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El concepto de clase social

en la teoría marxista
contemporánea
DIRECTORIO

Universidad Nacional Autónoma de México

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Rector

Leonardo Lomelí Vanegas


Secretario General

Leopoldo Silva Gutiérrez


Secretario Administrativo

Mónica González Contró


Abogada General

Joaquín Díez-Canedo Flores


Director General de Publicaciones y Fomento Editorial

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales

Angélica Cuéllar Vázquez


Directora

Arturo Chávez López


Secretario General

José Alejandro Santiago Jiménez


Secretario Administrativo

Ilan Edwin Garnett Ruíz


Jefa del Departamento de Publicaciones
El concepto de clase social
en la teoría marxista
contemporánea

Massimo Modonesi
Alfonso Galileo García Vela
María Vignau Loría

BUAP
México, 2017
Esta investigación, arbitrada a “doble ciego” por especialistas en la materia, se privilegia con
el aval de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la unam.

Este libro fue financiado con recursos de la Dirección General de Asuntos del Personal
Académico de la Universidad Nacional Autónoma de México, mediante el proyecto “Mo-
vimientos antagonistas en México y América Latina” coordinado por Massimo Modonesi,
como parte del Programa de Apoyo a Proyectos de Investigación e Innovación Tecnológica
­(PAPIIT) IN302716.

El concepto de clase social en la teoría marxista contemporánea.


Massimo Modonesi
Alfonso Galileo García Vela
María Vignau Loría

Primera edición: 1 de junio de 2017.

D.R. © Universidad Nacional Autónoma de México


Ciudad Universitaria, Delegación Coyoacán, C.P. 04510, México, D.F., Facultad de Cien-
cias Políticas y Sociales, Circuito Mario de la Cueva s/n, Ciudad Universitaria, Delegación
Coyoacán, C.P. 04510, México, D.F.
D.R. © Benemérita Universidad Autónoma de Puebla
4 sur No. 104, Colonia Centro
C.P. 72000, Puebla, Puebla.

D.R. © Ediciones La Biblioteca, S.A. de C.V.


Azcapotzalco la Villa No. 1151
Colonia San Bartolo Atepehuacán
C.P. 07730, México, D.F.
Tel. 55-6235-0157 y 55-3233-6910
Email: contacto@labiblioteca.com.mx

ISBN UNAM: 978-607-02-9370-2


ISBN BUAP: 978-607-525-283-4
ISBN EDITORIAL: 978-607-8364-45-9

Diseño: Juan Rodrigo Mazza

Cuidado de la edición: Massimo Modonesi y Jenny Lira Muñoz

Queda prohibida la reproducción parcial o total, directa o indirecta, del contenido de la pre-
sente obra, sin contar previamente con la autorización expresa y por escrito de los editores,
en términos de lo así previsto por la Ley Federal de Derechos de Autor y, en su caso, por
los tratados internacionales aplicables.

Impreso y encuadernado en México


Printed and bound in México
Índice

Presentación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7

Capítulo 1
De Marx a Lenin: Clase y lucha de clases
Alfonso Galileo García Vela . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

Capítulo 2
Gramsci y las clases subalternas
Guido Liguori . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 35

Capítulo 3
Thompson y la experiencia de clase
María Vignau Loría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49

Capítulo 4
Poulantzas y la estructuración de las clases
María Vignau Loría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 65

Capítulo 5
Wright y la analítica de la clase
María Vignau Loría . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 87

5
Capítulo 6
Del obrero-masa a la multitud: metamorfosis del sujeto clasista en el
operaísmo y post-operaísmo italiano
Massimo Modonesi y Matari Pierre Manigat . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 107

Capítulo 7
El open marxism y la clase como lucha
Alfonso Galileo García Vela . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121

Capítulo 8
Consideraciones finales: Sobre la relevancia sociológica
del concepto marxista de clase social
Massimo Modonesi . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141

6
Presentación

En su afán de precisión conceptual, cuando decía que no había descubierto la


“existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas”, Marx
pecaba de modestia respecto de su aportación sobre las clases y su lucha. En
efecto su perspectiva de la lucha de clases y de las clases en lucha resultó ser ni
más ni menos que una revolución teórica que establecía un principio de inte-
ligibilidad de la dinámica de las sociedades así como de la evolución histórica
en general. Al mismo tiempo, resultó irónicamente profético en relación con
su plan de trabajo ya que su obra se interrumpe precisamente en el momento
de proceder a la crítica de la anatomía burguesa de las clases sociales y elaborar
un planteamiento que la superara. Sin embargo, aunque no alcanzó a desplegar
todas las implicaciones de sus hallazgos sobre el capital respecto de las clases
sociales, Marx logró asentar las coordenadas fundamentales a partir de las
cuales es posible pensarlas.
A partir de estas coordenadas, se desarrolló una de las sendas más fecun-
das, creativas y debatidas del marxismo, con Marx y más allá de Marx, en
la búsqueda de elementos de caracterización y comprensión de las clases y su
lucha, en el cruce entre la abstracción teórica y lo concreto de las transformaciones
histórico-sociales del capitalismo.
Este hilo rojo de reflexiones y conceptualizaciones sobre el concepto de cla-
se social merece ser rescatado y destacado para sopesar su relevancia y alcance
en la historia de la teoría sociológica marxista y, al mismo tiempo, para dar
cuenta de los antecedentes a partir de los cuales se puede abrir un debate teóri-
co actual sobre su pertinencia de cara al desafío comprensivo de las sociedades
capitalistas en la actualidad. En ese sentido, el presente libro colectivo aporta
esclarecimientos conceptuales indispensables para nuevos y futuros intentos

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de confrontar una categoría central de la crítica marxista a la realidad social
contemporánea.
En los capítulos que lo conforman, se presentan -de forma lo más ordena-
da y accesible posible- una serie de aportaciones marxistas a la definición del
concepto de clase social, poniendo en relieve una serie de autores y una cadena
de conexiones entre ellos, de debates explícitos e implícitos.
En una línea que va de los clásicos a los contemporáneos, consideramos a
pensadores que plantearon contribuciones representativas de tendencias, co-
rrientes y perspectivas teóricas originales y que vertebraron el debate marxista:
fundamentalmente Karl Marx, Vladimir Lenin, Antonio Gramsci, Edward
Palmer Thompson, Nicos Poulantzas, Erik O. Wright, Antonio Negri y John
Holloway, con referencias a Rosa Luxemburg, Georg Lukács, Jean-Paul Sar-
tre y Ralph Miliband.
Si bien reconocemos que el tratamiento y la misma elección de los autores
implica un recorte relativamente arbitrario, al no poder ser exhaustivos de-
cidimos seleccionarlos en función de la originalidad de su propuesta y de su
indiscutible transcendencia en el debate marxista, en la historia de las ideas
sobre la clase social, en particular en el terreno de la teoría social y la socio-
logía. Podemos afirmar que no falta ningún autor contemporáneo que, por
originalidad y transcendencia, podamos considerar imprescindible.
Cabe señalar que, por razones de orden y de claridad, pero también de
tiempo y espacio, decidimos limitarnos a seguir la obra de los autores seleccio-
nados, reconstruyendo sus principales argumentos, sin incluir referencias a las
interpretaciones y controversias que cada uno de ellos suscitó, que merecerían
un tratamiento específico cuya extensión rebasaba por mucho el objetivo de
síntesis que nos propusimos. Pensando que muchos de nuestros lectores serán
estudiantes de grado y posgrado, tratamos de sintetizar las ideas de los autores
sin sobresaturar el texto de observaciones y comentarios nuestros o de otros
que ramificaran demasiado las líneas argumentativas.
Aunque el énfasis está colocado en las contribuciones y los debates contem-
poráneos, decidimos incluir un capítulo que recapitule los aportes de Marx y
de Lenin para que los lectores ubiquen los puntos de partida de estos autores
clásicos que han influido de modo decisivo en el debate sobre las clases sociales
hasta la actualidad. En lo particular, el capítulo se enfoca en la constitución de
la sociedad burguesa a través de la lucha de clases, en la conformación y con-
figuración de la clase. Y en el terreno político de la acción, en la conciencia de
clase y la lucha por la abolición de las clases. Todos los marxistas posteriores

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trataron de desarrollar y repensar estos temas, así como la tensión y articula-
ción entre la dimensión económica y política de la lucha de clases.
Para presentar a las perspectivas contemporáneos, aún cuando el debate
se ramifica y entreteje de forma no lineal en particular si consideramos la
influencia actual de las distintas perspectivas, seguimos un criterio cronoló-
gico al exponer a los autores en función de la elaboración y la circulación de
su obra, trazando una secuencia de propuestas que marcaron dos momentos
cruciales del debate marxista, el de su expansión, entre el segundo posguerra y
los años 70 y el de la reacción a la crisis, desde la década del 80 a la actualidad.
Así que el segundo capítulo es dedicado al marxista italiano Gramsci,
quien escribió en los 20 y 30 pero cuya obra se conoció a finales de los años
40 y principio de los 50. Se destaca su contribución al debate bajo el concep-
to de clases subalternas, una formulación de origen marxista particularmente
resistente al paso del tiempo y ampliamente utilizada en los actuales debates
sociológicos y filosóficos tanto marxistas, como neo o pos marxistas. Bajo esta
formulación Gramsci intentó pensar la subjetividad clasista en función de la
relación mando-obediencia, como contraparte subjetiva y agencial del ejercicio
de la hegemonía. Esta veta, al margen de la recepción nominal de la noción de
subalterno, abre la puerta a posteriores esfuerzos por pensar la conformación
de subjetividades clases en el contexto de relaciones de dominación, recono-
ciendo aspectos socio-políticos y culturales, sin perder de vista el trasfondo de
las relaciones de explotación.
El tercer capítulo está dedicado al historiador inglés E. P. Thompson, cuya
obra principal data de los años 60. Thompson propone una noción surgida de
investigaciones historiográficas que se condensa en una conceptualización que
destaca el carácter procesual y relacional de la clase social. Se trata de un con-
cepto que recupera a la clase como fenómeno histórico, anclado en el terreno
de las relaciones sociales más que de las estructuras, y que pone el énfasis en la
experiencia y subjetivación de las condiciones objetivas de explotación y domi-
nación. La de Thompson es una conceptualización que da primacía a la lucha
y conciencia de clase como momentos que son y surgen al mismo tiempo que
la clase social (las clases existen porque luchan).
El cuarto capítulo presenta el análisis del concepto de clase social de Ni-
cos Poulantzas, sociólogo e intelectual griego que pertenece a la corriente del
marxismo estructuralista y cuya obra cruza los años 60 y 70. En este capítulo
se explora un concepto de clase social que se caracteriza por su anclaje en los
elementos más clásicos –y en ocasiones “duros”– del marxismo, a partir un an-
damiaje teórico de clara determinación estructural, económica en-última-ins-

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tancia que, sin embargo, incorpora innovación y creatividad atribuyendo un
lugar privilegiado a las prácticas sociales, la contradicción política y la lucha.
En el quinto capítulo se explora el trabajo de Erik Olin Wright, sociólogo
norteamericano que se adscribe a la corriente del marxismo analítico. En su
trabajo, Wright asume el reto de generar un concepto capaz de enlazar el aná-
lisis teórico de los procesos estructurales con la clase social como fenómeno
empíricamente observable, especialmente en lo que atañe a las “clases medias”
o “indeterminadas” como elementos concretos de la estructura de clases con-
temporánea. El trabajo de Wright destaca por sus novedosas contribuciones a
la elaboración de una conceptualización que dialoga con otras corrientes fuera
del marxismo y que incorpora elementos y preocupaciones en función del
análisis empírico, pero que no deja de estar firmemente anclada en una agenda
marxista pues concibe la clase como una relación de explotación antagónica y
recupera la centralidad de los conceptos de lucha y conciencia de clase.
En el sexto capítulo, se resumen las contribuciones al debate por parte de
la corriente intelectual y militante del obrerismo y post-obrerismo italiano,
en particular haciendo referencia a la obra de Antonio Negri, un autor cuya
producción intelectual e influencia se extiende y se amplifica en el siglo XXI.
Las principales aportaciones derivan en este caso del estudio de las formas que
adquiere el trabajo social en las distintas fases del capitalismo contemporáneo,
que se expresan en la sucesión de los conceptos de obrero-masa, de obrero social
y de multitud. Alrededor de estas tres categorías se delimitan los contornos y
designan los contenidos respetivos de lo que se define como recomposiciones de
clase a la cuales se atribuyen la primacía dinámica y un principio de autonomía
respecto al capital, el cual estaría constantemente reaccionando e intentando
descomponer y tratando de quebrar la recomposición subjetiva clasista en sus
distintas manifestaciones históricas.
En el séptimo capítulo, dedicado al llamado marxismo abierto, el análisis se
enfoca en los trabajos de Richard Gunn, Werner Bonefeld y John Holloway.
Para el open marxism no se puede separar las nociones de clase y lucha sin
caer en una fetichización de la clase. Perspectiva que, en términos generales,
comparte con Thompson pero a partir de un enfoque centrado en la teoría que
arranca en la matriz derivacionista de esta corriente y en la tradición marxista
de la Escuela de Frankfurt. Esta perspectiva supone una aproximación crítica
a la existencia y la definición de clase, niega la posibilidad de afirmación iden-
titaria y apuesta a la dinámica de la lucha como manifestación de existencia
de un impulso hacia la autodeterminación de subjetividades anticapitalistas.

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Este libro no quiere arrojar conclusiones en términos de una elección entre
una u otra propuesta ni apuesta por una solución ecléctica, sino que quiere
proporcionar las bases tanto para que se conozcan las principales aportaciones
marxistas contemporáneas como para que se vuelva a colocar el debate sobre
el concepto de clase social en el centro de las reflexiones sociológicas actuales.
En este sentido, el último capítulo no es de balance sino que ofrece un ejercicio
de problematización respecto de los conceptos de lucha y de clase orientado a poner
en evidencia su pertinencia y su potencial respecto de una agenda de sociología
política marxista centrada en el principio del antagonismo.
Al margen de la voluntad de quienes escribimos de reconocer y revitalizar
la perspectiva marxista, aspiramos a que el libro ofrezca elementos de reflexión
que refresquen el conocimiento respecto de un concepto fundamental, un
debate y una serie de aportaciones de gran trascendencia teórica para el pen-
samiento social en general.

Este libro es un resultado de investigación realizada gracias al programa


UNAM-DGAPA-PAPIIT, proyecto IN302716 Movimientos antagonistas en
México y América Latina coordinado por Massimo Modonesi
Los capítulos elaborados por Alfonso Galileo García Vela son resultado de
la investigación realizada gracias al apoyo del Consejo Nacional de Ciencia y
Tecnología (Conacyt).

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Capítulo 1

De Marx a Lenin: Clase y lucha de clases


Alfonso Galileo García Vela

Introducción

Este capítulo tiene como finalidad aproximarse al tema de la clase y la lucha


de clases en la teoría crítica de Karl Marx y en la teoría de la praxis de Lenin.
Marx fue un pensador de la lucha de clases y es un referente fundamental para
la teoría moderna de las clases sociales; mientras que la definición de clase de
Lenin marcó la idea de clase en el siglo XX. Para Lenin (1970) la clase se defi-
ne básicamente como “grupos humanos” constituidos que se diferencian entre
sí por su lugar, por su relación y por su papel en la producción capitalista. En
la obra de Marx no hay un concepto definitivo de clase o una definición en
sentido estricto, aparece en momentos como grupos constituidos y en otros
momentos como el resultado de relaciones de lucha.
En una carta dirigida a Joseph Weydemer en 1852, Marx (1974, p. 542)
escribió lo que consideraba sus aportes a la teoría de las clases:
Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto
la existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas.
Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto
ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases y algunos economistas
burgueses la anatomía económica de éstas. Lo que yo he aportado de
nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida
a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que la

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De Marx a Lenin: clase y lucha de clases

lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado;


3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la
abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases.

En esta carta Marx reconoce que no fue el descubridor de las clases sociales,
ya que economistas clásicos como David Ricardo escribieron sobre las clases
antes que él.1 Sin embargo, a diferencia de los economistas clásicos, para Marx
la clase y la lucha de clases son determinaciones fundamentales de la historia
y su desarrollo. A pesar de sus grandes aportes a la comprensión de las clases y
la lucha de clases, Marx no llegó a desarrollar en términos sistemáticos una
teoría de la clase; por lo tanto, es muy difícil decir específicamente cuál es su
concepto de clase. Aunado a ello, sus reflexiones teóricas sobre la clase atravie-
san la totalidad de su obra.
En consecuencia, grandes pensadores marxistas buscaron desarrollar una
teoría de la clase a partir de su interpretación de la teoría crítica de Marx.
Lenin, uno de los políticos y pensadores marxistas más importantes del siglo
pasado, interpretó la obra de Marx a partir de las grandes transformaciones
históricas del siglo XX y desarrolló su propia teoría y práctica revolucionaria,
llegando a predominar sobre otras corrientes e interpretaciones marxistas. El
centro del pensamiento teórico de Lenin es la práctica política revolucionaria;
como veremos más adelante, el concepto de clase es parte fundamental de su
teoría de la praxis.
Para aproximarnos al tema de la clase social en el pensamiento de Marx,
se tomarán dos libros fundamentales de su obra: el primero, el Manifiesto del
partido comunista que desarrolló junto a Engels. En dicho texto, la clase y la
lucha de clases son consideradas el centro de la historia hasta nuestros días.
Si bien es cierto que el tema de la clase y la lucha de clases fue muy relevante
en obras de Marx como La lucha de clases en Francia, El 18 Brumario de Luis
Bonaparte o La ideología Alemana, es en el Manifiesto Comunista donde estas
nociones ocuparon el eje central de su argumentación (Heinrich, 2008). En
ese sentido, el Manifiesto es la obra de Marx donde existe de forma implícita
una teoría de las clases que es, al mismo tiempo, una teoría de la abolición de
las clases. Por lo tanto, consideramos que es de gran relevancia para compren-
der la noción de clase en el pensamiento de Marx. Es muy importante subrayar
que, para Marx, la idea de clase era también un medio de agitación política.
Un concepto asociado al proletariado que los impulsaba a la acción política, a
la lucha revolucionaria.2
1
  Sobre el tema de las clases en Ricardo y Marx, ver Heinrich (2008).
  De acuerdo a Th. W. Adorno (2004, p. 347 y 354) “el concepto de clase está vinculado
2

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Alfonso Galileo García Vela

Asimismo, en el Manifiesto Marx y Engels desarrollan la relación entre clase


y lucha, idea que es fundamental para E. P. Thompson y para el marxismo
abierto. En el Manifiesto, la noción de clase está entrelazada con la política;
para Marx y Engels (2014a, p. 100 y 134) “toda lucha de clases es una lucha
política”. En la lucha los proletarios no tienen nada que perder más que sus
cadenas, pero tienen en cambio un mundo que ganar. De acuerdo al prólogo
a la edición rusa de 1882, Marx y Engels se propusieron la tarea de anunciar
“la desaparición próxima e inevitable de la moderna propiedad burguesa”. En
otras palabras, en el Manifiesto la clase proletaria es llamada a derrocar todo
el orden social existente y la teoría desarrollada en este texto por los autores
buscaba darle a los proletarios la seguridad en su victoria. Otro elemento que
nos parece importante destacar es la aparición de la noción de partido; en este
texto, el partido de los comunistas aparece como la organización donde la clase
obrera finalmente encuentra su realización y su misión revolucionaria, idea
que retomará Lenin en su libro clásico ¿Qué Hacer? En muchos aspectos, se
puede decir que el Manifiesto Comunista es una antesala a la teoría de la praxis
de Lenin.
El segundo libro de la obra de Marx que abordaremos en este capítulo es
El capital, en específico el último capítulo del Tomo III que se titula Las clases.
Consideramos que el último capítulo del Tomo III tiene relevancia para abor-
dar el tema de la clase en el pensamiento de Marx. La importancia reside en
que, por una parte, es lo último que escribe Marx sobre las clases sociales y,
por otra, a pesar de que transcurren 20 años entre el Manifiesto y El Capital,
nuestro autor parece sostener la misma perspectiva teórica sobre la clase y la
relación entre clase y lucha que sostuvo en sus trabajos de juventud.
Como en la obra de Marx, el concepto de clase atraviesa la obra de Lenin.
Sus reflexiones sobre la consciencia de clase, la organización, el partido, la
dictadura del proletariado y el socialismo implican una noción de clase. En
este capítulo para entender el concepto de clase en el pensamiento de Lenin,
partiremos de su obra más importante: ¿Qué hacer? Teoría y práctica del bol-
chevismo, publicado en 1902. En este libro, Lenin desarrolla su teoría de la
organización revolucionaria tomando como punto de partida el problema de
cómo alcanzar la conciencia de clase en los obreros. Finalmente, como ya se ha
mencionado, a diferencia de Marx, en la obra de Lenin sí se encuentra una de-
finición conceptual de clase. Veremos que dicha definición aparece en el texto
Una gran iniciativa, que se publicó como folleto durante los primeros años de
la Revolución rusa. Economistas soviéticos como David I. Rosenberg (1979)

a la aparición del proletariado” y la teoría de la clase era un medio de agitación política.

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De Marx a Lenin: clase y lucha de clases

llegaron a sostener que la definición de Lenin de clase social que se encuentra


en Una gran iniciativa es el desarrollo directo del capítulo de Marx sobre las
clases que se encuentra en el Tomo III de El Capital.

Historia y lucha de clases

El Manifiesto comunista es uno de los escritos políticos más importantes de


Marx y Engels; según Eric Hobsbawm (1998, p. 5) es el escrito político más
influyente desde la Declaración de los derechos del hombre y el ciudadano. Fue
publicado por primera vez en Londres en el año de 1848, unos días antes de
la revolución que inició en París y se extendió a Europa central; revolución
en la cual, el movimiento obrero organizado mostró por primera vez su fuerza
a la clase capitalista. Podemos decir que este acontecimiento presagiaba una
nueva época de la lucha de clases, donde los partidos comunistas tendrían un
rol fundamental; en este sentido, el Manifiesto expondría la teoría y la práctica
de los comunistas en la lucha de clases. El Manifiesto fue encargado a Marx y
Engels por la Liga de los comunistas, asociación obrera internacional que ante-
riormente se llamaba la Liga de los justicieros. Marx y Engels se unieron a ella
en 1847 y en ese mismo año la Liga se reorganizó y cambió su nombre a Liga
de los comunistas, influenciados por el “comunismo crítico” de Marx y Engels
(Hobsbawm, 1998).
En el Prefacio a la edición alemana de 1872, Marx y Engels (2014a, p. 97)
relatan que en el Congreso del partido celebrado en Londres en 1847, se les
encargó la redacción de un programa teórico y práctico para el partido, desti-
nado a su publicación. Teórico en el sentido del análisis de la sociedad burgue-
sa en su conjunto y práctico en la exposición de las tácticas de los comunistas,
las cuales dependen de la situación de cada país y sus circunstancias históricas.
Desde su publicación fue traducido a varios idiomas y publicado en varios paí-
ses del mundo. En ese mismo Prefacio, nuestros autores sostienen que aunque
las condiciones cambiaron en los 25 años que transcurrieron desde su publi-
cación y aunque el Manifiesto se haya convertido en un documento histórico,
los principios fundamentales ahí expuestos siguen siendo “enteramente acer-
tados”. Después de la muerte de Marx, en los prefacios que se publicaron en
las posteriores ediciones del Manifiesto, Engels atribuye estos principios única
y exclusivamente a Marx, por lo tanto, cuando nos refiramos a ellos citaremos
solamente a Marx.
Desde el primer capítulo del Manifiesto, Marx (2014a, p. 123) plantea que
“la historia de todas las sociedades que han existido hasta nuestros días es

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Alfonso Galileo García Vela

la historia de la lucha de clases”. Antes de examinar las clases en la historia,


Marx planteó la lucha de clases. El punto de partida del análisis es la lucha
entre los opresores y los oprimidos. Según la teoría crítica de Marx (2014a),
la lucha de clases es permanente en la historia, en momentos velada y en otros
abierta. Más aún, la historia misma es impulsada por el enfrentamiento, por
el antagonismo entre opresores y oprimidos. Y en las diferentes épocas, los
antagonismos de clase han tomado formas diversas pero independientemente
de la forma que hayan tomado, “la explotación de una parte de la sociedad por
la otra es un hecho común a todos los siglos anteriores” (K. Marx & Engels,
2014a, p. 147).
La afirmación anterior implica una crítica a toda la historia de la humani-
dad; una crítica a la explotación de una clase por otra que ha existido a lo largo
de la historia y que persiste en formas distintas en el capitalismo actual. Sin
embargo, para nuestros autores la historia de la humanidad no es una historia
de la dominación, por el contrario es una historia de la lucha, una lucha que
se convierte en la fuerza que impulsa el cambio histórico y que da origen a
las clases. La lucha de clases finaliza en la transformación revolucionaria de
toda la sociedad y en el desmoronamiento de las clases. La sociedad burguesa
emergió de la lucha de clases, continúa desarrollándose en y a través de ella, y
llegará a su final por la lucha de clases.

La clase burguesa

En el capítulo primero, Marx y Engels presentan las clases y las fracciones de


clases en las antiguas sociedades y en la moderna sociedad burguesa. En Roma
existieron los patricios, caballeros, plebeyos y esclavos; en la Edad Media los
señores feudales, vasallos, maestros, oficiales y siervos. La sociedad burguesa
surgió de la lucha de clases que culminó en el desmoronamiento de la sociedad
feudal, una característica central de la sociedad burguesa es que simplificó las
contradicciones de clase. En esta sociedad encontramos a dos campos enemi-
gos, a dos grandes clases que se contraponen directamente: la burguesía, o cla-
se capitalista, que son los modernos propietarios de los medios de producción
y a los proletarios, o clase trabajadora, que, al ser expropiados de los medios
de producción, se ven obligados a vender su fuerza de trabajo para subsistir.
Marx y Engels señalan que la sociedad burguesa no ha abolido las clases ni
sus contradicciones, solamente ha sustituido las antiguas clases, las anteriores
condiciones de explotación y las anteriores formas de lucha por otras nuevas.

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De Marx a Lenin: clase y lucha de clases

A lo largo del texto, Marx y Engels exponen cómo la lucha de clases ha


formado y transformado a la clase burguesa y a la clase trabajadora. La clase
burguesa es así el resultado de grandes luchas políticas y de una serie de trans-
formaciones en el modo de producción feudal. La burguesía se formó a partir
de estamentos oprimidos durante la dominación de los señores feudales, las
luchas de la clase burguesa fueron transformando sus condiciones de existencia
y pusieron fin al antiguo modo de explotación feudal. El modo de explotación
feudal colapsó al dejar de satisfacer la demanda de los nuevos mercados, surgió
la manufactura pero tuvo el mismo destino: el colapso, por el crecimiento
constante de los mercados.
La manufactura fue sustituida por la gran industria moderna y con ella
aparecieron los burgueses modernos y una nueva forma de explotación: la
plusvalía, concepto que fue desarrollado por Marx, varios años después, en El
Capital. A partir de la apropiación de la plusvalía en el proceso de producción,
los burgueses se convirtieron en “jefes de verdaderos ejércitos industriales” (K.
Marx & Engels, 2014a, p. 125). Los éxitos económicos de la burguesía fueron
acompañados de éxitos políticos que la llevaron a la conquista del poder del
Estado y por consiguiente al dominio de clase.
Es importante subrayar que en el Manifiesto hay una idea instrumental del
Estado, idea que tuvo una gran influencia en las teorías del Estado que fueron
dominantes en la izquierda hasta la década de 1960, a saber: la teoría del capi-
talismo monopolista de Estado y la teoría del Estado de la socialdemocracia.3
En el Manifiesto, Marx y Engels (2014a, p. 126) señalan que “el gobierno del
Estado moderno no es más que una junta que administra los negocios comu-
nes de toda la clase burguesa”. Aquí, el Estado aparece como un instrumento
de la burguesía para asegurar sus intereses de clase. Sin embargo, al triunfar la
revolución comunista el proletariado se valdrá del poder del Estado para ex-
propiar a la burguesía los medios de producción y centralizarlos en el Estado.
Este último se convierte en una suerte de terreno neutral de la lucha de clases,
el cual puede ser tomado por los proletarios y ser usado como un medio in-
dispensable para transformar radicalmente el modo de producción capitalista.
Es así que en el Manifiesto el Estado es entendido como un instrumento para
la dominación o para la emancipación, dependiendo de la clase que gobierne.
En años posteriores, Marx replanteó su concepción del Estado. En los
Grundrisse, los borradores de El Capital que fueron redactados diez años des-
pués del Manifiesto, Marx (2007, p. 30) concibe al Estado como “la síntesis

3
  Sobre la teoría del capitalismo monopolista de Estado y la teoría del Estado de la
socialdemocracia ver Clarke (1991).

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Alfonso Galileo García Vela

de la sociedad burguesa”, perspectiva que implica que la función fundamental


del Estado es asegurar la totalidad de las relaciones sociales capitalistas.4 En
este sentido, el Estado está constituido por relaciones de dominación; por lo
tanto, la emancipación humana conlleva su abolición. Para Marx el comu-
nismo supone la abolición del capitalismo y sus formas de existencia como el
Estado. Podemos decir que la teoría de Marx no es una teoría sobre el Estado,
como las teorías liberales, sino una teoría crítica del Estado. En el prefacio de
1872 del Manifiesto Comunista, Marx y Engels (2014a, p. 98) critican la idea
instrumental del Estado, refiriéndose a la experiencia de la Comuna de París
escriben: “la Comuna ha demostrado sobre todo que la clase obrera no pue-
de simplemente tomar posesión de la máquina estatal existente y ponerla en
marcha para sus propios fines”. Sin embargo, si asumimos que en el Manifiesto
hay una teorización inadecuada del Estado, lo relevante de este texto es que nos
muestra que el punto de partida para una teoría crítica del Estado es la lucha de
clases. Por consiguiente, un análisis marxista del Estado involucra una noción
de clase y de lucha de clases.
En el Manifiesto, Marx y Engels (2014a, pp. 126-129) señalan que don-
dequiera que la burguesía ha conquistado el poder ha destruido las relaciones
feudales y patriarcales; al mismo tiempo, ha subordinado el campo a la ciu-
dad, los pueblos campesinos a los pueblos burgueses, el Oriente al Occidente
y ha creado ciudades inmensas. El ascenso de la burguesía “ha aglomerado la
población, centralizado los medios de producción y concentrado la propiedad
en manos de unos pocos”. Asimismo, ha logrado dominar las fuerzas de la na-
turaleza, el empleo de las máquinas, la aplicación de la ciencia, la navegación,
el ferrocarril, las comunicaciones y la agricultura. En fin, ha producido una
revolución continua en las relaciones de producción y en todas las relaciones
sociales. Como nunca antes en la historia de la humanidad, la clase burguesa
ha desarrollado enormes fuerzas productivas, a tal punto, que ha creado la
posibilidad de la emancipación material de la humanidad.5
Sin embargo, simultáneamente, ha generado relaciones sociales de pro-
ducción que se han convertido en un obstáculo para lograr dicha posibilidad.
En otras palabras, Marx y Engels (2014a, p. 131) sostienen que “las relaciones
burguesas resultan demasiado estrechas para contener las riquezas creadas en
su seno”. Así, se genera una contradicción entre el progreso de la industria
(fuerzas productivas) y las relaciones sociales burguesas, contradicción que

  Sobre la función fundamental del Estado ver Hirsch (2005).


4

  Sobre las fuerzas productivas y la emancipación material de la sociedad ver Riazánov


5

(1962).

19
De Marx a Lenin: clase y lucha de clases

produce crisis periódicas en la sociedad capitalista. Aquí, Marx plantea el ar-


gumento central de una de las contradicciones más importantes de la sociedad
capitalista: la contradicción entre las fuerzas productivas y las relaciones de
producción. En trabajos posteriores, tales como la Contribución a la crítica de
la economía política, los Grundrisse o El Capital, Marx abordará esta contra-
dicción con más detalle e incluirá a la ciencia y al conocimiento social general
dentro de las fuerzas productivas.
Para Marx y Engels (2014a, p. 130) la historia moderna de la industria y el
comercio “no es más que la historia de la rebelión de las fuerzas productivas
modernas contra las actuales relaciones de producción, contra las relaciones
de propiedad que condicionan la existencia de la burguesía y su dominación”.
Desde esta perspectiva, la superación del capitalismo supone la abolición de las
relaciones sociales burguesas, lo cual implica la transformación de las fuerzas
productivas y, por consiguiente, la supresión de la contradicción entre ambas.
La clase burguesa busca superar las crisis a través de la destrucción de una
masa de las fuerzas productivas, por el aumento de la intensidad de la explota-
ción de los mercados que controla y por la conquista de nuevos mercados. La
burguesía intenta permanente establecer un equilibrio entre las fuerzas pro-
ductivas y las relaciones de producción, de ello depende su supervivencia como
clase; en otros términos, la burguesía lucha por su existencia como clase. De
acuerdo a Marx y Engels (2014a, p. 135) “la burguesía vive en lucha perma-
nente. En principio contra la aristocracia; después, aquellas fracciones de la
misma burguesía, cuyos intereses entran en contradicción con los progresos de
la industria, y siempre, en fin, contra la burguesía de todos los demás países”.
Y en el trascurso de su lucha y expansión, la clase burguesa moldea el mundo
a partir de su propia imagen; es decir, obligando a todas las naciones y las
personas, si no quieren sucumbir, a adoptar una existencia burguesa.

La clase proletaria

La burguesía no ha producido solamente potentes fuerzas productivas, si-


multáneamente, ha producido a los proletarios. Estos últimos son para Marx
y Engels los hombres y las mujeres que empuñarán las armas que le darán
muerte a la clase burguesa. Como en la clase burguesa, la formación de la clase
proletaria está íntimamente conectada con sus luchas; Marx y Engels (2014a,
p. 133) escriben que “el proletariado pasa por diferentes etapas de desarrollo.
Su lucha contra la burguesía comienza con su surgimiento”. En un principio,
la lucha se inicia como obreros aislados, luego luchan los obreros de una mis-

20
Alfonso Galileo García Vela

ma fábrica; más adelante, los obreros que comparten un mismo oficio en una
localidad. En este período los obreros no se contentan con luchar únicamente
en contra las relaciones de producción que ha creado la burguesía; también,
luchan contra los instrumentos de producción, los obreros rompen máquinas
e incendian fábricas.
Marx y Engels (2014a, pp. 133-134) señalan que en esta etapa los obreros
aún no están unidos, forman una masa diseminada y disgregada por la compe-
tencia. Asimismo, los obreros aún no combaten con sus verdaderos enemigos,
combaten contra los enemigos de la clase burguesa; que son la monarquía
absoluta, los burgueses no industriales, los pequeños burgueses y los propie-
tarios territoriales. En esta etapa histórica de las luchas obreras, cada victoria
de los obreros contra los enemigos de la clase burguesa, es en realidad una
victoria de la burguesía.
El progreso de la industria en el siglo XIX tuvo como efecto el aumento
del número de proletarios y su concentración en grandes masas en las fábri-
cas. Nuestros autores señalan que grandes masas de obreros desorganizados
comenzaron a tomar conciencia de su fuerza y sus intereses. Ante su situación
cada vez más precaria, como resultado del aumento de la competencia entre los
burgueses, las crisis comerciales, las fluctuaciones de los salarios y el acelerado
desarrollo de las máquinas; los obreros se organizaron y actuaron en común
contra los burgueses, los obreros formaron asociaciones para asegurar los me-
dios necesarios para su lucha.
Marx y Engels (2014a, p. 134) señalan que “las colisiones individuales en-
tre el obrero y el burgués adquieren más y más el carácter de colisiones entre
dos clases”. Es decir, las luchas de los proletarios, unidas al progreso de la
industria que concentra grandes masas de obreros, los convierte de una masa
diseminada de individuos en una clase que amenaza la continuidad de la do-
minación burguesa. Algunas veces los proletarios triunfan, pero es efímero.
Para nuestros autores, “el verdadero resultado de sus luchas no es el éxito in-
mediato, sino la unión cada vez más extensa de los obreros”; es decir, la unión
de los obreros implica su constitución como clase, y como clase enfrentan de
manera directa y concentrada la dominación burguesa, y ponen en riesgo la
continuidad del sistema.
La unidad de los proletarios lleva a su organización en y para la lucha, la
clase proletaria es precisamente la organización de los proletarios en la lucha.
Más aún, para Marx y Engels (2014a, p. 134) “toda lucha de clases es una lu-
cha política”, por lo tanto, la organización del proletariado en clase supone su
organización en partido político. Pero no en cualquier partido, el proletariado

21
De Marx a Lenin: clase y lucha de clases

se debe organizar en el partido que hace valer los intereses comunes de todo el
movimiento proletario, independientemente de la nacionalidad de los proleta-
rios y de las diferentes fases en que se encuentre la lucha entre el proletariado
y la burguesía. El “Partido” al cual se refieren Marx y Engels (2014a, p. 139)
es el partido de los comunistas, vanguardia teórica y práctica de todos los par-
tidos proletarios y del mismo proletariado. De acuerdo a nuestros autores, los
objetivos inmediatos de los comunistas son: “constitución de los proletarios
en clase, derrocamiento de la dominación burguesa y la conquista del Poder
político por el proletariado”.

Clase y partido: Marx, Engels y Lenin

Para Marx y Engels (2014a, p. 139) “prácticamente, los comunistas son, pues,
el sector más resuelto de los partidos obreros de todos los países, el sector que
siempre impulsa adelante a los demás; teóricamente, tienen sobre el resto del
proletariado la ventaja de su clara visión de las condiciones, de la marcha y de
los resultados generales del movimiento proletario”. Lo que podemos inter-
pretar de los argumentos anteriores, es que la política mantiene cierta autono-
mía de las relaciones sociales burguesas. Es decir, la política se entiende como
una especie de instancia separada y autónoma al capital desde la cual se puede
intervenir de forma revolucionaria en la sociedad, a través de instituciones
como el partido político o el Estado. Esta perspectiva, permite establecer un
vínculo directo entre lucha, organización, clase y partido. En este argumento,
el sentido final de la clase es su organización en el “Partido”; aquí se encuentra
la antesala al pensamiento teórico de Lenin, cuyo libro más importante, ¿Qué
Hacer? Teoría y práctica del bolchevismo, es en cierto sentido un desarrollo teó-
rico de las ideas políticas del Manifiesto Comunista.
El Manifiesto Comunista anticipa además el modo de hacer política del
siglo XX. De acuerdo a Lazarus (2010), en el siglo XIX la base de la lucha
política era la insurrección, la Comuna de París de 1870 es un ejemplo muy
importante de aquella idea de política. Mientras que en el siglo XX surge un
nuevo modo de lucha política donde el partido se vuelve fundamental. En
el siglo XX la idea de lucha política se centra en el partido y dentro de este
último se organizan las cuestiones de clase y acceso al poder. En este sentido,
Lenin convirtió la idea de hacer política en el siglo XX en la condición para
su estrategia revolucionaria.

22
Alfonso Galileo García Vela

Lazarus (2010, p. 248) plantea una tesis muy sugerente al argumentar que
Lenin, en su libro ¿Qué hacer?, rompe con las tesis de Marx y Engels del Ma-
nifiesto “en lo que respecta al carácter espontáneo de la aparición de comunistas
dentro del proletariado moderno”. La tesis de Lazarus señala que para Marx la
aparición de los comunistas es intrínseca a la existencia de los proletarios como
clase (“donde hay proletariados, hay comunistas”); en otras palabras, existe
la posibilidad de una consciencia política revolucionaria espontánea en los
proletarios, lo cual conserva las posibilidades de su propia autoemancipación.
Por otra parte, Lenin se aleja de la tesis de Marx y sostiene que la consciencia
revolucionaria de los proletarios no es un fenómeno espontáneo, es el partido
que desde fuera lleva la consciencia revolucionaria a los proletarios y les per-
mite organizarse para la lucha revolucionaria. Así pues, Lenin en su teoría de
la revolución presupone el modo de hacer política del siglo XX. Asimismo,
Badiou (2010, p. 13) señala que lo real en la política revolucionaria es una
condición para la teoría de Lenin, perspectiva que determinó la subjetividad
política del siglo XX, en la cual lo real es “lo que puede hacerse inmediata-
mente, aquí y ahora”.
Lenin en ¿Qué hacer? desarrolla su teoría de la organización revolucionaria
tomando como punto de partida el problema de cómo desarrollar la conciencia
de clase en los obreros. Para Lenin (1977) es central mostrar el significado
del elemento espontáneo y el elemento consciente en la lucha de clases. Según
Lenin (1977, pp. 136-138) el movimiento popular que surgió en Rusia a fina-
les del siglo XIX tenía un carácter espontáneo, es decir, una “forma embriona-
ria de lo consciente”, muchos de los motines eran simplemente levantamientos
de gente oprimida y enojada. En algunas huelgas se observaron destellos de
conciencia, por ejemplo, se formularon reivindicaciones determinadas, se cal-
cularon de antemano el elemento más conveniente, se discutieron los casos y
ejemplos conocidos de otros lugares, etcétera. Sin embargo, Lenin consideró
que estas huelgas eran únicamente destellos de consciencia y embriones de
lucha de clases.
De este modo, Lenin (1977) argumentó que los obreros no podían adqui-
rir una conciencia de clase por sí mismos, o de un modo espontáneo como
resultado de sus luchas. Según el pensador ruso, la historia de todos los paí-
ses muestra que la clase obrera por sus propios medios únicamente puede
elaborar una consciencia tradeunionista; es decir, la convicción de agruparse
en sindicatos, luchar contra los patronos, reclamar la promulgación de leyes
indispensables para los obreros, etc. Asimismo, para Lenin el movimiento
espontáneo conduce a la supremacía de la ideología burguesa. Lenin sostenía
que es falso que la consciencia de clase o la consciencia de la posibilidad y de

23
De Marx a Lenin: clase y lucha de clases

la necesidad del socialismo fuera el resultado necesario y directo de las luchas


de la clase proletaria.
De acuerdo con Lenin (1977, p. 144) la consciencia de clase moderna úni-
camente “puede surgir sobre la base de profundos conocimientos científicos”.
Conocimientos que la clase obrera no posee, por consiguiente, la conciencia de
clase sólo puede ser introducida en los obreros desde afuera por intelectuales
con profundos conocimientos científicos; esta es una de las tesis más impor-
tantes y polémicas de Lenin. De esta forma, al defender que los intelectuales,
y no el proletariado, son los portadores de la ciencia, la conciencia de clase se
convierte en algo que es introducido desde fuera.
Lenin subrayó que la doctrina del socialismo surgió de teorías filosóficas,
históricas y económicas elaboradas por intelectuales; por ejemplo, Marx y
Engels, quienes fueron los fundadores del socialismo científico moderno. Los
intelectuales creadores del socialismo moderno trasmitieron sus conocimien-
tos a los proletarios destacados por su desarrollo intelectual; a su vez, los pro-
letarios destacados introducirían los conocimientos adquiridos en la lucha de
clases, ahí donde las condiciones históricas lo permitan. Es importante agregar
que para Lenin el conocimiento no es neutral, es un instrumento de la lucha
de clases. La teoría está al servicio de algún interés de clase independiente-
mente de las intenciones de los propios intelectuales, no puede ser de otro
modo en una sociedad atravesada por la lucha de clases (Kolakowski, 1980).

