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MUJER COMO OBJETO Y SJETO LITERARIO (UCM)

LA MUJER COMO SUJETO Y OBJETO LITERARIO

ARREDONDO SIDOREY, MARÍA


15-16
SOLEDAD
La mujer como sujeto y objeto
literario
Grado en Español: lengua y literatura
Curso 2015 – 2016
Rocío Gómez Soldevila

La esperanza es un sentimiento positivo, o al menos eso decía la gente. Podía convertir a


una muchacha enamorada en una mujer triste y débil, perdida en sus ensoñaciones y en
un tiempo que no volvería. La esperanza podía trastornar a una persona hasta hacerle
rozar la locura».
- Laura Gallego.

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1. Introducción y metodología.
La polémica feminista. Historia de las mujeres. Teoría literaria feminista.
Enfoques genéricos. Personajes femeninos. Las Bibliotecas de escritoras.
Lo que se pretende con el doble título de la asignatura es rellenar un hueco que siempre
ha estado olvidado por los universitarios. En los años 70, un novelista estupendo, Juan
Goytisolo escribía una colección de artículos en la revista Triunfo y escribió un lamento
sobre el carácter arcaico y atrasado de la enseñanza universitaria española: La lozana
andaluza decía que no se explicaba en la universidad española porque estaba anclada en
el pasado. Relacionamos esta protesta de Goytisolo con el hecho de no abordar una serie
de cuestiones y recuperarlas bajo un punto de vista distinto. Esto no solo afecta a nuestra
disciplina de historia literaria sino también a otras como la pintura: discurso de ingreso de
la Real Academia Pinturas de historia, imágenes políticas repensando el salón de reinos, se
pone de manifiesto otra forma de mirar un cuadro, y un cuadro clásico. Situando este
discurso lo que llama la atención es cómo interpreta Fernando Marías un cuadro clásico
de Maíno que representa la toma de un puerto, Bahía de todos los santos: lo que llama la
atención de Marías es que lo que esté en primer plano son las cuatro mujeres y el papel
tan importante que estas mujeres desempeñan (están sanando a sus soldados):

Unos personajes femeninos han pasado a tener un interés que no cabía antes. Se
empiezan a considerar una serie de cuestiones que no se tenían en cuenta.

A partir del término “silencio” han salido un montón de estudios de ecos silenciados de
muchas mujeres de la historia, que no se habían expresado ni recogido. La mujer que
utiliza el habla para expresarse es algo que empieza hace muchísimos años con una mujer
llamada Cristina Segura, que fue criticada como mediocre: «la mujer está hecha para el
amor y la maternidad pero no para las luchas sociales».

Acaba de publicarse un artículo de la profesora que toca un tema muy concreto en una

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comedia de Quevedo: Cómo ha de ser el privado, Quevedo, estaba en buenas relaciones
con el conde-duque de Olivares (él era el modelo del perfecto privado, el perfecto
valido…) y en los últimos años, cuando se está llevando a cabo un proceso de reedición de
las obras de Quevedo nadie toca la función bastante importante que cumplían cuatro
personajes femeninos en la obra. El artículo se llama “El valido y las mujeres de palacio”,
uno de los personajes femeninos es la figura de la hermana del rey (una joven que se
opone al matrimonio que el rey le propone, porque el prometido es un hereje); esto sirve
de ejemplo acerca de lo que se quiere poner en relieve en esta asignatura, pues mirados
estas cuestiones desde otros puntos de vista arroja una serie de informaciones sobre las
que no habíamos introducido ninguna lente de aumento. Dos de los aspectos más nuevos
sobre lo que podríamos llamar “feminista” se refieren al “silencio femenino”, “silencio de
las mujeres”, la escasa voz que se les ha dado a las mujeres a lo largo de la historia. La voz
del silencio es un título genérico que se dio a un congreso, que impartió Cristina Segura,
que ponía de relieve cómo a partir de un supuesto silencio, bien mirado y analizado, podía
recobrar una voz importante. El caso de la infanta María es un caso muy destacado: fue
casada con el futuro rey de Alemania, hizo un larguísimo viaje desde la Corte de Madrid
hasta llegar a Hungría donde conoció a su esposo (se habían conocido a través de
retratos), Quevedo toma esto y lo modifica planeando sobre todo esto la excelencia del
conde-duque de Olivares. A la hora de utilizar como fuente de información algunos de los
escritos de Quevedo conviene analizar también no solo su personalidad sino también la
situación histórica. Lo que se empieza a analizar es hasta qué punto las mujeres de la línea
sucesoria pueden desarrollar un papel importantísimo. Casadas, monjas, rameras y brujas.
La olvidada historia de la mujer en el Renacimiento es un título que nos llama la atención:
es un título que tiene por sí mismo curiosidad e interés que pica la atención del lector.

Salió a colación en clase la cuestión del trabajo de las mujeres, y sobre esto tenemos otro
título: El trabajo de las mujeres a lo largo de la historia.

En esta asignatura lo que se va a ofrecer es sobre todo bibliografía y motivos de


investigación en este campo: Elena Catena (especialista en la literatura del siglo XVIII)
elaboró una lista de escritoras que existían nombradas de pasada pero que no habían sido
editadas; María Mayoraz colaboró con ésta y además tiene una novela epistolar; el
profesor Francisco López Estrada (medievalista y especialista en poesía y relaciones de
sucesos del Siglo de Oro) fue un gran impulsor del conocimiento de la literatura escrita por
mujeres, y hablaba concretamente de una escritora sevillana, Ana Caro de Mallen, que
tenía un oficio poquísimamente femenino: relator de sucesos (adelantado del periodismo
en el siglo XVII) y que en 1637 escribió en verso las fiestas del Retiro, Las reales fiestas.
Van surgiendo una serie de nombres que escribieron este tipo de literatura en el siglo XX,
y hay dos profesoras que también nos aportan algo: Cristina Segura, y María Victoria
López Cordón, que escribió sobre una figura femenina interesantísima.

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Para hablar de esta asignatura hay conceptos que hay que tener presentes:

 Polémica feminista: ésta designa un movimiento o corriente de opinión que


hereda una serie de cuestiones y problemas que estaban en el ambiente desde
otro movimiento anterior, la querella de las mujeres, que surgió en Francia tras la
publicación de algunas novelas del Medievo, en la que se presenta a la mujer como
una figura femenina cruel. A partir de ese movimiento que dura dos siglos y medio
aproximadamente, y que luego parece que se ahoga en el siglo XVII, vuelve a surgir
en el XVIII lo que se llama “polémica feminista” que recuperaba una serie de
cuestiones con respecto a la mujer: su condición sexual y su capacidad intelectual.
Lo que interesa destacar en este momento es cómo la llegada de la mentalidad
racional de los ilustrados del siglo XVIII va a permitir recuperar lo mejor de aquella
querella de las mujeres y va a favorecer al debate. El problema surge cuando se
debate la entrada de alguna mujer en las Sociedades económicas de Amigos del
país, y es lo que va a dar lugar a lo que se conoce como “polémica feminista”.
 Feminismo: en el siglo XIX ya se entiende por feminismo un movimiento
internacional que pretende recoger para las mujeres una serie de derechos que se
les había hurtado, como por ejemplo el poder casarse con quienes decidan (El sí de
las niñas de Moratín nos hace partícipes de estos matrimonios por conveniencia).
Lo que aporta el feminismo como concepto es un apunte crítico que sale desde
otra óptica que antes no se había considerado: un enfoque sobre la igualdad,
alcanzar el feminismo de la igualdad, y lo que tiene en particular la visión femenina
sobre la masculina. A partir de ese concepto de igualdad se ha discernido entre
alcanzar, por parte de la mujer, el ser escritora además de madre. Irán surgiendo
una serie de temas, de personajes, de géneros literarios que se adaptarán a la
presencia femenina: casi todo se escribe desde el corazón, por lo tanto habrá
muchas mujeres dedicadas a escribir lírica, o de educación sexual de madres a
hijas, o recopilaciones de cuentos (la mujer ha sido siempre una gran narradora de
historias)… según van avanzando en formación, las mujeres van a ser objeto de
estudio (¿?).

Toril Moi, con su Teoría literaria feminista pretende darnos a conocer las dos corrientes
feministas más importantes: la angloamericana con Virginia Woolf, y la francesa con
Simone de Beauvoir, mediante un estudio detallado de ambas figuras. El objetivo del libro
es discutir los métodos, los principios y la política que operan dentro del marco de la
crítica feminisita rompiendo con la falsa idea de hermandad que siempre ha caracterizado
la política feminista. Katte Millet, Annette Kolodny, Simone de Beauvoir, Luce Irigaray y
Julia Kristeva son algunas de las representantes de la crítica literaria feminista estudiadas
en el libro.

La crítica literaria feminista recoge sus bases del movimiento feminista y lo que busca es:
desarrollar y descubrir una tradición femenina de la escritura, interpretar el simbolismo de
la escritura de las mujeres para que no se pierda o se ignore por los hombres, redescubrir
los viejos textos, analizar a las escritoras y sus escritos desde una perspectiva femenina,

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resistir el sexismo en la literatura, aumentar la conciencia sexual de la política, del
lenguaje y del estilo.

«De nuestras vidas, de nuestros deseos, de las formas que tejemos las relaciones y
reproducimos el mundo… poco quedará a menos que nos propongamos construir una
memoria genérica cada vez más rica, porque la memoria no existe: se construye».
-Marcela Lagarde

En 1909 se funda en Barcelona la “Biblioteca de la Dona”, que fue la primera biblioteca


para mujeres de Europa y quizá, del mundo. En la actualidad, continúa en activo con el
nombre de Biblioteca Francesca Bonnemaison. Sin embargo, fue una excepción en el
panorama español, ya que el resto de las bibliotecas de mujeres españolas se fundaron a
partir de los años 80.

La fundación de muchas de estas bibliotecas y centros de información especializados se


debe gracias a la consolidación del Movimiento Feminista a finales de los 60 y también a la
aparición, en el ámbito universitario, de los “Women’s Studies”. A finales de los años 70 el
Movimiento Feminista está plenamente consolidado en España y es entonces cuando
surgen las primeras bibliotecas de mujeres creadas por asociaciones de mujeres: el
Instituto de la Mujer se crea en 1983.

2. El Medievo
El amor cortés, la idealización femenina, la novela sentimental del siglo XV.
La querella de las mujeres.
Para preparar este tema damos por sentado que conocemos la época medieval desde
diversos acercamientos. Como la asignatura tiene dos caras, la mujer sujeto y la mujer
objeto, vamos a dividir a las mujeres de esa manera; cada corte cronológico tiene sus
mujeres que cogen la pluma y escriben.

La mayor parte de los escritores son hombres aunque una mujer señalada del siglo XV,
Teresa de Cartagena, afirma lo siguiente: Dios hizo primero al sexo varón, y después al
femenino, lo que significa que la mujer siempre irá detrás en la lista. Todos conocemos a
la mujer sabia de los cuentos de Las mil y una noches, lo lista que fue al trazar todo un
engaño para evitar que la maten.

Vamos a hablar en este tema de dos mujeres en especial: Cristina de Pizan y doña Leonor
López de Córdoba. Junto con estas dos mujeres existen otras tantas en la Edad Media que
decidieron optar por escribir.

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De la época medieval tenemos libros donde se aborda la cuestión femenina:

 Cárcel de amor, Diego de Sampedro


 Diálogo en laude de las mujeres, Juan de Espinosa (segunda mitad del siglo XVI)
 Arboleda de los enfermos, Teresa de Cartagena
 Corbacho, Arcipreste de Talavera

Este último que hemos mencionado, el Corbacho, pertenece al género discursivo y


argumentativo: discute asuntos filosóficos, didácticos, científicos… Éste se conserva en un
solo manuscrito, de bastante importancia ya que perteneció a Isabel la Católica. El título
de la obra se ve influenciado por el Libro de Buen Amor, del Arcipreste de Hita, y también
por el Corbaccio, de Boccaccio, una sátira demoledora contra las mujeres a partir de
relatos breves. Se defiende que el amor loco solo lleva a la destrucción e identifica a la
mujer con un animal salvaje e insaciable, inclinado al mal y a la manipulación. Otra obra
que influye en el Corbacho es De claris mulieribus, de Boccaccio también, la cual es una
biografía de mujeres ilustres, modélicas, que influye contra el pensamiento misógino.
Estos dos referentes de Boccaccio dan dos puntos de vista antagónicos de la mujer en el
siglo XV. El tema general de la obra condena el amor mundano desarrollando la misoginia
y la danza del amor a Dios, muestra ejemplos de la realidad, presenta causas del amor
mundano pero más concretamente los temperamentos (complisiones: elementos que
determinan ese temperamento), ataca tanto a hombres como a mujeres pero lo cierto es
que el predominio de la crítica va hacia lo misógino porque las mujeres sacan a la luz los
aspectos negativos de las complisiones. Siempre hay una aportación femenina al retrato
que se hace y es importante la vía de la influencia de los astros para justificar los pecados.
Este texto también es una sátira feroz del comportamiento cortesano social e individual:
se satiriza la soberbia, el egoísmo, la frivolidad, la presunción, la vanidad, la degradación…
y también caricaturiza a la mujer.

El antifeminismo se presenta de los siglos XII-XIV y en algún caso se ha traído hasta el siglo
XV. Se desarrolla la teoría aristocrática del amor en círculos palaciegos que convierte en
deidad a la amada, y el deseo de satisfacer a la amante. La mujer amaba como redentora.
Viendo todo esto al revés, nos sale la misoginia y la ridiculización: el deseo, al no verse
satisfecho, se distancia de la idealización para dar paso a la sátira misógina.

El contexto de todo esto es que en el siglo XV se anuncia la redefinición de la mujer y del


papel que juega tanto en la pareja, el matrimonio o en la vida familiar. Hay una reacción
de temor a la heterodoxia (defienden la subordinación femenina, la eterna minoría de la
edad, una posición ajustada) porque les dificulta una propuesta que después estará
llamada a desarrollarse.

Aunque en el siglo XV un género muy importante es el de los libros de caballerías, la


verdadera novedad es la literatura sentimental que encontramos a partir de 1440 con el
Siervo de amor, de Juan Rodríguez Padrón, en la que intervienen elementos procedentes
de la literatura medieval. Influyen textos de Ovidio, de Boccaccio, pero sobre todo la

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teoría del amor cortés. Ambos géneros, los libros de caballerías y la novela sentimental, en
el fondo concernían al mismo tipo de personajes e iban dirigidos al mismo tipo de
receptores: en las obras caballerescas predomina la acción pero el amor tiene una
presencia importante; en la novela sentimental el peso recae sobre el amor y puede haber
también episodios de tipo militar y de acción, como vemos en Cárcel de amor.

El libro sentimental, en conjunto, va a vencer a los ideales de la caballería medieval: se


recrean unos ideales que responden a una realidad perdida dando más importancia al
servicio de amor que al servicio de armas. La literatura sentimental surge de la literatura
caballeresca y se va independizando de ella, especializándose poco a poco. Es un amor
cortés no proyectado a la acción sino hacia la exploración interior del sentimiento. El amor
importa por sí mismo y la dama adquiere un protagonismo que, en lugar de ser un
pretexto para hazañas militares, importa por sí misma.
Los libros sentimentales son relatos cortos con argumento simple y final desdichado
(muerte de amor, pasión imposible…). Son muy importantes los elementos líricos y el hilo
narrativo es muy leve. El espacio y el tiempo son también simbólicos, subjetivos, exóticos
y lejanos. Es una especie de cruzado del sentimiento amoroso con un héroe lacrimoso,
triste, preocupado por el sentimiento, alejado de los razonamientos de lógica y que no
evoluciona. Tiene pruebas que superar como la fidelidad a la amada (constancia, lealtad,
elementos inherentes al amor cortés), el someterse a la ley del honor y el ser capaz de
llevar ese amor indestructible hasta la muerte. La acción libera sentimientos paradójicos,
conflictivos, hasta sus últimos detalles. Hay sentimiento sadomasoquista: un amor sin
salida de ningún tipo.

Durante algún tiempo se consideró literatura de evasión, pero ya se considera literatura


de fin polémico o didáctico por todo el caudal de tratadismo que incorpora y porque
presenta ejemplos de amadores, muchas defensas de la mujer dentro de esta codificación
profemenina. Una protagonista de novela sentimental como la Mirabella de Juan de
Flores, es una protagonista que se suicida por decisión propia.

Cuando los teóricos neoplatónicos definen el amor cortés, “purus”, se mueven en el


círculo del sentimiento amoroso. El amor “mixtus” es difícil de separar del “purus” pero
definen como un amor de cuerpos y de corazones e implica la consumación del amor. El
amor “ferinus” considera la relación física o lujuriosa entre hombre y mujer comparable a
la relación física animal. Partiendo de esto, este amor de raíz neoplatónica, cuando se
concreta con el amor cortés tiene que pasar algo, tiene que haber una trama y ésta obliga
a que el desenlace sea feliz o trágico y a su vez obliga a ir del “purus” al “mixtus”: localizar
el amor, matrimonio en un desenlace feliz o no matrimonio en un desenlace trágico.

Desde los provenzales, hay una serie de etapas del amor que el enamorado cortés debe
atravesar:

1. Enamorado “fenhedor”: adora a la amada en la distancia y ésta ignora quién es él.


El enamorado sufre en secreto.

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2. Enamorado “pregador” (suplicante): la dama conoce sus intenciones y él necesita
hacer cumplir sus deseos.
3. Enamorado “entendedor”: la dama tiene que dar una serie de prendas al
enamorado que estimulan su estado de ánimo pero a la vez muestra rigidez.
4. Fase “drutz”: llega cuando ese amor es consumado en el lecho, pero nunca se
encuentra el matrimonio.

Esto en La Celestina, por ejemplo, se rompe y en su lugar se va a ver la “Reprobatio


Amoris”: Calisto se declara a Melibea en la primera escena y eso provocará la furia de
Melibea, quien considera que Calisto no respeta el código cortés. Pero este rechazo de
Melibea sirve para que Calisto vea su enfermedad de amor, toda la sintomatología de la
locura del amor. Calisto no va a desarrollar solo la faceta del sufrimiento, no se va a
plantear el matrimonio secreto y el final va a ser trágico. Melibea, inicialmente, se mueve
en el código del amor cortés porque si no, no se explicaría la escena de furia del primer
acto, la entrega del cordón y el dolor que sufre a solas. Pero Melibea evoluciona y en
cierto modo contradice a la amada cortés, que debe ser distante y además no debe
enamorarse. Melibea se enamora y abandona esa distancia, desarrolla, al igual que
Calisto, un conflicto muy real que se veía también en la protagonista de Cárcel de amor,
Laureola: amor y deber social, amor y leyes, amor y todo lo que representa el mundo de
los padres. Incluso después de la intervención de la hechicera también somatiza y por
influencia de los libros sentimentales será ella la que decida suicidarse.

El papel de la mujer en la sociedad y su discriminación a lo largo de la historia han buscado


su justificación en ideas sobre la naturaleza femenina, a la que eruditos de diversa
procedencia atribuían plenitud de vicios e incapacidad intelectual. En el ámbito de la
conocida como “querella de las mujeres”, el análisis de la naturaleza femenina es uno de
los puntos esenciales. Es importante, en este aspecto, la exposición de Álvaro de Luna
(escritor y político del siglo XV) sobre la naturaleza femenina; también se han desarrollado
algunas ideas sobre este mismo tema bajo el punto de vista de autores musulmanes de
Al-Ándalus y también judíos hispanos. Además, podemos hacer un análisis con una síntesis
de diferencias sobre la consideración femenina entre la teoría y la práctica.

¿Alguien se atrevería a afirmar hoy que las mujeres son intelectualmente inferiores a los
hombres, que no tienen derecho a la educación y que su única función en la vida es cuidar
del marido y de los hijos? Algunas culturas de la actualidad continuarían afirmando esta
teoría, pero en nuestra cultura, ya no. Pero esto ha costado mucho tiempo y esfuerzo: la
labor emprendida por las sufragistas y los movimientos feministas desde finales del siglo
XIX dio frutos interesantes. De todas formas, esta pregunta que nos hacemos ya fue
respondida con anterioridad de esta manera: «Dios ha concedido a la mujer una mente
capaz de comprender, conocer y retener todas las cosas de los más variados campos del
saber. No es raro encontrar personas con un espíritu despierto y unas facultades
intelectuales que les permitan comprender con facilidad todo lo que se les enseñe. Con
solo aplicarse el estudio, alcanzan un gran saber… Ahora que me he convencido por
vuestros ejemplos y mi propia experiencia de que las mujeres pueden estudiar las ciencias

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más difíciles y todas las ramas del saber, quisiera que me dijerais, Señora, si la mente
femenina es capaz de buen juicio y discernimiento para decidir lo que hay que hacer. ¿Es
la experiencia la que guía a las mujeres para que aprendan a enjuiciar su conducta
presente a la luz de su pasado? – Esa capacidad de juicio de la que hablas es un don que
Naturaleza otorga lo mismo a hombres que a mujeres», esta es la respuesta que da
Cristina de Pizan en su famosa obra La ciudad de las Damas. Además, ella responde a otras
cuestiones relacionadas con la planteada anteriormente: ¿cuáles podían ser las razones
que llevan a tantos hombres, clérigos y laicos, a vituperar a las mujeres, criticándolas bien
de palabra bien en escritos y tratados? ¿Cómo es posible que filósofos, poetas, moralistas,
y en general, todos, hablen con la misma voz para llegar a la conclusión de que la mujer,
mala por esencia y naturaleza, siempre se inclina hacia el vicio?

