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Administrador de la riqueza de Dios (4:1-7)

Pablo continúa en su análisis del ministerio dando otros tres cuadros del pastor:
Un administrador no poseía nada; era un esclavo que manejaba la riqueza de su amo. Léase en Génesis 24
una descripción del mayordomo oriental que manejaba la riqueza de Abraham e hizo lo que este deseaba.
Nótese también Luc_12:35 ss, 15:1-8, 16:12-27 y Mat_25:14-30. El pastor es un siervo que administra. La
palabra «administrador» en el versículo 1 literalmente significa «el esclavo que rema desde el nivel más bajo del
barco». ¡Qué humildad tenía Pablo!
La responsabilidad del administrador es ser fiel al Amo y la del pastor es ser fiel en enseñar las cosas del
Señor, especialmente las verdades que se relacionan con el misterio de la Iglesia. Será juzgado por su Amo de
acuerdo a su fidelidad. Qué trágico es cuando los cristianos juzgan a diferentes obreros y los comparan unos
con otros. En los versículos 3-5 Pablo presenta tres clases de juicios: (1) el de la gente que no temía; (2) el de uno
mismo, y dice que «de nada tengo mala conciencia»; y (3) el de Dios, que es el único juicio verdadero. Los
corintios valoraban a diferentes siervos de Dios, los comparaban unos con otros y se autoevaluaban como muy
espirituales. Pablo les dijo que eran carnales y que su juicio no significaba nada para el siervo espiritual de
Dios. Un verdadero siervo de Dios es un administrador de Su riqueza y su única preocupación es agradar a
Dios, no a los hombres. En el tribunal de Cristo Dios revelará los secretos y dará recompensas, y todo hombre
recibirá su propia recompensa (3:8) y gloria de Dios (4:5). Vivir para la alabanza de los hombres es faltar a
nuestra mayordomía.
En los versículos 6-7 Pablo resume todo el asunto: no debían ir más allá de la Palabra de Dios y tratar a los
hombres de una manera diferente a la que prescribe la Escritura. Debían amar y honrar a sus líderes
espirituales, y obedecerles al enseñar la Palabra; pero comparar un líder con otro, o darle gloria a uno más que
a otro, era contrario a la Palabra de Dios y había que evitarlo. Al fin y al cabo Dios es el que hace a un creyente
diferente a otro; todo don que el creyente tiene viene de Dios. ¿Quién se atreve a jactarse por un don recibido?

II. Un espectáculo al mundo (4:9-13)


El mundo y su sabiduría son contrarios a Cristo y a sus ministros. Pablo usa un poco de «sarcasmo
cariñoso» aquí al decir: «Ustedes corintios se jactan el uno respecto al otro, y comparan a un hombre con otro,
¡como si fueran reyes en un trono! ¡Qué maravilloso debe ser reinar como reyes y mirar con desprecio a otros!
Quisiera reinar junto con ustedes. Pero no, debo ser detestado como apóstol, un espectáculo para el mundo, un
insensato por causa de Cristo».
La imagen verbal que pintó era familiar a la gente de sus días. Cuando un general victorioso regresaba de
la guerra, se le daba un glorioso desfile por las calles de la ciudad. Para jactarse exhibía en el desfile a los nobles
y generales capturados. Al final del desfile venían los soldados que iban a echar a las fieras en el circo. Pablo se
comparó a sí mismo y a los demás apóstoles con estos soldados capturados, «como a sentenciados a muerte[...]
por amor de Cristo» (vv. 9-10), ¡mientras que los cristianos corintios se jactaban a la cabeza del desfile!
¡Qué espectáculo debe ser para el mundo el verdadero siervo de Dios! Pablo podía haber sido un gran rabí
judío, con autoridad y estimación; sin embargo, lo dejó todo por causa de Cristo (Flp 3) para padecer hambre,
desnudez, peligro y muerte. El mundo no puede entender esta actitud y llama insensato a tal persona. Cuán
culpables deben haberse sentido estos corintios cuando compararon su vida carnal a los sacrificios que Pablo y
los demás apóstoles estaban haciendo. Pablo era un insensato; ellos eran sabios. Pablo era débil; pero ellos eran
fuertes. Pablo era detestado por el mundo, pero ellos estaban cortejando a la sabiduría del mundo. Pablo llegó al
punto de llamarse «la escoria del mundo, el desecho de todos» (v. 13).
Esta actitud de corazón debe ser también la de los siervos de Cristo hoy. Qué fácil es conformarse y vivir
como el mundo, aceptando sus estándares y cortejando sus honores cuando deberíamos tener cuidado «cuando
los hombres hablen bien de nosotros» (véase Luc_6:26).

III. Un padre espiritual (4:14-21)


Jesús nos advierte que no debemos llamar «padre» a nadie en la tierra (Mat_23:9), sin embargo, de todas
maneras es cierto que los que conducen almas a Cristo son, en cierto sentido, «padres» para ellos (véase
1Ts_2:11). El apóstol Pablo fue su padre espiritual, puesto que les dio el evangelio y contribuyó a llevarlos a
Cristo. Un pecador nace a la familia de Dios por el Espíritu (Jua_3:6) y la Palabra de Dios (1Pe_1:23), pero
Dios usa instrumentos humanos para traer a los pecadores al evangelio. Fue el «parto espiritual» de Pablo
(Gal_4:19) lo que hizo posible la iglesia de Corinto.
Quizás los seguidores de Pablo fueron sus instructores, pero los corintios tenían solamente un padre
espiritual; deberían por tanto haberle mostrado más respeto y escuchado su Palabra. Pablo les advirtió en
cuanto al pecado, pero no habían escuchado. Ahora les enviaba a Timoteo para que les ayudara a resolver los
problemas de su iglesia; Pablo mismo se hizo el propósito de ir si eso no daba resultado. La actitud de ellos
determinaría si llevaría la vara paternal de corrección, o una palabra de elogio y aprobación. La historia nos
dice que no escucharon a Timoteo, de modo que fue necesario que Tito fuera a Corinto.
Algunas veces en este capítulo encontrará la frase «envanecidos» en referencia a la actitud de superioridad
y orgullo carnal de los corintios (vv. 6, 18; véase 5:2). ¿Qué los hacía «envanecerse»? ¿No era la levadura de
pecado de su iglesia? (5:6). A medida que la levadura del pecado crecía, los inflaba a una falsa espiritualidad;
por consiguiente, Pablo halló necesario darles una advertencia. Esta actitud «envanecida» a menudo se revela
en las muchas palabras. «¡Pablo nunca volverá!», decían (vv. 18-19). «¡Él escribe cartas duras y trata de
asustarnos, pero nunca regresará!» «¡Cuidado!», advierte el apóstol. «¡Hablar es fácil! Cuando vaya quiero
comprobar qué poder tienen esos cristianos y no cuánto hablan». Un cristiano carnal con frecuencia es uno que
se jacta, pero que no demuestra el Espíritu de Dios en su vida (véase 2:4).
Es cierto que Pablo se entristecía al escribir de esta manera a sus hijos espirituales, pero tenía que ser fiel.
Así como los padres deben advertir y castigar a sus hijos, los «padres espirituales» deben advertir y disciplinar
en amor a los hijos de Dios. Esto no es una experiencia agradable, pero es necesaria.
Estos dos capítulos ilustran la actitud apropiada de la iglesia hacia sus líderes espirituales. Tales cristianos
deben agradecer a Dios por ellos, orar por ellos, amarlos, honrarlos y obedecer la Palabra que enseñan y siguen
ellos mismos. En una iglesia nunca debe haber la actitud mundana de exaltar a los hombres y a sus ministerios.
El pastor ministra la Palabra, siembra la semilla, edifica el templo, dispensa los misterios de Dios, sufre la
vergüenza del mundo y cuida a la familia de la iglesia como un padre amoroso. Estas son grandes
responsabilidades y sólo la suficiencia de Dios capacita a alguien para que las cumpla.

