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CAPÍTULO IV

EL BANQUETE EUCARÍSTICO, COMO ANTICIPACIÓN DE LA PLENITUD


DEL REINO DE DIOS

En el cuarto capítulo, profundizo en la importancia del Reino de Dios que se hace praxis
en el augusto sacramento de la Eucaristía. El tema de la Eucaristía, está enfocada desde
un aspecto fundante, el Banquete festivo que se hace memorial cada vez que nos
acercamos a ella, para participar y nutrirnos de su Palabra, su Cuerpo y su Sangre. Es
decir, recibir al mismo Jesús que es presencia viva y real, vislumbrada en las especies
eucarísticas. Cuya configuración nos ofrece el Concilio Vaticano II: la Eucaristía es
fuente y cumbre de la vida y misión de la Iglesia, aquello significa la razón de ser de
nuestra vida de cristianos, cristianos católicos que viven su fe convencidos de este gran
legado que nos dejó Jesús (Revisar la fuente y citar).

4.1 El Banquete expresión de la llegada del Reino

“Jesús, a la vez que convierte el banquete o comida en signo de la llegada del Reino, al sentarse y
comer con los pecadores lo convierte también en signo de reconciliación, de comunión y participación
en los bienes mesiánicos, y, en definitiva, en signo anticipador de lo que después sucederá en el
banquete eucarístico”1.

En la última cena de Jesús con sus discípulos, debe enterderse el sentido comensal, ya
que en ella y en su relación con la autodonación en la cruz culminan la presencia y,
realización escatológica - soteriológica del Reino de Dios. Debe reconocerse el sentido
religioso y sagrado de las otras comidas, su carácter de solidaridad indiscriminada y de
acogida, su sentido reconciliador universal, su dimensión diacónica y el abajamiento
como verdadero servidor para la salvación de todos los hombres (cfr. Jn 13,4-17)2.

De este modo, los pasajes de las comidas de Jesús; vienen a culminar en la última cena,
donde Jesús en su enseñanza a los discípulos, profundiza aún más en la igualdad, en el
acercamiento y reconciliación entre todos. Lo hace sobre todo a través de su actitud de
servicio, que le lleva a realizar el lavatorio de los pies, un servicio de criados y aún de

1
D. BOROBIO, Eucaristía, Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 2000, p. 10
2
Cfr. D. BOROBIO, Eucaristía, Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 2000, p.11
esclavos. Por eso, cuantos han participado de esta mesa y han aceptado esta verdad
salvadora y los valores del Reino, deben reproducir en gestos concretos para con sus
hermanos en la fe.

La Última cena, el anuncio de la muerte y llegada del Reino. En la última cena, Jesús
interpreta su muerte como la manifestación más plena de la llegada del Reino. Jesús debió
contar con la entrega de su propia vida; la experiencia de la muerte de Juan Bautista, la
oposición creciente de fariseos, escribas y autoridades, la exigencia del Reino que
reclama la disposición a entregar la propia vida (cfr. Mc 8,35; Mt 10,28; Lc 12,7)
garantizan este enlace.

Por otro lado, así lo están certificando los anuncios diversos de su trágico destino (Mc
8,31; 9,12; 9,31; Lc 17,25): ¿Podéis beber el cáliz que yo voy a beber, o ser bautizados
con el bautismo con que yo voy a ser bautizado? (Mc 10,38ss; Lc 12,49ss). Todo ello,
manifiesta que Jesús no sólo presagió su muerte, sino también que la unió con el anuncio
del Reino de Dios, con el juicio definitivo que su llegada implica.

Diversos elementos en la misma cena están indicando este aspecto sacrificial: la


referencia al cordero pascual, la alusión al Siervo (Is 53,12), las expresiones “sangre
derramada” (1Cor 11,24; Lc 22,20; Mc 14,24), la separación del pan y el vino del cuerpo
y la sangre; nos remiten a la muerte cruenta de la víctima.

La cena de Jesús con sus discípulos es, por tanto, una cena de despedida, en la que Jesús
es consciente de la inminencia del Reino escatológico por su muerte: ésta será su última
comida antes de que se inaugure ese Reino: “Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la
vid hasta el día aquel en que lo beba nuevo en el reino de Dios” (Mc 14,25; cfr. Mt 26,29; Lc 22,18). No
se trata sólo de un recuerdo del pasado o de una profecía institucional, como en las
pascuas tradicionales; sino de una profecía unida a la esperanza de un comienzo
radicalmente nuevo, de una liberación definitiva, que llega a su perfecto cumplimiento
por su pasión, muerte y resurrección.

Por todo ello, y como aplicación a la Eucaristía, podemos decir que ésta viene a ser la
nueva pascua de Cristo en la comunidad cristiana, el banquete pascual que hace presente
el camino de Jesús de este mundo al Padre, sobre todo por su muerte y resurrección. Nos
hace partícipes de los bienes de su Reino y de la salvación definitiva, que llegará a su
plenitud, también para nosotros, después de comer y beber el pan y el cáliz eucarísticos.
La liberación salvadora realizada de una vez para siempre por el sacrificio de Cristo en la
cruz, se actualiza sacramentalmente en la Eucaristía3.

