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Alianza Universidad

R. 0 3 0 0
s
John Sullivan 2 ::

SOL

El nacionalismo vasco
radical 1959-1986
Versión española de
Eva Rodríguez Halffter

Alianza
Editorial
Título original;
Radical Basque Nationulisni 1959-1986

John Sullivan 1986


© Ecl. cast.: Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1988
Calle Milán, 38. 28043 Madrid; celcf. 200 00 45
ISBN ; 84-206-2569-8
Depósito legal: M. 35.070-1988
Impreso en Closas-Orcoyen, S. L. Polígono ígarsa
Paracuellos de Jaram a (Madrid)
Printed in Spain
IN D ICE

Reconocimiento.................................................................... 9

Capítulo 1. El nacionalismo vasco desde sus orígenes hasta la


década de 1950........................................................................... 11
Capítulo 2. Los primeros pasos de ETA (1951-1967)............. 33
Capítulo 3. De la V a la VI Asamblea, (primavera de
1967-otoño de 1970).................................................................. 73
Capítulo 4. El juicio de B urgos................................................... 111
Capítulo 5. La vuelta al nacionalismo radical............................ 135
Parte I. Decadencia de ETA -V I.......................................... 135
Parte II. El ascenso de ETA -V ............................................... 155
Capítulo 6. El ocaso de la dictadura(1974-77)...................... 179
Capítulo 7. De las elecciones a la Constitución (junio de
1977-diciembre de 1978)........................................................... 221
Capítulo 8. Desde el referéndum constitucional a las eleccio­
nes al Parlamento vasco (diciembre de 1978-marzo de 1980) 269

7
g Indice

Capítulo 9. ETA en la democracia parlamentaria.................... 293

Apéndices..........................................................................................

Bibliografía........................................................................................
REC O N O C IM IEN TO

para Palmira

Este libro se basa en una tesis por la que me fue concedido el tí­
tulo de Doctor (Londres) en 1986. Mi agradecimiento va dirigido a
todas las personas que me ayudaron permitiéndome que las entrevis­
tara, que me procuraron ciertos documentos o me prestaron su co­
laboración en modos diversos. Me siento particularmente agradecido
a Antolín Amescua, Feliz Aizpurua, María Teresa Castells, Tomás
Goikoetxea, Eufemia González, John Hollyman, Blanca Imizcoz,
Alison Lever, Antonio G. Pericás, Octavio Rico y Ramón Zulaica.
Mi mayor deuda es con mi director de tesis, Paul Preston, sin cu­
yas guía y críticas no podría haber concluido este trabajo.
Estoy agradecido a la dirección del Western District of the Wor-
kers Educational Association por haberme concedido el tiempo libre
necesario para el trabajo de investigación y elaboración que realicé
durante la primavera de 1980 y el verano de 1984.
Capítulo 1
EL NACIONALISMO VASCO DESDE SUS
ORIGENES HASTA LA DECADA DE 1950

El nacionalismo vasco se originó en la década de 1890 en Vizca­


ya, como respuesta a la rápida transformación de la sociedad vasca
por efecto de la industrialización, la cual produjo una masiva inmi­
gración de trabajadores desde otros puntos de España. Estos inmi­
grantes, que vinieron en busca de trabajo en las minas de hierro y el
sector siderúrgico, transformaron muchas de las zonas donde previa­
mente se hablaba la lengua vasca, el euskera, en regiones castellano
parlantes. En su lucha contra una explotación brutal y las duras con­
diciones de trabajo, estos obreros formaron secciones de la Unión
General de Trabajadores (UGT) y del Partido Socialista Obrero Es­
pañol (PSOE) ‘ . Tanto la U G T como el PSOE eran activamente an­
ticlericales, por lo que sus doctrinas se consideraron peligrosas e in­
morales por gran parte de la población católica vasca. Estos inmi­
grantes, aparte de su acción sindical y política, parecían amenazar la
estabilidad de la sociedad tradicional vasca por el simple hecho de ha­
blar castellano. Además, muchos vascos creyeron ver una moral li­
cenciosa en estos inmigrantes y, en consecuencia, peligrosa para la po­
blación étnicamente vasca Más aún; algunos de los posteriores teó-

‘ Juan Pablo Fusi Aizpúrua, Política obrera en el País VascOy 1É80-192} (Madrid,
1975), passim.
^ Juan José Solozábal, El primer nacionalismo vasco (San S^astián, 1977), passim.

11
12 John Sullivan

ricos del nacionalismo sostendrían que los españoles eran racialmen­


te inferiores a los vascos.
Hasta la década de 1890 la singularidad social de las cuatro pro­
vincias vascas no había producido conciencia nacionalista alguna. El
fundador del nacionalismo vasco, Sabino Arana, hijo de un naviero
carlista, tuvo que inventar un nombre, el de Euskadi, para el País Vas­
co, idear su bandera y dar forma a una ideología que pudiera justi­
ficar las pretensiones de independencia de la región del resto de Es­
paña. Arana tuvo la posibilidad de inspirarse en un mito de gran fuer­
za que sería tremendamente eficaz en la construcción del movimien­
to nacionalista, primero en Vizcaya y más tarde en las otras tres pro­
vincias vascas. El rasgo más diferenciador de la sociedad vasca era su
lengua (o grupo de lenguas), el euskera, que no es de origen indo­
europeo y no tiene vínculos aparentes con ningún otro idioma. Este
hecho fue enormemente útil a la hora de subrayar la singularidad de
lo vasco y justificar su derecho a independizarse de España y Fran­
cia. El carácter único del euskera fomentó la convicción de que los
vascos constituían una raza aparte Ciertas versiones ingenuas de la
historia vasca sugerían que el euskera pudiera ser el lenguaje del Jar­
dín del Edén, y la lengua hablada por la humanidad antes de ocurrir
el desastre de la Torre de Babel. Se creía que los vascos eran descen­
dientes de Tubal, hijo de Jafet y nieto de Noé. Asimismo, se afirma­
ba que habían vivido en una sociedad igualitaria y democrática, don­
de eran las asambleas de ciudadanos las que hacían las leyes, mien­
tras el resto del mundo vivía en sistemas tiránicos. Según dicha ver­
sión, los vascos habían luchado durante siglos para conservar su in­
dependencia frente a los conquistadores extranjeros. En el 778, por
ejemplo, habían derrotado a los ejércitos de Carlomagno en Ronces-
valles. Se sostenía que sus antiquísimas leyes, los Fueros —únicamen­
te vigentes, se decía, en el País Vasco— habían producido una demo­
cracia purísima, inexistente en el resto del mundo hasta el adveni­
miento de épocas más modernas Dado que el País Vasco no había
estado, como el resto de España, sometido a la ocupación romana ni
a la musulmana, se había librado del efecto corruptor de vivir bajo
la tiranía, y de la contaminación resultante de mezclarse con las razas
judía y mora
La idea era que los vascos habían negociado libremente un tipo
de acuerdo por el que se aceptaba al rey de España como Señor de

^ Martín de Ugalde, Síntesis de la historia del País Vasco (Barcelona, 1977), pp. 11-59).
Manuel Irujo, Inglaterra y los vascos (Buenos Aires, 1945), pp. 8-9 y 209; Fe­
derico de Arteaga, ETA y el proceso de Burgos (San Sebastián, 1978), pp. 41-50.
^ Sabino Arana Goiri, «La pureza de raza», en L. Haranburu (ed.). Obras escogi­
das. Antología política (San Sebastián, 1978), pp. 192-8.
El nacionalismo vasco radical 13

Vizcaya y de las restantes provincias vascas. Sin embargo, dicho pac­


to no debía entenderse como sometimiento, puesto que el rey debía
gobernar de acuerdo con las antiguas leyes encarnadas en los Fueros.
Se decía que la superioridad racial de los vascos estaba reconocida en
un real decreto por el cual se concedía título de nobleza a todos los
ciudadanos de Vizcaya. El profundo catolicismo de los vascos, ma­
nifestado en las vidas de santos como Ignacio de Loyola y Francisco
Xavier, se presentaba también como prueba de su superioridad mo­
ral sobre el resto de los españoles. La idílica armonía de la sociedad
tradicional vasca había quedado supuestamente quebrantada por la
política anticlerical y centralizadora de los gobiernos españoles del si­
glo XIX.
La realidad era que los Fueros habían sido una concesión de la
Corona española y tenian equivalentes en todo el territorio español,
antes de que las leyes consuetudinarias fueran substituidas por las ten­
dencias centralizadoras de posteriores gobiernos. Los Fueros varia­
ban mucho de una provincia a otra, y no se había producido intento
alguno de crear un País Vasco unificado De modo similar, el real
decreto que había concedido título de nobleza a todos los nacidos en
Vizcaya se había interpretado como una medida destinada a ganar el
apoyo de su población a la Corona española, más que como el reco­
nocimiento de la superioridad social vasca. Los Fueros no eran un re­
flejo de una primitiva Arcadia democrática, puesto que el poder es­
taba en manos de una élite propietaria, y el derecho al voto era con
frecuencia más limitado que en el resto de España Además, los vas­
cos más ilustres habían sido servidores de la Corona española o de
la Iglesia. El buen nivel educativo, que había generado una gran can­
tidad de escritos en español, explicaba la importancia de los burócra­
tas de origen vasco en la corte de Madrid El conflicto entre el eus­
kera y el castellano fue mínimo hasta fines del siglo X IX . El euskera
era la lengua que se hablaba en las casas y en el campo, y las auto­
ridades concedían escasa importancia a que la mayoría de la pobla­
ción no hablara el español, empleado en la administración y la vida
pública. El euskera no fue lengua escrita hasta el siglo XVI, cuando
unos misioneros protestantes tradujeron a él la Biblia y la iglesia ca­
tólica respondió publicando una serie de obras religiosas en dicha len\

^ Salvador de Madariaga, Spain (Londres, 1942), p. 181; Arteaga, ETA, pp. 147-48/
^ Maximiano García Venero, Historia del nacionalismo vasco (Madrid, 1979),
69-94.
* Renato Barahona, «Basque regionalism and centre-periphery relations,
1759-1833», European Studies Review, vol. 13, (julio, 1983); Javier Corcuera Atienza,
Orígenes, ideología y organización del nacionalismo vasco, 1876-1904 (Madrid, 1979),
pp. 28-9.
14 John Sullivan

gua. La existencia de los Fueros era la prueba primordial aducida por


los nacionalistas vascos para afirmar que el suyo había sido un pue­
blo soberano, pese a que fueran distintos los Fueros de cada una de
sus provincias y que la Corona española no hubiera tratado nunca al
País Vasco como una sola unidad política. En los Fueros se estipu­
laba que los vascos no podrían ser reclutados para el ejército espa­
ñol, aunque las autoridades locales tenían la obligación de reclutar
una milicia. Este convenio tenía ventajas evidentes para la Corona,
pues facilitaba la defensa de una región fronteriza. La segunda cláu­
sula importante de los Fueros, la exención de derechos de aduana, go­
zaba también del favor de la gran mayoría de la población, y el des­
contento que despertó su abolición fue uno de los factores que fo­
mentó el desarrollo del nacionalismo a fines del siglo XIX. Hasta 18 37
los puestos de aduanas estaban situados en el Ebro en lugar de en la
frontera francesa o en los puertos de mar, por lo que los artículos de
importación se podían adquirir a precios bajos. Tras la pérdida del
imperio americano, en el siglo XIX, el creciente sector de comercian­
tes e industriales, considerando perjudicial para sus intereses la exis­
tencia de barreras aduaneras interiores, formuló una petición para que
los controles de aduana se situaran en la frontera española Dicha
petición creó una situación conflictiva entre una burguesía en expan­
sión, por una parte, y los agricultores junto a la nobleza rural, a los
cuales beneficiaban las importaciones baratas, por otra.
Al iniciarse la primera guerra carlista, en 1833, la mayor parte de
las zonas rurales del País Vasco se unieron a la causa de Don Carlos,
porque su apoyo a la Iglesia y su oposición al liberalismo se vieron
como una respuesta a los ataques a los Fueros y las instituciones ecle­
siásticas. Los dirigentes del carlismo local insistieron en la cuestión
de los derechos forales antes que en las pretensiones dinásticas de
Don Carlos. Las ciudades del País Vasco apoyaron la causa liberal
de la reina regente, María Cristina, y recibieron con agrado la derro­
ta de Don Carlos en 1839. En la segunda guerra carlista de 1873-74,
los protagonistas fueron los mismos: la burguesía respaldó al gobier­
no central, mientras que los carlistas conservaron el apoyo de las zo­
nas rurales. Esta vez, la derrota de los carlistas significó la abolición
de los Fueros, dejando a las autoridades provinciales un vestigio de
sus antiguos derechos—los Conciertos Económicos— que les per­
mitía recaudar impuestos, para satisfacer su parte de lo exigido por
el gobierno central La abolición de los Fueros gozó de escasas sim-

^ Francisco Letamendía (Ortz), Historia de Euskadi. El nacionalismo vasco y ETA


(Barcelona, 1977, p. 81.
Emilio López Adán (Beltza), El nacionalismo vasco 1876-1936 (San Sebastián,
1977), pp. 31-2.
El nacionalismo vasco radical 15

patías, incluso entre algunos liberales que habían luchado contra el


carlismo por su ideología reaccionaria y clericalista. Surgieron algu­
nos movimientos que pedían la restauración de los Fueros, pero no
llegaron a evolucionar hacia un nacionalismo hasta que la explota­
ción a gran escala de las minas de hierro vizcaínas generó el gran flu­
jo de inmigrantes de otros puntos de España, y con ello las corrien­
tes xenófobas entre la población local. Sabino Arana utilizó amplia­
mente la nostalgia de los Fueros en su elaboración de la ideología na­
cionalista, pero también introdujo elementos nuevos con objeto de
crear un movimiento moderno. Arana, bajo la influencia de su her­
mano mayor, Luis, se hizo nacionalista en 1882, a la edad de dieci­
siete años, y se dedicó al estudio de la historia, la lengua y la cultura
vascas. Pasó cinco años estudiando en Barcelona, entre 1883 y 1888,
antes de regresar a Vizcaya para iniciar su misión política
Pese a que Arana, cuya personalidad carismática dominó el mo­
vimiento por él fundado hasta su muerte en 1903, estaba fuertemente
influido por el ambiente carlista del que procedía, transformó la as­
piración carlista a la restauración de los Fueros en algo totalmente
nuevo: en la exigencia de la total separación del País Vasco del resto
de España. Arana deseaba la restauración de los Fueros porque creía
que, en su día, habían constituido el instrumento en virtud del cual
se habían autogobernado los vascos, y que en el futuro podían ser el
medio para lograr la independencia vasca, unos planteamientos polí­
ticos que guardaban escasa relación con las demandas carlistas de
exención de derechos de aduana y del servicio militar. La preocupa­
ción más acuciante de Arana era su convicción de que la raza vasca
se hallaba en peligro de extinción a causa de la invasión de foraste­
ros, a los que consideraba racialmente degenerados, inmorales, no ca­
tólicos y socialistas. Arana pensaba que la independencia vasca les
permitiría negar el acceso de los españoles al País Vasco, prohibir los
matrimonios mixtos entre éstos y los vascos, restaurar la moral tra­
dicional y aislarla de las influencias liberales y socialistas. El conven­
cimiento de Arana de que los maketos (término peyorativo con el
que calificaba a los españoles) representaban un peligro para la salud
moral y la pureza social de los vascos, le indujo a pedir la imposición
de ciertas medidas que podían hacer más difícil la situación de los ma­
ketos. Así pues, lejos de desear la asimilación cultural de los inmi­
grantes, Arana pensaba que era lo más desastroso que podía acaecer
a la raza vasca. El peligro más pernicioso que representaban los in­
migrantes para los vascos era el desorden social que supuestamente
producían el PSOE y la U G T. Arana expresaba su condolencia por

García Venero, Historia..., pp. 243-251.


16 John Sullivan

el sufrimiento de los obreros de origen vasco, pero atribuía sus bajos


sueldos y malas condiciones de trabajo a la injusta competencia de
los inmigrantes, racialmente inferiores.
En consecuencia, instaba a los obreros vascos a que se organiza­
ran separadamente de los inmigrantes, cuya expulsión se consideraba
el medio para mejorar su suerte. El que Arana hubiera sustituido la
lengua por la raza como rasgo diferenciador de los vascos, no le im­
pidió dedicar grandes esfuerzos a la revitalización del Euskera, cuya
función principal debía ser la de servir de barrera entre vascos y ma-
ketos. Aunque la lengua materna de Arana era el español, y no apren­
dió a hablar euskera hasta hacerse nacionalista, consideraba que, si
los inmigrantes iban a aprenderla, sería mejor que los vascos adop­
taran otra lengua De modo similar, el cultivo del folklore y el es­
tímulo del fervor religioso servirían para diferenciar a los vascos de
los inmigrantes «españoles». La preocupación nacionalista por de­
mostrar que todos sus antepasados tenían apellidos vascos y no es­
pañoles, y sus esfuerzos por fomentar la música y los bailes vascos,
tenían también el mismo propósito.
En su primera obra importante, Bizcaya por su independencia, pu­
blicada en 1890, Arana sostenía que Vizcaya debía independizarse de
España una idea que luego extendió a todo el País Vasco. Arana
dedicó gran parte de sus energías a elaborar obras como ésta, pero
también se ocupó en crear una organización que propagara sus ideas.
En 1893 habló ante una congregación del grupo Euskalerico, forma­
do por hombres de negocios y miembros de profesiones liberales,
que había empezado por pedir la restauración foral y había evolucio­
nado hacia el nacionalismo. El apoyo de los Euskalericos le habría
sido a Arana de un enorme valor, pero los miembros del grupo, re­
pelidos por su fanatismo y su intolerancia, se negaron a unírsele. N o
obstante. Arana empezó a crearse cierto respaldo entre personas de
clase media procedentes de medios religiosos y carlistas similares al
suyo. Este apoyo se consolidó con la fundación del periódico Biz-
kaitarra en 1893. En 1894 fundó Euzkaldun Batzokija, para rivalizar
con las asociaciones políticas liberal, monárquica y carlista
Euzkaldun Batzokija fue durante muchos años la única organi­
zación que tuvo el movimiento nacionalista. Su estructura de club so­
cial, en lugar de partido político, permitió a Arana ejercer un control
político sobre el movimiento sin los impedimentos de una estructura

Arana, «Errores catalanistas», en Haramburu (ed.), Obras..., pp. 185-91.


Arana, «Bizcaya por su independencia», ibíd., pp. 11-42; Arana, «Discurso de
Larrazábal», ibíd., pp. 43-9.
Jean-Claude Larronde, El nacionalismo vasco: su origen y su ideología en la obra
de Sabino Arana Goiri (San Sebastián, 1977), pp. 182-97.
El nacionalismo vasco radical 17

democrática. Puesto que el objetivo perseguido por Arana de separar


al País Vasco del resto de España era ilegal, y podía haber provocado
su procesamiento, esta forma de organizarse contribuía a mantener
el silencio. Pero un club social no era lo apropiado para la labor que
Arana se había impuesto, y en 1895 creó el Partido Nacionalista Vas­
co (PNV-EAJ) que eligió un comité regional para Vizcaya, aun­
que la existencia del partido se mantuvo en secreto. El PNV era muy
diferente de la mayoría de los partidos políticos españoles. Lejos de
ser solamente una maquinaria pensada para participar en las eleccio­
nes, sus afiliados organizaban festivales donde se mezclaban folklore,
bailes, servicios religiosos y política nacionalista, una fórmula que se
convertiría en rasgo permanente de la acción del PNV. Ciertos líde­
res posteriores del PNV se jactarían de que su organización no era
tanto un partido como un movimiento cultural. Desde un principio
se equipararon patriotismo vasco y lealtad al PNV.
El PNV no tardó en atraer a un gran número de personas que,
como Arana, creían estar amenzados por el liberalismo, el socialismo
y la quiebra de la moralidad, presuntamente causada por la «inva­
sión» española. Partiendo de la convicción de Arana de que había
existido una Arcadia preindustrial antes de la masiva inmigración de
la década de 1880, la propaganda del PNV subrayaba las virtudes de
la vida rural, que, comprensiblemente, resultaba más atractiva a las
clases medias urbanas que a los agricultores de tal modo que don­
de mayor fuerza tuvo el partido en sus primeros años fue en Bilbao.
En las zonas rurales, donde apenas se veían maketos, el carlismo si­
guió siendo la principal fuerza política. El programa político del PNV
consistía primordialmente en la exigencia de que se derogara la ley
aprobada el 25 de octubre de 1839, donde se restringía el alcance de
los Fueros La carencia de un programa más amplio estaba más
que compensada por el atractivo emocional de una propaganda en la
que se afirmaba que los vascos eran una raza superior, y presentaba
un estereotipo del obrero inmigrante como violento, deshonesto e in­
moral Se hacía recaer sobre los maketos la responsabilidad de los
problemas sociales que acompañan a una rápida industrialización.

El nombre vasco del PNV, Eusko Alderdi Jeltzalea (EAJ) (patriotas vascos se­
guidores de la doctrina del JE L) indicaba su origen en la tradición carlista. JE L son
las siglas de Jaungoikua eta Lega Zarra (Dios y leyes viejas). Los adeptos al PNV se
autodenominan Jelkides.
Miguel de LFnamuno, Recuerdos de niñez y mocedad, en Corcuera, Orígenes...,
pp. 159 ss.
Arana, «El 25 de octubre de 1839», en Haramburu (ed.). Otras escogidas, pp.
116-20.
Arana, «Efectos de la invasión», «N o rezan con nosotros», «Los chinos en eus-
keria», «Parroquia ejemplar», ibíd.
18 John Sullivan

pero el culto del PNV a su paraíso perdido rural no le movió a con­


denar el proceso de industrialización ni a atacar a los capitalistas que
daban empleo a los inmigrantes. Por el contrario, el alto desarrollo
económico de Euskadi llegaría a esgrimirse como una prueba más de
la superioridad vasca
En las elecciones municipales de 1896, fueron elegidos en Bilbao
cinco partidarios del PNV. En 1898, el propio Arana fue elegido para
la Diputación provincial de Vizcaya, aunque el candidato del PNV
para Guipúzcoa fue derrotado Estos modestos éxitos eran muy
alentadores, pero el PNV adolecía de debilidades muy graves. La ma­ l t-
yoría de sus partidarios procedían de medios carlistas de clase media,
y el partido tenía muy pocos candidatos capacitados para los cargos
públicos, y escasa influencia entre los industriales. La fuerza del PNV
aumentó mucho en 1898 cuando se produjo su fusión con una sec­
ción del grupo Euskalerría, dirigido por el armador y naviero Ra­
món de la Sota. Dicha fusión dio entrada en el PNV a un tipo de afi­
liado que era rico, influyente y con una educación muy superior a la
de la mayoría de los partidarios de Arana. Es más: el grupo se fusio­
nó respetando los términos de Arana, abandonando los seguidores
de Sota su anterior liberalismo y aceptando el racismo y el oscuran­
tismo religioso que tanto les había repugnado. El respaldo de los an­
tiguos euskalerriakos permitió al PNV el lanzamiento de un diario El
Correo Vasco, en junio de 1899 cuyo tono era mucho más mode­
rado que el de los anteriores periódicos de Arana. Esto se debía par­
cialmente a la necesidad de circunvenir la censura de prensa, pero
también reflejaba el efecto de los antiguos euskalericos y las enormes
dificultades que implicaba el objetivo de separarse de España.
La decisión del grupo euskalerico de integrarse en el PNV, ma­
nifestaba la confusión existente entre las fuerzas conservadoras del
País Vasco a fines del siglo X IX . El carlismo, que nunca había sido
una fuerza dominante en Bilbao, se hallaba en decadencia, y los sec­
tores más importantes del mundo financiero apoyaban al monárqui­
co liberal Victor Chávarri, que organizó un extenso sistema de co­
rrupción electoral basado en los caciques locales. El monopolio del
poder político que ejercía un pequeñísimo grupo de las más ricas fa­
milias de Bilbao mediante el liderazgo de Chávarri, resultaba tremen­
damente desalentador para algunos hombres de negocios como Sota,
que no formaban parte de esta «piña». La opinión conservadora ha­
bía empezado a preocuparse por el ascenso del PSOE, que en 1899
había logrado que algunos de sus miembros fueran elegidos conceja-

Arana, «Conócete a ti mismo», ihíd., pp. 211-20.


Larronde, El nacionalismo vasco, pp. 307-9.
Corcuera, Orígenes..., pp. 448-57.

V
El nacionalismo vasco radical 19

les en Bilbao. Los sectores más dinámicos de la industria vasca ne­


cesitaban un partido que pudiera atraer un apoyo masivo, y el PNV
era el mejor candidato disponible. En las elecciones municipales de
1899 fueron elegidos cinco de los ocho candidatos del partido en Bil­
bao, y por primera vez obtuvo concejalías en otros lugares de Viz­
caya a pesar de no contar apenas con organización interna alguna.
Dichos éxitos electorales provocaron la represión gubernamental. En
septiembre de 1899 el Gobernador Givil de Vizcaya suspendió las ga­
rantías constitucionales sobre el derecho de publicación y reunión, y
cerró El Correo Vasco y una serie de centros nacionalistas.
En mayo de 1902, cuando aún se sufrían las secuelas de la guerra
de 1898, Arana fue encarcelado durante cinco meses por enviar un
telegrama al presidente Roosevelt felicitándole por haber concedido
la libertad a Guba. En junio, el gobierno cesó a los concejales del
PNV de Bilbao. Mientras se encontraba en la cárcel, y tras haber ju­
gado con la idea de establecer una Euskadi independiente bajo la pro­
tección de Gran Bretaña, Arana decidió avenirse a razones con el E s­
tado español y pedir autonomía en lugar de independencia Su de­
cisión fue bien acogida por los antiguos euskalericos, pero creó con­
fusión entre sus primeros partidarios. Tanto la tendencia liberal como
la purista dentro del PNV, utilizarían posteriormente este cambio
para justificar sus respectivas políticas. Los nacionalistas más intran­
sigentes verían esta declaración como una estratagema legítima des­
tinada a engañar al gobierno español. Si se perseguía al PNV por pro­
clamar abiertamente su nacionalismo, habría que mantener oculta la
doctrina del partido. La autoridad de Arana no fue nunca disputada,
pero, dado que no elaboró más ampliamente su renuncia al separa­
tismo en el año que medió entre ser liberado de la cárcel y su muerte
en diciembre de 1903, causada por la enfermedad de Parkinson, sus
verdaderas intenciones nunca fueron aclaradas, acaso deliberadamen­
te. En la práctica, la ambigüedad surgida en torno a si el PNV aspi­
raba o no a la total separación de España ha persistido a lo largo de
toda la existencia del partido, y ha servido para conservar su unidad
dejando margen para las diversas interpretaciones de la doctrina de
Arana.
Aunque unos cuantos meses antes de su muerte Arana había nom­
brado como sucesor a Angel de Zabala, uno de sus primeros segui­
dores, pareció que la renuncia de Arana a su doctrina original, segui­
da por su muerte, iban a significar el fin del nacionalismo vasco. Pero
Zabala desoyó las instrucciones de Arana para la creación de una nue­
va organización dedicada a trabajar por la autonomía dentro de Es-

Corcuera, Orígenes.,., pp. 457-61; Larronde, El nacionalismo vasco, pp. 310-11.


Larronde, El nacionalismo vasco, pp. 343-61.
20 John Sullivan

paña, en lugar de por la independencia. Las publicaciones del PNV


volvieron a los temas de los primeros momentos de agitación aranis-
ta, y abandonaron el giro «españolista» que había adoptado durante
el último año de su vida. Zabala, careciendo de las cualidades caris-
máticas de Arana, se vio obligado a compartir su autoridad con la ten­
dencia liberal encabezada por Sota. Incluso antes de la muerte de Ara­
na, la dirección del PNV había instado a sus seguidores a que vota­
ran al católico conservador Urquijo en las elecciones a Cortes. En
1906, el ala liberal consiguió celebrar un congreso en el que fue ele­
gido el comité nacional pero Luis Arana, hermano de Sabino, que
pasó a ser presidente del partido, inició un severo régimen interno
con el fin de conservar la pureza doctrinal del PNV. Semejante in­
transigencia impidió cualquier acuerdo de alianza con otras fuerzas
conservadoras para lograr representación en las Cortes y en el go­
bierno local. Ahora bien, cuando la influencia del PNV empezó a ex­
tenderse más allá de Bilbao y se construyó una organización de base
más sólida que la de la mayoría de los partidos políticos, la pureza
doctrinal de Zabala y Luis Arana sería un obstáculo para el éxito elec­
toral.
En 1907, cuando los moderados del PNV apoyaron a Fernando
Ybarra, uno de los principales industriales de Bilbao, para las elec­
ciones a Cortes, Luis Arana y Zabala respaldaron al candidato nacio­
nalista En realidad, el PNV estaba dividido en dos tendencias, cada
una con su propio periódico; el Euskalduna, que apadrinaba Sota, y
Aberri (Patria), órgano de Luis Arana. La tendencia moderada triun­
fó en la asamblea del PNV celebrada en Elgoibar en 1908, donde se
adoptó un manifiesto que no abogaba por la secesión de España, sino
simplemente por la vuelta a la situación anterior a 1839, y declaraba
que el partido sólo se dedicaría a la acción legal. En adelante, el tener
un abuelo con apellido vasco se consideraría suficiente para poder afi­
liarse al PNV, una considerable alteración de los criterios racistas del
partido, según los cuales se había exigido que los cuatro abuelos tu­
vieran apellidos vascos Ramón de la Sota, que dirigía uno de los
grupos financiero e industrial más dinámicos de toda España, fue de­
signado para la presidencia del partido y se convirtió en figura clave
de su evolución hacia posturas más moderadas a partir de 1908. Cuan­
do Santiago Alba, ministro de Hacienda, intentó, en 1917, gravar los
beneficios de guerra, de la Sota encabezó un movimiento de indus-

Corcuera, Orígenes..., p. 548; Beltza, Del carlismo al nacionalismo burgués (San


Sebastián, 1978), p. 165.
“ Ortzi, Historia..., p. 151.
Manifiesto del PNV al pueblo vasco, reproducido en Larronde, El nacionalismo
vasco, apéndice VI, pp. 391-2.
El nacionalismo vasco radical 21

tríales en contra de la medida La estrategia de Sota de aliarse a


otras fuerzas conservadoras dio óptimos resultados en 1917, año en
que el PNV cosechó éxitos tanto en las elecciones nacionales como
en las provinciales. La evolución «españolista» del PNV fue muy mal
acogida por los puristas, y especialmente por Luis Arana. En 1910 el
nombre del partido había pasado a ser Comunión Nacionalista Vas­
ca (CNV), indicio tanto de la influencia clerical como de la tradición
carlista. En 1916, Luis Arana y un pequeño grupo de sus partidarios
dimitieron brevemente del CN V por su desacuerdo con la política
moderada y escasamente nacionalista de la organización, y por la pos­
tura proaliada defendida por Sota que tenía importantes vínculos co­
merciales con Inglaterra
Un esfuerzo unió a las dos tendencias del PNV: la creación, en
1911, de un sindicato para obreros de origen vasco. Solidaridad de
Obreros Vascos (SOV) (posteriormente STV-ELA) Muchos tra­
bajadores vascos, especialmente los empleados en pequeñas empre­
sas, se sentían más identificados con sus patronos que con los make-
tos de la UGT. Algunos patronos nacionalistas como Sota prestaron
su apoyo a SOV, que era el sindicato predominante en sus astilleros,
Euskalduna. La fundación de SOV se debió en parte a la alarma que
causó entre los dirigentes nacionalistas el éxito de la huelga general
convocada por U GT en 1910. Solidaridad de Obreros Vascos era ex­
plícitamente antisocialista, y en sus primeros años sólo aceptó la afi­
liación de aquellos obreros cuyos apellidos vascos daban fe de su pu­
reza racial. La evolución de la Comunión Nacionalista provocó di­
sensiones entre muchos de sus miembros más jóvenes que, respalda­
dos por Arana y Zabala en su periódico Aberri, formaron en 1921
una escisión que recuperó el nombre de PNV Este nuevo partido
reiteró las ideas originales de Sabino Arana, sin grandes esfuerzos por
adaptarlas a los nuevos tiempos. Su periódico Gudari, revivió inclu­
so la preocupación de Arana por los peligros morales que encerraban
los bailes modernos. Gudari rechazaba el socialismo, pero se mani­
festaba partidario de que el nacionalismo reclutara obreros y los apar­
tara de la lucha de clases. Aunque la ideología del PNV carecía de
originalidad, sí introdujo varias características organizativas nuevas,
como la formación de grupos de montañeros que se convertirían en
verdaderos bastiones del nacionalismo ortodoxo y radical. En el

Beltza, Del carlismo..., p. 176; Ortzi, Historia..., p. 159.


Stanley G. Payne, El nacionalismo vasco, de sus orígenes a la ETA (Madrid,
1974), p. 114.
García Venero, Historia, pp. 345-8; Policarpo de Larrañaga, Contribución a la
historia obrera de Euskalherria, 2 vols. (San Sebastián, 1976-77), passim.
Beltza, Del carlismo..., pp. 190-1.
22 John Sullivan

PNV influyó el movimiento nacionalista irlandés, del cual obtuvo la


idea de formar grupos femeninos, que llegarían a ser un elemento im­
portante del partido.
El golpe de Primo de Rivera de 1923 forzó al PNV y a CNV a
entrar en la clandestinidad, y fue motivo de que la CN V perdiera el
apoyo de sus elementos moderados burgueses. Los grupos montañe­
ros del PNV lograron escapar a la vigilancia policial mejor que la
CNV, que era mayor pero menos activa. La ilegalidad fomentó un
deseo de unidad que produjo la reunificación en Vergara, en noviem­
bre de 1930, cuando la dictadura ya estaba en sus últimos momen­
tos La base ideológica de la unificación representó un triunfo para
el nacionalismo más ortodoxo del PNV, ya que reiteraba que el nue­
vo partido (que retuvo el nombre de PNV) seguía la doctrina de JE L
Qaungoikoa eta lege-zarra (Dios y la ley vieja)]. Del Congreso de
Vergara no salió un movimiento nacionalista unido, pues un grupo se
escindió de inmediato para formar Acción Nacionalista Vasca (ANV),
que se declaró no confesional ANV, cuyos miembros procedían en
su totalidad de las clases medias urbanas de las afueras de Bilbao, cons­
tituyó un intento de adaptar el nacionalismo a la sociedad industrial.
Esta organización condenó el racismo del PNV y declaró que los que
venían a trabajar a Euskadi eran también vascos, aunque no por ello
dejara de lanzar los consabidos ataques nacionalistas a la inmoralidad
de los inmigrantes, y exigiera que se diera preferencia en los empleos
a los obreros vascos. ANV quería que Euskadi se convirtiera en un
Estado centralizado independiente, no en una federación de provin­
cias, con derechos forales distintos en cada una, una cuestión que ha
dividido al nacionalismo vasco a todo lo largo de su existencia.
La unidad del PNV se vio facilitada por el hecho de que los di­
rigentes del partido fueran en su práctica totalidad hombres jóvenes,
que no habían tomado parte en la disputa que motivó la división de
1921. Entre estos nuevos dirigentes, que pertenecían a la burguesía
media, se encontraban el Presidente del partido, José Antonio Agui-
rre, cuya familia tenía una fábrica de chocolate en Getxo; José María
Leizaola, un abogado de San Sebastián; Manuel Irujo, de Navarra y
también abogado; y Telesforo Monzón, una figura de clase más dis­
tinguida de Vergara, Guipúzcoa. Ninguno de ellos poseía la prestan­
cia financiera y política que había tenido Sota cuando era presidente
del PNV. El PÑV formó lista electoral conjunta con los carlistas y
otras fuerzas católicas para participar en las elecciones municipales
de abril de 1931, que precipitaron la caída de la monarquía. Esta coa-

García Venero, Historia..., pp. 472-3.


José Luis de la Granja, Nacionalismo y I I República en el País Vasco (Madrid,
1986), passim.
El nacionalismo vasco radical 23

lición electoral triunfó con facilidad en las cuatro provincias vascas.


A pesar de su política conservadora, los dirigentes del PNV recibie­
ron bien la proclamación de la República, de la cual se esperaba que
cediera a muchas de las demandas del partido. En junio, éste orga­
nizó junto a los carlistas una asamblea de concejales en Estella, N a­
varra, donde se aprobó el proyecto para un estatuto de autonomía
La influencia del PNV se manifestaba en ciertas cláusulas del pro­
yecto, como era el requisito de haber residido diez años en el País
Vasco para poder adquirir derechos de ciudadanía. El Estado autó­
nomo vasco que se proponía, cuyo gobierno sería elegido por las au­
toridades municipales por sistema indirecto, se haría cargo de la ma­
yoría de las funciones que eran entonces competencia del Estado es­
pañol. Tendría plena responsabilidad sobre asuntos religiosos, una
propuesta totalmente inaceptable para la izquierda española, que te­
mía que un gobierno vasco clerical y reaccionario pudiera convertir­
se en una criatura del Vaticano En junio, en las primeras eleccio­
nes parlamentarias de la República, la coalición PNV-carlismo obtu­
vo catorce representantes en Cortes, en acusado contraste con el
triunfo de la izquierda en otros lugares del país. La consiguiente alar­
ma de la izquierda aumentó con las declaraciones que los miembros
recién elegidos para las Cortes hicieron en el mes de julio, en un enor­
me mitin celebrado en Guernica, antes de su salida hacia Madrid, en
el que se comprometieron a luchar por los derechos sagrados de la
raza vasca. Antonio Pildaín, canónigo de la catedral de Vitoria y di­
putado en Cortes por Guipúzcoa, lanzó un ataque por los daños su­
fridos por la iglesia y declaró que Africa empezaba en Madrid En
las Cortes, los representantes nacionalistas-católicos se opusieron a
la parte de la Constitución, que entonces se redactaba, donde se es­
tipulaba el Estado secular. Se negaron a votar la Constitución por su
carácter secular, y abandonaron la cámara antes de que aquella fuera
aprobada en octubre de 1931
Aunque socialistas y republicanos temían que un gobierno autó­
nomo vasco dominado por el PNV pudiera convertirse en caldo de
cultivo para la reacción, estaban dispuestos a otorgar un estatuto de
autonomía similar al aplicado en Cataluña. Dicho estatuto sería de
menor alcance que el propuesto por la asamblea de Estella, dado que

José Antonio de Aguirre y Lekube, Entre la libertad y la revolución, 1930-193S


(Bilbao, 1976), pp. 51-84.
Juan Pablo Fusi Aizpúrua, El problema vasco en la 11 República (Madrid, 1979),
p. 73. Para el texto del Estatuto, véase Fernando Sarrailh de Ihartza (Krutwig), Vas-
conia (Buenos Aires, 1962), pp. 425-9.
Aguirre, Entre..., pp. 104-5.
O rtú , Historia..., p. 183.
24 John Sullivan

las Cortes habían dictaminado que el que una región autonómica re­
gulara sus propios asuntos religiosos sería incompatible con la Cons­
titución. El gobierno se dispuso a redactar un estatuto que fuera acor­
de con la Constitución. Durante gran parte de los años 1932 y 1933
el PNV luchó porque se aceptaran los puntos esenciales del Estatuto
de Estella. En la medida en que el PNV intentaba entenderse con la
izquierda, se iba obstaculizando la alianza con los carlistas, cuyo prin­
cipal motivo para desear una comunidad autónoma residía en que la
posibilidad de regular sus propios asuntos religiosos pudiera contra­
rrestar el anticlericalismo del gobierno de Madrid. En una asamblea
celebrada en junio de 1932 en Pamplona para tratar sobre el estatuto,
la mayoría de los delegados de Vizcaya, Guipúzcoa y Alava votaron
a favor de la formación de una región autónoma vasca dentro del Es­
tado español, pero entre los delegados de Navarra, en su mayoría car­
listas, 123 votaron en contra de esta propuesta frente a los 109 favo­
rables. Esta votación demostró la fuerza de los carlistas en Navarra,
y terminó con su alianza con el PNV. En consecuencia, los naciona­
listas vascos tuvieron que reconocer que la región autónoma a la que
aspiraban no podría incluir a Navarra
Al mismo tiempo que se rompía la coalición del PNV con los car­
listas, se agravaron también sus relaciones con el gobierno de Ma­
drid, debido a lo que se interpretó como persecución a la Iglesia por
parte de la República. La decisión del gobierno de someter a las ór­
denes monásticas a una normativa estatal provocó violentas protestas
en el País Vasco que a comienzos de 1933 produjeron la detención
de varios cientos de personas, entre ellas el dirigente del PNV, Te-
lesforo Monzón, y violentos choques entre militantes del PNV y del
PSOE Pese a todo, durante la mayor parte de 1933 pareció que
iba a ser posible reconciliar las aspiraciones vascas y los principios de
la Constitución republicana. En agosto de 1933, en Vitoria, otra
asamblea de concejales aceptó revisar el Estatuto de Autonomía, y eli­
gió una comisión para la supervisión del referéndum que debía apro­
bar estas propuestas antes de ser presentadas a las Cortes. En el re­
feréndum, celebrado el 5 de noviembre, aceptó el Estatuto un 85 por
ciento del electorado de Guipúzcoa, Vizcaya y Alava. Sin embargo,
los avances hacia la consecución de la autonomía vasca se enfrenta­
ron a un nuevo obstáculo. El gobierno, dirigido por el republicano
Manuel Azaña, dimitió en septiembre y las elecciones celebradas el
15 de noviembre dieron mayoría a las derechas en las Cortes, for­
mando gobierno el dirigente del Partido Radical, Lerroux. Los líde-

Martin Blinkhorn, «The Basque Ulster» y «Navarre and the Basque autonomy
question under the Second Spanish Republic», The Historical Journal, n.“ 3 (1974).
Aguirre, Entre..., p. 356.
El nacionalismo vasco radical 25

res del PNV tenían esperanzas de que las estipulaciones del Estatuto,
que con tanto trabajo habían logrado extraer a sus enemigos tradi­
cionales de la izquierda, fueran aceptadas por un gobierno que debía
tener una disposición más favorable hacia ellos, firmes oponentes del
socialismo en el País Vasco. El PNV había ido solo a las elecciones,
finalizada su alianza con los carlistas, y había quedado como primera
fuerza con doce diputados en Cortes Sin embargo, las Cortes se
negaron a conceder el Estatuto so pretexto de que en Alava, donde
había sido grande la abstención en el referéndum, sólo había votado
a su favor una minoría de la población. Ante semejante intransigen­
cia, los dirigentes del PNV se vieron obligados a buscar aliados en la
izquierda. Cuando en julio de 1934 el gobierno denegó la entrada en
vigor del Estatuto acordado para Cataluña, y los diputados catalanes
abandonaron las Corles como protesta, los representantes del PNV
se fueron con ellos como gesto de solidaridad
La insatisfacción de los nacionalistas frente a la derecha española
aumentó cuando cuarenta parlamentarios de derechas propusieron la
rectificación de la ley de contribución sobre el vino. De adoptarse
esta propuesta, que encontró fuerte oposición en el País Vasco, ha­
bría alterado unilateralmente los Conciertos Económicos que regu­
laban este impuesto, en detrimento de los intereses vascos '‘L Era evi­
dente que unas Cortes dispuestas a considerar la eliminación de pri­
vilegios vigentes no tenían muchas probabilidades de conceder ma­
yor autogobierno al País Vasco. Las palabras de Calvo Sotelo pro­
nunciadas en noviembre de 1935 en el sentido de que prefería una Es­
paña «roja a una España rota» eran compartidas por una parte sus­
tancial de los partidos de derechas y de muchos oficiales del ejército.
En octubre de 1934, la inclusión de tres miembros de la CEDA —par­
tido de derechas dirigido por Cil Robles— en el gobierno, provocó
la insurrección de Asturias, respaldada por un intento de huelga ge­
neral en toda España. Aunque los activistas del PNV y el sindicato
nacionalista STV-ELA se mantuvieron neutrales, cerraron sus ofici­
nas y muchos de sus miembros fueron encarcelados Los represen­
tantes del PNV en las Cortes votaron a favor del gobierno a raíz del
levantamiento de Asturias, pero, con todo, los dirigentes del partido
perdían esperanzas de obtener un estatuto de autonomía aceptable.
La comisión designada por las Cortes para estudiar la cuestión de
la autonomía vasca no llegó a presentar su informe, porque el Presi­
dente disolvió el gobierno en diciembre de 1935 y convocó eleccio-

■” Ibíd., pp. 364-81 y 402-8.


Ortzi, Historia..., p. 193.
■*' Aguirre, Entre..., pp. 461-4.
Aguirre, Entre..., pp. 544-58.
26 John Sullivan

nes para febrero. Cuando España fue sacudida por la guerra civil, los
líderes del PNV se vieron ante una difícil alternativa en busca de alia­
dos. Los partidos de izquierda estaban dispuestos a conceder el es­
tatuto de autonomía, pero los miembros del PNV compartían con
otros conservadores el terror ante la perspectiva de violencia y anar­
quía que a su juicio traería la victoria de la izquierda. En las eleccio­
nes de febrero, el PNV se presentó solo, resistiéndose a las presiones
del Vaticano para que entrara en coalición con la derecha «españo­
la» Aunque los portavoces de los partidos de izquierda siguieron
atacando al PNV por su clericalismo y su colaboración con las fuer­
zas de la derecha, la posibilidad de obtener el estatuto de autonomía
pasó a depender del triunfo del Frente Popular, por lo cual el PNV
tenía un claro interés en la supervivencia de la España democrática.
La perspectiva de que la victoria del Frente Popular en las elecciones
desatara la lucha de clases era tan aterradora para los adeptos al PNV
como para los conservadores del resto de España. Pese a que las de­
claraciones del partido proclamaban que la lucha de clases era pro­
ducto de la injusticia y la inmoralidad reinantes en España, los par­
tidarios del PNV sabían que Bilbao era un bastión de la izquierda y
que muchos obreros étnicamente vascos eran socialistas.
Los conspiradores que preparaban la sublevación que haría esta­
llar la guerra civil el 18 de julio, habían intentado implicar a algunos
sectores del PNV. En abril, cuando Telesforo Monzón se reunió con
falangistas y otras fuerzas de la derecha en San Sebastián, se invitó al
partido a participar en el vecino levantamiento. Monzón estaba dis­
puesto, si bien con renuencia, a aceptar una dictadura militar, pero
observó que aunque el PNV contaba con una organización fuerte,
no tenían armas. A cambio de su previsto apoyo a la rebelión, se su­
ministró al partido una pequeña cantidad de armamento Cuando
se inició la insurrección militar, el PNV tuvo una reacción distinta
en cada provincia. En Vitoria, capital de Alava, Landaburu, diputado
del PNV en las Cortes, la acogió con el calificativo de cruzada de la
regeneración. Landaburu pidió a Aguirre, presidente del PNV, que
no se resistiera al ejército rebelde cuando entrara en Vizcaya y que
limitara su acción a proteger personas y edificios. La reacción de Lan­
daburu se debió parcialmente a la fuerza de los rebeldes en Alava, así
como a la influencia del Arzobispo de Vitoria, que procuró la alian­
za del PNV y los sublevados Después que éstos hubieron conso-

Paul Presten, The Corning o f the Spanish Civil War (Londres, 1978), pp. 169-70.
José María Gil Robles, No fue posible la paz (Barcelona, 1968), pp. 710-11.
Manuel Chiapuso, El Gobierno vasco y los anarquistas. Bilbao en guerra (San
Sebastián, 1978), pp. 147-56; Ander Landáburu, La causa del pueblo vasco (París,
1956), p. 14.
El nacionalismo vasco radical 27

lidado su poder en Alava, se permitió a algunos emisarios del PNV


marchar a Bilbao, todavía bajo control gubernamental, para tratar con
la dirección nacional la posibilidad de obtener la neutralidad de este
partido.
En Navarra, la sublevación triunfó tan rápidamente que el PNV
de la localidad no tuvo oportunidad de adoptar posición alguna. En
Bilbao, donde no hubo levantamiento militar, el partido emitió un co­
municado contrario a la sublevación, en San Sebastián el PNV tam­
bién emitió un comunicado contrario a la sublevación, pero no par­
ticipó en los primeros días de confusos enfrentamientos entre las im-
E rovisadas milicias de los partidos obreros y las fuerzas que apoya-
an la rebelión Los activistas de izquierdas se exasperaban ante
los actos del PNV, que fortificaba iglesias y sus propios centros con­
tra la amenaza imaginaria de los obreros armados, absorbidos por la
cruenta lucha con los insurgentes atrincherados en el Hotel María
Cristina . En San Sebastián, la inactividad de los nacionalistas per­
mitió que la Junta constituida para la defensa de la República estu­
viera dominada por los partidos y sindicatos obreros.
Pasados unos días, el PNV se mostró más firmemente inclinado
hacia el campo republicano, pero siguió, pese a ello, concentrado en
la formación de sus propios destacamentos, en lugar de atacar a los
rebeldes. El dirigente nacionalista Andrés Irujo indicó que los desta­
camentos obreros debían dedicarse a atacar a los insurgentes en San
Sebastián, porque, como población urbana, serían más eficaces en la
lucha callejera, mientras que las milicias del PNV se reservaban para
los alrededores de la capital. Los líderes obreros temían quedar co­
gidos en una trampa si accedían a la propuesta de Irujo. Más tarde,
una vez decidida la evacuación de San Sebastián, cuando Irujo anun­
ció que se iba a quedar en la ciudad para seguir luchando, los diri­
gentes de la izquierda sospecharon que tenía intención de negociar
con los rebeldes e insistieron en que los representantes del PNV
acompañaran al resto de la Junta en su retirada a Vizcaya
Cuando se produjo la evacuación de San Sebastián, el 13 de sep­
tiembre, los miembros del PNV pudieron felicitarse de haber evitado

Entrevista del autor con Luis Arbella, que combatió en la guerra en San Sebas-
ti.in (San Sebastián, 1 abril, 1980); Manuel Chiapuso, Los anarquistas y la guerra en
F.uskadi. La comuna de San Sebastián (San Sebastián, 1977), passim; Miguel de Ami-
libia. Los batallones de Euskadi (San Sebastián, 1978), p. 25.
Entrevista con el dirigente de CNT, Miguel González Inestal, en Ronald Fra-
ser, Blood o f Spain. The experience of Civil War (1936-1939) (Londres, 1979), p. 190.
Entrevista del autor con Aniceto Gallurralde, secretario de C N T en San Sebastián en
el momento del alzamiento (San Sebastián, 9 agosto, 1981); Chiapuso, Los anarquis­
tas..., p. 95.
■*" Amilibia, Los batallones..., pp. 15 y 20.

i
28 John Sullivan

una batalla encarnizada que habría costado muchas vidas y muchos


daños materiales. Mientras las fuerzas republicanas seguían retroce­
diendo hacia Vizcaya, el poder de los nacionalistas en el seno de la
alianza republicana iba en aumento. El 1 de octubre el gobierno apro­
bó el tan aplazado Estatuto de Autonomía, y unos días después Agui-
rre juró el cargo como Presidente del gobierno autónomo Vasco en
una solemne ceremonia celebrada en Guernica. Durante las primeras
semanas de la guerra civil, la situación política de gran parte del País
Vasco había sido parecida a la del resto de la España republicana, ha­
biendo quedado la vida política bajo control de los partidos obreros.
Después, el PNV se convirtió en la fuerza política dominante del País
Vasco debido a que en el gobierno Aguirre, a pesar de que había repre­
sentantes socialistas, republicanos y uno comunista, los más importan­
tes ministerios estaban en manos de miembros de su propio partido
La hegemonía del PNV tuvo un profundo efecto sobre las accio­
nes de guerra en los meses anteriores a la ocupación de Vizcaya por
parte de las tropas rebeldes. Al quedar aislado de Madrid el frente
del norte, los límites constitucionales del estatuto de autonomía per­
dieron prácticamente su importancia. N o se produjo intento alguno
de socializar las fábricas y las grandes empresas siguieron operando
con escasa intervención del Estado. Se tomaron medidas drásticas
—entre ellas la clausura de su imprenta— contra el sindicato anarco­
sindicalista C N T , cuando éste criticó al gobierno vasco ^°. Pese a exis­
tir acuerdo entre los republicanos moderados y los nacionalistas vas­
cos en cuanto a su posición ante las fuerzas revolucionarias, la acti­
tud del País Vasco frente al resto de la España republicana era con­
flictiva. Había fricciones constantes entre el alto mando del gobierno
vasco y el mando regional del ejército republicano sobre la forma de
conducir la guerra, y sobre la negativa del gobierno vasco a enviar
suministros suficientes a Santander y Asturias
En la primavera de 1937, cuando las tropas de Franco entraron
en Vizcaya, el gobierno central creyó que Bilbao, fortificado como
estaba, era defendible, como lo había sido Madrid. Prieto, Ministro
de la Guerra desde mayo, envió un telegrama al gobierno vasco exi­
giendo que así se hiciera, pero Aguirre y sus colegas se sintieron ten­
tados por los intentos del Vaticano y el gobierno italiano de negociar
una paz separada sirviéndose de un sacerdote vasco, Alberto Onain-

■*’ José María Arenillas, «Euskadi, la cuestión nacional y la revolución socialista»,


en José Luis y José María Arenillas, Sobre la cuestión nacional en Euskadi (Barcelona,
1981), p. 104.
“ Chiapuso, El gobierno vasco..., pp. 142-5.
¡btd., pp. 117.
El nacionalismo vasco radical 29

día, como intermediario Si se defendía Bilbao, serían inevitables


fuertes pérdidas de vidas y grandes daños materiales. Si la ciudad era
tomada, habría concluido la guerra en Euskadi y finalizado la alianza
con la izquierda «española», siempre mal vista entre grandes sectores
del PNV. La conciencia de los vascos quedaría tranquila, puesto que
los nacionalistas habían defendido su tierra mientras había sido po­
sible. Esta postura tenía visos de traición tanto para el gobierno cen­
tral como para la izquierda «española» del País Vasco, pues la caída
de Bilbao dejaría expuesto el flanco de las tropas republicanas y per­
mitiría al enemigo concentrar sus ataques en otros puntos. La iz­
quierda «española» creía que, de caer Bilbao, el ejército vasco debía
retirarse hacia Santander y seguir luchando. Las dudas sobre las in­
tenciones de los nacionalistas se intensificaron en mayo, cuando el go­
bierno central interceptó un telegrama del Vaticano a Aguirre que
contenía ofertas de paz
A mediados de junio, cuando, tras una batalla encarnizada, los in­
surgentes capturaron el monte de Artxanda, que domina Bilbao, y se
hizo inminente el ataque al la ciudad, los dirigentes socialistas y los
jefes militares quisieron sabotear la industria de guerra. Leizaola, el
principal representante del gobierno vasco dado que Aguirre había
sido evacuado, se opuso y se aseguró de que hubiera destacamentos
bien armados de la Enzaina (policía) del PNV dispuestos a evitar el
sabotaje de las tropas republicanas «españolas». El 19 de junio las
fuerzas franquistas tomaron la ciudad con mayor producción de gue­
rra de todas las anteriormente ocupadas. Los batallones de izquier­
das consideraron la caída de Bilbao y la retirada hacia Santander como
graves reveses más que como derrota final, pero para muchos nacio­
nalistas la salida de Vizcaya significó que iban a ser participantes re­
nuentes en una guerra puramente «española». Al aumentar las pre­
siones en pro de una paz separada, Aguirre intentó convencer al go­
bierno republicano de la conveniencia de transportar las tropas vas­
cas a Cataluña, con el fin de actuar como fuerza moderadora que con­
tribuyera a contener lo que él consideraba excesos de la izquierda,
pero su propuesta fue rechazada. Las fuerzas franquistas iniciaron su
ataque a Santander enfrentándose a un ejército en el que el sector na­
cionalista era reacio a continuar la guerra

Alberto de Onaindía, Hombre de paz en la guerra (Buenos Aires, 1973), pas-


Miii; José Antonio de Aguirre, El informe del Presidente Aguirre al Gobierno de la
Kepública (Bilbao, 1978), passim; también José Antonio de Aguirre, Freedom wasflesh
and blood (Londres, 1944), pp. 57-9.
J. A. de Aguirre y Lekube, De Guernica a Nueva York pasando por Berlín (Bue­
nos Aires, 1944), pp. 31-9.
Amilibia, Los batallones..., pp. 159-63; Chiapuso, El gobierno vasco..., pp.
30 John Sullivan

En virtud de un pacto negociado entre el gobierno italiano y Aju-


riaguerra, presidente del PNV, las tropas vascas se retiraron hacia el
pequeño pueblo costero de Santoña, Santander, donde el 26 de agos­
to se embarcaron, creyendo que se permitiría a los barcos salir de
este puerto. Pero los oficiales italianos no cumplieron el acuerdo y
se ordenó a las tropas que desembarcaran siendo hechas prisione­
ras Al no hacerse realidad las prometidas concesiones, los solda­
dos nacionalistas y los activistas políticos fueron tratados casi con la
misma dureza que sus aliados «rojos», y las ejecuciones se iniciaron
en cuanto las tropas españolas substituyeron a las italianas. Esta ren­
dición debilitó en gran medida a las fuerzas republicanas de Santan­
der y creó un enconado malestar entre los nacionalistas Después
de Santoña, la guerra acabó para los nacionalistas, aunque muchos
vascos de izquierdas siguieran luchando hasta la caída de Santander
y Asturias. La feroz represión, y la traición del acuerdo alcanzado
con los italianos, convencieron a los dirigentes vascos en el exilio de
que debían reiterar su lealtad a la República. La impotencia de los
componentes no nacionalistas del gobierno Aguirre quedó demostra­
da por el hecho de no haber sido informados de las negociaciones em­
prendidas por los dirigentes del PNV.
Tras la caída de Vizcaya, miles de nacionalistas murieron o fue­
ron apresados de igual modo que los integrantes de los grupos de iz­
quierdas. El gobernador militar de San Sebastián emitió una orden
prohibiendo el uso del euskera y, ya en 1947, el ministro de Educa­
ción prohibió su empleo en el boletín de la sección femenina de Ac­
ción Católica Diecisiete sacerdotes fueron ejecutados, cientos de
ellos encarcelados, y muchos más trasladados a otras parroquias por
no ser segura su lealtad a los nuevos gobernantes. La represión se sua­
vizó después de pasados los primeros años, pero siguió proscrito el
uso del euskera escrito. En algunas zonas de Guipúzcoa y Vizcaya
no podía prohibirse el uso de esta lengua porque la mayoría de sus
gentes conocían mal el castellano, pero los vascoparlantes eran hu­
millados en su trato con los funcionarios y los adeptos al régimen.
El nacionalismo y la cultura vascos sólo podían encontrar expresión
en el exilio, por lo cual las esperanzas de democracia de los vascos se

200-20; entrevista del autor con Antolín Amescua, un militante de U (i T cuyo bata­
llón siguió luchando hasta que las fuerzas enemigas ocuparon Asturias, San Sebastián,
4 agosto 1981; Aguirre, De Guernica,.., pp. 59-61.
Aguirre, De Guernica..., pp. 62-5.
Entrevista del autor con Luis Arbella, miembro del PSOR y comisario político
de Santander en 1937 (San Sebastián, 1 abril 1980).
Dr. de Azpilikoeta, Le Probléme Basque (París, 1938), citado en Jokin Apala-
tegui. Los vascos de la nación al estado (San Sebastián, 1979), p. 180.
H1 nacionalismo vasco radical 31

centraron en la intervención de las potencias que se disponían a de­


clarar la guerra a Alemania.
Durante la II Guerra Mundial, la red de activistas del PNV pro­
curaron información a la inteligencia británica, tanto en Madrid como
en el País Vasco. Aguirre, que había huido a Estados Unidos des­
pués de haber vivido en la clandestinidad en Alemania, declaró que
la causa norteamericana era la del mundo entero El hecho de que
la aliadofilia de Aguirre fuera compartida por la mayoría de la iz­
quierda «española» contribuyó a la reconcilición entre el PNV y el
gobierno republicano en el exilio y, consecuentemente, al abandono
de la reivindicación de total independencia vasca, aunque Manuel Iru-
jo, que había constituido un Consejo Nacional Vasco en Londres, ela­
boró planes para un futuro estado vasco que debía abarcar parte de
Aragón. La perspectiva de una victoria aliada que, esperaban, produ­
ciría la eliminación del gobierno franquista, fortaleció los esfuerzos
de cooperación entre nacionalistas y otras tendencias políticas espa­
ñolas. En marzo de 1945, la mayoría de los partidos con alguna fuer­
za en el País Vasco firmaron un pacto en Bayona que reafirmó la le­
gitimidad del gobierno autónomo constituido en octubre de 1936
1.a declaración suscitó la repulsa de los nacionalistas intransigentes,
como Telesforo Monzón, que se negaron a aceptar la autoridad de la
República.
El optimismo de los dirigentes del PNV al concluir la II Guerra
Mundial quedó de manifiesto en la creación de sus unidades arma­
das, entrenadas por asesores norteamericanos y estacionadas en la
Itontera franco-española. Pero, al mejorar las relaciones del régimen
franquista con los aliados, se hizo evidente que éstos no estaban dis­
puestos a apoyar una invasión, y en 1947 dichas unidades fueron di­
sueltas En 1947, una huelga general realizada en Bilbao, con el apo­
yo tanto del PNV como de las fuerzas republicanas, supuso la ame-
ttaza más grave para la dictadura desde que finalizara la guerra civil.
Pese que el PNV y el gobierno vasco en el exilio apoyaron la huelga,
este tipo de acción obrera representaba una táctica problemática para
un partido integrado tanto por empresarios como por obreros. La re-
nresión que siguió a las huelgas debilitó seriamente al PNV. En ade­
lante, la resistencia abierta se limitó a actos de provocación como el

Beltza, El nacionalismo vasco en el exilio 1937-1960 (San Sebastián, 1977), p.


14; entrevista del autor con Joseba Elósegui, San Sebastián, 27 marzo 1980; Aguirre,
l) f Guernica..., pp. 381-7. Entrevista del autor con José Joaquín Azurza, 18 marzo,
S.ui Sebastián 1980.
José María Garmendia y Alberto Elordi, La resistenáa vasca (San Sebastián,
I9H2), pp. 168-9.
Ihíd., p. 178.
32 John Sullivan

llevado a cabo por Joseba Elósegui, que colgó una Ikurriña en la to­
rre de la catedral de San Sebastián en la Semana Santa de 1946. En
diversas ocasiones a lo largo de 1947 y 1949, un joven activista del
PNV, José Joaquín Azurza, consiguió transmitir por radio un men­
saje grabado del Presidente Aguirre
A pesar de esta clase de actos, a fines de los años cuarenta y prin­
cipios de los cincuenta parecía que el nacionalismo vasco presentaba
aún menos riesgos para el gobierno que las organizaciones obreras ile­
gales, tanto en el País Vasco como en el resto de España. Pero era
ésta una conclusión que subestimaba la vitalidad cultural del movi­
miento nacionalista. Aunque estaban prohibidas las publicaciones en
vascuence, la lengua hablada sobrevivió en las zonas rurales, y gran
parte de lo slíí^ le s inferiores del clero retuvo sus convicciones na­
cionalistas. En la intimidad familiar, muchos vascos siguieron cele­
brando las fiestas nacionalistas, absorbiendo sentimientos nacionalis­
tas y alimentando el recuerdo de su período de autonomía El PNV
en el exilio, y su exigua representación dentro del País Vasco espa­
ñol, continuaron su política de cooperación con los republicanos exi­
lados, con la esperanza de que algún día una España democrática con­
cediera autonomía a Euskadi. Pero, al pasar los años sin que esta es­
trategia produjera fruto, los nacionalistas radicales como Monzón, re­
chazaron los compromisos acordados entre el gobierno vasco en el
exilio y los republicanos. Cuando la repperación económica trajo
una nueva ola de inmigrantes a Euskadi, revivió el racismo latente
del PNV. Ceferino de Jemein, uno de sus más conocidos escritores,
habló de los inmigrantes en 1957 en un tono que recordaba al de Ara­
na, calificándolos de masa de «coreanos» degenerados, indiferentes a
su forma de vida y parásitos de Euskadi Las perspectivas del na­
cionalismo vasco eran desalentadoras, pues ni la confianza deposita­
da en Estados Unidos, ni la alianza con la república esoañola, ni el
retroceso hacia el nacionalismo cultural ofrecían posibilidades de pro­
greso.

Entrevista del autor con Joseba Elósegui, San Sebastián, 27 marzo 1980. Joseba
Elósegui, Quiero morir por algo (Burdeos, 1971), pp. 316-20; entrevista del autor con
José Joaquín Azurza, San Sebastián, 18 marzo 1980.
Entrevista del autor con Mario Onaindía, Vitoria, 26 marzo 1980.
Gregorio Morán, Los españoles que dejaron de serlo (Barcelona, 1982), p. 261.
Capítulo 2
LOS PRIMEROS PASOS DE ETA, 1951-1967

En la década de los 50 el País Vasco, al igual que el resto de Es­


paña, experimentó un rápido proceso de cambio al iniciarse la recu­
peración de la economía española de los efectos producidos por la
guerra civil y el aislamiento político. Tanto la recuperación econó­
mica como ciertos factores políticos contribuyeron a consolidar el sis­
tema. Cuando la victoria aliada de 1945 dejó al régimen franquista pe­
ligrosamente aislado, muchas de las personas opuestas a Franco cre­
yeron que su régimen no podría sobrevivir a la derrota de la Alema­
nia nazi y la Italia fascista, y que ios aliados devolverían a España la
democracia. Pero lo cierto es que las potencias aliadas no realizaron
ningún intento serio para desplazar a Franco y, con la intensificación
de la guerra fría, los Estados Unidos llegaron a considerar a España
como un valioso aliado. En 1953, cuando España firmó un pacto con
Estados Unidos por el cual se concedían a Norteamérica bases mili­
tares a cambio de ayuda económica, concluyó el aislamiento econó­
mico y diplomático de España.
En los años sesenta, otro tipo de influencia contribuyó a romper
el aislamiento de España; el turismo introdujo divisas y costumbres
foráneas, mientras que el crecimiento económico de Europa occiden­
tal proporcionaba a los obreros españoles la posibilidad de emigrar.
El País Vasco, siendo una de las zonas más industrializadas de Espa­
ña, experimentó una masiva expansión económica acompañada por

2 33
34 John Sullivan

un incremento en la demanda de mano de obra que no podía satis­


facerse localmente. Se produjo, en consecuencia, un enorme flujo de
inmigrantes de otros puntos de España que venían al País Vasco en
busca de trabajo. La inmigración había sido continua desde los años
1890, pero el florecimiento de la economía pronto aumentaría su nú­
mero hasta cifras sin precedentes, creando inevitables tensiones en la
cultura y la sociedad vascas L Aunque la falta de libertad de expre­
sión, reunión y asociación diferenciaba a España de la mayor parte
de Europa occidental, el régimen franquista de fines de los años cin­
cuenta era, pese a todo, muy distinto de la feroz dictadura impuesta
tras la victoria nacional en la Guerra Civil. El régimen parecía más
firme que nunca y, por ello, podía permitirse una cierta moderación
de la represión.
Todos estos hechos económicos y políticos suponían graves pro­
blemas para el nacionalismo vasco. Aunque muchos vascos seguían
considerando al gobierno vasco en el exilio y al PNV como sus le­
gítimos representantes, la posibilidad de que el nacionalismo reco­
brara el poder parecía remota, situación resaltada por un dirigente del
PNV, Landaburu, cuando reconoció que muchos vascos, entre ellos
partidarios tradicionales del PNV, estaban prosperando con Franco.
Estas personas seguían identificándose culturalmente con el movi­
miento nacionalista, pero hacía ya mucho tiempo que habían aban­
donado toda lucha contra el régimen franquista Estas contradiccio­
nes en el seno de la sociedad vasca produjeron una crisis dentro del
nacionalismo vasco. La expresión más importante de dicha crisis fue
la formación del grupo Ekin por estudiantes de la Universidad de Bil­
bao a principios de los años cincuenta El nombre del grupo indi­
caba cuál era el carácter de Ekin, y la razón de posteriores diferen­
cias entre ETA y el PNV. Ekin significa hacer y para los jóvenes que
formaron el grupo su creación implicaba el rechazo del ya anticuado
e irrelevante PNV.
Los miembros de Ekin procedían en su mayoría de familias na­
cionalistas. A pesar de ello, no mantenían contactos con el PNV,

' La población de Vizcaya aumentó en un 8,5% entre 1955 y 1957, según la Ofi­
cina de Prensa del Gobierno de Euskadi, OPE, 26/1/59. En Guipúzcoa se establecie­
ron 3.973 personas entre mayo de 1957 y abril de 1958, OPH, 9/4/59; entre 1950 y
1959 se establecieron en Guipúzcoa 42.000 personas, OPE, 21/5/59, Documentos Y,
vol. 1, pp. 54-61. En 1970, un 29,48% de la población de las cuatro provincias vascas
era inmigrante, y en Vizcaya la cifra era de 36,26% (Luis C. Núñez, (.lases sociales
en Euskadi. San Sebastián, 1977), p. 163.
^ Javier de Landáburu, La (Lausa del pueblo vasco (París, 1956), pp. 115-16.
^ Txillardegi (J. L. Alvarez Emparanza), «Testimonios personales de la crisis teó­
rica que motiva mi salida de ETA», Ikastaroak Formanzia Koudcynoak (IPES) (Cua­
dernos educativos), n.“ 1 (Bilbao, 1980).
lil nacionalismo vasco radical 35

que, en su opinión, se había movido muy poco desde que Franco ocu­
para el País Vasco en 1937 Así pues, creían que era necesario em­
pezar otra vez. Semejante interpretación de los hechos parecía arbi­
traria a los partidarios del PNV que, a su vez, señalaban que los fun­
dadores de Ekin habían empezado su labor sólo un par de años des­
pués de la huelga general de 1951, en cuya organización habían par­
ticipado los nacionalistas. El PNV había sufrido una fuerte represión
tras la huelga, que sin duda había obstaculizado su acción^. Con
todo, sus adeptos sostenían que era absurdo afirmar que había muer­
to. El partido y sus juventudes, Euzko Gastedi (EG), más tarde EGI,
estaban vivos y activos Había partidarios del PNV comprometidos
en los esfuerzos por salvar el euskera, y prestaban apoyo a las cos­
tumbres y el folklore vascos mediante la participación en fiestas po­
pulares, grupos de danza y corales. Trabajaban con asiduidad en las
ikastolas, las escuelas ilegales de aprendizaje de la lengua vasca, mien­
tras que el clero, que simpatizaba con su causa, aprovechaba las opor­
tunidades que ofrecía la relativa libertad en que se movía la Iglesia
p.ira promover la cultura vasca. Puede que estas cosas no fueran re­
conocidas como acción política por los partidos políticos de otros lu­
gares, pero el PNV siempre tuvo un concepto de la política que abar-
1. aba la vida social y cultural. Los militantes del PNV habían luchado
\ muerto por su causa en la guerra civil, cuando eso era lo indicado
V lo realista. En las diferentes circunstancias de los años 1950, cuan­
do la lucha armada ya no era posible, el PNV operaba de modo me­
nos espectacular, pero igualmente paciente y tenaz. Más aún: el Go­
bierno Autónomo seguía ejerciendo sus funciones en el exilio, pero
en estrecho contacto con el interior **. En opinión de los adeptos al
I’NV, el gobierno vasco no era una reliquia sino el legítimo repre­
sentante del pueblo vasco. Y no creían que este gobierno fuera ins­
trumento del PNV. Se había invitado a ciertas fuerzas políticas que
no habían existido en el momento de la guerra a formar parte de él.
El grupo Ekin, aunque no ponía en cuestión ni lo principios ni

Para los antecedentes de Txillardegi véase entrevista en Ibarzábal, }0 años...