LOS TRES JUICIOS

1Cor.4:1-5

En consecuencia, lo que tenéis que pensar de nosotros es que somos servidores de Cristo y administradores
de los secretos que Dios revela a Su propio pueblo. En la vida corriente de cada día, lo que se espera de los
administradores es que sean de fiar. A mí me importa muy poco el que me juzguéis vosotros o cualquier tribunal
humano. Ni siquiera yo me juzgo a mí mismo; porque, aunque la conciencia no me acusara de nada, no por eso
estaría libre de error. El Señor es
el Que me juzga. Así que, no os precipitéis a juzgar antes de tiempo, sino esperad a que vuelva el Señor, Que
iluminará las cosas que están escondidas en lugares oscuros y sacará a luz las intenciones de los corazones
humanos. Entonces será cuando cada cual recibirá de Dios su calificación.

Pablo exhorta a los corintios a que no piensen en Apolos, Cefas o él mismo como líderes de partidos, sino que
los consideren simplemente servidores de Cristo. La palabra que usa para servidor es interesante: hypérétés
originalmente era el remero del banco inferior del trirreme; es decir, uno de los esclavos o cautivos que
manejaban los grandes remos que impulsaban aquellas naves por el Marcos Algunos comentaristas han hecho
hincapié en este sentido de la palabra, y han sugerido que Cristo es el piloto que dirige el curso del navío, y
Pablo no es más que uno de los remeros que acepta las órdenes del Piloto y sigue Su dirección.
Luego Pablo usa otra imagen: se ve a sí mismo y a sus compañeros en la predicación del Evangelio como
mayordomos de los secretos que Dios quiere revelarle a Su pueblo. El mayordomo (oikonómos) era el major
domo, y estaba a cargo de la administración de una casa o propiedad; controlaba al personal y distribuía los
recursos; pero, aunque manejaba muchas cosas, no era más que un esclavo en relación con el dueño. Cualquiera
que sea la posición de una persona en la Iglesia, y cualquiera que sea su autoridad y prestigio, no es más que un
servidor de Cristo.
De ahí pasa Pablo a la idea del juicio. La cualidad imprescindible de un mayordomo es que sea digno de
confianza. El hecho de disfrutar de tanta independencia y responsabilidad hace que sea necesario que su señor
pueda depender absolutamente de él. Los corintios, con sus partidos y asignación de líderes de la Iglesia como
sus señores, habían hecho juicio sobre esos líderes al preferir a uno por encima de los demás. Así es que Pablo
habla de tres juicios a los que se debe someter cada persona.
(i) Debe arrastrar el juicio de sus semejantes. En su caso, Pablo dice que le importa un pimiento. Pero hay un
sentido en el que uno no puede dejar de tener en cuenta el juicio de sus semejantes. Lo extraño es que, aunque a
veces se cometen errores, el juicio de nuestros semejantes suele ser acertado. Eso se debe al hecho de que, en
general, instintivamente, todo el mundo admira las cualidades básicas de honradez, fiabilidad, generosidad,
espíritu de sacrificio y amor. El filósofo cínico Antístenes solía decir: «No hay más que dos personas que es
posible que te digan la verdad acerca de ti mismo: un enemigo que ha perdido los estribos, o un amigo que te
quiere entrañablemente.» Es absolutamente cierto que no debemos dejar que el juicio de los demás nos aparte
de lo que creemos correcto;, pero también es verdad que el juicio de los demás es a menudo más exacto de lo que
nos gustaría creer, porque ellos también admiran las buenas cualidades.
(ii) Debe arrastrar su propio juicio. Una vez más, Pablo no le da ninguna importancia. Sabía muy bien que el
juicio propio puede estar nublado por la auto estimación, el orgullo o la vanidad. Pero, en un sentido indudable,
todos tenemos que arrastrar nuestro propio juicio. Una de las ideas éticas básicas de los griegos era: "¡Conócete
a ti mismo!» Los cínicos insistían en que una de las primeras características de un hombre auténtico era «la
habilidad de llevarse bien consigo mismo.» Uno no puede escapar de sí mismo; y, si se pierde el respeto, la vida
se le hará insoportable.
(iii) Debe arrastrar el juicio de Dios. En último análisis, ese es el único que importa. Para Pablo, el juicio que
esperaba no era el de cualquier día o tribunal, sino el del Día del Señor. El de Dios es el juicio final y definitivo
por dos razones. (a) Sólo Dios conoce todas las circunstancias. Él sabe las luchas que una persona ha tenido que
mantener, los secretos que no ha compartido con nadie, hasta dónde habría podido caer... o escalar. (b) Sólo
Dios conoce todos los motivos. " El hombre ve la acción, pero Dios ve la intención.» Muchas acciones que
parecen nobles puede que se hayan realizado por los motivos más egoístas e innobles; y muchas acciones que
parecen rastreras se han llevado a cabo por los motivos más elevados. El Único ,que puede juzgar el corazón es
el Que lo ha hecho y es el Único Que lo conoce.
Haríamos bien en recordar dos cosas: la primera es que, aunque escapemos de todos los otros juicios o
cerremos los ojos para no tenerlos en cuenta, no podemos escapar al juicio de Dios; y segunda, el juicio es algo
que Le corresponde hacer a Dios, así que no asumamos tan alta responsabilidad.

Los apóstoles son responsables sólo ante Dios, 4:1-5.


1 Es preciso que los hombres vean en nosotros ministros de Cristo y dispensadores de los
misterios de Dios. 2 Por lo demás, lo que en los dispensadores se busca es que sean fíeles. 3
Cuanto a mí, muy poco se me da de ser juzgado por vosotros o de cualquier tribunal humano,
que ni aun a mí mismo me juzgo. 4 Cierto que de nada me arguye la conciencia, mas no por eso
me creo justificado; quien me juzga es el Señor. 5 Tampoco, pues, juzguéis vosotros antes de
tiempo, mientras no venga el Señor, que iluminará los escondrijos de las tinieblas y hará
manifiestos los propósitos de los corazones, y entonces cada uno tendrá la alabanza de Dios.

La idea general de esta perícopa es clara. Lo que en resumen viene a decir el Apóstol es que los corintios no
deben meterse a juzgar a los predicadores evangélicos, pues ya lo hará el Señor a su debido tiempo, el único a
quien deberán dar cuenta de su actuación.
Comienza por establecer que su misión es la de ser “ministros de Cristo y dispensadores de los misterios
de Dios” (v.1). Es la misma idea que había desarrollado ya anteriormente (cf. 3:5-9). No administran bienes
propios, sino de Dios, y lo único que se les pide es que sean “fieles” (v.2) a la misión que se les encomienda. El
término “misterios de Dios” parece incluye todo el conjunto de bienes mesiánicos, doctrina y sacramentos, que
integran la obra de la redención, y que el Apóstol denominaría “misterios” quizás por haber estado tanto
tiempo ocultos en la mente divina (cf. 3:7)·
A continuación (v.3-5) San Pablo niega a los corintios, y a cualquier tribunal humano, todo derecho a
juzgar a los predicadores evangélicos, y añade que tampoco él se atreve a juzgar de sí mismo (v.7), pues, aunque
no tenga conciencia de infidelidad a la misión encomendada, sólo al Señor le toca juzgar de ello (v.4), que es
quien conoce las interioridades del corazón y único que puede hacer una declaración definitiva (v.5; cf. 1:8;
3:13).

Pablo y Apolo, ejemplo para los corintios, 4:6-13.


