este punto el retribucionista puede conlyaatacar con bastante eficaeia incorporando a su eoncepcidn del castigo el punto critico crucial. ‘Las posibilidades de esta maniobra son interesan- tes. in primer lugar, el retribucionista tiene que reconocer qué en tanto en cuanto se fundamente én un plano ineramente lingliistico la tesis de que cl qusligy se justifica por la culpa gae emana de una ofensa producida en el pasado, queda por ofrecer una justificacién moral del castigo. Pero este reconocimiento no clausura la posibilidad de intentar una reformulacién de su tesis bisica, A tal efecto, cl retribucionista tiene abiertas varias opeiones. 1) Puede, por ejemplo, oftecer una ver« sién del retribucionismo en la que las nociones de culpa y de castigo no aparezean conectadas de modo expreso'en la teoria, y en la que tal conexion s6lo aparezea como una mer recomendacisn acer- ca del uso de la palabra ‘castigo’, ‘Tal es la estra- tegia propuesta por Mundle. Su enfoque com- prende, fundamentalmente, tres clementos: dos postulados éticos y una recomendacién verbal. “P.l; ...el hecho de que una persona haya come- tido una ofensa moral olrece una razén sulicicnte para hacerla sufvir; 2.2: ,.. si (o cuando) las per sonas sufren por las ofensas que han cometido, el suftimiento impuesto debe guardar proporeién co la gravedad moral de las ofensas; recomendacidn verbal; ... ‘castigo’ debe aplicarse sélo en aque los easos en que se haga sufvie a una persona por que lo merece, debico a la ofensa moral que ha cometido” ®. 2) El retribueionista puede distin~ guir entre la cireunstancin de que quien padece el sufrimicnto haya sido de hecho culpable o que haya sido declerade tal, sosteniendo entonces que ima expresion como ‘A fue castigado por algo que no hizo’ no resulta incompatible con un enfoque de car&cter retribucionista que sdlo exija que A aya sido declarade culpable (formal o informal- mente, expresa o implicitamente) con preseinden- cia desu culpabilidad efectiva, Tal es, en el fon- 2) GAY. K. Mundle, op. cits, p. 71 (A). MUNAL DEL. GASTIGO 53 , do, Ii salida propuesta por Baier*!, 3) Puede distingtlise, también, entre un sentido débil yuo firerte de expresiones del tipo ‘A fue castigado por algo que no hizo’, argumentando que en wn sen- tido débil tal tipo de expresiones no resulta con tradictorio, mientras que en un sentido fuerte sf Joes. ¥ entonces Ja diftcultad pareciera extenderse también a cualquier concepcién de indole utilita- rista, aunque ya no redicarfa en Ia frase ‘.. algo que no hizo’, sino en Ta fras por algo...” “Es evidente —argumenta Ammstrong— que ‘algo” se refiere @ un acto, a un crimen que alguien ha cometido; pero, segin Ja teorfa utilitarista —sea que ponga el acento en Ia reforma o lo ponga en la disuasién—, um individuo no es sometido a sufri- miento por un erimen, sino para disuadirlo a él 0 a otros indlividuos de cometer erimenes en el futuro © para climinar la tendeneia que tiene a cometer tal crimen, La tinica teorfa con Ia gue tal ora- cidn serfa compatible en su sentido fuerte seria aquella que definiera el castigo como ‘infligir su- frimiento en una persona debido a un erimen que se ha cometido, por esa persona o por cualquier otra’, Y que yo sepa, tal teorfa no ha sido sostenida por ningtin fildsofo oecidental. Que esto sea ast olrece, creo, una prueba de que dicha oracién no posee significado en su sentido fuerte” *, 20K, Baier, op. eit, emp. p 19% (A) ® KG. Armstrong, “The Retritmtianist Hits Back", Mind, 1901, ps. HTB (A). La yustiricacton Esta némina de respuestas no pretende agotar las versiones de carteter retribucionista que se han ofrecido, © que podrian ofrecerse, para salvar la dificultad que surge del planteo que venimos ana- lizando en este parrafo. Tampoco pretende suge- que estas versiones estén exentas de criticas. Lo «que muestran, sin duda, es que’sin perjuicio de su mportancia tedrica, dicho planteo no aleanza a su- perar definitivamente la opeién entre retribucio- nismo y utilitarismo, Y esta conclusién nos Meva a onsiderar la tercera de Jas preguntas oportuna- mente formuladas. 4. gTOMAN EN CUENTA AMBAS “TEORIAS” EL MISMO TIPO DE FENOMENO © PROGESO? JUSTIFIGAGION DE ACTOS Y JUSTIFICA- CION DE REGLAS ¢Toman en cuenta ambas concepeiones el mis- mo tipo de fendmeno © proceso? En general, hemos considerado hasta aqui actos 1 acciones particulares de castigo. Nuestros ejem= nos preferidos han sido ‘A eastiga a B’, 0 ‘A fue astigado por algo que no hizo’, 0 “A fue castigaco pesé a que era inocente’, eteétera. Con otras pa- abras, hemos supuesto que los casos que motivan fa diserepancia entre retribucionistas y utilitaris- ‘as en cuanto a Ia justificacién moral del castigo (expresién ésta que ya muestra signos de padecer ima ambigtiedad crénica) som aquellos en los cua- les un fneligiden inflige um eastiga a atra aen log MORAL DEL CASTICO 55 cuales el grupo social decide infligir 1m castigo a ung de sus membros, etcdtera, En esto hemos se guido la manera en que se mente Ia discnsién, Pero en alguma oportunidad hemos earacterizado el castigo calificindolo de prdctica social, es decir, como una forma de activi- dad estructurada —de aletin modo— por un con- junto de reglas, normas o pautas de las que re- sultan qué clases de acciones son consideradas olensas, qué sanciones pueden corresponderles, quiénes pueden aplicarlas, eteétera. Esta des- cripeida (que dista de ser una definicidn de ‘p tica soeial’) es suficiente para nuestros fines, a saber, para distinguir dos maneras en que puede hablarse del castigo: como un acto particular o come una prdctica secialmente establecida, Y con- signientemente, dos maneras on que puede in- tentarse justificar el castigo (una nueva ambigiie- dad eneapsulada en Ia expresién ‘la justificacion more! del castigo): justificar que A castigue a B por haber hecho m, o justificar que se inflija un sulrimiento a quien ba cometida una ofensa, como nit praclica aceptada dentro de un grupo social. Esta importante distincién fue sugerida por vex t planteado clasica- hee ptimera cn relicidn eon él castigo por W. D. Ross, “El castiyo que inflige el Estado —dice— no se produce, ni se debe producir, por genevacin es- pontines, Es precedido por Ja emisién de una ley en la que se atribuye una pena a un crimen Debemos distinguir, creo, esta etapa, que consiste en la atribucton de una pena, de aquella atra que consiste en In aplicacion de ella. Y podemos pre- guntar en virtud de qué princip‘os el Estado o sus funcionarios deben actuar en cada etapi Mas tarde, Ja distineién fue retomada por Quinton y, alnente, por Rawls, quien la proyecta a un Ambito tedrico mas extenso, La pregunta acerca de si él retribucionismo y el utilitarismo toman en cuenta el mismo tipo de fe- némeno 0 proceso puede, pues, ser respondida ne- gativamente. La distineién que aeabamos de tra. zar sugiere de modo inmediato el porqud. Cuando los utili ats sostienen qne el castigo silo puede ser justificado moralmente en virtud de s cuencias valiosas, tienen presente el castigo como practiea social; y six planteo parece hacer justicia ila nica manera plausible en que se puede Hlegar a justificar una prictica social: por sus consecuen- cias valiosas. Cuando los retribucionistas afinnan que el castigo sdlo puede ser justificado moralnen= te por el merecimiento o la culpa del ofensor, con sideran el castigo como lo que resulta de aplicar una norma, reglt o paula a un easo particular; y espe ar conse- 20 W. D, Ross, op. cit suiente texto de Jolin Austis p- G1. Sin embargo, considlévese el faite parece apuntar a lo mistno, desele un punto de vista diferente: “Yodo enstizo, en tanto hecho singulne, es.un mal el dolor infligido al detiicwente se ares al aio pro dueido, pox el delito. Pero en tanto se lo considera parte de wn ss- tema, un castigo es util o benéfico. Mediate una dacens de eaatinos se previenen miles de erimenes, Con 1 suftimiento de unos pocos la sequcidad de snuchos...", The Province of rispra= dence Determined, Londces, 1832, Lecture IL se adquiere sn planteo parece hacer justicia a la dnica manera en que tal aplicaeién puede realizarse: tomando en cuenta las condiciones antecedentes relevantes que fija la norma, regla 0 pauta, La oposicién en- tre ambas concepciones parece, pues, diluirse como consecuencia de un afinamiento conceptual que eomtmmente ha sido pasado por alto, Glaro que la distincién tiene, ademas, otras con- secuencias tedricas. La mas importante es que con ella parece superarse la reiterada objecién de que el utilitarista. puede Megar a justificar el castigo de personas inocentes. Fl argumento es relativa- mente seneillo. En tanto en cuanto Ja tesis utili- tarista se pretende aplicar a casos particulares en los que se inflige sufrimiento a un individuo dado, Ia objecién puede tener fundamento. Pero una vez que se restringen Ins pretensiones. tedricas de la concepcidn utilitarista a Ia justificacién moral del castigo como prictiea social, la objecién se des- vanece, seneillamente por falta de blanco adecua- do: el ambito de] isos especifi cién de castigo queda libre a los retribucionistas para que hagan valer en él su intento de jus Ficaci6 Pera, gno puede el retribucionista volver a plan- tear mevamente su conocida objecién? {No po- dria el utilitarista Negar a justificnr moralmente el castigo institucionalizade de personas inocentes si se pudiora lograx, de tal manera, un fin que de acuerdo con sus principios resultase valioso? ¢ de aplica- La yustimicacibx Ante este esbozo de objecian puede replicarse in- quiriendo eémo podria Megar a institucionalizarse el castigo de personas inocentes: gcual seria, 0 cémo seria tal “prictica” social? Un ejemplo po- dria ser éste, Supongamos que paralelamente a la practica usual del castigo se crea una “practica del castigo” consistente en la autorizacién expresa a una persona oa un grupo de personas para “cas- tigar” a cualquier miembro del grupo social (ele- gido al azar), acusindolo de haber cometido una “ofensa” similar a cierta clase de ofensas que en sé momento se extiende en el grupo. Coma se ve, Jas personas autorizadas a poner en practica esta forma de “castigo” no obran de una manera total- mente arbitraria: tiene que producirse una ola de ofensas que consideren daiiinas para el grupo so- al y deben, ademés, acusar formalmente al pre- sunto “culpable”, Son libres, en cambio, de deter- minar cuando tal ola de ofensas se produce, si son © no daninas, quién va a ser el “culpable” y qué “castigo” va a recibir. Esta parece ser una manera posible de institucionalizar el castigo de personas inocentes, dPero —puede argitir en este punto el utilitaris- ta— qué consecuencias yaliosas podria reportar al grupo social esa curiosa “prdctica del castigo"? eQué fin déil se obtendria con la implantacién de tal sistema que sdlo conseguiria producir entre sus miembros la sensacién de estar sujetos a una peligrosa inseguridad? Como bien ha sefialado RIOHAL DEL Casco 39 Rawls, gedmo ubria un miembro del grupo cudn- do recile mm castigo auténtico y cuando padece el “castigo” que emaua de esta forma extravagante ce control social? En