Sei sulla pagina 1di 22

Àràbá.

Mayor de los sacerdotes de Ifá que es iniciado en los Misterios que


están asociados con la protección del Espíritu de las Enfermedades
Infecciosas (Babaluàiyé).

CONCEPTOS YORUBAS A TENER EN CUENTA


Àjàlá-mòpin. Uno de los Espíritus que forman la cabeza y la conciencia de
cada nuevo niño nacido.
àjò l'ayé. Viaje a través del mundo, el espectro completo de la experiencia
personal de una persona.
ajomisanra. El rocío eterno, una referencia simbólica a la fuente de vida o
la fuente espiritual de rejuvenecimiento físico.
akòja. Cumplimiento, el propósito de seguir el destino de uno.
A-kò–mò–ó-tan. Nombre de alabanza para el Espíritu del Destino
(Òrùnmílà), significa: "No Tener Conocimiento Pleno de Usted es Fallar."
àkúnlèyàn. Destino selecto, o el acto de testamento libre. (VOLUNTAD
àkúnlègbà. Destino que se altera por el testamento libre. (Acción
àyànmó. Destino, la creencia de Ifá que cada persona viene al Mundo
teniendo un acuerdo con la Creación respecto al destino que será
experimentado durante un tiempo de vida dado.
àyànmó–ìpín. Destino, la creencia de Ifá que cada persona viene al Mundo
teniendo un acuerdo con la Creación respecto al destino que será
experimentado durante un tiempo de vida dado. (profecía
bambi. Guíeme, o volver a nacer, puede referirse al re-nacimiento
espiritual. Bambi, nombre para el Espíritu del Relámpago (Sàngó),
significa: " Renazca Espiritualmente."
Ejufiri. El Espíritu que forma la conciencia, la creación de la fuerza interna.

Alááànù. Espíritu que ayuda de conciencia y a priori al nacimiento,


significa: "El Misericordioso"
amòye. Sabio superior, el que puede dar buen concilio y consejo.
Alásotele. Profeta, uno que puede ver el futuro.
amotélè. Habilidad de ver en el futuro, la clarividencia.
Alúdùndun Òrun. Guardián del destino personal en el Reino de los
Antepasados, la Fuente del destino personal.
amomotán. El conocimiento imperfecto, la percepción finita humana de lo
infinito.
anípé. Uno que tiene abundancia en todas las cosas, uno que ha cumplido
su destino.
apàrá-inù. Conciencia.
Àparì–inù. Espíritu interno
àpeere. Perfección o realización, la meta del crecimiento espiritual y el
desarrollo.
àse. Poder espiritual, fuerza dinámica que brinda “Estar en el Universo”, la
palabra también se usa al final de oraciones que significan: "para que es la
primavera de la vida. Se piensa que la frase es una invocación en lugar de
una demanda.
àsèhindè. Reencarnación esperada de un superior venerado.
àsotélè. Profecía, uno que predice el futuro basado en una valoración de
las circunstancias actuales.
asoyé. Ser interno o el verdadero significado de una cosa o evento, explica
que el propósito de la adivinación de Ifá es descubrir el verdadero
significado de las circunstancias.
Àtè-ìká-ení. Refiere a toda la Creación, significa: "la estera que no puede
rodarse."
àtúnbi. Nació de nuevo, la palabra en Ifá usada para la reencarnación física.
àtúnwá. Renacimiento del carácter, la palabra en Ifá usada para la
reencarnación del alma.
elekejieni. Espíritu doble, la espiritualidad más alta.
elènìní. Espíritus elementales que bloquean el crecimiento humano, ellos
normalmente se generan por la acción del miedo.
elétùtu. Una persona que hace una ofrenda para elevar su espíritu interno.
èro. Persona en una peregrinación espiritual.
èmí. Aliento, respiración, también se refiere al alma humana.
Èmí Òrìsà. Espíritu de una Fuerza en la Naturaleza (Òrìsà).
Èmí Mimo. Espíritu del Creador.
fifaragbò. La encarnación, la creencia en las almas que retornan a la tierra
en cuerpos diferentes.
Ifáyelele. Aineación con el destino personal.
ìgòkè. Crecimiento espiritual o desarrollo, la consecuencia de estar en
alineación con el destino personal.
ìjo - ara - eni – lójú. Concepto de ego, el ego consciente,
ìmáwò - ara. La encarnación, el estado actual de reencarnación.
imorí. La adivinación de Ifá realizada para determinar qué Fuerza en la
Naturaleza (Òrìsà) guía la conciencia de un individuo.
ìpàkó. La base del cráneo, la parte de atrás del cuello, también se refiere al
centro de poder espiritual que une la cabeza y el corazón, o la mente y las
emociones.
ipin. Guardian.
ìpín. El destino, también se refiere a una substancia espiritual que se
proyecta de los ojos durante los estados del alternante de conciencia.
ipin ijeun. Espíritu que vive en el estómago.
Ìpònrí. El ego más alto, descrito en la escritura de Ifá, como el espiritu doble
de una persona que vive en el Reino de los Antepasados (Ìkòlè Òrun).
Iponri. La Fuerza en la Naturaleza (Òrìsà) es quien guía la conciencia de un
individuo en particular.
Ipò – okú. La casa ancestral de la sombra espiritual de una persona (ojiji),
lugar dónde el espíritu del difunto espera si no recibe la elevación
apropiada.
Ìpòrí. El Espíritu del Dedo Grande del Pie, en Ifá los Antepasado
reverenciaban el dedo grande del pie que es el lugar dónde la conciencia
personal (Orí) forma un eslabón con la conciencia Ancestral (Orí Egún).
ìwà. El carácter, según Ifá la cualidad que define el crecimiento espiritual y
el destino.
ìwà – àgba. El carácter de un superior.
kàdárà. Destino.
Korí. Espíritu que crea la calabaza del ego interno. Normalmente le rinden
culto los niños pequeños.
làí – làí. El principio del tiempo, también se refiere a un estado místico en
que la persona experimenta una conexión con la Fuente del Ser
(Olódùmarè).
Mágbéèmitì. Espíritu que forma la conciencia.
Olóore. Espíritu que forma la cabeza de los niños antes del nacimiento.
Olorí. Espíritu que organiza la conciencia personal, el Espíritu guardián.
orí. El Espíritu de la Conciencia, también la cabeza de los mediums en el
uso común.
orí – àpeere. Los modelos de conciencia.
orí – àpéré. El destino personal.
orí – fífó. El dolor de cabeza.
orí – gbóná. Cabeza caliente, significa cabeza templada.
orígun mérèèin ayé. Las cuatro direcciones de la Creación.
orí ibi. Falta de alineación con el destino personal, la mala suerte, el
infortunio.
orí ire. La alineación con el destino personal, suerte buena, la buena
fortuna.
orin. Canción.
orí inú. El ego interno.
oríkì. Poema de alabanza, la invocación al espíritu, significa: "Alabando la
Conciencia."
Òrìsà orí. El espíritu de la conciencia personal.
Osun. El Espíritu que protege la conciencia individual.
Sàaragaá. Espíritu que forma la conciencia (Orí), significa: "El lugar de
Extraña Singularidad."
Sùngbèmi. Espíritu que forma la conciencia (Orí), significa: "Sea más
Íntimo a mí."
Según Diccionario Demonológico
Destino: La predeterminación o el destino a seducido a los
hombres que han achacado a la suerte sus desgracias y sus
faltas y se han echo por decirlo así esclavos, ignorantes
arrastrados al mal y al bien por una fuerza indomable, se han
visto 1000 literatos desdichados y se ha dicho que su
destino era fatal, siendo así que los limites de la fortuna que
no buscan a los que la descuidan, tal hombre es desgraciado
en sus empresas y clama contra el destino cuando no
debería quejarse de si mismo, el infortunio se prolonga en
las almas débiles a las cuales la primera desdicha les quita
el valor y la fuerza de prevenir la segunda.