6 Esto, hermanos, lo he dicho por vía de ejemplo de mí y de Apolo por causa vuestra, para que en

nosotros aprendáis lo de “no ir más allá de lo que está escrito” y que nadie por amor de alguno
se infle en perjuicio de otro. 7 Porque ¿quién es el que a ti te hace preferible? ¿ Qué tienes que no
hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿de qué te glorías, como si no lo hubieras recibido? 8 ¿Ya estáis
llenos? ¿Ya estáis ricos? ¿Sin nosotros habéis logrado el reino? Ojalá que lo hubierais logrado,
para que también nosotros con vosotros reináramos. 9 Porque, a lo que pienso, Dios a nosotros,
los apóstoles, nos ha asignado el último lugar, como a condenados a muerte, pues hemos venido
a ser espectáculo para el mundo, para los ángeles y para los hombres. 10 Hemos venido a ser
necios por amor de Cristo; vosotros sabios en Cristo; nosotros débiles, vosotros fuertes; vosotros
ilustres, nosotros viles. 11 Hasta el presente pasamos hambre, sed y desnudez, somos abofeteados
y andamos vagabundos, 12 y penamos trabajando con nuestras manos; afrentados, bendecimos,
y perseguidos, lo soportamos; 13 difamados, consolamos; hemos venido a ser hasta ahora como
desecho del mundo, como estropajo de todos.

Trata el Apóstol de dar una lección de humildad a los infatuados corintios, convencido como estaba de que la
verdadera causa de los partidos y divisiones entre ellos era su idea de autosuficiencia y estima exagerada de sí
mismos, muy en la línea de los criterios de la “sabiduría” humana.
Primeramente les pone delante todo cuanto, concretado en Pablo y en Apolo, ha venido diciendo sobre la
naturaleza del ministerio apostólico (cf. 3:5-4:5) y que ellos deben tener muy en cuenta, con lo que aprenderán a
no andar distinguiendo entre predicador y predicador, levantando a unos y rebajando a otros, dado que se
trata simplemente de ministros o cooperadores de Dios, cuya única obligación es la de ser fieles a la misión que
se les encomienda (v.6). Lo de “no ir más allá de lo que está escrito” parece ser una expresión proverbial para
indicar que en nuestras apreciaciones no se debe ir más allá de la norma objetiva, y, en este caso, de lo que exige
la naturaleza del ministerio apostólico. Algunos autores, sin embargo, creen que se trata de una cita bíblica,
bien aludiendo a toda la Escritura en general, bien a alguno de los textos citados anteriormente (cf. 1:19.31;
3:19). Creemos más probable la primera explicación.
Como nueva justificación de que los corintios no deben andar distinguiendo entre unos predicadores y
otros, añade el Apóstol, en forma verbal de segunda persona indeterminada, que nada tenemos unos que nos
haga superiores a los otros, y si algo tenemos, sea en el orden de la naturaleza, sea en el de la gracia, eso no es
producción nuestra, sino don de Dios (v.7). Sigue luego (v.8-13), en amarga mezcla de ironías y de realidades,
el duro contraste entre lo que piensan de sí mismos los corintios y lo que piensan los apóstoles: vosotros os
consideráis ya “llenos., ricos., logrado el reino.” 156; pues bien, parece que deberíais hacer partícipes de tanta
felicidad a vuestros maestros en la fe, y, sin embargo, la realidad es muy otra, pues nosotros, como los
condenados a muerte en el anfiteatro, estamos en la actualidad sirviendo de espectáculo al mundo, que nos tiene
por necios y despreciables, haciéndonos sufrir continuas afrentas y persecuciones, cual si fuéramos el “desecho
del mundo, el estropajo de todos.” 157 Así se expresa el Apóstol. Desde luego, es impresionante este recuento de
penalidades del ministerio apostólico, muy parecido al que hace también en otros lugares (cf. 2Co_4:8-11;
2Co_6:3-10). Pero la realidad es ésa; y es que, al contrario de lo que parecían suponer los corintios, el
cristiano sólo tiene en esperanza la plena participación de los bienes mesiánicos (cf. Rom_8:18;
2Ti_2:12; Jua_16:20). Tal es la verdadera “sabiduría” cristiana centrada en el misterio de la cruz 158.

Paternas amonestaciones de Pablo,Jua_4:14-21.


14 No escribo esto para confundiros, sino para amonestaros, como a hijos míos carísimos. 15

Porque aunque tengáis diez mil pedagogos en Cristo, pero no muchos padres, que quien os
engendró en Cristo por el Evangelio fui yo. 16 Os exhorto, pues, a ser imitadores míos. 17 Por esto
os envié a Timoteo, que es mi hijo muy amado y fiel en el Señor, que os traerá a la memoria mis
caminos en Cristo Jesús y cuál es mi enseñanza por doquier en todas las iglesias. 18 Como si yo
no hubiese ya de ir a vosotros, así se han hinchado algunos. 19 Pues iré, y pronto, si el Señor
quisiere, y entonces conoceré, no las palabras de los que se hinchan, sino lo que hacen, 20 que no
está en palabras el reino de Dios, sino en realidades. 21 ¿Qué preferís? ¿Que vaya a vosotros con
la vara o que vaya con amor y espíritu de mansedumbre?

Son las últimas palabras que tiene San Pablo sobre la cuestión de los partidos,de afecto paternal. Sin duda ha
querido suavizar la impresión amarga que pudieran haber dejado en los corintios las ironías precedentes.
Expresamente les dice que no ha obrado así para humillarles, sino por el deseo que tiene de que se
corrijan (v.14). También les dice que pueden haber tenido y tener muchos pedagogos, que les instruyan y vigilen
en la fe; pero “padre” en esa fe sólo tienen uno, y ése es él, que fue quien fundó la iglesia de Corinto,
engendrándoles a la nueva vida de la gracia en el Señor (v.15; cf. Gal_3:24; Gal_6:15). Por eso les pide, como
puede hacerlo un padre, que sean “imitadores” suyos (v.16; cf. 11,1), con alusión especial sin duda, dado el
contexto, a la humildad y olvido de sí mismo de que antes ha hablado. Ninguna cosa mejor para acabar de raíz
con el problema de los partidos.
A continuación, el Apóstol les habla de la visita de Timoteo (v.17), bien conocido en Corinto (cf.
Hec_18:5; 2Co_1:1), aunque calculaba que tal vez no hubiese llegado aún (cf. 16:10). Parece ser que los
agitadores de Corinto habían corrido la voz de que, un poco acobardado ante la elocuencia de Apolo y de otros
predicadores, Pablo ya no se atrevería a volver a la ciudad (v.18; cf. 2Co_10:10); por eso, para que con el envío
de Timoteo no se afianzase esa opinión, les anuncia que también irá él, y pronto, pero el que vaya con una
actitud u otra, de severidad o de mansedumbre, depende de ellos (v. 19-21). Una vez en Corinto, comprobará si
en la obra de esos agitadores hay hechos o hay sólo palabrería, pues “el reino de Dios no está en palabras, sino
en realidades” (v.20; cf. Rom_14:17). De poco valen los perfilados discursos de sabiduría humana, si no hay
incremento del reino de Dios sobre las almas.