sintesis, parece imposible llegar a ofrecer una justificacién utilitarista a esta “prictien del castigo”. ¥ de ello parece seguizse, a su vez, que el argumento en favor de la posible instiltucionalizactin del castigo de personas ino- centes carece de peso, Claro que en este punto pueden expresarse al- gunas dudas, Aun reconociendo la:evidente im- portancia tedrica de distinguir entre justificar el castigo como préctica social y justificar un acto especifico de castigo, puede argumentarse —entre olvas eosas— que esta manera de-salvar al utélita- rismo de la conocida objecién acerca del castigo de inocentes expone al utilitarista a una critica distinta de-las ensayadas hasta ahora, a saber, la que lleva a cuestionar el contenido y valor tedrieo de una justifieacién utilitarista (en general). Lo que puede oxigirse al utilitarista es, pues, uma ex- phicacién adecuada de la distineién que propone y, en tiltimo extvemo, de la tearfa moral que sos- liene, toda vez que es en estos elementos en los que funda su tentativa de superar la objecién retr-bu- cionista y su valorizacién de la concepeién ut litarista de] castigo. Con otras palabras, la de- fensa de la concepe'dn utilitarista del castige basada en la justificacién como prdctica social presupone el utilitarismo de reglas y, en conse- cuencia, la plausibilidad de tal concepeién depen de —en iltima instancia— de las virtudes tedricas de esta versidn del utilitarisme. Aun concedien- do, por ejemplo, que de tal manera se elimina la posibilidad de justifiear el castigo de inocentes, queda por estudiar 1a versidn del utilitarismo que permite lograr tal resultado. Al margen de estas disquisictones, puede ponerse en dua Ja conclu: sién de que nunen podria justificarse desde un punto de vista utilitarista “la practica del castigo” (la institucionalizactin del castigo de inocentes ) Supongamos un grupo social conmayido profin- damente por cierta clase de crimenes horribles, cuyos miembros son sumamente propensos a abs- tenerse de realizar aquellis acciones sujetas a eastigos muy graves. Por qué no instituir, én tal caso, “la prictica del castigo?” gNo quedaria neutralizada la inseguridad que “la practica del castigo” proyecta sobre el grupo social, por el po- sible logro del fin valioso deseado?. gNo sé esta- tin entonces frente a una situaciin que admite una justificacién utilitarista? Puede responderse que no, pero entonces, gqué fundamento podria darse en favor de tal respuesta? Intentar contestar esta pregunta implica internarse en las conocidas di- ficultades que plantea el “principio de utilidad” ™. No se infiera de esta observacién que el utili- rista. no puede Iegar a encontrarse en condi- 24 Véase, Notas y Comenterios, § 6 clones de responder adecuadamente a dicho plan- teo exitico, Lo que queremos puntualizar es que prima facie tampoco es dable encontrar en el enfoque que acabamos de analizar una supera- cién definitiva de la oposicién existente entre las dos concepciones eldsieas del castigo. Iv J. BALANCE CRITICO DEL ANALISYS REALI- ZADO. CONCLUSIONES GENERALES Y UN POSIBLE PROGRAMA DE ANALISIS Hagamos aqui un breve balance critico. F] andlisis de Jas tres alternativas que plantea- mos en I{I.1 arroja, desde cierto punto de vista, un resultado negativo: la impasse a que legan las dos concepciones clasicas del castigo no pa- reve superarse tampoco sobre la base de suponer que formulan preguntas distintas acerca del cas- tigo, o de que intentan dar solucién a diferentes tipos de problemas, o de que toman en cuenta distintos tipos de fendmenos. De una u otra ma- nera, la diserepancia entre los partidarios de am- bas concepciones sigue en pie después de consi- derar cada una de esas alternativas —o al menos, sigue en pie en tanto y en cuanto nuestro andlisis critico ha podido sefialarla. Todo esto parece claro, Aunque desde otro punto de vista, tam. bién es evidente que a Jo largo de nuestro estudio hemes ido acumulando elementos de prueba su- fictentes para dar fandamento a la sospecha —me- ramente sugerida en L3~ de que Ja discrepancia entre las dos eoncepciones clasicas parece reco nocer, de alguna manera, un punto de partida equivacado, Si seguimos esta Iinea de pensamiento nos seré posible transformar los xesultads negativos gne acabamos de mencionar, en resltados posi- tivos, En electo, si se admite que de la compa. de ambas concepciones no stryen racion cri criterios suficientes para decidimos a fayor de una de ellas (of. TL1) y se acepta que Ins tres op- eiones ofrecidas como medio de encontrar una salida a tal situacién estén expuestas a critics bastante fundadas (ef. II, 2-4), pareciera que te- nemos ante nosotros una especie de reductio ad ab- surdum de los supuestos tedricos que comparten ambas concepeiones del castigo, El mas importante y nocivo de tales supuestos est constituido por la idea de que encarar el tema del castigo im- plica, necesariamente, que hay que lidiar con tm problema (cuyo contenido no se especifier con claridad) al que debe darse una respuesta univo- ca. Esta es la “imagen” tedrica inadecuada, a la que hicimos referencia en L3, Sin embargo, llegar a esta conclusién slo tie ne un valor relativo si no se ofrece —o, ‘al menos, se esboza— un enfeque tedrico alternative. Y a esta altura de la diseusién no parece dificil He; a sugerirlo. Se trata, simplemente, de reconocer que el tema del castigo presenta una multitud de {acetas que parecen escapar —al menos en el es- tado actual de la inyestigacién— a toda posibi dad de localizacién dentro de una respuesta uni (aria, Esto implica, a su vez, que no debemos preocuparnos, en principio, por diseutir si la so- lucién correcta se encuentra dentro de la cone cepcidn utilitarista o de ta retribucionista, Tam- poco debemos gastar energias en la bisqueda de varlantes que permitan dirimir el pleito planteado entre ellas, apelando a distinciones mds 0 menos sutiles, Lo que eorresponde hacer, en cambio, es seguir direceién diferente. Un planteo posi- ble ~capaz de producir interesantes resultados— puede exponerse en dos etapas. La primera consiste en identificar algunos de los problemas relevantes que integran el tema del castigo, de- lineando el contenido de cada uno de ellos. La segunda consiste en el anélisis detallado de esos problemas, y de otras relacionados con ellos, a fin de aleanzar una profundizacion adecuada. La efectivizacién de este planteo no permitird for- mular, en principio, conclusiones globales ni daré pie a decisiones tedricas grandilocuentes, pero no cabe duda de que resultaré fructifero desde un punto de vista filosdfico, En lo que sigue levaremos a cabo la primera de esas dos etapas, Esta tarea, unida a la ya rea- lizada en los capitulos TL y II, ayudard, entre 66 La yusmmcacién otras cosas, a ir aclarande el sentido (0 los sen- tidos) en que el fildsofo tiene algo que decir so- bre el tema del castigo. ‘La tarea posee un ca- racter preparatorio. Pero no debe minimizarsela por ello, En definitiva, desbrozar el terreno es condicién necesaria de toca siembra. 2 LA DEFINICION DE ‘CASTIGO’ USOS PRI- MARIOS ¥ USOS SECUNDARIOS Un primer problema 0, mejor, ‘un conjunto de ellos, surge en torno a la caracterizacién 0 definicién de ‘castigo’. Veamos sucintamente cudl es el contenido basico de tales euestiones. El Diccionario de la Real Academia define ‘cas- tigo’ en los siguientes téeminos: “pena que s impone a quien ha cometido un delito o falti Mas: adelante define ‘pena’ en términos de “cas- tigo impuesto por superior Jegitimo a quien ha cometido un delito o falta”. Si dejamos a un lado el efreulo obvio entre ‘castigo’ y ‘pena’, se reco- nocer’ que el sentido que recoge el Diccionario coincide, prima facie, con el que otorgamos a la palabra ‘castigo’ en ciertos contextos tedricos ~circunstancia no muy frecuente, tratandose del Diccionario. Sobre una base tal puede elaborar- se, pues, una caracterizacién o definiciéa detalla- da de ‘castigo’. ¥ a ese efecto resulta util el and- lisis propuesto por Flew, quien, ‘preocupado por MORAL DEL Casrico oT identifiear un sentido basico 0 primario de ‘cas- ligo’, enumera cinco rasgos 0 elementos relevantes, a saber, 4) [el castigo) tiene que s plicenterd para la persona que lo sulre; 5) tiene que ser infligido con motivo de una ofensa (0, supuestamente, por tal motivo); algo malo w uo c) tiene que ser infligido al ofensor (o a quien se considere supuestamente tal); d) tiene que ser el resultado de una accion hu- mana, y ) tiene que ser impuesto por alguien con au- toridad conferida por Ja institucién en conta de cuyas normas 0 reglas se ha cometido la ofensa*. Esta aceptable propuesta puede, sin embargo, ser cuestionada, glecoge electivamente el uso primario de ‘castigo’ que interesa identificar des- de un punto de yista especificamente tedrico? De qué naturaleza son las ofensas de que habla? Gls adecuado aceptar un uso tan amplio de ‘cas- tigo’ que abarque, por ejemplo, las ofensas mo- rales, Jas juridieas y aun las de cualquier otra indole? gNo corresponde resbingise a un uso primario de “castigo” que tome en cuenta los ca sos correspondientes a la realizacion de ofensas 25 Gf. A. Mew, op. cit, ps, 43-87 (A), Flow excluye expresimes te de este sentido primatio de ‘castigo’ al denominada ‘eastiga olectivo’. Adviditase que los cineo rasgos enumerados. por Flew esti contenidos, explicita © inpliciamente, en: las definiciones juntdicas? Flew y ottos fildsofos se inclinan a fa- vor dé un enfoque amplio, Hart, otros tantos fildsofos y la tradicién juridica prefieren unm en- foque restringido, La versién que da Hart de dicho enfoqne merece ser transeripts definiré el caso estindar de “eastigo’ —dice Hart en términos de cinco elementos: (i) [El castigo] Tiene que implicar dolor u otras consecuencias que normalmente se conside- ran no placenteras. (ii) Tie tra normas juridicas, e que aplicarse por tna ofensa eon (iii) Tiene que ser aplicado a un ofensor, real © supuesto, por ln ofensa cometida (iv) Tiene que ser infligido de manera inten- cional por seres humanos clistintos del ofensor. (v) Tiene que ser impuesto o infligido por una autoridad constituida dentro de un sistema juridico contra el cual se ha cometido la ofensa Al denominar a éste el caso estindar 0 cen- tal de castigo, relegaré a la categorfa de casos lentes posibi- subestindar © secundarios las. sig lidades, entre muchas otras: 4) Castigos por violar normas juridicas impues- tos o infligidos por persanas que no son autorida- des (sanciones descentralizadas). su Grdenes no h) Castigos por violar regla MUNA, DEL CASTIGO 6 juridi cuela). ¢) Castigos colectivos o indireetos (vicarious’ a algiin miembro del grupo social por accione: realizadas por otros sin In autorizacién, direcciéy © permiso de aquél. a) Castigos de personas (no comprendidas en ©) que no son ofensores ni se supone que k sean” **, 8 (eastigos en una familia o en una es Hart agrega que la importancia mayor que posee la némina a) - d) es la de prevenir lo que denomina el “corte definicionista’ (‘definitional stop’), esto es, el efecto negativo que produce apelar a ta distine’én entre definir ‘castigo’ y jus- tificar moralmente al castigo (of, TH, 8) como téenien para responder al conocide argument retribueionista de que el planteo utilitarista pue- de permitir justificar el castigo de inocentes *. 