Según Diccionario Básico 5000 palabras extrañas


preceder Ir delante en orden, lugar o tiempo. preceptista
Persona que da o enseña reglas y métodos, o que se atiene
a ellos. preceptiva Conjunto de preceptos o normas
aplicables a una determinada materia. preceptivo Que
contiene preceptos. precepto Norma jurídica o disposición
de carácter general que manda hacer algo. preceptor
Persona que enseña, especialmente la encargada de la
educación de niños en casa. preceptuar Dar o dictar
preceptos. preces Ruegos. Preciado.
predecir Anunciar un hecho que ocurrirá en el futuro.
diccionariobasicoespanolde5000entradas
predestinación Determinación anterior de una cosa.
predestinado de predestinar. predestinar Destinar
anticipadamente para un fin. predeterminar Determinar con
anticipación una cosa, decidirla de antemano. predicable En
lógica, lo que se puede afirmar o decir de un sujeto,
especialmente los conceptos universales, como género,
especie, diferencia, individuo y propio. predicación
Según Diccionario de los sueños
Predicador:
-Si somos creyentes presagia una ayuda providencial,
consuelo, incremento de bienes materiales y espirituales.
-Si no somos creyentes, anuncia males y calamidades salvo
que nos hablen, en cuyo caso anuncia el fin de nuestros
males

Según Diccionario Vine


PRECEDER fthano (fqavnw), con antelación, por anticipado,
llegar antes. Se traduce «no precederemos» en 1 Ts 4.15
(RV: «no seremos delanteros»), donde la negación, ou me,
es enfática: «en absoluto», «de ninguna manera» (cf. NO, Nº
6). Véanse ALCANZAR, Nº 11, LLEGAR, Nº 19, VENIR.
PRECEPTO dogmatizo (dogmativzw), relacionado con dogma
(véase DECRETO), significa, en la voz media, someterse uno
mismo a un precepto (Col 2.20: «os sometéis a preceptos»).
En la LXX, Est 3.9; en algunos textos, Dn 2.13,15.
PREDESTINAR proorizo (proorivzw), (pro, por anticipado;
orizo, determinar; cf. DETERMINAR, Nº 3), denota determinar
por anticipado, ordenar por adelantado, «habían antes
determinado» (Hch 4.28); «predestinó» (Ro 8.29,30; 1 Co
2.7); Ef 1.5: «habiéndonos predestinado»; v. 11: «habiendo
sido predestinados». Véase DETERMINAR, Nº 4. Notas: (1)
Este verbo debe ser distinguido de proginosko, conocer con
antelación. Este último se refiere especialmente a las
personas conocidas por Dios con antelación; proorizo se
refiere especialmente a aquello a lo que son predestinados
los objetos de su conocimiento anticipado. (2) Para «ha
predestinado» en Hch 22.14 (RV), véanse ESCOGER, Nº 5,
ANTES, B, Nº 14, ANUNCIAR, Nº 13.
PRESCIENCIA prognosis (provgnwsi"), conocimiento
anticipado (véase ANTICIPADO). Se traduce «presciencia»
en 1 P 1.2.
PRIMICIA(S)
LA GLORIA DEL DIOS 3 VECES SANTO -
http://falconeris.blogspot.com/

1357
aparque (ajparchv), denota, primariamente, una ofrenda de
los primeros frutos (relacionado con apercomai, hacer un
comienzo; en sacrificios, ofrecer primicias). «Aunque el
término castellano se encuentra en plural en todos los
pasajes en que aparece, a excepción de en Ro 16.5, «primer
fruto» (RV, «las primicias»), el término griego es siempre
singular. Con él se traducen dos términos hebreos, uno que
significa la parte principal (p.ej., Nm 18.12; Pr 3.9); el otro,
los primeros frutos en madurar de un árbol o de una siembra
(p.ej., Éx 23.16; Neh 10.35); se encuentran juntos, p.ej., en
Éx 23.19: «las primicias de los primeros frutos». «Este
término se aplica en lo espiritual: (a) a la presencia del
Espíritu Santo con el creyente como primicias de la plena
cosecha de la cruz (Ro 8.23); (b) al mismo Cristo en
resurrección en relación con todos los creyentes que han
dormido (1 Co 15.20,23); (c) a los primeros creyentes de un
país en relación a sus compatriotas posteriormente
convertidos (Ro 16.5; 1 Co 16.15); (d) a los creyentes de esta
era en relación con todo el conjunto de los redimidos (2 Ts
2.13, véase Nota más abajo; y Stg 1.18). Cf. Ap 14.4» (de
Notes on Thessalonians, por Hogg y Vine, p. 271). Notas: (1)
En Stg 1.18, la frase que dice, lit., «como una primicia»
(RVR77: «como primicias») sugiere un cierto defecto, por
parte de aquellos mencionados, en relación con lo que
pudieran ser. (2) En 2 Ts 2.13 hay, en lugar de ap<arques,
«desde el principio», una lectura alternativa, bien apoyada,
aparquen, esto es, «Dios os eligió como primicias».
PROFETIZAR, PROFECÍA, PROFÉTICO
A. NOMBRE
profeteia (profhteiva), significa la proclamación de la mente
y consejo de Dios (pro, delante; femi, hablar: véase
PROFETA); en el NT se utiliza: (a) del don (p.ej., Ro 12.6; 1
Co 12.10; 13.2); (b) ya del ejercicio del don, ya de aquello
que es profetizado (p.ej., Mt 13.14; 1 Co 13.8; 14.6,22 y 1 Ts
5.20; 1 Ti 1.18; 4.14; 2 P 1.20,21; Ap 1.3; 11.6; 19.10;
22.7,10,18,19). «Aunque mucha parte de la profecía del AT
era puramente predictiva, véase, p.ej., Mi 5.2, y cf. Jn 11.51,
la profecía no es necesariamente, y ni siquiera
primariamente, predicción. Es la declaración de aquello que
no puede ser conocido por medios naturales (Mt 26.68), es
la proclamación de la voluntad de Dios, tanto si es con
referencia al pasado como al presente o al futuro, véanse
Gn 20.7; Dt 18.18; Ap 10.11; 11.3.
LA GLORIA DEL DIOS 3 VECES SANTO -
http://falconeris.blogspot.com/