Indudablemente que los gestos sobre el pan y el vino, junto con las palabras que Jesús
pronuncia, tienen un significado real, simbólico y anticipatorio de la entrega y
autodonación de su propia vida a los suyos para la salvación del mundo. En la donación
del pan y del vino, significa la entrega de Cristo, para salvación universal, por la que todos
los hombres pueden participar en el Reino definitivo de Dios.

4.2 Eucaristía, memorial de la Pascua

Memorial, se le llama así; porque se hace memoria de la pasión y de la resurrección del


Señor (Cat. 1330; SC 47). El término griego para significar memorial es: anamnesis
(anamnhsiz) el cual, es raro en los escritos del Nuevo Testamento, pero se lo utiliza
solamente en un contexto cultual-litúrgico4, por ejemplo, Hb 10, 3: “al contrario, con ellos
se renueva cada año el recuerdo de los pecados”. Memoria, no sólo es un mero recordar,
sino que significa que se revive la pasión y la muerte de Cristo; tal como la manifiesta las
palabras de la celebración litúrgica de la Eucaristía, inmediatamente luego de las palabras
de consagración, el sacerdote dice, “hagan esto en memoria mía”, y luego: “Así pues,
Padre, al celebrar ahora el memorial de la muerte y la resurrección de tu Hijo”5

“El memorial se celebra en palabras y por signos, que deben expresar de forma adecuada el
ministerio de salvación que se actualiza, a la vez suscitar las actitudes y participación en los
sujetos que corresponden”6

En la Sagrada Escritura ya se habla del memorial como, el recuerdo de Dios con el


hombre, que se entrecruzan y constituyen un elemento fundamental de la vida del pueblo
de Dios.

3
D. BOROBIO, Eucaristía, Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 2000, p. 36.

4
Cfr. H. BATZ y G. SCHNEIDER, Diccionario Exegético del Nuevo Testamento, p.224-225.
5
Cfr. Plegaria Eucarística II.
6
D. BOROBIO, Eucaristía, Biblioteca de autores cristianos, Madrid, 2000, p. 179.
“La Eucaristía se convierte en memorial de Jesús y de su acción salvadora, de su entrega y
gratuidad ilimitadas, y gracias a ellos los cristianos, en los sucesivo, anunciaron a proclamaron
su muerte de amor. Cada vez que coméis de este pan y bebéis de esta copa, anunciamos la muerte
del Señor hasta que venga”7

El memorial, nos puede llevar a recordar, sin embargo (que), no se trata de la simple
conmemoración de un pasado ya concluido; sino, de un memorial vivido desde una
experiencia personal con Dios. Este traer a la memoria no es solamente el recuerdo de
múltiples acontecimientos del pasado, sino la proclamación propiamente dicha de las
maravillas y proezas que Dios ha realizado en favor de los hombres; y, que se actualizan
y se viven en la liturgia y de manera particular en la Eucaristía. Por lo tanto, en la
celebración de la liturgia y en especial en la Eucaristía, como acontecimientos
sublimes se hacen presentes y actuales. Como memorial, consigue ser considerada
como el gran misterio de fe, puesto que expresa y realiza su economía de salvación con
la que Dios por medio de su Hijo Jesucristo y en su implantación del Reino; permite
descubrir el actuar del Señor en la historia y por la historia. Por ello, que Jesucristo viene
a ser Sacramento del Padre, porque en su persona se vislumbra la presencia misma de
Dios.

Es importante remitirnos a los relatos de los sinópticos sobre la institución de la


Eucaristía, que Jesús con sus gestos y palabras revela el misterio pascual, es decir, Cristo
mismo crucificado y resucitado. El misterio eucarístico, tiene sentido y valor sólo en
Jesucristo. A través de la entrega de su vida, se ve condensada la alianza definitiva en la
que los hombres por medio de Jesucristo pueden ser partícipes de este gran misterio de
amor, que trasciende fronteras y la vez, es visto como Sacramento de unidad y de
salvación.