3 It, L.A. Hart, "Peolegomenon to the Principles of Punish- ment” (citada en la nota 3), Incluido en H. L, A, Hart, Punishment and Responsibility, Oxford, ps. 46. Lat razén que da Hact al respeeto es interesante: “No slo este conte definieionisia resulta insotisfactorlo para al lefensor de ki ‘retribucton’, sina que nos impeditis investiga lo que el modema ewepticismo cnestiona con mayar éafasie, a saber, el status rocional y moral de nuestra preferencia por wn sistema ele eastigo en el cual fas anedicas que resultan daGosas a los individues sélo han Ae ser tomadas contra ellos cuando han cometido una ofensa. gor qué peeferir esta forma a otmy forms le higiene social que padsfan wwilizarse. para peovenir ¢l comportamiento antisocial y que emplea- os cn chreunstanelas especiales, a veces con renuencia? Ningtin es ludio del castigo puede permitirse descartar esta cuestién apelando una definiciGu", H, 1, Ac Hart, ibelem, 70 La justerieacién Planteada de esta manera la euestibn, pare ra que: s6lo cabria encarar una polémica acerea de cual es realmente ch uso basic, primaiio o estindar de ‘castigo’. Creo, sin embargo, que esa no es Ja unica opeidn posible. (Aceptarla come tal seria, ademis, la peor estrategia utili- zable desde un punto de vista filosdfieo.) Una opcién alternativa puede ser la siguiénte. Prime- vo, resulta licito admitir que dentro de determi- do enfoque tedrico, por ejomplo, el asociado a las preocupaciones de los juristas, se privilegie un uso de ‘castigo’ y se lo considere su uso ostindar © primario, con In secuela natural de que los de- més sos ocupen un lugar secundario, Un plan- teo de esta {ndole parece ser indispensable para lograr e] encuadramicato adecuado de Ios probe. mas que estudian, por ejemplo, los juristas, Segun- do, la anterior exige reconocer, sin embargo, la le- gitimidad de planteos similares dentro de otros enfoques tedricos acerca del castigo. Con otras palabras, ‘uso estindar’ o primario de “e sélo debe tener valor contextual, y el contexto dado por el enfoyue tedrico que se adopte. Es obvio que de esta manera se excluye totalmente la pretensidn de elevar alguno de tales usos estan- dar 0 primarios a la condieién de paracligma aly- soluto, del cual los demas usos sean dependientes o secundarios, [sta posicién se conteapone con Ia que parece presuponer un enfoque como ch que sugiere Hart, Tercero, lo expuesto en los clos pun- MONAL Deb CASTIGO 7 tos anteriores muestra, a su vez, la necesidad de contar con una caracterizacién gencral de ‘castigo’ que pueda servir de marco a las distintas acepcio- nies especificas. La earactevizacién ofrecida por Flew satisface en principio esta coudicién, con la salvedad de que no se la puede considerar ya como Ia explicitacion del significado basico o primario de ‘castigo’. Se trata —ni mds ui menos— que de la especificacién de raggos generales de la prictica del castigo y puede cumplir en’ cuanta tal, Ja fun- cin melodoldyioa antes seiialada. $i se admite esta opetin se evitan infructuosas disquisiciones acerca de cual es ef sentido estan- dar o primaria de castigo y cudles son los sentidos ios. Pero ademas ~y. esto es lo realmente iniportante— se abren las puertas a una tarea que debe ser encavada de mado riguroso: la recons- trucciin sistemdtica de [as distintas vartantes o modalidades con que se presenta la prdctica del castigo™, Adviértase, por ejemplo, que Ja lista a) -d), que ofrece Hart no s6lo puede servir par la prevencidn del ‘corte clefinicionista’ sino, de ma nera mucho mas interesante, para indicar algunas (pero sdlo algunas) de esas variantes, Adviérta~ se, ademas, que tadicionalmente, al encarar la justificacién moral del castige, los filésofos han secundai 28 Qe yo sepa, esta Kaven'sdler os suyeridla por alywnog autores, pero no fir sido enearida seriamente. Una excepoiin interesante la hrinda el trabajo de J. McCloskey, “The Complexity of the Coneepts Philosophy, 1962. of Punishment presupuesto sdlo una o dos variantes fundamen- tales, v. gr. el castigo en contextos juridicos y/o en contextos morales, y que aun deutro de tales han limitado a sitnaciones mds 9 me- nos estereotipadas, Pero piénsese en ly multi- plicidad de casos en Ins que, ademas, hablamos vilidamente de castigo, por ejemplo, en el con- texto de las velaciones familiares, en el de las relaciones sociales (de la mis diversa indole), en el de los juegos, en el de las relaciones que se dan en instituclones, sociedades y agrupamien- a, en contextos de carde- eteétera. Pignsese también en el caracter sui generis que poseen ciertos casos, por ejemplo, el castigo de criminales de guerra, el castigo de los denominados ‘delincnentes mora- les’, el castigo “colectivo”, y otros. La Hsta puede ampliarse sin muchas dificultades. Una plurali- dad tal impone, obviamente, un detenido estudio: la investigacién de la naturaleza, el mecanismo propio, las peculiaridades y las eoneyiones mutuas de estos y otros easos de castigos, FE nal debe ser un relevamiento conceptual, lo més comprensivo posible, de las practicas del castigo. Kista tarea, que planteames como un requ para cualquier intento filoséfica de dilncidar el tema del casti¢o, no se agota en la satis! de un mero interés deseriptivista, Hay motives para per no slo el concepta castigo sino también la familia de conceptos a él asociada y tos de variada naturalez: ter religioso, accion rq la nocién misma de justificacién moral del eas: tigo pueden exhibir diferencias tedricamente re- levantes cuando se pasa de una modalidad a otra y aun cuando se consideran los casos. especiales comprendidos dentro de una misma modalidad. LA JUSTIFICACIGN MORAL DEL CASTIGO: PRESUPUESTOS TEORICOS DEL PROBLEMA Otro problema, o grupo de problemas, giva en toro a la nocién de justificacién moral del castigo, Ex relacién con ella se pueden distinguir, por lo menos, tzes niveles de discusién, El primer nivel corresponde al andlisis general de la justificacién moral, “Algunos puntos elemen= tales de tal anilisis son los siguientes. a) Il proceso de justificacin moral, en cuan- to proceso de justificacidn, consiste, bisicamente, en la emunciacion de razones adecuadas (por cjemplo, hechos y/o principios relevantes) en apoyo de cierta alegacion, juicio, decisiin 0 ac- cién con contenido moral. La justificacién moral esta insertada en el Ambito de Ja evaluacin y la critica del comportamiento. moral b) La justificaeién moval s¢ selaciona, aunque no se confunde, con procesos tales como la deli- eraciin y Ia explicacién (de aceiones morales). En los tres casos sé apela a razones, aunque exis- ten diferencias entre ellos, “En ln deliberacién 14 La justiricacion yen la justificacién se usa ‘razén’ de maneras similares. En la deliberacién trata de ceterminar, antes de actuar, cual es el mejor curso de aceibn por él cual puedo optar, ant guirlo, En la justificacién trato de determinar, luego que al- guien actud, si ha seguido el mejor curso de ac- cién al qué podia oplar, y ello con miras a de tenninar si ha de ser criticado 0 elogiado... En ambos casos busco cuales son las mejores ra de s ones en favor 0 en contra de los cursos de aceién por les cuales pudo optar el agente... En Ia expli- cacién, por otra parte, no estoy interesado en lo que es correcto 0 incorrecto sino, meramente, en To que en realidad movié al agente, Siempre hay una explicacién de por qué el agente hizo algo [Aunque] a veces, comprender [llegar a explicar) un comportamiento involucra criticarlo” ®, c) El estudio y Ja sistematizacién de estos y ‘otros aspectos de la justificacién moral de las ac- ciones (por ejemplo, la indole de las razones alegables, las criterios de adecuacién de tales razones, Ia naturaleza del proceso ldgico subya- cente a toda justificacién moral, la distineién e1 tre los principios o reglas que sitven para la jus- tificacién de juicios morales y los fines 0 metas en funcidn de los cuales se pueden adoptar tiles K. Baier, The AZveul Point of View, Nuova York, 1888, p: 150, MORAL DEL CASTIGO 1S prineipios o veglas, ete.), pertenecen a Ia ética tedrica 9 metaética, El segundo nivel corvesponde a lo que podria- mos denominar ‘a formulacién de los mareos normativos: generules de justificacién moral... Al- gunas observaciones minimas al respecto son las a) Las teorias que formulan dichos marcos normativos de justificacién moral se suelen clas ficar en dos grupos: teorias teleoldgicas y teorias deontolégicas. De acuerdo con las primeras, los rasgos © caractertsticas relevantes de las acetone que caen dentro del d4mbito de la evaluacion y de la critica morales son funcién de los resultados valiosos de tales acciones. Las teorias deontolé- gicas niegan esta tesis. Sostienen que existen otos elementos que deben tomarse en cuenta, a saber, ciertos elementos de la accién misma dis- tintos del valor que produce, (Véase, Notas y Comentarios, § 5.) 4) En cada grupo de teorias se presentan v: riantes. diferentes. Un punto impoxtante en la formulacién de ellas se relaciona con la funcién que se reconoce a las reglas, nornas 0 principios morales, La reciente discusién acerca del utili- tarisme de actos y del utilitarismo de reglas es, fundamentalmente, el resultado de tomar en a con seriedad este punto de vista, Por cierto aue el problema también se extiende a las cuen| toorins deontoldgicas, (Véase, Notas y Comenta rios, § 6.) c) El estudio y la sistematizavién de estos y otros aspectos de ki formulacién de los marcos hormatives generales de justificacion moval per- tenecen a la Glica normaliva a El tercer nivel corresponde especifieamente a la justificacién moral del castigo. Los breves comentarios precedentes ponen en evidencia que, en cuanto justificacién moral, Ia da justificacién moral clel castign queda encuach dentro de un mareo compuesto por un amplio espectro de problemas filosdficos que requieren detallados analisis y que exigen tomar decisiones tedricas que exceden con mucho el tema del cas- tigo, Investigar dicho marco general y sopesar adecuadamente las consecuencias de tales deci- siones es, pues, oto de los requisitos para una provechosa: investigacién filosdfica de muestro tema. Esta observacién ha sido ya sugerida en varios pasajes de nuestro trabajo. Ast, en LS, sik tuamos el tema dentro del problema de Ja justi cacién moral de las aceiones (en general); en TIL, sefialamos Ja dependencia de las concep- ciones utilitarista y retribucionista del castigo respecto de enfoques tedricos generales relitivos a Acerca de fa dbtincitin enire tien norinativa, fica todriea y tien descriptiva, véase I, Maboss), Notas sobre tte amonul y sus mie veler metodaldgicos de estudio, La Plata, 1973. 