1369

»En pasajes tales como 1 Co 12.28; Ef 2.20, los «profetas»


son puestos después de los «apóstoles», por cuanto no son
los profetas de Israel los allí mencionados, sino los «dones»
del Señor ascendido (Ef 4.8,11; cf. Hch 13.1); el propósito del
ministerio de estos profetas era el de edificar, consolar y
alentar a los creyentes (1 Co 14.3), en tanto que su efecto
sobre los incrédulos era el de mostrar que los secretos del
corazón del hombre son conocidos por Dios, para convencer
de pecado, y constriñendo a la adoración (vv. 24,25). »Con
el cierre del canon de las Escrituras es evidente que la
profecía se ha acabado (1 Co 13.8, 9). El maestro ha tomado,
en su medida, el lugar del profeta, cf. el significativo cambio
en 2 P 2.1. La diferencia es que en tanto que el mensaje del
profeta era una revelación directa de la mente de Dios para
la ocasión, el mensaje del maestro es tomado de la
revelación finalizada, las Escrituras» (de Notes on
Thessalonians, por Hogg y Vine, pp. 196-197).
B. Verbo
profeteuo (profhteuvw), ser profeta, profetizar. Se utiliza: (a)
con el significado primario de proclamar los consejos
divinos (p.ej., Mt 7.22; 26.68; 1 Co 11.4,5; 13.9; 14.1, 3-
5,24,31,39; Ap 11.3); (b) de predecir el futuro (p.ej., Mt 15.7;
Jn 11.51; 1 P 1.10; Jud 14).
C. Adjetivo
profetikos (profhtikov"), de la profecía, o relacionado con
ella, o procediendo de un profeta, profético. Se utiliza de las
Escrituras del AT (Ro 16.26: «de los profetas», RV, RVR,
RVR77, VM, LBA; Besson: «proféticos»); 2 P 1.19: «la palabra
profética más segura», o sea, confirmada por la persona y
obra de Cristo.