4:1 -- Así, pues -- Mejores son las versiones (ASV., B.A., Mod., 1909, RVA., L.A., P.B., N.M.) que omiten la
palabra “pues”. El punto de Pablo es que “así” (de esta manera) nos consideren los hombres a nosotros (a Pablo
y a Apolos). “Que todo hombre nos considere de esta manera” (B.A.).
Los corintios tenían un concepto de los predicadores que no era correcto. ¿Son cabezas de movimientos?
¿Son merecedores de partidos debido a ser ellos filósofos, oradores destacados (u hoy en día, catedráticos,
periodistas, etcétera)? Pablo ahora les presenta el cuadro correcto de lo que es un evangelista ante los ojos de
Dios.
-- téngannos los hombres por servidores de Cristo -- De esta manera nos consideren los
hombres: somos siervos de Cristo y administradores de los misterios de Dios. ¡No somos cabezas de nada para
que los hombres lleven nuestros nombres como si fuéramos líderes competidores en algo. ¡Somos servidores!
(En esto consiste la grandeza según Cristo, Mat_20:26-28).
El vocablo griego empleado aquí no es doulos (siervo, en esclavitud), sino juperestes (ayudante
voluntario). No solamente hace la voluntad de otro, al cual está sujeto, sino que lo hace voluntariamente
(mientras está sujeto o en el servicio del otro). (El esclavo hace la voluntad del amo, pero sin tener libertad de
escoger en el asunto).
El pronombre, “nos”, se refiere a los apóstoles como él, y a los demás hombres colaboradores y
compañeros de ellos, al edificar encima del fundamento y cultivar la tierra de Dios (3:9-11).
-- y administradores -- El vocablo griego, oikonomos, es compuesto de casa y ley. Significa uno que
administra la casa del amo. Cristo es el oikodespotes, el gobernador o amo de la casa. El tiene quien le ayude,
administrando la casa.
Luc_16:1 y sig. habla de un oikonomos, administrador, o mayordomo.
José en casa de Potifar ilustra bien lo que es un administrador de casa (Gén_39:1-23).
-- de los misterios de Dios -- El término “misterio” en el Nuevo Testamento denota la verdad que
Dios reveló al hombre en el evangelio (Rom_16:25-26; Efe_3:5; Col_1:26; 1Ti_3:9; 1Ti_3:16).
Véase 2:7, comentarios.
Pablo, Apolos, y otros, eran propiedad de Dios, no resultado de la selección de la iglesia; eran
responsables a Dios, no a los hombres. ¿Cómo, pues, podían ser considerados como cabezas de partidos
humanos? Su obra era administrar y cuidar la voluntad de Dios (1Ti_6:20-21; 1Ti_4:16; Hch_20:27), y no
dirigir movimientos sectarios de los hombres.
Para los hombres lo sabio es encubrir por medio de sus logias secretas su supuesta sabiduría, dándola
solamente a los iniciados especiales, pero los apóstoles revelaron los misterios de Dios al predicar el evangelio a
toda criatura (Mar_16:15).
4:2 -- Ahora bien -- Otras versiones dicen: “Siendo así” (B.A.), “Además, en este caso”(N.M.), “Siendo esto así”
(FUE.), “Esto supuesto” (S.A.)
-- se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel -- El evangelio salvador
(Rom_1:16) tiene una sola voz; a saber, la del evangelista. No le toca a él lograr resultados, ni instituir sistemas
nuevos; le toca ser fiel a Cristo (ver. 1) en la proclamación del evangelio (3:6). Véanse Hch_20:26-27; 1Ti_4:16;
2Ti_2:2; Heb_3:5.
El poder para salvar está en el evangelio (Rom_1:16), no en el predicador. (Esto lo debe tener muy
presente todo predicador. Véase Rom_12:3; Rom_12:16).
Las preferencias parciales de los hermanos, como las de los corintios del siglo primero, con respecto a
los evangelistas, muchas veces se deben a que éstos no se quedan dentro del requisito de este versículo. Hay
predicadores que se predican a sí mismos. Contrástese 2Co_4:5.
4:3 -- Yo en muy poco tengo el ser juzgado por vosotros -- El verbo aquí, ”ser juzgado”, en el texto
griego es anakritho, y significa “examinar” (y así lo traduce la versión N.M.). Nótese este vocablo griego en
1Co_9:3 (acusan, o como dice Lacueva, “exigen cuentas”) y en 10:25,27 (preguntar).
Las Escrituras nos mandan juzgar en ciertos casos y con cierto criterio (Jua_7:24), pero aquí Pablo se
refiere a las decisiones y declaraciones impacientes y de prejuicios de los hombres (como si anticiparan un juicio
formal más tarde). Por ejemplo, algunos llamaban herejía al Camino que Pablo servía (Hch_24:14), Festo
“examinó” a Pablo y le halló loco (26:24), y algunos corintios “examinaron” a Pablo y le hallaron de presencia
corporal débil, de palabra menospreciable, y de cartas duras y fuertes (2Co_10:10).
El evangelista (servidor y administrador de Cristo, los ver. 1,2) que agrada a su maestro, no hace caso
de esta clase de investigaciones humanas, sino sigue en su fidelidad a él, pues esto es lo que se requiere de él.
-- o por tribunal humano -- Aunque casi todas las versiones dicen “tribunal humano”, algunas tienen
una nota, indicando que el texto griego dice, literalmente, “día humano”. La Ver. P.B. dice, “humano día”.
Como la palabra “día”, en la frase “el día del Señor” (1:8; 5:5; etcétera), se refiere al juicio del Señor en
cierto día, así aquí: el “día humano” es el juicio, o tribunal, humano. Véase 3:13, comentarios sobre “día”.
-- y ni aun yo me juzgo a mí mismo -- Con esta frase Pablo hace claro que no menospreciaba el
examen que algunos corintios, u otros, hicieran acerca de él, porque no se menospreciaría a sí mismo. El punto
es que el juicio humano es inferior al divino. El hecho de que algunos en Corinto exaltaran a Pablo (1:12; 3:3,4),
y que otros le menospreciaran (2Co_10:10), no tenía nada que ver con su condición ante su verdadero amo,
Jesucristo. El destino eterno del individuo depende del juicio de Cristo, y no de alguna investigación humana,
sea de otros, o sea de sí mismo. Véase 2Co_10:18. La conciencia de uno no es su guía, ni tampoco su juez. El
Señor lo es (Rom_14:4; Rom_14:8). Todo examen humano, en conexión con el destino eterno del individuo, tiene
que ser repudiado.
El evangelista concienzudo no permite que el examen de otros en sí le desanime, ni le controle en sus
decisiones en la obra.
La razón de por qué no hacer caso Pablo de estas clases de investigaciones, o juicios, humanos, es dada
en el versículo siguiente.
4:4 -- Porque aunque de nada tengo mala conciencia, no por eso soy justificado -- Con referencia
particular a su ministerio como apóstol de Cristo, Pablo dice que no estaba consciente de culpa en nada; tenía
una conciencia limpia (a pesar de haber “sido antes blasfemo, perseguidor e injuriador”, 1Ti_1:13). Pero él había
sido bautizado en Cristo, lavando así sus pecados pasados (Hch_22:16; Gál_3:26-27). Por eso pudo decir que
tenía una conciencia limpia. Véase Hch_24:16.
No obstante, esa conciencia limpia no le justificaba. La conciencia es un criterio subjetivo, y por eso no
puede ser guía infalible. Puede condenar a la persona, si es violada, pero no puede nunca justificar a la persona.
Mientras tenía una conciencia limpia, Pablo pensaba hacer muchas cosas contra el nombre de Jesucristo
(Hch_26:9).
Pablo sabía que en conexión con las divisiones en Corinto, o en conexión con cualquier otra situación, no
había hecho nada malo a sabiendas, pero eso en sí no le justificaba. La razón de esto se da en seguida:
-- pero el que me juzga es el Señor -- La justificación viene de Dios, y no tan sólo a consecuencia de
conciencia limpia. Pablo llegó a saber que había sido el primero de los pecadores (1Ti_1:15), aunque había
pecado sin saberlo. Su conciencia no siempre le guiaba bien. La garantía para la persona de estar bien delante
de Dios, es decir, de estar justificada, consiste en haber hecho la voluntad de Dios a través del evangelio.
Considérese 2Co_10:18.
La conciencia es muy importante, y no hemos de violarla (Rom_14:23). Nos dice si vamos bien en
cuanto a la sinceridad y a la completa ausencia de ambición carnal e incredulidad. Nos permite hablar como
Pablo se expresaba en tales textos como Hch_20:18-27; Hch_20:33-35; 2Co_7:2; 2Co_12:17. Pero, ¡no nos
justifica!
Pablo siempre dejaba que la luz de la palabra de Dios iluminara su conciencia. Por eso, al estar
haciendo mal, se corregía, y de esa manera su conciencia siempre le aprobaba. Ahora, las investigaciones de los
corintios, o de otras partes, no le movían; tampoco la aprobación de su conciencia, porque el Juez que juzga
(aprueba, justificando a la persona) es solamente el Señor. Nótense Jua_5:22; Jua_5:27; Jua_12:48;
Hch_10:42; Hch_17:31.
Pablo no está diciendo que el predicador puede hacer libremente cualquier cosa hasta que el Señor le
juzgue en el día final. Ese no es el punto, sino es que los hombres no pueden usurpar el papel de juez que sólo
pertenece a Cristo, juzgando a otros según su propia sabiduría.
4:5 -- Así que -- Ahora entra la conclusión práctica del asunto ya expuesto.
-- no juzguéis nada antes de tiempo, hasta que venga el Señor -- Tales investigaciones hechas
por los corintios, en base a su propia sabiduría y conceptos humanos, con referencia a la posición de
importancia de ciertos evangelistas, no tenían por qué hacerse, ni pertenecían a ese tiempo. El tiempo para la
aprobación o desaprobación del obrero del Señor es todavía futuro (1:7; 3:13), y tal obra pertenece a otro; a
