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Urge hacer discípulos. Urge, porque los discípulos de Cristo no crecen como naranjas en
los árboles. En el tercer siglo, Tertuliano ya lo había notado: “¡los cristianos no nacen! ¡Se
hacen!” Es precisamente para hacer discípulos que existe este proyecto . En el proceso,
los que ya somos discípulos ahondaremos nuestro compromiso con Cristo y su Iglesia.
Aún hay cientos de miles de personas que al preguntarle si pertenecen a alguna religión,
inmediatamente contestan: “¡Síii, católico, claaaaro!” Pero no han estado en una iglesia
por años, no participan en ninguna liturgia, no saben interpretar la Biblia, no rezan y no
velan por los pobres y más necesitados. Es decir, no son cristianos maduros. Son
cristianos porque están bautizados, pero son cristianos en ciernes. Anteriormente, la
cultura misma o la costumbre familiar, o la abuela, hacían discípulos. Pero ya no vivimos
en aquella época. Hoy la gente se une a la iglesia porque quiere. Debemos averiguar,
pues, cómo ayudar a la gente pastoralmente a ser miembros comprometidos de una
iglesia episcopal –esa familia de Dios que es la parroquia.
¿Ustedes no saben que todos los que fueron sumergidos en Cristo Jesús, fueron
sumergidos en su muerte? Así, al ser sumergidos en la muerte, fuimos enterrados con él
para que igual que Cristo fue levantado de los muertos por la gloria del Padre, así también
nosotros tengamos vida nueva (Ro 6:1-3).
Así el bautismo expresa, además del perdón de los pecados, nuestro renacer a una vida
nueva en la cual se va transformando el corazón de cada uno de nosotros. Y claro, esta
transformación continúa toda la vida.
Este proceso de preparación bautismal nos sirve como modelo de discipulado a través de
toda nuestra vida, y también como modelo para acoger, apoyar y acompañar a nuevos
miembros de la parroquia. El discipulado es una trayectoria de varios meses que puede
tomar lugar en las parroquias desde el 5 de Agosto hasta el día de Pentecostés. Consiste
de cuatro etapas:
I Evangelización y bienvenida
IV Abrir el Tesoro
Etapa I: La evangelización y bienvenida a la parroquia
El evangelio es el buen mensaje que el Reino está cerca. Pero, ¿para quién es esto una
buena noticia? Y ¿por qué si era tan buena noticia, crucificaron al mensajero? ¿Quién se
desvelaba añorando que Dios llegara para hacerse cargo como Rey? No Herodes, ni
Pilatos ni el emperador. Ni los sacerdotes, compinches de los invasores romanos en
Palestina.
No. La buena noticia de que el Reino de Dios está cerca es buena para los que viven día
a día con malas noticias. Para el desahuciado, para la mujer hambrienta, los nadie, los sin
luz y agua, los explotados y discriminados, para los abusados, para los que el mundo
desprecia y considera basura. También para los que no aguantamos un día más de
gobernantes corruptos. El evangelio es la noticia que el mundo que Dios quiere ya viene.
Viene. Porque no vamos al Reino. Lo pedimos en el Padrenuestro: “venga tu Reino”.
¡Aquí, pronto! Así, el evangelio afecta a todos y es esperanza para todos, pero
especialmente para los que viven en malas noticias, y no es solamente un consuelo
espiritual, sino una visión de este mundo transformado por la justicia, la paz y el amor.
Ser discípulos no consiste en decir a cada rato: “Señor, Señor”, sino en hacer la voluntad
de Dios, que quiere sanar el mundo que tanto ama. Cuando hacemos la buena noticia
sanando el vecindario a nivel práctico y local, somos verdaderamente Cuerpo de Cristo
resucitado, y como Él, anunciamos buenas noticias aquí, hoy.
Bienvenida: la parroquia anfitriona y acogedora
Imaginémonos una parroquia, digamos, San Marcos. Alguien del vecindario ha notado la
buena noticia. Se llama Vicente: es un señor entrado en años. Vive solo. Hace cuarenta
años que no pisa una iglesia.
