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EL ESTADO DE HUMILLACION DE CRISTO: UN EJEMPLO PARA PARTICIPAR

DEL SUFRIMIENTO CRISTIANO

LEONARDO RAMOS CAGUA

CRISTOLOGÍA

Seminario Reformado Latinoamericano

Medellín, 30 de Julio del 2019


EL ESTADO DE HUMILLACION DE CRISTO: UN EJEMPLO PARA PARTICIPAR
DEL SUFRIMIENTO CRISTIANO

INTRODUCCION

I. El sufrimiento cristiano.
II. La necesidad del sufrimiento en el creyente.
III. Estado de humillación de Cristo: ejemplo para el sufrimiento.
A. En la encarnación.
B. En el sufrimiento.
C. En la muerte.

CONCLUSIÓN

BIBILIOGRAFÍA
INTRODUCCIÓN

La infalible palabra de Dios nos evidencia el sufrimiento que llevo Cristo, y que han tenido
que llevar los creyentes en algunos momentos de sus vidas. Naturalmente el hombre siempre
evita pasar por momentos de dolor, de persecución, de maltrato; siempre huye de estas
situaciones incomodas y dolorosas, pues prefiere un estado donde su vida no sea afectada por
nada ni nadie. Es inevitable que no sufra una persona que quiera seguir a Cristo en toda
obediencia. Sin embargo, algunos grupos del cristianismo abogan la causa de que el
sufrimiento del creyente no es necesario, pues a Dios no le interesa nuestro sufrimiento.

Al examinar el paso de Jesús por la tierra, su estado de humillación, observamos su


sufrimiento desde el mismo momento de su encarnación. Él estuvo dispuesto a esto en favor
de la humanidad caída. Esta disposición y entrega de nuestro salvador debe provocar en
nosotros los creyentes un profundo sentido de admiración, gratitud y adoración, a la vez que
debe impulsarnos a estar dispuestos a sufrir por causa de Cristo. Por lo tanto, nos detendremos
a meditar en el estado de humillación de Cristo como un ejemplo a estar dispuesto a sufrir
por causa de la justicia.
I. El sufrimiento cristiano

El sufrimiento es el padecimiento, la pena o el dolor que experimenta un ser humano; y el


sufrimiento cristiano o sufrimiento que experimenta el creyente, es todo aquel padecimiento,
pena o dolor por el que pasa a causa de su obediencia a Cristo.

Si recordamos lo que nos dice la escritura en Mateo 5:10, podemos ver claramente que puede
venir por obediencia a la justicia, por obediencia a Cristo, pues dice en su parte a:
“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia”. Sin embargo, el
sufrimiento del creyente sobreviene algunas veces sin un aparente motivo, sin que sea
perceptible o razonable desde nuestro punto de vista; como sucedió a Job; así como también
viene muchas veces a causa de nuestras infidelidades, desobediencias y pecados. Pero en
todo esto siempre está la mano soberana de Dios, ayudándonos y dándonos el consuelo y
fortaleza para seguir adelante.

Una vez hablado de que es el sufrimiento cristiano, quiero abordar y meditar en lo que no es,
pues el creyente algunas veces cae en este error. Y es que hay una diferencia entre el que no
es y el que es, y esta podemos encontrarla en la razón o el motivo del sufrimiento, es decir,
aunque se esté padeciendo sufrimiento, este no es legítimo. Para dar una mayor claridad
pondré un ejemplo: cierto creyente que ha sufrido en su vida por diferentes circunstancias,
puede estar acostumbrado a esta condición, y debido a eso, en su cosmovisión y pensamiento
cree que cuando sufre agrada a Dios, entonces él voluntaria y a veces inconscientemente se
coloca en la línea del sufrimiento, esto es, el mismo busca los momentos y las oportunidades
para sufrir; como aquellos que se someten a los votos de pobreza. Entonces, el verdadero
sufrimiento sobreviene cuando busco primeramente el reino de Dios y su justicia.
II. La necesidad del sufrimiento en el creyente

