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Breve historia para entender cómo el populismo arrasó con la Argentina

Por: Roy Spruk


Profesor asistente de economía en el departamento de economía de la Universidad de Ljubljana en
Laibach

En la víspera de la Primera Guerra Mundial, el futuro de Argentina


parecía promisorio. Desde la adopción de la Constitución de 1853
hasta el inicio de la Primera Guerra Mundial, Argentina experimentó
un periodo de excepcionalismo económico conocido como la ?Belle
Époque'.[1]

Para 1896, Argentina alcanzó el ingreso per cápita de EE.UU. y


obtuvo un nivel de prosperidad considerablemente mayor que Francia,
Alemania, Italia y España.[2] Un crecimiento económico sólido y las
reformas institucionales posicionaron a Argentina entre los 10 mejores
países en 1913 en términos de PIB per cápita.[3]

Algunos académicos han llamado a la Buenos Aires del siglo XIX


"Chicago en el Río de la Plata", dada la similitud histórica entre ambas
ciudades.[4] La Buenos Aires del siglo XIX presumía de las mejores
tasas de alfabetismo de América Latina,[5]inmigración europea sin
precedentes,[6] y una rápida modernización de su infraestructura.[7]

El esplendor de Buenos Aires en 1900

Parece que Argentina dio un salto al desarrollo en menos de medio


siglo.[8] En 1913, el ingreso per cápita de Argentina se posicionaba en
72% del de EE.UU.[9]

En 2010, Argentina logró apenas un tercio del nivel estadounidense.


En 1860, Argentina necesitaba unos 55 años para lograr el nivel de
ingreso per cápita de Suiza.
Hoy Argentina necesitaría más de 90 años para lograr el nivel
suizo de prosperidad. ¿Cómo puede una sociedad que obtuvo una
abrumadora riqueza y esplendor en menos de medio siglo pasar de ser
un país desarrollado a ser un país subdesarrollado? La pregunta más
obvia es, ¿qué salió mal? La respuesta radica en la falta de un
robusto marco legal inclusivo y participativo que hubiera
prevenido que se socaven las reformas. Un experimento
contrafactual para Argentina sugiere que las rupturas institucionales
constituyen una explicación importante para las narrativas de
desarrollo.

Una vez obtenido, el desarrollo económico ampliamente disperso no


debe darse por sentado. Los beneficios del desarrollo pueden
perjudicarse fácilmente si el marco institucional no logra asegurar los
derechos de propiedad, mantener bajos costos de transacción, y un
robusto imperio de la ley.[10] La ausencia de este marco institucional
de jure y su implementación de facto fácilmente puede ralentizar el
crecimiento económico y resultar en su estancamiento.[11]

En su sentido más general, un marco institucional de jure captura el


conjunto de normas que asignan el poder político vía la ley electoral,
la Constitución, y la legislación.[12] Por otro lado, el marco
institucional de facto determina en gran medida la distribución de
recursos económicos. También establece límites a poderosos grupos
sociales y determina el balance de poder político y las rentas
económicas derivadas de las actividades económicas productivas e
improductivas.[13]

Una vez las reglas y su grado de aplicación son establecidos, el poder


político de jure y de facto tiende a persistir. Cuando las poderosas
élites pierden poder político debido a cambios institucionales, todavía
pueden ejercer una poderosa influencia en la política y la acción
colectiva a través de varios métodos como más cabildeo, presión,
intimidación, o fuerza bruta para asegurar que el nuevo conjunto de
instituciones económicas no disminuya sus rentas.[14] Lo que
diferencia los cambios institucionales exitosos de los fallidos es la
existencia de una masa crítica exigiendo cambios institucionales y
asegurándose de que las reformas institucionales no se vean
socavadas.[15] Las sociedades con un marco institucional de jure y de
facto de base amplia, pluralista, inclusivo y participativo, como algún
nivel de independencia judicial,[16] son significativamente más
prósperas en el largo plazo que sociedades donde el poder económico
y político de jure y de facto está concentrado en las manos de unas
pocas élites.[17]