Un domingo durante las oraciones del pueblo, su vecino Miguel ora: “por Vicente, mi
vecino, que tiene cáncer”. En el ofertorio, la gente trae al altar no solo pan, vino y dinero,
sino ropa y comida para distribuir. Después de misa, Miguel le pregunta a la reverenda:
“reverenda, le puedo llevar a mi vecino un poco de esa comida? Y la reverenda le dice:
“¡Claro que sí! Espérame, y vamos dos o tres contigo a visitar a Vicente.” Y le llevan dos
bolsas de comida. Para Vicente, este es el primer momento de evangelización. El próximo
domingo (¿o más tarde?) Miguel y su esposa lo traen a la Iglesia porque él quiere
conocernos.
A veces no es tan fácil, y pasan semanas y hasta meses hasta que alguien quiere
averiguar qué está pasando en “esa iglesia donde le dan de comer a la gente” –o lo que
sea. La persona curiosa quiere saber dónde y cómo vivimos, y para servirla bien,
debemos hablar ahora del segundo momento de evangelización: la primera visita a la
parroquia.
Un domingo Vicente es recibido en la puerta por la reverenda misma (no tiene que estar
en la sacristía porque su cofradía del altar es super). Si ella no puede, lo reciben
“anfitriones” o “saludadores” que lo saludan, se presentan y lo conocen un poquito, y le
encuentran asiento al lado de alguien que lo va a ayudar a seguir el servicio.
Cuando Vicente llegó y se sentó, abrió el boletín y notó un aviso que decía:
“Bienvenido a la Iglesia San Marcos. ¡Nos honra con su presencia! Le invitamos a
reunirse con la Reverenda Betty los domingos una hora antes de la misa para conocernos
mejor”.
La Madre Betty está fielmente disponible todos los domingos. A veces se presenta una
persona. A veces dos o tres. La reunión es amistosa, sencilla y se centra en los “nuevos.”
Primero, la reverenda comparte su propia historia y los invita a compartir “quién soy y
cómo llegué aquí.” Se van conociendo durante 3-4 reuniones hasta que se conocen todos
y todas. A través de esta reunión el o la sacerdote está supliendo lo primero que buscan
los “nuevos”, como los pollitos buscan la gallina: conocer al sacerdote. También está
facilitando lazos de amistad entre los nuevos.
Al mes, la Madre anuncia: “Esta va a ser nuestra última reunión, porque la semana que
viene empiezo un ciclo nuevo con personas aún más recién llegadas.” Los participantes
ponen el grito en el cielo: “¿Cómo va a ser? ¡Tan bueno que es esto!” Pero la madre es
firme y les dice: “Pero pueden seguir reuniéndose, porque tenemos un grupo de
discípulos y están bienvenidos a conocerlos y reunirse con ellos. Después de misa les
presentaré a los líderes de ese grupo”.
Y así es. Daniel y Sara son los catequistas que lideran el grupo de discipulado. Después
del servicio, la madre se los presenta a Vicente, quien pregunta: “¿Y qué hacen en ese
grupo?” “Es chevere,” le contesta Sara. “Somos como ocho personas, y nos reunimos los
miércoles a las 6 PM. Escuchamos la Palabra y compartimos lo que significa para
nosotros. Le hemos puesto el nombre “Grupo Galilea.” “¡Ven a ver!” Vicente sonríe, casi
seguro de que no va a asistir.
Los padrinos y madrinas Cuando los y las discípulos se comprometen a ser parte del
Grupo Galilea, se escoge un padrino o una madrina de la congregación para
acompañarlos en su trayectoria. No hay límite al número de padrinos y madrinas para los
sacramentos. Por eso siempre es buena idea asignar un padrino o madrina adicional de la
parroquia, quizás la persona que facilitó la llegada del participante (ejemplo, “Miguel”),
pero es más importante asignar a alguien comprometido que asista a las sesiones de
discipulado fielmente y que verdaderamente se dedique a apoyar a la o el candidato.