Para Lenin, los intelectuales revolucionarios se deben organizar en el parti-


do y la tarea fundamental del partido revolucionario sería llevar al proletariado
la consciencia de su situación y de su misión; es decir, la conciencia de clase.
No existiría la necesidad de hacerlo si la conciencia de clase del proletaria-
do derivara espontáneamente de sus luchas. Por ello, Lenin (1977, p. 146)
creía que el apoyo de los revolucionarios al movimiento espontáneo debía ser
combatido, ya que, como ya se mencionó, el pensador ruso consideró que
la espontaneidad de las luchas proletarias conduciría a la supremacía de la
ideología burguesa. Esta última afirmación estaba fundamentada en la idea
de que “la ideología burguesa es mucho más antigua por su origen que la
ideología socialista, y su elaboración es más completa y porque posee medios
de difusión incomparablemente más poderosos”, por lo tanto,, es un error el
culto al movimiento espontáneo. Así, cuanto más poderoso es el movimiento
espontáneo de masas mayor es la necesidad de una elevada consciencia, de un
trabajo teórico, político y de organización.

24
Alfonso Galileo García Vela

Los planteamientos de Lenin en el ¿Qué hacer? fueron el referente más impor-


tante de la revolución en el siglo pasado y dieron origen a muchas discusio-
nes y polémicas desde diferentes perspectivas teóricas marxistas. Por ejemplo,
Georg Lukács (2005:32), uno de los pensadores marxistas más importantes
del siglo XX, consideró a Lenin como “el más grande pensador que haya gene-
rado el movimiento obrero revolucionario desde Marx”. Lukács se ocupó, de
un modo teóricamente más sofisticado y profundo, de temas leninistas como
la conciencia de clase, el partido de vanguardia y el proletariado como sujeto
histórico. En una tradición marxista distinta como es la Escuela de Frankfurt,
donde la utopía juega un rol central, Theodor Adorno (2014), en una con-
versación con Max Horkheimer, menciona que siempre quiso recuperar una
teoría que se mantuviera fiel a Marx, Engels y Lenin, pero que por otro lado
no se quedara retrasada respecto de la cultura más avanzada. Para Adorno,
Lenin se preocupó más que Marx por la subjetividad humana y comprendió
de un modo más coherente que en lo más profundo los seres humanos son
producto de la sociedad; no obstante, Adorno rechazaba la idea de Lenin del
partido de vanguardia.
Por otra parte, Rosa Luxemburgo (1977, p. 463), una brillante marxista
y gran revolucionaria, criticó la teoría de la praxis de Lenin y sostuvo que el
ultracentralismo defendido por Lenin está impregnado del “espíritu del vigi-
lante nocturno” y su concepción de organización revolucionaria es demasia-
do mecánica. Para Rosa Luxemburgo el elemento espontáneo desempeñó un
gran papel en las huelgas de masas en Rusia, no únicamente como un freno
sino que como un elemento impulsor de la revolución. Además, Luxemburgo
(2003, p. 61) polemizó con la idea de Lenin del intelectual como una especie
de educador o guía del proletariado; para ella “las revoluciones no se aprenden
en la escuela”.
Ya hemos visto que en el ¿Qué Hacer? la clase proletaria, los intereses de
clase, la consciencia de clase y todo lo referente a la lucha de la clase obrera se
condensa en la organización revolucionaria en la forma de partido de vanguar-
dia. En otras palabras, en el pensamiento de Lenin la noción de clase y la lucha
de clases adquieren su sentido final en el Partido comunista. Esta perspectiva
teórica ya se encontraba en cierta medida presente en El Manifiesto Comunista
de Marx y Engels; para Marx, Engels y Lenin el partido de los comunistas
es la clase organizada. El partido comunista es, pues, donde la clase proletaria
finalmente encuentra su realización y su misión que es el derrocamiento de la
dominación burguesa. No obstante, es importante subrayar que hay una dife-
rencia fundamental entre Marx y Lenin, para Marx es posible la autoemanci-

25
De Marx a Lenin: clase y lucha de clases

pación de la clase obrera mientras que para Lenin sólo a través del partido se
puede lograr su liberación.
De acuerdo al Manifiesto el primer paso de la revolución es la conquista del
poder y el ascenso del proletariado a clase dominante. Mediante la revolución
es que el proletariado se convierte en clase dominante y rompe con las relacio-
nes sociales burguesas. Finalmente, cuando la clase proletaria logre suprimir
las relaciones de producción burguesas se abolirán los antagonismo de clase y,
por consiguiente, las clases. De la abolición de la antigua sociedad burguesa y
sus clases “surgirá una asociación en que el libre desenvolvimiento de cada uno
será la condición del libre desenvolvimiento de todos” (K. Marx & Engels,
2014a, p. 150). Así en el Manifiesto, la clase proletaria lucha por la abolición
de su propia existencia como clase.
Ahora bien, en esta discusión sobre la lucha de clases y su organización,
queda aún por responder a la pregunta ¿qué es una clase para Lenin y Marx?

¿Qué es una clase? Lenin y Marx

Es más sencillo abordar el concepto leninista de clase, puesto que Lenin de-
finió la clase en el texto Una gran iniciativa que se publicó como folleto más
de 15 años después del ¿Qué hacer?. En dicho folleto, Lenin reflexiona sobre
el trabajo voluntario y su importancia para la lucha de clases. El trabajo volun-
tario fue una iniciativa de obreros y simpatizantes comunistas que se organizó
los días sábados, inició en los primeros años de la Revolución bolchevique y
fueron llamados los sábados comunistas. Para Lenin (1970, p. 124) los sábados
comunistas tenían la enorme importancia histórica de mostrar “la iniciativa
consciente y voluntaria de los obreros en el desarrollo de la productividad del
trabajo, en el paso a una nueva disciplina de trabajo y en la creación de condi-
ciones socialistas en la economía y en la vida.”
A partir de la reflexión sobre la lucha de clases y las tareas del proletariado
después de la conquista el poder político, Lenin (1970, p. 123) define a las
clases como:
grandes grupos de hombres que se diferencian entre sí por el lugar que
ocupan en un sistema de producción social históricamente determina-
do, por las relaciones en que se encuentran con respecto a los medios de
producción (relaciones que las leyes refrendan y formulan en su mayor
parte), por el papel que desempeñan en la organización social del traba-
jo, y, consiguientemente, por el modo y la proporción en que perciben
la parte de riqueza social de que disponen. Las clases son grupos huma-

26
Alfonso Galileo García Vela

nos, uno de los cuales puede apropiarse el trabajo de otro por ocupar
puestos diferentes en un régimen determinado de economía social.

Para Lenin las clases sociales son básicamente grupos humanos que se consti-
tuyen por su relación con los medios de producción, la relación con los medios
de producción permite a un grupo apropiarse del trabajo de otro grupo. En la
sociedad capitalista, la clase burguesa es dueña de los medios de producción,
condición que le permite apropiarse de la plusvalía generada por el trabajo de
la clase obrera. El concepto de clase es para Lenin un punto de partida para
explicar el significado de la “supresión de las clases”, que es el objetivo final
del socialismo.
A partir del concepto de clase, Lenin (1970) concluye que para suprimir
por completo las clases sociales no basta con derrocar a los explotadores y no
basta con suprimir su propiedad. Es imprescindible abolir toda propiedad pri-
vada sobre los medios de producción, es necesario abolir las diferencias entre
la ciudad y el campo, y entre el trabajo manual e intelectual. En el tránsito del
capitalismo al socialismo, esta tarea sólo la puede cumplir la clase más fuerte y
más avanzada de la sociedad burguesa, que es la clase obrera.
Ahora bien, responder a la pregunta sobre qué es una clase para Marx es
mucho más difícil, puesto que, como ya se mencionó, en la obra de Marx no
hay un concepto definitivo de clase o una definición en sentido estricto. Por
lo tanto, a partir de la discusión anterior buscaremos aproximarnos al núcleo
o premisa central de su idea de clase. En el Manifiesto el punto de partida
para la noción de clase es la lucha, las clases no son grupos formados con an-
terioridad a la lucha, el proletariado y la burguesía se constituyen como clases
en el transcurso del movimiento histórico de su lucha. En principio podemos
decir que para Marx, la clase es intrínseca a la lucha.6 En La ideología alemana,
escrita por Marx y Engels en años muy cercanos al Manifiesto, se encuentra
la misma perspectiva teórica. Nuestros autores sostienen que “los diferentes
individuos sólo forman una clase en cuanto se ven obligados a sostener una
lucha común contra otra clase, pues por lo demás ellos mismos se enfrentan
unos contra otros, hostilmente, en el plano de la competencia”(K. Marx &
Engels, 2014b, p. 59).
En su obra más importante El Capital: crítica de la economía política, pu-
blicada casi veinte años después del Manifiesto y La ideología alemana, Marx
analiza como la clase obrera se formó a través de las luchas por la reglamen-
tación de la jornada de trabajo en los diferentes períodos del capitalismo. La

  Sobre la relación entre clase y lucha ver Thompson (1979) y Gunn (2004).
6

27
De Marx a Lenin: clase y lucha de clases

exposición de Marx en el capítulo titulado La jornada de trabajo, en Tomo 1 de


El capital, trata precisamente sobre la larga y difícil lucha de la clase obrera por
lograr la legislación del tiempo de trabajo. Marx (2001a, p. 241) señala que
“para defenderse contra la serpiente de sus tormentos, los obreros no tienen
más remedio que apretar el cerco y arrancar, como clase, una ley del Estado, un
obstáculo social insuperable que les impida a ellos mismos venderse y vender a
su descendencia como carne de muerte y esclavitud mediante un contrato libre
con el capital.” El obrero aislado se encuentra indefenso ante el capital pero
al organizarse, en la lucha como clase obrera, enfrentan de manera directa y
concentrada la dominación de la clase capitalista.
Ahora bien, ¿qué más nos dice Marx sobre las clases en El Capital? El
tema de las clases y la lucha de clases se encuentra presente desde los primeros
capítulos del libro. No aparece de modo abierto, en muchos capítulos apa-
rece velado, como parte intrínseca del despliegue de las categorías. Desde el
capítulo primero, podemos advertir que al interior de la mercancía existe un
antagonismo entre valor y valor de uso, que es una lucha por el dominio del
valor sobre el valor de uso; y dado que la existencia del capital no es posible
sin el valor y el trabajo es el valor de uso por antonomasia.7 Entonces, en la
mercancía misma ya se encuentra presente la lucha entre el capital y el trabajo,
que es lucha de clases. Sin embargo, como veremos a continuación el último
capítulo del Tomo III de El Capital es muy relevante ya que en ese capítulo
Marx trata específicamente el tema de las clases.
Durante su vida Marx únicamente publicó el Tomo I de El Capital, mien-
tras que el Tomo II y el Tomo III fueron publicados por Engels después de su
muerte, a partir de una serie de manuscritos y notas que dejó nuestro autor. En
el Prólogo al Tomo III de El Capital Engels escribe que en la década de 1860
Marx estaba embarcado en grandes proyectos. No sólo preparaba los libros
II y III de El Capital, también entregaba el libro I para la imprenta y estaba
muy involucrado en la enorme labor de la fundación y puesta en marcha de
Asociación Internacional de Trabajadores. Además, aquella década fueron para
Marx y su familia años muy duros ya que afrontaban una pobreza extrema.8

7
  Marx (2007, p. 235) en los Grundrisse señala que “en la relación entre trabajo y el capital,
y asimismo en esta primera relación del intercambio entre ambos, el obrero compra el
valor de cambio y el capitalista el valor de uso – con lo cual el trabajo no se contrapone al
capital como un valor de uso, sino como el valor de uso por antonomasia”.
8
  Sobre aquella etapa en extremo difícil para Marx y su familia ver Dussel (1988, p.
15): “El 25 de febrero de 1862 escribía a Engels que si se consideran bien las cosas, una
vida tan miserable no vale la pena ser vivida. Y el 18 de junio todavía le comunicaba a su
amigo: Mi mujer me ha dicho que desearía estar en la tumba con los niños; y yo no puedo

28
Alfonso Galileo García Vela

En sus últimos años Marx tuvo varios quebrantos de salud derivados de aquel
período tan doloroso de su vida y el exceso de trabajo, esto le llevó a tempo-
radas de inactividad intelectual. Por esa razón, Marx no llegó a concluir su
proyecto teórico, incluida la teoría de las clases. Nuestro autor muere en marzo
de 1883 sin poder dar cierre al Tomo II y III de El Capital. Sobre el último
capítulo del Tomo III dedicado a las clases, Engels señala que Marx sólo dejó
la primera parte, dicho capítulo era una suerte de síntesis final y Marx solía
dejar las síntesis para la última redacción poco antes de entregar sus obras a la
imprenta.
En el capítulo sobre las clases, Marx (2001b, p. 817) comienza presentando
las tres grandes clases de la sociedad moderna fundada en el régimen capita-
lista de producción: primero, los obreros que son los propietarios de la fuerza
de trabajo y su ingreso proviene del salario. Segundo, los capitalistas que son
los propietarios de capital y su fuente de ingreso es la ganancia; y, finalmente, los
terratenientes dueños de la tierra cuya fuente de ingreso es la renta del suelo.
Marx inicia el capítulo por tres grandes grupos humanos que se diferencian
entre sí por su relación con los medios de producción y por el modo en que
reciben sus ingresos. En principio, podemos suponer que la idea anterior es
una definición de clase similar a la de Lenin, pero sigamos con la lectura del
capítulo.
Marx señala que es Inglaterra donde se encuentra más desarrollada la so-
ciedad capitalista; no obstante, en el capitalismo más desarrollado de la época
no se presenta en toda su pureza la división en las tres grandes clases sociales.
En la sociedad inglesa existen fases intermedias y de transición que oscurecen
las líneas divisorias entre las principales clases sociales. De aquí, se podría
derivar la idea de estratos o grupos intermedios que no se ajustan a las tres
grandes clases del capitalismo. Pero Marx (2001b, p. 817) señala que lo ante-
rior es indiferente para su investigación, dado que es
tendencia constante y ley del desarrollo del régimen capitalista de pro-
ducción el establecer un divorcio cada vez más profundo entre los me-
dios de producción y el trabajo y el de ir concentrando los medios de
producción desperdigados en grupos cada vez mayores; es decir, con-
vertir el trabajo en trabajo asalariado y los medios de producción en
capital. Y a esta tendencia le corresponde, de otra parte, el divorcio de

criticarla, porque las humillaciones, los sufrimientos y los horrores de nuestra situación son
verdaderamente indescriptibles. Fue en septiembre de ese año cuando Marx, desesperado
pensó en abandonar sus estudios y dedicarse a alimentar a su familia. Para ello, intentó
trabajar como empleado en el ferrocarril de Londres…pero fue rechazado en el examen de
admisión…por mala letra.”

29
De Marx a Lenin: clase y lucha de clases

la propiedad territorial para formar una potencia aparte frente al capital


y al trabajo, o sea, la transformación de toda la propiedad del suelo para
adoptar la forma de la propiedad territorial que corresponde al régimen
capitalista de producción.

Marx sostiene que la sociedad capitalista tiene la tendencia de ir dividiéndo-


se cada vez más en tres grandes clases sociales: los obreros, los capitalistas y
los terratenientes. Esta es básicamente la misma perspectiva teórica que se
encuentra en el Manifiesto, donde plantea que existe una tendencia en la so-
ciedad burguesa, que es dividir la sociedad en un número muy reducido de
clases fundamentales que se enfrentan entre sí. Pero es necesario señalar que
el enfrentamiento fundamental se produce entre los obreros y los capitalistas.
En última instancia, los terratenientes son parte de la burguesía.
En este punto del capítulo, Marx (2001b, p. 817) escribe “el problema
que inmediatamente se plantea es éste: ¿qué es una clase?”. Ahora bien, por
qué Marx formula esta pregunta, si a partir de los primeros párrafos de este
capítulo se podría decir que la clase es un grupo humano que se diferencia de
otro grupo por su relación con los medios de producción y por el modo en
que percibe sus ingresos. Marx (2001b, p. 817) inmediatamente escribe “la
contestación a esta pregunta se desprende en seguida de la que demos a esta
otra: ¿qué es lo que convierte a los obreros asalariados, a los capitalistas y a los
terratenientes en clases sociales?”
Marx responde que a “primera vista” la respuesta es la identidad de sus
rentas y fuentes de renta. Es decir, que lo que convierte a un individuo en
miembro de la clase obrera es que su ingreso provenga de un salario y que este
sea más o menos similar a los otros miembros de la clase obrera. La misma
idea se puede aplicar para ubicar a otros individuos en la clase capitalista y la
clase de los terratenientes, teniendo en cuenta que los capitalistas viven de la
ganancia y los terratenientes de la renta del suelo. De acuerdo a Marx (2001b,
p. 817), este punto de vista es problemático, ya que implicaría que también
los médicos y los funcionarios, por ejemplo, formarían clases, pues per-
tenecen a dos grupos cuyos componentes viven de rentas procedentes de
la misma fuente en cada uno de ellos. Y lo mismo podría decirse del in-
finito desperdigamiento de intereses y posiciones en que la división del
trabajo social separa tanto a los obreros como a los capitalistas y a los
terratenientes, a estos últimos, por ejemplo, en propietarios de viñedos,
propietarios de tierras de labor, propietarios de bosques, propietarios de
minas, de pesquerías, etc.

30
Alfonso Galileo García Vela

Lamentablemente, en este último párrafo se interrumpe el capítulo final del


Tomo III de El Capital. Pero qué nos quiso decir Marx, que el punto de par-
tida para contestar a la pregunta sobre qué es una clase no puede ser la idea de
grupos que se forman a partir de la identidad de sus rentas y fuentes de renta
ya que implicaría que se pueden constituir como clase las profesiones y otras
actividades económicas. Marx busca descubrir lo que se encuentra detrás de
las apariencias, intenta develar su nexo interno, por esa razón en muchas
ocasiones antes de develar lo que se oculta tras las apariencias fetichizadas
de la sociedad, escribe en El Capital frases como: “a primera vista” o “se nos
aparece”.
Por ejemplo, en el Tomo I escribe “A primera vista, el valor de cambio apa-
rece como la relación cuantitativa, la proporción en que se cambian valores de
uso de una clase por valores de uso de otra”, “A primera vista, parece como si
las mercancías fuesen objetos evidentes y triviales”, etc., (2001b, pp. 817-818).
Enseguida, Marx muestra que el valor de cambio expresa el trabajo social y
que las mercancías no son objetos simples; la mercancía es un tipo de relación
social en el capitalismo que se manifiesta en forma objetivada.
Estas frases son muy interesantes ya que encaminan la reflexión teórica a
un más allá de las apariencias, se dirigen al contenido velado por sus formas
de manifestación. En este sentido, las clases sociales “a primera vista” se pre-
sentan como grupos que se forman a partir de la fuente de sus ingresos. Sin
embargo, hemos visto que en el Manifiesto y en la Ideología Alemana el punto
de partida para el concepto de clase es la lucha, las clases se constituyen como
clases en el movimiento de su lucha. La lucha de clases es el contenido velado
detrás de las formas de manifestación en la sociedad capitalista.
A partir de lo anterior, podemos decir que Marx intentó explicar la existen-
cia de la clase a partir de la lucha. Esta perspectiva no solo tiene fines teóricos
sino que también fines políticos. La discusión de Marx sobre el concepto de
clase implica responder a la pregunta sobre la posibilidad de la abolición de la
clase misma y del fin de la sociedad de clases, ese es uno de los temas centrales
del Manifiesto Comunista y de El Capital y una de las tareas fundamentales de
la clase obrera.
Comprender la clase a partir de la lucha; es decir, tener como punto de
partida relaciones sociales de lucha, no significa que no se pueda analizar
empíricamente la estructura de clases en la sociedad capitalista, teniendo en
cuenta su relación con los medios de producción y el modo en que sus com-
ponentes reciben sus ingresos. A nuestro modo de ver, lo importante es que la
reflexión teórica y el análisis de las clases se fundamente en la idea de lucha, ya

31
De Marx a Lenin: clase y lucha de clases

que esta perspectiva concentra su atención en el antagonismo social. En otras


palabras, la clase es un concepto que implica el antagonismo, el conflicto en las
relaciones sociales capitalistas. En este sentido es muy importante cuando E.
P. Thompson (1979, p. 36) explica que “las clases no existen como entidades
separadas, que miran en derredor, encuentran una clase enemiga y empiezan
luego a luchar.” Por el contrario, para Thompson al igual que para Marx, las
personas experimentan la explotación, encuentran puntos de interés y comien-
zan a luchar y en el proceso de lucha se descubren como clase.
Para concluir, la clase en la teoría crítica de Marx no es una categoría que se
pueda encontrar como una definición individual o que se pueda extraer como
un concepto aislado, es decir, al margen de su exposición sobre las relaciones
sociales burguesas. De tal modo que no podemos decir, con toda claridad y
seguridad, en la misma forma que pudimos hacerlo con el concepto de clase de
Lenin, lo que es el concepto o la definición de clase en la teoría de Marx. Para
Marx el concepto de clase es parte intrínseca e inseparable de un despliegue
teórico que da cuenta del movimiento histórico de la lucha de clases. En otras
palabras, el concepto es parte del movimiento del objeto mismo, es el modo
dialéctico de desarrollar conceptos fundamentales. La complejidad misma de
este enfoque teórico es en cierto sentido lo que ha permitido las distintas in-
terpretaciones del concepto de clase.

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Alfonso Galileo García Vela

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33
Capítulo 2

Gramsci y las clases subalternas1


Guido Liguori

Introducción

En 2011 publiqué un estudio relativo al concepto de “subalterno” en los Cua-


dernos de la cárcel y en la Cartas desde la cárcel.2 Siento la necesidad de volver
sobre el argumento porque nuevos estudios y profundizaciones3 me llevaron

1
  Este artículo fue publicado previamente con el título “Clases subalternas marginales y
fundamentales en Gramsci” en la revista Memoria 254 (2016-I), publicación del Centro de
Estudios del Movimiento Obrero Socialista, dirigida por Massimo Modonesi.
2
  Compárese G. Liguori “Tre accezioni di ‘subalterno’, in Gramsci”, en Crítica Marxista,
Roma, 2011, número 6, en español en Massimo Modonesi (coordinador). Horizontes
gramscianos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2013. Al escrito reenvío
también para lo concerniente la bibliografía secundaria sobre el argumento, lo cual me
permite limitar aquí las referencias a ella.
3
  Agradezco a las instituciones promotoras y los organizadores y organizadoras de algunas
iniciativas sobre el tema de los subalternos en Gramsci a las que participé: la “Ghilarza
Summer School 2014. Escuela internacional de estudios gramscianos”, dedicada al tema
Hegemónico/subalterno (Ghilarza, 12 de septiembre de 2014); el Departamento Culturas,
Política y Sociedad de la Universidad de Turín, donde se llevó a cabo el seminario Los
subalternos in Gramsci (Turín, 13 de marzo de 2015); y el Seminario de lectura en ciencias
sociales de la Escuela Francesa de Roma, cuyo día conclusivo fue dedicado este año al tema
El laboratorio de Gramsci (Roma, 3 de julio de 2015). Este artículo, si bien apoyado en los
estudios realizados en ocasión de estos encuentros, se aleja de las ponencias presentadas en
aquellas ocasiones, en particular de la primera, todavía inédita, más amplia y exhaustiva.

35
Gramsci y las clases subalternas

a más exactas determinaciones que, si bien confirman las principales líneas


interpretativas avanzadas en aquel texto, precisan y hasta corrigen parte de
las observaciones allí vertidas. En particular consideraré en este nuevo ensayo
algunos escritos gramscianos (de los Cuadernos y las Cartas) a cuyo respecto
no me detuve antes y que estimo importantes para los fines del análisis del
concepto referido.
Avancé en el ensayo de 2011 algunas rápidas referencias a la gran difu-
sión que tiene hoy el concepto gramsciano de “subalterno”, respecto a las
razones de aquélla y los riesgos de malentendidos observados a veces en
la bibliografía actual del tema: no volveré sobre estos temas. Me concen-
traré aquí en la presencia de ese término y otros afines (“clases subalter-
nas”, “grupos sociales subalternos”), ante todo en los escritos carcelarios de
Gramsci.4 Es cierto, en efecto, que el concepto aparece en algunos escritos
juveniles del comunista sardo, aunque no se repita con gran frecuencia.
Sin embargo, en estos escritos de las décadas de 1910-20 tiene significados
del todo diferentes, y con seguridad menos relevantes, respecto a los de
las notas redactadas en la cárcel, destinadas a volverse célebres. Basta se-
ñalar5 que en los escritos precarcelarios el término (heredado del lenguaje
militar) indica los grados intermedios de la cadena de mando, entendida
como nivel social y estatal-burocrático, militar o partidario. Para poner
un ejemplo entre otros posibles, en Il paese di Pulcinella, publicado en la
edición piamontesa del Avanti! el 30 de enero de 1919,6 los subalternos son
para Gramsci los que deberían ser –en un Estado burgués bien estructu-
rado– los “servidores del Poder Ejecutivo” que deberían poner en acto las
órdenes de los altos mandos y que, por el contrario, en el caos dominante,
se dedican a cuidar su pequeños privilegios. Desde la perspectiva social, se
refiere en estos escritos a la “pequeña burguesía”, no a la base de la pirá-
mide social como será en los Cuadernos. Es decir, habla de los que –tanto
en la estructura del Estado como en la del Partido Socialista–7 ocupan

4
  Para dar coherencia al presente discurso, repetiré o resumiré algunas observaciones
avanzadas en el escrito de 2011. Señalaré expresamente los textos gramscianos que allí no
tomé en cuenta. Los dos artículos pueden considerarse complementarios.
5
  El tema es tratado ampliamente en la ponencia que presenté en Ghilarza.
6
  A. Gramsci, Il paese di Pulcinella, in Id. Il nostro Marx 1918-1919, compilación de
Sergio Caprioglio, Turín, Einaudi, 1984, pp. 513-515.
7
  Compárese. A. Gramsci. “I partiti e la massa”, en Id. Socialismo e fascismo. L’Ordine
Nuovo 1921-1922, Turín, Einaudi, 1966, páginas 353-356; y A. Gramsci. “Il nostro
indirizzo sindacale”, en Id. La costruzione del Partito Comunista 1923-1926, Turín,
Einaudi, 1971, páginas 3-7.

36
Guido Liguori

un lugar de cuadro dirigente intermedio, de “oficial de conexión”, por así


decir, entre el estado mayor de la burguesía o del ejercito proletario y la
masa de soldados rasos, entendidos como ciudadanos en el primer caso y
como pertenecientes a la masa proletaria en el segundo.

Los primeros Cuadernos

Pasando a los Cuadernos de la cárcel, la palabra “subalternos” aparece desde


el Cuaderno 1, donde inicialmente (C 1, 43, 37)8 sigue el paralelismo entre
la función social y la militar, con las mismas valencias que señalamos en los
escritos precarcelarios. Pero, poco a poco, en el mismo Cuaderno 1 aparece un
uso del término variadamente negativo,9 que adquiere carácter de complejidad
mayor con una valencia que podemos considerar ya contrapuesta a una idea
positiva de “hegemónico”, aunque este término por el momento no figura. La
Iglesia –escribe Gramsci en la nota Acción católica– es “una fuerza subalterna”,
pues perdió en la modernidad una posición propia de predominio e iniciativa,
está siendo obligada “a la defensiva” (C1, 139, 127). Se observa que también
las “clases subalternas” serán para Gramsci, a partir del Cuaderno 3, unas que
padecen la iniciativa adversaria y están siendo obligadas a ponerse la defensiva.
La primera nota que contiene presencia relevante del término en cuestión
es C3, 14, Historia de la clase dominante y de las clases subalternas. Será reto-
mada con algunas modificaciones, y con un título que le da realce –Criterios
metodológicos– como segunda nota del Cuaderno 25, el cuaderno temático de
1934 que recogerá, y ya lo veremos, algunas notas sobre el tema de los sub-
alternos.
Antes de examinar la nota C 3, 14, es necesario observar cómo Gramsci
había dedicado una anterior, Q 3, 12, a Davide (o David) Lazzaretti. El térmi-
no “subalterno” no aparece ahí, pero será retomada justamente como nota de
apertura del Cuadernos 25, el “especial” (monotemático) dedicado a la “historia
de los grupos sociales subalternos”. La reflexión sobre Lazzaretti es entonces
plenamente parte de la inicial reflexión gramsciana sobre las clases subalternas.

8
  Se citarán los Cuadernos de la siguiente forma: cuaderno, párrafo, tomo y página de la
edición en español, A. Gramsci. Cuadernos de la cárcel, México, Era, 1982-1999 (nota del
traductor).
9
  Por ejemplo, en C 1, 116, 105, donde la “astucia” atribuida a Nitti es definida como
“cualidad subalterna”.

37
Gramsci y las clases subalternas

¿Quién era Davide Lazzaretti? Un rebelde10 del siglo xix, nacido en 1834;
actuó en el Monte Amiata, en Toscana, donde dio vida a una secta religiosa
popular y herética, con una ideología densa de elementos proféticos. Se había
pronunciado por la Comuna de París y afirmado querer instaurar la república.
Alarmó así tanto al Estado Italiano como a la Iglesia católica por el apoyo
popular que tenía en la zona. Lo fusiló el ejército regio italiano en 1878, aun
cuando no constituía un peligro real para las instituciones de ese tiempo.11
Pasemos ahora a la segunda mencionada (C 3, 14), que se retomará al prin-
cipio del Cuaderno 25. El texto es el siguiente:
Historia de la clase dominante e historia de las clases subalternas. La historia
de las clases subalternas es necesariamente disgregada y episódica (…) Éstas
sufren la iniciativa de la clase dominante, incluso cuando se rebelan; se hallan
en estado de defensa alarmada. Por ello cualquier brote de iniciativa autóno-
ma reviste inestimable valor. De todos modos, la monografía es la forma más
adecuada para esta historia, que exige un cúmulo de materiales parciales (tomo
ii, página 27).
¿Qué se dice en este nota, aun limitada a la parte trascrita?
a. En primer lugar se observa que el discurso de Gramsci se refiere de modo
específico a la historiografía de las clases subalternas. Es importante para
el autor de los Cuadernos hacer la historia de forma integral, teniendo en
cuenta también y sobre todo la situación de las masas subalternas, pues
resulta fundamental para Gramsci “el reconocimiento del terreno” nacional
y en este cuadro el conocimiento de la historia de las clases subalternas.12
b. En el título de la nota aparece por primera vez en los Cuadernos la expre-
sión “clases subalternas”: el adjetivo, así, se refiere por primera vez al tér-
mino “clase”. Y esto sucede contrapuesto a la expresión “clase dominante”.
Gramsci forjó el fundamental concepto “clases subalternas” en este lugar,
en relación/oposición inmediata con “clase dominante”. El nuevo uso de
“subalterno” está dialécticamente vinculado al de “dominante”.
c. ¿Qué características tienen estas “clases subalternas” de las que habla
Gramsci? En primer lugar, la “clase dominante” es una (en singular); y las
“clases subalternas”, más de una: “clases subalternas” indica un conjunto
variado de clases y franjas sociales; es un aspecto que hay que subrayar y
10
  Véase sobre Lazzaretti también E. J. Hobsbawm. Rebeldes primitivos, Barcelona,
Crítica, 1979.
11
  Me detuve en el análisis de esta nota C 3, 12, y de su segunda redacción, tanto en la
mencionada ponencia de Ghilarza como en el citado artículo anterior, páginas 35 y 36.
12
  Compárese al respecto ivi, páginas 37-38.

38
Guido Liguori

en el cual profundizaré más adelante. Éstas padecen la iniciativa de la clase


dominante, pero intentan defenderse; ofrecen raras huellas de “iniciativa
autónoma”, que entonces son huellas que Gramsci considera valiosas. Va-
liosas también porque esta “autonomía” es el primer momento, sólo el pri-
mer momento, en el cual se podría construir, en determinadas condiciones,
una hegemonía distinta. La autonomía podría ser el momento de pasaje de
la subalternidad a la hegemonía, un pasaje para el cual sin embargo –ya lo
veremos– deben subsistir también otras condiciones.13
d. ¿Qué entiende aquí Gramsci por “clases subalternas”? No tenemos por
el momento muchos elementos, pero apoyados en el hecho de que tales
clases pueden tener momentos de “iniciativa autónoma”, expresaremos que
parecería tratarse de clases que pueden tener, por lo menos potencialmente,
cierto relieve en el cuadro de la sociedad de la que forman parte. En todo
caso –me interesa enfatizarlo–, no parece que en esta nota tales “clases
subalternas” sean colocables sobre todo o exclusivamente en los márgenes de
la historia y la sociedad.

En el Cuaderno 3, tras la nota analizada, “Historia de las clases subalternas”


se vuelve “título de rúbrica” de los que Gramsci pone al principio de muchas
notas de primera redacción, en los cuadernos misceláneos, para facilitar su
búsqueda y posteriormente copiarlas en los “espaciales”, o monotemáticos.
“Historia de las clases subalternas” es, por ejemplo, el título del C 3, 18,14
donde habla de “problemas de historia romana”, de los plebeyos y los esclavos.
Gramsci aplica aquí la categoría de “clase/s subalterna/s” también a épocas
históricas muy lejanas. Y esto nos lleva a pensar que esta categoría no es tanto
definitoria sino relacional.
en el Estado antiguo y en el medieval, el centralismo tanto territorial
como social (y uno no es otra cosa que función del otro) era mínimo.
En cierto sentido, el Estado era una “federación” de clases. Las clases
subalternas tenían vida por sí mismas, instituciones propias, etcéte-
ra; y en ocasiones estas instituciones tenían funciones estatales (así, el
fenómeno del “doble gobierno” en los periodos de crisis asumía una
evidencia extrema) (C 3, 18, tomo ii, página 30)

13
  La relación subalternidad-autonomía ha sido investigada, aunque desde una perspectiva
ligeramente distinta, en M. Modonesi. Subalternidad, antagonismo, autonomía. Marxismos
y subjetivación política, Buenos Aires, Prometeo-Claso-uba, 2010.
14
  Se trata de un texto de primera redacción, que será retomado en C 25, 4. No tomé en
cuenta estas notas gramscianas en el artículo anterior.

39
Gramsci y las clases subalternas

Hay entonces situaciones en las cuales las “clases subalternas” tienen niveles de
autonomía, incluso significativos, hasta producir instituciones con funciones
estatales. Sigue Gramsci:
La única clase excluida de cualquier vida propia era la de los esclavos en
el mundo clásico y la de los proletarios en el medieval. No obstante, si
bien en muchos aspectos esclavos antiguos y proletarios medievales se
encontraban en las mismas condiciones, su situación no era idéntica: el
intento de los Ciompi, ciertamente, no produjo la impresión que habría
tenido un intento similar por los esclavos en Roma (Espartaco que
exige ser incluido en el gobierno con los patricios, etcétera). Mientas,
en el Medioevo era posible una alianza entre proletarios y pueblos y,
aún más, el apoyo de los proletarios a la dictadura de un príncipe; nada
semejante en el mundo clásico. El Estado moderno abolió muchas au-
tonomías de las clases subalternas, abolió el Estado federación de clases,
pero ciertas formas de vida interna de las clases subalternas renacieron
como partido, sindicato, asociación de cultura. La dictadura moderna
abolió también estas formas de autonomía de clase y se esfuerza por
incorporarlas a la actividad estatal: o sea, la centralización de toda la
vida nacional en manos de la clase dominante se vuelve frenética y ab-
sorbente (C 3, 18. Tomo ii, página 30).

Son entonces “clases subalternas” los plebeyos, los esclavos, el protoproletaria-


do medieval. Éstas se rebelan (como Espartaco) y hacen política (como en el
caso del “intento de los Ciompi”, del que habla en la misma nota).
En el sucesivo C 3, 48, un texto importante,15 donde Gramsci evoca la
experiencia del Ordine Nuovo, un primer paso interesante para nuestro argu-
mento es el siguiente:
el elemento de la espontaneidad es, por ello, característico de la “histo-
ria de las clases subalternas” e incluso de los elementos más marginales
y periféricos de tales clases, que no han alcanzado la conciencia de clase
“por sí misma” (C 3, 48, tomo ii, páginas 51 y 52)

Gramsci afirma explícitamente aquí que las clases subalternas son bien dife-
renciadas en su interior. Están incluidas en esta categoría –como hemos visto–
“clases fundamentales” (como para un marxista son plebeyos y esclavos); ahora
Gramsci centra la atención en “los elementos más marginales y periféricos de
estas clases”, caracterizados por la “espontaneidad” como polo opuesto a la
“conciencia de clase”. En la misma nota, más adelante, agrega:

  Este texto de Gramsci no fue analizado sino simplemente citado en el artículo anterior.
15

40
Guido Liguori

Esta unidad de la “espontaneidad” y de la “dirección consciente”, o sea


de la “disciplina”, es precisamente la acción política real de las clases
subalternas, en cuanto política de masas y no simple aventura de grupos
que pretenden representar a la masa (página 53)

Si entonces se logra reunir “espontaneidad” y “dirección consciente”, las “cla-


ses subalternas” inician por lo menos tendencialmente a “hacer política”, a
luchar por la hegemonía.
Hay que relevar que en esta nota donde Gramsci habla del Ordine Nuovo,
por “clases subalternas” debe entenderse en primer lugar el proletariado in-
dustrial: la reflexión de Gramsci se nutre de Lenin y algunas páginas del ¿Qué
hacer?, además de la experiencia del Ordine Nuovo.16Y quizá pensando en el
“bienio rojo”, en el triunfo del fascismo, Gramsci escribe poco adelante:
Sucede casi siempre que un movimiento “espontáneo” de las clases subal-
ternas va acompañado por uno reaccionario de la derecha de la clase dominan-
te, por motivos concomitantes: una crisis económica, por ejemplo, determina
descontento en las clases subalternas y movimientos espontáneos de masas por
una parte y, por la otra, determina conspiraciones de los grupos reaccionarios
que aprovechan el debilitamiento objetivo del gobierno para intentar golpes de
Estado (página 54).
Al final de la nota, Gramsci avanza algunas afirmaciones que confirman la
articulación de las clases subalternas. Menciona los vespri sicilianos y agrega:
Otros ejemplos pueden extraerse de todas las revoluciones pasadas,
donde las clases subalternas eran numerosas y jerarquizadas por la po-
sición económica y la homogeneidad. Los movimientos espontáneos de
los estratos populares más vastos hacen posible la llegada al poder de la
clase subalterna que más haya progresado por el debilitamiento objetivo
del Estado (página 54).

En este pasaje hay que subrayar la presencia de una “clase subalterna más
avanzada”, que puede incluso llegar a tomar el poder. Ésta se distingue de los
más marginales y espontáneos “estratos populares” que se mueven en el plano
de la “espontaneidad”, puesta entre comillas para remarcar que en ella, para
Gramsci, siempre hay una chispa de “conciencia”.
¿A qué conclusiones llegamos con la lectura de las notas del fundamental
Cuaderno 3? Me interesa subrayar la siguiente: con el término “clases subal-
  Para un análisis más profundo de esta nota en los aspectos de la relación dirección/
16

espontaneidad remito a mi “Movimenti sociali e ruolo del partito nel pensiero di Gramsci
e oggi”, en Critica Marxista, Roma, 2011, número 2.

41
Gramsci y las clases subalternas

ternas” Gramsci indica un conjunto diversificado de clases, todas caracterizadas


por no ser todavía hegemónicas o dominantes, pero muy diferenciadas en su
interior. Se pasa del proletariado o de clases capaces de lanzar el desafío hege-
mónico y de plantearse el objetivo concreto de la toma del poder a los estratos
sociales más marginales, periféricos y espontáneos.17
Hay en el Cuaderno 3 una última nota sobre la que debemos detenernos;
se retomará en el Cuaderno 25 (en C 25, 5):
La unificación histórica de las clases dirigentes está en el Estado; su
historia es esencialmente la de los Estados y de los grupos de Estados.
Esta unidad debe ser concreta; o sea, el resultado de las relaciones entre
Estado y “sociedad civil”. Para las clases subalternas la unificación no se
produjo: su historia está entrelazada con la de la “sociedad civil”, es una
fracción desagregada de ésta. (C 3, 90, tomo II: 89)
Gramsci relaciona aquí las clases subalternas con el Estado y la sociedad
civil. Las clases que quedan en el nivel de la sociedad civil permanecen subal-
ternas.18 Si no se logra elaborar una propuesta de Estado, de organización de
conjunto de la sociedad nacional, no se puede competir por la hegemonía ni
lanzar el desafío hegemónico.
Siguiendo en la lectura de la nota, vemos que Gramsci invita a estudiar “las
líneas de desarrollo” de las clase subalternas, líneas que proceden “desde las
fases más primitivas” en dirección de una “autonomía integral”; y sugiere el es-
tudio de la realidad diferenciada de las clases subalternas y de su representación
política, de su existencia “objetiva”, en ausencia de autoconciencia corporativa
o política, al manifestarse de los diversos niveles de politización y organiza-
ción. Instala, entonces, una fuerte conexión entre la perspectiva histórica y
la teoría política, también por lo que concierne a las clases subalternas. Para
Gramsci, la conciencia histórica parece propedéutica para la misma posibilidad
de la acción política. Es importante saber que las clases subalternas resisten o
se rebelan, y registrar los momentos de su resistencia o rebelión. Y, subraya
Gramsci (C 3, 90, 373), la gradual conquista de un plano de efectiva lucha para
la supremacía pasa por la capacidad de luchar contra las clases adversarias y de
dirigir las clases aliadas. Éste representa el proceso por el cual ocurre el pasaje
de la condición de “clases subalterna” a la de “clase hegemónica”.

