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Estudio del Libre de Mormón.

Sobre memorizar escrituras -

El élder Richard G. Scott, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó: “Te sugiero que
memorices pasajes de las Escrituras que te conmuevan y te llenen el alma de
comprensión. Cuando las Escrituras se emplean de la forma en que el Señor ha mandado que
se registren, tienen un poder intrínseco que no se comunica cuando se parafrasean” (“¡Él
vive!”, Liahona, enero de 2000, pág. 106).

Ser maestros que guíen en la obtención de aprendizaje -

del élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles: “He descubierto que una
característica común entre los maestros que más han influido en mi vida es que me ayudaron a
buscar conocimiento por la fe y que se negaron a darme respuestas fáciles a las preguntas
difíciles. De hecho, no me dieron respuesta alguna, sino que me indicaron el camino y me
ayudaron a dar los pasos necesarios para encontrar mis propias respuestas. No siempre
aprecié ese método, pero la experiencia me ha permitido entender que no solemos recordar
por largo tiempo la respuesta de otra persona, si es que la recordamos; mas la respuesta que
descubrimos u obtenemos mediante el ejercicio de la fe, por lo general la conservamos toda la
vida” (véase “Buscar conocimiento por la fe”, discurso pronunciado a los educadores de
religión del SEI, 3 de febrero de 2006, pág. 5.

No se negocia la verdad del Libro de Mormón.

El élder Jeffrey R. Holland, del Quórum de los Doce Apóstoles, declaró: “En toda nuestra
historia y en nuestro mensaje nada es más directo que nuestra inflexible declaración de que el
Libro de Mormón es la palabra de Dios. En cuanto a este asunto, no hay nada que negociar”.

“debe considerar el texto religioso más destacable e importante que se haya revelado desde
que se recopilaron los escritos del Nuevo Testamento hace aproximadamente dos mil años. De
hecho, en su función de restaurador de las claras y preciosas verdades bíblicas que se habían
perdido, al añadir decenas de nuevas verdades sobre Jesucristo y preparar el camino para una
restauración completa de Su evangelio y para el día triunfante de Su retorno milenario,
podemos considerar al Libro de Mormón como el texto religioso más notable e importante
jamás dado al mundo” (Christ and the New Covenant, 1997, págs. 9–10).

Promesa del Pte. Hinckley sobre leer-

El presidente Gordon B. Hinckley (1910–2008) declaró: “Les prometo que, si cada uno de
ustedes [lee el Libro de Mormón], sin tener en cuenta cuántas veces hayan leído antes el Libro
de Mormón, recibirán personalmente y en su hogar una porción mayor del Espíritu del Señor,
se fortalecerá su resolución de obedecer los mandamientos de Dios y tendrán un testimonio
más fuerte de la realidad viviente del Hijo de Dios”.
El Libro de Mormón precede a todo salvo a la primera visión –

“Piensen en eso y en lo que implica. La aparición del Libro de Mormón precedió a la


restauración del sacerdocio. Se publicó pocos días antes de que se organizara la Iglesia. A los
santos se les dio el Libro de Mormón para que lo leyesen antes de dárseles las grandes
revelaciones que explicaban grandes doctrinas como los tres grados de gloria, el matrimonio
celestial o la obra vicaria. Apareció antes de que se organizaran los quórumes del sacerdocio y
la Iglesia. ¿No nos dice esto algo sobre cómo considera el Señor esta obra sagrada?”
(véase Liahona, enero de 1987, pág. 4). presidente Ezra Taft Benson (1899–1994).

Pte. Nelson sobre la traducción del Libro de Mormón -

Algunos datos sobresalientes sobre la traducción del Libro de Mormón:

“Todavía no se conocen plenamente los detalles de este milagroso método de traducción, pero
algo de conocimiento tenemos al respecto, conocimiento que consideramos precioso…

“Emma Smith, que fue una de las primeras personas que sirvieron como escribientes de José,
relató lo siguiente en 1856:

“‘Durante el tiempo que mi esposo pasó traduciendo el Libro de Mormón, yo escribí parte del
libro: José me dictaba cada oración, palabra por palabra, y, cuando llegaba a un nombre propio
que no sabía pronunciar, o a palabras largas, las deletreaba, y mientras yo las escribía, si yo
cometía algún error de ortografía, él se detenía y me corregía la ortografía aunque le resultaba
imposible ver cómo yo las escribía en ese momento. Aun la palabra Sara no la supo pronunciar
al principio, por lo que la tuvo que deletrear, y yo se la pronunciaba a él.
“‘Cuando se detenía por cualquier propósito, en el momento que fuera, al empezar de nuevo
comenzaba sin vacilar en el lugar donde se había quedado. En una ocasión, estaba traduciendo
y de pronto se detuvo, pálido como una hoja de papel, y me preguntó: “Emma, ¿Jerusalén
estaba rodeada de murallas?”. Cuando le dije que sí, él contestó: “¡Oh! [No lo sabía.] Temía
haber sido engañado”. En ese entonces, José tenía un conocimiento tan limitado de historia,
que ni siquiera sabía que Jerusalén estaba rodeada de murallas’. (Edmund C. Briggs, ‘A Visit to
Nauvoo in 1856’, Journal of History, enero de 1916, pág. 454).

El presidente Ezra Taft Benson enseñó que el Libro de Mormón nos ayuda a discernir entre la
verdad y el error -

“Deberíamos… conocer el Libro de Mormón mejor que cualquier otro libro. No solamente
deberíamos conocer la historia y los relatos inspiradores que contiene, sino también
comprender sus enseñanzas. Si realmente cumplimos nuestro deber y abordamos el Libro de
Mormón doctrinalmente, podemos poner al descubierto los errores y encontrar las verdades
que nos servirán para combatir muchas de las actuales teorías falsas y filosofías de los
hombres.
“He observado en la Iglesia la diferencia de discernimiento, entendimiento, convicción y
espíritu que hay entre los que conocen y aman el Libro de Mormón y los que no. Ese libro es
un gran cernedor” (“Jesus Christ—Gifts and Expectations”, Ensign, diciembre de 1988, pág. 4).

El presidente Boyd K. Packer compartió una experiencia personal e impartió un consejo a


quienes buscan obtener un testimonio y creen que no lo tienen -

“Cuando leí el Libro de Mormón [por] primera vez [de] principio [a] fin, leí la promesa de que si
yo ‘pregun[taba] a Dios el Eterno Padre, en el nombre de Cristo, si [eran verdaderas las cosas
que había leído]; y si pedí[a] con un corazón sincero, con verdadera intención, teniendo fe en
Cristo, él [me] manifesta[ría] la verdad de ellas por el poder del Espíritu Santo’ (Moroni 10:4).
Intenté seguir esas instrucciones como las había entendido.
“Si quizás yo esperaba que se produjese de inmediato una manifestación espléndida como
experiencia sobrecogedora, ésta no sucedió; no obstante, experimenté un buen sentimiento y
comencé a creer…

“La experiencia me ha enseñado que el testimonio no sobreviene de repente, sino que va


creciendo, como dijo Alma, de la semilla de la fe: ‘…fortalecerá vuestra fe, porque diréis: Sé
que ésta es una buena semilla; porque, he aquí, brota y empieza a crecer’ (Alma 32:30). Si la
nutren, crecerá, pero si no la nutren, se secará (véase Alma 32:37–41).
“No se desilusionen si han leído y releído, y todavía no han recibido un poderoso testimonio,
quizás les ocurra como a los discípulos de los que se habla en el Libro de Mormón que se
hallaban llenos del poder de Dios en gran gloria ‘y no lo supieron’ (3 Nefi 9:20).
“Hagan lo mejor que puedan. Piensen en este versículo: ‘Y mirad que se hagan todas estas
cosas con prudencia y orden; porque no se exige que un hombre corra más aprisa de lo que
sus fuerzas le permiten. Y además, conviene que sea diligente, para que así gane el galardón;
por tanto, todas las cosas deben hacerse en orden’ (Mosíah 4:27)” (Liahona, mayo de 2005,
págs. 6, 8).

El élder David A. Bednar, describió las entrañables misericordias del Señor -

“Yo testifico que las entrañables misericordias del Señor son reales y que no ocurren al azar ni
por pura casualidad. Muchas veces, la hora exacta en la que el Señor muestra Sus entrañables
misericordias nos ayuda tanto a discernirlas como a reconocerlas.