saber, a Cristo el Señor, el único examinador competente. Por eso, debemos procurar agradarle a él en todo
(Gál_1:10).
Claro es que Pablo no condena el juicio necesario en casos de pecado en la iglesia local, o en la persona
(1Co_5:4-13; Rom_16:17-18; 1Ti_1:20; Tit_3:10). Solamente trata aquí la cuestión de decidir sobre el valor
verdadero de otros, al juzgarles según su propia sabiduría, e involucrando ese juicio los motivos del corazón de
otros, cosa que hacían algunos corintios.
-- el cual aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los
corazones -- ¡Solamente Dios puede hacer esto! Compárense Apo_1:11-20; capítulo 2 y 3. Por eso eran
incompetentes las investigaciones y conclusiones de los corintios con referencia a la importancia, aprobación o
desaprobación de los evangelistas. Por eso también la misma conciencia de uno es incompetente para esto. El
hombre puede ver las obras del corazón, pero no puede discernir las intenciones de él. Dios sí lo puede hacer, y
lo hará. Sus investigaciones justas servirán para el juicio justo en el día final.
Por no poseer el hombre el poder de leer el corazón de otro, a veces aprueba al que Dios condena
(Hch_5:1-11), y ve las buenas obras pero no las malas motivaciones (Flp_1:16). Pero Dios es capaz de ver el
intento mismo del corazón.
Los corintios, al decir, “soy de Pablo”, etcétera, hacían investigaciones y llegaban a conclusiones, sin
contar con la capacidad necesaria para hacerlo, y así se ocupaban en algo que no les pertenecía. La base de sus
juicios fue su propio concepto de lo que es la grandeza en el predicador. ¡Cómo se equivocaban, y cómo
usurpaban el papel de juez! Pablo les manda desistir de hacerlo. Sus disposiciones y conducta, al glorificar a
ciertos predicadores, eran malas.
-- y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios -- El énfasis cae en la palabra “entonces”. El
tiempo para la alabanza de la persona no es ahora, sino en el día del Señor. Los corintios alababan a ciertos
hombres, haciendo de ellos líderes de partidos, pero los alababan antes del tiempo (y el alabarles no les tocaba a
ellos).
El amo del administrador o servidor es la persona a quien le toca alabar (o condenar, según el caso). No
le toca al hombre hacer esto.
Los corintios no son los únicos que han sido culpables de actuar mal en este asunto. Hasta la fecha hay
quienes elevan a ciertos predicadores por encima de otros, gloriándose en sus logros impresionantes en la vida
secular, en sus puestos oficiales en la academia, o en la elocuencia de sus palabras. Se glorían en ellos,
alabándoles y asociándose con ellos mientras menosprecian a otros que no cumplen con tales requisitos
juzgados como sobresalientes. Pero se debe desistir de todo eso, y dejar que Dios dé la alabanza al servidor fiel,
porque solamente él puede aclarar lo oculto de las tinieblas (hechos hipócritas no obvios) y manifestar las
intenciones de los corazones (motivaciones). Nadie de entre los hombres tiene tal capacidad.
En el tiempo apropiado, y por conducto del único que tiene la capacidad necesaria para la obra, el
administrador y servidor fiel recibirá su alabanza, aunque en esta vida los “sabios” no se la hubieran conferido,
sino a otros indignos de ella.
4:7 -- Porque ¿quién te distingue? -- Así dice el texto griego. Algunas versiones amplifican la idea
agregando otras palabras: “Pues, ¿quién hace que tú difieras de otro?” (N.M.); “Porque, ¿quién te hace diferente
de todos los demás?” (NIV.); “Porque, ¿quién te considera superior?”(B.A.); “Pues, ¿quién te hace mejor que los
demás? (Pop.). Este versículo introduce la razón de lo que Pablo acabó de decir en el ver. 6. Contiene una serie
de tres preguntas retóricas que demandan (por inferencia necesaria) cierta respuesta, la cual desinflará la
vanidad de ellos en su partidismo. Si Pablo y Apolos no se distinguían en el particular, mucho menos debían
hacerlo los corintios.
Pablo pregunta a los corintios: “¿Quién es el que hace a uno de ustedes que sea diferente de los demás?”
Es cierto que había diferencias entre los hermanos en Corinto en cuanto a dones natos (1Co_7:7) y
especialmente en dones milagrosos (capítulo 12). Pero Dios es la fuente de tales diferencias, dando a cada uno
según su voluntad y sabiduría infinita. Seguramente esas diferencias ¡no se debían a la sabiduría humana ni a
las realizaciones propias de ellos! No tenían nada de por sí de que ellos se pudieran gloriar en sí mismos,
hinchándose contra los demás.
-- ¿o qué tienes que no hayas recibido? -- Todo lo que ellos tenían, de dotación natural o de dones
milagrosos, lo habían recibido de Dios, y no de sí mismos. No tenían nada en particular que no hubieran
recibido de otro, de Dios. ¿Por qué, pues, tenían esa actitud jactanciosa? Si todo es recibido, no hay motivo por
qué gloriarse en las diferencias.
-- Y si lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido? -- Dios es quien les
daba a cada uno, y de él lo recibieron, pero a pesar de ello, se gloriaban como si sus dones no hubieran sido
recibidos de alguien más. Se gloriaban como si ellos mismos por medio de sus propios obras y éxitos los
hubieran adquirido.
En el principio de la iglesia en Corinto, Pablo era el medio por el cual Dios en su gracia les había
impartido dones milagrosos. Ahora, algunos de ellos se oponían a Pablo, promoviéndose como si fueran algo y
teniendo a Pablo como si no fuera nada.
Nota: es cierto que la persona puede y debe desarrollarse en el ejercicio de sus dones, y algunos lo hacen
mientras otros, no. De esto resulta diferencia de talento y de realizaciones en las personas, pero Pablo no trata
de esto. El trata el asunto de la fuente de dones, ésta siendo Dios y no el hombre mismo.
Todos debemos reconocer a Dios como la fuente de toda buena dádiva y de todo don perfecto (Stg_1:17),
y siempre expresarle nuestro agradecimiento, desarrollando estos dones y dádivas para su gloria. Esto nos
mantendrá humildes, y cooperativos, y no hinchados o envanecidos.
Debemos reconocer que Dios tiene muchos servidores, con diferencia de dotación de parte de él, y que
todos son importantes; todos tienen un papel que jugar en su reino. No todos somos iguales en todo aspecto. Nos
gloriemos en esta sabiduría de Dios, y en lugar de tener celos, o de inflarnos de autoimportancia, trabajemos
juntamente según lo que Dios ha dado a cada quien. Olvidados de los celos y de las jactancias, cooperemos unos
con otros para que la obra de Dios marche hacia adelante.
(¡Qué triste es ver que algunos predicadores rehúsen dar la mano unos a otros, o que no reconozcan el
éxito en las labores de parte de otros. No son mejores que estos corintios a quienes Pablo ahora censura).
4:8 -- Ya estáis saciados, ya estáis ricos, sin nosotros reináis -- La posición de la palabra “ya”, en los
dos casos del texto griego, indica que se da el énfasis en la idea de que ahora los corintios se sentían así.
Los corintios no se expresarían así en cuanto a su estado espiritual delante de Dios, sino que así se
expresa Pablo para desinflar su concepto demasiado elevado que ellos tenían de sí mismos, gloriándose en sus
maestros favoritos, considerados como líderes de sus partidos.
El que está saciado no siente necesidad de nada. El rico no necesita a nadie. Compárese Apo_3:17. Las
divisiones en Corinto existían por causa de la vanidad, presunción, y engreimiento de los miembros.
En la tercera frase, Pablo pone primero las palabras “sin nosotros” para dar énfasis a la actitud tan
mala de los corintios de andar como si estuvieran plenamente establecidos en el reino de Dios, como habiendo
llegado a la cumbre de todo poder y sabiduría, y esto logrado independientemente sin contar con la obra
apostólica de Pablo. (Claro es que tal cosa sería imposible para cualquier gente, 1Jn_4:1-6). Pablo habla con
sarcasmo. No es tiempo de alabarles, sino de censurarles. Habla con fuerte ironía (que es dar a entender lo
contrario de lo que se dice), al atacar la satisfacción propia de ellos. Su condición lo merecía, y era para su
curación espiritual que Pablo les hablara de esta manera.
-- ¡Y ojalá reinaseis, para que nosotros reinásemos también juntamente con vosotros! --
En realidad no reinaban sin Pablo; tal cosa era imposible. No andaban bien en el reino de Dios, pues de otra
manera estarían reinando juntamente con el apóstol Pablo, quien sí andaba bien (como buen administrador y
servidor de Cristo, y sujeto a lo que está escrito inspiradamente).
El deseo de Pablo era que los corintios en realidad gozaran del estado espiritual que ellos suponían
tener, porque en tal caso Pablo estaría reinando juntamente con ellos, al andar todos en lo que está escrito en la
revelada palabra de Dios.
La palabra española, “ojalá” (del árabe, na xa alah, ¡quiera Dios!, interjección con que se denota vivo
deseo de que suceda una cosa), aparece en muchas de las versiones, pero el texto griego aquí no usa ninguna
palabra que exprese la idea de “Dios”. El texto emplea tres palabras: ophelon (o que) ge (en realidad)
ebasileusate (reinaseis). La V.M. dice, “yo quisiera que en efecto reinaseis”.