1a justificacion moral de las aeeiones y en TILA, al hablar de la “ambigiiedad crénica” de la expre- sidn justificacién moral del castigo’, sugerimos que las variantes expuestas en IIL3 y 14, podian considerarse 1a explieitacién de ambigiiedades im- plicitas en dicha expresién™'. El sentido de estas afirmaciones resulta ahora mas claro; como resulta mas clara también la necesidad de indagar en el uasfondo tedrico en que se originan. EL, CONCEPTO "CASTICO” Y LA FAMILIA CONCEPTUAL ASOCIADA 4. Otra clase de problemas consiste en Ja in- dagacién de las conexiones existentes entre el 21 En realidad, Is ambigitedad apuntada posee un especteo mu- cho mis amplio, Considérense, por ejemplo, las diferencias existentes centre Jas eriterigg velevantes que corresponden cada. uno de los siquientes casos; (i) tn justificacién moral del castivo que se inflige # un ofen- sur expeeificas (ii) Ih justifieaciin moral del castigo que se inflige a un ofen- sor en cuanto eal (euslquiern que sea él); (iii) Ta fustifieneicin moval del castigo que se inflige por haber realizatko cierta elase dle ofensa; Liv) Ih justifieaciénn moral alel castigo en cuanto a su distribu en cminto alos distintos grados de castigo asocindos nses dle ofenss ‘ a distin Ce) be jostifieacion moral del casting aplicieién de determimdns normas 0 reglas, ¥ (vi) ta justifieaeidy moral del castigo como priietica social (coms nis tentea especifiea de control saeial). con tanto resulta de Ia 78 La qusumcacion concepto castigo y una importante familie de conceptos asociada a dl. Esta tarea, eminente- mente flosdfica, resulta complementaia de las anteriores y, en particular, de la descripta en 2, A modo de ejemplo, considérese la siguiente lista que recoge, sin pretensién de exhaustividad, algunos de los conceptos centrales ligados, basi- camente, al mecanismo de imposictén de castigos: castigo ofensa crimen delita dano pena sangion desaprobacién reprache censura auloridad reparacton 2 compensacién condena remision conmuttaciont atenuacion roforma disuasién ( prevencién exencin misericordia MONAL DEL CASTICO wo perdén clemencia expiacion recomponsa Gonsidérese, asimismo, esta otra lista que recoge otros conceptos centrales asociados, fundamen- talmente, a condiciones relativas al ofensor sujeto del castigo castigo merecimicnto culpa suftimiento dolor displacer responsabilidad libre albedzio acein voluntaria coercién excusa intencidn conciencia negligencia temeridad resentinniento penganza benevolence, inocencia, No resulta difteil imaginar otvas listas, ni tampo- eo acregar a las dadas aucvas casos, La formulacién de estas listas persigue yariag finalidades. Por un lado, da indicio de la exis- tencia efectiva de una familia conceptual obyin- mente prolifica y bastante complicada. Parale- luuente, permite enfatizar el hecho —no siempre advertido— de que una elucidacion del concepta castigo resultara tedricamente adecuada en tanta se la enlace con la clucidacién de ciertos grupos de conceptos asociados a él. Por ultimo, ln for- mulacién de estas listas permite entrever la na- tural formacién de subfamilias cuyos miembros s¢ agrupan en funcidn de las distintas modalida des del castigo: punto éste en el cual los pro- blemas sefalados en la seecién 2 in fine reaparecen de manera sugestiva. Asi, por ejemplo, si se rele la primera liste teniendo presente la modalidad propia del castigo en contexts juridicos de {nilole penal, se acvertird que coneeptos como ofensa (en sentido amplio), desaprobacién, reproche, censura, misertcordia, perdén (en sentido amplio) y expiacién no forman parte, prima facie, de la ubfamilia correspondiente, en el mismo sentido (con el mismo valor) en que algunos de cllos forman parte de In modalidad propia del casti- go en contextos morales. Comprobaciones de esta indole —aparentemente ingenuas— pueden tener interesantes repercusiones al desarrollarse: el andlisis de manera sistematica, Veamos un caso. En el capitulo 3 de On Guilt, Responsibility and Punishment™, Alf Ross critica la caracterizacién de ‘castigo’ ofrecida por Hart (yéase 2), entre otras razones, porque no da cabida a la desapro- bacién, “La desaprobacién —seiiala Ross es un acto de pensamiento que, en st mismo, no precisa ser comunicado a otros, Cuando es comunicado a quien viol6 la ley (violator) se denomina cen- sura o reproche, En tal caso, no es sélo un acto de pensamiento, sino un acto de pensariento con una funcién pragmatica.,, transrnitir sentimien- tos de desaprobacién, y actitudes de cardcter generalmente desasociador, no benéyolo y, aun, positiyamente hostil,., En consecuencia, el re- proche no es meramente un juicio moral acerca de alguien sino, al mismo tiempo, una sancién; el reproche trae aparejado sutrimiento 0, al menos, cierto grado de displacer, a aguel a quien se lo dirige... El castigo es a la vez sufrimiento y desaprobacién, y los dos estan, como se indica, intimamente ligados entre si. Hart pasa por alto esta conexién cuando caracteriza al castigo como un sufrimiento y no da cabida a la desaproba- % Londies, 1975; expitulo 3: "The aim of punishment", ps. 33- OG, Este capitulo es un trabajo escrito origtnariamente come contri- bucién a1 valumen de homenaje al Profesor Ambeosio L. Cioja (en prep. Ed, Astiea). Mo resulta estimulante comprobar que mi tesis cere del carieter insntisfactorio de Ia uadicional palémica entre uibneionistis y utilitacistas coineide:, en lineas gencrales, eon In tesla central defundlida por oss. Nuestros respectives plauteos dis- erepan, ¢h cambio, en varieg aspectos esenciales, 4, RABOSSI: Le jonticién 83 La. yustnmtcacion cién” *. Las obseryaciones de Roys acerca de la naturaleza y funcién de la desaprobacidn, Ja cen- sura y/o él xeproche poseen interés y ejemplifiean en clerta. manera Ia clase de andlisis conceptual en cuya necesidad insistimos, Pero, al margen de que sean o no aceptables, es de suponer que un defensor de Hart podria argumentar validamente que Ross confunde un elemento que puede acom- pafiar —y que quiz& sea deseable que acompa- tie—al castigo de indole penal, con las condiciones necesarias de tal castigo, Eleyar la desaprobacién a este rango implica que no es valido hablar de castigo en contextos penales cuando no se da la desaprobacién. Y esto parece excesive o direc- tamente erréneo. De hecho, la desaprabacién (1a censura, el reproche) sélo son, por regla pe- neral, elementos acompariantes en dichos contex- tos; y hasta hay casos en los que nornwalmente ni siquiera son tales (por ejemplo, en la aplica- cidén de penas a quienes delinguen por razones de conciencia, 0 para no violar principios morales que consideran bésicos o por razones de indole politica en un sentido eminente de esta zaran- deada expresién). Continuando con la eritica, cabria agregar que lo que ha hecho Ross ha side sacar el concepto déesaprobacién de su habitat 35 A, Toss, op. cit, ps. 97:38, Ross agrega que aidmitir ta dosn- Hrabacion junto al sufrinsiente como tige tiene Ia vent vespuestas dé tamiento”, de Le efinveidn del cas 2 prictica de peunitir que se le distinga de otras vdad a ta vialacién dis Ia ley, esto es, del “trae MOnAL DEL GasTICO 8 natural, esto es, el correspondiente a las modali- dades del castigo en contextos de indole moral, proyectindolo a otro ambito, y que en. principio la caracterizacién ofrecida por Hart se adecua mis a la especie dé castigo que le interesa iden- tificar. Detengamos aqui la digresién, Lo expuesto es suficiente para situar el tereer nucleo de proble- mas relatives al tema del castigo y para aclarar su naturaleza, contenido e importancia. ‘TARIO FINAL 5, OTROS PROBLEMAS, COMED Los problemas, 0 conjuntes de problemas, presentados en 2,3 y 4 poseen un cardcter prio- ritario; lo que no excluye, por cierto, la posibili- dad de identificar otros problemas de importan- cia que pueden ampliar esta némina basica. Uno de ellos, por ejemplo, es el que se plantea en re- lacién con la existencia misma del castigo como prdctica social. No se trata en este caso de jus tificar moralmente el castigo —pues esto supone el no cuestionamiento del castigar en cuanto tal-, sino de preguntarse por las condiciones que ha- cen posible y, quizd, necesaria la prictica del castigo, y por las modificaciones que tendrian que intraducisse para que se pudiera prescindir de ella, te problema tiene evidente proyeccién sobre front aon ta filacnfia nolitica la Filosofia de la edueacién, Ia ética normativa y la antropologia Filosdfica. Una consideracidn seria de él requiere contar, ademds, con datos suministrados por ia psicologia, la psicologia social, la sociologia, ja ciencia politica, eteétera, Adviértase, por olva parte, que esta cuestién es clistinta de obra, tam- bin importante: Ia que se plantea en relacion con las reformas a las prdcticas efectivas del cas- tigo™. La lista podvia extenderse, pero consideramos adecuade poner fin en este punto al desarrollo del plan propuesto al comienzo del capitulo. Lo dicho sienta bases firmes para encarar In segunda de las etapas mencionadas, Quiz& las compleji dades analizadas a lo largo del trabajo justifiquen plenamente ahora que hayamos omitido encarar esta ardua tarea, Tout comprendre, c'est tout par- donner, La distineién de estos dos problemas ha side inate ti yada por J. D. Mabbott, op. cit, ps. 45-54 (A). leu relaetén eon el primer problema, Mabbott analiza la aseverneibn de V1. Lenin: “No somos utopistas y no negamos en lo ms minime In posibilidad itabilidad ste excesos por parte dle personar individuales e, igunlmente, sida de suprimir tales excosis. Para. esta. no se necesita aparata o instrumente especial de represtin, Elle fo hari la propia noeién en armas, de manera tan simple y rapida gama cautlquier grupo de: pecsonas civilizadas separa a quienes pelean ho permite que wna mujer sea ulteaja scale y ks recal eida), En euanto al segundo problema, toma en cuenta, entre otres elementos, partes relevantes de Walls hace Moniis, de WI. Mae cartuey (convieto por espionaje), con comentarios cle Compton Macs henzie. §i Secunpa Parre NOTAS Y COMENTARIOS EL TEMA DEL CASTIGO Ei FILOSOFIA CLASICA Y MODERNA. SUCINTAS IEFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS. . Platén, Protdgoras, 823-324; * Gorgias, 479-481; Leyes, V, 731, 1X, 853-882. 2 Aristételes, Etica Nicomaquea, 1113 Q1-1114* 3, 1192" 7-19, 1132 21, L135* 15, 1188* 7-28, 1180* 5-34; Retérica, 1369° 12-14; Politica, 1274" 15-17, 1300" 19-38, 1821 40, 1322 10-16, 26, 5. San Agustin, De Civitate Dei, L. VI 594-697, L.. XII cap, 3, L. XIII caps. 13- 14, L. XIV caps. 15 y 20, L, XIX caps 6, 13 y 16, L. XXI caps, 11, 12 y 13. 4, Santo Tomés, Summa Theologica, Pars Prima Q 48 arts. 5-6, Prima Secundae Q. 66 art. 6, Q.87, Q. 100 art. 3, 5. T. Hobbes, Leviathan, caps. 27-28, La jusrmicacion 6. B. Spinoza, Ethica, Parte IV Prop, 37 c. IL, Prop. 31, Prop. 63, T. J. Locke, sw Essay on Human Unier= standing, L, 11 cap. XXVII §§ 22 y 26, cap. XXVIII §§ 12 y 18; The Second Treatise of Government, cap. 2 §§ 8-12, cap. 7 §§ 87-88, cap. 9, C. Montesquieu, De Cesprit des lois, L. VI, L. SUL, L, XIX. 9. D. Hume, An Inguiry concerning, Hu- man Understanding, Seee, V¥II Parte I] 8§ 75-76, 10. J.J. Rousseau, Du Contrat Social, L. 11, Lev, I. Kant, Kritik der praktischen Ver- nunjt, Parte 11, I cap. 1 § VIII Teo- tema IVY Observacién 2; Die Meta- physik der Sitten, Primera Parte: Metaphysische Anfangsgriinde der Rechislehre, § 49 EL. 12. J. Bentham, An Introduction to the Principles of Morals and Legislation, caps. 1, 12, 13 y 14: On Laws in Cen- eral, cap. 17. 