En la actualidad algunos sectores del cristianismo, permeados nocivamente por el


humanismo y la psicología, y dejando a un lado lo que enseñan las escrituras, dicen que el
sufrimiento del cristiano no solo no es necesario, sino que Dios no lo desea. El pastor de la
Iglesia Bautista Ministerio presencia de Dios, Bernardo Stamateas, quien es doctor en
Psicología, en su libro Intoxicados por la fe, dice: “alguna vez te preguntaste: ¿para qué le
sirve a Dios nuestro sufrimiento? Estoy seguro de que, para nada, él no lo necesita. Sin
embargo, históricamente la religión ha hecho demasiado hincapié en la necesidad del
sacrificio y el sufrimiento, gestando allí una fe toxica. Religión y sufrimiento… ¡qué tema!
Durante siglos parte del cristianismo enseñó que el buen cristiano “pasaría por dolor y
sufrimiento” y que ese sufrimiento constituía un pasaporte para llegar al cielo y para ser
mejor cristiano en la tierra. ¡Mentira!”1

Es claro para los hijos de Dios que las escrituras muestran, claramente, que Dios es soberano
y controla todas las cosas, aun las vidas de sus hijos no escapan de su dominio, por lo que los
sufrimientos que experimenten son permitidos por él y tienen un propósito en sus vidas. El
apóstol Pedro en su primera carta dice: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria
eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os
perfeccione, afirme, fortalezca y establezca”; ¡esto es maravilloso! Dios producirá en
nosotros algo bueno, y muy bueno, después de padecer, ¡no es en vano nuestro sufrimiento!
Y en 2 Corintios 4:17 Pablo inspirado por el Espíritu Santo, dice: “Porque esta leve
tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de
gloria”, lo que, de igual forma, evidencia que los sufrimientos del creyente si son necesarios,
pues cumplen un propósito.

1
Bernardo Stamateas, Intoxicados por la fe (Buenos Aires: Grupo editorial Argentina, 2011), 28.
III. El estado de humillación de Cristo: ejemplo para el sufrimiento

Nosotros hemos sido creados para dar la gloria a Dios, por lo tanto, nuestras vidas deben
profesar obediencia en todo. En su estado de humillación, Cristo fue obediente al padre y
estuvo dispuesto a sufrir, padecer y pasar por tribulación y persecución, con tal de redimir la
raza humana, revelar la verdad y hacer la obra que le fue encomendada. Berkhof en su
Teología sistemática describe el estado de humillación, así: “Consiste en Cristo el haber
puesto a un lado la divina majestad, la majestad del soberano gobernante del universo, y
haber tomado la naturaleza humana en la forma de un siervo; y también consiste en haberse
sujetado a las demandas y maldición de la ley, y en que durante toda su vida se hizo obediente
en acción y sufrimiento hasta el extremo límite de una muerte vergonzosa”.2

Así las cosas, él debe ser nuestro máximo ejemplo a seguir en todo, en obediencia, en amor,
en entrega, en paciencia, en sumisión, sin importar que vengan persecuciones. Él no es como
nosotros que muchas veces desobedecemos porque eso implica persecución, desacomodo,
burlas, negación, y hasta la muerte. Las escrituras nos ponen los pies sobre la tierra y nos
confronta, de forma que podamos ver el sufrimiento por Cristo como un privilegio. Notemos
lo que Pablo dice en la carta a los filipenses: “Porque a vosotros os es concedido a causa de
Cristo, no solo que creáis en él, sino también que padezcáis por él”, ¡se nos ha dado el
privilegio de creer en él!, pero también de ¡sufrir por él!

A continuación, se tomarán las tres primeras etapas, conforme a la teología reformada, del
estado de humillación de Cristo, con el fin de meditar en su ejemplo, y como el cristiano debe
afrontar su vida con los sufrimientos que son inherentes.

2
Louis Berkhof, Teología Sistemática (Grand Rapids: Libros Desafío, 1949), 395-396.
A. En la encarnación

Su palabra nos habla de la encarnación de Cristo en la carta a los filipenses, así: “el cual,
siendo en forma de Dios, no estimo el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que
se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres”. Es una
verdadera humillación que la segunda persona de la trinidad, el creador y sustentador de todo,
participe de las aflicciones propias de una naturaleza humana caída, débil, sujeta a la muerte,
aunque libre de la mancha del pecado.

Como creyentes muchas veces no queremos despojarnos, ni queremos renunciar a los que
somos, no queremos sacrificarnos como lo hizo Cristo. Esta situación contiene el profundo
sentido de amor propio, dejando a un lado el amor que le debemos a nuestro salvador,
sacrificando en nuestras vidas lo que no debemos sacrificar, es decir, el amor de la obediencia
a nuestro salvador.