RUPTURAS INSTITUCIONALES Y EL
DESCARRILAMIENTO ARGENTINO
Muchas teorías se han propuesto para explicar el particular declive de
Argentina, pasando de ser un país rico en la víspera de la Primera
Guerra Mundial a ser un país subdesarrollado a principios del siglo
XXI. Estas teorías enfatizan en las explicaciones institucionales y no-
institucionales del desarrollo a largo plazo, como las diferentes
tradiciones políticas traídas por los inmigrantes europeos, el cierre de
la frontera expansionista en las Pampas sin alternativas
significativas,[18]una política migratoria fuera de control, que impidió
fomentar la escasez de trabajo,[19] y una alta tasa de dependencia
demográfica y su asociada baja tasa de ahorros nacionales.[20] Una
vertiente diferente de la literatura argumenta que, a diferencia de
EE.UU., a Argentina le hacía falta la reserva del capital humano
necesario para alentar un progreso tecnológico ampliamente disperso
y basado en la innovación como motor de un desarrollo
sostenible.[21] Las diferencias sin precedentes en la inversión de
capital humano entre Argentina y EE.UU. explican por qué Buenos
Aires y Chicago divergen a finales del siglo XX, pese a compartir
circunstancias históricas, condiciones climáticas, y dotaciones de
factores productivos. Si acaso, el descenso argentino es una
prueba de la riqueza implicada en sus activos base y en sus
fundamentos.
Una voluminosa y creciente corriente de la literatura sugiere que el
entorno institucional de Argentina explica en gran medida el declive
del siglo XX. Algunos académicos creen que los arreglos
institucionales y los viejos rasgos heredados del colonialismo español
empezaron a reaparecer y ayudaron a terminar con el excepcionalismo
económico después de la ?Belle Époque'.[22] Otros creen que la raíz
del declive radica en un esquema de distribución de la tierra a
mediados del siglo XIX, el cual favoreció un pequeño número de
latifundistas, a diferencia de esquemas en Canadá o Nueva Inglaterra
que favorecieron a un gran número de pequeños
terratenientes.[23] Muchos académicos creen que el punto de
inflexión, que llevó a la divergencia entre Argentina y cuatro colonias
británicas (Australia, Canadá, Nueva Zelanda y EE.UU.) fue la
erosión del Estado de Derecho en la década de 1930.[24] Se cree que
el golpe de Estado de 1930 erosionó la independencia de la Corte
Suprema y llevó a la toma del poder por parte de Juan Perón en 1943
con implicaciones a largo plazo.[25]

Usando un enfoque de análisis factorial, computo las dimensiones


latentes de las instituciones políticas de jure y de facto explotando los
seis componentes diferentes de las instituciones políticas (como los ha
delineado el economista Péter Földvári). Los cuatro componentes más
importantes son las características de la anterior ley electoral, la
competencia y apertura política, límites ejecutivos a quienes ostentan
el poder, y la habilidad de las personas no pertenecientes a las élites de
enfrentar a aquellos que tienen el poder.[26] La muestra está
compuesta por un panel fuertemente balanceado de 28 países durante
el periodo 1850-2012. Los dos indicadores latentes obtenidos por los
factores rotados con la variación común más fuerte reflejan la
distribución del poder político de jure y de facto. Valores más altos
indican menos poder político concentrado en las manos de los grupos
más poderosos e instituciones políticas de jure y de facto de base más
amplia, más pluralistas, participativas, e inclusivas.

Los patrones de desarrollo institucional entre EE.UU. y Argentina


indican la existencia de una amplia brecha que persiste a través del
tiempo.

La característica más impactante del desarrollo institucional argentino


es la persistencia de colapsos tales como oscilaciones entre la
democracia y la dictadura, las cuales eran frecuentes y en su mayoría
violentas. Comparado con EE.UU., el marco institucional argentino en
la década de 1850 se vio afectado por el legado adverso de décadas de
guerra civil entre unitarios y federalistas, y por la pesada sombra del
colonialismo español. Un contraste marcado con EE.UU. son las
restricciones a la participación política por nivel de riqueza y
alfabetización que fueron heredadas del periodo de la colonización
española persistieron por un largo tiempo.[27] Mientras que las
pruebas de alfabetización y otros requisitos arbitrarios de votación
arbitrarios desaparecieron en Nueva Inglaterra y los Estados del norte
a finales del siglo XIX,[28] Argentina no introdujo el voto secreto y
obligatorio para la población adulta hasta 1912.

