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LA POESÍA DE ANTONIO MACHADO Y LA DE JUAN RAMÓN JIMÉNEZ

Al comenzar el siglo XX, dos poetas andaluces, Antonio Machado y Juan


Ramón Jiménez, están iniciando su andadura poética bajo la influencia del
Modernismo. Como ahora veremos, sus respectivas trayectorias poéticas irán
evolucionando hacia posturas más personales.

ANTONIO MACHADO (1875-1939)

Antonio Machado nació en Sevilla en 1875. Tras vivir en Madrid y en París,


donde conoce a Rubén Darío, en 1906 se traslada a Soria como profesor de instituto.
Era ya entonces un estimado poeta. En Soria conoce a Leonor Izquierdo, con quien se
casa en 1909. Esta muere tras tres años de matrimonio y Machado se traslada a
Baeza. Sigue entonces publicando poesía, estudia filosofía y su conciencia política se
radicaliza en contacto con la miserable realidad andaluza. A finales de 1919 regresa a
Castilla. Vive en Segovia y más tarde recala en Madrid. Allí su vida literaria es muy
activa, participando en tertulias, conferencias y numerosas colaboraciones en revistas.
Conoce a la poetisa Pilar Valderrama, con la que mantuvo secretos amores y a la que
bautizó poéticamente como Guiomar. Durante la guerra civil toma decidido partido por
la causa republicana. Cuando termina, se ve obligado a exiliarse de España y muere
en Colliure en el año 1939.
Aunque inicialmente se mueve en el mundo de los modernistas, coincide en
muchos aspectos con las inquietudes y preocupaciones de los noventayochistas, de
los cuales se acabará distanciando debido a su evolución hacia la izquierda política,
contrapuesta a las posturas más moderadas e idealistas de sus compañeros de
generación.
Mediante su poesía, Machado persigue un doble objetivo: captar la esencia de
las cosas a la vez que el tiempo fluye en ellas y transmitirnos la emoción del
tiempo (“La poesía es el diálogo del hombre con su tiempo”).

Dentro de su producción poética se pueden distinguir tres etapas:

Etapa modernista (1900-1907):

Los poemas de esta etapa se recogen en Soledades (1903), su primer libro de


poemas, que aparece en pleno apogeo del movimiento modernista, y Soledades,
galerías y otros poemas (1907), en el que se suprimen los poemas de la primera
edición más superficialmente modernistas y se añaden muchos nuevos.
Se percibe en ellos la influencia de Rubén Darío y Verlaine, aunque son obras con
un tono más reflexivo y melancólico. Esta es una poesía intimista e introspectiva. A
través de símbolos como el agua, la tarde, el jardín o los caminos, el poeta medita
sobre el paso del tiempo, los sueños, la juventud perdida, la muerte. En los poemas de
la segunda edición se incorporan nuevos símbolos como el de las galerías del alma,
con el que Machado pretende sugerir el interior de la conciencia. Dios aparece
también en algunos poemas entrevisto en un sentido más unamuniano: racionalmente
inexistente, pero vitalmente deseable. El sentimiento del paisaje es muy acusado y
característico: la realidad exterior queda impregnada del estado emocional del poeta.

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En cuanto a la versificación, en este libro Machado utiliza dodecasílabos y
alejandrinos, tan del gusto modernista; pero junto a ellos conviven formas métricas
más sencillas, como la silva.

Castilla (1907-1917):