' Entrevista del autor con Mikel Isasi, Bilbao, 14 marzo, 1980. Isasi era responsable
dr enlace de EGI, la organización de juventudes del partido, a fines de los años cincuenta.
'■ Entrevista del autor con José Joaquín Azurza Aristeguieta, San Sebastián, 18 mar­
zo 1980. Azurza Aristeguieta, uno de los miembros más distinguidos de la resistencia
vasca en los años cincuenta, sostenía que la falta de conocimiento de la historia recien­
t e de la resistencia vasca era indicio de la inmadurez de los fundadores de ETA.
En Tolosa, la emisora de radio de la iglesia emite tres veces a la semana en eus-
keia. «Escuela y academia de danzas vascas en Hernani», Alderdi (principal revista del
PNV), Documentos Y, vol. 1, p. 59.
«Reunión del Gobierno de Euskadi en Bayona», OPE, 23/3/59, en Documen-
K, vol. 1, p. 56.
36 John Sullivan

la tradición del PNV, era muy crítico en cuanto a su actuación en la


lucha contra la opresión de España. Sus críticas fueron expresadas
con gran eficacia por José Luis Alvarez Emparanza (Txillardegi), hijo
del dueño de una imprenta, que era la figura intelectual dominante
de Ekin. Txillardegi pensaba que la existencia del pueblo vasco esta­
ba amenazada, del mismo modo que lo había estado cuando Sabino
Arana había fundado el movimiento nacionalista. La respuesta del
PNV a dicha amenaza era del todo inadecuada. La participación en
actos culturales y la publicación de boletines donde se describía la
opresión que sufrían los vascos, no tenían el menor efecto en alejar
el peligro inmediato de extinción cultural. Para Txillardegi, la lengua
vasca era la clave para la supervivencia de los vascos como pueblo di­
ferenciado, y era necesaria y urgente una campaña para dar nueva
vida a la lengua. Txillardegi consideraba asombroso el que pudiera ha­
ber personas que se consideraran nacionalistas y que no hablaran, es­
tudiaran y propagaran la lengua vasca Asimismo, creía que el G o­
bierno Vasco en el exilio había pasado a ser una reliquia que repre­
sentaba a la generación derrotada en la guerra civil, pero no a los que
no tenían recuerdos de aquella lucha *°. De las doce personas que par­
ticiparon en los grupos de debate que decidieron la formación de
Ekin, sólo siete siguieron la iniciativa de crear una organización clan­
destina. La acción del grupo estaba limitada a debates, a la produc­
ción de material educativo basado en la teoría social católica y a la
publicación de todo tipo de escritos sobre la cultura vasca " . Ekin
se benefició del hermetismo cultural y social del País Vasco, que di­
ficultaba la vigilancia por parte de personas no vascas. El grupo pudo
expandirse gracias a sus contactos personales con personas de con­
fianza procedentes de medios cultural y étnicamente vascos. La tem­
poral reducción en la acción represiva hizo posible la labor de crear
un movimiento nacionalista, aunque la clandestinidad fue siempre
esencial.
Ekin gravitó, inevitablemente, hacia el PNV como medio de es­
capar a su aislamiento. N o existían, después de todo, diferencias po­
líticas claras entre los dos grupos. En 1956, con ocasión del Congre-

’ Txillardegi en Ibarzábal, 30 años...


La juventud vasca ante el 7 de octubre de 1961; /.uttk, n.' IS (C.atacas, sin fe­
cha). Txillardegi, De Santoña a Burgos (1971), insiste en la imalisl.icci<in de los fun­
dadores de Ekin ante la pasividad del PNV. Reproducido en Dmumniun Y, vol. 1,
pp. 21-23.
** Ekin sólo tenía dos células, una en Bilbao y la otra en San Sebasiian. l'.l PNV
se enteró de la existencia de Ekin cuando algunos miembros de m i s iiivemudes se afi­
liaron a él. Txillardegi en Ibarzábal, 50 años... Véase también enlievisia ion I xillar-
degi en Garai, septiembre, 1976.
El nacionalismo vasco radical 37

so Mundial Vasco, dos miembros de Ekin, José Manuel Aguirre y Be­


nito del Valle, fueron a París para hablar con José Antonio Aguirre,
jefe del gobierno vasco en el exilio. Se acordó la fusión de Ekin con
la organización de juventudes del PNV, EG, que adoptó las siglas
EGI Dicha fusión ofrecía evidentes beneficios a ambas partes. El
PNV iba a contar con un grupo cuyo nivel intelectual era mucho más
alto que el de los miembros de EG. Así pues, podría emplearse a los
militantes de Ekin para educar a los miembros de EG. Por otra par­
te, la fusión con EG (ahora EGI) permitió a Ekin el acceso a perso­
nas jóvenes, especialmente de los pueblos, y a círculos mucho más
amplios que los universitarios. Había otro aspecto en el que los dos
grupos eran complementarios: EG era combativa y prácticamente no
clandestina. Su nacionalismo era tradicional, emotivo y sencillo. Ekin
podía proporcionarle educación y base teórica
Pero pronto surgirían dificultades. Entre los miembros de Ekin
despertaba recelos el que EGI no fuera realmente una organización
clandestina. En su opinión se había convertido en un grupo mera­
mente folklórico tolerado por la policía Y los recelos no eran ex­
clusivos de uno de los lados. El PNV se había considerado siempre
como el verdadero partido del pueblo vasco, no como un partido
más. El que un grupo de estudiantes formara su propia organización
en lugar de incorporarse al PNV denunciaba una cierta arrogancia.
Las relaciones dentro de la organización unificada fueron tensas des­
A de el principio. Juan Ajuriaguerra, principal dirigente del PNV en el
t interior, era particularmente hostil al grupo Ekin. Según Txillardegi,
había declarado que el PNV no admitiría a Ekin, pero sí a aquellos
de sus miembros que considerara valiosos En años posteriores,
Ajuriaguerra expresaría su sorpresa ante el hecho de que una serie de
personas, a quienes él había considerado como intelectuales cautos,
llegaran abrazar la lucha armada Lo cierto es que pronto surgie­
ron tensiones entre ambas partes. Algunos líderes del PNV, como
Juan Ajuriaguerra y Mikel Isasi, creían que los dirigentes de Ekin pe­
caban de petulancia al menospreciar el historial combativo del
PNV mientras que los fundadores de Ekin insistían en la necesi­
dad de una resistencia más activa a la opresión española.
Txillardegi en Ibarzábal, SO años...
Entrevista con Julen Madariaga, miembro fundador de Ekin y ETA en Punto
y Hora, 18 a 24 de agosto, 1977.
«El grupo Ekin y los primeros pasos», por el miembro fundador de ETA Jon
Nicolás, en Documentos Y, vol. 1, pp. 25-32.
Txillardegi en Ibarzábal, SO años..., también «Testimonios personales», en IPES,
n.“l.
Entrevista con Ajuriaguerra en Ibarzábal, SO años..., pp. 339-345.
Entrevista del autor con Mikel Isasi (Bilbao, 14 marzo 1980).
38 John Sullivan

Las tensiones entre los dos grupos se agudizaron con las mutuas
acusaciones de ser agentes de los servicios de inteligencia de Estados
Unidos. En parte estas alegaciones eran consecuencia de la peculiar
estructura del PNV. Había dos grupos paralelos en el interior: la or­
ganización del PNV dirigida por Ajuriaguerra, y la de «Servicios»,
que estaba bajo control directo de José Antonio Aguirre, jefe del go­
bierno vasco en el exilio con sede en París La de «Servicios» era
una organización de inteligencia creada durante la Guerra Civil, que
se mantuvo activa durante la II Guerra Mundial para contribuir al
esfuerzo bélico de los aliados. Después de 1945, los «Servicios» con­
tinuaron operando en colaboración con el gobierno norteamericano.
La dependencia del PNV del apoyo americano era comprensible en
los primeros años del régimen franquista. El PNV era un partido con­
servador y católico, consagrado a la lucha por una democracia par­
lamentaria —similar en muchos aspectos a los partidos cristiano-de­
mócratas favorecidos por Estados Unidos en numerosos países euro­
peos— y Aguirre era un admirador de la sociedad y el gobierno nor­
teamericanos. Cuando las relaciones entre Estados Unidos y Rusia
empezaron a deteriorarse al finalizar la 11 Guerra Mundial, el PNV
apoyó a Estados Unidos. Los acuerdos entre los gobiernos español
y norteamericano crearon cierta tensión en aquella relación. En 1951,
cuando el PNV organizó una huelga general, que fue muy respalda­
da, se mantuvo informadas a las autoridades norteamericanas, como
se había hecho anteriormente en ocasiones similares. Ajuriaguerra te­
mía que, ahora que el gobierno de Estados Unidos consideraba a
Franco como aliado, la información que se diera a los americanos pu­
diera ser comunicada a las autoridades españolas. I'.n consecuencia,
creía que la lealtad del PNV a Estados Unidos era un error que po­
nía en peligro la segundad de todos los adversarios de I ranco
José Mitxelena, jefe de los «Servicios», disentía, y siguió operan­
do en estrecho contacto con el Departamento de Lsiailo. En su opi­
nión, aun cuando era lamentable que los aliados, y en especial Esta­
dos Unidos, no hubieran cumplido las promesas hechas a los vascos,
el enfrentamiento con Rusia hacía inevitable esta situación. Sin em­
bargo, si la guerra fría concluyera con la derrota de Rusia y la irn-
posición de la hegemonía norteamericana, los americanos no necesi­
tarían ya a Franco y podrían al fin cumplir sus compromisos. Por
consiguiente, era esencial mantener la cooperación con listados Uni­
dos. La lógica de esta estrategia llevó a Mitxelena a una actitud en-

Ajuriaguerra en Ibarzábal, 30 años... Para las sospechas tic A)un.iguen.i tic que
Ekin estaba manipulada por agencias de inteligencia nortcameric.m.is, vc.ise José María
Garmendia y Alberto Elordi, La resistencia vasca (San Sebasiiaii, pp. 3S3-264.
Eugenio Ibarzábal, «Así nació ETA», Muj^a, n." 1, jumo, lv/>)
El nacionalismo vasco radical 39

conadamente hostil hacia el ala izquierda y las tendencias más com­


bativas. Curiosamente, a la luz de la posterior evolución de ETA,
Ajuriaguerra sospechaba que el grupo Ekin estaba en contacto direc­
to con Mitxelena y el Departamento de Estado norteamericano. Txi-
llardegi por su parte, creía que el PNV estaba manipulado por
la C I A “ .
Dentro de EGI, el grupo Ekin defendía una política de liberación
mediante la lucha armada, algo no especialmente polémico en sí mis­
mo, teniendo en cuenta, sobre todo, que no iba acompañado de pro­
puestas para el inmediato lanzamiento a este tipo de acción. En efec­
to, la escisión del PNV que llevaría a la creación de ETA no se pro­
dujo por desacuerdos sobre la posible justificación de la lucha arma­
da, sino por incompatibilidad entre un grupo de activistas y un par­
tido que creía que el estímulo a fiestas populares y actos culturales
era en sí mismo una acción política directa. Las crecientes tensiones
entre las personas que procedían de Ekin y la dirección del PNV no
produjeron un debate político claro, ni posiciones nítidamente dife­
renciadas. En años posteriores, a los miembros de ETA les sería di­
fícil explicar por qué unos desacuerdos que no parecían ser funda-
rnentales habían producido una escisión ^ . Aunque las versiones de
ciertos fundadores de Ekin no hablaban de diferencias políticas esen­
ciales entre Ekin y el PNV, sí describían un clima de recelo en el que
se sospechaba que las personas de uno u otro lado actuaban como
agentes de los servicios de inteligencia norteamericanos. El creciente
antagonismo, manifestado de modo muy personal, hizo imposible la
colaboración en las secciones locales, que habían funcionado ante­
riormente como grupos de amigos. El hecho mismo de no existir una
clara división política que pudiera debatirse de modo racional, enra­
recía aún más la atmósfera. El suceso que de forma inmediata hizo

“ Ibíd.
Las diferentes versiones sobre los orígenes de ETA suscitaron una violenta po­
lémica entre algunos de los fundadores de ETA y el historiador, y miembro del PNV,
Eugenio Ibarzábal en 1979, Ibarzábal, «Así nació ETA», Muga, n.° 1, junio 1979. Car­
ta de Benito del Valle y Julen Aguirre, Punto y Hora, n.° 134, 27 julio 1979; la res­
puesta de Ibarzábal, Muga, n.° 2, septiembre 1979; y una carta de Benito del Valle y
J. Aguirre en Punto y Hora, n.*^ 150, 8 nov. 1979. La polémica tuvo un carácter ex­
traordinario en el sentido de que, pese a ser muy apasionada, no había discrepancias
sobre el relato de los hechos de Ibarzábal. Lo que provocó la indignación de los fun­
dadores de ETA fue que Ibarzábal presentaba la escisión de ETA como una revuelta
juvenil en el seno del PNV, mientras que ellos presentaban a ETA como continuación
de Ekm. ETA elaboró diversas versiones de sus orígenes en diferentes períodos de su
existencia. Una de ellas, en Kemen (vigor), boletín interno de ETA, de octubre de
1964, afirmaba que cuando se separaron ETA y EGI, los grupos locales tendieron a
Optar por uno u otro sobre una base colectiva más que individual.
40 John Sullivan

salir al grupo Ekin del PNV se produjo cuando Benito del Valle, uno
de los fundadores de Ekin, fue expulsado de EGI por el comité pro­
vincial del PNV en Vizcaya, alegando vagos motivos de presunta des­
lealtad. Su expulsión no necesariamente presagiaba una purga del gru­
po Ekin, dado que el PNV tenía una estructura federal que permitía
una considerable autonomía a las organizaciones provinciales del par­
tido. A pesar de ello, esta acción fue la culminación de un período
de antagonismo que convenció al grupo Ekin de que carecía de todo
futuro en el PNV, y que debía formar una organización independien­
te 22
Las posteriores declaraciones de algunos fundadores de ETA no
han llegado a aclarar los motivos de ruptura con el PNV. Julen Ma-
dariaga, por ejemplo, miembro fundador tanto de Ekin como de
ETA, criticaba el conservadurismo del PNV y su cantonalismo (la or­
ganización del partido se basaba en la autonomía provincial, en lugar
de contar con una estructura centralizada para todo Euskadi). Su des­
confianza quedó más tarde reforzada por su convicción de que, tras
la escisión, hubo miembros del PNV que revelaron a la polícia nom­
bres de afiliados a ETA Sin embargo, las razones específicas de
las divisiones apenas quedaron explicadas. En otra versión sobre los
orígenes de ETA publicada en 1969, Madariaga omitió del todo el
paso de Ekin por el PNV, diciendo simplemente que Ekin adoptó el
nombre de ETA en 1959 Txillardegi haría una vivida descripción
del clima de desconfianza entre Ekin y el PNV. En un momento
dado, fue acusado de ser agente de los «Servicios», pese a que, hasta
entonces, hubiera ignorado la existencia de dicha organización. Más
tarde, llegó a pensar que era bastante probable que los «Servicios» es­
tuvieran intentando provocar la desunión en el seno del movimiento
nacionalista^^. En un escrito elaborado en 1971 y destinado a una

Los miembros fundadores de ETA dan diferentes fechas para la creación de


ETA. Txillardegi daba el día de San Ignacio (31 de julio) de 1959. Ibarzábal, 50 años...
Jon Nicolás databa la fundación de ETA en 1958. Véase «Integración en Eusko Gas-
tedi 1956-1957» y «Nacimiento de ETA. 1958», ambos en Documentos Y, vol. 1, pp.
29-32. Julen Madariaga sostenía que ETA se fundó a comienzos de enero de 1959.
«N o hubo aniversario», Egin, 31 julio, 1984.
Un grupo de afiliados al PNV simpatizantes de ETA ofrecen una versión en la que
hacen responsable a los dirigentes de su propio partido de la escisión. Según ésta, los
hermanos Isidro y Telesforo Monzón realizaron grandes esfuerzos para mantener a
Ekin dentro del PNV./e/fefde en Documentos Y, vol. 3, pp. 117-120.
Julen Madariaga, Punto y Hora, 18-24 agosto 1977; Julen Madariaga, Punto y
Hora, 13-27 julio 1984.
Julen Madariaga, Lutte Revolutionnaire en Euskadi. Etat de Guerre Larvée,
Documentos Y, vol. 9, pp. 385-395.
Txillardegi en Ibarzábal, 50 años...
El nacionalismo vasco radical 41

nueva generación de miembros disidentes de EGI, Txillardegi se que­


jaba de las calumnias que Ajuriaguerra había dirigido contra ciertos
miembros de Ekin/EGI, acusándoles de ser comunistas, budistas y
contrabandistas, y de estar infiltrados por la policía. Txillardegi tam­
bién afirmaba que Ekin/EGI había empezado a ser socialista a partir
de 1956, lo cual, si era cierto, tuvo que haber creado roces con el con­
servador PNV Pero las declaraciones de esta organización no con­
firmaron en modo alguno las palabras de Txillardegi. Las autorida­
des del PNV, simpatizaran o no con el espíritu de ETA, alegaron que
no habían surgido desacuerdos políticos lo bastante fuertes como para
justificar la creación de una nueva organización. En efecto, la apari­
ción de la versión oficial del PNV sobre la fundación de ETA, lo atri­
buía a un conflicto generacional. Los jóvenes que habían creado ETA,
decía, estaban revelándose contra sus padres
En 1959 se le concedió escasa importancia a lo que se consideró
una escisión menor del PNV, que, a fines de los años cincuenta, pa­
recía ser una reliquia del pasado aún más que el PSOE, dado que en
la práctica su base social había llegado a un cierto entendimiento con
el franquismo. Gran parte de la oposición al régimen de Franco con­
sideraba al PNV como una supervivencia arcaica, incluso hasta los
años setenta, pero la emergencia de ETA de entre sus filas, y la pro­
pia recuperación del PNV tras la muerte de Franco, demostraron que
era una opinión errónea. El papel desempeñado por el PNV como
movimiento cultural, en lugar de actuar solamente como partido, jus­
tificaba su afirmación de haber realizado cuarenta años de resistencia
ejemplar al franquismo, mientras que sus críticos le acusaban de inac­
tividad. El PNV mantuvo una organización en Euskadi, aunque su
acción fuera más bien escasa después de las huelgas de 1951. El con­
texto de intensa actividad cultural en el que operaba, permitió la con­
tinuación de su existencia con un nivel de presencia política que ape­
nas habría sido suficiente para la supervivencia de la mayoría de los
partidos
Los miembros disidentes de Ekin/EGI mantuvieron durante al­
gún tiempo que ellos eran la verdadera EGI, pero finalmente deci­
dieron que necesitaban una identidad propia; así pues, ETA (Euska­
di ta Askatasuna) fue creada el día ele San Ignacio, 31 de julio de
1959 ETA tuvo que disputarle al PNV la lealtad de los miembros

Txillardegi, De Santoña a Burgos, Documentos Y, vol. 1, pp. 21-23.


Entrevista del autor con el señor Azurza, San Sebastián, 18 marzo 1980.
Para las primeras actividades culturales del PNV, véase Corcuera, Orígenes,
ideología y organización del nacionalismo vasco..., pp. 216, 423-4 y 466.
La elección del día de San Ignacio, fundador de los jesuítas y uno de los vascos
42 John Sullivan

de EGI. La gente tendía a optar por ETA o el PNV dependiendo de


su lugar de residencia, y de la decisión adoptada por otros miembros
de EGI de su localidad La tendencia de los grupos locales a adop­
tar posturas en común sería una constante a lo largo de la existencia
de ETA. Los motivos políticos de la división eran muy poco claros.
El grupo Ekin era más intelectual; PNV /EG I más emotivo, más nos­
tálgico. En las subsiguientes escisiones de ETA, sería la opción del
grupo de amigos, más que la convicción personal, la que determina­
ría las lealtades Esta adopción de postura en grupo en gran me­
dida estaba generada por la institución vasca de la cuadrilla, grupo
de amigos de aproximadamente la misma edad, que pasaban gran par­
te de su tiempo juntos, bebiendo en los bares, en comidas o en ex­
cursiones de escalada. En años posteriores, las cuadrillas serían mu­
chas veces intercambiables con los grupos etarras. Semejante entra­
mado social sería enormemente ventajoso para ETA, cuyos militan­
tes nunca serían simples individuos aislados. Por otra parte, la lealtad
a la cuadrilla hacía casi imposible un auténtico discernimiento polí­
tico, dado que no podía permitirse que las divisiones políticas rom­
pieran el grupo, cuyos miembros tendían a seguir la dirección de su
figura más dominante
Especialmente en los pueblos, amigos, vecinos o conocidos, que
poco entendían de la ideología de ETA, estaban dispuestos a apoyar
a miembros de ETA encarcelados o forzados al exilio. Por el contra­
rio, los miembros de organizaciones políticas «españolas», como el
PCE, se veían socialmente aislados e incluso marginados. La poste­
rior adopción de ETA de la ideología marxista, no llevaría a la ma­
yoría de los nacionalistas a considerar como desertores de la causa a
sus miembros. Un medio local en el que los miembros de ETA con­
taban con el apoyo y el respeto de toda una serie de personas de ideas
políticas y posiciones sociales diversas, no era propicio para el desa­
rrollo de ideas específicas y, como tales, creadoras de divisiones. En
las décadas de 1960 y 1970, años en que aumentó el número de par­
tidarios de ETA, el País Vasco se politizó fuertemente mientras que,
simultáneamente, el nivel real de conocimiento político seguía siendo
extremadamente bajo.

más ilustres, parecería indicar una cierta influencia religiosa. Sin embargo, véase
nota 22.
Entrevista del autor con Sabino Arana Bilbao, miembro fundador de ETA.
Vitoria, 16 marzo 1980.
Entrevista del autor con Patxo Unzueta, dirigente de ETA. Bilbao, 13 marzo
1980.
Entrevista del autor con Mario Onaindía, Vitoria, 26 marzo 1980. Onaindía fue
dirigente de ETA a fines de los años sesenta.
El nacionalismo vasco radical 43

Gran parte de la actividad de ETA consistía en la distribución de


insignias con la bandera vasca en fiestas populares y actos cultura­
les ETA, al igual que el PNV, contaba con una serie de ventajas
de las que no disponían la mayor parte de la oposición al franquis­
mo, tanto en el País Vasco como fuera de él. El mundo cultural de
la región vasca estaba cerrado a la policía y, en general, a la autori­
dad del Estado. ETA reclutó miembros entre los grupos de monta­
ñismo que constituían un rasgo popular de la vida vasca. Los actos
de tipo cultural y social vinculados a la Iglesia eran útiles como cam­
po de acción, como lo era el movimiento por la renovación del eus-
kera. Ante todo, el tupido entramado de las relaciones de parentesco
y los grupos de compañeros daban protección frente a los delatores
y la acción policial ^ . Las personas empeñadas en la reconstrucción
del partido socialista, el comunista, o cualquier otro grupo de iz­
quierdas, no tenían estas posibilidades. Los nacionalistas vascos se be­
neficiaron del descenso general de la represión en los años 50. De
modo específico, les favoreció la actitud algo más tolerante hacia la
lengua vasca, al ser autorizadas por el régimen una serie de revistas
en Euskera apadrinadas por la Iglesia Contrariamente a lo que sos­
tienen algunos nacionalistas, no se produjo nunca un intento serio de
prohibir el uso de la lengua hablada Esto habría sido inviable en
las zonas rurales donde algunas personas de edad apenas hablaban es­
pañol. Pese a todo, a ojos de los ideólogos del régimen, el euskera
era peligroso precisamente por ser el símbolo del nacionalismo. Has­
ta fines de los años cincuenta estuvieron prohibidos prácticamente
del todo las publicaciones periódicas en vasco, e incluso los nombres
vascos en bautismos o lápidas mortuorias En las escuelas de las zo­
nas vascoparlantes todas las clases eran en español, como lo habían
sido desde que existía la educación pública

Entrevista del autor con Sabino Arana, Vitoria, 16 marzo 1980.


Ibíd. Un hecho aplicable a toda la historia de ETA, especialmente en los pueblos.
El mercado para las revistas en vasco era limitado, debido a que la mayoría de
los vascoparlantes no sabían leer la lengua; véase Luis C. Núñez, Opresión y defensa
del euskera (San Sebastián, 1977), cap. 7, «Analfabetismo».
Entrevista del autor con el Sr. Azurza, San Sebastián, 18 marzo 1980. Azurza
declaró que cuando iba al colegio en San Sebastián, en los años cuarenta, había fran­
quistas civiles en la calle que le decían que no hablara vasco. Otras personas niegan
que esta clase de comportamiento fuera frecuente. Muchos carlistas del norte de Na­
varra y la Guipúzcoa rural eran vascoparlantes.
Aún en 1976 (es decir, después de la muerte de Franco) las autoridades inten­
taban impedir las inscripciones en vascuence en las lápidas mortuorias. Entrevista del
autor con Elizabete Bizkara, que actuó como abogada de una familia en uno de estos
casos. Bilbao, 14 marzo 1980.
Algunos nacionalistas vascos consideraban a los profesores «españoles» como
44 John Sullivan

La Iglesia fue el principal refugio de la cultura vasca, dado que el


clero que salía de las zonas rurales de Euskadi fue siempre un bas­
tión de sentimientos vasquistas. Por tanto, la jerarquía eclesiástica
nunca prestó apoyo a los intentos de obstaculizar el uso de la lengua
vasca, o de quebrantar las relaciones entre el clero y los fieles. Los
sacerdotes destinados a zonas predominantemente vascas no habrían
podido desempeñar sus labores pastorales adecuadamente de no ha­
ber hablado euskera. N o es de extrañar, pues, que la Iglesia fuera la
primera en aprovechar la disminución de la represión para publicar
revistas en vasco y emitir por la radio programas religiosos en eus­
kera La creación de escuelas en lengua vasca, que se inició a prin­
cipios de la década de 1950, se debió en gran medida al clero. Dichas
escuelas —las ikastolas— dejaron pronto de ser clandestinas, aunque
las autoridades siguieron hostigándolas, y en el movimiento que las
animaba participaron miles de personas. La renovación de la lengua
y la cultura vascas en los años setenta daría a ETA un terreno abo­
nado para su crecimiento. En mayo de 1960, 339 curas vascos firma­
ron una carta dirigida a sus obispos pidiendo apoyo para los dere­
chos del pueblo vasco En ningún otro punto de España mostró el
clero una oposición tan fuerte al régimen.
El impacto de ETA fuera de los círculos de simpatizantes del PNV
fue insignificante hasta el verano de 1961. Su acción siguió consis­
tiendo principalmente en asambleas de tipo educativo y cultural en
los medios relativamente reducidos del nacionalismo, y en la distri­
bución de banderitas vascas (ikurriñas) en actos culturales. Se repar­
tía también algo de propaganda, pero siempre con máximas precau­
ciones, pues el aceptar propaganda ilegal era algo que inquietaba in­
cluso a los más firmes nacionalistas Las principales publicaciones
de ETA en sus primeros años fueron documentos de Ekin, junto a
algunos escritos nuevos destinados a la formación interna

personalmente responsables de la opresión de los vascoparlantes. Sin embargo Sabino


Arana, fundador del nacionalismo vasco, observaba que existía una indiferencia gene­
ralizada hacia el aprendizaje del euskera, porque el español era la lengua de los nego­
cios y los profesionales. «Conócete a ti mismo», en Obras escogidas.
La agencia de prensa del Gobierno vasco en el exilio publicó una serie de tes­
timonios de emisiones en vasco de las estaciones de radio eclesiásticas. Por ejemplo,
OPE 10/3/63 en Documentos Y, vol. 2, p. 404.
«Escrito de los 339 sacerdotes vascos», Alberto de Onaindía (ed.). Ayer como
hoy (San Juan de Luz, 1975), pp. 227-243.
Entrevista del autor con Sabino Arana. Vitoria, 16 marzo 1980. Entrevista del
autor con Iñaki Sarasketa, San Sebastián, 26 marzo 1980.
La publicación más sustancial de ETA fue el Libro Blanco (sin fecha), un vo­
lumen de 150 páginas en el que se incluían medidas de seguridad, se trataba sobre la
El nacionalismo vasco radical 45

Esta situación empezó a cambiar en la primavera de 1961 con la


publicación de Zutik, que pasaría a ser la revista de ETA, de apari­
ción regular. La mayoría de sus números se reprodujeron, unas veces
en España y otras en Francia, y se organizó una compleja red para
su distribución. En adelante, Zutik sería el principal órgano de ex­
presión de ETA, y sus páginas reflejaban las tendencias y disensiones
internas de ETA. En los primeros números de Zutik no se advierten
divergencias claras con el PNV. En abril de 1961 la revista estuvo
prácticamente dedicada a una piadosa relación de las ideas sociales de
José Antonio Aguirre en conmemoración de su muerte Una ex­
posición igualmente respetuosa de la vida de Jesús María Leizaola,
que había sucedido a Aguirre como jefe del gobierno vasco, fue pu­
blicada en la edición venezolana de Zutik, que desde 1960 publicaba
un grupo de exilados Txillardegi, asistido por otros fundadores de
ETA, como Xavier Imaz, fue la influencia dominante en estos pri­
meros años de Zutik.
Es disculpable que el PNV considerara a ETA como un movi­
miento juvenil lleno de impaciencia, carente de un fundamento sóli­
do para escindirse de la organización madre. Habrían hecho falta ex­
traordinarios poderes de predicción para prever que aquellos devo­
tos nacionalistas conservadores fueran a convertirse en un grupo que
se declararía marxista-leninista y practicaría la lucha armada. Acaso
la expresión más clara de la ideología de la primera ETA sea el dis­
curso pronunciado por Txillardegi en París en 1961, donde pidió la
formación de un frente nacional de todos los elementos patrióticos.
Era necesario, declaró, que los mayores comprendieran que los jó­
venes tenían que estar representados, y que la resistencia vasca toma­
ra conciencia de que el mundo había cambiado desde la derrota de
1937 El discurso de Txillardegi confirmó, en cierta medida, la con­
vicción del PNV de que ETA era producto de una diferencia gene­
racional (aunque Txillardegi tenía entonces 30 años). Por consiguien­
te, el PNV podría haber conservado la lealtad de ETA adoptando
una actitud más conciliatoria. Pero al PNV le habría resultado difícil
aceptar explícitamente la necesidad de un frente nacional unido, pues­
to que el gobierno vasco en el exilio creía estar cumpliendo las fun-

religión, se daba una descripción de las luchas nacionalistas en Israel, Túnez e Irlanda,
y se examinaba el movimiento comunista. La versión que ofrecía este libro del movi­
miento comunista era a un tiempo de censura, y fascinación por sus métodos de or­
ganización {Libro Blanco, pp. 23-24). Esta obra está totalmente reproducida en Do­
cumentos Y, vol. 1, pp. 151-298.
«José Antonio Aguirre y lo social», Zutik, abril 1961.
«Leizaola: hombre del destino», Zutik (Caracas), n.° 12, sin fecha.
«La juventud vasca ante el 7 de octubre», Zutik, n.“ 15 (Caracas, sin fecha). ,
46 John Sullivan

cienes que Txillardegi había postulado para dicho frente. El PNV es­
taba dispuesto a admitir que habían aparecido nuevas fuerzas desde
la forzada salida ai exilio del gobierno vasco. Sin embargo, seguía in­
sistiendo en que estas fuerzas debían procurar su incorporación al go­
bierno legítimo, pese a que en 1961 este organismo presentaba el as­
pecto de una reliquia fantasmal de un pasado casi olvidado, casi tan
absurdo como el gobierno republicano español en el exilio. N o tenía
atractivo para las personas jóvenes, especialmente tras la muerte del
Lendakari (presidente) Aguirre en 1960. Aguirre era una figura carismá-
tica, y su muerte dejó un vacío que no era posible llenar con facilidad.
Aparte de su activismo, era poco lo que diferenciaba a ETA de
su organización madre durante los dos primeros años de su existen­
cia independiente; y el radicalismo de sus publicaciones no iba más
allá de proponer medidas de corte cristiano-demócrata, como eran el
salario mínimo y subvenciones familiares. El panegírico de Aguirre
publicado en Zutik, puso de manifiesto que este tipo de ideas eran
compartidas por ambas organizaciones. Y tampoco la índole de las
acciones de ETA difería de las del PNV, pues ambos se dedicaban a
las pintadas y a la mutilación de los monumentos que conmemora­
ban la victoria de Franco en la guerra civil. El compromiso de ETA
con la lucha armada no tuvo consecuencias prácticas hasta julio de
1961, cuando intentó hacer descarrilar un tren que transportaba ve­
teranos de la guerra civil a un acto multitudinario para celebrar el 25
aniversario del alzamiento de Franco. Esta proeza, la primera en ga­
nar a ETA la atención pública, fue desastrosa para la estructura de la
organización. Gran cantidad de personas fueron detenidas, y muchas
otras escaparon a Francia. Aunque en teoría ETA había adopado un
tipo de organización más cerrada que la de EGI o el PNV, no estaba
preparada para una represión que la dejaría paralizada y desmantela­
da. La decisión de hacer descarrilar el tren había sido de Julen Ma-
dariaga, dado que ETA no contaba con una estructura organizativa
que permitiera la toma de semejante decisión de modo colectivo
Exhibiendo una pauta que se repetiría a lo largo de la historia de
ETA, una acción de tipo militar tendría consecuencias desastrosas
para los miembros dedicados a la propaganda o a labores culturales
y educativas. El replanteamiento que se hizo necesario ante la inten­
sificación represiva alteraría, a su vez, las ideas políticas de ETA.
Es posible hacerse una idea de la composición social de ETA a
partir de la descripción de las personas entonces procesadas. Los de­
tenidos eran predominantemente jóvenes, varones en su inmensa ma-

Entrevista del autor con Ildefonso Iriarte Otermin, uno de los detenidos a raíz
del atentado contra el tren, San Sebastián, 14 julio 1980. «Spain», en New statesman,
3 noviembre 1961.
I vi nacionalismo vasco radical 47

yoría, y oriundos principalmente de Guipúzcoa y Vizcaya. Sus ape­


llidos eran generalmente vascos, aunque eran corrientes los apellidos
mixtos vasco-españoles, y tenían por lo general ocupaciones de clase
media baja. El cuadro que surge del militante medio de ETA, según
las características de los detenidos, es la de un joven, de familia na­
cionalista, étnicamente vasco aunque no siempre de modo exclusivo,
sin formación universitaria pero con algún empleo especializado en
la industria o el comercio Este tipo de contexto era algo más mo­
desto que el de los fundadores de ETA. El cuadro general del mili­
tante medio de ETA siguió siendo extraordinariamente constante a
lo largo de los años. Además de la conmoción que significó el que la
policía desmantelara su organización, los refugiados de ETA, al lle-

r:ar a Francia, tenían que enfrentarse a la hostilidad del PNV. Pese a


os resquemores creados por la escisión de EGI, la mayoría de los
miembros de ETA se habían considerado parte de la familia nacio­
nalista. Ante la hostil recepción de que fueron objeto, los refugiados
en Francia comprendieron que ETA tenía que adoptar una nueva
orientación.
Se iniciaron los preparativos para la I Asamblea de ETA, que se
celebraría en mayo de 1962 en una abadía benedictina del país vas­
co-francés El hecho de que ETA hubiera existido durante casi tres
años sin celebrar un solo congreso no sólo indicaba una cierta debi­
lidad en la organización, sino la falta de una demarcación clara res­
pecto al PNV en particular, y a toda la comunidad étnica vasca en
general. Hasta su I Asamblea ETA careció de una estructura defini­
da, y las acciones de sus miembros no se diferenciaron claramente de
las de otros nacionalistas vascos; hacían propaganda cuando partici­
paban en actos culturales vascos, del mismo modo que otros nacio­
nalistas que no tenían relación alguna con ETA La represión que
siguió al intento de descarrilamiento demostró las deficiencias de una
organización laxa. La mayor parte de las personas detenidas a raíz
del atentado al tren no tomaron parte en la reconstrucción de ETA.
Los sentenciados a largos períodos de encarcelamiento comprobaron,
al ser liberados, que ETA se había convertido en una organización
muy diferente de aquella a la que ellos se habían afiliado ^ . Los más
importantes logros de la I Asamblea fueron la adopción de una De-

Véase 7.utik (Caracas) (sin fecha), para los detalles sobre los acusados de impli­
cación en el atentado contra el tren. Al parecer, la profesión más frecuente entre los
presos era la de «perito industrial».
■*** Jon Nicolás, «Notas a la primera Asamblea», Documentos Y, vol. 1, pp.
522-523.
Entrevista del autor con Sabino Arana, Vitoria, 16 marzo 1980.
Entrevista del autor con Ildefonso Iriarte Otermin, San Sebastián, 24 julio 1980. i
50 John Sullivan

vez respetados Esta formulación, que era probablemente la más


generalmente aceptada en ETA, era profundamente ambigua. Podía
significar tanto que el inmigrante debía ser simplemente tolerante con
una lengua y unas costumbres que le eran extrañas, como que se le
exigía que aprendiera dicha lengua y adoptara aquellas costumbres.
Posteriormente, en aquel mismo año, un artículo de Zutik, «Carta a
un coreano», adoptaba una actitud claramente positiva hacia los in­
migrantes: reconocía que la inmigración era un fenómeno generali­
zado en el mundo entero, y no consecuencia de una conspiración
franquista, como pensaban muchos nacionalistas Mantenía que se
debía aceptar a los inmigrantes y que éstos debían unirse con los ét­
nicamente vascos en su lucha por la liberación. En abstracto, esta pos­
tura no entraba en conflicto directo con la del PNV, dado que la ba­
talla por una Euskadi racialmente pura ya se había perdido hacía mu­
cho tiempo. Pero en la práctica, ambas organizaciones ponían el én­
fasis en aspectos distintos. Los simpatizantes de PNV no aceptaban
que la población nativa fuera responsable en modo alguno de que los
inmigrantes rechazaran el nacionalismo. En efecto, para muchos
adeptos al PNV todo profesor o funcionario «español» era un agente
enemigo
En la práctica, el PNV era bastante más flexible de lo que algunas
de sus declaraciones más chauvinistas hacían pensar, como demos-
trataba el origen «español» de algunos de sus afiliados. El PNV no
era racista en el sentido estricto de la palabra, pero tampoco acogía
bien a los inmigrantes de clase obrera. Su incapacidad para conseguir
la integración de los inmigrantes era parcialmente consecuencia de
una situación social, en la que el esnobismo típico de la clase media
y las ideas racistas operaban en la misma medida en la conformación
de las actitudes de sus miembros. Posteriormente, el PNV captaría
el apoyo de una gran parte de la clase media étnicamente no vasca.
Además, la fuerte implantación del PNV en toda acción de tipo
folklórico o cultural, que tanta flexibilidad le daba, no era un méto­
do eficaz para integrar a personas no familiarizadas con la cultura
vasca.
ETA, como fenómeno moderno, se vio casi forzada a tomar una
«El problema de la inmigración», en Zutik, n.° 11, abril 1963.
«Carta a un coreano», en Zutik, n.° 12 (sin fecha). En Coreano se describían
los supuestos rasgos físicos de los inmigrantes como menudos, delgados y amarillen­
tos, en particular si eran extremeños o andaluces.
En «Carta a un coreano», en Gudari, n.° 20, 1963, revista de Eusko Gaztedi,
se adoptaba un tono claramente amenazador contra estos españoles, a los que consi­
deraban enemigos. Entre ellos figuraban los funcionarios del Estado, los profesores de
los centros educativos privados, e incluso los miembros de las órdenes religiosas. Do­
cumentos Y, vol. 2, p. 174.
El nacionalismo vasco radical 51

actitud más comprensiva que la del PNV hacia los inmigrantes, aun­
que ello la expusiera a la acusación de haberse «españolizado». En la
cuestión, relacionada con la anterior, de qué actitud adopar ante las
fuerzas políticas «españolas», ETA era más papista que el Papa. Con­
denaba al PNV por haber luchado fuera de Euskadi en 1937, por ha­
ber colaborado en el gobierno republicano español al lado de comu­
nistas, por haber realizado pactos con partidos políticos «españoles».
ETA declaraba, por el contrario, que no quería saber nada de acuer­
dos como el de Bayona, firmado por el PNV junto a partidos «es­
pañoles» en 1945, por el ^ e se aceptó la autonomía vasca en lugar
de la total independencia Entre las diferencias que seguirían sur­
giendo entre ETA y el PNV figuraría el rechazo tanto del racismo
del PNV, como de su énfasis en lo folklórico y su disposición a acep­
tar la autonomía dentro del Estado español. Diferencias de esta ín­
dole habían producido en 1938 la formación de ANV, de tendencia
modernizadora, y del grupo intransigente Yagi Yagi ETA iba a in­
sistir en ambos tipos de crítica, en última instancia incompatibles, al
PNV, desde una misma organización.
La renovada oposición del movimiento obrero al régimen fran­
quista despertó escaso interés en el seno de ETA durante varios
años ETA defendía, claro está, el derecho de los trabajadores a for­
mar sindicatos, pero no consideraba a la clase obrera como agente cla­
ve del cambio. Tampoco la izquierda «española» vio a la primera ETA
como aliado potencial, pues entre los obreros de Bilbao y otros cen­
tros industriales no despertaban gran interés las actividades de jóve­
nes nacionalistas radicales, algo realmente poco sorprendente a la vis­
ta del conflicto histórico entre nacionalismo y socialismo. La hosti­
lidad hacia el movimiento obrero «español» había constituido uno de
los rasgos más visibles del PNV a lo largo de toda su existencia, y el
Partido Socialista, y en menor medida el Comunista, siempre habían
considerado a los nacionalistas vascos como enemigos. Su pasajera co­
laboración durante la guerra civil no constituyó en modo alguno la
base de una alianza permanente. La propaganda de las fuerzas nacio­
nales españolas, durante y después de la guerra civil, decía estar lu­
chando contra el «separatismo rojo». Lo cierto era que «rojos» y «se­
paratistas» eran dos fuerzas distintas en el País Vasco, con diferentes

«A todos los vascos de buena fe». Hoja suplementaria de Zutik, n." 10, abril
1964. Lo que provocó la indignación de ETA fue la insinuación de que se hubiera alia­
do a los comunistas.
Véase Capítulo 1, p. 27.
Para un análisis del crecimiento de la oposición al régimen en los años cincuen­
ta y principios de los sesenta, véase Luis Ramírez (Luciano Rincón), Nuestros prime­
ros veinticinco años (París, 1964), passim.
52 John Sullivan

bases sociales y étnicas. Si la recuperación de la oposición «roja» al


régimen, manifestada en la ola de huelgas de 1962, no tuvo en un prin­
cipio gran efecto sobre ETA, esta situación cambiaría pronto. La sa­
lida de ETA de la organización del PNV, hizo a aquella más recep­
tiva a lo que ocurría fuera de la comunidad nacionalista tradicional.
Pese a todo, para una organización con sus orígenes en el conserva­
dor y anti-socialista PNV no era tarea fácil pasar al campo socialista.
El puente hacia posiciones socialistas surgiría de las luchas anti-co-
lonialistas de la época, en particular Argelia y Cuba.
Este tipo de luchas, donde aparentemente se unían socialismo y
nacionalismo, pareció durante algún tiempo la superación de la tra­
dicional división entre nacionalistas y socialistas. Prácticamente toda
ETA apoyó a Fidel Castro con entusiasmo, y más tarde a los líde­
res del EN E vietnamita, pero la síntesis de nacionalismo y socialis­
mo, que en principio podía proporcionar a ETA una teoría unifi-
cadora, no duró mucho tiempo. Para algunos miembros de ETA, la
identificación con las luchas del Tercer Mundo significaba aceptar la
idea de que Euskadi era una colonia y que la vía hacia la liberación
nacional estaba en la lucha guerrillera, fundándose en los modelos ar­
gelino, cubano o vietnamita. Otros de sus miembros comprendían
que el País Vasco, una de las zonas más industrializadas de España,
guardaba escaso parecido con el Tercer Mundo. Estos últimos em­
pezaron a sentirse atraídos hacia una perspectiva socialista con base
en la clase obrera, que en Euskadi estaba principalmente compuesta
por inmigrantes, o sus hijos, uno de los sectores menos nacionalistas
de la población.
En los años que siguieron a la I Asamblea, ETA intentó la re­
conciliación de diferentes estrategias. Su revista, Zutik, publicó artí­
culos en los que se alababa el patriotismo tradicional vasco ^°, y otros
en defensa de la revolución cubana. Con el tiempo, ETA sufriría la
división entre, por una parte, los que querían una estrategia marxista
basada en la clase obrera, incluidos los inmigrantes y, por otra,
una coalición de defensores de la estrategia guerrillera tercermundis-
ta junto a los que, como Txillardegi, mantenían el tradicional recha­
zo nacionalista de todo lo español. Las bases de la estrategia guerri­
llera las iba a proporcionar el libro Vasconia, escrito por Federico
Krutwig, bajo el seudónimo de Fernando Sarrailh de Ilhartza. Vas-

«La única patria de los vascos es Euskadi», Zutik, (Caracas), n.® 32, agosto 1960.
«Héroes y traidores», Zutik, Aberri Eguna, 1963. «El sentimiento de nacionalidad»,
Zutik (Caracas), n ° 16, 1961.
La adopción de ideas socialistas está relatada en Iñaki Goitia, «Algunas preci­
siones sobre Euskadi», Ruedo Ibérico, n.® 25, junio-julio 1970.
El nacionalismo vasco radical 53

conia, publicado en Buenos Aires en 1962 fue importante tanto


por su contenido como por la impresión que produjo en ETA y en
otras personas, pese a que su volumen (638 páginas en letra pequeña)
debió reducir el número de sus lectores. Su importancia para ETA
residía en su intento de proporcionar una teoría del nacionalismo vas­
co que pudiera adecuarse al mundo contemporáneo, y en especial una
estrategia guerrillera inspirada en las experiencias de los movimien­
tos de liberación tercermundista. La primera noticia que tuvo ETA
de Vasconia fue a través de las denuncias del libro en la prensa espa­
ñola de derechas, que presentó a su autor como uno de los principa­
les teóricos de ETA, una falsa acusación que sería más adelante ver­
dadera La extrema violencia del lenguaje de Krutwig hacía del li­
bro un fácil blanco de ataque, como también sus conceptos racistas,
que recordaban las ideas de Sabino Arana. La prensa del PNV res­
pondió con indignación a Vasconia, y a las afirmaciones de los pe­
riódicos de que ETA seguía siendo una rama del PNV y que el libro
de Krutwig expresaba las ideas del partido. En un artículo aparecido
en Alderdi, revista del PNV, y en una declaración del comité provin­
cial del partido en Guipúzcoa, se atacó a Vasconia y a su autor, acu­
sándole de ser un cobarde sin otro objeto que el descrédito del PNV.
Además, en la declaración se protestaba de que, aún diciéndose de­
fensor de la raza vasca, Krutwig no tuviera una sola gota de sangre
vasca en sus venas
La observación aparecida en Alderdi sobre el origen no vasco de
Krutwig era cierta, pues éste, aunque nacido en Vizcaya en 1922, te­
nía antepasados italianos y alemanes. Pese a sentirse fascinado por
ideas raciales su verdadera preocupación era la lengua. Había sido
miembro de Euzkalzaindia (la Academia de la Lengua Vasca) en Viz­
caya de 1942 a 1953, donde trabajó en la creación de una lengua li­
teraria unificada que reemplazara a los diversos dialectos vascos
Se había exilado en 1953, a raíz de un discurso en el que atacó vio­
lentamente al clero vasco por no predicar en euskera. La creencia de
Krutwig en la función clave de la lengua formaría la base de su alian­
za con Txillardegi, que había sostenido opiniones similares desde la
“ Fernando Sarrailh de Ilhartza, Vasconia, passim.
«ETA, organización terrorista vasca: los delirios del separatismo», El Español,
22 febrero 1964. La Voz de España, San Sebastián, 12 febrero 1964.
« “La Voz de España” y el Requeté faltan a la verdad». Declaración del Gui-
puzko Buru Batzar en Documentos Y, vol. 3, pp. 117-120; «Aclarando confusiones»,
Alderdi, marzo 1964 y Documentos Y, vol. 3, pp. 114-115.
Krutwig sostenía que en la futura Euskadi independiente debían estar prohibi­
dos los mestizajes con africanos y semi-africanos. Vasconia, p. 322.
“ «Ayer y hoy» de Federico Krutwig, entrevista en Muga, n.° 2, septiembre 1979,
p. 51.
54 John Sullivan

fundación de Ekin. La primera reacción de ETA a Vasconia, aunque


no tan hostil como la del PNV, no fue muy entusiasta. En una crí­
tica del libro, Txillardegi celebraba su aparición, pero se mostraba
contrario a la virulencia de sus críticas al PNV
La influencia que sobre ETA ejerció Vasconia se hizo patente en
la publicación de un folleto. Insurrección en Euskadi, escrito por Julen
Madariaga, en 1963 y publicadó un año después en Bayona Insurrec­
ción en Euskadi era en gran medida una condensación de aquellas par­
tes del libro de Krutwig donde se trataba la lucha armada. En Vas­
conia se sostenía que Euskadi estaba más oprimida que las colonias
sometidas al imperialismo europeo y que la única manera de lo­
grar la independencia era mediante una guerra de liberación nacio­
nal, empezando con pequeñas acciones guerrilleras Krutwig ex­
traía estas conclusiones de su análisis de las luchas anticolonialistas
que siguieron a la II Guerra Mundial, en especial la argelina. N o pre­
tendía que la guerra de liberación tomara en Euskadi la misma forma
que en Africa o Asia, dado que los niveles mucho más altos de pro­
fesionalismo y educación de la población de Euskadi hacía mucho
más difícil a las fuerzas de ocupación el imponer medidas represi­
vas Se advertían también otras diferencias, como eran el alto gra­
do de industrialización y el volumen del tráfico por carretera. Con
todo, el proceso de la lucha de liberación se consideraba esencialmen­
te igual al que, en opinión de Krutwig, se había producido en Argelia.
La contribución más perdurable de Krutwig a la estrategia de ETA
sería su teoría sobre la espiral acción/represión/acción. Según esta
teoría, cuando se respondía con la opresión a la protesta popular con­
tra la injusticia, las fuerzas revolucionarias debían actuar para casti­
gar a los opresores. Las fuerzas de ocupación replicarían con violen­
cia indiscriminada, puesto que ignoraban la identidad de los revolu­
cionarios. Ello a su vez crearía mayor indignación entre la población,
que reaccionaría con una escalada de la protesta y del apoyo a la re­
sistencia en una espiral ascendente de oposición a la clictadura im­
puesta por las fuerzas de ocupación. Los ejemplos que daba Krutwig
del tipo de acciones que debía emprender la resistencia eran a un tiem­
po vivos y brutales. Insistía en que sería necesario emplear la tortura

«Vasconia», J. L. Alvarez Emparanza (Txillardegi), Zutik, n.° 16 (sin fecha). En


«A todos los vascos de buena fe», Hoja suplementaria de «Zutik», n." 10, abril 1964.
ETA rechazó con indignación la insinuación de que el autor de Vasconia fuera miem­
bro de ETA en Documentos Y, vol. 2, p. 334.
K. de Zumbeltz, L a insurrección en Euskadi (Bayona, 194), passim.
Vasconia, p. 296.
Vasconia, pp. 392-336 y 340.
Vasconia, p. 337.
El nacionalismo vasco radical 55

contra los torturadores de las fuerzas de ocupación Habría que


matar a los familiares de los torturadores, y utilizar el terrorismo con­
tra la policía y los administradores del Estado opresor. Y la guerra
no debía confinarse a las fronteras de la nación. Habría que secues­
trar o matar a los familiares del personal diplomático y volar los bar­
cos de pasajeros. Debía castigarse a Estados Unidos por su apoyo a
la dictadura española; había que asesinar a los soldados norteameri­
canos. Nada importaba que el yanki en particular fuera o no culpa­
ble, puesto que Estados Unidos era aliado del opresor
Junto a la intensificación de la lucha armada se desarrollaría un
sistema de administración paralelo, que se haría cargo gradualmente
de las funciones de la potencia colonial. El alto nivel de instrucción
de Euskadi haría que la creación de una administración paralela fuera
mucho más fácil que en otros países colonizados. Una vez lograda la
independencia, habría que expulsar a la antigua administración colo­
nial. Krutwig advertía que, al ir desarrollándose un sistema de poder
dual, era probable que el gobierno español aceptaría negociar. De
ocurrir esto, era esencial que los revolucionarios se guardaran de ce­
der al cansancio que la violencia produciría en el conjunto de la po­
blación. Todo lo que no fuera la independencia total era inaceptable.
Los inmigrantes españoles que desearan integrarse en la sociedad vas­
ca serían acogidos en la nueva Euskadi independiente, pero los que
no estuvieran dispuestos a hacerlo serían expulsados Las ideas de
Krutwig sobre la futura organización de la sociedad vasca tendrían
menor influencia en ETA que su teoría de la lucha armada. Según él,
en el País Vasco seguía viva la memoria del comunismo primitivo
que, decía, había existido allí en el pasado. Dicha tradición facilitaría
la introducción de un sistema comunista, en el que las actividades in­
dustriales y agrícolas se unirían en empresas comunales España

a uedaría en una situación desastrosa tras la independencia de Euska-


i y Cataluña, pero ello no concernía a los vascos
El folleto de Madariaga era menos ambicioso que Vasconia. Su
autor se centraba en el tema de la lucha guerrillera en lugar de las cues­
tiones históricas y filosóficas que trataba Krutwig. Madariaga reiteraba
la teoría de Krutwig sobre acción/represión/acción. La acción gue­
rrillera, sostenía, haría que las fuerzas enemigas descargaran su ira cie­
gamente contra un enemigo al que no podían identificar. En estas
condiciones, era seguro que cometerían atrocidades y atacarían a per-

Vasconia, p. 339.
Vasconia, p. 340.
Vasconia, p. 382.
” Vasconia, pp. 375-376.
Vasconia, pp. 381-382.
56 John Sullivan

sonas inocentes. La población en general, pasiva hasta ese momento,


tomaría represalias apoyando a las fuerzas armadas de resistencia. Mada-
riaga consideraba que el objetivo de la guerrilla debía ser crear el caos
y destruir la legitimidad del opresor, más que la expulsión física de
Euskadi de las tropas enemigas. Admitía que, dado que Euskadi es­
taba industrializada, la guerrilla urbana sería más importante que la
lucha en el campo, y repetía el precepto de Krutwig sobre la necesi­
dad de crear un sistema de administración paralelo Zabilde pen­
saba, al igual que Krutwig, que el alto nivel de educación de Euskadi
y la existencia de un gran número de personas con experiencia admi­
nistrativa, haría esta labor mucho más viable que en los países sub­
desarrollados En las últimas etapas de la guerra revolucionaria, las
guerrillas probablemente controlarían grandes sectores del país y, por
consiguiente, decía, cuando se lograra la independencia, la adminis­
tración paralela secreta estaría dispuesta para empezar a funcionar sin
apenas interrupción. La posible escasez de funcionarios se soluciona­
ría con el regreso de vascos de sólida formación a la sazón fuera de
España
Madariaga, al igual que Krutwig, mezclaba amplios conceptos estra­
tégicos con instrucciones pormenorizadas sobre los mejores métodos
para el ataque armado. La mejor hora sería hacia medianoche; los gue­
rrilleros debían atacar a cubierto de la noche y, así, tendrían hasta el
amanecer para escapar ®°. En ocasiones, los atacantes debían aterro­
rizar al enemigo con gritos, mientras que en otras debían actuar en
completo silencio. Unas veces habría que sorprender al enemigo vis­
tiéndose con sus propios uniformes, y abriendo después fuego a que­
marropa. En situación de marcha no se podría fumar, ni hablar, ni
llevar luces Las tesis de Madariaga fueron adoptadas como política
de ETA en la Tercera Asamblea, que se celebró en abril y mayo de
1964. Pero las ideas allí expuestas guardaban escasa relación con las
pintadas y la cauta agitación que entonces constituían las acciones de
ETA. El intento de descarrilamiento del tren en julio de 1961 seguía
siendo la acción más espectacular de la organización. ETA no dispo­
nía de los necesarios recursos, entrenamiento, y armas para siquiera
iniciar el tipo de campana que recomendaban Krutwig y Madariaga. El
primer robo a mano armada, realizado en septiembre de 1965, fraca­
só y produjo el arresto de Zalbide, principal figura de la Oficina Po-

L a insurrección en Euskadi, pp. 30-32.


Ibíd.
Ibíd.
Ibíd., p. 41.
Ibíd.
El nacionalismo vasco radical 57
f
lítica de la IV Asamblea Las circunstancias que finalmente iban a
desatar el comienzo de la lucha armada, poco tendrían que ver con
las teorías de Krutwig.
Uno de los cambios organizativos importantes iniciados tras la
Primera Asamblea de ETA fue la creación de liberados, activistas que
vivían en la clandestinidad y dedicaban todas sus energías a la orga­
nización Este hecho incrementó considerablemente las necesida­
des de dinero de ETA, a las que había que añadir la publicación re­
gular de Zutik, cuya elaboración y distribución pasó a ser la activi­
r> dad central de ETA. Las aportaciones económicas de sus miembros
eran ya insuficientes para cubrir las crecientes necesidades de la or­
ganización. La fuente financiera más evidente eran las contribuciones
voluntarias de los simpatizantes nacionalistas, que podían prestar
ayuda económica a ETÁ sin compartir necesariamente sus opiniones,
o siquiera comprender su alcance. Dichas contribuciones fueron en
un principio totalmente voluntarias, pero empezó a configurarse un
elemento de coacción.
En septiembre de 1964, ETA anunció que, puesto que todos los
vascos tenían la obligación legal y moral de apoyar la resistencia con­
tra el opresor, ETA impondría el cumplimiento forzoso de dicha obli­
gación, igual que los gobiernos de países independientes imponían a
sus ciudadanos el pago de impuestos Sin embargo, ETA carecía
en 1964 de la infraestructura, y acaso de la voluntad, para imponer
una contribución a sus fondos sistemática y forzosa, aunque se pro­
dujeron incidentes específicos de presión sobre ciertas personas para
obligarles a donar dinero Por ejemplo, en noviembre de 1964,
ETA respondió a las alegaciones de un prominente miembro del PNV
exilado, Ramón de la Sota, en el sentido de que aquella había inten­
tado extorsionarle económicamente, acusación que había provocado
la expulsión de importantes miembros de ETA del país vasco-fran­
cés. Según ésta, no había habido intento de extorsión. En un princi­
pio, de la Sota se había ofrecido a dar dinero a ETA, y había expre­
sado su deseo de que se aceptara a sus hijos como miembros. Su re­
pentino cambio de actitud era el motivo del enfrentamiento. Como
consecuencia de las declaraciones de Sota, Txillardegi, Julen Mada­
riaga y Benito del Valle fueron expulsados del país vasco-francés. En

Véase Zutik, n." 34, septiembre 1965, para una descripción de la vida y el ca­
rácter de Zabilde.
Entrevista del autor con Sabino Arana, Vitoria, 16 marzo 1980.
«Dinero, dinero y más dinero», Zutik Berriak, septiembre 1964.
«Carta a Iñaki», Zutik, n.°22 (sin fecha, 1964), describe la disputa con una per­
sona reacia a contribuir.
« “Patriota” desenmascarado», Zutik. Boletín de noticias, 30-XI-64.

\
60 John Sullivan

pañol, la lengua del grupo al que iba dirigido. La ideología de ETA


no proporcionaba una estrategia clara para este tipo de lucha, un fa­
llo que la situaba en posición de desventaja ante la competencia del
PCE e incluso de Euskadiko Sozialisten Batasuna (ESBA), sección
vasca del FLP. ETA halló la teoría que necesitaba en los escritos de
la Nueva Izquierda europea, especialmente en los de André Gorz, Le-
lio Basso, Ernest Mandel y Serge Mallet. Todos estos escritores bus­
caban el modo de reanimar el movimiento obrero, sacándole de la pa­
sividad originada por el prolongado boom posterior a la II Guerra
Mundial, mediante una campaña en pro de reformas radicales o es­
tructurales, frente a las meras exigencias salariales. Esta campaña por
una reforma radical tenía como objeto evitar, por un lado, el peligro
de incorporación al sistema capitalista que producía la práctica orto­
doxia socialdemócrata, y, por otro, el utopismo de las aspiraciones a
tomar el poder.
Semejante estrategia, que podría haberse considerado absurda en
la España de los años 40 y 50, parecía mucho más plausible a me­
diados de los sesenta debido a la considerable liberalización que se
estaba manifestando en muchas áreas de la sociedad española. Por
ejemplo, la ley de prensa, introducida en la primavera de 1966 por el
ministro de Información y Turismo, Manuel Fraga, aumentaba sus­
tancialmente las posibilidades de la prensa para informar y comentar
las noticias. Ante estos hechos, la dirección interior de ETA adoptó
una forma de operar más abierta. En 1965 y 1966, Zutik dejó de ser
una revista repleta de una mezcla de noticias breves, artículos sobre
la cultura vasca y ataques emotivos a la ocupación española, para ofre­
cer algunos análisis notables sobre la nueva situación política y eco­
nómica no sólo del País Vasco, sino de toda España’ L En ellos se
aventuraba la posibilidad de que los capitalistas españoles y vascos se
deshicieran de Franco, pero conservaran el sistema capitalista, y la ne­
cesidad de que la clase obrera estuviera preparada para enfrentarse a
este potencial nuevo capitalismo.
En sus esfuerzos por comprender la realidad social del País Vas­
co, los dirigentes de la Oficina Política se vieron forzados a prescin­
d ir d e a lg u n o s d e lo s p r in c ip io s b á s ic o s q u e ETA c o m p a r tía c o n o t r o s
nacionalistas vascos. o s. P u e s t o que
Fuesto q u e E u s k a d i e ra u n a s o c ie d a d in d u str ia -
lizada, la estrategia de la lucha de clases se consideraba más apropia­
da que la guerrillera. La clase obrera era la fuerza clave de la socie­
dad, y ETA tenía que aceptar el hecho de que ésta era esencialmente
inmigrante o culturalmente española. La clase obrera había creado su
propia organización con el fin de luchar contra el régimen franquis-

” Por ejemplo «Reflexiones sobre la actual situación en el Estado español», Zu­


tik, n.° 42, verano 1966.
El nacionalismo vasco radical 61

ta, y no consideraba, en su mayoría, que ETA tuviera parte alguna


en su lucha. Los dirigentes de la Oficina Política se vieron obligados
a concluir que era imposible derrocar al régimen que oprimía al pue­
blo vasco sin una revolución en toda España. Los intentos de atraer­
se a la clase obrera y a los inmigrantes chocaban con la existencia de
actitudes violentamente chauvinistas hacia los inmigrantes dentro de
la comunidad nacionalista.
La lógica de sus análisis llevó a la dirección interior de ETA no
sólo a abandonar la estrategia de una acción armada minoritaria a fa­
vor de la acción de masas, sino a atacar la idea de unidad con la bur­
guesía vasca y a apoyar a Comisiones Obreras. La admisión de los
inmigrantes como miembros de pleno derecho dentro de la sociedad
vasca, chocó necesariamente con la tradicional idea nacionalista de
que eran opresores del pueblo vasco. La convicción de que la libe­
ración de Euskadi pasaba por la destrucción del régimen franquista,
implicaba la necesidad de aliarse con fuerzas «españolas» tanto de
Euskadi como del resto de España. Una vez aceptadas estas conclu­
siones, poco quedó de los primeros objetivos de ETA. La defensa del
euskera se convirtió en lucha por igualdad de trato con el español, y
la exigencia de unificación entre los países vasco español y vasco fran­
cés se hizo irrelevante. Cuando ETA intentó seriamente el recluta­
miento de inmigrantes, se encontró ante el obstáculo de esa herencia
de patrioterismo virulento que con tanta fuerza había expresado el
fundador del nacionalismo vasco, Sabino Arana. El cambio radical de
los contenidos de Zutik se convirtió en el principal punto de la po­
lémica que culminaría con la escisión de ETA en su Quinta Asam­
blea, a fines de 1966.
Desde su exilio en Bélgica, Txillardegi observaba la evolución de
ETA, y en esencial los artículos de Zutik, con creciente alarma. En
su opinión, la dirección de la Oficina Política estaba traicionando
todo aquello que ETA había significado. Su defensa de un Frente de
clase, de inspiración marxista, hacía imposible la formación de un
Frente Nacional de vascos de todas las clases sociales. Inquietaba a
Txillardegi lo que consideraba el abandono de toda preocupación por
la cultura y la lengua vascas en las páginas de Zutik. Creía que ETA
estaba dejando de ser un movimiento patriótico dedicado a la libera­
ción nacional, para transformarse en un partido comunista dogmáti­
I
co. Como fuerza intelectual dominante de los primeros años de ETA,
Txillardegi era, comprensiblemente, el crítico más explícito de la nue­
va línea adoptada. Sus críticas, expresadas primero en cartas a la Ofi-

José Fernández (Patxi Iturrioz), «Unidad sí, pero... ¿qué unidad?», Zutik, n.° 41
(sin fecha). «Revolución socialista y unidad obrera», en Zutik, n.° 43 (sin fecha).
62 John Sullivan

ciña Política y más tarde en la revista Branka se centraban sobre


el tono cada vez más marxista de Xutik, el abandono de la cuestión
de la lengua, y el haber dejado de insistir en la formación de un Fren­
te Nacional para la reunificación de Euskadi con Navarra y el país
vasco-francés. Txillardegi fundaba sus ataques a los dirigentes de la
Oficina Política principalmente en los contenidos de Zutik. Esta re­
vista, alegaba, había dejado de ser un órgano patriótico nacionalista.
Las ideas vertidas en sus páginas demostraban que la dirección inte­
rior estaba traicionando a Euskadi
Lo que inicialmente suscitó la ira de Txillardegi fue la negativa de
la dirección interior a publicar los artículos que él había enviado a Zu­
tik. Desde su exilio, había continuado su colaboración en la revista
pero, desde comienzos de 1965, no se publicó ninguna de sus apor­
taciones. Le había irritado un artículo de Zutik, publicado en mayo
de 1965, donde se sostenía que la ideología reaccionaria de muchos
nacionalistas era lo que impedía la integración de los obreros inmi­
grantes en el movimiento patriótico Durante 1965 y 1966, prosi­
guieron las críticas de Txillardegi a la Oficina Política. Afirmaba que
su obsesión por el marxismo y su falta de atención a la lengua vasca
estaban convirtiendo a ETA en una organización que había dejado
de ser patriótica. La primera reacción de la dirección interior a las crí­
ticas de Txillardegi fue conciliatoria. En marzo de 1966 le enviaron
un comunicado en el que admitían que habían descuidado la cues­
tión de la lengua vasca, pero negaban que ETA se hubiera hecho dog­
máticamente marxista
Las explicaciones de los dirigentes del interior no satisficieron a
Txillardegi, que empezó a hacer públicas sus críticas. En una serie de
artículos, declaró que Euskadiko Sozialisten Batasuna (Unidad Socia­
lista Vasca) (ESBA), sección vasca del FLP, se había apoderado de
ETA, y exigía que se expulsara a las personas que, según él, se ha­
bían infiltrado en la organización Txillardegi pedía que se reafir­
maran los principios ideológicos adoptados en 1962 en la I Asam-

Branka era la revista semi-oficial de ETA dirigida por Txillardegi.


