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EL SENTIDO DE LAS MEDITACIONES DEL PECADO

1. En el “Principio y Fundamento” nuestra atención se ha


orientado, iluminada por la fe al amor creador del Señor. Y
hemos aprendido a vernos como los testigos y
evangelizadores de la Buena Noticia que se nos ha dado en
Jesús:

“… les traigo una buena noticia, que será motivo de gran


alegría para todos. Hoy les ha nacido en el pueblo de David
un salvador, que es el Mesías, el Señor”: Lucas 2,10-11

2. Pero, para que la experiencia de nuestros Ejercicios


Espirituales sea real, para que entendamos de veras lo que
significa que Jesús sea nuestro Salvador; y para que en Él –
como Ignacio- seamos apóstoles, necesitamos tomar
conciencia de nuestra pobreza personal y colectiva y del
profundo amor que Jesús nos tiene. En otras palabras, de su
misericordia.
3. El Antiguo Testamento veía el pecado como una traición al
amor (adulterio), a la Alianza entre Dios y el hombre. El
pecado causaba terribles consecuencias. En “anti-Génesis”,
el pecado manifiesta la no respuesta de amor del hombre a
Dios como a través de un “crescendo”:

Génesis 3: Adán y Eva: El hombre contra Dios.


Génesis 4: Caín y Abel: El hombre contra el hombre.
Génesis 6,5-8: La corrupción de la sociedad.
Génesis11: Babel o la interrupción entre las
comunicaciones interculturales e
interraciales.
4. Con Jesús, la hondura del pecado aparece todavía más
claramente. Habla de él como los judíos de su tiempo.
Pecador es el que no vive la Alianza. Pero Jesús, al
denunciar el pecado, descubre sus mismas raíces, que están
en el corazón del hombre. En Mateo 15,10-20 se lee:
“Escuchen y entiendan: lo que entra por la boca del
hombre no es lo que lo hace impuro. Al contrario, lo que
hace impuro al hombre es lo que sale de su boca”.

Y, explicando la parábola a sus discípulos, Jesús les dice:

“Pero lo que sale de la boca viene del interior del hombre;


y eso es lo que lo hace impuro. Del interior del hombre
salen los malos pensamientos, los asesinatos, el adulterio,
la inmoralidad sexual, los robos, las mentiras y los
insultos” Mateo 15,18-19.

Esos pecados no son entonces sino el “síntoma” del pecado,


de la podredumbre que tenemos en nuestro corazón:

“De lo que abunda en el corazón habla la boca” Mateo


12,34

San Pablo se sitúa en la misma línea de Jesús:

“… yo soy débil, vendido como esclavo al pecado… Porque


yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza débil, no reside
el bien; pues aunque tengo el deseo de hacer lo bueno, no
soy capaz de hacerlo… “ Romanos 7,8-25.
5. Podemos, entonces, describir el pecado como una búsqueda
generalizada de nuestro propio interés, de lo que es
completamente opuesto a los intereses de Dios: a su Alianza
de amor con los hombres en Jesús.
6. San Ignacio, en los Ejercicios Espirituales, arranca del
pecado cometido por otros, para llegar luego hasta mi propio
pecado. La primera consideración nos hace solidarios; la
segunda, evita el que nos disculpemos: cada uno de nosotros
es un eslabón más en esa cadena.

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