Coincide con los años en que vive en Soria. Corresponde esta etapa también a
los años de su toma de conciencia crítica. Con la publicación de Campos de Castilla
(1912 y 1917) su orientación poética se dirige hacia fuera, hacia el paisaje, los
hombres y la historia de Castilla que se convierte en símbolo de España. Este libro,
de profunda preocupación patriótica, hace de él el poeta de la Generación del 98.
Conviven en esta obra poemas muy diversos: abundan los que describen los paisajes
y las gentes de Castilla. Desde cierta óptica regeneracionista, se da cuenta del
contraste entre el pasado glorioso de esas tierras y su andrajoso presente. Al lado de
textos puramente descriptivos, hay otros que pintan una visión negra de lo español: se
denuncia en estos poemas, a través de la contemplación de la tierra castellana, la
pobreza, la incultura y el atraso de España. Pero la visión del paisaje castellano y de
sus gentes alterna con la contemplación de su propia intimidad (el amor, la
melancolía), rasgo que se acentúa tras la muerte de su esposa Leonor en 1912, hecho
que da pie a que en la edición de 1917 se introduzcan nuevos poemas sobre la muerte
y el recuerdo de ella. Del período de Baeza son los poemas con cuadros de paisaje y
tipos andaluces, en los que Machado –tras haber observado el mundo de latifundios,
señoritos y miseria- presenta una dura visión de la España tradicional, religiosa y
conservadora. Por otra parte, inicia Machado en este libro un aspecto de su creación
que más tarde cultivará copiosamente: son los breves poemas que integran la serie de
“Proverbios y cantares”, en los que recoge sus reflexiones filosóficas y morales en
formas poéticas inspiradas por las coplas populares. El libro se completa con una serie
de “Elogios”, algunos muy hermosos como los dedicados a Rubén Darío, Unamuno,
Juan Ramón Jiménez o Giner de los Ríos. . En Campos de Castilla se incluye también
el extenso romance “La tierra de Alvargonzález”, cuya sombría historia gira en torno a
la codicia.
En cuanto a la métrica, los versos preferidos en Campos de Castilla son el
octosílabo, de tradición popular, y el endecasílabo, de tradición culta, solo o
combinado con el heptasílabo. Entre las estrofas, una de las preferidas es la silva
arromanzada junto a romances, serventesios, cuartetas, coplas, pareados…

Poesía final (1917-1936):

Se caracteriza por la búsqueda de una expresión de más carga ideológica, en la


que ocupa un lugar central el cantar popular de carácter sentencioso. En 1924 publica
Nuevas canciones, libro inspirado en la poesía popular en el que, a través de un
nuevo centenar de Proverbios y cantares, expone sus más profundas inquietudes
filosóficas y existenciales. Otro poemario de esta época es Canciones a Guiomar, en
el que da forma poética a su amor por Pilar Valderrama. Sus últimos poemas fueron
las Poesías de guerra, que incluyen una elegía a García Lorca, y donde muestra
también en verso su compromiso cívico y político.

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En esta última etapa Machado da prioridad a la escritura ensayística en la que
plasma sus preocupaciones filosóficas. Un buen ejemplo de ella es Juan de Mairena.
Se trata de un conjunto de artículos que comenzó a publicar en la prensa a partir de
1934 y recogió en un volumen dos años después. En ellos, y por boca del personaje
que da título al libro, con un tono a veces serio y a veces irónico, trata de las
cuestiones más diversas: metafísica, lógica, estética.

La valoración de la obra machadiana ha pasado por matices muy reveladores de


los cambios de gusto pero, por encima de gustos y modas, Machado significa la
hondura en el enfoque de los graves problemas humanos, una identificación
inigualada de un poeta con su tierra y un ejemplo de fidelidad a sí mismo y a su
pueblo.

JUAN RAMÓN JIMÉNEZ (1881-1958)

Juan Ramón Jiménez nació en Moguer (Huelva) en 1881. En 1900 se va a


Madrid animado por Rubén Darío para luchar “por el Modernismo”. Ese año muere su
padre, hecho que le produjo una profunda depresión, por lo que hubo de ser internado
en un sanatorio siquiátrico en Francia. Posteriormente se traslada a Moguer donde
permanece seis años. Allí escribe su famoso libro Platero y yo. Vuelve a Madrid y se
hospeda en la Residencia de Estudiantes donde se relaciona con intelectuales y
artistas. En 1916 se casa con Zenobia Camprubí, mujer de gran cultura, que será
importantísima en su vida personal y literaria.
Al comenzar la guerra civil abandonan España y viven en varios países
americanos hasta que en 1951 se instalan en Puerto Rico. En 1956 obtuvo el Premio
Nobel de Literatura; la noticia coincide con la muerte de Zenobia; en 1958 fallece el
poeta en Puerto Rico; sus restos reposan en Moguer.

Juan Ramón fue un poeta solitario que consagró toda su vida a su obra. Vivió por
y para la poesía. Encarna Juan Ramón al poeta que consagra su vida al logro de la
obra perfecta a través de un trabajo constante y riguroso. Minoritaria por su creciente
dificultad, “a la minoría siempre” dedica el poeta su obra.