La disputa sobre la naturaleza femenina merece una consideración especial dentro de los
temas de la querella, pues en buena medida pudo contribuir a dibujar el camino que
debían seguir las mujeres con sus funciones particulares, es decir, las “propias de su sexo”
o lo que es lo mismo, su naturaleza, y en última instancia a la definición de los papeles del
género. Álvaro de Luna, en su Libro de las claras y virtuosas mujeres muestra la visión de
los hombres de poder y cultura de su tiempo acerca del tema en cuestión.

Los participantes de la querella de las mujeres fueron fundamentalmente hombres, la


participación femenina fue meramente testimonial. Ninguna mujer aparece en las listas de
autores que participaron en la querella en los reinos medievales hispánicos, pero por el
contenido de su obra y por la respuesta que dieron a algunos escritos, se podría
mencionar a Teresa de Cartagena y a María de Zayas entre los autores de la querella.
Teresa de Cartagena, que no escribió ninguna obra dedicada exclusivamente a mujeres,
dejaba algunos pensamientos que habría que incluir en la línea de clara defensa de la
capacidad femenina para realizar cualquier actividad.

En la literatura castellana bajomedieval y prerrenacentista, como en la literatura de otras


partes de Europa, se encuentran tratados sobre las mujeres o dedicados a ellas, u obras
con partes importantes dedicadas a tratar sobre el grupo femenino. Con el modelo del De
claris mulieribus de Boccaccio, en el siglo XV se escribieron varios tratados: el Triunfo de
las donas de Juan Rodríguez Padrón, el Tratado en defensa de las mujeres de Mosén Diego
de Valera, el Libro de las claras y virtuosas mujeres de Álvaro de Luna, y el Jardín de las
nobles doncellas de Fray Martín de Córdoba.

El proemio del último tratado mencionado, el de Álvaro de Luna, sirve para exponer lo que
era creencia común. En el encabezado de los cuatro primeros preámbulos hace una
declaración de las ideas que defendería a lo largo de la obra, dirigidas a defender que la
naturaleza femenina no podía considerarse la causa de la capacidad y las actuaciones de
las mujeres. En el primer preámbulo expone las razones para no aceptar la idea de la
naturaleza viciosa del género femenino, delibera acerca de la diferencia entre
costumbre y naturaleza, y utiliza argumentos de diversa índole. En el segundo preámbulo,
a pesar de su defensa de la igualdad entre hombres y mujeres, se desliza en la obra parte

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del pensamiento misógino que había llegado hasta él, precisamente al apuntar las ideas
que habían enfrentado a teólogos y filósofos en esta cuestión: para unos las voluntades de
las mujeres serían el resultado de un impulso interior, a modo de determinismo físico o
irracional, y para otros, la consecuencia de un deseo racional como les ocurría a los
hombres. Su argumentación trata de demostrar que las mujeres no debían ser culpadas
más que los hombres por el pecado original. Enfatiza la idea de que al escribir sobre los
hombres no se infiere la maldad de unos pocos, y sin embargo, eso es lo que habían hecho
los autores que habían escrito sobre las mujeres: la maldad de unas pocas había deducido
la maldad de todo el género femenino.

Don Álvaro de Luna «se colocó en el corazón del debate feminista contestando a la eterna
cuestión sobre la naturaleza femenina de manera racional, rechazando la idea misógina de
la maldad de las mujeres por naturaleza, e incidiendo en una idea más moderna de la
influencia de la educación y el entorno». La obra de Álvaro de Luna hay que valorarla por
el papel que, junto con otros escritores de la época, pudo tener en la sociedad en la que
vivió. Aunque fue difícil erradicar la idea de que la naturaleza de la mujer es la maldad, la
obra de don Álvaro tuvo influencia sobre dos obras del siglo XV que ya hemos
mencionado: Cárcel de amor y Jardín de las nobles doncellas. Si la primera, escrita por
Diego de San Pedro, refleja la defensa de que las mujeres sean tratadas con gran
reverencia, la segunda, obra del monje Fray Martín de Córdoba, trasluce algo aún más
importante: una mujer tiene toda la capacidad exigida para poder reinar.

Fray Martín dedicó su obra del Jardín de las nobles doncellas a la joven princesa Isabel,
que hoy conocemos como Isabel la Católica, porque no dudaba de que la naturaleza
femenina fuera apta para desempeñar la alta función de gobernar un reino, para lo cual se
necesitaba entendimiento racional. La obra de Fray Martín ha sido tachada de clasista
porque, aunque hace extensivo a todas las mujeres sus ideas sobre el género femenino,
parece evidente que son solo las mujeres del grupo superior las dotadas de las virtudes
que esclarecen a las mujeres. El clasismo que contienen estas obras confirmaría uno de los
argumentos del feminismo materialista, que considera importante no solo destacar las
diferencias entre hombres y mujeres, sino las diferencias entre mujeres (dentro del grupo
de las mujeres) y entre hombres (dentro del mismo grupo de los hombres); las obras de
los primeros pro-feministas diferencian la naturaleza de las mujeres ricas de la naturaleza
de las mujeres pobres, y resaltan el modelo de las primeras para ser tomado por las
segundas como rampa para salir de la irracionalidad a la que habían sido sumidas por la
sociedad patriarcal.

La conocida como querella de las mujeres se desarrolló entre escritores cristianos del
Occidente europeo, pero también tuvo su protagonismo entre autores no cristianos, como
eran los árabes y los judíos. Estos últimos disintieron entre ellos de tal forma que se
podría hablar de una auténtica querella de las mujeres en el mundo hebreo anterior a la
famosa querella del siglo XV. Como ocurre en los medios cristianos, solo han quedado por
escrito las voces masculinas aunque algunas fuentes permiten conocer los sentimientos
femeninos. Entre los escritores judíos habría que destacar el famoso texto de Averroes:

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«Sin embargo, en estas sociedades nuestras se desconocen las habilidades de las mujeres
porque en ellas solo se utilizan para la procreación, estando por tanto destinadas al
servicio de sus maridos y relegadas al cuidado de la procreación, educación y crianza. Pero
esto inutiliza sus otras posibles actividades. Como en dichas comunidades las mujeres no
se preparan para ninguna de las virtudes humanas, sucede que muchas veces se asemejan
a las plantas en estas sociedades, representando una carga para los hombres… y en tanto
carecen de formación no contribuyen a ninguna de las actividades necesarias, excepto en
muy pocas, como son el hilar y el tejer, las cuales realizan la mayoría de las veces cuando
necesitan fondos para subsistir». El planteamiento de Averroes era una novedad en el
mundo que daba por supuesto la naturaleza defectuosa, maligna e irracional de las
mujeres. Los judíos hispanos continuaron en buena medida la trayectoria de considerar a
las mujeres sin capacidad intelectual para acceder a una educación que no fuera
propiamente manual. A la tradición patriarcal judía se le unía lo que habían aprendido de
los árabes durante los siglos de convivencia en Al-Ándalus, y en efecto, las fuentes
literarias que exponen la visión teórica sobre las mujeres judías, muestran su desprecio
hacia ellas por sus muchos defectos, entre los que destacaban la lujuria y la falta de
inteligencia. Hay escritores hebreos que presentan una visión claramente misógina de la
mujer: sostienen que la mujer ha de ser sierva del marido, compañera sexual, bella, rica y
que se la pueda pegar. Estas ideas pueden considerarse un punto de partida de los
debates en la literatura judía medieval acerca de las mujeres. Con esta controversia, los
escritores hebreos se adelantaron casi dos siglos a los escritores cristianos que
desarrollaron durante el siglo XV la “querella de las mujeres”.

Lo que escribían cabalistas, filósofos, poetas o rabinos entre los judíos, como lo que se
manifestaba en las fuentes árabes, formaba parte de las ideas preconcebidas resultado de
la tradición misógina de las tres religiones del Mediterráneo. Esas ideas estaban
relacionadas con la posición económico-social de las mujeres, como se ha apuntado antes
al citar el clasismo de escritores pro-feministas como Álvaro de Luna o Fray Martín de
Córdoba. Debido a la escasa presencia femenina en las funciones económicas de más alta
envergadura, los autores citados no se basaban generalmente en las funciones
desarrolladas por las mujeres; su falta de participación en los cometidos más estimados o
su invisibilidad, llevaba a estimar fundamentalmente la parte doméstica, la maternidad
por encima de todo para las mujeres respetables, y la sexualidad para las no respetables.
Esta forma de mirarlas reducía el papel de las mujeres a objetos especialmente
apropiados para servir en la casa y para el sexo. En cualquier caso es evidente que se
limitaban a apreciar el papel de la mujer en actividades de carácter físico, manual o
material, y a juzgarla inepta o inadecuada para tareas intelectuales o espirituales, las de
mayor prestigio, que quedaban en manos de los hombres. Alabar o denigrar a las mujeres
dependía, pues, no tanto de su función social sino en buena medida de su
comportamiento para con los hombres. Era “la reina del hogar” judío si obedecía
ciegamente al esposo, y si renunciaba o reprimía sus propios sentimientos, pasiones o
gustos, en última instancia si era sumisa y pasiva.

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CRISTINA DE PIZAN (1364 – 1430) fue la primera mujer
que pudo ganarse la vida escribiendo. Se convirtió en la
primera escritora profesional de la historia gracias a su
tenacidad y fuerza de voluntad. Además, esta mujer pasó
a la historia por ser una defensora de los derechos de la
mujer en la sociedad.

Curiosamente fueron dos hombres quienes alentaron a


esta mujer para desarrollar y potenciar sus dotes
intelectuales: su padre, Tomasso da Pizano, y su marido,
Etienne de Castel.

Cristina había conseguido un excepcional equilibrio en su


mundo femenino. Estaba casada y tenía tres hijos, papel
que combinaba a la perfección con sus estudios y sus
escritos. Pero esta vida idílica se truncó con la muerte de
uno de sus hijos y prematura desaparición de su padre y su marido. Con 25 años se
convertía en una joven viuda con dos hijos y una madre a su cargo y con graves problemas
económicos. La primera respuesta a aquella triste situación fue un nuevo matrimonio; la
segunda, el claustro.

Sorprendentemente, Cristina no aceptó ninguna de las dos opciones y tomó una tercera:
seguir escribiendo. Su perseverancia dio frutos muy pronto y miembros de la Corte
solicitaron una elegía a Carlos V: así nació su primera obra, Le livre des faits et bons
moeurs du sage roi Charles V y su primera aportación económica. De este modo, Cristina
de Pizán, mantuvo a la familia que le quedaba con su obra, una obra que pasó de la
temática amorosa a temas mucho más comprometidos como la filosofía, la política, la
historia, la moral o el derecho de la mujer en la sociedad.

Cristina de Pizan fue una mujer adelantada a su época por múltiples razones: por su
formación intelectual (debido al ambiente en el que vive y al empeño de su padre recibe
una educación que no se daba en las mujeres de la época), por ser independiente y
autosuficiente (permanece viuda sin depender de un hombre y ella sola mantiene a su
familia), se da a conocer gracias a una labor intelectual, lo cual era impensable en las
mujeres de su tiempo; no depende de ningún mecenas, los contenidos de su obra, además
de ser muy variados, son rompedores y dan nuevos puntos de vista acerca de temas como
la condición de la mujer o la vida política de Francia; además de escribir los textos se
encarga de todo el proceso de producción y publicación de los mismos, quiere difundir su
obra porque cree que contiene un mensaje importante, y para ello no duda en
presentarse ante las grandes personalidades de Europa y ante las monarquías. Era algo
impensable que una mujer se presentase ante un rey con una obra intelectual. Reclama
una nueva imagen y un nuevo papel para las mujeres iniciando la Querella del Román de
la Rosa, que es un movimiento que denuncia la imagen negativa que se tenía de la mujer y
que Jean de Meung transmite en su obra. Cristina defiende los valores femeninos.

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Los primeros escritos que salen de la mano de Cristina de Pizan son, básicamente, baladas
amorosas en las que se refleja el dolor causado por el fallecimiento de su esposo. En 1399
escribe Epístola del Dios del Amor, en la que critica a los falsos amantes que no cumplen lo
que prometen. En 1400 escribe dos ensayos sobre el amor cortés: Dechado de Poissy y
Debate de los dos amantes. En el mismo año también escribe la Epístola de Othea, en la
cual, la diosa de la sabiduría llamada Othea escribe una carta al héroe troyano Héctor y le
va instruyendo en diferentes temas poniendo ejemplos de la mitología y literatura
clásicas. Concretamente, se dan cien consejos para llevar una vida honrada y cada uno va
acompañado de una miniatura: son los llamados “cien iconos de la sabiduría”. De hecho,
esta obra fue famosa por ser el mejor manuscrito ilustrado de la época. En 1403 escribe La
mutación de la Fortuna: mediante el mito de la diosa Fortuna, Cristina relata las grandes
adversidades a las que se tuvo que enfrentar al quedarse viuda y tener que mantener ella
sola a su familia y cómo logró salir adelante.

En 1405 escribe su obra más importante, La ciudad de las Damas, que critica la sociedad
misógina y reclama los derechos de las mujeres. La acción de la obra se sitúa en una
ciudad ideal en la que las mujeres, como ciudadanas, gobiernan la ciudad, desempeñan
todo tipo de labores y toman sus propias decisiones. Al comienzo del libro Cristina se
lamenta porque en la sociedad misógina en la que vive se considera que las mujeres son
inferiores a los hombres moral e intelectualmente, ya que son las causantes de todo mal y
todo pecado. En la narración, mientras Cristina se encuentra escavando en sus reflexiones,
recibe la visita de tres damas coronadas, que son las alegorías de la Razón, la Rectitud y la
Justicia. La primera porta un espejo para que todo el mundo se mire y reconozca sus
virtudes y sus defectos. La segunda lleva consigo una vara brillante para delimitar lo
bueno y lo malo. La tercera porta una copa de oro en la que ofrece a cada uno lo que se
merece en la medida exacta. Estas damas ayudan a Cristina a construir la ciudad, y
mientras trabajan se van narrando los mitos clásicos que enaltecen a la mujer y
demuestran que el discurso misógino está totalmente equivocado. Las damas le encargan
construir la ciudad «para todas las mujeres de mérito, las de ayer, hoy y mañana» y le van
proporcionando las piedras para la construcción de forma alegórica, mediante la narración
de las vidas de mujeres ejemplares, tanto de la historia en sí como de la mitología. La
construcción de la ciudad es metafórica: primero, para cavar el foso para los cimientos
deben vaciar la tierra de todos los prejuicios que los hombres tienen hacia las mujeres. Las
piedras sobre las que se edifica la ciudad son las mujeres virtuosas, con ingenio, con valor,
que sirven de ejemplo para todas las demás, como Safo, Dido o Semíramis. Es una
metáfora en la que se desechan todas las ideas equivocadas y misóginas sobre las
mujeres y se da paso a todas las grandes capacidades y virtudes que las mujeres
ejemplares demostraron a lo largo de la historia. Pero además, en la ciudad de las damas
se vive conforme a unas relaciones de ciudadanía justas, igualitarias, regidas por el
derecho.

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LEONOR LÓPEZ DE CÓRDOBA (1362 – 1420) fue una noble
castellana destacada como política por ser valida de
Catalina de Lancaster entre 1406 y 1412, cuando ejercía la
regencia del reino por su hijo Juan II de Castilla. Es conocida
en la literatura por haber escrito un relato en el que se
recogen sus memorias, consideradas una de las primeras
autobiografías en lengua castellana. Nació en Calatayud, en
la casa que habitaba el rey Pedro I de Castilla, a quien su
padre, Martín López de Córdoba (maestre de las órdenes de
Calatrava y Alcántara), servía. Su madre fue Sancha Carrillo,
sobrina de Alfonso XI de Castilla. Cuando tenía siete años de
edad, su padre concertó su matrimonio con Ruy Gutiérrez
de Hinestrosa, hijo de Juan Fernández de Hinestrosa, gran
privado del rey don Pedro, con el fin de unir el poder de
ambas familias petristas. Pero todos los planes se vieron
truncados al advenirse al trono el rey Enrique II de Castilla. El Maestre Martín López de
Córdoba fue ajusticiado por orden del rey en la plaza de San Francisco de Sevilla en 1371.
Por su parte, Leonor y su marido fueron encarcelados en las Atarazanas Reales de Sevilla,
donde permanecieron hasta 1379. Finalmente, el rey levantó su condena y embargó los
bienes familiares; así, Leonor se trasladó a vivir a Córdoba junto a su tía María García
Carrillo. A pesar del perdón real, la nobleza siguió considerando ingrata a la familia y les
propinaban fuertes humillaciones. Una muestra de estos hechos es el relato de sus
Memorias en el momento en que su hijo Juan enfermó de peste y terminó falleciendo en
1400: «Yo estaba tan traspasada de pesar, que no podía hablar del corrimiento que
aquellos señores me hacían; y el triste de mi hijo decía: “decid a mi señora doña Teresa
que no me haga echar, que ahora saldrá mi ánima para el cielo”. Y aquella noche falleció y
se enterró en Santa María la Coronada, que es en la villa, porque doña Teresa me tenía
mala intención y no sabía por qué, y mandó que no lo soterrasen dentro de la villa, y así
cuando lo llevaban a enterrar fui yo con él, y cuando iba por la calle con mi hijo las gentes
salían dando alaridos, amancillados de mí, y decían “salid, señores, y veréis la más
desventurada desamparada y la más maldita mujer del mundo”, con los gritos que los
cielos traspasaban, y como los de aquel lugar todos eran crianza y hechura del señor mi
padre, y aunque sabía que les pesaba a sus señores, hicieron grande llanto conmigo como
si fuera su señora». Sin embargo, muerto el rey, consiguió el favor de su viuda, Catalina de
Lancaster, que tenía su regencia en Castilla durante la minoría de edad de su hijo. La
crónica de Juan II de Castilla muestra el poder e influencia de Leonor y sostiene que su
opinión en los asuntos políticos estaba por encima de los grandes nobles, prelados y
universitarios de la Corte. Esta privanza le permitió amasar de nuevo una considerable
fortuna con la que fundó un mayorazgo a favor de su hija homónima Leonor. Su etapa
como favorita de la reina terminó violentamente en 1412 con la llegada a la Corte de una
amiga de Leonor, Inés de Torres, que debilitó la relación entre la reina y su valida
consiguiendo ocupar la posición de ésta. También debió instigar en la causa de Fernando
de Antequera, consciente del poder que Leonor había adquirido en la Corte; Leonor le

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había pedido que intercediera por ella ante la reina pero ésta se negó y la amenazó para
que permaneciera en Córdoba desterrada de la Corte bajo pena de muerte en la hoguera
si volvía, retirando a su familia todos los cargos palatinos.

Como hemos dicho con anterioridad, es autora de un escrito titulado Memorias de Leonor
López de Córdoba donde narra los hechos de los que ella y su marido fueron testigos
presenciales. El documento original, un relato corto de nueve páginas escrito ante un
notario de Córdoba, se custodiaba en el convento de San Pablo, pero se ha perdido. El
texto se dio a conocer a partir de una copia que se conserva en la Biblioteca Colombina de
Sevilla. Por tanto, se trata de una escritura notarial que comienza con la típica fórmula
«sepan cuantos esta escritura vieren», escrito en primera persona, que aunque ella misma
afirma ser autora del texto, la abundancia de términos legales y el tipo de documento
inclina a los estudiosos a considerar que fue escrito por el propio notario. Fue escrito tras
su caída en desgracia en la Corte, presuntamente como un acto de devoción que pretende
mostrar la fuerza de la oración a la Virgen María. Sin embargo, es también una disculpa
por su padre y sus propias acciones; por lo tanto, lo que empieza como un acto de piedad
se convierte en una defensa de su familia que recuerda al lector que es noble tanto por vía
paterna como materna.