Según Diccionario Nelson


PREDESTINACIÓN → ELECCIÓN .
PROFECÍA, PROFETAS Entendido como «la interpretación
de la historia que halla el significado de la misma solo en
términos del interés, el propósito y la participación divina»
( IDB ), puede decirse que el profetismo comienza con
Moisés y que se refleja en la mayoría de los escritos bíblicos.
Aunque hallamos en otros pueblos ciertos fenómenos
emparentados, en ninguno se halla la profundidad e
influencia del profetismo bíblico. La razón es evidente: todo
el Antiguo Testamento mira hacia el porvenir. Basado en lo
que Dios ha hecho y dicho en el pasado, proclama la espera
del cumplimiento pleno de esas promesas. El «día de
Jehová» anima no solo los libros proféticos sino también los
históricos y los poéticos. El mismo Pentateuco, basado en
el éxodo y el pacto del Sinaí, entrevé el tiempo en que Israel,
libre de toda esclavitud, será la nación santa del Dios santo.
El Nuevo Testamento, a su vez, ve en Jesucristo y su
iglesia el cumplimiento de aquella promesa y por ello valora
altamente la profecía del Antiguo Testamento; se extiende
hacia la plena realización del Reino, la parusía del Señor, y
afirma así una dimensión profética propia.
Terminología
El término hebreo, nabi , traducido «profeta»,
probablemente se deriva de una raíz que significa
«anunciar» o «proclamar». El Antiguo Testamento lo aplica
a una variedad de personas ( Gn 20.7 ; Éx 7.1 ; 1 R 17–19 ;
Mal 4.5 ).
Foto de Howard Vos
Esta inscripción en la ciudad de Tiro contiene los nombres
de nueve generales griegos que acompañaron a Alejandro
Magno cuando destruyó la ciudad aproximadamente en 333
a.C. Más de doscientos años antes, Ezequiel profetizó la
destrucción de Tiro ( Ez 26.1–5 ).
Orígenes
Es sumamente discutido el origen del profetismo en Israel y
su posible relación con otros fenómenos semejantes. Varios
pasajes hablan de «videntes» y 1 Samuel 9.9 sugiere que así
se le llamaba originalmente al profeta. Además, había un
profetismo «extático» (en trance o posesión) en las
religiones cananeas (cf. 1 R 18.20–40 ), y es posible que
hubiera alguna relación entre este fenómeno y algunas
manifestaciones en Israel ( 1 S 19.18–24 ). Por otra parte, los
grandes profetas (Isaías, Amós, Jeremías) tenían
experiencias extáticas (extraordinarias tanto para su
tiempo como para nosotros), en las que hallaban un acceso
especial a la «palabra de Jehová» y esta llevaba en sí misma
una singular señal de autenticidad divina. Indudablemente
no se trataba de un trance de absorción, sino de una
concentración próxima a la oración, en la que la «palabra»
recibida era meditada y articulada por el profeta en un
mensaje ( Is 10.6ss ).
También se ha discutido mucho la relación de los profetas
con el culto. Aunque había «bandas» proféticas en los
lugares de culto (como en los santuarios no jehovistas), los
profetas del Antiguo Testamento no parecen pertenecer a
ellas y en algunos casos evidentemente repudiaron esta
dudosa institución ( Jer 29.26–30 ). Entre estos profetas de
santuario, ocupados de los detalles y pequeños problemas
políticos, y el profeta bíblico, con su visión de la acción de
Dios en la historia, había una enorme diferencia. Sin
embargo, es erróneo pensar, basándonos en unos pocos
pasajes tomados aisladamente ( Am 5.21–24 ; Is 1.11 , 12 ,
14–17 ), que los grandes profetas se oponían al culto del
templo y al sacerdocio, o a toda religión institucionalizada.
Se trataba, más bien, de la crítica a la corrupción del culto,
ya fuera por la idolatría o por la injusticia: «No puedo
aguantar iniquidad y día solemne» ( Is 1.13 , VM ofrece la
traducción más correcta). Los profetas conocen el culto y a
menudo citan su ritual, himnos y oraciones. Algunos
(Jeremías, Ezequiel) vienen de un trasfondo sacerdotal y
otros (Habacuc, Nahum, Joel) muy probablemente
participaban en el culto.
En los libros proféticos de la Biblia tenemos la obra directa
de los propios profetas ( Is 30.8 ; Jer 29.1s , entre otros
pasajes, muestran que los profetas escribían y no solo
anunciaban verbalmente sus oráculos). También hay casos
de un testimonio indirecto, como el de Baruc, secretario de
Jeremías ( Jer 36 ). Y finalmente, existían escuelas de
discípulos de un profetas (por ejemplo, Is 8.16 ; cf. 50.4 ) los
cuales compilaban sus mensajes.
Foto de Howard Vos
Un almendro completamente florecido en Palestina. El
profeta Jeremías tuvo una visión de un almendro florecido,
simbolizando el juicio venidero de Dios contra su pueblo en
pecado ( Jer 1.11–12 ).
Según Diccionario Biblíco
PARÁBOLA. Es una comparación en forma de historia. Muchas veces,
en la parábola las cosas suceden precisamente lo contrario de lo que la
gente esperaba; y es que no siempre vemos las cosas como Dios las ve.
La parábola hace pensar, balancea ciertas convicciones que no vienen de
Dios; lleva a encarar la vida desde un punto de vista NUEVO. Por eso, sólo
entiende la parábola quien se abre a Dios, quien tiene fe.
PRIMICIAS. La vida pertenece a Dios. De todo ser vivo, el primero que
nace es “devuelto” simbólicamente a Dios. Cuando se trata de plantas, sus
primeros frutos se llaman primicias; en el caso de hombres o animales
reciben el nombre de PRIMOGÉNITOS. Hermoso el sentido figurado de la
palabra en Rom 16, 5; 1 Cor 16, 15. Ver PENTECOSTÉS.
PROFETA. Para muchos es una persona que predice el futuro. Pero no
es así como lo entiende la Biblia. El término tomó sentidos diversos a lo
largo de los siglos; y hay diversas palabras hebreas para designar al
profeta. Poco a poco prevaleció la imagen del profeta como hombre lleno
del Espíritu de Dios, que a la luz de la fe ve la situación en que vive,
anuncia la palabra de Dios y denuncia el pecado. En esta línea, ser profeta
no es profesión ni cargo oficial: es una vocación, muchas veces en
conflicto con instituciones y autoridades. Ver PURO.
PROFÉTICOS. Son los libros escritos por profetas. Estos libros tienen
dos mensajes fundamentales. El primero viene de los profetas que vivieron
antes del destierro de Babilonia y exige conversión para que se cambie
totalmente el sistema y no caiga sobre el país el JUICIO DE DIOS. El
segundo es el de los profetas del Exilio y después del Exilio y son cantos
de esperanza y estímulo. Son los cantos del consuelo. Ordinariamente, los
profetas se dividen en mayores y menores, de acuerdo con la extensión
de sus escritos. Profetas mayores: ISAÍAS, JEREMÍAS, EZEQUIEL Y
DANIEL. Profetas menores: BARUC, OSEAS, JOEL, AMOS, ABDÍAS,
JONÁS, MIQUEAS, HABACUC, NAHUM, SOFONÍAS, AGEO, ZACARÍAS
Y MALAQUÍAS.
nom, PREDICACIÓN ver, ECLESIASTÉS, DESCENSO (de Cristo a los
infiernos). vet, (gr.: «kerygma»). Se usa en el NT de «un anuncio», o «un
dar a conocer», sin conllevar necesariamente la idea de una predicación
formal como se entiende la palabra en la actualidad. Cuando la Iglesia en
Jerusalén padeció persecución, todos se dispersaron, excepto los
apóstoles, y fueron por todas partes «anunciando el evangelio» (Hch. 8:1-
4). En Eclesiastés, Salomón se denomina a sí mismo «el predicador» (Ec.
1:1; véase ECLESIASTÉS). De Noé se afirma que fue «pregonero de