Según los nuevos discípulos van reuniéndose semana tras semana, comienzan a
desarrollar las cuatro destrezas del cristiano maduro:
Se lee el relato tres veces, primero por una mujer, luego por un hombre y finalmente por
una mujer para facilitar la participación más activa de las mujeres. Los discípulos
escuchan la Palabra preguntando: “¿Qué me dice Dios en este relato sobre mi vida?” y
“¿Cómo quiere Dios que yo cambie? ¿Cómo me está invitando a vivir de una manera
nueva? ¿Qué decisión concreta voy a tomar esta semana para responder a esta
invitación?” etc.
Otro recurso para crecer espiritualmente es compartir materiales sobre cómo desarrollar
una Regla de Vida. También podemos ofrecerles a los grupos de discipulado un retiro con
el Obispo, especialmente durante la Cuaresma (o Adviento).
Servir a las pobres y más necesitados. El proyecto de discipulado asume que la parroquia
ya tiene ministerios a los necesitados. Depende de la parroquia decidir cómo y en qué
forma, y la organización de estos ministerios a los pobres y oprimidos es función de los
diáconos debido a su ordenación. Si no hay diácono, ¡prepárense los sacerdotes a
trabajar doble! Parte del discipulado, pues, es unirse a la parroquia en sus ministerios de
justicia social. Si la parroquia tiene más de un ministerio a los más necesitados, los y las
discípulos los deben experimentar cada uno por varias semanas.
Según van desarrollando estas cuatro destrezas, los y las discípulas van experimentando
también plenamente lo que significa e implica ser miembros del Cuerpo de Cristo.
Eventualmente, tras varios meses, llega el día en que los discípulos empiezan a decir: “yo
antes… pero ahora…”. Esto es una señal de que el o la discípula está experimentando un
cambio en su vida. Puede ser diminuto o bastante grande. Cuando los participantes, sus
padrinos, catequistas y el clero deciden que el discípulo ha madurado bastante,
eventualmente, entonces, y no antes, se decide el día del bautismo, confirmación,
recepción, etc. El Proyecto de Discipulado está organizado para culminar en la Pascua y
los cincuenta días que le siguen hasta Pentecostés. Por tanto es ideal que se celebren los
bautizos en la Vigilia Pascual (o al día siguiente, si fuera necesario). Los otros
sacramentos (confirmación, recepción, renovación solemne de votos bautismales) pueden
ser celebrados durante estos cincuenta días.
En esta etapa los candidatos y candidatas para los sacramentos, quienes han venido
explorando seriamente la vida cristiana en comunidad, empiezan a tener consciencia de
cómo Dios los llama a cambiar o crecer. Identifican cambios que desean hacer en sus
vidas personales, –muy pequeños o de mayor consecuencia. A través del examen de
conciencia, el ayuno, la oración, el servicio a los pobres, la limosna y otras disciplinas
privadas, se preparan más intensamente para los sacramentos. Este período de
preparación fue una de las bases de lo que hoy llamamos la cuaresma. Normalmente el
período toma más o menos seis semanas.
La imagen central de esta etapa es el regreso o cambio hacia Dios. Los participantes
empiezan a decir cosas como: “Miren, antes yo le gritaba mucho a los nenes, y estoy
notando que les grito menos” o “Yo antes no le prestaba mucha atención a mi esposa,
pero en los últimos meses estoy tratando de cambiar eso”, etc. Los corazones y mentes
de los discípulos están siendo transformados. Aquí cabe también una reflexión (¿quizás
por el sacerdote?) sobre cómo Dios nos ha perdonado ya a todos en la muerte y
resurrección de Cristo, y cómo es necesario reconocer nuestra necesidad del amor de
Dios para aceptar ese perdón que Dios nos quiere dar.
En el siglo IV, cuando todos creían en la existencia de malos espíritus en todas partes, se
practicaba el exorcismo de los candidatos. Hoy sucede lo mismo, pero de manera
diferente. Hoy los espíritus no son fantasmas que vuelan por el aire, ni dioses malos, ni
astros, sino actitudes, adicciones, impulsos y hábitos de nuestra vida interior y de la
sociedad. ¡Y no estamos menos esclavizados por ellos! “Miren”, dice un participante, “yo
no puedo dejar de jugar a los gallos. A la verdad me molesta la violencia, pero cada
oportunidad de ganarme más pesos, me conquista”. O, “yo no puedo dejar de irme de
compras. Me embrollo, pero no puedo librarme de eso.” O, “me estoy dando cuenta de
que tengo que librarme del miedo a mi jefe abusador y confrontarlo sobre su acoso
sexual.” Por eso hay en el Libro de Ritos Ocasionales, oraciones por los participantes que
piden a Dios que los libre de diferentes cosas, –y las mismas se pueden editar para ser
más personales.