“…las entrañables misericordias del Señor son las sumamente personales e individualizadas
bendiciones, la fortaleza, la protección, la seguridad, la guía, la amorosa bondad, el consuelo,
el apoyo y los dones espirituales que recibimos del Señor Jesucristo, por causa de Él y por
medio de Él. Verdaderamente, el Señor acomoda ‘sus misericordias a las condiciones de los
hijos de los hombres’ (D. y C. 46:15).
“…una de las maneras por las que el Salvador viene a cada uno de nosotros es por medio de
Sus abundantes y entrañables misericordias. Por ejemplo, al hacer frente, ustedes y yo, a los
desafíos y a las pruebas de la vida, el don de la fe y el apropiado sentido de confianza personal
que sobrepasa nuestra propia capacidad son dos ejemplos de las entrañables misericordias del
Señor. El arrepentimiento, el perdón de los pecados y la conciencia tranquila son ejemplos de
las entrañables misericordias del Señor; y la constancia y la fortaleza que nos permiten seguir
adelante con alegría [a pesar] de las desventajas físicas y las dificultades espirituales son
ejemplos de las entrañables misericordias del Señor” (Liahona, mayo de 2005, págs. 99–100).

El élder H. Ross Workman de los Setenta explicó que la murmuración consta de tres etapas,
cada una de las cuales conduce a la siguiente mediante un sendero que va en descenso -

. En primer lugar, cuando las personas murmuran, empiezan a cuestionar. Cuestionan primero
“en su propia mente y después planta[n] ese cuestionamiento en la mente de los demás”.
Segundo, los que murmuran empiezan “a racionalizar y a excusarse para no hacer lo que se les
[ha] indicado que deben hacer… De ese modo, excusa[n] su desobediencia”. Las excusas los
llevan al tercer paso: “Les da pereza seguir el mandamiento”.

“El Señor ha hablado en contra de esta actitud en nuestra época: ‘Mas el que no hace nada
hasta que se le mande, y recibe un mandamiento con corazón dudoso, y lo cumple
desidiosamente, ya es condenado’” (D. y C. 58:29).
“Les invito a centrarse en los mandamientos de los profetas vivientes que les incomoden más.
¿Cuestionan si el mandamiento se aplica a ustedes o no? ¿Encuentran ‘excusas’ convenientes
sobre el por qué no pueden cumplir con ese mandamiento ahora? ¿Se sienten frustrados o
irritados con los que les recuerdan esos mandamientos? ¿Son perezosos en cumplirlos?
Cuídense de los engaños del adversario. Cuídense de la murmuración” (véase Liahona, enero
de 2002, págs. 98–100).

Hacer socio a dios para cumplir sus mandamientos

El élder Bruce R. McConkie (1915–1985), del Quórum de los Doce Apóstoles, dio la siguiente
explicación: “Nefi hizo que Dios fuera su socio. Si fracasaba en su empresa [de conseguir las
planchas], Dios habría fracasado, y como Él no fracasa, era forzoso para Nefi el conseguir las
planchas o dar su vida en el intento”

El élder Bruce R. McConkie se valió de pasajes del Libro de Mormón para describir las planchas
de bronce y su importancia. Explicó que las planchas de bronce “eran ‘los anales de los judíos’
(1 Ne. 3:3), un registro de muchas de las profecías que se dieron en el principio de los tiempos
y que llegaba a incluir parte de las pronunciadas por Jeremías. Incluían la ley de Moisés, los
cinco libros de Moisés y la genealogía de los antepasados de los nefitas. (1 Ne. 3:3, 20; 4:15–
16; 5:11–14.)
“Contenían más de lo que tenemos ahora en el Antiguo Testamento. (1 Ne. 13:23.) Las
profecías de Zenoc, Neum, Zenós, José el hijo de Jacob y probablemente muchos profetas más
fueron preservadas en las planchas, y muchos de esos escritos predecían asuntos relativos a
los nefitas. (1 Ne. 19:10, 21; 2 Ne. 4:2, 15; 3 Ne. 10:17.)

“El valor que tenían las planchas de bronce para los nefitas no tiene precio. Fueron el
instrumento por el que pudieron preservar el idioma (1 Ne. 3:19), la mayor parte de la
civilización y también el conocimiento religioso del pueblo del que venían. (1 Ne. 22:30.) En
contraposición, los mulekitas, que salieron de Jerusalén unos once años después de la partida
de Lehi y que no tenían anales equivalentes a las planchas de bronce, pronto degeneraron en
la apostasía y la incredulidad, y perdieron su idioma, civilización y religión. (Omni 14–18.)
“De profeta a profeta y de una generación a otra, los nefitas preservaron y se fueron pasando
las planchas de bronce. (Mosíah 1:16; 28:20; 3 Ne. 1:2.) El Señor ha prometido hacerlas
aparecer en algún momento futuro, sin haber sido empañadas por el tiempo y con su fulgor
original, y los relatos de Escritura en ellas registrados irán ‘a toda nación, tribu, lengua y
pueblo’ (Alma 37:3–5; 1 Ne. 5:18–19)” (Mormon Doctrine, segunda ed., 1966, pág. 103).

