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CRISTOLOGÍA
INTRODUCCION
I. El sufrimiento cristiano.
II. La necesidad del sufrimiento en el creyente.
III. Estado de humillación de Cristo: ejemplo para el sufrimiento.
A. En la encarnación.
B. En el sufrimiento.
C. En la muerte.
CONCLUSIÓN
BIBILIOGRAFÍA
INTRODUCCIÓN
La infalible palabra de Dios nos evidencia el sufrimiento que llevo Cristo, y que han tenido
que llevar los creyentes en algunos momentos de sus vidas. Naturalmente el hombre siempre
evita pasar por momentos de dolor, de persecución, de maltrato; siempre huye de estas
situaciones incomodas y dolorosas, pues prefiere un estado donde su vida no sea afectada por
nada ni nadie. Es inevitable que no sufra una persona que quiera seguir a Cristo en toda
obediencia. Sin embargo, algunos grupos del cristianismo abogan la causa de que el
sufrimiento del creyente no es necesario, pues a Dios no le interesa nuestro sufrimiento.
Si recordamos lo que nos dice la escritura en Mateo 5:10, podemos ver claramente que puede
venir por obediencia a la justicia, por obediencia a Cristo, pues dice en su parte a:
“Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia”. Sin embargo, el
sufrimiento del creyente sobreviene algunas veces sin un aparente motivo, sin que sea
perceptible o razonable desde nuestro punto de vista; como sucedió a Job; así como también
viene muchas veces a causa de nuestras infidelidades, desobediencias y pecados. Pero en
todo esto siempre está la mano soberana de Dios, ayudándonos y dándonos el consuelo y
fortaleza para seguir adelante.
Una vez hablado de que es el sufrimiento cristiano, quiero abordar y meditar en lo que no es,
pues el creyente algunas veces cae en este error. Y es que hay una diferencia entre el que no
es y el que es, y esta podemos encontrarla en la razón o el motivo del sufrimiento, es decir,
aunque se esté padeciendo sufrimiento, este no es legítimo. Para dar una mayor claridad
pondré un ejemplo: cierto creyente que ha sufrido en su vida por diferentes circunstancias,
puede estar acostumbrado a esta condición, y debido a eso, en su cosmovisión y pensamiento
cree que cuando sufre agrada a Dios, entonces él voluntaria y a veces inconscientemente se
coloca en la línea del sufrimiento, esto es, el mismo busca los momentos y las oportunidades
para sufrir; como aquellos que se someten a los votos de pobreza. Entonces, el verdadero
sufrimiento sobreviene cuando busco primeramente el reino de Dios y su justicia.
II. La necesidad del sufrimiento en el creyente
Es claro para los hijos de Dios que las escrituras muestran, claramente, que Dios es soberano
y controla todas las cosas, aun las vidas de sus hijos no escapan de su dominio, por lo que los
sufrimientos que experimenten son permitidos por él y tienen un propósito en sus vidas. El
apóstol Pedro en su primera carta dice: “Mas el Dios de toda gracia, que nos llamó a su gloria
eterna en Jesucristo, después que hayáis padecido un poco de tiempo, él mismo os
perfeccione, afirme, fortalezca y establezca”; ¡esto es maravilloso! Dios producirá en
nosotros algo bueno, y muy bueno, después de padecer, ¡no es en vano nuestro sufrimiento!
Y en 2 Corintios 4:17 Pablo inspirado por el Espíritu Santo, dice: “Porque esta leve
tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de
gloria”, lo que, de igual forma, evidencia que los sufrimientos del creyente si son necesarios,
pues cumplen un propósito.
1
Bernardo Stamateas, Intoxicados por la fe (Buenos Aires: Grupo editorial Argentina, 2011), 28.
III. El estado de humillación de Cristo: ejemplo para el sufrimiento
Nosotros hemos sido creados para dar la gloria a Dios, por lo tanto, nuestras vidas deben
profesar obediencia en todo. En su estado de humillación, Cristo fue obediente al padre y
estuvo dispuesto a sufrir, padecer y pasar por tribulación y persecución, con tal de redimir la
raza humana, revelar la verdad y hacer la obra que le fue encomendada. Berkhof en su
Teología sistemática describe el estado de humillación, así: “Consiste en Cristo el haber
puesto a un lado la divina majestad, la majestad del soberano gobernante del universo, y
haber tomado la naturaleza humana en la forma de un siervo; y también consiste en haberse
sujetado a las demandas y maldición de la ley, y en que durante toda su vida se hizo obediente
en acción y sufrimiento hasta el extremo límite de una muerte vergonzosa”.2
Así las cosas, él debe ser nuestro máximo ejemplo a seguir en todo, en obediencia, en amor,
en entrega, en paciencia, en sumisión, sin importar que vengan persecuciones. Él no es como
nosotros que muchas veces desobedecemos porque eso implica persecución, desacomodo,
burlas, negación, y hasta la muerte. Las escrituras nos ponen los pies sobre la tierra y nos
confronta, de forma que podamos ver el sufrimiento por Cristo como un privilegio. Notemos
lo que Pablo dice en la carta a los filipenses: “Porque a vosotros os es concedido a causa de
Cristo, no solo que creáis en él, sino también que padezcáis por él”, ¡se nos ha dado el
privilegio de creer en él!, pero también de ¡sufrir por él!