¡Hermano! ¿Hasta cuándo seremos así? ¿Cuándo empezaremos a despojarnos de nuestras


comodidades? ¿Cuándo sacrificaremos un poco más de nuestro sueño para orar más, leer la
biblia más? No nos aferremos más a nuestras comodidades, a lo que somos, a lo que tenemos,
o mejor, a lo que Dios mismo nos ha dado, como pretexto de no servir a Cristo. ¿Es el Estatus
o posición social?, no es necesario dejarlas, sino darle la preeminencia a Cristo y a nuestro
servicio por él. Miremos a Cristo, meditemos en las escrituras, identifiquémonos con él en
su despojo de sí mismo. No creamos que la antigüedad de creyentes nos exime de soportar a
los hermanos, exhortarlos, amarlos. Despojémonos del viejo hombre viciado de orgullo, y
falto de humildad, y pidamos a Dios la gracia para que podamos considerar a los demás como
mejores o superiores a nosotros.
B. En el sufrimiento

Cristo en su vida en la tierra experimento muchos sufrimientos no solo de índole corporal


sino en el alma. Isaías profetizó que sería un varón de dolores y experimentado en quebrantos,
y, se cumplió a su tiempo, fue abatido, atribulado, perseguido por este mundo pecador, sufrió
angustia y aflicción en su agonía, y recibió la ira de Dios por nuestras iniquidades. Hodge en
su Teología sistemática dice al respecto: “Sus padecimientos surgieron en parte de las
debilidades y sensibilidades naturales de la naturaleza que Él asumió, en parte por la
condición de pobreza en que vivió; en parte por el constante contacto con los pecadores, lo
cual era un constante dolor para Su santa alma, y que le hacía exclamar: “¿Hasta cuándo
estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo habré de soportaros?” En parte por los insultos,
menosprecios y oposición a que se vio enfrentado; en parte por los crueles abofeteamientos
y escarnio a que se sometió, y especialmente por las agonías de la crucifixión, el modo más
penoso así como el más ignominioso de infligir la pena de muerte; en parte por la angustia
causada por prever la terrible condenación que esperaba a toda la nación Judía; y
especialmente, sin duda alguna, por el misterioso dolor surgiendo de la carga de los pecados
de Su pueblo y por la ocultación del rostro de Su Padre, que le llevó a sudar sangre en el
huerto, y que hizo brotar de sus labios el clamor de angustia que lanzó desde la cruz. Estas
son maravillas no sólo del amor, sino de la abnegación y de la humillación, que los ángeles
tratan de comprender, pero que ninguna mente humana puede sondear ni estimar. Jamás hubo
dolor como el dolor Suyo”.3

Como creyentes muchas veces ante el sufrimiento, burla, persecución, o rechazo, dejamos de
cumplir con los mandamientos de Dios. A veces es imperceptible, parece ser un mecanismo
instintivo de defensa para evitar el sufrimiento. Por eso debemos pedir en oración que nos
libre de errores, de pecados que nos son ocultos. Pero a veces nuestra consciencia nos
confronta y nos dice que debemos obedecer a pesar del sufrimiento, sin embargo, nuestro
malvado corazón egoísta, que piensa solo en sí mismo, se acomoda y busca pretextos, a veces

3
Charles Hodge, Teología Sistemática, vol. 2 (Barcelona: Editorial CLIE, 1991), 241.
aun trata de manipular las escrituras para acomodarse. Muchas veces apela a la
autocompasión, de lo cual queda amarrado a sí mismo, viéndose como víctima de todo.

La palabra de Dios es poderosa para llevar todo pensamiento cautivo a la obediencia de


Cristo, por lo tanto, es necesario que meditemos mucho más en ella. En Colosenses 1:24
Pablo dice: “Ahora me gozo en lo que padezco por vosotros, y cumplo en mi carne lo que
falta de las aflicciones de Cristo por su cuerpo, que es la iglesia”. Aquí Dios muestra que
nuestro sufrimiento viene a causa de obrar para la iglesia, predicando la palabra de Dios a
donde quiera que sea, y exhortando a hermanos obstinados, difíciles o dóciles. Johannes
Messner en su libro La aventura de ser cristiano, dice: “tal es la respuesta completa que da la
cruz al problema del sufrimiento: no sufres solo por ti, sino que tu dolor, en unión con la
pasión de Cristo, está destinado a la redención del género humano. El padecimiento del
hombre unido con Cristo, nuestro sufrimiento, tu sufrimiento, es eficazmente activo en orden
a la redención, a la expiación, a la santificación, a la felicidad de los hombres”. 4 Aunque
vengan persecuciones, tribulaciones, rechazos, sufrimientos, por tratar de vivir de acuerdo al
evangelio en un mundo pecaminoso que hostilmente nos agravia, debemos poner nuestra
mirada en Cristo quien nos dará toda el consuelo, fortaleza y gozo para cumplir nuestro
propósito, de la misma forma que Cristo puso su mirada en el Padre y recibió consuelo y
fortaleza en sus horas difíciles.