La poesía juanramoniana sigue una trayectoria articulada en tres grandes etapas


que él denominó, respectivamente, sensitiva, intelectual y suficiente:

Etapa sensitiva (1898-1915)

En esta etapa, marcada por la influencia de Bécquer, el simbolismo y el


modernismo, predominan las descripciones del paisaje como reflejo del alma del
poeta, los parques otoñales y los jardines al atardecer, los sentimientos vagos, la
tristeza, la soledad, la melancolía, la música, los recuerdos y ensueños amorosos, el
paso del tiempo o la muerte. Se trata de una poesía emotiva y sentimental en la que
se trasluce la gran sensibilidad del poeta a través de una estructura formal perfecta.
En los primeros libros de esta etapa (hasta 1907), de acentos becquerianos, el
lenguaje es sobrio, se utilizan algunos símbolos y en la versificación predomina el
octosílabo y la rima asonante. Destacan Rimas, Arias tristes, Jardines lejanos… En

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algunos de los libros publicados de 1908 a 1915 (La soledad sonora, cuyos ejes son
la belleza, la soledad y la mujer, Elejías, Poemas májicos y dolientes, Sonetos
espirituales…) se muestra la influencia del modernismo (elementos sensoriales,
adjetivación brillante, imágenes, atrevidas sinestesias, aparición de ritmos amplios,
uso del soneto de versos alejandrinos…). Sin embargo, otros poemarios (Melancolía,
Laberinto) preludian una poesía más personal: búsqueda de lo cotidiano y de la vida
sencilla, descubrimiento del paisaje e identificación con la naturaleza; esta poesía
revela un intento de superación del modernismo.

Etapa intelectual (1916-1936)

Su deseo de conseguir una poesía pura le llevó a ir despojándola de adornos y


de sentimentalismo para centrarse en una poesía preocupada solo de sí misma. La
depuración de la escritura halla su primera obra maestra en Diario de un poeta
recién casado, escrito en 1916 con motivo de su primer viaje a Nueva York para
contraer matrimonio. Compuesto en prosa y verso libre supone el definitivo abandono
del modernismo preciosista: suprime la musicalidad, la adjetivación sensorial y el
léxico modernista para adentrase en lo profundo, lo puro, lo esencial. Es, en efecto,
una “poesía desnuda”, en la que se elimina lo anecdótico para dejar paso a la
concentración conceptual y emotiva. Por eso predominan los poemas breves, densos,
en versos escuetos y preferentemente libres, sin rima o con leves asonancias. Se
inicia asimismo una evolución espiritual que lleva al poeta a buscar el ideal
trascendente, la suma perfección. En su deseo de salvarse ante la muerte, se esfuerza
por alcanzar la eternidad, y eso solo puede conseguirlo a través de la belleza y la
depuración poética. Entre los libros de esta etapa destacan Eternidades, Belleza,
Piedra y cielo y La estación total.

Etapa suficiente (1937-1958)

Pertenece a esta etapa suficiente o verdadera todo lo escrito durante el exilio.


Juan Ramón continúa replegado en sí mismo en busca de la belleza y la perfección.
Su ansia por la trascendencia lo lleva a identificarse con Dios. De esta etapa son
Animal de fondo, donde el poeta busca un dios que no es una divinidad externa sino
que se encuentra en él y en su obra y es causa y fin de la belleza, En el otro costado
y Dios deseado y deseante, en el que llega a identificarse con ese dios que tanto ha
buscado, un dios que ahora existe dentro y fuera de él.
Desde el punto de vista formal, hay en estos libros un absoluto dominio del verso
libre y de un lenguaje acendrado y hermético.

Platero y yo: Es un libro en prosa, publicado en su versión definitiva en 1917, en el


que el autor muestra, al igual que en su poesía a partir de entonces, su anhelo de
gozosa armonía con la naturaleza.

Juan Ramón Jiménez es, en la literatura española del siglo XX, la máxima
encarnación de la concepción de la poesía como búsqueda de Belleza y Absoluto.
Además, ocupa un lugar privilegiado junto a los grandes líricos de nuestra literatura,
como poeta de excepcional sensibilidad, como modelo de las más exigentes
inquietudes estéticas y de continua capacidad de renovación.

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