4:9 -- Porque según pienso, Dios nos ha exhibido a nosotros los apóstoles -- Ahora Pablo comienza
un contraste entre el concepto tan exaltado que los corintios manifestaban con referencia a sí mismos, y la
realidad del estado o condición de los apóstoles en este mundo.
Dios, dice Pablo, en su sabiduría había permitido que sus apóstoles, en su misión de ir por todo el mundo
a predicar el evangelio, y de sentarse en doce tronos para juzgar a las doce tribus de Israel (Mat_19:28),
sufrieran mucho de manos de los inicuos e incrédulos. Este y los versículos que siguen nos dan un cuadro de la
vida de los embajadores de Cristo (2Co_5:20) con respecto al sufrimiento y a la degradación que ellos
recibieron de parte de quienes no eran dignos de ellos (Heb_11:38). Y los corintios, sin el honor de ser apóstoles,
¿debían sentirse como más honrados que ellos? ¡Qué vergüenza que ellos se sintieran tan elevados e
independientes de Pablo, el apóstol tan sufrido por Cristo que les trajo a ellos el evangelio salvador!
El conflicto entre Dios y Satanás, entre el bien y el mal, siempre resulta en persecución y fuerte
oposición (2Ti_3:12). ¡El cristiano está en una guerra (Apo_17:14; 1Ti_6:12; 2Ti_2:3)
-- como postreros -- según vistos por los hombres mundanos y comparados con el concepto tan
vanaglorioso de los corintios en cuanto a sus ventajas personales.
-- como a sentenciados a muerte -- Los corintios se gloriaban en su condición supuesta de alteza y
excelencia, pero por contraste Pablo y los otros apóstoles servían a Dios diariamente como si estuvieran
sentenciados a muerte. Todo lo sufrían por causa del evangelio, para hacerse copartícipes de él (9:23).
-- pues hemos llegado a ser espectáculo al mundo, a los ángeles y a los hombres -- De la
palabra griega, aquí traducida “espectáculo”, theatron, viene la castellana, “teatro”. (Véase también Heb_10:33,
espectáculo). La persecución de los apóstoles fue como una serie de espectáculos ejecutados para el
entretenimiento de los mundanos en el teatro. Jacobo fue muerto a espada (Hch_12:2), Pedro seguramente
murió como mártir (Jua_21:18-19; 2Pe_1:14), y sin duda también Pablo (2Ti_4:6). Todos fueron perseguidos
repetidas veces (Jua_16:33). El mundo incrédulo fue la audiencia de estos eventos “teatrales”. Muy
probablemente Pablo tenía en mente, al usar este lenguaje, los espectáculos de los gladiadores y otros
sentenciados a muerte en la arena pública, eventos vistos con desprecio y desdén por el público espectador.
No solamente eran los hombres testigos de estos tratamientos vergonzosos contra los apóstoles, sino
también eran testigos de ello los mismos ángeles. Por inferencia, pues, sabemos que los ángeles están
conscientes de eventos en este mundo. Por eso Cristo nos dice que hay gozo delante de ellos por un pecador que
se arrepiente (Luc_15:10). Ellos pueden “ver” lo que sucede en este mundo. Fueron parte de las audiencias que
vieron el “espectáculo“ de la persecución, y aun la muerte, de los apóstoles.
Si Dios permitía que sus apóstoles fueran maltratados así en su misión de predicar las buenas nuevas de
salvación, ¿era lógico que los corintios se sintieran tan saciados, ricos y reinantes por comparación? ¿No
deberían más bien sentirse avergonzados de que se elevaran tanto sobre los apóstoles en sus conceptos de sí
mismos?
4:10 -- Nosotros somos insensatos por amor de Cristo, mas vosotros prudentes en Cristo -- Pablo
sigue con su sarcasmo. En 3:18 aparece la palabra griega, moros, que allí se traduce, ignorante, y aquí,
insensato. Los griegos aplicaban esa palabra a quienes se oponían a las filosofías. Algunos en Corinto
consideraban a los apóstoles como insensatos, o ignorantes, porque predicaban la salvación fundada en la
muerte de Jesucristo. Pablo, hombre bien educado en realidad (Hch_22:3), se despojó de ello, y rechazando toda
dirección de filosofías humanas, se dedicó a seguir la verdad de Dios en el evangelio, la sabiduría de Dios (2:7).
Esto lo hacía “por amor de Cristo”; es decir, por causa de Cristo (N.M., RVA.) Pablo no sabía cosa alguna sino a
Jesucristo, y a éste crucificado (2:2).
Para los hermanos enamorados de la sabiduría humana, Pablo era persona insensata, mientras que
ellos se consideraban como muy prudentes (sensatos, P.B.; sabios, NVI.), porque combinaban el evangelio con la
filosofía. Esto lo hacían “en (conexión con) Cristo”, o como cristianos, que empleaban la fe de Cristo como medio
de lograr mostrarse prudentes, o muy sabios.
-- nosotros débiles, mas vosotros fuertes -- Juzgado por normas humanas, Pablo se consideraba
como débil porque sufría en su ministerio innecesariamente (2Co_12:7-10), y se presentaba corporalmente
como hombre débil (2Co_10:10). Por otra parte, juzgándose por las mismas normas de la sabiduría humana,
ellos eran fuertes.
Véase 2:3, comentarios.
--vosotros honorables, mas nosotros despreciados -- Ahora Pablo menciona a ellos primero, y
luego a sí mismo. Ante la vista pública, los corintios seguidores de las filosofías dominantes eran personas
honorables (distinguidas, B.A.; buena reputación, N.M.; tenéis gloria, V.M.; ilustres, L.A.). Recibían la gloria de
los hombres. Compárense Jua_5:44; Jua_12:43.
Desde luego, no eran lo que pensaban ser. ¡Su caso era todo lo contrario! Esta ironía de Pablo tuvo por
propósito desinflar el egoísmo de los corintios, y producir en ellos la humildad. Pablo era apóstol de Jesucristo,
y ellos el fruto de las labores de Pablo. Por eso sería ridículo en extremo que ellos se estimaran como sabios,
fuertes e ilustres, mientras que tuvieran a él por todo lo contrario. Se exaltaban a sí mismos, porque estaban
enamorados de la filosofía humana.
Hoy en día hay muchos hermanos en la fe, mayormente predicadores, que obtienen de los altos centros
de educación, que son fuentes del modernismo, diplomas impresionantes, y luego, gloriándose en su recién
adquirida “sabiduría”, emplean las tácticas que aprendieron de los modernistas y se jactan de los éxitos y
realizaciones logradas, al llevar una gran parte de la hermandad a prácticas y posiciones populares. Cuentan
con megaiglesias; es decir, con iglesias de membresías altamente numerosas. Se consideran muy sabios, y
miran con desprecio a quienes nos contentamos con el patrón bíblico (2Ti_1:13), que no es nada popular. Se
glorían en su sabiduría elevada, al lograr adquirir la aceptación general del público religioso. Algunos de éstos
celebran sus “conferencias de eruditos” en las universidades llamadas “pertenecientes a la iglesia de Cristo” y
luego publican sus discursos para mayor diseminación en la hermandad.