Aunque es considerada escritora, y se emiten juicios como que es uno de los escasos
ejemplos de mujeres dedicadas a las letras en la Edad Media, nunca fue escritora ni se
conoce otro escrito además de sus Memorias. No obstante, como mujer objeto, podemos
decir que Leonor es la protagonista de La valida, novela histórica de Vicenta María de
Márquez de la Plata y Ferrandiz, que ganó el III Premio Ateneo de Novela histórica en
2009, en Sevilla.

3 . El siglo XVI.
Santa Teresa y la autobiografía, Libro de la vida; Margarita de Navarra y la
novela corta, El Heptamerón; La lozana andaluza y la prostitución.
Aunque en el siglo XVI se produjo cierto avance en cuanto a la consideración social de la mujer, el
Concilio de Trento de 1563 se encargó de sistematizar todo un entramado jurídico-teológico que
consagraba el matrimonio, junto con la reclusión en el convento, como la única salida admisible
para la mujer. Fernández Vargas, después de analizar el contenido de la sesión XXIV de este
Concilio, afirma que se consideró la institución matrimonial como «un contrato y una obligación
por el que cada uno de los cónyuges “debía” y “pagaba” con su cuerpo al otro, pero siempre que
fuera para un empleo legítimo y no contra natura». La contradicción de esto estaba en que la ley
era mucho más severa en el caso de que se produjera una infracción por parte de la esposa.

Casi todos los intelectuales de la época consideraban a la mujer como un ser extraño, imprevisible
y peligroso al que convenía controlar. Durante el siglo XVI, y de forma más acentuada en la

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centuria siguiente, se construyó un sistema ideológico que contribuyó a subordinar, enclaustrar y
mediatizar todo tipo de actividad que pudiera desarrollar una mujer.

«La mujer, en cuanto sujeto, no tiene posibilidad de acceder a una existencia plena, puesto que,
por principio, por ser mujer (o más exactamente: por no ser hombre) está excluida del ámbito de
actividad que puede dar significado a su existencia» - José Lorite Mena.

Sin embargo, y a pesar de todos los obstáculos existentes, hubo mujeres en los siglos XVI y XVII
que no se conformaron con la situación establecida, y en la medida de sus posibilidades,
intentaron corregir y superar estas limitaciones.

Para Margarita Nelken, uno de los recursos empleados en la batalla fue la imaginación: «intentan
“imaginar cosas”, como hacían los escritores de otro sexo, y publicarlas para, con ello, adquirir
gloria y provecho».

La visión que tenían los poetas del Siglo de Oro sobre la mujer estaba claramente condicionada
por el amor cortés de Petrarca, modificado por la adaptación de la filosofía platónica que hicieron
Bembo y León Hebreo. El aspecto que más interesa resaltar de esta adaptación es la concordancia
con la mentalidad de la época expuesta anteriormente. La misma distorsión deformadora, que a
fin de cuentas no deja de ser sino un falseamiento de la realidad, se observa en autores como
Garcilaso y Lope de Vega.

El amor cortés resulta ser “convencional”, entre otras cosas porque «en su más pura forma lleva
implícito el fracaso de la pasión, el tormento y la separación de los amantes».

Estos poetas ven a la amada como una encarnación de las supremas virtudes, la exaltan hasta
límites inimaginables y se consagran a ella, aunque los rechace, hasta el fin de sus días. La
hipocresía de esta actitud está en el hecho de que su admiración no se corresponde con una
valoración positiva de la mujer en la vida real.

SANTA TERESA DE JESÚS (1515 – 1582) es la primera autora


del siglo XVI, una autora a la que le afectan todas las
cuestiones religiosas, la evolución de la cultura, y lo que
afecta a cuestiones estrictamente literarias (aparición de
géneros nuevos, fórmulas nuevas…), cuestiones como la
educación femenina; le afectan las novedades que afectan a
la escritura de las mujeres en el nuevo siglo.

Por un lado tenemos la cuestión de la mujer y la religión: en


ese aspecto será innovadora porque en sus iluminaciones
recibe el encargo de modificar y renovar la orden religiosa,
pero además, ese ímpetu renovador choca con la
persecución de la Inquisición contra todo aquello que bordee
peligrosamente la ortodoxia religiosa. Por esto Santa Teresa de Jesús y sus escritos serían vistos
bajo sospecha.

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Mujeres sujeto como Santa Teresa de Jesús hablaban de este modelo de mujer virtuosa del siglo
XVI que aparece en La perfecta casada, de Fray Luis de León, quien también tuvo problemas con la
Inquisición por traducir el Cantar de los Cantares.

Santa Teresa de Jesús es una figura que dejó un gran impacto en la sociedad incluso después de su
muerte: en 1614 fue beatificada y más tarde, en 1622, santificada. La hicieron patrona de España
en 1627, y esto causó gran polémica en el siglo XVII: Quevedo intervino en la polémica que
cuestionaba si se le debía dar el patronato a Santa Teresa o al apóstol Santiago. Por tanto, el
patronato de Santa Teresa implicaba, en cierto modo, una innovación.

Esta mujer, por otra parte, trató con personajes tan importantes de su tiempo como era el rey,
Fray Luis de León, y otros hombres que más tarde analizarán su obra como Juan de Palafox y
Mendoza (arzobispo de Burgo de Osma), personaje muy influyente y espiritual que propuso una
edición parcial de las cartas de Santa Teresa de Jesús: sólo editó 65 que incluían notas y análisis, ya
que le interesaba la personalidad de la santa y su visión espiritual del mundo.

Gran parte de la vida de Santa Teresa la conocemos por su obra Libro de la vida, una de sus obras
más importantes. Fue escrita por orden, sugerencia o mandato de sus confesores entre 1562 y
1565 con el objeto de analizar minuciosamente, desde el momento de su redacción, los
fenómenos místicos, como la levitación, que le ocurrían a Santa Teresa, los cuales producían
admiración. Esta mística española está a medio camino entre la mística intelectual y la afectiva. La
obra está narrada con sinceridad desde el yo y en primera persona, lo cual aporta verosimilitud al
texto. Los datos que poseemos tanto de la obra como de la misma vida de la autora, nos los ha
dado ella misma: Santa Teresa se crió en el seno de una familia numerosa, tenía doce hermanos; la
familia de su padre era conversa, en contraste con la de su madre, que eran cristianos viejos; su
madre murió siendo todavía joven, de ahí su escasa aparición en la obra, pero es a ella a quien
Teresa debe su devoción religiosa (deseaba ser mártir de la fe) y su afición a la lectura (fantasía),
sobre todo a los libros de caballerías (en la época eran más célebres los libros sentimentales; en
los libros de caballerías el caballero y la dama consuman su amor, no hay matrimonio, y por esto
están mal vistos). Teresa no pertenece a la nobleza pero tiene acceso a la cultura y muestra su
capacidad para escribir.

Las moradas del castillo interior es una de otras obras de Santa Teresa dentro de la literatura
mística. Es más simbólica, abstracta, alegórica y mística; se trata de un castillo que tiene distintas
moradas o estancias, lo que supone un deseo de plasmar por escrito, literariamente, las tres guías
de la experiencia mística (Santa Teresa experimenta una iluminación especial que lleva a la
práctica); las siete moradas del castillo son pasos sucesivos hasta llegar a una torre, el lugar de la
unión con el ser divino. La autora va narrando para sus confesores y para las monjas del convento.

El Libro de la vida está presentado como una biografía de Santa Teresa de Jesús, autobiografía
dividida en cuatro partes: la primera parte trata de sus experiencias de juventud y sus primeros
ingresos en conventos, describe sus experiencias místicas desde una visión exclusivamente
femenina. Ya desde el prólogo nos enseña el yo, el uso de la primera persona, para dotar de
veracidad al texto, para que sea testimonio de algo verdadero. Santa Teresa aclara que escribe

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este texto por orden de sus confesores, y por devoción. Se declara a sí misma como una mujer
llena de faltas, lo cual denota la gran humildad de la santa.

Como ya se ha dicho, en la primera parte de la obra nos habla de sus primeros años: nos habla de
sus padres, de sus hermanos, hasta sus primeras apariciones en un convento (cuenta que tuvo que
salir en dos ocasiones del convento por motivos de salud, tendía a enfermar con facilidad,
naturaleza frágil que pudo haber heredado de su madre aunque algunos críticos aseguran que su
fragilidad era psicosomática); remonta a los orígenes del yo que habla, el linaje, el lugar de origen,
etc. También se refiere a las virtudes a las que su alma tiene inclinación, virtudes que vienen de
sus padres. El entorno donde creció influye mucho en ella: su padre tenía una gran colección de
libros, entre los cuales había también libros de caballerías, y este ambiente le despertará su gran
interés por la literatura. En cuanto a su madre, la describe de una forma más espiritual que física:
era religiosa y “recogida”, e incluso su vestimenta era bastante humilde y sencilla, le prestaba poca
atención al físico. Apenas menciona a la madre, mientras que el padre está presente
constantemente.

En el capítulo 2, Teresa nos muestra su gusto literario: los libros de caballerías como forma de
pasar el tiempo y de entretenerse, la literatura como ocio y pasatiempo. También se mencionan
las lecturas en alta voz, un aspecto importante en la cultura de la época. Al estar rememorando su
juventud, en ocasiones acaba entendiendo el porqué de algunas de las preocupaciones de su
padre: hubo un momento en la vida de Teresa en el que se preocupaba mucho por su apariencia
física, y en ese momento, esa frivolidad le preocupaba a su padre (empieza a sentirse bella y a
ocuparse de vanidades, Teresa se debe a una familia virtuosa que puede estar en peligro por su
comportamiento). En la narración de estos primeros años que Teresa recuerda y escribe, alterna
su pasado con anotaciones de su presente. Existe una relación muy estrecha entre Teresa y su
padre, como lectores, y los libros siempre están presentes: ayudan a su curación.

Los desmayos que padecía Santa Teresa no solo se dan en situaciones de enfermedad, sino
también en momentos de gran impacto psicológico. No es solo una manifestación de sus
problemas de salud, es también una manifestación de los “problemas psicológicos femeninos”. En
el capítulo 20, la santa nos narra una “pelea”, en la que ella es partícipe, contra unas fuerzas que le
van a hacer caer en unas situaciones insólitas (experiencias místicas). Después de esas peleas,
Teresa quedaba muy cansada e incluso, a veces, sin fuerzas para levantarse. A lo largo de toda la
obra emplea una prosa clara y metáforas que puedes describir este tipo de experiencias. Nos hace
referencia al fenómeno de la transverberación, el cual la santa dice que es una especie de ardor o
dolor en el corazón, y que es involuntario.

Hay un abundante uso de superlativos y diminutivos. Lo inefable es lo que no se puede explicar


con palabras, de ahí la necesidad de las metáforas, para explicar lo que es inexplicable. Cuenta sus
experiencias y sus reflexiones acerca de dichas experiencias. Para narrarnos las visiones, utiliza
una escritura extraordinariamente emotiva.

La cuarta parte, y final de la obra, nos narra la fundación del Convento de San José, en Ávila, y su
relación particular con la divinidad. Habla de las dificultades por las que tuvo que pasar para

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fundar el convento y las quejas que acarreó dicha fundación (agrega un poco de comicidad a la
hora de hablar de las quejas).

REINA MARGARITA DE NAVARRA (1492 – 1549) es una


mujer relacionada con el mundo del poder: hermana
de Francisco I de Francia, por lo tanto princesa y de
sangre real. Es de las primeras princesas que toma la
pluma para escribir y una de las primeras mujeres
sujeto renacentistas.

Estuvo relacionada con las inquietudes espirituales y


culturales propias del primer Renacimiento, simpatizó
con teorías como las de Lutero o Calvino. Es una mujer
culta, cercana al poder como ya hemos dicho, y una
gran escritora: deja tras de sí mucha poesía, mucho
teatro y una obra narrativa muy extensa y de gran
importancia: el Heptamerón.

Era una mujer muy interesada en las artes, afán que le


llevó a proteger a poetas, pintores, músicos, y de todas
las relaciones que tuvo con el mundo de la cultura, destaca la relación que tuvo con el poeta que
revolucionó el arte de la poesía en Francia: Clement Marot, quien tuvo grandes problemas con la
Iglesia.

Llevó una vida marcada por la política y el poder puesto que colaboró tanto con su hermano,
Francisco I, como con su madre, Mª Luisa de Saboya. Cuando Francisco I perdió a su madre,
empezó a confiar en su hermana, Margarita de Valois. Los matrimonios se daban por motivos
políticos y Margarita es víctima de esta situación: los dos matrimonios que tuvo fueron impuestos.
El primer matrimonio fue por el interés de Francisco I por la corte británica con Carlos III, duque de
Alenzón, y el segundo fue con Enrique de Albret, rey de Navarra, cuya gran aspiración era cruzar el
Pirineo francés y ampliar sus dominios. Este segundo marido no fue tan dócil como el primero a las
aspiraciones de Francisco I, y ello repercutió tanto en Margarita como en su marido.

Mantuvo una corte literaria y espiritual y no solo es prototipo de la cultura renacentista, sino que
además existen otros dos componentes: su posición de mecenas acogiendo a poetas, músicos,
pintores, escritores… hace que aparezca en los prólogos de autores de la época por ser su
protectora; tiene una personalidad muy rica.

Esta mujer fue capaz de mantener el interés en la literatura con su obra, Heptamerón, compuesta
al final de su vida, al casarse por segunda vez. Se trata de una colección de 72 novelas que querían
constituir una especie de Decamerón, como hizo Boccaccio. Heptamerón encierra principalmente
las inquietudes femeninas de la reina de Navarra. Tiene un marco narrativo formado por cinco
hombres y cinco mujeres, un marco igualitario; y hay un personaje singular que representaría el
alter ego de la reina Margarita: la dama más vieja, que dirige las reuniones de cada día, en las

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cuales se cuentan historias después de asistir a misa (existe una mezcla de lo sagrado con lo
profano).

Los secretarios de la reina tienen un papel fundamental porque son como sus editores, por lo
tanto, la obra fue redactada tanto por la reina como por sus secretarios. La obra se publicó tras la
muerte de Margarita, en 1559.

Hay dos obras importantes que se citan en el prólogo del Heptamerón, dos obras italianas que la
reina admiraba: El cortesano, de Baltasar Castiglione, y el Decamerón, de Boccaccio. Estas dos
obras presiden la empresa iniciada por Margarita de Navarra, y ambas se leían en voz alta tanto en
la Corte de París como en la de Navarra.

La reina de Navarra da un golpe de fuerza a los desenlaces de sus novelas: no todas tienen un final
feliz. Incorpora a los dos designios posibles (influencia de las obras citadas) una tercera posibilidad
dada por las novelas de Mateo Bandello, un italiano que, siguiendo la línea de los relatos del
Decamerón, incorpora lo que él llamó «desenlaces ejemplares». Todo eso está en esta colección
de 72 novelas.

El marco de los relatos que introduce Margarita es una fuerte riada sumada a la imposibilidad de
regresar a casa por parte de unos peregrinos que habían ido a un santuario y a tomar las aguas
desde esa misma zona: los personajes quedan incomunicados, no hay puentes para esos ríos
desbordados y ello propicia que para pasar el día a día (aparte de llevar a cabo la construcción de
puentes) se entretengan contando historias. A esto, la reina Margarita añade los debates que se
dan tras cada historia. Como ya hemos dicho, hay cinco personajes masculinos y cinco femeninos,
y cada uno de ellos posee características que les diferencian:

 Oisille: es una anciana viuda con gran experiencia poseedora de valores claramente
establecidos y representante de la nobleza más tradicional. Se trata de un personaje muy
religioso, pero su devoción nunca se convierte en superstición. Se convertirá en la guía
espiritual del grupo y es en este punto donde se va a ver el carácter humanista de
Margarita de Navarra (alter ego), ya que Oisille hace referencia a las Sagradas Escrituras y,
por lo tanto, trata de dar una interpretación religiosa y espiritual a los diferentes relatos.
Desde un primer momento queda clara su postura religiosa y su simpatía por la Iglesia
reformada, cuando nos es narrado que Oisille va a la abadía por curiosidad y no por
superstición o milagrerías. El culto extremo es rechazado por ella, pero la fe no.
 Parlamente: es el personaje más “cuidado” por Margarita. «Es una mujer que nunca
estaba ociosa o melancólica». Se va a convertir en el portavoz del bando femenino. Su
propio nombre viene del verbo francés parler, lo que refleja su voluntad por el diálogo. De
hecho, es ella quien propone que para entretenerse se cuenten historias. Es una mujer
muy activa que tiene gran inquietud por el conocimiento y se muestra como la más
sensata. Sus relatos son los más exitosos y gozan de un lenguaje mucho más cuidado, lo
cual refleja que es un personaje culto (por ello, además, goza de ciertas situaciones de
privilegio, pues con sus relatos suele abrir o cerrar la jornada). Tras la lectura de sus

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historias, podemos apreciar que siempre defiende el amor casto y la fidelidad, pero sin
escandalizarse ante las narraciones más misóginas y extremas. Pese a que está casada con
Hircan, algunos personajes del relato se van a enamorar de ella (aunque finge no darse
cuenta).
 Hircan: el marido de Parlamente, y representa su contrapunto. Se convierte en el
representante del bando masculino y, tras la lectura de la obra, vemos cómo entre su
mujer y él se producen varias disputas seguidas de reconciliaciones. Hircan infunde
posturas libertinas (que prohíbe a su mujer, de la que lo que más admira es su discreción)
y critica siempre a las mujeres por dos motivos: la soberbia y la hipocresía. Por ello, no es
popular entre el bando femenino, pero es respetado por su inteligencia y su agudeza en
los debates.
 Dagoucin: encarna los ideales amorosos neoplatónicos (el amor puro, la fidelidad, quita
importancia al amor carnal…), lo que produce el asombro y la sorpresa de su compañeros
varones y una predisposición favorable por parte de las damas (de hecho, en un momento
dado de la novela, Hircan tacha sus ideales de “elevada filosofía”). Se nos muestra como
un joven tímido e idealista, partidario del respeto amoroso y del respeto a la dama. Al
igual que Saffredent va a estar enamorado de una de las mujeres casadas.
 Saffredent: es un personaje totalmente diferente al anterior, Dagoucin. Es más mayor y
siente gran admiración por Hircan, con quien suele coincidir en sus opiniones. Se
caracteriza porque no dice nada beneficioso de las mujeres, además es menos culto e
inteligente que Hircan, lo que va a hacer que las mujeres se rían de él. Cita la Biblia pero
siempre con malas interpretaciones.
 Simontaut: en la misma línea machista y misógina del personaje anterior, nos
encontramos con el enamorado de Parlamente. Se dice poco de él, pero se puede apreciar
que es un personaje que demuestra un gran sarcasmo que a veces roza con la grosería.
 Geburon: es el hombre más mayor, lo que le hace ser el más sensato. Sus juicios son
siempre muy moderados y no se deja llevar por la pasión. Demuestra siempre muy buena
educación, se aleja de los comentarios machistas de algunos de sus compañeros y, aunque
intenta hacer burlas sobre su avanzada edad, a veces se muestra algo nostálgico. Sus
conclusiones suelen ser bastante moralizantes.
 Longarine: es una mujer casa por conveniencia pero, como se puede leer en el prólogo
inicial, enviuda. En los debates se muestra muy ingeniosa y ocurrente. Poco más podemos
decir de ella, sólo que es posible encontrar en ella una mayor seriedad que en Nomerfride
y Ennasuite.
 Nomerfride y Ennasuite: se trata de las dos damas más jóvenes y solteras. Su juventud va a
provocar que estén todo el rato pensando en el juego, que les aburran las discusiones
serias… Por ello sus debates serán muy espontáneos y sus relatos muy entretenidos y
divertidos. Cabe señalar que en unos momentos del relato Ennasuite y Parlamente van a
estar enfrentadas, puede que por un comentario de Saffredent que la joven muchacha ha
respaldado y que a Parlamente no le ha gustado.

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Lo más significativo en la obra es que se establece una igualdad entre ambos sexos: la capacidad
para las discusiones, para la propuesta de temas, para la broma y la burla, es exactamente igual en
hombres que en mujeres.

La lozana andaluza es una novela en forma de


diálogo publicada en Venecia en 1528. Su autor es,
muy probablemente, el clérigo y editor español
Francisco Delicado, exiliado de Roma un año antes
de lo debido al sentimiento antiespañol provocado
por el saqueo de esta ciudad por las tropas del
Emperador Carlos V.

Fue publicada de forma anónima. La novela describe


la vida de los bajos fondos de Roma durante el
primer tercio del siglo XVI, especialmente entre la
comunidad de judíos españoles que se trasladaron
progresivamente a Roma después de la instauración
del Santo Oficio en España en 1481.