Informe político de la dirección de ETA, 26/11/65; Segundo informe enviado al
ejecutivo, 19/12/65; Asunto extremadamente grave, 16/3/66; A todos los militantes,
19/3/66; todos reproducidos en Documentos Y, vol. 4, pp. 422-468.
José Fernández (Patxi Iturrioz), «¿De quién es la culpa?», Zutik, n." 29, mayo
1965. Para la respuesta de Txillardegi, véase Segundo informe...
Segundo informe enviado al ejecutivo, 19-XII-65, op. cit.. Contestación del co­
mité ejecutivo a jean (Txillardegi), 24-III-66. Documentos Y, vol. 4, pp. 470-473.
Asunto extremadamente grave. Véase también A todos los militantes de ETA.
Documentos Y, vol. 4, pp. 422-468. Para la visión de FLP/ESBA de la cuestión na­
cional véase José Ramón Recalde, «Nationalities in Spain», International Socialist Jour­
nal, n." 20, abril 1967.
El nacionalismo vasco radical 63

blea de ETA. Según su interpretación de estos principios, la primera


tarea de ETA debía ser el fortalecimiento de la lengua vasca. Esta se­
ría también la prioridad más urgente del futuro gobierno de una Eus­
kadi independiente. Dicho gobierno tendría que garantizar que, tras
una fase de transición, la educación, la prensa, la radio, la televisión
y la administración emplearían exclusivamente el vascuence. Dado
que éste no estaba aún adecuado a todas las necesidades especializa­
das y técnicas, debía fomentarse la enseñanza de idiomas como el
ruso, el alemán, el inglés y el esperanto. Txillardegi sostenía que la
futura Euskadi independiente debía incluir partes de la Rioja, Jaca y
Bearne. Se prohibirían las actitudes hostiles a los inmigrantes por par­
te de la población autóctona, como también todo acto de los inmi­
grantes que fuera objetivamente imperialista. Esta imparcialidad que
proponía Txillardegi era sólo superficial, ya que, en su opinión, los
inmigrantes que conservaran su lengua y su cultura españolas, o apo­
yaran a un partido político español, estarían comportándose de modo
imperialista.
Las críticas de Txillardegi se hicieron progresivamente más duras
al crecer su convencimiento de que la línea adoptada por la Oficina
Política no era producto de un error, sino que se explicaba por la in­
filtración y la ocupación española de la dirección interior de ETA.
Afirmaba Txillardegi que algunos militantes, una vez descubrían la lu­
cha de clases, olvidaban del todo la opresión cultural y étnica. Estas
personas, decía, abrazaban el marxismo como una religión y dejaban
de reflexionar sobre las verdaderas condiciones de la sociedad vasca.
Es interesante, a la vista de la posterior alianza de Txillardegi con los
que defendían la lucha guerrillera, que tachara a los que proponían
dicha estrategia para Euskadi de profesar un dogmatismo abstracto.
Los esfuerzos por convertir a ETA en un partido marxista-leninista
eran, según él, un grave error. ETA debía seguir siendo un movi­
miento amplio, con espacio para las diferentes tendencias integradas
en ella Cuando Txillardegi, seguido por los restantes fundadores
de ETA, llegó a la conclusión de que los dirigentes del interior que
componían la Oficina Política habían traicionado ios principios de
ETA, empezó a intentar su expulsión. En la lucha por lograr el con­
trol de ETA, la antigua dirección tenía a su favor su prestigio como
fundadores de la organización. Sin embargo, su condición de exila­
dos les hacía muy difícil conseguir adeptos entre los militantes del in­
terior. La dirección del interior había logrado construir una organi­
zación mucho más estructurada que la existente en los primeros años
de ETA, y se había rodeado de un cuadro de militantes con un alto

Crisis ideológica. Documentos Y, vol. 4, pp. 439-442.


64 John Sullivan

nivel intelectual. ETA estaba empezando a sobrepasar la etapa en que


sus acciones consistían principalmente en pintadas, mutilación de los
monumentos a la victoria franquista y participación en actos cultura­
les.
La antigua dirección sabía, sin embargo, que sus ideas eran más
afines a las del miembro medio de ETA que las teorías marxistas de
la dirección interior. Los contenidos de los primeros números de Zu-
tik, y de la edición en Caracas de la revista, eran representativas del
sencillo patriotismo que animaba a dichos miembros, particularmen­
te en los pueblos. Pero, en su intento de lograr el control de ETA,
la antigua dirección se enfrentaba al problema de entrar en contacto
con la base, problema acentuado por la escasez de personas capaci­
tadas y de buena formación política entre los partidarios de su línea
política. Puesto que la antigua dirección no podían ir en persona al
País Vasco, en el verano de 1966 tomaron contacto con varios exila­
dos más jóvenes descontentos porque la Oficina Política no hubiera
desarrollado la lucha armada. El principal activista en la campaña con­
tra la dirección interior era un estudiante de medicina navarro, José
María Escubi. Este, junto a un grupo de exilados adeptos, cruzó la
frontera con objeto de crear una oposición a la dirección interior
pese a que sus antecedentes policiales debían haberle descalificado
para toda labor clandestina.
Escubi se vio ante la dificultad de que eran escasas las personas
del interior que disponían de la capacidad intelectual para enfrentar­
se al liderazgo de Iturrioz y del Río. Escubi halló a sus principales
aliados en dos hermanos, José Antonio y Javier (Txabi) Etxe-
barrieta. José Antonio, el mayor, que no era militante de ETA, era
una de las pocas personas capaces de presentar un reto político a la
dirección de la Oficina Política Su hermano menor, Txabi, pron­
to pasaría a ser una de las figuras importantes de ETA. Con ayuda
de los hermanos Etxebarrieta y del grupo de exilados que le habían
acompañado, Escubi se dispuso a organizar una asamblea, sin infor­
mar de ello a la Oficina Política. Cuando, en vísperas de la asamblea,
Iturrioz — único miembro de la dirección interior elegido para el eje­
cutivo en la IV Asamblea de 1965— se reunió con los restantes miem­
bros del ejecutivo en Francia, se le informó de su expulsión por ha­
ber abandonado los principios de ETA *°L Escubi, actuando en nom­
bre de la dirección en el exilio, organizó la V Asamblea, que comen-

’ ’ Véase el informe de uno de estos emisarios, «Santi», Oficial a todas las delega­
ciones, Bayona, 28-XI-66, en el que describe sus reuniones con una serie de adversa­
rios de la Oficina Política, en Documentos Y, vol. 4, pp. 532-534.
Entrevista del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980.
Comunicado de expulsión de Mikel en Documentos Y, vol. 5, p. 133.
l-,l nacionalismo vasco radical 65

zó el 7 de diciembre de 1966 en la iglesia de Gaztelu, Guipúzcoa,


cuyo párroco era simpatizante, y más tarde militante, de ETA. La
asamblea no fue precedida por un debate político en la base, o por
la elección de delegados. En muchos casos, Escubi seleccionó a los
participantes sin otra justificación qüe la de ser activistas
A los delegados que apoyaban a la Oficina Política les sorprendió
que ninguno de sus miembros estuviera presente, y aún más que el
primer punto del orden del día fuera la ratificación de la expulsión
de Iturrioz por parte del ejecutivo. Solicitaron que se permitiera a Itu-
rrioz defenderse contra la expulsión y, cuando esta petición fue de­
negada, declararon que la Asamblea era ilegal y, en consecuencia, se
negaron a participar en ella. La mayoría de los asistentes aceptaron
la legitimidad de la Asamblea y votaron a favor de la expulsión de
Iturrioz La minoría, a quien por motivos de seguridad no se per­
mitió abandonar el local, quedó aislada en una habitación aparte don­
de trataron el modo de continuar la lucha pese al golpe recibido. La
mayor parte de la Asamblea, que respaldaba la línea de Escubi y los
hermanos Etxebarrieta, consiguió afirmar su derecho a representar a
la auténtica ETA. Aquellos partidarios de la Oficina Política presen­
tes en la Asamblea, junto a sus compañeros ausentes, no se dejaron
desanimar por un asunto que juzgaron fraudulento. Ellos se consi­
deraban la verdadera ETA, aunque pronto quedó de manifiesto que
la mayoría de la Asamblea, aunque resultante de una selección no de­
mocrática, representaba el sentir de la mayor parte de los activistas
de base.
La minoría adoptó el nombre de ETA-Berri (la nueva ETA) y per­
sistió en sus esfuerzos de propaganda socialista y participación en Co­
misiones Obreras, convencida de que los actos culturales y las pin­
tadas contribuían muy poco a la creación del partido revolucionario
marxista que creían necesario para lograr una Euskadi independiente
y socialista. Siguieron considerándose como la auténtica ETA, afir­
mando que el grupo que, por medios antidemocráticos, se había he­
cho con el control de la V Asamblea no tenía ningún derecho a eri­
girse en organización oficial Ninguno de los grupos rivales sur­
gidos de la V Asamblea utilizó el título de ETA V Asarnblea
(ETA-V). Esta denominación fue inventada más tarde para calificar
a la facción que se negó a aceptar la legitimidad de la VI Asamblea,

Entrevista del autor con Patxo Unzueta (Bilbao, 13 marzo, 1980).


Ibíd.
La existencia de dos organizaciones que decían ser ETA era fuente de confu­
sión. Por ejemplo, en 1969 un dirigente de ETA-Berri se refería a su propia organi­
zación diciendo que era comunista, y observaba que había otra ETA chauvinista. José
Liskar, «Euskadi: el proletariado y la cuestión nacional». Acción Comunista, n.° 11,
agosto 1969.
66 John Sullivan

celebrada en 1970. El grupo mayoritario de la asamblea se autode-


nominaba en ocasiones ETA-Zaharra (antigua ETA), y en otras ETA-
Bai (ETA-sí), para diferenciarse de ETA-Berri, la cual en su opinión,
había intentado liquidar a la organización. Pero por lo general em­
pleaban la denominación ETA sin sufijos, pues tenían gran interés en
afirmar que ellos eran la auténtica ETA. ETA-Zaharra-Bai se refería
generalmente a ETA-Berri como los «Likis», es decir, los liquidado­
res La tendencia marxista o «españolista», ETA-Berri, creía que
su propia evolución hacia posiciones marxistas era la única evolución
lógica tras la adopción del socialismo por parte de ETA en la IV A-
samblea, de 1965, y siguió alejándose de las primeras posiciones na­
cionalistas de la organización. La evolución de ETA-Berri quedó pa­
tente en un panfleto publicado a comienzos de 1967, poco después
de su expulsión, donde se atacaban las ideas de sus antiguos compa­
ñeros, como quedaban expresados en los documentos adoptados por
la Quinta Asamblea
Según el panfleto de ETA-Berri, eran los que formaban la mayo­
ría de la Quinta Asamblea los que se habían desviado de la línea so­
cialista adoptada en la IV Asamblea. Los miembros de ETA-Berri se­
guían considerándose nacionalistas populares, a diferencia de los na­
cionalistas conservadores del PNV y, en su opinión, de la rama rival
de ETA. Las resoluciones adoptadas por la V Asamblea fueron cri­
ticadas por sus visiones idealistas del pueblo vasco como un grupo
étnico cuya esencia radicaba en la lengua vasca. Frente a esto, se de­
cía, ETA-Berri continuaría su lucha en pro del euskera, en gran me­
dida porque la injusta discriminación contra esta lengua constituía un
obstáculo para la solidaridad obrera. ETA-Berri lucharía para lograr
la unidad de la clase trabajadora, y se enfrentaría a las tendencias
chauvinistas y reaccionarias existentes en el seno de la población ét­
nicamente vasca. En el panfleto, aunque se reiteraba el nacionalismo
de ETA-Berri, se hacía referencia a la población vasca real, tanto au­
tóctona como inmigrante, vasco e hispanoparlante. Esta postura po­
lítica llevaría a ETA-Berri a unirse con grupos marxistas del resto de
España.
En un panfleto publicado a comienzos de 1967, Viva la revolu­
ción nacional, se desarrollaba el concepto de nacionalismo popular de
ETA-Berri La idea de esta organización de un nacionalismo ba-

Entrevista del autor con los militantes de ETA: Iñaki Aramberri, Ondárroa,
19 marzo 1980; Iñaki Sarasketa, dirigente de ETA, San Sebastián, 17 marzo 1980; Pat-
xo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980.
Examen crítico de las posiciones ideológicas adoptadas por un grupo de militan­
tes de ETAy Documentos \\ vol. 5, pp. 275-285.
Viva la revolución nacional, Documentos Y, vol. 5, pp. 327-337.
líl nacionalismo vasco radical 67

sado en el pueblo trabajador vasco no difería mucho formalmente del


que postulaba la rama rival de ETA. Pero el énfasis era muy distinto,
pues ETA-Berri se dirigía a la clase obrera industrial. Aunque seguía
defendiendo la formación de un frente patriótico que incluyera a per­
sonas de profesiones liberales y pequeños patronos, la concentración
de ETA-Berri en los conflictos industriales y económicos le llevó, ine­
vitablemente, a una confrontación con los patronos, ya fueran parti­
darios del PNV o del centralismo español. En consecuencia, ETA-
Berri siguió alejándose del nacionalismo, no viéndose en la necesi­
dad, como ocurría a la rama rival de ETA, de idear fórmulas que le
procuraran el apoyo de la base conservadora del PNV. Aunque las
alegaciones de los detractores de ETA-Berri de que ésta no era ya na­
cionalista estaban en gran medida justificadas, de 1967 a 1969 segui­
ría presentándose como la legítima ETA. ETA-Berri no hizo ningún
esfuerzo por ocultar los cambios ideológicos que se habían operado
desde la fundación de ETA. Pero, sostenía, estos cambios no habían
sido producidos por un golpe interno, como afirmaban Txillardegi y
Krutwig, sino que se habían configurado en el transcurso de un lar­
go período, como resultado de su experiencia en la lucha
En agosto de 1968 la versión de Zutik elaborada por ETA-Berri
anunció que en adelante abandonaba el nombre de ETA-Berri, y no
emplearía ya Zutik como título de su revista. La organización pasó
a denominarse Komunistak (Los Comunistas), también empleado
como nombre de la revista. Estos cambios habían estado precedidos
de un largo período de crítica de toda la tradición nacionalista
Un artículo aparecido en el primer número de Komunistak. «Sabino
Arana: un racista fuera de serie», constituía un ataque feroz al racis­
mo del fundador del movimiento nacionalista, que no podía por me­
nos que causar indignación entre todos los nacionalistas, de izquier-
ilas y derechas En el número siguiente, un artículo de José Uribe
•iclaraba posturas frente a la tradición ideológica de ETA mediante
un examen crítico de su rama rival; el artículo de Uribe criticaba la
fetichización del euskera, el tono racista de las publicaciones de ETA,
V la absurda pretensión de que Euskadi fuera una colonia. Afirmaba
i]ue la rama rival de ETA (entonces única ETA) daba un tono socia­
lista al racismo tradicional del movimiento nacionalista

Txillardegi expresaba estas ideas en la «Evolución del imperialismo español en


l uskadi», Branka, n." 6, 1969. Documentos Y, vol. 5, pp. 308-321.
Véase «La clase obrera y la liberación nacional», Zutik, n.° 45 (ETA-Berri),
sin fecba. «Nacionalismo popular», Zutik (ETA-Berri), n.“ 48 (sin fecba). «Misión pa­
triótica de la clase obrera vasca», Zutik (ETA-Berri), n.° 50 (sin fecba).
«Sabino Arana: un racista fuera de serie», Komunistak, n.° 1 (sin fecba).
José Uribe, «¿Qué es ETA-Bai?», Komunistak, n.“ 2, junio 1969.
68 John Suilivan

Tras abandonar el nacionalismo, los dirigentes de ETA-Berri re­


consideraron su posición política. N o tenían una actitud definida ha­
cia las diversas facciones de la izquierda «española», contrariamente
a la acusación de ser peones del grupo FLP/ESBA que les dirigían
sus detractores de ETA. ETA-Berri hizo saber sus opiniones sobre
la izquierda «española» por la vía un tanto indirecta de sus posturas
en política internacional. Uno de los motivos de crítica contra los di­
rigentes de la Oficina Política, antes de su expulsión de ETA, fue su
apoyo a la línea del PCE de participar en las elecciones de enlaces
sindicales para los sindicatos oficiales. En realidad, siempre hubo di­
ferencias entre la primera ETA-Berri y el PCE, pero sus críticas tu­
vieron en un principio un tono relativamente moderado. Por ejem­
plo, un artículo de Zutik donde se conmemoraba el cincuenta ani­
versario de la revolución rusa, contenía un ligero ataque a la buro­
cracia soviética Ahora bien, las críticas de ETA-Berri/Komunis-
tak al Partido comunista soviético, y partidos hermanos, se agudiza­
ron mucho a partir de la revuelta estudiantil de mayo de 1968 en Fran­
cia, y la invasión rusa de Checoslovaquia en agosto del mismo año
Los líderes soviéticos y sus partidarios de España no tardaron en ser
tachados de contrarrevolucionarios.
Komunistak, tras fusionarse con varios grupos diminutos de di­
sidentes comunistas de otros lugares de España, se convirtió en Mo­
vimiento Comunista de España (en adelante MCE) en 1972, después
de haber adoptado una ideología claramente maoísta en 1969 Las
ideas maoístas entrañaban la necesidad de construir una alianza con
todos los españoles patriotas para luchar contra lo que se considera­
ba el sometimiento de España al imperialismo americano. La alega­
ción de que la tendencia marxista de ETA había substituido el pa­
triotismo vasco por el español se había cumplido, si bien con retraso.
A comienzos y mediados de la década de 1970, el MCE logró, en
gran medida, construir una organización revolucionaria con cierta in­
fluencia en la clase obrera. En los últimos años de gobierno franquis­
ta fue tercero en número de afiliados entre los partidos maoístas de
España, y adquirió fuerza en Vizcaya y Guipúzcoa. A diferencia de
sus principales competidores, el M CE sobrevivió a la transición a la
democracia, manteniendo su base en el País Vasco pero abandonan­
do en el proceso las duras críticas al nacionalismo que fueron motivo
de la expulsión de ETA-Berri.

«En el 50.° aniversario de la revolución de octubre», Zutik (ETA-Berri), n.° 52


(sin fecha).
«Chekoslovakia. Toma de postura», Zutik (ETA-Berri), n.° 60, sin fecha.
T. Díaz, «Conciliaciones de lo irreconciliable», Komunistak, n.° 3, noviembre
1969, defendía a China frente a los «revisionistas» rusos y sus aliados españoles.
El nacionalismo vasco radical 69

La evolución de ETA-Berri no habría sorprendido a los que ex­


pulsaron a sus dirigentes en la V Asamblea. Los que aceptaron la le­
gitimidad de esta asamblea, por su parte, se consideraban continua­
dores de la lucha abandonada temporalmente a causa de la «infiltra­
ción» española. La Asamblea, tras ratificar la expulsión de los diri­
gentes de la Oficina Política, procedió a elegir un nuevo ejecutivo.
IDesde el comienzo de las sesiones se hizo evidente que existían di­
ferencias entre la tendencia inspirada por Txillardegi y los militantes
más jóvenes que habían contribuido a la caída de la dirección de la
Oficina Política. Por voto mayoritario se eligió Presidente de la
Asamblea a Txabi Etxebarrieta, en competencia con Xabier Imaz, el
miembro más destacado de la tendencia Txillardegi allí presente. La
Asamblea pasó a acordar un comunicado sobre los disidentes desti­
tuidos, y a aprobar el acta de sesiones Parecía que los esfuerzos
de Txillardegi por erradicar las tendencias marxista y españolista de
ETA habían tenido un rotundo éxito. Las decisiones específicas so­
bre la organización y estructura de ETA quedaron para la segunda
parte de la Asamblea, que se celebró en marzo de 1967 en Guetaria,
Guipúzcoa, en un edificio propiedad de los jesuítas.
Cuando llegó el momento de la segunda parte, de la Asamblea se
había desintegrado la alianza entre la vieja guardia bajo el liderazgo
intelectual de Txillardegi, y los militantes más jóvenes encabezados
por Escubi y los hermanos Etxebarrieta, cosa que realmente no era
de extrañar. La tendencia que formaban los partidarios de Escubi y
los hermanos Etxebarrieta se consideraba marxista, aunque su «mar­
xismo» no les llevara a realizar un análisis serio de la sociedad vasca.
Pero era difícil conciliar incluso la más superficial de las retóricas mar-
xistas con las ideas de Txillardegi. Los jóvenes que entonces consti­
tuían la dirección de ETA pensaban que, en cierta medida, habían
sido manipulados a favor de los intereses de la facción de Txillardegi.
Su oposición al marxismo de ETA-Berri no les impedía sentirse emo­
cionalmente identificados con líderes comunistas como el Che Gue-
vara 116
La Asamblea rechazó los documentos elaborados por la tenden­
cia Txillardegi, el «Grupo Socialista» y pasó a adoptar una serie
de documentos que reflejaban las ideas de José Antonio Etxebarrieta
y Krutwig, los cuales se habían incorporado a ETA a fines de

Extracto de Acta de la V Asamblea. Posiciones ideológicas aprobadas por la


V Asamblea, Documentos Y, vol. 5, pp. 168-177.
Entrevista del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980.
«Proposición de cursillo de tendencia socialista». Documentos Y, vol. 7, pp.
25-37.
70 John Sullivan

1966 La Asamblea aceptó el Informe Verde, que comprometía


a ETA con una estrategia de lucha guerrillera y una ideología mar-
xista-leninista. Se decidió que la organización quedara dividida en
cuatro Frentes que se ocuparían de los aspectos políticos, cultural, so­
cioeconómico y militar de la lucha. La innovación teórica más im­
portante adopada por la Asamblea como parte de su plan de acción
fue el concepto de Pueblo Trabajador Vasco (PTV), la fuerza que de­
bía llevar a cabo la revolución vasca. El PTV quedó definido como
toda persona que se ganara la vida en el País Vasco y apoyara las as­
piraciones vascas El concepto de PTV era, por fuerza, una fór­
mula ambigua con la que se pretendía excluir a la gran burguesía,
pero que incluía a los pequeños empresarios que formaban una parte
importante de la comunidad nacionalista. Fue un concepto que no
contribuyó a aclarar la actitud de ETA-Bai (en adelante simplemente
ETA) hacia los inmigrantes que constituían una parte tan considera­
ble de la población vasca. ¿Eran los inmigrantes parte del PTV? La
respuesta parecía ser «sí y no». La fórmula expresaba la suficiente
simpatía hacia los inmigrantes para ser rechazada por la tendencia
Txillardegi. Podía presentarse, sin embargo, como una versión más
moderna de las tradicionales categorizaciones racistas del nacionalis­
mo vasco En realidad, ETA aspiraba a ganarse el apoyo tanto de
los obreros vascos económicamente explotados, como de la comuni­
dad nacionalista vasca, predominantemente conservadora. La antigua
dirección de la Oficina Política, que ahora formaba ETA-Berri, se ha­
bía sentido identificada con la lucha obrera exclusivamente y había
dejado pronto de ser nacionalista. La cuestión sobre los requisitos
que debía cumplir el inmigrante para acceder al PTV no fue (y pro­
bablemente no podía ser) aclarada.
La mayor parte de los dirigentes fundadores de ETA (Txillarde­
gi, José Manuel Aguirre, Benito del Valle y Xabier Imaz) dimitieron
poco después de la segunda parte de la V Asamblea como tam­
bién los representantes de la organización en México quedando

Informe Verde revisado; V Asamblea nacional de ETA, 2 “ Sesión, Actas, Ideo­


logía oficial de Y; todos en Documentos Y, vol. 7, pp. 57-99.
Véase «Pueblo trabajador vasco», Zutik (ETA-Bai), n.° 44, enero 1967 (que no
debe confundirse con el Zutik publicado por el grupo ETA-Berri). La confusión pre­
valecería hasta 1969, cuando ETA-Berri pasó a autodenominarse Komunistak y dejó
de utilizar el nombre de Zutik.
Para las críticas de ETA-Berri al concepto del PTV, véase «¿Qué es ETA-
Bai?», Komunistak, n.° 2, junio 1969.
Al Comité Ejecutivo de ETA. Carta de dimisión de Txillardegi, 14 abril 1967,
Documentos Y, vol. 7, p. 101.
Carta renunciando de la delegación de ETA en México, 15 mayo 1967. Docu­
mentos Y, vol. 7, p. 102.
El nacionalismo vasco radical 71

Julen Madariaga como único miembro del grupo Ekin que seguía
siendo militante. La razón que dieron para su dimisión fue la cons­
tante infiltración «española». Aunque en aquel momento Txillardegi
no criticó la estrategia guerrillera de ETA, él había demostrado ya
convincentemente que una estrategia tercermundista no tenía sentido
en una sociedad industrial. La alianza de Txillardegi con los jóvenes
que pronto se lanzarían a una campaña de violencia, siempre había
sido oportunista. Su clara percepción del carácter de la sociedad in­
dustrial le acercaba, en cierto sentido, a la dirección que él había con­
tribuido a derribar. Pero su conciencia de que el compromiso con la
lucha de clases, en un país donde eran tan numerosos los inmigrantes
en el sector obrero, llevaba necesariamente al abandono del Frente
Nacional, le forzó a aliarse con los defensores de la lucha armada.
En adelante, Txillardegi participaría en otras alianzas similares, resul­
tado de nuevas escisiones de ETA.
Las figuras dominantes de ETA tras la V Asamblea eran Escubi
y Txabi, el menor de los hermanos Etxebarrieta. El mayor, José An­
tonio, fue una importante influencia intelectual y uno de los princi­
pales colaboradores de Zutik, pero su mala salud le impediría una ac­
tuación más activa Krutwig fue elegido para el Comité Ejecutivo
pese a haberse afiliado a ETA hacía sólo unos meses. Pero la direc­
ción operativa quedó en manos de Escubi y Etxebarrieta, respalda­
dos por jóvenes dirigentes como Patxo Unzueta, estudiante de la uni­
versidad de Bilbao y amigo íntimo de Txabi. Los análisis políticos
del nuevo equipo eran muy inferiores al los afinados juicios de Txi­
llardegi sobre la base social del nacionalismo, y a las formulaciones
de ETA-Berri sobre el movimiento obrero. Sin embargo, el carácter
confuso y contradictorio de la ideología de ETA no le impediría con­
vertirse en un factor crucial de la vida política vasca a fines de la dé­
cada de 1960, como resultado de la campaña de lucha armada que co­
menzó en 1968.

Entrevista del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980.


Capítulo 3
DE LA V A LA VI ASAMBLEA.
PRIMAVERA DE 1967-OTOÑO DE 1970

La salida de Txillardegi y sus partidarios en la primavera de 1967


situó la dirección, formada por Etxebarrieta y Escubi, bajo el firme
control de ETA-Bai (en adelante simplemente ETA). Julen Madaria-
ga fue el único fundador prominente que siguió militando tras la se­
gunda parte de la V Asamblea L La perspectiva de construir una or­
ganización que pudiera cumplir la tarea de acabar con la ocupación
española parecía intimidante, pues ETA no era una organización de
masas, ni estaba endurecida en la experiencia de la lucha armada
Su acción había consistido principalmente en un tipo de propaganda
muy rudimentaria, como era las pintadas Los intentos de acciones
más ambiciosas, como el descarrilamiento de un tren en 1961 y el

' Entrevista con Madariaga en Punto y Hora, 18-24 agosto 1977.


^ Según Escubi, a comienzos de 1967 había alrededor de sesenta militantes de ETA
en Vizcaya, de los que sólo una docena estaban realmente comprometidos. Entrevista
con Philippe Govi, Documentos Y, vol. 9, pp. 522-24.
^ Entrevista del autor con Sabino Arana, Vitoria, 16 marzo 1980, e Iñaki Saraske-
ta, San Sebastián, 26 marzo 1980. Las pintadas eran a menudo comentadas en Zutik,
por ejemplo, enero, marzo y junio de 1964, 4 enero 1965 y 30 noviembre 1965.
'* ETA comentó las consecuencias del intento de descarrilar el tren en «La senda
de los consecuentes», Zutik, noviembre 1961, y «El baile de los farsantes», Zutik, di­
ciembre 1961-enero 1962.

73
74 John Sullivan

robo de un cobrador bancario en 1965 habían tenido resultados


desastrosos. La dirección expulsada había querido poner en práctica
ideas socialistas y dedicarse a la agitación sindical, pero al hacerlo se
había enfrentado tanto a los fundadores de ETA como a su base tra­
dicional. Además, la especial relación de ETA con el PNV se había
visto amenazada por algunas de sus acciones, que iban desde inten­
tos de extorsión a miembros del PNV hasta la adopción de una
ideología marxista y la defensa de la lucha armada.
Ninguno de estos factores desanimó a la nueva dirección de ETA.
Consideraban ardua la tarea de lograr la independencia de Euskadi,
pero estaban decididos a conseguirla. Pese a que ETA era una orga­
nización minúscula, con recursos patéticamente insuficientes para la
tarea de lograr la independencia de Euskadi, sus dirigentes pensaban
que disponían del apoyo potencial, la estrategia y la organización ne­
cesarios para triunfar. En particular, estaban convencidos de que la
innovación teórica que suponía el concepto del Pueblo Trabajador
Vasco (PTV), les propocionaba la fórmula que iba a permitir a ETA
superar la falsa dicotomía entre la lucha contra la opresión nacional
y la lucha social. El PTV, decían, era a un tiempo víctima de la opre­
sión española y la fuerza que crearía una Euskadi independiente y so­
cialista El concepto de PTV, aunque llegaría a tener tanta impor­
tancia para la organización que sería insistentemente explicado en las
declaraciones de ETA, nunca se definió claramente. Según se inter­
pretara, podía entenderse como:
a) todo el pueblo vasco menos la «oligarquía»;
b) la población étnicamente vasca, más los inmigrantes que qui­
sieran incorporarse a ella. Los criterios para dicha incorpo­
ración eran en sí mismos oscuros. Un requisito importante
era aprender a hablar euskera, así como unirse a la lucha por
la liberación nacional;
c) la clase obrera y sus aliados, al margen de origen étnico o geo­
gráfico.
La utilidad del concepto de PTV residía en sus posibilidades de
significar algo diferente para cada persona, permitiendo, así, a ETA
neutralizar las connotaciones racistas del nacionalismo vasco tradi­
cional, permaneciendo sin embargo dentro del campo nacionalista. El

^ «Noticias de Euskadi», Zutik, 30 noviembre 1965; «Huelga de hambre de un na­


cionalista vasco», comunicado de ETA, enero 1966, en Documentos Y, vol. 4, p. 77.
'■ En «Noticias de Euskadi», Zutik, 1 enero 1966, se habla de la expulsión de los
dirigentes de ETA del País Vasco francés, tras haber sido acusados de extorsión a Ra­
món de la Sota, un destacado miembro del PNV exilado.
^ «Pueblo trabajador vasco», Zutik, n.“ 44, enero 1967.
El nacionalismo vasco radical 75

concepto fue a menudo ridiculizado por los críticos de ETA, que lo


calificaban de intento tortuoso de combinar un lenguaje de izquier­
das con la aspiración a aliarse con los estratos sociales simpatizantes
del PNV.
Los dirigentesa de ETA estaban convencidos de que sus ideas iban
a obtener mayor apoyo que las exóticas teorías de ETA-Berri, según
se expresaban en prolijos artículos en los que se percibía la influencia
de escritores de la Nueva Izquierda La propia teoría general de
ETA, cuyos dirigentes consideraban más relevante que la situación
de Euskadi, fue elaborada por Krutwig, incorporado a ETA y elegi­
do para su directiva en la Quinta Asamblea. Dicha teoría considera­
ba a Euskadi como una colonia, comparable a países del Tercer Mun­
do como Argelia. El sistema de lucha guerrillera que había logrado
la independencia de Argelia y que por entonces se practicaba en Viet-
nam, también se creía adecuada para Euskadi.
En cuestiones de estrategia, tácticas y forma de organización, los
nuevos dirigentes de ETA también se inspiraron en su propia inter­
pretación de las experiencias de Cuba, Vietnam y Argelia. Sostenían
que para movilizar a la población contra la opresión española era ne­
cesario formar un Frente Nacional, con la participación de todas las
clases sociales excepto la oligarquía. El apuntalamiento ideológico del
Frente Nacional quedó expresado en la fórmula Frente Nacional Vas­
co ^ (FNV), que abría la posibilidad de aliarse con aquellos capitalis­
tas que fueran simpatizantes del PNV. Le evolución de ETA hacia
su constitución en una organización con una ideología propia y de­
finida, hacía imprescindible esta alianza, con el fin de lograr la coo­
peración de diversas fuerzas que, aunque podrían haber encajado sin
dificultades en la primera ETA, cuando ésta era un amplio movimien­
to social, no podía en modo alguno integrarse en una organización
marxista. Aunque la fórmula del PTV era una vía de apertura hacia
los adeptos al PNV, expresaba también el deseo de incorporar a los
obreros inmigrantes, a los que se consideraba parte del PTV, o al me­
nos potenciales miembros del mismo, si demostraban su voluntad de
incorporarse a la vida vasca y a las aspiraciones nacionales

** Entrevista del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980. Unzueta fue ele­
gido miembro de la Oficina Política de ETA en la V Asamblea.
V Asamblea de ETA, Segunda sesión (actas). Apéndice primero, en Documen­
tos Y, vol. 7, pp. 90-93; «El socialismo vasco y el frente nacional», Zutik, n.° 44, ene­
ro 1967.
En Ideología oficial de Y, Documentos Y, vol. 7. pp. 98-99, se decía que los
inmigrantes que participaran en la lucha vasca formaban parte del proletariado nacio­
nal. Sin embargo, en la medida en que eran cultural y socialmente españoles, contri­
buían de modo objetivo a la explotación del pueblo vasco; «El Batasuna Eguna y la
76 John Sullivan

Aunque los dirigentes de ETA se habían aliado con Txillardegi y


sus partidarios en la lucha para deponer a Iturrioz y del Río, no que­
rían abandonar la agitación industrial, que era, desde su punto de vis­
ta, perfectamente compatible con la lucha por la independencia na­
cional Era ésta una postura expresada en la revista de ETA, 2«-
tik, cuyos principales colaboradores y redactores, en 1967 y la ma­
yor parte de 1968, fueron los hermanos Etxebarrieta y el equipo de
personas reunidas en torno a Escubi, responsables de la expulsión de
los dirigentes de la anterior Oficina Política Zutik atacaba a di­
chos dirigentes por su abandono del nacionalismo y su rechazo del
Frente Nacional, pero la revista subrayaba también la necesidad de
la revolución socialista y criticaba el conservadurismo del PNV
Los dirigentes de ETA censuraban al grupo ETA-Berri por ha­
berse convertido en instrumento de partidos políticos «españoles»
pero ellos mismos no pudieron evitar acusar los efectos de la cam­
biante realidad española de fines de la década de 1960. Pese a que los
intentos de los trabajadores por organizarse al margen de los sindi­
catos oficiales fueron reprimidos con mayor dureza que a mediados
de los años sesenta, la tendencia general de la sociedad española apun­
taba hacia una progresiva liberalización, aunque fuera un proceso
inestable y constantemente sometido a regresiones. Esta liberaliza­
ción era a su vez consecuencia de la gradual desintegración del siste­
ma franquista, que se mostró incapaz de satisfacer las necesidades del
capitalismo español. Prácticamente todos los sectores de la vida fi­
nanciera española eran fuertemente partidarios de la integración en la
CEE, aspiración que se había convertido en política gubernamental
desde comienzos de los años sesenta Sin embargo, no era proba­
ble que se permitiera entrar a España en la C.E.E. mientras faltaran
en ella los derechos de asociación, reunión y libertad de expresión.
Había poderosas fuerzas dentro de las élites económica y social de
España que comprendían que la incorporación a la CEE requería un

unidad obrera», Zutik, n.° 47, septiembre 1967, planteaba la incorporación al PTV
como una decisión individual.
" Entrevistas del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980, e Iñaki Saras-
keta, San Sebastián, 26 marzo 1980.
Para la contribución de Txabi a ETA, véase «Biografía» en Iraultza, n.“ 1, 1968;
para una relación de las actividades de José Antonio Etxebarrieta, véase su necrológica
«H a muerto J. A. Etxebarrieta», Berriak, n.“ 14, febrero 1973.
«Situación económica de España y de Euskadi», Zutik, n.“ 45, en Documen­
tos Y, vol. 7, pp. 136-140.
«El socialismo vasco y el Frente Nacional» por Goiri (seudónimo de Txabi), Zu­
tik, n.° 44, enero 1967.
Max Gallo, Histoire de l’Espagne Franquiste, 2 vols. (París, 1969), p. 407.
El nacionalismo vasco radical 77

avance hacia un sistema más democrático, y que estaban dispuestas


a asumir las consecuencias. Además, la brutal represión que había
consolidado la dictadura franquista tras la Guerra Civil, no era ya
adecuada para el control de la clase obrera en una España más indus­
trializada y más urbanizada.
Las diferencias entre liberales y partidarios de la línea dura acen­
tuaron las tensiones entre los diversos elementos que constituían la
alianza franquista La Iglesia fue uno de los primeros componen­
tes de la coalición triunfadora en la guerra civil, que iniciaría un ale­
jamiento del régimen Varios obispos se declararon a favor de los
derechos de los trabajadores, y la Iglesia patrocinó ciertas agrupacio­
nes obreras. La Hermandad Obrera de Acción Católica (HOAC) y
las Juventudes Obreras Católicas QOC) empezaron a tomar parte en
las luchas de los trabajadores. En el País Vasco, donde un gran sec­
tor del clero menor siempre había sido contrario al régimen franquis­
ta, estas tendencias eran más fuertes que en la mayor parte de Espa­
ña. Los militantes de algunas organizaciones cristianas formaron la
agrupación ilegal Acción Sindical de los Trabajadores (AST), que pos­
teriormente se convertiría en Organización Revolucionaria de los
Trabajadores (ORT), de tendencia maoísta.
Los intentos de adaptarse a la realidad de los años sesenta produ­
jeron tensiones dentro de la élite económica y eclesiástica, al igual
que entre la oposición. N o obstante la teoría de ETA de que la lucha
de Euskadi era similar a las que se libraban en el Tercer Mundo, no
pudo evitar verse influida por los movimientos que estaban creándo­
se en la oposición, y que estaban produciendo un panorama político
más variado que el existente en los años cincuenta. En los ataques de
Txillardegi a los dirigentes de la Oficina Política, se les había califi­
cado de infiltrados que actuaban en beneficio de los «comunistas».
Estos «comunistas» de que hablaba Txillardegi eran una categoría
vaga que incluía tanto a ESBA como al PCE Su hostilidad hacia
estas fuerzas era una continuación de la antigua aversión del nacio­
nalismo vasco hacia el movimiento obrero «español». Lo cierto era
que la visión de Txillardegi de un movimiento comunista «español»
unificado que incluía al PCE y ESBA, era muy distorsionada. Cier­
tos hechos acaecidos en el movimiento comunista mundial estaban

Para la Falange, véase Sheelagh Ellwood, Prietas las filas (Barcelona, 1984), pas-
sim; para el Opus Del, véase P. B., «Significación religiosa, económica y política del
Opus Dei», Horizonte Español 1966, vol. 1.
Para el cambio de actitud de la Iglesia, véase Luis Ramírez (Luciano Rincón),
Nuestros primeros veinticinco años (París, 1964), Capítulo 12, «La rebelión del clero».
Para las críticas de ESBA a ambas ramas de ETA, véase «Estado de excepción»,
Batasuna, n.° 3, sin fecha; para la respuesta de ETA-Berri, véase «Los socialistas vas­
cos y el movimiento de liberación nacional». Documentos Y, vol. 5, pp. 304-305.
78 John Sullivan

produciendo cambios y tensiones dentro de una estructura que había


sido monolítica en su día. Los antiguos dirigentes de ETA, a la sa­
zón en ETA-Berri, no habían estado muy influidos por el PCE, en
parte porque el análisis que hacía este partido de la situación política,
social y económica de España era más adecuado para el mundo de
los años 1930 que para el de la década de los sesenta. La semejanza
entre la política de ESBA y la de Iturrioz y del Río no se debía a la
«infiltración», sino a ciertas influencias comunes que habían induci­
do a ambos grupos a buscar la explicación del mundo moderno en
teóricos sociales europeos del momento. A principios de los años se­
senta, el PCE experimentó disensiones entre los que seguían viendo
a España como un país atrasado y empobrecido, gobernado por una
pequeña camarilla franquista, sin apenas base de apoyo en la socie­
dad, y los que, como su teórico más capacitado, Fernando Claudín,
intentaban desarrollar una política adecuada para un país drástica­
mente alterado por una rápida industrialización. Los intentos de
Claudín por adaptarse a los cambios sociales que se habían produci­
do desde la guerra civil produjeron su expulsión del PCE en 1965
El error de Txillardegi al crer en la existencia de una ideología co­
munista unificada que podía emplearse para desviar a los patriotas
vascos de su lucha por la liberación nacional, quedó demostrado por
el hecho de que sus principales aliados en su enfrentamiento con la
Oficina Política se consideraran comunistas. Pero el comunismo de
Escubi, de los hermanos Etxebarrieta y de Unzueta no les llevaría,
en aquel momento, a abandonar el nacionalismo como había hecho
ETA-Berri. Por el contrario, se redefinió la teoría marxista tradicio­
nal, de tal modo que la lucha por la liberación nacional quedaba como
principal prioridad comunista. El análisis de la situación mundial que
hacían los dirigentes «comunistas» de ETA, no era mucho más so­
fisticado que el del PCE Sin embargo, la renovación del marxis­
mo español debida a los esfuerzos de Claudín y de otros, tendría in­
fluencia en algunos de ellos posteriormente, permitiéndoles emplear
el marxismo como método de análisis más que como fuente de retó­
rica. La idea de ETA de que la dirección expulsada a comienzos de
1967 habían sido simples peones del FLP y de su sección vasca,
ESBA, era bastante descabellada. Hacia 1967 ESBA estaba atravesan-

Fernando Claudín, Documentos de una divergencia comunista (Barcelona, 1978),


passim; Fernando Claudín, Santiago Carrillo. Crónica de un Secretario General (Bar­
celona, 1983), pp. 151-177; Jorge Semprún, Autobiografía de Federico Sánchez (Bar­
celona, 1977), passim.
“ Entrevista del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980. Unzueta insis­
tió en que la mayoría de los militantes de ETA que se consideraban marxistas tenían
una idea defectuosa de los cambios experimentatados por España desde la Guerra Civil,
El nacionalismo vasco radical 79

do una gran crisis y terminaría por desintegrarse en 1969, lo que pro­


dujo una serie de grupos escindidos, algunos de ellos más radicales
que la organización original. El auge del maoísmo en los últimos
años de la década de 1960 influyó sobre ETA, cosa comprensible
dada su ideología de nacionalismo y lucha armada, pero, al no con­
tener el maoísmo ningún análisis de la realidad vasca o española, su
influencia no destruía los mitos nacionalistas, como había ocurrido
con los escritos de Claudín y de otros teóricos socialistas.
La fórmula elegida por ETA para poner en práctica los diversos
aspectos de la lucha fue una estructura de Frentes, inspirada en el que
se consideraba el modelo adoptado por los vietnamitas en lucha con­
tra franceses y norteamericanos. Habría cuatro Frentes: el Militar, el
Político, el Cultural y el Económico (u Obrero). En teoría, esta es­
tructura debía aumentar su seguridad, ya que los militantes de un de­
terminado frente no estarían al comente de las acciones de los de­
más Pero las labores encomendadas a cada uno de los frentes no
estaban bien definidas, ni siquiera en teoría, y los veteranos de ETA
de este período no tenían claro dónde se encontraban las líneas divi­
sorias ^ . Particularmente confusas parecían las funciones de los Fren­
tes Político y Obrero. N o tanto así en el caso del Frente Cultural,
cuya tarea consistía en fomentar y fortalecer todos los aspectos de la
cultura vasca, como eran el aprendizaje y la enseñanza del euskera,
la participación en fiestas y actos folklóricos vascos, colaborar con
las Ikastolas y aprender historia y literatura vascas. Este tipo de ac­
tividades había sido esencial a ETA desde sus comienzos y, aunque
en 1967 la mayoría de ellas no eran ya realmente ilegales, con fre­
cuencia se veían obstaculizadas por las autoridades y vigiladas muy
de cerca por la policía. El Frente Cultural llevaba a cabo su acción
en parte en colaboración y en parte en competencia con el PNV, ELA
y los seguidores de Txillardegi, agrupados en torno a la revista Bran-
ka . La mezcla de un campo de acción bien definido con la ausen­
cia de una orientación independiente y diferenciada con respecto a la
cultura vasca, tuvo como consecuencia que ETA utilizara actos tales
como los bailes folklóricos principalmente para el reclutamiento, al-

V Asamblea de ETA, Segunda sesión (actas). En el verano de 1968, ETA seguía


hablando del Frente Económico en lugar del Frente Obrero. Véase Melitón Manzanas
ejecutado, en Documentos Y, vol. 7, pp. 532-33; K. de Kumbeltz añadía un Frente
religioso a los restantes cuatro, «Hacia una estrategia revolucionaria vasca», Iraultza,
n.o 1, 1968, pp. 120-121.
Entrevistas del autor con Iñaki Sarasketa, San Sebastián, 26 marzo 1980; Iñaki
García Aramberri, Ondárroa, 19 marzo 1980, y Sabino Arana, Vitoria, 16 marzo 1980.
“ Branka fue en un principio el órgano semi-oficial de ETA, dirigida por Txillar­
degi, que siguió sacándola después de haber abandonado la organización.
80 John Suílivan

gunas veces para irritación de otros entusiastas de la cultura vasca, a


quienes molestaban por oportunistas los intentos proselitistas de
ETA En la práctica, el Frente Cultural ocupaba un lugar inferior
en la jerarquía de ETA ; no dirigía la estrategia de la lucha, como ha­
cía el Frente Político, ni realizaba acciones espectaculares, que co­
rrespondían al Frente Militar. Según la teoría de Krutwig, la espiral
acción/represión/acción tenía que estar a menudo contrapesada por
actividades de menor nivel, como era la creación de Ikastolas, pero
los niveles superiores y más violentos de la lucha no requerían la co­
laboración del Frente Cultural
Si el ámbito cultural ofrecía a ETA y al PNV la posibilidad de
propagar sus ideas y reclutar miembros, era también un área en la
que ETA tenía dificultad para diferenciarse tanto del PNV, como del
grupo de Txillardegi y de las personas reunidas en torno a las esci­
siones de ELA. La revista del Frente Cultural, Kemen, intentó en
1969 perfilar una teoría que distinguiera a ETA de sus competidores,
con éxito limitado. Según Kemen, el ala derecha vasca idealizaba un
pasado imaginario, y creía que el problema consistía simplemente en
restaurar la cultura vasca, mientras que, en realidad, la cultura estaba
en continuo estado de cambio. La influencia de la derecha vasca so­
bre las Ikastolas y las Escuelas Sociales (grupos de debate de adultos
organizados por la Iglesia) tenía el efecto de crear mitos sobre la cul­
tura vasca y de idealizar el carácter supuestamente perfecto de la an­
tigua democracia vasca. Por el contrario, para ETÁ la cultura vasca
debía ser constantemente recreada
Las críticas de ETA a la práctica cultural del PNV eran acordes
con los correctivos recomendados por Txillardegi desde la fundación
de Ekin. El había sostenido entonces que el intento de reducir la cul­
tura al folklore y a la observancia religiosa era reaccionario. Pero en
la práctica, era difícil para ETA diferenciarse de otros nacionalistas
en las Ikastolas y las Escuelas Sociales. Por ejemplo, el Frente Cul­
tural no parecía estar teniendo mucho éxito en llevar la cultura vasca
a los trabajadores inmigrantes. Los contactos con los obreros se rea­
lizaban por lo general mediante el Frente Económico, que, aunque
en origen era un organismo para la recaudación de fondos, se había
transformado en el Frente Obrero, un cuerpo dedicado a la agitación
industrial. La labor del Frente Político consistía en elaborar la línea
política de la organización, algo que no exigía la participación de mu­
chos militantes. En la práctica, las posiciones eran aún más confusas.

Entrevista del autor con Elisabet Baztarretxe y Josu Bravo, activistas del PNV
en los años sesenta, Bilbao, 14 marzo 1980.
«Espiral acción-represión», Zutik, n.° 50, diciembre 1968.
«Frente Cultural», Kemen, septiembre-ocubre 1969.
Kl nacionalismo vasco radical 81

pues los militantes pasaban de un frente a otro, y realizaban al mis­


mo tiempo acciones que supuestamente correspondían a otros fren­
tes. N o estaba claro si los Frentes eran divisiones organizativas de
ETA, o simples campos de acción. Retrospectivamente, puede decir­
se que para algunos miembros de ETA representaban aspiraciones
más que estructuras de organización
Las actividades del Frente Obrero tuvieron consecuencias invo­
luntarias. Dadas las particulares circunstancias del País Vasco, la lu­
cha de clases significaba la colaboración con, y el reclutamiento de,
inmigrantes. Considerando la ambivalente actitud de ETA hacia aquel
sector de la población, no era tarea fácil. A los trabajadores inmi­
grantes se les veía como potenciales amigos y enemigos, pues su pre­
sencia como portadores de una lengua y una cultura extrañas se creía
perjudicial para la vida vasca, mientras que su condición de obreros
explotados les convertía en enemigos de los patronos. Los trabajado­
res inmigrantes podían optar por hacerse vascos integrándose en la
vida del lugar y participando en la lucha de clases, afiliándose por con­
siguiente al PTV, independientemente de su origen étnico Una
acogida tan condicionada difícilmente podía resultar muy atractiva
para unos trabajadores que creían haberse trasladado de un lugar de
España a otro, y no haber emigrado a un país extranjero. Además, el
énfasis depositado en la opción individual de hacerse vasco mal po­
día conjugarse con la orientación colectivista del ilegal movimiento
sindical El Frente Obrero se enfrentaba, además, al obstáculo que
presentaba la supervivencia de actitudes violentamente chauvinistas
en el seno de ETA. De modo inevitable, los miembros de ETA que
actuaban en aquel frente tendían a dar prioridad a la propaganda de
tipo socialista y a la agitación laboral, más que a otros intereses na­
cionalistas tradicionales.
La acción de ETA en el movimiento obrero fructificó, en cierta
medida, en Vizcaya, en 1968 y 1969, cuando se afirmaba que ETA

Entrevista del autor con Sabino Arana, Iñaki Sarasketa e Iñaki García Arambe-
rri, citadas más arriba. En las acusaciones contra los procesados en Burgos se decía
que eran autores de propaganda y literatura clandestina, además de sus actividades vio­
lentas, Burgos: juicio a un pueblo, por M. Castells y F. Letamendía (San Sebastián,
1978), passim.
En «Batasuna; Frente Nacional Vasco», Zutik, n.° 50, diciembre 1968, se sos­
tenía que todo el que no aceptara la reunificación de los países vascos español y fran­
cés, la vuelta a la lengua vasca y la autodeterminación no tenía derecho a ser conside­
rado patriota, o tan siquiera vasco.
La dirección depuesta en la V Asamblea también había comprobado que los tra­
bajadores inmigrantes más dispuestos a integrarse en la sociedad vasca no eran por lo
general los más militantes. Entrevista del autor con el dirigente de ETA-Berri, Javier
Ortiz, San Sebastián, verano de 1968.
82 John Sullivan

contaba con varios cientos de militantes concentrados en las indus­


trias pesadas del gran Bilbao Paradójicamente, era un éxito par­
cialmente debido al incremento de la represión experimentado desde
agosto de 1968, año en que se suspendieron los derechos legales eo-
munes a causa del Estado de excepción. Comisiones Obreras, y en
especial su dirección del Partido Comunista, habían aprovechado el
limitado aumento de la tolerancia hacia la oposición mostrado por el
régimen franquista hasta 1967, para obtener puestos como enlaces sin­
dicales dentro de la estructura de los sindicatos oficiales. Sin embar­
go, la progresiva fuerza del movimiento obrero provocó una reac­
ción del gobierno que produjo la declaración, en varias ocasiones, del
Estado de Excepción, con la suspensión de derechos los legales de
los ciudadanos. Uno de aquellos estados de excepción, declarado en
toda España a comienzos de 1967, coincidió con la prolongada y dura
huelga llevada a cabo en Laminaciones de Bandas de Bilbao La de­
cisión gubernamental de emplear una política más represiva, que re­
flejaba las disensiones internas sobre la forma de enfrentarse al mo­
vimiento obrero, convenció a muchas personas de izquierdas de que
era un error que el PCE concentrara sus energías en lograr puestos
dentro de los Sindicatos. En este nuevo clima, el Partido Comunista
perdió algún terreno frente a tendencias más militantes, una de las
cuales era ETA, mientras que Comisiones Obreras se convirtió en
una organización menos abierta, y en el País Vasco tendió a buscar
la alianza de grupos políticos clandestinos.
El Frente Militar de ETA tenía, en teoría, labores muy específi­
cas. A la larga, consistían en dirigir un ejército guerrillero que pre­
parara al pueblo para un levantamiento en contra del poder de ocu­
pación. De modo más inmediato, debía respaldar la lucha del pue­
blo, interviniendo cuando quiera que la acción de masas hubiera to­
cado límite Debía castigar a los delatores, agentes del régimen y
otros enemigos del pueblo. El objetivo a largo plazo de acometer la
guerra de guerrilla no llegaría a materializarse, y lo más próximo al
intento de conseguirlo no lo realizaría ETA como tal, sino el Grupo
Autónomo también denominado Las Cabras. Las Cabras era una
creación de Javier Zumalde, a quien se le habían encomendado los
asuntos militares tras la IV Asamblea de ETA en 1965. Zumalde era
contrario a la acción política y tenía opiniones muy claras sobre las
cuestiones militares, considerando que la labor de ETA era la de en-

Entrevista del autor con José María Iriarte (Bikilia), dirigente del Frente Obre­
ro en 1969-70, San Sebastián, 17 agosto 1981.
«La huelga de Bandas. Ciento sesenta y tres días de lucha contra el capitalismo
fascista». Horizonte español 1972, 2 vols. (París, 1972), vol. 1, pp. 64-72.
«Espiral acción-represión», Zutik, n.° 50, diciembre 1968.
lil nacionalismo vasco radical 83

trenarse para la guerrilla. Llevaba a sus partidarios a realizar largas


marchas, a preparar reservas de provisiones en los montes, y actuaba
en general como un jefe militar encargado de maniobras. Puesto que
Zumalde era extremadamente cauto a la hora de iniciar acciones vio­
lentas, la mayoría de las complicadas maniobras de Las Cabras no fue­
ron detectadas. El material escrito manejado por el grupo era prin­
cipalmente para consumo interno, extraordinariamente escaso y sim­
plista, consistiendo ante todo en instrucciones sobre seguridad y para
la denuncia de informadores, en la exaltación de los valores morales
ue prevalecían en las zonas rurales vascas, justificaciones religiosas
3 el derecho a la resistencia violenta contra la opresión, y lecciones so­
bre métodos de sabotaje
Sólo tras la intensa acción policial que siguió al Estado de Excep­
ción de 1968 pudieron descubrirse las actividades de este grupo. Zu­
malde tuvo que huir al exilio en agosto de 1968 y algunos de sus adep­
tos fueron detenidos en noviembre y diciembre del mismo año
con el resultado de que el grupo dejó de existir y algunos de sus
miembros volvieron a incorporarse a ETA. Por su parte, Zumalde
no parece haber creído que se hubiera separado de ETA, sino, sim­
plemente, que se había disociado de su política, para continuar fiel­
mente la labor original de la organización La acción de este grupo
se desarrolló siempre en la zona próxima a Mondragón. La existen­
cia de Las Cabras, hecho en gran medida irrelevante para la historia
tanto de ETA como del País Vasco, era, no obstante, indicio de que
había una base de nacionalismo radical en la comunidad. Zumalde ha­
bía logrado mantener un grupo carente de base política, pero con la
sólida base social de los grupos de mendigoitzales (montañeros) tan
comunes en el País Vasco. La defección de Zumalde produjo la re­
constitución del Frente Militar bajo el liderazgo de Jon Etxabe que,
si bien compartía la opinión de Zumalde de que los «campesinos» for­
maban el corazón del pueblo vasco, operaba desde una base del País
Vasco-francés y no se permitía las aventuras montañistas de Zumalde.
Las dificultades que entrañaba el conseguir los objetivos contra­
dictorios de formar un partido obrero, construir un Frente Nacional

Dedicado a los que en silencio cumplen con la más ingrata de las misiones. Do­
cumentos Y, vol. 6, pp. 455-509, contiene fórmulas para llevar a cabo sabotajes y con­
sejos para la ejecución de acciones clandestinas; «Baserritarrak» y «El confidente», am­
bos en Cuaderno Gudarientzat Pakea, Documentos Y, vol. 6, pp. 389-397. Del de­
recho de los súbditos a la resistencia. Documentos Y, vol. 6, pp. 433-438.
Diez miembros de Las Cabras fueron sentenciados a prolongadas condenas de
cárcel en junio de 1971. Véase «Consejos de guerra en Burgos», Berriak, n.° 8, 28 ju­
lio 1971.
Entrevista con Zumalde en La Voz de España, San Sebastián, 29 y 30 diciembre
1979.

III
84 John Sullivan

e iniciar una lucha guerrillera, no eran tan aparentes en 1967 como


lo serían más tarde, debido en gran medida a que ninguna de las la­
bores que ETA se había propuesto se estaba realizando a gran escala.
En efecto, los recursos humanos y materiales de ETA eran lamenta­
blemente escasos tanto para la agitación sindical como para la lucha
armada. Sin embargo, el progresivo fortalecimiento del movimiento
obrero clandestino le proporcionó un campo de acción para el Fren­
te Obrero. Los dirigentes de ETA, como sus predecesores, entonces
en ETA-Berri, estaban fuertemente influidos por el desarrollo del
movimiento obrero y en especial por la huelga de Laminaciones de
Bandas de Bilbao de 1966-67, que produjo una respuesta generaliza­
da de apoyo. Beneficiaba a ETA el hecho de que Comisiones Obre­
ras, aunque muy influida por el Partido Comunista, siguiera siendo
una organización relativamente amplia y abierta El PCE, por su
parte, era muy favorable a ETA, a la que consideraba representante
de las nuevas fuerzas que se alzaban en oposición al franquismo
Se encomendó a Txabi Etxebarrieta el puesto de secretario de propa­
ganda de Comisiones Obreras de Vizcaya, pese a ser estudiante y no
obrero.
Gran parte de las actividades de propaganda del Frente Obrero
eran similares a las desarrolladas por los grupos de izquierda no na­
cionalistas. Mientras que el rasgo diferenciador de ETA serían las
operaciones armadas del Frente Militar, los primeros pasos hacia la
creación de una fuerza armada fueron más bien modestos, algo ape­
nas sorprendente a la vista de la falta de recursos; sin embargo, la cam­
paña armada no podía aplazarse por mucho tiempo. ETA se había
comprometido en teoría a lanzar una campaña que iniciara la lucha
guerrillera, desde la aparición de Insurrección en Euskadi en 1964
Además, puesto que una de las principales acusaciones contra
la tendencia ETA-Berri era que había abandonado la estrategia de
la lucha armada, la nueva dirección de ETA habría producido la
impresión de incompetencia de no lanzarse de una vez a ella. Du­
rante la primavera y comienzos de verano de 1967, ETA logró lle­
var a cabo varios robos a bancos y puso algunas bombas que pro­
dujeron daños en diversos edificios oficiales y monumentos Se-

Ello era especialmente aplicable a Guipúzcoa. Véase «Luttes ouvrieres en Es-


pagne», Freres du monde, n.“ 60. Documentos Y, vol. 5, pp. 216-217.
Véase «La lucha antifranquista en Guipúzcoa», Mundo Obrero, septiembre
1968.
Julen Madariaga, «Insurrección en Euskadi», Cuadernos ETA, n.° 20 (Bayona,
1964).
La acción-represión en Euskadi, un documento publicado en julio de 1968, Do­
cumentos Y, vol. 7, pp. 518-523.
El nacionalismo vasco radical 85

mejantes acciones no podían realmente considerarse como el comien­


zo de una lucha de guerrillas, pero tuvieron la importancia psicolo­
gía de demostrar que ETA se tomaba en serio sus intenciones. Un
indicio de la nueva actitud de ETA fue la costumbre adoptada por
los «liberados» de llevar armas cuando iban a cumplir una misión,
aunque ello tuviera en un principio más importancia psicológica que
militar. Toda la formación militar de Iñaki Sarasketa, miembro de la
dirección de ETA, había consistido en disparar un tiro de pistola, y
su caso parece haber sido bastante típico * .
Los robos y los ataques a edificios y símbolos del régimen eran
un problema menor para la policía comparados con el acusado au­
mento de la actividad obrera en 1967 y 1968. Los incidentes prota­
gonizados por ETA eran con frecuencia de escasa importancia. Por
ejemplo, incendiar algunos vehículos de la policía en Bilbao la des­
trucción de una placa dedicada a los caídos nacionales durante la gue­
rra civil, el lanzamiento de una bomba incendiaria sobre un cuartel
de la policía y las amenazas a los informadores de la policía, se con­
sideraban lo bastante importantes para figurar en la propaganda de
ETA. Dado que ETA deseaba unir la acción de masas a la lucha ar­
mada, realizaba con frecuencia sus ataques en días señalados, como
el 1 de mayo. Semana Santa, o cuando el PNV convocaba la mani­
festación del Aberri Eguna (día de la patria vasca) Las acciones de
ETA, que tenían por objeto intensificar el clima de tensión, se reali­
zaban a pequeña escala, e incluso las pintadas de consignas patrióti­
cas siguieron considerándose dignas de aparecer en las publicaciones
de ETA a lo largo de 1967 pero el nivel de acciones violentas iba
en paulatino aumento. En diciembre de 1967, varios miembros de
ETA fueron heridos al ser descubiertos por la policía cuando inten­
taban colocar explosivos en las oficinas de Sindicatos de Libar y El-
goibar Evidentemente, las probabilidades de pérdidas humanas se
elevaban al aumentar la frecuencia de dichas acciones. El riesgo de de­
rramamiento de sangre quedó patente en la captura de Sabino Arana,

Entrevista del autor con Iñaki Sarasketa, San Sebastián, 26 marzo 1980.
«Placa de los caídos destruida por segunda vez» y «Jeeps de la policía quema­
dos», ambos en Zutik-Berriak (sin fecba), posiblemente junio 1967.
«Placa de los caídos destruida en Arrásate», «Automóvil de un traidor y cola­
borador destruido en Eibar», ambos en Zutik-Berriak, 21 abril 1967.
Entrevistas del autor con Sabino Arana, Vitoria, 16 marzo 1980, e Iñaki García
Aramberri, Ondárroa, 19 marzo 1980.
‘‘‘* «Gasteiz(Euskadi)», Zutik-Berriak, sin fecba, y «Jura de la bandera en Araca»,
Zutik-Berriak, 21 abril 1967.
«Acción-represión en Euskadi», Documentos Y, vol. 7, pp. 518-523.
86 John Sullivan

un «liberado» de ETA, en Vitoria, en febrero de 1968, cuando inten­


taba huir tras haber disparado sobre un policía y fallado el tiro
La acción que produjo el primer mártir de ETA y con la que se
inició el proceso que convertiría a esta organización en la fuerza cla­
ve de la política vasca, fue bastante similar a la que produjo la cap­
tura de Arana. Asimismo, ilustró el abismo que separaba las teorías
de ETA sobre la lucha guerrillera y su falta de recursos y prepara­
ción para lanzarse a ella. En junio de 1968, Txabi Etxebarrieta y otro
liberado, Iñaki Sarasqueta, viajaban en un coche cuando un guardia
civil de tráfico que se encontraba de servicio les dio el alto. Txabi lle­
vaba pistola, como era costumbre entre los liberados de ETA. La po­
sesión de este arma, de haber sido detectada, habría sido motivo de
una larga condena en la cárcel. Txabi, con objeto de evitar semejante
suerte, disparó y mató al guardia civil. Poco después, cuando la po­
licía alcanzó a los fugitivos en Tolosa, Txabi fue muerto a tiros de
inmediato. Sarasketa escapó, pero fue capturado al poco tiempo
Las repercusiones de la muerte de Txabi fueron mayores de lo que
nadie podía suponer, pues fueron muchos los vascos que la conside­
raron como un asesinato a sangre fría. Se le dedicaron misas en mu­
chas iglesias, que se convirtieron en actos de denuncia del régimen.
Una serie de factores se unieron para convertir la muerte de Txabi
en un suceso decisivo en la lucha de ETA. Era el primer mártir de
ETA, y las circunstancias de su muerte indicaban que la policía había
llevado a cabo una brutal ejecución sumaria. Pese a ser desconocido
para el público en general durante su vida, las publicaciones de ETA
familiarizaron a muchas personas con la vida y la personalidad de
aquel joven capaz y sensible Txabi había sido uno de los princi­
pales teóricos de la estrategia que había producido su propia muerte.
A diferencia de muchos de los miembros de ETA que perderían la
vida en futuras acciones, Txabi no era simplemente un luchador, sino
también escritor y activista de Comisiones Obreras.
Sarasketa fue en un principio condenado a cadena perpetua pero,
considerando las autoridades militares que ello era excesivamente in­
dulgente, fue nuevamente juzgado y condenado a muerte. La conde-

Entrevista del autor con Sabino Arana, Vitoria, 16 marzo 1980; Manifiesto. Abe-
rri Eguna 1968y Documentos F, vol. 7, pp. 471-477.
Entrevista del autor con Iñaki Sarasketa, San Sebastián, 26 marzo 1980; La Voz
de España, 9 junio 1968; «El primer mártir de la revolución», comunicado de ETA
sobre la muerte de Txabi, Documentos Y, vol. 7, p. 484, y Horizonte Español 1972,
vol. 1, p. 120.
ETA elaboró gran número de versiones sobre la vida y la muerte de Txabi. En­
tre ellas figuran «Biografía», Iraultza, 1968, y «Txabi asesinado», Zutik, n.^* 44 (Ca­
racas), 7 junio 1968. En «El divorcio de Julieta», Luciano Rincón, amigo de Txabi,
explicaba por qué el País Vasco necesitaba mártires. El País, 10 noviembre 1983.
El nacionalismo vasco radical 87

na fue posteriormente conmutada debido a la escasa edad del acusa­


do (tenía 19 años). La agitación que se produjo por la condena de Sa­
rasketa y las demostraciones de dolor por la muerte de Txabi, se unie­
ron para intensificar el espíritu de protesta y contribuyeron a exten­
der el conocimiento de las actividades de ETA más allá del círculo,
hasta el momento relativamente estrecho, de sus simpatizantes. Fue­
ron sucesos que empujaron a muchas personas hacia la política. Por
ejemplo, el abogado Juan María Bandrés, que sería más tarde desta­
cado dirigente de un partido político con origen en ETA, se decidió
a defender legalmente a Sarasketa, principalmente por amistades fa­
miliares La vida y la actividad de Txabi ilustran la dinámica y el
funcionamiento de ETA, y la manifestación que siguió a su muerte
demostró la importancia que iban a tener los mártires de ETA en
toda la historia de la organización. Txabi había sido el principal crea­
dor del esquema organizativo que había dividido a ETA en frentes;
sin embargo, las diversas labores que él mismo realizaba debían ha­
ber sido, en teoría, responsabilidad de distintas personas y Frentes.
Txabi era un miembro destacado del Frente Político, y su puesto
como oficial de propaganda de Comisiones Obreras de Vizcaya im­
plicaba un tipo de labor más adecuado para un miembro del Frente
Obrero. El tiro que mató al policía de tráfico inició el proceso de lu­
cha armada que, en teoría, debía corresponder al Frente Militar. La
muerte de Txabi pareció durante algún tiempo haber sido el deto­
nante de la lucha armada por la que él había abogado. Una intensa
campaña de violencia siguió a su muerte, pero no fue posible man­
tenerla y decayó después de la primavera de 1969.
El verdadero logro de su muerte fue el considerable apoyo a ETA
que mostraron amplios sectores de la población. Las emotivas esce­
nas que se produjeron en los numerosos funerales celebrados en su
memoria demostraron que el marxismo de Txabi no le había ale­
jado de la población católica vasca, que en muchas ocasiones se sen­
tía identificada con ETA sin entender sus ideas. Las manifestaciones
de protesta por la muerte de Txabi no sólo se produjeron en las zo­
nas vasco-parlantes y conservadoras, sino también en fábricas donde
la mayoría de los obreros eran inmigrantes. Por imposible que fuera
a largo plazo la coexistencia del nacionalismo vasco conservador y el
socialismo radical, dicha alianza pareció viable a raíz de la muerte de
Txabi, haciendo válida su construcción teórica, el PTV.
En noviembre del año anterior había sido capturado, y más tarde
asesinado, el Che Guevara en las montañas bolivianas, donde dirigía
un grupo guerrillero. Txabi, como toda la dirección de ETA, había

Entrevista dei autor con Iñaki Sarasketa, citada más arriba.