17
  Interesantes observaciones en tal sentido están presentes en G. Baratta. Antonio Gramsci
in contrappunto. Dialoghi col presente, Roma, Carocci, 2007, páginas 120-123.
18
  Sobre el tema remito a mi Sentieri gramsciani, Roma, Carocci, 2006, en particular los
capítulos Estado ampliado y Sociedad civil.

42
Guido Liguori

Ampliación y extensión del término

Ya mencioné la rúbrica Historia de las clases subalternas. ¿Qué clasifica (porque


de clasificación se trata) Gramsci en las notas con este título? Tras las obser-
vaciones del Cuaderno 3 sobre las clases subalternas en el mundo romano y
medieval, las tituladas así por Gramsci en los Cuadernos son casi todas breves
notas bibliográficas sobre intelectuales y libros de algún modo vinculados con
el mundo socialista o a momentos revolucionarios. En ellas no sigue el cami-
no mencionado respecto a las notas sobre Lazzaretti (una reflexión respecto a
las clases subalternas “en los márgenes de la historia”), ni la de una reflexión
en torno al papel de las clases fundamentales no hegemónicas, como inició a
hacer en las notas del Cuaderno 3 sobre esclavos, plebeyos y protoproletariado
medieval.
Más interesante es el uso de las expresiones “clases subalternas” o derivadas
o variantes. Algunos “estratos sociales” –escribe, por ejemplo, Gramsci en la
nota C 8, 20519–, justamente por su carácter “subalterno” deben hacer propia,
aun sea transitoriamente, una ideología determinista y fatalista, para aguantar
el peso de una situación histórica durísima y en apariencia sin luz. Pero cómo
ocurrió según Gramsci en la Unión Soviética, o cómo espera que haya suce-
dido:
Pero cuando el subalterno se vuelve dirigente y responsable (…) se produce
una revisión de todo el modo de pensar porque ha ocurrido un cambio en el
modo de ser: los límites y el domino de la “fuerza de las cosas” son restringidos
¿por qué? Porque, en el fondo, el “subalterno” era ayer una “cosa”, hoy no es
ya una “cosa”, sino una “persona histórica” (C 8, 205, tomo 3, página 321).
Y agrega, significativamente:
¿Pero fue alguna vez simple “resistencia”, simple “cosa”, simple “irres-
ponsabilidad”? Ciertamente no, y por eso siempre hay que demostrar
la futilidad inepta del determinismo mecánico, del fatalismo pasivo y
seguro de sí mismo, sin esperar que el subalterno se vuelva dirigente y
responsable (ídem),

Las clases subalternas –dice Gramsci– no son nunca pura pasividad; hay siem-
pre un germen de resistencia activa. Por ello, reconstruir su historia valorizan-
do al máximo las huellas de tal actividad es importante y tiene un valor político.
Allí se encuentran los gérmenes de una capacidad de potencial autonomía y

  No tomé en cuenta esta nota en el artículo anterior.


19

43
Gramsci y las clases subalternas

posterior hegemonía de las clases subalternas que, sin embargo, podrá ponerse
en acto sólo en presencia de otras fundamentales condiciones históricas.
En la nota C 8, 205 (posiblemente redactada a finales de 1931) ocurrió un
pasaje lingüístico interesante, el de las clases o grupos sociales subalternos a “el
subalterno”. Del adjetivo al substantivo, del plural al singular. El sujeto a que
se adscribe la característica de “subalterno” entonces, en cierto momento de la
reflexión desde la cárcel, no es más una clase o grupo social, se vuelve sujeto
singular (el subalterno), o por lo menos se abre el espacio para que el lector
así lo perciba. Un ulterior pasaje en esta dirección de extensión y ampliación
del uso del término estaba presente en una carta de Gramsci a su esposa del
31 de agosto 1931:
Yo estaba convencido de que tu sufrías de lo que los psicoanalistas creo
llaman “complejo de inferioridad”, que lleva a la sistemática represión
de los impulsos volitivos, es decir de la propia personalidad, y de la
aceptación de una función subalterna en la toma de las decisiones aun
cuando se tiene la certidumbre de tener razón, salvo de vez en cuando
tener estallidos de irritación furiosa hasta por asuntos de poca impor-
tancia.20

Aquí Gramsci se refiere a los rasgos de la personalidad de un sujeto singular.


Esta inclinación a la “función subalterna” individual se acompaña en tal sujeto
de explosiones de ira por aspectos secundarios, explosiones destinadas a reve-
larse inconcluyentes. Algo como cuando las masas subalternas (sobre todo en
el campo) se tornan insurgentes, queman y cuelgan, pero después vuelven a la
situación anterior sin haber salido de su subalternidad histórica y sustancial.
En una carta posterior, escrita por Gramsci el 8 de agosto de 1933 a su esposa,
Giulia Schucht, encontramos un uso similar. Escribe el comunista sardo:
me parece que tú te colocas (y no sólo en esta cuestión) en la posición
del subalterno y no del dirigente; es decir, de quien no está en condi-
ción de criticar históricamente las ideologías, dominándolas, explicán-
dolas y justificándolas como una necesidad histórica del pasado, sino de
quien, puesto en contacto con un determinado mundo de sentimientos,
se siente atraído y rechazado, y queda siempre en la esfera del senti-
miento y de la pasión inmediata.21
El “subalterno” es aquí una persona, subalterna culturalmente más que
socialmente: no sabe relacionarse de forma autónoma a las concepciones del

20
  “Carta a Giulia del 31 de agosto de 1931”, en A. Gramsci. Lettere dal carcere, Palermo,
Sellerio, 1995, páginas 455 y 456. No tomé en cuenta esta carta en el artículo anterior.
21
  Carta a Iulca, 8 de agosto de 1933, ivi, página 738.

44
Guido Liguori

mundo y las culturas con que entra en contacto, o con parte de ellas. No lo-
gra historizarlas y entenderlas ni, por tanto, desarrolla hacia ellas una capaci-
dad “hegemónica”. El término “subalterno” tiene entonces en esta misiva una
acepción sobre todo cultural, en parte también psicol psicológica. Estamos
cerca de cierto uso que del término y del concepto ha sido dado en los últimos
años, muy dilatado respecto al de “clase social” o “grupo social”22 subalterno.
Se trata de un contexto informal y privado, típico de una carta, que li-
mita la valencia de la afirmación gramsciana en relación con las notas de los
Cuadernos que ya consideramos. Sin embargo, es un indicio, la espía de un
deslizamiento semántico significativo. Aun con los límites mencionados, este
pasaje muestra en efecto una posibilidad, presente en el mismo discurso de
Gramsci: la dilatación del término “subalterno”, el pasaje de la categoría que nace
con la descripción e interpretación de un fenómeno colectivo, social, de clase,
a su aplicación a la condición de subalternidad en primera instancia cultural
de una persona.

El Cuaderno 25 y los Cuadernos

El Cuaderno 25 es un cuaderno monotemático de 1934 y se intitula En los


márgenes de la historia (Historia de los grupos sociales subalternos).En él –com-
puesto por ocho notas y de pocas páginas–, Gramsci reagrupa sólo una parte
de los textos escritos con el título de rúbrica Historia de las clases subalternas
o con contenido similar. Mientras tanto, transcribe en el Cuaderno 25 notas
que no tienen este título, pero hablan de los “subalternos” en varios modos.
No quiero detenerme en este cuaderno, tanto porque lo hice en otra sede23
como porque decidí analizar aquí, así brevemente, la reflexión elaborada por
Gramsci en los Cuadernos sobre lo “subalterno” antes de llegar al “cuaderno
especial” dedicado al tema, en tanto lo considero un recorrido más significati-
vo y revelador. Entonces, quisiera centrar la atención en particular en el título
del Cuaderno 25. En realidad, Historia de los grupos sociales subalternos es sólo
el subtítulo colocado entre paréntesis. El título es A los márgenes de la historia

22
  No puedo aquí investigar como lo ameritaría el pasaje de “clases subalternas” a “grupos
sociales subalternos” que se lleva a cabo en un punto y momento determinados de la
redacción de los Cuadernos. Me limito a afirmar que, a mi parecer, no indica un cambio
de paradigma en la interpretación gramsciana de la sociedad, sino sólo un crecimiento de
la complejidad de esta lectura.
23
  Compárese G. Liguori. “Tre accezzioni di subalterno”…, obra citada, página 35.

45
Gramsci y las clases subalternas

(C 5, 2277).24 Se evidencia cómo Gramsci –quien usó en los Cuadernos “clases


subalternas” o expresiones similares en dos acepciones distintas25 para indicar
grupos sociales más marginales o para indicar las clases sociales que luchan
por la hegemonía pero todavía no hegemónicas, que de todas formas son “cla-
ses fundamentales” (esclavos, plebeyos, proletariado moderno)– escoge aquí el
primer uso del término; o sea, quería dedicar el cuaderno (numerado 25) a las
notas sobre los estratos marginados por el desarrollo histórico, derrotados, ya
no en condición de lanzar un desafío hegemónico. Queda claro que estos estra-
tos son y pueden ser contiguos a las clases subalternas fundamentales, pueden
participar, bajo su dirección, en la lucha por la hegemonía. Pero, de todos
modos, constituyen a mi parecer algo diferente respecto a ellas.
Gramsci utiliza entonces los términos subalterno y afines de distintas ma-
neras. Recapitulemos.
En los escritos precarcelarios, el término “subalternos” indica los grados in-
termedios de la cadena de mando, a nivel social estadual-burocrático, o militar
y partidario. Es una función considerada generalmente propia de la pequeña
burguesía. En el inicio de los Cuadernos encontramos el mismo uso del tér-
mino.
En el Cuaderno 3 inicia a aparecer la expresión “clases subalternas”, enten-
didas como grupos sociales más marginales que como clases fundamentales
todavía no hegemónicas.26

24
  Véanse en particular la valiosa “edición anastática” de los Cuadernos coordinada por
Gianni Francioni, y también G. Francioni, F. Frosini. Nota introduttiva al Quaderno 24
(1934-1935), allí contenida: A. Gramsci, Quaderni del carcere. Edizioni anastatica dei
manoscritti, al cuidado de G. Francioni, Roma-Cagliari, Biblioteca Treccani-L’Unione
Sarda, 2009, volumen 18, páginas 203 y siguientes.
25
  Se deja de lado aquí la acepción vista como la más acentuadamente cultural y psicológica,
presente en las cartas a que hicimos referencia.
26
  La ambivalencia del término puede considerarse la base de la polémica que tuvo lugar
en la revista Società entre el final de la década de 1940 y el inicio de la de 1950 entre
Ernesto de Martino y Cesare Luporini sobre el “mundo popular subalterno”, ahora en
C. Pasquinelli (compilador), Antropologia culturale e questione meridionale, Florencia, La
Nuova Italia, 1977. Mientras el conocido antropólogo entendía por “clases subalternas” las
consideradas por Gramsci “en los márgenes de la historia”, el filósofo pensaba que la “clase
subalterna” por excelencia no podía no ser para Gramsci (y para los comunistas que lo
reivindicaran) la obrera. Hay que tomar en cuenta también que este debate ocurría mucho
antes que se contara con la “edición crítica” de los Cuadernos compilada por Gerratana y
publicada en 1975.

46
Guido Liguori

Siempre en el Cuaderno 3 nace la “rúbrica” relativa a la Historia de las clases


subalternas. Sin embargo, salvo los primeros casos, no agrupa las notas más
significativas al respecto.
Gramsci desarrolla en otras notas el uso del término “subalterno” en es-
pecífica referencia al proletariado industrial avanzado, capaz de un desafío en
dirección de la conquista de la hegemonía.
El término es utilizado luego en referencia a sujetos singulares, respecto a
su colocación social o a sus límites culturales, lo cual remite a la riqueza inter-
pretativa con que Gramsci visualiza la relación estructura/superestructura, de
forma dialéctica, que le permite captar las posibilidades de incidencia que tie-
nen las subjetividades y las ideologías en el plano de la concreta realidad histó-
rica (determinada sólo “en última instancia” por la dimensión económico-so-
cial), sin que ello implique renunciar a conectar la acción de los sujetos con su
colocación de clase y a la división de la sociedad en clases –pues Gramsci sigue
siendo, en todo el periodo de su reflexión carcelaria, un marxista, aun sea de
un marxismo particularmente complejo y antieconomicista–. Hay que eviden-
ciar que con la dupla hegémones/subalternos el teórico nos ofrece categorías
más amplias y comprensivas que las marxistas clásicas (burgueses/proletarios),
ya que trenzan mejor colocación social y subjetividad, dato estructural y dato
cultural e ideológico. La categoría de “subalterno” entra en un cuadro de enri-
quecimiento de las categorías tradicionales del marxismo. No se olvide que el
uso del término “subalterno” en las mencionadas cartas a Giulia remite a uno
más extendido, y fundamentalmente cultural-psicológico.
En el Cuaderno 25, finalmente, Gramsci transcribe notas de varios tipos,
algunas poco significativas, mas faltan otras de cierta importancia donde se
habla de “subalternos”. Debe tomarse en cuenta que el cuaderno está redacta-
do sólo a lo largo de pocas páginas y es posible que Gramsci no complete la obra
de transcripción como quisiera ni pueda reformular –por causas ajenas a su
voluntad, como es sabido– el tema. Queda el hecho de que la importancia de
la categoría de subalternos se capta mejor, como hemos visto, mirando el uso
difuso que Gramsci hace en los Cuadernos, más que en las notas compiladas en
el “cuaderno especial” dedicado a los sujetos “en los márgenes de la historia”.

(Traducción del italiano: Massimo Modonesi)

47
Gramsci y las clases subalternas

Bibliografía:
Gramsci, Il paese di Pulcinella, in Id. Il nostro Marx 1918-1919, compilación de Sergio
Caprioglio, Turín, Einaudi, 1984.

Gramsci, A. “I partiti e la massa”, en Id. Socialismo e fascismo. L’Ordine Nuovo 1921-1922,


Turín, Einaudi, 1966, páginas 353-356; y A. Gramsci. “Il nostro indirizzo sindacale”,
en Id. La costruzione del Partito Comunista 1923-1926, Turín, Einaudi, 1971

Gramsci, A. Cuadernos de la cárcel, México, Era, 1982-1999.

Hobsbawm, E. J. Rebeldes primitivos, Barcelona, Crítica, 1979.

Modonesi, M. Subalternidad, antagonismo, autonomía. Marxismos y subjetivación política,


Buenos Aires, Prometeo-Claso-uba, 2010.

Liguori, Guido, “Movimenti sociali e ruolo del partito nel pensiero di Gramsci e oggi”,
en Critica Marxista, Roma, 2011, número 2.

Liguori, Guido. Sentieri gramsciani, Roma, Carocci, 2006.

Baratta, G. Antonio Gramsci in contrappunto. Dialoghi col presente, Roma, Carocci, 2007.

Gramsci, A. Lettere dal carcere, Palermo, Sellerio, 1995.

Francioni Gianni, Francioni G., Frosini F. “Nota introduttiva al Quaderno 24” (1934-
1935), en Gramsci, A., Quaderni del carcere. Edizioni anastatica dei manoscritti, al
cuidado de G. Francioni, Roma-Cagliari, Biblioteca Treccani-L’Unione Sarda, 2009,
volumen 18.

C. Pasquinelli (compilador), Antropologia culturale e questione meridionale, Florencia, La


Nuova Italia, 1977.

48
Capítulo 3

Thompson y la experiencia de clase


María Vignau Loría

“La clase la definen los hombres mientras


viven su propia historia y, al fin y al cabo,
esta es su única definición”
E. P. Thompson

Introducción

Una gran cantidad de trabajos que tratan con el concepto de clase social desde
el marxismo lo hacen a partir de una revisión de los postulados clásicos y los
debates posteriores, y eventualmente devienen en la introducción de un nuevo
concepto, la enunciación de alguna propiedad conceptual o la enumeración
de críticas al respecto. El trabajo de Edward Palmer Thompson es particular-
mente creativo y distintivo, pues el autor edifica una conceptualización de clase
social a partir de un trabajo historiográfico. De esta forma, la aguda explora-
ción histórica realizada por el pensador inglés le permitió esbozar un concepto
de clase social innovador y sumamente provocador. Por otro lado, debido a
convicciones propias, Thompson nunca esbozó una teoría sistemática sobre el
concepto que propuso ni se preocupó por colocarlo en el terreno de debate de
la teoría marxista; la mayor parte de los debates teóricos se dieron por quienes
recuperaron la conceptualización thompsoniana de clase social.

49
Thompson y la experiencia de clase

El concepto de clase social desarrollado por Thompson está ligado a ciertos


aspectos de su vida y pensamiento político particulares que, en gran medida,
son la contraparte de las investigaciones que realizó y de la posición que tomó
frente a su propia producción. En primer lugar, Thompson tuvo una carrera
académica que se caracterizó por sus profundas críticas a la academia –fue
profesor de quienes estaban en los márgenes de las élites académicas1 e incluso
dejó su puesto como profesor en la Universidad de Warwick por sus desacuer-
dos con las prácticas y el rumbo del mundo académico2–, por su desacuerdo
con los consensos y los “especialistas”, y por su rechazo a los dogmatismos
y las modas teóricas.3 Por otro lado, su vida estuvo siempre marcada por un
fuerte compromiso político; fue uno de los principales militantes del movi-
miento pacifista europeo que luchaba por el desarme nuclear, poniendo estas
actividades por encima de las académicas. Fue además defensor de las liberta-
des civiles en Inglaterra y un fuerte crítico del estalinismo y “socialismo real”,
lo que lo llevó a abandonar el Partido Comunista tras la invasión soviética a
Hungría (Illades, 2008: 17-27).
Como historiador y marxista, Thompson fue portador de un discurso pro-
fundamente crítico y en ocasiones polémico; criticó tanto las ortodoxias teó-
ricas del marxismo como los supuestos ideológicos que consideraba que se
encontraban detrás de éstas. Como menciona Carlos Illiades, “los textos [de
Thompson] dedicados a la reflexión teórica y metodológica revelan una toma

1
  Thompson mismo lo menciona; “mi trabajo durante muchos años había sido el de tutor
en educación de adultos, dando clases por las noches a trabajadores, sindicalistas y gente
de cuello blanco, maestros, etcétera”. (Iliades, 2008: 19)
2
  De acuerdo con Thompson, la universidad de Warwick estaba cambiando de dirección
para servir a los intereses de empresas e industrias. Sobre ello menciona: “Lo que estaba
mal era todo el concepto y estructura de la Universidad. Los ideales de excelencia académica
y de búsqueda del conocimiento necesitaban ser reafirmados sobre los objetivos de la
‘Universidad Negocio’” (Thompson, 1970). [Traducción propia: “What was wrong was
the whole concept and structure of the University. The ideals of academic excellence and
the pursuit of knowledge had to be reasserted over the aims of the “Business University”’].
3
  Ello se puede ver por ejemplo en el siguiente extracto de uno de sus ensayos: “Tengo
que decir honestamente, sin ningún sentido de crítica concreta o de afirmación teórica
general, que cada vez estoy menos interesado en el marxismo como un sistema teórico.
No soy pro, ni anti; sobre todo estoy aburrido de parte de la discusión que hay”. […] Me
siento más cómodo con el término “materialismo histórico”. Y también con la opinión
de que las ideas y los valores están situados en un contexto material, y las necesidades
materiales están situadas en un contexto de normas y expectativas; y de que uno dé vueltas
a este multilateral objeto social de investigación” (Thompson, 2000: 10-11).

50
María Vignau Loría

de posición ante su disciplina de estudio y los productos del conocimiento”


(Illades, 2008: 13).
Los estudios de Thompson fueron sumamente inusuales en el contexto de
la historiografía marxista inglesa de la época. Realizó distintos tipos de traba-
jos, desde ensayos históricos o literarios que publicó en distintas compilacio-
nes, las aclamadas biografías de William Morris y William Blake, y estudios
de historia social del siglo XVIII en las que, a diferencia de lo que estaba en
boga, rescató costumbres y prácticas de cultura popular (Thompson, 2000: 9).
Su obra más conocida y la que más incumbe a la presente discusión, La
formación de la clase obrera en Inglaterra, cuya primera edición vio la luz en
1963, es considerada una obra de historiografía marxista sumamente impor-
tante, influyente y revolucionaria. De acuerdo con lo que apunta el propio
historiador inglés en el prefacio de su máxima obra, su propósito fue múltiple.
Su primera intención fue hacer historia social de la gente que vivió durante
un periodo de profundas transformaciones en Inglaterra (1780-1832). Desde
el punto de vista historiográfico, Thompson buscó distanciarse de la historio-
grafía tradicional, es decir, de aquellos que “interpretan la historia a la luz de
las preocupaciones posteriores, y no como realmente ocurrió” (Thompson,
1989, XVII), haciendo un esfuerzo por rastrear y recuperar las acciones coti-
dianas de hombres comunes que “contribuyeron con esfuerzos conscientes a
hacer la historia” (Thompson, 1989: XVII).
En un ensayo titulado “Historia y antropología” (Thompson, 2000: 15),
Thompson confiesa y defiende ser portador de cierto eclecticismo en su tarea
de historiador al tener preocupaciones que usualmente incumben a la antro-
pología. En este ensayo relata también los problemas a los que se enfrentó al
realizar las investigaciones de La formación de la clase obrera en Inglaterra que
tienen que ver, básicamente, con “la recuperación y comprensión de la cultura
y el ritual popular” (2000: 15). Y ello implicaba problemas no sólo de corte
académico, sino y sobre todo de corte político, pues en el contexto en el que
él escribía, la “cultura popular” era considerada “por naturaleza conservadora”
(2000: 20) por la mayor parte de los investigadores marxistas.4 Pero para el

4
  Al respecto dice Thompson, “el ascenso del fascismo llevó a una identificación de los
estudios del folclore con la ideología profundamente reaccionaria o racista. E incluso en
campos históricos menos sensibles, el interés por el comportamiento tradicional tendía
a ser prerrogativa de los historiadores más conservadores. Porque la tradición es, por
naturaleza, conservadora. Los historiadores de la izquierda tendían a interesarse por los
movimientos innovadores con espíritu racionalizador, ya fuesen sectas puritanas o las
primeras trade unions” (Thompson, 2000: 20).

51
Thompson y la experiencia de clase

autor, el estudio de “la conciencia plebeya y las formas de protesta del siglo
XVIII” (2000: 17), del folclore, de la tradición y de la costumbre debía llevar
hacia preguntas sobre “los estados de conciencia pasados y del enramado de
relaciones sociales y domésticas”, no sólo preguntas sobre el cambio realizadas
desde el presente. Además, estos estudios debían enfocarse en “un inmenso
repertorio de personajes secundarios” (2000: 21), que más que “acompañantes
del proceso”, como son concebidos desde la historiografía tradicional, son
quienes permiten comprender una época.5
Por otro lado, es importante mencionar que el fenómeno de la “aparición”
de la clase obrera en Inglaterra ya había sido estudiado desde distintas perspec-
tivas (“ortodoxias” según nuestro autor); por un lado, una historia económica
que consideró a los obreros víctimas pasivas de las transformaciones que trajo
consigo la revolución industrial y el libre mercado, por otro, una perspectiva
económica que vio en los obreros datos estadísticos de fuerza de trabajo de un
sistema económico emergente y, por otro más, una visión que al acercarse a la
clase obrera, exaltó ciertos casos de “pioneros-precursores del Welfare State”
que dirigieron revueltas o encabezaron rebeliones. En marcado contraste con
todas estas perspectivas de estudio, Thompson colocó la lupa en “el pobre
tejedor de medias, el tundidor ludita, el ‘obsoleto tejedor en telar manual, el
artesano ‘utópico’ […]” (Thompson, 1989: XVII), y de esta forma reconstruyó
la historia de la clase obrera no como si el proceso económico le hubiese pasa-
do por encima, sino como hacedora de éste.
Como segundo propósito, Thompson pretendió contribuir a la compren-
sión de una de las preocupaciones principales de la agenda marxista: la for-
mación de las clases sociales. Ello lo hizo polemizando conscientemente con las
versiones economicistas y esquemáticas del marxismo que, desde una fórmula
simplificada y determinista, redujeron el surgimiento de la clase obrera a los
cambios en el medio de producción y las fuerzas productivas, condensados
específicamente en la aparición de la máquina de vapor y la nueva relación
laboral obrero-patronal (Thompson, 1989: XX).

5
  Thompson pone como ejemplo a las mujeres: “[…] hay periodos completos de la
historia en que los historiadores han olvidado a un sexo entero, porque las mujeres se ven
pocas veces como agentes principales en la vida política, militar e incluso económica. […]
No podemos comprender el sistema agrario de los pequeños cultivadores sin examinar las
prácticas hereditarias, la dote y el ciclo de desarrollo familiar. Y estas prácticas descansan,
a su vez, en las obligaciones y reciprocidades del parentesco, de cuyo mantenimiento
y cumplimiento, como descubriremos a menudo, se responsabilizan particularmente las
mujeres” (Thompson, 2000: 22).

52
María Vignau Loría

Es reconocido por todos los historiadores que “el hecho destacable del pe-
ríodo comprendido entre 1790 y 1830 es la formación de ‘la clase obrera’”
(Thompson, 1989, 203). Efectivamente, para 1832 “la presencia de la clase
obrera era el factor más significativo de la vida política británica” (Thompson,
1989: XVI). Sin embargo, Thompson no realiza una operación mecánica
al identificar el nacimiento de la clase obrera “por generación espontánea”
con el surgimiento del sistema fabril; nuestro autor critica duramente a quie-
nes encuentran en ello una relación causal directa. Quienes lo ven así, dice
Thompson, “han perdido un sentido de todo el proceso: el contexto político
y el social global del período” (1989: 205). Su estudio va más allá de la docu-
mentación de las condiciones objetivas de explotación de los trabajadores in-
gleses; Thompson rastrea las distintas facetas de las experiencias de las personas
que vivieron esas condiciones de múltiples maneras y con resultados distintos
en sus relaciones de clase (que pueden ir desde la crisis ludista en pequeños
talleres, el motín de Petridge y otras sublevaciones, organizaciones owenitas,
movimientos cartistas, el jacobinismo radical de los artesanos, etc.). Rastrea
además otras fuerzas políticas y sociales que entraron en juego, ya que, en sus
palabras, “la formación de la clase obrera es un hecho de historia política y
cultural tanto como económica” (Thompson, 1989:203).6 Y realiza otra adver-
tencia fundamental: las nuevas relaciones de producción y las condiciones de
trabajo que trajo consigo la Revolución Industrial –en lenguaje marxista, los
condicionantes objetivos– no operan en una “materia prima de la humanidad,
indeterminada y uniforme” para transformarla de pronto en “clase obrera”,
sino que “se impusieron” en hombres y mujeres con tradiciones, costum-
bres, religiones, modos de pensar y comportarse; con una historia particular
(Thompson, 1989:203).7 Es necesario entonces identificar estos elementos de
historia particular si queremos comprender de manera holística el proceso.
Como ya mencionamos, el trabajo de Thompson no comprende una revi-
sión de las distintas teorías sobre la clase social que hasta entonces se habían
producido en el marxismo. Desde su trinchera disciplinaria y con una forma

6
  Por ejemplo, Thompson identifica la contra-revolución política de 1792 a 1832 como
una influencia “tan determinante como la máquina de vapor” en la configuración de la
conciencia de la clase obrera y sus instituciones (Thompson, 1989: 207). Esta guerra
contrarrevolucionaria se refiere a la opresión política ante la radicalización jacobina que
llegara de la Revolución Francesa y que tuvo algunas expresiones en Inglaterra invitando a
“una conciencia de la propia identidad y unas aspiraciones más altas” (Thompson, 1989:
207).
7
  Ellen Meiskins Wood identifica esta idea como “el principio teórico y metodológico
básico de todo el proyecto histórico de Thompson” (Wood, 2000: 109).

53
Thompson y la experiencia de clase

muy particular de acercarse a su objeto de estudio, Thompson rastreó entre


1780 y 1832 el proceso de formación clasista en una “multitud de individuos
con una multitud de experiencias” (Thompson, 1989: XV).
La exploración de la obra de Thompson no es sencilla, en sus propias pala-
bras, se trata más “de un conjunto de estudios sobre temas relacionados entre
sí que una narración continuada” (Thompson, 1989: XVI). Sin embargo, es
posible rastrear en algunas partes de su obra las conclusiones de su explora-
ción historiográfica, conclusiones que impactarían a toda una generación de
marxistas en el tratamiento de la noción de clase y que pondrían el acento en
la noción de experiencia y, por otro lado y junto con otros pensadores ingleses,
daría pie a una tradición cuyo objeto de estudio serían las expresiones cultu-
rales de los condicionantes materiales y objetivos.

El concepto de clase social

E. P. Thompson entiende por clase:


“[…] un fenómeno histórico que unifica una serie de sucesos dispares
y aparentemente desconectados en lo que se refiere tanto a la materia
prima de la experiencia como a la conciencia. Y subrayo que se trata
de un fenómeno histórico. No veo la clase como una “estructura”, ni
siquiera como una “categoría”, sino como algo que tiene lugar de hecho
(y se puede demostrar que ha ocurrido) en las relaciones humanas”
(Thompson, 1989, XIII)

Concebida así, es decir, como “fenómeno histórico”, la clase sólo puede ser
entendida y estudiada como un proceso. Un proceso en el que, en palabras de
Thompson, la clase “no surgió a una hora determinada”, sino que “estuvo pre-
sente en su misma formación”. Esta concepción “procesual” de la clase tiene
varias implicaciones que merecen ser analizadas.
(1) En primer lugar, como fenómeno histórico y proceso, la clase sólo
puede observarse en un periodo de tiempo extenso. Consideremos aquí las
palabras de Thompson:
“si detenemos la historia en un punto determinado, entonces no hay
clases sino simplemente una multitud de individuos con una multitud
de experiencias. Pero si observamos a esos hombres a lo largo de un
período suficiente de cambio social, observaremos pautas en sus rela-
ciones, sus ideas y sus instituciones” (Thompson, 1989, XV).

54
María Vignau Loría

De ahí que Thompson considerara necesario explorar un proceso de cincuenta


y dos años para encontrar esas “pautas” que le permitieran hablar de “clase
obrera”. Siguiendo ese argumento, podríamos decir que la clase nunca “es”
completamente, sino que “se hace siendo”8 y es sólo a través de un análisis dia-
crónico que es posible estudiarla y entenderla. En su ensayo Las particularidad
de lo inglés, Thompson menciona que los sociólogos que detienen “la máquina
del tiempo” para localizar una clase utilizando vericuetos conceptuales sólo
encuentran “una multitud de personas con diferentes ocupaciones, ingresos,
status, jerarquías y demás”. La definición de clase, menciona Thompson, “sólo
se puede hacer en el medium del tiempo, es decir, acción y reacción, cambio y
conflicto” (Thompson, 1965:357).9
(2) En segundo lugar, para el marxista inglés cualquier análisis que se in-
tente hacer sobre la clase social debe estar siempre encarnado en “gente real y
en un contexto real” (1989, XV). Thompson realizó críticas constantes a las
teorías marxistas abstractas carentes de análisis serios de “contextos reales”.
Podemos decir que nuestro autor pensaba sobre todo el teoricismo de Louis
Althusser y su concepción de clase social sustentada casi exclusivamente en un
conjunto de formulaciones abstractas que no habían sido puestas a prueba en
el terreno empírico (Thompson, 1995).
Pasemos ahora a la segunda parte de la definición. La clase no es una “es-
tructura” ni una “categoría”, sino “algo que tiene lugar de hecho en las rela-
ciones humanas”. Por supuesto, esta idea está íntimamente relacionada con lo
que ya se mencionó; la concepción de clase como proceso y el que sólo pueda
ser entendida en un contexto real específico. Pero va más allá; la clase no es
algo que se le atribuye a un grupo de individuos desde fuera, ya sea desde la
academia o a través de un discurso político, la clase es “un suceso”,10 es algo
que “tiene lugar de hecho en las relaciones humanas”, en otras palabras, la
clase se vive y se experimenta.
Para entender mejor esta idea es necesario recuperar otra parte importante
en la concepción de clase de Thompson. De acuerdo con nuestro autor,

8
  Idea retomada del seminario del proyecto papiit “Subalternidad, Antagonismo y
Autonomía en los movimientos socio-políticos en México y América Latina” en la sesión
del 19 de enero de 2014.
9
  Traducción mía. […] “the definition can only be made in the medium of time—that is,
action and reaction, change and conflict”.
10
  En su ensayo “Las particularidades de lo inglés”, Thompson menciona que “la clase
no es una cosa, es un suceso” [Traducción mía: class is not a thing, it is a happening
(Thompson, 1965: 357)].

55
Thompson y la experiencia de clase

“la clase cobra existencia cuando algunos hombres, de resultas de sus


experiencias comunes (heredadas o compartidas), sienten y articulan la
identidad de sus intereses a la vez comunes a ellos mismos y frente a
otros hombres cuyos intereses son distintos de (y habitualmente opues-
tos a) los suyos” (Thompson, 1989: XIV).

Analicemos en primer lugar la idea de experiencia, pues se trata de una noción


central en Thompson. Podemos intuir de las páginas de La Formación de
la clase obrera en Inglaterra lo siguiente: las personas se encuentran en rela-
ciones de producción determinadas con ciertas estructuras objetivas “en que
los hombres nacen o en las que entran de manera involuntaria” (Thompson,
1989, XIV). Es al experimentar esas situaciones objetivas de explotación y
dominación que las personas identifican intereses comunes entre algunos de
ellos y antagónicos a otros, y es a partir de ello que comienzan a luchar por
esos intereses y se “reconocen como clase”.
Veámoslo brevemente en la labor historiográfica de Thompson. El autor
reconoce como condiciones objetivas de las relaciones de producción las nuevas
formas de explotación (nuevas formas de organización y distribución del tra-
bajo), “tanto en su naturaleza como en su identidad”, en la agricultura, las
viejas industrias domésticas, las nuevas fábricas y en las minas, así como las cir-
cunstancias a las que se enfrentaban los trabajadores: obreros que sufrieron
las injusticias de las condiciones de trabajo en las fábricas, agricultores que
perdieron derechos comunales, fabricantes o artesanos que se convirtieron en
trabajadores asalariados de patrones más grandes, entre otros (Thompson,
1989:198-222).11 Pero el análisis no se queda ahí; se nutre de narraciones que
exploran la experiencia de esa explotación y esas condiciones, experiencia que tuvo
como consecuencia la “cohesión social y cultural de los explotados” (208).
Se trata así de una cohesión en la que primero se comparten experiencias y,
posteriormente, se identifican intereses compartidos (por ejemplo trabajadores
que se descubren todos a favor de la acción directa cooperativa o en contra
de la utilización de máquinas en los talleres manuales). Al mismo tiempo se
identifican a “los otros”, los patronos, “no como un agregado de individuos,
sino como una clase” (216).12 El último momento de este proceso sería enton-
11
  La descripción del “Oficial Hilandero de Algodón” dirigida al público de Manchester
que recupera Thompson ilustra bien muchas de estas circunstancias (Thompson, 1989:
212)
12
  Menciona Thompson que al identificar a los “patronos como clase” el trabajador
reconoce que “‘ellos’ le denegaban sus derechos políticos. Si había una recesión comercial,
‘ellos’ recortaban sus salarios. Si el comercio no mejoraba, tenía que luchar contra ‘ellos’ y
su Estado para obtener cualquier porción de la mejora. Si la comida era abundante, ‘ellos’

56
María Vignau Loría

ces “la expresión política y cultural de la conciencia de la clase obrera” (222),


que se observa en organizaciones propiamente de “clase” que exigen derechos,
realizan huelgas o se afilian a instituciones como los trade unions.
Ellen Meiksins Wood, siguiendo a Thompson, llama “situaciones de clase”
a la distribución de las personas en condiciones objetivas en las relaciones de
producción. Como menciona esta autora, para Thompson la distribución en
situaciones de clase “es el principio, no el final, de la formación de clases”
(Wood, 2000: 95). Los individuos distribuidos en “situaciones de clase” ex-
perimentan las condiciones materiales objetivas y es a través de esa experiencia
que las personas identifican intereses de clase y, eventualmente, piensan y actúan
de forma clasista pues comparten tradiciones y sistemas de valores. Thompson
llama a esto “disposición a actuar como clase” (Thompson, 1965: 357), y se
refiere a la forma en que un grupo de personas comparte intereses, experien-
cias sociales, tradiciones y sistemas de valores, lo que les permite “definirse a
sí mismos en sus acciones y su conciencia en relación a otros grupos en formas
de clase”.13
Siguiendo este argumento, cuando Thompson habla de “lucha de clases sin
clases” (Thompson, 1984: 13-61) se refiere justamente a que las personas se
comportan de forma clasista, comparten “disposiciones a actuar como clase” y
tienen intereses de clase –comunes entre ellos pero conflictivos y antagónicos
con otra clase– antes de que existan formaciones maduras de clase como tales.
La noción de Thompson del surgimiento de “comportamientos clasistas”
que acompaña a los intereses de clase abre las puertas para una concepción
de clase no sólo como formación social, sino también cultural.14 De ahí que
Thompson, junto con otros intelectuales como Raymond Williams o Stuart

sacaban el beneficio. Si era escasa, ‘ellos’ sacaban más beneficio (Thompson, 1989: 216).
13
  Thompson menciona que “cuando hablamos de una clase estamos pensando en un
cuerpo de personas vagamente definido que comparten el mismo conjunto de intereses,
experiencias sociales, tradiciones y sistemas de valores, que tienen una disposición a actuar
como clase, a definirse a ellos mismos en sus acciones y en su conciencia en relación a
otros grupos de personas en formas de clase. Pero clase en sí misma no es una cosa, es
un suceso” (Thompson, 1965:357). [Traducción propia: “When we speak of a class we
are thinking of a very loosely defined body of people who share the same congeries of
interests, social experiences, traditions and value-system, who have a disposition to behave
as a class, to define themselves in their actions and in their consciousness in relation to
other groups of people in class ways. But class itself is not a thing, it is a happening”].
  La clase es una formación cultural y social (que usualmente encuentra expresión
14 “

institucional)” (Thompson, 1965: 357). [Traducción propia: “Class is a social and cultural
formation (often finding institutional expression”].

57
Thompson y la experiencia de clase

Hall, inaugurara una perspectiva dentro del marxismo que pone su atención
en las manifestaciones culturales como lugares tanto la de expresión de la ex-
plotación y dominación clasista, como de resistencia.
Existe otro elemento que se debe destacar de la concepción de Thompson
de clase social; su énfasis en que se trata de una relación. Si recuperamos un
fragmento del pasaje ya mencionado en el que argumenta que “los hombres
sienten intereses comunes a ellos mismos y frente a otros hombres cuyos in-
tereses son distintos de (y habitualmente opuestos a) los suyos”, nos damos
cuenta de que el autor está acentuando el hecho de que las clases siempre
existen en relación la una con la otra. Lo mismo sucede cuando menciona que
los grupos se definen “a sí mismos en sus acciones y su conciencia en relación
a otros grupos de personas en formas de clase”15 (Thompson, 1965: 357),
es decir, es necesario identificar al grupo de intereses antagónicos para poder
identificarse como parte del grupo propio. Es fundamental mencionar que
no se trata de cualquier relación social; se trata de relaciones de explotación,
dominación, conflicto y lucha. Para Ellen Meiskins Wood, la “clase como re-
lación” de Thompson no sólo implica la relación que existe entre clases, sino
también la relación existente entre los miembros de una misma clase y que se
ve claramente en la forma en que la experiencia produce conductas, sistemas de
valores, tradiciones e intereses similares (Wood, 2000: 110).
Pasemos finalmente a la idea de conciencia de clase. Para Thompson, “la
conciencia de clase es la forma en que se expresan estas experiencias [de clase]
en términos culturales: encarnadas en tradiciones, sistemas de valores, ideas
y formas institucionales” (Thompson, 1989: XIV). Podemos ver cómo, a pe-
sar de la distinción analítica, la clase y la conciencia de clase surgen y son en
el mismo momento; la identificación de intereses similares y antagónicos, el
“pensar y valorar en términos clasistas” son tanto el surgimiento de conciencia
de clase como el proceso de formación clasista16. Finalmente, aunque Thomp-
son admite, como ya mencionamos, que la experiencia de clase está “amplia-
mente determinada por las relaciones de producción en las que los hombres

15
 Traducción propia “[…] to define themsleves in their actions and their consciousness
in relation to other groups of people in class ways”.
16
  Dice Thompson que “no podemos colocar ‘clase’ por un lado y ‘conciencia de clase’
por otro, como dos entidades separadas, una la secuencia de la otra, pues ambas deben
ser tomadas juntas –la experiencia de determinación y el ‘manejo’ de ésta de forma
consciente” (Thompson, 1995: 143). [Traducción propia: “We cannot put ‘class’ here and
‘class consciousness’ there, as two separate entities, the one sequential upon the other,
since both must be taken together –the experience of determination, and the `handling
of this in conscious ways”].

58
María Vignau Loría

nacen, o en las que entran de manera involuntaria” (Thompson, 1989: XIV),


la conciencia de clase, aquello a lo que podríamos llamar la expresión de esta
experiencia, no tiene la misma relación de determinación; Thompson recono-
ce que la conciencia puede tener cierta lógica (en el sentido de esperar ciertos
resultados), pero nunca surge de la misma manera (Thompson, 1989: XIV).
Hay un último apunte que vale la pena mencionar al hablar de conciencia
de clase en Thompson y se trata de una severa crítica a lo que él llama “teo-
rías de la sustitución” (Thompson, 1989: XIV). El autor se refiere aquí a los
marxistas que atribuyen a la clase obrera características que no tiene a partir
de una fórmula retomada de los escritos de Marx y aplicada de manera rela-
tivamente automática: existe una clase obrera que está constituida por cierto
número de personas que se encuentran en una determinada relación con los
medios de producción y, a partir de ello, se puede saber qué conciencia e inte-
reses “debería tener”. El autor las llama “teorías de la sustitución”, pues la clase
se piensa a partir de ideales, olvidando lo que “es” a favor de “lo que debería
ser”; es así como los defensores de estas posturas piensan en “el partido, la
secta o el teórico que devela la conciencia de clase” (Thompson, 1989: XIV)
como aquél que va a acabar con “las distorsiones y atrasos culturales” que im-
piden su correcta evolución.
Es en este tipo de afirmaciones donde se pone en evidencia el compromiso
de Thompson con la interpretación histórica de los “sujetos reales”; a dife-
rencia de quienes ven en la superestructura cultural “distorsiones”, “atrasos” o
“fastidios” de la conciencia revolucionaria obrera, él buscó entender y darle su
lugar a los sujetos comunes que eran hostiles hacia “el nuevo industrialismo”
o que “tenían ideales comunitarios” que, bajo la óptica de cierto marxismo
reduccionista, veía en esas “actitudes retrógradas” obstáculos para la formación
de una clase obrera revolucionaria (Thompson,1989: XIV-XVII). Como bien
dice Thompson, “ellos vivieron en aquellos tiempos de agudos trastornos so-
ciales, y nosotros no. Sus aspiraciones eran válidas en términos de su propia
experiencia […] Nuestro único criterio no debería ser si las acciones de un
hombre están o no justificadas a la luz de la evolución posterior. Al fin y al
cabo, nosotros mismos no estamos al final de la evolución social” (Thompson,
1989: XVII).