13. J. Fichte, Grundlage der Naturrechts, Parte If Li, IIL § 2 14. W. F. Hegel, Grundlinien der Philoso- nhio dps Reelite Parte 1 && OO10% - i MONAL DEL CASTIGO 87 15, J. Austin, The Procince of Jurisprialen- ve Determined, Lectures Ly V. 16. A. Schopenhauer, Die beiden Grund- probleme der Ethik, cap. 2 § 4: 17. J. S. Mill, Utilitarianism, cap. V; An Examination of Sir William Hamilton Philosophy, cap. XXVI, 18, K. Marx, Die heilige Familie, cap. 8 § 3; “On Capital Punishment”, New York Herald Tribune (18 de febrero de 1853); Dus Kapital, L. 1 Parte MIL cap. 24 § 3. 19. H, Sidgwick, The Methods of Ethics, L, HE cap. 8 § 7. 20. ¥. Bradley, Ethical Studies, Essay 1. Esta lista no pretende ser exhaustiva ni en ge- neral ni respecte de los filésofos citados, Gorres- pond agregar a ella, por su peculiar importancia, Ja célebre obra de Becearia, Dei delitei ¢ delle pene. Por otra parte, debe recordarse que el tema del igo es encarado, casi sin excopeidn, -por los clisicos de la literatura, Resulta absolitamente indisp Ie a quien intente profundivar la cues- tién frecuentar los textos relevantes de Esquilo, Sdfocles, Huripides, Aristofanes, Tucidides, Sha- kespeare, Dante, Moliére, Swift, Montaigne, Tols- toi y Dostoiewsky, entre muchos otros. § 2, UN EJEMPLO DE TEORIA UTILITARISTA. ALGUNOS TEXTOS DE BENTHAM. “Capitulo XIUL Casos en que no es pro- pio aplicar castigo. § 1. Revista general de casos en que no es propio aplicar castigo. I. EF] objeto general que todas las leyes tienen en comin, 0 que deben tener en comin, es au- mentar la felicidad total de la comunidad; y en consecuencia, en primer lugar, excluir, tanto como se pueda, todo lo que tienda a substraer algo a esa felicidad: con otras palabras, a excluir el dajio (mischief). IL Pero todo castigo es un dafio: todo castigo es en si mismo malo, De acuerdo con el principio de utilidad, si ha de admitirse el castigo, sdlo ha- bra de serlo en tanto en cuanto asegure la ex- clusién de algtin mal mayor *. rincipal inmediato de} castigo es controlar, una accidn, Esta accién es Ja del ofensor o Ia de otros: a Ja accién del ofensor el castigo la controla por su influencia, sea sobre su voluntad, en cnyo caso se dice que funciona a través de la reforma, © en su poder fisico, en cuyo caso se dice que funciona a través dle la inhahilitacién (disablement); en las acciones de otros el castigo no puede influir mis que a través del cjemplo. Un tipo de fin colateral, al cual el castigo tiene una tendencia natural a 1“). El fin 80 La jusmmcacion IIL, En consecuencia, est claro que en los: si- Guientes casos no debe infligirse castigo: 1. Cuando carece de fundamento: cuando no hay dato que el castigo prevenga; cuando cl acto en su totalidad no es dafiino. 2. Cuando va a ser ineficas: cuando no va a actuar para prevenir el dino. 8. Guando es improductivo 0 es demasiado cos- foso: cuando el dajio que produciria es mayor que el que previene. ' 4, Cuando es innecesario: cuando el daiio pue- de ser pievenido 0 puede cesar por si sin el cas- tigo: esto es, a un costo menor”, facer, 63 el de suministear placer o satisfecidie «ka pa olendida, cuando ta hay, y en wencial a lag partes cuya aversion hha sido oxcitads por li ofensa, ya por ruzones de consideracién personal, ya por simpatit © antipatia, Este propevito, en enanto puede cumptirse gractosmente, es de cardcter buntico, Pero ningtin castigo debe ser asignado meramente a oste propésito porque (dejando a un tno sus efectos er cuisnto a} contrat). nin. sgiin placer que sex equivalents al dolor s produce janis awediaute el castigo, Sin embargo, ol castigo. asignady al otto proposito debe ser acomodado a él, en tanto pueda hacérsclo sin costo. La accion asi suministrada a Ta parte ofendida bajo Ja forma de wo placer disocial (dissocéad gleastiee), poeds tisfacciin 0 compensacién vindicativa er denioainada sa El ejemplo es ol mais importante de torlos los fines en proporctén ak miinero de persar nas fentadas 2 oferter,” MOMAL BEL CASTIGO OL “Capttulo XIV. Sebre la proporciéu entre castizos y ofensas. I, Hemos visto que el objeto general de todas Jus leyes es prevenir el dafo, es decir, prevenitlo cuando vale Ta pera; pero que, cuando no hay otros medios de lograr esto que a través del cas- ligo, hay cuatro casos en los cuales tal preven- cién no vale la pena. 11, Cuando vale la pena, existen cuatro desig- niog u objetivos subordinados que un logislador cuyos puntos de vista se rigen por ef principio de utilidad, Hega con naturalidad a proponerse a si mismo en el transcurso de sus esfuerzos por al- canzar, en cuanto le sea posible, aquel objeto ge- neval. Uf. 1. Su primer abjetivo, el mas amplio y de- seable, es prevenir, en tanto sea posible y valga la pena, cualquier clase de ofensas*, con otras palabras, conducit las cosas de tal manera que ninguna ofensa preda comelerse, IV. 2: Pero si un hombre: tiene necesidad de if el ob- conmeler ina ofensa de una u olva jetivo lo a que cometa una ofensa menos daiina en ves de una mds dain: con otra palabras, que clija siempre la menos guiente es induc "S Por ofensas quiero significar aqui los actos que parecen Jor tener una lndenein a producie un dato.” daiiinn de dos ofensas enalesquiera de puedan satisfacer el propdsito del ofensor As que V, 3, Cuando un hombre se ha decidido res to de una ofensa particular, el objetivo s pe guiente es determinarlo a que no hag que el que sea necescrio para su propésito: con otras palabras, a que produzea et menor dafio que resulte consistente con el beneficio que tiene en mira. VI. 4. El iltimo objetive, enalquiera que sea rel €] dato, es el propdsito de prevenir, de prev dano al menor costo posible. VIL. A estos cuatro objetivos tienen que estar subordinadas las reglas o cénones mediante los cuales se regula la. proporeién entre Jos castigos * y las ofensas, XXVII. Puede ser vitil, en este lugar, recapitu- Jar las distintas cireunstancias que deben tenerse en nents al establecerse Ia propareién entre ens- tigos y ofensas. Parecen ser las siguientes: 9 Las mismas reeks (conviens hawerly note) son aplicables, con muy paca varincidm, tuto 9 Ins recompersas como lor eos tigos; €n pocad palabras, a las motives: en general, Tos cuales, sexiin que. posean am etricter placenters 2 dolorosa, son. de: Hi indole de la recompense 6 del castigo.” To En 2 > 10. . La magnitud del castig . La deficien cuanto a la ofensa BI provecho de la ofensa. El daiio de Ja ofensa. El provecho y el daiio de otras ofen- sas mayores o menores de tipos di- ferentes que el ofensor pudo haber clegido. E] provecho y el daito de otras ofen- sas del mismo tipo que el mismo ofensor probablemente puede haber eometido y: cuanto al castigo = constituida por su intensidad y duracién, La deficiencia del castigo en cuanto a certidumbre. 2 del cas igo en cuanto a imidad., pro: . La calidad del castigo. La ventaja accidental en lo'que res- peetaa In calidad del castigo, que no sea requerida gstrictamente en lo que ataie a Ta cantidad. . La aplicacién de castigo de una cali- dad especifica en cuanto leccién moral. 94 La yustrreaciy UL. En cuanto at ofensor 11. La responsabilidad de Ta clase de per- sonas en Ja manera de ofender. 12. La sensibilidad de cada ofensor par- ticular, 13, Los mézitos particulares 9 lis cualida- des utiles del ofensor, en el caso de un castigo que. podria privar a la ¢o- munidad de sus beneficios. 14. La eantidad de ofensores en una oca~ sién. particu 1V. En cuanto al publico, en cualquier coyun- tura particular 15. Las inclinaciones de la gente en favor @ en contra de una canticlad 6 modo de castigo. 1G, Las inelinaciones de potencias extran- jeras. ; V. En cuanto al derecho 17. La necesidad de hacer pequetios sa- crificios, en cuanto a proporcionalidad, en aras de la simplicidad” “Capitulo XV. De las propiedades que ONAL OL cAsTEGO 95 deben dayse al eastigo, considerado en lo- tes ¢listinias, I. Se ha mostrado eudles son las reglas que deben ser observadas al ajustar la proporciéa en- tre el castigo y Ja ofensa. Las propiedades que deben darse al castiga, considaado en lotes dis- tintos, scran tales, en cada caso, como sean ne- ces: ‘a que el castigo pueda ser aplicado de couformidad con esas reglas: kt cuatidad se regulara por la eantidad. pa XXVI, Luego de pasar revista a varios modos posibles de castigo, resulta evidente que no hay ningun de ellos que posea a la perfeccién today las propiedades mencionadas, Para hacer lo me- jor que puede hacerse a través del castigo seré necesari, en consecuencia, en la mayoria de las acasiones, armonizar dichas propiedades y dispo- nerlas en conjuntos complejos, cada uno de los cuales estara constituide por uma variedad de mo- dos diferentes de castigo agrupados entre sf: la na- turaleza_y las proporciones de las partes consti- luyentes de cada late serén diferentes, de acuerdo con la naturaleza de la ofensa que estin destina- das a combatir. XXVII. No estara fuera de lugar reunir y mostrar Jas once propicdades anteriormente de- tenninadas. Son las siguientes Dos de ellas se relactonan con el estableci- miento de una proporcién adecuada entre una ofensa especifiea y su castigo; a saber 1. Wariabilidad, 2, Uniformidad (eguability), Una propiedad se relaciona con el estableci- miento de una proporcién entre mis de ana ofen- sa y més de un castigo; a saber 3, Conmensurabilidad, Una cuarta propiedad gontribuye a colocar el tigo en Ia situacién tinica en que puede ser efieaz; y al mismo tiempo a proyectar a él dos propiedades adicionales: caracter ejemplar y po- pularidad; a saber : 4, Cariicter analogico (characteristicalness). Dos propiedades se relacionan con la exclu sidn de todo castigo indtil; una, indirectamente, destacando la eficacia de lo util; Ia otra, de ma- nera direct; a saber 5, Caricter ejemplar, 6, Parquedad. Tres propiedades contribuyen de manera inde- pendiente a los tres fines inferiores del castigo; a saber 7. Ayuda a la reforma. 