Horizonte Español 1972, vol. 1, p. 120.
■V
I
ti
88 John Sullivan

sido un ferviente admirador del Che Guevara, y las circunstancias de


ambas muertes parecieron a sus amigos extraordinariamente simila­
res Los recursos con los que habían contado el Che y sus com­
pañeros eran insignificantes aí lado de los que poseían sus enemigos,
pese a lo cual los dirigentes de ETA estaban convencidos de que los
seguidores del Che terminarían por triunfar. La justicia estaba de su
parte y también, potencialmente, la masa del pueblo oprimido. Lo
mismo, en su opinión, era aplicable a ETA en Euskadi. El horror que
produjo en los líderes de ETA la muerte de Txabi les impulsó a lle­
var a cabo represalias que, a su vez, desatarían una feroz represión
contra su organización. Se decidió que la venganza se ejecutara en for­
ma del asesinato de un lamentablemente célebre jefe de la policía, Me-
litón Manzanas. En los primeros días de agosto de 1968, Manzanas
recibió un disparo a la puerta de su casa en el pueblo fronterizo de
Irún, dándose a la fuga el pistolero Sin duda fue una acción reci­
bida por grandes sectores de la población como demostración de
la capacidad de ETA para devolver los golpes a los opresores del pue­
blo vasco. Además, como a la muerte de Manzanas siguieron una
oleada de tiroteos, bombas y robos, pareció que ETA se había lan­
zado ya abiertamente a la campaña de violencia a la que se había com­
prometido en la V Asamblea.
Pero esta campaña no fue el comienzo de una guerra del pueblo.
Prácticamente todos los ataques fueron llevados a cabo por militan­
tes activos, que eran también dirigentes de la organización. Ni fue
tampoco una acción de masas, pese a contar con el apoyo de muchas
personas que suministraban información y refugio a los activistas. En
aquellas ocasiones en que participaban en la lucha armada personas
que no eran «liberados», no se observaba la distribución de acciones
entre los diversos Frentes que estipulaba la teoría de ETA. Por ejem-

«Nuestras armas», Zutik, n.“ 49, julio 1968, señalaba las semejanzas entre la
muerte de Txabi y la del Che Guevara. Para la primera reacción de ETA a la muerte
de Guevara, véase «H a muerto el Che Guevara», Zutik, n.° 47 (sin fecha).
«Guipúzcoa estremecida por un horrible crimen». La Voz de España, 3 agosto
1968. K. de Kumbeltz declaró que Manzanas había sido asesinado por sus crímenes
contra el pueblo vasco, particularmente durante la represión que siguió a la muerte de
Txabi. «Hacia una estrategia revolucionaria vasca», Iraultza, n.° 1, 1968, pp. 131-134.
Incluso el PCE se refirió al asesinado como «un acto justiciero». Véase «La lu­
cha antifranquista en Guipúzcoa», Mundo Obrero, septiembre 1968. El PNV, lejos de
censurar el asesinato de Manzanas, pareció justificarlo. «Manzanas, una muerte pro­
videncial», Gudari, n.“ 48, 1968. Joseba Elósegui, un miembro clandestino del PNV
en los años cuarenta, afirmó que Manzanas había estado implicado en chantajes y ex­
torsiones. Entrevista en Ibarzábal (ed.), SO años..., p. 329. Hacía mucho que ETA con­
sideraba a Manzanas enemigo del pueblo vasco. Para críticas de su conducta, véase
«Tres asesinos pagados», Zutik, n.° 7, Tercera serie, 1962.
El nacionalismo vasco radical 89

pío, en abril de 1969 —en el incidente que costó la segunda condena


a muerte a un miembro de ETA— Iñaki García Aranberri y Andoni
Arrizabalaga, oriundos ambos del pueblo vascoparlante de Ondárroa
en la línea divisoria entre Guipúzcoa y Vizcaya, colocaron una bom­
ba en un vehículo de la policía. García Aramberri no era miembro
del Frente Militar, y sus anteriores acciones con ETA habían consis­
tido principalmente en la distribución de propaganda por las zonas
rurales Ambos hombres fueron salvajemente torturados, y en oc­
tubre de 1969 Arrizabalaga fue condenado a muerte, pero le fue con­
mutada la pena por cadena perpetua a consecuencia de un masivo mo­
vimiento de protesta. Ambos hombres permanecieron encarcelados
hasta 1977. Inmediatamente después del asesinato de Manzanas, se
declaró el Estado de Excepción en la provincia de Guipúzcoa, lo cual
dejó las manos libres a la policía para tratar a los sospechosos A
causa de la brutalidad y arbitrariedad de las investigaciones policia­
les, fueron detenidas y maltratadas físicamente cientos de personas
inocentes
La escala en que se ejerció la represión provocó una oleada de pro­
testas aún mayor que la que había seguido a la muerte de Txabi. Se
produjeron huelgas obreras y manifestaciones bastante numerosas de
sacerdotes, así como de católicos seglares, como la realizada en Viz­
caya en febrero de 1969 en la que cientos de personas, entre ellas mu­
chos sacerdotes, ocuparon una iglesia para protestar contra la repre­
sión. Una ocupación similar se llevó a cabo en marzo en la catedral
de San Sebastián, y 500 sacerdotes vascos pidieron a la Conferencia
Episcopal española que condenara el Estado de Excepción Más
alarmante aún, desde la perspectiva del gobierno, era el que algunos
obispos criticaran también las medidas represivas, hasta el punto de
que Monseñor Cirarda, obispo de Bilbao, publicó una carta pas­
toral en la que desaprobaba el estado de excepción. En abril, cuan­
do la policía arrestó al Vicario General de Bilbao acusándole de pres­
tar ayuda a ETA, el obispo se opuso a su detención, alegando que
con ella se violaba el Concordato con el Vaticano La represión
tuvo escaso efecto en interrumpir la campaña de violencia de ETA,
pero la policía sí logró finalmente capturar a algunos militantes de
ETA. A fines de 1968 fue detenido José María Dorronsoro, un ex—

Entrevista del autor con Iñaki García Aramberri, citada más arriba.
Horizonte Español 1962, vol. 1, pp. 121-122.
“ Branka (sin fecha, edición francesa) daba un total de 1.953 detenciones. Docu­
mentos Y, vol. 8, p. 226; «Ser joven, delito político», Gudari (1968), n.° 48.
Horizonte Españaol 1972, vol. 1, p. 142.
Horizonte Español 1972, vol. 1, p. 151.
90 John Sullivan

seminarista y liberado de ETA En enero de 1969 fueron captura­


dos otros dos, Gregorio López Irasuegui y Francisco Javier Izco,
cuando realizaban un asalto armado a la cárcel de mujeres de Pam­
plona en un intento de liberar a la mujer de López Irasuegui, María
Aránzazu Arruti Todos ellos fueron posteriormente acusados de
rebelión armada en el Juicio de Burgos de diciembre de 1970, donde
se alegó que Izco había sido el autor material de la muerte de Man­
zanas. El Estado de Excepción, implantado en Guipúzcoa desde agos­
to de 1968, fue extendido en enero de 1969 a toda España durante
un período de tres meses En marzo fueron capturados otros cua­
tro liberados, que estarían entre los acusados de Burgos.
En abril de 1969, la policía logró el mayor éxito en su lucha con­
tra ETA cuando capturó a una serie de liberados —entre ellos Mario
Onaindía, que sería uno de los más famosos líderes de E T A — en su
escondite de Bilbao Los entonces detenidos formaban, junto a
Izco, Dorronsoro y López Irasuegui, el núcleo de la dirección de
ETA, y en el juicio de Burgos serían acusados de ser responsables
del asesinato de Melitón Manzanas, así como de otros delitos gra­
ves. Los liberados habían establecido su base en un piso de la calle
de Artecalle, en el barrio viejo de Bilbao, donde la policía llevaba
algún tiempo vigilando sus movimientos. Uno de los liberados, Mi-
kel Echevarría, logró escapar en un taxi, pese a haber sido herido en
un tiroteo cuando se produjo el ataque de la policía. El conductor
del taxi fue hallado muerto a cierta distancia. Se dijo que Echevarría
había ofrecido al taxista una sustancial cantidad de dinero para que
le alejara del escenario de las detenciones, y que, al negarse, le había
matado. Si ello era cierto, el taxista, Fermín Monasterio, fue el pri­
mer civil asesinado por ETA. Esta, por su parte, insistió en que las
balas que habían matado a Monasterio eran de calibre 9 mm y ha­
bían sido, por consiguiente, disparadas con un arma reglamentaria de
la Guardia Civil Con los arrestos de la calle de A.rtecalle y los an­
teriores, quedó desmantelado el núcleo de los activistas de ETA de­
dicados en exclusiva a la lucha armada. El fin del estado de excep­
ción, el día 25 de marzo, pareció demostrar que ETA no era ya real­
mente un problema para el régimen de Franco. El fracaso de la cam-

Castells y Letamendía, Burgos, juicio a un pueblo, p. 31.


“ «Detenciones en Pamplona», Zutik-Berriak, enero 1969. Horizonte Español
1972, vol. 1, p. 36.
Eiorizonte Español 1972, vol. 1, p. 138.
Horizonte Español 1972, vol. 1, p. 136; Información al PTV, panfleto de ETA,
Documentos Y, vol. 8, pp. 281-2; también en Zutik (Caracas), n.° 86; entrevista del
autor con Mario Onaindía, Vitoria, 25 marzo 1980.
«Información al PTV», citado más arriba.
El nacionalismo vasco radical 91

paña armada era evidente para Escubi, su principal promotor. Escubi


logró huir a Francia, donde pudo analizar las lecciones aprendidas en
la malograda lucha militar de ETA. Desde fines de 1968, había adop­
tado una actitud crítica no hacia la lucha armada en sí, sino hacia la
continuación de la campaña de violencia cuando ETA carecía de la
capacidad política y organizativa para beneficiarse de ella Su pro­
gresiva desaprobación de la lucha armada, a cuyo lanzamiento tanto
había contribuido, le llevaría a abandonar ETA en 1970.
Echevarría logró escapar a Francia, ayudado por una serie de per­
sonas que le proporcionaron refugio. La policía detuvo a cientos de
personas, entre ellos varios sacerdotes, en relación a su huida. Este
respaldo popular, que se manifestaría de modo impresionante duran­
te el juicio de Burgos, demostró que el efecto verdaderamente im­
portante de las acciones de ETA era el de crear héroes y mártires que
pudieran movilizar a las gentes. La captura o huida de los liberados
de ETA que habían constituido su dirección hasta la primavera de
1969, fue un golpe durísimo que forzaría a la organización a recon­
siderar su estrategia. En cualquier caso, los efectos de los arrestos y
salidas al exilio habían destruido prácticamente la capacidad de ETA
para desarrollar sus acciones militares. Lina vez más, los problemas
de tipo organizativo impulsaron a ETA hacia una nueva dirección po­
lítica. La nueva directiva, constituida tras la captura de liberados en
la calle de Artecalle, se basó en el Frente Obrero de Bilbao e incluyó
una serie de estudiantes universitarios La presencia de ETA en San
Sebastián y en las zonas industriales de Guipúzcoa había sufrido los
efectos de las expulsiones llevadas a cabo en la V Asamblea, y las re­
percusiones de la represión policial la habían debilitado temporal­
mente en los pueblos.
Una vez más, ETA contaba con una dirección nueva, joven e inex­
perta. Patxo Unzueta, que se convertiría en la figura intelectual do­
minante en los años siguientes, podía considerarse veterano, puesto
que había sido elegido para la dirección en la V Asamblea. Los nue­
vos dirigentes de ETA estaban fuertemente influidos por las luchas
de estudiantes y obreros de mayo de 1968 en Francia, y creían que
las huelgas de los obreros españoles podían desencadenar la revolu­
ción. En adelante, se concedería prioridad a la acción de masas, par­
ticularmente la del Frente Obrero, sobre la lucha armada de los gru­
pos especializados. Tras el fracaso de la ofensiva militar, ETA adop­
tó dos estrategias centrales. En primer lugar el fortalecimiento del

La valoración que hacía Escubi de la lucha armada a fines de 1968 apareció en


Rapport M (sin fecha). Documentos Y, vol. 8, pp. 55-61.
Entrevista del autor con José María Iriarte (Bikilia), dirigente del Frente Obre­
ro, San Sebastián, 17 agosto 1981, y Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980.
92 John Sullivan

Frente Nacional (FNV) — que recibió el nombre de campaña


BAI — mediante un movimiento que hiciera hincapié en la unidad
vasca, y que debía unificar a los patriotas de todas las procedencias
sociales e ideas políticas; en segundo lugar, un giro hacia la clase obre­
ra que produjera la transformación de ETA en un partido de traba­
jadores. La nueva dirección de ETA no creía incompatibles estos dos
objetivos . En consecuencia, en las publicaciones de la organización
empezaron a aparecer artículos en los que se intentaba reconciliar la
doctrina marxista con la herencia de Sabino Arana. Puesto que la lu­
cha obrera llegaría a considerarse el factor clave en la consecución del
socialismo y la independencia Zutik siguió insistiendo en la lucha
de clases y las doctrinas socialistas.
Desde la V Asamblea habían surgido nuevos líderes. Txabi había
muerto, su hermano mayor, José Antonio, estaba enfermo y la ma­
yor parte del grupo formado en torno a Escubi se encontraba en el
exilio y veía con mirada cada vez más crítica el proceder de ETA. La
oleada de detenciones de 1968 y 1969 desmembró una vez más a su
dirección, dejando el control efectivo en manos de personas sólo re­
cientemente ascendidas a puestos directivos. El fracaso de la estrate­
gia guerrillera era evidente para algunos de los dirigentes del Frente
Obrero incluso antes del desastre de la calle de Artecalle. Estos ela­
boraron un análisis de la estrategia de ETA y un balance de sus ac­
tividades desde la V Asamblea, que fue publicado en el número 51
de Zutik, en marzo de 1969. Este análisis, sancionado por los hom­
bres que iban a ser los dirigentes efectivos de ETA durante varios
años, fue considerado por éstos, retrospectivamente, como un paso
decisivo en la trayectoria de ETA desde la confusa organización
populista con un marxismo de boquilla que había sido, a convertirse
en un grupo auténticamente comunista. Sin embargo, en Zutik 51 se

El eslógan BAI: Batasuna (Unidad), Askatasuna (Libertad) e Indarra (Fuerza),


tenía la finalidad de lograr la unidad de acción de todas las fuerzas nacionalistas. BAI
significa «sí» en vascuence. Hojas Batasuna, Documentos Y, vol. 7, pp. 363-377.
Entrevistas del autor con Patxo Unzueta y Bikilia citadas más arriba. Ninguno
de los integrantes de la dirección quería abandonar la lucha armada. Unzueta señaló
que la nueva dirección de ETA intentó en efecto relanzarla, principalmente mediante
robos, aunque por lo general coincidían con la idea de Escubi, aparecida en Rapport M,
de que ETA debía consolidarse y aprovechar el prestigio que le había proporcionado
la lucha armada.
** Entrevista del autor con Ramón Zallo, Bilbao, 29 marzo 1980. Zallo, miembro
del Frente Cultural de Eta en 1969, era secretario general de LC R-LK I en 1980, una
organización surgida de una escisión de ETA.
José Antonio Etxebarrieta había escrito abundantemente en Zutik de 1967 a
1969. Véase «Ultima hora. H a muerto J. A. Etxebarrieta», Berriak, n.° 14, febrero
1973.
El nacionalismo vasco radical 93

reafirmaban la mayor parte de las teorías adoptadas en la V Asam­


blea, y se dirigía un duro ataque contra las organizaciones «españo­
las» que conformaban el movimiento obrero de Euskadi Zutik 51
también defendía el concepto del Pueblo Trabajador Vasco, y la
necesidad de alianza con los sectores patrióticos de la burguesía
Asimismo, la revista defendía la estructura de Frentes de ETA,
aunque éstos no operaran según lo estipulado en la teoría Zutik
51 contenía también un caluroso llamamiento a la unidad de la clase
obrera, y un ataque a la izquierda «española» por destruir esa uni­
dad al negar la realidad de la identidad nacional vasca, introduciendo
con ello aberraciones fascistas e imperialistas en el movimiento obre­
ro 7 3

1
El concepto que los dirigentes de ETA tenían sobre el papel de
la clase obrera difería del que, en términos generales, sostiene la teo­
ría marxista. Se consideraba que la clase obrera estaba capacitada para
iniciar la lucha, pero no para llevarla hasta su triunfal conclusión sin
ayuda. En un momento dado, los destacamentos militares especiali­
zados de ETA tendrían que intervenir, realizando actos de sabotaje
y secuestrando a aquellos empresarios cuyas acciones perjudicaran los
intereses de los trabajadores. Se reconocía que la intervención de ETA
en los conflictos laborales intensificaría la represión contra los obre­
ros, pero ello, decían, tendría la virtud de abrirles los ojos con res­
pecto al carácter del Estado español, y les animaría a emprender ac­
ciones más drásticas En efecto, el proceso que se describía era una
reiteración de la espiral acción/represión/acción inicialmente formu­
lada por Krufwig en Vasconia. La fórmula de lucha que presentaba
Zutik 51 guardaba escasa relación con la práctica vigente de ETA, y
no llegó a ponerse en práctica por parte de la dirección que la reco­
mendaba. N o se secuestró a ningún industrial ni patrono hasta 1972,
y por entonces ETA se había escindido en organizaciones rivales. Los
que con el tiempo realizarían ese tipo de acciones, calificarían de trai­
dores a los autores de Zutik 51. Esta revista tachaba de absurda la
defensa que la izquierda española hacía del derecho de los vascos a
la autodeterminación, porque la autodeterminación, decía, no era algo
que pudiera ser concedido por un futuro gobierno socialista español,
sino que tenía que conseguirse en lucha contra el Estado español. La
crítica que la izquierda «española» hacía de Frente Nacional Vasco
(FNV), al que calificaba de instrumento de la burguesía para dividir

™ «Líneas generales de una estrategia a largo plazo», en Zutik, n.“ 51, marzo 1969.
Ibíd.,
«Unidad obrera», Zutik, n,“ 51, marzo 1969.
Ibíd.
«Un paso hacia la unidad del PTV», Zutik, n.° 51, marzo 1969.
94 John Sullivan

al proletariado, se rechazaba alegando que ignoraba las verdaderas


condiciones de existencia del pueblo vasco, sometido a la opresión na­
cional.
Zutik 51 marcó una transición en la evolución de ETA. N o se
abandonaron ninguna de las medidas y teorías adoptadas en la V A-
samblea, y la publicación de estos artículos no provocó oposición al­
guna, ni siquiera entre los miembros más conservadores del grupo.
Los duros ataques que se dirigían contra ETA-Berri y otras organi­
zaciones españolas habrían contribuido, sin duda, a desarmar las po­
sibles críticas de los que temían una vuelta a posturas españolistas,
pero no era ésta la única razón de los ataques de ETA a los grupos
«españoles» del movimiento obrero. Mientras que la participación de
ETA en un Frente Nacional podía considerarse parte de una división
de trabajo entre ella y fuerzas más conservadoras, el lugar de la or­
ganización en una alianza obrera era menos claro. ETA no disponía
de una base definida en la clase obrera, y sus intentos de hacerse con
una implicaban entablar una dura competencia con las fuerzas «es­
pañolas» que sí contaban con dicha base.
Aunque Zutik 51 ofreciera escasos indicios de que la dirección de
ETA fuera a seguir los pasos de EIA-Berri, sí había ciertas señales
de una evolución que llevaría a parte de la organización a romper con
el nacionalismo. Aunque seguía apoyando la estrategia de construir
un Frente Nacional, Zutik 51 exhibía una auténtica antipatía por el
PNV, la fuerza que habría estado en el centro de dicha alianza. La
hostilidad hacia el PNV, unida a un genuino compromiso con la lu­
cha obrera, terminarían por alejar del movimiento nacionalista a la
mayoría de los que en 1969 eran miembros de ETA. Las esperanzas
depositadas por ETA en un Frente Nacional con apoyo potencial del
PNV y otras fuerzas no proletarias, y dirigido por la clase obrera, en
la que ETA y demás grupos nacionalistas contaban con escaso res­
paldo, parecía absurdo a los no nacionalistas, en particular a la ten­
dencia ETA-Berri. La retórica socialista de ETA se consideraba una
cortina de humo, que ocultaba tanto sus deseos de alianza con el
PNV, como su extremadamente ambigua actitud hacia los inmigran­
tes Pese a ello, las tendencias de izquierdas que surgirían en ETA
en los años siguientes vieron en la publicación de Zutik 51 el co­
mienzo de una etapa decisiva en el abandono de posturas chauvinis­
tas y en dar prioridad a la acción de masas sobre las acciones violen­
tas de los grupos de élite. Zutik 51 sostenía explícitamente la nece­
sidad de formaciones militares especializadas, pero éstas debían ope­
rar al servicio del movimiento de masas. La difícil mezcla de socia-

«¿Qué es ETA-Bai?», Komunistak, n.° 2, junio 1969.


El nacionalismo vasco radical 95

lismo y nacionalismo que hacían los líderes de ETA, empezó a sus­


citar las críticas de los militantes exilados, con acceso a un tipo de
obras antes inasequibles, y tiempo para estudiarlas. No obstante, du­
rante 1969 y 1970 la mayoría de los miembros del interior y de los
encarcelados aprobaban la dirección tomada por la organización. Al­
gunos presos, como Sabino Arana, Iñaki Sarasketa e Iñaki García
Aramberri, consiguieron seguir la evolución de ETA gracias a algu­
nos comunicados introducidos clandestinamente y a las noticias traí­
das por familiares en sus visitas a la prisión Los miembros más jó­
venes que, incluso en los pueblos, se revelaban contra el sofocante
conservadurismo del medio, aceptaban los ataques al PNV
Para la mayoría de las organizaciones políticas de Euskadi, la ac­
ción de masas consistía bien en comprometerse en la lucha obrera y
socialista, o bien en participar en el movimiento nacionalista, junto
a nacionalista de todas las tendencias políticas. Los dirigentes de ETA
no creían que tuvieran que optar entre estas alternativas, ya que am­
bas eran, en su opinión, partes necesarias de la lucha general. Al mis­
mo tiempo que la dirección proclamaba la necesidad de transformar
ETA en un partido marxista, declaraba 1970 año del Frente Nacio­
nal Esta estrategia tenía como objeto general consolidar el presti­
gio de que gozaban los héroes de ETA entre una amplia capa de la
población, y el fin específico de ganarse a los miembros de EGI, el
grupo de juventudes del PNV, que una vez más se sentían desilusio­
nados por la inactividad de su organización central. Un indicio de la
concentración de ETA en la creación de un Frente Nacional fue la
publicación de la revista Batasuna (Unidad), de la cual aparecieron
cinco números entre abril y junio de 1970. En el primer número se
hablaba con entusiasmo de las muestras de apoyo al Frente Nacional
que daban las diversas fuerzas nacionalistas, mientras que se criticaba
a Kommunistak (anteriormente ETA-Berri) por tachar a Sabino Ara­
na de racista Los esfuerzos de ETA por unir lucha de clases y lu­
cha nacional le indujeron a exhibir el lema «Batasuna Langile» (Uni-

Entrevistas del autor con Sabino Arana, Iñaki Sarasketa e Iñaki García Aram­
berri, más arriba citadas.
Entrevista del autor con José Miguel Goiburu (Goiberri), futuro líder de
ETA-V, San Sebastián, 5 agosto 1984. Goiberri, que era oriundo del interior de Gui­
púzcoa, tenía diecinueve años en 1969 y llevaba dos años militando en ETA. Goiberri
sostenía que ETA, pese a sus devotos orígenes católicos, bahía sabido responder me­
jor que ninguna otra organización a la insatisfacción de los jóvenes ante el represivo
medio católico.
Editorial; «1970, año del Frente Nacional Vasco», en Gudalde, n.“ 3 (sin fecha).
Batasuna, sin fecha ni número.
96 John Sullivan

dad Obrera) en las manifestaciones del 1 de mayo de 1970 Pero,


debido a la debilidad nacionalista en las fábricas, la unidad obrera sig­
nificó, abrumadoramente, unidad de fuerzas no nacionalistas.
Un concepto como el de Pueblo Trabajador Vasco significaba
poco para la lucha obrera a la que ETA se había incorporado, por lo
que la organización empezó a excluir el término «clase obrera», aban­
donando así un concepto que había sido un ingrediente esencial de
la mezcla de socialismo y nacionalismo radical de esta organización.
La agitación laboral les hizo comprender que las huelgas que se pro­
ducían en Bilbao formaban parte de una lucha que se libraba en toda
España. Para ser efectiva, la propaganda tenía que estar escrita prin­
cipalmente en español. Esta necesidad fue el motivo de que ETA
substituyera la exigencia de una Euskadi monolingüe por la de igual­
dad de trato para el euskera. La petición del derecho a la autodeter­
minación nacional, en lugar de exigir simplemente la independencia
vasca, fue otra consecuencia de ello. La decisión de transformar ETA
en un partido marxista revolucionario habría tenido, de haberse em­
prendido consistentemente, el efecto inevitable de convertir a los mi­
litantes de ETA de los pueblos en individuos aislados, separados de
sus vecinos por su adopción de una doctrina extraña. La base de la
fuerza que ETA tenía en la cohesión de los grupos de amigos, veci­
nos y parientes habría quedado destruida. Pero no era ésta una cues­
tión que fuera evidente para los que tomaron la decisión de convertir
a ETA en un partido revolucionario.
La dirección que sustituyó a los detenidos o huidos al extranjero
en 1969, se consideró a sí misma provisional y dependiente de la apro­
bación de los anteriores dirigentes, ahora encarcelados, y del exilado
Escubi Recibía también presiones por parte de Etxabe, jefe del
Erente Militar, y de algunos exilados como Krutwig y López Adán
(Beltza), que sospechaban que la dirección del interior estaba vol­
viendo a caer en las desviaciones «españolas» de ETA-Berri. El in­
tento de ganarse la aprobación de tan diversos pareceres estaba con­
denado al fracaso. A corto plazo llevó a la dirección interior de ETA
a actuar de modo contradictorio, uniendo la propaganda de índole so­
cialista a unos limitados esfuerzos por reiniciar la lucha armada, prin­
cipalmente mediante la organización de robos. La campaña BAI, que
pretendía conformar una alianza patriótica, era considerada por Es­
cubi y sus adeptos como una regresión a la política burguesa de los
fundadores de ETA. N o obstante, la dirección interior de ETA creía
haber realizado su cometido relativamente bien. Había aumentado la

«Batasuna Eguna», Batasuna, n.° 3; «Batasuna Langile», Batasuna, n.“ 4 (sin fe­
cha).
Entrevistas del autor con Bikilia y Patxo Unzueta, más arriba citadas.
El nacionalismo vasco radical 97

afiliación, pese a la represión, y por primera vez el Frente Obrero te­


nía una cierta influencia en el movimiento de los trabajadores, en par­
ticular en Vizcaya. Y lo más importante de todo era que el prestigio
adquirido por ETA mediante su acción militar se estaba utilizando
con éxito para la construcción de un Frente Nacional que, bajo la
fuerte influencia de ETA, lograría, así lo esperaban, el respaldo de
personas que tradicionalmente apoyaban al PNV.
Los esfuerzos de la dirección interior para hallar una vía interme­
dia entre el marxismo que había producido la expulsión de Iturrioz
y Del Río, y el nacionalismo radical, quedaron patentes en un docu­
mento, A todos los makos (a todas las prisiones), escrito por Patxo
Unzueta, el teórico político más destacado entre los líderes del inte­
rior Escubi y sus prosélitos consideraron que el documento mos­
traba una reincidencia en el nacionalismo tradicional de ETA El
hecho de que una declaración clave —donde se analizaban la situa­
ción y las perspectivas de ETA, y con la que se intentaba justificar
la política de la dirección frente a los ataques de sus detractores— es­
tuviera dirigida a los presos, demostraba el prestigio e importancia
de éstos en el seno de ETA, así como el aumento de su número. La
dirección interior creía que ETA estaba logrando progresos conside­
rables en la tarea de construir el partido revolucionario vasco. La ex­
traordinaria proeza de atar a la mayoría de los capitalistas vascos al
carro de la revolución socialista estaba, en su opinión, muy avanza­
da. Ello se estaba consiguiendo porque, según Unzueta, la labor in­
mediata en Euskadi consistía en luchar por objetivos populares antes
que socialistas Sin embargo, una vez que las fuerzas populares,
con la clase obrera al frente, hubieran logrado la liberación nacional,
la transición a una revolución socialista sería, afirmaba, inevitable.
A todos los makos trataba la, aparentemente, inherente contradicción
entre la política de construir un partido obrero y un Frente Nacional
que acogiera a personas de todas las clases, sosteniendo que la con­
solidación del uno dependía del crecimiento del otro. ETA, afirma­
ba, se había visto forzada por las circunstancias a actuar como aquel
Frente del que no era, en teoría, más que un componente. En la pri­
mera ETA, que había sido un movimiento amplio, habían coexistido
necesariamente toda una diversidad de ideas políticas. Ahora, cuan­
do el Frente Nacional fuera una realidad, ETA podría cumplir su par­
te como partido comunista de vanguardia

A todos los makos. Documentos Y, vol. 9, pp. 367-375.


Crítica al informe de los Makos (comunicado de la célula de Clermont-Ferrand),
Documentos Y, vol. 9, pp. 378-380.
A todos los Makos.
“ Ibíd.
98 John Sullivan

A todos los makos se enfrentaba al espinoso problema de la com­


posición inmigrante del proletariado vasco —que envenenaría todo
intento de crear una síntesis entre nacionalismo y socialismo— sos­
teniendo que ETA debía formentar el bilingüismo en lugar de abo­
gar por una Euskadi monolingüe vascoparlante. El documento, aun­
que mantenía la fórmula del PTV, le daba una orientación de izquier­
das al definirlo como el compuesto por todos los que vendían su
fuerza de trabajo en Euskadi Esta concepción, unida al abandono de
la aspiración al monolingüismo, habría convertido a todos los obre­
ros en parte del PTV, puesto que la incorporación a éste habría de­
jado de depender de opciones y esfuerzos individuales. Dicha defi­
nición, en la que no se diferenciaba entre vascos originarios e inmi­
grantes, no podía dejar de provocar el rechazo de los que en ETA
comulgaban con la ideología nacionalista tradicional.
A todos los makos afirmaba que la vanguardia no estaría formada
por ETA con un simple cambio de nombre. El futuro partido repre­
sentaría a todos los trabajadores vascos. La ambigüedad, acaso deli­
berada, de esta formulación casi parecía querer decir que ETA estaba
dispuesta a formar parte de un reagrupamiento con otros partidos.
La buena disposición de la organización a considerar la situación en
semejantes términos no significaba que hubiera perdido confianza en
sí misma. Los efectos de la represión que siguieron al asesinato de
Manzanas, afirmaban, habían fortalecido a ETA en lugar de debili­
tarla. No sólo se había producido un considerable aumento en el nú­
mero de afiliados, especialmente en las zonas industriales de Bilbao,
sino que el prestigio de ETA estaba en un punto muy alto El PNV
era mucho menos hostil a ETA de lo que lo había sido a mediados
de los años sesenta, y sus juventudes, EGI, estaban muy influidas por
ETA. La izquierda española, particularmente el PCE, hablaban de
ETA en términos muy entusiastas y estaban deseando aliarse a ella.
Por fin, el Frente Obrero había conseguido ejercer alguna influencia
en las fábricas, mientras que el nivel intelectual de las publicaciones
de ETA había avanzado considerablemente desde aquella retórica
simplista de los primeros años del grupo. La modesta satisfacción que
traslucía el informe a los presos parecía, en aquel momento, justifica­
da.
Según el documento A todos los makos se había logrado un éxito
considerable en los esfuerzos de ETA por crear un Frente Nacional.

Ihíd.
N o existen cifras exactas de afiliados para este, ni ningún otro, período de la
historia de ETA. Sin embargo, algunos militantes destacados afirmaron que en 1970
la organización contaba con varios cientos de afiliados en Bilbao. Entrevistas del autor
con Bikilia, Patxo Unzueta y Ramón Zallo, ya citadas.
B1 nacionalismo vasco radical 99

Por primera vez en su historia, el Partido Comunista había pedido


apoyo para la manifestación del Aberri Eguna (Día de la Patria vas­
ca), un acto hasta entonces dominado por el PNV. Además, EGI te­
nía conversaciones con ETA, como también algunos miembros indi­
viduales del PNV. La afirmación de ETA de que tenía influencia so­
bre fuerzas tan diversas parecía un logro extraordinario, pero Unzue­
ta y sus compañeros eran conscientes de que se enfrentaban a gran­
des problemas. Se habían emprendido los preparativos para el juicio
de los miembros de ETA responsables de la ola de violencia y del ase­
sinato de Manzanas. El juicio iba a celebrarse en Burgos, capital de
la región militar a la que pertenecía el País Vasco, a fines de año. La
dirección de ETA debía emprender la labor de montar una campaña
en Euskadi, y movilizar a la opinión pública en España y el extran­
jero para intentar salvar la vida de sus camaradas La dirección in­
terior sabía que su actuación estaba siendo blanco de duros ataques
por parte de importantes miembros en el exilio. No era realmente sor­
prendente que el intento de crear un movimiento fundado conjunta­
mente en el marxismo y en el nacionalismo étnico vasco encontrara
oposición. La adhesión al nacionalismo vasco tradicional suscitó las
críticas de Krutwig, López Adán (Beltza) —importante líder del in­
terior hasta su huida al exilio en 1968, que unía el nacionalismo tra­
dicional al anarquismo — y de Jon Etxabe, jefe del Frente Militar
que se inclinaba por una estrategia de lucha guerrillera, basándose en
los agricultores, frente a la línea de la dirección interior de construir
un partido marxista de base obrera industrial. Etxabe también era
acerbamente contrario a todo acercamiento a fuerzas «españolas», en
Euskadi y en el resto de España. En la práctica, Etxabe y el Frente
Militar, con base en Francia, actuaron por su cuenta desde comien­
zos de 1970.
A la dirección interior de ETA le preocupaban menos las críticas de
Etxabe que las de su mentor Escubi, quien tras haber huido a Francia
en la primavera de 1969, se había vuelto muy crítico de la línea po­
lítica a la que él tanto había contribuido. Escubi y sus partidarios del
exilio formaron las Gélulas Rojas para estudiar el marxismo y desa­
rrollar una estrategia adecuada que permitiera a Euskadi el logro de
la liberación nacional y del socialismo. La dirección interior de ETA
creía que su orientación política era compatible con la de las Células
Rojas, y estaba interesada en que la VI Asamblea, de próxima cele­
bración, confirmara su posición y se declarara a favor de su política.
La V Asamblea había elegido un Comité Nacional, el Biltzaar Ttip-

Entrevista del autor con Patxo Unzueta, ya citada.


Para las críticas de Beltza, véase Sobre el trabajo: estructura, militancia y disci­
plina, Documentos Y, vol. 9, pp. 212-222.
100 John Sullivan

pia (BT) (literalmente, pequeña asamblea) que sería la suprema auto­


ridad entre todas las asambleas, pero ésta no había sido nunca una
dirección operativa y la mayoría de sus miembros estaban exilados
en distintos puntos de Europa. La dirección efectiva la había ejercido
un comité ejecutivo, el Komite Ejecutivo Táctico (KET), creado por
Escubi y compuesto por los principales miembros del interior.
Hacia 1970, y como consecuencia de muertes, exilios, encarcela­
mientos y defecciones, Unzueta era el único de los órganos de direc­
ción elegido tras la Quinta Asamblea que seguía en la dirección inte­
rior, integrada en el KET. La composición del KET también había cam­
biado drásticamente. Tras las detenciones de la primavera de 1969, los
miembros del nuevo KET, a todos los efectos el tercer equipo direc­
tivo desde la V Asamblea, tenían plena conciencia de su juventud e
inexperiencia, y estaban deseosos de ganarse la aprobación de los an­
teriores líderes, exilados o en la cárcel Las realizaciones del KET
habían sido realmente considerables, pues ETA ya contaba con una
estructura organizada y mayor fuerza que nunca en el movimiento
obrero. La campaña a favor de los presos había suscitado la reacción
de muchos sectores diferentes del pueblo vasco, entre ellos los adep­
tos al PNV, los sacerdotes y los obreros. EGI operaba en estrecha
colaboración con ETA y parecía estar a punto de escindirse del PNV
para unirse a aquella, una posibilidad que habría aumentado mucho
la fuerza de esta organización ’ E Las Células Rojas coincidían en que
la principal contradicción que se daba en Euskadi era la existente en­
tre la oligarquía y el pueblo. Pese a ello, y aunque se admitía la ne­
cesidad de una alianza con la pequeña burguesía que se deducía de
dicha teoría, las Células Rojas pensaban que, en la práctica, la direc­
ción interior se arriesgaba a subordinar a ETA a la política de aquella
pequeña burguesía, representada en Euskadi por el PNV. A su jui­
cio, la subordinación al PNV constituiría una repetición del error, co­
metido por el PCE en el ámbito nacional, de confundir la revolución
democrática popular con la socialista. En opinión de las Células Ro­
jas, el esfuerzo por hallar un cierto grado de unidad con los sectores
de clase media, aunque necesario, había llegado demasiado lejos, pro­
duciendo un giro hacia la derecha

La declaración publicada por la dirección interior en septiembre, tras la VI A-


samblea, hacía hincapié en que hasta entonces habían considerado que su dirección te­
nía un carácter provisional. Comunicado de aclaración de ETA a la clase trabajadora
y al pueblo vasco en general sobre un manifiesto hecho hace unos días y firmado por
cuatro militantes de la organización. Documentos Y, vol. 9, pp. 460-464.
Véase Carta a los Makos, también las circulares E G I Batasuna, publicadas por
los miembros disidentes de EG I en 1970, en Documentos Y, vol. 9, pp. 23-30.
Crítica al informe de los Makos, Documentos Y, vol. 9. pp. 370-380.
El nacionalismo vasco radical 101

La dirección interior de ETA admitía que eran culpables de una


cierta desviación hacia la derecha, pero afirmaba que sus errores ha­
bían sido enmendados. Consideraba la decisión de transformar a ETA
de movimiento social en partido revolucionario marxista no como
una medida arbitraria, sino como la continuación lógica de la evolu­
ción que se había manifestado en la IVy la V Asamblea. En línea
con la conciencia de que la creación de semejante partido tenía que
estar fundada sobre un verdadero entendimiento entre sus miembros,
ETA inició un debate en profundidad, en 1969 y 1970, con la publi­
cación de numerosos documentos internos, escritos principalmente
por personas y grupos anónimos, sobre qué tipo de partido habría
que crear en la siguiente asamblea. Esta clase de exposición política
estructurada era una novedad en ETA. Prácticamente todos los par­
ticipantes en el debate tenían en común la adopción del «marxismo»
y una fuerte influencia de Mao, Castro y los líderes del Frente de Li­
beración Vietnamita. Muchos de los escritos eran, ante todo, retórica
marxista. En realidad, la adhesión al marxismo, en lugar de ayudar a
los participantes a analizar el País Vasco o ETA, pareció levantar un
nuevo obstáculo entre ellos y la realidad social. No obstante, se tra­
taron todos los problemas que habían acosado a ETA desde sus co­
mienzos —sus relaciones con los capitalistas «no monopolistas», y es­
pecíficamente con el PNV, con los inmigrantes, y con la oposición
española al régimen franquista—, si bien de modo extremadamente-
abstracto, al igual que la relación económica entre Euskadi y Espa­
ña 9 3
Acaso el más coherente de los argumentos a favor de que ETA
continuara como un amplio movimiento interclasista, fue el aporta­
do por el documento Paten-kutzat, donde se aceptaba el papel fun­
damental de la clase obrera, pero sostenía que la revolución vasca te­
nía que ser popular más que socialista, porque en Euskadi la clase do­
minante era la oligarquía antes que la burguesía En consecuencia,
decía, ETA debía seguir siendo un Frente de todas las clases popu­
lares. Los obreros debían desempeñar un papel secundario en el si­
guiente período de lucha y no debían anteponerse sus intereses a los
del Frente Nacional general. Según el autor de Paten-kutzat, había

Los títulos de muchas de las colaboraciones son indicio de sus preocupaciones.


Por ejemplo. Carácter de la opresión del Pueblo Trabajador Vasco; Apuntes al proble­
ma nacional; Análisis sobre el Frente Obrero; La integración de un grupo alógeno en
una sociedad determinada; Sobre el problema de la inmigración. Todos en Documen­
tos Y, vol. 9, pp. 93-357.
Patenkutzat, Documentos Y, vol. 9, pp. 102-106. Las palabras Paten y Kutzat
no significan nada y son, al parecer, resultado de la transcripción errónea de una lo­
cución vasca realizada por alguien que no leía esta lengua.
102 John Suilivan

muy pocos comunistas en ETA, y sus militantes no eran primordial­


mente obreros. La dirección podía atacar a la burguesía, pero ello te­
nía escaso significado para el miembro medio. Eran necesarios, afir­
maba, una organización que representara a todos los sectores anti-o-
ligárquicos de la población, y también un partido para el proletaria­
do vasco. De momento, ETA debía cumplir ambas funciones. La
orientación que sugería Paten-kutzat habría permitido a ETA incor­
porar la terminología marxista mientras perseguía sus objetivos tra­
dicionales. La aseveración de que Euskadi estaba gobernada por una
oligarquía justificaba la construcción de un Frente Nacional y el apla­
zamiento de las reivindicaciones y la lucha de índole específicamente
obrero hasta un futuro indefinido. Pero en 1969-70 Paten-kutzat re­
presentaba una opinión minoritaria entre los miembros directivos de
ETA, al menos en Bilbao. En la mayoría de las aportaciones por es­
crito al debate interno de ETA, se tomaba muy en serio la labor de
crear un partido marxista revolucionario, pese a que la admisión de
esta necesidad no produjera un acuerdo sobre cómo hacerlo.
La mayoría de los colaboradores en el debate pre-asambleario
aceptaban los principales elementos de la estrategia de la dirección in­
terior, en el sentido de que apoyaban la formación tanto del partido
revolucionario como del Frente Nacional, y admitían que los inmi­
grantes formaban parte del pueblo vasco. En ninguno de los docu­
mentos se pedía el abandono de la lucha armada, aunque en la ma­
yoría se reconocía que Euskadi no formaba parte del Tercer Mundo.
Al parecer, todas estas aportaciones reflejaban las ideas de gran parte
de los afiliados, y no solamente las de los estudiantes universitarios
de Bilbao La creencia de sus autores en la posibilidad de conse­
guir partidarios tanto entre la comunidad nacionalista como entre los
obreros inmigrantes, era reveladora de su propia situación. Práctica­
mente todos los miembros de ETA eran jóvenes de familias étnica­
mente vascas. Incluso en el caso en que ellos fueran de ciudad, con
frecuencia sus familias eran de origen rural. Muchos de ellos eran es­
tudiantes y simultáneamente se ganaban la vida trabajando. Su expe­
riencia de una sociedad sometida a un rápido proceso de cambio so­
cial, y su identificación con las luchas anticolonialistas, les había in­
ducido a abrazar una ideología en la que se unían nacionalismo y so­
cialismo. La mayoría de ellos no consideraba válida la distinción en­
tre revolución social y liberación nacional Creían que el desarro-

Entrevistas del autor con Unzueta, Bikilia y Zallo, ya citadas.


Entrevista del autor con Mikel Orrantía, Bilbao, 13 marzo 1980. Orrantía, mi­
litante de ETA a fines de los años sesenta, y después dirigente del grupo anarco-sin-
dicalista Askatasuna, calificaba sus propios orígenes y circunstancias vitales como tí­
picas de muchos miembros de ETA de ese momento.
Ei nacionalismo vasco radical 103

lio de una conciencia nacional permitiría al proletariado vasco com­


prender que ambos objetivos eran aspectos diferentes de una misma
lucha.
Aunque las apelaciones a la autoridad de Mao, Castro y Stalin no
contribuían demasiado a aclarar los ddemas ante los que se enfren­
taba E l A, había unanimidad en torno a la versión más izquierdista
de estas teorías adoptadas en la V Asamblea en 1967, especialmente
sobre el concepto <íel PTV. Una excepción a ello constituyó un es­
crito de Beltza, Sobre el trabajo; estructura, militancia y disciplina,
que contenía una crítica, escrita en febrero de 1970, a un artículo pu­
blicado en Kemen, la revista teórica de ETA, en octubre de 1969
Desde su exilio en Bruselas, Beltza había observado con consterna­
ción la evolución de ETA hacia el marxismo-leninismo. Su artículo
unía anarquismo y crítica nacionalista en un duro ataque al concepto
de partido de vanguardia, que la dirección interior quería hacer de
ETA. Beltza sostenía que la revuelta de mayo de 1968 en Francia de­
mostraba la posibilidad de llevar a cabo una revolución libertaria sin
semejante partido. El tono hostil del artículo de Beltza presagiaba su
dimisión de ETA, que se produciría al poco tiempo
Entre los escritos que circularon había un documento. Notas al
problema nacional, que lanzaba un severísimo ataque contra toda la
tradición nacionalista vasca, resaltaba sus raíces en el chauvinismo an-
ti-inmigrante, y denunciaba su papel en convencer a los trabajadores
vascos de que subordinaran sus intereses a los de la burguesía vas­
ca Julen Madariaga citaba la publicación de Notas... como prueba
de la traición de la dirección interior, alegando que había sido escrito
por Escubi En realidad. Notas... no representaba las ideas de la
dirección interior. Había sido escrito por un miembro de Kommu-
nistak para su uso en las Escuelas Sociales, y se había hecho circular
por su valor educativo, de acuerdo con el deseo de la dirección inte­
rior de establecer un debate lo más amplio posible. Una mejor indi­
cación del pensamiento de la dirección interior fue la proporcionada

Beltza, Sobre el trabajo: estructura, militancia y disciplina; para el artículo «Es­


tructura, militancia y disciplina», que suscitó las críticas de Beltza, véase Kemen, n.° 2,
septiembre-ocutbre 1969.
Para la dimisión de Beltza y otros dos militantes, véase «Baja de tres militantes.
Para la reacción a estas bajas de la organización de ETA en Bélgica, véase «Comuni­
cado de la célula de Bélgica». Ambos en Zeltan Ari, n.“ 1, 7 junio 1970. Zeltan Ari
era una revista interna de debate de ETA.
’ ’ Notas al problema nacional. Documentos Y, vol. 9, pp. 233-255.
«Análisis y crítica del trabajo titulado “Notas sobre el problema nacional” »,
Zutik (E lA -V , n,“ 57, octubre 1970. La práctica de que las diversas facciones se dis­
putaran el derecho a utilizar un mismo título de revista siguió siendo fuente de con­
tusión. Véase el Capítulo 5 para una descripción de las diversas versiones de Zutik.
104 John Sullivan

por un documento escrito en junio de 1970, Algunas notas sobre el


desarrollo de la lucha popular de Euskadi sur y su relación con la de
todo el Estado español, Euskadi norte y Europa que argumentaba
a favor del abandono del intento de crear un Frente Nacional con la
burguesía patriótica. El escrito, redactado por la dirección de Bilbao,
era una rectificación de un documento también escrito por ésta, tres
meses antes, donde se defendía esta postura más tibiamente La
publicación de Algunas notas... marcó, en efecto, la ruptura con el na­
cionalismo de una parte de la dirección, aunque este cambio no sería
ni permanente ni consistente.
Las teorías de la dirección no siempre guardaban una relación es­
trecha con la práctica. Sus intentos de hallar un equilibrio entre el es­
píritu de la lucha armada y la solidaridad con la clase obrera ocasio­
naron una acción curiosa, pero significativa, cuando el producto de
un robo llevado a cabo en )uho de 1970 fue donado a las familias de
los obreros de la construcción muertos por la policía en el curso de
una manifestación en Granada. El dinero fue discretamente aceptado
por estas familias, pero sin reconocimiento público por temor a la ine­
vitable reacción policial. Este robo demostró que ETA tenía capaci­
dad para continuar con la lucha armada, mientras que el gesto a lo
Robin Hood de donar el dinero a los trabajadores de Granada ponía
de manifiesto el socialismo e internacionalismo del grupo En 1970
se realizaron varios atracos a bancos, pero semejantes acciones tenían
la finalidad de sufragar las necesidades económicas de la organiza­
ción, más que constituir el foco principal de su lucha. La dirección
se vio alentada en diciembre de 1969 por la fuga de una prisión que
dejó en libertad a una serie de reclusos El favor de que ETA ha­
bía gozado siempre entre un gran sector del clero bajo, se vio enton­
ces reforzado por una actitud más crítica hacia el régimen franquista

Algunas notas.... Documentos Y, vol. 9, pp. 304-349.


El documento original sometido a autocrítica por sus autores era: Algunas no­
tas sobre el proletariado vasco y la revolución socialista. Documentos Y, vol. 9, pp.
263-271.
En Guipúzcoa, ETA emitió un panfleto en que exhortaba a todos los trabaja­
dores, en especial a los de la construcción, a mostrar su solidaridad con sus compa­
ñeros de Granada, Tres asesinados y varios heridos graves en Granada por las fuerzas
de represión fasástas. Documentos 7, vol. 8, p. 461; Etxabe denunció el envío del pro­
ducto del robo a las familias de los trabajadores muertos en «Carta abierta a todos los
militantes de ETA », Remen (sin fecha ni número); Unzueta aceptó que la donación
del dinero había sido un gesto quijotesco e ingenuo, pero mantuvo que era importante
mostrar la aceptación emocional del internacionalismo por parte de ETA. Entrevista
del autor con Patxo Unzueta, ya citada.
«Sensacional fuga de quince presos de la cárcel de Basauri», lutik (Caracas),
n." 91 (sin fecha); Horizonte Español 1972, vol. 1, p. 185.
El nacionalismo vasco radical 105

por parte de la jerarquía eclesiástica, cuando el Obispo Cirarda de Bil­


bao se negó, en junio de 1970, a celebrar una misa en conmemora­
ción del aniversario de la toma de la ciudad por las tropas franquis­
tas
Gran parte del aumento del apoyo a ETA se debió a circunstan­
cias externas más que a los esfuerzos de la propia organización, pero
la dirección interior consideraba que había cumplido la tarea que le
había sido encomendada y que las críticas de que era objeto tanto
por parte de la derecha como de la izquierda eran injustificadas. En
su opinión, había hallado una vía media entre el abandono de la lu­
cha nacional de ETA-Berri y el chauvinista nacionalismo tradicional
de la primera época de ETA. Los contrarios a la dirección interior
no estaban de acuerdo. Por ejemplo, en opinión de Krutwig los nue­
vos dirigentes de ETA estaban reproduciendo casi exactamente la his­
toria de ETA-Berri, al subordinar la lucha nacional a la de clases, y
el motivo de su traición era el mismo, es decir, la infiltración de ETA
por parte de comunistas «españoles» Beltza y Julen Madariaga
coincidían con las críticas de Krutwig, así como Txillardegi, quien
pese a haber abandonado ETA en 1967, influía en sus adeptos por
medio de sus editoriales en la revista Branka. Los dirigentes de ETA
se mostraban algo despectivos hacia las críticas de Txillardegi y afi­
nes, considerándolas como representativas de una etapa en la ideolo­
gía de ETA ya superada, incluso antes de la V Asamblea. Después
de todo, Txillardegi y Beltza ya no eran miembros de la organiza­
ción, mientas que Krutwig, que sí era militante, había vivido tran­
quilamente en el exilio sin participación alguna en los actos violentos
sobre los que teorizaba. Por otra parte, las críticas de Escubi y las
Células Rojas se tomaban mucho más en serio. En la próxima Asam­
blea, se decía, se aclararían gran parte de los malentendidos y se con­
solidaría la evolución de ETA hacia su constitución en un partido
marxista revolucionario
Las expectativas de la dirección interior se verían penosamente
frustradas. Lejos de producir un acuerdo, la Asamblea provocó una
división en tres organizaciones mutuamente hostiles: ETA-VI,

Horizonte Español 1972, vol. 1, p. 201. ETA se mantuvo más bien desdeñosa
de la jerarquía eclesiástica. Véase «Declaración de los obispos Argaia y Zirarda», en
Zutik (Caracas), n.** 91 (sin fecha). El que Zutik cambiara los nombres de los obispos
Argaya y Cirarda, a su forma vasca de Argaia y Zirarda, ejemplificaba una práctica
acostumbrada.
F. Sarrailh y P. Zugasti, Comentarios y proposiciones ante la próxima asam­
blea, Documentos Y, vol. 12, pp. 109-115; Federico, Sobre la situación actual. Docu­
mentos Y, vol. 9, pp. 465-474.
Entrevistas del autor con Patxo Unzueta y J. Iriarte, ya citadas.
106 John Sullivan

ETA-V y las Células Rojas. El intento de la dirección interior de lo­


grar una síntesis de marxismo y nacionalismo que superara el tradi­
cional populismo de ETA, aunque evitaba lo que se consideraban
errores capitales de ETA-Berri, fue un completo fracaso. La Asam­
blea se celebró en Itxaso, en el País Vasco francés, a fines de agosto
y principios de septiembre de 1970. La dirección interior no escati­
mó esfuerzos para que la reunión fuera todo lo representativa posi­
ble. Se concedieron a las Células Rojas once delegados de un total de
treinta y tres miembros, una cifra que reflejaba su prestigio como ve­
teranos más que su actividad, entonces limitada a círculos de estudio
en el exilio. Krutwig, Etxabe, Madariaga y todos sus adeptos vieron
en esta concesión a las Células Rojas una prueba más de que Escubi
manipulaba la Asamblea. Una vez concluidos los preparativos, la di­
rección interior supo que Etxabe, Madariaga y otros antiguos diri­
gentes conspiraban para producir su caída, y pensaban boicotear la
Asamblea. Madariaga sí asistió pero, conocida su complicidad con
los conspiradores, la Asamblea votó su expulsión. Ello significó la es­
cisión entre la dirección interior y los anteriores dirigentes, que re­
presentaban las ideas de la primera ETA. Algunos de los que apoya­
ban la tendencia derechista, conocidos por sus contrarios como «mi­
lis» y autodenominados ETA-V, habían dejado de ser miembros de
ETA hacía algún tiempo, por lo que su boicot a la Asamblea simple­
mente ratificó un hecho consumado '°®.
La dirección interior quedó sorprendida por la intensidad de las
diferencias que se manifestaron entre ellos y las Células Rojas tras la
expulsión de Madariaga. Aunque los dirigentes del interior sabían que
las Células Rojas eran fuertemente críticas con lo que consideraban
la capitulación al nacionalismo de sus camaradas, y en particular con
el modo en que se expresara en el documento A todos los makos, ello
no se consideraba motivo de división. La dirección interior también
había criticado el documento en un momento posterior y habían
aceptado las censuras de las Células Rojas. La ruptura con el nacio­
nalismo quedó patente en la principal declaración adoptada por la
Asamblea, en la que se pedía el reconocimiento del derecho a la au­
todeterminación, y no a la independencia, y se señalaban las ventajas
que por la clase obrera tenían los grandes Estados centralizados. No
se habló del Frente Nacional de todos los patriotas vascos, pese a que
su formación se había considerado una de las primeras labores de
ETA Ninguno de estos acontecimientos logró satisfacer a las Cé­
lulas Rojas, que habían llegado a la conclusión de que ETA era in-

Para la versión de la dirección interior sobre las sesiones, véase «El desarrollo
de la VI Asamblea», Zutik (ETA-VI), n.“ 52, mayo 1971.
Proposiciones generales. Documentos Y, vol. 9, pp. 430-436.
El nacionalismo vasco radical 107

capaz de transformarse en el partido revolucionaqrio de los trabaja­


dores que ellos creían necesario. En su opinión, ETA era por natu­
raleza una organización pequeño burguesa, que siempre tendería a
adoptar medidas que manifestaran su propia posición de clase. Esto
quedaba demostrado por el hecho de que la dirección interior no hu­
biera abandonado la idea del Frente Nacional Vasco (FNV), que las
Células Rojas consideraban un concepto inherentemente anti-prole-
tario. Los miembros de las Células Rojas sabían que no les sería po­
sible controlar las acciones de ETA desde el exilio, y sospechaban,
motivadamente según se vio, que la dirección interior volvería a adop­
tar la política a la que no había renunciado oficialmente. Consecuen­
temente, los militantes de las Células Rojas dimitieran y formaron
una organización aparte
N o era de extrañar que el ala derecha y la tendencia militar vie­
ran en la evolución de la dirección interior una simple repetición de
la trayectoria de ETA-Berri, que había permitido que los honrados
patriotas vascos fueran engañados por astutos infiltrados españoles.
El ala derecha redactó un manifiesto acusando a la dirección interior
de «españolistas», y expulsándolos en consecuencia. Declararon ile­
gal la V i Asamblea, alegando que los cinco miembros ortodoxos que
quedaban del Comité Central (BT) elegido en la V Asamblea —Krut­
wig, Beltza, Arregui, Madariaga y Etxabe— eran la única dirección
legítima ' “ . El manifiesto del ala derecha tachaba de liquidadores, es­
pañolistas y seguidores de Escubi a la dirección salida de la Asam­
blea. (Sus autores no reconocían que Escubi y sus partidarios hubie­
ran roto también con la dirección interior y hubieran formado una
organización totalmente aparte.) El manifiesto reiteraba que la revo­
lución vasca se haría en y por Euskadi, y que el euskera sería la única
lengua del futuro Estado vasco independiente Esta línea política
informaba también un artículo de Etxabe, dirigente del Frente Mili­
tar, publicado en Kemen, donde repetía la conocida explicación del
desviacionismo en términos de la infiltración «española». El grupo
de Escubi, a quienes creía responsables de la organización de la VI A-
samblea, mantenía vínculos, según él, o bien con el PCE o con los

La versión dada por las Células Rojas de los preparativos, la conducta y resul­
tados de la Asamblea, apareció en «Desarrollo de la VI Asamblea», en Saioak, n “ 3
1971.
Federico (Krutwig), Sobre la situación actual (sin fecha, pero probablemente
de septiembre de 1970), Documentos Y, vol. 9, pp. 465-474. Esta declaración conte­
nía una nota del Batzar Ttipia (ortografía alternativa de Biltzar Ttipia), en la que afir­
maba ser la dirección legítima de ETA.
Manifiesto, firmado por cuatro militantes de ETA y un ex-militante (Beltza),
Documentos Y, vol, 9, pp. 451-452.
108 John Sullivan

grupos maoístas. Voz Obrera (VO) o el Partido Comunsita Interna­


cional (PCI). Escubi, que en su día había sido un buen patriota, ha­
bía perdido el rumbo, en su opinión, al intervenir en política.
Según Etxabe, la principal desviación de los «españolistas» residía
en su afirmación de que la contradicción más importante en Euskadi
era la lucha de clases, cuando, en realidad, era la cuestión nacional.
La aspiración de los españolistas a unirse con la clase obrera en el ám­
bito del Estado español se declaró, asimismo, incompatible con el na­
cionalismo. Estas personas habían abrazado el comunismo, sin con­
siderar que éstos, que habían invadido Hungría y Checoslovaquia,
eran también fascistas. En cuanto a la clase obrera española, tan ve­
nerada por los «españolistas», era igualmente imperialista, como de­
mostraba su apoyo al gobierno de opresión de Euskadi, un apoyo si­
milar al prestado por los obreros americanos a su gobierno en Viet-
nam Etxabe pedía la formación de un Frente Nacional que aco­
giera a todos los elementos patrióticos, ya fueran cristianos o de otras
tendencias. Declaraba que los devaneos de los «españolistas» con los
comunistas eran tan ridículos como había sido la inclusión del Par­
tido Socialista en el gobierno vasco en el exilio. Exasperaba en espe­
cial a Etxabe la decisión de ETA de donar el producto de un atraco
a las familias de tres obreros de la construcción muertos a tiros por
la Guardia Civil en Granada, lo cual, decía, equivalía a robar a la re­
sistencia vasca para ayudar a los españoles. Krutwig escribió otro ar­
tículo en tono similar, en el que explicaba también la trayectoria de
la dirección interior como resultado de la infiltración española, lo
cual, mantenía, podía deducirse de su lenguaje, que no podía ser pro­
ducto de vascos. Según él, el grupo de los liquidadores eran trotskys-
tas, igual que ETA-Berri, como manifestaba su teoría de la libera­
ción nacional como etapa necesaria previa a la liberación social
Una vez más, el movimiento nacionalista estaba infiltrado por los que
buscaban su destrucción.
La escisión de la tendencia derechista no hacía sino confirmar la
situación vigente. Etxabe y su grupo habían actuado en la práctica
como organización independiente desde comienzos de aquel año. Los
nacionalistas como Etxabe estaban dispuestos a tolerar un «marxis­
mo» que había funcionado como ideología justificante de la acción
armada de la vanguardia militar. Pero el marxismo que ahora pro­
mulgaban la dirección interior y las Células Rojas habría significado
el abandono del nacionalismo — razón de ser de ETA— , y el fin del
Frente Nacional de todos los patriotas vascos habría supuesto el dis-
tanciamiento de la mayor parte de los potenciales partidarios de ETA.

J. J. Etxabe, «Carta abierta a todos los militantes de ETA», Kemen (sin fecha).
"■ * Sobre la situación atíual. Documentos Y, vol. 9, pp. 465-474.
El nacionalismo vasco radical 109

La gran mayoría de los militantes de ETA en el País Vasco respal­


daban a la dirección salida de la Sexta Asamblea. Pese a que el nivel
de discernimiento político de dichos miembros era reducido, no de­
seaban una vuelta a la línea racista y conservadora expuesta por Et­
xabe. La declaración de apoyo a las decisiones de la Sexta Asamblea
por parte de todos los presos de Burgos, contribuyó a confirmar su
legitimidad La dirección de la Sexta Asamblea quedó fuertemen­
te afectada por la defección de Escubi y sus adeptos, y en mucho me­
nor grado por la escisión capitaneada por Krutwig, Etxabe y Mada-
riaga No obstante ello, su determinación a continuar con la lu­
cha siguió firme Les cabía la enorme responsabilidad de dirigir
la campaña para salvar las vidas de los compañeros que pronto serían
sometidos a juicio por cargos que incluían el asesinato de Melitón
Manzanas. Aunque era una tarea abrumadora, la dirección interior
(en adelante ETA-VI) tenía más recursos que nunca pra emprender­
la. La ideología de la organización podía haberse modificado enor­
memente desde la V Asamblea, pero pervivía el propósito de crear
una Euskadi socialista empeñando en ello toda su voluntad.

Documentos de los presos de Burgos dirigido al Biltzar Ttipia de su organiza­


ción Euskadi ta askatasuna. Documentos Y, vol. 9, pp. 199-217.
Las críticas de la dirección interior a su oposición derechista se centraba en sus
defectos personales. Comunicado de aclaración de ETA a la clase trabajadora y el pue­
blo vasco en general sobre un manifiesto hecho unos dias atrás y firmado por cuatro
militantes de la organización. Documentos Y, vol. 9, pp. 460-464.
Esta tendencia, que se fundamentaba en la autoridad de la V Asamblea de ETA
(en adelante ETA-V), utilizaba los títulos de 2utik y Kemen para sus publicaciones,
al igual que ETA VI Asamblea. Ambas organizaciones siguieron autodenominándo-
se ETA. Este hecho había dado origen a confusión cuando se produjo la escisión ETA-
Berri, y seguiría causando desorientación en futuras escisiones. ETA-V utilizaba en
ocasiones el título Askatasuna ala hil (Libertad o Muerte) para sus publicaciones.
Capítulo 4
EL JUICIO DE BURGOS

El largamente diferido procesamiento de dieciseis miembros de


ETA por un tribunal militar, que se inició en Burgos el 3 de diciem­
bre de 1970, fue sin duda alguna el suceso más trascendental de la his­
toria de ETA. El juicio, y la intensa campaña a favor de los seis en­
juiciados condenados a muerte, tuvieron el efecto de dar a conocer
las ideas de ETA-VI a toda la población vasca, y en realidad al mun­
do entero. Antes del juicio los acusados eran desconocidos, pero ha­
cia su conclusión cualquier niño podía recitar sus nombres igual que
los de los jugadores del Atlétic de Bilbao o la Real Sociedad de San
Sebastián '. La enorme respuesta pública a este juicio —en la que
hubo huelgas, manifestaciones y ocupaciones de iglesias— demostró
que los procesados no eran simplemente miembros aislados de una
banda terrorista, como daba a entender la prensa española Por el
contrario, las acciones de ETA-VI gozaban de las simpatías de gran
cantidad de personas que no compartían sus ideas. La teoría sobre la
espiral acción/represión/acción, que parecía estar bastante desacredi-

' Entrevista del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980.
^ Un colaborador del periódico conservador monárquico ABC, comparó este jui­
cio ai de la «familia» Manson, que babía cometido una serie de asesinatos en Califor­
nia. Citado en Le Monde, 12 diciembre 1970.