Con la introducción de la Ley Sáenz Peña en 1912, Argentina tuvo su


primera experiencia con un gobierno representativo de corte
liberal.[29] La Ley Sáenz Peña estableció el voto secreto y la
representación de partidos minoritarios en el Congreso, y el voto
masculino universal, secreto y obligatorio a través de la creación del
Padrón Electoral. Pese a la oposición conservadora, la ley
fundamentalmente alteró el proceso político y cambió radicalmente la
naturaleza de la política argentina al prohibir el fraude electoral y la
intimidación de los votantes.[30] Puede verse como una ruptura de la
clase conservadora dominante en el periodo 1853-1912, y también
como un intento de transición de jure y de facto a un sistema de pesos
y contrapesos políticos. La transición a una balota abierta y obligatoria
llevó a un rápido crecimiento en el padrón electoral y facilitó la
transparencia electoral, que llevó a un incremento sin precedentes en
la participación electoral. La reemergencia de viejos valores
coloniales y la influencia de regímenes autoritarios en Europa hizo
que la transición al sistema de pesos y contrapesos de jure y de facto
tuviera una vida corta.[31]Mientras la Constitución de 1853 en si
misma representa un quiebre de una larga historia de anarquía y
desorden,[32] Argentina en la víspera de la independencia de España
no contaba con instituciones políticas de jure y de facto que fuesen
participativas -y sus bases informales. Estas instituciones no lograron
defender el marco institucional subsecuente que buscaba un
crecimiento económico sostenido.[33] Las reformas institucionales
promulgadas después de la Constitución de 1853, como la
modernización del código civil y del código de comercio, para que
fueran más similares a aquellos en EE.UU. y Europa,[34] tuvieron un
periodo de vida corto debido a que los antiguos rasgos coloniales
empezaron a reaparecer en un periodo crítico, cuando iniciaba la
transición hacia el sistema de pesos y contrapesos en 1912.

La corta transición a la democracia en 1912 después de la Ley Sáenz


Peña contribuyó poco al crecimiento a largo plazo de Argentina.
Aunque el voto secreto y obligatorio llevó a una mayor rendición de
cuentas y estimuló el Estado de Derecho,[35] múltiples académicos
sugieren que las transiciones democráticas pueden incentivar la
redistribución del ingreso y de la riqueza y la erosión de los derechos
de propiedad, especialmente si son introducidos en el contexto de
pobreza generalizada, bajos niveles de educación, y la cuasi-ausencia
de una clase media.[36] Por ende, la democracia en dichas
circunstancias puede tener un efecto supresor para el crecimiento
económico.[37]

En 1914, una de las primeras medidas de política pública


introducidas por el gobierno de Hipólito Yrigoyen fue congelar los
alquileres para los inquilinos y una serie de incrementos de
salarios en la burocracia en el sector público, lo que llevó a una
redistribución a gran escala del ingreso y la riqueza. La Ley Sáenz
Peña de 1912 fue una manifestación de mayor libertad política a costa
de una menor libertad económica. Esta ley también acompañó la
práctica de contratar empleados administrativos para empleos
inexistentes por parte del gobierno de la Unión Cívica Radical -UCR-.
Estas políticas sentaron las bases de la redistribución populista y
búsqueda de rentas por parte de grupos privilegiados, las cuales
aumentan los costos de transacción,[38] erosionan los derechos de
propiedad, y restringen el crecimiento económico.[39]

Para 1930, la joven democracia argentina cae ante el golpe de Estado


militar, que marcó el principio de la Década Infame. Los antiguos
rasgos coloniales del militarismo, la inexperiencia con el
autogobierno, el tradicional irrespeto por la ley y el orden, y los
abusos de poder volvieron a ser la norma. Junto con la enorme erosión
del Estado de Derecho, la élite conservadora detrás del golpe
(concordancia) prohibió los partidos políticos, derogó la Constitución
de 1853, suspendió las elecciones legislativas, y consideró
fraudulentas las elecciones presidenciales de 1938 y 1942. Algunos
académicos creen que el golpe de 1930 y el gobierno peronista de los
años 1946-1955 fueron una versión argentina del fascismo
italiano.[40] La política económica se inclinó fuertemente hacia el
favoritismo gubernamental de grupos de interés claves, principios
corporativistas, y hacia una intervención activamente dirigista del
Estado en múltiples áreas económicas. El colapso institucional de
1930 sentó el precedente del desarrollo institucional de jure y de facto
subsecuente.

