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Aprender de Jesús
El aspecto más importante del magisterio de Jesús fue la autoridad con la que enseñaba. Los demás
maestros de Israel enseñaban a partir de la tradición, mientras que él lo hacía en su propio nombre:
“Habéis oído que se dijo a los antiguos… Pero yo os digo…” (Mateo 5,33). Y así, mientras otros
maestros terminaban su instrucción con el “Amén”, para referirse a la autoridad de Dios, Jesús
comenzaba sus instrucciones con “Amén, yo os digo” para afirmar su propia autoridad. No es extraño
que la gente se asombrara con su enseñanza, y que los otros maestros se molestaran con su estilo de
enseñar.
Jesús comenzó su magisterio en la sinagoga de Nazaret, su pueblo natal. Algunas veces enseñaba en
las sinagogas, pero sobretodo lo hacía al aire libre. Sus clases eran los caminos, la orilla del lago, las
colinas y las calles de los pueblos.
Esta circunstancia atraía una gran variedad de oyentes: jóvenes y viejos, creyentes y no creyentes,
judíos, griegos, romanos, instruidos e ignorantes, trabajadores y maestros. Para captar la atención de
un auditorio tan variado y conseguir que recordaran su mensaje, Jesús usaba varias técnicas
pedagógicas.
Esta semana nos fijaremos en una parte de esta enseñanza de Jesús, tal y como viene relatada en el
Sermón del Monte (capítulo 5 de San Mateo).
Pide la gracia de una total apertura a las enseñanzas de Jesús, a fin de responder a ellas con un corazón
generoso.
Caryll Houselander
Las pequeñas bienaventuranzas
Dichosos seréis si tomáis en serio las cosas pequeñas y afrontáis con calma
las grandes:
llegaréis muy lejos en la vida.