59
Thompson y la experiencia de clase

La clase social Thompsoniana y su legado

“Para su autor, las tesis más importantes


[de “La formación…”] son todavía
hipótesis que, a su vez, nunca deben
quedar petrificadas con ortodoxias”
E. P. Thompson

A pesar de la negativa de Thompson de realizar un trabajo en el que sistema-


tizara sus preocupaciones a nivel teórico o conceptual, en palabras de Perry
Anderson, nuestro autor realizó “contribuciones deliberadas y centrales a la
teoría; ningún otro historiador marxista se ha esmerado tanto en confrontar
y examinar […] las difíciles cuestiones conceptuales surgidas de su investiga-
ción” (Anderson, 1985: 2). Así, a través de su trabajo histórico, sus ensayos,
prólogos, conferencias y otras contribuciones, Thompson dio forma a una
conceptualización de clase social que trascendería fronteras incluso de la pro-
pia tradición Marxista.
Vale la pena resaltar brevemente cinco características del concepto de
Thompson de clase social para comprender completamente la originalidad, el
alcance y las implicaciones de su obra y trabajo.
En primer lugar se encuentra la idea del estudio de la clase como proceso,
es decir, que “no podemos comprender la clase a menos que la veamos como
una formación social y cultural que surge de procesos que sólo pueden estu-
diarse mientras se resuelven por sí mismos a lo largo de un período histórico
considerable”. (Thompson, 1989: XVI). Al trascender las fronteras de la disci-
plina histórica y el método historiográfico, este tipo de afirmaciones se volve-
rán complicadas pues tanto marxistas como sociólogos estudian formaciones
de clase presentes que, como tales, no pueden ser sometidas a análisis diacró-
nicos. Sin embargo, al criticar a aquellos que toman una fotografía de lo social
“deteniendo la máquina del tiempo” o “congelando la historia” (Thompson,
1995: 64) Thompson no niega necesariamente la posibilidad de un estudio
sincrónico de la clase, sino que advierte dos cosas; la primera es que la clase
será siempre un proceso incompleto, un proceso que continúa en formación.
La segunda se refiere a que se trata de un proceso socio-histórico y que “tomar
una fotografía de lo social” no debe excusar el olvido de aquello que sucedió
antes de que ésta se tomara, en otras palabras, que un análisis a-histórico,

60
María Vignau Loría

estático, que olvida que detrás de lo empírico existen procesos estructurados


históricamente, está condenado al fracaso.
En segundo lugar tenemos los argumentos de Thompson en los que de-
fiende que la clase sólo puede ser estudiada en contextos reales y en gente
real. Esta postura está firmemente planteada en “La Miseria de la Teoría” y
en el ataque brutal que nuestro autor realiza a Althusser pues, de acuerdo con
Thompson, el marxista francés “muestra una indiferencia radical hacia los
datos [empíricos]” (Anderson, 1985: 5), dejando de lado su explicación o sus
orígenes (Thompson, 1995: 44). Para Thompson, la teoría nunca debe estar
disociada de la práctica que le dio origen pues “el hogar de la teoría marxista
está donde siempre ha estado, en el objeto humano real, en todas sus ma-
nifestaciones (pasadas y presentes), cuyo objeto sin embargo, no puede ser
conocido en un vistazo teórico (como si la Teoría pudiera engullir a la realidad
de un trago)” (Thompson, 1995:60).17 Así, Thompson arremete contra todos
aquellos que utilizan “universos conceptuales que se engendran a sí mismos y
que imponen su propia idealidad sobre los fenómenos de la existencia mate-
rial y social, en lugar de entrar con ellos en una relación de diálogo continua”
(Thompson, 1995:18).18
En tercer lugar, el concepto de clase social de Thompson hace referencia
a relaciones sociales, no a ubicaciones estructurales (que se expresan como la
distribución de individuos en sistemas de estratificación o jerarquización) o la mera
“relación con los medios de producción”, como podría entenderse desde algu-
nas corrientes del marxismo. Como menciona Wood, “el punto focal está en
la relación social misma, la dinámica de la relación entre apropiadores y pro-
ductores, las contradicciones y los conflictos que responden por los procesos
sociales e históricos” (Wood, 2000: 91). De esta forma, hablar de clase social
es hablar de relaciones sociales de explotación y dominación.
En cuarto lugar, es fundamental resaltar el reconocimiento que hace
Thompson de que la clase social existe en el terreno cultural, no como “ena-
jenación”, sino como expresión de los condicionantes objetivos materiales.
Es decir, cuando reconoce que los comportamientos, prácticas, tradiciones,
sistemas de valores y toda una serie de elementos culturales que se encuentran
17
  [Tradcucción propia: “The homeland of Marxist theory remains where it has always
been, the real human object, in all its manifestations (past and present): which object
however, cannot be know in one theoretical coup d’oeil (as though Theory could swallow
reality in one gulp)”].
18
  [Traducción propia: “Self-generating conceptual universe which imposes its own
ideality upon the phenomena of material and social existence, rather than engaging in
continual dialogue with these”].

61
Thompson y la experiencia de clase

en las “disposiciones a actuar como clase” que se han subjetivado, son objeto
de estudio de la existencia de clases sociales.
Este reconocimiento atrajo críticas desde distintas trincheras del marxismo,
las más significativas realizadas por Perry Anderson y sintetizadas en su libro
Teoría, política e historia. Un debate con E. P. Thompson. En este texto, Ander-
son analiza el trabajo de Thompson en cuatro ejes fundamentales: “el carácter
de la investigación histórica, el papel del agente humano en la historia, la na-
turaleza y el destino del marxismo y el fenómeno del estalinismo” (Anderson,
1985: 3). Más allá del intercambio fructífero que representó este diálogo, nos
interesa lo que Anderson dice sobre la noción de Thompson de clase social.
De acuerdo con Perry Anderson, Thompson propone “una definición de clase
demasiado subjetivista y voluntarista” (Anderson, 1985: 44) pues “los objetos
de su investigación no son las transformaciones estructurales (económicas,
políticas y demográficas), sino su cristalización en la experiencia subjetiva de
quienes vivieron aquellos ‘años terribles’” (Anderson, 1985: 42); Anderson
retoma las críticas que también realiza Cohen, ambos reivindicando la tesis
de Marx de que “la clase de una persona no se establece más que por su lugar
objetivo en la red de relaciones de propiedad […]. Su conciencia, su cultura
y su opinión política no entran en la definición de su posición de clase” (An-
derson, 1985: 44). Anderson argumenta que toda la fuerza del razonamiento
de Thompson se orienta “hacia la separación de la clase de su anclaje objetivo
en unas relaciones de producción determinadas y hacia su identificación con la
conciencia subjetiva o con la cultura” (Anderson, 1985, 46).
Es posible entender la dura crítica de Anderson hacia el trabajo de Thomp-
son, ya que, como ya se mencionó, este último tiene un interés específico en
resaltar ciertas formas de conciencia o expresiones culturales, más que en realizar
un estudio sistemático de las relaciones de producción. Sin embargo, consi-
dero que el que Thompson reconozca estas manifestaciones como parte del
proceso de formación clasista no significa que defina a la clase social a partir
de la cultura o la conciencia, ni mucho menos que ponga de lado los determi-
nantes de las relaciones de producción. Recordemos que para Thompson todas
las manifestaciones culturales y de conciencia están firmemente condicionadas
por las situaciones materiales objetivas (de explotación y dominación) ancla-
das en las relaciones de producción y es sólo a través de su subjetivación en
la experiencia que pasan al terreno cultural. La “preeminencia”, si queremos
verlo así, la tienen las “situaciones de clase objetivas” en que están distribuidos
(independientemente de su voluntad) los sujetos. La agudeza de Thompson
está en darle visibilidad a otros aspectos del funcionamiento de la clase más
allá del terreno de las relaciones de producción, y en campos o momentos

62
María Vignau Loría

en que no existen organizaciones de clase maduras y evidentes, cosa que una


definición que se queda en los condicionantes objetivos no logra visibilizar.
Como menciona Ellen Meiskins Wood, decir que las clases sólo existen como
“relaciones objetivas con los medios de producción” cuando no hay conciencia de
clase es olvidar las consecuencias prácticas para la dinámica del proceso social
(Wood, 2000: 98).
En quinto lugar, me parece fundamental rescatar la noción de “experien-
cia” de Thompson. En un primer nivel, esta noción nos permite entender la
formación de clase como un proceso de subjetivación colectiva de las condiciones
materiales objetivas de producción; proceso activo que, en palabras de nuestro
autor “debe tanto a la acción como al condicionamiento” (Thompson, 1989:
XVIII). En un segundo nivel y más allá de su potencial explicativo en el pro-
ceso de formación clasista, nos arroja pistas sobre la forma en la que Thomp-
son entendía la relación dialéctica entre “el ser social y la conciencia”, entre
“la acción y la estructura”, entre “los determinantes objetivos y la formación
subjetiva”; para Thompson, la experiencia es tanto “término medio” como
“diálogo” entre las determinaciones objetivas y la iniciativa subjetiva, diálogo
que además va en ambos sentidos (Thompson, 1995: 12).19
Siguiendo esta línea, una parte importante de las críticas presentadas por
Thompson en “Miseria de la Teoría” al marxismo estructuralista en general y a
Althusser en particular, tienen que ver justamente con las afirmaciones de que
“la historia es un proceso sin sujeto”, que “se deben analizar a las estructuras
y desechar las voluntades individuales”, que la “sola noción de agencia huma-
na no es más que la ‘semblanza de un problema para la ideología burguesa’”
(Thompson, 1995:119). De esta forma, mientras que Althusser no reconoce
que haya “sujetos en la historia” sino estructuras que los determinan, la cate-
goría de experiencia nos permite, de acuerdo con Thompson, entender como
“la estructura se transmuta en proceso y el sujeto vuelve a ingresar a la his-
toria” (Thompson, 1995:229),20 , nos permite entender la dialéctica que existe
entre “acción y condicionamiento”. En palabras de Thompson, el problema
crítico de la comprensión entre los polos de agencia y proceso es “la crucial
ambivalencia de nuestra presencia humana en nuestra propia historia, en parte
19
  Menciona Thompson en La miseria de la teoría: “Si el ser social no es una mesa inerte
que no puede refutar a un filósofo con sus patas, entonces tampoco la conciencia social es
un recipiente pasivo de los ‘reflejos’ de esa mesa”. [Traducción propia: “If social being is
not an inert table which cannot refute a philosopher with its legs, then neither is social
consciousness a passive recepient of ‘reflections’ of that table.” (Thompson,1995: 12)].
20
  Traducción propia: “[…] structure is transmuted into process, and the subject re-enters
into history”.

63
Thompson y la experiencia de clase

sujetos y en parte objetos, los agentes voluntarios de nuestras propias determi-


naciones involuntarias” (Thompson, 1995: 119)21.

Bibliografía
Anderson, Perry. (1985). Teoría, política e historia. Un debate con EP Thompson. Madrid:
Siglo XXI.

Iliades, Carlos. (2008). Thompson. México: Universidad Autónoma Metropolitana

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Wood, Ellen Meiksins. (2013). ¿Una política sin clases? El post-marxismo y su legado. Bue-
nos Aires: Editorial Razón y Revolución.

  Traducción propia: “[…] the crucial ambivalence of our human presence in our
21

own history, part-subjects, part-objects, the voluntary agents of our own involuntary
determinations”.

64
Capítulo 4

Poulantzas y la estructuración de las clases


María Vignau Loría

“En lugar de callar las diferencias y


de optar inevitablemente por silenciar
los problemas esenciales, he preferido
insistir sobre ellos, en la medida en que
únicamente la crítica hace avanzar la
teoría marxista”
Nicos Poulantzas

Introducción

Nicos Poulantzas fue un marxista y sociólogo de origen griego que estudió en


Francia bajo la influencia del mayor exponente del marxismo estructuralista,
Louis Althusser, lo que lo llevó a ser identificado como figura representativa
de esa corriente.1 Sus trabajos, publicados en un periodo de diez años (de
1968 a 1978), pueden verse como una preocupación por llenar un vacío que

1
  Considero fundamental reconocer aquí que no es posible decir que Poulantzas y Althusser
son idénticos. Creo que a pesar de tener una postura teórica innegablemente estructuralista,
las críticas de Poulantzas al historicismo no son tan unilaterales como las de Althusser. Esto
se nota claramente en algunos pasajes de Poder político y clases sociales en el estado capitalista,
cuando Poulantzas enriquece algunos elementos de su análisis de “lo político” (discusiones sobre
el poder, el Estado y la hegemonía) con aportaciones de Gramsci (1975: 170-175,247-256). Así, a
pesar de reconocer “secuelas de historicismo en Gramsci” (1975: 173) o mencionar que tiene una
“concepción historicista del materialismo dialéctico” (1975: 255), Poulantzas dialoga con el
teórico italiano reconociendo sus aportes y, en ocasiones, su agudeza (1975: 247).

65
Poulantzas y la estructuración de las clases

él percibía en la tradición marxista en torno a “lo político” (la superestructura


jurídico-política del Estado capitalista, su relación con otras estructuras y el
rol que éste juega en la reproducción del sistema) y “la política” (las prácticas
políticas de clase) (Poulantzas, 1975: 33). De ahí que las destacadas contribu-
ciones de Poulantzas en función del entendimiento del concepto de clase social
en el marxismo tengan la particularidad de entenderse desde sus “incidencias
sobre el dominio de lo político” (1975: 60).
Antes de entrar directamente a la conceptualización de clase social de Pou-
lantzas, considero que es necesario examinar brevemente algunos elementos
que retoma de anteriores formulaciones marxistas, y que son fundamentales
para entenderla.
El primer elemento que recupero es la distinción entre Modo de Produc-
ción y Formación Económico Social. El Modo de Producción es el “objeto
abstracto-formal que no existe, en sentido estricto, en la realidad” (Poulantzas,
1975: 6), es decir, al hablar del modo de producción se hace referencia a cons-
trucciones abstractas que se definen desde el tipo de relaciones de producción
que lo caracterizan, por ejemplo, el modo de producción esclavista, feudal
o capitalista. Por otro lado, la formación social es un “objeto real-concreto,
siempre original porque es singular” (Poulantzas, 1975: 6), es decir, se tra-
ta de formaciones históricamente determinadas; en este sentido hay tantas
formaciones sociales como objetos de estudio histórico-concretos podamos
imaginar; Poulantzas lo ejemplifica con la Francia de Luis Bonaparte analizada
por Marx, pero también podemos pensar en la Francia que él mismo vivió, la
Inglaterra del siglo XIX o el México del siglo XXI, cada uno con su singula-
ridad específica. La importancia de esta distinción radica en que, a pesar de
que aquello abstracto-formal no existe como tal (los modos de producción),
éstos “son la condición del conocimiento de los objetos reales-concretos” (las
formaciones sociales) (Poulantzas, 1975: 3). Es importante tener en cuenta
esta distinción pues aplica también para el resto de los conceptos que sirven
para comprender el sistema capitalista; el “Estado capitalista” sólo existe, en
sentido estricto, “como formaciones capitalistas históricamente determinadas”
(Poulantzas, 1975: 9), lo mismo sucede con las clases sociales, más allá del
concepto abstracto-formal, las clases sociales “no existen más que como prác-
ticas de clase” (Poulantzas, 1985: 13) en formaciones sociales específicas.2
2
  Vale la pena apuntar aquí su reflexión sobre los conceptos abstracto-formales y su
aplicación pues de acuerdo con Poulantzas, “los conceptos más concretos no son,
como tampoco lo son los objetos reales-concretos, la materia prima del proceso de
pensamiento; tampoco son deducidos de los conceptos más abstractos, o subsumidos
en estos últimos, añadiendo a su generalidad una simple particularidad. Son resultado

66
María Vignau Loría

Finalmente, una de las principales características de una formación social es que


posee una “combinación particular, una imbricación específica de varios modos de
producción puros” (Poulantzas, 1975: 6), es decir, combina elementos de distintos
modos de producción, como pueden ser, por ejemplo, elementos de organización
social feudales en una economía de mercado capitalista. Estas combinaciones pue-
den ser estudiadas pues, de acuerdo con Poulantzas, en las formaciones sociales,
donde existe un predominio de alguno de los modos de producción que “marca el
conjunto de esa formación” (1975: 7).
Es importante mencionar que para Poulantzas por modo de producción o
formación social no se designa meramente lo económico, “sino una combi-
nación específica de diversas estructuras y prácticas que aparecen como otras
tantas instancias o niveles, en suma como otras tantas estructuras regionales
de aquel modo” (1975: 4).
Ello nos lleva al segundo elemento que retomaré para el examen del con-
cepto de clase, es decir, la identificación de instancias regionales o estructuras re-
gionales en un modo de producción y formación social. Poulantzas argumenta
que un modo de producción está formado por la articulación de tres instancias
regionales: la económica, la política y la ideológica;3 en sus palabras, éstas “no
constituyen esencias preexistentes, que entran después de la base y la supe-
restructura, en relaciones externas. La articulación propia de la estructura del
todo de un modo de producción exige la construcción de las instancias regio-
nales” (1975: 9). De acuerdo con Poulantzas, las instancias regionales política
e ideológica poseen autonomía relativa y eficacia propia,4 aunque se encuen-
tran, en última instancia, determinadas por la instancia económica (1975: 5).
Vale la pena mencionar brevemente la forma en que Poulantzas entiende esta

de un trabajo de elaboración teórica que, operando sobre informaciones, nociones, etc.,


por medio de los conceptos más abstractos, busca la producción de los conceptos más
concretos que conducen al conocimiento de los objetos reales, concretos y singulares.”
(1975: 4).
3
  Veamos brevemente de qué se trata cada instancia o estructura regional. La económica
es identificada por Poulantzas como las relaciones de producción y las fuerzas productivas,
“las estructuras políticas de un modo de producción y de una formación social constituyen
el poder institucionalizado del Estado” (1975: 41) y las estructuras ideológicas “no son un
sistema de ideas o discurso coherente, [sino] un conjunto de prácticas materiales” (1985:
16).
4
 En el centro de las preguntas sobre esta autonomía y eficacia, se encuentra el debate
que él llama “voluntarismo-economicismo”. En un extremo se encuentran aquellos que
piensan sólo en el aspecto “dinámico-histórico-político” de la estructura y en el otro
aquellos que invalidan la especificidad misma de lo político (Poulantzas, 1975: 35-36).

67
Poulantzas y la estructuración de las clases

relación de “determinación” económica que ha sido objeto de amplios debates


en la tradición marxista. Poulantzas reconoce que en un modo de producción
existe determinación por la base-estructura económica (es decir, las relaciones
de producción y fuerzas productivas características del modo de producción
en cuestión), sin embargo, rechaza las “interpretaciones economicistas” que
desdibujan todo estudio posible de las instancias regionales (él pensaba espe-
cíficamente en la política) porque las piensan como “causalidad lineal, media-
ción expresiva o correlación analógica” (1975: 5) de la estructura económica.
Para Poulantzas, entre la estructura determinante y las estructuras regionales
existe una relación “en cuyo interior la estructura determinante del todo exige
la constitución misma de las estructuras regionales, asignándoles su lugar y
distribuyéndoles funciones: las relaciones que constituyen así cada nivel nunca
son simples sino que están superdeterminadas por las relaciones de los otros
niveles” (1975: 5). Poulantzas va incluso más allá y hace una distinción entre
“determinación en última instancia” y “papel predominante”; de esta forma,
a pesar de que lo económico es siempre determinante en última instancia, el
papel predominante puede estar tanto en lo económico como también en lo
político o lo ideológico. Esto es posible porque “lo económico sólo es deter-
minante en la medida en que asigna a tal o cual instancia el papel dominante”
o “regula el desplazamiento del predominio debido a la descentralización de
las instancias”5 (1975: 5). El reconocimiento de las instancias regionales es
fundamental porque, como veremos, las clases sociales están determinadas
no sólo por la instancia económica, sino también por las instancias política e
ideológica.
Hay dos textos fundamentales que utilizaré para el estudio del concepto de
clase social de Nicos Poulantzas. El primero es Poder político y clases sociales
en el estado capitalista, que apareció en 1968 y se trata de un estudio marxista
agudo y exhaustivo del Estado Capitalista. En este trabajo Poulantzas conside-
ra imposible realizar un estudio completo de la conformación del Estado Ca-
pitalista, así como su relación con otras estructuras, sin examinar el papel que
juegan las clases sociales y la lucha de clases en éste. De esta forma, Poulantzas
dedica una parte de este trabajo a un esfuerzo por definir a las clases sociales
dentro del enramado de la teoría marxista.
El segundo texto del que hablaré brevemente se trata de Las clases sociales
en el capitalismo actual, trabajo que fue publicado en 1974 en Francia. Se trata

5
  Poulantzas ejemplifica cómo en el modo de producción feudal la ideología era la que
tenía el “papel dominante” a pesar de que estaba determinado por lo económico (1975:
5-6).

68
María Vignau Loría

de un estudio menos sistemático que el anterior, pues es más bien una serie de
ensayos en los que se analiza a las clases sociales, los aparatos del Estado y
el capitalismo monopolista-imperialista (que Poulantzas consideraba en ese
momento como la característica del capitalismo “actual”). Estos ensayos de
carácter coyuntural se montan sobre el trabajo teórico elaborado en el texto
anterior, mientras que la mayor parte del examen que realiza sobre clases so-
ciales se trata de estudios sobre la burguesía (en palabras de Poulantzas, aná-
lisis sobre “el enemigo”) y la pequeña burguesía (los “aliados potenciales de la
clase obrera”). El análisis de estas clases en particular se debe a que nuestro
autor considera que existe un ausencia de estudios desde el marxismo sobre
estas clases y, como bien dice, “ahora, y más que nunca, el hecho de conocer
bien al enemigo y de saber establecer alianzas precisas parece un punto esencial
de la estrategia revolucionaria” (Poulantzas, 1985: 9).

El concepto de clase social

Comenzaremos por un examen de los argumentos que expone Poulantzas en


Poder político y clases sociales en el estado capitalista, pues, como ya se mencionó,
es en este trabajo donde se encuentran las bases de una teoría sistemática y de
su conceptualización de clases sociales.
El análisis del concepto de clase que realiza Poulantzas parte de un estudio
cuidadoso de las obras de Marx, Engels y Lenin, aunque también menciona
a otros autores y corrientes, haciendo incluso referencia a conceptualizaciones
sociológicas funcionalistas. Como se mencionó antes, a Poulantzas le interesa
una definición que se ponga en juego en el ámbito de “la política” y “lo políti-
co”, lo que lo lleva a acercarse a las obras más políticas de los autores mencio-
nados, sobre todo aquellas que estudian coyunturas y formaciones históricas.
Poulantzas construye su concepto a partir de una discusión con otras in-
terpretaciones y tratamientos del concepto de clase social en el marxismo. Su
diagnóstico parte de la distinción realizada por Marx entre la “lucha econó-
mica” y la “lucha política” de las clases en la que, según nuestro autor, Marx
distingue tres “niveles” o tres “momentos” de la clase (1975: 62). El primero
de ellos se trata de la lucha económica entre “individuos-agentes de la pro-
ducción”, momento en el que no se habla propiamente de relaciones de clase,
sino de masa indiferenciada “en una situación común, con intereses comunes”
(1975: 63) creada por el capital. El segundo nivel se trata de la “clase en sí”, es
decir, cuando los choques entre individuos-agentes se convierten en colisiones
de clase a partir de la identificación de intereses económicos. El tercer nivel

69
Poulantzas y la estructuración de las clases

sería el de “clase para sí”, es decir, la clase organizada políticamente. De acuer-


do con Poulantzas, esta distinción analítica ha devenido en interpretaciones
erróneas.
Nuestro autor agrupa las interpretaciones erróneas en dos grandes ramas.
La primera de ellas, la interpretación “historicista”, interpreta a la clase social
de manera “histórico-genética” (1975: 64), tomando los tres “niveles” como
si se tratara de una historiografía del proceso de surgimiento de las clases,6 es
decir, se confunden niveles teórico-analíticos con etapas de formación clasista:
primero son una masa indiferenciada, posteriormente son clase-en-sí y final-
mente se convierten en clase-para-sí (1975: 63). De acuerdo con Poulantzas,
los distintos trabajos que identifica como parte de este gran grupo (incluso
reconociendo dos corrientes distintas7) no sólo confunden niveles teóricos con
momentos históricos, sino que ven a “los sujetos [como] creadores de las es-
tructuras, y las clases sociales como los sujetos de la historia” (1975: 67), es decir,
conciben a los sujetos como los creadores y transformadores de las estructuras,
teniendo un dejo de voluntarismo que, para Poulantzas, es inaceptable en la
teoría de las clases sociales.8 La segunda interpretación errónea es la “econo-
micista”, aquella que sólo reconoce la existencia de las clases en el nivel de las
relaciones de producción, es decir, reduce la clase “al lugar de los agentes en
el proceso del trabajo y a sus relaciones con los medios de producción” (1975:
68). Al respecto, Poulantzas dice que Marx no sólo habló de las clases en tér-
minos de estructura económica, sino que se refirió al conjunto de estructuras

6
  Menciona Poulantzas que “los diversos niveles de análisis de las relaciones sociales,
dados por Marx como momentos de génesis histórica, deben considerarse aquí como un
proceso teórico de construcción del concepto de clase” (Poulantzas, 1975: 85).
7
 La primera de estas dos corrientes, considera Poulantzas, es aquella que “concibe a la
clase como sujeto de la historia, como factor de engendramiento genético de las estructuras
de una formación y como factor de sus transformaciones: Lukács es el representante típico de
esta interpretación historicista de la clase y la conciencia de clase” (1975:64). La segunda
corriente de esta interpretación “historicista” está relacionada con las “interpretaciones
‘funcionalistas’ de Marx”, donde las estructuras y las clases sociales “son percibidas en una
relación de estructura a función, de sincronía a diacronía”; la diacronía, de acuerdo con
Poulantzas, sería precisamente la concepción historicista de que “los hombres hacen su
historia” (1975: 66).
8
  De acuerdo con Poulantzas, esta concepción “desconoce dos hechos esenciales: en
primer lugar, que los agentes de la producción, por ejemplo el obrero asalariado y el
capitalista […] los considera Marx los apoyos o portadores de un conjunto de estructuras.
En segundo lugar, las clases sociales no son nunca concebidas teóricamente por Marx
como el origen genético de las estructuras, ya que el problema concierne a la definición
del concepto de clase” (1975: 67).

70
María Vignau Loría

de un modo de producción o formación social; la clase social puede así iden-


tificarse tanto en la región o instancia de lo político como de lo ideológico.9
Esta interpretación economicista no debe ser confundida con la “determi-
nación económica” que discutimos anteriormente, pues ésta última no deja
de ser cierta a pesar de que se reconozca que la estructura económica no es
exclusiva en la definición de las clases sociales.
Pasemos directamente a la definición que brinda Poulantzas en el trabajo
que se viene discutiendo. Según nuestro autor:
“La clase social es un concepto que indica los efectos del conjunto de
las estructuras, de la matriz de un modo de producción o de una forma-
ción social sobre los agentes que constituyen sus apoyos: ese concepto
indica, pues, los efectos de la estructura global en el dominio de las
relaciones sociales” (Poulantzas, 1975: 75)

Veamos la primera parte de la definición; “la clase social es un concepto que


indica los efectos del conjunto de las estructuras […] sobre los agentes que constitu-
yen sus apoyos”. Es en este momento cuando cobra importancia la distinción
de las instancias o estructuras regionales de un modo de producción o forma-
ción social: como ya vimos en su crítica a las interpretaciones economicistas,
Poulantzas niega que las clases sociales se definan únicamente como efecto de
la estructura económica, sino que se definen a partir del efecto de la articula-
ción de todas. Hay una anotación más que hacer al respecto; no se trata de un
efecto determinante (económico) sobre los otros efectos estructurales (político
e ideológico), se trata de un “efecto global” del conjunto de las estructuras y
las relaciones entre éstas.10

9
  Dice Poulantzas que “de ninguna manera debiera concluirse […] que esa determinación
económica basta para la construcción del concepto marxista de clase social, así como el
tratamiento específico de lo económico del MPC [Modo de Producción Capitalista] en
El capital no reduce la importancia de otras instancias para el examen científico de dicho
modo” (1975:61). Más adelante también menciona que “una clase social puede muy bien
identificarse ya en el nivel económico, ya en el nivel político, ya en el nivel ideológico, y
muy bien puede localizarse en relación con una instancia particular” (1975: 69).
10
  “Las clases sociales no se presentan como efecto de un nivel particular –por ejemplo,
la estructura económica– sobre otro nivel estructural –la estructura política o la estructura
ideológica–, por lo tanto en el interior de la estructura, sino como efecto global de las
estructuras en el dominio de las relaciones sociales, que a su vez, expresan, en las sociedades
de clases, la distribución de los agentes-apoyos en clases sociales: y esto en la medida
en que las clases sociales determinan el lugar de los agentes-apoyos en relación con
las estructuras de un modo de producción y de una formación social. Confundir estos
dominios tiene un nombre en la historia del pensamiento marxista: es el antropologismo

71
Poulantzas y la estructuración de las clases

Veamos otro punto clave de esta definición; “la clase social es un concepto
que indica los efectos del conjunto de las estructuras…”. Evitando posibles
malinterpretaciones posteriores, Poulantzas dice clara y llanamente (aunque
sea en una nota al pie) a qué se refiere con esta palabra: “entiéndase bien
que no habría que tomar aquí la palabra efectos en un sentido cronológico,
lo que sería hacer una génesis al revés. Entiendo por efectos la existencia de
la determinación de las estructuras en las clases sociales” (Poulantzas, 1975:
75). Es en estas afirmaciones donde vemos claramente por qué Poulantzas es
innegablemente exponente del marxismo estructuralista. Efectivamente, para
nuestro autor las clases no tienen una determinación económica, pero sí una de-
terminación estructural. Lo vimos también en sus críticas a la interpretación
historicista de la teoría de clases de Marx; Poulantzas reafirma aquí que ni el
sujeto ni la clase crean estructura, pues no se trata de actores-productores ni
de sujetos de la historia (Poulantzas, 1975: 67).
Pasemos a la última parte de este primer enunciado: “la clase social es un
concepto que indica los efectos del conjunto de las estructuras de la matriz de
un modo de producción o de una formación social sobre los agentes que cons-
tituyen sus apoyos”. Muy a tono con lo mencionado anteriormente, para Pou-
lantzas los “agentes” son precisamente los “agentes de la producción”, y éstos
son “los apoyos o los portadores de un conjunto de estructuras” (1975: 67); es
decir, los individuos somos portadores de las estructuras, no su génesis. Hace
sentido entonces que el “efecto del conjunto de las estructuras” se da en indi-
viduos que, a fin de cuentas, son concebidos como portadores de estructuras.
Veamos finalmente el segundo enunciado, pues éste contiene un elemento
fundamental en la concepción de clase social de Poulantzas: “ese concepto
indica, pues, los efectos de la estructura global en el dominio de las relaciones
sociales”. Lo primero que se debe decir al respecto es que para Poulantzas la
clase no es una estructura parcial dentro de la estructura global de un modo de
producción o formación social (como sí lo podría ser el Estado por ejemplo),
sino que se trata de un concepto que “expresa relaciones sociales” (1975: 75).
Tampoco es que la clase sea una “cosa empírica” (el grupo de individuos) sino
que, nuevamente, se trata de un concepto que expresa relaciones sociales.11 Es
decir, independientemente de que es posible que el efecto de las estructuras

del sujeto” (Poulantzas, 1975: 70).


11
  Dice Poulantzas al respecto: “las clases sociales no son, de hecho, una “cosa empírica”
cuyas estructuras serían el concepto: expresan relaciones sociales, conjuntos sociales, pero
son su concepto, a igual título que los conceptos de Capital, de Trabajo asalariado, de
plusvalía, constituyen los conceptos de estructuras, de relaciones de producción” (1975:
74).

72
María Vignau Loría

constituya estructuras, no es así en el caso de la clase, pues “no hay homoge-


neidad teórica” (1975: 75) entre un concepto que expresa estructuras y uno
que expresa relaciones sociales.12
Se sigue de ello que al hablar de relaciones sociales se está hablando siem-
pre de relaciones de clase, pues es en este “nivel” en que los agentes están
distribuidos en clases sociales.13 Y no sólo al hablar de relaciones sociales
de producción (instancia económica), sino también al hablar de relaciones
sociales jurídico-políticas y relaciones sociales ideológicas; a pesar de que la
estructura jurídico-política del Estado o la estructura ideológica no son clases
sociales, éstas tienen por efecto, en las relaciones sociales, la distribución en
clases sociales de los agentes (Poulantzas, 1975: 72-75).
De esta forma, así como nuestro autor ya nos había advertido sobre la
diferencia entre “determinación en última instancia” y “papel predominante”
al hablar de instancias o estructuras regionales en un modo de producción o
formación social, lo mismo sucede con las clases sociales. A pesar de que existe
una determinación en última instancia de la lucha económica de las clases en
las relaciones sociales, ésta puede desplazar el papel predominante “a otro nivel
de lucha de clases: lucha política, lucha ideológica” (1975: 77). Es de esta for-
ma que Poulantzas puede interesarse principalmente por la lucha y las prácticas
políticas de clase, a pesar que de que la determinación en última instancia se
encuentre en otra instancia regional.14

12
  De acuerdo con Poulantzas, la incapacidad de distinguir entre estructuras y relaciones
sociales es la principal causa de la interpretación economicista de las clases sociales en el
marxismo, pues se piensa que es lo mismo “las relaciones de producción” y las “relaciones
sociales de producción” cuando se trata de realidades diferentes (1975: 70). La diferencia
es que las “relaciones de producción” son aquello que concierne “a las relaciones de los
agentes de producción y de los medios de trabajo”, mientras que las “relaciones sociales
de producción” son “relaciones de agentes de producción distribuidos en clases sociales”,
es decir, relaciones entre agentes de la producción entre sí. (1975: 71). Este pasaje puede
resultar un poco complicado pues, según Poulantzas, a pesar de que el propio Marx utiliza
de manera indiferenciada “relaciones de producción” y “relaciones sociales de producción”,
“sólo por una lectura atenta de sus textos puede descubrirse la diferencia de las realidades
a que se refieren esos conceptos” (Poulantzas, 1975: 70). Pareciera aquí que pone palabras
en boca de Marx que no necesariamente están ahí.
13
  “Si la clase es un concepto, no designa una realidad que pueda ser situada en las
estructuras: designa el efecto de un conjunto de estructuras dadas, conjunto que determina
las relaciones sociales como relaciones de clase” (1975: 75).
14
  Al respecto dice Poulantzas: “El papel determinante, en la constitución de las clases
sociales, de su relación con las relaciones de producción, en la estructura económica,
indica de hecho, muy exactamente, la constante determinación-en-última-instancia de lo

73
Poulantzas y la estructuración de las clases

Finalmente, es necesario rescatar que la conceptualización de Poulantzas en


este primer trabajo, no obstante su determinación estructural, reconoce que
las clases sociales se reflejan en el dominio de las relaciones sociales como
“prácticas” y como “lucha” entre las distintas clases de esas prácticas15 (1975:
77). El marxista griego menciona que “las clases sociales sólo pueden con-
cebirse como prácticas de clase, y esas prácticas existen en oposiciones que,
en su unidad, constituyen el campo de la lucha de clases” (1975: 100); si
analizamos esta afirmación nos damos cuenta de que Poulantzas concibe a las
clases sociales como relaciones conflictivas y en lucha, es decir, relaciones de
contradicción y de oposición (1975: 101).
Hay algunos elementos adicionales que considero pertinente recuperar de
Poder político y clases sociales en el Estado Capitalista. El primero de ellos tiene
que ver con el “número de clases sociales” existentes. Para ello, es importante
retomar la diferencia entre modo de producción y formación social; en un
modo de producción “puro”, el efecto del conjunto de las estructuras sobre
los apoyos distingue a dos clases sociales: capitalistas y obreros asalariados
(burgueses y proletarios). Por otro lado, en una formación social histórica-
mente determinada que, como vimos, articula distintos elementos de modos
de producción “puros”, existen más de dos clases. Esto no se debe, advierte
Poulantzas, a que los criterios de definición varíen (la definición es exacta-
mente la misma), sino por la presencia de distintos modos de producción en
la formación, por la forma concreta de esa combinación y, finalmente, por la
forma específica en que se da la articulación de las instancias o estructuras re-
gionales en la formación social (Poulantzas, 1975: 79-82). Poulantzas reconoce
que el que Marx no especificara si se trata de formaciones sociales o modos
de producción “puros” al plantear el problema de las clases sociales, ha tenido
como consecuencia interpretaciones ambiguas y confusas.
De ahí que el problema de las clases sociales en una formación social his-
tórico-concreta sea, justamente, el que ocurran “una serie de fenómenos de
fraccionamiento de clases, de disolución de clases, de fusión de clases” (Pou-
lantzas, 1975: 82), lo que llevará a Poulantzas a realizar análisis sobre lo que
llama “fracciones autónomas de clase” y “clases diferentes”.
Veamos a qué se refiere. Poulantzas reconoce que las dos clases que existen
en el modo de producción “puro” no están presentes de esa forma en forma-

económico en las estructuras, reflejada en las relaciones sociales” (Poulantzas, 1975: 77).
15
  Poulantzas menciona también en una nota que “las clases expresan siempre prácticas
de clase, y esas prácticas no son estructuras: la práctica política no es la superestructura
del Estado, ni la práctica económica las relaciones de producción” (Poulantzas, 1975: 76).

74
María Vignau Loría

ciones sociales concretas o en coyunturas específicas, sino que existen “clases


diferentes” que se presentan como “disueltas y fusionadas con otras clases”
(Poulantzas, 1975: 88), llamadas por Poulantzas “fracciones autónomas de cla-
se”. Para que una clase pueda ser identificada propiamente como tal en una
formación social, es decir, como fracción de clase diferente y autónoma, es
necesario que “su relación con su existencia económica se refleje en los otros
niveles por una presencia específica” (1975: 90), por ejemplo, que se vea como
una organización política de clase.16 La importancia del reconocimiento de las
fracciones autónomas de clase es que éstas se convierten en “fuerzas sociales”
que juegan un papel político esencial en las coyunturas. Existen dos ejemplos
que podemos utilizar para ilustrar esto; el primero se trata del análisis del
campesinado parcelario en la Francia de Luis Bonaparte (fracción de clase
autónoma identificada por Marx en el 18 Brumario17), el segundo se trata de
la pequeña burguesía, analizada por el propio Poulantzas en Las clases sociales
en el capitalismo actual.

16
  Aquí entramos a un pasaje un tanto oscuro en la definición de qué constituye y qué
no constituye una fracción autónoma o clase diferente pues la presencia específica en los
otros niveles se determina a partir de lo que Poulantzas denomina “efectos pertinentes”.
El autor los define como “el hecho de que, el reflejo del lugar en el proceso de producción
sobre los otros niveles, constituye un elemento nuevo, que no puede insertarse en el
marco típico que los niveles presentarían sin ese elemento” (Poulantzas, 1975: 90), lo
que podríamos pensar como modificaciones importantes de las estructuras políticas o
ideológicas o modificaciones significativas del campo de la lucha política o ideológica. El
problema se encuentra justamente en determinar qué modificaciones son importantes y
significativas, es decir, qué sería ese “marco típico” que cambia al introducirse el nuevo
elemento, pues “depende de la coyuntura concreta de una situación histórica concreta”
(1975: 94). Vemos aquí una suerte de explicación teórica autoreferencial, que dicho sea
de paso, ocurre con cierta frecuencia en la obra de Poulantzas. Tenemos entonces que las
fracciones autónomas de clase sólo existen cuando tienen una “presencia específica” en las
otras instancias, ésta se reconoce a partir de “efectos pertinentes”, los cuales se ven cuando
están fuera del “marco típico” de las esas instancias. Vemos así cierta circularidad teórica
presente en éste y algunos otros argumentos.
17
  Veamos este ejemplo concreto. De acuerdo con Poulantzas, los campesinos parcelarios
de la Francia de Luis Bonaparte “constituyen precisamente una clase distinta en la medida
en que su lugar en el proceso de producción se refleja, en aquella coyuntura concreta, en
el nivel de las estructuras políticas, por el fenómeno histórico del bonapartismo, que no
habría existido sin los campesinos parcelarios” (Poulantzas, 1975: 91), en otras palabras,
“la existencia de los campesinos parcelarios se refleja, en el nivel político, por “efectos
pertinentes que son la forma particular de Estado del bonapartismo como fenómeno
histórico” (1975: 91); es así que se constituyen como clase diferente y como fuerza social.