“El sacramento más augusto, en el que se contiene, se ofrece y se recibe al mismo Cristo Nuestro
Señor, es la santísima Eucaristía, por la que la Iglesia vive y crece continuamente. El Sacrificio
eucarístico, memorial de la muerte y resurrección del Señor, en el cual se perpetúa a lo largo de
los siglos el Sacrificio de la cruz, es el culmen y la fuente de todo el culto y de toda la vida cristiana,

7
F. MARTÍNEZ, La fracción de la comunidad, Barcelona, 1999.p.41
por el que se significa y realiza la unidad del pueblo de Dios y se lleva a término la edificación
del cuerpo de Cristo”8

Es menester, que los beneficiarios de esta gracia tributen máxima veneración y respeto a
la Santísima Eucaristía; tanto ministros ordenados y fieles. Sin embargo, los ministros
son los primeros llamados a poner empeño en preparar, celebrar y vivir la Eucaristía. De
una forma muy particular el Corpus Cristi, el Jubileo, la Eucaristía; para ello, se
recomienda a todos los ministros ordenados a que se motive al pueblo de Dios a
experimentar la presencia real de Jesucristo como Rey Universal en las especies del pan
y vino. Que no es una presencia simbólica o imaginaria, es el encuentro vivo y real con
Jesucristo que es presentado como víctima, sacrificio y altar.

En la Eucaristía, el Sacerdote es el mismo Cristo quien preside la celebración eucarística


(in persona christi) como diría san Pablo “ya no soy quien vive es Cristo quien vive en mi”
(Gálatas 2, 20) por lo tanto, la Eucaristía es el sacramento de Cristo, es volver a repetir lo
que hizo Jesús. Este sacramento, nos hace miembros activos de la Iglesia. Qué triste es
ver que muchos feligreses, acudan a los templos para participar de la misa y no reciban
la comunión, es como si algo faltase, a sabiendas que la Eucaristía es fuerza para
emprender la vida cotidiana. Por eso, siempre se insiste hacer de la Eucaristía una
prolongación del ministerio de fe.

Solo en la Eucaristía es posible vivir el misterio de amor, un misterio que es revelado por
Jesucristo en la última cena con sus apóstoles de manera fundante, podríamos afirmar;
que ese Reino de Dios, predicado por Él mismo Jesucristo hace posible que los hombres
puedan entenderlo y comprenderlo como un acontecimiento salvífico. Todo ello,
constituye necesariamente para las personas un deseo profundo de experimentarlo como
aquel que transforma la vida en todas sus facetas.

La Eucaristía vista desde el Evangelio de Lucas, es un tema que apenas tiene sus raíces
aquí, ya que llega a florecer en el libro de los Hechos. Cuando Jesús toma y parte el pan,
no se trata de recordar la última cena; sino, que es el modo clásico como Lucas se refiere
a la Eucaristía. Lo que significa es, que de ahora en adelante Jesús estará presente en la

8
Código de Derecho Canónico, Eunsa, Bogotá, 2002, c. 897
comunidad de sus discípulos no de manera visible si no en la fracción del pan. Así es
como podrán reconocerlo, porque de tal manera permanecerá entre los suyos. En este
pasaje la capacidad de Lucas, aparece en su más alto nivel plástico de presentarnos a Jesús
y lo hace en cuatro niveles:

a) El encuentro (Revisar si va coma o no después de cada literal)


b) La conversión por el camino
c) La cena en Emaús
d) El regreso a Jerusalén

Al final del relato cabe una gran pregunta, ¿la cena de Emaús es una verdadera Eucaristía?
¿Se puede pensar en que Jesús Resucitado, partiera el pan en el modo de celebración de
la Eucaristía?

Básicamente es una pregunta sin respuesta, además que los apóstoles citados no hacen
parte de los doce a los que llamó Jesús. El reconocimiento debería basarse más a una
escena como la encontrada en Lc 9,10-17; donde Jesús toma los panes y los peces,
pronunciando la bendición y repartiéndolos entre los discípulos.

Yo también soy de la idea, de que no se puede hablar de este acontecimiento como


Eucaristía. Mi fundamento consiste, en que simplemente Jesús trae a la mente de los
discípulos, la manera singular de orar antes de servirse los alimentos. hace abrir los ojos
a los discípulos tras traer a la mente de que él les enseñaba de esta manera singular
a orar antes de servirse los alimentos. “Según el testimonio de los propios discípulos, el
encuentro con el resucitado tiene lugar, habitualmente en torno a una mesa, durante una
comida… en un ambiente litúrgico eucarístico”9 pero, diría yo no necesaria y concretamente
en la Eucaristía.

4.2.La celebración del memorial

La Eucaristía no sólo es actualización del sacrificio de Jesús, de su entrega y obediencia;


sino también celebración y memorial por voluntad del Señor: “haced esto en memoria
mía” (cfr. Lc 22, 19). Además, en esta dimensión memorial se destaca dos momentos
principales que van íntimamente entre sí, la proclamación de la Palabra y la mesa del
banquete eucarístico. Por otra parte, el memorial llega a su cúlmen en el banquete

9
J DE BACIOCCHI, Eucaristía, 1973, p. 50.
eucarístico; en el que, por medio de la consagración del ministro ordinario bajo el signo
de la consagración realizado por el ministro ordenado como el caso del presbítero,
la acción fracción del pan y la comunión; acontece la memoria y la presencia viva del
Cristo total, con un elemento que vale la pena resaltar, que es su donación.

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