Esta obra está considerada como parte de la


tradición de La Celestina (escrita unos treinta años
antes anónimamente por Fernando de Rojas);
comparten ambas la estructura dialogada, el tema
tratado y el enfoque picaresco propio de este
género, además de las frecuentes menciones que, de la obra de Rojas, se hacen en La lozana
andaluza a lo largo del relato.

La lozana andaluza constituye un imprescindible documento del habla popular en ese periodo de
transición. Se inspira en las propias experiencias del autor en los barrios prostibularios de Roma.
Utiliza un lenguaje lleno de italianismos de toda clase, léxicos y sintácticos. Cada capítulo es
llamado “mamotreto”, y el propio autor aparece como personaje, si bien los protagonistas
principales son la prostituta andaluza Aldonza (la Lozana andaluza del título) y su amigo Rampín.
La obra descubre todas las trampas, truhanerías y obscenidades del oficio más antiguo del mundo
en la Roma anterior al saqueo; en cierto modo, pretende ser una justificación del mismo ante el
nivel de degradación moral alcanzado por la «Ciudad eterna». Hay también un buen pertrecho de
sabiduría popular, folklore y refranero tradicionales. La obra posee gran vitalidad y realismo y es
de un lenguaje crudamente naturalista. Se trata, además, de un gran documento sobre las
costumbres y el espíritu del Renacimiento en su medio populachero.

En 1976 se realizó una película basada en esta novela, dirigida por Vicente Escrivá, a partir de una
adaptación de Alfonso del Vando. Se trata de una coproducción hispano-italiana, protagonizada
por la actriz (y escritora) italiana María Rosaria Omaggio.

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Debemos hacer mención a las que se denominaron “mujeres libres”. En el siglo XVI, cuando se
compone La lozana andaluza, esa mujer libre es la que se va a oponer a lo que ha estado
establecido desde siempre por las sociedades patriarcales y la que decide hacer su vida por sí
misma. Esta mujer toma lo que se suele llamar siempre “el mal camino” y esto le lleva a la
prostitución, o a la industria paralela que habíamos visto en La Celestina de toda esa serie de
tareas femeninas que rozan la medicina mediante brebajes y potingues. A partir del hilado que
Celestina lleva a Melibea, objetos como peines, cordones, maquillaje, etc. sirven a estas mujeres
libres para introducirse en las casas.

Todo esto es lo que vamos a encontrar detrás de la vida de esta mujer que da título a nuestra
obra, Retrato de la lozana andaluza. Esta mujer empieza llamándose Aldonza, pero en Roma pasa
a llamarse Lozana y se establece como prostituta o cortesana. En sus últimos años se hace llamar
Vellida, nombre que tiene dos significados: uno positivo equivalente a ‘bello’ o ‘hermoso’, y otro
que alude a la ironía de designarla con algo que tiene mucho pelo cuando realmente, por su edad,
lo está perdiendo.

Podemos hablar de una biografía puesto que el mismo autor se introduce en la novela como
personaje, y además un personaje que tiene trato o relación con esta mujer protagonista. Esta
obra no es exactamente una novela, podríamos hablar de una novela dialogada donde se omite el
narrador en tercera persona a veces y se deja solos a los personajes. Esto hace de la obra un texto
atípico o anómalo. A la hora de clasificar la obra, ésta se mete dentro de la categoría de literatura
erótica o celestinesca.

Esta mujer, Aldonza, Lozana o Vellida, no solo es una mujer libre y bella sino que a lo largo de los
capítulos de su vida, ella se dedica a tareas realizadas con la belleza de las cortesanas romanas, ya
no se gana la vida con su propio cuerpo sino con el de las cortesanas de Roma. Esto hace de la
obra algo singular.

La crítica ha barajado la posibilidad de que La lozana andaluza esté relacionada también con el
Lazarillo de Tormes, ya que este Lazarillo tendrá relaciones con un clérigo (será su criado); es decir,
estamos dentro de un ámbito donde la figura de esta mujer ofrece un sinfín de posibilidades.

La obra está dividida en tres partes que corresponden con los tres nombres de nuestra mujer
objeto, y constan de 66 capítulos denominados, como ya hemos dicho, “mamotretos”. Este autor
clerical parece mezclar lo sagrado con lo profano incluso en el nombre de los capítulos. Cuando
hablamos de la vida poco ejemplar de esta mujer hay que destacar que no hay un solo detalle de
religiosidad ni el menor detalle que nos lleve a pensar que denuncia su forma de vivir, su forma de
enamorarse o el camino que ha escogido llevar en la vida, sino que lo presenta como lo más
natural del mundo, es decir, una sociedad donde no se habla de padres o hijos ni de ninguna
jerarquía, como si ese mundo del prostíbulo fuera el único existente.

El texto se compone de las primeras conquistas de Lozana sin hablar nunca de matrimonio: cómo
un hombre la lleva a Roma y la deja por ser mercader, y cómo esa mujer abandonada por este
hombre se busca la vida en Roma. Este es el principio de lo que será una carrera próspera, por lo

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menos al comienzo, donde hay un mito muy significativo que destaca cuando Lozana conoce al
joven Rampín, al que trata como criado y que posteriormente se convertirá en su criado. La figura
de Rampín es una figura masculina muy importante en la obra: es un joven, listo, que conoce
Roma y que le lleva clientes a casa; a cambio, ella le corresponde siendo su amante y tratándole
como su compañero. No obstante, pone a prueba las cualidades sexuales de Rampín en la escena
de la cama en el mamotreto XIV:

TÍA – Dime, sobrino, ¿has de dormir allí con ella? Que no me ha dicho nada, y por mi vida que
tiene lindo cuerpo.

RAMPÍN - ¿Pues qué, si la vierais vos desnuda en la estufa?

TÍA- Yo quisiera ser hombre, tan bien me ha parecido. ¡Oh, qué pierna de mujer! ¡Y el necio de su
marido que la dejó venir sola a esta tierra de Cornualla! Debe de ser cualque babión, o veramente
que ella debe ser buena de su cuerpo.

RAMPÍN – Yo lo veré esta noche, que, si puedo, tengo que pegar con sus bienes.

TÍA – A otro que tú habría ella menester, que le hallase mejor la bezmellerica y le hinchiese la
medida.

RAMPÍN – Andá, no curéis que “debajo yace buen bebedor”, como dicen.

TÍA – Pues allá dejé el candil. Va pasico, que duerme, y cierra la puerta.

RAMPÍN – Si haré. Buenas noches.

TÍA – Va en buen hora.

LOZANA - ¡Ay, hijo! ¿Y aquí os echaste? Pues dormí y cobijaos, que harta ropa hay, ¿qué hacéis?
¡Mirá que tengo marido!

RAMPÍN – Pues no está ahora aquí para que nos vea.

LOZANA – Sí, mas saberlo ha.

RAMPÍN – No hará; esté queda un poquito.

LOZANA - ¡Ay, qué bonito! ¿Y de esos sois? ¡Por mi vida que me levante!

RAMPÍN – No sea de esa manera, sino por ver si soy capón, me dejéis deciros dos palabras con el
dinguilindón.

LOZANA - ¡No haré! La verdad te quiero decir, que estoy virgen.

RAMPÍN - ¡Andá, señora, que no tenéis vos ojo de estar virgen! ¡Déjame ahora hacer, que no
parecerá que os toco!

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LOZANA - ¡Ay, ay, sois muy muchacho y no querría haceros mal!

RAMPÍN – No haréis, que ya se me cortó el frenillo.

LOZANA - ¿No os basta besarme y gozar de mía así, que queréis también copo y condedura? ¡Catá
que me apretáis! ¿Vos pensáis que lo hallaréis? Pues os hago saber que ese hurón no sabe cazar
en esta floresta.

RAMPÍN – Abridle vos la puerta, que él hará su oficio a la machamartillo.

LOZANA – Por una vuelta soy contenta. ¿Muchacho eres tú? Por esto dicen “guárdate del mozo
cuando le nace el bozo”. Si lo supiera, más presto soltaba riendas a mi querer. Pasico, bonico,
quedico, no me ahinquéis. Andá conmigo, ¡por ahí van allá! ¡Ay, qué prisa os dais, y no miráis que
está otra en pensamiento sino vos! Catá que no soy de aquellas que se quedan atrás. Esperá, os
vezaré: ¡así, así, por ahí seréis maestro! ¿Veis como va bien? Esto no sabías vos; pues no se os
olvide. ¡Sus, dadle, maestro, enlodá, que aquí se verá el correr de esta lanza, quién la quiebra! Y
mirá que, “por mucho madrugar, no amanece más aina”. En el coso te tengo, la garrocha es
buena, no quiero sino vérosla tirar. Buen principio lleváis. Caminá, que la liebre está echada. ¡Aquí
va la honra!

RAMPÍN – Y si la venzo, ¿qué ganaré?

LOZANA – No curéis, que cada cosa tiene su premio. ¿A vos vezo yo, que naciste vezado? Daca la
mano y tente a mí, que el almadraque es corto. Aprieta y cava, y ahoya, y todo a un tiempo. ¡A las
clines, corredor! ¡Ahora, por mi vida, que se va el recuero! ¡Ay, amores, que soy vuestra muerta y
viva! Quitáos la camisa, que sudáis. [¡Cuánto había que no comía cocho! Ventura fue encontrar el
hombre tan buen participio a un pasto. Este tal majadero no me falte, que yo apetito tengo desde
que nací, sin ajo y queso, que podría prestar a mis vecinas. Dormido se ha. En mi vida vi mano de
mortero tan bien hecha. ¡Qué gordo que es! Y todo parejo. “¡Mal año para nabo de Jerez!”. Parece
bisoño de Frojolón. La habla me quitó, no tenía por donde resollar. ¡No es de dejar este tal
unicornio!]. ¿Qué habéis, amores?

RAMPÍN – Nonada, sino demandaros de merced que toda esta noche seáis mía.

LOZANA – No más, así gocéis.

RAMPÍN – Señora, ¿por qué no? ¿Falté algo en la pasada? Enmendadlo hemos, que la noche es
luenga.

LOZANA – Disponé como de vuestro, con tanto que me lo tengáis secreto. ¡Ay, qué miel tan
sabrosa! ¡No lo pensé! ¡Aguza, aguza, dale si le das, que me llaman en casa! ¡Aquí, aquí, buena
como la primera, que no le falta un pelo! Dormí, por mi vida, que yo os cobijaré. Quite Dios de mis
días y ponga en los tuyos, que cuanto enojo traía me has quitado. [Si fuera yo señora, no me
quitara jamás éste de mi lado. ¡Oh, pecadora de mí! ¿Y desperteos? No quisiera].

RAMPÍN – Andá, que no se pierde nada.

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LOZANA - ¡Ay, ay, así va, por mi vida, que también camine yo! ¡Allí, allí me hormiguea! ¿Qué, qué
pasaréis por mi puerta? Amor mío, todavía hay tiempo. Reposá, alzá la cabeza, tomá esta
almohada. [¡Mira qué sueño tiene, que no puede ser mejor! Quiérome yo dormir].

Este es el comienzo de una especie de sociedad verdaderamente insólita en 1528 y una muestra
del poder femenino: ella es la cortesana, quien marca las pautas y echa las redes. Es una mujer
que decide llevar una vida al margen y totalmente en contra de la vida de las mujeres de su época.
Es la mujer que contrata, la mujer que se encapricha, la mujer que decide. Cuando ve que esa
Roma ya no es lo que era y empieza a sufrir los efectos del derrumbe, encuentra un motivo para
irse a una isla del Mediterráneo (donde se iban todas las personas de mala reputación) y lo
presenta como un camino agradable para Rampín y para ella. Esta pareja atípica del criado y la
prostituta salen juntos de Roma y se unen en una carrera amoral, y posiblemente por eso el autor
elige ese destino.

Es un desenlace que pretende deslumbrar un mensaje colectivo: esa Roma era antes amor y ahora
es destrucción. No hay ningún tipo de condena para la destrucción de Roma y solo se ve esa
mención de los soldados hambrientos, a los que se culpa del saqueo de la ciudad en 1527.

El término retrato equivale a una pintura o una descripción, y la obra es una descripción de una
mujer bella, prostituta, que acaba perdiendo el pelo por enfermedad.

Esa mujer que sale de Córdoba y que luego decide abrirse un destino en Roma se aparta de la
sociedad oficial que decía que se legislaba desde arriba y que había un padre que tenía que cuidar
de ellas: ella decide todo lo contrario, lo hace por sí misma e incluso contrata a un hombre para
que le lleve clientes. Ella elige y decide. Todo esto en 1553. Esta forma de actuar tan atípica nos
muestra la otra cara de la vida renacentista, por otro lado la vía que está tomando la novela en el
siglo XVI. Parece que esta sociedad está abriendo otro espacio en la vida de estas gentes de baja
condición, que roban para comer, sirven de mala manera a un amo o solo pueden salir adelante
vendiendo su propio cuerpo.

En 1553 se da en Andalucía una ley de prostitución en la que se reconoce ésta como profesión.
Hay un momento en el que los regidores deciden elaborar una ley determinada para asegurar la
higiene, ya que muchas mujeres que se dedicaban a la prostitución habían contraído la sífilis,
presente también en alguna obra cervantina. La sífilis es una enfermedad de transmisión sexual
que se cuela en la cultura de los Siglos de Oro.

Las prostitutas eran mujeres de “mala conducta” que se dedicaban a atraer a los hombres y luego
a arruinarlos, como si estuviéramos hablando de las sirenas de la Odisea de Homero. Además de
arruinarles, también les contaminaban, por lo tanto, y por cuestiones de higiene, se destinaban a
estas mujeres a cárceles con toda una serie de medidas emanadas de la Corte de Felipe IV de
cómo aislar a estas mujeres y someterlas a una especie de reeducación para que cuando salieran
de allí no volviera a cometer la misma tarea de prostituirse.

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Había otro grupo de mujeres, las cortesanas, que no eran solo mujeres que habitaban en la Corte,
sino que eran mujeres inteligentes, amantes de lujo y con artes muy sutiles para cautivar a los
hombres. Estas mujeres, en 1646, por parte de un autor, reciben el nombre de “peligros” en Los
peligros de Madrid: es una obra que muestra siete peligros centrados en una calle en la que las
mujeres viven de su cuerpo, son mujeres que cuestan dinero a los hombres y que han sido
cerradas por sus actividades lujuriosas.

Otra característica relevante en este tema de la prostitución es la que conlleva que algunas
mujeres vayan “tapadas de medio ojo”, de esta manera, la forma de taparse indicaba que se
dedicaban a una profesión relacionada con la ciudad, por lo que el caballero ya no era sometido a
engaño sino que sabía perfectamente a lo que iban.

Con todo esto terminamos esta serie de figuras del siglo XVI: primero una santa, después una
princesa francesa y por último, una prostituta. Vemos cómo la literatura puede incorporar vidas
marginales dentro de una obra.

4 . El siglo XVII.
Las mujeres y la Corte de los Austrias.
En esta Corte de los Austrias (en Madrid o en Bruselas, ya que estamos ante un reino bifronte
donde los reinos se ayudan en los asuntos bélicos y económicos, se pasan parte del ejército y de
los diplomáticos de una Cortes a otras) las mujeres no solo tienen más cultura sino que además
gozan de mucho más poder, no solo ejercían en el mecenazgo sino que tenían poder político y el
mando de los ejércitos.

En la época de la Guerra de los Treinta Años, que termina en 1648 con la Paz de Westfalia, hay que
dar importancia a la presencia femenina: Isabel de Borbón, la hermana de Felipe IV, es una mujer,
junto a otras, de gran fuerza porque ocupa cuerpos de poder y en un momento determinado lo
tiene que desarrollar. Junto a este poder político, desempeñan también sus labores habituales
femeninas como esposas.

En un texto, un diálogo político, de Diego Saavedra Fajardo, Locuras de Europa, donde se


contempla a una Europa enloquecida que se prepara para una paz que nunca llega, uno de los
personajes dice que todo pasa porque Europa está llena de mujeres: es una Europa en manos de
mujeres que se escriben unas a otras (hermanas, primas, cuñadas) y una Europa en la que la mujer
empieza a cobrar importancia.

Para poder completar lo que vamos a decir sobre el siglo XVII debemos tener en cuenta una serie
de nombres que forman parte de la crítica como el de Nieves Baranda, que trata la presencia de
las mujeres en las justas poéticas madrileñas (concursos entre escritores propiciados desde el
poder con motivo de un acontecimiento importante); hay también una mención a las mujeres
lectoras e inspiradoras, como protagonistas, de varias novelas del siglo XVII. Es algo totalmente

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admitido, son libros tan pequeños que se podían meter en el bolsillo, por lo que era literatura
pensada para que la leyeran las mujeres. Esta última categoría de mujeres es la más importante
porque en ésta encontramos un nombre peculiar:

Marcia Leonarda, una mujer joven, bellísima, de ojos


verdes que además era el último amor de Lope de Vega, y
el más escandaloso. En la primera de las novelas que le
dedica empezó a introducir este tipo de novelas a merced
de Marcia Leonarda.

Empiezan a proliferar artículos sobre el trabajo de las


mujeres en el siglo XVII: la mujer pega un salto
considerable en el sentido de que empieza siendo esposa
y madre para convertirse luego en una mujer trabajadora
(mesoneras, taberneras, regentes de una pensión o de un
burdel, etc.) y eso la convierta en un objeto de trato muy
destacado. Vemos ese salto de la mujer con las
bachilleras, las pioneras y las pícaras, que no son
prostitutas o cortesanas como veíamos en el siglo XVI.

En el siglo XVII hay muchas más mujeres sujeto, es decir, escritoras y al menos tres escritores
(Lope, Cervantes y Quevedo) de extraordinaria importancia que se refieren a figuras femeninas en
sus abundantísimas obras. Figuras como la archiduquesa Isabel Clara de Eugenia, gobernadora de
los Países Bajos; Ana de Austria, esposa de Luis XIII. Este siglo es un siglo en el que el poder político
estaba en manos de las mujeres, debido sobre todo a la Guerra de los Treinta Años. Mujeres como
la Emperatriz María, hermana de Felipe IV, que no ha sido abordada como figura histórica y que se
convirtió en emperatriz de Alemania después de casarse con el rey de Hungría, primo suyo
(matrimonio de Estado), son mujeres que inspiran a algunos escritores: tienen tal fuerza que son
capaces de ser inspiradoras de grandes novelas. La Emperatriz María da lugar a una obra
interesante escrita por don Juan de Palafox y Mendoza, titulada Diario del viaje a Alemania, de
1631. Sus impresiones y experiencias tras haber acompañado a la princesa por toda Europa son las
que se narran en esta novela, aunque no solo narraba sus experiencias, también el
comportamiento de la joven princesa ante la situación que se le venía encima: debía casarse con
un hombre al que apenas conocía. Era una mujer utilizada como objeto, Europa estaba en medio
de una guerra (la Guerra de los Treinta Años) y era un viaje peligroso, no solo por la guerra en sí
sino por las epidemias que ésta esparcía.

Existen cartas que hoy todavía se conservan y que estas mujeres escribían a sus familias cuando
dejaban sus Cortes. Muchas de estas cartas incluían consejos sobre cómo debían comportarse en
las nuevas Cortes a las que iban a llegar. Ana de Austria, por ejemplo, llega a Francia sin saber
hablar francés.

Las mujeres de poder no son solo reinas y regentas, sino también ese grupo de mujeres que
podemos clasificar como “aristocráticas”, mujeres nobles, de buena posición social que no se

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limitan a hacer las típicas funciones femeninas. Estas mujeres de importante posición social tienen
la conciencia y el sentido del testimonio literario: han de dejar huella de sus pensamientos, de sus
puntos de vista, su historia y sus convicciones.

María de Guevara, condesa de Escalante, y Luisa María de Padilla, condesa de Aranda, no son
poetas, ni novelistas, ni dramaturgas, pero ambas escriben. Son representantes de una nobleza
provinciana, no escriben desde la Corte.

LUISA MARÍA DE PADILLA (1590 – 1646) es autora de la obra,


aparecida en tres volúmenes, La nobleza virtuosa, una especie de
tratado teórico sobre el comportamiento de la nobleza, dedicado
a sus propios hijos: cómo debían comportarse por el hecho de
haber nacido nobles.

Su mejor biógrafo la calificó de «eminente prosista, acaso la más


notable de cuantas florecieron en España durante el siglo XVII,
pues juntóse en ella una rica erudición con la novedad de
pensamientos y un fácil y castizo estilo».

El Conde de Aranda y doña Luisa tuvieron varios hijos, aunque


murieron a una edad muy temprana. El ambiente que se vivía en
la familia, imbuida por esa humanística unión entre las armas y
las letras, influye en la obra de la Condesa y el deseo de perpetuar esa unión se ve claramente en
ella.