75
Poulantzas y la estructuración de las clases

Pasemos al segundo trabajo de Poulantzas que aquí nos ocupa, Las clases socia-
les en el capitalismo actual, del cual se recuperarán algunos pasajes que aportan
elementos distintos o algunas aclaraciones a lo que ya se examinó antes. Como
ya se mencionó, no se trata de un estudio sistemático sobre las clases sociales,
sino de ensayos en los que Poulantzas estudia la relación entre el Estado en
su fase actual (monopolista-imperialista), los aparatos de Estado y las clases
sociales. Cabe mencionar que, a pesar de que el autor aporta “ciertas rectifica-
ciones”, Poulantzas mismo dice que mantiene los análisis esenciales de su obra
anterior (1985:12). La principal diferencia es que, en este trabajo, Poulantzas
se enfrenta con el desafío de realizar análisis concretos de las clases sociales,
específicamente de la burguesía y pequeña burguesía. Con ese propósito en
mente, Poulantzas restablece y reformula algunas propiedades de las clases
sociales para que su concepto sea capaz de ponerse en juego en el terreno con-
creto de la lucha política y del análisis coyuntural del Estado.
El primer elemento que se recuperará se trata de una reformulación en
cuanto a la importancia de las “prácticas” y la “lucha” de las clases. Para Pou-
lantzas:
“las clases sociales significan para el marxismo, en un único y mismo
movimiento, contradicciones y lucha de clases: las clases sociales no
existen primero, como tales, para entrar después en la lucha de clases,
lo que haría suponer que existen clases sin lucha de clases. Las clases
sociales cubren prácticas de clase, es decir, la lucha de clases, y no se
dan sino en su oposición” (Poulantzas, 1985: 13).

Rechazando nuevamente la idea de que la lucha sólo aparece como “clase-pa-


ra-sí”, Poulantzas argumenta que “no hay necesidad de una conciencia de clase
propia y de una organización política autónoma de las clases en lucha para
que la lucha de clases tenga lugar en todos los dominios de la realidad social”
(1985:16). Me parece que este reconocimiento de que las clases sólo existen
como “lucha de clases” le permite analizar a las clases sociales desde las contra-
dicciones y oposiciones en el dominio político sin caer en visiones voluntaris-
tas y conservando la idea de determinación estructural.
Otra formulación que vale la pena examinar es la distinción que introduce
Poulantzas entre “lugar” y “posición” de clase. De acuerdo con el marxista
griego, la determinación estructural de las clases “designa unos lugares objeti-
vos ocupados por los agentes en la división social del trabajo” (1985: 13), en-
tendiendo por división social del trabajo el dominio de las relaciones sociales
y las prácticas sociales. El “lugar” de la clase se refiere entonces a la determi-
nación estructural de la clase, determinación que se expresa en las relaciones

76
María Vignau Loría

sociales y las prácticas de clase. Por otro lado, la “posición de clase” se refiere
a la posición que ocupan las clases en una coyuntura concreta y singular de
una formación social (1985:13). Aquí se pone en juego una relación particu-
lar entre “lugar” y “posición” de clase: Poulantzas afirma que es posible que
una clase tenga una “posición” (coyuntural) que no corresponda a su “lugar”
(estructural), por ejemplo, la aristocracia obrera (cuya determinación estruc-
tural de clase la hace parte de la clase obrera) que en determinadas coyunturas
adopta intereses y “posiciones” de la clase burguesa. Entender esta distinción,
dice Poulantzas, es comprender que “la determinación estructural de clase no
es reductible a su posición de clase”, y quienes realizan este error abandonan
“la determinación objetiva de los lugares de las clases sociales por una ideolo-
gía ‘relacional’ de los movimientos sociales” (Poulantzas, 1985: 15). Este pasaje
afirma nuevamente que, independientemente de la expresión política coyun-
tural, las clases se encuentran determinadas estructuralmente. Poulantzas nos
advierte nuevamente que los “lugares” no están determinados únicamente por
la estructura económica que posteriormente “se extiende al dominio político
e ideológico” (1985: 15), sino que se trata de una determinación del conjunto
de estructuras y, de igual manera, las posiciones de clase en la coyuntura se
expresan tanto en la lucha económica, como en la política e ideológica.
Es también interesante que, en este trabajo, Poulantzas ponga en juego el
concepto de clase marxista para criticar directamente a conceptualizaciones
sociológicas que definen a las clases sociales como “grupos” o a partir de los
agentes que las componen. Para Poulantzas, el aspecto principal de un aná-
lisis de clases sociales es “el de sus lugares en la lucha de clases” (1985: 16)
(lugares, recordemos, que son el efecto de la determinación estructural); en
este sentido, Poulantzas reformula una idea que mencionó brevemente en su
trabajo anterior: “las clases sociales no son grupos empíricos de individuos
‘compuestos’ por la suma de dichos individuos” (1985: 16). Poulantzas critica
duramente a quienes se preocupan por establecer tanto a qué clase pertenece
algún individuo específico como quienes buscan establecer fronteras empíricas
de grupos sociales; para nuestro autor lo importante es la lucha de clases como
conjuntos sociales.18

  Siguiendo estos argumentos, Poulantzas califica como erróneas aquellas interpretaciones


18

que definen a las clases a partir del salario, el ingreso, el reparte de beneficios, etc., como
menciona nuestro autor, éstos no son más que “indicios” de la determinación de clase,
así como las distintas formas de desigualdad social son “efectos” de las barreras de clase
(1985, 20). En esta veta, Poulantzas critica a toda concepción que pone el acento en la
desigualdad social al hablar de clases sociales y que rescata la idea de movilidad social
pues afirma que “la cuestión primera no es la de las ‘desigualdades sociales’ entre grupos

77
Poulantzas y la estructuración de las clases

El último elemento que recuperaré de este trabajo tiene que ver con la si-
guiente idea: “las clases de una formación social no pueden ser deducidas,
en su lucha concreta, de un análisis abstracto de los modos y formas de pro-
ducción en ella presente, porque no vuelven a encontrarse en la formación
social sin variación” (1985:23). Podemos entender esto a partir de la idea de
que si las clases sociales se expresan en el terreno de las relaciones sociales y
sólo existen como prácticas (lucha) es necesario que estén “materializadas” en
aparatos concretos de una formación social específica para que sea posible su
análisis empírico. Esto nos lleva al propósito principal del último trabajo de
Poulantzas; poner en juego el concepto de clase social en situaciones concre-
tas, es decir, en formaciones sociales históricamente determinadas en las que
pueda estudiar las prácticas políticas y la lucha política de clases.

o individuos: estas desigualdades sociales no son más que el efecto, sobre los agentes, de
las clases sociales, es decir, de los lugares objetivos que ocupan, y no pueden desaparecer
sino por la supresión de la división de la sociedad de clases. Para decirlo todo, no se trata,
en una sociedad de clases, de una desigualdad de las posibilidades de los individuos, lo
que da a entender indefectiblemente que en cuanto a posibilidades las hay y que éstas no
dependen sino de ellos, en el sentido de que los más capaces y los mejores podrían siempre
ir más allá de su medios social” (Poulantzas, 1985: 17). Finalmente, el marxista griego
también arremete contra las teorías de “estratificación social” según las cuales las clases
sociales son una clasificación parcial de una estratificación más general pues reconoce que
“la cuestión principal de la ‘estratificación social’, incluso su causa, es la de la ‘circulación-
movilidad’ de los individuos entre dichos estratos; cuando es evidente que, aun en el
supuesto absurdo de que, de la noche a la mañana (o de una generación a otra), todos
los patronos ocupasen los puestos de los obreros y viceversa, no habría cambiado nada
esencial en el capitalismo, ya que siempre habría puestos de burguesía y de proletariado,
lo cual es el aspecto principal de reproducción de las relaciones capitalistas” (Poulantazas,
1985: 32-33).

78
María Vignau Loría

Implicaciones del concepto de Poulantzas

“No es posible que incumba a un investigador


o a un militante, ni siquiera a un “grupo de
investigadores o militantes, elaborar [la teoría
de las clases sociales], que no puede ser sino
el producto de las organizaciones de lucha de
clases de la clase obrera”
Nicos Poulantzas

El trabajo de Nicos Poulantzas puede ser considerado como uno de los esfuer-
zos más trascendentes dentro de la tradición marxista por elaborar una teoría
sistemática del concepto de clase social. Aunado a ello, a pesar de que ha sido
acusado de un “excesivo teoricismo” (pues es colocado en el mismo terreno
que Althusser), su preocupación final fue construir un concepto que fuera
capaz de explicar coyunturas concretas.
Me parece que el elemento que caracteriza la obra de Poulantzas tiene que
ver con su propósito de darle lugar al concepto en el terreno de lo político
sin caer en lo que él consideró “extremos voluntaristas”, en otras palabras,
se trata de un esfuerzo extraordinario y riguroso por estudiar la práctica y
la lucha política de las clases sin dejar de anclar su definición en algunos de
los elementos más “duros” del marxismo, como puede ser la determinación
económica-en-última-instancia. A través de un apoyo en ingeniosos pasajes
–tales como la distinción de instancias o estructuras regionales con autono-
mía relativa, la diferencia entre análisis abstracto de un modo de producción
y análisis concreto de una formación social, la distinción entre el nivel de las
estructuras y de las relaciones sociales, y otros que ya se mencionaron– Pou-
lantzas presenta el trabajo que más se aproxima a los textos clásicos de Marx,
Engels y Lenin, incorporando un argumento de determinación estructural,
pero encontrando la manera de devenirla teóricamente en análisis coyunturales
concentrados en la lucha política.
Aún así, a pesar de que Poulantzas se preocupa especialmente por el papel
que cumple la lucha política en la definición de las clases sociales y de su
interés particular por darle lugar a la identificación de las clases sociales en la
instancia regional política, no pierde de vista la determinación de la clase. El
que Poulantzas insista sobre la importancia de la lucha política de clases no
quiere decir que éstas “aparezcan históricamente en el nivel político” (Pou-
lantzas, 1985: 87), como sí podrían argumentar algunos autores marxistas que,
según nuestro autor, sobrepolitizan el marxismo (él piensa específicamente en

79
Poulantzas y la estructuración de las clases

el joven Lukács19); en otras palabras, el hecho de que se reconozca la diferencia


entre la lucha económica y la lucha política de las clases, o que se pueda dis-
tinguir entre su existencia en la instancia regional económica y la instancia re-
gional política, no equivale a decir que la clase sólo existe plenamente cuando
aparece en el terreno político. Es por ello que Poulantzas descarta completa-
mente la distinción realizada por Marx de “clase-en-sí” y “clase-para-sí” como
una “reminiscencia hegeliana” (Poulantzas, 1975: 87), pues dice que propicia
interpretaciones de corte historicista que no reconocen la existencia de las
clases más que en su aparición plenamente política y consciente.
A continuación se mencionarán tres elementos que vale la pena enfatizar
para asentar las contribuciones específicas de este autor en el debate sobre el
concepto de clase social en el marxismo.
En primer lugar tenemos el reconocimiento de la determinación estructu-
ral de las clases como un efecto de un conjunto de estructuras en el que están
presentes la estructura política y la ideológica. En esta afirmación se encuentra
tanto una crítica al historicismo marxista (que rechaza la determinación es-
tructural y ensalza al sujeto) como una crítica al economicismo marxista (para
quienes es suficiente una definición desde la estructura económica para definir
la determinación de las clases). En este sentido, la postura de Poulantzas se
erige como un punto medio “relativo” que reconoce la importancia de otras
instancias pero no abandona la determinación –en última instancia– econó-
mica.
En segundo lugar se encuentra el argumento de que las clases sociales no
son ni estructuras parciales ni tampoco cosas empíricas, sino que son prácticas
y luchas expresadas en el dominio de las relaciones sociales. Este reconoci-
miento permite a Poulantzas construir un concepto mucho menos rígido que
el de Althusser, y le da la posibilidad de examinar el terreno de las relaciones
sociales (de producción, políticas e ideológicas). Aquí ubicamos también las
afirmaciones presentes sobre todo en su segundo trabajo que hacen referencia
a que las clases sociales son prácticas de clase y lucha de clases. Consecuen-
temente, uno de los mayores logros de Poulantzas consiste en que es capaz de
elaborar un andamiaje teórico firmemente estructuralista que, sin embargo,

19
  Dice Poulantzas sobre esta interpretación errónea que se trata de “una tendencia
‘sobrepolitizante’ del marxismo, enlazada con la problemática historicista que se presenta
aquí como lo contrario al economicismo, la clase social, en cuanto ‘actor-sujeto’ de la
historia, no existiría efectivamente más que en el nivel político, donde habría adquirido
una conciencia de clase propia, etc.: Lukács, Korsch y el izquierdismo teórico de la Tercera
Internacional constituyen su corriente representativa” (Poulantzas, 1975: 64-67).

80
María Vignau Loría

da un lugar privilegiado a las prácticas sociales, la contradicción política y la


lucha.
Finalmente, vale la pena recuperar la declaración de la diferencia entre un
análisis abstracto de las clases de modo de producción y de un análisis coyun-
tural de las clases en una formación social, siendo este último, de acuerdo
con Poulantzas, el único que arroja resultados realmente existentes. Vemos
entonces una preocupación por descifrar pasajes concretos, cosa que se ve cla-
ramente en los análisis de la burguesía y la pequeña burguesía de los Estados
imperialistas realizados en Las clases sociales en el capitalismo actual.
De esta forma, el estudio y conceptualización de clase social que realiza
Nicos Poulantzas posee elementos revolucionarios en términos teóricos y de
construcción. Tenemos entonces a un autor que recupera elementos clásicos
del marxismo para ponerlos en juego en las trincheras tanto del análisis del
Estado, como de las clases sociales. Poulantzas se convierte así en una de las
principales referencias para reivindicar una crítica marxista al sistema capita-
lista desde posturas que son tanto clásicas como innovadoras y novedosas.

Excursus: Ralph Miliband y la clases en el Estado capitalista

Como ya se mencionó, el trabajo de Poulantzas se distinguió por su preocu-


pación por “lo político” y “la política”, tanto en sus formulaciones sobre las
clases sociales, como en su trabajo en torno al Estado Capitalista. En este
último terreno, sus reflexiones sobre la naturaleza y el papel del Estado en el
capitalismo contemporáneo fueron objeto de un fructífero debate con el mar-
xista inglés Ralph Miliband, particularmente en lo que concierne al grado de
autonomía del Estado, su naturaleza en tanto “estructura” o “instrumento” y
su relación con las clases dominantes20.
Miliband consideró que en el marxismo hacían falta teorizaciones que le
dieran lugar a “la política” como fenómeno específico; para algunos, la política
era un componente omnipresente que, en su ubicuidad, carecía de carácter y
tratamiento particular y, para otros, era tan “determinada y condicionada” por
la estructura económica que carecía de toda autonomía sustancial (Miliband,
1978: 12-13). A partir de este diagnóstico, el intelectual inglés buscó recons-
truir una teoría política y un análisis político marxistas basados en el desarrollo

Para una revisión del debate entre Poulantzas y Miliband sobre el Estado Capitalista ver las
20

publicaciones en New Left Review “The problem of the capitalist State” (Poulantzas, 1969), “The
capitalist State: reply to Nicos Poulantzas” (Miliband, 1970), “Poulantzas and the capitalist State”
(Miliband, 1973) y “The capitalist State: A reply to Miliband and Laclau” (Poulantzas, 1976).

81
Poulantzas y la estructuración de las clases

de una teoría sobre el Estado, tanto en las sociedades del capitalismo avanzado
como en los “socialismos realmente existentes”. Este enfoque singular se debe
a que Miliband consideraba que “en la política del marxismo no hay ninguna
institución que se acerque en importancia al Estado” (Miliband, 1978: 86)21;
un Estado que, adicionalmente, sólo puede entenderse como un medio funda-
mental –el más importante– de la dominación de clase.
Fue debido a esta agenda teórica –y, por supuesto, eminentemente políti-
ca– que las reflexiones de Ralph Miliband sobre las clases sociales estuvieron
íntimamente ligadas a su teoría del Estado. Así, a pesar de que no trabajó de
forma sistemática el concepto de clase social, fue inevitable que, a largo de su
trayectoria intelectual, el marxista inglés se preguntara continuamente por el
papel de las clases sociales y la lucha de clases en sus relaciones con el Estado;
por un lado, las “clases dirigentes” fueron pensadas desde su relación con el
“poder estatal” y, por otro, la “clase obrera” fue concebida en función del con-
cepto de dominación, en el cual el Estado tiene un papel fundamental.
Analicemos primero los argumentos de Miliband sobre la relación entre
las clases dirigentes/dominantes22 y el Estado. En primer lugar, el autor in-
glés consideró que esta teorización era particularmente problemática en el
marxismo; por un lado, las “tendencias marxistas de reduccionismo de clase”
oscurecieron la concepción del rol independiente y auto-referencial del Esta-
do, mientas que, en el otro extremo, las “parcialidades por el reduccionismo
estatal” dieron absoluta primacía a lo político (Miliband, 1983: 65). En un
intento por evitar ambos tipos de reduccionismo, Miliband teorizó la relación
entre clases dominantes y Estado como una asociación [partnership] entre dos
fuerzas diferentes y separadas; semejante conceptualización le permitió el reco-
nocimiento tanto de la acción política y estatal en el terreno práctico, como
de la forma en la que el contexto capitalista afecta el accionar del Estado.
Aunado a ello, esta asociación fue concebida como dinámica, modificándose

21
La importancia que da Miliband al Estado en el análisis político marxista queda clara en la
introducción de su trabajo sobre el Estado en la sociedad capitalista, donde escribe: “como nunca
antes, los hombres viven hoy a la sombra del Estado. Lo que desean realizar, individualmente o en
grupos, depende hoy, en lo fundamental, de la venia y apoyo del Estado. Pero como esa venia y ese
apoyo no se otorgan indistintamente, tienen que procurar, cada vez más directamente, influir y dar
forma al poder y a las intenciones del Estado, o si no, intentar apropiarse de él por completo. Por la
atención del Estado, o por su control, compiten los hombres; y contra el Estado rompen las olas del
conflicto social. En grado cada vez mayor, el Estado es aquello con lo cual los hombres tropiezan al
enfrentarse a otros hombres” (Miliband, 1970, 3).
22
Miliband utilizó de forma indistinta las nociones de “clase dirigente”, “clase dominante” o “clase
capitalista” (Miliband 1970; 1978). El pensador inglés se refería a lo que, en terminología marxista
clásica, se denominó como burguesía.

82
María Vignau Loría

constantemente a partir del efecto de distintas circunstancias, particularmente


de la lucha de clases.
Siguiendo esta formulación, Miliband re-pensó el problema de la auto-
nomía del Estado en función de la lucha de clases; así, en franco desacuerdo
con la conceptualización de “autonomía relativa” de Poulantzas –que, para
Miliband, no lleva sino a un “súper-determinismo estructural” o “abstraccio-
nismo estructuralista” (Miliband,1973: 85)–, el marxista inglés consideró que
el grado de autonomía estatal depende de la forma en el que la lucha de clases
y la presión desde abajo desafían la hegemonía de la clase dominante; en casos
en que la clase dominante es realmente hegemónica en términos económicos,
políticos, culturales e ideológicos, el Estado tendrá poca autonomía con res-
pecto a la clase capitalista, por otro lado, en casos en que la hegemonía de la
clase dominante es continuamente desafiada –es decir, en los momentos en
que la lucha de clases es más intensa–, el Estado tendrá una autonomía mucho
más sustancial (Miliband, 1983: 61).
De esta forma, la relación entre el poder estatal y el poder de la clase do-
minante también se problematiza: mientras que algunos pensadores marxistas
consideraron que existe una “traducción automática” del poder de clase en
poder de Estado (la presuposición de que la posesión y control de los medios
de producción material y “mental” implica el control y dirección del Estado),
para Miliband se trata de una relación compleja y con constantes tensiones
que debe reconocer, en primer lugar, que la clase dirigente tiene múltiples fac-
ciones y divisiones y, en segundo lugar, que los intereses de clase no coinciden
perfectamente con los intereses nacionales (Miliband 1978: 88; 1983: 64).
Esta problematización, así como la noción de “asociación” antes mencionada
entre clases dominantes y Estado, nos permiten comprender por qué los Es-
tados capitalistas realizan acciones de reforma y regulación que son contrarias
a los intereses de las clases dominantes así como la posibilidad de que existan
gobiernos de izquierda en Estados capitalistas23.
Pasemos ahora a las reflexiones de Miliband que trataron específicamente
con la definición de las clases sociales. A pesar de que el pensador inglés re-
conoció la innegable importancia de la explotación en el análisis de las clases
–entendida como la extracción de plusvalía en la relación entre propietarios y
productores–, enfatizó de manera constante el concepto de dominación, y su
corolario, la subordinación de clases, como pilares de la política marxista y el
23
Miliband menciona que la única ocasión en la que hubo una ruptura en la asociación entre un
gobierno de izquierda y la clase dominante fue en el gobierno de Salvador Allende en Chile; las
clases dominantes no fueron capaces de renegociar esta asociación y, por lo tanto, la autonomía del
Estado fue su propia “sentencia de muerte” (Miliband, 1983: 66).

83
Poulantzas y la estructuración de las clases

análisis de clase (Miliband, 1978: 27). De acuerdo con Miliband, este enfoque
particular permite al análisis de clase atender de manera más amplia el con-
texto social y político, y de esta forma, corregir algunas tendencias de corte
economicista propiciados por la primacía de la explotación en la definición
de las clases. A ello se suma, como ya mencionó, que “el Estado es un medio
esencial de la dominación de clase” (Miliband, 1978: 87).
De manera adicional, el concepto de dominación permite flexibilizar la
conceptualización de las clases sociales más allá de la definición clásica basada
en la propiedad de los medios de producción. De esta forma, Miliband consi-
dera que las clases sociales se definen en función del control efectivo de las tres
principales fuentes de dominación: los medios de producción, los medios de
administración del Estado y de coerción y los medios de comunicación y con-
senso (Miliband, 2007: 422-423). Hay un par de elementos que vale la pena
rescatar de este argumento. En primer lugar, el acento en el “control efectivo”
de los medios de dominación reconoce que la propiedad de los medios no es
un requisito esencial para ejercer el control de “los principales medios de po-
der en la sociedad capitalista: las grandes corporaciones empresariales y el Es-
tado” (p. 423). En segundo lugar, la inclusión de otras fuentes de dominación
en la definición de las clases sociales les otorga un carácter heterogéneo que
permite, a su vez, flexibilizar su caracterización empírica-concreta (caracteriza-
ción que fue problema constante con el que se enfrentó la teoría marxista ante
la evolución del capitalismo post-industrial).
De esta manera, la clase dominante ya no sólo incluye a los dueños de
las corporaciones empresariales, sino también a aquellos que controlan las
posiciones estratégicas de los sistemas estatales y a aquellos que poseen o
controlan los medios de comunicación más importantes de la sociedad. De
igual forma, el agregar la noción de “control de los medios”, permite identi-
ficar como miembros de esta clase al estrato creciente de directores-gerentes
que controlan unidades fundamentales de la vida empresarial a pesar de no
poseerlas (Miliband, 1978: 38). Finalmente, a pesar de que las tres “facciones”
colaboran, se protegen y progresan juntas, la conceptualización de Miliband
rescata la existencia de diferencias y conflictos entre ellas; es aquí cuando vuel-
ve a cobrar importancia la noción de asociación entre la élite económica y la
élite política antes mencionada.
La clase subordinada –la que fuera clase obrera en la formulación marxista
clásica– es también una clase que se reconoce como extremadamente diver-
sa en cuanto a ocupaciones, cualificaciones, sexo, raza, etnicidad, ideología y
religión, y que incluye no sólo a los obreros industriales y manuales, sino a
la mayoría de la población del mundo cuya fuente de ingresos es la venta de

84
María Vignau Loría

su mano de obra (Miliband, 2007: 426). En este último punto, Miliband es


consciente de las dificultades que enfrentan la sociología y la política marxista
al definir a la clase obrera como aquellos que son “asalariados”, ya que los
directivos, gerentes y el personal ejecutivo de alto rango cumplen con este
requisito; ante esta problemática, el pensador inglés ofrece como definición de
la clase obrera “aquella parte del ‘trabajador colectivo’ que produce plusvalor,
desde una posición de subordinación, en los extremos más bajos de la escala
de ingresos y también en los extremos más bajos de lo que podría llamarse
‘escala de prestigio’” (Miliband, 1978:35). Finalmente, al reconocer las di-
ferencias dentro de la clase subordinada, Miliband le da importancia a otras
formas de opresión y dominación como el sexismo, racismo o nacionalismo
(cuyas críticas al análisis de clase marxista han sido particularmente fuertes),
pero no deja de reconocer que el sentir una identidad particular “no reduce la
importancia de la clase en tanto que componente intrínseco y decisivo [del] ‘ser
social’” (Miliband, 2007: 440).
El último elemento que considero vale la pena explorar en este breve apar-
tado son las reflexiones de Miliband sobre la conciencia de clase. Por un lado,
el autor inglés identificó una distinción entre la dimensión objetiva de las
clases sociales (que se define, como ya se mencionó, en función del control
efectivo de alguno de los medios de dominación) y una dimensión subjetiva
relacionada con los argumentos realizados por Marx sobre la constitución po-
lítica de la clase. A pesar de que Miliband reconoció que la conciencia de clase
tenía una importancia fundamental en la política marxista, particularmente a
nivel estratégico, el pensador inglés no se preguntó de forma sistemática por
el tránsito de la clase “objetiva” a la “subjetiva” ni se interrogó sobre el proceso
de obtención de conciencia (Miliband, 1978). Más bien, su preocupación por
la incapacidad de la clase obrera de desarrollar una conciencia de clase que le
permitiera “cumplir con su papel histórico”, se enfocó en los mecanismos de
dominación, particularmente en lo referente al Estado, y el rol de las clases
dominantes y no, propiamente, en la clase obrera como tal.
Es así que, con Ralph Miliband, tenemos un concepto de clase social que
se desprende de un trabajo amplio y sistemático sobre el Estado en la socie-
dad capitalista, y que, en este sentido, pone el acento tanto en la dominación
como en la lucha ejercida en y desde la trinchera política. Al conceptualizar al
Estado como el medio esencial de la dominación de clase y, al mismo tiempo,
como un elemento que se transforma a partir de la lucha de clases, Miliband
construye una conceptualización de clase social que, sin dejar de dar impor-
tancia a la estructura económica, coloca las claves de lectura en los terrenos del
conflicto, la dominación y la práctica política.

85
Poulantzas y la estructuración de las clases

Bibliografía

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Wright, Erik Olin. (1983). Clase, Crisis y Estado. Madrid: Siglo XXI.

86
Capítulo 5

Wright y la analítica de la clase


María Vignau Loría

“Los conceptos abstractos no deben


valorarse únicamente por sus implicaciones
lógicas y su coherencia, sino también por su
utilidad en investigaciones más concretas”
Erik Olin Wright

Introducción

En una época en la que proliferan los enfoques “post-marxistas” y en que crece


el abandono de la noción “clásica” de clase social que se originó con las obras de
Karl Marx, el sociólogo marxista estadounidense Erik Olin Wright ha dedicado la
mayor parte de su trabajo a la aportación de nuevos y renovados elementos para el
estudio de las clases sociales contemporáneas. Su trabajo se distingue de cualquier
otro análisis por tres elementos que lo caracterizan: en primer lugar, lo hace desde
una posición teórica y académica deliberadamente marxista; en segundo lugar, se
coloca en una trinchera disciplinaria particular que es la sociología; finalmente,
utiliza, en la medida de lo posible, una metodología de investigación cuantitativa.
La rigurosidad y compromiso que caracterizan al intelectual norteamericano han
provocado que las obras de Wright sobre análisis de clase se hayan convertido en
una de las aportaciones más novedosas y originales en el debate marxista contem-
poráneo en torno a este concepto.
Wright se coloca así en un lugar sumamente particular, no sólo por las tres
características antes mencionadas sino porque su producción es pensada desde

87
Wright y la analítica de la clase

y para la sociedad de Estados Unidos,1 lo cual tiene cierta peculiaridad pues


se trata de un marxismo más “académico”2 que dialoga con otras escuelas de
pensamiento muy lejanas como el funcionalismo y las escuelas de estratifica-
ción.3 En este contexto, Wright se pone como reto afrontar de manera más
meditada y rigurosa los problemas de la teoría marxista (Wright, 1994: XII).
A todo ello se le suma el hecho de que el trabajo de Wright está anclado en una
“escuela” del marxismo llamada marxismo analítico (o como la llaman sus propios
integrantes, “Non-Bullshit Marxism Group”4) a la que él mismo se adscribe. Con-
sidero primordial examinar brevemente algunas de las premisas que caracterizan a
esta corriente ya que las particularidades del concepto de “clase” y de los análisis de
Wright responden a los principios que asume como parte de esta escuela.
El marxismo analítico, considerado una “escuela” dentro de la tradición mar-
xista contemporánea5 (Wright, 2010: 246), surgió a finales de los años setenta
1
  Wright considera que existe cierta “sospecha” hacia los marxistas que producen su
trabajo en Estados Unidos, tanto por la ausencia de un movimiento de masas como de un
partido de la clase trabajadora. Él mismo menciona que aunque su trabajo “ha tomado
forma en relación con los acontecimientos políticos y sociales, no se ha forjado a través de
un compromiso directo con las luchas populares”. Menciona Wright que no sabe hasta
qué punto ello ha beneficiado o perjudicado su trabajo, sin embargo, no ha impedido que
tenga una “actitud de autovigilancia que pudiera minimizar los efectos negativos de estas
condiciones materiales sobre [su] trabajo” (Wright, 1994: XIII-XIV)
2
  Vale la pena mencionar la anotación que realiza Olin Wright sobre el marxismo académico.
De acuerdo con nuestro autor, éste término “con frecuencia se usa despectivamente para
sugerir un oportunismo intelectual y la búsqueda de carreras sin compromiso político.
[…] Más bien, esta expresión refleja la realidad histórica presente en que el marxismo
está mejor articulado y elaborado en las disciplinas académicas que en los movimientos
revolucionarios” (Wright, 2010: 245).
3
  En términos generales, Wright identifica tres grandes grupos de teorías sociológicas
que se ocupan de análisis de clase: la tradición de estratificación, que identifica a la clase
con atributos y condiciones de vida individuales, la tradición Weberiana, que se enfoca
en las formas en las que la posición social da a algunos individuos control sobre ciertos
tipos de recursos, y la tradición Marxista, que define a la clase a partir de mecanismos de
explotación y dominación (Wright, 2015:3.
4
  Wright cuenta que, entre los propios integrantes, este es el nombre “menos altisonante”
que adoptan para el grupo (Wright, 2010: 34).
5
  Wright está consciente de las críticas que se hacen al “marxismo analítico” desde otras
corrientes de la tradición marxista. Al respecto dice que, a pesar de que la tradición
ha estado marcada por un debate entre los “verdaderos y falsos y marxistas”, es más
constructivo reconocer que “el marxismo no es una teoría unificada con fronteras bien
definidas, sino una familia de teorías unidas por un terreno común de preguntas y debates”
(Wright, 2010: 243).

88
María Vignau Loría

como consecuencia del ingreso sin precedentes del marxismo a las universidades
de los países desarrollados tras los movimientos de los años sesenta (Wright, 2010:
44). Se trata de un marxismo académico que busca reconstruir la capacidad y el
potencial explicativos del marxismo bajo la convicción de que el proyecto político
de emancipación del marxismo sustentado en las categorías centrales de clase,
explotación, materialismo histórico y capitalismo, tienen validez teórica y política.
Se trata de un grupo diverso integrado por intelectuales como G. A. Cohen, John
Roemer, Jon Elster, Adam Prezeworski, Philippe Van Parjs, Rovert Van der Veen,
entre otros; intelectuales que tratan temas diversos que van desde “la estructura
de clases, la teoría de la historia, el problema de la ideología, la teoría política nor-
mativa, los conceptos básicos de la economía marxista, los sindicatos y el estado”
(Wright, 2010: 246) y que, aunque están todos en posiciones de izquierda, tienen
compromisos políticos distintos.
De acuerdo con Olin Wright, el marxismo analítico tiene cuatro principios
o compromisos que lo distinguen y caracterizan al construir teoría dentro de
la tradición marxista. Estos son (Wright, 2010: 247):
1. “El compromiso con las normas científicas convencionales en la elaboración
de teorías y la conducción de investigaciones”. Ello implica que el marxismo
analítico tiene como objetivo “aspirar al estatus de ciencia social”, en otras
palabras, trabajar con los estándares de la ciencia procurando producir co-
nocimientos empíricos unidos a modelos teóricos. Vale la pena advertir que
el tener aspiraciones de cientificidad no es lo mismo que ser positivistas.6
2. “Un énfasis en la importancia de la conceptualización sistemática, particu-
larmente de los conceptos fundamentales de la teoría marxista.” Con esto se
refiere al propósito explícito del marxismo analítico de trabajar de manera
sistemática los conceptos básicos del marxismo, en muchos casos re-con-
ceptualizando las teorías clásicas.
3. “Una preocupación por especificar meticulosamente los pasos que relacionan los
conceptos para formar argumentos teóricos, ya se trate de los argumentos sobre
procesos causales en la construcción de teorías explicativas o de las conexiones
lógicas de las teorías normativas. Esta preocupación por los detalles del argu-
mento se refleja en una de las características principales del marxismo analí-
tico: el uso de modelos sistemáticos explícitos de los procesos que se estudian.”
Para simplificar un poco este pasaje, digamos en principio que los modelos

6
  Es importante mencionar que Wright no especifica qué es lo que entiende el marxismo
analítico por ciencia, optando por una definición en a la que “la ciencia trata de identificar
los mecanismos que generan los fenómenos empíricos que experimentamos del mundo”
(Wright, 2010: 249).

89
Wright y la analítica de la clase

explícitos que produce el marxismo analítico tienen distintos niveles de


formalización, desde aquellos que utilizan teoría de juegos hasta modelos
causales. El objetivo de la creación de este tipo de modelos es, como se
puede ver en el argumento de Wright, llegar al núcleo de la complejidad
de ciertos fenómenos e identificar las conexiones causales entre sus me-
canismos. De acuerdo con Wright, esto da una claridad a los análisis que
muchas veces escapa a los estudios marxistas clásicos.7
4. “La importancia que se le da a la acción intencional de los individuos en las teorías
explicativas y normativas.” Este es el principio o compromiso más polémico del
marxismo analítico ya que se refiere a la cercanía de algunos miembros de esta
corriente a los supuestos de la “teoría de elección racional”, como pueden ser la
idea de un agente racional, el individualismo metodológico o la utilización de
teoría de juegos. A pesar de que Wright reconoce la importancia de la relación
entre “las decisiones individuales y los procesos sociales”, es considerado uno de
los más “radicales” dentro de esta corriente pues mantiene una posición en la
que está consciente de los problemas de reducir los procesos a un problema de
intencionalidad, no adopta del todo los preceptos de “individualismo metodo-
lógico” y reconoce los límites de la capacidad explicativa que tienen los modelos
formales de acción racional.8

Vale la pena hacer una síntesis de las implicaciones de estas ideas. Por una
parte, Erik Olin Wright defiende la toma de una postura teórica y política
marxista tanto por el hecho de que “las preguntas fundamentales del marxis-
mo siguen siendo críticas para cualquier proyecto político de cambio social ra-
dical” como porque “el marco conceptual para responder esas preguntas sigue
produciendo respuestas nuevas y agudas” (Wright, 2010: 261).9 Sin embargo,
7
  Al respecto dice Wright: “por lo general ocurre que detrás de toda explicación causal informal
se encuentra agazapado un modelo formal tácito. Todas las teorías explicativas tienen supuestos:
afirmaciones sobre las condiciones en las cuales las explicaciones se mantienen, afirmaciones
sobre la forma en que los diversos mecanismos encajan unos con otros. La diferencia entre los
marxistas analíticos y muchos investigadores marxistas históricos y empíricos puede consistir
entonces en el grado en el que están dispuestos a poner sus cartas sobre la mesa y a articular
los modelos causales de sus teorías” (Wright, 2010: 254).
8
  Para un acercamiento más completo a la relación entre marxismo y la teoría de
elección racional, incluso a aquello que ha sido llamado “marxismo de elección racional”
identificado sobre todo con Jon Elster, vale la pena acercarse al artículo de Enrique de
la Garza Toledo “Las teorías de la elección racional y el marxismo analítico” (1994), así
como a trabajos del propio Jon Elster como “Making sense of Marx” (1994) o “Marxismo,
funcionalismo y teoría de juegos” (1986).
9
  Los elementos que nuestro autor considera “marxistas” dentro del “marxismo analítico”

90
María Vignau Loría

consciente de las presiones y críticas que las ciencias sociales hacen al marxis-
mo, Wright descarta la posición de algunos intelectuales marxistas que optan
por “despreciar los ataques de los científicos sociales no marxistas en tanto que
reflejos de la ideología burguesa y/o de una metodología positivista” (Wright,
1983: 1), sino que intenta “desarrollar programas de investigación empírica
firmemente enraizados no sólo en las categorías, sino también en la lógica de
la teoría marxista” (Wright, 1983: 2) que presten atención a la variabilidad de
los capitalismos realmente existentes (1994: 13).10
El haber aclarado el contexto teórico desde donde se coloca nuestro autor
nos permitirá entender algunos elementos que podrán parecer polémicos en
su análisis de clase, tales como su preocupación por cuestiones metodológicas
más que filosóficas, la construcción de modelos o la insistencia en realizar
investigación cuantitativa para “comprobar” sus hipótesis.

El concepto de clase social

Al tratar el problema de la teoría de las clases sociales, Erik Olin Wright se carac-
teriza por buscar un diálogo no sólo con exponentes de la tradición marxista, sino
también con otras teorías sistemáticas de clase social producidas por sociólogos
como Max Weber, Pierre Bourdieu o Ralf Dahrendorf. Aunque este tipo de ar-
gumentos no van a ser explorados aquí, es importante tomar nota del interés del
sociólogo norteamericano por entablar diálogos y construir puentes con corrientes
distintas; diálogos en los que nuestro autor resalta siempre las particularidades (y
superioridad desde su punto de vista) de un análisis marxista de las clases sociales.
La producción de Wright en torno a las clases sociales y los debates que ha
suscitado este concepto es muy extensa, lo cual me llevará a enfocarme en las
dos principales obras en las que expone su teoría propia de clases: la primera,
que analizaré sólo brevemente, se trata de Clase, Crisis y Estado (1983) obra que

son que el trabajo de los marxistas analíticos se realiza al interior del andamiaje teórico
de la tradición marxista, es decir, que retoman temas fundamentales del marxismo y los
reconstruyen bajo las premisas mencionadas antes; en segundo lugar, que las preguntas
que se hacen están basadas en los debates marxistas; en tercer lugar, que utilizan un
aparato conceptual plenamente marxista (clase, ideología, explotación, etc.); y finalmente,
que comparten “las orientaciones normativas del marxismo”, es decir, un proyecto de
emancipación que va más allá de la agenda teórica (Wright, 2010: 259-261).
10
  De esta forma, Wright rechaza la premisa positivista de que “una construcción teórica
es simplemente un proceso de generalización empírica de regularidades legaliformes” pero
insiste en que la teoría marxista debe generar “proposiciones sobre el mundo real que
puedan ser estudiadas empíricamente” (Wright, 1983: 2).

91
Wright y la analítica de la clase

apareció en 1978 y en la que expone por primera vez el enfoque original que ha-
bía ido desarrollando en sus estudios de teoría de clases. La segunda obra se
trata del texto Clases (1994), publicado en 1985; éste es un trabajo en el que
nuestro autor presenta un renovado esfuerzo por sistematizar su concepto de
clase en el que, a partir de una profunda autocrítica, modifica algunos de los
principios que había establecido en su trabajo anterior; modificaciones que en
su mayoría responden a la aparición de un “nuevo grupo de referencia” que es
justamente el marxismo analítico (Wright, 1994: XI-XIII).
Empecemos por el propósito que se plantea Wright al presentar una nueva teo-
ría de clases sociales. Nuestro autor realiza un diagnóstico general y uno particular
a la teoría de clases: el general tiene que ver con el argumento de que existe una
falta de estrategias en la tradición marxista que enlacen la investigación y la teoría,
así como de estrategias que conecten el análisis de los procesos estructurales con
los fenómenos empíricamente observables. El particular es que, al hablar de clases,
Wright argumenta que el marxismo no ha proporcionado herramientas para rea-
lizar análisis concretos de la estructura de clases contemporánea, particularmente
sobre las posiciones que se refieren coloquialmente como la “clase media”.11 Sobre
esto último, nuestro autor argumenta que la tendencia que había predicho Marx
de una creciente polarización de clases no se puede dar por sentado hoy en día
y, por lo tanto, ante “el aumento de las ocupaciones profesionales y técnicas y la
expansión de las jerarquías directivas dentro de las grandes corporaciones y del
estado” (Wright, 1994: 4), el marxismo necesita abordar el problema de la diver-
sificación de “los asalariados”. Así, nuestro autor concluyó que no sólo había un
problema con las líneas de demarcación entre clases, sino que existía un problema
teórico general “de conceptualización de las relaciones de clase en la sociedad ca-
pitalista contemporánea” (1994: 27). Su objetivo será entonces “elaborar un mar-
co comprehensivo para el análisis de las estructuras de clases en general, y para
re-conceptualizar el problema de las clases medias en particular” (Wright, 1994:
82).
11
  Wright reconoce cuatro respuestas principales que se han dado desde el marxismo
ante este problema. Están quienes dicen que quienes al parecer no “caen” dentro de
la clase obrera ni de la clase burguesa pertenecen realmente a la clase obrera y lo que
se aprecia es realmente una “apariencia”. También están quienes la han llamado “nueva
pequeña burguesía”, concepto sustentado en la idea de “trabajo improductivo” o trabajo
asalariado que no produce plusvalía (como los profesionistas). Hay quienes hablan de una
“nueva clase por derecho propio” (Gouldner la define en términos de capital cultural,
John Ehrenreich la llama “clase profesional directiva”). Finalmente, la mayor parte de los
análisis marxistas se refieren a ella como “estratos intermedios” entre la polarización de
clase burguesía-proletariado, estando fuera entonces de las relaciones de clase (Wright,
1994: 43-48).