1 Nefi 2: 11-13. Laman y Lemuel murmuraban y eran semejantes a los


judíos, que mataban a los profetas. Cuando murmuramos contra los
líderes y profetas ¿Somos esa generación que mata a los profetas?

6:6 La bendición para quienes no murmuran.

El élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó el significado de
aferrarse a la barra de hierro -

“Permítanme sugerir que el asirse a la barra de hierro supone vincular, con espíritu de oración,
las tres maneras de obtener agua viva que hemos analizado esta noche [leer, estudiar y
escudriñar].

“…El practicar regularmente los tres métodos produce un flujo más constante de agua viva, y
eso, en gran medida, es lo que quiere decir aferrarse a la barra de hierro…

“¿Estamos, tanto ustedes como yo, leyendo, estudiando y escudriñando las Escrituras
diariamente de una manera que nos permita asirnos a la barra de hierro…?” (“A Reservoir of
Living Water” [charla fogonera del SEI para jóvenes adultos, 4 de febrero de 2007], págs. 10–
11.

El élder Glenn L. Pace, de los Setenta, puso en contraste las normas de Dios con el
comportamiento de las personas que se encuentran en el edificio grande y espacioso -

“A aquellos de ustedes que se van acercando cada vez más al edificio grande y espacioso,
quiero decirles muy claramente que las personas de ese edificio no tienen absolutamente nada
más que ofrecerles que satisfacción instantánea y de corto plazo, inevitablemente ligada al
dolor y al sufrimiento a largo plazo. Los mandamientos que ustedes observan no los dio un
Dios desapasionado para impedir que se diviertan, sino un Padre Celestial amoroso que quiere
que sean felices mientras vivan en la tierra y también en la eternidad.

“Comparen las bendiciones del vivir la Palabra de Sabiduría con lo que tendrían si escogieran
divertirse con los del edificio grande y espacioso. Comparen la alegría del buen humor
inteligente y sensato con la risa tonta, vulgar y estridente del borracho. Comparen a las
jovencitas fieles que todavía se ruborizan con las que, tras haber perdido ese rubor, procuran
persuadirlos a unirse a su perdición. Comparen el elevar a las personas con el degradar a las
personas. Comparen la facultad de recibir revelación personal y guía en la vida con el ser
llevados por doquiera de todo viento de doctrina. Comparen el poseer el sacerdocio de Dios
con lo que vemos que sucede en el edificio grande y espacioso” (véase Liahona, enero de
1988, pág. 40).

El élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles, enseñó que los padres pueden
seguir el ejemplo de Lehi al tratar con hijos descarriados –

“También nosotros debemos tener la fe necesaria para enseñar a nuestros hijos y pedirles que
guarden los mandamientos, pero no podemos permitir que sus decisiones debiliten nuestra fe.
Nuestra dignidad no se medirá por la rectitud de nuestros hijos. Lehi no se vio privado de la
bendición de deleitarse con el fruto del árbol de la vida simplemente porque Lamán y Lemuel
no quisieron participar de él. [A veces], como padres, sentimos que hemos fallado si nuestros
hijos cometen errores o se desvían. Ningún padre que haga todo lo posible por amar, enseñar,
orar y velar por ellos habrá fracasado. Su fe, sus oraciones y esfuerzos serán consagrados para
el bien de sus hijos” (Liahona, mayo de 2004, pág. 88).

El élder David A. Bednar, del Quórum de los Doce Apóstoles, explicó que debemos evitar
todo lo que ofenda al Espíritu -

“El Espíritu del Señor [por lo general] se comunica con nosotros de manera tenue, delicada y
apacible…

“La norma es clara: si algo que pensamos, vemos, escuchamos o hacemos nos separa del
Espíritu Santo, entonces debemos dejar de pensar, ver, escuchar o hacer eso. Por ejemplo, si
algo que supuestamente es para nuestra diversión nos aleja del Espíritu Santo, entonces esa
clase de diversión no es para nosotros, puesto que el Espíritu no puede tolerar lo que es
vulgar, grosero o inmodesto y, por lo tanto, será obvio que esas cosas no son para nosotros.
Debido a que alejamos al Espíritu del Señor al participar en actividades que sabemos que
debemos rechazar, entonces sabremos que definitivamente ese tipo de cosas no son para
nosotros” (véase Liahona, mayo de 2006, págs. 29–30).