MARÍA DE GUEVARA (¿? – 1683) ha sido analizada como una mujer


atípica que se dedicó a la escritura, igualmente atípica entre las
mujeres: escritura de arbitrios y consejos políticos, manifestada en
sus obras. M. Victoria López-Cordón Cortezo recoge las recoge en De
la escritura femenina y arbitrios políticos. Sus opiniones y consejos
para el gobierno del rey, cuáles eras los fallos de la economía, la
formación de los ejércitos, y cómo aquello se podía resolver desde el
punto de vista de una aristócrata.

La fama de esta mujer se debe sobre todo a Desengaños de la Corte


y mujeres valerosas, que publicó bajo un anónimo masculino en
1664, aunque su autoría siempre fue conocida. La obra está
inspirada en Fray Antonio de Guevara, y se configura como un
tratado de educación de príncipes dedicado al futuro Carlos II. Aunque, obviamente, se trata de
algo mucho más que eso: a lo largo de la obra, Guevara compone uno de los primeros discursos
femeninos de la literatura española, paralelo a los de Santa Teresa de Jesús o María de Zayas. En
sus obras muestra conciencia de saber escribir y de haber leído mucho, manifestando su
desacuerdo con la discriminación que ejercen las leyes y expresando que a las mujeres los
hombres les prohíben escribir por miedo a que lo hagan mejor.

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Mujeres sujeto: María de Zayas, Ana Caro de Mallén, Bernarda Ferreira de la
Cerda, Ana Castro Egas, Sor María de Ágreda.
El siglo XVII nos aporta una multitud de mujeres religiosas que toman la pluma para dar testimonio
de sus experiencias espirituales.

SOR MARÍA DE JESÚS DE ÁGREDA (1602 – 1666) es la más


importante de todas ellas. Nació en Ágreda, Soria, y entró en
el convento muy joven. Vivió mucho, fue una mujer muy
culta y dejó una gran influencia en un momento en el que la
espiritualidad, el misticismo, era mirado con ojos de sospecha
por la Inquisición y buena parte del estamento del Clero.

Ella mantuvo una correspondencia regular con el rey de


España, Felipe IV, y buena parte de dicha correspondencia
está editada: son cartas de interés político. Felipe IV confiaba
en ella, y ella tenía fama de ser una santa (nombre de santa
bien merecido dado a sus experiencias espirituales, entre
ellas y la más extraordinaria: la bilocación, estar en dos
lugares al mismo tiempo; había sido testimoniada en México
a pesar de haber estado toda su vida dentro del convento). Otra de sus obras es la titulada La
mística ciudad de Dios: una especie de ciudad utópica (algo ya visto desde el siglo XIV), es una
construcción alegórica de esta monja semejante a Las moradas del castillo interior de Santa Teresa
de Jesús, una construcción ficticia con gran densidad teológica y un gran mensaje espiritual.

BERNARDA FERREIRA DE LA CERDA (1595 – 1644) es


autora del único poema épico del siglo XVII escrito por
mano de una mujer: La España libertada.

El género de la poesía épica apenas era empleado por las


mujeres, podían escribir poesía lírica, relaciones, alguna
novela cortesana, obras dramáticas… pero nunca se
habían atrevido con un poema épico, que requería el uso
del verso de arte mayor, un buen conocimiento de la
métrica y de la historia.

Sin duda alguna, Bernarda Ferreira de Lacerda es


considerada como una de las más valiosas y meritorias
mujeres del Portugal del Siglo de Oro. Nació en Oporto,
en 1595, y era hija del Doctor Ignacio Ferreira (Canciller
Mayor del Reino) y de doña Paula de Sá Pereira. La
educación que recibió era la propia a la clase social a la
que pertenecía, pero el mérito no está en lo que recibió sino en lo que asumió, y en el resultado
de tan buena digestión. Muchas mujeres en la Corte eran educadas en música, arte, lenguas

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clásicas y contemporáneas, y otras materias más o menos útiles, pero Bernarda sobresalió en
todas las disciplinas. Además, junto a su contemporánea Sor Violante do Céu, comparte un espacio
único en un Parnaso portugués prácticamente masculino. El valor de su obra es innegable,
entonces y ahora: entonces fue alabada por sus contemporáneos, como Lope, por ejemplo, que le
dedicó su égloga Filis; hoy, sin embargo, ya no solo no es discutida, sencillamente ha sido olvidada.

Bernarda vivió casi toda su vida en una Iberia bilingüe y poderosa de la cual, ella fue un personaje
renombrado e influyente. El reconocimiento público del que fue objeto llegó a tal grado, que el rey
Felipe III le propuso ser preceptora de sus hijos, don Carlos y don Fernando, pero ella desistió.

Fue esposa y madre de varios hijos, de los cuales solo sobrevivió una niña. Fue poeta, mujer de
artes y letras, y una ferviente cristiana que promovió la fundación de un Convento de Carmelitas
en Goa y otro en Oporto.

Aunque empleó su lengua materna para diversas piezas, fue la lengua castellana con la que
escribió el cuerpo principal de su obra. Para componer el poemario Soledades de Buçaco, empleó
no solo el portugués y el castellano, sino también el latín y el italiano. Su largo poema épico,
escrito en dos partes, fue compuesto enteramente en castellano. Este poema épico, Hispania
libertada, a pesar de tratar sobre la reconquista frente a los moros, también menciona en alguna
ocasión la rivalidad existente entre España y Portugal. La poesía de Bernarda es grandilocuente y
laudatoria, pero sus versos son claros, sencillos, gratos de leer y de escuchar.

FELICIANA ENRÍQUEZ DE GUZMÁN (1569 – 1644) es una


dramaturga y poetisa española del Siglo de Oro. Se conoce
poco sobre esta autora, pero las cláusulas de su testamento
dejan adivinar una personalidad fuerte, piadosa y atenta a los
más necesitados.

Lope de Vega, en la silva tercera de su Laurel de Apolo, nos


cuenta la historia de una tal doña Feliciana que estudió en
Salamanca disfrazada de hombre y que en su tercer año se
enamoró de un estudiante (quizá su segundo marido); logró
graduarse en teología y astrología, y ya descubierta, tuvo que
declarar su sexo y volver a Sevilla, de donde provenía. Parece
uno de los argumentos propios de Lope en los que una dama
travestida adquiere el papel protagonista, por lo tanto la
historia podría ser falsa.

Tras varios fracasos sentimentales se casa con Cristóbal Ponce de Solís y Farfán, fundador de una
capellanía de la que su mujer fue patrona; y posteriormente, en 1619, se casó con un famoso
abogado, Francisco de León Garavito, que al parecer, la hizo muy feliz. En 1630, doña Feliciana se
quedó viuda.

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Imprimió su Tragicomedia de los jardines y campos sabeos (primera y segunda parte, con diez
coros y cuatro entreactos) dedicada a sus dos hermanas, monjas del Convento de Santa Inés, de
Sevilla. En su prólogo, en verso suelto, teoriza sobre el teatro y es importante porque radicaliza
contra el Arte nuevo de hacer comedias (1609) de Lope de Vega, y según observa don Marcelino
Menéndez y Pelayo en su Historia de las ideas estéticas en España, cap. X, al contrario que otros
neoclásicos españoles del siglo XVI «dio tanta importancia a la unidad de lugar como a la de
tiempo»; también critica las comedias de su época en una Carta ejecutoria con que incluye la
tragicomedia, cuyo argumento es el propio de un libro de caballerías. En su comedia se incluye un
complejísimo Laberinto que contiene un homenaje cifrado a su segundo marido.

Como poetisa, es muy diestra y bien inspirada, y por ello mereció los elogios del propio Lope. Se
han recogido, entre otros poemas, unas décimas que incluyó en una obra de su segundo marido,
Información en Derecho por la puríssima y limpíssima Concepción de la Virgen María (1625), el
soneto Las Bodas de Maya y Clarisel, la Censura de las antiguas comedias españolas en verso
suelto y el precioso madrigal El sueño de Gelita.

ANA DE CASTRO EGAS es una poetisa y biógrafa del


Siglo de Oro nacida en Valdepeñas, a finales del
siglo XVI.

Es autora de una sola obra de gran importancia: la


biografía del rey Felipe III. Es insólito que una mujer
se encargara de redactar, aunque sea pequeña, una
biografía panegírica del propio rey. Felipe III murió
en 1621 y ocho años más tarde, en 1629, Ana de
Castro publica Eternidad del Rey Don Filipe tercero
Nuestro Señor, el Piadoso, discurso de su vida y
santas costumbres. Se trata de un libro de carácter
lírico, apologético, sentimental, afectivo y
respetuoso. No se dice «vida» del señor rey Felipe
III, sino la «eternidad» del rey, porque el libro lo
que pretende es hacer un elogio, un panegírico de este rey que ha pasado a la Historia con el
adjetivo de «Piadoso» (parece ser que Felipe III era realmente un hombre muy religioso y
bondadoso de carácter).

Lo que desea destacar esta autora en la biografía de Felipe III es la característica religiosa del rey
sobre el resto de su personalidad: cómo precisamente por su carácter devoto y piadoso, él ha
pasado a ser un rey eterno, alguien incorporado a la eternidad por ser piadoso y religioso. Es un
libro fascinante no solo por ese motivo, sino también porque lo firma una mujer de la que no
queda ningún detalle biográfico, ni fecha de nacimiento, ni fecha de muerte.

El prólogo y la dedicatoria de este libro son importantes por la riqueza de los nombres que apoyan
la obra: hay un poema firmado por el Duque de Lerma, otro poema firmado por Lope de Vega,

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otro firmado por Gabriel Bocangel, otro firmado por Juan Pérez de Montalbán… figuras de
extraordinario brillo en la época dieron su apoyo a este libro, un libro pequeño dedicado al
cardenal Infantes don Fernando, hermano del rey Felipe IV. En los preliminares del libro hay cinco
poemas laudatorios femeninos (poemas religiosos), mostrando a mujeres que elogian al libro o a
la autora, y eran mujeres de su círculo familiar.

El libro es extraordinariamente breve, ocupa más espacio las autorizaciones, las aprobaciones, la
taza, la dedicatoria, el prólogo de la autora y los poemas preliminares (eso son alrededor de 63
páginas) que la biografía en sí, que son apenas 24 páginas dedicadas únicamente a exaltar al rey.

El propio Quevedo elogia esta obra y dice que el prólogo es modesto y humilde –como muchos de
los prólogos femeninos que hemos visto antes, por ejemplo, el de Santa Teresa de Jesús– y nos
habla también del estilo: «el estilo es pulido con estudio dichoso: las palabras, sin bastardía
mendigada de otras lenguas, que en algunos cuadernos por blasonar noticia desaliñan la nota, y
cuanto más presumen de joya, mejor se confiesan manchas. Tan docto escrúpulo ha tenido en lo
que deja, como cuerda elección en lo que elige: la sentencia es viva y frecuente, los afectos
eficaces y debidos, pues sin digresiones forasteras deja vivir su vida al príncipe».

ANA CARO MALLÉN (1590 – 1650) es una de las poetisas y


dramaturgas más conocidas del Siglo de Oro español. Sin
embargo, a pesar de que su obra gozó de gran estima en su día
por parte del público y de sus compañeros de profesión, apenas
nos han llegado datos de sus circunstancias biográficas.

Doña Ana Caro de Mallén, conocida como la “décima musa


andaluza” entre sus compañeros de oficio, fue celebrada por
doña María de Zayas Sotomayor (con quien sostuvo una estrecha
amistad), por Alonso de Castillo Solórzano, por Luis Vélez de
Guevara (que dejó un retrato suyo en El diablo cojuelo) y por
Rodrigo Caro, quien la incluyó entre sus Varones insignes en
letras naturales de la ilustrísima ciudad de Sevilla (1635) y la
describe como «insigne poetisa que ha hecho muchas comedias,
representadas en Sevilla y Madrid y otras partes, con grandísimo
aplauso, en las cuales casi siempre se le ha dado el primer premio».

Fue escritora de oficio, escritora profesional, y escribió comedias en la línea de Lope, comedias
calderonianas, pero su escritura profesional fue de relaciones de sucesos o también llamadas
“relaciones de fiestas”. Llevó a cabo una dedicación continuada a un género literario pagado con
estipendios bastante generosos, y que nos ha permitido seguir la huella de su escritura, a
diferencia de otras tantas mujeres que pudieron participar en justas poéticas y de las que no
hemos podido tener tanto conocimiento debido a la poca profundidad de sus huellas. Estas
relaciones de sucesos se pueden considerar como un adelanto de lo que posteriormente será la
prensa moderna: es una escritura básicamente informativa que comunica o traslada noticias, las

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amplifica, las transforma o las magnifica. Cumple con los encargos de un noble, de un
ayuntamiento, de una iglesia, de una parroquia para que escriba acerca de una historia como
puede ser la entrada de una princesa en la Corte, una fiesta religiosa, una blasfemia o un
sacrilegio, etc. Esta escritura de encargo era habitual en la época y las fiestas religiosas tienen gran
importancia en el siglo XVII, no solo desde el punto de vista teológico sino también desde el punto
de vista visual, del espectáculo y escenografía (autos sacramentales), pues eran preparadas
cuidadosamente por los miembros de la Iglesia y de la Corte. Generalmente eran manos
masculinas las que preparaban todo aquello, así que era muy inusual que una mujer, por encargo,
narre un suceso como una pompa fúnebre, una fiesta de recepción de un príncipe… todo en verso.
Este tipo de escritura le valió a Ana Caro la inclusión en un tomo de dramaturgos posteriores a
Lope de Vega, quien cita a la dama en cuestión en su Laurel de Apolo.

Si nos ponemos a hablar de sus obras, nos encontramos con Valor, agravio y mujer (comedia de
enredo) y El conde Partinuplés (comedia caballeresca), ambas comedias de carácter pro-femenino.
En cuanto a las relaciones de sucesos, nos encontramos varias: Contexto de las reales Fiestas que
se hicieron en el Palacio del Buen Retiro (1637), dedicada a la esposa del banquero genovés más
importante que financiaba al rey Felipe IV y sus guerras, Carlos Strata, que estaba asentado en las
Cortes de Madrid; Relación de la grandiosa fiesta, y octava, que se hizo en Sevilla (1635), una fiesta
religiosa en una capilla sevillana que tiene como finalidad lavar las ofensas realizadas en una
iglesia de Flandes cuando las tropas francesas invadieron un pueblo flamenco por motivo de la
declaración de guerra entre Francia y España (en esos momentos se cometieron una serie de
desacatos, y cuando las noticias llegan a España, en muchas iglesias se llevan a cabo actos
piadosos de desagravio) y Ana Caro es una de las pocas mujeres que toman la pluma por encargo
para escribir y contar cómo fueron aquellas fiestas de carácter religioso, las cuales son
patrocinadas por el Conde de Salvatierra y la autora dedica esta composición, en verso, a su
esposa. Estas dos mujeres a las que Ana Caro dedica sus relaciones de sucesos, parece ser que
tuvieron una relación de complicidad con ella: la autora se dirige a ella «de mujer a mujer»,
hablamos pues de una mujer, escritora profesional, contratada para escribir un tema y que busca
«una» mecenas.

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MARÍA DE ZAYAS Y SOTOMAYOR (1590 - ¿1661?) es, junto
a Ana Caro de Mallén y Sor Juana Inés de la Cruz, una de
las tres grandes escritoras del Siglo de Oro español.

No se sabe nada de su formación intelectual, no tenemos


datos de su familia y ni siquiera se sabe exactamente el
año en que murió. Debió ser una mujer reconocida en los
ámbitos literarios: Lope de Vega y Juan Pérez Montalbán
hablan de ella, y ella misma participa con un poema en el
homenaje a Lope de Vega y a Montalbán. Alonso de
Castillo Solórzano se refiere a Zayas y a Ana Caro, al mismo
tiempo, entre líneas en una de las novelitas cortas
intercaladas en una de sus novelas picarescas, La garduña
de Sevilla.

En cuanto a sus obras, podemos ver títulos como Novelas amorosas (1638), en las que el marco
narrativo presenta una reunión festiva (Navidades) en casa de Lisis, donde se reúnen un grupo de
amigos de ambos sexos. En Desengaños amorosos (1647), el marco narrativo cuenta cómo ha
pasado un año y Lisis no se ha casado aún: su amado le ha engañado con otra mujer y como
consecuencia ella ha caído gravemente enferma; tiene lugar una nueva reunión en la que
participan los mismos personajes que en el título anterior.

Es una colección novelística larga, cada uno de los volúmenes está compuesto por diez relatos
breves: un total de veinte novelas cortas. El género de la novela corta fue llamado también
“novela cortesana” porque, generalmente, los ámbitos espaciales de aquellas novelas eran
ámbitos urbanos o cortesanos. Casi se frivolizó el género, pero tiene gran importancia en toda
Europa y en la segunda mitad del siglo XVII, cuando esos relatos cortos se van haciendo cada vez
más largos, se convertirá en eso que los franceses llamarán “novela galante”. María de Zayas se
encuadra, por lo tanto, en el género de la novela cortesana, en la que ella misma introduce
novedades interesantes.

Las dos colecciones de novelitas cortas tienen un marco narrativo y los personajes que lo
componen son los mismos tanto en la primera parte como en la segunda: diez personajes para
diez novelas. Hay un espacio de tiempo, un lapso de un año, según la autora: cuando termina la
primera colección la boda de la protagonista, Lisis, está a punto de celebrarse, y cuando se lee el
prólogo de la siguiente se ve que Lisis no se ha casado y ha estado enferma. Ese juego con los
mismos personajes de un marco, un año antes y otro después, no lo había utilizado ningún otro
autor antes. También existe un juego entre la supuesta realidad del marco narrativo y la ficción de
los veinte relatos: esa realidad y esa ficción muestran la relación entre hombres y mujeres,
relaciones generalmente amorosas en la ficción, pero que luego en esa realidad del marco
ascienden a no solamente relaciones de amor, sino también de poder, de sociedad, de política, de
costumbres y hasta de guerra. En las novelas también trata el tema de la educación femenina,

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cómo las mujeres no tienen preparación intelectual porque nadie se la brinda: es una clara
denuncia.

En Desengaños amorosos, la autora y protagonista muestra cierto rencor ya desde el prólogo y


condena al silencio a los mismos personajes masculinos que habían aparecido en la colección
anterior, tendrán voz en el marco narrativo pero no se les deja contar nada porque los hombres
engañan, pero no son capaces de desengañar después. Lisis decide que no se casa y que hay tanto
peligro en la unión del hombre y la mujer en el matrimonio que se mete la idea en la cabeza de
que no va a caer en él: se decide por el convento, pero un convento seglar (sin votos religiosos) en
el que le permitirán leer, hablar y recibir visitas. Así estará a salvo del mundo de la Corte y del
matrimonio, donde tantos casos engañosos han ocurrido.

El desenlace de la primera colección terminaba prometiendo para dentro de un mes la


continuación del festejo que había dado lugar a la primera parte, Navidad, pero lo que iba a ser un
mes se convierte en año debido a que la protagonista, Lisis, cae enferma a causa de un desengaño
amoroso. El prólogo de la segunda parte nos hace ver que realmente ha pasado un año y que
serán las fiestas de Carnestolendas (fiestas previas a la Semana Santa) y que dan ocasión de
reunirse a los mismos caballeros y las mismas damas de la primera colección.

En cuestión editorial, han pasado diez años entre colección y colección, y ese largo periodo de
tiempo, según la crítica, debió ser insatisfactorio e infeliz para la autora y por ello esta segunda
parte adquiere un tono más vengativo y violento que la primera. Ya la primera parte tenía un tono
poco habitual en las novelas cortesanas del siglo XVII. Normalmente, éstas tienen un “final feliz”
que acaba en matrimonio: la primera colección no acaba así y en la segunda, en muchas
ocasiones, termina con una especie de venganza. La segunda colección sigue la línea de los relatos
de Mateo Bandello (novelas ejemplares y trágicas): alude a un desenlace desdichado en el que se
insiste en el castigo de los malvados.

María de Zayas va a sostener que la naturaleza femenina no es más proclive al vicio, sino que tanto
hombres como mujeres nacen con buenos sentimientos en el alma, con un soporte anatómico e
intelectual iguales. Esto se puede ver reflejado en la protagonista de las dos colecciones: Lisis
(nombre arquetípico en la novela y en la poesía de los Siglos de Oro), una mujer joven, hermosa,
ingeniosa, culta, buena lectora y con un ámbito de amistades femeninas. Así se dibuja a Lisis en el
marco narrativo de Novelas amorosas, marco en el que se nos indica que Lisis está enamorada de
un caballero, don Juan (otro nombre arquetípico), que frecuenta su casa. A lo largo del marco
narrativo se descubre la personalidad de los personajes y se ve también cómo evolucionan: el
enamorado de Lisis la traiciona, se enamora de su prima Lisarda y en esa situación de
desconcierto, a pesar de estar prometidos en matrimonio, termina la primera colección. El año
transcurrido es el que va a justificar que Lisis haya caído enferma a causa del abandono y cómo va
a tener un nuevo candidato a su mano, don Diego, al que ella no ama.