C. En la muerte

Cristo sufrió la muerte no como consecuencia del pecado, pues no tenia, sino como castigo
judicial impuesto y cumplido sobre el pecado de la raza humana. Se puede decir que también
sufrió la muerte eterna, como lo muestra Berkhof en su teología sistemática: “la muerte eterna
se dejó ver en la conciencia humana del mediador como un sentimiento de ser dejado de

4
Johannes Messner, La aventura de ser cristiano (Madrid: Ediciones Rialp, 2005), 21.
Dios”.5 Pablo en su carta a los filipenses dice que Cristo se humillo así mismo, en obediencia,
hasta cumplir el propósito por el que fue enviado por el Padre.

La muerte no deja de ser un gran espanto para el ser humano, y aun para el cristiano, el cual
tiene grandes promesas de resurrección y vida eterna. Su aguijón hace temer, tanto que el
cristiano es capaz de negar su fe con tal de preservar su vida, muchos han sido los que se
cuentan dentro de estos. La valentía que demostramos de palabra, palidece y se debilita
cuando se está en la línea de la muerte, cuando te ve a la cara. No es oculto que muchos
dejamos de predicar a alguien cuando tan solo nos rechazan, entonces, ¿que será cuando nos
amenacen de muerte?

Nuestra vida está en las manos de un Dios soberano, nuestros días están contados por él,
podemos pues confiar en su control, descansar, y obedecer hasta el término de nuestros días.
Meditar en la enseñanza dada por Jesús, registrada en Mateo 16, es de gran aliento para
imitarlo a él: “si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y
sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por
causa de mí la hallará”. Debemos cada día morir a nuestro propio yo, mortificar nuestros
deseos pecaminosos, y, buscar y preocuparnos por la obra de Cristo como preeminente,
dejando lo demás no sin importancia, sino secundario. Es maravilloso poder dar la vida por
lo máximo que podemos encontrar, por lo más excelso, por lo más hermoso, por lo
trascendente, por lo eterno, por nuestra perla preciosa, por nuestro gran tesoro; nadie es tan
digno como él para que nuestras vidas sean ofrecidas desde nuestro nacimiento hasta la
muerte, en obediencia. Dios nos de la gracia para que el día que haya decretado que cerremos
los ojos a esta vida, lo glorifiquemos hasta con nuestro último suspiro.

5
Louis Berkhof, Teología Sistemática (Grand Rapids: Libros Desafío, 1949), 404.
CONCLUSIÓN

Cristo como nuestro mediador, habiéndose humillado voluntariamente, estando dispuesto a


sufrir hasta la muerte, es nuestro máximo ejemplo de entrega, de obediencia, de humildad,
de valentía, de amor. Las diferentes etapas de humillación en su vida son una lección para
cada creyente. En su vida cumplió con el propósito por el cual vino al mundo, nosotros
debemos, así mismo, con nuestra vida, nuestra única vida, la que él nos ha dado, dar todo por
él, desgastarnos en él, invertir nuestra juventud en él, acabar con nuestras facultades
espirituales, mentales y emocionales en él, morir dándole la gloria a él, porque no tendremos
otra vida aquí para honrarlo a él. ¡El momento es ahora!
BIBLIOGRAFÍA

Berkhof, Louis. Teología Sistemática. Grand Rapids: Libros Desafío, 1949.

De Reina, Casiodoro, y Cipriano de Valera. Santa Biblia. Madrid: Sociedades bíblicas


unidas, 2017.

Hodge, Charles.Teologia Sistematica. Vol. 2. Barcelona: Editorial CLIE, 1991.

Messner, Johannes. La aventura de ser cristiano. Madrid: Ediciones Rialp, 2005.

Stamateas, Bernardo. Intoxicados por la fe. Buenos Aires: Grupo editorial Argentina, 2011.

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