La palabra condescendencia se refiere a la acción voluntaria de descender a una dignidad o


rango inferior. El élder Gerald N. Lund, que previamente fue miembro de los Setenta, opinó
sobre cuán acertadamente esta palabra describe la venida del Salvador a la vida terrenal –

“Ahí estaba Jesús —un integrante de la Trinidad, el Primogénito del Padre, el Creador, el
Jehová del Antiguo Testamento— dejando atrás Su divina y santa posición, despojándose de
toda aquella gloria y majestuosidad para entrar en el cuerpo de una diminuta criatura,
indefensa y totalmente dependiente de Su madre y de Su padre terrenal. El que Él no viniese al
más magnífico de los palacios y fuese… colmado de joyas, sino que viniese a un humilde
establo resulta asombroso. No sorprende entonces que el ángel le dijera a Nefi: ‘¡Mira, y ve la
condescendencia de Dios!’” (Jesus Christ, Key to the Plan of Salvation, 1991, pág. 16).

1 Nefi 7:17 una oración, según nuestra fe en Jesucristo, puede librarnos


de ataduras (temporales y/o espirituales). Es lo que debemos gritar
cuando nos sintamos sujetados por problemas (nótese los signos de
exclamación en el versículo).
8:26-27 algunas personas en el edificio van los domingos a la iglesia a
juzgar al que se arrepiente y prueba del fruto.
11:17, 13:22 Nefi no sabe el significado de todas las cosas.

El profeta José Smith explicó que Lamán y Lemuel podían saber las cosas que Nefi y su padre
sabían, y que ese principio se aplica también a nosotros –

“Si todos pudiésemos ser de un corazón y ánimo, con fe perfecta, el velo bien podría partirse
hoy o la semana entrante o en cualquier otro momento” (véase Enseñanzas del Profeta José
Smith, comp. de Joseph Fielding Smith, 1954, pág. 3).

Nefi exhibió una gran humildad al acudir a su padre incluso después de que Lehi había
murmurado; Nefi seguía honrándolo. El presidente Ezra Taft Benson (1899–1994) contó una
experiencia que sirve para ilustrar el principio de buscar el consejo de nuestros padres, aun
cuando no sean perfectos -

“Hace algún tiempo, un joven vino a mi oficina a pedirme una bendición. Tenía
aproximadamente dieciocho años y algunos problemas. No eran problemas morales serios,
pero tenía pensamientos confusos y estaba preocupado. Me solicitó que le diera una
bendición.

“Yo le pregunté: ‘¿Alguna vez le has pedido a tu padre que te diera una bendición? Supongo
que tu padre es miembro de la Iglesia, ¿no es así?’.

“Él me contestó: ‘Sí, es élder, aunque bastante inactivo’.

“Cuando le pregunté: ‘¿Amas a tu padre?’, él contestó: ‘Sí, hermano Benson, es un buen


hombre y lo amo’. Luego agregó: ‘Pero él no cumple con sus obligaciones del sacerdocio como
debería. No asiste a la Iglesia regularmente, y no sé si paga sus diezmos. De todas maneras, es
un buen hombre, un buen proveedor, un hombre bondadoso’.

“Yo le dije: ‘¿Te gustaría hablar con él en alguna ocasión oportuna y preguntarle si estaría
dispuesto a darte una bendición de padre?
“‘Oh’, contestó. ‘Creo que la idea le asustaría’.

“Entonces le dije: ‘¿Estás dispuesto a intentarlo? Yo oraré por ti’.

“Él replicó: ‘Está bien; si es así, lo haré’.

“Unos días después, regresó a visitarme. ‘Hermano Benson’, me dijo, ‘ésa fue la experiencia
más dulce que mi familia ha tenido’. Apenas podía controlar sus emociones mientras me
contaba lo que había sucedido: ‘Cuando la oportunidad se presentó, le mencioné el asunto a
mi padre y él me contestó: “Hijo, ¿realmente quieres que te dé una bendición?”. Yo le dije: “Sí,
papá, me gustaría que lo hicieras”’. Entonces agregó: ‘Hermano Benson, mi padre me dio una
de las bendiciones más hermosas que uno podría pedir. Mi madre estuvo presente, sollozando
durante toda la bendición. Cuando él terminó, había entre nosotros un vínculo de aprecio y
gratitud y cariño que nunca había existido antes en nuestro hogar’” (véase Liahona, enero de
1978, págs. 39–40).