Prólogo al que le llegue es el título del prólogo de la primera colección, en él una mujer se dirige a
sus lectores. Normalmente es habitual el uso de la “captatio benevolentiae” en los prólogos
escritos por mujeres puesto que no habían nacido para escribir, pero María de Zayas rompe el

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tópico y expresa que el texto va a sorprender al lector, que una mujer ha sido capaz de imprimir
sus manuscritos, que sus textos (o “borrones”, como ella los llama) han podido salir a la luz porque
un impresor o un librero han tomado interés en sus escritos. Hay rasgos de solidaridad en el
género cuando usa la diferenciación «ellos» y «nosotras», y eso también era poco habitual en la
literatura de su tiempo. Se siente una complicidad existente entre la misma María de Zayas y el
resto de mujeres.

Tras el prólogo, la autora empieza a presentarnos la situación y las fiestas de Navidad en torno al
personaje de Lisis, que la describe como «hermoso milagro de la naturaleza y prodigioso asombro
de esta corte»: milagro de la naturaleza por su belleza, y asombro de la Corte por su discreción,
cultura e inteligencia. Se juntan cuatro amigas suyas, todas ellas nobles y ricas, para celebrar las
Navidades y también Lisis invita a unos caballeros, amigos de ella; esto y otros testimonios indican
que el encierro femenino en la época es solo relativo, la mujer sí puede llegar a relacionarse tanto
con hombres como con mujeres, y además, hay una conversación fluida entre ambos sexos en el
marco narrativo. En cambio, en los relatos intercalados, el mundo ficticio, no hay una convivencia
amable entre hombres y mujeres, sino que existe una especie de guerra o enfrentamiento. Los
amores nunca son gratificantes y todo esto ofrece un contraste entre ese mundo amable del
marco narrativo y los diez relatos que se cuentan en el mundo ficticio sobre unos amores difíciles
o peligrosos. Ese marco amable evoluciona cuando Lisis intuye que su querido don Juan no la ama
a ella sino a su prima, y en la segunda parte se aclara en el prólogo que no se casa con don Juan y
se promete a don Diego por venganza. La enfermedad de Lisis dura un año con constantes
recaídas, hasta que le regalan una esclava ingeniosa que además sabe cantar y bailar: se presenta
como Zelima, pero ella declara que su verdadero nombre es doña Isabel. Entre las dos se
desarrolla una relación de complicidad y de amistad: van a unir sus destinos, puesto que ambas
terminarán en un convento.

Muchos de los desengaños amorosos no son por cuestiones de noviazgo, sino de matrimonios mal
avenidos, que muchas veces terminan con desenlaces sangrientos. Lisis decide no casarse con don
Diego y entrar en un convento junto con doña Isabel, sin vocación religiosa, para librarse del
matrimonio y del contacto con los hombres en la Corte. Tanto don Juan como don Diego se van a
la guerra de Cataluña y ambos pierden la vida en ella.

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Mujeres objeto: personajes femeninos en la novela, la poesía y el teatro de
Cervantes, Lope, Quevedo, Castilo Solórzano.
En este apartado vamos a ver mujeres pintadas por autores relevantes como son Cervantes, Lope
de Vega, Quevedo e incluso Castillo Solórzano con su pícara.

MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA (1547 – 1616)


dibujará mujeres urbanas o mujeres rurales, mujeres
jóvenes o mujeres viejas, mujeres virtuosas o mujeres
empecatadas, etc. Todas estas antítesis son porque en
función de una elección u otra, hay personajes que
vienen ya aparcados por la historia literaria: no es lo
mismo el tratamiento de la vieja que el tratamiento de
la joven, pero en cambio sí puede ser el mismo
tratamiento del viejo y el del joven. La vieja es
celestinesca, una vieja fea, desdentada, sin pelo
(muchas veces por enfermedad y más concretamente
por la sífilis); un viejo en el siglo XVII, en cambio, es un
buen consejero porque ha vivido mucho, es un hombre
reposado que huye de los apasionamientos y los
excesos. La joven es siempre limpia, hermosa, y en la
mayoría de los casos es doncella. La cuestión de la
edad marca al personaje literario.

También existe una diferencia entre la mujer urbana y la mujer campesina: normalmente, la mujer
urbana, en el siglo XVII, se asemeja a la cortesana (dos acepciones: la mujer que vive en la corte, y
mujer que vive de los cortesanos, es decir, que se aprovecha de sus encantos físicos/sexuales
aprovechando que en la Corte todo pasa desapercibido); es una vida mucho más peligrosa para la
mujer decente porque siempre se la coloca al borde del vicio y lo no virtuoso. Los campesinos son
gente de sangre limpia y además viven de su trabajo y de lo que les ofrece la naturaleza, de
manera que no están contaminados por los vicios y las apariencias características de la Corte
barroca. La campesina tiene, a mucha honra, la defensa de su honor, mientras que una mujer de la
Corte es capaz de perderlo por una saya, por una dádiva, por una joya…

El género literario también condiciona a las mujeres que aparecen: no es lo mismo una mujer del
género de los libros de caballerías, que una mujer del género de las novelas pastoriles o
picarescas.

Cervantes tiene muy presentes estas distinciones, es capaz de seguir el marco tradicional o
transgredir las convenciones y crear personajes nuevos que marcan otro rumbo o que se apartan
del rumbo establecido.

Como ejemplos podemos poner a mujeres que siguen la convención en el Quijote: tenemos a dos
mujeres domésticas, el ama y la sobrina, que son las que cuidan de don Alonso Quijano, mujeres

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felices en el espacio doméstico, le dan de comer, e incluso le regañan cuando se porta mal; la
mujer labradora, que como ya no es joven, es la narradora inculta y torpe, la esposa de Sancho
Panza, Teresa Panza, una mujer que no sabe leer y cae en los peores vicios y creencias que una
mujer puede tener.

Ejemplos de mujeres transgresoras en Cervantes son, dentro del Quijote también: la pastora
Marcela (de uno de los relatos intercalados), una pastora atípica que por no corresponder a su
enamorado, provoca que éste muera de amor. Ante esa muerte por amor, los amigos del pastor
toman a Marcela por una mujer cruel y despectiva. Ella, sin embargo, lleva un alegato en defensa
de su libertad pronunciado en lo más alto de la sierra, donde ella se sitúa en lo alto de una
pirámide y a los hombres por debajo de ella. Esta mujer, a pesar de ser pastora, es perfectamente
capaz de pronunciar un discurso bien estructurado defendiendo su libertad. Por otro lado,
tenemos a la labradora joven, bella, lista y muy rica: Dorotea. Su honor ha sido burlado tras una
promesa de matrimonio con un joven llamado don Fernando. Esta mujer es inteligente, es hija
única y lleva las cuentas de su casa y de la tierra de sus padres. Es una de las muchas mujeres
disfrazadas de hombre para recuperar su honor y encontrar a don Fernando.

Dulcinea es la realización de una dama que no existe: Cervantes crea a un personaje femenino que
será la enamorada del protagonista y que responde al canon y a los tipos que se corresponden a
las damas de las que se enamoraban los caballeros andantes. Sin embargo, alguien la ve (Sancho) y
no la reconoce como tal dama sino como a una labradora que despide «un olorcillo hombruno»:
de recompensa, don Quijote no le da perlas sino un «cacho de queso». Ese mundo rústico de
Sancho nos proyecta hacia esa figura que no tiene un cuerpo real a diferencia de esa mujer repleta
de aromas y aceites que se había pintado.

Otra mujer es la princesa Micomicona: el cura, el barbero y Dorotea se la inventan para llevar al
Quijote de nuevo al pueblo y hacerle entrar en razón. Es un personaje gracioso, porque Dorotea,
que es quien hace de la princesa Micomicona, se expresa de forma anacrónica (para nosotros y
para el lector del siglo XVII) y trata de satisfacer todas las dudas de don Quijote y a veces, incluso
se le hace difícil mantener la mentira.

Tenemos a algunas muchachas que se fugan de casa y actúan como pajes, mujeres disfrazadas de
hombres que aparecen a lo largo de las novelas de Cervantes, y también de su teatro, de su
tiempo. Otras protagonistas que juegan con la ambigüedad son las que vemos en La gitanilla y La
ilustre fregona: ambas son mujeres muy diferentes pero con ellas se hace uso de la anagnórisis
(recuperación o reencuentro de la joya perdida hace muchos años), la gitanilla, Preciosa, resulta
ser noble y la encuentran gracias a un juego de pendientes, o un pergamino que descubre el
origen del personaje femenino. Ambos personajes juegan con el suspense, antítesis entre el título
de la obra y el personaje en sí: el diminutivo de la “gitanilla” se contradice con la idea de que los
gitanos viven como ladrones y además la singulariza porque en realidad se convierte en una mujer
de buen juicio que desemboca en que es una excepción entre los gitanos porque sus padres eran
nobles. En La ilustre fregona nos llevamos la misma sorpresa: una fregona no es ilustre, así que la
paradoja, la antítesis, la ambigüedad, se da ya desde el título; el manuscrito de las dos partes que

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casan demuestran que esa fregona no es una fregona sino la hija de una ilustre dama. De estas dos
jovencitas, chispeantes y salerosas, la primera es muy buena bailarina; de la segunda, Constanza,
tenemos una serie de pistas sobre ella: es la única mujer que hay en el mesón y es caracterizada
por algo extraordinario: el silencio, esta mujer se mueve en el silencio más absoluto, no habla con
ningún cliente, no tiene funciones serviles como la de cuidar a las bestias… esta mujer, que se
mueve como una bruma, como si anduviera sobre nubes de algodón, tiene la misión de custodiar
la llave de un armario que contiene la plata que se les ofrece a los huéspedes de más alta posición:
ella es ama y guarda los objetos más preciados, y esto casa muy bien con sus orígenes nobles. Fue
abandonada porque la madre fue violada y exponer dicha violación habría sido un deshonor para
la ilustre dama.

Nos detenemos ante un tema realmente interesante: la violación. Este tema lo puso Cervantes
sobre el tapete en La ilustre fregona, la violada deja a su hija en el mesón con una dote muy
abundante para garantizar que no la ocurriese nada, y que explica por qué fue criada en tanto
silencio y tratada con tanto cariño. En La fuerza de la sangre, que es la segunda obra con la que
podemos relacionar este tema, se nos cuenta la historia de una violación a una joven de Toledo
que volvía de pasar una tarde en familia en el río; se trata de una violación premeditada y sin
alevosía, sin motivo alguno, que responde a una apuesta (he aquí lo más duro de esta violación).
En el desenlace de la obra se vierte la anagnórisis, porque el niño que nace de la violación es
atropellado por quien sería su abuelo materno.

Hay una riqueza inmensa de personajes femeninos en la obre literaria de Cervantes.

FÉLIX LOPE DE VEGA Y CARPIO (1562 - 1635) nos


regala en sus novelas unos personajes femeninos que
han crecido exponencialmente en interés durante los
últimos años: en el siglo XX tenemos hasta tres
ediciones de Las novelas a Marcia Leonarda. Existen
varios artículos que nos ilustran sobre este tema,
como “Las mujeres de Lope de Vega” (no solo sus
personajes femeninos, sino las mujeres que había en
su vida, con las que se enamoró, casó, las mujeres
pertenecientes a su familia…) y “Lope de Vega como
novelador”, de F. Ynduráin (1969), que pone el dedo
en la yaga en cuestiones como la forma, distinta, que
tenía Lope de escribir tras la publicación de las Novelas
Ejemplares: quería destacar y ser distinto añadiendo a
una destinataria explícita y real en la novela, véase
Marcia Leonarda tras el modelo de novela que
implantó Cervantes con la obra citada.

Vamos a centrarnos en La dama boba, de 1613, que trata el problema de la formación y educación
femenina: es una mujer urbana que se niega a leer y estudiar frente a su hermana bachillera que

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sostiene en su casa reuniones literarias en las que hablan de sonetos, obras publicadas
recientemente, etc. entre una biblioteca repleta de obras amorosas; el desenlace de la obra pone
de relieve que a Lope le interesa una mujer a medio camino entre esos dos extremos, como le
ocurre al padre ante la ignorancia premeditada y la bachillería.

En Las dos estrellas trocadas o Los ramilletes de Madrid, de 1615, se celebran la doble boda
francesa (Borbones y Austrias entre Francia y España): de ese contexto nace la primera parte del
título, de la belleza de las dos princesas, que a la postre serían reinas; se habla del trueque de
princesas como objetos, un intercambio político entre dos países enfrentados por la hegemonía
europea, donde los matrimonios de conveniencia tenían un papel fundamental. Ocurre en los
Pirineos, en las orillas del Bidasoa, desarrollando el paso de sendas barcas y la detención a mitad
del río, de ambos séquitos, para saludarse decorosamente; la segunda parte del título hace
mención a lo que ocurría cerca de la Puerta del Sol: había un mercado de flores (de ahí lo de los
ramilletes) donde las damas madrileñas acudían a comprar el decorado para sus ventanas. Esta
simbiosis la consigue Lope con la historia de una dama y un galán enamorado, el hombre va a los
Pirineos y la mujer se queda en el Madrid de los mercados de flores.

En Fuenteovejuna, 1619, que es uno de sus mejores dramas del honor, nos muestra una pintura de
una rústica ennoblecida por su conciencia de mujer honrada en Laurencia, que pronuncia una
renga de gran valor y dignidad para afear a los hombres de su pueblo (en primer lugar a su padre,
al alcalde…) en contra del comendador lujurioso que se encapricha de todas las mujeres del
pueblo; incluso, casi crea una milicia con pretensiones de linchar al comendador.

En cuanto a sus Novelas a Marcia Leonarda (reciben ese título tras la edición de Francisco Rico), es
una obra miscelánea de sonetos, epístolas, epigramas y una novela entre 1621 y 1624. La primera,
de cuatro, de esas novelas es La fortuna de Liana (1621) y su prólogo recoge uno de los escasos
elogios que se le hicieron en vida: «a la hora de escribir novelas, nadie como Cervantes». La novela
está dedicada a su amante empedernida de la lectura de novelas amorosas. El tono de Lope es
insólito, porque no son novelas narrativas o descriptivas, sino que da paso al elemento de la
digresión: para apartarse del hilo narrativo, pone intencionadamente guiños a Marcia Leonarda,
que se lo pide (Lope intercambia con ella información o le da lecciones de literatura, como Ovidio
con Diana). Cada una de las novelas forma un compendio de distintas fórmulas narrativas de las
que destacamos esa colección de excusos en que el autor se dirige a la mujer a la que ama. Esa
mujer fue la última de sus amantes, y coincidía con el momento en el que él era ya viejo y
sacerdote… de ahí el revuelo que se dio en torno a esta relación en Madrid. Ella es una
destinataria muda en toda la novela, ella nunca replica, solo es la destinataria de sus líneas.

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FRANCISCO DE QUEVEDO (1580 – 1645) era un hombre con
algún que otro problema con las mujeres, pero de ahí a
convertirle en el misógino mayor de la literatura hay un
trecho enorme… Tenemos algunos artículos que nos
pueden orientar de cara a este autor: “Entre alabanza y
parodia: bizcas, tuertas y ciegas en la poesía amorosa de
Quevedo” (Rodrigo Cacho Casal, 2005), “El amor y la mujer”
(monográfico); la obra de Amédeé Mas en “La caricature de
la famme (…)” en 1957 su interés es doble: es una
aportación nueva sobre caricaturas femeninas en el siglo
XVII y un estudio de la caricatura, el sarcasmo, la hipérbole,
la ironía o la sátira… También tenemos un artículo de la
profesora, Soledad Arredondo Sidorey, en la monografía
dedicada a poemas de amor a través de los siglos “Algunos
aspectos del amor en la poesía de Quevedo: de la belleza a
la muerte”.

En Quevedo nos encontramos con dos visiones de la mujer al menos y conviene distinguir las
diferencias entre los aspectos negativos de los personajes femeninos de su única novela, El buscón
(1636), cuyo protagonista es Pablos de Segovia. Es una obra muy sarcástica, satírica e hiperbólica
en donde los personajes femeninos no tienen desperdicio: la madre del buscón responde a los
orígenes bajos (el padre bajo la condición de ladrón), declara con una serie de rodeos y perífrasis,
es de origen converso (por eso tenía veinte apellidos de santos, más que los de las letanías) y la
Inquisición la perseguía por eso y por ser medio bruja. Pablos quiere un matrimonio de
conveniencia y se casa con una dama que conoce en el Prado, en Madrid: la mujer con la que se
casa es la peor representada de todas ellas, con orígenes conversos, pero según él inocente (doble
lectura: estaba contaminada por sangre judía pero se considera inocente). Dice Pablos que él «no
quiere a las mujeres para leerlas como un libro sino para acostarse con ellas», y sigue cortejando a
otras mujeres. Aquí es donde nace el hecho de que Quevedo sea considerado “padre” misógino.

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ALONSO DEL CASTILLO SOLÓRZANO (1584 - 1647) es un
narrador de segundo orden, pero toca el tema de la pícara
con algunos elementos innovadores (prólogo de la obra de
1632 y el artículo de Soledad Arredondo de La niña de los
embustes: Teresa de Manzanares).

Lo interesante está en La niña de los embustes, Teresa de


Manzanares (1632): logra una de las mejores obras del
subgénero de la picaresca femenina. El primero de los
textos en relación a las pícaras es La pícara Justina (1605),
que sería la contrapartida del pícaro por antonomasia:
Guzmán de Alfarache. Desde esa pícara de 1605 hasta la de
1632, este escritor secundario que tanto participó en las
Academias literarias y además, admirador de Lope, hace
con esta obra la representación de un tipo literario muy
distinto pero cuyas innovaciones siguen entreveradas a día de hoy. El pícaro cumple con los malos
orígenes, pero en ella se suavizan las formas de vida, los orígenes y el momento final de deshonor:
no le ocurren esa serie de deshonores como le ocurren al Lazarillo. Es una novela de diecinueve
capítulos narrada en primera persona bajo una voz femenina, aunque de vez en cuando asoma la
voz masculina de Solórzano. No es una mujer de la que solo se espere el casarse para construir
una vida convencional, sino que es hija de una mujer que había sido engañada cuando venía de
Galicia a la Corte y cuyo marido desaparece en el camino; esta mujer acaba llegando a la Corte y se
establece como mesonera, es decir, no se queda llorando sino que emprende; la hija sabe cantar,
bailar, distraer y servir a sus comensales, también es enviada en alguna ocasión a casa de sus
vecinas para coser y bordar (era una forma honrada de ganarse la vida y también una forma de
educación entre las jovencitas). Ella se queda a vivir con sus maestras costureras por la prematura
muerte de su madre, y en esta estancia conoce a una cómica de una compañía –muy normal por
aquella época- a la que estaban arreglándole el pelo (oficio de peluquera: la única fuente de esta
profesión): la niña aprende a hacer copetes, guedejas (adornos y caída de los rizos postizos),
peinados, etc. Ella gana mucho dinero con esta profesión, vendiendo peluquines, barbas para
calvos y postizos para las mujeres… es memorable la cantidad de dinero que gana: se hace
independiente y traslada su oficio a Córdoba pasando por las serranías de Sierra Morena; allí la
atracan y la roban sus pertenencias, pero no le roban dinero porque no tiene, solo lleva cheques o
letras de cambios, no monedas (es un personaje femenino muy original con una gran visión
comercial y mercantil). En un momento de la historia se le presentan tres ocasiones de
ennoblecerse con el casamiento: tres hombres que la pretenden por su belleza y simpatía se
enamoran de sus apariencias y sus identidades (se llama de tres formas distintas a lo largo del
relato); contrae tres matrimonios, no por amor sino por medrar y ascender socialmente, hasta
contraer un cuarto matrimonio que no le ofrece ninguna mejora económica: él es actor e intenta
sacarle dinero incluso prostituyéndola. La suma de todo esto hace de esta novela algo insólito:
intenta seguir la línea de la picaresca sin un final desagradable: consigue, con el cuarto y último
marido, tres hijos y un final de mujer más convencional. En 1632, esta mujer constituye la

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culminación de la picaresca femenina a la que se volverá en los 40 con la Malmunia de Sevilla: el
autor se apodera de la voz de ella y hace de esa descendiente de Teresa de Manzanares un
personaje animalizado, Garduña, como un ave de presa que roba.