4:11 -- Hasta esta hora padecemos hambre, tenemos sed -- En este versículo Pablo deja la antítesis
(vosotros/nosotros), y sigue hablando de los sufrimientos que vinieron a los apóstoles a consecuencia de su
predicación y defensa del evangelio. En el ver. 8 se describe la situación actual (“ya”) de los corintios. Bueno,
hasta la actualidad (hasta la presente hora, dice el texto griego; es decir, hasta el momento en que Pablo
escribía esta carta) los apóstoles sufrían hambre y sed, al ocuparse en sus predicaciones con escasez de medios
(2Co_11:27). A veces Pablo compartía con sus compañeros de milicia (Philippians 25) de lo que había ganado
con la labor de sus propias manos (Hch_20:34).
-- estamos desnudos -- Pablo no está hablando de andar desnudos en el sentido de estar
completamente sin ropa. Bien traduce esta palabra griega (gumneteuo) la versión B.A., “mal vestido”; o la N.M.,
“escasamente vestidos”; “vestidos de andrajos”, dice la NVI.; “nos falta ropa”, según la RVA. Por ejemplo, Pedro
“se ciñó la ropa (porque se había despojado de ella)”, según nuestra versión 1960. Lacueva, sobre este pasaje,
que dice que Pedro estuvo desnudo (gumnos), explica con una nota: “Es decir, ‘en paños menores’, como suele
decirse”. Pedro estuvo “desnudo” en el sentido de hallarse vestido solamente de la ropa interior. Pablo, en esta
frase que ahora comentamos, al decir “estamos desnudos”, se refiere a tener que andar mal vestidos debido a la
pobreza y a circunstancias de escasez. Véase 2Co_11:27.
-- somos abofeteados -- Muchas veces los apóstoles fueron maltratados (Hch_14:19; Hch_16:23;
Hch_23:2), y esto a consecuencia directa de la propagación y defensa de la verdad. El mismo verbo griego
aparece en Mat_26:67 (le dieron de puñetazos); Mar_14:65 (le daban de bofetadas); 2Co_12:7 (me abofetee);
1Pe_2:20 (sois abofeteados).
-- y no tenemos morada fija -- Los apóstoles frecuentemente se movían de lugar en lugar, a veces
buscando nuevos territorios en que predicar (Hch_16:6-10), a veces huyendo por salvar sus vidas (17:5-10). No
podían radicarse en un solo sitio para pasar sus vidas en circunstancias de comodidades. En este aspecto sus
vidas no eran normales. Compárese Luc_9:58.
4:12 -- Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos -- Véanse Hch_18:3; Hch_20:34;
1Ts_2:9; 1Ts_3:8. El apóstol Pablo tenía el derecho de vivir del evangelio (y a veces y en parte lo hacía,
2Co_11:8-9) (9:12-23), pero estaba bien dispuesto a sacrificarse personalmente para que el evangelio llegara a
más lugares. El menciona esta situación personal como marca de vergüenza (aunque en otro sentido es cosa de
nobleza ganar la vida con el trabajo de las manos): los corintios recibieron de Pablo las bendiciones espirituales,
sin ver que él recibiera el sostenimiento debido, aunque a sus líderes recién llegados les daban con liberalidad
(2Co_11:20). ¿No deberían los corintios sentirse avergonzados al mantener hacia Pablo su actitud de
superioridad y de contentamiento mientras Pablo se sacrificaba tanto por la causa del evangelio?
-- nos maldicen, y bendecimos -- Al ser insultado Pablo, por su obra en el evangelio, respondía con
bendición, siguiendo así el ejemplo de Cristo (1Pe_2:23; Luc_23:34). Véanse Luc_6:28; 1Pe_4:15-16. Los
apóstoles no recibían del mundo el debido honor; al contrario, fueron maldecidos. Pero los corintios en su
situación de aceptación general recibían mucho honor (ver. 10). ¡Qué gran contraste!
-- padecemos persecución, y la soportamos -- Soportaban la persecución, en lugar de
desanimarse y abandonar la Gran Comisión que Cristo les encargó (Mat_28:18-20) (Gál_5:11, comparado con
6:12). Es fácil hacer lo que hacían los corintios; quedaban bien con los que promovían la sabiduría humana en
sus filosofías. Es fácil desanimarse y abandonar la Causa de Cristo; esto es lo que muchos hacen hoy en día.
Pero por contraste los apóstoles todo lo soportaban. 2Co.4:8-12; 2Co.6:3-10.
4:12 -- Nos fatigamos trabajando con nuestras propias manos -- Véanse Hch_18:3; Hch_20:34;
1Ts_2:9; 1Ts_3:8. El apóstol Pablo tenía el derecho de vivir del evangelio (y a veces y en parte lo hacía,
2Co_11:8-9) (9:12-23), pero estaba bien dispuesto a sacrificarse personalmente para que el evangelio llegara a
más lugares. El menciona esta situación personal como marca de vergüenza (aunque en otro sentido es cosa de
nobleza ganar la vida con el trabajo de las manos): los corintios recibieron de Pablo las bendiciones espirituales,
sin ver que él recibiera el sostenimiento debido, aunque a sus líderes recién llegados les daban con liberalidad
(2Co_11:20). ¿No deberían los corintios sentirse avergonzados al mantener hacia Pablo su actitud de
superioridad y de contentamiento mientras Pablo se sacrificaba tanto por la causa del evangelio?
-- nos maldicen, y bendecimos -- Al ser insultado Pablo, por su obra en el evangelio, respondía con
bendición, siguiendo así el ejemplo de Cristo (1Pe_2:23; Luc_23:34). Véanse Luc_6:28; 1Pe_4:15-16. Los
apóstoles no recibían del mundo el debido honor; al contrario, fueron maldecidos. Pero los corintios en su
situación de aceptación general recibían mucho honor (ver. 10). ¡Qué gran contraste!
-- padecemos persecución, y la soportamos -- Soportaban la persecución, en lugar de
desanimarse y abandonar la Gran Comisión que Cristo les encargó (Mat_28:18-20) (Gál_5:11, comparado con
6:12). Es fácil hacer lo que hacían los corintios; quedaban bien con los que promovían la sabiduría humana en
sus filosofías. Es fácil desanimarse y abandonar la Causa de Cristo; esto es lo que muchos hacen hoy en día.
Pero por contraste los apóstoles todo lo soportaban.
Véanse 2Co_4:8-12; 2Co_6:3-10.
4:13 -- Nos difaman, y rogamos -- El mundo incrédulo siempre representa mal a quienes abogan por la
verdad de Dios (Jua_15:18-21). Pero los apóstoles pusieron por ejemplo lo que se nos enseña en Rom_12:17-21.
-- hemos venido a ser hasta ahora como la escoria del mundo, el desecho de todos -- y ellos
llevaban este reproche para que algunos se salvaran en Cristo Jesús (9:22,23; Rom_8:35-36; 2Co_11:23-33;
Efe_3:13; Flp_2:17; 2Ti_2:10). Mientras los corintios recibían gloria (ver. 10) de quienes menospreciaban a los
apóstoles, los apóstoles recibían deshonra en lo que sufrían por causa del evangelio. Ya para estos momentos,
con la lectura de lo que Pablo les escribe, los corintios debían haber podido reconocer el verdadero valor de los
apóstoles para honrarles debidamente.
En todo esto Pablo no se queja. Al contrario, menciona estos hechos para enseñar a los corintios lo
ridículo de su gloriarse en los hombres, como si ellos fueran algo importante (ver. 8,10), mientras que los
apóstoles eran considerados como escoria y desecho. Según ellos Pablo no era nada; no obstante, Pablo se
dedicaba a ellos.
Todo esto (lo de ver. 11-13) Pablo lo pasaba y sufría “por causa del evangelio” (9:23). Al oír los corintios
la lectura de este pasaje, seguramente sintieron su falta de gratitud hacia el que con tanto sacrificio personal les
había traído el evangelio salvador (y seguía llevándolo a otros). La ingratitud es un pecado universal.
Compárese Luc_17:15-19.
4:16 Por tanto, os ruego que me imitéis -- Dado lo que Pablo les acabó de decir en los versículos 14 y 15,
sigue esta conclusión: yo soy apóstol inspirado, el que les hice llegar a ser cristianos por medio del evangelio que
me fue revelado por Dios (Gál_1:11-17), y por eso deben imitarme a mí respecto a mis palabras y camino de vida
(y no a aquellos envanecidos <ver. 18> que no tienen verdad alguna originada en las filosofías humanas, pero
que pretenden ser grandes líderes en la iglesia).
Este pasaje subraya la necesidad de que todo cristiano haga caso del ejemplo apostólico aprobado.
Véanse ver. 17; 11:1; Flp_3:17; Flp_4:9; 1Ts_1:6-7; 2Ti_3:10; Hch_20:35; como también 1Co_10:6; 1Co_10:11;
1Pe_2:21; 2Pe_2:6.
Hoy en día hay en la hermandad maestros falsos que procuran echar a un lado la autoridad del ejemplo
apostólico aprobado. Lo hacen porque practican cosas que carecen de ejemplo apostólico y que contradicen lo
que éste sí autoriza.
Sabemos lo que quiere Dios que seamos y hagamos por medio de una de tres maneras: el mandamiento
o declaración directa, el ejemplo apostólico aprobado, y la implicación divina (de la cual se deduce la inferencia
necesaria). Estas tres maneras son reveladas en la doctrina apostólica (Hch_2:42), que es la doctrina de Cristo
(2Jn_1:9).