Una serie de rupturas institucionales fueron instigadas cuando Juan


Perón llegó al poder. La persecución, represión, y acoso a los
oponentes políticos se volvieron costumbre, acompañados del
favoritismo gubernamental demostrado a grupos de interés leales y de
las renuncias de los jueces de la Corte Suprema, lo cual ilustra el
abandono del Estado de Derecho en Argentina y el fin de la
independencia judicial. A pesar del golpe de Estado por parte de los
militares en 1955, una serie de gobiernos frágiles de la UCR
fracasaron en el intento de eliminar el favoritismo gubernamental
luego del exilio de Perón en España, y continuamente usaron el poder
ejecutivo para declarar estados de emergencia económica, lo cual
debilitó en mayor medida las instituciones políticas de jure y de facto
como método de contrapeso a los abusos del poder ejecutivo. Cuando
Perón volvió del exilio y fue elegido presidente en 1973, Argentina
atravesó una serie de rupturas institucionales de jure y de facto como
la expropiación de los tenedores de bonos en el extranjero, la
nacionalización de bancos claves, la censura de la prensa extranjera, y
la derogación de la autonomía universitaria con favoritismo político.
La ruptura definitiva llegó con la dictadura militar en 1976, cuando
prácticas como la violencia guerrillera en varios sectores de la
sociedad civil, la violencia brutal contra los opositores políticos, los
arrestos sin un proceso judicial, y las violaciones masivas de Derechos
Humanos se convirtieron en la norma.

La cuasi-ausencia de pesos y contrapesos institucionales de jure y de


facto, junto con altos costos de transacción y derechos de propiedad
débiles, restringieron dramáticamente el desarrollo económico
poterior a la Segunda Guerra Mundial.[41]La debilidad de las
institucionales políticas de jure y de facto para absorber conflictos y
llevarlos a una resolución pacífica fue una barrera significativa al
crecimiento y desarrollo sostenido. Una serie de rupturas de jure y de
facto, junto con el retorno de normas culturales antiguas de irrespeto a
la ley y el orden y prácticas absolutistas, deterioraron la protección de
los derechos de propiedad e incrementaron los costos de transacción.
Sin un marco institucional de jure y de facto que apoye la libertad
económica, el gobierno limitado, y el Estado de derecho, la tasa de
inversión se desplomó,[42] la productividad total de los factores se
estancó,[43] y los retornos sobre la inversión de capital humano se
quedaron atrás en comparación a otros países.[44] En menos de medio
siglo, Argentina pasó de ser un país rico en el último año de su ?Belle
Époque' a ser un país subdesarrollado a finales del siglo XX.
Análisis contrafactual

Aquí desarrollo un modelo de desarrollo a largo plazo para examinar


qué tanto contribuyen las instituciones de jure y de facto al desarrollo
a largo plazo. Para un grupo de 28 países en el periodo 1850-2012, los
efectos de las instituciones políticas de jure y de facto en el desarrollo
a largo plazo son tanto fuertes como robustos ante algunas revisiones
de especificación y variables de control. Un país donde las
instituciones políticas de jure mejoran por un punto base -en la escala
latente del Gráfico 1- puede esperar que su ingreso per cápita aumente
en 2,6% en el largo plazo. De igual forma, un país donde las
instituciones políticas de facto mejoran por un punto base puede
esperar que su ingreso per cápita aumente 2,2% en el largo plazo. Los
efectos benéficos de las instituciones políticas de jure y de facto son
los más poderosos frente a las rupturas institucionales como aquellas
que afectaron a Argentina en el siglo XX. Los efectos de las
instituciones políticas de jure y de facto no desaparecen una vez que
otros factores de desarrollo previamente reconocidos son tomados en
cuenta, tales como la geografía física,[45] la historia legal,[46] el
sistema legal,[47]y la cultura.[48]