El élder Robert D. Hales, del Quórum de los Doce Apóstoles, nos aconsejó acudir al Señor
cuando nos enfrentemos a pruebas -

“¿Qué debía hacer? Nefi dice que hizo un arco y una flecha con la madera que tenía disponible,
tomó una honda y unas piedras y ‘le dije a mi padre: ¿A dónde debo ir para obtener
alimento?’. Es sencillo, ¿no es así?… Esto quiere decir que Nefi acudió a su padre y dijo: ‘Papá,
el Señor te ha bendecido. Tú eres Su siervo. Debo saber a dónde ir para conseguir alimento.
Papá, pregúntale tú, ¿sí?’. Ah, podría haberse puesto de rodillas él mismo. Podría haber
tomado las riendas.

“Considero ésta una de las lecciones de vida realmente significativas del libro, y, repito, las
páginas están repletas de lecciones así. Un hijo que tuvo la fuerza y humildad y hombría
suficientes para acudir a su titubeante superior y decir: ‘Pregúntale tú a Dios, ¿sí?’, porque de
alguna manera él sabía que ésa es la manera de hacer fuertes a los hombres; esa prudente
confianza hace hombres. Lehi le preguntó a Dios y Dios le dijo dónde, y el liderazgo de Lehi fue
restaurado” (Steps to Learning, Brigham Young University Speeches of the Year, 4 de mayo de
1960, pág. 7).

Lamán y Lemuel habían “dejado de sentir” y no podían “sentir” las palabras del Espíritu
Santo (1 Nefi 17:45). El élder Joseph B. Wirthlin (1917–2008), del Quórum de los Doce
Apóstoles, explicó que la falta de sensibilidad espiritual no es un problema únicamente de los
que han cometido pecados graves -

“Temo que algunos miembros de la Iglesia del Señor ‘vivamos muy por debajo de nuestros
privilegios’ con respecto al don del Espíritu Santo. Algunos se distraen con las cosas del mundo
que bloquean la influencia del Espíritu Santo y les impiden reconocer los susurros espirituales.
El mundo en el que vivimos es bullicioso y [ajetreado], pero recuerden que el estar ocupados no
significa necesariamente ser espirituales. Si no tenemos cuidado, las cosas de este mundo
pueden desplazar a las del Espíritu.
“Algunos están espiritualmente entorpecidos y han dejado de sentir debido a que han elegido
cometer pecados; otros simplemente se mantienen en un estado de despreocupación espiritual
sin ningún deseo de ser mejores ni de entablar comunión con el Infinito. Si abriesen sus
corazones a la influencia refinadora de este inefable don del Espíritu Santo, se desplegaría una
gloriosa y nueva dimensión espiritual; sus ojos contemplarían una perspectiva casi
inimaginable; sabrían por sí mismos las cosas del Espíritu, las cuales son exquisitas, preciosas y
capaces de ensanchar el alma, expandir la mente y llenar el corazón con gozo indescriptible”
(Liahona, mayo de 2003, pág. 27).

Nefi escribió que Jesucristo fue herido porque las personas de Su época lo juzgaron “como
cosa de ningún valor”. El Salvador no tuvo importancia para ellos, y lo consideraron como
algo que “no sirve más para nada, sino para ser… hollad[o] por los hombres” (Mateo 5:13). El
élder Neal A. Maxwell (1926–2004), del Quórum de los Doce Apóstoles, señaló que los
hombres hoy en día a menudo tienen la misma forma funesta de pensar –

“Mucha gente de nuestros días, al oír la pregunta ‘¿Qué pensáis del Cristo?’ (Mateo 22:42),
lamentablemente contestaría: ‘En realidad, ¡nunca pienso en Él!’” (Liahona, enero de 1996,
pág. 25).
En otra ocasión, el élder Maxwell enseñó que, sin importar lo que diga el mundo, debemos ser
firmes en nuestro testimonio del Salvador: “En el centro del plan del Padre está Jesucristo, el
Redentor del género humano. Sin embargo, como fue previsto, muchos juzgan a Jesús ‘como
cosa de ningún valor’ (1 Nefi 19:9), o ‘lo consideran’ sólo ‘como hombre’ (Mosíah 3:9). Aunque
ellos nieguen o desechen a Jesús, para nosotros ¡Él es nuestro Señor y Salvador!
Relativamente, hermanos y hermanas, importa muy poco lo que se piense de nosotros, pero
importa mucho lo que nosotros pensemos de Él; también importa muy poco lo que los demás
digan que somos; lo que importa es quién decimos nosotros que es Jesús” (Liahona, julio de
1984, pág. 31).

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