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UN COMENTARIO A “PERFECTAS
IMPERFECCIONES. EL ARTE DE ABRAZAR EL AZAR Y LOS ERRORES” (EXPOSICIÓN
CURADA POR ERIK KESSELS).
El año pasado estuve en la ciudad de Arles, Francia, donde pasé algunos meses
realizando un proyecto fotográfico. El primer día hice lo que suelo hacer al llegar a
una ciudad desconocida: caminar sin rumbo. Después de algunas horas
deambulando entre calles y pequeñas plazas, me topé con la oficina de información
del festival de fotografía de Arles (Les rencontres de la photographie). Mi sorpresa
fue grande, y feliz, pues aún quedaban 4 días antes del cierre definitivo del festival
(por alguna extraña razón estaba convencido de que ya había finalizado).
Lo más interesante sucedió a pocos metros de aquel lugar: me encontré con una
exposición colectiva comisariada por Erik Kessels titulada “Perfectas
imperfecciones. El arte de abrazar el azar y los errores” que agrupaba el trabajo de
17 artistas, entre los que destacan nombres como Joan Fontcuberta y Joachim
Schmidt (esta exhibición dialoga con el libro “Failed it!” publicado también por
Kessels). Las propuestas, distribuidas en varias habitaciones de un viejo edificio
eran, principalmente, fotográficas, aunque también había vídeos e instalaciones. De
esta forma, a través de la deriva –una forma “azarosa” de desplazarse por la ciudad
y, por ello, plagada de “errores”– llegué a una exhibición que me pareció una re-
presentación de la experiencia vital que estaba atravesando. Fue como si mi
existencia se desdoblase en un acto reflexivo tomándose a sí misma como objeto de
pensamiento a través de la mediatización de aquel universo de imágenes.
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Una exhibición con propuestas tan disímiles y complejas puede leerse de muchas
maneras. Los “cortes” interpretativos que podemos realizar sobre este universo
heterogéneo son prácticamente inagotables. Por ello, en lo que sigue me gustaría
desarrollar solamente una línea de exploración en torno a la noción de “paradoja”. El
título, perfectas imperfecciones, es, de entrada, una señal de ello. Me parece que la
idea de lo paradójico se puede encontrar, por lo menos, de cuatro formas diferentes
en la exhibición: tres de ellas son inherentes a los trabajos; la restante, es un efecto
de estos. Antes de analizar estas paradojas, me gustaría dar un paso hacia a atrás
para explicar por qué considero pertinente este concepto para penetrar en la
propuesta de Kessels.
Después de este recorrido etimológico y semántico, ¿qué es, pues, una paradoja?
Como el análisis nos ha mostrado, es “lo que está en contra del sentido común”. Lo
paradójico se presenta así como “algo” que no solo se aparta del sentido establecido
(en el cuádruple sentido antes detallado), como lo podría hacer lo perverso,
entendido como la desviación de los fines esenciales, naturales de algo (cfr. Freud);
o como lo podría hacer la subversión, entendida como la inversión del estado de
cosas dominante (cfr. Marx); lo paradójico, más bien, se aproxima a eso que
Nietzsche llamaba lo intempestivo: lo que está en contra del tiempo presente y, de
ser posible, a favor de un tiempo futuro. Sin embargo, no hay que entender este
“estar en contra de” como parte de un movimiento dialéctico (cfr. Hegel). La
dialéctica se desarrolla a partir de una estructura pre-determinada. En ese sentido, se
“sabe”, al menos idealmente, qué es lo que vendrá luego de cada oposición: el
momento posterior surgido de la contradicción dialéctica está contenido
potencialmente en los momentos antagónicos previos. Por ello, en sentido estricto,
no hay creación ni divergencia; solo las actualizaciones de una esencia pre-existente.
Si no es dialéctica, ¿en qué radica la oposición de la paradoja? Siguiendo la
definición de lo intempestivo, lo que singulariza a la paradoja es aquello que sigue a
la oposición al tiempo presente: la posibilidad (no la necesidad), es decir, la
indeterminación (no la determinación). Esta diferencia genera varias conclusiones
importantes, entre las que vale la pena destacar el carácter “abierto” del futuro (del
tiempo) que le sigue a la irrupción de lo paradójico.
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Volvamos sobre la exhibición que nos ha traído hasta acá. Había dicho que en ella
podíamos hallar al menos cuatro experiencias paradójicas: 1. la paradoja
tecnológica, 2. la paradoja del referente, 3. la paradoja de la imagen y 4. la paradoja
existencial.
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El segundo tipo de paradoja, la del referente, tiene una naturaleza muy diferente. En
estos casos el dispositivo fotográfico ha sido usado de acuerdo a su programa
establecido. Todas las imágenes que conforman este conjunto son fotografías
directas (straight photography), es decir, imágenes que se producen a partir del
aprovechamiento máximo de las cualidades básicas del aparato fotográfico, esto es,
aquellas vinculadas a su carácter maquínico y, por tanto, objetivo. Por ello, son
imágenes-documento, transparentes en el sentido más fuerte del término. Son
tautológicas, según la clasificación de Didi-Huberman: “lo que ves es lo que es”,
parecen decirnos. Además, son fotografías que se construyen estéticamente
siguiendo, de alguna manera, los principios del fotoperiodismo, de la fotografía
callejera y del snapshot, es decir, a partir de parámetros que nos invitan a pensar que
lo que vemos en ellas es un estado de cosas efectivamente existente y veraz, algo
con lo que podemos toparnos en cualquier esquina. Y lo sorprendente es que, por
más extrañas y bizarras que parezcan estas imágenes, en realidad son
“absolutamente auténticas”. No hay manipulación en post-producción ni puesta en
escena; no hay ningún tipo de ficcionalización.
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IMG_7346.JPG
IMG_7327.JPG
Otro ejemplo en esta misma categoría es la propuesta de Ruth Van Beek, Ceux qui
levitent, un conjunto de imágenes construidas a partir de fotografías de animales
que recoge de la calle, es decir, deshechadas, vaciadas de sentido, imágenes que
encuentra por azar, y que transforma artesanalmente utilizando un método
constructivo que puede asemejarse al origami. De tal forma, a través del plegado del
papel de la fotografía sobre sí mismo, produce nuevas formas, fantásticas, para
estos inocentes animales. Es el artista, a través de un trabajo manual-óptico, quien
nos empuja hacia la paradoja.
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