justicia» (2 P. 2:5). Pablo fue designado como predicador (heraldo) (1 Ti.
2:7; 2 Ti. 1:11; cfr. 1 Co. 9:27). A Dios le plació «salvar a los creyentes por
la locura de la predicación» (1 Co. 1:21). Dios se sirve de la predicación,
del anuncio de las buenas nuevas, para dar a conocer Su amor y la obra
del Señor Jesucristo. «¿Cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y
cómo oirán sin haber quién les predique?... ¡Cuán hermosos son los pies
de los que anuncian la paz, de los que anuncian buenas nuevas!» (Ro.
10:14-15). La importancia de la predicación viene subrayada con las
siguientes palabras: «La fe es por el oír, y el oír, por la palabra de Dios»
(Ro. 10:17). El objeto central de la predicación o proclamación cristiana es
la persona y la obra del Señor Jesucristo, Dios manifestado en carne,
muerto por nuestros pecados, y resucitado para nuestra justificación (Jn.
1:1, 14; 1 Ti. 3:16; Ro. 4:25) ,y que volverá para juzgar al mundo con
justicia (Hch. 17:31; 24:25); estrechamente relacionada con esta
proclamación está la instrucción dada al cristiano de la promesa de su
recogimiento por Cristo (Jn. 14:1-4; 1 Ts. 4:13-18; Ap. 22:20), lo que
constituye la esperanza presente del cristiano y su móvil para agradar al
gran Dios y Salvador Jesucristo, que se dio a Sí mismo para rescatamos
y purificarnos (Tit. 2:11-14). Acerca de la predicación «a los espíritus
encarcelados», véase DESCENSO (DE CRISTO A LOS INFIERNOS).
nom, Pnom, PRESCIENCIA tip, DOCT vet, (gr.: «prognõsis»). Un
conocimiento de personas y circunstancias antes de que existan. Es uno
de los atributos divinos de Dios por el cual le son conocidas las personas
y determinados los eventos por adelantado. Se trata de un poder
totalmente más allá de la capacidad de comprensión de la mente humana.
El nombre «prognõsis» se traduce «anticipado conocimiento» (Hch. 2:23)
y «presciencia» (1 P. 1:2). El verbo relacionado, «proginõskõ», se traduce
variamente: «antes conoció» (Ro. 8:29); «desde antes conoció» (Ro.
11:2); «ya destinado» (1 P. 1:20); «sabiéndolo de antemano» (2 P. 3:17).
Se ha de señalar que la presciencia de Dios no elimina en absoluto la
capacidad del hombre como agente moral responsable (Ro. 1:18-2:6).
nom, PRESENTE, DON tip, LEYE ver, CARISMAS, ESPÍRITU SANTO,
LENGUAS (Don de), MILAGROS, SANIDAD (Don de) vet, (En el AT se
usa muy frecuentemente el término «presente», aunque también se usa
«don», que es utilizado con mayor frecuencia en el NT.) Los padres daban
presentes a sus hijos (Gn. 25:6), daban dote a su hija al casarse (Jue.
1:15); el prometido daba un presente al padre de la novia (Gn. 34:12); los
invitados a las bodas llevaban presentes (Sal. 45:12). Los hombres de
buena voluntad intercambiaban presentes, y hacían dádivas a los pobres
(Est. 9:22); se ofrecían a los grandes con el fin de conseguir su favor (Pr.
18:16). Estaba prohibido comprar a los jueces mediante presentes (Éx.
23:8; Dt. 16:19; Pr. 29:4). Los soberanos recompensaban a los que les
habían hecho un servicio (Dn. 2:48), y mostrabanlargueza hacia sus
súbditos para alegrarlos (Est. 2:18). Los reyes recibían los tributos de sus
súbditos (2 S. 8:2, 6; 2 Cr. 26:8; Sal. 45:12; 72:10; Mt. 2:11). El desempeño
del culto público generaba unos gastos que tenían que ser mantenidos con
ofrendas (Mt. 5:23, 24; 8:4; Lc. 21:5). En Oriente siguen dándose estos
hábitos de liberalidad. El «don de Dios» es la vida eterna en Jesucristo (Jn.
4:10; Ro. 6:23). Cristo ha dado dones a los hombres (Ef. 4:8). No sólo ha
abierto un camino que conduce a Dios, permitiendo que los hombres se
presenten ante Él, el Santo y Justo, sino que ha conseguido para ellos los
dones del Espíritu Santo (Jn. 14:16; 16:6; Hch. 2:38), que se manifiestan
en el corazón y en la vida de los creyentes en el arrepentimiento (Hch.
5:31), la fe (Ef. 2:8), el amor (Ro. 5:5), el gozo, la paz, la paciencia, la
benignidad, la bondad, la mansedumbre y la templanza (Gá. 5:22-23). Así,
todas las virtudes cristianas son el fruto del Espíritu, un don de Su parte.
Dios da asimismo diferentes dones a Su Iglesia, calificando a hombres que
puedan contribuir a su edificación (Ro. 12:6; 1 Co. 7:7; 12:4-9; Ef. 4:7-16).
(Véanse CARISMAS, ESPÍRITU SANTO, LENGUAS [DON DE),
MILAGROS, SANIDAD [DON DE].)
, PRIMICIAS tip, CALE LEYE vet, (a) Así como Dios afirmaba Su
propiedad de los primogénitos de hombre y animales, igualmente
demandaba los primeros frutos de las labores en el campo (Éx. 23:16, 19),
como reconocimiento de Dios como el dador de ellos y en muestra de
agradecimiento por Sus dones. Todos los varones tenían que presentarse
tres veces al año ante Dios, y eran en el tiempo: de la cosecha de la
cebada (en la Fiesta de los Panes sin Levadura); del trigo (en la Fiesta de
las Semanas) y en la vendimia (la Fiestas de las Cabañas) (Éx. 23:16, 19;
34:22, 26; Dt. 18:4; 26:10; Ez. 58:14). (b) De los cristianos se afirma que
tienen las primicias del Espíritu: tienen la prenda de una bendición futura
aún más grande (Ro. 8:23; 2 Co. 5:5; Ef. 1:14). (c) Los reunidos a Dios en
cualquier dispensación reciben el nombre de primicias (Ro. 11:16; 16:5; 1
Co. 16:15; Stg. 1:18; Ap. 14:4). (d) Cristo, al haber resucitado de entre los
muertos, es las primicias de los que durmieron (1 Co. 15:20, 23).
«Primicias» implica necesariamente que ha de haber más a su semejanza
que sigan después.
PROFANAR tip, LEYE vet, (heb. «halal», gr. «koinoõ»). Estos términos
significan primariamente «hacer común». Otro término gr. también
traducido «profanar» es «bebeloõ», que primariamente es «atravesar el
umbral». Estos términos se aplican al hecho de traspasar algo sagrado a
un uso común, y queda contrapuesto al concepto de la santidad, que se
refiere a algo «separado», consagrado para el Señor y Su servicio. De esta
manera, la profanación del día de reposo era su utilización como un día
común (cfr. Éx. 31:14). El nombre de Dios era profanado si no era
pronunciado con la debida reverencia, o si era usado en falsos juramentos
o en prácticas que lo deshonraran (cfr. Lv. 19:8, 12, etc.). Los sacerdotes
debían tener gran cuidado en tomar esposa virgen, por cuanto el
sacerdocio no podía vivir según el común de la vida del pueblo, sino estar
separado para el Señor (cfr. Lv. 21:14), entre otros deberes que tenía para
mantener su apartamiento para Dios (cfr. todo el cap. de Lv. 21). Como
juicio contra la casa de Israel, que había profanado el nombre de Dios
quebrantando su vocación de vivir santos para Él, el Señor entregó Su
santuario en manos enemigas, a la profanación y destrucción (cfr. Ez. 5:11;
7:22; ver también Ez. 39:1-7 y 43:7).
PROFECÍA SEGÚN LOS ROSACRUCES
PROFECÍA. Predicción de acontecimientos futuros en virtud del don de
profecía, que es distinto al de predicción. Con cierta habilidad natural o
adquirida cualquier persona puede predecir, pero sólo los profetas y
videntes pueden profetizar.
PROFECÍA tip, DOCT ver, PROFETA, APOCALIPSIS, TRIBULACIÓN
(Gran), DÍA DE JEHOVÁ vet, En el sentido restringido de predicción
inspirada del porvenir (para un examen de los diversos sentidos de este
término, véase PROFETA), tiene un lugar singular en las Escrituras. La