92
María Vignau Loría

Analicemos brevemente algunos de los argumentos que presenta en su pri-


mer trabajo, Clase, Crisis y Estado. Wright concede un capítulo al análisis de
cada uno de los conceptos que le dan título al libro; dedicando así un apartado
a “la estructura de clases de las sociedades capitalistas avanzadas”. La primera
parte de este capítulo lo ocupa un repaso y análisis de la obra de Poulantzas,
considerada por Wright como “el intento más directo y sistemático de com-
prensión de los criterios marxistas sobre las clases en la sociedad capitalista”
(Wright, 1983: 23). Naturalmente, esta revisión no será explorada aquí, pero
es fundamental mencionar que Poulantzas es una influencia esencial en el tra-
bajo del sociólogo norteamericano.12 Posteriormente, Wright presenta su con-
ceptualización alternativa para entender la estructura de clases contemporánea,
centrándose específicamente en aquellas posiciones “ambiguas” en la estructu-
ra de clase que no son enteramente parte de la clase obrera ni de la burguesía,
a las que llama “situaciones contradictorias dentro de las relaciones de clase”.
Analicemos con cuidado este pasaje. De acuerdo con nuestro autor, al realizar
un análisis de las relaciones de producción en el nivel más alto de abstracción
del capitalismo, existen dos posiciones de clase claramente definidas, antagó-
nicas y polarizadas; los obreros y los burgueses.13 Sin embargo, en niveles de
análisis concretos existen otras posiciones de clase, pues en una formación so-
cial se articulan y combinan características de distintos modos de producción
12
  Poulantzas también se preocupa por aquellas clases que existen en las formaciones
sociales históricamente determinadas y que no son burguesía ni proletariado, llamadas
por Poulantzas “fracciones autónomas de clase” y “clases diferentes” y que se convierten
en fuerzas sociales en coyunturas específicas. Podemos considerar que las teorizaciones
desarrolladas en torno a estas ideas y su aplicación en los estudios concretos de la pequeña
burguesía son la principal influencia de Poulantzas en Wright.
13
  Más adelante, Wright ofrecerá una “definición ampliada” de los dos polos de clases
en la sociedad capitalista: “La clase obrera puede definirse como aquellas posiciones que:
a) ocupan una posición de clase obrera dentro de las relaciones sociales de producción,
es decir, los trabajadores asalariados excluidos del control sobre el capital monetario, el
capital físico y la fuerza de trabajo; o, b) están directamente ligadas a la clase obrera por
su trayectoria, familia inmediata o por trayectoria de clase; o, c) ocupan una posición de
clase obrera dentro de los aparatos políticos e ideológicos, es decir, una posición excluida
tanto de la toma de decisiones y de su puesta en práctica como de la creación y difusión
de ideología.
La clase burguesa puede definirse como las posiciones que: a) ocupan una posición burguesa
dentro de las relaciones sociales de producción, es decir, una posición de control sobre el
capital monetario, el capital físico y la fuerza de trabajo, o: b) están ligadas directamente
a la burguesía por su familia o por trayectorias de clase; o c) ocupan posiciones burguesas
dentro de los aparatos políticos o ideológicos, es decir, posiciones que suponen el control
sobre la toma de decisiones políticas y la producción de ideología” (Wright, 1983: 91).

93
Wright y la analítica de la clase

puros. Nuestro autor, siguiendo a Poulantzas, identifica en esta instancia a la


“producción mercantil simple” como un modo de producción no capitalista
que se articula con capitalismo en las formaciones sociales histórico-concretas
y, con ella, a la “pequeña burguesía” como clase reconocida, definida “por te-
ner la propiedad económica y la posesión de los medios de producción, pero
no control sobre la fuerza de trabajo” (1983: 68). Posteriormente, Wright re-
conoce una serie de cambios estructurales en las relaciones de producción del
capitalismo avanzado que han afectado la naturaleza de las relaciones de clase:
“la progresiva pérdida de control sobre el proceso laboral por parte de los pro-
ductores directos; la elaboración, dentro de las empresas y burocracias capita-
listas de jerarquías de autoridad complejas; la diferenciación de las diferentes
funciones englobadas en el capitalismo empresarial” (Wright, 1983: 57). La
consecuencia de estos cambios es que, en el análisis concreto, sobresalgan
situaciones ambiguas, que Wright llamará, “situaciones contradictorias den-
tro de las relaciones de clase”. Vale la pena introducir una aclaración que no
aparecerá sino hasta su próximo trabajo pero que aclara la terminología usada
por el sociólogo norteamericano; con este concepto Wright no está hablando
de la relación entre clases diferentes, que ya es en sí misma contradictoria (la
relación de antagonismo entre clases), las “situaciones contradictorias” son
“contradictorias […] en el sentido de que participan en los dos bandos en el
conflicto de intereses” (Wright, 1994: 50), es decir, son situaciones que tienen
un carácter múltiple de clase y, por lo tanto, sus intereses son tanto de una
clase como de otra.
Las “situaciones contradictorias” identificadas por Wright en Clase, Crisis
y Estado son: 1) entre el proletariado y la burguesía, tanto los altos directivos
(que se encuentran en la frontera con la burguesía), los directivos medios, los
tecnócratas y los capataces o supervisores (que se encuentran en la frontera
con la clase obrera); 2) entre la pequeña burguesía y la burguesía, los pequeños
patronos; 3) entre la pequeña burguesía y el proletariado, los llamados em-
pleados semiautónomos (trabajadores que poseen un grado de control sobre
sus condiciones inmediatas de trabajo). Es importante mencionar que cada
una de estas situaciones contradictorias fue construida teórica y empíricamente
por Erik Olin Wright a través de una compleja serie de métodos estadísticos,
además de que en su trabajo llegó incluso a distribuir a la población econó-
micamente activa de Estados Unidos en las tres clases reconocidas y las tres
“situaciones contradictorias” que propone.
Tenemos así un “mapa” de la estructura de clases que aborda las variaciones
concretas en el capitalismo avanzado:

94
María Vignau Loría

Finalmente, es importante mencionar que Wright reconoce a diversas situa-


ciones en la estructura social que no considera “situaciones contradictorias
dentro de las relaciones de clase” ya que no están determinadas directamente
por las relaciones de producción, entre ellas se encuentran las amas de casa,
los estudiantes, los pensionistas, los desempleados y beneficiarios de asistencia
social y los empleados de los aparatos políticos e ideológicos (desde profesores,
policías, sacerdotes, etc.).

Pasemos ahora al trabajo más completo de Wright, el texto llamado “simple-


mente” Clases. En este texto, Wright no sólo re-conceptualiza la idea de las
“posiciones contradictorias dentro de las relaciones de clase”,14 sino que pre-
senta nuevas tesis que completan y consuman su teoría sobre clases sociales.
En la segunda parte del libro Wright aplica su nueva conceptualización de la

14
  Se necesita hacer una anotación sobre el cambio del concepto de “situaciones
contradictorias…” a “posiciones contradictorias”. Después de una revisión de la obra
original en inglés, se puede ver que Wright utiliza de forma indiferenciada “contradictory
locations…” y “contradictory positions…”, por lo que asumimos que los traductores y
editores de Siglo XXI utilizan en el primer libro “situaciones” y en el segundo “posiciones”.
Sin embargo, no hay una diferencia teórica, sólo terminológica y de traducción.

95
Wright y la analítica de la clase

estructura de clases en distintas investigaciones empíricas a través de la opera-


cionalización cuantitativa de los conceptos.
En primer lugar, Wright presenta una distinción entre estructura de clases,
formación de clases, lucha de clases y conciencia de clase, distinción analíti-
ca que, advierte, no implica que se puedan definir independientemente unas
de otras.15 La estructura de clases “se refiere a la estructura de relaciones
sociales en la que están inmersos los individuos […] y que determinan sus
intereses” (1994: 5), es decir, la estructura de clases se refiere a los “huecos” o
“posiciones” que son ocupadas por los individuos en la estructura, y no a los
individuos concretos que ocupan esas posiciones. Por otro lado, la formación
de clase, “se refiere a la formación de colectividades organizadas dentro de
aquella estructura sobre la base de los intereses prefigurados por esa misma
estructura de clases” (1994: 5), en términos concretos Wright está pensando
en las alianzas entre clases y “posiciones contradictorias” que se forman en
coyunturas específicas, es decir, está pensando en expresiones históricas de
organización clasista (lo que algunos clásicos entienden como clase-para-sí).
Por lucha de clase entiende las “formas de conflicto en que se ven envueltos los
individuos en tanto que miembros de una clase o las organizaciones de clase”
(Wright, 1994: 28). Finalmente, la conciencia de clase son “las ideologías de
clase defendidas por individuos y organizaciones” (Wright, 1994: 28). Sobre la
relación entre estas, Wright sostiene que es la estructura de clases la que “im-
pone límites” a las otras, podríamos decir, las determina en última instancia,
ya que la estructura distribuye “el acceso a los recursos en una sociedad, y por
lo tanto [distribuye] las capacidades de actuar” (1994: 29). Ello no equivale
a decir que existe una relación de determinación absoluta, pues existen otros
elementos que entran en juego en esta relación, Wright menciona la raza,
sexo, etnia, etc. La relación más importante entre estos niveles es la que existe
entre estructura y formación de clase (lo que en términos clásicos podríamos
llamar entre clase-en-sí y clase-para-sí). En esta relación, Wright reconoce
que no hay una determinación directa, sino más bien se trata de una relación
“relativamente indeterminada” (1994: 141), pues los agregados y mecanismos
complejos que operan con la estructura de clase en formas diferenciadas pro-
ducen agentes colectivos particulares con ideologías y estrategias específicas a
los momentos histórico-concretos que se estudian, lo que sí sucede es que la
estructura de clases es “la base material de una variedad de formaciones de clase
potenciales” (141) y no, como argumentarían algunos, formaciones determina-
das. Se puede ver entonces que Wright está en desacuerdo con la proposición

  Wright ya había presentado una idea similar en su libro Clases, Crisis y Estado, pero me
15

pareció que la argumentación que presenta en Clases es mucho más sólida y clara.

96
María Vignau Loría

de que una estructura de clases (clase-en-sí) determina a una formación de


clase (clase-para-sí), lo que determina son “las probabilidades subyacentes de
distintos tipos de formación de clase” que pueden o no resultar en el momen-
to histórico-concreto de acuerdo a un sinnúmero de factores que, además,
son “estructuralmente contingentes a la estructura de clases misma” (Wright,
1994: 141). De esta forma, Wright concede que existe un cimiento estructural
para las formaciones de clase, “pero es sólo a través del análisis histórico con-
creto de sociedades determinadas como se puede explicar qué tipo de forma-
ción real se elevará sobre ese cimiento” (Wright, 1994: 141).
En el otro extremo de esta relación se encuentra lo que Wright considera
el principio transformador básico de estos niveles analíticos, que es la lucha de
clases, es decir, la lucha de clases transforma a los otros tres elementos –una
trasformación que sólo puede pensarse como “constreñida estructuralmente”
(Wright, 1994: 31-32).
Hagamos una breve referencia a los argumentos de Erik Olin Wright so-
bre la determinación estructural. Wright presenta un “modelo de determina-
ción” en el que, en lugar de usar la palabra de “determinación” utiliza la de
“limitación estructural”, entendiendo por ella el modo en el que “una cierta
estructura social establece límites dentro de los cuales puede variar alguna
otra estructura o proceso, fijando además las probabilidades de las estructuras
o procesos específicos posibles dentro de esos límites” (Wright, 1983: 8). Es
a través de este modelo que define la relación entre estructura económica y
superestructura política e ideológica: “las estructuras económicas establecen
límites a las posibles formas de estructuras políticas e ideológicas, haciendo
que algunas de esas posibles formas sean más probables que otras, pero no
determinan rígidamente, de un modo mecánico, una forma dada cualquiera
de las relaciones políticas e ideológicas” (1983: 8). Del otro lado de la relación
se encuentra lo que Wright llama “transformación” que hace referencia al
“modo de determinación por el cual las luchas de clases afectan directamente
a los procesos de limitación estructural […]. La lucha de clases, limitada y
seleccionada estructuralmente por diferentes estructuras sociales, remodela a
su vez simultáneamente aquellas estructuras. La palabra ‘simultáneamente’ es
importante en esta formulación: las estructuras sociales limitan y seleccionan
estructuralmente primero a la lucha de clases, tras lo cual la lucha de clases
transforma dichas estructuras. La lucha de clases es intrínsecamente un pro-
ceso de transformación de las estructuras y, por tanto, el proceso mismo que
establece los límites de la lucha de clases resulta transformado al mismo tiempo
por las luchas así limitadas” (Wright, 1983: 13-14).

97
Wright y la analítica de la clase

Finalmente, antes de pasar a la revaloración del concepto de “posiciones


contradictorias dentro de las relaciones de clase”, Wright establece lo que con-
sidera son cuatro “propiedades estructurales básicas” (1994: 37) del concepto
marxista de clase social que subyacen a cualquier análisis que realizaría a partir
de entonces. Estas propiedades estructurales son:
• El concepto de clase es un concepto relacional. Esto significa que las clases
sociales sólo pueden definirse en términos de su relación con otras clases. Ello
se contrapone a los conceptos gradacionales que definen a las clases según un
factor cuantitativo, como ingreso o consumo, y producen así conceptos de
clase (clase alta, media, baja) que no tienen relación entre sí sino con el
elemento cuantitativo que las define.
• Las relaciones sociales que definen las clases son intrínsecamente antagónicas,
no simétricas. Wright piensa aquí en la existencia de intereses antagónicos
u opuestos entre clases.
• La base objetiva de estos intereses antagónicos es la explotación. Nuestro autor
resalta esta propiedad para diferenciar su concepto de los que se definen
por relaciones de dominación u opresión. Esta diferencia será analizada con
más detalle más adelante.
• La base fundamental de la explotación debe buscarse en las relaciones sociales de
producción. Con ello Wright nos recuerda que la clase es un concepto que
está anclado firmemente en la producción.

Podemos pasar ahora la re-conceptualización y las modificaciones que realiza Wri-


ght a su noción de “posiciones contradictorias dentro de las relaciones de clase”.
Nuestro autor reconoce distintos problemas del concepto, algunos relativamente
menores, como por ejemplo, el que tiene que ver con la caracterización de los “asa-
lariados semiautónomos”,16 y el que identifica como su “problema de fondo” que es
que su concepto descansaba, como la mayor parte de los conceptos neomarxistas,
en las relaciones de dominación y no de explotación. Esta modificación, es decir, el
paso de la conceptualización construida a partir de las relaciones de explotación (y
no de dominación) será la piedra angular del nuevo concepto de “posiciones con-
tradictorias dentro de las relaciones de clase”.
Examinemos brevemente este tránsito. De acuerdo con Wright, el concep-
to de dominación no necesariamente implica un anclaje con las relaciones de

16
  Wright reconoce tres problemas principales con esta noción: “la tesis de que la
autonomía es una propiedad ‘pequeñoburguesa’ de las relaciones de clase, el carácter
relativamente inestable o indeterminado de la autonomía en ciertos puestos de trabajo; y
las anomalías empíricas que aparecen en el uso del concepto” (Wright, 1994: 62).

98
María Vignau Loría

producción y la explotación que de ahí deviene y, consecuentemente, no refleja


el problema de los intereses objetivos de las clases (Wright, 1994: 67-68). Por
ejemplo, existe una relación de dominación entre padres e hijos, pero ello no
implica que existan intereses objetivos antagónicos ni existe una referencia a
la explotación en las relaciones sociales de producción. Aunado a ello, un con-
cepto centrado en la dominación se presta para transitar hacia enfoques de cla-
se de “opresión múltiple”, es decir, donde las relaciones sociales se caracterizan
por distintas formas de dominación (sexo, raza, económica, nacionalidad, etc.)
y donde no se sostiene teóricamente que una tenga prioridad explicativa his-
tórica y social sobre la otra.17
Wright decide entonces utilizar el concepto de explotación, que construye
a partir de algunas ideas que retoma de la obra de John Roemer.18 La idea
principal que está detrás de esta noción es que “el bienestar de una persona
se obtiene a costa de la otra” (1994: 70), como ocurre claramente en todas las
relaciones sociales antagónicas trabajadas por la tradición marxista. De ello
deviene que la “explotación” tenga un carácter distintivo que hace referencia
tanto al antagonismo objetivo entre intereses materiales como a la interde-
pendencia entre clases opuestas (Wright, 1994: 82-87).19 La segunda idea que
se desprende de este concepto es que, si “la base material de la explotación
reside en la desigual distribución de bienes productivos” (1994: 79) (lo que
entenderíamos por la propiedad de medios de producción), es posible entonces
identificar una conexión entre la explotación y la propiedad de bienes donde
existen diferentes mecanismos de explotación a partir de la propiedad de dis-
tintos bienes.
Partiendo de la noción de la propiedad de los bienes –medios– de producción,
que es parte de la conceptualización clásica marxista del concepto de clase social,
Wright identifica dos tipos adicionales de propiedad de bienes y, por lo tanto, de
explotación, que serán parte del nuevo concepto de “posiciones contradictorias”.
En primer lugar están los “bienes de organización” que están definidos como
“las condiciones de cooperación coordinada entre los productores dentro de una
división compleja del trabajo” (1994: 91); la propiedad o no propiedad de este

17
  Wright también establece una distinción entre “explotación económica” y “opresión
económica”, donde la explotación incluye tanto a esta última “como la apropiación de los
frutos de trabajo de una clase por parte de otra” (Wright, 1994: 83).
18
  Nuestro autor se refiere principalmente a la obra Teoría General de la explotación y de
las clases de John Roemer, publicada en inglés en 1982 [publicada en español en 1989]
19
  La definición que proporciona Wright al finalizar su reflexión y diálogo con Roemer
es que la explotación se define “como una apropiación económicamente opresiva de los
frutos del trabajo de una clase por otra” (Wright, 1994: 87).

99
Wright y la analítica de la clase

bien se refleja en las formas de “autoridad” y “jerarquía” y en el capitalismo están


controlados por burgueses y directivos. En segundo lugar están los “bienes de
cualificación” que se refieren a la “posesión de credenciales que tienen el efecto de
restringir la oferta de cualificaciones” (1994: 85), es decir, bienes que se adquieren
o dejan de adquirir a partir los distintos mecanismos de obtención de credenciales
que restringen la oferta de fuerza de trabajo cualificada.20
Todo este conjunto de nociones y análisis proporcionan a Olin Wright “he-
rramientas conceptuales para analizar las estructuras de clases del capitalismo
contemporáneo desde un nivel más concreto de análisis” (1994: 101), que es
su objetivo principal, sobre todo en lo que se refiere a las clases medias. En
este sentido existen dos tipos de “posiciones contradictorias no polarizadas”.
Las primeras son aquellas que no son ni de explotador ni de explotado, es de-
cir, aquellas en que hay una posesión proporcional del bien en cuestión, por
ejemplo, un autoempleado que no es explotador ni explotado según los bienes
de producción. Las segundas son aquellas posiciones que combinan elementos
en que resultan explotadas según una dimensión de las relaciones de produc-
ción pero que son explotadoras tomando en cuenta una dimensión diferente,
como por ejemplo los profesionistas, que son asalariados (explotación por
bienes de producción) pero que son explotadores en cuanto a cualificaciones
(Wright, 1994: 101).
Wright presenta un segundo “mapa” o tipología de las relaciones de clase
en el capitalismo contemporáneo, que permite distinguir la complejidad de las
posiciones de clase dentro del capitalismo actual que son distintas de las clases
polarizadas del modo de producción capitalista (burgueses y proletarios). Al
leerlo se deben tomar en cuenta dos elementos. El primero es que la relación
principal de explotación es la que divide a los propietarios de los medios de
producción de los no propietarios (como se muestra en la división por seg-
mentos). El segundo elemento a tomar en cuenta es que se sigue tratando de
“posiciones contradictorias dentro de las relaciones de clase” pues los intereses
de esos “estratos intermedios” (que en esta ocasión son diez) serán contradic-
torios en relación a la forma primordial de lucha de clases capitalista (la lucha
entre capital y trabajo), es decir, “tienen en común con los obreros el estar ex-
cluidos de la propiedad de los medios de producción, [y por otro lado] tienen
intereses opuestos a los de los obreros en virtud de su control efectivo sobre
los bienes de organización y cualificación” (Wright: 1994: 103).
  Wright menciona de pasada algunos de estos mecanismos; ellos pueden ser la restricción
20

de la admisión a las escuelas que confieren las credenciales, aquellos mecanismos que
operan por la selección de capital cultural para acceso a ciertas escuelas, la restricción a
partir de los costos para adquirir las credenciales, etc. (Wright, 1994: 85).

100
Tipología de las relaciones de clase en la sociedad capitalista

Propietarios
de medios de No propietarios (trabajadores asalariados)
producción
Poseen capital suficiente
7. Directivos semi- 10. Directivos no +
para contratar obreros y 1. Burguesía 4. Expertos directivos
credencializados credencializados
no trabajar

Posee capital suficiente 8. Supervisores


2. Pequeños 5. Expertos 11. Supervisores no Bienes de
para contratar obreros; semi-
empleadores supervisores credencializados organización
pero tiene que trabajar credencializados

Posee capital suficiente


para trabajar para sí 6. Expertos no 9. Obreros semi- _
3. Pequeña burguesía 12. Proletarios
mismo, pero no para directivos credencializados
contratar obreros

+ Bienes de cualificación/credenciales -

Fuente: Wright (1994: 102)

101
María Vignau Loría
Wright y la analítica de la clase

Es sumamente importante mencionar que esta conceptualización de clase so-


cial no es estática, sino que reconoce que “las principales modalidades de
posiciones contradictorias variarán históricamente dependiendo de qué com-
binaciones concretas de relaciones de explotación se den en una sociedad de-
terminada” (1994: 103). Esto nos lleva a una distinción fundamental entre,
por un lado, la teoría de Wright, que consiste en el reconocimiento de los
distintos tipos de explotación a partir de la posesión de ciertos bienes (de pro-
ducción, de organización y de cualificación) y que es de esta forma aplicable en
momentos histórico-concretos diferentes, y, por otro, su traducción concreta,
que consiste en la identificación de posiciones específicas para el momento
actual del capitalismo (la tipología presentada en la página anterior).
Es importante mencionar Wright considera que todo sistema de clase está
acompañados de procesos que lo legitiman. Así, nuestro autor menciona que
para que los sistemas de clase puedan reproducirse de manera estable, necesi-
tan tener cierta legitimidad y consenso sobre la estructura de clases (Wright,
1994: 133). Nuestro autor identifica dos formas por las que se da este fenó-
meno: derechos para defender los privilegios y una ideología que “apela al
bienestar general” (1994: 134). Los derechos para defender los privilegios son,
por ejemplo, aquellos que apelaban a “mandatos divinos” o “de sangre” para
justificar las clases en el feudalismo o, en el caso del capitalismo, el que apela
al “derecho natural” de los individuos “libres” a gozar el fruto de su trabajo
(1994: 134). Los argumentos sobre la legitimación por la ideología de “bien-
estar general” son aún más tremendos. Wright entiende a estos argumentos
como las “defensas de un sistema de desigualdad o clases que proclaman que
a los menos privilegiados les iría de hecho peor en ausencia de esos mayores
beneficios que disfrutan los privilegiados” (1994: 134). Por ejemplo, la idea de
que a los trabajadores les iría peor si los burgueses no arriesgaran la plusvalía
que obtienen para invertir, pues entonces no habría trabajo para nadie. Esta
ideología está además acompañada de una “base motivacional objetiva” que
tiene que ver con la idea de Göran Therborn de que “el capitalismo engendra
el tipo de motivaciones necesarias para que el capitalismo funcione” (Wright,
1994: 137).
Existe un elemento final que me gustaría recuperar brevemente de la teoría
de Erik Olin Wright sobre clases sociales; se trata de sus argumentos sobre los
“acuerdos de clase” o “concesiones de clase” (class compromise) desarrollados en
su último trabajo, Understanding Class (2015). A partir de las ideas de Gramsci
sobre la hegemonía de la clase dominante (donde las relaciones de clase se
mantienen a partir de la relación entre coerción y consenso), Wright considera
que es posible que clases “opuestas” realicen un acuerdo/concesión positiva,

102
María Vignau Loría

donde ninguna gane o pierda completamente (2015:185). En otras palabras,


el sociólogo norteamericano argumenta la posibilidad de que el poder aso-
ciativo de la clase trabajadora y los intereses capitalistas –dos instancias que
tradicionalmente se consideran completamente antagonistas– alcancen cierto
equilibrio. Existen tres esferas institucionales donde se pueden realizar estos
acuerdos: la esfera del intercambio y el mercado, la esfera de la producción y
la esfera de la política. Se abre entonces la posibilidad de entender la existencia
de distintas formas de organización colectiva de la clase trabajadora (desde
sindicatos a partidos políticos), de logros que implican la regulación del capital
(amplios sistemas de seguridad social o el establecimiento de derechos de los
trabajadores) o incluso pactos sociales como el keynesianismo.

El concepto de clase de Wright: implicaciones y trascendencia

“No sólo han pasado cien años de debate


teórico sobre el problema de las clases
desde la muerte de Marx; han pasado
también cien años de historia, y, si la
teoría marxista tiene algo de científica,
es de esperar que en ese tiempo se hayan
producido en ella avances conceptuales”
Erik Olin Wright

El trabajo que realiza Erik Olin Wright puede ser considerado como el aná-
lisis contemporáneo más sofisticado y riguroso de la estructura de clases en
el capitalismo actual. Partiendo de una preocupación inicial por elaborar una
definición marxista de las clases medias, que en muchas interpretaciones mar-
xistas se pierden como “clases indeterminadas” –consideradas más un “error
de la realidad” por no estar polarizadas que una falta de herramientas teóricas
y metodológicas que permitan entenderlas–, Wright culmina elaborando una
teoría completa que no sólo les da un lugar particular, sino que restablece
y reconecta algunos de los elementos clásicos del marxismo –como pueden
ser ideas tales como la explotación, el que la relación entre clases es siempre
antagónica, el que los intereses de clase están en oposición y conflicto, el que
las clases están firmemente ancladas en relaciones sociales de producción– con
nociones nuevas e innovadoras que acercan el concepto clásico de clase social
a la realidad de los países del capitalismo avanzado.
De esta forma, la noción de “posiciones contradictorias dentro de las rela-
ciones de clase” permite comprender la relación que existe entre estas clases

103
Wright y la analítica de la clase

que, efectivamente, se encuentran en un lugar “intermedio” o “medio” entre la


polarización “burguesía vs proletariado”, pero que tienen una existencia mu-
cho más problemática;21 implican intereses contradictorios, posiciones com-
plejas en la estructura de clases, relaciones cualitativamente distintas con las
clases polarizadas, etc.
Adicionalmente, el trabajo de Wright se enfrenta a uno de los desafíos más
grandes del marxismo; solventar la distancia (en ocasiones abismal) que existe
entre teorías abstractas y análisis empíricos que pasen por estrategias metodo-
lógicas firmemente cimentadas en el marxismo. El trabajo que realiza el soció-
logo norteamericano se enfrenta justamente a este reto y es así como elabora
una teoría de alcance medio que permite acortar esa distancia pasando de un
análisis marxista abstracto a un análisis coyuntural concreto. En este traba-
jo no abordamos con detalle los análisis concretos realizados por Erik Olin
Wright, pero se debe mencionar que sus obran incluyen amplias y detalladas
secciones dedicadas a la realización de investigaciones empíricas marxistas de
la estructura de clases del capitalismo contemporáneo en sociedades avanzadas
a partir de la operacionalización de variables y la elaboración de una estrategia
cuantitativa que, necesariamente, parte de su teoría sobre clases sociales y su
concepto de “posiciones contradictorias dentro de las relaciones de clase” (en la
segunda parte del libro Clases nos presenta el trabajo más condensado al res-
pecto y se trata una comparación entre la estructura de clases entre los países
de Estados Unidos y Suecia).
Finalmente, es imprescindible reconocer que el concepto de clase de Wri-
ght tiene una implicación política fundamental. El reconocimiento de que en
el “capitalismo realmente existente” no hay estructuras simples polarizadas de
clase como tal, abre la puerta para pensar las posibilidades de transformación
en otros términos; una transformación que incluya a algunas de las “posicio-
nes contradictorias dentro de las relaciones de clase” a partir de alianzas de
clase creadas con mediaciones políticas (Wright, 1994: 315-320). Como dice
el propio Olin Wright, “una de las consecuencias de [la] reconceptualización
de la clase media es que deja de ser un axioma que el proletariado sea el rival
único, o tal vez incluso el rival universalmente central, de la clase capitalista en
la lucha por el poder de clase dentro del capitalismo” (1994: 104) .
Pasemos ahora a algunos de los principales problemas que se han encontra-
do en la obra del sociólogo norteamericano. En el artículo Constructing the (W)

  Wright menciona que “el proceso de formación de clase y de lucha de clases es


21

considerablemente más complejo e indeterminado de lo que permitía imaginarlo el relato


marxista tradicional” (Wright, 1994: 107).

104
María Vignau Loría

right Classes, los sociólogos David Rose y Gordon Marshall hacen una fuerte
crítica a Wright por la pluralidad teórica con que retoma ciertos argumen-
tos weberianos y neoweberianos con respecto a los “bienes de organización”
y “bienes de cualificación y credenciales”, nociones que estaban firmemente
presentes en los escritos de Max Weber sobre clase social y estrato social y que
retoman estudiosos como Goldthorpe (Rose y Marshall, 1989: 261-262). Para
hacer un análisis completo de esta crítica sería necesario el examen de el con-
cepto de clase social de Max Weber y del argumento que presenta al colocar
bienes de organización y bienes de credenciales en las situaciones de mercado
que definen a las clases (Weber, 1946). Aunque no realizaré semejante análisis
en este espacio se debe mencionar que, en ciertos momentos de la teoría de
Wright, se desdibujan ciertas distinciones entre un análisis plenamente mar-
xista y uno weberiano.
La otra gran crítica realizada por estos autores tiene que ver con la ausencia
de un análisis de clase como “colectividades” (Rose y Marshall, 1989: 261).
Considero que, a pesar de que Wright hace mención a la “formación de cla-
ses” como el desarrollo de organización clasista, el autor no explica el proceso
mediante el cual se da este fenómeno y se concentra únicamente en explicar
su relación con la estructura de clases. Podríamos decir que Wright, al centrar su
atención en la definición de la estructura de clases, deja un relativo vacío en su teoría
para la acción de clases y su traducción en acción colectiva.
Finalmente, es inevitable realizar una crítica a su “mapa” de la estructura
de clases desde países que no forman parte de lo que él considera “capitalismo
avanzado”, es decir, es necesario preguntarnos sobre la aplicabilidad de su mo-
delo en países como los llamados “en vías de desarrollo”, donde existen “clases
medias” o “indeterminadas” como el campesinado que no tienen un lugar en
el modelo de Wright.
A pesar de todo ello, es fundamental rescatar la teoría de Erik Olin Wright
por las virtudes que ya mencionamos pensando en que los desafíos que pre-
senta están sujetos a debates que no pueden más que enriquecer a la tradición
marxista.

Bibliografía
De la Garza Toledo, Enrique (1994). Las teorías de la elección racional y el marxismo
analítico. Estudios Sociológicos. Núm. 35. México: El Colegio de México.

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México: Universidad Autónoma Metropolitana.

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lismo y marxismo. Colombia: Editorial Universidad del Rosario.

Wright, Erik Olin. (2015). Understanding class. Inglaterra: Verso.

106
Capítulo 6

Del obrero-masa a la multitud: metamorfosis


del sujeto clasista en el operaísmo
y post-operaísmo italiano
Massimo Modonesi y Matari Pierre Manigat

Introducción

En este capítulo daremos cuenta de las aportaciones del operaísmo (obrerismo)


y post-operaísmo italiano al debate sobre el concepto de clase social. Privilegia-
mos el tratamiento de la problemática en la obra de Mario Tronti y Antonio
Negri, en particular este último ya que se trata de un autor cuya producción
se extiende y se amplifica hasta el presente.
Las principales aportaciones de esta corriente de pensamiento derivan del
estudio de las formas que reviste el trabajo social en el capitalismo contempo-
ráneo: obrero-masa, obrero social y multitud son tres categorías que delimitan
los contornos de las composiciones y recomposiciones del sujeto clasista. En la
senda clásica del marxismo, los operaístas y post operaístas conducen sus aná-
lisis en dos planos simultáneos: socioeconómico y sociopolítico. Mientras que
en el primero consideran las implicaciones, para la sociedad, de la generaliza-
ción de determinadas formas de producción (de la fábrica tayloriano-fordista
al postfordismo), en el segundo examinan las formas políticas orgánicas a las
primeras. En ese sentido, el tránsito del Estado-plan al Imperio constituye el
correlato del tránsito del obrero-masa a la multitud.
La secuencia conceptual obrero-masa, obrero social, multitud no sólo
pone en relieve tres estados históricos de la clase de los productores, sino

107
Del obrero-masa a la multitud: metamorfosis del sujeto clasista en el operaísmo y post-operaísmo italiano

que refleja permanencias y rupturas en el interior de la tradición operaísta.


De ahí el orden del desarrollo expositivo del presente trabajo. Tras examinar
la genealogía del concepto de obrero-masa (I), mostramos cómo la noción de
obrero social anuncia, a partir de finales de la década de los 1970, inquietudes
metodológicas y cambios teóricos para responder al desafío de definir el sujeto
clasista que emerge con la globalización (II). Finalizamos con la reflexión que
desemboca en la elaboración del concepto de multitud, genitor y correlato
antagónico del Imperio (III).

I. El obrero-masa y la composición de clase

El operaísmo fue el movimiento político e intelectual más original de la oleada


de luchas que caracterizó la historia social de Italia entre principios de los
años 60 hasta finales de los 1970.1 Se singularizó por el enfoque propuesto
por Raniero Panzieri –traductor del libro II de El Capital y fundador de Qua-
derni Rossi, la primera revista obrerista en 1961. Panzieri concebía al marxis-
mo como “unidad de la sociología, de la economía y de la política”.2 De ahí
una disección de la obra de Marx que Panzieri cataloga entre un “marxismo
muerto” y un “marxismo vivo”. Mientras el primero prescinde de la interven-
ción de la subjetividad de los productores, el segundo considera la dinámica
del capitalismo a partir del entrelazamiento entre lucha de clases y fuerzas
productivas. Los análisis de Marx sobre el carácter de la gran fábrica y de su
dinámica -la dialéctica entre luchas obreras e introducción/perfeccionamiento
de la maquinaria- constituye el ejemplo del marxismo vivo por excelencia.3
Esta interpretación de las relaciones entre tecnología y lucha social abrió un
campo de “investigaciones sobre la clase obrera” –su condición, su poder y
el rol en el proceso de acumulación de capital- que diversos obreristas4 que
1
  Respecto de la historia del marxismo italiano y del lugar que ocupa esta corriente en
un reciente, y pionero, intento de síntesis, Cristina Corradi, Storia del marxismo in Italia,
Manifestolibri, Roma, 2005.
2
  Ver la antología de la obra de Raniero Panzieri, La ripresa del marxismo-leninismo
in Italia, Nuove edizioni operaie, Roma, 1977 y Pino Ferraris, “Raniero Panzieri: per un
socialismo della democrazia diretta” in Pier Paolo Poggio, L’altro novecento. Comunismo
eretico e pensiero critico, Vol. II, Jaca Book, Milán, 2011.
3
  El prólogo de Marx a la Contribución a la crítica de la economía política de 1859
constituye, para Panzieri, el origen y la quintaesencia de ese “marxismo muerto”, Jean-
Pierre Potier, Lectures italiennes de Marx (1883-1983), Presses Universitaires de Lyon,
1986, pp. 407-408.
4
  El calificativo de “operaísmo” fue lanzado originalmente por los adversarios de Panzieri
para denunciar su manera de concebir la trabazón entre lo económico y lo político. Ver

108
Massimo Modonesi y Matari Pierre Manigat

llevaron a cabo a partir de la década de los 60. Para Mario Tronti, uno de los
iconos intelectuales del obrerismo:
“Después de Marx, de la clase obrera nadie ha sabido nada. Sigue sien-
do este continente desconocido. Se sabe, ciertamente, que existe, por-
que quién no ha oído hablar de él y todo el mundo puede leer sobre él
mismo narraciones fabulosas. Sin embargo, nadie puede decir: he visto
y he comprendido”.5

El concepto de obrero social surge de estas investigaciones sobre la clase obre-


ra presididas por las indicaciones metodológicas de Panzieri sobre la juntura
entre lo socioeconómico y lo sociopolítico, a saber entre la infraestructura y
la superestructura.
Dos conceptos balizan los análisis de la infraestructura y de la superes-
tructura en esta primera etapa del operaísmo, periodo marcado por el apogeo
del fordismo y del keynesiano: la sociedad-fábrica y el Estado-plan. La socie-
dad-fábrica designa la realidad derivada del surgimiento de las company towns,
del entrelazamiento entre fábricas, ciudades y barrios obreros durante la indus-
trialización, en el norte de Italia, territorio privilegiado de los estudios y de las
acciones de los grupos militantes obreristas.6 Esta extensión de la lógica de la
fábrica a la sociedad está mediada por la existencia de una forma estatal especí-
fica que Negri definió como Estado-plan; una suerte de “capitalista colectivo”
que, bajo la apariencia de una mediación entre capital y trabajo, organiza la
explotación a escala social y garantiza la disciplina del trabajo fordista.
El surgimiento y la reproducción del obrero-masa resultan de la consolida-
ción de la sociedad-fábrica así como de la acción del Estado-plan. El obrero-masa
remite, objetiva y subjetivamente, a la mutación de lo que los obreristas llaman
la composición de la clase. Inspirada en el concepto de composición orgánica
del capital de Marx, la noción de composición de clase fue introducida para
no petrificar la noción de clase y captar su configuración cambiante. La com-
posición técnica de la clase obrera remite a las condiciones tecnológicas de la
producción así como a la división y a las formas de organización del trabajo;
mientras que la composición política atañe a la subjetividad de la clase, es
decir a la exteriorización del conjunto de elementos que integran la historia de
las luchas políticas y de las organizaciones de la clase, a partir de los compor-

Potier, Lectures italiennes de Marx, op. cit pp. 401-404 y Sergio Bologna, “L’operaismo
italiano” en Poggio, L’altronovecento. Comunismo eretico e pensiero critico, Vol. II, Jaca
Book, Milán, 2011.
5
  Mario Tronti, Obreros y capital, Akal, Madrid, 2001, p. 23.
6
  Mario Tronti, “La fabbrica e la societá” en Quaderni rossi, Roma, núm. 2, 1962.

109
Del obrero-masa a la multitud: metamorfosis del sujeto clasista en el operaísmo y post-operaísmo italiano

tamientos, necesidades, deseos y culturas de los obreros. De tal modo que el


obrero-masa traduce simultáneamente las características del productor directo
considerado en las condiciones industriales de la posguerra y su carácter de
sujeto tendencialmente insubordinado.
El estudio de la composición de clase conforma el programa de los autores
y militantes obreristas durante los años 60 y 70. Objetivamente, detectan el
pasaje de la centralidad del obrero profesional -un trabajador que mantenía
ciertos márgenes de injerencia en el proceso productivo en la medida en que
manejaba ciertos conocimientos técnicos y ciertas habilidades- a la emergencia
del obrero-masa, el trabajador no calificado, simple engranaje de la cadena de
montaje fordista.
Este diagnóstico era confirmado con las características de las luchas obreras
que empezaban a surgir a principios de los años 60 y que se generalizaron pos-
teriormente; luchas radicales y espontáneas protagonizadas por trabajadores
jóvenes, en su mayoría emigrantes de la Italia meridional, recientemente con-
tratados, débilmente integrados en los sindicatos y ubicados en los escalafones
más bajos de la jerarquía obrera. Integrantes de una generación cuyos estudios
y expectativas los distanciaban de los padres pero que terminaban de obreros o
empleados como ellos, madurando frustraciones y rechazos hacia las pautas
vigentes de integración social. Estas luchas se oponían a la actitud conciliadora
de los sindicatos y planteaban un rechazo radical al despotismo en la fábrica en
el que los obreristas entreveían un potencial anticapitalista. De ahí las preocu-
paciones que catalizaron los esfuerzos de los obreristas por conocer en detalle
la nueva condición obrera en la cual se gestaba este nuevo sujeto clasista; cuyo
carácter subversivo y antagonista llamaba la atención y refrescaba las hipótesis
revolucionarias. Este esfuerzo se plasmó en la propuesta metodológica llamada
conricerca –un modelo y una práctica de investigación participativa elaborados
y aplicados en particular por Romano Alquati. Implicaba una relación y es-
trecha colaboración entre los investigadores y los obreros que permitiera un
conocimiento cabal de la experiencia de clase y fomentara, al mismo tiempo,
la toma de conciencia de estos últimos.7
Pero la mayor aportación y provocación teórica del operaísmo –su revolu-
ción copernicana como se la llamó- radicó en la inversión metodológica de la
relación tradicionalmente aceptada entre acumulación de capital y lucha de
clases que formuló Tronti en los años 60:

7
  Ver el dossier “Uso socialista de la encuesta obrera” en Quaderni rossi, núm. 5, Roma,
abril 1965, pp. 67-269.

110
Massimo Modonesi y Matari Pierre Manigat

Hemos visto también nosotros antes el desarrollo del capitalismo y


después las luchas obreras. Es un error. Hay que invertir el problema,
cambiar su sesgo, volver a partir del principio: y el principio es la lucha
de la clase obrera.8

El capital aparecía, en esta lógica, como la variable dependiente y el desarrollo


del capitalismo se presentaba como un proceso de ajuste permanente dirigido
a contener el impulso indomable del trabajo vivo. En definitiva, los ciclos de
acumulación de capital conforman respuestas a las luchas obreras. A través de éstos, el
capital busca descomponer a la clase como sujeto y genera un nuevo ciclo de
recomposición de clase. Esta inversión consistente en entender al capital a par-
tir de la lucha de clases, más exactamente desde la construcción y la iniciativa
de la clase antagonista (la clase obrera) abría perspectivas teóricas y políticas
novedosas.
Si los movimientos de la clase obrera anteceden histórica y lógicamente al
capital, entonces las leyes de desarrollo del capital son en el fondo “leyes de
desarrollo capitalista de la clase obrera”. Aunque Tronti sostenga una “correc-
ción leninista de Marx” anteponiendo la teoría de la revolución a la crítica de
la economía política, considera que Marx descubrió a la clase dentro y contra
el capital ya que la clase obrera se entiende solo en función de su forma de
lucha.9
Esta premisa analítica era solidaria, en el terreno programático, de una ra-
dicalización que se materializaba en una nueva articulación entre lucha social
y lucha política. Por ejemplo, el tema clásico de las reivindicaciones salaria-
les dejaba de ser concebido como un terreno de negociación sino de antago-
nismo irreductible. Ello implicaba pelear por aumentos salariales desligados
de los aumentos de la productividad para romper la lógica del capital; de la
misma manera las luchas debían conducir a la implementación de un salario
garantizado y a un igualitarismo salarial que rompiera con las jerarquías y las
divisiones al interior de la fábrica y en la sociedad en general. Pero, más pro-
fundamente, la lucha obrera debía trascender los tópicos del salario y de las
condiciones de trabajo para extenderse a la reapropiación de la riqueza social
en términos de valor de uso: vivienda, transporte, bienes, etc. En última ins-
tancia, la condición obrera implicaba una ruptura ulterior en relación con el
trabajo, el llamado rechazo al trabajo, el rechazo a ser mercancía, un distan-
ciamiento absoluto del obrero con respecto a los medios de producción que

8
  Mario Tronti, “Lenin in Inghilterra”, editorial de Classe Operaia, núm. 1, Roma,
febrero de 1964, p. 1.
9
  Mario Tronti, Obreros y capital, op. cit., p. 209.