111
112 John Sullivan

tada en 1969 y la mayor parte de 1970, se presentaba una vez más


como válida.
Las acusaciones contra los presos produjeron la imagen de una au­
daz campaña de lucha armada. Algunos observadores extranjeros ma­
nifestaron que ETA recordaba a los movimientos de resistencia an­
tialemanes surgidos durante la II Guerra Mundial, y a las posterio­
res luchas anticolonialistas del Tercer Mundo Puesto que los deli­
tos de que se acusaba a los procesados habían sido cometidos duran­
te la campaña de lucha armada lanzada por Escubi en 1968/1969, los
observadores nada supieron de los hechos acaecidos en el seno de
ETA desde la primavera de 1969, y que habían culminado en la de­
cisión tomada por la Sexta Asamblea en el otoño de 1970, de que la
organización se convirtiera en un partido marxista. Por lo general,
no se sabía que ETA se hubiera escindido en varios grupos, y las con­
tradictorias declaraciones de prensa emitidas por ETA-V y ETA-VI
no hicieron sino aumentar la confusión.
La detención de muchos de los miembros más importantes de
ETA en 1969 había representado un gran triunfo para la policía, y
había reducido considerablemente la campaña de violencia de ETA.
En cierto sentido, el juicio podría considerarse simplemente como
una secuela del desmantelamiento de la ofensiva de ETA de 1968/69.
Sin embargo, el juzgar a nacionalistas por delitos que podían supo­
nerles la pena de muerte, era conflictivo para un gobierno deseoso de
demostrar que España era un país occidental más en un gradual pro­
ceso de liberalización, y que cumplía los requisitos para su posible
incorporación al Mercado Común. En 1963 se había producido un
escándalo internacional por la ejecución de Julián Grimau, organiza­
dor del PCE clandestino, por crímenes supuestamente cometidos du­
rante la Guerra Civil Al gobierno no podía agradarle la perspecti­
va de ejecutar a más miembros de la oposición política. Las senten­
cias de muerte dictadas contra Sarasketa y Arrizabalaga en 1968 y

^ Jean-Paul Sartre sostenía que la lucha de ETA demostraba que los movimientos
de liberación nacional de Argelia y Vietnam podían tener paralelos en las pequeñas na­
cionalidades europeas, especialmente en Francia. Sartre afirmaba que Euskadi era una
colonia superexplotada de España, pese a estar muy industrializada. Consideraba, asi­
mismo, la inmigración a Euskadi como una consecuencia de política gubernamental,
y creía que los salarios eran menores en el País Vasco que en el resto de España. Jean-
Paul Sartre, prefacio a Gisele Halimi, Le procés de Burgos, traducción española pu­
blicada en Zutik ETA-V, n." 61.
■* Max Gallo, Histoire de TEspagne Franquiste, vol. 2, pp. 369-372. Para una ex­
posición de las circunstancias que rodearon la muerte de Grimau, véase Jorge Sem-
prún. Autobiografía de Federico Sánchez (Barcelona, 1977), pp. 194-212, y también
Fernando Glaudín, Santiago Carrillo, crónica de un secretario general (Barcelona,
1983), p. 155.
El nacionalismo vasco radical 113

1969 habían sido conmutadas por períodos de encarcelamiento, lo


que acaso indicara que las autoridades temían las posibles repercu­
siones de ajusticiar a los miembros de ETA. Pese a que los actos de
que se acusaba a los militantes de ETA se habrían considerado deli­
tos graves en cualquier país, un juicio público amenazaba con ser tre­
mendamente incómodo para el régimen. Desde la perspectiva de la
mayoría de las personas de Europa occidental, era extraño que un tri­
bunal militar juzgara a presos civiles.
Si se hubiera juzgado a los procesados por separado, es posible
que el efecto hubiera sido menos dramático Otro modo de evitar
publicidad habría sido servirse del hecho de que dos de los acusados
fueran sacerdotes para convencer a los obispos de que solicitaran un
juicio celebrado «in camera», como estipulaba el concordato con el
Vaticano. Pero los obispos de Bilbao y San Sebastián se negaron a
ejercer este derecho, no dejando a las autoridades otra alternativa que
la de emprender un juicio público celebrado en presencia de perio­
distas extranjeros La decisión de los obispos de no colaborar con
el gobierno fue, en sí misma, un indicio de la desintegración de la
alianza que había triunfado en la Guerra Civil. La carta más fuerte
en posesión del gobierno para conseguir que el juicio se aceptara
como legítimo era que ETA se había declarado marxista, y había lle­
vado a cabo una campaña de violencia que chocaba claramente con
las tácticas favorecidas por el PNV. Las autoridades tenían que in­
troducir una cuña entre ETA y la base tradicional del nacionalismo,
si deseaban lograr que la mayoría del pueblo vasco aceptara que los
acusados eran terroristas antes que patriotas vascosfLos procesados
aparecieron esposados en cadena a lo largo del juicio, como si qui­
siera ponerse de manifiesto su peligrosidad, pero el intento de mos­
trar a los acusados como criminales sin escrúpulos no prosperó. Para
una gran mayoría de la población vasca, los dieciséis presos eran su­
cesores legítimos de los que habían luchado por Euskadi en la Gue­
rra Civil. Las simpatías hacia los enjuiciados que demostraron las
huelgas y manifestaciones indujeron a las autoridades a declarar el Es­
tado de Excepción en Guipúzcoa, la más nacionalista de las provin­
cias vascas, inmediatamente después de iniciado el juicio ^.
Los cargos dirigidos contra los presos proporcionaban una idea*

^ Le Monde, 12 noviembre 1970. La decisión de procesar a todos los acusados jun­


tos fue, al parecer, tomada en un nivel bajo. Cuando Franco comprendió el efecto pro­
bable de esta decisión, creyó que una súbita anulación produciría impresión de debi­
lidad. Edouard de Blaye, Franco and the Politics o f Spain (Londres, 1976), p. 281.
* Horizonte Español 1972, vol. 1, p. 230.
^ Charles Vanhecke, « L ’état d’exception est proclamé pour trois mois dans la pro-
vlnce de Guipúzcoa», Le Monde, 6-7 diciembre 1970.
114 John Sullivan

muy viva del funcionamiento de ETA en el período transcurrido has­


ta abril de 1969. Los acusados habían llevado a cabo una espectacular
serie de acciones entre las que figuraban haber causado explosiones
en edificios oficiales y locales comerciales, atracos a mano armada,
posesión ilegal de armas, la elaboración y distribución de propagan­
da, y el plan para el asesinato de Melitón Manzanas La mayoría de
los acusados eran liberados (dedicados exclusivamente a labores de
ETA) y de los cargos que se les imputaban podía deducirse que se
trataba de un grupo de personas que, bajo la dirección de Escubi, ha­
bía trabajado como un equipo utilizando incluso como base co­
mún el piso de la calle de Artacalle, en Bilbao, donde habían sido de­
tenidos algunos de ellos. Estos métodos de organización guardaban
escasa relación con la estructura de Frentes, encargados de diversas
funciones, que se había votado en la V Asamblea. Los acusados, jun­
to a otros que habían evitado ser detenidos, habían constituido la ver­
dadera dirección de ETA y el núcleo de sus militantes. Por ejemplo,
la acusación alegó que la decisión de asesinar a Melitón Manzanas ha­
bía sido tomada por algunos de los enjuiciados y no por un cuerpo
superior
Los dieciséis presos eran bastante representativos de la base so­
cial de ETA durante toda su existencia. Casi todos eran de Vizcaya
o Guipúzcoa, y había, aparte de los dos sacerdotes, varios ex-semi-
naristas. Algunos habían sido obreros manuales, pero la mayoría te­
nían profesiones de clase media baja, como técnicos, profesores y ofi­
cinistas. Ninguno era agricultor, aunque en general procedían de los
pueblos más que de ciudades. Los nombres de ellos demostraban que
eran de origen mixto vasco-español, y ninguno de familia de clase
alta. La mayoría eran muy jóvenes; por ejemplo, Jesús Abrisqueta
Corta, era ya «liberado», pese a que sólo contaba diecinueve años en
el momento de su detención en abril de 1969. Aún más sorprenden­
te, a la vista de su posición en la organización, era que la mayor par­
te de ellos no fueran miembros de ésta cuando se celebró la V Asam-

* Informe de la acusación en Burgos: juicio a un pueblo, pp. 26-50.


Véase Le Monde, 30 diciembre 1970, para un resumen de la entrevista con Es­
cubi en Politique Hebdo, donde explicaba cómo se había decidido la muerte de Man­
zanas.
La acusación alegó que algunos de los procesados habían participado en reunio­
nes del Biltzar Ttipia (BT), el órgano directivo de ETA según los estatutos estableci­
dos en la V Asamblea. Los procesados afirmaron que ellos habían creado un Biltzar
Ttipia (literalmente pequeña asamblea) que no era el Biltzar Ttipia, cuerpo directivo
de ETA, sino una reunión ad hoc de liberados. Al parecer, la acusación se había equi­
vocado formalmente, pero esencialmente acertaba al considerar que la reunión de li­
berados era el auténtico órgano decisorio. El BT elegido en la V Asamblea no fun­
cionó. Burgos: juicio a un pueblo, passim.
I El nacionalismo vasco radical 115

blea en 1966/67, claro indicio de que la acción policial hacía im­


posible a ETA el establecimiento de una dirección estable dentro de
España " . L a disminución de la violencia a partir de la detención de
la mayoría de los acusados parecía indicar que el gobierno progresa­
ba en sus intentos de acabar con ETA. Sin embargo, el resultado del
juicio fue una derrota moral y política para el régimen de Franco.
Ello se debió en parte al comportamiento de los acusados, que con­
siguieron en gran medida convertir el juicio en una condena del ré­
gimen mediante la descripción de las torturas a que habían sido so­
metidos por la policía. El hecho de que los numerosos corresponsa­
les extranjeros que asistían al juicio informaran sobre las declaracio­
nes de los procesados en relación a las torturas de que habían sido
objeto, demostró que el gobierno había cometido un error al hacer
una exhibición de aquel juicio.
Los abogados defensores colaboraron con los procesados de ma­
nera muy eficaz en presentar el juicio como un ataque político con­
tra el pueblo vasco De acuerdo con el nuevo espíritu «intemacio­
nalista» de ETA, ésta había contratado a un activista político de Ma­
drid, Peces Barba, miembro del PSOE, y a Solé Barbera, catalán y
afiliado al PCE. José Antonio Etxebarrieta, hermano de Txabi y teó­
rico destacado de ETA, defendía a Izco de la Iglesia, acusado de ma­
tar a Manzanas. Ninguno de los restantes abogados defensores eran
simpatizantes de ETA, pero varios de ellos lo serían posteriormente.
Por ejemplo, Juan María Bandrés, que anteriormente había defendi­
do a Sarasketa, compañero de Txabi en el momento de su muerte " ,
posteriormente sería elegido senador por una alianza electoral vincu­
lada a una rama de ETA. Miguel Castells, que por entonces no era
especialmente nacionalista, estaría estrechamente asociado a ETA en
el futuro, como líder de una organización política relacionada con
ella, al igual que Francisco Letamendía, un hombre más joven, que
defendió a Itziar Aizpurua. Bandrés, Castells y Letamendía no eran,
claramente, candidatos para el papel de líder de una organización re­
volucionaria nacionalista. Los tres procedían de acomodadas familias
de clase media alta, siendo Castells hijo de un notario de San Sebas­
tián y cuñado de José Ramón Recalde, antiguo dirigente de ESBA, a
quien Txillardegi había visto como el cerebro siniestro responsable

'' /¿ > íd .

Ihíd. Los abogados defensores protestaron colectivamente contra la decisión de


que juzgara el caso un tribunal militar. «Les avocats des acuses du procés de Burgos
recurseront le president du conseil de guerre». Le Monde, 1 dic. 1970.
Véase Capítulo 3, pp. 113-114.
116 John Sullivan

de la «infiltración» y ocupación de la dirección de ETA en 1965


y 1966
El decisivo papel desempeñado por los abogados en Burgos y en
posteriores juicios se debía parcialmente a su función como portavo­
ces sustitutivos de ETA. El juicio de Burgos fue una oportunidad óp­
tima para que esta organización pudiera exponer sus ideas en públi­
co. El hecho de que ETA gozara de enormes simpatías públicas, aun­
que tenía una escasa estructura organizada, hizo extremadamente im­
portante el papel de los abogados. Mediante el hábil interrogatorio
de sus clientes, constantes objecciones a la conducta de los jueces mi­
litares, y conferencias de prensa dirigidas a los corresponsales extran­
jeros, los abogados defensores ayudaron a los presos a exponer las
ideas de ETA y a denunciar la tortura policial y la opresión de los
vascos La campaña de denuncia de ETA llevada a cabo por la pren­
sa oficial, y la represión, que alcanzó incluso a las familias de los abo­
gados, tuvieron en ellos un tremendo efecto radicalizador Leta-
mendía, por ejemplo, aunque no era simpatizante de ETA antes del
juicio, marchó al exilio poco después de éste y se convirtió en un
miembro destacado de ETA-VI '^v
Itziar Aizpurua, una de las tres mujeres procesadas, dio el tono
que iba a prevalecer en el juicio al relatar cómo se había despertado
su conciencia política cuando observó las penurias que sufrían los in­
migrantes en Deva, su pueblo natal, así como la negativa a permitir
que los niños vascos hablaran euskera en el colegio y la prohibición
de actos culturales vascos por parte de las autoridades José María
Dorronsoro afirmó que los campesinos de Euskadi estaban explota­
dos por la oligarquía al igual que los de Andalucía, y también se de­
claró marxista-leninista. Eduardo Uriarte Romero habló de su infan­
cia en Andalucía y declaró que el pueblo vasco, el francés y el espa­
ñol estaban todos sometidos a la explotación de la oligarquía Vic-
Para los recelos de Txillardegi con respecto a Recalde, véase su carta al Comité
Ejecutivo de ETA. Asunto extremadamente grave. Documentos Y, voL 4, p. 463.
Véase Kepa Salaberrí, Sumarísimo 3U69: el proceso de Euskadi en Burgos (Pa­
rís, 1971), pp. 168-235 para los detalles sobre los continuos choques de los abogados
defensores con el presidente del tribunal. Gisele Halimi, El proceso de Burgos (Cara­
cas, 1972) (passim), describe de forma muy vivida la participación de los abogados de­
fensores tanto dentro como fuera del tribunal. Para una crítica de la acción de los abo­
gados defensores, véase Federico de Arteaga, ETA y el proceso de Burgos (Madrid,
1971), pp. 303-309.
Tanto Bandrés como Echevarría habían sido detenidos durante las redadas po­
liciales a raíz del asesinato de Manzanas. El padre de Castells había sido detenido y
gravemente golpeado. «Manzanas, un muerto providencial», Gudari, n/’ 48, 1968.
Entrevista con Patxo Unzueta, anteriormente citada.
Salaberri, Sumarísimo 31Í69..., pp. 181-186.
Le Monde, 6-7 diciembre 1970, y 8 diciembre 1970.
tü nacionalismo vasco radical 117

tor Arana relató su necesidad de ponerse a trabajar a los quince años


a raíz de la muerte de su padre. La madre de Arana no recibió pen­
sión alguna, pese a que su marido había cotizado al fondo de pen­
siones durante los treinta años que había trabajado con la misma em­
presa. El sindicato oficial no había hecho nada para ayudar a la viuda
a obtener lo que era suyo por derecho. Este hecho había dejado una
profunda impresión en Arana y había constituido una de las princi­
pales razones de su afiliación a ETA
Estas y similares declaraciones de muchos de los acusados pare­
cían indicar que ETA se había convertido en una organización mar­
xista-leninista que, aunque había limitado su acción a Euskadi, abri­
gaba los mismos sentimientos hacia todos los oprimidos del resto de
España, y había abandonado totalmente su chauvinismo antiespañol.
A primera vista, semejantes declaraciones parecían calculadas para
enajenarse el rechazo de los medios católicos de pequeñas poblacio­
nes, base tradicional del nacionalismo vasco, y de los que procedían
la mayoría de los propios acusados. La ideología oficial de las fuer­
zas que se habían alzado contra la República en 1936 era que España
estaba amenazada por el «separatismo rojo». Este concepto de «se­
paratismo rojo» había sido una invención de los propagandistas del
régimen franquista, pues la realidad era que la alianza entre el con­
servador PNV y las fuerzas proletarias que apoyaban a la República
había sido siempre difícil. Las declaraciones de los presos, en las que
se unían nacionalismo y marxismo-leninismo, hacían patente que
ahora sí que existía dicho «separatismo rojo»
Algunos de los procesados adoptaron una postura más tradicio­
nal en sus declaraciones ante el tribunal. Por ejemplo, Gregorio Ló­
pez Irasuegi afirmó que se consideraba prisionero de guerra, dio su
nombre y puesto en ETA, y se negó a responder a más preguntas sos­
teniendo que estaba en su derecho de hacerlo bajo la Convención de
Ginebra ^ . La reacción de López Irasuegi, aunque podía ser mejor
recibida entre los nacionalistas tradicionales que las declaraciones de
marxismo-leninismo, no indicaba división alguna entre los presos, to­
dos los cuales apoyaban a la dirección elegida en la Sexta Asamblea
unos meses antes. Todos los procesados estaban dispuestos a apro­
vechar la oportunidad que les brindaba el juicio para informar al mun­
do de la opresión que pesaba sobre el pueblo vasco. Joaquín Goros-
tidi declaraba que ETA no era una organización terrorista, sino un
movimiento de liberación nacional. Las bombas colocadas en diver-

Para el testimonio de Arana véase Salaberri, Sumarísimo 31/69..., pp. 186-190.


Las inscripciones en los monumentos a la guerra civil levantados en el País Vas­
co, hacían a menudo referencia a los vencidos como «hordas rojas separatistas».
Le Monde, 10 diciembre 1970.
118 John Sullívan

sos monumentos y edificios públicos no tenían el fin de crear un am­


biente de terror, sino de llamar la atención sobre la situación que opri­
mía a los vascos, y de iniciar una espiral de acción/represión/acción
que pudiera conducir a la liberación nacional. También negó que ETA
fuera una organización separatista. Por el contrario, puesto que era
intemacionalista, apoyaba la lucha de otras naciones contra la opre­
sión. La lucha de ETA, dijo, estaba rompiendo uno de los eslabones
de la cadena imperialista, y contribuyendo, por ende, a la lucha de
los oprimidos de todo el mundo
Pero las declaraciones de lealtad hacia el marxismo y las necesi­
dades de la revolución proletaria guardaban escasa relación con las ac­
ciones de que se acusaba a los presos. Pocos de ellos tenían en su ha­
ber una participación directa en la lucha obrera, y prácticamente to­
dos eran de clase media étnicamente vasca. Su «marxismo» consistía
esencialmente en su creencia en la necesidad de luchar para lograr la
liberación nacional, y en su identificación con la lucha de todos los
pueblos oprimidos del mundo. La afirmación de José María Dorron-
soro de que el campesino andaluz estaba maltratado como el vasco,
no fue bien acogida por la mayoría de los nacionalistas, pero no po­
día considerarse realmente como un análisis marxista. Las declaracio­
nes de los enjuiciados parecían indicar que tanto ellos como su or­
ganización se habían alejado del nacionalismo como lo hiciera ETA-
Berri, pero con el tiempo la mayoría volvería a la órbita nacionalista.
Juan Echave, uno de los sacerdotes acusados, negó que existiera
contradicción entre su vocación y su militancia en ETA, declarando
que el sacerdote tenía el deber de buscar soluciones a los problemas
políticos, económicos y culturales del pueblo, así como de atender a
sus necesidades religiosas. Echave dijo que ETA era intemacionalista
y que su solidaridad con el mundo entero le resultaba especialmente
atractiva, puesto que él había considerado un día la posibilidad de de­
dicarse a la labor misionera fuera de España Declaró que seguía
considerándose cura párroco de su pueblo y que su obispo no había
indicado que debiera ser destituido. Echave también proporcionó una
detallada descripción de las torturas de que decía haber sido objeto
por parte de la policía. Abrisqueta, el más joven de los acusados, ex­
plicó que había sido torturado de modo continuo durante varios días

Salaberrí, Sumarísimo 3U69..., pp. 211-214.


Ihíd., pp. 215-218. El internacionalismo de Echave le llevaría a abandonar ETA
e incorporarse a la Organización de Izquierda Comunista (OIC). En junio de 1977,
fue candidato parlamentario por este grupo en la coalición Frente por la Unidad de
los Trabajadores (FUT). Véase Xutik (LKI, anteriormente ETA-VI), n." 89, 18 mayo
1977.
El nacionalismo vasco radical 119

seguidos Francisco Javier Larena Martínez negó también que ETA


fuera una organización separatista. Por el contrario, dijo, era intema­
cionalista y apoyaba la lucha del proletariado allí donde se estuviera
librando. El fiscal protestaba sin cesar diciendo que la mayor parte de
los testimonios de los presos no eran pertinentes al caso, y el oficial
que presidía el proceso ordenó a los acusados en varias ocasiones que
se limitaran a responder a las preguntas que se les hacían No obs­
tante, y ayudados por las protestas de sus abogados defensores, los
interrogados en los primeros días del juicio lograron su objeto de des­
cribir los malos tratos recibidos a manos de la policía y la realidad
de la opresión en el País Vasco.
El testimonio de los procesados, desde la perspectiva de las auto­
ridades, estaba ofreciendo al mundo una imagen lamentable del régi­
men franquista. El 7 de diciembre se produjo un respiro, al interrum­
pirse el juicio por un día a causa, según se anunció, de la enfermedad
del oficial que lo presidía Puede que este aplazamiento fuera con­
secuencia de la necesidad de considerar los perjuicios que estaban cau­
sando las declaraciones de los acusados. Aunque podía confiarse en
la discreción de la prensa española, la prensa extranjera estaba infor­
mando extensamente sobre el juicio, y sus reportajes eran mucho más
reveladores. N o pudo estar en el ánimo de las autoridades, cuando
se dispuso el juicio, que se sometiera la acción de la policía y la po­
lítica del régimen a semejantes ataques. Cuando el juicio se reanudó
al día siguiente, el Presidente del Tribunal anunció que, en adelante,
los procesados debían limitarse a responder a las preguntas que se les
dirigían Pero era ya demasiado tarde para que las autoridades pu­
dieran evitar el desastre que estaba suponiendo el juicio. El cambio
en el modo de conducir el juicio se hizo evidente cuando Izco de la
Iglesia, presunto asesino de Manzanas, empezó a describir, en res­
puesta a una pregunta de su abogado, el trato que había recibido a ma­
nos de la policía. Cuando se le dijo que desistiera de esta actitud, su
abogado, Etxebarrieta, acusó a los jueces de obstrucción de la defen­
sa ^ . El nuevo proceder del Presidente del Tribunal hizo que la pos­
terior conducta del juicio se ajustara al procedimiento clásico de un
tribunal militar más de lo que había hecho hasta entonces merced a
la tolerancia con que habían sido recibidos los testimonios de los pri­
meros encausados

Le Monde, 8 diciembre 1970. Salaberri, Sumarisimo 31169..., pp. 178-181.


Salaberri, Sumarísimo 31/69..., pp. 153-254.
Le Monde, 8 dic. 1970.
The Times, 9 dic. 1970. Burgos: juicio a un pueblo, pp. 225-228.
Le Monde, 10 dic. 1970.
La inicial indulgencia del presidente del tribunal puede haberse debido al ma-
120 John Sullívan

Como respuesta a este tratamiento severo, tres de los acusados se


negaron a responder más preguntas, declarándose prisioneros de gue­
rra y apelando a la Convención de Ginebra. La impresión general fue
que la eficaz táctica de los acusados de convertirse en acusadores me­
diante sus largas declaraciones desde el banquillo, no sería ya permi­
tida y que el resto del juicio iba a ser un anti-clímax. Sin embargo,
cuando declaró el último de los presos convocados, Mario Onaindía,
la situación describió un nuevo giro. Cuando Onaindía iniciaba un
discurso denunciando la opresión sufrida por los vascos, el Presiden­
te del Tribunal le ordenó callarse. Onaindía intentó asir un hacha y
avanzar hacia la mesa del tribunal. Entre la total confusión general,
varios oficiales desenvainaron sus espadas y la policía sacó sus pisto­
las. Onaindía fue reducido mientras el resto de los procesados, que
estaban esposados en cadena, se ponía en pie y cantaba el Eusko Gu-
dariak, himno del soldado vasco Se suspendió la sesión y se des­
pejó la sala, pero el incidente había sido presenciado por los perio­
distas extranjeros asistentes, que informaron ampliamente sobre el
mismo.
Cuando se restableció el orden el tribunal reanudó la sesión, pero
esta vez se excluyó al público y a la prensa En protesta ante esto,
los abogados de los acusados rehusaron llamar a los testigos de la de­
fensa El juicio, que se creía iba a ser prolongado, procedió desde
entonces con rapidez. El 9 de diciembre, el fiscal presentó su dicta­
men, solicitando la pena de muerte para seis de los acusados y largas
condenas en prisión para los demás. Se preguntó después a los pro­
cesados si tenían algo que añadir antes de que los jueces se retiraran
para deliberar sobre el veredicto. Todos los acusados hicieron pro­
vocadoras declaraciones, muchos de ellos en español y euskera, afir­
mando que aquel juicio había sido una farsa, gritando «revolución o
muerte» y sosteniendo su solidaridad con la revolución socialista en
España y en Euskadi
El gran dramatismo de las escenas que se desarrollaron en la sala
fue seguido por un largo período de tensión, mientras los jueces mi­
litares se retiraban para examinar los testimonios por escrito y dar su
veredicto. La ansiedad aumentó cuando se supo que ETA-V, que ha­
bía secuestrado al cónsul general de Alemania en San Sebastián dos

lestar del ejército por verse obligado a cumplir una tarea más adecuada para un tribu­
nal civil. De Blaye, Franco..., p. 294.
Entrevista del autor con Mario Onaindía, Vitoria, 26 marzo 1980.
«Le Huit dos est prononce au procés de Burgos», Le Monde, 10 dic. 1970.
El abogado de Izco, Etxebarrieta, quiso traer como testigos a los obispos de Bil­
bao y San Sebastián. Le Monde, 10 dic. 1970.
Le Monde, 11 dic. 1970.
El nacionalismo vasco radical 121

días antes de iniciarse la vista, habían amenazado con matarle en caso


de que alguno de los acusados fuera ejecutado. Cuando se dieron a
conocer las sentencias más de dos semanas después, el 28 de diciem­
bre, se comprobó que eran, como cabía prever, severas. Se absolvía
a María Aránzazu Arruti, que cumplía condena por anteriores deli­
tos, pero las penas dictadas contra sus compañeros iban de los doce
a los noventa años. Sin embargo, el veredicto del tribunal quedó os­
curecido por el hecho horrible de que seis de los acusados fueran con­
denados a muerte. Tres de ellos tenían dobles sentencias de muer­
te Todo ello produjo el efecto de intensificar la campaña de pro­
testa, en un esfuerzo desesperado por que se revocaran las penas. Los
tres obispos vascos titulares fueron a Madrid para solicitar, sin éxito,
una audiencia con Franco, con objeto de pedir clemencia
La dirección de ETA-VI estaba convencida, mucho antes de que
se abriera el juicio, de que su labor primordial era la de salvar las vi­
das de los compañeros con probabilidades de ser condenados a muer­
te Su responsabilidad era enorme y la campaña que lanzaron fue
un ejemplo de la estrategia que Unzueta había trazado en A todos
los makos. El potencial apoyo a los presos vendría de todas las fuer­
zas heterogéneas a las que ETA había querido orientar y convertir
en aliadas. Estas incluían a los capitalistas «no monopolistas —que
formaban parte de la base tradicional del PNV—, y a los activistas
del movimiento sindical clandestino, que, en su práctica totalidad no
eran nacionalistas. ETA-VI vio en la movilización de masas el único
medio para salvar las vidas de sus compañeros. Los intentos de la or­
ganización por lograr dicha movilización fueron bastante producti­
vos. Aunque el PNV y las organizaciones españolas de izquierdas te­
nían poco en común en cuanto a cuestiones sociales, ambos partici­
paron en el esfuerzo. Sus habituales diferencias no parecieron debi­
litar la campaña, dado que tanto los nacionalistas como el PCE y
otros grupos de izquierda, deseaban formar un frente que fuera lo
más amplio posible En todo caso, las organizaciones de izquier­
das eran fuertes entre los trabajadores, donde eran débiles los nacio­
nalistas, de modo que las probabilidades de choques que pudieran di-

Le Monde, 29 dic. 1970.


Le Monde, 30 dic. 1970.
Entrevistas del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980, y Bikilia, San
Sebastián, 7 agosto 1981.
«Hemos salvado a los de Burgos», Mundo Obrero, 22 enero 1971, daba la ver­
sión del partido comunista sobre la campaña. En «Una actitud digna y valiente», Zer
Eginf, n." 10 diciembre 1970, el MCE (anteriormente ETA-Berri) alababa la conducta
de los presos ante el tribunal y acogía bien las declaraciones de marxismo-leninismo
hechas por algunos de ellos, pero se mostraba escéptico en cuanto a que hubieran real­
mente abandonado su nacionalismo.
122 John Sullivan

vidir la campaña eran muy limitadas La preocupación del gobier­


no ante la magnitud del movimiento de protesta que había desperta­
do el juicio, quedó expresada en una circular confidencial enviada a
los jefes del Movimiento (anteriormente Falange) que llegó a manos
de la prensa clandestina de izquierdas La participación de ETA-
VI en la campaña obligó, necesariamente, a sus miembros a tomar
parte en formas públicas de acción. Ello, a su vez, produjo un incre­
mento en represión policial, con el resultado de que muchos de los
dirigentes tuvieron que exiliarse. Los militantes de ETA-VI se vieron
afectados por ambas partes, pues pertenecían a una organización iden­
tificada con la lucha armada, mientras que al mismo tiempo intenta­
ban levantar un movimiento de masas. Con todo, la organización
consideró la campaña un éxito, pues había contado con el apoyo de
un espectro más amplio de la población del que podría haber sido mo­
vilizado para ninguna otra cuestión
En el País Vasco, la solidaridad popular con los enjuiciados su­
peró con mucho incluso la que había suscitado la muerte de Txabi.
Además de manifestaciones de sacerdotes y congregaciones en zonas
tradicionales vascas, hubo huelgas en las fábricas donde la mano de
obra era predominantemente inmigrante. A principios de diciembre
la guardia civil había matado de un tiro a un joven durante una ma­
nifestación en Eibar, ciudad natal de dos de los presos La decla­
ración del Estado de Excepción en Guipúzcoa por parte del gobier­
no daba la medida de la escala de la protesta. Comisiones Obreras y
otras organizaciones clandestinas convocaron una huelga general para
el 3 de diciembre, primer día del juicio, que paralizó gran parte de
los centros industriales de Vizcaya y Guipúzcoa En algunos lu­
gares los huelguistas levantaron barricadas. El gobierno respondió
concentrando miles de policías armados y de paisano en los centros
de las principales poblaciones. Se anunció que habían sido detenidas
más de cien personas a lo largo del día. A pesar de la masiva presen­
cia policial, algunos grupos de personas atacaron las oficinas de la

Para una exposición de algunas de las dificultades que encerraba el colaborar


con nacionalistas de derechas en la campaña, véase un informe a la dirección de ETA-
VI: Cómo vienen desarrollándose en nuestro taller los acontecimientos en torno al pro­
ceso de Burdos, Documentos Y, vol. 10, pp. 84-89.
Véase «El consejo nacional del Movimiento y la crisis de diciembre». Mundo
Obrero, 28 marzo 1971.
Entrevistas del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980, y Bikilia, 17
agosto 1981.
Le Monde, 2 dic. 1970.
Charles Vanhecke, «La population Basque s’associc largement a la protestarion»,
Le Monde, 5 diciembre 1970.
El nacionalismo vasco radical 123

prensa oficial como protesta ante las versiones de los hechos que se
estaban publicando
Según las autoridades, las protestas estaban manipuladas por los
comunistas. El PCE fue, desde luego, muy activo en toda la campa­
ña y, en octubre, emitió una declaración conjunta con ETA-VI con­
vocando a la huelga general tan pronto como se iniciara el juicio
Ello supondría una cierta violencia para ETA-VI pues confundió a
los nacionalistas tradicionales, mientras que el grupo escisionista de
Etxabe, que había pasado a autodeterminarse ETA-Askatasuna ala hil
(Libertad o Muerte) lo vio como una prueba más de que ETA-VI es­
taba infiltrada por agentes «españoles». La escala e intensidad de las
manifestaciones confirmaron a ETA-VI en su convicción de que la
organización debía centrarse en el futuro en acciones de esta índole
más que en los actos sensacionalistas por los que sus compañeros es­
taban siendo juzgados.
Los dirigentes de ETA-VI consideraban que la campaña había
contribuido al logro de dos de los objetivos de ETA —unidad de la
clase obrera y unidad de la nación vasca— dado que tanto los nacio­
nalistas conservadores como los socialistas «españoles» habían parti­
cipado activamente en la campaña para salvar las vidas de los acusa­
dos. Sin embargo, una vez concluido el juicio, la formación del Fren­
te Obrero y del Frente Nacional siguió presentando las mismas difi­
cultades que anteriormente. La campaña de ETA-VI no se limitó al
País Vasco, pues sus dirigentes comprendieron que el juicio había sus­
citado considerable oposición en España y fuera de ella, y se esfor­
zaron por buscar apoyo fuera de Euskadi. Allí, ETA-VI montó una
enorme campaña de publicidad por medio de panfletos y folletos,
pese al gran peligro y muchas dificultades que suponía la distribu­
ción de propaganda ilegal. En los panfletos de ETA se instaba al pú­
blico a que demostrara su apoyo a los encausados poniéndose en huel­
ga, no llevando a los niños al colegio, y boicoteando todo tipo de di­
versiones. Se pedía a los propietarios de tiendas, bares y estableci­
mientos similares que cerraran sus locales En estos panfletos se in­
cluían declaraciones de los presos donde no sólo expresaban su vo­
luntad de morir por su patria, sino también su compromiso con la
revolución socialista En ocasiones, las apelaciones en favor de los

En San Sebastián, los manifestantes intentaron quemar las oficinas de Unidad


Y La Voz de España, periódicos del Movimiento. Pueblo, 4 diciembre 1970. Citado
en Salaberri, Sumarísimo 3U69..., pp. 158-159.
Euskadi ta Askatasuna (ETA) y Partido Comunista de Euskadi llaman al paro
general. Documentos Y, vol. 9, pp. 481-82.
Llamamiento al pueblo de Oñate. Documentos Y, vol. 10, pp. 73-76.
Sumario 31 (panfleto). Ante la represión fascista una llamada al pueblo (panfle­
to), ambos en Documentos Y, vol. 10, p. 77. The Times, 14 diciembre 1970.
124 John Sullivan

acusados se mezclaban con reivindicaciones de subidas salariales y de­


rechos sindicales. La propaganda se repartió en las fábricas y en las
calles, utilizando la red de cuadrillas; ÉTA-VI colaboró, aunque in­
quietamente, con otras fuerzas en la campaña. La propaganda suscitó
una respuesta asombrosa. No sólo se manifestó y se enfrentó a los
ataques de la policía el vasco medio, sino que la lucha adoptó formas
espontáneas con la participación de personas que no tenían relación
alguna con organizaciones clandestinas
El juicio fue tanto un problema como un desafío para el PNV.
La actitud simpatizante que el PNV había adoptado hacia ETA en
sus primeros momentos, se había sido deteriorando con la progresi­
va orientación de ETA hacia el socialismo y la acción guerrillera. La
vuelta al nacionalismo ortodoxo, que marcó la expulsión de la ten­
dencia ETA-Berri, había sido ilusoria, puesto que la nueva dirección
de ETA había reafirmado el compromiso de la organización con el
marxismo y la lucha armada, para insatisfacción del PNV. Además,
ETA actuaba como un polo de atracción para las juventudes del PNV
agrupadas en EGI, que una vez más se hallaba en peligro de esci-
sion El propio PNV había jugado con la idea de recurrir a la lu-
cha armada, al verse forzado a competir con ETA, pero la había aban­
donado después de que dos miembros de EGI murieran transportan­
do explosivos el 1 de abril de 1969 ^°. Por grandes que fueran las du­
das del PNV con respecto a prestar su apoyo a una organización que
se había convertido en un serio rival, no tenía realmente otra alter­
nativa que movilizar a sus afiliados a favor de los presos de ETA. Mu­
cho antes de comenzar el juicio, la prensa del PNV había publicado
algunos artículos donde implícitamente se manifestaban simpatías
por ETA.
El gobierno en el exilio, dominado por el PNV, convocó una huel­
ga general en protesta por el consejo de guerra Incluso si los di­
rigentes de este partido hubieran sido lo bastante cínicos como para
ordenar a sus afiliados que se mantuvieran al margen de la campaña
en favor de los presos, no hubieran sido obedecidos. Los militantes
del PNV eran representativos de un gran sector de la población vas-

Informe interno de ETA, diciembre 1970; Cómo vienen desarrollándose en nues­


tro taller los acontecimiento en torno al proceso de Burgos. Documentos Y, vol. 10, pp.
85-89. Le Monde, 2 diciembre 1970.
Entrevista del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980. Carta a los Ma-
kos anteriormente citada. En 1970, los militantes de EGI que querían la unión con
ETA, firmaron panfletos con el nombre de EGI-Batasuna.
J. M. Feliú, «Década de los 60, los años duros», Alderdi, 3 junio 1983. Feliú
era un destacado activista del PNV de Navarra.
The Times, 7 diciembre 1970.
El nacionalismo vasco radical 125

ca, y compartían su angustia ante la perspectiva de que se ejecutara


a jóvenes vascos. Un ejemplo extremo de identificación de un adepto
del PNV con los luchadores de ETA fue el proporcionado por un in­
cidente ocurrido en septiembre, cuando Franco asistía a la inaugura­
ción de los campeonatos mundiales de pelota. Un hombre de media­
na edad, Joseba Elósegui, se arrojó envuelto en llamas desde una gra­
dería superior a la de Franco en un intento fallido de suicidarse. El
incidente fue ampliamente comentado en la prensa, pero su signifi­
cado sólo se entendió realmente en el País Vasco. Elósegui era cono­
cido como un distinguido patriota vasco con un extraordinario his­
torial de resistencia al régimen franquista. Más tarde senador por el
PNV, había sido comandante del ejército vasco en Guernica cuando
fue bombardeada por aviones alemanes en 1937, y había sido senten­
ciado a muerte al ser hecho prisionero Cuando las fuerzas fran­
quistas ocuparon Euskadi, fue intercambiado por un prisionero na­
cionalista y pasando a luchar en el ejército republicano de Cataluña.
Posteriormente colaboró con los aliados en la Francia ocupada, y pasó
a realizar operaciones de carácter clandestino para el PNV en el in­
terior de España La voluntad de Elósegui de dar la vida por sus
ideales era afín a su anterior trayectoria, y surgía de la misma deses­
peración que en 1946 le había impulsado a colgar una ikurriña en la
torre de la catedral de San Sebastián La aparición de una nueva
oposición al régimen en los años sesenta le había animado, y le ho­
rrorizaba la idea de que ejecutaran a los presos de Burgos, pese a no
estar de acuerdo con sus métodos, que, en su opinión, no podían al­
canzar sus objetivos Su gesto ilustraba la sensación de impotencia
de un activista por naturaleza que no encontraba otro medio de ex­
presar su solidaridad. La autoinmolación de Elósegui reflejaba la in­
tensidad de las simpatías hacia los presos de la comunidad naciona­
lista, y el más generalizado malestar ante la represión policial. Otros
miembros del PNV, y en modos menos dramáticos, hicieron lo po­
sible para salvar las vidas de los encausados, a pesar de su perplejidad
ante las declaraciones de marxismo pronunciadas durante el juicio.
El PNV no fue el único grupo nacionalista en movilizarse a favor
de los presos. Los adeptos a la revista de Txillardegi, Branka, tam­
bién participaron activamente en la campaña, al igual que los miem­
bros de ELA, el sindicato nacionalista. Etxabe y sus compañeros de
ETA-V también estaban dispuestos a intervenir para salvar las vidas
de los presos y para demostrar que eran ellos, y no la dirección ele-

Elósegui, Quiero morir..., pp. 146-88.


” Ihíd..., pp. 286-313.
Ihíd..., pp. 316-20.
Entrevista del autor con Joseba Elósegui, San Sebastián, TI marzo 1980.
126 John Sullivan

gida en la VI Asamblea, la auténtica ETA. Como consecuencia de la


escala de las manifestaciones a favor de los acusados de Burgos se le
planteó un dilema a ETA-V. Mientras que eran muchos los que sim­
patizaban con las primitivas posturas nacionalistas de Etxabe
ETA-V no contaba con una presencia organizada dentro de España.
Aunque consideraba a la dirección interior, confirmada en sus pues­
tos tras la VI Asamblea, como traidores y liquidadores de la misma
catadura que los expulsados en la V Asamblea de 1966/67, el hecho
de que los presos apoyaran las decisiones de la VI Asamblea presta­
ba a dicha dirección legitimidad ante la gran mayoría de los partida­
rios de ETA. Los héroes de ETA, algunos de los cuales podrían pron­
to sufrir martirio, estaban por encima de toda crítica. La mezcla de
propaganda socialista con las apelaciones para salvar las vidas de los
presos constituía una alarmante continuación de la política que
ETA-V había criticado. Además, el hecho de que las organizaciones
«españolas», en Euskadi y fuera de ella, se hubieran volcado en la lu­
cha para salvar a los procesados en Burgos amenazaba con oscurecer
lo que ETA-V creía ser la índole de la misión nacional de ETA.
ETA-V se veía en peligro de ser olvidada pues sus líderes, dispersos
por toda Europa, no tenían posibilidad de desafiar a ETA-VI.
Etxabe y sus seguidores hicieron sentir su presencia inmediata­
mente antes de la apertura del juicio, a comienzos de diciembre, con
un audaz golpe: el secuestro de Herr Beihl, Cónsul alemán en San
Sebastián, al que mantuvieron como rehén para garantizar que las pe­
nas de muerte que solicitaba el fiscal no fueran ejecutadas El se­
cuestro produjo el efecto de intensificar la represión policial y el cli­
ma de tensión. La debilidad de ETA-V quedó, en cierta medida, con­
trarrestada por el apoyo que recibió de algunos nacionalistas conser­
vadores, como fue el destacado miembro del PNV Telesforo Mon-
zon -antiguo ministro del gobierno autónomo vasco— y el Padre
Larazábal, un conocido nacionalista vasco-francés. Monzón, como
presidente de la organización de refugiados Anai Artea (Entre Her­
manos), actuó como portavoz de los secuestradores y como interme­
diario con la prensa. Este secuestro permitió a ETA-V compensar su
debilidad organizativa y obtener una cierta audiencia para sus opi­
niones a través de las declaraciones de Monzón y Larazábal y las en­
trevistas con periodistas extranjeros. Las posiciones políticas que se
desprendían de estas entrevistas tenían escaso parecido con las decla­
raciones que hacían los encausados de Burgos. Por ejemplo, dos di-

Charles Vanhecke, «Le renouveau du nationalisme Basque», Le Monde, 11 di­


ciembre 1970, comenta el racismo y anti-marxismo de muchos de sus informadores.
«Death threat to kidnap victims by basques», The Times, 3 diciembre 1970. Le
Monde, 2 y 3 dic. 1970.
lil nacionalismo vasco radical 127

rigentes de ETA-V informaron a los periodistas franceses que mata­


rían a Beihl si alguno de los procesados era ejecutado, insistieron en
que su organización era antiespañola, más que antifranquista, que es­
taba empeñada en una lucha contra el colonialismo, y que aspiraba
a crear un Frente Nacional vasco, que acogería a lo que los marxis-
tas-leninistas de ETA-VI calificaban como la burguesía El secues­
tro representó un considerable éxito propagandístico, que permitió a
ETA-V ser conocida por un público más amplio. Beihl fue liberado
indemne el día de Nochebuena, antes de ser anunciadas las senten-
cías 5 9
® ETA-VI mostró una actitud vacilante ante el secuestro realizado
por sus rivales. Sus dirigentes publicaron una declaración negando
toda responsabilidad de ETA y reiterando la primacía de la acción de
masas sobre la actuación armada, pero sin condenar la acción misma.
Los líderes de ETA-VI llegaron incluso a declarar que si ei gobierno
cedía a las amenazas de ETA-V y dejaba salir de prisión a sus com­
pañeros a cambio de la entrega del cónsul alemán, tenían permiso de
la organización para aceptar el trato ^°. El hecho de que ETA-VI no
se decidiera a repudiar un secuestro que tenía el fin tanto de poner
en cuestión su autoridad como de influir sobre los acontecimientos
de Burgos, manifestó una actitud poco clara hacia la acción armada
minoritaria. En teoría, ETA-VI había evolucionado hasta un punto
en el que sus dirigentes consideraban contraproducentes semejantes
acciones y reaccionario al grupo formado en torno a Etxabe, cuyo
chauvinismiO constituía un obstáculo para la unidad del pueblo vas­
co. En la práctica, ETA-VI se sentía incapaz de denunciar el secues­
tro, pese a ser contrario a su propia estrategia Dicho secuestro re­
presentó una especie de desviación de la campaña en pro de los pre­
sos, pero fue extremadamente importante para establecer el prestigio

Véase una entrevista con dos dirigentes de ETA-V realizada por Jean Lacoutu-
rc, «On veut nous tuer parce que nous faisons peur», Le Monde, 16 diciembre 1970.
Más adelante, ETA-V afirmó que Etxabe, que había hecho la declaración antiespaño­
la, quería decir que era contrario .al Estado español, no al pueblo español. «Política
del grupo llamado ETA-VI Asamblea», Zutik, n." 60 (ETA-V) (sin fecha).
En una declaración de prensa de ETA-V se decía que el objetivo de salvar las
vidas de los presos se había alcanzado, pese a que por entonces aún no se habían anun­
ciado las sentencias. De Blaye, Franco..., pp. 316-17; Le Monde, 26 dic. 1970.
“ Comunicado de la dirección nacional de ETA, Documentos Y, vol. 10, p. 117.
T.n Berriak, n.“ 3, TI enero 1971, ETA-VI afirmó que aprobaba el secuestro como tal,
pero rechazaba el contenido burgués y semirracista que le habían dado los interme­
diarios (Monzón y Larrazábal).
El que Berriak no condenara el secuestro fue duramente criticado por una cé­
lula de E l A-VI. «Crítica a Berriak», 28 febrero 1971, Kemen (revista interna de ETA-
VI), abril 1971.
128 John Sullivan

de ETA-V. Posteriormente, los secuestros pasarían a ser uno de los


principales métodos de lucha de ETA. *
Los actos a favor de los presos no se limitaron al País Vasco.
Hubo manifestaciones en muchos lugares de Pispaba particular­
mente en Cataluña, donde una serie de intelectuales ocuparon el mo­
nasterio de Montserrat y lanzaron un llamamiento a favor del dere­
cho a la auto-determinación nacional que recibió el beneplácito del
abad En Barcelona se produjeron violentos choques con la poli­
cía, y en Madrid se cerró la universidad en un esfuerzo por evitar ma-
nifestaciaones solidarias. El gobierno respondió a la campaña suspen­
diendo el artículo 18 de la Constitución, en virtud de lo cual la po­
licía quedaba con las manos libres para tratar a los implicados en los
actos de protesta. En un discurso pronunciado en las Cortes, el Jefe
del Gobierno, Carrero Blanco, insistió en la determinación del go­
bierno de mantener el orden, y no ceder a presiones del exterior.
También tuvo palabras de alabanza para la «democracia orgánica» es­
pañola, claro indicio de que el gobierno no tenía la menor intención
de abolir las estructuras franquistas encarnadas en dicho concepto fa­
langista
Las manifestaciones que se produjeron en todo el mundo plan­
tearon un serio problema al gobierno español. Repentinamente, la
prensa extranjera se llenó de informes sobre el País Vasco, una re­
gión poco conocida anteriormente. Además de las manifestaciones,
también hubo solidaridad de los sindicatos, al negarse los trabajado­
res de los puertos de Francia e Italia a descargar o cargar barcos es­
pañoles En un gesto sin precedentes, el Vaticano publicaba un ar­
tículo en su periódico, Osservatore Romano, pidiendo al gobierno es­
pañol que mostrara clemencia en su trato a los presos de Burgos
La impresión de que había poderosos intereses extranjeros presio­
nando ilegítimamente sobre España, creó un gran malestar entre los
españoles de derechas que se percibía en la prensa española, pero,
con todo, el gobierno no podía permanecer indiferente a la opinión
de otros gobiernos, o a los reportajes del juicio que ofrecían la pren­
sa, la radio y la televisión extranjeras. Los periódicos españoles se
mostraban particularmente irritados por la información que sobre el

“ «Les manifestations s’amplient en Espagne», Le Monde, 12 diciembre 1970.


Le Monde, 15 diciembre 1970. Marcel Neidergang, «Les intellectuels catalans
on lancé un veritable défi au régime franquiste», Le Monde, 17 diciembre 1970.
Le Monde, 21 y 22 diciembre 1970.
En Milán, la policía mató a dos manifestantes. «Milán; deux morts dan des vio­
lentes Bagarres», Le Monde, 15 diciembre 1970.
El artículo también condenaba el secuestro y la violencia. L ’Osservatore Roma­
no, 25 diciembre 1970, citado en Halimi, El proceso de Burgos, p. 255.
El nacionalismo vasco radical 129

juicio estaba ofreciendo la televisión francesa, que simpatizaba abier­


tamente con los acusados Sánchez Bella, ministro de Información
y Turismo, denunciaba también la campaña «antiespañola» de la te­
levisión y la prensa extranjeras.
Las autoridades respondieron a la derrota propagandística que es­
taban sufriendo con la organización de una serie de manifestaciones
«espontáneas» en Burgos, Madrid y otras ciudades. La oposición
podía aclarar que semejantes manifestaciones estaban oficialmente
montadas y dirigidas, con un estilo similar a aquellos actos que ha­
bían constituido un rasgo prominente de los primeros años del régi­
men. Todo esto era en gran medida cierto, pero las manifestaciones
también denunciaban las progresivas divergencias existentes en el
seno de la alianza gobernante, y el descontento creado en Falange
por el papel dominante que habían adquirido en el gobierno algunos
miembros de la asociación religiosa y tecnocrática. Opus Dei ^ . Por
ejemplo, en una masiva concentración celebrada el 17 de diciembre
en la Plaza de Oriente de Madrid, a la que asistieron Franco y el Prín­
cipe Juan Carlos, los participantes exhibían consignas en las que se
atacaba al Opus Dei como miembros liberales de la Iglesia El pun­
to principal de esta y similares manifestaciones, era la solidaridad con
Franco personalmente más que con el gobierno, pues era sabido que
varios de sus ministros eran contrarios a la celebración del juicio
La progresiva fragmentación del régimen se hizo sentir también en
la presencia de grupos de ultra-derecha, como Fuerza Nueva, forma­
dos como reacción a la política liberalizadora de los años sesenta. Una
grotesca manifestación de esta movilización derechista fue la apari­
ción de pintadas anti-ETA y anti-liberales en las paredes. En España,
las pintadas del estilo de «Obispos rojos a Moscú» no eran un modo
convincente de persuadir al público de que el régimen contaba con
un masivo apoyo popular
Las divergencias cada vez más acusadas entre la Iglesia y el régi­
men eran un indicio claro de que la mayor parte de la jerarquía ecle­
siástica no lo consideraba ya como garantía de estabilidad, aunque hu-

Véase «La ORTF y su “información” con respecto a España», La Vanguardia,


19 diciembre 1970, reproducido en Arteaga, ETA..., apéndice (sin número).
De Blaye, Franco..., pp. 308-11. Marcel Neidergang, «Le procés constitue un
nouvel episode de la lutte entre les divers groupes du régime» Le Monde, 18 diciem­
bre 1970, observaba la vuelta de la derecha tradicional a un puesto prominente y ma­
yor malestar entre el Opus Dei, debido en parte al escándalo Matesa.
« L ’autorite du General Franco se reinforce». Le Monde, 19 diciembre 1970.
Ibíd.
Todavía en la primavera de 1971 podía verse la pintada «Obispos rojos a Mos­
cú» en los principales puentes del Río Urumea en San Sebastián. Pero la r había sido
substituida por una c, es decir, cojos en lugar de rojos.
130 John Sullivan

hiera una serie de sacerdotes que conservaran su entusiasmo hacia el


mismo. La reacción del ejército ante la tempestad levantada por el jui­
cio de Burgos fue más compleja. La irritación suscitada por la irres­
petuosa actitud de los procesados hacia el tribunal militar produjo
reacciones ultraderechistas, mientras que, por otra parte, algunos ofi­
ciales hacían responsable al gobierno por recurrir a un tribunal mili­
tar para juzgar a unas personas que debían haber sido llevadas ante
un tribunal civil, dirigiendo, así, contra el ejército el descontento pú­
blico por la opresión y la corrupción. El general García Valiño, quien,
como capitán general de la región militar de Madrid, había tenido
que ratificar la pena de muerte impuesta a Julián Grimau, escribió al
general García Rebull, expresando su opinión de que era un error uti­
lizar al ejército para semejantes casos. Creía él que con el juicio mi­
litar se corría el riesgo de que el ejército perdiera el respeto de las gen­
tes, Se sabía que el general Diez Alegría, jefe del Estado Mayor, sos­
tenía similares opiniones
El juicio también creó malestar en niveles inferiores de la jerar­
quía militar. Se supo que algunos oficiales jóvenes habían celebrado
reuniones, donde los debates, que en un principio debían tratar so­
bre la injusta posición en que se había colocado al ejército, pasaron
a cuestiones más generales sobre el papel del ejército en la sociedad
española y las perspectivas profesionales de los militares. Miles de ofi­
ciales firmaron un manifiesto donde se expresaban sus agravios, que
fue enviado a Franco, ya informado sobre dichas reuniones El
anuncio de que se iban a conceder aumentos de sueldo a las fuerzas
armadas fue, posiblemente, una respuesta al descontento del ejérci­
to Pese a que la reserva inherente a las instituciones militares di­
ficultaba la interpretación del ánimo de los oficiales la posibilidad
de una revuelta de capitanes despertó gran interés. El contenido de
la declaración no era precisamente revolucionario, pues se hacía hin­
capié en la lealtad a Franco y la necesidad de mantener la ley y el or­
den. Pero también pedía que se pusiera fin a la corrupción, y la di­
misión del gobierno, demandas que fueron interpretadas como un
ataque al Opus Dei Las disensiones que traslucía el manifiesto de

Para una descripción de las tensiones creadas por el juicio dentro del ejército,
véase «Le procés de Burgos provoque des divisiones jusqu’s au sein de l’armée espag-
nole», Le Monde, 13 dic. 1970.
” Marcel Neidergang, Le Monde, 29 dic. 1970.
Le Monde, 25 dic. 1970.
La mayor parte de los intentos de conseguirlo se basaban en gran medida en el
estudio de sociología militar realizado por un oficial en activo: Julio Busquets, El mi­
litar de carrera en España (Barcelona, 1967), passim.
Le Fígaro, 23 dic. 1970, citado en Salaberri, Sumarísimo..., pp. 255-57.
El nacionalismo vasco radical 131

los capitanes no fueron más que una de las tensiones surgidas entre
las diversas facciones que sostenían al régimen franquista. En 1969,
Franco había nombrado finalmente a Juan Carlos como sucesor, una
decisión a la que se habían opuesto falangistas y carlistas, y había irri­
tado a muchos monárquicos que consideraban a Don Juan, padre del
príncipe, como legítimo heredero del trono. La designación de un ga­
binete dominado por miembros del Opus Dei desagradó también a
los tradicionales adeptos al régimen, que capitalizaron la complica­
ción de algunos miembros de dicha organización en un fraude per­
petrado por la compañía Matesa. Todas estas circunstancias se unie­
ron para prestar al juicio de Burgos una importancia que apenas po­
día preverse cuando se tomó la decisión de celebrarlo.
Las divergencias en el seno del régimen, tan evidentes en las ma­
nifestaciones, se airearon también, con cautela, en la prensa española
y de modo más abierto en entrevistas concedidas a la prensa extran­
jera. ABC, periódico tradicionalmente monárquico, al describir la
concentración a favor de Franco en la Plaza de Oriente, sostenía que
era prueba de un apoyo prácticamente unánime al Caudillo, y del re­
chazo hacia el terrorismo anarquista y el caos Arriba se mostraba
más comedido. Acogía bien la petición de clemencia del Papa, pero
señalaba que estaba actuando de modo escrupulosamente respetuoso
con la soberanía del Estado español, y no deseaba presionar a las au­
toridades legítimas El diario católico Ya, se hacía eco de la pos­
tura de los obispos, subrayando que manifestaciones y disturbios sólo
beneficiaban a la extrema derecha y la extrema izquierda, y observa­
ba que la conferencia episcopal había condenado la violencia viniera
de dónde viniera Una postura tan mesurada era anatema para los
franquistas más ardorosos, según los cuales ponía en un mismo pla­
no la violencia de ETA y el legítimo castigo que imponía el Estado
español a los delincuentes. Aunque la mayor parte de los periódicos
mostraban su fuerte desaprobación ante la presión que la opinión pú­
blica extranjera estaba ejerciendo sobre el gobierno español, no pe­
dían abiertamente que se cumpliera la sentencia de muerte. Aparte
de los grupos fascistas, la derecha estaba, en su mayor parte, dispues­
ta, con renuencia, a que Franco ejerciera clemencia.
El 30 de diciembre, Franco firmó la suspensión de las seis penas

«El común denominador», ABC, 18 dic. 1970, reproducido en Artega, ETA...,


apéndice (sin número de página).
«Nota de la Santa Sede», Arriba, 27 nov. 1970, reproducido en Arteaga, ETA...,
apéndice (sin número de página).
Ya, TJ nov. y 3 dic. 1970, reproducidos en Arteaga, ETA..., apéndice (sin nú­
mero de página).
132 John Sullivan

de muerte La noticia no era realmente inesperada, pero fue no obs­


tante recibida con enorme alivio por la población del País Vasco. La
decisión de cumplir las ejecuciones habría creado una situación de in­
surrección, especialmente en las zonas de procedencia de los conde­
nados. La represión de los disturbios sin duda habría acarreado un
considerable derramamiento de sangre y continuos desórdenes. Ade­
más, las ejecuciones habrían sido mal recibidas por los gobiernos ex­
tranjeros, la Iglesia y la mayoría de la población, de tal modo que a
Franco no le quedaban muchas alternativas. Sin duda habría sido po­
sible proceder a ejecutar la penas, pero sólo como parte de un mo­
vimiento general de regresión a la política de los primeros años * .
La prudente decisión de Franco de no cumplir las sentencias de rnuer-
te fue interpretada de modo diferente dependiendo de las opiniones
del observador. Los adeptos al régimen lo presentaron como un acto
de clemencia de un gobierno que gozaba del favor de la gran mayo­
ría del pueblo español, y que era indiferente a la campaña a favor de
los acusados y a las presiones internacionales. Sin duda muchas de
las personas que habían asistido a las manifestaciones pro franquistas
se sintieron decepcionadas por la suspensión de las penas de muerte,
y recelosas de que el gobierno de Carrero Blanco estuviera cediendo
a las presiones de las detestadas democracias liberales. Seguramente
sus temores estaban justificados. Un régimen que, al término de la
guerra civil, había consolidado su poder mediante muchos miles
de ejecuciones, pero que se sentía ahora incapaz de ejecutar a unos
hombres condenados por haber asesinado a un agente de policía, ha­
bía sufrido una enorme derrota política.
Para el gobierno de Carrero Blanco el juicio fue un tremendo
error que había puesto en cuestión la fórmula del Opus Dei de un
régimen autoritario y tecnocrático, que rechazaba la democracia par­
lamentaria y las libertades civiles mientras intentaba deshacerse de los
elementos fascistas que habían dado el régimen franquista gran parte
de su carácter en los primeros años. La movilización a favor de los
presos de Burgos también había sido a favor de la democracia que el
gobierno no tenía intención de conceder. En efecto, las manifestacio­
nes en apoyo de Franco demostraron que habían aún muchas perso­
nas dispuestas a luchar con uñas y dientes para evitar que España se

The Times, artículo de fondo, 31 dic. 1970, consideró esta suspensión como una
indicación necesaria de la aptitud de España para incorporarse al Mercado Común eu­
ropeo.
Le Monde, 1 enero 1971. Cuando el gabinete se reunió el 29 de diciembre, un
reducido grupo de «duros» pidió que se llevaran a cabo las ejecuciones. Pero en este
grupo no figuran ni los ministros de las fuerzas armadas ni Carrero Blanco. De Blaye,
Franco..., p. 321.
El nacionalismo vasco radical 133

convirtiera en una democracia decadente e «inorgánica». Sin embar­


go, el hecho de que el tono general de estas manifestaciones no fuera
favorable al gabinete en funciones, sino más bien deseoso de volver
a la política y el estilo de la primera época del régimen, planteaba nue­
vos problemas al gobierno. La afanosa búsqueda de una vía interme­
dia por parte de la Iglesia, que había alterado a tantos católicos de
derechas, hacía claramente patente que la mayor parte de la jerarquía
eclesiástica no confiaba ya en que el régimen pudiera proporcionar a
España un futuro viable, o proteger los intereses de la Iglesia a largo
plazo Las tendencias contradictorias surgidas en el seno del ejér­
cito también eran motivo de preocupación para el gobierno.
Los dirigentes de ETA-VI consideraron la conmutación de las pe­
nas como un triunfo, arrancado al gobierno por la masiva moviliza­
ción, y como una reivindicación de su estrategia de unir la lucha por
la liberación nacional con la social, y de actuar mediante los movi­
mientos de masas en lugar de los actos de violencia de la vanguardia
armada. El precio había sido alto para la organización. N o solamente
los presos habían recibido condenas enormemente prolongadas, sino
que habían sido detenidos muchos otros militantes, o se habían visto
obligados a exiliarse. No obstante, los líderes de ETA-VI considera­
ban que su organización había hecho considerables progresos hacia
su transformación en un partido revolucionario que pudiera encabe­
zar la revolución vasca. Por primera vez, se había logrado organizar
un movimiento de masas en pro de las reivindicaciones de ETA. La
campaña suscitada por el juicio también había elevado el nivel polí­
tico de muchos miles de personas, proporcionando a ETA-VI una
base para seguir adelante Los dirigentes de ETA-VI creían haber
seguido el ejemplo de los líderes revolucionarios chinos y vietnami­
tas al unir la lucha nacionalista a la socialista. Además, habían obte­
nido el apoyo de todos los presos de Burgos para las modificaciones
que se habían operado en la política de ETA desde que fueran en­
carcelados. Los pequeños grupos que seguían a Etxabe, que consti­
tuían ETA-V, habían quedado reducidos, a juicio de la dirección de
ETA-VI, al acto sensacionalista de secuestrar al cónsul alemán debi-

Hubo excepciones. Monseñor Casimiro Morcillo, arzobispo de Madrid-Alcalá,


utilizó su sermón navideño para atacar a los que se oponían al régimen. De Blaye, Fran-
ut..., p. 314.
Entrevista del autor con Bikilia, Ramón Zallo y Patxo Unzueta, anteriormente
Miadas. Tres dirigentes de ETA-VI, entrevistados en enero de 1971, afirmaron que en
aquel momento el grupo se inclinaba más por la acción de masas que por la de una
minoría armada. Se mostraron también a favor de la autodeterminación nacional, pero
no necesariamente de la independencia. Asimismo, dijeron que ETA-VI era entonces
iin.i organización predominantemente obrera. Politique Hebdo, 15 enero 1971. Repro­
ducido en Salaberri, Sumarísimo..., pp. 313-16.
134 John Sullivan

do a su falta de apoyo entre el pueblo vasco. Las simpatías que ha­


bían despertado los presos fuera de Euskadi demostraban lo absurdo
del chauvinismo de Etxabe, y el éxito de la campaña indicaba que el
pesimismo de Escubi con respecto a ETA-VI era injustificado. Como
se vería, ETA-VI iba a ser menos afortunada de lo que sus dirigentes
suponían.
Capítulo 5
LA VUELTA AL NACIONALISMO RADICAL

Parte I: La decadencia de ETA-VI

Como se recordará, la dirección confirmada en sus puestos por


la VI Asamblea, veía el futuro con optimismo. En su opinión, ha­
bían acertado al montar la campaña que probablemente había salva­
do las vidas de seis de sus camaradas. ETA-VI se había afianzado con­
siderablemente y su prestigio era, a raíz del juicio, incomparablemen­
te mayor que antes entre todos los sectores de la población vasca. La
agitación a favor de los presos de Burgos había demostrado la habi­
lidad de la organización para ganarse el apoyo tanto de los naciona­
listas tradicionales como de los grupos «españoles» integrados en el
movimiento obrero ilegal. Prácticamente todos los presos de ETA
(no sólo los implicados en el juicio de Burgos) apoyaban a la direc­
ción de ETA-VI, y ésta consideraba su estrategia como una conti­
nuación directa de las decisiones adoptadas en la V Asamblea, no
como una desviación similar a la de ETA-Berri
El principal problema planteado a ETA-VI era el de la represión,
las detenciones, palizas y registros, que se había intensificado como
consecuencia de los desórdenes ocurridos con motivo del juicio de

' Entrevista del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 marzo 1980.