Si al comenzar esta etapa los candidatos aún no tienen padrinos y/o madrinas, se deben
seleccionar cuanto antes, para que puedan acompañar a sus ahijados y ahijadas en la
preparación intensiva, porque necesitan apoyo.
Esta es también la etapa adecuada para hablar de la confesión –tanto en la liturgia como
privada, recalcando siempre que el perdón de Dios es incondicional, siempre a
disposición y siempre completo. La confesión nos abre a recibir ese amor misericordioso e
infinito.
Cuando hay candidatos para el bautismo en la Pascua, se pueden usar con permiso del
Obispo, las lecturas del año A.
También en esta etapa se les puede entregar solemnemente a los candidatos para el
Bautismo el Credo y el Padrenuestro en la Eucaristía dominical, y el Pacto Bautismal
(escrito) a los que se van a confirmar, recibir, etc.
En breve, en la preparación intensa, los candidatos examinan sus vidas, deciden cómo
Dios los llama a cambiar y se apoyan mutuamente con sus padrinos y madrinas según se
acerca el gran día.
Etapa IV: Abrir el Tesoro
Esta experiencia profunda de los sacramentos es el tópico central de esta etapa de “abrir
el tesoro” de los múltiples significados que las personas encuentran en su experiencia de
la liturgia. ¿Por qué no lo hacemos antes? Porque no la han experimentado plenamente.
Sería bastante ridículo, por ejemplo, preguntarles a los novios, meses antes de la boda:
“¿Qué significa su luna de miel para ustedes?” cuando todavía no la han experimentado.
Es ahora, después que han experimentado el baño sagrado, la imposición de manos por
el Obispo o la recepción a nuestra Iglesia, es ahora que pueden verdaderamente explorar
y compartir lo que esta experiencia significa para ellos.
Por eso la reflexión del Grupo Galilea en esta etapa no es sobre la Biblia, sino sobre los
sacramentos. El bautismo, y su extensión –confirmación, recepción y eucaristía. La
pregunta clave no es: “¿Cual es la teología oficial de la Iglesia Episcopal sobre la
Eucaristía?”, sino “Dime, hace veinte años que no ibas a Misa y comulgabas. ¿Cómo te
fue?” O (a un recién bautizado): “¿Quieres compartir tu experiencia del bautismo, cuando
te quitaron la ropa, cuando entraste al agua, cuando el sacerdote te hundió tres veces en
nombre de la Santísima Trinidad, cuando saliste, cuando te ungieron, cuando te secaron
tus padrinos y te vistieron con ropa nueva, cuando la asamblea te dio la bienvenida,
cuando oraste con nosotros los fieles, cuando comulgaste?
En estas sesiones de “abrir el tesoro”, Dios nos hace un regalo doble: primero, la
congregación, al ver y oír cómo los nuevos discípulos experimentan la liturgia, es formada
también en su discipulado. Ven y oyen qué significa ser cristianos, miembros de la Iglesia,
no en teorías teológicas sino en carne viva. Esto revive la vida espiritual de la parroquia
tremendamente. Segundo, según algunos discípulos se van expresando, a veces sin
haber estudiado nada, dan voz a significados teológicos históricos y profundos. Citan a
San Agustín sin saberlo, ejemplo: “al comulgar sentí que soy lo que me como”, o a Cirilo
de Jerusalén: “cuando salí del agua en traje de baño, no sentí ninguna vergüenza. Al
revés, estaba como Eva en el paraíso” –como nos dijo una mujer que se había
avergonzado de su cuerpo toda su vida.
Resulta, pues, que no solo la Biblia, sino que la liturgia también nos forma. A través de
acciones simbólicas, la liturgia presenta una experiencia sentida (y nos solo pensada) de
la vida cristiana ideal –del Reino de Dios en nuestros cuerpos. Así, la liturgia forma
nuestras actitudes hacia la vida en general, pero también en áreas concretas: las
diferencias de género, las diferencias de clase social, el liderazgo, hacia el prójimo –
¿Cómo nos relacionamos con el vecindario como individuos y como parroquia?