8. Eficacia en la inhabilitacién, 9. Aynda a la compensacién. Otra propiedad tiende a exchiir un daiio cola- teral que un modo particular de castigo puede producir accidentalmente; a saber 10. Popularidad. La propiedad restante tiende a paliar el dano que todo castigo, en cuanto tal, es susceptible de producir accidentalmente; a saber LL. Remisibilidad. Las propiedades de conmensurabilidad, earte- ter analdgico, caracter ejemplar, ayuda a la refor- ma y eficacia en la inhabilitacién estan cdlculadas, mas especificamente, para aumentar el beneficio que se va a lograr mediante eb castigo; la par- quedad, ayuda a la compensacién, popularidad y remisibilidad, a disminuir sus costos; la variabili- dad’ y uniformidad sitven, las dos, para ambos propdsites.” [J. Bentham, An Introduction to the Principles of Morals and Legislation]. § 3. UN EJEMPLO DE “TEORIA” RETRIBUCIONISTA. ALGUNOS TEXTOS DE KANT. “Finalmente, hay algo en la idea de nuestra raz6n practica que acompafia a la infraccién de una ley moral, a saber, su punibilidad. Ahora bien, al concepto de castigo, como tal, no se puede asociar en modo alguno la participacion en la felicidad. Pues, aunque quien castiga pue- de, al mismo tiempo, tener la buena intencién de dirigir tal castigo a ese fin, sin embargo dicho castigo ene que ser justificado antes por si mis- mo como castigo, es decir, como mero mal, de suerte que quien es castigado, aunque ello que- dava asi y no viera detras de ese rigor ninguna benevolencia, tenga que confesar él mismo que es justo lo que le ha acaecido y que su muerte es enteramente adecuada a su conducta. En todo castigo, como tal, tiene primero que haber jus- ticia y ésta constituye lo esencial de ese concepto. A ella pucde, ciertamente, asociarse también bon- dad, pero el que merece el castigo no ticne el menor motivo, después de su cumplimiento, para contar con esa bondad. Ast, pues, el castigo es Jeauenaliun un tal fisico que, aun cuando no estuviera aso- eindo con el mal moral como eonsceucncia na tural, deberia estazlo coma conseenencia, sewin prineipios de una fegislacion moral, Ahora bien si todo delito, sin siquiera myivar a las consecucn, Glas fisicas en consideracién de su autor, es por si mismo punible, es decir, hace perder la felie dad (al menos en parte), serfa amanifiestamente absurdo decir que el delito ha consistido pree samente en que el agente se ha hecho pasible de un castigo, habiéndose peyjudicada en su propia felicidud (lo cual deberfa ser propiamente el con cepto de todo delito sewin el principio de amor a simismo). El castigo vendria a ser de este mado el fundamento para Jamar a algy un deli, y la” justicia deberfa consistir mas bien en omitiy todo castigar y hasta impedir ef castigo natural, pues entonees en la accion no quedaria ya nada ma Jigno, porque el mal que antes le segufa, y tmiea- mente por él cunl In necién era Hamada malivna, quedaria ahora a um Jado, Pero considerar com. pletamente todo eastigar y premiar como In ma- quinaria en manos de un’ poder superior, maqui- nawia que deberia servir sélo- para poner a los seres raciontiles en actividad para la consecucién de su intencidn final (la felicidad), es visiblemente un mecanismo que climinarfa toda libertad de Ja yo- Juntad; to cual es demasiado evidente para que nos detengamos en ello”, (I. Kant, Kritik der praktischen Vernunft, Par- te I, Libro I, cap, 1, § Teorema IV, Observacion 2]. iL derecho penal es eb derecho del soberano « infligir dolor al sttbdito con motivo de su de- lito. El érgano supremo del estado no puede, por tanto, ser exstigado; s6lo se puede eludir su do- minio, Aquella transgresién de la ley pablica que torna a quien Ja comete incapaz de ser ctu- dadano, se denomina delito (crimen) en general 6 también delito piblico (crimen publioum)-.. El castigo judicial (poena forensis), a aieren cia del castigo natural (poena naturalis), en cual el vicio se castiga a sf inisino y al que el le- gislador no tiene para nada en cuenta, nuns puede ser aplicado como mero medio para a mover otro bien, ya sea respecto del crimina mismo 0 de la sociedad civil, sino que en todos los casos tiene que ser aplicado al criminal fo camente porque ha cometido un delito. ee e hombre nunca debe ser tratado meramente cone medio para Jas intenciones de otro Contra ee trato lo protege su personalidad innata, aun a do seo pueda condenar a perder su personalida civil. Primero tiene que hallirselo punible, ae de que se pueda pensar en extraer de a ge alguna utilidad para él a para sus coneiudad nos. El derecho penal es un imperativo eategb: rien; pobre de aquél que se arrastra a través de Is. yueltas serpenteantes del utilitarisino p e deseubrir algo que por In venteja que promet Jo exima del castigo, o aun de su debida medida, 102 h La jusnricacin de conformidad con Ta miisima farisaica, ‘Us pre- derible que muera un hombre a que todo un pue- blo perezea’, Pues si la justicia perece, no tendria ya ningtin valor que los hombres yivan sobre la Tierra Pero, gcirél es el modo y la medida deb castigo que la justicia publica toma como su principio y pauta? Ningtin otro que el principio de igual- dad, mediante ef cual se logra que el fiel de la balanza de Ia justicia no se incline mas a un lado que a otro. Por Jo tanto, el mal no mereciclo que infliges a otro del pueblo te lo infliges a ti misino. Por ello puede decirse que si lo insultas, te in- sultas a ti mismo; si le robas, te robas a ti mismo; si le pegas, te pegas a ti mismo; si Io matas, te matas a Hi mismo. $élo el derecho de retribu- eién (Lex talionis), pero bien entend' 0, ante los estradas de la justicia (v no en tu juicio privado), puede indicar la cantidad y la calidad del eas. igo. Todas Ias demas pautas son inestables y no pueden contener, al mezelarse con olras conside- raciones, ninguna proporeién justa con Ja expre- sién de Ja pura y rigurosa justicia, Ahora bien, puede parecer que la diferencia en la condicién sociak no admite la aplicacién del principio de re- tribucién: ‘lo igual con Jo igual’. Pero, aunque no se lo pueda aplicar siempre literalmente, pue- de, sin embargo, seguir siendo valido en su efecto, en relacién al sentimiento del mds noble... Pero, équé quiere decir si le robas, te robas a ti mismo? ' | i t i ' I i i MOTIAL DEL CASTICO 103 Quien roba algo, torna insegura la propiedad ce todos los denis; se priva, por tanto (de aouerde con el derecho de retribucida) de la seguridad de toda propiedad posible; nada tiene y se puede adquirir, Sin embargo, quiere vivir; lo cua ahora sdlo es posible si los demis Jo alimentan. Pero come el estado no lo va a hacer gratis, tiene que cederle sus fuerzas para un trabajo, la 12 (Irabajo careelario). ¥ si ha matado, debe morir, No hay ningin substitute para la a x faceion de la justicia, No hay similitud entre : vida, por doloresa que sea, y la muerte; y, er cansecnencia, no hay igualdad entre el delito e homicidio y su retribueién, salvo la muerte - homicida ejecutada judicialmente y exenta de todo mal trato que pudiera bestializay la humani- dad de la persona sufriente. Aun cuando una sgetedad civil resolviera disolverse con el cousen- timiento de todos sus integrantes (por e enplons un pueblo que habita una isla resolviera ue sarse_y diseminarse por el mundo), el iltimo asesino que se encontrara en Ja circel Aebera - ejecutado antes, para que a todos les sets que sus actos valen y para que el eee 0 a recaiga sobte el pueblo que no ha exigido oS tigo, porque podria considerirselo cémplice de aquella violacin piblica de la justicia. . [L. Kant, Dig Metaphysik der Sitten. Primera parte: Metaphysische Anjangsgrimnde der Rechts- lehve, § 49, E § 4, ACERCA DE LA POSTBILIDAD DE UNA SOLUCION ECLISCTICA. A. C. Ewing (The Morality of Punishment, Londres, 1929) es autor de un valioso andlisis de la justificacién moral del castigo del que re-. sulta una eoncepein en la cual se “integran” ele- mentos retribucionistas con elementos utilitaristas, Ewing critica las teorfas tradicionales del castigo ~es decir, el retribucionismo y el utilitarismo (en sn versién reformadora y preventiva)— y basa su pasicion en Ia funcién educatina del castigo, El castigo es educativo en tanto en cuanto hace que la gente se abstenga de realizar malas acciones porque las considera tales —no porque meramen- te tema‘al castigo que puede recibir por llevarlas a cabo. En realidad, “el objeto moral del castigo como tal es hacer que la gente piense que deter- minado tipo de accién es muy malo” (p, 104). De ahi, por ejemplo, Ia importante funeidn edu- cativa que eabe atibuir a la ley penal, Ewing piensa que esta funcién del eastigo debe ser com- plementaca con la que le atribuyen Jas concep- clones tradicionales, aunque con expresas reser- 106 La yustiricacién vas, En consecuencia, modifica de la siguiente manera el principio de retribucién, es decir, Ia tesis de que cs moralmente correcto castigar al culpable de una ofensa: (i) es moralmente co- recto desaprobar una mala accién; (ii) infligir sufrimiento es un métode adecuado para expresar nuestra desaprobacién ante una mala accidn, Frente a la eventual pregunta, gpor qué no in- fligir castigo a una persona inacente, si es que el castigo es educativo? Ewing vesponde: “ De que el castigo silo tiene valor educativo para culpable” (p. 91) - Como se ve, Ewing intenta desarvollar una po- sicién basicamente utilitarista, aunque con fuertes Uintes retribucionistas. Y¥ no hay duda de que sa andlisis ofrece algunas sugerencias valiosas, Pero, gqué opinidn puede merecerle a un retribucio- uista o a un utilitarista més o menos ortodoxo? Un buen ejemplo de cémo puede reaccionar un retribucionista lo ofrece C. W. K. Mundle (“Punishment and Desert”). Mundle observa “...desde un punto de vista filosdfico, las teorias reformadora, educativa y preventiva son meras variantes del tema utilitarista... La controver- sia basica se da entre quienes sostienen que el castigo debe ser justificado por el valor de sus efectos y los defensores de la teoria retributiva que niegan tal cosa, Ewing intenta llegar a un acuerdo diciendo que el castigo esta parcialmen- te justificado porque expresa una actitud correcta MONAL DEL CastIGO 107 de desaprobacién y porque, en gran medida, tiene buenas consecuencias... (Pero) fo que este en discusidn es si el hecho de que una persona haya cometido una ofensa moral es una razén suficien- te para infligirle un sufrimiento. Aunque Ewing no plantea la cuestién en esta forma, parece claro —por lo que diee— que propenderia a responder negativamente”™ [op. cit., p. 69 (A) ]. Es de supo- her que, a su veg, un utilitarista podria eriticar a Ewing por hacer un uso innecesario del principio de retribucién. Los elementos utilitaristas impli- arian tal ybservacion, citos en su teorfa justific 35. EL TELEOLOCISMO Y¥ EL DEONTOLOGISMO: DOS TIPOS DE TEORIAS ETICAS NORMATIVAS. Dentro del Ambito de ta ética normativa —es decir, de la reflexion filosdfica acerea de la moral, dedicada a temas como los ideales de vita, lo intrinsecamente valioso, los valores morales, las virtudes, Ia obligacién moral, ete.