135
136 John Sullivan

Burgos. Muchos de los miembros de la dirección de ETA-VI se vie­


ron obligados a exiliarse repitiendo una situación que empezaba a ser
habitual. En cierto sentido la represión beneficiaba a ETA-VI, pues
motivó el que un nutrido número de personas, indignadas ante la
opresión, se sintiera atraído hacia ETA por representar la oposición
más intransigente al régimen franquista. Pero la represión también ha­
cía imposible el mantener una dirección continua en el interior, y di­
ficultaba los contactos entre los dirigentes exilados y los militantes
residentes en España. La dirección de ETA-VI tuvo que admitir, des­
de mediados de 1971, que Escubi y los suyos habían abandonado
ETA definitivamente. Ello representó un duro golpe, pero los líderes
de ETA-VI consideraban que Escubi se equivocaba al calificar al gru­
po de incurables pequeño burgueses Por el contrario, creían que
ETA-VI se estaba liberando de sus orígenes pequeño burgueses. La
escisión de la reducida facción leal al dirigente del Frente Militar, Et-
xabe (denominados «milis» por los miembros de ETA-VI) se consi­
deró un problema menor que la defección de Escubi y sus adeptos.
Etxabe y sus seguidores aspiraban a volver al primitivo nacionalismo
de los primeros años de ETA, y no solamente negaban los avances
reconocidos por la VI Asamblea, sino también los de la V, por lo
que no se creía que tuvieran mucho futuro. Las figuras principales
asociadas a este grupo eran, a diferencia de Escubi, de importancia
menor. Txillardegi había salido de ETA a principios de 1967, Krut-
wig vivía en su cómodo exilio del extranjero, y López Adán (Beltza)
se encontraba exilado en Bruselas Se tenía la impresión de que en­
tre los componentes de los «milis» (en adelante ETA-V) no existía
un acuerdo común de base y no se consideraban, por tanto, como ri­
vales serios de ETA-VI en la tarea de construir el Frente Nacional o
el partido obrero.
Los esfuerzos de la dirección de ETA-VI por formar un Frente
Nacional, se veían obstaculizados por el hecho de que el comunica­
do que había firmado conjuntamente con el PCE en octubre de 1970
no había sido bien acogido por muchos de sus militantes de base y
simpatizantes. Dicho comunicado fue un arma útil para ETA-V cuan­
do sostenía que ETA-VI se había convertido en una organización «es­
pañola». Los dirigentes de ETA-VI intentaron resolver el dilema

^ Véase, «Aprés Burgos l’ETA nous parle», entrevista con tres portavoces de ETA-
VI, Politique Hehdo, 14 enero 1971, Documentos Y, vol. 10, pp. 195-97.
^ La respuesta de ETA-VI a las críticas de los «Milis», Comunicado de aclaración
a la clase trabajadora y el pueblo vasco en general sobre un manifiesto hecho público
hace unos días y firmado por cuatro militantes de la organización, fue extremadamente
acerba con respecto a la personalidad de sus críticos de derechas. Documentos Y,
vol. 9, pp. 460-64.
El nacionalismo vasco radical 137

aceptando que la declaración conjunta había sido probablemente un


error, y alegando que en un principio se había pensado publicar el
documento en nombre de una serie de organizaciones, ninguna de
las cuales, finalmente, se había avenido a su firma. Dadas las circuns­
tancias, y lo apremiante del tiempo, los representantes de ETA-VI lo
habían firmado sólo con el PCE
En una nota de autocrítica, un miembro del comité ejecutivo de
ETA-VI sostenía que, dado que la actitud revisionista y oportunista
del PCE provocaba reacciones anticomunistas entre la población vas­
ca, la firma de una declaración conjunta con dicho partido no había
contribuido, en efecto, a la educación en el internacionalismo del pue­
blo vasco, dominado como estaba por el nacionalismo burgués Esta
autocrítica era más bien torcida, pues la comunidad nacionalista no
se oponía a la asociación con el PCE por la repugnancia que le pro­
ducía el alejamiento de dicho partido de la ortodoxia marxista, sino
porque era «español» y comunista.
La dirección de ETA-VI siguió oscilando entre los intentos de
transformar la organización en un partido comunista, y el esfuerzo
por construir un Frente Nacional de todos los patriotas vascos. La
convicción de dicha dirección de que eran objetivos compatibles se
sometió a prueba en enero de 1971, cuando una serie de organiza­
ciones nacionalistas (entre ellas Branka, ELA, ELA-Berri y ETA-V)
convocaron una asamblea para tratar la formación de un Frente N a­
cional, pero a la que ETA-VI no fue invitada. Los dirigentes de ETA-
VI respondieron publicando un panfleto en el que se denunciaba este
intento de exclusión, visto que su organización había sido responsa­
ble del asesinato de Manzanas y tenía más miembros en prisión y en
el exilio que ningún otro grupo Pero este documento era algo am­
biguo pues, mientras atacaba a los implicados en la escisión de
ETA-V, no aclaraba si ETA-VI se oponía o no a la creación del Fren­
te Nacional Vasco o simplemente se sentía ofendida por su exclusión
del mismo.
ETA-VI fue invitada, sin embargo, a una posterior reunión don­
de fue aceptada provisionalmente como participante en las conversa­
ciones, a condición de que sus representantes se retractaran del ata­
que dirigido contra la reunión fundacional Los dirigentes de ETA—

■' «Comunicado de la dirección nacional de ETA sobre el llamamiento conjunto


con el PC», Kemeriy n." 4, sin fecha.
^ «Reflexión autocrítica acerca del llamamiento de un miembro del C.E.», Kemen,
n.“ 4, sin fecha.
^ Comunicado, Documentos Y, vol. 11, p. 58.
^ «Segunda conversación», 16 febrero 1971, Garai, 1977, reproducido en Docu­
mentos Y, vol. 11, pp. 88-89.
138 John Sullivan

VI accedieron a hacerlo, y publicaron una declaración donde se decía


que Etxabe y sus compañeros no eran ni derechistas ni traidores, sino
patriotas vascos La declaración no prescindió de las críticas a Et­
xabe, distinguiendo entre sus ideas y las expresadas por Beltza y Krut-
wig en su revista Gataska. El documento de ETA-VI exhibía un cla­
ro alejamiento del giro hacia la izquierda que había estado descri­
biendo anteriormente a la VI Asamblea, y en él se expresaba el de­
seo de alianza con los integrantes de ETA-V, una actitud discrepante
con la política más reciente de ETA-VI. La buena disposición de esta
organización a aliarse con la derecha vasca y su retractación del ata­
que a ETA-V causó algunas disensiones entre los miembros de ETA-
VI, dado que la organización estaba profundamente dividida con res­
pecto a la conveniencia de un Frente Nacional Con todo, la retrac­
tación de ETA-VI no fue lo bastante rotunda, y quedó nuevamente
excluida del empeño en pro de la creación de un Frente Nacional
La marginación de ETA-VI de los debates redujo considerablemente
la base del Frente. El objeto del FNV era consolidar el movimiento
popular nacido en torno al juicio de Burgos con los nacionalistas de
todos los signos, pero un Frente del que quedara excluida la organi­
zación a la que pertenecían todos los presos habría estado, como mí­
nimo, incompleta. La anulación de las sentencias de muerte había te­
nido el efecto de poner fin a las masivas manifestaciones, de tal modo
que el proyectado frente no contaba ya con los beneficios que le ha­
bía proporcionado el ímpetu de aquella movilización.
La expulsión de ETA-VI de las conversaciones no significó la uni­
dad de los restantes participantes. El PNV se retiró de los debates,
pues era contrario a la creación de una organización que, una vez es­
tablecida, habría colocado al gobierno en el exilio, en el que predo­
minaba el PNV, en una difícil posición. Mientras que, en teoría, el
gobierno en el exilio era representativo de la totalidad de la pobla­
ción vasca, la versión del Frente Nacional propuesta de Txillardegi y
otros sólo lo habría sido de los abertzales, es decir, de los partidarios
de la completa independencia vasca, y habría dejado fuera, en con­
secuencia, a partidos como el PSOE y el PCE. El chauvinismo de al­
gunos de los participantes quedó patente en la petición de que los de­
bates se llevaran a cabo enteramente en euskera, pese a que, como se

® «Euskal Herria RI Agiría», Berriak, n.° 3, 27 enero 1971.


’ Para opiniones contrarias sobre la conveniencia del Frente Nacional (FNV), véa­
se Berna Lanak-H l U KO , abril 1971, un boletín interno de ETA-VI; además. Re­
men, n.“ 6, abril 1971, estaba enteramente dedicado a las conversaciones sobre la for­
mación del FNV.
«Sexta conversación», 27 marzo 1971, Documentos Y, vol. 11, pp. 90-91.
El nacionalismo vasco radical 139

señaló, de hecho ello habría excluido a una serie de asistentes Con


la retirada del PNV y ETA-VI, el proyectado Frente Nacional que­
dó reducido a un puñado de personas agrupadas en torno a ETA-V,
ELA-Berri, una escisión del sindicato histórico nacionalista. Monzón
y Txillardegi, con escasa influencia en la sociedad y nula en el mo­
vimiento obrero
En 1972, ni ETA-V, ni Txillardegi ni ELA-Berri contaban con la
fuerza organizativa y el prestigio necesarios para convertir a un Fren­
te Nacional dirigido por ellos en posible rival del PNV o de ETA-
VI. Sin embargo, los esfuerzos de Txillardegi por crear una alianza
de las fuerzas sociales representadas en estos debates, tendrían mu­
cho más éxito en años posteriores. Aún si las disculpas ofrecidas por
ETA-VI hubieran sido aceptables, difícilmente podría haber perma­
necido dentro de una organización que excluía al PCE, el MCE y los
restantes grupos con alguna fuerza dentro del movimiento obrero.
La primera reacción de ETA-VI, condenado el propuesto Frente
Nacional, era mucho más acorde con la línea política que había se­
guido durante la mayor parte de 1970, y con sus pretensiones de ha­
berse convertido en un partido marxista-leninista. Las reivindicacio­
nes de los participantes se centraban en la reunificación de los países
vascos francés y español, la creación de una nación enteramente vas­
co-parlante, y la independencia todas ellas completamente ajenas
al movimiento obrero, que ETA-VI aspiraba a dirigir. Los posterio­
res intentos de ETA-VI de participar en las acciones del frente unido
se vieron invariablemente rechazados por las restantes fuerzas abert­
zales. Por ejemplo, se impidió que los militantes de ETA-VI se unie­
ran a una huelga de hambre declarada en Bayona, como protesta ante
los malos tratos de que eran objeto los refugiados vascos en Fran­
cia
La esperanza abrigada por la dirección de ETA-VI de que las Cé­
lulas Rojas volvieran a integrarse en su organización, les indujo a res­
tar importancia al alcance de las diferencias que habían producido la
retirada de las Células Rojas en la VI Asamblea. ETA-VI no publicó
los resultados de dicha asamblea hasta mayo de 1971, ocho meses des-

" «Cuarta conversación», 27 marzo 1971, Documentos Y, vol. 11, pp. 90-91.
Aunque entre los participantes figuraban ELA (sindicato del PNV) y ELA-Be­
rri (la nueva ELA) que habían salido del control del PNV después que éste hubiera
firmado una declaración junto a fuerzas «españolas» en 1962, ambas ELAs eran, en la
práctica, grupos políticos, no sindicatos. Véase «José Antonio Ayestarán y la historia
de ELA-STV», en Muga, n.“ 3, febrero 1980.
«Primera conversación», 16 enero 1971, Documentos Y, vol. 11, pp. 88-89.
Informe de la célula de ETA en Bayona, 22 mayo 1971, en Documentos Y, vol.
11, pp. 131-37.
John Sullivan

pués de su celebración y por entonces era ya evidente que las Cé­


lulas Rojas se habían disociado del nacionalismo de forma aún más
rotunda que ETA-Berri cuatro años antes. En su revista Saioak, las
Células Rojas habían sometido toda la tradición nacionalista vasca a
una crítica mortífera, y llamaban a la unidad de la clase obrera en el
País Vasco y el mundo entero Se afirmaba en Saioak que ETA-VI
era una organización inherentemente pequeño-burguesa que no po­
día transformarse en el partido comunista que hacía falta para poner­
se al frente de la revolución El grupo al que representaba Saioak
fue incapaz, no obstante la alta calidad de sus planteamientos, de re­
petir el éxito de ETA-Berri en la formación de una organización co­
munista en Euskadi. A diferencia de los integrantes de aquella otra
escisión, los adeptos a Saioak no habían participado en la lucha obre­
ra. Eran refugiados en Francia cuya principal contribución a la ac­
ción de ETA había sido la de desatar la campaña armada de 1968-69.
Saioak aspiraba a convencer a los socialistas de todas las tendencias
de que se unieran para crear un partido revolucionario marxista. Sin
embargo, la mayoría de los militantes del interior siguieron adheri­
dos a sus respectivas organizaciones, a pesar de la pobreza de sus
planteamientos políticos. Saioak se desintegró como consecuencia de
ello, desapareciendo así un posible rival de ETA-VI, aunque sus crí­
ticas a las oscilaciones políticas de ETA-VI siguieran siendo fuente
de permanente irritación
Pese a que la destrucción teórica de la ideología del nacionalismo
vasco llevada a cabo por Saioak fue casi completa, eran escasos sus
pronunciamientos en torno a las contiendas que tenían lugar en Eus­
kadi, y prácticamente inexistentes sus ideas sobre cómo participar en
la lucha de clases. Las Células Rojas, y después Saioak, formaban par­
te, en gran medida, de la tradición que tan violentamente criticaban.
Las Células Rojas consistían esencialmente en Escubi, y aquellos mi­
litantes como Mikel Azurmendi, que habían ayudado a Txillardegi a
desbancar a Iturrioz y Del Río. En la Sexta Asamblea, todos los de­
legados de las Células Rojas salvo uno habían abandonado ETA,
mientras que ninguno de los delegados del interior se había adherido
a ellos, manifestándose con ello un modo de conducta, por ambas par-

«Sobre la VI Asamblea», Zutik, n." 52, 1 mayo 1971.


«Elementos de contribución a la crítica de la economía política de Euskadi» y
«Elementos de contribución a la crítica de la ideología nacionalista vasca», ambos en
Saioak, n.“ 2, dic. 1970.
«ETA; balance de un año. 1970-julio 1971» en Saioak, n." 3, sin fecha.
A. Buendía (Patxo Unzueta), En tomo a Saioak n.° J, febrero 1972, en Docu­
mentos Y, vol. 13, pp. 88-107; entrevista del autor con Patxo Unzueta, Bilbao, 13 mar­
zo 1980.
El nacionalismo vasco radical 141

tes, que recordaba a la lealtad de grupo de las cuadrillas, más que a


las divisiones que cabía esperar motivadas por diferencias políticas.
Habiendo salido de ETA, las Células Rojas quedaron aisladas de todo
contaco regular con miembros de organizaciones que actuaran en la
oposición dentro de España.
El hecho de que ETA-VI estuviera involucrada en la lucha obrera
compensaba su incoherencia política. Una vez excluida del Frente
Nacional, describió un rápido giro hacia la izquierda y dedicó todas
sus energías al movimiento obrero. La atracción de ETA-VI hacia la
lucha de los trabajadores estaba influida por la aparición de esta clase
de acción a comienzos de 1970, tanto en Euskadi como en el resto
de España. El número de huelgas aumentó pronunciadamente, y es­
tuvieron acompañadas por manifestaciones masivas reprimidas por la
policía, que en varias ocasiones mató a algunos de los obreros parti­
cipantes A pesar de la detención y procesamiento de sus líderes,
la fuerza de Comisiones Obreras siguió aumentando. El interés de
ETA-VI por el movimiento obrero se reflejaba en su prensa, que en
1971 dedicó gran parte de su espacio a las huelgas de Madrid, Bar­
celona, Asturias y Galicia. En septiembre, un obrero de la construc­
ción de Madrid, Pedro Patiño, miembro del PCE, murió a causa de
un disparo de la policía^®, y en 1972 se produjeron nuevas huelgas
en Madrid, Asturias, Bilbao, Barcelona y Vitoria. En marzo de 1972,
la policía abrió fuego contra una manifestación en El Ferrol, matan­
do a dos personas e hiriendo a otras veintitrés El movimiento lle­
gó a su punto álgido en 1973 en Pamplona, donde prácticamente se
produjo una huelga general
El gobierno tuvo una reacción contradictoria ante la intensifica­
ción de la lucha obrera. Por una parte, la predisposición de la policía
a disparar contra los huelguistas indicaba que las esperanzas de libe-
ralización de la oposición no estaban fundadas. Por otra parte, el go­
bierno continuó intentando la reforma de los Sindicatos para conse­
guir que respondieran en alguna medida a las aspiraciones de los tra­
bajadores, introduciendo a principios de 1971 una ley sindical que de­
bía lograr este propósito. Pero el gobierno tuvo escaso éxito en con-

«Tres meses de luchas», Berriak, n.*^ 12, marzo 1972.


«Frente a la represión y el crimen: una gran huelga». Mundo Obrero, 2 oct. 1971.
«Dos obreros asesinados en El Ferrol», en Berriak, n.“ 12, marzo 1972; «Gali­
cia después del Ferrol», Mundo Obrero, 15 abril 1972.
Iruña: huelga general, un folleto de 38 páginas publicado por ETA-VI, mani­
festaba la importancia que ETA-VI concedía a la huelga de Pamplona, y describía la
participación de esta organización en ella. Iruña (algunas veces Irunea) es el nombre
vasco de Pamplona, que no debe confundirse con Irún. Véase también, «Pamplona:
los métodos de lucha en la huelga general de junio», Berriak, n.“ 16, agosto 1973.
142 John Sullivan

vencer a los obreros de que los Sindicatos eran instrumentos eficaces


para defender las reivindicaciones del proletariado. En las elecciones
para enlaces sindicales de la primavera de 1971, hubo un alto índice
de abstención, pese a que el PCE apoyó fuertemente la participa­
ción ■
Los trabajadores no eran los únicos en ver con escepticismo la va­
lía de los sindicatos. Un sector de capitalistas estaban empezando a
darse cuenta de que tendrían que aceptar auténticas organizaciones
obreras, en particular Comisiones, aunque la policía seguía detenien­
do a sus dirigentes. La división producida en el seno de la burguesía
española, sobre la conveniencia de tratar directamente con Comisio­
nes Obreras, formaba parte de una cuestión más general sobre la uti­
lidad de las instituciones políticas creadas por el franquismo para en­
frentarse a las necesidades del capitalismo español, en un momento
en que el boom de la postguerra parecía vacilante en todo el mundo
capitalista. En 1971, Franco tenía 70 años y su salud era delicada. Los
franquistas más acérrimos deseaban que fuera el jefe de gobierno. Ca­
rrero Blanco, y no el Príncipe Juan Carlos, el sucesor político de
Franco que garantizara la continuidad del régimen. Otras figuras po­
líticas importantes, como José María Areilza, antiguo embajador en
Estados Unidos, no estaban de acuerdo, convencidos de que la unión
de la inseguridad económica y la agitación obrera era una fórmula se­
gura para el malestar social Los representantes más liberales del
capitalismo español creían que eran necesarias la ampliación de la base
del sistema, y las concesiones a la clase obrera y demás fuerzas que
exigían el cambio. En su opinión, de no hacerse, se politizarían unos
conflictos cuyo carácter era esencialmente económico.
Ciertos representantes importantes del mundo financiero, como
Joaquín Garrigues Walker, empezaban a admitir que la democracia
parlamentaria era la mejor forma de gobierno para enfrentarse a la cri-

Para el apoyo del PCE a la participación en las elecciones sindicales véase «Los
trabajadores se disponen a imponer sus representantes». Mundo Obrero, 20 marzo
1971; «Hay que ganar la batalla de las elecciones sindicales». Mundo Obrero, 3 abril
1971; «Ante las elecciones sindicales: la posición de clase», Mundo Obrero, 30 abril
1971; «Primeras impresiones». Mundo Obrero, 30 mayo 1971; «Las elecciones sindi­
cales». Una victoria lograda bajo el fuego de la represión. Mundo Obrero, 30 mayo
1971. Para la llamada de ETA al boicot de las elecciones, véase «Lucha dura. Lucha
continua», Berriak, n.“ 6, 12 abril 1971, y «Aprender de los hechos», Berriak, n.“ 8,
28 julio 1971. También «Enlaces y jurados, organizaciones de masas, elecciones sin­
dicales» en Zutik (ETA-VI), n.° 52, mayo 1971.
Para los contactos de Areilza con los comunistas y Comisiones Obreras, véase
Fernando Jáuregui y Pedro Vega, Crónica del antifranquismo, vol. 2 (Barcelona, 1984),
pp. 320-23; para su apoyo a la liberalización véase la entrevista en Ramón Chao, Des­
pués de Franco, España (Madrid, 1976), pp. 77-83.
El nacionalismo vasco radical 143

sis económica. Puesto que no existían verdaderos partidos democrá­


ticos burgueses, la transición a la democracia parlamentaria requeri­
ría un pacto con las fuerzas socialistas ilegales, en especial con el PCE.
Este partido había estado intentando convencer a los capitalistas li­
berales de que aceptaran un «pacto para la libertad» que entrañara
una fórmula para liquidar el régimen, pero, fuera de Cataluña, dicha
iniciativa suscitó escasa respuesta. Entre el PCE y los capitalistas li­
berales existían importantes diferencias, dado que aquel se oponía a
la monarquía y sostenía que los pueblos vasco y catalán tenían dere­
cho a decidir si deseaban separarse de España. Incluso si los capita­
listas liberales hubieran estado dispuestos a aceptar estos puntos, era
muy poco probable que el Ejército se aviniera a admitir una España
republicana o federal. A comienzos de los años setenta, el PCE y los
sectores liberales del régimen iban aproximándose a la formulación
del compromiso que produciría la transición hacia la democracia par­
lamentaria
La dirección del PCE no tenía las manos libres, en el sentido de
que la mayoría de los afiliados a este partido habrían visto con de­
sagrado la aceptación de la monarquía. Además, las fuerzas a la iz­
quierda del PCE no eran en absoluto despreciables, y podrían apro­
vechar la oportunidad que les ofrecía la intensificación de la lucha de
clases para ganarle terreno al PCE. ETA-VI, al abandonar sus ideas
nacionalistas, se estaba convirtiendo en uno de los grupos opuestos
a la estrategia del PCE. ETA-VI se lanzó al movimiento huelguista,
considerándolo mucho más importante que las intervenciones de
ETA-V, limitadas en su mayoría en poner bombas en lugares públi­
cos ETA-VI tenía interés en oponerse a lo que consideraba inten­
tos del PCE por moderar la lucha con objeto de poder alcanzar un
acuerdo con el ala más liberal del capitalismo español. ETA-VI, por
el contrario, deseaba que la lucha produjera comités de elección di­
recta que sirvieran como órganos del poder obrero
Los líderes de ETA-VI sostenían que, contrariamente a las afir­
maciones de Saioak, ni sus militantes eran detenidos por el pasado
del grupo, ni eran incapaces de cambiar. El argumento de Saioak im­
plicaba que las iniciales «ETA» tenían una fuerza propia, que por sí
sola podía evitar que la organización se convirtiera en un partido mar-

Para las críticas de ETA-VI a los intentos del PCE por acordar alianzas bur­
guesas, véase «El PCE y su VIII Congreso», Berriak, 13 enero 1973, y «PCE: socia­
lismo sin revolución», Zutik, n.“ 58, junio-julio 1973.
Para las críticas de ETA-VI a la estrategia de lucha armada de ETA-V, véase
«ETA-V y el activismo minoritario», Zutik, n.° 57, abril-mayo 1973.
«Preparamos la unidad para los próximos combates», Zutik, n.° 54, diciembre
1971.
144 John Sullivan

xista. Los dirigentes de ETA-VI señalaban que el grupo ya había


aceptado la necesidad de transformarse en dicho partido, e iba a pro­
ceder a poner en práctica sus decisiones Los obstáculos con que
tropezaba la construcción de un partido revolucionario eran, entre
otros, los orígenes de clase media de la mayoría de los militantes de
ETA, el predominio del PCE en el movimiento obrero, y la imposi­
bilidad de que una organización cuyo único interés era Euskadi, pu­
diera desempeñar una papel dirigente en los conflictos que surgieron
en toda España. Cuando los dirigentes de ETA-VI admitieron que
Euskadi no podía ser libre mientras el resto de España permanecía
sujeto a la dictadura de Franco, comenzaron a concebir su lucha como
parte de la revolución española. ETA-VI, a diferencia de ETA-V, se
había dedicado durante algún tiempo a crear alianzas con las fuerzas
«españolas» de Euskadi. Luego empezó a procurar la unidad con es­
tas fuerzas en otros puntos de España, con el fin de crear una orga­
nización que pudiera desafiar el dominio ejercido por el PCE.
La decisión tomada en la VI Asamblea de convertir ETA-VI en
un partido obrero tuvo, en un principio, escasas consecuencias espe­
cíficas, pues el abandono de la estrategia fundamentada en la acción
guerrillera no fue sustituido por la adopción de alternativas defini­
das. ETA-VI seguía descentralizada, de tal modo que, por ejemplo,
los militantes de una zona participaban en Comisiones Obreras,
mientras que los de otra no lo hacían. Aquellos que efectivamente se
incorporaron a Comisiones no disponían de una común orientación
o dirección centralizada La verdadera argamasa que seguía man­
teniendo la unidad de ETA-VI era la ya conocida mezcla de activis­
mo y nacionalismo. Una vez que ETA-VI se dedicó a crear un par­
tido obrero, tuvo que tomar en consideración la existencia de otros
grupos con similares aspiraciones, sin que dispusiera de una fórmula
clara que distinguiera su versión de dicho partido de las de otros cu­
yas credenciales habían sido establecidos con anterioridad El enor­
me ímpetu que supuso el juicio de Burgos permitió a ETA-VI sobre­
vivir a lo largo de la mayor parte de 1971, pese a sus jplanteamientos
incompatibles y contradictorios entre sí, como era el cíe procurar una
alianza con el PNV mientras intentaba construir una vanguardia obre­
ra en las fábricas.

A. Buendía, En torno a Saioak n." 3, op. cit.


Una circular interna publicada a mediados de 1971, «Criterios de militancia»,
analizaba la necesidad de distinguir entre miembros y simpatizantes, de educar a las
militantes y animarles a abandonar sus cuadrillas y sumergirse en los ambientes obre­
ros. Agur Iraulzaileak, Documentos Y, vol. 11, pp. 22-31.
Esto fue reconocido en «Le lucha obrera en estos momentos», Zutik (ETA-VI),
n.“ 54, diciembre 1971.

I
El nacionalismo vasco radical 145

El abandono de la lucha armada fue perjudicial para los intentos


de ETA-VI de reclutar miembros, pues los esfuerzos de ETA-V por
continuar la acción guerrillera resultaban más románticos y emocio­
nantes para los jóvenes^*. Mientras ETA-VI avanzaba, con vacila­
ciones, hacía su conformación como organización revolucionaria
marxista, sus dirigentes comprobaron que el reclutamiento de mili­
tantes, su entrenamiento y la determinación de las prioridades de la
organización, chocaban con la tradición de amplio movimiento po­
pular de ETA. Al ir configurándose ETA-VI gradualmente como una
<4 organización no nacionalista, perdió la mayor parte de lo que había
« sido la base de apoyo tradicional de ETA entre sacerdotes y medios
culturales vascos. Su dedicación al objetivo de construir un partido
obrero no repercutió alterando su composición social, predominan­
temente de clase media. La dirección de ETA-VI estaba unida en su
rechazo del chauvinismo antiespañol, su compromiso con la acción
de masas —antes que con los actos armados de una vanguardia— y
sus esfuerzos para evitar que la mayoría de sus miembros se afiliaran
a ETA-V. Aparte de esto, la dirección mostraba una escasa consis­
tencia ideológica, con el resultado de que la organización tendía a zig­
zaguear de una política a otra. Una vez abandonado el nacionalismo,
no tenía mucho sentido la insistencia en una estrategia autónoma para
Euskadi, puesto que estaban participando en una lucha que formaba
parte de un movimiento mayor a nivel de toda España. Ahora bien,

é el unirse a grupos fuera de Euskadi habría hecho añicos lo que que­


daba de las pretensiones de esta organización de ser la legítima he­
redera del espíritu de ETA. Todas estas contradicciones produjeron
una parálisis organizativa a lo largo de 1971 que fue aún más exas­
perante porque coincidió con una ola de huelgas en muchos lugares
de España, lo que permitió el crecimiento de otros grupos de izquier­
da.
En 1971, mientras continuaba el alejamiento del nacionalismo de
ETA-VI, ésta llegó a la convicción de que tendría que tomar la ini­
ciativa en dar un sesgo revolucionario a la lucha de clases. Los diri­
gentes de ETA-VI reconocían que, aunque el nivel huelguístico era
muy alto en Euskadi, el nivel político del movimiento de masas era
mucho más bajo que el alcanzado en Cataluña. ETA-VI estaba deci­
dida a ponerse a la cabeza del movimiento obrero, pero no estaba cla­
ra su idoneidad para hacerlo. Pese a que la organización se había be-

Entrevista del autor con Goiherri, San Sebastián, 5 agosto 1984.


Esta cuestión fue planteada en « La necesidad de unas referencias estratégicas cen­
trales», Apuntes de Economía, Lección n.“ 7, marzo 1972; también en «Carta abierta
a los camaradas del BT», Apuntes de Economía, Lección n.° 9, mayo 1972. Apuntes...
era una continuación de la revista interna de ETA-VI, Remen.
146 John Sullivan

neficiado del enorme prestigio resultante del juicio de Burgos, y con­


taba con varios cientos de militantes consagrados y dispuestos a em­
peñar en la lucha de clases los esfuerzos y sacrificios una vez dedi­
cados al nacionalismo, ETA-VI no era una organización proletaria.
Aunque la revista de este grupo, Zutik, presentara a ETA-VI como
organización comunista, su composición de clase media y la concen­
tración de sus miembros en pueblos y aldeas étnicamente vascos, en
los que había residido anteriormente la gran fuerza de ETA, era en
cierto modo una desventaja a la hora de formar un partido obrero.
Los dirigentes de ETA-VI pensaban que el paso del tiempo no les fa­
vorecía, ya que si la clase obrera no daba al resto de la sociedad un
liderazgo revolucionario, muchas de las secciones más combativas de
los trabajadores de cuello blanco, profesionales liberales y hombres
de negocios independientes, que se habían alejado del chauvinismo
nacionalista por influencia de ETA, volverían a él y pasarían a ser
compañeros de viaje del PNV Los intentos de los dirigentes de
ETA-VI por convertirse en ese liderazgo, que creían necesario al tra­
ducir sus consignas revolucionarias a una estrategia definida, empe­
zaban a producir grietas en la organización a fines de 1971.
ETA-VI era instintivamente socialista; sin embargo, su falta de
planteamientos y métodos de trabajo coherentes, significaba que no
disponía de una orientación clara para la acción. Habiendo rechaza­
do la alianza con los capitalistas vascos que representaba el Frente N a­
cional Vasco (FNV), era refractaria a aceptar esta misma estrategia
en el plano nacional, como quería el PCE, que era la fuerza más im­
portante del movimiento obrero. ETA-VI acordó con la mayoría de
las restantes fuerzas de izquierda el boicot a las elecciones a enlaces
sindicales para los Sindicatos oficiales En 1971 no tenían una ac­
titud clara hacia Comisiones Obreras, el más importante de los sin­
dicatos aparecidos, pero tendía a favorecer la creación de «grupos ro­
jos» de militantes, en lugar de intentar organizar a la totalidad del pro­
letariado Tampoco contaba ETA-VI con la experiencia o la es­
tructura para transformar su considerable base de activistas en un
enérgico grupo sindical. Todas estas debilidades contrastaban fuerte­
mente con la fuerza del PCE que, si bien menos predominante en el
País Vasco que en otros centros industriales, era una fuerza discipli­
nada y cohesiva, cuyos miembros se habían afiliado a ella tras haber
aceptado un conjunto de ideas reconocidas. En general, los miem-

Un grupo de dirigentes de ETA criticaron el eclecticismo de ETA-VI en «Carta


abierta a los camaradas del BT», Apuntes de Economía, Lección n.® 9, mayo 1972.
«Lucha dura. Lucha continua», Berriak, n.“ 6, 12 abril 1971; «Sindikal elek-
zioak amaitie ta gera ordorioak», Berriak, n.° 8, 28 julio 1971.
«Aprender de los hechos», Berriak, n.^’ 10, 15 nov. 1971.
El nacionalismo vasco radical

Bros de ETA-VI no se habían incorporado a esta organización por


sus concepciones sobre los métodos más convincentes para la lucha
sindical, aunque la mayoría de ellos aceptara más tarde que era una
lucha decisiva. Y tampoco estaba al alcance de ETA-VI el seleccionar
sus militantes mientras careciera de una teoría coherente La soli­
daridad de grupo que, mediante la incorporación de cuadrillas de ami­
gos a la organización, tanto había fortalecido a ETA como movimien­
to populista, se convirtió en una rémora a la hora de intentar el paso
a un partido político con base en el proletariado.
Aunque ETA-VI podía diferenciarse del PCE, simplemente sien­
do más combativa y presentando reivindicaciones más radicales, ello
no bastaba para diferenciarla de los grupos maoístas de extrema iz­
quierda, como Kommunistak (anteriormente ETA-Berri) y la ORT,
otro grupo maoísta que se había originado en el movimiento católi­
co. Kommunistak, por ejemplo, propugnaba un bloque revoluciona­
rio (es decir, una alianza entre grupos a la izquierda del PCE). ETA-
VI no estaba en modo alguno en posición de hacer un análisis pon­
derado de semejantes propuestas, y tampoco surgió una estrategia de
la experiencia, como habían esperado algunos de sus miembros. H a­
cia 1971, aunque ETA-VI ya no se consideraba un amplio movimien­
to de liberación nacional, sino un grupo en proceso de transforma­
ción hacia un partido revolucionario, seguía sin estar claro si ETA-
VI sería un partido de masas o una vanguardia leninista. Tampoco se
sabía con certeza si esta organización seguía siendo favorable a la crea­
ción de un Estado independiente de España y a la unificación de los
países vascos español y francés. Ni era tampoco consistente la acti­
tud de ETA-VI hacia la cultura vasca, la cuestión lingüística y, de
modo más general, hacia la clase media de la que provenía. El paso
de ETA-VI del nacionalismo al socialismo, obligó a sus dirigentes a
reconocer que otros grupos del resto de España estaban librando una
lucha similar a la suya, lo cual planteaba la cuestión de las relaciones
que debía establecer ETA-VI con dichas organizaciones. En su bús­
queda de aliados, el maoísmo de los mayores grupos de la extrema
izquierda, como eran el PCE(i), la ORT y el M CE, era rechazado
por ETA-VI Estos grupos no sólo defendían acríticamente al go­
bierno chino, que estaba empezando a mostrarse simpatizante de los

A. Buendía (Patxo Unzueta) hizo una crítica exhaustiva del electicismo de ETA-
VI en «Notas críticas a; las clases sociales en Euskadi y sus expresiones políticas», Ke-
men, n.° 10, Apuntes de Economía, Lección 11, julio 1972.
Por ejemplo, el PCE(i), un grupo con bastante fuerza en Cataluña, declaró que
el Estado de Excepción de 1969 había sido decidido conjuntamente por Carrero Blan­
co y Santiago Carrillo, entonces Secretario General del PCE, con objeto de acabar con
el PCE(i). Citado en Comunismo, 1 abril 1970, p. 14.
148 John Sullivan

Estados Unidos y los gobiernos conservadores del tercer mundo, sino


que sus planteamientos políticos eran extremadamente toscos y sec­
tarios. El MCE, pese a ser el grupo maoísta más sofisticado, hacía
tiempo que había abandonado las ideas críticas marxistas que habían
motivado la expulsión de ETA de sus líderes.
Todas estas cuestiones planteaban suficientes dificultades por sí
mismas, pero ETA-VI tenía que enfrentarse a otros problemas. La di­
rección en el exilio estaba desarrollando sus ideas rápidamente, bajo
la influencia de obras escritas a las que no habían tenido acceso den­
tro de España, y mediante sus contactos con marxistas franceses y es­
pañoles. La base del interior estaba algo perpleja ante las exhortacio­
nes de sus dirigentes a que leyeran a Lenin, Mao y Trotsky. Las di­
ficultades de ETA-VI se intensificaban con las continuas detencio­
nes, especialmente la de una serie de miembros de la dirección inte­
rior arrestados en Bilbao en marzo de 1972 Aunque los dirigentes
de ETA-VI habían abandonado la teoría de que una minoría armada
pudiera llegar a sustituir a la clase obrera, sus militantes no dispo­
nían de una estrategia general que pudiera orientar su propaganda y
su acción industrial. La incapacidad de ETA-VI para convertirse en
un grupo marxista produjo desacuerdos entre sus líderes en una reu­
nión de su Biltzaar Ttippia en febrero de 1972. ETA-VI había here­
dado una tradición en la que la función de las fórmulas teóricas era
la de disimular las diferencias entre tendencias incompatibles. Cuan­
do ETA-V empezó a ganar terreno lentamente en los medios nacio­
nalistas, y ETA-VI no logró desarrollar una base fuerte en las fábri­
cas, algunos de los miembros de la dirección empezaron a poner en
cuestión dicha tradición. Estos abogaron por la adopción del
trotskysmo y la reagrupación con la Liga Comunista Revolucionaria
(LCR), lo cual, esperaban, pondría fin al eclecticismo político de
ETA. ETA-VI había estado insistiendo en que sus militantes no so­
lamente debían ser buenos luchadores por la revolución, sino mar­
xistas bien formados. Pero no existía acuerdo entre los dirigentes so­
bre qué clase de marxismo adoptar de entre las diversas variantes po­
sibles.
La LCR (originalmente Comunismo), la sección española de la
trotskysta Cuarta Internacional, era un grupo pequeño con pocos afi­
liados, tanto en el País Vasco como en el resto de España, que había
surgido de la disolución del FLP en 1969 Sin embargo, su crea-

«Biografía de los siete principales dirigentes de ETA detenidos en Bilbao La


Gaceta del Norte, 23 marzo 1971.
Véase Comunismo, n.“ 1, mayo 1970, passim, para la declaración fundacional
del grupo que sería después la LC R; también una entrevista con el dirigente de la
LCR, Miguel Romero, Viejo Topo, n.“ 37, oct. 1979.
El nacionalismo vasco radical 149

ción marcó la reaparición del trotskysmo en España tras una ausen­


cia de treinta años. El grupo trotskysta español — Izquierda Comu­
nista — que dirigía Andrés Nin , había sido una de las mayores
organizaciones en aceptar las ideas de Trotsky a comienzos de los
años 30. No obstante, Izquierda Comunista había roto con Trotsky
en 1933, y en 1935 se había coaligado con otro grupo disidente co­
munista para formar el Partido Obrero de Unificación Marxista
(POUM), quedando Trotsky con un minúsculo grupo de adeptos,
que no pudieron mantener su existencia tras la victoria de Franco
La única organización trostkysta surgida en España anteriormente a
la LCR, fue el Partido Obrero Revolucionario (POR),Ain pequeño
grupo de partidarios del líder sudamericano Posadas.
Entre los motivos de la favorable impresión que la L C R produjo
en algunos sectores de ETA-VI figuraba la activa campaña en pro de
los presos de Burgos llevada a cabo por la LC R y otras secciones de
la Cuarta Internacional en particular la LC R francesa. La propues­
ta de que ETA-VI adoptara una identidad nítidamente trotskysta alar­
mó a otros miembros de la dirección, no tanto por un rechazo ro­
tundo del trotskysmo como por el temor de que un debate abierto
dentro de la organización pudiera tener un efecto devastador sobre
los militantes, que no entenderían el carácter de los desacuerdos. La
minoría de los líderes «antitrotskystas» (en adelante «Minos»), que
incluía a Francisco Letamendía, abogado defensor en el juicio de Bur­
gos, se pronunciaba a favor de la gradual transformación de ETA-VI

Para Izquierda Comunista véase Pelai Pagés, El movimiento trotskista en Es­


paña, 1930-193S (Barcelona, 1977) passim; también Jesús Pérez (ed.), Comunismo (Bar­
celona, 1978), donde se reproducen una serie de artículos de la revista de este mismo
nombre publicada por Izquierda Comunista.
Wilebando Solano, The Spanish Revolution. The Life o f Andrés Nin (Londres,
sin fecha), passim. Andrés Nin, Los movimientos de emancipación nacional (Barcelo­
na, 1977), fue uno de los contados intentos de un marxista español por analizar la cues­
tión nacional.
León Trotsky, The Spanish Revolution, 1931-1939 (Nueva York, 1973), passim;
para una crítica sobre la perspectiva de Trotsky con respecto a España hecha por un
antiguo miembro del POUM véase Ignacio Iglesias, León Trotsky y España 1930-1939
(Madrid, 1977), passim; para un análisis trotskista de la guerra civil y una descripción
de los minúsculos grupúsculos trotskistas que no se incorporaron al POUM, véase
G. Manís, Jalones de derrota. Promesa de victoria (Bilbao, 1977), passim.
La numerosa bibliografía sobre las escisiones de la Cuarta Internacional es, ine­
vitablemente, muy polémica. Para una versión en que se justifica la USFI, la Interna­
cional a la que se afilió ETA-VI, véase Pierre Frank, The Fourth International. The
Long March of the Trotskyists (Londres, 1979), passim. Para una versión rival de la
Cuarta Internacional, véase Jean Jacques Marie,£/ trotskismo (París, 1970), passim. Ri­
chard Stephenson, The Fourth International (Londres, 1974), passim, hace una expo­
sición más equilibrada.
150 John Sullivan

en un partido marxista coherente, que tomara postura frente a las


cuestiones una vez surgidas éstas, creando así una estrategia y edu­
cando a los afiliados simultáneamente. La propuesta de invitar a to­
dos los miembros a decidirse a favor o en contra del trotskysmo era,
en su opinión, prematura. Los «Minos» coincidían con la mayoría de
la dirección en que ETA-VI estaba lejos de ser un partido revolucio­
nario, y que era necesario que llegara a serlo. Pero mantenían que no
era posible realizar esto de golpe, como proponía la mayoría. La teo­
ría revolucionaria que hacía falta a ETA, decían los Minos, tendría
que estar fundada en un análisis de hechos y experiencias que, hasta
el momento, no les eran accesibles. La solución de los «Minos» a la
crisis de ETA-VI pasaba por la adopción de una «táctica de transfor­
mación» que esperaban podría convertir a ETA-VI en un partido
marxista revolucionario, sobre la base de las lecciones extraídas de su
experiencia, más que sobre lo que ellos consideraban un salto arbi­
trario en el vacío A la elección por la mayoría de los dirigentes
de la alternativa trotskysta contribuyó la progresiva moderación del
PCE, y la confusión reinante entre los grupos maoístas, que tenían
cada vez mayores dificultades para justificar la posición pro-ameri­
cana de China ‘*®. Hacia 1972, el maoísmo era ya mucho menos atrac­
tivo de lo que había sido en 1969, cuando ETA-Berri lo había adop­
tado por vez primera. Por ejemplo, el argumento del M CE y otros
grupos maoístas, de que la Unión Soviética estaba regida por una dic­
tadura fascista y burguesa, resultaba poco plausible para los dirigen­
tes de ETA-VI. Esta era, como honda simpatizante de la lucha viet­
namita por la independencia, muy crítica respecto a la limitada ayu­
da que China prestaba a Vietnam que, a su juicio, era inferior a la
que daba a la dictadura militar conservadora de Pakistán
Todas estas diferencias causaron una escisión a raíz de una reu­
nión del Biltzaar Ttippia ampliado de ETA-VI, celebrada en julio de

■*'* «Nuestra táctica de transformación», en Actas de B T ampliado, julio 1982, Do­


cumentos Y, vol. 13, pp. 263-85.
Los dos mayores grupos de extrema izquierda, el PCE(i), más tarde PTE, y la
ORT siguieron defendiendo la política exterior de China hasta su desintegración en
1980, precedida por su fusión en 1979. Para la ORT, véase Andrés Hevia, «La política
exterior de la república de China», El Militante, n.“ 9, enero 1976; para el apoyo acrí-
tico del PTE a China, véase Ramón Lobato, «Sobre la dictadura del proletariado», H a­
cia el socialismo, n.“ 6, agosto 1976. Las relaciones cada vez más amistosas entre el
PCE y China, tras la ruptura de este partido con Moscú, fue un problema para los
partidos maoístas. La reconciliación culminó con la visita a China de una delegación
del PCE en noviembre de 1971. Para el cambio de actitud hacia China del PCE, véase
Mundo Obrero, 7 oct. 1969; 20 marzo 1971; 27 oct. 1971; 26 nov. 1971.
“ «Vietnam, la lucha continua» en Zutik (ETA-VI Mayos), n.“ 56, febrero-marzo
1973.
El nacionalismo vasco radical 151

1972, donde una mayoría de la directiva propuso un debate exhaus­


tivo con participación de todos los miembros sobre la cuestión de si
ETA-VI debía o no unirse a la LCR. Los «Minos» exigieron la in­
mediata convocatoria de una asamblea para decidir la cuestión. Las
diferencias resultaron irreconciliables y ETA-VI se dividió en dos
grupos Los «Minos» formaron una organización aparte, que se de­
claró la legítima ETA-VI, y a continuación celebraron una asamblea,
en noviembre de 1972, que calificaron de segunda parte de la VI A-
samblea (habiéndose llevado a cabo la primera en agosto/septiembre
de 1970) Los «Minos» contaban con más gente dentro ^e España
que la facción «mayoritaria», motivo por el cual se consideraron la
legítima ETA-VI, pese a haber estado en minoría en el Biltzaar Ttip­
pia de la antigua organización.
Los «Minos» de ETA-VI sólo coincidían entre sí en rechazar la
decisión de unirse a la LCR. Aunque la mayoría de los miembros del
interior compartían este rechazo, no tenían una base adecuada para
sobrevivir como grupo independiente. Los «Minos» de ETA-VI no
dirigían críticas contra el trotskysmo, ni aclararon si estaban o no de­
cididos, por principio, a permanecer como grupo independiente con
una acción limitada a Euskadi. La asamblea de ETA-VI celebrada por
los «Minos» adoptó un elaborado programa denominado «Táctica de
transformación», donde se esbozaba cómo sería la intervención de
esta organización en el movimiento obrero, así como en grupos es­
tudiantiles, asociaciones de vecinos y el movimiento cooperativista
Los «Minos» también anunciaron que iban a cambiar el nombre de
su publicación para evitar ser confundidos con la tendencia «mayo­
ritaria». Tras este prometedor comienzo, los «Minos» de ETA-VI
pronto se desintegraron, habiendo publicado un número de Zutik,
su órgano teórico, y dos números de una revista de agitación
Cuando se escindieron de ETA-VI, los «Minos» contaban con va­
rios cientos de miembros, y se reconocía que habían tenido un papel

Actas del BT ampliado. Documentos Y, vol. 13, pp. 263-85.


«Declaración de la segunda parte de la VI Asamblea», Zutik, n.“ 55 (ETA-VI
Minos), marzo 1973. La confusión creada por el hecho de que hubiera tres organiza­
ciones diferentes que utilizaran el título Zutik para su revista aumentó cuando tanto
ETA-VI (Minos) como ETA-VI (Mayos) publicaron su propia Zutik, n.° 55. Afortu­
nadamente, la primera Zutik elaborada por ETA-V iba por el número 57.
«Intervención en el movimiento obrero»; «Intervención en la enseñanza»; «In­
tervención en el movimiento de barrios y pueblos»; «Un caso particular: las coope­
rativas». Todos en Declaraciones de la segunda parte de la VI Asamblea, en Zutik
(ETA-Minos), n.° 55.
Los Minos siguieron utilizando el nombre de Berriak para sus revistas de agi­
tación. Para evitar ser confundidos con los Mayos, que también publicaban un Be­
rriak, cambiaron el título de su último número a Karraxi.
152 John Sullivan

destacado en las huelgas de Pamplona de 1973 Su adopción de la


«Táctica de transformación» era una forma modesta de admitir que
no poseían una teoría de la estrategia, comparable a la que la direc­
ción de los «Mayos» de ETA-VI creía haber encontrado en el
trotskysmo de la LCR. La «Táctica de transformación» no era pro­
piamente una teoría política, sino simplemente un marco que debía
servir de apoyatura para una teoría elaborada a partir de la práctica.
La modestia inherente al concepto de «Táctica de transformación»
impidió a los «Minos» de ETA-VI definirse con respecto a muchas
de las cuestiones que dividían a la izquierda en Euskadi, e hizo re­
troceder a esta organización hasta el empirismo que había caracteri­
zado a ETA a lo largo de la mayor parte de su trayectoria. Los «Mi­
nos» de ETA-VI tuvieron que competir con toda una serie de gru­
pos políticos, que sí disponían de posiciones definidas frente a las
grandes cuestiones ante las cuales permanecían mudos los «Minos».
De modo poco sorprendente, el intento de sobrevivir sin una teoría
fracasó. La división entre «Minos» y «Mayos» no reflejaba ninguna
diferencia sociológica de importancia entre los dos grupos, siendo
ambos étnicamente vascos y, en su mayoría, de clase media. Aque­
llos que, como Unzueta, José Vicente Idoyaga, Bikilia y Ramón Za­
llo, formaban la directiva de los «Mayos», habían adoptado el
trotskysmo tras el estudio de las teorías marxistas. Aunque los «Mi­
nos» habían rechazado la adopción del trotskysmo propuesta por la
facción «mayoritaria», no recayeron en las ideas maoístas que habían
predominado en ETA desde fines de los años 60. Cuando se deshizo
la organización «Minos», una gran cantidad de sus miembros se afi­
liaron al PCE, proporcionando a este partido unos cuadros impor­
tantes entre los que figuraba Roberto Lertxundi, que posteriormente
sería Secretario General del partido en el País Vasco. Muy pocos pa­
saron a ETA-V. El teórico más conocido de los «Minos», «Perú»
(Francisco Letamendía), no se incorporó al PCE, sino que, a raíz de
una estancia en París y de haber escrito una historia del País Vasco,
se convirtió en partidario de ETA-Político Militar, una de las ramas
de la ya por entonces dividida ETA-V
La facción «mayoritaria» de ETA-VI también celebró su propia
versión de la segunda mitad de la VI Asamblea en diciembre de 1972,
en la que se decidió procurar la unión con la LC R y afiliarse a la Cuar­
ta Internacional. Los «Mayos» de ETA-VI aportaron alrededor de

Ello fue reconocido por la rama rival —M iyo— de ETA-VI. Véase «Las orga­
nizaciones políticas durante la huelga general», en Iruña. Huelga general, 1973 (no se
menciona lugar de publicación).
La breve alusión de Ortzi a los «Minos» en Historia..., p. 389, no explicaba la
rapidez de su caída.
El nacionalismo vasco radical 153

300 miembros a la organización resultante de la unificación, que tomó


el nombre de ETA-VI-LCR La LC R tenía más del doble de miem­
bros que los «Mayos» de ETA-VI antes de la fusión, de tal modo
que, dada la población relativa de Euskadi y del resto de España, la
organización resultante era mucho más fuerte en el País Vasco que
en ningún otro sitio. La retención del nombre de ETA-VI no indi­
caba, a juzgar por la VII y última Asamblea de los «M ayos», cele­
brada inmediatamente antes de su fusión con la LC R, que sus miem­
bros no estuvieran totalmente decididos a abandonar el nacionalis­
mo El programa adoptado mostró que los «Mayos» de ETA-VI
se habían consagrado sin reservas a la participación en las luchas obre­
ras. Este grupo había reaccionado al notable aumento de la actividad
huelguista desde 1970, creyendo que España entraba en un período
en el que sería posible acabar con la dictadura. Dadas estas circuns­
tancias, la organización opinaba que la clase obrera debía prepararse
para una situación dual de poder. El deber de todo revolucionario,
según ETA-VI-LCR, era fomentar la creación de órganos de lucha
combativos y unitarios en los centros de trabajo. Estos no deberían
ser simples correas de transmisión del partido revolucionario, sino
verdaderos esfuerzos por construir una amplia base de apoyo, en co­
misiones obreras y en todas partes A diferencia de los grupos
maoístas, los «Mayos» de ETA-VI comprendían que no eran un par­
tido de masas sino un grupo de unos cuantos cientos de personas,
que aún no había hallado el modo de obtener el respaldo de un gran
número de trabajadores
Los «Mayos» de ETA-VI rechazaban la práctica, seguida por las
formaciones maoístas, de crear falsas organizaciones de masas estric­
tamente controladas por su propio partido. Pensaban que los revo­
lucionarios no debían constituir unas comisiones obreras sectarias,
que compitieran con las de influencia comunista, sino que debían lu­
char para ganarse una audiencia en las organizaciones de masas. La
insistencia de los «Mayos» de ETA-VI (en adelante ETA-VI), en las
organizaciones de masas frente a la lucha armada, no significaba que
hubieran adoptado posturas pacifistas. En la Asamblea se comentó el
derrocamiento del presidente Allende en Chile como un ejemplo de
la locura que representaban los pactos con capitalistas. ETA-VI de-

Zutik (ETA-VI-LCR), n."61, enero 1974.


«Construir el partido con la LC R», Zutik (ETA-VI-LCR), n.“ 61, enero 1974.
«Acerca de la Comisiones Obreras», en Zutik, n.° 56 (ETA-VI), febrero-marzo
1973. La confusión entre las diversas versiones de Zutik disminuyó debido a que los
«Minos» sólo publicaron un número de su Zutik (n." 55). Pero este título siguió siem-
do empleado por ETA-V y por ETA-VI-LCR.
Ibíd.
154 John SuDivan

claró necesario que la clase obrera se preparara para la confrontación


violenta creando grupos de defensa en las comisiones obreras, la rea­
lización de actos de propaganda por parte de grupos armados y, con
el tiempo, la creación de destacamentos de lucha armados y entrena­
dos En cuanto a la difícil cuestión de optar entre secesión y per­ 1
manecer como parte de España, la Asamblea adoptó la consigna de
«libre unión del pueblo sometido al Estado español». Esta fórmula
expresaba el abandono de la independencia como ideal por parte de
ETA-VI, pero su aceptación del derecho democrático de los vascos
a elegir su separación de España si así lo deseaban. Pese a que la se­
cesión se consideraba improbable y no conveniente, sostenían que
los revolucionarios debían levantar la bandera del derecho de los vas­
cos a la autodeterminación como medio de educar al pueblo en el mé­
todo marxista
La consigna «libre unión del pueblo sometido al Estado español»
aclaraba la posible ambigüedad que entrañaba la reivindicación de au­
todeterminación. El motivo primordial de los «Mayos» de ETA-VI
para plantear esta exigencia era el de evitar que la cuestión nacional
se convirtiera en fuente de desunión en el movimiento obrero. En la
Asamblea se comentó la práctica desintegración de la facción rival de
ETA-VI, los «Minos», y se afirmó que ello se debía a la negativa de
sus líderes a tomar posición en cuestión alguna Se criticó a ETA-V
por no haber llevado a cabo ninguna labor de masas, y se señaló que,
aunque la policía había dado muerte a cinco de sus miembros en un
año, no se habían producido manifestaciones masivas comparables a
las ocurridas en protesta por la muerte y las penas capitales impues­
tas a miembros de ETA a fines de los años sesenta ^ . La lucha por
la unidad de la clase obrera, étnicamente dividida, se convirtió en una
de las primeras preocupaciones de la organización Por ejemplo, in­
quietaba a ETA-VI que el PNV y ELA estuvieran ejerciendo una in-

«Construir el partido con la L C R », en "Zutih (ETA-VI-LCR), n.®61, enero 1974.


ETA-VI ya había expuesto la idea de que la clase obrera evolucionara hacia la lucha
armada, mientras criticaba las acciones aisladas de ETA-V en «ETA-V y el activismo
minoritario», Xiítik^ n." 57 (ETA-VI), abril-mayo 1973.
«Resolución sobre la lucha contra la represión nacional de Euskadi», Zutik, n.“
61 (ETA-VI), nov. 1973.
«Contra el eclecticismo», en Xutik, n.° 61 (ETA-VI-LCR), enero 1974.
“ «Resolución sobre la lucha...», op. cit. La falta de movilización popular a raíz
de estas muertes fue comparada con las masivas manifestaciones que siguieron a la
muerte de Txabi en 1968 y a la pena de muerte impuesta a Arrizabalaga en 1969.
La LC R /L K I (el nombre ETA-VI se abandonó en 1978) se hizo mucho más na­
cionalista en los años que siguieron a la consolidación de la democracia parlamentaria.
El M CE siguió una evolución paralela. Véase Zutik y Combate, los periódicos sema­
nales de la LC R, 1977-84.
El nacionalismo vasco radical 155

fluencia reaccionaria en la población étnicamente vasca mediante las


ikastolas. La insistencia de ETA-VI en la necesidad de prepararse para
una posible lucha armada era menos el reflejo de sus propios oríge­
nes como movimiento armado, que la aceptación de la postura orto­
doxa comunista de que no era posible alcanzar el socialismo sin la re­
volución, y la influencia de los movimientos guerrilleros de Latinoa­
mérica en la Cuarta Internacional La fusión con la LCR y la afi­
liación a la Cuarta Internacional tuvieron, sorprendentemente, esca­
sas consecuencias específicas. La organización, pese a ser muy crítica
hacia los dirigentes chinos, siguió admirando a los de Cuba y Viet-
nam. El aspecto más positivo de la adopción de la versión del
trotskysmo propuesta por la LCR fue el énfasis de la LCR-ETA-VI
en la unidad obrera. Aunque la organización siguió criticando la po­
lítica del PCE, evitó los excesos de sus rivales maoístas. La incorpo­
ración de ETA-VI a un partido organizado en toda España, y su ne­
gativa a toda alianza con los capitalistas vascos indicaban un aleja­
miento del nacionalismo en pro de posiciones comunistas, muy si­
milar al realizado por ETA-Berri a fines de los años sesenta. Sin em-
bargo, la fuerza de la organización siguió residiendo en la clase me­
dia étnicamente vasca. La decepción al ver frustradas sus esperanzas
de una revolución socialista tras la transición a la democracia parla­
mentaria en 1977, llevaría a la sucesora de ETA-VI, la LCR-LKI, a
recaer en las ideas nacionalistas que un día rechazara tan ferozmente.

Parte II: el ascenso de ETA-V ,

Durante el período en que ETA-VI se alejaba del nacionalismo,


el minúsculo grupo que rodeaba a Etxabe se esforzó por restablecer
los principios originales de ETA, y su propio derecho a proclamarse
custodios de su tradición. En un principio, sus esfuerzos fueron mu­
cho menos afortunados de lo que habían sido los de la dirección ele­
gida en la V Asamblea en combatir un similar peligro «españolista».
Sin embargo, su lucha por ser reconocida como la auténtica ETA ter­
minaría triunfando. Aunque los dirigentes de ETA-V se considera­
ban los legítimos herederos de la tradición de ETA, a principios de
1971 contaban con un escaso apoyo organizado. La dirección de
ETA-VI, a diferencia de la que había sido expulsada en 1966/67, te­
nía el respaldo de la mayor parte de la organización, y en particular
de sus miembros encarcelados. ETA-VI sostenía que, lejos de trai-

Para una versión crítica de la acción del grupo guerrillero argentino ERP, que
se originó en la Cuarta Internacional, véase Pedro A. Barcia, «Las guerrillas de Ar­
gentina», Intcrrogaúom, n.“ 3, enero 1975 (París).
156 John Sullivan

clonar los principios adoptados en la V Asamblea, había avanzado


en su desarrollo. Puesto que esta afirmación iba a,valada por los pre­
sos del juicio de Burgos, ETA-V tuvo grandes dificultades para ha­
cer valer su pretensión de ser la única y auténtica ETA h N o tenía
ni los afiliados, ni el prestigio, ni la organización necesarios para re­
presentar una alternativa efectiva a sus rivales. Aunque los principa­
les miembros de ETA-V estaban unidos en sus ataques a la «traición»
de la dirección de ETA-VI, realmente no era un grupo homogéneo.
Etxabe era contrario a la «política» en sí misma, y se consideraba
como un simple patriota que luchaba por liberar a Euskadi del do­
minio español. Las teorías de lucha de clases le sonaban a traición,
puesto que encerraban el peligro de dividir al pueblo vasco Las
ideas de Txillardegi también eran bastante conservadoras y chauvi­
nistas, pese a que él mismo se describía como un «humanista socia­
lista». Txillardegi seguía pensando que el elemento crucial para la su­
pervivencia del pueblo vasco residía en el fortalecimiento de su len­
gua, el euskera, y se había mostrado escéptico ante las posibilidades
de lanzarse a la lucha armada en Euskadi, cuando por primera vez se
propuso en serio a mediados de los años sesenta. Las ideas políticas
de Etxabe y Txillardegi tenían más en común con las que habían pre­
valecido durante los primeros años de ETA que con las adoptadas en
la V Asamblea.
Por el contrario, Krutwig, Beltza y Julen Madariaga habían sido
firmes defensores de las decisiones tomadas en la V Asamblea, en la
que Krutwig había sido uno de los principales teóricos. Este plantea­
ba sus críticas a ETA-VI en términos marxistas, alegando que insistir
en la lucha de clases antes de lograda la liberación nacional no era
marxista. Una vez superada la etapa de la independencia nacional, la
lucha de clases sería legítima y aceptable Además de sus diferen­
cias ideológicas, los líderes de ETA-V se veían obstaculizados por el
hecho de encontrarse exilados en Francia, Italia y Bélgica. Etxabe ha­
bía dirigido el Frente Militar desde el País Vasco francés, pero Krut­
wig nunca había tomado parte activa en la organización de las acti­
vidades de ETA. López Adan y M^adariaga habían sido activistas, pero*

* El grupo era, en ocasiones, denominado ETA (Askatasuna ala hil Libertad o


Muerte) que tenía una resonancia menos marxista que el eslogan de ETA-VI, Iraultza
ala hil (Revolución a Muerte).
^ J. J. Etxabe, «Carta abierta a todos los militantes de E.T.A.» en Kemen, Boletín
interno Askatasuna ala hil; entrevista con Etxabe en Garai, 10 marzo 1977.
^ En Comentarios y proposiáones ante la próxima asamblea, Krutwig citaba al J.-P.
Sartre, como experto que había demostrado la existencia del colonialismo dentro de
Europa. Krutwig insistía en que la prioridad de los marxistas era la de crear un frente
nacional de todos los patriotas. Documentos Y, vol. 11, pp. 109-15.
El nacionalismo vasco radical 157

ya no lo eran. Dada la debilidad organizativa y política de ETA-V,


no sorprende que los dirigentes de ETA-VI no consideraran a sus ri­
vales como un peligro serio. El principal triunfo de ETA-V en 1970,
el secuestro del cónsul alemán, Herr Beihl, se consideraba como un
acto puramente publicitario, mientras que su elección de conserva­
dores como Telesforo Monzón y el pladre Larazábal, para servir de
intermediarios en aquella ocasión, demostraba, en opinión de ETA-
VI, la falsedad de las pretensiones de ETA-V a la herencia socialista
de ETA \
Pese a todo, la debilidad organizativa de ETA-V y su confusión
política se vieron compensadas por una serie de rasgos que contri­
buirían a SU progreso. Su nacionalismo primitivo demostraría, a la lar­
ga, ser más afín a la tradicional base social de ETA, que el marxis­
mo de ETA-VI. Los miembros de ETA siempre se habían reclutado
entre el sector étnicamente vasco de la población, principalmente en
familias que apoyaban al PNV. Cuando ETA-VI empezó a alejarse
del nacionalismo y se produjo la escisión en facciones dentro de ella,
un goteo continuo de sus afiliados transfirieron sus lealtades a
ETA-V El deslizamiento teórico hacia el marxismo, que quedó pa­
tente en la V Asamblea, no había estado acompañado por la sistemá­
tica formación en la teoría marxista que habría permitido a las bases
de ETA-VI traducir la retórica en práctica. ETA-V estaba en mucha
mejor posición que ETA-VI para participar en la formación del Fren­
te Nacional que ambas organizaciones aspiraban a crear. El PNV,
que tendría que haber sido parte esencial de dicho Frente, no era un
gran entusiasta de ninguna de las dos ramas de ETA, pero se sentía
más cómodo con ETA-V con con la «españolista» ETA-VI. Otros
promotores del Frente Nacional, como eran los adeptos a la revista
de Txillardegi, Branka ELA-Berri —una escisión del sindicato his­
tórico nacionalista y EGI, las juventudes del PNV — una vez más
en conflicto con su organización madre— preferían a ETA-V frente
a ETA-VI. ETA-V sí logró que otras organizaciones firmaran decla­
raciones conjuntas con ella, por lo general limitadas a reivindicacio­
nes estrictamente nacionalistas. En una de estas peticiones conjuntas
publicada en 1972 con motivo de la fiesta nacionalista celebrada en
Semana Santa, el Aberri Eguna— los firmantes pedían a la iglesia ca­

'* «El cónsul alemán puesto en libertad», «ETA y el rapto del cónsul», ambos en
Berriak, n.° 1, dic. 1970.
^ Entrevista del autor con uno de estos activistas (Goiherri), San Sebastián, 5 agos­
to 1984. ^
^ Branka fue elaborado por primera vez en 1966 como revista semioficial de ETA,
dirigida por Txillardegi. Véase el informe de Txillardegi al ejecutivo de ETA, Docu­
mentos Y, vol. 12, pp. 529-30.
158 John Sullivan

tólica que reorganizara sus demarcaciones eclesiásticas, de tal modo


que tanto el País Vasco francés como el español formaran parte de
una misma diócesis ^.
Lentamente, ETA-V empezó a reclutar nuevos miembros, mien­
tras sus fundadores dimitían o pasaban a la inactividad. En el verano
de 1971, Etxabe, cabeza del Frente Militar, dimitió y fue substituido
por su lugarteniente, Eustakio Mendizábal (Txikia), un ex-seminaris-
ta apartando con ello a un líder que empezaba a ser incómodo.
Puesto que el Frente Militar era, en la práctica, la única parte opera­
tiva de ETA-V, Txikia se convirtió en el dirigente del grupo, y pro­
cedió a lanzar una campaña de lucha armada que produciría nume­
rosos arrestos y varias muertes, entre ellas la suya propia. La ideo­
logía que ETA-V necesitaba tenía que reconciliar los elementos Rén­
dales del nacionalismo vasco tradicional, con las diversas versiones
del marxismo vigentes a comienzos de los años setenta. Beltza y Krut-
wig proporcionaron la parte central de esta teoría en sus panfletos y
en los artículos publicados en la revista Gathazka, que se imprimía
en Bélgica. En una de estas aportaciones. Estrategia y táctica, se ar­
gumentaba que, puesto que los modernos trabajos de investigación
habían demostrado que las formas de pensamiento dependían del len­
guaje empleado, el socialismo vasco tenía que estar dirigido por per­
sonas que hablaran euskera, y había que luchar por restaurarlo como
lengua de todo el País Vasco En aquel mismo artículo se afirmaba
que el partido socialista vasco debía ser muy precavido a la hora de
convenir alianzas con fuerzas «españolas». El PNV podía permitirse
hacer pactos con el PCE porque la diferencia en los objetivos socia­
les de ambos partidos hacía improbable que se confundieran sus reR
pectivas políticas, pero un partido vasco socialista corría mucho más
peligro de quedar subordinado a la estrategia del socialismo español,
por lo que dicha alianza representaba un gran riesgo
Los partidarios más jóvenes de ETA-V se aferraban con vehemen­
cia a los escritos de Krutwig y Beltza para justificar su anhelo de vuel­
ta al nacionalismo primitivo de la primera ETA. El que las teorías de
Krutwig y Beltza no ofrecieran un análisis de la moderna sociedad
vasca, o estrategias viables para la liberación de Euskadi, carecía de
importancia. Gathazka y la versión de Zutik que publicaba ETA-V
eran pasadas por la frontera de forma ilegal y los militantes locales

^ Aherri Eguna 72, Documentos Y, vol. 12, pp. 405-6.