El programa de discipulado progresa por etapas marcadas por ritos. Una vez que los
participantes se comprometen a explorar la vida cristiana en comunidad, se celebra el rito
de bienvenida. Puede celebrarse cualquier domingo; en algunas parroquias se celebra al
comenzar el año escolar. Para más detalles, por favor referirse al Libro de Ritos
Ocasionales de la Iglesia Episcopal.
I RITOS DE BIENVENIDA
Antes o después del Credo, el (la) Presidente invita a los que han de ser admitidos como
catecúmenos a pasar al frente con sus padrinos. El (la) Presidente se dirige entonces a
los que han de ser admitidos. La pregunta puede hacérsele a todos en conjunto o a cada
persona individualmente:
Respuesta: La vida en Cristo. (Los aspirantes pueden extenderse en la respuesta con sus
propias palabras).
Presidente: Jesús dijo, “El primer mandamiento es este: Oye, Israel: el Señor nuestro Dios
es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con
todas tus fuerzas. El segundo es este: amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay
ningún otro mandamiento mayor que estos”. ¿Aceptas(n) estos mandamientos?
Presidente: (a los padrinos) Ustedes, que apadrinan a estas personas, ¿las apoyarán con
la oración y el ejemplo, y les ayudarán a crecer en el conocimiento y amor de Dios?
Los que han de ser admitidos se arrodillan. Los padrinos permanecen de pie y ponen la
mano sobre el hombro de la persona que apadrinan, mientras el (la) Presidente extiende
una mano hacia ellos y dice:
Dios todopoderoso, nuestro Padre celestial, quien ha puesto en sus corazones el deseo
de buscar la gracia de nuestro Señor Jesucristo, les conceda el poder del Espíritu Santo
para perseverar en esta intención y crecer en fe y en entendimiento.
Pueblo: Amén.
Cada uno de los que ha de ser admitido es presentado por su nombre al (a la) Presidente,
quien hace la señal de la cruz en la frente de cada uno, diciendo:
N., recibe la señal de la cruz en tu frente y en tu corazón, en el nombre del Padre, y del
Hijo y del Espíritu Santo.
Pueblo: Amén.
Los padrinos también hacen la señal de la cruz en la frente de los catecúmenos. Los
catecúmenos y los padrinos regresan a sus asientos.
La liturgia continúa con la Oración de los Fieles, en el curso de la cual se intercede por los
nuevos catecúmenos por nombre.
El(La) Presidente se dirige entonces a los padres y padrinos. Puede hacerse la pregunta a
todos colectivamente o a cada persona en particular:
Presidente: Jesús dijo, “El primer mandamiento es este: Oye, Israel: el Señor nuestro
Dios, es el único Señor. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y
con todas tus fuerzas. El segundo es este: amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay
ningún otro mandamiento mayor que estos”. ¿Aceptas(n) estos mandamientos?
Presidente: ¿Abrirán sus corazones y mentes para recibir la Buena Nueva de Jesucristo?
Presidente: ¿Asistirán regularmente al culto público para oír la Palabra de Dios y celebrar
el misterio de la muerte y resurrección de Cristo?
Presidente: ¿Se unirán a nosotros en nuestra vida de servicio a los débiles y los
marginados?
El (La) Presidente extiende las manos sobre los padres y los padrinos y dice:
Dios, nuestro Padre celestial, les conceda el poder el Espíritu Santo para crecer en la fe y
en el conocimiento de manera que puedan conducir a sus niños en el camino de Cristo.
Amén.
Cada uno de los niños es presentado por nombre al (a la) Presidente, quien, con el pulgar,
le hace una cruz en la frente a cada uno, a la vez que dice:
N., recibe el signo de la Cruz en tu frente y en tu corazón, en el nombre del Padre, y del
Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
La liturgia continúa con la Oración de los Fieles, en el curso de la cual se ofrece una
oración por los nuevos catecúmenos por nombre.
