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LA LEYENDA DE LA ACHIRANA DEL INCA

Según esta leyenda en el año 1442, el Inca Pachacútec en compañía de su hijo el príncipe Yupanqui
y de su hermano Capac Yupanqui, emprendió la
conquista del valle de Ica, cuyos pacíficos
habitantes, no carecían de esfuerzo y elementos para
la guerra. Por lo que el Inca propuso a los iqueños
que se sometiesen a su gobierno.

Visitando el feraz territorio que acababa de someter,


se detuvo en un lugar llamado Tate, cuya propietaria
era una anciana a la que acompañaba su bellísima
hija, llamada CHUMBI YAYA.

El conquistador, creyó que también sería fácil su


conquista, pero Chumbi Yaya pero esta
muchacha amaba a un joven de su comarca y no
se dejó conquistar por el Inca, a pesar de todo su poder y riquezas.
El Inca, al ver perdida la esperanza de ser correspondido, decidió dejarla en paz y otorgarle la merced
que le pidiera, en recuerdo del amor que le inspiró. Para ello, Pachacútec llamó a la joven y tomándole
de la mano le dijo: "Quédate en paz, paloma de este valle, y que nunca la niebla del dolor tienda su
velo sobre el velo de tu alma. Pídeme alguna merced, que a ti y a los tuyos, haga recordar siempre el
amor que me inspiraste".

Chumbi Yaya le contestó de rodillas:


"Grande eres y para ti no hay imposibles.
Pero si te satisface la gratitud de mi pueblo,
ruego que des agua a esta comarca. Siembra
beneficios y tendrás cosechas de
bendiciones...". Así cautivó con sus palabras
al noble soberano, quien propuso esperar diez
días para ver realizado el sueño de la
comunidad.

Luego, el monarca subió al anda de oro, que llevaba en hombros los nobles del reino y continuó de
viaje triunfal.
Cuarenta mil hombres del ejército Inca durante diez días abrieron el cauce que lleva del Molino y del
Trapiche y termina en Tate, heredado de la doncella que deslumbró al monarca.
Según la tradición, este es el origen de la Achirana que significa "lo que corre limpiamente hacia lo
que es hermoso".

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