** Entrevista con Etxabe en Garaia, 10 marzo 1977. La dimisión de Etxabe fue anun­
ciada en Comunicado de ETA al pueblo vasco, agosto 1971, Documentos Y, vol. 12,
p. 298.
Estrategia y táctica. Documentos Y, vol. 12, pp. 10-16.
Ibíd., pp. 12-13.
El nacionalismo vasco radical 159

las reimprimían. Aparte de Gathazka y los escritos producidos por


la propia ETA-V, las lecturas de los militantes de este grupo a co­
mienzos de la década de los setenta eran eclécticas; el que leyeran a
Stalin sobre la autodeterminación, a Franz Fanón o al Che Guevara
dependía del capricho del censor y de la accesibilidad de la obra
Este tipo de lecturas tan variadas no proporcionó una estrategia a
ETA-V, pero sí le permitió racionalizar la prioridad que entonces
concedía a la lucha armada. Un ejemplo de las teorías que eran bien
acogidas por los militantes es el ofrecido por el escrito Principios del
nacionalismo revolucionario, donde Krutwig y Beltza sostenían que
sólo aquellos que hablaran euskera eran plenamente vascos, y que los
que desconocían esta lengua, de lo que generalmente no eran respon­
sables, tenían el deber de aprenderla Las conclusiones de esta teo­
ría eran que el enemigo de Euskadi era España, y no el capitalismo
en general; que el euskera era la única lengua auténtica del País Vas­
co; que era necesario un Frente Nacional de patriotas vascos de to­
das las clases sociales; y que la acción violenta de una vanguardia ar­
mada formaba una parte vital de la lucha por la liberación nacional
En esencia, los planteamientos de Krutwig y Beltza proporcionaron
la base para retornar a las ideas de los primeros años de ETA, mien­
tras que se justificaban estas ideas con referencias a Marx, Lenin,
Trotsky y Kropotkin. En los años setenta, la autoridad del naciona­
lismo tradicional «sabiniano» tuvo que ser complementada con la de
escritores más avanzados. En concreto, Beltza y Krutwig tacharon
de ridicula la idea formulada por ETA-VI de que «todo el que ven­
diera su trabajo en el País Vasco era vasco» La mayoría de los in­
migrantes españoles de Euskadi, insistían, eran españoles, no vascos
alienados. Estos dos autores rechazaban también de modo específico
la reivindicación de bilingüismo, afirmando que el hecho de que un
revolucionario propusiera la coexistencia del euskera y de la lengua
del dominador era tan absurdo como pedir la coexistencia del traba­
jador y el capital
La distribución de toda esta literatura ilegal era mucho más fácil
en los pueblos por la existencia de una densa red de familiares y ami­
gos, posibilidad con la que no contaban los grupos «españoles» en
las ciudades. La misma red facilitaba el reclutamiento. Inicialmente,

" Entrevista del autor con Goiherñ, San Sebastián, 5 agosto 1984.
Principios de nacionalismo revolucionario. Documentos Y, vol. 12, pp. 20-21.
Ibíd., pp. 18-24.
Notas para una teoría del nacionalismo revolucionario. Documentos Y, vol 12
P- 73.
Ibíd. Los que abogaban por el Frente Nacional propusieron, claro está, esta coe­
xistencia entre capital y trabajo.
160 John Sullivan

se encargaba a los simpatizantes alguna tarea sencilla, como podía ser


hacer pintadas o repartir panfletos, antes de confiarles misiones más
importantes. La línea que separaba al simpatizante del militante de
ETA-V no estaba definida, especialmente en los pueblos. La distri­
bución de propaganda clandestina era un tipo de actividad que tam­
bién realizaban miembros de ETA-VI y afiliados a los grupos «espa­
ñoles». Pero los miembros de ETA-V dedicados a labores compara­
tivamente tan humildes sabían que pertenecían a la organización que
estaba llevando a cabo la lucha armada, iniciada por los héroes del
juicio de Burgos. Los incorporados a ETA-V más recientemente sen­
tían una fuerte identificación con la tradición de ETA, pese a ignorar
en grado sorprendente los pormenores de la historia de esta organi­
zación. El romántico actractivo de pertenecer a una organización en
la que se unían las fascinación de la lucha armada y el rechazo de las
conservadoras actitudes sociales del PNV, proporcionaba a ETA-V
una gran ventaja sobre ETA-VI. La represión de fines de los años se­
senta había despertado un profundo sentimiento de identidad étnica
vasca, que se extendía a las personas de familias carlistas. En un ejem­
plo de este patriotismo vasco, un grupo de carlistas vascos fueron
arrestados a fines de 1970 en la provincia de Burgos, donde intenta­
ban interrumpir la transmisión del discurso de fin de año de Franco
dirigido a la nación La lucha armada, tras haber caído en desgra­
cia desde 1969, empezaba a revivir en beneficio de ETA-V.
La polémica de Beltza y Krutwig contra los «revolucionarios de
pacotilla», que creían en la propaganda más que en la acción armada,
fue muy popular entre los jóvenes anhelantes de acciones dramáticas.
Aparte de las contribuciones de Krutwig y Beltza, la principal in­
fluencia teórica recibida por ETA-V en sus primeros momentos fue
el folleto Fines y medios en la lucha de liberación nacional, escrito
por el encarcelado Zabilde en 1969, bajo el pseudónimo K. de Zum-
beltz, pero no distribuido ampliamente hasta 1970. Fines... era esen­
cialmente un tratado sobre formas de lucha y organización militares,
con poco contenido político Las propias publicaciones de ETA-V
fueron muy escasas en sus primeros años. Puesto que le disputaba a
ETA-VI el derecho a los títulos de las revistas de ETA, en octubre
de 1970 empezó a publicar su propia versión de Zutik La revista
de ETA-V era poco voluminosa, y su objeto primordial era afirmar

Entrevista del autor con Jon Querejeta, uno de los participantes en el atentado,
San Sebastián, 30 julio 1984.
Fines y Medios, suplemento de Iraultza, noviembre 1970, passim.
La versión de Zutik elaborada por ETA-V llevaba el número 57, aunque el úl­
timo número publicado antes de la escisión había sido Zutik 51, salido en la primavera
de 1970. ETA-VI publicó Zutik, n.“ 52, en mayo de 1971.
El nacionalismo vasco radical 161

las pretensiones de este grupo de ser la auténtica ETA. El primer nú­


mero consistía casi enteramente en un artículo de Julen Madariaga en
el que atacaba a la dirección de ETA-VI, atribuyéndoles un artículo
escrito por un miembro de Komunistak Otro número estaba de­
dicado simplemente al comunicado de ETA-V sobre la liberación del
cónsul alemán, Beihl ^°. Cuando ETA-V intentó una crítica más ex­
haustiva de sus rivales de ETA-VI, su carencia de recursos intelec­
tuales les llevó a publicar un artículo de Txillardegi, y reproducir otro
de Jean-Paul Sartre, aparecido originalmente en el prefacio de un li­
bro sobre el juicio de Burgos. Sartre reafirmaba el argumento de que
Euskadi era una colonia, ya adoptado por ETA en su V Asamblea
:f Los dirigentes de ETA-V no sólo rechazaban el derecho de sus
competidores a erigirse como legítima ETA, sino que les preocupaba
que algún patriota ingenuo estuviera dispuesto a aceptarlos en un
Frente Nacional Los líderes de ETA-V veían críticamente los pro­
nunciamientos de ETA-VI sobre la opresión fascista, de los que se
deducía su oposición a la dictadura de Franco antes que al Estado es­
pañol. Irritaban especialmente a los dirigentes de ETA-V los llama­
mientos de ETA-VI a la solidaridad entre los obreros en lucha de
toda España, que, decían, era parecido a pedir la solidaridad entre ale­
manes y rusos durante la ocupación alemana ETA-V seguía insis­
tiendo en que Euskadi estaba sometida a una ocupación militar ex­
tranjera como resultado de haber sido derrotada en tres guerras. Re­
pitiendo las acusaciones de Txillardegi contra Iturrioz y del Río, se
sugería que ETA-VI era producto de la infiltración realizado por el
PCE pese a que los líderes de ETA-V no ignoraban que sus riva­
les de ETA-VI tenían antecedentes impecablemente vascos y naciona­
listas. A-
Los esfuerzos de ETA-V por ser aceptada como organización le­
gítima, se vieron obstaculizados por el efecto que produjo la rotunda
declaración firmada por todos los acusados del juicio de Burgos, en
apoyo de la dirección de ETA-VI. Dicha declaración había merecido
la aprobación de los restantes presos de la organización, que inten­
taban mantenerse al día de los sucesos del mundo exterior mediante

«Análisis y crítica del trabajo titulado: Notas sobre el problema nacional», Zu­
tik (ETA-V), n.” 58.
«Comunicado de ETA al pueblo vasco y a la opinión pública mundial», Zutik
(ETA-V), n." 58.
«El proceso de la descentralización», J.-P. Sartre, Zutik (ETA-V), n." 61 (sin fe­
cha).
«Política del grupo llamado ETA-Vl Asamblea», Zutik (ETA-V), n.° 60.
Ibíd.
Ihíd.
162 John Sullivan

la información proporcionada por las visitas y los comunicados in­


troducidos ilegalmente La mayor parte de los encarcelados en
1970, compartían el desdén de la dirección de ETA-VI por la esci­
sión encabezada por Etxabe y Krutwig. La afirmación de que los ele­
gidos para el Biltzar Ttippia en la V Asamblea de 1967 eran la única
dirección legítima no podía resultar muy convincente para los acusa­
dos del juicio de Burgos, que habían constituido la dirección efectiva
de ETA hasta el momento de su detención en 1969, sin más derecho
estatutorio que el de los que les había substituido. El chauvinismo ex­
hibido por Etxabe, que tan fuertemente contrastaba con las declara­
ciones de solidaridad con el proletariado español hechas por los pre­
sos durante el juicio de Burgos, no podía ser aceptado por éstos.
Y tampoco otorgaban gran importancia a las pretensiones de Txillar-
degi de representar a ETA, en vista de su dimisión de esta organiza­
ción en la primavera de 1967 Beltza también había presentado su
dimisión de ETA en 1970 Krutwig y Madariaga, aunque seguían
afiliados, no habían participado en la lucha llevada a cabo dentro de
España a partir de la V Asamblea, de modo que tenían escasa in­
fluencia sobre los presos.
Para la mayoría de las personas que se habían manifestado a fa­
vor de los procesados en el juicio de Burgos, y que entendían poco
de las contiendas ideológicas de la organización, la declaración de los
presos daba la legitimidad a ETA-VI. En 1970 y principios de 1971,
los presos parecían gozar de las simpatías de la gran mayoría de la
población vasca. Sin embargo, a fines de 1971, cuando se hizo paten­
te que ETA-VI estaba avanzando poco en sus intentos de convertirse
en una organización de masas marxista, los presos se vieron en la
poco envidiable posición de no ser ya los representantes indiscuti­
bles de la lucha vasca por la liberación. El marxismo de los acusados
no había llegado, por lo general, más allá de su solidaridad con los
oprimidos y su hostilidad a la «oligarquía». La adopción por parte
de ETA-VI de una estrategia política que pocos de los presos com­
prendían, amenazaba con crear conflictos en el seno de la comunidad
nacionalista. La censura no permitía que los presos pudieran realizar
un estudio serio de las ideas marxistas de su organización
Las comunicaciones variaban de una cárcel a otra, pero en términos generales
mejoraron en los años setenta. Entrevistas del autor con Sabino Arana, Vitoria, 16 mar­
zo 1980; Iñaki Sarasketa, San Sebastián, 26 marzo 1980 e I. García Arramberri, On-
dárroa, 19 marzo 1980.
Véase Al comité ejecutivo de ETA en Documentos Y, vol. 9, pp. 374-75.
A todos los Makos, anunció la baja de Beltza, Documentos Y, vol. 9, pp. 374-75.
Iñaki García Aramberri intentó reconstruir las ideas de Marx a base de las citas
contenidas en libros antimarxistas, a los que tenía acceso en la cárcel. Entrevista del
autor con García Aramberri, Ondárroa, 19 marzo 1980.
El nacionalismo vasco radical 163

Cuando ETA-V empezó a llenar lentamente el espacio político


ocupado por la primera ETA a principios de los años sesenta, algu­
nos de los presos se sintieron atraídos hacia ella, e insatisfechos con
ETA-VI. A comienzos de 1972, la pública adhesión a ETA-V de Zal-
bide, principal líder de ETA hasta su encarcelamiento en 1965, jun­
to a Onaindía y Uriarte, héroes del juicio de Burgos, fue sinto­
mático de un fenómeno que afectó a la mayoría de ellos El cam­
bio de lealtades presentaba grandes dificultades para unas personas
que anteriormente habían rechazado las ideas políticas de Etxabe y
sus partidarios. El paso fue facilitado por la salida de Etxabe, pero
incluso así exigió un considerable salto mortal político. Aquellos pre­
sos que declararon la transferencia de sus lealtades de ETA-VI a
ETA-V, reiteraron su inicial aspiración a la unificación de los países
vascos francés y español, subrayaron la importancia de convertir Eus-
kadi en un Estado vascoparlante, rechazaron el bilingüismo e insis­
tieron en la necesidad de un Frente Nacional
Los presos no volvieron a la línea racista y conservadora de Et­
xabe y Txillardegi, ni acusaron a sus antiguos camaradas de ser infil­
trados comunistas decididos a destruir el movimiento nacionalista.
Sin embargo, criticaban a ETA-VI por tener una concepción no mar­
xista de la cuestión nacional, que la inducía a desoír la necesidad de
alianzas con otras clases sociales. Según los presos, la burguesía na­
cional había demostrado ser objetivamente revolucionaria, por la ac­
titud que había adoptado ante el juicio de Burgos. La postura verda­
deramente marxista, decían los presos, era la de crear un Frente N a­
cional y luchar por una Euskadi independiente y soberana, como eta­
pa necesaria y previa a la revolución socialista La fórmula elegida
por los presos para reconciliar sus anteriores ideas socialistas con la
afiliación a ETA-V, fue la de proporcionar a dicha organización la
teoría que debía substituir al nacionalismo primitivo, y al anticomu­
nismo, de Etxabe y Txillardegi. La adhesión de una serie de presos
a ETA-V fue un factor absolutamente esencial para establecer la le­
gitimidad de esta organización. Aunque se podía acusar a la direc­
ción de ETA-VI de traición, cualquier intento de criticar a los héroes
del juicio de Burgos habría sido contraproducente. Dado que la di­
rección de ETA-VI era reacia a atacar la retórica marxista y las de­
claraciones de solidaridad con los obreros españoles utilizadas en el
juicio de Burgos, había que explicar ciertas afirmaciones, como las

Onaindía, Uriarte, Zabilde, «El papel de la burguesía nacionalista en la revolu­


ción», Zutik (ETA-V) (Caracas, sin fecha), en Documentos Y, vol. 12, pp. 478-79.
«Tesis de los juzgados en Burgos y de otros marxistas leninistas», Zutik
(ETA-V), n." 36 (sin fecha).
Ihíd.
164 John Sullivan

realizadas por José María Dorronsoro en el sentido de que el cam­


pesino andaluz estaba tan oprimido como el de Euskadi sostenien­
do que se habían sacado de contexto. E N 1971 y 1972, ETA-V fue,
lentamente, reclutando a algunos militantes de ETA-VI alarmados
por el gradual abandono del nacionalismo por parte de esta organi­
zación. Unos cuantos miembros del grupo, ya desmantelado, de Los
Cabras, como Imanol Pagoaga, también se incorporaron a ETA-V,
así como un número considerable de personas, radicalizadas por la
represión y la campaña montada en el judo de Burgos. Los nuevos
afiliados tendían a ser más de origen rural que los que se habían uni­
do a ETA a fines de los sesenta, y tenían un bajo nivel político
El lento incremento de miembros de ETA-V recibió un enorme
impulso en 1972, cuando ésta se unió a EGI. Prácticamente la tota­
lidad de los varios cientos de militantes pasaron de EGI a ETA-V,
dejando al PNV con un minúsculo resto, y proporcionando a ETA-V
una verdadera base dentro de España La organización resultante
empezó a seguir una estrategia similar a la de 1968-69. La incapaci­
dad del PNV para retener el control de sus juventudes no era real­
mente sorprendente. EGI había revivido a fines de los años sesenta,
en parte como consecuencia de la progresiva politización del País Vas­
co a raíz del asesinato de Manzanas, de la campaña de violencia de
ETA y del juicio de Burgos. Mientras iba en aumento el activismo
de EGI, las acciones de ETA representaron un modelo a emular. Por
ejemplo, EGI colocaba ikurriñas en las carreteras y robaba materia­
les para producir su propaganda. La represión generalizada que sus­
citó la campaña de ETA puso en peligro el mantenimiento de la pro­
pia estructura de EGI, obligándole a adoptar un tipo de organiza­
ción similar Los miembros de EGI, entraron en contacto con los
militantes de ETA-V encarcelados y recibieron una fuerte influencia
de ellos.

Véase Capítulo 4, p. 155.


I. García Arramberri, obrero y no intelectual, encarcelado en 1969, se quedó es­
candalizado ante el bajo nivel político de los presos de ETA-V que entraron en su cár­
cel a principios de los años setenta. Entrevista del autor con I. García Arramberri, On-
dárroa, 19 marzo 1980.
Entrevista del autor con Goiherri, San Sebastián, 5 agosto 1984. Algunos mili­
tantes de ETA temieron que la entrada de EGI pudiera producir una regresión de las
ideas no marxistas que tan recientemente habían sido abandonadas. Véase Sobre el por­
venir inmediato de ETA, un comunicado enviado por los militantes exilados en Bél­
gica en mayo de 1973, Documentos Y, vol. 16, pp. 421-23.
Ambas organizaciones emitieron una declaración conjunta (sin título) en no­
viembre, 1971, Documentos Y, vol. 12, p. 301, y otra, Llamamiento al pueblo vasco,
a raíz de la muerte del liberado de ETA Jon Goikoetxea en la Semana Santa de 1972,
Documentos Y, vol. 12, p. 401.
El nacionalismo vasco radical 165

El acercamiento al que aspiraba la dirección interior antes de la


escisión de la VI Asamblea quedó frustrado por la adopción de pos­
turas marxistas por parte de ETA-VI Cuando ETA-V buscó el
modo de organizar contactos dentro de España, comprobó que EGI
era muy receptiva a su mensaje. Múgica Arregui, la figura dominante
de EGÍ —que ya había estado comprometido con la línea de ETA-V
antes de la fusión— sería uno de los principales dirigentes de la or­
ganización coaligada. Desde mediados de 1971, ETA-V empezó a
prepararse para reanudar la lucha armada. Los primeros pasos con­
sistieron en robos para disponer del dinero necesario para obtener ar­
mas y mantener una red de «liberados». La organización aún no se
encontraba preparada para emprender acciones comparables al asesi­
nato de Manzanas o la colocación de bombas en edificios públicos,
llevadas a cabo en 1969. ETA-V tampoco deseaba la confrontación
con la policía. Pese a ello, estas confrontaciones ocurrirían con mu­
cha frecuencia en los encuentros de policía y liberados cuando éstos
se encontraban desempeñando una misión, con la consiguiente pér­
dida de vidas por ambas partes. ETA-V se encontraba, a fines de
1971, en condiciones de empezar a lanzar una campaña de lucha ar­
mada. La campaña se inició lentamente, pero pronto adquirió empu­
je. Posiblemente el ejemplo más espectacular de la nueva estrategia
fuera el secuestro del industrial Zabala en enero de 1972
Zabala, presidente de la compañía Precicontrol de Libar, había en­
tablado una disputa con sus empleados, en un principio en torno a
su petición de aumento de sueldo. Antes de la intervención de ETA
se había producido una huelga que había durado varios meses.
ETA-V anunció que Zabala sería ejecutado si la compañía no read­
mitía a todos los trabajadores despedidos, y aceptaba una petición de
aumento de sueldo de 250 pesetas a la semana. La compañía accedió
y Zabala fue puesto en libertad. Este secuestro fue considerado por
ETA-V como un modelo del proceso acción/represión/acción, for­
mulado inicialmente por Krutwig y Madariaga, y adoptado como po­
lítica de ETA en su V Asamblea. Habían sido los obreros, decían, y
no ETA, los que habían iniciado la lucha, pero no habían podido
triunfar por sí solos a causa de las fuerzas represivas. Por consiguien­
te, estaba justificada la intervención de ETA, que era complementa­
ria a la lucha obrera y no substitutiva de la misma Zabala era ét-

Para las esperanzas de ETA de que se le incorporara EGI en 1970, véase A to­
dos los Makos, Documentos Y, vol. 9, pp. 368-70.
En Carta enviada por ETA a los medios de difusión, prensa y radio, la organi­
zación aceptó la responsabilidad del secuestro de Zabala. Documentos Y, vol. 12, pp.
373-74.
«Nous avons enleve Zabala, Porquoi» Zutik, n." 63 (edición francesa), enero
166 John Sullivan

nicamente vasco, y no tenía conexiones políticas conocidas, por lo


que se dio a este acto un significado socialista.
Pese a ser Zabala la segunda persona secuestrada por ETA-V, el
incidente fue el verdadero comienzo de una táctica que se convertiría
en una de sus principales formas de acción. Cuando Beihl, el cónsul
alemán, fue secuestrado en diciembre de 1970, este acto había pro­
ducido en muchos la impresión de ser una maniobra propagandísti­
ca, con pocas probabilidades de que acabara con su muerte. Por el
contrario, los secuestros por rescate o para apoyar conflictos labora­
les, se emplearían repetidamente en lo sucesivo. El emplear la lucha
armada para intervenir en los conflictos laborales permitió a ETA-V
retomar la estrategia que había abandonado en 1969, y, al mismo
tiempo, defenderse de la acusación de ser simplemente una organi­
zación militar de clase media.
Elacia 1972 las publicaciones de ETA-V habían abandonado el
tono chauvinista que las había caracterizado en 1970 y 1971. La or­
ganización readoptó la línea política que había seguido en el período
posterior a la V Asamblea. La lucha por la liberación nacional se con­
sideraba compatible no sólo con el socialismo sino también con el in­
ternacionalismo, como mostró la declaración conjunta de ETA con
toda una serie de organizaciones extranjeras La teoría de que Eus-
kadi era una colonia fue criticada y se atacó tanto al PNV, como
al sindicato vasco moderado ELA Sin embargo, ETA-V siguió
convencida de que la creación de un Estado vasco independiente de­
bía preceder a la lucha por el socialismo. En consecuencia, la lucha

1972, Documentos Y, vol. 12, pp. 367-69. La justificación más razonada del secuestro
de Zabala dada por ETA fue la contenida en España unida en la represión, un panfleto
sin firma y sin fecha, Documentos Y, vol. 15, pp. 56-58.
Al lY Congreso de los estudiantes kurdos. Intervención de ETA, Buscarest, fe­
brero 1972, Documentos Y, vol. 12, pp. 379-82. Una declaración conjunta de Al-Fat-
ha, ETA y el Partido Demócrata Kurdo elaborada en ese mismo congreso, pedía la
creación de un frente mundial de los pueblos oprimidos contra el imperialismo, el ca­
pitalismo y el sionismo. Communique Commun, Documentos Y, vol. 12, pp. 383-84.
Véase la declaración contraria al Mercado Común, firmada conjuntamente con el IRA
y el Ejército Republicano Bretón (FLB) en abril 1972. Communique, Documentos Y,
vol. 12, p. 396. Comunicado de apoyo a la lucha del pueblo uruguayo y a su vanguar­
dia revolucionaria de los Tupamaros (sin fecha), Documentos Y, vol. 12, p. 446. Ma­
nifesté de soutien a la revolution Irlandaise, Documentos Y, vol. 12, pp. 467-
La teoría colonialista de Beltza fue atacada en un documento interno: íQ «é es
ETAf, Documentos Y, vol. 15, pp. 31-38, y defendida en Notas a ¿Qué es ETA?, D o­
cumentos Y, vol. 15, pp. 38-41.
Liberación nacionale internacionalismo (sin fecha), Documentos Y, vol. 15, pp.
117-25.
El nacionalismo vasco radical 167

armada era vital al igual que la creación de un Frente Nacional


que incluyera a todas las fuerzas opuestas a la «oligarquía» española.
ETA-V reiteraba su estrategia de actuar a través de sus propios Fren­
tes. En la práctica, la teoría de la organización guardaba escasa rela­
ción con sus actos. Apenas contaba con fuerza en las fábricas y, en
consecuencia, su principal intervención en la conflictividad laboral
consistía en acciones como la colocación de bombas en las oficinas
de los Sindicatos oficiales.
La teoría de que existía una burguesía nacional progresista, po­
tencial aliada de ETA-V en su lucha contra la oligarquía, no ofrecía
guía alguna para la intervención en el ámbito industrial. En aquellas
zonas en que ETA-V tenía fuerza, la oligarquía estaba perceptible­
mente ausente. En el interior de Guipúzcoa y Vizcaya generalmente
los industriales eran vascos, con frecuencia de origen bastante humil­
de, y muchas veces adeptos al PNV. Cuando sus opiniones y ante­
cedentes eran satisfactorios, podían ser considerados como miembros
del PTV. El secuestro de un industrial étnicamente vasco como era
Zabala, puso en cuestión la creación del Frente Nacional y suscitó la
hostilidad del PNV. El incremento en la actividad de ETA-V produ­
jo, inevitablemente, bajas entre sus miembros, en incidentes bastante
similares al que había provocado la muerte del primer mártir de ETA,
Txabi Etxebarrieta. Uno de estos incidentes es típico de el encadena­
miento de acontecimientos que llegaría a ser habitual. En abril de
1972, poco antes de la manifestación del Aberri Eguna, un liberado
de ETA-V, Jan Goikoetxea, murió en un enfrentamiento con la po­
licía en Elizondo, cerca de la frontera con Francia, donde había cru­
zado clandestinamente desde este país ETA-V alegó que Goikoet­
xea había recibido un disparo por la espalda. Su respuesta a esta muer­
te ilustró su concepción de la relación entre lucha armada y movi­
miento de masas. La organización hizo llamamientos al pueblo para
que se declarase la huelga general, se cerraran bares y otros estable­
cimientos comerciales, se boicoteara la prensa y se realizaran mani­
festaciones de protesta en todas partes La convocatoria de huelga
general no había estado precedida por una activa campaña, o por la
participación en conflictos laborales. La reacción de ETA-V a esta
muerte, y su idea de cómo responderían a ella los obreros eran sin-

El documento Estrategia, táctica y técnicas de la lucha armada, adoptado por


ia VI Asamblea de ETA-V en septiembre de 1973, unía a una descripción detallada
de cómo debía funcionar el Frente Militar, una estrategia para lograr la independencia
mediante la guerrilla.
Communique de ETA, Documentos Y, vol. 12, pp. 415-16.
Panfleto de ETA: Aberri Eguna 72. «Txapela» asesinado. Documentos Y,
vol. 12, p. 418.
168 John Sullivan

tomáticos de una actitud hacia el movimiento obrero y la lucha de


masas que predominaría a lo largo de la historia de esta organización.
Durante 1971 y 1972 las acciones militares de ETA-V fueron mo­
destas si se comparan con sus futuras hazañas. Sus principales obje­
tivos siguieron siendo los mismos que en los años sesenta. Coloca­
ron bombas en las oficinas de Sindicatos y otros lugares oficiales, y
destruyeron monumentos a la victoria de las fuerzas nacionales en la
Guerra Civil También atacaron las propiedades de partidarios del
régimen franquista y edificios como el Club Náutico de San Sebas­
tián, todos los cuales, decían, pertenecían a la oligarquía Este tipo
de acciones eran semejantes a las emprendidas por Escubi en 1968 y
1969, aunque no alcanzaron, hasta casi finales de 1973, la escala de
aquella campaña. ETA-V hacía enormes esfuerzos por destacar la ín­
dole socialista de sus actos. La bomba colocada en sindicatos se pre­
sentó como una acción complementaria a la emprendida por los obre­
ros contra esta institución, y una alternativa al intento «revisionista»
del PCE de hacerse con los puestos de enlaces sindicales en las elec­
ciones convocadas por aquel sindicato En la práctica, ETA-V con­
sideraba la agitación industrial como un simple apéndice de la lucha
militar.
Los líderes de ETA-V junto a los de otras muchas tendencias de
la izquierda acordaron el boicot de las elecciones sindicales, y la di­
misión de todo el que ocupara dichos puestos. En ocasiones, amena­
zó con matar a los que se negaran a hacerlo. Algunas de las otras in­
tervenciones de ETA fueron igualmente curiosas. Su escasa propa­
ganda sobre la lucha obrera estaba redactada en términos muy gene­
rales, y las razones explicativas de sus actos más bien confusas. Por
ejemplo, ETA-V destruyó el Club de Pesca del pueblo costero de Le-
keito, so pretexto de que era utilizado exclusivamente por visitantes
burgueses, que estaban convirtiendo Lekeito en un pueblo turísti­
co Cuando quemaron la oficina turística del elegante centro de ve­
raneo de Zarauz, en Guipúzcoa, lo justificaron en términos simila­
res La fuerza militar de ETA-V crecía continuamente, pero la elec­
ción de objetivos parecía muchas veces arbitraria. En ocasiones, la
violencia de la organización se dirigía contra objetivos más relevan-

«Acciones militares de ETA en 1972», Hautsi, n.° 2, 1973, ofrece una relación
de las actividades militares de ETA durante aquel año.
Ibtd.
Comunicado de ETA al pueblo trabajador vasco. Documentos Y, vol. 12, pp.
412-14. «El pueblo vasco contra el sindicato vertical español», Hautsi, n.“ 2, 1973.
Comunicado de ETA ante los últimos acontecimientos. Documentos Y, vol. 12,
p. 441.
Ibíd.
El nacionalismo vasco radical 169

tes. Por ejemplo, a comienzos de 1972, ETA-V destruyó unas tien­


das pertenecientes al alcalde de Ondárroa, Vizcaya — del que se de­
cía que había participado en las palizas recibidas por un cura nacio­
nalista— y de un concejal municipal de San Sebastián, supuesto con­
fidente de la policía y miembro del grupo fascista Guerrilleros de
Cristo Rey
Según la teoría de ETA-V, semejantes acciones constituían los pri­
meros pasos hacia la lucha guerrillera, en la que el mismo pueblo to­
maría las armas. En realidad, las acciones de ETA-V tenían poco que
ver con la lucha de masas, aunque merecieran la aprobación de un
considerable número de personas. La estrategia de la lucha armada
tenía su propia dinámica —suscitaba represalias policiales y contra-
rrepresalias de ETA-V—, de tal modo que sus objetivos empezaron
a ser indiscriminados. Por ejemplo, en agosto de 1972, en Galdáca-
no, Vizcaya, unos militantes de ETA mataron a un policía municipal
e hirieron a un guardia civil, cuando intentaban, con éxito, evitar ser
arrestados ®'. La respuesta policial produjo la muerte de dos miem­
bros de ETA en Lekeito, cuatro días después. ETA-V afirmó que sus
miembros habían sido asesinados, pues no habían tenido otra alter­
nativa que rendirse Estas manifestaciones de violencia policial lle­
varía finalmente a ETA a adoptar la actitud de considerar a todo
miembro de las fuerzas de seguridad como blanco legítimo.
La progresiva fuerza del aparato militar de ETA-V, unida a la con­
vicción de que esta organización debía intervenir a favor de la lucha
obrera, motivó, en enero de 1973 —un año después del secuestro de
Zabala— la captura de Felipe Huarte, un importante industrial na­
varro. Esta acción fue muy similar a la de Zabala, en el sentido de
que la compañía de Huarte, Torfinasa, estaba inmersa en un conflic­
to con sus empleados. Entre las condiciones solicitadas por ETA-V
para liberar a Huarte figuraba la concesión de las reivindicaciones de
los obreros, así como el pago de un rescate de 50 millones de pese­
tas Huarte era un industrial mucho más poderoso que Zabala, y
era conocida la fuerte adhesión al régimen de su familia. Los fami­
liares de Huarte accedieron a los términos de ETA, y éste fue puesto
en libertad. Desde la perspectiva de ETA-V la acción fue una lograda
aplicación de su estrategia de intervención armada a favor de la lucha

Ibíd. Para el ataque de los ultras a sacerdotes en Ondárroa, véase un informe


en Humanite, 22 diciembre 1970, citado en Salaberri, Sumarísimo..., p. 281.
El informe de ETA, «Galdácano», Hautsi, n.“ 3, sin fecha, insinúa que el poli­
cía municipal había sido asesinado por la guardia civil.
«Lekeitio», Hautsi, n.“ 3 (sin fecha).
Para las exigencias de ETA, véase Comunicado a la prensa internacional. D o­
cumentos Y, vol. 15, p. 173. Zutik Berriak (ETA-V), febrero 1973, reproducía una
serie de reportajes de prensa sobre el secuestro.
170 John Sullivan

obrera Y el que la decisión de la familia de acceder a las deman­


das de ETA-V desatara una polémica entre los partidarios del régi-
men -cuando el falangista Emilio Romero, director de Pueblo, cri­
ticó el sometimiento de la familia a las exigencias de ETA-V— era
una razón más para congratularse El secuestro de Huarte demos­
tró, sin duda, la capacidad de ETA-V para emprender complejas ope­
raciones militares. La pretensión de esta organización de estar com­
plementando la acción obrera, y no substituyéndola, no fue aceptada
por los empleados de Huarte —que suspendieron la huelga— ni por
Comisiones Obreras de Navarra, que publicó una declaración afir­
mando que estaban capacitados para defender sus propios intereses
sin la intervención de ETA-V
El secuestro de Huarte produjo gran númerro de arrestos. Una
acción de esta índole exigía, inevitablemente y pese a ser realizada
por liberados, un gran respaldo de gentes que proporcionaran infor­
mación y asistencia. Estas personas eran mucho más vulnerables que
los liberados que operaban desde Francia, de tal modo que una ac­
ción espectacular solía producir la detención o la huida al exilio de
muchos militantes «legales». La prioridad concedida a la lucha arma­
da significaba que este tipo de gente no podía nunca desarrollar una
labor consistente en esas fábricas a las que ETA-V estaba, en teoría,
consagrada. Que el secuestro de Huarte no se había producido en un
contexto sindical apático y débil quedó demostrado, más adelante en
aquel mismo año, cuando Pamplona se convirtió en el centro de una
huelga general en la que ETA-VI, rival de ETA-V, tuvo una actua­
ción significativa. El secuestro no estuvo precedido por campaña al­
guna de agitación en el movimiento obrero. El Frente Obrero de
ETA-V siguió siendo un pálido apéndice de su Frente Militar, que
no hizo mucho más que convocar a los trabajadores para que apo­
yaran las acciones militares de ETA-V. Con todo, los dirigentes de
ETA-V creían haber elaborado una estrategia viable que unía las ac­
tividades militares a la lucha de masas. Txikia, principal arquitecto
de dicha estrategia, no sobreviviría el tiempo suficiente para contem­
plar las consecuencias de la campaña que había lanzado, pues fue
muerto por la policía en abril de 1973, en Algorta, Vizcaya Las
Un comité de solidaridad con base en Madrid justificó el secuestro porque con­
tribuía a la sistemática educación de las masas en la necesidad de la revolución armada.
Información, n.° 101, Documentos Y, p. 177.
” «El arresto de Felipe Huarte», Hautsi, n.” 3, abril 1973. Hautsi, originalmente
órgano del Frente Cultural, pasó a ser la principal revista política de ETA-V.
«ETA-V y el activismo minoritario», Zutik, 57 (ETA-VI Mayos), abril-mayo
1973.
Eustakio Mendizáhal Benito rTxikia» asesinado por la policia secreta. Documen­
tos Y, vol. 15, p. 182.
El nacionalismo vasco radical 171

circunstancias de su muerte pusieron de manifiesto su forma de ejer­


cer el liderazgo en ETA. Durante un viaje en tren, Txikia se dio cuen­
ta de que era vigilado por la policía. Cuando el tren llegó a Algorta,
se bajó de él corriendo, perseguido por la policía que le mató de un
tiro cuando intentaba poner en marcha un coche del que se había
adueñado.
Tixikia era un hombre de enorme empuje y audacia, que, según
su predecesor, Etxabe, carecía de esa cautela que era un elemento ne­
cesario para conformar un jefe militar Txikia participó personal­
mente y de manera activa en acciones como el secuestro de Huarte.
Puesto que no había nadie con prestigio suficiente para tomar su
puesto, se agudizaron las diferencias entre los distintos Frentes de
ETA-V, lo cual llegaría a producir nuevas escisiones en la organiza­
ción. La muerte de Txikia y los efectos de otras pérdidas sufridas por
ETA-V, produjeron el ya conocido fenómeno de que se hicieran car­
go de la dirección personas de escasa experiencia. Dado que muy po­
cos miembros de ETA-V se habían incorporado a esta organización
antes de la VI Asamblea de 1970, estos dirigentes provenían o bien
de EGI o de los afdiados a ETA-V a raíz del juicio de Burgos. Una
de estas personas, que llegaría a convertirse en una figura dominante,
era Eduardo Moreno Bergareche (Pertur) Algunos de estos nue­
vos líderes se inclinaban por que se concediera prioridad a las accio­
nes políticas y otros a las militares. Con el tiempo este tipo de ideas
producirían escisiones en ETA-V, del mismo modo que similares
planteamientos habían llevado a la formación de las tendencias que
serían después ETA-Berri y ETA-VI. Los líderes del estilo de Per-
tur, aparte de insistir en la lucha de masas y las doctrinas socialistas,
veían la lucha que llevaba a cabo ETA-V como parte de una confla­
gración mundial contra el imperialismo. Su ideología estaba fuerte­
mente influida por el maoísmo que sus rivales de ETA-VI habían
abandonado recientemente.
En 1972 y 1973 ETA-V deseaba dejar establecidas sus credencia­
les intemacionalistas. Su alejamiento del extremado chauvinismo que
había constituido una de las principales razones de su escisión de
ETA-VI era, sin duda alguna, auténtico. El uso del lenguaje marxista
por parte de ETA-V era un indicio de este cambio de perspectiva.
Otro era su participación en congresos dedicados a apoyar a los mo­
vimientos de liberación del mundo entero. Las apelaciones de ETA-V
a los inmigrantes fueron presentadas por entonces en términos muy
diferentes a los empleados por Etxabe y Krutwig Y lo mismo ocu-

Entrevista en Garaia, 10 marzo 1977.


Angel Amigo, Pertur. ETA 1971-1976 (San Sebastián, 1978), passim.
Un panfleto, A los inmigrantes, ligaba la muerte de un liberado de ETA con la
172 John Sullivan

rría con la actitud adoptada ante el apoyo procedente de fuera de Eus-


kadi. Aunque, en el momento del secuestro de Beihl, Monzón había
expresado la opinión de que el pueblo vasco estaba capacitado para
liberarse sin ayuda exterior, ETA-V subrayaba que había gentes en
todo el mundo luchando por su liberación, y que todo golpe asesta­
do contra la opresión nacional, donde quiera que se produjera, ayu­
daba a las restantes naciones oprimidas
ETA-V también empezó a beneficiarse de las simpatías que había
suscitado entre algunos sectores de la izquierda española, con moti­
vo del juicio de Burgos. Los intentos del PCE de encontrar un acuer­
do con ciertos capitalistas liberales fue motivo de la desafección de
una parte de su base intelectual y de clase media. Algunas de estas
personas se sintieron atraídas por el maoísmo, mientras que otras se
involucraron en los esfuerzos por ayudar a la resistencia vasca. Los
dirigentes de ETA-VI, que habían dedicado considerables energías a
fomentar la solidaridad con los presos de Burgos, en España y otros
países, no fueron a largo plazo los beneficiarios de sus desvelos, por­
que la lucha armada de ETA-V era más romántica y, por consiguien­
te, más atractiva para personas como el dramaturgo Alfonso Sastre y
su mujer Eva Forest, desilusionados con el PCE. Una expresión de
apoyo no vasco a ETA fue la formación en Madrid de un «Comité
de solidaridad con los pueblos oprimidos», algunos de cuyos miem­
bros intervendrían más tarde en acciones de ETA
Una vez que ETA-V hubo fortalecido su organización y aumen­
tado el número de sus afiliados, empezó a preparar una asamblea que
ratificara la política de su dirección. Dicha asamblea, celebrada en sep­
tiembre de 1973 en Hasparren, en el país vasco francés, fue calificada
de primera parte de la VI Asamblea, dado que la última asamblea re­
conocida por ETA-V como legítima era la V, celebrada en 1966 y
1967. En el período que siguió a la muerte de Txikia y hasta esta
Asamblea, ETA-V estuvo dirigida por un Comité Ejecutivo com­
puesto por representantes de los cuatro Frentes. Este ejecutivo operó
como un cuerpo mal definido de coordinación de unos Frentes de
funcionamiento autónomo y dirección propia Una vez más el pa­
pel dominante del Frente Militar empezó a ser fuente de tensiones,
pues los restantes frentes, que aspiraban a desarrollar una acción de

muerte de obreros a manos de la policía en El Ferrol, Galicia. Aocameníos E, vol. 12,


pp. 142-48.
Liberación nacional e internacionalismo {úníe-Aid). Documentos E, vol. 15, pp.
142-148.
Véase Información, n.“ 85 (Madrid, abril 1972), Documentos Y, vol. 15, pp.
65-75.
“ Amigo, Pertur..., p. 30.
El nacionalismo vasco radical 173

masas, se hallaban a merced de cualquier acto que el Frente Militar


emprendiera, sin considerar sus efectos sobre el resto de la organiza­
ción La habilidad de los miembros del Frente Militar para huir a
Francia, una vez cumplida una acción en España, garantizaba la su­
pervivencia de este frente, pero suponía que los demás frentes, cuyos
miembros quedaban en el interior, sufrían la represión en su carne.
Inevitablemente, aquellos dedicados al desarrollo de actividades de
masas deseaban ejercer algún control sobre el Frente Militar, aunque
no hubiera nadie en ETA que pidiera el fin de las acciones militares
En agosto de 1973, los jefes del Frente Obrero se mostraban rea­
cios a asistir a la VI Asamblea, porque sostenían que no se había pro­
ducido un debate ideológico, ni un estudio de las resoluciones a con­
siderar, ni se había pensado en serio sobre los problemas organizati­
vos de ETA-V Los dirigentes del Frente Obrero pidieron que se
organizaran las deliberaciones sobre la base de documentos escritos.
Se persuadió al Frente Obrero de que asistiera a la Asamblea, pero
la atmósfera era tensa, dedicándose los representantes del Frente Mi­
litar al insulto personal en lugar de debatir principios o medidas. Pese
a las muchas diferencias y mutuos recelos, la Asamblea concluyó sin
escisiones, salvo la de un pequeño grupo de partidarios de la revista
Gatazka, que apoyaba las ideas libertarias de Beltza, y se negaba a
aceptar los principios de centralismo democrático adoptados por
ETA-V A pesar de su insatisfacción ante la imposibilidad de con­
trolar al Frente Militar, los líderes del Frente Obrero permanecieron
en ETA-V. Se constituyó un nuevo Biltzar Tippia (BT) con repre­
sentantes de los diversos Frentes, que tenía por objeto ser una direc­
ción electiva más que un simple cuerpo de coordinación, como había
sido el anterior Comité Ejecutivo. Pero, en la práctica, siguió domi­
nando el Frente Militar.
Dicho predominio quedó claramente demostrado el 20 de diciem­
bre de 1973, cuando la organización realizó la que sin duda sería su
acción militar más espectacular: el asesinato del Jefe del Gobierno, al­
mirante Carrero Blanco. Técnicamente, la operación fue un enorme
éxito. Un grupo de acción de ETA-V con base en Madrid había al-

La mayoría de los miembros del Frente Obrero, que se separó de ETA en 1974,
describían la dominación del Frente Militar. Sugarra, n.“ 1, 1975, passim.
Para una crítica de la orientación del Frente Militar hecha por un militante anó­
nimo de ETA-V, véase Comentario a «La lucha armada» (sin fecha). Documentos Y,
vol. 16, pp. 379-81.
Amigo, Pertur..., p. 53. «Extracto de las conclusiones de la reunión nacional del
F.O. sobre la no celebración del VI B.N .A .», Kemen, n.,“ 1, 1974.
La Asamblea adoptó una serie de tesis, que fueron resumidas en la declaración
pública de ETA: A la clase trabajadora y al resto del pueblo vasco. Documentos Y,
vol. 15, pp. 161-62.
174 John Sullivan

quilado un sótano en la calle por la que pasaba el jefe del gobierno


regularmente camino de su misa diaria. Este equipo realizó un túnel
bajo la vía pública y colocó una potente carga de explosivos, que fue
activada cuando el coche de Carrero Blanco pasaba por encima. La
explosión fue tan fuerte que el coche voló por el aire, yendo a caer
a una terraza. Carrero Blanco, su guardaespaldas y su chófer murie­
ron instantáneamente La destreza técnica de esta operación des­
pertó sospechas en algunos sectores de que los responsables hubie­
ran recibido ayuda de alguna agencia de una potencia extranjera, qui­
zá la CIA.
Santiago Carrillo expresó estos recelos, compartidos por muchas
personas, cuando sugirió que los autores habían sido profesionales
bien entrenados, con un poderoso respaldo Estas sospechas no
sólo eran consecuencia de las dificultades técnicas de la operación,
sino también de su sentido de la oportunidad. El juicio de una serie
de componentes de la dirección nacional de Comisiones Obreras de­
bía iniciarse aquel mismo día Para el PCE y otros grupos de iz­
quierda, uno de los efectos principales del asesinato fue el de hacer
prácticamente imposible una manifestación pública a favor de Comi­
siones Obreras. La negligencia de las fuerzas de seguridad también
provocó comentarios, pues no se tomaron medidas para evitar la sa­
lida de personas de Madrid hasta varias horas después del asesina­
to El portavoz del PNV se negó en un principio a creer que se­
mejante crimen pudiera haber sido cometido por vascos ETA-V
respondió a las especulaciones sobre la autoría última del asesinato
con brutal causticidad, declarando que sus militantes eran perfecta­
mente capaces de conectar una mecha a una carga explosiva.
Las dudas sobre la responsabilidad de ETA-V en esta muerte que-

Un comunicado de ETA-V anunció que el asesinato era la justa respuesta del


proletariado a la muerte de sus compañeros a manos de la policía, Le Monde, 22 di­
ciembre 1973. Julen Aguirre (Eva Forest), Operación Ogro (Hendaya, 1974), passim,
dio una amplia relación del hecho, mediante conversaciones con los responsables del
mismo. «La justicia del pueblo ha alcanzado a Carrero Blanco», Zutik, n." 64 (ETA-V),
1 mayo 1974.
Mundo Obrero, 29 diciembre 1973, citado en Marcel Neidergang, «Le Fran-
quisme et ses ultras» III, Le Monde, 8 enero 1974. También las manifestaciones de
Santiago Carrillo en Humanite, 21 diciembre 1973, citadas en Zutik, n.“ 64 (ETA-V).
La acusación pidió penas que iban de los doce a los veinte años de cárcel. Le
Monde, 23-24 diciembre 1973.
Le Monde, 26 diciembre 1973.
Leizaola, presidente del gobierno vasco en el exilio, anunció que era falso el co­
municado de ETA en que se atribuía el hecho. Le Monde, 22 diciembre 1973. ETA
emitió una declaración en que repudiaba las palabras de Leizaola. Le Monde, 25 di­
ciembre 1973.
El nacionalismo vasco radical 175

daron despejadas cuando la organización convocó una rueda de pren­


sa en el sudoeste de Francia, en la que cuatro hombres encapuchados
afirmaron ser sus autores y dieron una descripción pormenorizada
de cómo se había llevado a cabo Este asesinato marcó un nuevo
rumbo para ETA-V que, hasta el momento, había limitado sus acti­
vidades a Euskadi. En adelante, emprendería nuevas acciones en Ma­
drid y otros puntos de España. Las opiniones sobre las consecuen­
cias políticas del asesinato eran diversas. Para los sectores moderados
de la oposición era un acto demencial, con probabilidades de frustrar
la anhelada evolución de España hacia la democracia al provocar un
contragolpe de los elementos més derechistas, e incluso un posible
golpe militar tras la muerte de Franco ETA-V sostenía que, por
el contrario, este asesinato era parte esencial de su estrategia para evi­
tar que el franquismo continuara después de muerto Franco. Decía
que Carrero Blanco era la única persona que podía haber garantiza­
do el éxito de esa forma de transición, debido a las características que
reunía su persona. Nadie más contaba con la absoluta confianza de
Franco, y la de los elementos más reaccionarios del régimen —el lla­
mado «bunker»—, en particular del Ejército y de los sectores finan­
cieros y tecnocráticos encabezados por el Opus Dei. Con la muerte
de Carrero, una transición ordenada hacia un franquismo sin Franco
se consideraba muchísimo más difícil
La muerte de Carrero impidió que pudiera comprobarse lo que
hubiera ocurrido de haber sobrevivido éste a Franco, de modo que
esta polémica no pudo nunca dirimirse. En la mayor parte de los de­
bates en torno a la sucesión de Franco se daba por sentado que el
Príncipe Juan Carlos era una nulidad con pocas probabilidades de
adoptar posiciones independientes. La multitud que asistió al funeral
de Carrero Blanco y abucheó al obispo de Madrid mientras aplaudía
a Juan Carlos, no podían considerar a éste un liberal N o toda la
izquierda coincidió con el PCE en la condena del asesinato. Sorpren­
dentemente —en vista de su defensa de la acción de masas en lugar
de la violencia de una minoría armada— los rivales de ETA-V, ETA—

” Le Monde, 30-31 diciembre 1973.


Santiago Carrillo, Humanite, 22 diciembre 1970, citado en «En el momento de
juzgar la acción de ETA», Zutik, n.° 64 (ETA-V), 1 mayo 1974. Para una exposición
de las reacciones al asesinato, véase Paul Preston, «The Assassination of Carrero Blan­
co and its Aftermath», Iherian Studies, vol. III, n." I, primavera 1974.
ETA-V repitió este argumento en muchos lugares, véase J. Aguirre, Opera­
ción..., y también Zutik, n." 64. «El contexto de la ejecución de Carrero Blanco», Ke-
men, n.“ 2, Documentos Y, vol. 15, pp. 278-82. La ejecución de Carrero acto de jus­
ticia y acto revolucionario, enero 1974, Documentos Y, vol. 15, pp. 325-29.
Marcel Niedergang, «Une foule fevereuse et inquiete a inyecte l’Eglise et accla-
me le prince Juan Carlos», Le Monde, 23-24 diciembre 1973.
176 John Sullivan

VI, ahora unida a la LCR, aprobaron el asesinato de Carrero. En su


revista se reprobaba al PCE y al PSOE por haber enviado su pésame
a la familia de Carrero Blanco, y comparaba su condolencia con el
júbilo con que, decía, había sido recibida la ejecución entre la clase
obrera. Sin embargo, ETA-(VI) LC R insistía en sus críticas a ETA-V
por haber sustituido la acción de masas por la violencia de una mino­
ría
Podría parecer que la valoración que hacía ETA-V de la decisiva
importancia de Carrero Blanco era exagerada. Sin duda, era cierto
que Carrero gozaba de la confianza de Franco, y que era un perso­
naje poco común en el sentido de unir un pasado muy derechista,
que le ganaba las simpatías del «bunker», a su patronazgo del Opus
Dei. Pero Carrero tenía 70 años y no era una figura ni impresionante
ni carismática. Su sucesor como Jefe del Gobierno, Arias Navarro,
parecía contar con suficientes características en común con Carrero
para garantizar la transición de Franco a Juan Carlos. El plan origi­
nal de ETA-V había sido secuestrar al jefe del gobierno, y ofrecer su
liberación a cambio de todos sus miembros encarcelados Los efec­
tos de semejante acto habrían sido muy distintos a los que siguieron
al asesinato. En consecuencia, la declaración de ETA-V de que la eli­
minación de Carrero formaba parte de una estrategia estudiada, no
era realmente muy plausible. Con todo, la organización siguió insis­
tiendo en que el asesinato había sido el golpe más duro jamás ases­
tado contra el régimen franquista, y que aquellos partidos de izquier­
das que, en la era post-franquista, criticaban a ETA, debían su exis­
tencia a la organización que ahora atacaban.
Aunque los pareceres sobre la conveniencia política del acto de
ETA eran variados, este asesinato le dio un prestigio no igualado por
sus rivales de ETA-VI, que, al coaligarse con la LCR, habían aban­
donado la tradición nacionalista. A causa de ellos habían perdido te­
rreno entre la comunidad étnicamente vasca, mientras que no conse­
guían construirse una base lo bastante fuerte entre la clase obrera «es­
pañola» para poder competir con el PCE. Los dirigentes de ETA-V
ya podían afirmar, con algún fundamento, que no había ya más que
una única ETA, aunque no lo sería por mucho tiempo. L)espués del
asesinato de Carrero Blanco ETA-V realizó una campaña de accio­
nes armadas más intensa que todas las llevadas a cabo anteriormente.
Al hacerlo, se fue alejando aún más de la mayor parte de la oposi­
ción, que tenía sus esperanzas depositadas en un desmantelamiento

«Ante la ejecución de Carrero Blanco», Zutik, n.“ 62 (ETA-VI-LCR), enero


1974.
«La justicia del pueblo ha alcanzado a Carrero Blanco», Zutik, n.“ 64 (ETA-V),
1 mayo 1974.
El nacionalismo vasco radical 177

de la dictadura y una transición gradual hacia la democracia parla­


mentaria. Cuando el mundo entero entró en un bache económico,
exacerbado por el rápido aumento de los precios del petróleo, los sec­
tores dominantes del capitalismo español empezaron a anhelar la
transformación de España hacia una democracia parlamentaria, antes
que arriesgarse a sufrir las consecuencias potencialmente revolucio­
narias de una mezcla de huelgas económicas y políticas. Algunos sec­
tores claves del régimen franquista estaban empezando a reconciliar­
se con la idea de llegar a algún tipo de arreglo con la oposición.
I , ETA-V se resistió a la tentación de avenirse a un compromiso con el
sistema. Su línea anticapitalista se justificaba con la retórica maoísta,
que tan útil había sido para justificar su nacionalismo y su falta de
intervención en los conflictos obreros. Pero el maoísmo de ETA-V
tenía unas características singulares, que le permitirían sobrevivir en
el período en que se desintegrarían los grupos maoístas «españoles».
Capítulo 6
EL OCASO DE LA DICTADURA, 1974-1977

El asesinato de Carrero Blanco pareció demostrar que el grado


de organización de ETA-V era más fuerte que nunca. Y también pa­
recía firme su derecho al legado de ETA, puesto que el grupo rival,
ETA-VI, había renunciado, a causa de su fusión con un grupo «es­
pañol», a toda aspiración a ser heredero de la tradición nacionalista
de ETA. Los dirigentes de ETA-V consideraron que el asesinato de
Carrero constituía una ilustración ejemplar de la importancia de la lu­
cha armada, de igual modo que la caída del gobierno de Allende en
Chile, en septiembre de 1973, se interpretó como un exponente de la
ceguera de aquellas personas de la oposición que la consideraban in­
necesaria '. El atentado contra Carrero confirmó el predominio del
Frente Militar sobre los restantes Frentes, teóricamente iguales. Las
tensiones generadas por dicho predominio pronto producirían divi­
siones similares a las que, anteriormente, habían dado origen a ETA-
Berri y ETA-VE La primera de estas escisiones afectó a la mayoría
de los miembros del Frente Obrero.
Los líderes del Frente Obrero habían sidg informados del plan
original de secuestrar a Carrero Blanco, pero no de la decisión de sus-

’ «11 de septiembre de 1973». «Santiago de Chile, ¡¡Agurü», Hautsi, n.° 4, sep­


tiembre-octubre 1978.

179
180 John Sullivan

tituir el secuestro por un asesinato. Este, y la consiguiente represión


policial contra toda la organización, probablemente habrían bastado
para haber motivado divisiones en ETA-V. Sea como fuere, el acuer­
do alcanzado durante la primera parte de la VI Asamblea de ETA-V
era muy frágil. En una reunión del Biltzaar Ttippia (BT) celebrada a
principios de diciembre, los representantes del Frente Obrero habían
sido objeto de insultos personales por parte de los representantes del
Frente Militar, y acusados de desviaciones «españolistas», con la con­
secuencia de que los dirigentes del Frente Obrero exigieron discul­
pas El asesinato de Carrero Blanco, en aquel mismo mes, acentuó
el clima de recelos reinante. Posteriormente a la primera parte de la
VI Asamblea, celebrada en septiembre de 1973, los frentes Obrero
y Militar habían seguido actuando como unidades autónomas, man­
teniendo relaciones muy distintas entre sí. Posiblemente la ruptura
era inevitable, dado que ETA-V no lograba encontrar el medio de
combinar las acciones militares con las de masas. Antes de la asam­
blea, los representantes del Frente Militar habían insinuado que las
personas dedicadas a organizar acciones de masas no deberían iden­
tificarse públicamente como miembros de ETA-V, evitando de este
modo la represión originada por la afiliación a dicha organización.
Esta propuesta no resultó aceptable para los integrantes del Frente
Obrero dado que los convertiría en un grupo de simpatizantes, de­
jando al Frente Militar el monopolio del status que confería el nom­
bre de ETA La propuesta, sin embargo, pareció sensata a los que
daban prioridad al aspecto más estrictamente militar de la acción de
ETA. Un grupo dedicado a la lucha armada tenía cierta necesidad de
un apoyo amplio, pero no era necesario que dicho apoyo estuviera
a cargo de personas de la misma organización.
La idea de que el Frente Militar pasara a ser la verdadera ETA-V
tampoco fue aceptada por algunas personas del Frente Político, e in­
cluso del propio Frente Militar. Ciertos líderes de ETA-V, entre ellos
Moreno Bergareche (Pertur), consideraban que sería necesaria una or­
ganización política para que la actividad armada de ETA-V no bene­
ficiara al PNV en el período postfranquista. En mayo de 1974, tras
una turbulenta reunión del Biltzaar Ttippia (BT) de ETA-V, el Fren­
te Obrero se escindió para formar una nueva organización, Langile
Abertzale Iraultzaileen Alderdia (LAIA) (Partido Patriótico Revolu­
cionario de los Trabajadores) LAIA declaró que era imposible

^ «Extracto de las conclusiones de la reunión nacional del F.O . sobre la no cele­


bración del VI BN-a», Kemen, n.“ 1, 1974, en Documentos Y, vol. 15, pp. 268-76.
^ Nota editorial. Documentos Y, vol. 15, p. 106.
■* Para la versión de ETA-V de la defección del Frente Obrero, véase «Resolución
El nacionalismo vasco radical 181

transformar ETA en el partido revolucionario que necesitaban los tra­


bajadores vascos. La insistencia del Frente Militar en llevar a cabo su
acción prescindiendo de la participación de las bases, declararon los
miembros de LAIA, les había inducido a abandonar ETA, aunque
no a condenar la lucha armada como tal Las críticas de LAIA a las
prácticas de ETA-V eran menos profundas que las hechas previamen­
te por ETA-Berri y ETA-VI, y tampoco intentó extender su ámbito
de operaciones más allá de Euskadi, o unirse a grupos «españoles».
Este nuevo partido, aunque orientado hacia la lucha industrial, no te­
nía una posición clara frente a los sindicatos. LAIA estaba dividida
entre una tendencia marxista, encabezada por Jokin Apalategi, y otra
libertaria influida por la revista de Beltza, Gathazka, que abogaba
por un sistema asambleario de trabajadores como alternativa a los sin­
dicatos
La escisión, aunque surgida de una discrepancia sobre el modo
de organización de ETA-V, reflejaba diferencias sobre la probable
evolución pólítica del país tras la muerte de Franco. La mayoría de
los grupos de oposición empezaron a abrigar nuevas esperanzas de
una transición hacia un sistema más democrático, que aboliera las ins­
tituciones y prácticas que conformaban la dictadura franquista.
ETA-V siguió insistiendo en que la lucha armada era la única forma
de hacer caer a la dictadura, aislándose así del resto de la oposición,
que consideraba este tipo de acción contraproducente. En el período
que siguió al asesinato de Carrero Blanco, fueron muchos los que te­
mieron una intensificación de la represión, lo cual les haría retroce­
der hacia una situación similar a los primeros años de gobierno fran­
quista ^. Dichos temores no se aquietaron precisamente cuando Fran­
co eligió para jefe de gobierno a Arias Navarro, un funcionario con
largos años de servicio y un historial de dureza en los diversos pues­
tos que había ocupado desde la Guerra Civil. Como se vería, eran te­
mores excesivamente pesimistas. Arias se dirigió a la nación por te­
levisión el 12 de febrero de 1974, prometiendo reformas y avances
hacia una mayor democracia. En términos generales, el gobierno
Arias intentó una reforma parcial del sistema franquista, si bien de
modo vacilante y con muchos pasos en falso. El «espíritu del 12 de

del BT sobre la crisis obrerista», Kemen, n.° 3, sept. 1974, Documentos Y, vol. 15,
pp. 303-5.
^ «Langille Abertzale Iraultzaileen Alderdia (LAIA). «Por qué de su creación», Su-
garra, n." 1, 1975.
^ Entrevista del autor con J. M. Larrazábal, miembro del ejecutivo de LAIA, San
Sebastián, 8 marzo 1980. «Por el protagonismo obrero», entrevista con el portavoz de
LAIA, Punto y Hora, 10-16 marzo 1977.
^ Marcel Neidergang, «La succession de Carrero Blanco», Le Monde, 1 enero
1974.
182 John Sullivan

febrero», como se denominaría, fue recibido por la oposición ilegal


con una mezcla de esperanza y escepticismo
Un indicio de que muchos de los sectores tradicionales de apoyo
al régimen desconfiaban de las intenciones del gobierno Arias fue la
actividad violenta de ciertos grupos ultraderechistas, cuya presencia
se había hecho muy evidente en las manifestaciones a favor de Fran­
co durante el juicio de Burgos. Tras la muerte de Carrero Blanco, es­
tos grupos, compuestos principalmente, según creencia generalizada,
por policías fuera de servicio, aumentaron sus ataques a miembros
de la oposición. Su actividad, unida a la actuación brutal y cargada
de tensiones de la policía, que causó la muerte de una serie de per­
sonas inocentes, contribuyeron a crear un clima de inseguridad con­
siderado por muchos peor que la anterior situación, cuando la dic­
tadura no se había sentido seriamente amenazada.
Muchas personas del País Vasco interpretaron estos hechos como
un indicio del endurecimiento de la represión oficial. Lo cierto era
que, antes de la aparición de una oposición masiva al régimen, las au­
toridades habían ejercido el monopolio de la represión y no habían
tenido necesidad de recurrir a la ayuda de los llamados «grupos in­
controlados», que eran ilegales y, en teoría, clandestinos, pero cuyos
integrantes no fueron nunca detenidos ni procesados. La aparición
de dichos grupos ponía de manifiesto el temor de los más reacciona­
rios adeptos al régimen a estar siendo traicionados por un gobierno
dispuesto a considerar la legalización de los sindicatos y los partidos
E olíticos El poder que la derecha seguía teniendo dentro del go-
ierno quedó demostrado en marzo de 1974, cuando un anarquista
catalán, Puig Antich, fue ejecutado tras haber sido condenado por un
tribunal militar por el asesinato de un policía en 1973. Esta ejecución
hizo evidente, en opinión de los dirigentes de ETA-V, que el gobier­
no estaba empeñado en una lucha a muerte contra todos los revolu­
cionarios, y que aquellos reformistas que creían posible un desman-
telamiento pacífico del sistema se engañaban *°.
Los dirigentes del PNV no lo interpretaron así, y continuaron re­
forzando la organización del partido discretamente, y aprovechando
las libertades que se permitían para dar a conocer al público su exis­
tencia. En la Semana Santa de 1974, Leizaola, jefe del gobierno vasco
en el exilio, asistió a las celebraciones del Aberri Eguna, una visita

* El parecer expresado por ETA-V sobre el gobierno Arias insistía en la mezcla


contradictoria de un aumento de la represión con gestos de liberalización. «Editorial»,
Hautsi, n.“ 5, julio 1974.
«El Movimiento Nacional ante los partidos políticos». Fuerza Nueva, 10 agosto
1974.
^3.n{\eto áeKVh-V, Una pena de muerte en Barcelona, Documentos K, vol. 15,
pp. 463.
El nacionalismo vasco radical 183

que se repitió en 1975. La prensa del PNV sostuvo que las visitas de
Leizaola eran clandestinas pero a los miembros de ETA-V les pa­
recía poco probable que no se hubiera concedido permiso de entrada
en España a Leizaola, ya entrado en años. Las esperanzas abrigadas
por los dirigentes del PNV de una pacífica disolución del régimen
franquista que dejara margen para la concesión de libertad a los vas­
cos, fueron alentadas por ciertas muestras de liberalización de algu­
nos sectores del régimen. Por ejemplo, a fines de 1974, los represen­
tantes en Cortes por el tercio familiar de las provincias vascas anun­
ciaron que iban a solicitar la devolución a Guipúzcoa y Vizcaya de
los privilegios encarnados en los Conciertos Económicos, retirados
en 1937 como acto punitivo por haber apoyado a la República La
actitud de los líderes de ETA-V ante estos acontecimientos fue reci­
birlos como victorias parciales, conseguidas por la lucha, y la de re­
celar de cualquier intento de llegar a un acuerdo que no implicara la
concesión de total libertad a Euskadi.
Dado que los dirigentes de ETA-V creían que los cambios ope­
rados se debían a una combinación de la acción de masas y de su pro­
pia lucha armada, se sintieron animados a intensificar su campaña.
Los jefes de la organización comprendían que la situación había cam­
biado, y que ese activismo de masas que siempre habían considerado
necesario, ya se estaba produciendo. Sin embargo, a diferencia de la
mayoría de la oposición, los líderes de ETA-V no aspiraban a utili­
zar la acción de masas como palanca para forzar al gobierno a hacer
concesiones. Por el contrario, vieron la política vacilante del gobier­
no Arias como un indicio de la debilidad del régimen, lo cual am­
pliaba el alcance de la lucha armada, lejos de constituir un motivo
para abandonarla. Cuando varios de sus militantes fueron muertos,
heridos o capturados en choques con la policía, se endureció la pos­
tura de los dirigentes de ETA-V. Un ejemplo de esta nueva y más
intransigente actitud se manifestó en abril de 1974, cuando un mili­
tante de ETA-V disparó y mató a un cabo de la Guardia Civil, Gre­
gorio Posadas, en Azpeitia, Guipúzcoa
Por lo general, los policías muertos a manos de militantes de
ETA-V hasta aquel momento habían caído víctimas de encuentros
con comandos de ETA, que intentaban cruzar la frontera para no ser
arrestados. Las principales excepciones habían sido los asesinatos pre­

" «El lendakari Leizaola en Gernika», Euskadi, abril 1974, Documentos Y,


vol. 15, p. 249.
«Los vascos piden concierto económico». Doblón, 14 diciembre 1974. Los re­
presentantes por el tercio familiar eran los únicos diputados en Cortes que eran ele­
gidos, aunque con un censo electoral limitado.
Comunicado de ETA, 4 abril 1974, Documentos Y, vol. 15, p. 467.
184 John Sullivan

meditados de Melitón Manzanas en 1968, y de Carrero Blanco. Pero


estas dos víctimas eran casos especiales, pues Manzanas había sido de­
nunciado como torturador conocido y Carrero, decían, había sido el
hombre clave en los intentos del régimen por realizar la transición ha­
cia un franquismo sin Franco. El asesinato de Posadas también se ha­
bía planteado como caso especial, porque se alegaba que no sólo se
distinguía por su brutalidad y su fanatismo, sino que era responsable
de reunir la información sobre ETA-V. Sin embargo, en un comuni­
cado en el que se hacía responsable de esta muerte, ETA-V aclaró
que era un acto de represalia por la muerte de sus militantes a manos
de la policía y anunció que, en adelante, todos los sectores de las fuer­
zas de seguridad se considerarían objetivos legítimos A lo largo
de 1974, los grupos de acción de ETA-V llevaron a cabo una cam­
paña de robos y colocación de bombas, que estuvo a la altura de la
lanzada en 1968-69 y tuvo similares efectos sobre la organización de
ETA-V, siendo causa de muchas detenciones y huidas al exilio. Los
dirigentes de ETA-V no consideraron el asesinato de Carrero Blanco
como una operación aislada. En 1974 habían planeado el secuestro
de figuras destacadas, entre ellas Gómez Acebo, primo del Príncipe
Juan Carlos, así como la hija de Franco y su marido, el Marqués de
Villaverde Todos estos planes fracasaron, sin embargo ÉTA-V
consiguió llevar a buen término una serie de robos y colocación de
bombas, y el rescate de uno de sus presos, José Urzelay, sacándolo
de un hospital de San Sebastián Estos éxitos se lograron a alto pre­
cio. En agosto dos de los más importantes miembros de ETA-V, José
Antonio Garmendia (Tupa) y José María Arruabarrera (Tanke) fue­
ron gravemente heridos y capturados tras un choque con la guardia
civil cerca de San Sebastián Urzelay murió en octubre cuando la
policía asaltó la casa donde se escondía ***. La captura de destacados
militantes de ETA obligó a muchas personas a exiliarse.
Algunos de los jefes de ETA-V, particularmente Pertur, estaban
decididos a que la organización creara una fuerza política capaz de
complementar la labor del Frente Militar. La estructura de ETA-V
no permitía a sus miembros la formación de una base política. En la
práctica, dado que se concedía prioridad a la lucha armada realizada
por los liberados del Frente Militar, los militantes «legales» que ope­
raban y vivían en el interior tenían que subordinar sus esfuerzos a la
ayuda a los liberados, proporcionándoles información, protección y

Primero de mayo (panfleto de ETA), Documentos Yy voL 15, p. 472.