Biblia es esencialmente una palabra profética. Dios trasciende el tiempo y
el espacio, y puede hablar a la vez del pasado, del presente y del porvenir.
De los treinta y nueve libros del AT, diecisiete de ellos son «proféticos»
(los judíos consideran a otros más con este carácter), y en el NT hay varios
pasajes de los Evangelios, muchos de las Epístolas, y el libro de
Apocalipsis, que presentan este carácter. Sólo la Biblia contiene
verdaderas profecías, por cuanto es la Palabra de Dios eterno y
omnisciente. Él sólo es el que anuncia «lo por venir desde el principio» (Is.
46:10). (a) CARACTERÍSTICAS. Las características de la profecía bíblica
son magistralmente descritas por Pedro (1 P. 1:10-12; 2 P. 1:16, 19-21).
(A) El gran tema tratado por todos los profetas es Jesucristo: Su persona,
Su venida, Sus sufrimientos expiatorios, Su retorno, gloria y reino (1 P.
1:11). (B) A ellos les fueron reveladas por adelantado la época y las
circunstancias de las dos apariciones de Cristo (1 P. 1:11). (C) Hay una
perfecta armonía entre los profetas del AT y los del NT (1 P. 1:12). (D) El
Espíritu Santo es el único autor de la profecía (1 P. 1:11, 12; 2 P. 1:21).
(E) Los mismos profetas, sobrepasados por sus mensajes intentaron
escudriñarlos (1 P. 1:10-12; cfr. 1 P. 1:5). (F) Los mismos ángeles desean
también mirar en estas cosas (1 P. 1:12). (G) Consideramos segura la
palabra profética, y es deseable prestarle atención (2 P. 1:19). Los que la
descuidan cometen una insensatez. (H) La profecía es «como una
antorcha que alumbra en lugar oscuro», en espera del despuntar del gran
día del Señor. No lo dice todo, no muestra toda la escena; pero es
plenamente suficiente para mostrar el camino a través de los precipicios.
(I) Ninguna profecía puede ser objeto de una interpretación particular, o
sea, separada del contexto de toda la Escritura. En la Biblia tiene el
creyente todo lo que le es preciso saber hasta su recogimiento con el
Señor para andar de manera perfecta (2 Ti. 3:16-17). No precisa, por ello,
de nada para conocer la mente de Dios que no esté contenido en las
Sagradas Escrituras. Hay el hecho cierto de que en el pasado no tuvo lugar
ningún acontecimiento de importancia que Dios no revelara antes
medianteSus siervos los profetas (cfr. Am. 3:7). Dios siempre quiso
preparar al mundo, y, de manera especial a los creyentes. Como ejemplos
se pueden citar: el Diluvio (Gn. 6-7), la destrucción de Sodoma (Gn. 18-
19), Nínive (Jon. 3), Babilonia (Dn. 4-5), Samaria, Jerusalén e Israel (2 Cr.
36:15-16), la segunda destrucción de Jerusalén en el año 70 d.C. (Lc.
19:41-44; 21:20-24). Por otra parte, la primera venida de Cristo había sido
anunciada con una extraordinaria precisión de detalles. De la misma
manera, la Biblia predice los acontecimientos del fin: las señales del
retomo de Cristo (Mt. 24:3-15), el arrebatamiento de la Iglesia (1 Ts. 4:13-
18), la aparición del Anticristo (2 Ts. 2:1-12; Ap. 13), el retorno de Israel a
Palestina, sus sufrimientos y conversión (Zac. 12-14), la gran tribulación
(Mt. 24:21-30; Dn. 12:1, 7), la batalla de Armagedón (Ap. 16:14-16; 19:1-
21), la aparición gloriosa del Señor con todos Sus santos (Zac. 14:3-5; Ap.
19:11-14), el reinado de mil años (Ap. 20:1-10), el juicio final ante el Gran
Trono Blanco (Ap. 20:11-15), la eternidad de bendición y de maldición (Ap.
21-22). (Véanse los artículos correspondientes) Después de haber dado
conclusión al registro de sus visiones en Apocalipsis, que recapitula y
completa todo el mensaje de los anteriores profetas, Juan afirma
solemnemente que nadie tiene derecho alguno a añadir ni a quitar nada
(Ap. 22:18-19). Los estudiosos reverentes y obedientes a las revelaciones
divinas deben asumir la actitud de no menospreciar las profecías (cfr. 1 Ts.
5:20).
nom, PROFECÍA (b) INTERPRETACIÓN DE LA PROFECÍA. En el sentido
restringido de predicción inspirada del porvenir (para un examen de los
diversos sentidos de este término, véase PROFETA), tiene un lugar
singular en las Escrituras. Se ha planteado con frecuencia la cuestión de
si a las predicciones (y a la misma Escritura) se le debe dar un sentido
literal o simbólico. Con mucha frecuencia, bajo un sentido primario real y
literal se esconde un significado figurado o espiritual. Muchos de los
hechos de la historia de Israel tenían al mismo tiempo un significado
profético: la peña golpeada en Horeb representaba a Cristo golpeado en
el Calvario (Éx. 17:1-6; 1 Co. 10:4); el maná era el tipo y preanuncio de
Cristo, el pan vivo venido del cielo (Éx. 16; Jn. 6:31 ss.); el cordero de la
pascua representaba al Cordero de Dios inmolado para nuestra redención
(Éx. 12; 1 Co. 5:7); las dos esposas de Abraham, Agar y Sara,
simbolizaban los dos pactos, el de la ley y el de la gracia (Gá. 4:22-26),
etc.
También se da que en el mismo pasaje profético haya una yuxtaposición
o superposición de sentidos literales y figurados. Por ejemplo, en el salmo
22 hay ciertos detalles expresados en términos ordinarios acerca de lo que
literalmente aconteció a Cristo sobre la cruz (abandonado de Dios,
menospreciado por el pueblo, sus manos y pies traspasados, sus vestidos
repartidos y su túnica sorteada); sin embargo, en otros versículos se da un
lenguaje figurado, cuyo sentido no es por ello menos real (los toros, los
perros rodeándole, su alma amenazada por la espada, su liberación de la
boca del león y de los cuernos de los búfalos). Lo mismo sucede en el
célebre pasaje de Is. 53, Así, se pueden considerar dos principios
esenciales a respetar en la interpretación de las profecías aún sin cumplir:
(A) Establecer ante todo el significado literal normal, con un cuidadoso
examen del contexto, la aplicación más sencilla y, en el AT, el sentido más
relacionado con Israel. (B) Sobre esta base, investigar a continuación si se
puede hallar algún significado simbólico, algún posible sentido espiritual;
se debe dejar que el mismo texto dé su guía acerca de ello, y, si es oscuro,
comparar con otros pasajes claros con respecto al mismo texto. Sería
absurdo interpretar literalmente evidentes figuras de lenguaje, y asimismo
sería falso interpretar sólo simbólicamente aquellas afirmaciones que
admiten un sentido llano y natural. Para un examen de las diferentes
escuelas de interpretación de Apocalipsis, véase APOCALIPSIS. Para una
comprensión adecuada de ciertas profecías, hace falta darse cuenta de
que comportan un cumplimiento progresivo, o varios cumplimientos
progresivos y sucesivos. Por ejemplo, en Mt. 24 y Lc. 21, Jesús contempla
en una misma panorámica dos acontecimientos semejantes, pero muy
alejados en el tiempo; por una parte el sitio de Jerusalén en el año 70 d.C.
y los sufrimientos padecidos por los judíos. Por otra parte el último asedio
de Jerusalén por parte del Anticristo y la gran tribulación de Israel (véase
TRIBULACIÓN [GRAN]). Ello no tiene nada de sorprendente: si vemos a
distancia un macizo montañoso, dos de sus cadenas pueden parecernos
una sola; en realidad, podemos constatar al acercamos que un profundo
valle las separa. Es evidente que ciertas afirmaciones proféticas nos