¿Cómo podría haberse desarrollado Argentina en la ausencia de las


rupturas institucionales? Abordo los efectos de los colapsos
institucionales usando un método de control sintético para el estudio
de casos comparados.[49] Aprovecho para esto la fecha precisa de las
rupturas y construyo un escenario contrafactual. El escenario es
construido proyectando el desarrollo a largo plazo de una Argentina
sintética derivada de un promedio ponderado de otros países con
características de crecimiento y desarrollo similares y con tendencias
paralelas antes de la ruptura. Me apoyo en la optimización de la
programación cuadrática restringida para encontrar la ponderación
más adecuada para la Argentina sintética y reducir la discrepancia
predictiva entre la Argentina real y la sintética al mayor grado posible.
El gráfico anterior presenta un escenario contrafactual en el desarrollo
a largo plazo de Argentina en ausencia de cuatro colapsos
institucionales significativos. La evidencia sugiere claramente que los
colapsos institucionales restringieron de manera importante el
desarrollo a largo plazo de Argentina. Sorprendentemente, la Ley
Sáenz Peña de 1912 y el golpe de Estado de 1930 muestran un
crecimiento contrafactual y un patrón de desarrollo similares, aunque
la primera representó una transición hacia los pesos y contrapesos,
mientras que el segundo representó del Estado de Derecho. La
Argentina anterior a la Ley Sáenz Peña comparte el crecimiento y las
características de desarrollo de Chile (50 por ciento), Alemania (22
por ciento), EE.UU. (21 por ciento), y Uruguay (6 por ciento). De una
manera similar, si Perón no hubiese llegado al poder, la Argentina
de la posguerra habría seguido el crecimiento y patrón de
desarrollo de otros países en la zona templada (Chile y Uruguay),
de países de Europa occidental como Suiza y Suecia, y de EE.UU.

La ausencia de la dictadura militar y la dependencia en tendencias pre-


dictadura está asociada con el costo más generalizado para el
desarrollo a largo plazo de los colapsos. En 2010, el PIB real per
cápita de Argentina fue de 10.990 dólares internacionales Geary-
Khamis (G-K). De no haberse dado el golpe de Estado de 1930, el PIB
per cápita hubiera crecido hasta 18.564 dólares internacionales G-K,
mientras que un nivel similar hubiera sido alcanzado en la ausencia de
la Ley Sáenz Peña, asumiendo que Argentina hubiese continuado sus
tendencias preexistentes. En términos per cápita, el golpe de Estado de
1930 está asociado con una diferencia del 68% entre la Argentina
contrafactual y la real en 2012, lo que indica un costo a largo plazo
sustancial e importante de los colapsos institucionales.

LECCIONES DEL DECLIVE ARGENTINO


El singular declive de Argentina, pasando de ser un país rico en la
víspera de la Primera Guerra Mundial a ser un país subdesarrollado
para fines del siglo XX, plantea varias implicaciones normativas para
quienes diseñan las políticas públicas y quisieran derivar lecciones de
este. Una de las mayores amenazas al desarrollo a largo plazo no es el
tipo de régimen político per se, debido a que el crecimiento y los
episodios de desarrollo exitosos pueden encontrarse tanto en
dictaduras como en democracias.[50] La amenaza clave para el
desarrollo a largo plazo emana de la redistribución populista del
ingreso y la riqueza.[51]
Argentina nunca logró la transición hacia un sistema político de
acceso abierto debido a que la transición hacia los pesos y contrapesos
en 1912 llevó a la erosión de los derechos de propiedad e incrementó
los costos de transacción a través de la redistribución populista.

Se puede decir que ese giro decisivo hacia el populismo tuvo grandes
implicaciones negativas para el desarrollo a largo plazo, ya que alentó
las frecuentes cambios entre la dictadura y la democracia, cambios
que se encuentran a la cabeza de las rupturas institucionales.[52]

Segundo, los colapsos institucionales que ocurrieron durante el


desvío argentino de una joven democracia en 1912 a una dictadura
militar en 1975 surgieron típicamente de la populista toma del poder
político por parte de grupos de interés bien organizados. Estos grupos
buscaron los colapsos institucionales para relajar las restricciones de
jure sobre el poder ejecutivo para satisfacer las demandes a de sus
votantes.
Las rupturas institucionales pueden ser evitadas fomentando normas
culturales sólidas para prevenir la llegada al poder del populismo.
Estas normas incluyen la participación política activa y firme basada
en un diálogo abierto y en la discusión no elitista de las políticas
públicas. Cuando existe una masa crítica de grupos exigiendo cambios
institucionales inclusivos, la llegada al poder de proyectos populistas
se vuelve costosa para las élites en el poder.