5 . El siglo XVIII.
Dos defensas de la mujer: Josefa Amar y Borbón, el padre Feijoo (Teatro
crítico universal, I, XVI)
Domina todo el siglo una especie de preocupación de orden político, social y educativo que se
percibe en otros géneros literarios, como por ejemplo, el ensayo, género que se asienta
precisamente en el siglo XVIII. Esto cristaliza en un buen número de textos reflexivos, educativos,
polémicos (algunos serios) que surgen en este siglo. Se percibe un cambio de mentalidad muy
notable, y es un cambio de mentalidad que también afecta a la manera de ver a la mujer, de
sentirla, de considerarla, y quizá esto propicie el hecho de que surjan más mujeres escritoras de
las que había. Este fenómeno no solo se ve en la literatura española, sino que afecta a la mayor
parte de géneros literarios en Europa. Teniendo en cuenta todo, podemos ver que hay un corte
entre ese brillante siglo XVII que hemos visto y este importantísimo movimiento de ideas y de
cambios que se produce en toda la Europa dieciochesca.

Dentro de esos cambios, el más evidente es un cambio político: el cambio de dinastía. Al morir
Carlos II sin descendencia se produce un cambio de dinastía tras una terrible sucesión que
enfrentó a los partidarios de los Habsburgo y a los de los Borbones. Ese cambio de dinastía dio
como consecuencia la entrada de la dinastía Borbón a España, al frente de la cual estuvo el primer
rey de los Borbones: Felipe V. La entrada de Felipe V y los Borbones a España ocasionó también un
cambio de mentalidad, de costumbres, de moda, de usos… prácticamente tuvo lugar una
sustitución de lo que era la hegemonía política española por la hegemonía política francesa. Hubo
incluso una creación de términos que tendría mucho éxito poco después, en el siglo XIX, que es el
término afrancesado. Este “afrancesamiento” afecta a cuestiones de gustos, modas, educación,
lengua… Este cambio político se consolida en dos tratados o decretos: el Tratado de Utrecht
(1713) que vuelve a modificar las fronteras europeas, y los Decretos de Nueva Planta (1716) que
además llevan aparejados la desaparición de los fueros en la Corona de Aragón.

De la misma manera, la entrada de los Borbones consolidó un cambio fundamental, que fue una
corriente político-filosófica llamada “despotismo ilustrado”. Consistía en imponer una serie de
leyes y normas (casi todas beneficiosas para el pueblo) que tenían la intención de extender la
Ilustración a muchos niveles que hasta ese momento no habían contado con ella, pero hacerlo de
manera que «todo para el pueblo, pero sin el pueblo». El término felicidad es el que caracteriza al
siglo XVIII en cuanto a esa idea colectiva de lograr un bien común asequible al mayor número
posible de los vasallos y súbditos del rey. Todo ello incide muy especialmente en las cuestiones
educativas.

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Hasta Felipe V no había habido ningún sistema reglado de educación: a partir de ese momento se
intenta establecer una serie de normativas. Hasta cierto punto estas modificaciones o
consolidaciones de las asignaturas que entraban en los planes de estudios quizás tengan que ver
con lo que después se llamó la “polémica feminista”, parte de la cual en el siglo XVIII tiene como
objetivo fundamental la educación y formación intelectual de las mujeres. No solo lo que era la
formación habitual de las niñas como coser, bordar, aprender lo que es la dirección de una casa,
ser virtuosa, saber tocar determinados instrumentos, aprender los bailes más elegantes –en las
mujeres de elevada condición social-. Es decir, tiene lugar la consolidación de una formación
doméstica habitual pero con una prevención quizás un poco más amplia, pensando en una
apertura de la mujer al mundo. Por ejemplo, con la hegemonía francesa, las damas de la corte
empiezan a interesarse por el aprendizaje de las lenguas. Esta corriente ayuda paulatinamente a
que las mujeres adquieran un mayor grado de educación.

Hubo un buen número de mujeres que participaron en un momento determinado en actividades


literarias o sociales o incluso políticas (de acuerdo con el libro de Emilio Palacio) entendiendo por
política, no al gobierno del Estado, pero sí por que se les ofreciera la posibilidad de participar en
academias, en tertulias y sobre todo en una institución muy característica del siglo XVIII en España:
Las Sociedades Económicas de Amigos del País, una institución importantísima para mover la
consciencia, los intereses, la cultura, la capacidad de debate… de tal manera que si recordamos lo
que se dice del siglo XVII, la ausencia de datos sobre la participación de las mujeres en las
academias literarias (que giran alrededor de la Corte española) donde no existen nombres de
mujeres, aunque se intuye que asistían o que estaban, entonces se decía que en el XVII las mujeres
participaban en justas poéticas, pero no hay documentación de que participaran en academias
literarias. A diferencia de eso, estas mujeres del XVIII sí empiezan a participar en la calle y estas
academias adquieren cada vez más el rango de tertulias. Algunas de estas tertulias eran amistosas,
grupos de amigos movidos por los mismos intereses que se reúnen con periodicidad alrededor de
un tema que se debate y se discute únicamente.

Un fenómeno a tener en cuenta a la hora de valorar esa presencia femenina en el XVIII, es la


extensión y discusión de la prensa en el mismo siglo. La primera gaceta que surge con cierta
periodicidad en España, en 1680, se llama La Gaceta de Madrid, y a esa gaceta le siguen a partir
del XVIII un buen número de títulos. Existen dos periódicos cuyo nombre es un nombre femenino
e involucra el verbo pensar:

 La Pensadora Gaditana (Cádiz, 1763)


 La Pensatriz Salmantina (Salamanca, 1777)

Hay muchas mujeres que participan en esos periódicos, en la prensa escrita, aunque sea en el nivel
o en el acercamiento más bajo: son vendedoras de prensa o gaceteras. Hay una serie de oficios
que empiezan a surgir, de los que antes no se sabía: lo más cercano eran esos hombres que
vendían las noticias de guerra o las relaciones de prensa en la corte. Estas mujeres empiezan a
desarrollar otra serie de oficios, incluso para las criadas empieza a consolidarse la posibilidad de
que exista una formación específica.

45
Jovellanos (ministro del Palacio de Justicia en tiempos de Carlos III) en Memoria para el arreglo de
la policía de los espectáculos y diversiones públicas, y sobre su origen en España habla acerca del
establecimiento de normas sobre el ocio en los espectáculos públicos. Recomienda más higiene,
más parques, más avenidas, mejores espectáculos, calles espaciosas y cambiar el tipo de
representaciones a unas que sean útiles y beneficiosas para el pueblo: educar al pueblo y que a la
vez se divierta.

Cuando llega la Revolución Francesa buena parte de esta siembra previa va a dar resultados
especialmente por lo que afecta a la evolución, a la educación y a la función de la mujer. En este
sentido hay que destacar cómo en el siglo XVIII se va a desarrollar lo que se llamará “polémica
feminista”: un resurgir con carácter internacional, y de manera más sistemática, filosófica y
argumentada de aquello que llamábamos en el siglo XIV Querella de las mujeres. Esa Querella de
las mujeres se ha ido agotando con el tiempo o no tiene sistematización, no tiene argumentación
más que las ristras de hombres ilustres de mujeres que se repiten desde la antigüedad grecolatina
hasta nuestros días; los hombres y las mujeres del siglo XVIII van organizando eso que era una
“querella” como una protesta de carácter polémico, es decir, una apología donde se barajan y se
enfrentan instrumentos y argumentos a favor y en contra. Ese carácter polémico se sistematiza
muy bien a partir del siglo XVIII en España, en Inglaterra y en Francia.

[Olivia de Gouges, una de las mujeres revolucionarias de 1789 y Mary Wollstonecraft que escribió
un tratado sobre los derechos de educación física y moral de las mujeres]

La política, determinadas profesiones, el anuncio de la prensa, las cuestiones educativas… lo que


supuso para toda Europa la Revolución Francesa, todo eso va marcando el siglo XVIII y
produciendo como consecuencia una verdadera revolución, por lo que atañe al sexo femenino.

Junto a esto, hay una serie de filósofos cuyas obras condicionan también cuestiones políticas y
educativas: el más importante es Rousseau con El contrato social, o desde el punto de vista
educativo con el Emilio, o De la educación, con todo un mensaje filosófico detrás que termina por
producir una serie de consecuencias positivas en la forma de mirar a los dos sexos. Rousseau no
era un defensor de la mujer, pero su visión sobre la naturaleza bondadosa del ser humano, y
bondadosa por igualarse con la naturaleza, termina por repercutir en una parte del hombre que
hasta entonces había sido discriminada salvo en contadas excepciones.

Al mismo tiempo, toda esta serie de guías positivas que parecen que se estaban abriendo afectan
a la sociedad española, sobre todo durante la primera mitad del siglo XVIII: sufren una parada
brusca cuando en el país vecino (Francia) empiezan a “rodar cabezas”. Ocurre un cierre de
fronteras para impedir la entrada de ciertas ideas o tendencias que estaban dando resultados
sanguinarios. Esa parada brusca o de retroceso trata de impedir que determinados tipos de
avances tuvieran unas consecuencias nefastas. Entre ese tipo de avances y los impedimentos que
se ponían a esos avances, hay que hablar de la religión: constituye para alguno de esos avances un
freno porque el confesor o el padre impone a la mujer española una serie de cortapisas no solo
para su educación sino para cualquier tipo de vida pública, simplemente para impedir cualquier
tipo de riesgos en su lectura, la virtud, la castidad y la obediencia. Esto viene ligado con la
institución fundamental del matrimonio. Los cambios que se deseaban experimentar en la
institución matrimonial se ven en la obra El sí de las niñas de Leandro Fernández de Moratín: da
como mensaje las peores consecuencias ante la imposición de un matrimonio por parte de los
padres.

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María Rosa Gálvez es autora de unas pocas obras dramáticas donde se trata la institución
matrimonial, al menos con ironía. Su obra está siendo recuperada en los últimos años: se ha
tildado su obra de teatro trágico o de drama trágico, y como Moratín, muestra las peores
consecuencias ante este tipo de imposiciones en materia matrimonial.

Junto a esta cuestión de la materia matrimonial se contempla también la posibilidad de que las
mujeres se queden solteras, o se contempla la posibilidad de redimir o de organizar a las
prostitutas. Estos ilustrados del XVIII, movidos por motivos no de moral sino de higiene pública,
tratan de organizar mediante leyes un funcionamiento de la prostitución. Desde el Gobierno se
trata de organizar esta actividad, pero al mismo tiempo se publica un largo poema de Nicolás
Fernández de Moratín y que se titula El Arte de las putas. Es una forma de describir esas prácticas
femeninas dando normas y consejos a un grupo de amigos. Jovellanos y Cabarrús tratan de
organizar también unas leyes para que la prostitución sea una actividad “útil” y “beneficiosa”.

Es en este ámbito donde tenemos que entender que surjan dos obras de extraordinario interés
sobre la condición de la mujer. Las dos obras son defensas de la mujer, una de ellas escrita por la
mano de una mujer y la otra por una mano masculina.

JOSEFA A MAR Y B ORBÓN (1749 - 1833) no es una escritora


profesional, es una dama culta. Es capaz de estampar su firma
en un texto de carácter filosófico, legal, lógico o en la
traducción de una obra escrita en francés.

No solo aumenta el grado de educación en las mujeres que se


alfabetizan en este siglo, sino también el grado de mujeres
capaces de argumentar y de demostrar que tienen un bagaje
cultural muy amplio: hay un interés cultural en el que las
mujeres participan, e incluso llegan a ser auténticas mecenas
de esos focos culturales.

Josefa Amar y Borbón no era de una familia noble, sino de una


familia de médicos ilustrados: los orígenes de esta mujer nos
permiten hablar de la existencia de una burguesía ilustrada. Era
una familia de clase media intelectualmente formada, como la llamaríamos ahora, una familia de
varias generaciones de médicos con un entorno propicio para la educación.

Es una mujer que en sus escritos no solo defiende los derechos y la dignidad de sus congéneres,
sino que demuestra tener verdaderas inquietudes sociales: existe un deseo de defender el bien, la
mejora y la felicidad a los menesterosos, y además ella tuvo la ocasión de poner a prueba sus
declaraciones y sus deseos porque participó en el Sitio de Zaragoza contra los franceses en una de
las etapas más interesantes de la Guerra de la Independencia. Ella y sus hermanas participaron en
tareas hospitalarias y de ayuda a los menesterosos en momentos tan terribles como aquel.

Como se ha dicho, no es una mujer de la nobleza, pero ha recibido una educación amplia y lo
suficientemente esmerada, lo cual demuestra en el Discurso en defensa del talento de las mujeres
y de su actitud para el gobierno y otros cargos en que se emplean los hombres (1786): una larga
lista de argumentos a favor y en contra de las mujeres. También sale la consabida nómina de
modelos femeninos ilustres, de mujeres valerosas, mujeres inteligentes de la Antigüedad,
mártires, etc.

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Josefa Amar y Borbón no está en primera línea pero sí es reconocida su función, su escritura y el
valor de la misma. Esta escritora no solo es reconocida por un grupo de mujeres, sino también en
un mundo casi exclusivamente masculino.

Presenta sus argumentos para que sean exhibidos ante una postura negativa contra las mujeres y
otra positiva. El Discurso en defensa del talento de las mujeres y de su actitud para el gobierno y
otros cargos en que se emplean los hombres tiene una argumentación puntual, de carácter
polémico, donde se pretende responder a cada uno de los puntos previos de los que ella
consideraba injustos para el talento de la mujer (talento = capacidad mental, pensar).

Antes de este texto había escrito una defensa a la educación femenina en dos ámbitos: la
educación femenina de carácter cultural o profesional y lo que ella llamaba la “educación física y
moral de las mujeres”: Discurso en defensa de la educación física y moral de las mujeres, la
fragilidad de la mujer puede combatirse si desde el principio se educa a las mujeres desarrollando
su físico.

Memorial literario (1786) es un texto polémico y argumentativo dividido en 34 epígrafes y a través


de esos 34 epígrafes ella contesta a un encargo. Ya es académica en la Academia de Aragón, y la
Real Sociedad Económica de Amigos del País de Madrid le encarga un informe, una opinión a una
mujer de peso y de prestigio que ya está inserta en una institución mixta. Un grupo de hombres de
un círculo de Madrid encarga a una mujer aragonesa, y bien situada intelectualmente, un informe
acerca de un tema escabroso que se ha debatido y den que no se llega a un acuerdo. Este texto
apareció en el periódico El Memorial Literario (en el número de agosto de 1786) en donde se
informa por parte de la Real Sociedad Económica de Madrid. Defiende que las mujeres tienen
derecho a participar en una docta asamblea, en primer lugar porque hombres y mujeres tienen un
origen común: los dos nacieron porque existió el Paraíso terrenal y los dos nacieron por creación
por parte de Dios, de Adán y Eva. Parte de un contexto en el que hace iguales tanto a los hombres
como a las mujeres en el origen.

Empieza por la enumeración de mujeres antiguas cuya excelencia, prudencia, valor, excelencia de
gobierno es paralela, o incluso suprior, a la de los hombres. Está escrito de forma muy clara y
organizado de tal manera que incluso pretende ser objetivo porque en ocasiones apela a que son
las propias mujeres las culpables de que no se les tome en cuenta: las mujeres han de trabajar
para alcanzar su propia dignidad social. No se habla de virtud, se habla de entendimiento, de la
capacidad de pensar, de razonar.

Hay una claridad expositiva notable: en el primer apartado dice que las mujeres no deben
apetecer tanto el halago y la cortesía masculina, sino un cultivo de otro tipo de valores que se
aprecian menos pero que a largo plazo son más útiles y duraderos. También es un texto con
habilidades estilísticas que buscan conmover y convencer (uso de la adjetivación y empleo casi
continuado de las preguntas retóricas). Hay una marcada insistencia por medio del recurso de las
preguntas retóricas y la anáfora.

El texto se organiza desde el pecado original, y la igualdad en dicho pecado, a la organización de


nombres (ej.: epígrafe número 11). Todo el texto se apoya en dos virtudes: la prudencia, ejemplo
de lo cual era la reina Isabel la Católica (apartados 13 y 14); y el valor en mujeres como María Pita
(apartado 15).

En el epígrafe número 20 está recapitulando: remarca el hecho de que al final el juez que decida a
favor de qué partido estará será un hombre. Son los hombres ilustres los que conocen las leyes,

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uno va a defender y otro va a juzgar. Los dos son hombres. Ella es la única de su sexo consultada,
sin ser una mujer letrada, para ejercer la doble labor de desempeñar la defensa de su talento
conociendo la polémica previa defendida por estos dos grandes escritores (Jovellanos y Cabarrús).

En el apartado 34 recopila la gran mayoría de sus argumentos con extraordinaria precisión. Vemos
una conexión de anáforas que van estableciendo una serie de hipótesis que la autora recoge al
final.

Se trata de un “discurso” muy lógico y muy bien organizado.

BENITO JERÓNIMO F EIJOO (1676 - 1764) es una de


las figuras más influyentes del siglo XVIII y autor de
una obra monumental: Teatro crítico universal (1726 -
1740).

El padre Feijoo, desde su celda en un monasterio


asturiano, llevó a cabo una intensa labor de
divulgación cultural. El género de la divulgación es el
más difícil de todos porque se necesita pasar por un
conocimiento previo extraordinariamente intenso y
profundo, y una capacidad intelectual que no todo el
mundo tiene para resumir con éxito lo más importante
de toda esa sabiduría. Esa capacidad la tenía el padre
Feijoo.

Es autor de una defensa a las mujeres en el primer


volumen de los ocho que constituyen su Teatro crítico
universal. Designa un compendio de ensayos de muchísimas materias, desde temas de costumbres
a cuestiones de historia, filosofía, cuestiones médicas y sociales que eran objeto de preocupación
en la época y que este benedictino es capaz de abordar. Poseía un grado de información notable
que procede de los muchos contactos y lecturas que tenía en su propia celda de monje agustino,
donde desarrollaba tertulias entre los monjes y otras personas de gran capacidad intelectual que
deseaban hablar con él o visitarlo. La información que se intercambiaban en estas tertulias
procedía de las mejores revistas de la Ilustración europea que legaban al padre Feijoo a través de
los Pirineos. Estaba en contacto con un buen número de filósofos, literatos, historiadores y
políticos que expresaban su opinión en las revistas de su tiempo.

Estas revistas que llegaban a su celda se traducían, se comentaban y se debatían. Uno de los
detalles más interesantes del Teatro crítico universal es el hecho de que no sea una obra
absolutamente cerrada, sino una obra completamente viva porque le padre Feijoo es capaz de
incorporar a uno de los volúmenes, o a una parte de su discurso, una opinión que le rebate y que
él mismo discute. Toma en cuenta la opinión contraria: es capaz de modificar parte de su
pensamiento, matizándolo en función de lo que sus adversarios le puedan haber rebatido.

Es un discurso perfectamente equilibrado y estructurado, y tiene solo 24 epígrafes. Es un texto en


defensa de las mujeres que no le fue encargado, sino que forma parte de su propia reflexión sobre
un asunto debatido en todos los tiempos. Reflexiona si es o no posible la igualdad entre los dos
sexos, si las mujeres merecen o no las críticas que se han lanzado sobre ellas desde tiempos
inmemoriales, si son o no seres imperfectos, si son o no la causa última de la perdición del
hombre, si el matrimonio es o no una institución interesante y está o no bien organizada.

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Feijoo hace uso de la “captatio benevolentiae”, utiliza oraciones breves, se expresa de forma muy
lógica, pero breve. Apenas hay subordinadas. Es la expresión de un pensamiento lógico muy bien
organizado. Muchas veces recurre a la ironía cuando habla del argumento del enemigo.

Menciona las historias de Adán y Eva y la de Florinda “la Cava” (hija del conde don Julián), que de
acuerdo a la tradición y al romancero fue la que abrió la puerta a España a la llegada de los moros.
Pero dice que esto último es falso, que fue el conde don Julián quien trajo los moros a España.

Uno de los aspectos del texto más interesante es lo que dice acerca del matrimonio: el padre
Feijoo defiende que las mujeres sean tratadas por sus esposos, cuando llevan algún tiempo
casados, con la misma amabilidad y simpatía que las trataban cuando las cortejaban y pretendían,
o en la época de noviazgo.

Habla del término del “entendimiento o talento de las mujeres”, y luego discurre sobre el falso
profeta Mahoma, que desde su celda de Oviedo, se remonta en el tiempo hablando del
argumento del enemigo. Sobre esto volverá al final del texto, diciendo que esa infeliz felicidad que
prometía el profeta a sus mahometanos (les prometían a una mujer con la que pasar al paraíso), el
desprecio y la detentación, dirá, que es la mejor apología presentando a una serie de hombres que
escriben de las mujeres, como Eurípides o Boccaccio, escritores enamoradizos.