parecen oscuras, y sobre todo que su síntesis es difícil (los judíos se
encontraban con fuertes dificultades, no comprendiendo el hecho de dos
venidas separadas del Mesías, una primera en humillación, la segunda en
gloria; particularmente, el pasaje de Is. 61:1-6 presenta este efecto de
síntesis de eventos muy separados en el tiempo: los vv. 1-2a tratan de la
primera venida del Señor, como lo prueba la cita que el Señor hace de esta
subsección en Lc. 4:18-19, cfr. v. 21, en tanto que Is. 61:2b-6 se refiere «al
día de venganza del Dios nuestro», el Día del Señor [véase DÍA DE
JEHOVÁ]). La luz total no la tendremos hasta el cumplimiento integral del
plan de Dios. Mientras tanto, sin pretender dogmatizar acerca de detalles,
pero siguiendo con atención las grandes líneas de los propósitos de Dios,
el creyente fiel se dejará conducir y corregir por el Señor en su
escudriñamiento de las Escrituras, sin olvidar que «el testimonio de Jesús
es el espíritu de la profecía» (Ap. 19:10). Bibliografía: Véase al final del
artículo
PROFETA.
Aquel a quien Dios reviste de Su autoridad para que comunique Su
voluntad a los hombres y los instruya. (a) Institución del profetismo: Dios
prometió que Él suscitaría de entre el pueblo elegido a hombres inspirados,
capaces de decir con autoridad la totalidad de lo que Él les ordenaría
exponer (Dt. 18:18, 19). Moisés es el modelo de todos los profetas que lo
siguieron, en cuanto a la unción, doctrina, actitud en cuanto a la Ley y la
enseñanza. Sobre varios puntos hay unas analogías notables entre
Moisés y Cristo (v. 18; Hch. 3:22, 23). Zacarías habla asimismo de esta
autoridad característica: el Espíritu de Dios ha inspirado a los profetas
aquello que debían decir al pueblo; los acontecimientos preanunciados
han sido cumplidos (Zac. 1:6; 7:12; Neh. 9:30). Es Dios sólo quien ha
elegido, preparado y llamado a los profetas; la vocación de ellos no es
hereditaria, sino que con frecuencia encuentra al principio una resistencia
interna (Éx. 3:1-4:17; 1 S. 3:1-20; Jer. 1:4-10; Ez. 1:1-3:15). La Palabra del
Señor, transmitida a los profetas de diversas maneras, queda confirmada
mediante señales, por el cumplimiento de las predicciones, y por la
conformidad con las enseñanzas de la Ley. Dios pedirá cuentas al hombre
por su obediencia o desobediencia con respecto a la Palabra transmitida
por Sus siervos (Dt. 18:18-19, cfr. v. 20 y Dt. 13:1-5). (b) Falsos profetas.
Además de los que hablan en nombre de un dios falso (Dt. 18:20; 1 R.
18:19; Jer. 2:8; 23:13), hay los que mienten invocando el nombre de
Jehová (Jer. 23:16-32). Estos últimos son de dos clases: (A) Impostores,
conscientes de su engaño; seducidos por su deseo de ser objeto de la
consideración dada a los verdaderos profetas, son populares a causa de
sus palabras suaves (1 R. 22:5-28; Ez. 13:17, 19; Mi. 3:11; Zac. 13:4). (B)
Personas sinceras e incluso piadosas, fundándose en ocasiones incluso
sobre la Ley, pero persuadiéndose a sí mismas de haber sido llamadas
por Dios al ministerio profético, cuando no es así. A pesar de su sinceridad,
éstos son falsos guías. (c) Características del profeta auténtico. (A) Las
señales (Éx. 4:8; Is. 7:11, 14); pero las señales no son por sí mismas
suficientes; algunas de ellas podrían ser de origen fortuito, e incluso
engañosas (Dt. 13:1, 2; cfr. Éx. 7:11, 22; 2 Ts. 2:9). (B) El cumplimiento de
las predicciones (Dt. 18:21, 22). El valor de este medio de comprobación
aumenta cuando los acontecimientos vienen a demostrar, sobre un plano
histórico, las profecías proclamadas mucho tiempo antes. (C) El mensaje
espiritual (Dt. 13:1-5; Is. 8:20). Si la doctrina del pretendido profeta se
desvía del Decálogo, el que la profesa no es, evidentemente, un hombre
de Dios. La enseñanza del verdadero profeta tiene que ser acorde con la
de la Ley, tanto en lo que respecta a Dios como al culto y a las demandas
de la moral. No se trata de que deba dar meras imitaciones del texto
sagrado. Basados en los mandamientos divinos, los profetas enseñan
cómo se exponen en la vida cotidiana y revelan la voluntad y la mente de
Dios. Por su integridad, valor moral y calidad de sus enseñanzas, los
profetas israelitas auténticos sobrepasan con creces a los sabios de las
otras naciones. La profecía incluye la predicción de acontecimientos (Is.
5:11-13; 38:5, 6; 39:6, 7; Jer. 20:5, 6; 25:11; 28:16; Am. .1:5; 7:9, 17; Mi.
4:10). La predicción constituye un aspecto importante del ministerio del
profeta, y contribuye a acreditarlo, pero el hombre de Dios se ocupa aún
más intensamente del presente y del pasado, para procurar convertir al
pueblo a Dios (Is. 41:26; 42:9; 46:9). (d) Etimología del término «profeta».
En gr. el profeta es: (A) El que habla en lugar de otro: intérprete, heraldo.
(B) Aquel que declara los acontecimientos futuros. Esta doble acepción
deriva del hecho de que la preposición «pro» significa «en lugar de» y
«antes». El término heb. «nabi'», traducido «profeta», significa «aquel que
anuncia». Esta expresión parece haber tenido al principio un sentido muy
amplio. El participio activo se emplea en otra lengua semítica, el asirio,
para designar a un heraldo. Los textos hebreos dan a Abraham el título de
profeta (Gn. 20:7). Dios se comunica directamente con él, se revela a él
(Gn. 15:1-18; 18:17). Abraham transmite a sus descendientes el
conocimiento del verdadero Dios (Gn. 18:19), y su intercesión es eficaz
(vv. 22-32). Miriam es llamada profetisa (Éx. 15:20; Nm. 12:2, 6); Aarón, el
portavoz de Moisés, recibe el nombre de su «profeta» (Éx. 7:1; cfr. 4:16).
La idea fundamental del término «nabi'», «profeta» (que, p. ej., figura en
Dt. 18:18) es que Dios reviste a este heraldo de unos dones particulares,
entre otros el de ser vidente (1 S. 3:1). Ésta es la razón de que el profeta
reciba en ocasiones este nombre de vidente (1 S. 9:9, heb. «ro'eh»; Is.
3:10, heb. «hõzeh»). Como el pueblo consideraba que esta cualidad era la
más importante, el término «vidente» fue el usado corrientemente para
designar al profeta durante largos períodos de la historia antigua de Israel.
Samuel, Gad e Iddo recibían este título. Pero Samuel es más que el
vidente al que uno se dirige para conocer la voluntad de Dios, o para recibir
instrucciones acerca de los temas públicos o privados. Es el maestro
enviado por Dios para instruir al pueblo, que reconoce en este ministerio
público la característica esencial del profetismo (1 S. 10:10-13; 19:20). La
enseñanza viene a ser la función primaria del profeta, como en los tiempos
de Moisés. A partir de Samuel y de sus sucesores inmediatos (y algunos
siglos más tarde con una presencia con renovado vigor) el profeta estará
siempre presente en el seno de la nación. Embajador de Dios ante el reino
de Israel, no deja de ordenar que se practique la justicia. Interpretando la
historia a la luz de la moral, el profeta advierte de los juicios de Dios sobre
el pecado, y alienta al pueblo a la fidelidad hacia el Señor. El profeta está
encargado de revelar los designios divinos (como Natán, que impide a
David edificar el Templo, pero que profetiza la perennidad de su dinastía);