Después que los catecúmenos son signados con la cruz por el (la) Presidente y los
padrinos, los candidatos a la solemne renovación de sus promesas bautismales
(Confirmación, Recepción y Reafirmación de votos bautismales) pasan al frente con sus
padrinos. Si no hay catecúmenos en la parroquia, este rito tiene lugar después del Credo
en la Eucaristia principal de un domingo.
Presidente: En el Bautismo, murieron con Cristo a las fuerzas del mal y resucitaron a una
nueva vida como miembros de su Cuerpo, la Iglesia. ¿Estudiarás las promesas hechas en
tu Bautismo, y se esforzarán en cumplirlas en la compañía de su comunidad?
Presidente: ¿Asistirán regularmente al culto de Dios con nosotros, para oír la Palabra y
celebrar el misterio de la muerte y resurrección de Cristo?
Presidente: ¿Se unirán con nosotros en nuestra vida de servicio a los pobres y los
marginados y trabajarán por la justicia y por la paz?
Presidente: (a los padrinos/compañeros y amigos) Ustedes han sido elegidos por esta
comunidad para servir de compañeros a estas personas. ¿Les apoyarán con la oración y
el ejemplo y les ayudarán a crecer en el conocimiento y amor de Dios?
Presidente: Oremos ahora (por aquellos que se preparan para el Bautismo y) por estos
candidatos a la Confirmación, la Recepción o la Reafirmación de los votos bautismales.
Antes o después del Credo, a los candidatos que han de inscribirse se les invita a pasar al
frente con sus padrinos. Un(a) catequista u otro representante laico de la congregación se
los presenta al (a la) Obispo(a) o sacerdote.
N, Te presento a N.N., N.N. (etc.) quienes han sido fortalecidos por la Palabra de Dios y
sostenidos por el ejemplo y las oraciones de esta congregación, y te pido que sean
inscritos como candidatos al Santo Bautismo.
Presidente (a los padrinos): ¿Han sido asiduos en la asistencia al culto público de Dios y
en oír la Palabra de Dios y reflexionar sobre ella?
Presidente: ¿Han sido receptivos de corazón y mente para encontrar y seguir el llamado
de Cristo en sus vidas diarias?
Respuesta: Lo queremos.
Catecúmeno(a): Lo quiero.
Si la Gran Letanía no ha precedido a la Eucaristía, la letanía que sigue puede servir como
Oración de los Fieles, o puede usarse alguna otra forma de la Oración de los Fieles (tal
como se describe en la pág. 305 del Libro de Oración Común). Si la Gran Letanía ha
precedido a la Eucaristía, se usa aquí la siguiente letanía, omitiendo las peticiones
indicadas.
Oremos por estos candidatos, y por todos los que se preparan para el Santo Bautismo,
diciendo, «Guíanos en tu gracia».
Por N. y N., para que recuerden este día y permanezcan por siempre agradecidos de esta
bendición. Te rogamos, oh Cristo. Guíanos en tu gracia.
Por sus catequistas, que puedan darles a conocer las riquezas de la Palabra de Dios. Te
rogamos, oh Cristo. Guíanos en tu gracia.
Por su(s) padrino(s), para que muestren en sus vidas a estos candidatos un modelo de
vida a seguir conforme al Evangelio. Te rogamos, oh Cristo. Guíanos en tu gracia.
Por sus familias y amigos, para que no pongan ningún obstáculo en el camino de estos
candidatos, sino que los ayuden a seguir los dictados del Espíritu. Te rogamos, oh Cristo.
Guíanos en tu gracia.
Por esta congregación, para que [durante esta estación de Cuaresma], podamos abundar
en amor y perseverar en la oración. Te rogamos, oh Cristo. Guíanos en tu gracia.
**Por nuestro(a) obispo(a), y por todo el clero y el pueblo. Te rogamos, oh Cristo. Guíanos
en tu gracia.
**Por nuestro Presidente, por los líderes de las naciones y por todos los que ejercen
autoridad. Te rogamos, oh Cristo, Guíanos en tu gracia.
**Por los enfermos y los afligidos, y por los que se encuentran en necesidad y tribulación.
Te rogamos, oh Cristo. Guíanos en tu gracia.