4:20 -- Porque el reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder -- El reino de Dios, en el
sentido más amplio, es el gobierno divino en los asuntos de los hombres en la tierra (Mat_13:41; Mat_13:38),
pero en particular es la iglesia que Cristo estableció, porque es el único pueblo que voluntariamente se somete en
sus vidas a los dictámenes del Rey. Véanse Mat_3:2; Mat_16:18-19; Col_1:13-14; Col_1:21-23; 1Ts_2:12;
Heb_12:28; Apo_1:9. Nótense también los comentarios sobre el versículo 8 de este capítulo, con respecto a
reinar.
La iglesia de Cristo en Corinto entendía que ella era parte del reino de Dios, y ahora Pablo les recuerda
que dicho reino no es establecido, mantenido, ni edificado en base a pura reclamación ostentosa de hombres
guiados por la sabiduría humana. Lo que estableció la iglesia de Cristo, o reino de Dios, en Corinto fue algo de
gran poder; a saber, el evangelio (1:18; 2:4; Rom_1:16; 1Ts_1:5). Lo que caracteriza al reino de Dios no es el
puro hablar, sino el poderoso mensaje de salvación, que fue confirmado con milagros por el Espíritu Santo
(Heb_2:3-4).
Los partidarios en Corinto tenían abundancia de palabras, pero les faltaba el poder que fue manifestado
en el ministerio de Pablo. Dios estaba con Pablo, pero no con aquellos “falsos apóstoles”.
El verbo “consiste” es suplido por los traductores; el texto griego sencillamente dice: “Porque no en
palabra el reino de Dios, sino en poder”.
Compárense 2:4,5; Rom_14:17.
4:21 -- ¿Qué queréis? -- Pablo pone sobre los corintios la responsabilidad de determinar el curso necesario
para resolver el problema que ellos mismos habían causado. Todo dependía de la reacción y subsecuente
conducta de ellos. La decisión estaba con ellos.
-- ¿Iré a vosotros con vara -- La vara es para castigo (Pro_13:24; Pro_22:15; Hch_16:22;
2Co_11:25). A veces es necesaria la disciplina fuerte en la iglesia (considérese el capítulo siguiente). No es
placentero tener que administrarla, pero si no hay arrepentimiento y corrección, hay que usarla (para tratar de
que se produzca esa conversión).
-- o con amor y espíritu de mansedumbre? Lo opuesto de castigo (disciplina fuerte) es el amor y la
disposición (espíritu) de mansedumbre, características de un padre para con sus hijos obedientes. Los corintios
decidirían el curso que Pablo tomaría. Si se corregían, prestando atención a esta carta de Pablo, entonces él
podría llegar a ellos en amor y con actitud mansa. La conducta de ellos iba a determinar con qué clase de
actitud llegaría Pablo a Corinto a visitarles.
Hay amor aun en el castigo (Heb_12:6). Pero aquí Pablo contrasta dos cursos de acción al llegar él a
Corinto, y dejaba a ellos la decisión de con cuál curso llegar: por una parte, con el castigo que merece la mala
conducta; por otra, con el amor y espíritu de mansedumbre que prevalece cuando hay corrección y obediencia.
No hemos de confundir la mansedumbre con la debilidad. El manso en realidad es fuerte; tiene su fuerza
bajo control. Cristo era manso (Mat_11:29).
A veces se oye decir que el predicador siempre está predicando duramente, hablando de puras
cuestiones controvertibles. Bueno, eso se debe a los muchos problemas que algunos hermanos causan. Si no
fuera por esos problemas, el evangelista no tendría que tratar tales asuntos. Si la iglesia quiere que el
predicador les hable solamente en amor y mansedumbre, que se porte bien y habrá razón para hacerlo. Pero si
persiste en el error, el tono y la substancia de la predicación tendrán que ser de otra clase.
Muchos quieren portarse carnalmente, y que aun así la predicación sea siempre de palabras suaves y
lisonjas. Pero el mensajero que respeta la voluntad revelada de Dios no va a complacerles.

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