~, se suelen dis- tinguir dos grandes tipos de teorlas relativas a la obligacién meral (esto es, relativas a lo que es correcta 6 incorrecto hacer u omitir, a lo que de- hemos hacer, a eudl es nuestra obligacién moral en situaciones especificas 0 en general, etc.), a suber; teorias teleoldgicas, a teorias “del resulta- do”, y teorfas deontolégicas, o teorlas “formalis- tas”. Una caracterizacién bastante adecuada de ambos tipos de teorias es la siguiente; “Lo que es comin a las teorfas [teleoldgicas] es la tests de que la obligacién moral efectiva de cada uno tlepende enteramente del valor intrinseco de los resullados reales o previsibles de los diversos ac- tos que uno podria llevar a cabo en un momento dado; por ejemplo, una variante de la teorfa dice 110 La yusmirrcaciox que siempre estamos moralmente obligados a xctuar de modo que se produzean resultados que posean el miiimo de valor intrinseco, Las teorlas {deontolgicas] afirman que la tesis de las teo- rias [telealégicas] es demasiado simple; sostiencn en comin la tesis de que las obligaciones morales dependen de otras consideraciones relativas a Ia situacién de cada uno, distintas del (0, quizd, en lugar del) valor intrinseco de los resultados rea- les o previsibles del acto de que se trate; por ejemplo, una teorin [deontolégica] puede soste- ner que uno esié moralmente obligado a cumplir eon sus promesas independicntemente de las con- secuencias que se sigan de observarlas o de que- brantarlas, A veces, los [deontélogos] sostienen que la naiuraleza de un acto (esto es, que sea una mentira 0 sea el ineumplimiento de una pro- mesa: algo acerca del acto que difiere del valor intrinseco real o previsible de las consecuencias), constituye un hecho importante para que exista la obligacién moral de realizarlo o de omitilo”. (R. Brandt, Ethical Theory, Englewood Cliffs, 1959, ps. 954-355). Por supnesto que estos dos tipos genéricos de teorfas muestran variantes de indole diversa. Asi, dentro de las teorfas teleolégicas se pueden dis- tinguir las teorias individualistas 0 egetstas, que consideran: que Jas consecuencias intainsecamente valiosas interesan dini¢amente en tanto maximizan el ier de] pronio agente moral, y las teorfas uni- MORAL DEL CAsTIGO it versalistas o utilitaristds, que consideran que las consecuencias intrinsecamente valiosas deen ma- ximizar el bien del mayor mimero (recuérdese el Fanoso di¢ium: “la mayor felicidad del mayor ni- mero”). Las diferencias son mucho mis dificiles de puntualizar en el caso de las teortas deontolé- gicas. La clasificacién de las teortas teleoléyicas debe completarse, a su vez, tomando en cuenta la deci- sid que adoptan respecto del bien intinseco, por cjemplo, el placer (hedonismo), ciertos fines ideales, ele., cuya realizacion se persigue. Asi, se suele hablar de egoismo hedonista, egoismo pluvalista, utilitarismo hedonista, _utilitarismo ideal, utilitarismo pluralista impersonal, etcétera. Kpicuro, T, Hobbes y, en parte, UL. Sidgwick, se suelen mencionar en relacién con el teleologismo esoista; J. Bentham y J. S. Mill son los represen- lantes tipicos del utilitarismo hedonista; G. 1. Moore y HL Rashdall ofrecen versiones de utili- tarismo ideal. Por otra lado, I. Kant, B. F. Carritt y D. Ross, por ejemplo, sostienen .posiciones catalogables dentro del deontologismo. ‘n los iltimos aiius, la distincién entre teleo- logisine y deontologismo se suelo formula enfa- tizando Ia distineién existente entre los “partida- rivs del prineipio de utilidad” y los “defensores de la obediencia a reglas*, Un ejemplo de esta manera de trazar la distineién es el siguiente: “Los teleologistas sostienen que la correccién de los actos depende vinieamente de su utilidad, esto es, de su contribucién a estados de cosas intrinse- camente buenos... Los deontologistas niegan esto; afirman que la correecién de los actos no es, simplemente, funcién de su utilidad. “Sostiencn que los actos son correctos 0 incorrectos porque son actos de tal @ cual indole. Argumentan, de manera tipica, que los actos correctos tienen que conformarse a veglas morales, con indiferencia de sus efectos, buenos o malos, Y ha parecido a me- nuda que estos das tipns de teorfa moral son in- compatibles porque los actos de una clase dada pueden variar ampliamente respecto de su utili- dad, o porque actuar segin reglas morales reeo- nocidas produce a veces peores efectos que los que produce la violacién de ellas” 5” (D, Lyons, Forms and Limits of Utilitarianism, Oxford, 1965, p. vii). Un estudio introductorio, pero sumamente agudo del teleologismo y el deontologisiny, y de sus respectivas variantes tedricas, se encuentra en W. Frankena, Fthics, Englewood Cliffs, 1967, caps. 2 y 3. §6. ACERCA DEL UTILITARISMO DE ACTOS Y EL UTILITARISMO DE REGLAS. En términos generales, el utilitarismo puede ser earacterizado como la teorla ética normativa que sostiene que la correccién moral de las acciones tiene que ser juzgada en virtud de la maximizacion de sus consecuencias intrinsecamente valiosas. Sus antecedentes histéricos se remontan a la antigite- dad, pero las versiones modernas reconocen una re- lacién directa con ciertas tesis defendidas por Hob- bes, Locke, Hutcheson, Hume, Paley y Helvétius. La versién clasica del utilitarismo se encuentra en las obras de J. Bentham (esp, en An Introduc- tion to the Principles of Morals and Legislation, 1789), de John Austin (The Province of Jurispru- dence Determined, 1832) y, particularmente, de John Start Mill (esp. en Utilitarianism, 1863). Aunque estos autores difieren en puntos impor- tantes, puede sefialarse un marco teérico comin en el cual coineiden, a saber: a) que la correecién de una accién tiene que ser juzgada por la con- tribucién que realiza al aumento de la felicidad 8, RABOSSI: te justifcadisn M4 La jusnivieaciés humana o a la disminucidn del sufrimiento hu- mano; b) que el placer es Ib tanico bueno en si misino y el dolor lo nico malo en si mismo, y que la felicidad implica placer y exencién de dolor; c) que. el principio de utilidad brinda el estandar 0 criterio de lo moralmente correcto y de lo moralmente incorrecto; en términos de Bentham, por ejemplo, tal principio “aprueba o desaprucba una accién, cualquicra que ella sca, de acuerdo con la tendencia que muestra tener para aumentar 0 disminuir Ia felicidad de la par- te cuyo interés esta en juego 0, lo que es lo mismo, en otras palabras, para promover @ impedir tal felicidad. Digo de una accién, cualquiera que ella sea; y en consecuencia, no sélo [lo digo} de las acciones de un individuo particular sino tam- bién de toda medida de gobierno” (op, cit, cap. I § 1). Es importante recordar que los utilitaris- tas clasicos expusieron sus puntos de vista co miras a fundamentar una accidn social y politica tendiente a reformar la sociedad de su tiempo. H, Sidgwick (The Methods of Ethics, 1874) es el primer filésofo que realiza un andlisis minu- cioso del utilitarismo, explicitando una serie de im- portantes problemas que plantea la tcoria. Su pro- pia posicidn se sittia también en la linea utilitarista. . Afios después, G. E. Moore (Principia Lthica, 1903) introduce un cambio substancial. Si bien acepta que la correccién moral de una accidn de- pende de las consecuencias buet aso malas que de Monat castico. us clla se signen, sefiala que hay muchas otras cosas, ademas del placer y del dolor, que son buenas © malas por si mismas, Con otras palabras, Moore rechaza la versién hedonista postulada por los uti- litaristas clisicos y propone una versién pluralista en la cual los bienes intrinsecas son el efecto per- sonal y los goces estéticos. Un planteo revisionista similat ¢5 expuesto por H, Rashdall (The Theory of Good and Evil, 1907). La variante utilitarista que inaugura Moore se suele denominar ‘utilitaris- mo ideal’ (ideal utilitarianism). En. afios recientes, el andlisis, la revision y la re- formulacién de las tesis utilitaristas han recibido Ja atencién especial de muchos fildsofos; fendmeno que se explica, en parte, por el auge que la ética normativa posee en ln actualidad, Los temas en- carados son muchos y su exposicin excede los limites de esta nota, Sin’ embargo, para dar una idea aproximada de la variedad y extensidn de di- chos temas y para identificar a la vez algunos de ellos, ereo interesante transcribir los rétulos de las secciones en que se divide el excelente trabajo de BD, Brook “Recent Work in Utilitarianism” (Amer- ican Philosophical Quarterly, 1973). Tales rétulos pein de In utilidad: Placer. Fe- licidad y bienestar humanos. La satisfaccién del deseo. I. La medicién de la utilidad: El problema de la medicién, La nocién censual de Braybrooke. KE] ealculo de la preferencia de Rescher, El cdleulo interpersonal de Brandt. TIL. Alternativas y con- son: I. La cones Secuencias de la accién: Las alternativas de una ccidn, Las consecuencias de una accién. Conse- cuencialismo y formalismo. TV. Utilitar’smos de actos y de regias: Las reglas del utilitarista de actos Rawls y las reglas que estructuran practicns, El utilitarismo de reglas ideal. E cardcter autorrefa- tativo del utilitarismo de actos. El argumento de sencralizacién de Singer. La tesis de equivalence: de Lyons. V. Utilitarismo y justicia: Lyons y la necién de imparcialidad (fairness). La teoria de la justicia de Rawls, Rescher y la distribucidn uti- litarista. VI. El castigo: El castigo de inocentes. La justificacién del castigo. La teoria de las excusas. Dentro de esta extensa gama de temas nos in- teresa detenernos —aunque sélo sea brevemente— en la discusién planteada en torno al wtilitarismo de actos y el utilitarismo de reglas, Hasta épocas muy recientes se interpreté que los utilitaristas clisicos habian sostenido un uti= litarismo de actos (UA en adelante; también Ia- made ‘util:tarismo extremo’), es decir, a) que la correccién moral de tn acto tiene que juzgavse ex- clusivamente por la utilidad que dicho acto pro- duce, cuando se lo compara con otros actos alter- nativos posibles; b) que las reglas morales son, en realidad, meras guias para la accién y, en cuanto tales, sirven para evitar que tengamos que estimar, a cada momento, las probables consecuencias de nuestios actos y, ¢) que las consecuencias yaliosas que se siguen de realizar un acto que supone no cumplir con cierta regla moral son en su totalidad mayores que las que se siguen de no cumplir la regia, entonces no debemos cumplir dicha regla moral, Las cono- cidas erftieas que se han formulado contra el utilitarismo, v. gr, la posibilidad de justificar moralmente el castigo de personas inocentes, o el incumplimiento de las promesas, o la omisién de Actos impuestos por ciertas normas legales (impo- sitivas, electorales, etc.), se fundan en gran parte en las dificultades que trae aparejadas la aplica- cién incondicional de este esquema tedrico, En 1953, J. O, Urmson propuso una modifica- cidn substaneial de esta manera de interpretar al utilitarismo (“The Interpretation of the Moral Philosophy of J. S. Mill”, Philosophical Quarterly). Centrdndose en Ja obra de Mill y apelando a una base textual satisfactoria, Urmson enfatizd con acierto, por una parte, e] cardcter normativo de la filosoffa moral de Mill y, por otra parte, postulé tuna interpretacién cuyos puntos fundamentales son los siguientes: “A, La correccién de una accién particular se justifica cuando se muestra su con- cordancia con alguna zegla moral, Se muestra que es incorrecta mostrindose que transgrede alguna regla moral. B. Se muestra que una regla moral es correcta al mostrarse que el reconocimiento de esa regla promueve el fin tiltimo. C. Las reglas morales solamente pueden ser justificadas en co- nexidn con cuestiones en las cuales el bienestar ge- Lg La justieicacion neral es afectado de manera atendible. D. Cuando no es aplicable ninguna regla moral no surge la cuestion relativa a la correecién 0 incorrece’én de actos particulares, aunque el valer de las aceiones puede ser estimado de otras maneras.” Lo que se ha dado en lamar posteriormente ‘utilitarismo de reglas’ (UR en adelante; también Mamado ‘utilita- rismo restrictivo’) sigue, en principio, los. linea- mientos de ‘este modelo, Es valida preguntarse por la viabilidad de la interpretacién de Usm- son (ef, por