A continuación, se tomarán las tres primeras etapas, conforme a la teología reformada, del
estado de humillación de Cristo, con el fin de meditar en su ejemplo, y como el cristiano debe
afrontar su vida con los sufrimientos que son inherentes.
2
Louis Berkhof, Teología Sistemática (Grand Rapids: Libros Desafío, 1949), 395-396.
A. En la encarnación
Su palabra nos habla de la encarnación de Cristo en la carta a los filipenses, así: “el cual,
siendo en forma de Dios, no estimo el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que
se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres”. Es una
verdadera humillación que la segunda persona de la trinidad, el creador y sustentador de todo,
participe de las aflicciones propias de una naturaleza humana caída, débil, sujeta a la muerte,
aunque libre de la mancha del pecado.
Como creyentes muchas veces no queremos despojarnos, ni queremos renunciar a los que
somos, no queremos sacrificarnos como lo hizo Cristo. Esta situación contiene el profundo
sentido de amor propio, dejando a un lado el amor que le debemos a nuestro salvador,
sacrificando en nuestras vidas lo que no debemos sacrificar, es decir, el amor de la obediencia
a nuestro salvador.
Como creyentes muchas veces ante el sufrimiento, burla, persecución, o rechazo, dejamos de
cumplir con los mandamientos de Dios. A veces es imperceptible, parece ser un mecanismo
instintivo de defensa para evitar el sufrimiento. Por eso debemos pedir en oración que nos
libre de errores, de pecados que nos son ocultos. Pero a veces nuestra consciencia nos
confronta y nos dice que debemos obedecer a pesar del sufrimiento, sin embargo, nuestro
malvado corazón egoísta, que piensa solo en sí mismo, se acomoda y busca pretextos, a veces
3
Charles Hodge, Teología Sistemática, vol. 2 (Barcelona: Editorial CLIE, 1991), 241.
aun trata de manipular las escrituras para acomodarse. Muchas veces apela a la
autocompasión, de lo cual queda amarrado a sí mismo, viéndose como víctima de todo.
C. En la muerte
Cristo sufrió la muerte no como consecuencia del pecado, pues no tenia, sino como castigo
judicial impuesto y cumplido sobre el pecado de la raza humana. Se puede decir que también
sufrió la muerte eterna, como lo muestra Berkhof en su teología sistemática: “la muerte eterna
se dejó ver en la conciencia humana del mediador como un sentimiento de ser dejado de
4
Johannes Messner, La aventura de ser cristiano (Madrid: Ediciones Rialp, 2005), 21.
Dios”.5 Pablo en su carta a los filipenses dice que Cristo se humillo así mismo, en obediencia,
hasta cumplir el propósito por el que fue enviado por el Padre.
La muerte no deja de ser un gran espanto para el ser humano, y aun para el cristiano, el cual
tiene grandes promesas de resurrección y vida eterna. Su aguijón hace temer, tanto que el
cristiano es capaz de negar su fe con tal de preservar su vida, muchos han sido los que se
cuentan dentro de estos. La valentía que demostramos de palabra, palidece y se debilita
cuando se está en la línea de la muerte, cuando te ve a la cara. No es oculto que muchos
dejamos de predicar a alguien cuando tan solo nos rechazan, entonces, ¿que será cuando nos
amenacen de muerte?
Nuestra vida está en las manos de un Dios soberano, nuestros días están contados por él,
podemos pues confiar en su control, descansar, y obedecer hasta el término de nuestros días.
Meditar en la enseñanza dada por Jesús, registrada en Mateo 16, es de gran aliento para
imitarlo a él: “si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y
sígame. Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por
causa de mí la hallará”. Debemos cada día morir a nuestro propio yo, mortificar nuestros
deseos pecaminosos, y, buscar y preocuparnos por la obra de Cristo como preeminente,
dejando lo demás no sin importancia, sino secundario. Es maravilloso poder dar la vida por
lo máximo que podemos encontrar, por lo más excelso, por lo más hermoso, por lo
trascendente, por lo eterno, por nuestra perla preciosa, por nuestro gran tesoro; nadie es tan
digno como él para que nuestras vidas sean ofrecidas desde nuestro nacimiento hasta la
muerte, en obediencia. Dios nos de la gracia para que el día que haya decretado que cerremos
los ojos a esta vida, lo glorifiquemos hasta con nuestro último suspiro.
5
Louis Berkhof, Teología Sistemática (Grand Rapids: Libros Desafío, 1949), 404.
CONCLUSIÓN
Stamateas, Bernardo. Intoxicados por la fe. Buenos Aires: Grupo editorial Argentina, 2011.