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Jesucristo Humanista.

En el Medio Evo, como puede suponerse fácilmente, la ética del mundo estuvo regida por los
intereses de la doctrina moral que nació en el seno del cristianismo. Desde luego, dicha
doctrina fue siendo configurada y deformada a medida que el imperio Romano sufría todas
sus transformaciones psico-socio-culturares, desde el inminente auge hasta la estrepitosa
caída, por lo que estuvo manchada por todo tipo de acontecimientos e interpretaciones
falaces. A ciencia cierta, podríamos definirla como una doctrina dogmática que dio paso a un
paradigma que provoco la muerte de cientos de millones de personas durante siglos enteros.

Así las cosas, la doctrina moral del cristianismo sentó sus bases en una premisa fundamental:
obedecer y honrar a Dios por encima de todas las cosas. Por supuesto dicha premisa tuvo que
ser infundida a través de diversos métodos y discursos, de los cuales no se pueden dar
referencias tan positivas, pues algunos excedieron el límite, y condujeron al mundo a lo que
Nietzsche más tarde analizaría en su libro ‘Genealogía de la Moral’: una transfiguración de los
valores humanos; una transfiguración reactiva, que de una u otra forma enjauló al espíritu
humano y lo hizo prisionero de su propio infierno y libertad.

Con todo lo anterior, serían muchos los pretextos para hablar sobre todas las barbaridades
cometidas en el Medio Evo por la Santa Inquisición; pero en vez de eso, nos enfocaremos
también en una de las premisas más relevantes dispersadas en la época que el Cristianismo
tuvo sus mayores puntos de albor. La premisa de la que hablo, es sencilla pero fundamental
para el ‘buen vivir’ de cualquier sociedad del planeta tierra: ‘amar a los hombres’. Parece una
reflexión sacada de un cajón de ironías o una verdad evidente que se ha repetido tantas veces,
que simplemente ya no genera ningún impacto y en vez, es tomada como una afirmación
dudosa de la que podríamos sospechar en pleno siglo XXI, donde lo más recomendable es no
confiar en nadie, y por tanto, ‘no amar a los hombres’, o más bien: seres humanos.

En ese sentido, podríamos aseverar, que si bien el cristianismo sirvió como abono para
cultivar todo tipo de interpretaciones teológicas, algunas desviadas y otras menos
destructivas, también sirvió como fuente de inspiración para crear una figura alrededor de
‘Jesús’ o ‘Jesucristo’. Una figura que más tarde sería santificada y que generaría todo tipo de
idolatrías; pero que también nos invitaría actuar como verdaderas personas, o en otras
palabras: como humanos que son conscientes de que sin unión y sin comprensión, y sin toda
una vasta serie de valores, no serían más que un puñado de seres tratando de sobrevivir a las
crueldades de un devenir enmarcado en una espiral de eternos retornos.

Ahora bien, mi interés por hablar de dicha figura, se remonta a la necesidad de ‘desantificar’ la
figura de ‘Jesús’ o ‘Jesucristo’, pues por lo que se sabe, siempre fue una persona netamente
humana y sus acciones en este mundo, mientras paso brevemente por él, han sido razón de
debate durante demasiado tiempo. Pero, de todo lo que podemos llegar a pensar, es que esas
acciones humanas que perpetró ‘Jesús’ y que quedaron grabadas en el inconsciente colectivo,
siempre estuvieron alejadas de la figura de ‘santo’; de aquel que no se junta con los pobres,
con los ladrones, con los enfermos o incluso, con las prostitutas.
Ya para concluir, es necesario aceptar que con la exposición llevada a cabo por Maira, y
gracias a las múltiples intervenciones del profesor Edgar, tanto como de otros compañeros,
que funcionaron a modo de refuerzo, pudimos llegar a una tremenda conclusión (ya
mencionada), que desde siempre ha rondado con recelo las antesalas humanistas: Jesucristo,
o la figura y el actuar de Jesús para ser aún más concretos, siempre estuvo marcado por un
notable tinte humanista, a pesar de lo que quiera interpretar el cristianismo o de lo que desee
imponer cualquier otra corriente religiosa.

Lo importante de esta exposición, desde luego, tiene que ver con el dogma y las
cosmovisiones, con la forma en que la humanidad hemos venido interpretado los hechos
históricos más agudos de nuestra existencia. Por tanto, en definitiva, es necesario, como
siempre, re-interpretar y desaprender todo lo que nos han enseñado, en este caso, respecto a
las teorías religiosas y al actuar de ‘Jesús el humanista’.

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