111
Del obrero-masa a la multitud: metamorfosis del sujeto clasista en el operaísmo y post-operaísmo italiano

desemboca en el sabotaje, el ausentismo y otras formas de lucha que buscaban


dar a la alienación una salida política ya que la inteligencia obrera no debía
dedicarse a la producción sino volcarse en la militancia.

II. El obrero social y la recomposición de la clase

En esa tesitura de cuestiones teóricas y políticas, en los años 70, de la pluma de


Negri, surge la noción de obrero social que complementa, antes de desplazar
y finalmente substituir, la de obrero-masa en cuanto sujeto por excelencia que
brota de la recomposición de clase y se coloca tendencialmente en el corazón
de la lucha contra el capital. Este pasaje marcará un salto en términos de con-
tinuidad y ruptura entre el obrerismo tradicional y el autonomismo obrero
y abrirá la puerta hacia el post-obrerismo y el surgimiento del concepto de
multitud que veremos más adelante.
La noción de obrero social señala, antes que nada, la gestación de una
nueva composición de la clase haciendo hincapié en las transformaciones sub-
jetivas que acompañaban la crisis del fordismo-keynesianismo y que analiza el
desarrollo del sector de los servicios (o terciarización) como una extensión del
trabajo asalariado. En 1975 Negri desarrolla las ideas la autovalorización, in-
dependencia proletaria, contrapoder y rechazo al trabajo resaltando el carácter
antagonista de una clase obrera ampliada, el obrero social, que destaca por su
perfil subversivo e insubordinado. Negri razonaba partiendo del principio de
extensión de la fábrica a la sociedad, asumiendo que si todo trabajo productivo
es asalariado, la sociedad es una fábrica difusa y la habita una forma difusa de
obrero, que puede llamarse social. La clase obrera se volvía así proletariado
en sentido amplio: una clase que no sólo se reconocía en la producción y la
circulación capitalista sino también en su reproducción como fuerza de trabajo
a partir de sus necesidades, consumos, culturas; ámbitos de relativa indepen-
dencia y autonomía que hacían las veces de retaguardia y permitían, por ende,
acumular fuerza que podía exteriorizarse en forma de lucha.10
Pero más allá de la reafirmación del principio básico del obrerismo –según
el cual el capital se adapta a la lucha de clases y no al revés- y más allá del
abanico de las formas de lucha –especialmente la aparición de la cooperación
como pilar de la autovaloración en lugar del rechazo al trabajo-, el uso de la
  Estas ideas fueron desarrolladas en particular en Proletarios y Estado y Dominio y
10

sabotaje, pero atraviesan todos los escritos de Negri de los 70, reagrupados en español en
Los libros de la autonomía obrera (2004) pero también en Marx más allá de Marx. Nueve
Lecciones sobre los Grundrisse (2001) y La fábrica de la estrategia. 33 lecciones sobre Lenin
(2004).

112
Massimo Modonesi y Matari Pierre Manigat

noción de obrero social era sintomática de la urgencia de integrar tendencias


que, desde finales de los 70, señalaban el declive de la centralidad del obrero
industrial en cuanto sujeto a cargo del trabajo social. De ahí un replantea-
miento de raíz de toda la problemática.
Ya en 1982,11 Negri plantea la necesidad de rebasar las “viejas categorías” y
define formalmente al sujeto antagonista como “complejidad colectiva múlti-
ple”.12 Abre así el concepto de clase basándolo en “la complejidad, las diferen-
cias, y la multiplicidad de las luchas y de los comportamientos antagonistas
que realmente verificamos.”13 Para Negri la “escena de las transformaciones
sociales” acusó, desde los años 1970, la proliferación de “nuevas subjetividades
colectivas” que reflejaron “modificaciones de la organización social del trabajo”
así como “transformaciones de su cualificación social”. Para Negri “los antago-
nismos que tales subjetividades portan en su seno no son ya recuperables en
el horizonte tradicional de lo político.”14
Esta contraposición entre unidad y multiplicidad empieza a tensar el con-
cepto de clase; tensión que abre la vía para una apropiación de los conceptos
de biopolítica y de rizoma de Michel Foucault y Félix Guattari respectiva-
mente.15 Dos incorporaciones que invitan a reformular la complexión de las
relaciones sociales en general y, sobre todo, que desdibujan las distinciones
entre lo económico, lo político, lo social y lo cultural. Esta integración tendrá
dos implicaciones importantes en la definición negriana del sujeto a cargo del
trabajo social en el capitalismo de hoy: en primer lugar, una radicalización de
la dimensión subjetiva de la noción de composición de clase; en segundo lu-
gar, una nueva perspectiva en “la producción de formas de subjetividades” para
superar lo que Negri llama, retomando el vocabulario de Jean-Paul Sartre, la
“serialidad” del capitalismo.16

11
 “Máquina tiempo, Rompecabezas, liberación, constitución” en Antonio Negri, Fábricas
del sujeto/Ontologías de la subversión, AKAL, Madrid, 2006, pp. 13-174.
12
  Ibid, 118.
13
  Ibid, 21.
14
  Ver Negri, “La revolución ha comenzado en 1968” en Félix Guattari y Antonio Negri,
Las verdades nómadas & General Intellect, poder constituyente, comunismo, AKAL, Madrid,
1999, pp. 33-35.
15
  Asimismo una influencia de Spinoza Ver Antonio Negri, L’anomalia selvaggia : saggio
su potere e potenza in Baruch Spinoza, Feltrinelli, Milano, 1981.
16
  Ver Negri, “Llamamos comunismo” en Félix Guattari y Antonio Negri, Las verdades
nómadas & General Intellect, poder constituyente, comunismo, AKAL, Madrid, 1999, pp.
22-24.

113
Del obrero-masa a la multitud: metamorfosis del sujeto clasista en el operaísmo y post-operaísmo italiano

Este replanteamiento de la problemática desemboca en un cambio del sentido


de la apertura del concepto de clase: los conceptos de obrero social y de clase
obrera desaparecen primero de la mano de la categoría vacía de sujeto y pos-
teriormente de multitud.

III. La multitud o la cooperación social a escala mundial

Sin embargo, para llegar al concepto de multitud, Negri tenía que reformular
su análisis de la infraestructura y de la superestructura capitalistas prevale-
cientes desde los años 80. De la misma manera que del estudio del fordismo
y del Estado-plan había surgido el concepto de obrero-masa, el análisis de la
producción en la era de la globalización así como de su forma política predo-
minante balizan la elaboración del concepto de multitud. Pero a diferencia del
operaísmo, el post-operaísmo revoluciona el método de articulación de las ins-
tancias económicas y políticas. El concepto de Capitalismo Mundial Integrado
(CMI) constituye el ancestro de lo que, más tarde, Negri y Hardt designaran
como Imperio. Los procesos de “desterritorialización” de la autoridad y, su
correlato, la imposibilidad de localizar anuncian la emergencia de una “forma
política y jurídica posnacional”,17 esto es el Imperio.
Existen dos vías para reconstruir el concepto de Imperio. Desde un punto
de vista general y abstracto, se puede seguir la reflexión de Negri y Hardt sobre
el Estado, el Derecho y la Soberanía.18 De la perspectiva de este ensayo, convie-
ne plantear el problema a partir de lo que es el hilo rojo de la interpretación
operaísta: el capital se adapta a las luchas sociales. Negri y Hardt siguen este
principio y plantean que la génesis del Imperio corre paralela con la formación
de lo que llaman sociedad mundial19 y, posteriormente, multitud. Bajo ese re-
specto, el Imperio aparece como resultado del despliegue de las subjetividades
de las fuerzas colectivas de trabajo en el siglo XX. Ese proceso tuvo dos gran-
des momentos en el siglo XX: el New Deal y la descolonización. Mientras el
primero “produjo la forma más elevada del gobierno disciplinario”, la segunda
abrió la vía para la caducidad del Estado-nación.

17
  Ver Negri, “La reacción de los años setenta: no future” en Félix Guattari y Antonio
Negri, Las verdades nómadas & General Intellect, poder constituyente, comunismo, AKAL,
Madrid, 1999: 37 y p. 41.
18
  Reflexion que se puede rastrear desde El poder constituyente publicado en 1992. Ver
Antonio Negri, Il potere costituente, Manifestolibri, Roma, 2002.
19
  Ver Negri, “La reacción….” op. cit.: 43.

114
Massimo Modonesi y Matari Pierre Manigat

El ocaso del Estado-nación, en cuanto forma política, remite, más profunda-


mente, a dos procesos estructurantes de la economía mundial contemporánea:
la universalización del trabajo asalariado en cuanto forma de existencia social
de la mano de obra así como a la plena realización del mercado mundial. Es
precisamente la necesidad de organizar el mercado mundial que fundamenta la
emergencia de una forma política posnacional:
Al llegar a ese punto, los regímenes capitalistas se ven obligados a em-
prender un proceso de reforma y reestructuración para conservar su
capacidad de organizar el mercado mundial. Esta tendencia se advierte
claramente sólo en la década de 1980 (y queda definitivamente esta-
blecida después del derrumbe del modelo soviético de modernización),
pero sus rasgos ya aparecen netamente definidos sus primeras manifes-
taciones. Un mecanismo nuevo de control general del proceso global
y, por lo tanto, de un mecanismo que pueda coordinar políticamente
la nueva dinámica de la esfera global de acción del capital y las dimen-
siones subjetivas de los actores; tiene que poder articular la dimensión
imperial de mando y la movilidad transversal de los sujetos” destinada
en cuanto forma de control y regulación de los flujos económicos; toda
vez que se generaliza la circulación de mercancías del capital y de la
mano de obra.20

Pero la multitud no sólo se caracteriza por su relación contradictoria –adies-


tramiento/insubordinación- a la disciplina que exige el Imperio. La reflexión
de Negri descansa en una redefinición del concepto de producción y, por ende,
del trabajo social.
Por proceso de producción, Negri entiende a la “producción de bienes úti-
les, de comunicación y de solidaridad social, de universos estéticos [y] de
libertad”. La definición indica que “el centro de gravedad de estos procesos
productivos se ha dislocado” pasando de la centralidad obrera a “las tramas
moleculares de la marginalidad y las minorías.”21 En esto radicaría la gran
transformación del trabajo social a finales del siglo XX. De ahora en adelante,
la productividad de trabajo ya no incumbe exclusivamente a los trabajadores
de la industria, sino al conjunto de los participantes a la cooperación social.
De tal suerte que el sujeto clasista adquiere en el capitalismo actual el rostro
de una vorágine que contiene asalariados y no asalariados; trabajadores cuyo
único carácter común es cooperar en la producción social. Negri y Hardt de-
finen formalmente a la multitud como “la totalidad de los que trabajan bajo

  Negri y Hardt, Imperio, op. cit.: 277.


20

  Antonio Negri, “La nueva alianza” en Guattari, Félix y Negri, Antonio, Las verdades
21

nómadas & General Intellect, poder constituyente, comunismo, AKAL, Madrid, 1999: 69.

115
Del obrero-masa a la multitud: metamorfosis del sujeto clasista en el operaísmo y post-operaísmo italiano

el dictado del capital y forman, en potencia, la clase de los que no aceptan el


dictado del capital”.22 He aquí la diferencia objetiva entre la multitud y la clase
obrera tal como surgió de la Revolución industrial.23
Tanto la re-definición del proceso de producción como la puesta en relieve
de la diferencia de contenido entre clase obrera y multitud remiten, en última
instancia, al contenido del trabajo social en el capitalismo actual. El concepto
de trabajo inmaterial que aparece en la obra de Negri a inicios de los años
199024 permite superar la mera constatación del ocaso de la centralidad indus-
trial, para proponer una definición positiva del nuevo contenido del trabajo
social. El trabajo inmaterial destaca la centralidad del trabajador dedicado a
tareas de “control, de gestión de información, de capacidades de decisión que
pide la investidura de la subjetividad”.25 Esta centralidad va aparejada con el
desarrollo de nuevas fuerzas productivas y de cooperación que subsume el con-
cepto marxiano de General Intellect; interpretado como doble transformación
del trabajo en trabajo inmaterial y de la fuerza de trabajo en “intelectualidad
de masa”.26 Y bajo la ley de la propiedad privada de los medios de producción
estas fuerzas productivas devienen la base de una sociedad donde impera la
“explotación de la producción y de la expresión del saber [knowledge]”.27
Ese trabajo inmaterial subsume la creación de bienes como el conocimien-
to, la información, la comunicación, o una respuesta emocional. Es un tra-
bajo biopolítico; noción que los autores utilizan para no reducir el trabajo al
trabajo asalariado y abarcar “las capacidades creadoras humanas en toda su
generalidad.” La consecuencia inmediata de esta definición del trabajo inma-
terial o biopolítico es que, la experiencia de la explotación deja de ser el único
terreno de creación de la subjetividad de los trabajadores. Empero, lejos de
desaparecer, la explotación se traduce en las dimensiones de la comunicación
y la cooperación como “expropiación de la cooperación y la nulificación de los
sentidos de la producción lingüística”. La explotación del trabajo inmaterial y
de los procesos de producción que acciona especifica la fase actual del capita-
lismo, el capitalismo cognitivo.

22
  Negri y Hardt, Multitud, Debate, 2004, p. 134.
23
  Ibid, p. 134.
24
  Maurizio Lazzarato y Antonio Negri, Trabajo inmaterial. Formas de vida y producción
de subjetividad, DP&A editora, Buenos Aires, 2001 (publicado en italiano en 1991, citas
de la edición de Ombre Corte, Milano, 1997).
25
  Ibid: 23.
26
  Maurizio Lazzarato y Antonio Negri, Trabajo inmaterial. Formas de vida y producción
de subjetividad, op. cit., P. 25.
27
  Hardt y Negri, Déclaration, Éditions Raison d’Agir, Paris, 2013, p. 80.

116
Massimo Modonesi y Matari Pierre Manigat

La multitud designa el sujeto clasista que emerge con la globalización a la


hora de la centralidad del trabajo inmaterial.28 La definición bidimensional del
concepto de multitud -socioeconómica y biopolítica- permite a Negri y Hardt
superar lo que consideran como un vicio de las definiciones tradicionales del
concepto de clase. En oposición a la tradición liberal que multiplica las catego-
rías sociales a partir de diferencias de ingreso, de raza, de etnia, etc., el marxis-
mo pone en relieve la simplificación de las clases de la sociedad capitalista en
asalariados y burgueses. Mientras la primera tiende a multiplicar las categorías
sociales, la segunda las reduce. Si bien “ambas perspectivas son verdaderas”
son, empero, unilaterales.29
Esta multitud -o fuerza de trabajo social a escala mundial- adopta la com-
plexión de un rizoma y se expresa como un “conjunto de constelaciones produc-
tivas de subjetividad.”30 Para Negri y Hardt, las singularidades que conforman a la
multitud no pueden, en sus luchas, fundirse sino articularse en torno a “lo co-
mún” (Common wealth): formar un movimiento de movimientos no identita-
rio sino fundado en la cooperación y la lucha. De tal suerte que, políticamente,
la multitud desarrolla múltiples formas de resistencia frente al Imperio.31 Es
bajo ese prisma que Hardt y Negri analizan los diversos movimientos sociales
que –del Cairo a Nueva York pasando por Atenas y Madrid- abrieron un ciclo
de luchas desde inicios del año 2011. Estos movimientos compartieron dos
grandes características, aun cuando ostentaron profundas diferencias: idearon
diversas formas de organización horizontal que desarrollaron modalidades ge-
nuinas de participación y de decisiones democráticas; consistieron en luchas
por “lo común” en cuanto fueron sublevaciones motivadas por los estragos del
neoliberalismo y opuestos a “la ley de la propiedad privada”.32
Ahora bien, por su complexión misma, la multitud abre una bifurcación de
posibles. En efecto, cuando “la carne de la multitud se compone de una serie
de condiciones que son ambivalentes: pueden conducir a la liberación o quedar
atrapadas en régimen de explotación y control”.33 Esta disyuntiva plantea como
condición necesaria la existencia de un proyecto político de la multitud, de su

28
  Hardt y Negri, Multitud, op. cit., pp. 91-96 y 127.
29
  Ibid., pp. 131-134.
30
  Negri, Kairós…, op. cit.: 403.
31
  Ver el libro de Judith Revel, Vocabulario de Foucault, Atuel, Buenos Aires, 2008,
pp. 24-27. Michael Hardt y Antonio Negri, Multitud. Guerra y democracia en la era del
Imperio, op. cit., pp. 91-96.
32
  Hardt y Negri, Déclaration, op. cit., pp. 10-13 y passim.
33
  Hardt y Antonio Negri, Multitud. Guerra y democracia en la era del Imperio, op. cit.,
p. 249.

117
Del obrero-masa a la multitud: metamorfosis del sujeto clasista en el operaísmo y post-operaísmo italiano

movilización en torno y a favor de “lo común”. En este sentido, Negri termina


reconociendo dos niveles de formación: la multitud ontológica y la multitud
política, la primera presente y la segunda latente. En el segundo plano vislum-
bra la posibilidad histórica de ciclos intensivos de lucha (a diferencia de los
extensivos, temáticos, espaciales, globales).
En definitiva, el concepto de multitud es una tentativa por definir la doble
dimensión -objetivo y subjetiva- de lo que Marx llamaba “trabajador colecti-
vo” en las condiciones concretas -sociales, tecnológicas, políticas y culturales-
del presente.

Conclusión

La secuencia conceptual obrero-masa, obrero social y multitud designa la me-


tamorfosis del sujeto clasista de la posguerra a hoy, de la generalización del
régimen fordista a la globalización actual. Utilizando el lenguaje obrerista,
diríamos que conforma el hilo conductor de la historia de la composición
de clase. Amén de las diferencias y los deslizamientos señalados en las pági-
nas anteriores, existe una unidad metodológica entre la reflexión operaísta y
post-operaísta. Los tres conceptos representan tendencias históricas deter-
minadas, abstracciones reales, formas determinadas del antagonismo social y
modos de constitución de subjetividades; cuatro elementos que conforman los
puntos cardinales del método marxista para Negri y Hardt.34
La gran ambición de la trilogía de esos autores consiste en criticar las viejas
herramientas de la crítica y dotar de nuevas armas críticas el sujeto clasista que
emerge con la globalización. Los autores no dudan en presentar su obra como
el equivalente de lo que el Manifiesto del Partido comunista fue en el siglo XIX
para el proletariado. La definición de la multitud está a la medida de este
desafío: elaborar una categoría que subsume dos tendencias de la realidad so-
cial: la universalización de la condición asalariada -tal como la anticipaba Marx- y
la proliferación de una multiplicidad de diferenciaciones irreductibles a toda
homogeneización. Esto es lo que significa la definición de la multitud como
“singularidades que actúan en común.” En ese sentido, la multitud es el sujeto
clasista que determina y se enfrenta a esa forma política y jurídica cosmopolita
que es el Imperio.
Pero el transito del obrero-masa a la multitud no solo describe la me-
tamorfosis del sujeto clasista. Marca rupturas en el interior de la tradición
operaísta y con el marxismo en general, lo cual coloca al post-operaísmo en
  Ibid: 173.
34

118
Massimo Modonesi y Matari Pierre Manigat

la galaxia indeterminada del post-marxismo. No obstante, con toda su origi-


nalidad y carga polémica, las teorizaciones del operaísmo y del post-operaísmo
merecen ser consideradas como contribuciones relevantes al debate marxista
sobre la clase social desde los años 60 a la fecha.

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120
Capítulo 7

El open marxism y la clase como lucha


Alfonso Galileo García Vela

Introducción

El open marxism (marxismo abierto) considera que la teoría crítica de Marx


es una teoría de la lucha. En lugar de tratar a las categorías de El Capital
como el marco objetivo dentro del cual se desarrolla la lucha de clases, que es
el modo tradicional en el cual el marxismo ha interpretado las categorías, el
marxismo abierto sostiene que la lucha de clases está en el centro mismo de
las categorías; en otras palabras, la lucha de clases es parte constitutiva de la
objetividad social.
Situar la lucha de clases en el centro del análisis nos permite una relectura
de El Capital, que difiere significativamente de reinterpretaciones contem-
poráneas de dicho texto como la lectura de Michael Heinrich (2008) o de
Moishe Postone (2006), que se enfocan en comprender críticamente la exis-
tencia y la dinámica de la sociedad capitalista. La lectura del marxismo abierto
introduce la fuerza “real” del antagonismo en las categorías, de tal suerte que
la teoría crítica de Marx se puede comprender en clave de lucha, de resistencia
y de rebeldía de los sujetos a los procesos sociales de dominación capitalista.
En una serie de trabajos que se publicaron en los años 80 y 90, John Ho-
lloway, Richard Gunn, Werner Bonefeld y Kosmas Psychopedis formularon
el marco teórico general del marxismo abierto. Durante estos años el marxis-
mo abierto buscó ser un punto de referencia más radical, profundo y crítico
que las interpretaciones del pensamiento de Marx del estructuralismo, de la
escuela de la regulación y del marxismo analítico. En la década de los noventa

121
El open marxism y la clase como lucha

John Holloway se traslada a México y en el Instituto de Ciencias Sociales y


Humanidades de la Universidad Autónoma de Puebla conoce a Sergio Tis-
chler, un profesor de origen guatemalteco y ex militante comunista del Partido
Guatemalteco del Trabajo (PGT). Holloway y Tischler inician un diálogo y
colaboración que abrió el camino a una vertiente latinoamericana dentro del
marxismo abierto, la cual ha contribuido a su desarrollo y renovación.
Desde finales de los noventa se produjeron importantes aportes de Ana
Cecilia Dinerstein, Sergio Tischler y Alberto Bonnet dentro del marxismo
abierto, dirigidos a actualizar el marxismo en América Latina a través de las
nuevas formas de lucha anticapitalista que se producían en la región. De esta
forma, en los últimos 15 años se ha dado una estrecha colaboración entre
los antiguos miembros del marxismo abierto y la vertiente latinoamericana.
Así pues, podemos decir que en la actualidad la visión latinoamericana se ha
convertido en parte importante de la producción teórica del marxismo abierto.
Interpretar la teoría de Marx como una teoría de la lucha de clases implica
una reflexión sobre el concepto de clase. Para el marxismo abierto la clase es
una categoría central para comprender el capitalismo en general y las luchas en
la actualidad. Su idea de clase supone una aproximación crítica a la existencia
de la clase misma y no su afirmación como tradicionalmente se ha interpreta-
do. Este es un punto muy relevante ya que el concepto de clase se transforma
en un concepto crítico como veremos en detalle más adelante.
En este capítulo nos enfocaremos en el concepto de clase en el marxismo
abierto y buscaremos reconstruir parte de la historia dentro de la cual inició
la preocupación por dicho concepto. Antes de comenzar debo responder la si-
guiente pregunta: ¿por qué es importante contar esta historia y no únicamente
resumir las ideas centrales del marxismo abierto sobre el concepto de clase?
Las condiciones históricas en las cuales inician las reflexiones del marxismo
abierto eran muy adversas: la década de 1980. Era un grupo de intelectuales
que resistió la crisis del marxismo que resultó de las derrotas del movimiento
obrero en el mundo y el colapso de la Unión Soviética. Una crisis de la cual
aún hoy el marxismo no se ha recuperado. La resistencia de estos intelectua-
les tiene que ver con la esperanza en la transformación radical del mundo;
la esperanza es una dimensión que atraviesa la obra de Marx y encuentra su
resonancia en las ideas del marxismo abierto.1

  Sobre el tema de la esperanza en el marxismo abierto, ver Dinerstein (2015).


1

122
Alfonso Galileo García Vela

Crisis y marxismo abierto

A finales de la década de 1980 no era sencillo escribir sobre el concepto de


clase y la lucha de clases. El marxismo ortodoxo colapsaba teórica y polí-
ticamente, y el colapso amenazaba con desaparecer todas las corrientes del
pensamiento marxista. Continuar con el desarrollo teórico del marxismo era
una tarea que requería entender que el fracaso del marxismo era en muchos
sentidos el fracaso del marxismo ortodoxo, además de una enorme convicción
en sus capacidades críticas y analíticas; y para algunos, lo más importante
del marxismo era que su crítica negativa de la sociedad burguesa muestra la
posibilidad del cambio radical de la sociedad. Aunque en aquella década todo
parecía estar en contra de esa posibilidad.
Los años ochenta estuvieron marcados por las grandes derrotas del mo-
vimiento obrero, el ascenso y triunfo del neoliberalismo y la caída del muro
de Berlín, uno de los principales eventos que iniciaron el fin de la Unión
Soviética, la gran utopía del siglo XX que se pervirtió de modo irremediable.2
Estos acontecimientos dramáticos tuvieron un enorme impacto en el pensa-
miento crítico; en estos años, Andre Gorz (1982) disolvía la centralidad de
los obreros como clase antagonista en su libro Adiós al proletariado y Laclau y
Mouffe (1987: 13) sostenían que nos encontrábamos situados en “un terreno
claramente posmarxista” donde la concepción de la subjetividad y de las clases
que el marxismo había elaborado no podían seguirse manteniendo. En el pen-
samiento posmarxista la clase se mostraba como un concepto reduccionista e
inútil para entender la sociedad actual. En síntesis, la clase era considerada una
categoría caduca que tenía que desecharse de la teoría.
Sin embargo, dos años después del final de la huelga de los mineros en
Gran Bretaña, una de las grandes derrotas para el movimiento obrero que con-
solidó el gobierno de Margaret Thatcher e impulso el neoliberalismo en Gran
Bretaña, y a unos meses del “crac” de la bolsa de valores de 1987, un profesor
escoces de la universidad de Edimburgo llamado Richard Gunn publicó en el
No. 2 de la revista Common Sense (Sentido Común) un artículo titulado Notas
sobre clase. Este artículo fue la base para una serie de reflexiones muy impor-
tantes sobre el concepto de clase que fueron desarrolladas más de una década
después por Werner Bonefeld y John Holloway y más adelante por Sergio
2
  Parafraseando al escritor cubano Leonardo Padura en su extraordinario libro El hombre
que amaba a los perros, que trata sobre el asesinato de León Trotsky. Al final de su libro
Padura (2013: 763) escribe “ya en el siglo XXI, muerta y enterrada la URSS, quise utilizar
la historia de León Trotsky para reflexionar sobre la perversión de la gran utopía del siglo
XX”.

123
El open marxism y la clase como lucha

Tischler3. Estas reflexiones teóricas constituirían los aportes del marxismo


abierto para una teoría de la clase.
A finales de los ochenta eran muy pocos los autores que se atrevían a es-
cribir sobre la clase y pocos los espacios académicos que estaban dispuestos
a publicar trabajos sobre estos temas. Pero la revista Common Sense era un
espacio alternativo que desafiaba el pensamiento dominante y se resistía a
dejar que la teoría marxista desapareciera. Common Sense se concibió como
una revista marxista y anarquista de discusión teórica que rechazaba el modelo
de la revista universitaria y buscaba superar las limitaciones que imponía una
publicación. Richard Gunn fue uno de sus fundadores y principales colabora-

3
  La noción de lucha de clases de Sergio Tischler está estrechamente vinculada con su
concepto de “destotalización”, concepto que ha desarrollado como una crítica a la categoría
de totalidad. Tischler (2007) argumenta que una de las categorías centrales de la teoría de
la lucha de clases de Lukács, que se encuentra en su libro más importante Historia y con-
ciencia de clase, es la categoría de totalidad. Como Marx, Lukács (2009) sostiene que el
capitalismo forma una totalidad social; no obstante, a diferencia de Marx, Lukács plantea
que la totalidad del capital debe ser superada por una nueva totalidad que estaría personi-
ficada por la clase proletaria. Tischler (2007; 2013) sostiene que la teoría de Lukács parte
de la afirmación de la totalidad y no de su crítica. De acuerdo a Tischler (2007: 112), el
marxismo de Lukács expresa “el punto filosófico más agudo” de la Revolución Rusa de
1917. En consecuencia, su teorización forma parte del canon clásico de la lucha de clases.
Tomando como base la crítica a la totalidad, Tischler (2013) plantea que la “destotalización”
es un movimiento en-contra-y-más-allá del capital o, en otras palabras, es una lucha que
retoma lo humano que es negado por el capital. Para Tischler, el punto de partida para
pensar la lucha de clases es la negación de la totalidad; por lo tanto, la lucha de clases es
una lucha por destotalizar las relaciones sociales capitalistas. Así pues, la destotalización
es un “concepto crítico de la lucha de clases” (Tischler Visquerra, 2013: 200). Asimismo,
para Tischler (2013, pp. 201-202), la destotalización “puede ser entendida como el mo-
vimiento histórico que surge del antagonismo entre trabajo concreto y trabajo abstracto;
este movimiento es un rebasamiento o plus que potencialmente apunta a la negación del
trabajo abstracto y a la dominación de clase que le es inherente.” En el núcleo de sus plan-
teamientos se encuentra la teoría de la praxis de Holloway. El enfoque desarrollado por
Tischler permite una crítica profunda a las luchas totalizantes como la tradición ortodoxa
del sujeto y la lucha de clases; y nos muestra que el gran desafío que enfrentan los movi-
mientos sociales anticapitalistas es realizar la revolución a partir de luchas destotalizantes.
No a través de las formas de la totalidad como el partido, la clase o el Estado; como lo
planteó el canon clásico del marxismo. Para dicho autor, el movimiento zapatista represen-
ta una de las luchas destotalizantes más significativas de nuestro tiempo. Entre otras cosas,
la idea zapatista de tiempo revolucionario, su lenguaje, la lucha por la autonomía indígena
y la emancipación humana son parte de la lucha zapatista contra la totalidad de las relaciones
sociales capitalistas que dominan a los seres humanos.

124
Alfonso Galileo García Vela

dores. En los 24 números de la revista que se publicaron durante 12 años se


presentaron trabajos de Harry Cleaver, Werner Bonefeld, Toni Negri, John
Holloway, Mike Rooke, Ana Cecilia Dinerstein, Massimo de Angelis, Kos-
mas Psychopedis, entre otros; además, se publicaron cartas y comunicados del
Ejercito Zapatista de Liberación Nacional (EZLN).
El significado tras el nombre de la revista Common Sense suponía un enor-
me desafío a finales de los ochenta ya que este término implicaba “esperanza”;
esperanza en la transformación revolucionaria de la sociedad, tema fundamen-
tal para el marxismo abierto. La esperanza parecía imposible en un mundo
donde las posibilidades de un futuro radicalmente nuevo se caían a pedazos
y el capitalismo neoliberal se autoproclamaba como la única posibilidad real
para la humanidad. De acuerdo a Gunn,4 el sentido común (sensus communis)
es parte importante del pensamiento escocés, principalmente en la Escocia
del siglo XVIII, donde el término frecuentemente implica dos cosas: convivir
cara-a-cara y una interacción humana que toma un movimiento oscilatorio; es
decir, un ir-y-venir.
El nombre de la revista proviene de su significado dentro del pensamiento
escocés, aunque Gunn va más allá de este significado influenciado por la Feno-
menología del Espíritu de Hegel, de la cual hace una lectura radical.5 Así pues,
para Gunn, Common Sense significa un movimiento oscilatorio entre la inte-
racción humana dentro de las limitaciones del mundo presente y la interacción
humana en un futuro posible. En el presente, dentro de un mundo alienado, la
interacción es fija, conformista y está sujeta a la conciencia y a las restricciones
del inconsciente. En un más allá del mundo presente, que es posibilidad futu-
ra, la interacción no está sujeta, es libre y procede bajo su propia dinámica; en
otras palabras, la interacción es igualitaria, libre y recíproca. Este movimiento
oscilatorio que atraviesa el presente de la interacción humana y se mueve hacia
su posibilidad futura dentro de un mundo emancipado es el momento de la
esperanza que rebasa el estado actual de las cosas. A pesar de todo lo que su-
cedía en aquella década, el marxismo abierto no renunció a la esperanza de la
posibilidad de la transformación radical de la sociedad.
Es importante agregar que en los años ochenta el marxismo analítico estaba
en ascenso; este enfoque teórico se presentaba como una alternativa para res-
catar al marxismo de su crisis y desarrolló influyentes teorías sobre las clases
sociales, como la teoría de las clases de John Roemer o de Erik Olin Wright.
La escuela del marxismo analítico se propuso convertir al marxismo en una

  Conversaciones con Richard Gunn.


4

  Al respecto ver Gunn (2015).


5

125
El open marxism y la clase como lucha

ciencia social rigurosa fundamentada en estudios empíricos, análisis cuantita-


tivo y, en algunos casos, en la teoría de juegos. En esta perspectiva, la clase
se entiende fundamentalmente como un concepto empírico y no como un
concepto crítico, perspectiva que difiere del pensamiento de Marx. El mar-
xismo analítico examina la sociedad de clases pero sin ir más allá de ella; por
otra parte, como veremos a continuación, la perspectiva de Richard Gunn y
del marxismo abierto era totalmente opuesta a lo que planteaba el marxismo
analítico.
El artículo de Gunn, Notas sobre clase, surgió en primer lugar como parte
de una polémica con su amigo y colega John Holloway. Desde los años 70, en
la época del debate alemán de la derivación del Estado,6 Holloway sostenía la
importancia de la lucha de clases para comprender el desarrollo de la sociedad
capitalista y criticaba la subordinación teórica de la lucha de clases a las leyes
objetivas del capital. De hecho, para Holloway (1994a) las categorías de El
Capital son categorías de lucha. Sin embargo, Gunn creía que existía un vacío
en el pensamiento de Holloway con respecto al concepto de clase y se pregun-
taba qué entendía realmente su amigo por clase.
En segundo lugar, el artículo surgió como parte de los debates marxistas
sobre la clase. De acuerdo a Gunn, para la mayoría de los escritores marxistas,
tanto empiristas como estructuralistas e incluso para los no marxistas, la clase
se interpreta básicamente como un grupo de individuos o como un lugar que
los individuos ocupan estructuralmente. Los grupos de individuos se consti-
tuyen a partir de algo en común: por ejemplo, su nivel de ganancias, su fuente
de ingresos o su relación con los medios de producción. A este punto de vista
que trata a las clases como grupos o lugares, Gunn (1987; 2004: 19) lo deno-
mina la concepción sociológica de clase y sostiene que es una interpretación
errónea, dado que Marx en el capítulo sobre las clases del tomo 3 de El Capi-
tal rechaza dicha interpretación como una mera presuposición.
Efectivamente, en dicho capítulo, Marx (2001: 817) señala que “a primera
vista” lo que permite especificar una clase es la identidad de sus rentas y la
fuente de sus ingresos. No obstante, explica que este punto de vista puede dar
lugar a la división en un sin fin de grupos sociales que se constituirían como
distintas clases. De acuerdo a Marx (2001, pp. 817-818), si se piensa la clase
a partir de este enfoque, las profesiones también formarían clases y “lo mismo

6
  El debate de la derivación del Estado fue un debate muy importante dentro del
pensamiento marxista que surgió en la década de 1970 en Alemania Occidental y tenía
como objetivo derivar lógica e históricamente el Estado de la naturaleza de las relaciones
capitalistas. Sobre el debate ver Clarke (1991), Holloway y Picciotto (1978).

126
Alfonso Galileo García Vela

podría decirse del infinito desperdigamiento de intereses y posiciones en que la


división del trabajo separa tanto a los obreros como a los capitalistas”. Ahora
bien, Marx señala que lo que realmente nos permite decir qué es una clase es
responder primero a la pregunta sobre qué es lo que convierte a los obreros
y a los capitalistas en clases sociales. Por lo tanto, la respuesta al problema de
qué es una clase no puede abordarse a partir de sus formas de aparición como
grupos o lugares, ya que el resultado es un concepto fetichizado de clase. La
clase, para Marx, se debe comprender a partir de las relaciones sociales que se
encuentran tras sus formas de aparición; relaciones sociales que constituyen
al obrero y al capitalista como clase. Este es el modo en que Marx analiza la
mercancía o el capital, como relaciones sociales y no como cosas, que es su
apariencia fetichizada.
En este sentido, Gunn señala que la clase como el propio capital es una re-
lación social y una relación social no puede ser un grupo o un lugar. Este es el
punto de partida para una teoría de la clase; a partir de ahí, Gunn plantea que
la clase es la propia relación, la relación antagónica entre el capital y el trabajo.
En consecuencia, la clase es específicamente una relación de lucha; entonces,
la clase y la relación de clases son términos intercambiables y una clase se
puede pensar como un tipo particular de relación de clases. Para Gunn (1987;
2004: 20) pensar la clase en términos de lucha no significa que las clases son
entidades sociales preestablecidas que después entran en lucha, significa que
la premisa fundamental de la clase es la lucha de clases.
E. P. Thompson (1979, pp. 37-39), uno de los más importantes historiado-
res marxistas, planteó una interpretación similar. Para este autor, el concepto
de clase es inseparable de la noción de lucha de clases. Desde el análisis histó-
rico, Thompson sostiene que en el proceso de lucha los sujetos se descubren
como clase; por lo tanto, la lucha de clases es un concepto previo a la clase.
Según Thompson, en el proceso real histórico la clase y la conciencia de clase
son siempre las últimas fases de este proceso y no las primeras. Sin embargo,
Gunn (1987; 2004: 20) busca ir más allá de este enfoque al plantear que la
lucha de clases es intrínseca a la clase. Es decir, la lucha no es previa a la clase
como señala Thompson, “la lucha de clases es la propia clase”. Este es uno
de los aportes más importantes de su artículo y según Gunn, éste es el modo
en que Marx introduce la clase al principio del Manifiesto Comunista. En el
Manifiesto Comunista el énfasis está puesto en la lucha de clases como una
dinámica social que está en el centro de “la historia de todas las sociedades que
han existido hasta nuestros días”.7

  Párrafo citado del Manifiesto Comunista, Marx y Engels (2004: 21).


7

127
El open marxism y la clase como lucha

Al enfoque que concibe al concepto de clase como una relación de lucha,


Gunn lo llama la noción marxista de clase y en su artículo muestra las di-
ferencias que existen entre esta noción y la concepción sociológica de clase.
Al mostrar las diferencias entre ambos puntos de vista, Gunn busca mostrar
los límites de la concepción sociológica de clase y dilucidar las consecuencias
teóricas y prácticas de asumir la noción marxista de clase o la concepción so-
ciológica. A continuación presentaré las diferencias que considero centrales:
Primera, debido a su interpretación de la clase como grupos o lugares, la
concepción sociológica se enfrenta a la dificultad de que no todos los indivi-
duos pueden ser situados en la clase capitalista o en la clase proletaria. Enton-
ces, para escapar a esta dificultad, la concepción sociológica se ve obligada a
recurrir a categorías residuales como las clases medias o los estratos medios.
Para Gunn (1987; 2004: 21), éstas son invenciones teóricas producidas por un
esquema conceptual empobrecido. Esta perspectiva implica una fuerte crítica
a la teoría de Erik Olin Wright (1994: 5) sobre la clase media y en general a
su conceptualización de estructura de clases como un conjunto de posiciones
que son ocupadas por los individuos y las familias. A diferencia de la concepción
sociológica, la noción marxista no se enfrenta a dicha dificultad, ya que considera
que la relación capital-trabajo va estructurando de manera antagónica y de
modo cualitativo y cuantitativo la vida concreta de los individuos; y esta es-
tructuración de vidas se expresa de diferentes formas.
Segunda, en la noción marxista el trabajador puro o el capitalista puro no
se privilegian metodológicamente; es decir, el capitalista y el trabajador son
tratados como casos límites y son considerados como figuras que se entrelazan
con otras en “una multitud diversamente estructurada” (Gunn, 1987; 2004:
22). Por otro lado, en la concepción sociológica el trabajador y el capitalista
puros son tratados como pilares metodológicos entre los cuales se forman las
clases intermedias. Según Gunn, para Marx no existe el proletario puro, dado
que en la sociedad burguesa el productor de plusvalía está atravesado por la
relación salarial a la cual le es inherente la mistificación ideológica. Es decir,
que a pesar de que el trabajador vive la experiencia de la explotación capitalista
se encuentra atravesado en contra de sí mismo por la ideología burguesa.
Tercera, para la noción marxista existe una relación de clases única que
estructura la vida de los individuos y es la relación capital-trabajo, mientras
que la concepción sociológica reconoce múltiples posibilidades de relaciones
entre grupos o lugares. Gunn (1987; 2004: 24) señala que a pesar de que la
concepción marxista de clase es acusada de reduccionismo en realidad no lo
es, ya que muestra “la riqueza generada por la experiencia de esta textura de
vida autocontradictoria, hacia la plena luz teórica y fenomenológica”. Mien-

128
Alfonso Galileo García Vela

tras que la concepción sociológica sí cae en el reduccionismo, ya que quiere


ubicar a cada individuo en algún grupo o lugar específico dejando por fuera la
existencia del individuo transcategorial. Además, la noción marxista de clase
no construye la clase en términos de roles, como sí lo hace la concepción
sociológica. La definición de roles no es un principio metodológico; por el
contrario el concepto marxista de clase muestra la propia lucha del individuo
que cuestiona permanentemente las dimensiones universales y particulares de
la individualidad. Según Gunn, las definiciones de roles como proletario o
burgués no son una solución teórica o práctica para Marx, por el contrario,
son problemas teóricos que se deben resolver.
Cuarta, para Gunn, si el concepto de clase es interpretado como grupos o
lugares aparece un amplio espectro de clases y fracciones de clase; entonces,
la práctica política tiene que ver con alianzas entre clases y fracciones. Ade-
más, como la concepción sociológica le atribuye un papel privilegiado o de
liderazgo a la clase trabajadora pura, se establece una visión jerárquica de la
lucha de clases, lo cual lleva a la idea de partido de vanguardia y a la distinción
entre elementos de clase avanzados y atrasados. Gunn señala que la noción
marxista de clase rompe con esta visión de la praxis política ya que, por un
lado, al existir únicamente una relación de clase, esta noción no se plantea
ninguna cuestión de alianzas entre clases y fracciones de clase. Por otra parte,
la noción marxista la clase trabajadora pura no tiene ningún lugar político
privilegiado, dado que este lugar no existe. En consecuencia, es destruida toda
idea de partido de vanguardia. De esta forma, para Gunn (1987; 2004: 26) la
“política auténticamente marxista equivale a una política de tipo anarquista”.
La crítica a la idea leninista de partido de vanguardia es un tema fundamental
para el marxismo abierto debido a su importancia para actualizar el concepto
de revolución y de praxis política. En el texto de Gunn se encuentran algunas
bases de esa crítica que posteriormente fue desarrollada en trabajos de Sergio
Tischler (2003, 2007).
El análisis de Gunn expone las limitaciones del marxismo sociológico cuyo
representante más conspicuo en aquel momento era el marxismo analítico;
asimismo, muestra que la clase no era un concepto reduccionista o caduco
como exponían los posmarxistas, sino una categoría central para comprender
el capitalismo actual. El enfoque de Gunn (1987; 2004: 31), tal como él lo
subraya al final de su artículo, libera al análisis de clase de todo determinis-
mo ya que el centro del análisis es la lucha “que se desarrolla de una manera
completamente entretejida, continua e imprevisible, lo que para Marx es la
existencia de la clase per se”. En este sentido, la posición teórica de Gunn
y del marxismo abierto era claramente una lucha en términos conceptuales

129
El open marxism y la clase como lucha

que abría la posibilidad a la transformación radical de la sociedad a pesar del


derrumbe del socialismo real y el aparente triunfo del capitalismo neoliberal.
Por último, Richard Gunn afirma que cuando terminó su artículo Notas sobre
clase se dio cuenta de que no existía un vacío en el pensamiento de su amigo
John Holloway sobre el concepto de clase; por el contrario, la noción de clase
que sostenía Holloway en sus conversaciones con él era correcta y por lo tanto
Gunn quedó convencido de las concepciones de su amigo.