Las normas culturales imitan las restricciones ejecutivas informales y


pueden ayudar a mejorar la resiliencia del marco institucional de jure
y de facto en contra de la amenaza de proyectos populistas. La
ausencia de la participación política y la discusión de las políticas
públicas típicamente alimenta un vacío de poder, el cual los grupos de
interés bien organizados suelen aprovechar para facilitar la llegada de
un proyecto populista al poder.

Después de la fallida transición a un sistema de pesos y contrapesos de


jure y de facto en 1912 a través de la Ley Sáenz Peña, Argentina no
contaba con la cultura política ni los fundamentos institucionales de
un marco institucional de jure y de facto que sea participativo y
amplio. El vacío de poder fue efectivamente explotado por los
militares en 1930, lo cual permitió a la clase gobernante tradicional
realizar un golpe de Estado. También pavimentó el camino hacia la
reemergencia de viejas características coloniales como el irrespeto a la
ley y el orden, el militarismo subversivo, y los abusos de poder
persistentes. El efecto neto fueron tendencias populistas generalizadas
en las élites tradicionales, las cuales distorsionaron los incentivos para
la inversión, socavaron la protección de los derechos de propiedad, y
mantuvieron los costos de transacción demasiado altos para que
Argentina pudiera seguir el ritmo de crecimiento de otros países
avanzados. Al final, los ciclos populistas afectaron el potencial de
desarrollo a largo plazo de Argentina, pese a la abundancia de factores
de producción necesarios para sostener el crecimiento a largo plazo.

Tercero, el favoritismo estatal demostrado a grupos de interés


particulares es muy probable que exacerbe conflictos en la sociedad
civil,[53] lo que lleva a la polarización política, la cual a su vez
aumenta los retornos de los colapsos institucionales para los actores
políticos poderosos. En Argentina, el nivel de favoritismo estatal
fomentó la búsqueda de rentas de manera generalizada, en vez de la
actividad económica productiva y sembró las bases del crecimiento
económico lento de la era de la posguerra.

Cuando Juan Perón fue derrocado en un golpe militar en 1955, él hizo


un pacto secreto con los sindicatos para hacer de Argentina un país
ingobernable en su ausencia,[54]pacto que perpetuó la inestabilidad
política y fomentó colapsos futuros. Evitar el favoritismo estatal con
el objetivo de proveer un campo de juego nivelado es la clave para
evitar colapsos institucionales prolongados, los cuales tienen altos
costos en el crecimiento y desarrollo a largo plazo.

Y cuarto, el declive argentino a largo plazo pudo ser evitado si la


transición a los pesos y contrapesos no hubiera sido contrarrestada por
una redistribución populista a gran escala. Es más probable que una
redistribución así de ineficiente se de en sociedades con un rápido
crecimiento económico, ya que los grupos de interés tienen más que
ganar. Proveer acceso amplio a oportunidades políticas y económicas
a grupos que no pertenecen a las élites, en igualdad de condiciones, es
significativamente menos probable que sirva a los poderos grupos de
interés que se aprovecharían de una ruptura institucional. Cuando se
determinó nulo el golpe de Estado de 1930, la Corte Suprema ignoró
el problema pese una serie de violaciones
constitucionales.[55]Preservar y asegurar la independencia de la Corte
Suprema de presiones del gobierno y de los grupos de interés es
posiblemente uno de las características institucionales más
determinantes para abordar los efectos negativos de la presión de los
grupos de interés privilegiados por una mayor redistribución, y para
preservar las bases institucionales del crecimiento y el desarrollo
sostenidos e incluyentes.[56]

RECONOCIMIENTOS
Sinceramente agradezco a Scott Eastman y Nita Ghei por varios
comentarios útiles y por sus sugerencias constructivas, y también por
el aliento para escribir este boletín de políticas públicas. También
quisiera agradecerle a Nuno Garoupa, Tobias Hlobil, Mitia Koyac y
Ursula Spruk por sus comentarios, retroalimentación esclarecedora, y
sugerencias. Cualquier error es enteramente mi responsabilidad.
Este estudio fue publicado originalmente en inglés por el Mercatus
Institute el 30 de agosto de 2018. Una versión más desarrollada del
estudio se encuentra aquí.