ello no obstante, este anuncio de lo por venir dista de ocupar el lugar
central dentro de su ministerio. Los grandes sucesores de Samuel ya no
son llamados «videntes», sino «profetas». Sin eliminar del vocabulario el
título de vidente, se emplea de nuevo el de profeta, que no había
desaparecido nunca del todo (Jue. 4:4; 1 S. 3:20; 9:9; 10:10-13; 19:20).
Amós, que tuvo visiones, es llamado «vidente» por el sacerdote de Bet-el
(1 S. 7:12); pero Dios lo llama a un ministerio profético completo (1 S.
7:15). Del profeta revestido del poder del Altísimo se dice que es «el varón
de haber sido investido con el ministerio profético (Ez. 1:1, 4). No sabemos
nada del primer llamamiento recibido por Elías, pero lo vemos un tiempo
más tarde (1 R. 19) recibiendo en Horeb un mandato particular. Jeremías,
consciente de su llamamiento, se resiste desde su mismo inicio (Jer. 1:4-
10). Oseas hace alusión a la Palabra que el Señor le dirigió por primera
vez (Os. 1:1). Por lo que se refiere al llamamiento, sólo se registra un caso
de instrumentalidad humana, en el de Eliseo (1 R. 19:19). En base al Sal.
105:15 se ha lanzado la sugerencia de que los profetas eran ungidos con
aceite al comenzar su ministerio. Pero el salmista se refiere, en este texto,
a los patriarcas, a los que él denomina «profetas» según el uso entonces
corriente (cfr. Gn. 20:7; 23:6). En Is. 61:1, que también se cita a propósito
de la unción del aceite, la referencia es a la unción del Espíritu. En 1 R.
19:16 se habla de la unción de Eliseo como profeta y de Jehú como rey.
Este último fue, efectivamente, ungido con aceite (2 R. 9:1-6). Por lo que
respecta a Eliseo, su unción no es descrita; lo que Eliseo sí hace es tirar
sobre él su manto como señal de su llamamiento al ministerio profético (2
R. 1:8; 2:9, 13-15). (f) Forma de vida. La Biblia se refiere sólo de manera
incidental a la forma de vida de los profetas, que no difería demasiado de
la de los demás israelitas. El vestirse con pelo no era como asceta, sino
de penitente, llorando por los pecados del pueblo (2 R. 1:8; Zac. 13:4; cfr.
Mt. 3:4). En ocasiones, los hombres de Dios llevaban un cilicio sobre los
riñones, con el mismo propósito simbólico (Is. 20:2). La vestimenta de pelo
no se ponía directamente sobre la piel, sino como manto sin mangas,
sobre el cuerpo. Los profetas se alimentaban de frutos y de legumbres
silvestres (2 R. 4:39; cfr. Mt. 3:4). Recibían presentes en especie (1 S. 9:8;
1 R. 14:2, 3; 2 R. 4:42), o se les ofrecía hospitalidad (1 R. 17:9; 18:4; 2 R.
4:8, 10). Ciertos profetas, los que eran de la tribu de Leví, tenían derecho
al diezmo. Algunos de ellos, como Eliseo y Jeremías, eran de familias
acomodadas (1 R. 19:21; Jer. 32:8-10). Gad, el vidente, así como otros
hombres de Dios que también llevaban este título, fueron, posiblemente,
receptores del apoyo real (2 S. 24:11; 1 Cr. 25:5; 2 Cr. 35:15). Los profetas
tenían por lo general una casa, al igual que sus contemporáneos (1 S.
7:17; 2 S. 12:15; 1 R. 14:4; 2 R. 4:1, 2; 5:9; 22:14; Ez. 8:1). (Véase
PROFETAS [COMPAÑÍA DE LOS]) (g) Escritos. A los profetas les tocó,
asimismo, una tarea literaria: debían consignar por escrito la historia en
que se habían movido, y sus mensajes proféticos. Samuel, el vidente,
Natán el profeta, y Gad el vidente, fueron los historiadores de los reinos de
David y de Salomón. Ahías, de Silo, escribió una profecía (1 Cr. 29:29; 2
Cr. 9:29). El profeta Semaías y el vidente Iddo (2 Cr. 12:15) referían los
acontecimientos del reinado de Roboam. Iddo, el vidente, consignó los
referentes al reinado de Jeroboam (1 Cr. 9:29). Las memorias del profeta
Iddo relataban el reinado de Abías (1 Cr. 13:22). Jehú, el hijo de Hanani
refirió la historia de Josafat (1 Cr. 20:34; 19:2). Isaías describió el comienzo
y fin de Uzías y registró la historia de Ezequías (1 Cr. 26:22; 32:32). El
canon hebreo clasifica entre los profetas anteriores a cuatro libros
históricos: Josué, Jueces, los libros de Samuel, y Reyes. Es evidente que
sus autores fueron «los videntes». En la época de Isaías y de Oseas,
ciertos profetas vinieron a ser grandes escritores, redactaron sus
mensajes bien de una manera condensada, o bien de una manera muy
detallada; en otras ocasiones nos han dado selecciones de sus discursos.
Estos hombres rendidos a Dios en comunión con Él mediante la constante
oración eran aptos para recibir las revelaciones divinas (1 S. 7:5; 8:6;
12:23; 15:11). Se aislaban periódicamente para poder percibir mejor las
instrucciones de lo Alto (Is. 21:8; Hab. 2:1). Ezequiel y Daniel recibieron
revelaciones a la orilla de un río, donde posiblemente la apacibilidad
favorecería la meditación espiritual (Ez. 1:3; Dn. 10:4). asimismo, fue
durante la noche que Samuel oyó la palabra del Señor (1 S. 3:2-10). El
alma del profeta quedaba incesantemente abierta a la acción del Espíritu,
que, sin embargo, no violentaba la personalidad del espíritu humano.
Ciertos hombres que poseyeron el espíritu de profecía no fueron
oficialmente clasificados entre los profetas. Los Salmos de David no fueron
puestos entre los escritos proféticos, aun cuando había anunciado a
Cristo. Daniel, designado por el mismo Cristo como profeta (Mt. 24:15) era
oficialmente un alto funcionario de los reyes de Caldea y de Persia, y no
tuvo una función profética en el seno de la nación de Israel; es por esto
que el canon heb. situó su libro entre los Hagiógrafos (escritos sagrados).
(Véase CANON.) El canon hebreo da el nombre de «profetas anteriores»
a los libros históricos: Josué, Jueces, 1 y 2 Samuel, 1 y 2 Reyes. Los
escritos estrictamente proféticos a partir de Isaías reciben el nombre de
«profetas posteriores». Esta designación no se relaciona con la época de
redacción, sino con el puesto que ocupan estos dos grupos de libros dentro
del canon hebreo. Los libros de los Reyes, por ejemplo, escritos después
de Isaías, pertenecen al grupo de los «profetas anteriores». Hubo grandes
profetas, como Elías y Eliseo, que no escribieron sus discursos. En los
comentarios modernos reciben el nombre de profetas oradores. Aquí y allá
en la Biblia se hace alusión a las obras literarias de otros profetas que
registraron sus predicaciones por escrito. Se dan citas en los «profetas
anteriores» u otros libros del AT. Entre los «profetas posteriores», Oseas,
Amós y Jonás predicaron en el reino del norte e incluso en Nínive (cfr. 2
R. 14:25). Los otros ejercieron su ministerio en el seno de las tribus de
Judá y de Benjamín, en tierra de Canaán, o en la tierra de su exilio.
Incluyendo a Daniel, la clasificación cronológica es como sigue: (A)
Durante el período asirio, precediendo en poco la accesión de Tiglat-
pileser (745 a.C.), y extendiéndose hasta la decadencia del poder de
Nínive (hacia el año 625 a.C.): Oseas, Amós, Jonás, en el reino del norte;
Joel, Abdías e Isaías, Miqueas, Nahum, en Judá. (B) Durante el período
babilónico, en Judá, del año 625 a.C., y hasta la caída de Jerusalén, el año
586 a.C.: Jeremías, Habacuc, Sofonías. (C) Durante el exilio en Babilonia:
Ezequiel, Daniel. (D) Después del retorno del exilio: Hageo, Zacarías,
Malaquías.

Potrebbero piacerti anche