Constitución y existencia

En la década de 1990 el marxismo abierto continuó con su reflexión teórica y


resistió el enorme impacto que tuvo en el pensamiento crítico el fin del socia-
lismo real, la gran difusión de la tesis de Fukuyama sobre el fin de la historia
y el edicto de Derrida (1998) “Marx ha muerto y con él la utopía”. Como
consecuencia de estos acontecimientos, existía una preocupación real sobre
la muerte del marxismo. En un artículo titulado La pertinencia del marxismo
hoy, Holloway (1994b: 29) expone esta preocupación: “cuando hablo y uso las
categorías del marxismo, muchas veces tengo casi la impresión de que estoy
hablando en latín, de que estoy hablando un viejo idioma que mucha gente ya
no entiende, un idioma que tal vez está muriendo”. Sin embargo, Holloway
trasciende el pesimismo con el que comienza su artículo, que expresaba una
realidad social, y no renuncia a la pertinencia del marxismo en la actualidad
como una teoría que provea los fundamentos para una crítica radical contra
esta sociedad de dominación, explotación y muerte.
Asimismo, en los noventa irrumpen una serie de protestas y rebeliones
contra el capitalismo neoliberal; como el levantamiento zapatista, la huelga
general en Francia y la batalla de Seattle. Estas luchas otorgan un nuevo im-
pulso al pensamiento crítico y desvanecen la solidez del discurso sobre el fin de
la historia y la muerte de Marx. En este contexto histórico, Werner Bonefeld,
uno de los miembros destacados del marxismo abierto, produce una importan-
te reflexión sobre el concepto de clase. Werner Bonefeld obtuvo su licenciatura
en ciencia política en la Universidad Libre de Berlín. En esta universidad,
Johannes Agnoli fue uno de sus profesores y tuvo un fuerte impacto en su
pensamiento. Para Bonefeld (2003), Agnoli fue el pensador de la dignidad hu-
mana así como el teórico práctico de 1968 en Alemania Occidental. Después
de terminar su licenciatura en Berlín, Bonefeld se traslada a la Universidad de
Edimburgo, donde realiza su doctorado bajo la dirección de John Holloway
y con Richard Gunn muy involucrado en su tesis. A partir de ahí, Bonefeld,

130
Alfonso Galileo García Vela

Gunn y Holloway inician una intensa colaboración intelectual que perdura en


la actualidad.
La aproximación de Bonefeld al tema de la clase proviene de la tentativa
de conectar su interpretación de la acumulación originaria o primitiva con el
concepto de clase.8 Anteriormente, Bonefeld se había propuesto conceptualizar
el significado de la acumulación originaria en la constitución de las relaciones
sociales capitalistas. Su preocupación por la acumulación originaria inició con
el artículo titulado Class struggle and the permanence of primitive acumulation
que se publicó en el número 6 de Common Sense en 1988.
El núcleo del argumento de Bonefeld (1988, 2012), que ha desarrollado
en artículos posteriores, es que la acumulación originaria no describe sola-
mente el período de transición que llevó del feudalismo al surgimiento del
capitalismo; por el contrario, la acumulación originaria entendida como la
separación del productor de los medios de producción describe un proceso
que se reproduce permanentemente a lo largo de la historia del capital. Según
Bonefeld (2012, 2013), la tradición marxista ha comprendido erróneamente
la acumulación primitiva como la prehistoria del capitalismo, es decir, que la
separación entre el productor y los medios de producción se interpreta como
un hecho pasado ya consolidado. No obstante, la historia del capital hasta la
actualidad muestra que la acumulación y expansión del capital conllevan una
constante separación entre el productor y los medios de producción. Por lo
tanto, para Bonefeld, la acumulación originaria es la precondición y la “pre-
misa continuada” de las relaciones sociales capitalistas; su relevancia reside
en que es un “punto centrífugo” en torno al cual se resuelve la existencia del
trabajo social en el capitalismo
Si bien, es muy discutible la posición de Bonefeld sobre la permanencia
de la acumulación originaria dado que el concepto de acumulación primitiva
es más complejo, no implica únicamente la separación del productor de los
medios de producción, engloba las condiciones y supuestos históricos previos
a la existencia del capital en que se produce la primera separación entre el
productor y los medios de producción. Es importante subrayar que Bonefeld
señala de manera correcta que la premisa o el supuesto constitutivo del capital
no es un hecho consolidado que pertenece al pasado del capital, es un pro-
ceso que se constituye continuamente, lo cual implica una lucha de nosotros
contra la reconstitución de la separación. Dicho planteamiento es uno de los
aportes más importantes de Bonefeld e involucra el problema de la relación

  Conversaciones con Werner Bonefeld.


8

131
El open marxism y la clase como lucha

entre constitución y existencia, una relación particularmente relevante para el


marxismo abierto.
Lo que plantea el marxismo abierto es que la existencia de las formas ca-
pitalistas de relaciones sociales (como la mercancía, el dinero, el Estado, etc.)
no está radicalmente separada de su constitución o génesis. Es decir, la génesis
de estas formas o el proceso que constituyó su existencia no es un pasado
histórico acabado y separado temporalmente de su existencia; por el contrario,
la constitución y la existencia están intrínsecamente unidos. De tal modo que la
existencia es interpretada como una lucha permanente del capital contra la
humanidad por constituir y reconstituir las relaciones sociales de dominación.9
A partir de sus reflexiones sobre la acumulación originaria y las ideas de
Gunn sobre el concepto de clase, Bonefeld establece una conexión entre clase y
acumulación primitiva en el artículo titulado clase y constitución. Este artículo
fue escrito primero como una ponencia para el congreso The Labour Debate,
organizado en febrero de 1999 por Ana C. Dinerstein y Michael Neary en la
Universidad de Warwick, Inglaterra.10 Posteriormente, en 2001 se publicó en
español en el número 2 de la revista Bajo el Volcán.
En dicho artículo Bonefeld rechaza cualquier intento por definir la clase.
Según Bonefeld (2004, pp. 35-36), las definiciones son estáticas y dependen de
nociones preexistentes sobre la sociedad, de las cuales se derivan los sujetos y
sus roles. Una definición de clase corre el peligro de convertirse en tautológica
y contradictoria. Por lo tanto, la comprensión del concepto de clase “no puede
avanzar como un ejercicio de definiciones”, tal aproximación queda anclada a
un mundo cosificado. Si el proyecto teórico de Bonefeld pone énfasis en las
relaciones sociales dinámicas debe ir más allá de las definiciones estáticas y
clasificatorias. Entonces, para comprender la clase es necesario conceptualizar;
conceptualizar, para nuestro autor, significa determinar, y determinar es “in-
quirir en la constitución y movimiento social de un mundo cosificado” (Bo-
nefeld, 2004: 37). En este sentido, la Teoría Crítica se puede entender como
una teoría de la determinación. Por el contrario, una teoría de la clase que se
construya a partir de definiciones es parte de una concepción sociológica o un
marxismo sociológico; como el marxismo analítico que, para Bonefeld, no es
más que otro modo de aparición del marxismo-leninismo.
Siguiendo a Marx, Bonefeld sostiene que para decir qué es una clase, pri-
mero hay que responder a la pregunta sobre qué es lo que convierte a los

  Sobre la relación entre constitución y existencia ver Holloway (2010).


9

  Conversaciones con Werner Bonefeld. Sobre The Labour Debate ver el libro de
10

Dinerstein y Neary (2009).

132
Alfonso Galileo García Vela

obreros asalariados en clase social. En el centro de la teoría de Bonefeld que da


respuesta a esta pregunta está “la permanencia de la acumulación originaria” o,
en otros términos, la separación continua del trabajo de sus condiciones. Bo-
nefeld revindica el tema de la constitución de las relaciones sociales capitalistas
para comprender la clase, tema que es fundamental para Marx y que ha dejado
de lado la tradición del marxismo sociológico.
Según Bonefeld, la separación del trabajo de sus medios ya no es la con-
dición del surgimiento histórico del capital, sino que se ha convertido en la
presuposición constitutiva de su existencia. En consecuencia, la acumulación
originaria es, también, el fundamento de las clases sociales en el capitalismo.
En otras palabras, la separación entre el productor y los medios de producción
es la condición de existencia del obrero y del capitalista como clases. No obs-
tante, dicha separación fue el resultado de la lucha de clases que liberó al amo
del siervo y al siervo del amo; en este sentido, para Bonefeld, al igual que para
Gunn, la lucha de clases es la premisa fundamental de la clase.
Así, para Bonefeld (2004: 61) la clase es una relación social dinámica cuya
existencia constitutiva es la separación del trabajo de sus condiciones. Al fun-
damentar la existencia de la clase en la separación, Bonefeld trata de mostrar
que la comprensión de las relaciones sociales no puede fundamentarse en “no-
ciones a priori” o en la existencia establecida de la clase trabajadora y la clase
capitalista. Se fundamenta en su constitución o génesis y solo a través de ella
se puede comprender la existencia de la clase. De este modo, la constitución
histórica es el punto de partida para comprender la lucha de clases.
Como sostiene Bonefeld, estos planteamientos, implican que la categoría
clase solamente tiene sentido como una categoría crítica. Ya que si se acepta
la existencia de las relaciones sociales capitalistas como acabadas o ya estable-
cidas, sin teorizar la relación constitutiva de la separación, la clase obrera se
interpretaría en términos de su afirmación y no de su negación. Así pues, para
Bonefeld (2004: 61) “el concepto de “clase” no es un concepto afirmativo, sino
crítico”. En conclusión, la clase trabajadora es la clase que lucha contra su pro-
pia existencia como clase. Por lo tanto, para el marxismo abierto la superación
del capitalismo implicaría la abolición del proletariado, no su autorealización.
Como veremos en la siguiente sección, los planteamientos de Richard
Gunn y Werner Bonefeld tuvieron una fuerte influencia en las concepciones
de clase de John Holloway; sin embargo, podemos decir que entre estos auto-
res se produjo una iluminación mutua, la cual dio lugar a un proyecto teórico
colectivo sobre la noción de clase. El artículo de Holloway que analizaremos
a continuación, titulado Clase y clasificación, se publicó en la revista argentina

133
El open marxism y la clase como lucha

Cuadernos del Sur, en el año 1999; también, se presentó como una ponencia
para el congreso The Labour Debate. El artículo fue expresión del impulso que
daban a la teoría crítica las luchas contra el capitalismo neoliberal y surgió de
la necesidad de reflexionar sobre si estas luchas eran nuevas formas de la lucha
de clases.

Fetichización y clase

En el artículo Clase y clasificación, Holloway reflexiona sobre las consecuen-


cias para el concepto de clase de comprender el fetichismo como proceso de
fetichización. Para nuestro autor, existen dos maneras distintas de comprender
el fetichismo; por un lado, la concepción del fetichismo como un hecho es-
tablecido y por otro, la fetichización como una lucha continua por fetichizar.
La discusión sobre fetichismo y fetichización tiene una gran relevancia para
Holloway, en su libro Cambiar el mundo sin tomar el poder, uno de sus libros
más importantes que se publicaría unos años después, la discusión es central
para su crítica al Estado y al Capital. Actualmente, Holloway (2013) sostiene
que los sustantivos sugieren cierta fijación y excluyen al sujeto social activo,
mientras que los verbos expresan el movimiento, la acción y la apertura.
Nuestro autor señala que en ciertos párrafos de El Capital parece que Marx
describe el fetichismo como un hecho fijo, ya consumado. Esta concepción
tiene importantes repercusiones en la teoría y la práctica: en primer lugar, si
las relaciones sociales se asumen como si estuvieran ciertamente fetichiza-
das, se establece una distinción entre la clase trabajadora y los teóricos. Los
teóricos se asumirían como los sujetos capaces de penetrar en las apariencias
fetichizadas de las relaciones sociales y de entender las relaciones sociales rei-
ficadas como el modo de existencia históricamente específico de las relaciones
entre las personas. En consecuencia, los teóricos son los sujetos iluminados
capaces de guiar a los trabajadores que viven en el mundo fetichizado, esta
perspectiva convierte a la teoría en elitista y liquida teóricamente las posibili-
dades de autoemancipación de los trabajadores.
En segundo lugar, si el fetichismo se interpreta como un hecho estableci-
do, entonces, la dominación que involucra las relaciones sociales fetichizadas
se asume, a la vez, como ya establecida. Por lo tanto, la existencia social en el
capitalismo queda determinada por la dominación y no por la lucha de clases,
y el marxismo se convierte en una teoría de la dominación social. En tercer
lugar, si el fetichismo es un hecho fijo, ya consumado; entonces, las formas
fetichizadas se constituyeron en la génesis del capitalismo, su constitución se

134
Alfonso Galileo García Vela

interpreta como un pasado histórico separado temporalmente de su existencia;


por lo tanto, se separa la constitución y la existencia, como ya hemos señalado
esto es muy problemático para el marxismo abierto.
Asimismo, la concepción del fetichismo como hecho fijo tiene consecuen-
cias decisivas sobre la noción de clase. Para Holloway (2004, pp. 74-76) gran
parte de las polémicas marxistas sobre el concepto de clase asumen que las
formas fetichizas están establecidas. Por consiguiente, la relación entre la clase
capitalista y la clase trabajadora se toma como una relación de dominación del
capital sobre el trabajo. Sobre esta base, se intenta definir a la clase trabajadora
y se estudia su lucha. Es decir, la subordinación del trabajo al capital da la po-
sibilidad de definir a la clase trabajadora; así pues, la subordinación abre paso
a la definición y para Holloway y los demás miembros del marxismo abierto,
las definiciones cierran aún más el mundo.
Además, las definiciones llevan a la identificación de la clase como grupos
de personas y, como ya vimos, para el marxismo abierto las clases no son ni
grupos ni lugares. Holloway señala que el proceso de identificación o clasifi-
cación es el punto de partida de las discusiones entre los marxistas acerca de si
un movimiento es de clase o no. Por otra parte, la clasificación conduce al pro-
blema de la pertenencia, el problema reside en que al asumir una definición
pre-establecida de la clase implica que debemos ubicarnos o ubicar a las per-
sonas dentro de las definiciones de clase pre-existentes, pero esto no es nada
sencillo, ¿a qué clase pertenece Marx? o ¿los zapatistas? o ¿las feministas?, etc.
Un problema adicional que se origina a partir de una definición de clase es
la definición de las luchas. Holloway (2004: 76) señala que de la definición
de la posición de clase se deriva la caracterización de las luchas: el individuo
que ha definido la clase, también, especifica la relevancia del antagonismo de
las luchas, si este es válido o no. Esto puede llevar a un oscurecimiento de la
percepción de los antagonismo de clase y conducir a la conclusión de que la lucha
de clases ya no es importante para el cambio social.
Ahora bien, a diferencia de lo anterior, Holloway (2004, pp. 73-74) señala
que si el fetichismo es entendido como un proceso activo de fetichización,
significa que “las relaciones sociales están y no están fetichizas, son contra-
dictorias”. Aquí, el fetichismo se presenta como una lucha entre el proceso
constante de fetichización de las relaciones sociales y las tendencias antifeti-
chizantes. En este enfoque, fetichización y lucha no están separadas, por lo
tanto, la dominación capitalista no es total, es “una lucha por fetichizar” y “la
existencia presente de las formas sociales es su siempre renovada constitu-

135
El open marxism y la clase como lucha

ción”. Por consiguiente, la constitución y la existencia se encuentran unidas y


la producción de las relaciones sociales está siempre en disputa.
A partir de lo anterior, Holloway (2004: 77-78) señala que “el capitalismo
es la generación siempre renovada de la clase, la siempre renovada clasificación
de las personas.” Plantear la existencia de las clases significa que estas se en-
cuentran en un proceso de permanente constitución; siguiendo del análisis de
Bonefeld, Holloway sostiene que la clase puede ser vista como la separación
violenta entre sujeto y objeto. A diario, en el capitalismo se confisca el objeto
creado y producido por el sujeto y la violencia con que se da la apropiación no
es característica exclusiva de la acumulación originaria, es parte fundamental
de la existencia del capitalismo. No puede existir la clase capitalista y la clase
trabajadora sin la separación sujeto-objeto; entonces, la separación entre su-
jeto y objeto es constitutiva de la clase y de la clasificación de la humanidad.
De tal suerte que para Holloway (2004: 78) la lucha de clases es “la lucha
por clasificar y contra ser clasificado al mismo tiempo que, inseparablemente,
la lucha entre clases constituidas”. Desde esta perspectiva, el conflicto de cla-
ses no tiene lugar después de que se ha establecido la subordinación del tra-
bajo al capital o de que se hayan constituido las clases, es un conflicto entre la
subordinación y la insubordinación; por consiguiente, la lucha de clases es una
lucha por constituir las relaciones sociales capitalistas. En conclusión, para
Holloway la constitución de las relaciones sociales capitalistas es en sí misma
lucha de clases, en este punto, se refleja la influencia mutua entre Holloway y
Gunn. Como vimos, para Gunn la lucha de clases es la propia clase; en térmi-
nos de Holloway, la constitución misma de la clase es una lucha.
El enfoque de Holloway (2004: 79) es más amplio y profundo que las teo-
rías marxistas clásicas donde la respuesta a la pregunta de si son o no son clase
trabajadora daba un sentido revolucionario a las luchas. Holloway nos dice
que “no luchamos como clase, luchamos en contra de ser clase trabajadora, en
contra de ser clasificados”. En ese sentido, lo importante en la lucha de clases
no es si somos o no somos clase trabajadora, lo importante es la lucha contra
el proceso de fetichización, contra la clasificación capitalista y contra ser clase
trabajadora; esto es lo que otorga unidad a las luchas, no el hecho de ser miem-
bros de una clase común. En síntesis, para nuestro autor, la lucha no emerge
del hecho de ser clase trabajadora, ser clase trabajadora no implica ser una
clase revolucionaria. La lucha emerge de nuestra existencia dentro-contra-y-
más-allá de ser clase trabajadora.
Por último, Holloway (2004: 82) nos sugiere que no podemos entender
el capitalismo simplemente en términos de la contradicción entre trabajo y

136
Alfonso Galileo García Vela

capital, es esencial comprender el trabajo como constitutivo de las relaciones


sociales capitalistas. “El trabajo es la producción de capital y la producción
de capital es la producción de clases, la clasificación”. No obstante, el trabajo
existe en el capitalismo de modo contradictorio; el trabajo puede ser entendi-
do como la forma en que existe la actividad voluntaria y creativa o, en otros
términos, el hacer. Así pues, afirmar que el hacer existe como trabajo implica
que también existe como anti-trabajo. Por consiguiente, la lucha de clases es la
lucha del hacer en contra del trabajo, que es la lucha por la autodeterminación
del hacer.

Conclusión

El marxismo abierto nos dice que la clave para entender la clase es comprender-
la en términos negativos o críticos. La clase es la negación de la clase misma,
es decir, la clase es la propia lucha de las personas en contra de ser clase, en
contra de ser clasificados. Por lo tanto, la clase es lucha, este es uno de los más
importantes aportes del marxismo abierto. Además, es muy importante sub-
rayar que su concepto de clase se vincula con las luchas por la emancipación
humana y busca un diálogo con ellas.
El marxismo abierto enfatiza que si nuestra reflexión se quiere plantear en
términos críticos, no podemos separar clase y lucha. Si se separan, la clase se
concibe de modo afirmativo como grupos o lugares, y esta manera de enten-
derla es muy problemática y es parte de una tradición marxista que acepta las
relaciones sociales como constituidas, como hechos fijos. Para el marxismo
abierto esta perspectiva es fetichista en sí misma, dado que al separar la lucha
se excluye al sujeto social activo y se termina por encubrir las luchas que se
encuentran tras las formas fetichizadas del capital, como la clase, el dinero,
el Estado o el partido. Para ver las luchas es necesario criticar la apariencia
fetichizada de las relaciones sociales. Para el marxismo abierto, la lucha de
clases no se puede entender como un conflicto entre dos grupos de personas
separados; la lucha de clases es un conflicto que atraviesa la totalidad de las
relaciones sociales capitalistas incluyendo la clase misma.
Ahora bien, ¿por qué es relevante el concepto de clase hoy? Básicamente
el marxismo abierto nos responde que la clase nos permite ver la unidad que
subyace bajo la diversidad de las luchas actuales y, al mismo tiempo, nos inter-
pela como sujetos activos, como sujetos que luchan por la autodeterminación
social de su propio hacer. Para terminar, el marxismo abierto actualiza el concepto
de clase y rompe con el canon clásico de la lucha de clases; nos muestra que la

137
El open marxism y la clase como lucha

idea de clase expresa nuestra capacidad de resistencia contra el capital y nuestro


poder de transformar el mundo.

Bibliografía
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140
Capítulo 8

Consideraciones finales:
Sobre la relevancia sociológica del concepto
marxista de clase social
Massimo Modonesi

El arquitrabe del pensamiento marxista sobre la historia y de la dinámica so-


cial que la mueve se encuentra en su expresión más característica, distintiva
y altisonante: lucha de clases. En efecto, así como podemos reconocer en el
marxismo una lógica del capital, es necesario no perder de vista la presencia
de una perspectiva anclada en la lógica de la lucha de clases, a decir de muchos
velada por y subordinada a la primera en la obras de Marx (Dardot y Laval,
2012: 219).
La perspectiva teórica que se desprende de este engranaje conceptual tuvo
una influencia tan vasta que dio la sensación de volverse hegemónica conforme
avanzaba el siglo XX, para posteriormente decaer y ser considerada obsoleta
hacia el final del mismo siglo. En nuestros días como diagnostica acertada-
mente Goran Therborn: “La reciente filosofía de la lucha sin clases se corres-
ponde con la sociología de las clases sin lucha” (Therborn, 2014: 157).
A continuación, verteré unas breves reflexiones sobre algunas coordenadas
que permiten sostener una reivindicación de esta formulación y de sus impli-
caciones teóricas desde la perspectiva de la sociología política y no –como es
más frecuente— desde la crítica de la economía política, la estrategia política,
la historia o la filosofía tal como aparece, por ejemplo, en un libro de Dome-
nico Losurdo titulado La lucha de clases (2013).

141
Consideraciones finales: Sobre la relevancia sociológica del concepto marxista de clase social

No podré desagregar aquí con la debida profundidad el conjunto de preguntas


e hipótesis que se desprenden de cada uno de los conceptos y, sobre todo, de
la relación entre ambos. Valgan las siguientes consideraciones como ejercicio
de problematización conceptual e invitación al debate.

I.
Entendemos por clase social no un concepto aislado y estático sino dinámico
y relacional, inserto en la fórmula lucha de clases.
La hipótesis central que desarrollé en un libro reciente1 es que identificar,
describir, analizar, explicar e interpretar las luchas, las clases, las formas y cir-
cunstancias del cruce que implica asumir que las luchas son de clase y que las
clases luchan, constituye el núcleo duro y el meollo de la agenda marxista en el
terreno de una teoría de la acción política, una teoría centrada en el principio
antagonista.
Aun cuando existe cierto consenso en torno a la idea de que entre la con-
formación de la subjetividad y la acción que la forja y la expresa, existe simul-
taneidad y sincronía, el debate marxista se dislocó y no pocas veces polarizó
entre los defensores de la primacía de una u otra, de la estructura y la acción,
de la importancia de la clase en sí o de la clase para sí, primacía e importancia
que se traducían en distintas lógicas secuenciales.
La opción por la lucha se manifiesta por ejemplo de forma clara y explícita
en las apuestas analíticas de E. P. Thompson, el obrerismo italiano y el open
marxism que reseñamos en este libro. Valga este posicionamiento de E. P.
Thompson como botón de muestra de un debate intenso y fecundo, no exento
divergencias substanciales y de tonos polémicos:
[…] se ha prestado una atención teórica excesiva (gran parte de la misma
claramente ahistórica) a “clase” y demasiado poca a “lucha de clases”.
En realidad, lucha de clases es un concepto previo así como mucho más
universal. Para expresarlo claramente: las clases no existen como enti-
dades separadas, que miran en derredor, encuentran una clase enemiga
y empiezan luego a luchar. Por el contrario, las gentes se encuentran
en una sociedad estructurada en modos determinados (crucialmente,
pero no exclusivamente, en relaciones de producción), experimentan la
explotación (o la necesidad de mantener el poder sobre los explotados),
identifican puntos de interés antagónico, comienzan a luchar por estas

  Del cual retomé buena parte de los argumentos y de la redacción de este apartado. Véase
1

Massimo Modonesi, El principio antagonista. Marxismo y acción política, Ìtaca-UNAM,


México, 2016, ver cap. 1, apartado 3.

142
Massimo Modonesi

cuestiones y en el proceso de lucha se descubren como clase, y llegan


a conocer este descubrimiento como conciencia de clase. La clase y la
conciencia de clase son siempre las últimas, no las primeras, fases del
proceso real histórico. Pero, si empleamos la categoría estática de clase,
o si obtenemos nuestro concepto del modelo teórico previo de una to-
talidad estructural, no lo creeremos así: creeremos que la clase está ins-
tantáneamente presente (derivada, como una proyección geométrica, de
las relaciones de producción) y de ello la lucha de clases (1984: 37-38).

Sin duda, como lo señalábamos, la noción de lucha permite abrir el abanico


de preguntas relacionadas con la acción, con la dimensión de lo que en el de-
bate sociológico se conoce como agencia: quiénes, son y cómo se organizan y
entran en conflicto sujeto y actores. Es, en este sentido, lucha es el sustantivo
dinámico y procesual de la fórmula lucha de clases.
Por otra parte, en lo que respecta a la temporalidad, en el debate marxista
la noción de lucha abarcó y permite abarcar tanto el proceso como el aconteci-
miento, e invita a asumir el problema de la distinción entre ambos, que no es
sólo una cuestión cuantitativa como corto, mediano o largo plazo, sino cua-
litativa; una cuestión que permite resaltar tiempos continuos y acumulativos,
con discontinuidades y rupturas, sobresaltos de la historia.2
Finalmente, el concepto de lucha coloca la cuestión estratégica, en la cual la
confrontación entre clases se torna política y aflora la dimensión subjetiva del
antagonismo. La lucha es social en tanto se libra en el terreno de la sociedad, y
es política en tanto es una disputa por el poder. Así, la construcción interna de
la clase se realiza en función de la lucha, y la lucha entre las clases es el campo
de batalla, el contexto conflictual propio de las sociedades capitalistas. En la
lucha se forjan lo colectivo y lo subjetivo, colocados social y políticamente en
situación clasista; la confrontación es mucho más que un efecto de estructura o
la simple condición o situación de clase.
En este sentido, el marxismo apunta a una forma específica de acción co-
lectiva, a una acción política que es acción clasista y acción antagonista. En
esta pendiente, se opera un recorte y se establece una lógica de análisis de los
fenómenos de movilización; éstos son luchas surgidas en el marco de campos
de clase y que tienden a politizarse.

2
  En una línea de lectura de Marx, que recupera las intuiciones de Walter Benjamin y
Ernst Bloch sobre las temporalidades no lineales. Véase La discordance des temps de Daniel
Bensaid (2005). Las principales tesis pueden encontrarse en español en el libro de Marx
intempestivo. Grandezas y miserias de una aventura crítica (Bensaid, 2003).

143
Consideraciones finales: Sobre la relevancia sociológica del concepto marxista de clase social

II.
Por su parte, la noción de clase, en tanto contiene un elemento deter-
minante de materialidad socioeconómica, es un poderoso antídoto contra el
culturalismo, el politicismo y el subjetivismo posmodernos que atraviesan los
enfoques dominantes en el campo de los estudios de los movimientos sociales.
Al mismo tiempo, en su vertiente sociopolítica el concepto de clase así
como fue desobjetivado y desfetichizado por los marxismos críticos, conlleva
una apuesta a pensar lo político desde la agregación y la acción colectiva en un
plano pre y sin excluir un posterior desarrollo en este terreno. Así que clase es
(también) un concepto de la teoría política. En su seno anidan algunas ten-
siones y posibles hipótesis de articulación. En efecto, la noción de clase es, en
términos marxistas, una síntesis de la relación dialéctica entre determinación
material socioeconómica y subjetivación sociopolítica, una noción que tiene
un pie en la estructura y otro en la agencia, siendo al mismo tiempo clase en
sí y clase para sí.
Por ello, en la búsqueda de un encuentro entre el marxismo y las nuevas
sociologías críticas (en particular la de Bourdieu), Philippe Corcuff y Daniel
Bensaid ponen el acento en el terreno del constructivismo, que, en el caso del
marxismo, se traduce en concebir la clase, al sujeto o al actor en general como
constructores y constructos, lo cual también es un claro intento de evitar la
polaridad y el dualismo objetivo-subjetivo (Corcuff, 2001: 18, 20; Bensaid,
2005: 32).
En otro plano, concebir la clase como un campo o un universo de clase per-
mite reconocer y analizar una serie de procesos de agregación sociopolítica3
sin caer en el esencialismo propio de cierta tradición obrerista y de una época
marcada por la centralidad de la figura del obrero industrial —o sin buscar
nuevas centralidades inmateriales—, pero sin obviar, no obstante, que la rea-
lidad social contemporánea sigue siendo marcada por la lógica del capital,
la propiedad privada de los medios de producción, por la explotación de los
trabajadores y por la desposesión de los bienes comunes. En este sentido, no
existe “la” clase como entidad sociopolítica; hay un campo de clase y luchas

3
  La noción de campo aquí no remite aquí al pensamiento de Pierre Bourdieu, quien por
cierto adopta una perspectiva clasista peculiar que recupera, por medio del habitus, la idea
de una incorporación de formas específicas y distinguibles, pero no ordena ni jerarquiza
claramente las determinaciones o condicionamientos económicos, políticos y culturales, ni
contempla la posibilidad de la conciencia y praxis política y, con ello, una línea de fractura
en el habitus, sin negar las formas de reproducción cotidiana, y una bifurcación política
entre subordinación e insubordinación, subalternidad y antagonismo.

144
Massimo Modonesi

de clases donde surgen y se forjan subjetividades y actores. En este contexto,


como sostiene Colin Barker, los movimientos sociales son mediaciones de la
lucha de clase (Barker, 2013: 47).
En efecto, no hay que perderlo de vista, que más allá del carácter subjetiva-
mente anticapitalista de las luchas, su carácter de clase coloca a nivel objetivo
la cuestión de la lucha en el contexto del capitalismo. La noción de clase obliga
a entender el conflicto a partir de ciertas claves de lectura que lo sitúan en el
marco de la relación capital-trabajo, entendida ésta como una matriz que, si
bien no resume todas las causas y los propósitos de las luchas, constituye un
punto ineludible de partida.4 Una mirada clasista de las sociedades capitalistas
y de los fenómenos sociopolíticos no impide reconocer otras contradicciones o
antagonismos relacionados con cuestiones como la opresión de género, la li-
beración nacional, la cuestión étnica, etcétera. Por el contrario, sólo una pers-
pectiva clasista permite reconocer las imbricaciones y tensiones que articulan,
anudan, fragmentan o disocian distintos clivajes sociales, políticos y culturales.
La alternativa, es decir, la negación de la dimensión clasista en relación con
los fenómenos de movilización, significa negar que la posición estructural y la
objetivación material cumplen un papel social. El principio clasista de análisis
evita tanto corrimientos explicativos culturalistas como una deriva hacia el
mero estudio simplemente de las formas de los movimientos sociales, y vuelve
a colocar el problema del contenido o, si se quiere, de fondo.
En esta dirección, Burawoy y Wright sostienen que el concepto de ex-
plotación y el análisis clasista de las relaciones sociales de producción en las
sociedades capitalistas, forman el núcleo conceptual del marxismo sociológico.
Al mismo tiempo reconocen que, como contraparte, los explotados retienen
cierto poder de resistencia frente a la explotación, lo cual constituye un desafío
para la reproducción social del capitalismo (Burawoy-Wright, 2000). En este
sentido, Mezzadra reconoce en Marx una “desmesura subjetiva”, es decir, la
“excedencia del sujeto respecto de la condiciones de sujetamiento” (Mezzadra,
2014: 131) lo mismo que). Raymond Williams lo formula claramente de esta
manera:
Lo que realmente debe decirse, como modo de definir los elementos
importantes, o lo residual y lo emergente, y como un modo de com-
prender el carácter de lo dominante, es que ningún modo de produc-

4
  Por ejemplo la problemática de los cuadros y de la esfera decisionales como dimensión
que complejiza la estructuración clasista y su proyección política. Sobre el tema, además
del marxismo analítico de E. O. Wright, acercarse véase el texto de Jacques Bidet y Gérard
Duménil (2007).

145
Consideraciones finales: Sobre la relevancia sociológica del concepto marxista de clase social

ción y por lo tanto ningún orden social dominante y por lo tanto nin-
guna cultura dominante verdaderamente incluye o agota toda la práctica
humana, toda la energía humana y toda la intención humana (Williams,
1988: 141).

En este sentido, la clase como subjetividad política se va delineando en su


centralidad, de la mano del principio de la praxis, en un punto de intersección
entre el ser y la conciencia.
Las clases surgen porque los hombres y las mujeres, bajo determinadas
relaciones de producción, identifican sus intereses antagónicos y son
llevados a luchar, a pensar y a valorar en términos clasistas; de modo
que el proceso de formación de clase consiste en hacerse a sí mismo,
si bien bajo condiciones que vienen “dadas” (Thompson, 1981: 167).

Como señala la recién fallecida historiadora Ellen M. Wood, recuperando


estas intuiciones de Thompson, la noción de clase es más fértil cuando es
concebida históricamente como relación, como proceso y, agregaríamos, como
crisol de movimientos sociales y políticos (Wood, 2013: 90-126). Entre ex-
periencia y práctica, conciencia y espontaneidad, la subjetividad clasista surge
como “disposición a actuar”.5

III.
Es sabido que uno de los elementos problemáticos, y por lo tanto fecundos,
del debate marxista, es el tema de la conciencia de clase. Sin el afán de sinteti-
zarlo aquí, me permito señalar algunos elementos que pueden ser considerados
convencionales, es decir, relativamente aceptados y por lo tanto constitutivos
de una posible definición general. Conciencia corresponde, en el marxismo, a
lo que ahora se conoce en sociología de la cultura como identidad, salvo que
no se reduce a la dimensión cultural sino que remite directa y explícitamente
al substrato concreto de la clase como referente social y material y se traduce

5
  “Class is a social and cultural formation (often finding institutional expression) which
cannot be defined abstractly, or in isolation, but only in terms of relationship with other
classes; and, ultimately, the definition can only be made in the medium of time –that is,
action and reaction, change and conflict–. When we speak of a class we are thinking of
a very loosely defined body of people who share the same congeries of interests, social
experiences, traditions and value-system, who have a disposition to behave as a class, to
define themselves in their actions and in their consciousness in relation to other groups
of people in class ways. But class itself is not a thing, it is a happening” (Thompson,
1965: 357).

146
Massimo Modonesi

directamente en actitud y comportamiento políticos. Esta conexión no implica


plena equivalencia, ya que no tiene que borrar la especificidad política y ni la
tensión-articulación entre el ser social y la conciencia, la cual no se resuel-
ve simplemente en la autorrepresentación del sujeto. Recuperando algunos
elementos avanzados por Thompson, conciencia de clase sería la percepción,
—entendida como identificación y reconocimiento,— de la experiencia de ex-
plotación y dominación, en una relación externa de diferenciación y confron-
tación con los antagonistas de clase, y en vínculo interno como articulación y
solidaridad grupal, así como en representación colectiva y visión del mundo o,
dicho en otras palabras, es decir, en ideología.
El tema de la conciencia se conecta, vía espíritu de escisión, con la cues-
tión de la autonomía pensada como ruptura respecto de la dominación, como
principio de independencia y de autodeterminación de clase, lo que remite
también, en el plano subjetivo y cultural, a la capacidad de autorrepresenta-
ción (Bihr, 2012: 102). En efecto, en el debate marxista, el concepto de auto-
nomía es además sinónimo de organización independiente, de independencia
de clase en el sentido operativo y político. Histórica y teóricamente, la clase es
un campo social pero también un campo político, en el cual se tejen redes, se
construyen trayectorias militantes, se edifican organizaciones sindicales y par-
tidos. En este sentido, en el terreno de la clase surgen y brotan movimientos
sociales.6 El militante, y no el obrero, es el átomo o la unidad de análisis de
la clase entendida y pensada como ámbito de movimientos sociopolíticos, de
movimientos antagonistas.
El tema de la organización en el seno de la clase remite a la cuestión del
partido político, en la bisagra entre partido efímero, entendido como organiza-
ción específica, y como partido histórico, concebido como movimiento general
(Marx, 1860), remite a una serie de cualidades y funciones políticas indispen-
sables para dar cohesión y proyección a la clase, en concreto a sus fracciones
movilizadas. En efecto, por partido político —al margen de las degeneraciones
burocráticas y partidocráticas pasadas y presentes— el marxismo crítico ha en-
tendido una instancia fundamental de politización, de condensación colectiva,
de impulso a la solidaridad y la cooperación social entre diferentes expresiones de
la clase trabajadora; una instancia de acumulación de experiencia y de memoria
histórica, de educación política, de dirección y orientación político-estratégi-
ca. Al mismo tiempo, pero en otro plano, no hay que olvidar las críticas que

6
  A diferencia de cuando se consideraba, en una simplificación discursiva con múltiples
implicaciones ideológicas, que la clase formaba el movimiento obrero y éste era el
movimiento social.

147
Consideraciones finales: Sobre la relevancia sociológica del concepto marxista de clase social

desde el propio marxismo, —luxemburguista, consejista y autonomista,— se


formularon hacia la instancia partidaria como ámbito propicio a degeneracio-
nes, en particular a la burocratización y el autoritarismo enmascarados en el
llamado “centralismo democrático”.
Desde la perspectiva del partido o los partidos de clase, la cuestión de los
movimientos sociales, entendidos como pluralidad y diversidad, deja abiertas
una serie de preocupaciones políticas. Por ejemplo, para Daniel Bensaid es
indispensable mantener unidas “pluralidad y autonomía relativa de los mo-
vimientos sociales”, de los campos, los capitales y las dominaciones con una
“unificación relativa” en función estratégica (Bensaid, 2005: 4). Y es justamen-
te la noción de clase la que permite pensar, en clave marxista, los pasajes de
la particularidad a la generalidad que atraviesan tanto el campo político como
el cultural, así como la tensión entre pluralismo y unidad, y entre diferencia
y universalidad. La clase, como concepto vertebral de una sociología política
marxista, se coloca como marco general de los procesos de politización, de
transcendencia política y de universalización de las luchas.
Al mismo tiempo, como clave de interpretación sociológica, la noción de
lucha de clases debe ser capaz de desagregarse en el análisis de movimientos
políticos concretos. Ya que; por cuanto la lucha de clases refiere a un punto de
partida desde el cual analizar los movimientos en el capitalismo, es necesario
preguntarse cómo articular esta propuesta en la singularidad de los movimien-
tos y de las distintas formas de acción planteadas por las clases —por sus frac-
ciones concretas— en su accionar sociopolítico cotidiano. Es decir, en la senda
de los análisis históricos realizados por el propio Marx, lucha de clases en un
momento y en un lugar determinados, quiere decir específicas pugnas inter e
intraclasistas que se manifiestan en diferentes alianzas inter e intraclasistas que
dan lugar a distintas configuraciones sociopolíticas y, por ello, a varias identi-
dades colectivas y a múltiples escenarios de confrontación.
En conclusión, la combinación de lucha y clase, de acción y sujeto propios
de la narrativa marxista, configura una fórmula sintética que permite escapar
dialécticamente del dualismo estructuralismo-subjetivismo sin perder de vista
la centralidad dinámica del antagonismo, de la subjetivación antagonista como
el detonador de los procesos de transformación, más allá de sus desenlaces,
movidos por anhelos y pulsiones emancipadores. La noción de antagonismo
puede ser entonces concebida como un arquitrabe teórico —específicamente
marxista— que expresa la relación constitutiva entre lucha y clase, en la rela-
ción donde la lucha forma a la clase y la clase se manifiesta como subjetividad
política por medio de la lucha.

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Massimo Modonesi

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El concepto de clase social
en la teoría marxista contemporánea

editado por la Universidad Nacional Autónoma de México,


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Ediciones La Biblioteca, S.A. de C.V.

Se terminó de imprimir el 26 de junio de 2017,


la producción se realizó en papel bond ahuesado de 75 gramos
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Su edición consta de 1000 ejemplares

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