**Por todos los que han muerto en la esperanza de la resurrección y por todos los
difuntos. Te rogamos, oh Cristo. Guíanos en tu gracia.
**En la comunión de [__________ y de todos] los santos, encomendémonos los unos a
los otros y toda nuestra vida a Cristo nuestro Dios.
Silencio
Los candidatos regresan a sus sitios y la liturgia continúa con la Confesión de Pecados o
con la Paz.
Antes o después del Credo, se invita a los padres, los padrinos y los candidatos a pasar al
frente. Un(una) catequista, u otro representante laico de la congregación, presenta los
candidatos al (a la) Obispo(a) o sacerdote.
Te presento a N., N. y N. y te pido que sean inscritos como candidatos al Santo Bautismo.
Presidente: (a los padres y padrinos): ¿Han asistido regularmente al culto para oír la
palabra de Dios y celebrar el misterio de la muerte y resurrección de Cristo?
Presidente: (a la congregación): Con Dios como testigo, ¿quieren que estos niños sean
inscritos como candidatos para el Santo Bautismo?
Respuesta: Queremos.
Los padres escriben públicamente los nombres de sus hijos en el libro. Cada nombre es
dicho en alta voz al momento de inscribirlo.
Si la Gran Letanía no ha precedido a la Eucaristía, la letanía que sigue puede servir como
Oración de los fieles, o puede usarse alguna otra forma de la Oración de los Fieles (tal
como se describe en la pág. 305 del Libro de Oración Común). Si la inscripción de un
infante coincide con la inscripción de candidatos adultos, las peticiones con un solo
asterisco se incorporan al rito de la Letanía de la Inscripción.
Oremos por estos candidatos, y por todos los que se preparan para el Santo Bautismo en
esta temporada.
*Que puedan crecer en conocimiento y amor a ti, te rogamos, Señor. Señor, escucha
nuestra oración.
Por sus padres, para que puedan darles a conocer las riquezas de tu Palabra, te
rogamos, Señor. Señor, escucha nuestra oración.
Por sus padrinos, para que en sus vidas muestren a estos candidatos un modelo de vida
conforme al Evangelio, te rogamos, Señor. Señor, escucha nuestra oración.
Por esta congregación, para que podamos abundar en el amor y perseverar en la oración,
te rogamos, Señor. Señor, escucha nuestra oración.
**Por nuestro(a) Obispo(a), y por todo el clero y el pueblo, te rogamos, Señor. Señor,
escucha nuestra oración.
**Por nuestro Presidente, por los líderes de las naciones y por todos los que ejercen
autoridad, te rogamos, Señor. Señor, escucha nuestra oración.
**Por los enfermos y los afligidos, y por los que se encuentran en cualquier necesidad o
tribulación, te rogamos, Señor. Señor, escucha nuestra oración.
Silencio
Los candidatos, los padres y los padrinos regresan a sus asientos y la liturgia continúa
con la Confesión de pecados o con la Paz.
Después que los candidatos al Bautismo han firmado el libro, los candidatos a la
Confirmación, Recepción y Reafirmación de los votos bautismales pasan al frente con
sus padrinos.
Presidente: ¿Han asistido regularmente al culto para oír la palabra de Dios y celebrar el
misterio de la muerte y resurrección de Cristo?
Los candidatos permanecen juntos ante el altar mientras el (la) Diácono(a) u otra persona
asignada, dirige las Oraciones del Pueblo en la página 16 con la siguiente adición:
Después de la petición, “Por N. y N., para que recuerden este día y permanezcan por
siempre agradecidos de esta bendición. Te rogamos, oh Cristo. Guíanos en tu gracia.”
Se añade:
Conclusión
Le damos gracias a Dios por la recepción y auge que ha tenido el Proyecto de Discipulado
y le pedimos que a través del mismo derrame su gracia sobre los participantes, sus
madrinas y padrinos, catequistas y clero. Así, arando bien el terreno de sus almas, la
semilla que es la Palabra de Dios, rendirá más fruto, creciendo como un grano de
mostaza, hasta ser una gran arbusto que alberga a muchos, –signo y señal del Reino de
Dios que ya brota entre nosotros.