ejemplo, J. D. Ma®bott, ‘Interpreta- tions of Mill's “Utilitarianism.’”, Philosophical Quarterly, 1956). Al respecto considero: a) qu la interpretacién tradicional de los utilitar clisicos basada exelusivamente en UA no es co- rrecta; b) que muchos textos de Bentham, Austin y Mill sugieren UR; pero, c) que no cabe sostener que tales filésofos entrevieran con nitidez las dile- rencias existentes prima facie entre UA y UR. De lo expuesto se sigue, d) que pareciera mas adecua- do pensar que los utilitaristas clasicos fluctuaron entre UA y UR de acuerdo con el contexto y con sus propios intereses tedricos (recudrdese que Ben- tham y Austin se preocuparon fundamentalmente por el derecho y Ja legislacién y que Mill, en cam- bio, se interesd mas en el Ambilo moral). E] interés posterior suscitado por UR no se co- necta, sin embargo, con esta cuestién de exégesis histérica sino con Ja posibilidad de ofrecer una yer- cin norfeoninnaila v tedrieamente acentable de MURAL. DER GASTIG® 9 la teorfa utilitarista. La bibliografia producida ¢s sumamente extensa y la mullitud de problemas planteados excede toda posibilidad de sintesis. Por lo tanto, me limitaré a exponer brevemente los rasgos scenerales de dos tipos de versiones de UR. De acuerdo con el primer tipo (URV en lo que. signe, “utilitarismo de reglas vigentes’), la obligacién de un agente moral en una situa- ciéu espeeifica est determinada Gnicamente por las reglas, instituciones 0 prdcticas morales vi- ygontes la sociedad. A su vez, la utilidad de tales reglas, instituciones 0 prdcticas es lo que de- termina que estén justificadas 0 que se las deba cambiar en tanto en cuanto se considere o no que producen. eonseeuencias valiosas, Un punto im- porlante en favor de URV es que recoge la cxcon- cia corriente de que si wma regla, institucién o practica morales imponen cierta obligacin a una persona, esa persona tiene una obligaciém anoral, Pero, paralelamente, se ha argumentado que esta ventaja queda neutralizada cuando se advierte que no resulta aceptable, por ejemplo, que la prohibi- cidn de realizar cierto acto, emanada de las reglas, stituciones 0 practicas, sea una condieién sufi- ciente para deterininar que tal acto es moralmente incorreeto. Y aun se ha puesto en duda que sea siquiera wa condieién necesaria, pues del hecho de que las reglas, instituciones © practicas mora- les vigentes en una sociedad no impongen, por emplo, a los hijos la obligacién de ayudar a sus padres menesterosos, no se sigue qué los hijos no tengan la obligacién moral de prestar dicha ayuda, Argumentos de esta indole, entre atros, han dado pie a la segunda clase de versiones de UR, a saber, al denominado ‘ut‘litarismo de reglas ideales’ (URI en lo que sigue). Una de las presentaciones més interesantes de este grupo de teorias, es la ofre- cida por R. Brandt bajo el rétulo de teoria del “Cédigo Moral Ideal”, Su autor Ia sintetiza de la siguiente manera: “Digamos primero que un eddi- go moral es ‘ideal’ si su aceptacion (currency) en una sociedad especifica produeicfa al menos tanto bien por persona (el total dividido por el nvunero de personas) como el que produeiria la aceptacién de otro cédigo moral. (Dos eddigos diferentes po- drian satisfacer esta condicién, pero para evitar formulaciones complicadas, ignoramos esta posibi- lidad). Dada esta estipulacion del significado de ‘ideal’, la teorin del Cédigo Moral [deal consiste en la asereién de la tesis signiente: Un acto es ca: to si y sélo st no seria prohibido por el Cvdigo Mo ral Ideal de ta sociedad; y un agente es moralmen- te veprochable (elogiable) por wn acto si, y en la medida en que, el Cédiga Moral Ideal lo condena- ria (clogiaria) por ese acto, Is una yentaja de esta teoria que sea a la vez una teorfa de Ia correecién objetiva y de la reprochabilidad (elogiosidad) mo- ral de las aceiones ...” (R, Brandt, “Some Merits of One Form of Rule-Utilitarianism”, incluido en The Concept of Morality, Boulder, 1967), A fin de dar cuenta dek hecho de que en toda sociedad hay obligaciones que emanan (le instituciones imperfectas que se contraponen al cédigo ideal, Brandt distingue las reglas institucionalizadas de Jas reglas morales y postula que las reglas morales ideales han de ser determinadas tomando como contrafondo Jas institueiones sociales existentes. Una de las objeciones mAs fuertes a esta version de URT es que resulta diffeil especificar con exactitud cual seria el contenido del cddigo moral ideal, y que la sugerencia de Brandt, en el sentido de que se pareceria al conjunto de reglas morales que es- tipulan deberes prima facie, parecidos a los espe- cificados por Ross, no resulta en modo alguno sa- tisfactoria. Estos comentarios no tocan, por cierto, el tema de las variantes tedricas que se pueden ubicar en URV y en URI, ni tampoco sugieren los numerosos problemas suscitados en torno a cllas (por ejem- plo, lx indole y el aleance del lamado ‘principio de generalizaci6n’, la naturaleza de las reglas mo- rales, las condiciones éptimas de maximizacion de la utilidad, los reeaudos tedricos necesarios para solucionar eventuales conflictos de reglas morales, las posibles equivalencias entre UA y ciertas ver- siones de UR, etcétera). Lo dicho basta, sin em- bargo, para sefialar, a grandes rasgos, las: diferen- ins existentes entre UA y UR. Un estudio mim- eioso cle estos y otros problemas se encuentra en el libro de D. Lyons, Forms and Limits of Utilita- 122 La sostieicacin ‘anism, Oxford, 1965, Una bibliografia muy com- sleta de las discusiones recientes acerca del utilita- rismo se encuentra en el articulo de D. Brook ya sitado, $7. CRITIGA A QUINTON: INACEPTABILIDAD DEL ANALISIS REALIZATIVO DE “TE CASTICO...” Confrontado con el argumento de que el castigo de inocentes siempre es de hecho posible, Quinton ensaya una respuesta diferente de la que nosotros sugerimos. Sostiene él que ‘castigar’ forma parte de la clase de verbos —a la que pertenece, por ejemplo, ‘prometer’— cuyo uso en primera persona del presente en el modo indicativo posee earacteris- ticas peculiares, A su criterio ‘(Yo) Te castigo por algo que no has hecho’ y ‘(¥o) Te prometo ha- cer algo que no puedo cumplir’, son expresiones absurdas y por razones andlogas. Es impropio de- “(Yo) Te voy a castigar’, a menos que aquél a quien dirjjo la expresién sea culpable. De la mis- ta manera, es impropio decir ‘(Yo) Te prometo hacer x’, a menos que x esté dentro de mis posibili- dades. Caso contravio, no me encuentro en una posicién adecunda para enunciar una u otra expre- in, ¥ es movalmente impropio hacerlo si sé que aquel a quien dirijo la expresién es inocente 0 que no pucdo llevar a cabo el acto prometido, Todo esto no vale para expresiones en tercera persona: “ast come es perfectamente adecuado decir de otro “El prometié hacer 2’, sea que él haya pensa- doo no que podria hacer lo que prometid, resulta indo decir ‘Ellas lo castigaron’, sea que ellos to hayan considerado (a él) culpable ono —siempre y cuando ellos hayan dicho ‘¢Nos- otros) Te vamos a castiga’. Mediante el uso de la primera persona del presente de estos verbos presertbimos castigo y hacemos promesas. Estas actividacles suponen el cumplimiento de ondicio~ nes distintas de las requeridas para Ja descripcidn de lo que quienes preseriben el castigo 0 hacen la promesa hagan aparecer como casligos 0 prome- {op. eit., p. 60 (A)]. Quinton procede Inepe a comparar el funcionamiento de los yerbos “easti _ gar’, ‘perdonar’ y ‘retribuir’ (en el sentido de con- ceder un premio por haber hecho algo yalinso) La crftica fundamental que se puede hacer a Quinton es que ‘eastigar’ no es un verho realizatino, segiin la conocida caracterizacién de J. 11, Austin, ‘Prometer’ silo es. Si digo, en condiciones adecua- das, (Yo) Te prometo hacer 2’, al enunciar dicha expresién Ievo a cabo al acta de premeter, Pero si digo, ‘(Yo) Te castigo por hacer 1m’, es obvio que no llevo-a cabo el acto de eastigar. En todo aso informo a quien dirijo la expresidn por qué lo castigo, 0 quiz intento atemorizarlo, ete. (segtn e] contexto). Es verdad que Quinton sosticne que al usar la primera persona del tiempo presente perfectamente ade de ‘castigar’ preseribimos castigo (es decir, leva- mos a cabo el acta de preseribir, castigo), pero este matiz s6lo consigue mostrar que en ciertos con- textos formales ‘eastigar’ funciona de manera pare- cidi a ‘dictar sentencia’, 0 a ‘dar un veredicto’, cted- tera. Puede set que en este sentido ‘castigar’ tenga nn caricter realizativo, pero a) el mismo no resulta relevante para Ja discusién y b) no afecta la ob- servacién anterior de que al usar la primera per sona del presente de ‘castigar’ no leyamos a cabo el acto de castigar. En cuanto a las peculiaridades del uso de la tercera persona de los verbos realizativos, es co- rrecto sostenér que si alguien (A, por ejemplo) dice en condiciones adecuadas “Prometo hacer x’, resitlta verdadero que A prometié hacer x, con prescindéncia de que haya tenido o no intencién de llevar a cabo x, (En términos de Austin: la no eatisfaccién de algunos de los requisitos fijados en las condiciones F no afecta al hecho de que al decir A, ‘Prometo hacer x’, A promete hacer x.) Lo que no se ve con claridad es la plausibilidad del paralelo que Quinton desea trazar también en este punto respecto del verbo ‘castigar’, Segin Quinton, resulta adecuado decir “Ellos lo castiga- ron’ sea que lo hayan considerado culpable o no— siempre y cuando ellos hayan dicho ‘Te vamos a castigar’, Pero esta dltima exigencia resulta clara~ mente ad foc: que ellos hayan dicho ‘Te vamos a casligar’ no constituye el acto de castigar y, @ for- 26 La justaricacids tiori, que hayan enunciado o no tal frase no afecta para nada las condiciones en que se puede decit con verdad “Ellos lo castigaron’ De lo anterior parece seguirse, como minimo, que las expresiones ‘Te castigo por algo que no has he- cho’ y “Te prometo hacer x’ (en donde ‘x’ hace re- ferencia a un acto de realizacién imposible) no adolecen de las mismas dificultades, Cabe agregar en cuanto a la segunda expresién que hasta es du- doso que pueda tomarse como un caso tipico de promesa. De ahf las dudas fundadas que abrigara Austin respecto de estos casos. No hay que decir que resulta criticable, en consecuencia, Ia equipa- racién que hace Quinton entre el caso en que el objeto de la promesa es de cumplimiento imposi- ble y aquel otro en que quien promete no cumple con las condiciones minimas de sinceridad. (Sobre los temas tocados en esta nota, véase J. L. Austin, How to Do Things With Words, Oxford, 1962, esp. Lectures ELIMI; traducido al castellano: Palabras y Acciones, Buenos Aires, 1971.) § 8 EL TEMA DEL GASTIGO EN LA FILOSOFIA ACTUAL. SUCINTAS REFERENCIAS BIBLIOGRAFICAS.. J. D. Mabbolt, “Punishment”, Mind, 1939, W. G. Maclagan, “Punishment and retribution’, Philosophy, 1939. M. R. Glover, “Mr, Mabbott on punishment”, Mind, 1939. Il, D. Lewis, J. W, Harvey y G. A. Paul, “The problem of guilt’, Proceedings of the Aristote- lian Society, Suppl. vol. 31, 1947. A. M. Quinton, “On punishment’, Analysis, 1954. C. W. K. 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