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Esta es la historia de una idea que nos ha acompañado durante siglos pero que -
como esa raya- se nos escapaba de las manos.
Hoy en día sabemos que, así como las rayas torpedo, nosotros también somos animales
eléctricos.
Aunque ponerse una raya en la cabeza sea extraño, es posible que el uso de
choques eléctricos para curar dolores neurálgicos haya funcionado bien... aunque
los romanos no tuvieran ni idea de por qué.
Pasarían otros 1.500 años antes de que alguien pudiera casi explicarlo, con
énfasis en el casi.
El salto de rana
La primera persona que concibió la idea de que la electricidad estaba involucrada
de alguna forma con la vida fue un doctor italiano.
Fue ahí, mientras estaba haciendo unas disecciones en animales, que Galvani
notó algo raro.
Estaba trabajando con ranas muertas sobre una placa de metal. Cuando tocó con
su bisturí -hecho de un metal distinto al de la placa- un largo nervio en la pata de
la rana, ésta saltó, como si hubiera revivido.
Galvani fue todo un pionero. El Galvanismo es la teoría de que el cerebro de los animales produce
electricidad que es transferida por los nervios, acumulada en los músculos y disparada para
producir el movimiento de los miembros.
¿Qué estaba pasando?
Galvani se aventuró a pensar que en la pata de la rana había electricidad.
Es cierto que puede parecer un poco exagerado llegar a esa conclusión, pero
Galvani era producto de su época.
En ese entonces eran muy populares las nuevas "máquinas eléctricas", que
podían sacar chispas y darle descargas eléctricas a la gente. Se usaban más que
todo como juguetes divertidos en las fiestas, pero las chispas de esas máquinas
también hacían saltar a las patas de las ranas.
Por otro lado, Galvani sabía de un famoso experimento realizado unos años antes
que había demostrado que las descargas de las anguilas y las rayas eran iguales
a las de esas máquinas eléctricas.
Una raya podía producir una carga eléctrica; una carga eléctrica podía hacer que la pata de una
rana saltara; la pata de la rana saltaba cuando él la tocaba con su bisturí.
"¿Pero qué será esta máquina animal? (...) No podemos determinarlo con certitud:
permanece totalmente oculto a la visión más aguda: no podemos más que
reconocer sus propiedades y de alguna manera conjeturar sobre su naturaleza".
Y pasó a hacer su propia conjetura: quizás la electricidad era el poder alojado
adentro de las cosas vivas que las hacía no estar muertas.
No exactamente
Galvani estuvo tan cerca de acertar.
En otro lugar de Italia, otro científico, Alessandro Volta, estaba muy impresionado
con los experimentos de su homólogo boloñés.
Al final, Volta hizo una serie de experimentos que demostraban que las patas de
las ranas no eran las que producían la corriente eléctrica de Galvani. La producían
los objetos.
Cuando el bisturí y la placa estaban hechos del mismo metal, no pasaba nada.
Pero si tomaba dos metales diferentes y un pedazo de cartón mojado con agua
salada... había una corriente eléctrica.
Apiló entonces unos discos de metal, alternando zinc con monedas de plata y
cartón humedecido con agua.
Pero, sin despreciar su creación, todo esto nos alejó de la teoría de que adentro
de nosotros también hay electricidad.
En los años 50, científicos que estudiaban las células del cerebro descubrieron
que la información viaja por nuestros nervios como una señal eléctrica.
200 años más tarde, la neurociencia demostró que efectivamente es la electricidad
que recorre nuestro cuerpo la que nos permite ver, sentir y pensar.
Aún no podemos revivir muertos, por supuesto, pero al parecer no era tan
desatinado pensar que la electricidad es "la chispa de la vida".