NOTAS:
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Collaborative Research on Historical National Accounts", Economic
History Review 67, no. 3 (2014): 627-51; Edward L. Glaeser, "What
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octubre de 2009; Carlos F. Díaz Alejandro, Essays on the Economic
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Two Cities: Buenos Aires and Chicago", en Exceptional Argentina,
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[5] Argentina Ministerio de Justicia e Instrucción Pública, Censo


General de Educación, 3 volúmenes. (Buenos Aires: Talleres de
Publicaciones de la Oficina Metereológica Argentina, 1910); Carlos
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[6] Gino Germani, "Mass Immigration and Modernization in


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[7] Alan M. Taylor, "Peopling the Pampa: On the Impact of Mass


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[30] Antes de la ley Sáenz Peña, el Congreso Nacional argentino pasó


en la ley No. 140, la cual otorgó de manera formal el sufragio
universal a hombre ciudadanos mayores de 18 años con la condición
de posesión de propiedades, para ser candidato electoral. Esta
restricción particular fue impuesta por la Constitución de 1853, la
cual estableció requisitos de ahorro e ingreso anuales para una
candidatura en el Senado. A pesar de las 1857 provisiones derivadas
de la ley No. 140, el fraude electoral generalizado y la falta de
transparencia electoral implicaron que la aplicación de facto de la
extensión de iure del sufragio hubiera sido casi nula.

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ver Ralf Michaels, "Comparative Law by Numbers? Legal Origins
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Para una apreciación crítica de las implicaciones a largo plazo de los
regímenes políticos en el crecimiento y el desarrollo, ver Mancur
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[51] Paul Taggart, "Populism and Representative Politics in


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[52] Acemoglu y Robinson discuten el patrón de transiciones políticas


inestables del desarrollo institucional argentino: La historia política
de Argentina revela un patrón extraordinario donde la democracia
fue creada en 1912, destruida en 1930, re-creada en 1946, destruida
en 1955, totalmente re-creada en 1973, destruida en 1976, y
finalmente reestablecida en 1983. En medio existieron varios matices
de gobiernos no democráticos variando desde las democracias
restringidas a los regímenes militares. La historia política de
Argentina es una de incesante inestabilidad y conflicto. El desarrollo
económico, el cambio en la estructura de clase, y una desigualdad
ampliamente creciente, resultado del boom exportador de la década
de 1880, coincidieron con la presión en la élite política tradicional a
abrir el sistema. Pero, la naturaleza de la sociedad argentina
significaba que la democracia no era estable. Ver Daron Acemoglu y
James A. Robinson, Economic Origins of Dictatorship and
Democracy (New York: Cambridge University Press, 2005).

[53] Para una excelente discusión de los problemas sociales y


económicos generados por un favoritismo gubernamental
generalizado, ver Matthew D. Mitchell, The Pathology of Privilege:
The Economic Consequences of Government Favoritism (Arlington,
VA: Mercatus Center at George Mason University, 2014).

[54] James W. McGuire, Peronism without Perón: Unions, Parties


and Democracy in Argentina(Stanford, CA: Stanford University
Press, 1997); Marcello Larraquy, Argentina: Un Siglo de Violencia
Política (Buenos Aires: Editorial Sudamericana, 2017).

[55] Para una excelente discusión de la historia de la Corte Suprema


de Argentina y el comportamiento judicial a través del tiempo, ver
Juan González Bertomeu, Lucia Dalla Pellegrina, y Nuno Garoupa,
"Estimating Judicial Ideal Points in Latin America: The Case of
Argentina", Review of Law and Economics 13, no. 1. (2016): 1-35.

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