Entra también el término cortejo, siendo este el acompañante de una dama ociosa y solitaria que
ha sido abandonada por el marido; esta dama se pasea por la corte luciendo su cortejo, y no
sabemos qué tipo de favores recibía a favor de su compañía. Carmen Martín Gaite habla sobre
ello, reflexionando acerca de su comportamiento: piensa que esas mujeres pueden recibir al
hombre en paños menores, contarle cosas durante toda la noche y sin exponer su ignorancia e
inocencia sin menor peligro; ese hombre joven sustituye al marido, y esta información llega a
celda del Padre Feijoo, por eso al hablar sobre la relación entre hombres-mujeres hablará de que
«marchar con adulterios (…) pierde la mujer aquella estimación y pasa el hombre al desprecio,
cuando empieza a insultarla por la superioridad de su propio sexo –pensando que en ellas hay o
que en un niño de 14 años-, en este estado cuando obra es siempre un despropósito y por eso
eligen al hombre joven que le escuche todo lo que el marido la niega (…)», casi que adelanta que
la desatención del marido hará surgir la pérdida de virtudes en estas mujeres.

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6 . Una doble mirada al siglo XX.
Dos autoras: Carmen Martín Gaite, Entre visillos, y Marina Mayoral, Querida
amiga.

MARINA MAYORAL (1942) es una escritora y


articulista en gallego (colabora con “La voz de
Galicia” semanalmente) y en español. Es
catedrática jubilada de Literatura Española de la
Universidad Complutense de Madrid y codirectora
de la colección “Biblioteca de Escritoras” de
Editorial Castalia.

Posee una visión muy de “mujer” sobre lo que


está ocurriendo actualmente: materia de género,
educación a los niños, los refugiados de Siria, etc.,
ve a través de los ojos estos acontecimientos
demostrando una gran sensibilidad para entrar en
estos temas de actualidad. Tiene una
productividad literaria extraordinaria: relato corto,
novela y artículo periodístico, con una sensibilidad para captar los paisajes, los afectos –suavidad
de expresión-, a pesar de tratar temas espinosos. El tema de su tesis es Rosalía de Castro, lo cual
produce en ella una manera de ver y decir las cosas con una capacidad lingüística y de estilo muy
reseñables.

En El Abrazo (última de sus novelas, 2015) aborda por primera vez el tema de la muerte con un
sesgo sin precedentes: tiene como “leimotiv” una situación curiosa, que es la de estar entre la vida
y la muerte por estar en estado de coma: quienes se han despertado de un coma, a veces han
tomado la pluma para contarlo –es una experiencia extraordinaria- y lo hicieron otros como
Fernando Sánchez Dragó. La novela arranca desde esa situación en un arquitecto, que mientras
está rodeado por cables en la UCI ve a sus dos familiares más queridos abrazándose por creer que
él va a morir: las vueltas que da a su mente, al ver el abrazo entre su esposa y su hermana le hace
despertar. Lo importante es que esta autora trata con pulcritud científica esa angustiosa sensación
con mucha amenidad. Otras de sus obras, basada en dos versos de Lope, se llaman: Dar la vida y el
alma y Recóndita armonía, y esto es por su afecto a este tipo de poesía, puesto que ella fue
investigadora y profesora de la UCM, estudiando en profundidad personajes como Rosalía de
Castro o Emilia Pardo Bazán.

En lo referente a Querida amiga, apareció en 1995; es una obra de extensión breve (desde el XVII
se viene hablando de que la novela es un “cajón de sastre” donde todo cabe, a diferencia de los
sonetos, etc., que tienen sus propias reglas: la novela es uno de los géneros más libres y
cambiantes hasta la actualidad). Hay una diferencia de catalogación de la obra: unos dicen que es
novela epistolar y otros una colección de relatos, de aquí se desprende que las intenciones de un

51
escritor distan del recibimiento de la crítica. Es un libro de hasta siete capítulos o siete cartas sin
ninguna relación o coherencia, ¿tienen algún nexo en algún personaje, recogen unas cartas los
finales de las otras o son independientes totalmente? Se sistematiza el espacio gallego de
Brétema, que no existe aunque lo sitúe en Galicia, por ejemplo. Cada capítulo comprende una
historia creada por un narrador y dirigidas a un destinatario: cada capítulo es una carta cuyo
destinatario es concreto, con nombre explícito o no. Los que dicen que es novela epistolar se
apoyan en los títulos del primero de los capítulos “Querida amiga” y el último “Estimada señora”;
ese “querida amiga” del primer capítulo, era la fórmula o tratamiento de los espacios radiofónicos
para quienes les habían escrito una carta al consultorio femenino, para contarle un problema
sentimental que tuviera usualmente. Ella le cuenta algo que forma parte de su historia: que esa
mujer tan inteligente podría ayudarla a comprender lo que la está pasando; la última de sus
historias, “Estimada señora”, es escrita por el marido de la señora que escribió la primera carta, de
ahí la correlación, basada en la petición de consejo de ambos; este caballero aprovecha para
desahogarse y contar su versión de los hechos de lo que le ha ocurrido en su matrimonio durante
tanto tiempo. El marido sabe que hay algo debajo de la historia de su mujer que ha impedido el
éxito de la pareja, comprendiendo que la mujer se casó estando enamorada de otra persona, por
deber y mandato del padre de ésta, tan usual en los años 40-50 de la España rural de Brétema: dos
formas de ver la vida, la de la mujer guapa y de baja condición social y la del marido que no había
conocido el pasado de su mujer antes de conocerla, del que resultará un matrimonio gris y la
superposición de las dos visiones del matrimonio.

Tres de los relatos son protagonizados o escritos por hombres y los cuatro restantes por mujeres,
conociendo formas de abordar asuntos distintos según el sexo –desde relatos fantásticos, oníricos,
mágicos hasta la vida de alguien en un psiquiátrico o la carta casi formularia de un doctorando al
rector de la Universidad de Santiago con dedicación a Darío Villanueva-; este libro breve nos
acerca a una serie de problemas de primer orden; son pinceladas sobre el amor, la libertad o el
matrimonio, la literatura (las chicas de Lope o la mujer escritora que experimenta un juego
peligroso para convencer al novio de su amiga de que está enamorado del anónimo que escribe o
abordando el tema de Cecilia Böhl de Faber y su faceta más asesina), los caprichos de la mente
humana, etc.

* En según qué epístola nos encontremos estaremos ante varios tipos de personajes, situaciones y
receptores: en la primera, “Querida amiga”, p.ej., vemos cómo hay un receptor callado, que se
supone una mujer real, pero que permite fluidez del diálogo, como ocurre en Entre visillos. Es una
chica que nace y se cría en una aldea gallega montañesa (sin luz ni agua apenas); mientras fue niña
dice que fue feliz. Era una chica muy guapa, y lo demostraba: enseñaba los brazos desnudos,
gustaba de ponerse escotes, etc.; lo que se traduce en que era una chica muy frecuentada en la
aldea con fines de galanteo y coquetería, a los que ella solía responder no tajantemente, sino de
manera espontánea, expresiva y dicharachera, aunque marcando las distancias siempre.

El punto de inflexión en su vida lo supone el conocer el amor primeramente en un joven con el


que se había criado desde bien pequeños; la chica desde muy pequeña ya sabía leer y escribir,
pero se ve truncada esta vía para poner sus manos al servicio de la casa y deja la escuela y los
estudios. Crece y echa un cuerpo exuberantemente bello, que encendía la libido de los hombres.
Llegado un punto de su vida se le declara al chico, que era hijo de capadores –de los mejores
situados en la aldea- porque él era muy tímido, incluso tachado de “soso”, siendo ambos
conscientes de la diferencia estética y física entre ambos, pero ella se decía profundamente

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enamorada; el caso es que ella le daba muchas alas y él no reaccionaba, incluso se ensimismaba
por el temor ante esa pareja con esa chica tan exuberante.

La familia del chico, como dijimos muy bien posicionada económica y socialmente, no quiere para
él una mujer que apenas se crió sin luz ni agua, sino una mujer fina, con estudios y adinerada, por
lo que se puede deducir que el joven tiene el futuro más fuera que dentro de la aldea, a lo que
sumamos el agravante de que él quiere estudiar veterinaria en la facultad de Barcelona. De todas
formas él la pide que aguarde el noviazgo durante su periplo de estudios hasta que vuelva a la
aldea, momento en que se decidirán a casarse, y él escribe versos para ella: es un amor bastante
romántico, cuyos versos es lo único que la conmueven. El problema es que en la época no podías
reunir las cualidades de ser guapa, alegre y desenvuelta, cosas que se atribuían más bien a “putas
y a cómicas” (que por aquel entonces venían a ser lo mismo), por lo que acaba casándose con uno
de aquellos chicos que tanto se la arrimaban en ausencia del novio; este chico la consigue “a la
antigua”, es decir, hablando con parientes de la chica, y no como el otro que no tenía ni a su
familia convencida, pero que parecía que el amor permanecía intacto. Entonces ocurre que, una
noche y por celos, acaban emborrachándola, noche en que ella dice perdió la honra porque no
estaba casada. Podemos afirmar que la joven es casi arrasada al casamiento, a pesar de no estar
enamorada. Su marido será el sargento de la Guardia Civil: una persona ruda frente a los delicados
versos del novio que dejó atrás. Pierde la virginidad el día de su boda y, p.ej., el sargento va por ahí
fardando de ello <<a esta la estrené yo>>, lo que a la larga la supone tener dos hijos y conformar
una familia bajo esa base de no enamoramiento.

Con el paso de los años, y sin verse con el chico del que estaba enamorado, acaba convirtiéndose
en una mujer autónoma; trabaja de cocinera y, creciendo poco a poco, acaba regentando tres
restaurantes de lujo y un hotel, mientras sus hijos se casan y obtienen y practican sus estudios.

A los 65 años de la mujer, se entera de que “el novio” fallece, y ella dice arreglarse todos y cada
uno de sus días porque dicen que en el pueblo la gente aún le hablaba de ella, por lo que ya no
encuentra motivos ni pretextos para ello, abalanzándose sobre ella el peso de los años, y dice
“ahora que ya no está soy vieja”. Toda esa historia de su vida se lo cuenta a alguien que no
pertenece a su familia, porque al final dice contener la carta un mensaje muy fuerte e impactante
como para lo que tiene en la actualidad. Una familia formada y asentada, que cambiaría, sin lugar
a dudas, por volver a estar con su enamorado.

* El segundo relato es “Admirados colegas”. Es la historia de Marta Nevares y un viaje al pasado


siendo ella estudiante de Física en la UCM. Está con su amiga y maestro trabajando en el
laboratorio cuando viajan al pasado y la amiga de Marta se convierte en la última novia de Lope de
Vega; coincidiendo con la etapa de este como sacerdote.

* El relato tercero es “Mi querido amigo”, que trata sobre una madre soltera típica que todos
dicen que va a “la caza del turista” en los períodos veraniegos de la Costa del Sol. Una de sus
“presas” es Robert: rubio, americano, guapo y fuerte, pero que no tiene mucho dinero aunque,
como contrapartida, quiere mucho a Peque –el hijo de la madre soltera-. Robert acaba volviendo
al Polo Norte, y con el paso del tiempo sigue enamorado de ella, mientras que ella siente algo
especial con el chico humilde. El chico acaba enviándola unos billetes de avión, pero deja la mujer
en el aire la decisión y no sabe luego si los acepta o no.

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* El cuarto relato es llamado “Eva de mi alma”: es una historia que se cruza con la 1ª al rememorar
a determinados personajes, pero no influye en el desarrollo del argumento. Es la historia de una
escritora que quiere probar sus habilidades de verosimilitud con una víctima a la que enamore
sólo mediante una serie de correspondencia que mantendrá anónima. El “conejillo de indias” es el
novio de una amiga, el cual acaba enamorándose de la anónima que escribe las cartas que él
recibe, lo que supone la ruptura de la pareja con su amiga. Este chico se llama Pablo y es quien
corta con Eva, a la que la escritora de las cartas intenta pedir perdón desesperadamente, a
sabiendas de la negativa que va a recibir justificadamente.

* La quinta epístola se llama “Muy señor mío”. Cuenta la petición de una chica que está realizando
su tesina hacia el rector de la universidad por quejas en la parálisis de este trabajo; más tarde
expondrá el motivo sobre el que versa la tesis: Cecilia BÖhl de Faber y su relación amor-odio con la
madre y el padre (don Nicolás), en cuanto a las tensiones por discrepancias ideológicas y su
proyección en la casa y el trato hacia la hija, que acaba con un mandato materno de obligación a
casarse, lo que desembocará en una serie de asesinatos por parte de la gaditana para deshacerse
de los apuestos jóvenes con los que la casan.

* El sexto relato es conocido como “Señor doctor” y trata acerca de un paciente que sufre un
trastorno y le cuenta a su doctor la historia de la muerte del padre por el tedio que la vida le
producía. La historia que lleva al hombre este al paciente comienza con una mudanza de la
húmeda aleda a l ciudad, donde fue feliz con la mujer y los baños que se daba con asiduidad en la
bañera tras el trabajo. El punto de inflexión en esta historia es el roce de una mano, a la que
cataloga como “mano de nieve” de una pasajera cuando conducía el autobús por Colón (Madrid).
Este roce le trastoca la mente y ya no podía volver a desempeñar su profesión con normalidad, de
hecho ve la misma cara en todos los pasajeros, cosa que antes jamás le había ocurrido, lo que
acerca su vida a un “día de la marmota”, en el mismo instante en el que se enciende el piloto rojo
del determinismo o, al menos, condicionamiento familiar por el caso, puesto que acaba en un
manicomio.

* El séptimo y último relato es uno que enlaza directamente con el primero, es decir, parece que
hay una cierta circularidad en la historia, argumento a favor de fijarla en el género de las novelas
epistolares. No se trata sino de la versión del marido de la chica que cuenta la historia en el primer
relato, es decir, es la versión de los hechos desde la óptica del Sargento de la Guardia Civil y el
porqué de que la pareja idílica no se casara. Él parece dar entender que el hijo del capador, p.ej.,
se había echado novia en su periplo estudiantil de Barcelona, que si no le dejaron salir en la mili
para visitar a su hoy esposa es porque algo grave había hecho para que le arrestaran. Pero no se
queda ahí, sino que nos cuenta que la atracción de la chica por él era porque era el único que se la
resistía, porque era rico y no un labriego, y que más que un amor práctico o verdadero él era un
soso partidario de un amor romántico que demostraba bien poco con hechos, porque no se vieron
y tenían todas las oportunidades del mundo para haberlo hecho (quizás ambos pretendían evitar
un desengaño). Saben el uno del otro por 3os que exageran las descripciones de ambos, lo que
inflamaba la atracción y el amor entre ellos, como las cartas con los versos; recuerdo que siempre
guardaba. Él se dice que es realmente el partícipe del verdadero amor, el que jamás la negó nada y
siempre confió en ella; incluso se atreve a alegar que era ella quien le buscaba para refugiarse
entre sus brazos por las noches; que jamás se separaron. Era un amor más pragmático y real que
con el otro chico, pero no la escribía versos. A pesar de no escribirla nos cuenta que la trató como
a la mujer que más quiso en vida, aun con posibilidades de poderse haber elegido a otra mujer
debido a su situación social.

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CARMEN MARTÍN G AITE (1925 - 2000) fue una escritora
española, una de las figuras más importantes de las letras
hispánicas del siglo XX. Recibió, entre otros, el Premio
Príncipe de Asturias de las Letras, en 1988.

[Conferencia de la doctora Mañas]

Carmen Martín Gaite ha sido premio Nadal –novela larga.


Es doctora gracias a la tesina de Usos y costumbres del siglo
XVIII. Es muy buena dieciochista y filóloga. Y fue la mujer
de uno de los grandes escritores de ese realismo español
de mitad de siglo: Rafael Sánchez Ferlosio (El Jarama). Fue
admiradora de Franz Kafka. Era una mujer con gracia, buen
humor (que no se refleja en Entre visillos, porque no hay
distancia temporal como para frivolizar sobre tiempos de
guerra y hastío provinciano), presumida, a pesar de haber
perdido a 2 hijos en vida.

Entre visillos es la obra literaria de Martín Gaite que se acerca más a las obras de su generación: es
una novela que encuadramos como realista, frente al conjunto de novelas de la imaginación –que
son la mayoría de su producción-. Concretamente Entre visillos es una novela fijada como
perteneciente al “realismo objetivo-social” de la década de los 50, más conocido como el
movimiento neorrealista. Este “neorrealismo” deriva del cine italiano de posguerra. Pertenece al
grupo de escritores de novela de la época, amigos y muy unidos por una serie de
sistematizaciones, ya sea la edad de los autores o el uso de personajes como “las chicas raras”;
Josefina Aldecoa las denominaba “las niñas de la guerra” a estas escritoras.

En la novela nos topamos con un sentimiento de desamparo y oposición al régimen; incluso a


veces, por estos calificativos, es tenida como novela de lo social, pero dentro de este campo de lo
social vemos una evolución o modificación hacia la perspectiva no de más sino de una sola
persona, es decir, que tiende a lo individual (lo cual es marcado como rasgo de la escritura
femenina en Martín Gaite): el intimismo femenino. Pero si vamos a hablar de la crítica social
provinciana tenemos que hacer mención a La Regenta (máximo exponente), pero a diferencia de
esta, Entre visillos muestra un tono más personalista: se dan una serie de problemas personales
que reclaman o manifiestan una voz o conciencia social (existencial-social). Este “existencialismo”
es femenino: es la experiencia de la protagonista frustrada, una mujer no nace hasta que llega al
segundo sexo, pero aquí se nos expone ese “llegar a no serlo” más que a serlo. Podríamos afirmar
que los Usos amorosos de la posguerra, otro de sus trabajos más reseñados, los proyecta y
convierte en novela en Entre visillos.

En la novela hallamos una serie de motivos que suponen el silencio triunfalista impuesto por el
franquismo, que sólo pudo ser roto por movimientos en relación al cine o al existencialismo, por
ejemplo. La trama la acapara una protagonista “solterona” de unos 30 años de edad que cuenta su
historia desde el comienzo, el día a día de una chica de unos 16 años que vive en una capital de
provincias; a esta ciudad llega Pablo Klein, que es un profesor forastero, y que se dedicará al papel
de observador del ambiente convencional de aquel entorno. Esta protagonista es Mercedes, que
tiene una prima, Julia (el novio de ésta es Miguel). El caso es que dan una maraña de relaciones
entre los personajes, sin que esto suponga que estemos ante una novela con un protagonista

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colectivo. Hay una correlación para que los personajes de un sexo se ajusten a las necesidades de
las del otro, donde la mujer sale perdiendo, así vemos personajes como “ventaneras” que miran
por la ventana, pero no para ser vistas como ocurría en el XVII. Ese término de “la chica rara” hace
referencia al deseo de comunicación íntimo con un diario: se defiende del derecho de los demás
de inmiscuirse en su vida (dándose la dicotomía de la conversación insustancial o la búsqueda de
un interlocutor ideal –que no moleste ni interrumpa y con la sensación de que te escucha- que
pudiera sacar lo mejor del otro actante que recibe la información: es como un hombre de negro
que le extrae los recuerdos a modo de sacacorchos), es decir, que lo mejor de esa conversación
íntima no es tanto su resultado como sí la conversación misma. Es una mujer condenada a ver la
vida pasar desde su ventana, y vemos cómo no sabemos si esta mujer acabará postrada como ella,
porque sus pretensiones son bien distintas: ir a la universidad (Tali). Pero son, por lo general, una
serie de charlas de muchachas provincianas que se descubren en un tedio y falta de expectativas
con que encarar la existencia en el momento presente de las conversaciones, hasta el punto de
inflexión de la llegada del alemán Klein, que choca con la atmósfera de conformidad de aquellas
mujeres.

Además es una obra muy seria, carente en todo momento de sentido del humor, porque el tiempo
se ha acoplado a la vida de los personajes (recuerda la niñez con un helado en la novela: comían
helados mientras pasaba la guerra, como J. A. Goytisolo, que decía que lo mejor de la guerra es
que no tenían escuela: vemos cómo se va desarrollando un enfoque amargo o escéptico de la
manera de ver ese pasado de la Guerra Civil).

¿Cuál es el germen de Entre visillos? La novela breve La charca (1955), El cuarto de atrás (1978).
Además en cuanto a la estructura de la novela podemos decir que se divide en dieciocho capítulos
englobados en dos bloques: el primero ocupa diez capítulos y el segundo ocupa los otros ocho.

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«Llamar a la mujer el sexo débil es una calumnia, es la injusticia
del hombre hacia la mujer. Si por fuerza se entiende la fuerza
bruta, entonces, en verdad, la mujer es menos brutal que el
hombre. Si por fuerza se entiende el poder moral, entonces, la
mujer es inmensamente superior» - Mahatma Gandhi

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