Amigo, Pertur..., pp. 71-72.
Ibíd.y p. 73.
Comunicado de ETA, Documentos Y, vol. 15, pp. 481-82.
A los familiares de Jon Urzelay Imaz, Documentos Y, vol. 15, p. 486.
El nacionalismo vasco radical 185

mantenimiento. Puesto que los liberados eran trasladados después de


realizada su misión, no se podía construir una organización perma­
nente Pertur, respaldado por Goiherri, Múgica Arregi y Garayal-
de (Erreka), propusieron una forma de organización que, decían, per­
mitiría a ETA-V construir una sólida organización local. Su propues­
ta consistía en que hubiera un jefe en cada región con responsabili­
dad sobre todas las acciones llevadas a cabo en su zona. Se manten­
dría la división en frentes en el nivel de las agrupaciones locales, pero
la creación de unidades políticas aseguraría una dirección unificada
Estas propuestas, que se pusieron a prueba en unas cuantas zonas,
constituían un intento serio de dar vitalidad a la estructura de fren­
tes, pero, de modo inevitable, suscitaron la oposición de los libera­
dos del Frente Militar, dado que, de ponerse en práctica, acabarían
con su práctica independencia de todo control exterior. Los dirigen­
tes del Frente Militar también pensaban que semejantes medidas, al
borrar las líneas divisorias entre los frentes, serían peligrosas para la
seguridad.
Los dirigentes de ETA-V se vieron una vez más ante el problema
endémico de la conflictividad surgida entre las necesidades de una
vanguardia armada totalmente secreta y una organización dedicada a
fomentar la acción de masas. Pertur y los que pensaban como él, com­
prendían que había poderosas fuerzas dentro de la clase dirigentes es­
pañola dispuestas a desmantelar las estructuras e instituciones del ré­
gimen franquista. Las posibilidades de lograrlo eran inciertas en Es­
paña en general. En Euskadi, los indicios eran aún más contradicto­
rios, pues la intensificación en los niveles de lucha producía un in­
cremento de la represión, arrestos, estados de excepción, y mayor
brutalidad de la policía y los «incontrolados». Aunque los conflictos
de masas arrancaban concesiones al gobierno, los dirigentes de
ETA-V creían que existía un peligro real de que, a falta de una di­
rección revolucionaria, el principal beneficiario de la lucha fuera el
PN V ^'. El liderazgo de ETA-V coincidió con el resto de la oposi­
ción española en el interés ante el golpe de Estado que, en abril de
1974, derrocó a la dictadura portuguesa y dio paso a un proceso
que llevaría al abandono del imperio portugués, una considerable na­
cionalización, y, con el tiempo, a la creación de una democracia par­

Entrevista del autor con Kepa Aulestia, San Sebastián, 31 julio 1984.
Ibíd.
«Editorial», Hautsi, n.“ 5, julio 1974.
Para la reacción de ETA-V a los sucesos de Portugal, véase «Golpe de estado
en Portugal», Hautsi, n." 5, julio 1974. Para la reacción de la ultraderecha, véase «In­
dochina y Portugal», Fuerza Nueva, 31 mayo 1975, y «Portugal E o futuro imperfec­
to», Fuerza Nueva, 19 abril 1975.
186 John Sullivan

lamentaria. Inevitablemente, el golpe tuvo muchas repercusiones en


España. Algunas personas de derechas lo interpretaron como un mo­
tivo para intensificar la represión, pero la reacción más generalizada
fue la de considerar que los sucesos portugueses eran una prueba más
de que el régimen franquista estaba trasnochado, y no podría sobre­
vivir a su fundador mucho tiempo. Los elementos liberales del mun­
do financiero y la administración afirmaron sus vínculos con los ele­
mentos moderados de la oposición, en un intento de preparar una
transición a la democracia parlamentaria que fuera más controlada de
lo que había sido en Portugal.
Un claro indicio de la inviabilidad de la política de Arias Navarro
de hacer reformas mientras mantenía las estructuras básicas del régi­
men, fue el proporcionado en febrero, por un incidente en el que es­
tuvo involucrado Monseñor Añoveros, obispo de Bilbao. Este obis­
po había ordenado al clero de su diócesis que leyera un sermón en
el que se protestaba por la persecución de que eran objeto la lengua
y la cultura vascas. La oportuna iniciativa de Añoveros fue un claro
desafío a las autoridades, mucho más de lo que había sido la petición
de clemencia de los obispos vascos para los presos de Burgos, en
1970. El gobierno puso al obispo bajo arresto domiciliario e intentó
forzarle a que saliera de España Semejante conflicto entre Iglesia
y Estado era prueba evidente de que un sector de la Iglesia pensaba
que no había futuro a largo plazo para el régimen franquista, y de­
seaba distanciarse de él.
Los que aún tenían esperanzas de que el gobierno Arias pudiera
presidir una transición hacia un sistema más democrático se vieron
decepcionados en octubre de 1974, cuando Arias despidió a Pío Ca-
banillas, ministro de Información y Turismo, y uno de los miembros
más liberales del gabinete, induciendo al ministro de Hacienda, Ba­
rrera de Irimo, a dimitir en solidaridad con su compañero Un mo­
tivo del falso optimismo sobre las probabilidades de una reforma sus­
tancial, fue la convicción de que Franco se estaba muriendo y había
delegado su autoridad provisionalmente en el Príncipe Juan Carlos,
cuando fue ingresado en el hospital en julio de 1974. Pero la entrega
de competencia fue sólo transitoria, pues Franco se recuperó y rea­
nudó el pleno ejercicio de sus poderes en septiembre. Previendo que
la muerte del dictador no podía tardar mucho en llegar, la mayor par­
te de las fuerzas de oposición se dedicaron a reafirmar sus organiza-

Ortzi, Historia..., pp. 405-7.


«La crisis política», Doblón, 2 noviembre 1974. Algunos de sus compañeros con­
sideraban que Cabanillas estaba suavizando la censura indebidamente. «Arias lamenta
los ceses», Doblón, 9 nov. 1974. «Por qué se fueron». Cambio 16, 11-17 nov. 1974.
El nacionalismo vasco radical 187

Clones preparándose para la transición al sistema democrático que,


así lo esperaban, vendría a continuación.
La salida del Frente Obrero de ETA-V no acalló las disputas en­
tre los que querían que ETA-V siguiera una política puramente mi­
litar y los que, como Pertur, deseaban que tomara la iniciativa en ac­
ciones de masas. Las disensiones en el seno de la directiva culmina­
ron a raíz de la explosión de una bomba en la Calle del Correo de
Madrid, el 13 de septiembre, en la que murieron una serie de civiles
y policías. La bomba había sido colocada en el Café Rolando, cerca
de la Dirección General de Seguridad, un conocido lugar de reunión
de policías y elementos de ultraderecha. Un mes después, ETA-V ne­
gaba haber puesto esta bomba en un comunicado ‘■®, y se especuló
con la posibilidad de que fuera obra del Frente Revolucionario An­
tifascista y Patriótico (FRAP) (frente de un grupo pro-albano, ante­
riormente maoísta), o de la extrema derecha. La policía hizo respon­
sables a varios miembros de ETA-V, así como a una serie de perso­
nas de izquierda de Madrid, como Eva Forest, algunas de las cuales
habían estado relacionadas con el PCE El asunto no llegó a acla­
rarse nunca, pues la amnistía declarada en 1977 evitó que los acusa­
dos de haber puesto la bomba fueran juzgados. Sin embargo, Lidia
Falcón, una de las detenidas, declaró que ETA-V, con la ayuda de
personas no vascas entre las que se contaba Eva Forest, había sido
autora de la colocación de la bomba
Casi inmediatamente después, ETA-V se escindió en dos organi­
zaciones distintas. Pese a que la bomba no fue la razón aportada por
ninguna de las dos facciones, fue el determinante de la decisión
Las divergencias en el seno de ETA-V habían sido muy acusadas des­
de la muerte de Txikia en la primavera de 1973, y sólo una serie de
componendas entre los diversos frentes había evitado que se dividie­
ra la organización en la primera parte de la Sexta Asamblea de ETA-V
en agosto de 1973. Cuando se produjo la escisión fue a causa de un

Aunque esta declaración tenía fecha anterior: Comunicado de ETA, 15 septiem­


bre 1974, en Documentos Y, vol. 15, p. 485, ninguna revista recibió el desmentido de
ETA hasta octubre. Declaración de la dirección nacional de ETA, 17 oct. 1974, Do­
cumentos Y, vol. 15, p, 489. El segundo comunicado repudió la bomba de forma mu­
cho más firme.
La policía no afirmó que el PCE, como organización, estuviera implicado, pero
alegó que algunos de sus miembros había colaborado con ETA-V. Pedro Costa, «Ope­
ración Jaulas», Cambio 16, 7-13 oct. 1974.
Lidia Falcón, Viernes y 13 en la Calle del Correo (Barcelona, 1981), pp. 156-58.
En Historia organizativa desde la escisión del Frente Obrero hasta la 2." parte
de la VI Asamblea, ETA-PM, uno de los grupos surgidos de esta escisión, afirmó que
ETA-V se dividió en cuanto a la cuestión de si expresar o no aprobación sobre la bom­
ba. Documentos Y, vol. 17, pp. 249-57.
188 John Sullivan

problema ya conocido: la incapacidad de la organización para ejercer


un control colectivo sobre el Frente Militar. En septiembre, el C o­
mité Ejecutivo del Frente Militar había informado al resto de la di­
rección de ETA-V de que iba a celebrar su reunión anual para deci­
dir su estrategia. Cuando el resto de la dirección intentó asistir a la
reunión, con la intención de defender la posición oficial de ETA-V
de que las acciones militares debían quedar determinadas por deci­
siones políticas, los jefes del Frente Militar se negaron a permitir la
entrada de los miembros de otros frentes En una reunión del Bilt-
zaar Ttippia (BT) celebrada en octubre, la organización se dividió al
negarse los dirigentes del Frente Militar a acatar las decisiones ma-
yoritarias Justificaron su salida sosteniendo que las reformas or­
ganizativas adoptadas por ETA-V hasta el momento eran inadecua­
das para una organización dedicada a la lucha armada. Dichas refor­
mas, afirmaban, habían tenido como consecuencia que los militantes
realizaran toda una serie de labores diversas, lo que a su vez había
resultado en falta de seguridad. El intento de unir la acción de masas
a la lucha armada dentro de una misma organización debía, en su opi­
nión, abandonarse
El Frente Militar (en adelante ETA-Militar, o ETA-M) declaró
que desde entonces se limitaría a la práctica de la lucha armada. Sus
dirigentes insistieron en que ello no implicaba que fuera innecesaria
la acción de masas, sino simplemente que debían llevarla a cabo unos
cuerpos organizativamente separados de los dedicados a la acción mi­
litar En el momento de su separación, ETA-M consistía en unas
treinta personas, en su mayoría liberados, que vivían en el País Vas­
co francés. Su figura dominante, Argala, había sido uno de los prin­
cipales responsables del asesinato de Carrero Blanco. Otros, como
Pérez Revilla e Imanol Pagoaga, antiguo miembro de Las Cabras,
eran veteranos si se les comparaba con los jefes de la facción contra­
ria. Inicialmente, ETA-M no intentó aumentar el número de sus mi­
litantes y se negó a admitir personas muy jóvenes La escisión de
ETA-M fue una declaración de que iba a limitarse a la función espe­
cializada de la lucha armada. Aunque hacía un llamamiento a la clase

Ibíd.
Planteamiento del grupo escindido. Análisis y crítica. Documentos Y, vol. 15,
pp. 312-21.
Zutik Agiri (sin número ni fecha). ETA-M siguió utilizando el título de Zutik
para su revista. ETA-PM utilizó el de Hautsi, anteriormente órgano del Frente Cul­
tural, para su principal revista.
Ibíd.
Los motivos de ETA-M para no intentar un reclutamiento amplio aparecieron
en «Complemento a nuestras posiciones políticos expresadas», Zutik, n.“ 65, agosto
1975.
El nacionalismo vasco radical 189

obrera y las fuerzas patrióticas para que formaran un frente común


en pro de la liberación nacional, la propia ETA-M no hizo esfuerzo
alguno a favor de las acciones de masas, ni en el movimiento obrero
ni en el ámbito cultural; su producción de material escrito era escasa,
y en la práctica tenía su base en el País Vasco francés, entrando en
España para realizar sus operaciones y volviendo a Francia una vez
cumplidas sus misiones. Esta estrategia era similar a la empleada por
Etxabe cuando era jefe del Frente Militar de ETA en 1970. Pero el
potencial militar de ETA-M era mucho mayor del que había estado
al alcance de Etxabe, y ciertos cambios en la situación le permitirían,
más adelante, llevar a cabo una campaña mucho más extensa que nin­
guna de las anteriores.
La rama principal de ETA tras la escisión del Frente Militar adop­
tó el nombre de ETA-Político Militar (PM). Esta denominación des­
cribía la fórmula con la que ETA-M había intentado solventar la cri­
sis organizativa a que se había referido ETA-M. Los dirigentes de
ETA-PM admitían que la unión de la labor de masas y la lucha ar­
mada planteaba problemas a las personas comprometidas en ambos
tipos de actividad. Pero también conocían los desastres que había pro­
ducido la incapacidad para controlar al Frente Militar, en cuya auto­
nomía habían insistido sus jefes. Algunas de las personas que pasa­
ron a formar la dirección de ETA-PM habían defendido la conve­
niencia, dentro de una organización unificada, de una división de la
base según sus funciones, combinada con una dirección en el nivel
local que pudiera supervisar sus diferentes actuaciones. Así se espe­
raba poder evitar los riesgos que implicaba el mezclar a militantes de
frentes diferentes, así como el peligro de que dichos frentes se con­
virtieran en organismos autónomos, empeñados en políticas distin­
tas, como había ocurrido antes de la división La ausencia de di­
vergencias políticas con expresión definida entre ETA-M y ETA-PM
contrastaba fuertemente con las escisiones que habían resultado en la
formación de ETA-Berri y ETA-VI. La súbita situación de emergen­
cia producida por la bomba de la Calle Correo, el bajo nivel político
de las críticas de ETA-M, y la ideología claramente nacionalista de
las dos organizaciones surgidas de la división, produjo la impresión
de que las diferencias entre ambas afectaban simplemente a la propia
estructura de ETA-V. Y sin embargo las diferencias políticas exis­
tían, aún si no recibían una expresión adecuada por parte de ETA-M
o ETA-PM. Dichas diferencias surgían de la propia composición y
origen social de ETA, y se verían exacerbadas por los sucesos polí­
ticos que seguirían a la muerte de Franco.

«Unas sugerencias para nuestras estructuras», Kemen, n." 2 (sin fecha). Docu­
mentos Y, vol. 15, pp. 282-83.
190 John Sullivan

ETA-V, como la primera ETA, formaba parte de una arnplia reac­


ción radical y de clase media, contra la moderación e inactividad del
PNV. Los nacionalistas radicales de clase media estaban dispuestos a
aceptar a ETA-V como aliada, pese a que la declaración de marxis­
mo-leninismo de esta organización discrepara de sus propias ideas po­
líticas. Los nacionalistas radicales del tipo de Txillardegi siguieron
viendo en ETA-V y sus posteriores divisiones, compañeros válidos
para un Frente Nacional Vasco. Por otra parte, los dirigentes de ETA-
PM, como Pertur, se tomaban en serio su compromiso con la revo­
lución socialista, el internacionalismo y su versión del marxismo-le­
ninismo Esta clase de orientación les llevaba, inevitablemente, a
sentirse identificados con la clase obrera, fuera cual fuera su origen
étnico.
La pretensión de ETA-PM de ser una organización obrera, aun­
que sociológicamente infundada, le llevaba a recelar de los grupos na­
cionalistas que, a pesar de sus denominaciones socialistas, no tenían
presencia alguna en el movimiento obrero. Las frecuentes declaracio­
nes de ETA-PM a favor de la clase obrera la obligaron a adoptar una
actitud de respeto hacia esos marxistas «españoles» cuya influencia
en las fábricas era mayor que la suya. Los líderes de ETA-PM si­
guieron defendiendo su propia versión de la alianza del Pueblo Tra­
bajador Vasco (PTV), donde se encuadrarían tanto los trabajadores
inmigrantes como los nacionalistas radicales. Esta alianza era, por su
carácter, de difícil formación. Por el contrario, la índole de la activi­
dad de ETA-M le permitía prescindir de los problemas que plantea­
ba la actuación en el movimiento obrero. Su necesidad de apoyo en
los medios nacionalistas, le indujo a acercarse a personas que, cua­
lesquiera que fueran sus diferencias políticas, pertenecían a la misma
comunidad nacionalista.
Los líderes de ETA-PM siguieron insistiendo, a pesar de sus em­
presas políticas y la pérdida de la mayoría de los liberados del Frente
Militar, en la necesidad de la lucha armada. A raíz de la salida del
Frente Militar, ETA-PM celebró la segunda parte de su VI Asam­
blea, en diciembre de 1975, en la cual se abandonaría la estructura de
frentes —en la que ETA había quedado teóricamente organizada des­
de la Quinta Asamblea de 1967— y se adoptó la forma de organiza­
ción político-militar ETA-PM conservó la lealtad de la gran ma­

Para el reconocimiento por parte de Pertur de la debilidad de ETA-PM en las


fábricas, y su temor de que la vida política vasca pudiera polarizarse entre la derecha
vasca y la izquierda «española», véase «A la izquierda vasca», Langile, n.° 2, mayo
1975.
La decisión fue defendida en «Un comentario al comunicado de los militantes
escindidos» y «Análisis de la posición de Etaren Agirla desde el punto de vista poli-
El nacionalismo vasco radical 191

yoría de los afiliados a ETA-V. Ahora bien, como la escisión había


producido la salida de una serie de integrantes de los cuadros mili­
tares, tuvo que ascender a miembros muy jóvenes e inexpertos, como
Miguel Angel Apalategui (Apala) y Juan Paredes Manot (Txiki), a la
categoría de «liberados». Los jefes de ETA-PM no ignoraban que en
España se instalaría probablemente alguna forma de democracia bur­
guesa tras la muerte de Franco, y que a menos que se crearan orga­
nizaciones socialistas, los beneficiarios de la liberalización serían el
PNV y otras tendencias de derechas En consecuencia, la dirección
de ETA-PM se decidió a intentar la creación de un frente unido jun­
to a algunos grupos nacionalistas de reciente formación. La debilidad
organizativa de ETA-PM la impulsaba a buscar esta clase de aliados,
a pesar de sus dudas sobre su autenticidad socialista. Además, ETA-
PM, como organización explícitamente marxista, creía en la necesi­
dad de coaligarse con ios grupos «españoles» de izquierda como el
MCE y la ORT También ETA-M aspiraba a crear un frente co­
mún de nacionalistas de izquierdas, por lo que en esa cuestión existía
una cierta base de acuerdo, pero no en la conveniencia de aliarse a
fuerzas «españolas».
Había un amplio espectro de grupos de opinión nacionalista que
desaprobaba la pasividad del PNV y sospechaban que estaría dispues­
to a abandonar la lucha por la independencia, si un gobierno demo­
crático le ofrecía algún tipo de autonomía. Algunos de estos nacio­
nalistas radicales eran miembros de ELA-Berri que, si bien nominal­
mente era un sindicato, en realidad se trataba de una agrupación po­
lítica. Otros, algunos de ellos antiguos militantes de ETA, eran sim­
patizantes de la revista de Txillardegi, Branka. Además, una serie de
directores de las cooperativas de Mondragón deseaban crear un par­
tido más moderno que el PNV. En 1976, y a raíz de una serie de com­
plejos realineamientos, los hasta entonces fragmentados nacionalistas
radicales formaron un partido político, Euskal Sozialista Biltzarrea
(Convergencia Socialista Vasca), en adelante ESB La influencia de
ESB se hizo sentir mediante la revista Garaia, publicada de forma le­
gal en 1976 y 1977. ESB unía un programa social y económico mo­

tico-miütar», ambos en Aemen, n.“ 5, abril 1975, Doc«weníos K, vol. 17, pp. 318-28.
Comunicado de la segunda parte del Sexto Biltza Nagusi de ETA, Documen­
tos Y, vol. 17, pp. 302-4.
La ORT, que se había originado en una organización jesuíta para obreros, era
muy fuerte en Navarra.
Para el programa adoptado en el primer congreso de ESB en 1977, véase ESB
- Un programa socialista para la autonomía de Euskadi (Bilbao, 1977), passim; entre­
vista del autor con Ildefonso Triarte Ortemin, antiguo militante de ETA y ESB, San
Sebastián, 24 julio 1980. Para el origen de ESB, véase «José Antonio Ayustarán y la
historia de ELA-STV», Muga, n.° 3, feb. 1980.
192 John Sullivan

derado a un violento odio hacia el PSOE y una actitud ambigua ha


cia los inmigrantes. Los dirigentes del partido, entre los que figuraba
Txillardegi, aspiraban a poder lograr una amplia autonomía mediante
un pacto con la Corona, que les otorgara una versión moderna de
los Fueros. El carácter aparentemente arcaico de dicha estrategia era
consecuencia del deseo de ESB de evitar toda alianza con los parti­
dos «españoles»
La creación de ESB ponía de relieve el principal obstáculo a la for-
mación de la alianza política entre nacionalistas radicales y marxistas
«españoles» que querían los líderes de ETA-PM. El hecho de que
ESB estuviera apoyada por antiguos miembros de ETA, como eran
Txillardegi y Etxabe, demostraba que era expresión del nacionalismo
radical que habían producido la formación de ETA. La finalidad per­
seguida por los dirigentes de ETA-PM —unir la lucha nacional y la
social— exigía alianzas con las fuerzas sociales que ESB representa­
ba, así como con grupos del estilo del MCE. Pero semejante coali­
ción habría sido un anatema para ESB, específicamente creada para
combatir a la izquierda «españolista». Los jefes de ESB consideraban
a su partido como expresión de uno de los sectores del espectro na­
cionalista. El PNV, al igual que las dos versiones que ETA represen­
taba, eran, en su opinión, componentes igualmente válidos de la co­
munidad nacionalista. La directiva de ESB veía su partido como com­
plementario de, y no en competencia con, el PNV Pese a que el
fracaso de ETA-PM en crear la alianza política que buscaba sería una
dificultad a largo plazo, su problema más inmediato era el de forta­
lecer su capacidad para la lucha armada que había quedado seriamen­
te debilitada por la defección de ETA-M.
ETA-PM formó un grupo de acción, los Bereziak, para operacio­
nes particularmente difíciles. La creación de este grupo pareció san­
cionar la idea de ETA-M de que las acciones militares no debían ser
realizadas por las personas también consagradas a la labor de masas.
Pero el grupo de los Bereziak no tenía la función de ocuparse de to­
das las tareas militares de ETA-PM, la mayoría de las cuales serían
llevadas a cabo por militantes «legales» residentes en España . Lo
que se perseguía con estas disposiciones era evitar el peligro de que
las tendencias militares desarrollaran sus actividades al margen del

Para una manifestación sobre la necesidad de que las fuerzas abertzales se unie­
ran contra los partidos «españoles» de derecha e izquierda, véase «Batasuna —un cla­
mor popular», Garaia, 9-16 sept. 1976.
Entrevista con ei dirigente de ESB, Carlos Caballero, Eugenio Ibarzábal, Eus-
kadi. Diálogos en torno a las elecciones (Zarauz, 1977), pp. 141-55.
En lenguaje de ETA, un activista «legal» era el que llevaba una vida aparente­
mente normal y utilizaba su propio nombre.
El nacionalismo vasco radical l‘«

control de ETA-PM La secesión de ETA-M no impidió que ETA-


PM lanzara una ofensiva militar. En marzo de 1975 los Bereziak ma­
taron a un agente de policía en San Sebastián e iniciaron la ya tra­
dicional campaña armada en vísperas de las celebraciones del Aberri
Eguna en Semana Santa. El ritmo acelerado de las acciones de ETA-
PM produjo las consabidas consecuencias de la captura y muerte de
una sene de sus militantes. En abril, fue apresado Goiherri tras ha­
ber quedado herido en un encuentro con la policía en el que murió
su compañero Por el contrario, la campaña de ETA-M se inició
de forma más paulatina. El incremento de las acciones violentas llevó
al gobierno a imponer el Estado de Excepción en Guipúzcoa y Viz­
caya, el sexto desde 1967, y a aprobar un decreto-ley que concedía
mayores poderes a la policía en toda España
En el verano de 1975, ETA-PM reaccionó a la intensificación re­
presiva en el País Vasco ampliando su área de operaciones a toda Es­
paña. Se enviaron destacamentos de Bereziak a Cataluña, Galicia y
Madrid, donde proyectaban realizar una serie de operaciones, entre
las que iba a contar la organización de una huida de la cárcel de Se-
govia La campaña fue un desastre, siendo arrestados militantes de
ETA-PM en Madrid, Barcelona y Galicia, donde también fueron de­
tenidos miembros de la orpnización nacionalista gallega con la que
los liberados de ETA-PM intentaban llevar a cabo operaciones mili­
tares conjuntas '***. A fines de julio las autoridades pusieron fin al es­
tado de excepción en Guipúzcoa y Vizcaya, claro indicio de que con­
sideraban que ambas ramas de ETA estaban en gran medida debili­
tadas^^. A pesar de tan fuertes pérdidas, ETA-PM continuó en su
empeño de montar una campaña en Barcelona y Madrid. Los inten­
tos produjeron nuevas capturas y muertes, entre ellas las de algunos
miembros destacados de la organización como era Múgica Arregui,
de modo que hacia fines de 1975, la capacidad de ETA-PM para lle-
var a cabo acciones armadas quedó muy reducida
Entrevistas del autor con Kepa Aulestia, un librado de ETA-V, San Sebastián,
31 julio 1984, y Goiberri, 5 agosto 1984.
«Semana vasca». Cambio 16, 7-13 abril 1975.
Entrevista del autor con Goiberri, arriba mencionada; Amigo, Pertur..., p. 99.
Cambio 16, 5-12 mayo 1975. En Vizcaya fueron detenidas casi 200 personas du­
rante el período del Estado de Excepción. Cambio 16, 2-8 junio 1975.
«A tiros por España», Cambio 16, 11-17 agosto 1975.
En «Ante las detenciones de militantes de ETA en Madrid y Barcelona. Decla­
ración del Comité Ejecutivo de ETA», Hautsi, n.° 6, sept. 1975, ETA-PM afirmaba
que sus grupos de acción, al operar en otros puntos de España estaban intentando ali­
viar la represión en Euskadi.
Cambio 16, 4-10 agosto 1975.
«Comunicado de ETA. Ante las detenciones de ETA en Madrid y Barcelona,
12 septiembre 1975», en Hautsi, n.“ 7, oct. 1975.
194 John Sullivan

Cuando inició su existencia independiente, ETA-M no disponía


de una organización comparable a la de su rival, formada como es­
taba principalmente por un pequeño número de liberados residentes
en el País Vasco francés. Pocos de sus miembros tenían un gran dis­
cernimiento o experiencia políticos, pese a ser, por término medio,
de mayor edad que los de ETA-PM. La figura política y organizativa
dominante de ETA-M, Argala, era uno de los contados miembros
que habían pertenecido a ETA en los años sesenta, antes de la VI A-
samblea Bajo su liderazgo, los primeros pasos de ETA-M consis­
tieron en el asesinato de miembros de la guardia civil tanto en Gui­
púzcoa como en Vizcaya A ello siguió la muerte a tiros de su­
puestos confidentes de la policía, entre ellos el alcalde de Oyarzun,
Guipúzcoa, en noviembre La campaña de ETA-M fue menos am­
biciosa que la de ETA-PM, pero logísticamente fue más viable.
ETA-M no operó fuera del País Vasco y sus objetivos fueron, en
gran medida, seleccionados en razón de las posibilidades de llevarlos
a cabo sin arriesgar la supervivencia del grupo. Aunque ETA-M su­
frió bajas como consecuencia de su campaña, fueron de mucha me­
nor importancia que las sufridas por ETA-PM. Poco después del ase­
sinato del alcalde de Oyarzun, la organización ordenó a todos los al­
caldes del País Vasco que dimitieran, declarando que, de otro modo,
también ellos serían asesinados Este tipo de acciones no necesita­
ba de la complicada estructura de militantes organizados en el inte­
rior de España que exigía la estrategia defendida por los líderes de
ETA-PM, pues lo que prineipalmente requería ETA-M de sus sim­
patizantes era información sobre la existencia y movimientos de ene­
migos del pueblo vasco. En ocasiones este modo de operar provocó
errores y obligó a la organización a disculparse por la muerte de un
hombre inocente
La mayor parte de la población del País Vasco consideraba que
la violencia de ambas ramas de ETA representaba una amenaza me­
nor que la conducta de las fuerzas de seguridad, que^^n 1974-75, ma-

Para la implicación de Argala en el asesinato de Carrero Blanco, véase Le Mon­


de, 25 diciembre 1973. Se pueden encontrar algunos pormenores autobiográficos en el
prólogo de Argala a Apalategui, Los vascos de la nación al estado. Para un tributo pos­
tumo de Telesforo Monzón a Argala, véase «Argala, un abertzale de talla universal y
un caballero revolucionario y socialista», Egin, 31 nov. 1979.
Cambio 16, 26 mayo-1 junio 1975.
Véase el panfleto de ETA-M, Campaña antitxihatos, 25 nov.975. Documen­
tos Y, vol. 16, pp, 299-300.
Alkatee Kontraka Campaina, 9 feb. 1976, y Por qué la campaña antialcaldes
(sin fecha), ambos en Documentos Y, vol. 16, pp. 296-300.
En un panfleto sin título redactado en febrero de 1976, ETA-M pedía perdón
a la familia del hombre que había matado. Documentos Y, vol. 16, p. 303.
1:1 nacionalismo vasco radical 195

t.iron a 22 personas en manifestaciones o controles de la policía, en


l.is cuatro provincias vascas. Solamente en 1974, 105 personas fueron
heridas por disparos de la policía En ocasiones las víctimas eran
p.irtidarias de una de las dos ramas de ETA, pero con más frecuencia
simplemente eran personas que tuvieron la desgracia de encontrarse
cerca de un policía propenso a disparar. Por ejemplo, en julio de 1975,
en Ondárroa, un joven que volvía a su casa de una fiesta con un gru­
po de amigos cantando canciones vascas, fue llamado al cuartel de la
policía de la localidad. Al día siguiente sus padres fueron informados
de su muerte, que según la policía había sido accidental En mayo
de 1975, en Bilbao, la policía torturó y mató a un sacerdote sospe­
choso de ser simpatizante de ETA. Este tipo de incidentes provoca­
ban manifestaciones y renovada brutalidad de la policía al dispersar­
las. También suscitaban una sostenida incorporación de militantes a
ambas ramas de ETA.
Aunque ETA-M no se dedicaba a la acción política, empezó a
adoptar ciertas posturas políticas, en primer lugar mediante sus crí­
ticas a ETA-PM, formuladas casi un año después de la escisión que
había producido las dos organizaciones rivales. Las críticas fueron
suaves si se comparan a las que siguieron a anteriores escisiones en
el seno de ETA. En una declaración de ETA-M se admitía que las
diferencias en ideología y fines habían sido realmente insuficientes
para justificar la división que se había producido en ETA-V, y que
la tensión de operar en la clandestinidad había sido la causa de acti­
tudes intransigentes por su parte y por la de ETA-PM. En esencia,
las críticas de ETA-M a su rival se centraban en que ETA-PM se ha­
bía lanzado a una campaña militar que sobrepasaba sus posibilida­
des, y que la estructura político-militar que había adoptado era to­
talmente inadecuada para un grupo dedicado a la lucha armada
A la vista de las grandes pérdidas sufridas por ETA-PM en 1974 y
1975, la crítica podía parecer justificada en términos militares, y era
difícil negar los efectos desastrosos que había tenido la ofensiva mi­
litar de ETA-PM. Sin embargo, la mayor parte de la dirección de
ETA-PM extrajo unas conclusiones distintas, lo cual les indujo a exa­
minar la debilidad de la organización en otros aspectos, aparte del mi­
litar.
Consecuencia de la pérdida de tan gran número de militantes fue
que, en el verano de 1975, Pertur quedara como principal estratega

Luis C. Núñez, La sociedad vasca actual (San Sebastián, 1977), p. 128. Miguel
Casiclls, Radiografía de un modelo represivo (San Sebastián, 1982), p. 82.
' ’ Información mensual (IM), junio 1975. IM era la revista del Partido Carlista.
«Situación política en Euskadi Sur. B —La organización politicomilitar», Zutiky
n.” Íi5 (ETA-M), agosto 1975.
196 John Sullivan

de ETA-PM, reforzándose la determinación de éste a ampliar el ám­


bito de las acciones del grupo, preparándose así para la nueva situa­
ción que se produciría a raíz de la muerte de Franco, en la cual con­
vendría a ETA-PM contar con organizaciones políticas y sindicales.
A pesar de su predominio político e intelectual, Pertur no era un
ejemplo típico del militante de ETA-PM, pues procedía de una fa­
milia de San Sebastián de clase media, culta y no vascoparlante. Sus
actividades en ETA-V y ETA-PM habían consistido en labores de
tipo organizativo, literarias y educativas, y no había tomado parte di­
recta en ninguna acción violenta. La decidida convicción de Pertur
de que ETA-PM debía tener presencia política, así como militar, le
impulsó a iniciar la elaboración de un plan para crear un partido po­
lítico. El resultado de sus reflexiones fue el documento Otsagabia,
que apareció en 1976 y llegaría a producir una escisión en las filas de
ETA-PM
La debilidad del Frente Obrero comparado no sólo con el PCE,
sino incluso con MCE, ORT o ETA-VI, había inducido a ETA-V
en 1974 a considerar el modo de organizar a los obreros que comul­
gaban con la aspiración a la independencia vasca pero no estaban dis­
puestos a afiliarse al Frente Obrero y exponerse con ello a todo el
peso represivo que iba dirigido contra los militantes de ETA. ETA-V
decidió que lo que necesitaba era un equivalente nacionalista de C o­
misiones Obreras, una organización de masas no vinculada oficial­
mente a la organización política La marcha de la mayoría de los
miembros del Frente Obrero para formar el partido político LAIA
había debilitado la ya minúscula base industrial de ETA-V, y simul­
táneamente puso de manifiesto la necesidad de colaborar con LAIA
y organizaciones similares en la construcción de un sindicato nacio­
nalista. En 1974, LAIA intentó la creación de una versión naciona­
lista de Comisiones Obreras —las Comisiones Obreras Abertzales
(COA)— cuya labor estaría volcada tanto hacia la liberación nacio­
nal como a la lucha de clases
Esta era también la perspectiva de ETA-V sobre esta cuestión,
aunque preocupaba a LAIA que la unión de su labor^indical con la
de ETA-V pudiera supeditarla a la dinámica militar que había sido el
origen de su descontento con esta organización. Con todo, en 1975
ambos grupos colaboraron en COA, cuyo nombre fue substituido

Otsagabia, Documentos Y, vol. 18, pp. 107-27.


«Por un movimiento obrero vasco y abertzale», Langile, julio 1974. De Langi-
le, una revista que tenía la finalidad de tratar sobre la lucha obrera, sólo se publicaron
dos números. El segundo apenas contenía nada sobre cuestiones sindicales.
«Comisiones obreras abertzales (CO A/LKA ) Langile Komizia Abertzaleak»,
Sugarra, n.“ 1, 1975.
Id nacionalismo vasco radical 197

por el de Langile Abertzaleon Batzardeak (Comité Patriótico Obre­


ro, LAB). LAIA deseaba que la organización se consagrara a la in­
dependencia de Euskadi, pero ETA-PM, uno de los grupos en que
se había escindido ya ETA-V, prefería la fórmula menos definida de
liberación nacional con el fin de atraer una base de apoyo más am­
plia LAB aportó al nacionalismo radical un sindicato embrio­
nario que, no obstante, era muy débil en comparación a Comisio­
nes Obreras. Además de ser reducida, LAB estaba internamente
dividida desde sus comienzos. La facción anarquista de LAIA quería
que LAB fuera una especie de soviet, pero la mayoría de los miem­
bros de LAIA coincidían con la opinión de ETA-PM, expresada por
Pertur, de que la evolución de LAB dependería de los hechos, pero
que con toda probabilidad se convertiría en un sindicato militante
La escasa fuerza del nacionalismo de izquierdas en el ámbito sin­
dical se manifestó también en la arena política. Mientras la oposición
moderada esperaba la liberación que, en opinión general, seguiría a
la muerte de Franco, empezó a preparar alianzas con aquellos ele­
mentos del régimen que deseaban un sistema parlamentario después
del franquismo. El PCE tomó la iniciativa en la formación de dicha
alianza, la Junta Democrática, en julio de 1974. El miembro no co­
munista más conocido de la Junta era Calvo Serer, monárquico y an­
tiguo director del periódico Madrid, que había estado vinculado al
Opus Dei Lograr la unidad de la oposición resultó más difícil que
alcanzar acuerdos con personas que habían estado anteriormente en
el régimen franquista. El recientemente restaurado PSOE respon­
dió a la creación de la Junta Democrática formando otra alianza, la
Plataforma de Convergencia Democrática, con fuerzas liberales, cris­
tianas y de otras ideologías en la primavera de 1975. En el programa
de la Junta se pedía el reconocimiento de la «personalidad política»
del País Vasco, pero también la unidad del Estado español, una po­
sición más centralista que la adoptada previamente por el PCE La

«Tesis sobre LAB», Kemen, n.“ 6, 1975, Documentos Y, vol. 17, pp. 364-371.
Organización de masas LAB (sin fecha), Documentos Y, vol. 17, pp. 403-6.
«La Junta Democrática de España», Información Española, 119, sept. 1974. Para
las dudas de Calvo Serer sobre las posibilidades de que el Príncipe Juan Carlos se con­
virtiera en un rey aceptable para todos los españoles, o simplemente fuera el heredero
de Franco, véase «Juan Carlos aprés son pére», Le Monde, 29 enero 1974.
En octubre de 1974, en un congreso celebrado en Suresnes, Francia, el PSOE
había depuesto a su antiguo Secretario General, Rodolfo Llopis, y lo había substitui­
do por Felipe González, un joven abogado de Sevilla. Para una exposición del renacer
del PSOE, véase «The Spanish Socialist Party 1939-76», por John L. Hollyman, M. A.
Thesis, Universidad de Reading, 1976, passim.
Carrillo siguió defendiendo el derecho de los vascos a la autodeterminación.
Véase Santiago Carrillo, Demain l’Espagne (París, 1974), p. 202.
198 John Sullivan

Plataforma se mostró ligeramente más favorable al derecho de inde­


pendencia.
Ambas organizaciones obtendrían el apoyo de amplios sectores
del espectro político, desde conservadores a maoístas, pero ninguna
de las dos tuvo mucho respaldo en el País Vasco. El PNV estaba dis­
puesto a acoger semejantes iniciativas a nivel del Estado, pero insistía
en la legitimidad del gobierno vasco en el exilio y en su papel como
mediador político. Aún menor era la disposición de los nacionalistas
radicales a aceptar cualquier organismo que no concediera a Euskadi
el derecho a elegir la independencia. Pese a todo, la formación de am­
bas alianzas resaltó el hecho de que el nacionalismo radical no podía
ofrecer un equivalente propio. Este vacío fue llenado por Koordina-
dora Abertzale Socialista, en adelante KAS, una organización que so­
breviviría a sus rivales «españoles» muchos años Componían KAS,
ETA-PM, LAIA y unos cuantos partidos diminutos de izquierda na­
cionalista. La finalidad original de KAS había sido hacer campaña
contra las sentencias de muerte que, con toda probabilidad, iban a im­
ponerse a tres miembros de ETA-PM. ETA-M, consecuente con su
posición de evitar la acción de masas, no se unió oficialmente a KAS,
pero la apoyaba. Los diversos grupos nacionalistas de izquierda no
conseguían coincidir sobre las funciones que debía cumplir KAS. Se­
gún las distintas opiniones debía ser una potencial organización de
masas, un comité consultivo de todos los grupos nacionalistas, o una
alianza encargada de decidir la estrategia a seguir para la revolución
vasca
La tarea de concluir alianzas emprendida por ETA-PM era extre­
madamente difícil debido al carácter heterogéneo de los grupos que
debían, en teoría, formarlas. Algunos nacionalistas no querían for­
mar parte de ninguna organización que incluyera partidos «españo­
les». La izquierda «española» se sentía tentada a incorporarse a la Jun­
ta de Convergencia, o era reacia a coaligarse con partidos no marxis-
tas. Los dirigentes de ETA-PM y de LAIA deseaban la alianza tanto
con la izquierda española como con el nacionalismo radical, lo cual
restaría miembros al PCE, el PSOE y el PNV, por un parte, y a ELA
y similares tendencias por otra La base de KAS siguió siendo ex-

Comunicado de fundación del KAS, Documentos Y, vol. 17, p. 482; Natxo


Arregi, Memorias del KAS 1975-78 (San Sebastián, 1981), passim; Propuesta de alter­
nativa para el KAS, Documentos Y, vol. 18, pp. 17-27 contiene las propuestas de
ETA-PM, ETA-M y LAIA para KAS.
Para las dificultades de ETA-PM para conseguir un acuerdo entre todos los com­
ponentes de KAS, véase Informe n." 2 sobre la alternativa, un documento interno de
debate escrito en enero de 1976, Documentos Y, vol, 17, pp. 507-13.
ETA-PM describió las dificultades para lograr un acuerdo entre las fuerzas «es-
l '.l nacionalismo vasco radical 199

cesivamente limitada para constituir una alianza viable, pero todo in­
tento de procurar la alianza con la izquierda «española» o la derecha
nacionalista tenía por fuerza que quebrantarla. Y, sin embargo, las
alianzas eran necesarias si se quería que las fuerzas nacionalistas de
izquierda tuvieran algún papel en la negociación de la transición a la
democracia. Las coaliciones serían también una parte esencial de toda
futura participación en las elecciones.
La necesidad de formar un bloque nacionalista de izquierdas se
intensificó en diciembre de 1975, cuando el PCE consiguió formar
un equivalente local de la Junta —la Asamblea Democrática de Eus­
kadi (ADE)— que contaba con el favor de algunos intelectuales no
alineados anteriormente en el PCE. La Asamblea dirigió una petición
al gobierno vasco en el exilio para que se convirtiera en una institu­
ción representativa. Esta petición no fue bien acogida por el PNV,
que consideró la Asamblea como un intento de socavar la autoridad
del gobierno en el exilio El modesto éxito de la Asamblea fue ori­
gen de conflictos para la ORT y el M CE, principales grupos maoís­
tas del País Vasco. Ambos habían apoyado a la Plataforma del PSOE
frente a la Junta del PCE. El M CE, en un esfuerzo por contrarrestar
el peso del PCE, había iniciado la formación de Euskadiko Herrikoi
Batzar (Asamblea del Pueblo Vasco), que también contaba con el res­
paldo de la ORT y ETA-PM. En la Asamblea no se incluyeron re­
presentantes de Navarra y, exclusivamente por este motivo, resultó
inaceptable para la mayoría de los nacionalistas La dirección del
PCE sabía que si admitía las pretensiones sobre Navarra del nacio­
nalismo vasco se ganaría la hostilidad de unas fuerzas con las que pro­
curaba coaligarse en otros lugares de España. N o obstante, la exclu­
sión de Navarra de la Asamblea representó una debilidad que supie­
ron aprovechar sus rivales tanto de izquierdas como de derechas. Los
líderes de ETA-PM intentaron competir con el PCE proponiendo
una alianza en la que figuraran las fuerzas que componían KAS y las
que formaban la izquierda española. Semejante alianza era inacepta­
ble para la dirección de ETA-M, que quería ver a KAS convertida en
un frente de todos los abertzales. Si el proyecto de crear una alianza
vasca de izquierda, incluyendo grupos «españoles», hubiera prospe­
rado, ETA-M habría quedado aislada.
ETA-PM tenía necesidad de aliados para fines específicos e inme-

pañolas» y nacionalistas en «La coyuntura que puede ser decisiva», Hautsi, n.° 9, feb.
1976.
™ «Habla el PNV», Cambio 16, 12-25 enero 1977.
La Asamblea Democrática fue criticada por los portavoces de ETA-PM y el
PNV en Cambio 16, 19-25 enero 1976. Para las críticas de ETA-M, véase «Las Asam­
bleas Democráticas del PC del “País Vasco” », Zutik, n.“ 66 (ETA-M), marzo 1976.
200 John Sullivan

diatos, así como futuros, cuando Juan Carlos sustituyera a Franco.


A partir del verano de 1975, ETA-PM concentró sus esfuerzos en
una campaña para salvar las vidas de tres de sus miembros, que iban
a ser juzgados basándose en acusaciones que probablemente iban a
producir sentencias de muerte Dos de ellos, Garmendia y Otae-
gui, estaban acusados, entre otros delitos, de haber participado en el
asesinato del guardia civil Posadas, cuya muerte había hecho patente
la decisión de los dirigentes de ETA-V de atacar a la policía en ge­
neral, en lugar de hacerlo por su actuación individual. En efecto,
Otaegui fue condenado a muerte, pero a Garmendia le conmutaron
la pena por cadena perpetua, alegando que la herida en la cabeza que
había recibido al ser detenido disminuía su capacidad mental. En otro
juicio distinto fue sentenciado a muerte Juan Paredes Manot (Txiki),
por la muerte de un policía durante el robo a un banco Txiki y
Otaegi, junto a tres miembros del FRAP condenados por el asesina­
to de dos policías en aquel mismo año, fueron ejecutados el 27 de sep­
tiembre.
Txiki, que aparte de Otaegi fue el único miembro de ETA legal­
mente ejecutado, se convirtió en uno de los más significativos már­
tires de ETA Su familia había ido de Extremadura a buscar traba­
jo en Guipúzcoa cuando él contaba nueve años. El hecho de que una
persona de estas características sacrificara su vida por Euskadi de­
mostraba, en opinión de ETA-PM, que los inmigrantes no sólo po­
dían integrarse en la vida vasca, sino también en la lucha por la libe­
ración nacional. La vida y la muerte de Txiki desmentían, en opinión
de ETA-PM, la idea de que el nacionalismo vasco era inherentemen­
te reaccionario, además de ser un reproche a los elementos chauvi­
nistas que existían en la sociedad vasca Pero aun los más chauvi­
nistas de los nacionalistas estaban dispuestos a aceptar a los mártires
de ETA como vascos póstumos.
La campaña para salvar las vidas por Txiki y Otaegui fue amplia­
mente respaldada en el País Vasco, en particular en Guipúzcoa ^ . En
el resto de España, las manifestaciones no alcanzaron el nivel de las
organizaciones durante el juicio de Burgos en 1970. Los nacionalis­
tas consideraban que el PCE había traicionado a los presos al negar-

«Nos pueden matar en cualquier momento», Hautsi, n.° 6, sept. 1975. Cam­
bio 16, 15-21 sept. 1975.
«Txiki condenado». Cambio 16, 29 sept.-5 oct. 1975.
Javier Sánchez Erauskin, Txiqui-Otaegi - El viento y las raíces (San Sebastián,
1978), pp. 7-187.
«Juan Paredes Manot, Txiki», Hautsi, n.° 7, oct. 1975.
«Tupa Otaegi Zutik», Hautsi, n." 6, sept. 1975; «Euskadi otra vez en pie»,
Hautsi, n.° 7, oct. 1975.
El nacionalismo vasco radical 201

se a apoyar una huelga general en todo Euskadi. Era ésta una acusa­
ción que no podía dirigirse contra los grupos a la izquierda del PCE,
en especial el MCE, cuya actuación fue importante a la hora de mo­
vilizar un apoyo considerable para la huelga general que se produjo
los días 29 y 30 de septiembre, como protesta contra las ejecuciones.
Los esfuerzos de ETA-PM tuvieron menores resultados ya que, al
igual que otras organizaciones nacionalistas, no disponía de la base
industrial del MCÉ, que en algunas zonas de Guipúzcoa estaba a la
altura de la del PCE. Franco murió el 20 de noviembre, menos de
dos meses después de la ejecución de militantes de ETA y el FRAP.
El rey Juan Carlos, al subir al poder, concedió una amnistía parcial.
El gesto tuvo buena acogida, pero la impresión general entre la opo­
sición era que el rey iba a ser prisionero del sistema.
En una declaración de ETA-PM se afirmaba que, cualesquiera que
fueran sus intenciones personales, el rey sería una marioneta en ma­
nos de la extrema derecha, un prisionero de las instituciones fran­
quistas, opinión que compartía el PCE Pese a todo, la muerte de
Franco despertó esperanzas de cambio, y generó un movimiento a fa­
vor de la amnistía total en que participaron cientos de miles de per­
sonas. En el País Vasco, donde era mayor la proporción de presos
políticos que en ninguna otra región, la campaña tuvo particular fuer­
za, y fueron detenidas muchas personas por tomar parte en manifes­
taciones en pro de la amnistía. Los términos de la amnistía también
alcanzaban a los refugiados políticos. En marzo de 1976, 848 refu­
giados, 839 de ellos vascos, fueron informados de que podían volver
a España ya que no serían procesados Con todo, fueron muchos
los que optaron por no hacerlo, temerosos de sufrir de la persecu­
ción policial. En julio de 1976, se otorgó una segunda amnistía en vir­
tud de la cual iban a quedar en libertad la mayor parte de los presos
políticos de España. La mayoría de ellos habían sido condenados por
acciones pacíficas. Los sucesivos decretos de amnistía dejarían en li­
bertad a casi todos, aunque muchos miembros de ETA, condenados
por acciones de tipo violento, permanecieron en la cárcel. En conse­
cuencia, a comienzos de 1977, la campaña de amnistía se fue centran­
do progresivamente en el País Vasco, donde alcanzó niveles de mo­
vilización de masas sin precedentes.
Al salir de la cárcel, los miembros de ETA eran acogidos con enor­
mes manifestaciones de bienvenida, y se incorporaban a la campaña

«Editorial», Hautsi, n.° 8, dic. 1975. «Con el dictador ha de morir la dictadu­


ra», Mundo Obrero, 18 nov. 1975.
José María Portel,, Euskadi: amnistía arrancada (Barcelona, 1977), p. 69. Mu­
chos de los que habían sido militantes de ETA cuando fueron encarcelados, pertene­
cían entonces a otras organizaciones.
202 John Sullivan

en pro de la liberación de aquellos de sus camaradas que seguían en­


carcelados La salida de la gran mayoría de los presos, lejos de de­
bilitar la campaña, la intensificó pues la gente tenía la impresión de
que podía lograrse la amnistía total. En marzo de 1977 se llevó a cabo
una «semana de la amnistía» en que se realizaron huelgas y manifes­
taciones a gran escala ®°. El gobierno no tuvo más remedio que re­
conocer que la campaña continuaría mientras quedara en prisión un
solo miembro de ETA. Pero no era fácil para el gobierno convencer
al ejército de que aceptaran la puesta en libertad de personas que eran
responsables de espectaculares actos de violencia. En marzo de 1977,
una tercera amnistía dejó en libertad a todos salvo los condenados,
o acusados en espera de juicio, por delitos de sangre. Ambas ramas
de ETA sospechaban que tanto el gobierno vasco en el exilio, como
la Asamblea Democrática dirigida por el PCE, estarían dispuestos,
con objeto de alcanzar un acuerdo con el gobierno, a aceptar una am­
nistía no total y una legalización parcial de los partidos políticos.
Los recelos de ETA-PM hacia estos dos organismos la llevaría a
proponer la formación de un Frente Unido de nacionalistas de iz­
quierda y fuerzas revolucionarias «españolas», Herriko Batasuna
(Unidad Popular). Esta plataforma exigió la puesta en libertad de to­
dos los presos, el regreso de todos los exilados, total libertad política
y sindical, la disolución de las fuerzas policiales vigentes, y el castigo
a policías y otras personas culpables de crímenes contra el pueblo.
ETA-PM se negó a subordinarse a ninguna de las plataformas que in­
tentaban la formación de un frente común a escala nacional. Por el
contrario, esta organización pidió la formación de una red de comi­
tés patrióticos, abierta a todos los que apoyaran su programa. Dichos
comités se unirían para formar una organización común que tendría
el apoyo de la totalidad de la izquierda vasca Esta postura era com­
pletamente inaceptable para ETA-M, que, hacia la primavera de 1976,
había empezado a inquietarse por los esfuerzos de ETA-PM por crear
un frente unido con organizaciones abertzales y «españolas». ETA-M
sostenía que, aunque era posible la cooperación con fuerzas españo­
las en cuestiones concretas, todo acuerdo sobre la estrategia a seguir
implicaba el riesgo de que los nacionalistas perdieran su independen­
cia. Lo conveniente, decía ETA-M, era que las fuerzas abertzales for­
maran alianzas entre sí que a su vez pudieran alcanzar acuerdos es-

Véase Sabino Arana, «Amnistía total y ahora», Zutik (LCR), n.° 89, 18 mayo
1977. Arana había cumplido más años de cárcel que ningún otro por sus actividades
en ETA.
Cambio 16, 26 marzo 1977.
«Nuestra opción estratégica: la unidad abertzale popular, los comités abertza­
les», Hautsi, n.° 9, feb. 1976.
I íl nacionalismo vasco radical 203

pccíficos con las fuerzas «españolas» Esta divergencia, en aparien­


cia menor, en cuanto a la estrategia a seguir sería la causa, con el tiem­
po, de una progresiva división entre las dos ramas rivales de ETA.
Puesto que ETA-PM quería la formación de una alianza de izquier­
das como contrapeso del PNV, no podía permitirse dejar a un lado
las únicas fuerzas de izquierdas dispuestas a colaborar con ella. Por
su parte, ETA-M conocía la debilidad de las fuerzas abertzales en el
movimiento obrero, y temía que cualquier colaboración estrecha con
fuerzas «españolas» fuera en detrimento de la alianza nacionalista
Los dirigentes de ETA-PM reconocían que, a comienzos de 1976,
su organización era muy débil. La detención de algunos de sus mili­
tantes más destacados, las ejecuciones de Txiki y Otaegui y su fra­
caso en la organización de una huida general de la prisión de Sego-
via, fueron golpes muy duros para una organización que aún no se
había recuperado de la pérdida de sus frentes Obrero y Militar en
1974. Pese a todo, los líderes de ETA-PM estaban decididos a con­
tinuar la lucha armada. Una de las principales actividades que iban a
llevar a cabo era el secuestro, mientras que ETA-M ponía mayor én­
fasis en el ataque a los cuerpos de seguridad. En enero de 1976, y en
dos incidentes distintos, los grupos de acción de ETA-PM secuestra­
ron a dos industriales. Uno de estos hombres cayó gravemente en­
fermo y fue inmediatamente liberado. La segunda víctima, el señor
Arrásate, era hijo de un próspero industrial de Berriz, Vizcaya, que
no tenía conexiones políticas y no estaba implicado en ningún con­
flicto industrial Estos hechos suscitaron diversas especmaciones de
que se tratara de un error de identidad. ETA-PM, contrariamente a
su práctica habitual, no aceptó inmediatamente la autoría de este acto,
pues los Bereziak lo habían llevado a cabo sin informar previamente
a la dirección de ETA-PM Una vez más, resurgió el problema de
mantener bajo control a los activistas militares, cuestión que había en­
venenado a ETA desde sus primeros años. El incidente no produjo
una crisis inmediata en ETA-PM, pues cuatro días después cíe su se­
cuestro, se pagó el rescate de Arrásate y éste quedó en libertad
El secuestro de Arrásate, a diferencia de los de Zabala y Ruarte,

Para las críticas de ETA-M a ETA-PM, véase «Análisis de la acción y signifi­


cación políticas de algunas de las fuerzas que desarrollan su actividad en Euskadi Sur»,
Zutik, n.“ 65 (ETA-M), agosto 1975.
«La supuesta alternativa unitaria entre fuerzas españolistas y fuerzas abertzales
socialistas», Zutik, n.“ 66, marzo 1976.
*'* La intención primera del grupo de acción de ETA-PM había sido la de capturar
al cabeza de familia. Arrasare se ofreció como sustituto debido ya que su padre se en­
contraba enfermo. «La vuelta a la violencia», Cambio 16, 26 enero-1 feb. 1976.
Amigo, Pertur..., p. 121.
** «Secuestrado por error». Cambio 16, 1-7 marzo 1976.
204 John Sullivan

fue un caso claro de motivación económica. Como tal, marcó un nue­


vo punto de partida y fue criticado por ETA-M y otras organizacio­
nes nacionalistas de izquierda, alegando que la familia Arrásate no
formaba parte de la «oligarquía» . N o obstante, ETA-PM se mos­
tró impenitente, secuestrando a otro industrial, Angel Berazadi, en
marzo. A comienzos de abril, cuando el rescate ofrecido por la fa­
milia de Berazadi se consideró insuficiente, fue asesinado . Aunque
el número de asesinatos realizados por ambas ramas de ETA había
ido en aumento, la ejecución de Berazadi supuso una nueva forma de
actuación. Hasta aquel momento, las víctimas de una u otra rama de
ETA habían sido policías, presuntos confidentes, derechistas conoci­
dos, o muertos accidentalmente. Berazadi no encajaba en ninguna de
estas categorías, por lo que no fue sorprendente que su asesinato pre­
cipitara una fuerte crisis en el seno de ETA-PM. La víctima había
sido un blanco totalmente inadecuado, pues tenía impecables antece­
dentes vascos y era simpatizante del PNV. La acción fue duramente
condenada por este partido, así como por otras organizaciones que
en condiciones normales tendían a ser simpatizantes de ETA. Por
ejemplo, el gobierno vasco en el exilio expresó su desaprobación anu­
lando la manifestación anual del Aberri Eguna
Los dirigentes de ETA-PM intentaron justificar el asesinato de
Berazadi declarando que era uno de los miembros más conocidos de
la «oligarquía» de Guipúzcoa, y que mantenía estrechas relaciones
con el poder. Se afirmó que algún tiempo antes de su secuestro, se
había negado a pagar el «impuesto revolucionario» que le había pe­
dido ETA-PM, y había informado a la policía de dicha exigencia. En
unas manifestaciones provocadas por la afirmación del PNV de que
Berazadi era un patriota, ETA-PM declaró que no había enseñado
euskera a sus hijos, y que sólo había contribuido con 500 pesetas a
la ikastola de Zarauz. Los dirigentes de ETA-PM no aceptaron que
la decisión de matar a Berazadi hubiera sido un error, e hicieron res­
ponsable a la intervención de la derecha vasca (presumiblemente al
PNV) por animar a la familia de Berazadi a adoptar una actitud de
no colaboración ^°. Desde la perspectiva del PNV, era absurdo cali­
ficar a Berazadi de «oligarca», mientras que las culpas que se le im-

«La vuelta a la violencia», Cambio 16, 26 enero-1 feb. 1976 y «Secuestrado por
error». Cambio 16, 1-7 marzo 1976. ETA respondió a estas críticas en «Arrásate»,
Hautsi, n.° 10, marzo 1976.
Cambio 16, 19-25 abril 1976.
Cambio 16, 26 abril-2 mayo 1976.
«Berazadi, una aclaración necesaria», Hautsi, n.“ 13, julio 1976. ETA-PM pre­
sentó su justificación para cobrar el «impuesto revolucionario» en «Sobre el impuesto
revolucionario», Hautsi, n.** 6, sept. 1975.
r,l nacionalismo vasco radical 205

putaban en las publicaciones de ETA-PM eran grotescamente trivia­


les como razones para matarle. Este asesinato intensificó la ya tensa
situación dentro de ETA-PM, puesto que había habido diferencias
en la dirección en cuanto a su conveniencia. Una vez llevada a efecto
la decisión, Pertur, principal teórico de la organización, dimitió de
la dirección, pero fue convencido de permanecer en ella La muer­
te de Berazadi indicaba que los Bereziak habían perdido el contacto
con la opinión nacionalista. Es significativo que ETA-M, mucho más
primitiva en términos de teoría, nunca cometiera el error de matar o
secuestrar a nadie que la población nacionalista considerara miembro
de su propia comunidad.
Las tensiones en el seno de ETA-PM produjeron un estado de vio­
lencia interna más fuerte que el que había presidido anteriores disen­
siones. En abril, Pertur fue secuestrado por miembros de los Bere­
ziak, que sospechaban que estaba poniendo en peligro la seguridad
al comunicarse con los presos de ETA-PM Cuando el resto de la
dirección de ETA-PM se enteró de este secuestro, ordenaron su li­
beración. En julio de 1976 Pertur desapareció y su presunta muer­
te nunca fue satisfactoriamente explicada. La opinión general fue que
era obra de la policía española, o de incontrolados, pero también re­
cayeron sospechas en los Bereziak debido a su negativa a colaborar
con su familia testificando sobre lo ocurrido Las sospechas de la
familia de que Pertur había sido asesinado por sus propios compa­
ñeros no fueron abordadas entonces por ETA-PM, pero en adelante
este asunto sería fuente de fricción entre los grupos rivales que re­
clamaban para sí la tradición de ETA
Las últimas personas que dijeron haber visto a Pertur fueron dos
miembros de los Bereziak, uno de los cuales era Apala. Los detrac­
tores de ETA-M, a la que más tarde se incorporaría Apala, le acusa­
ron de ser el asesino de Pertur. Entre la evidencia que avalaba la sos­
pecha de que habían sido los bereziak los autores del crimen figura­
ban el hecho de que habían secuestrado a Pertur en abril, y la exis­
tencia de una carta escrita por Pertur poco antes de su muerte en que
describía el clima de terror que los bereziak habían creado entre los
refugiados en Francia de ETA-PM. Los defensores de Apala obser­
varon que la acusación de haber sido el asesino de Pertur apareció

AmigO: Pertur..., pp. 126-27.


Ibíd. pp. 127-28.
” Cambio 16, 2-8 agosto 1976. ETA-PM declaró que Pertur había sido secuestra­
do por la «policía paralela» española. «Pertur», Hautsi, n." 14, agosto 1976.
Cambio 16, 23-29 agosto 1976.
Para la polémica sobre las circunstancias de la muerte de Pertur, véase Egin, 20,
22, 24 y 28 enero 1978.
206 John Sullivan

por primera vez en la prensa de derechas, y sólo después fue corro­


borada por la familia de Pertur y ETA-PM. Nunca quedó aclarado
si el enfrentamiento de Pertur con los bereziak había sido la causa de
su muerte. Las diferencias entre ambas tendencias eran fundamental­
mente las mismas que aquellas que tantas veces habían dividido a
ETA en el pasado, puesto que giraban en torno a la relación entre
lucha armada y acción de masas. Aunque las tesis de Pertur, Otsa-
biaga habían llevado a la creación de un partido político y a una
alianza con fuerzas «españolas», éste no había llegado en modo al­
guno tan lejos como ETA-Berri y ETA-VI en la idea de sustituir la
acción militar por la política. Pertur y Apala representaban las dos
tendencias opuestas de ETA-PM en cuanto a sus antecedentes y a sus
ideas. Pertur era un hombre culto, de familia urbana y culturalmente
española, mientras que Apala era un activista militar consumado de
la zona vascoparlante del Goiherri, Guipúzcoa, uno de los lugares
que más apoyo ha prestado a ETA a lo largo de toda su historia
Apala tenía 26 años en 1976, aproximadamente la misma edad que la
mayoría de los bereziak, de modo que no pudo haber sido una figu­
ra influyente en el momento de la escisión de ETA-V en 1974.
La desaparición de Pertur dejó a ETA-PM sin su líder político
más capacitado. En los meses anteriores a su desaparición, había es­
tado trabajando con su próximo colaborador Javier Garayalde (Erre-
ka) en el proyecto de fundar un partido político que pudiera apro­
vechar las nuevas libertades, cosa que no podía hacer una organiza­
ción armada. En Otsabiaga, su escrito clave, adoptado por ETA-PM
en su Séptima Asamblea en septiembre de 1976, Pertur declaraba que
la organización debía crear un partido político para luchar por los
mismos fines que ella Un cierto número de militantes saldrían de
ETA-PM para dedicarse a la tarea de construir el nuevo partido. Este
no sería simplemente un frente de ETA-PM, sino un organismo de
funcionamiento autónomo, ni subordinado ni superior a ETA-PM.
La afinidad entre las dos organizaciones estaría garantizada por el alto
nivel de educación política que se exigiría a los dirigentes de ambas.
Otsabiaga representó el último de varios intentos, realizados a lo lar­
go de la historia de ETA, por resolver el espinoso problema de cómo
unir acción de masas y lucha armada.
Finalmente, la solución de ETA-PM al conflicto fue acorde con

El nombre Otsagabia era el de la célula de estudiantes donde Pertur había ini­


ciado su labor en ETA.
Para el medio social de Apala, véase Miguel Castells, EL mejor defensor, el Pue­
blo (San Sebastián, 1978), pp. 57-64; 48-51.
El partido de los trabajadores vascos: una necesidad urgente en la coyuntura ac­
tual. Otsagabia, Documentos Y, vol. 18, pp. 107-127.
El nacionalismo vasco radical 207

las adoptadas por LAIA —antiguo Frente Obrero— y por ETA-M,


al separar las luchas política y militar. ETA-M, aunque limitada a la
acción armada, consideraba muy conveniente la creación de un par­
tido político que defendiera el programa de ETA. Puesto que ETA-
PM deseaba que el partido que iba a formarse reclutara personas no
vinculadas previamente a ella, parecía que, pese a la política más po­
pulista y menos marxista de ETA-M, ambas ramas de ETA estaban
dispuestas a apoyar a dicho partido. Sin embargo, la decisión de ETA-
PM no fue bien acogida por todos. La formación de Euskal Irault-
zarako Alderdia (en adelante EIA), Partido para la Revolución Vasca,
respaldado por ETA-PM, y potencialmente por ETA-M, fue origen
de un problema para LAIA, dado que estos partidos iban a tener la
misma ideología, y entrarían en competencia directa. Desde la pers­
pectiva de los dirigentes de LAIA, el correcto proceder que debió
adoptar ETA-PM habría sido el de consultar a todas las fuerzas na­
cionalistas de izquierda, en lugar de decidir unilateralmente el dar vía
libre al plan de formar el partido Puesto que EIA iba a fundarse
en principios marxistas-leninistas más que socialistas-populistas,
cuestión propuesta en otro documento por Tomás Goikoetxea *°°,
los líderes de LAIA tendrían dificultades a partir de entonces para jus­
tificar su existencia autónoma. La decisión de los dirigentes de ETA-
PM representó también un golpe para los pequeños grupos indepen­
dientes que a lo largo de varios años se habían esforzado por crear
un partido de izquierda nacionalista que pudiera ser respaldado por
ambas ramas de ETA. Los líderes de una y otra habían expresado su
aprobación de este empeño, aunque ninguna le había prestado un ver­
dadero apoyo La decisión de la dirección de ETA-PM obligó a
los independientes a dirigir su atención hacia ETA-M ; estos grupos
independientes no disponían de fuerza de base propia, siendo como
eran personas ligadas a la vida cultural vasca más que activistas polí­
ticos 102
Los Bereziak, que estaban empezando a exhibir las mismas ten­
dencias militaristas y apolíticas que habían generado la escisión del
Frente Militar en 1974, mantenían una actitud ambivalente ante la de-

Entrevista del autor con el miembro del Comité Ejecutivo de LAIA, J. M. La-
rrazábal, San Sebastián, 8 marzo 1980.
Sobre socialismo abertzale, marxismo nacional vasco e introducción al partido
político. Documentos Y, vol. 18, pp. 129-54. También, Sobre nacionalismo revolucio­
nario, socialismo abertzale y marxismo nacional vasco por Tomás Goikoetxea (Gaur-
hauts), Hendaya, 1976. Entrevista del autor con Tomás Goikoetxea, San Sebastián, 10
agosto 1981.
Arregi, Memorias del Kas 1975-78, passim. Arregi fue uno de los principales
promotores del intento de formar un partido de izquierda nacionalista.
Ihíd., pp. 39-40.
208 John Sullivan

cisión de formar un partido político. Por una parte, si la parte polí­


tica de la labor de ETA-PM se convertía en dicho partido, y los más
implicados en esta tarea salían de la organización armada, los Bere-
ziak abrigaban la esperanza de heredar la dirección de ETA-PM. Por
otra parte, el partido propuesto era una idea elaborada por Pertur,
su principal detractor dentro de ETA-PM, y con el tiempo su for­
mación podría producir el abandono de la lucha armada por parte de
ETA-PM. En el escrito de Pertur se sostenía que, aunque la teoría
de acción/represión/acción había sido parcialmente válida, la repre­
sión había incapacitado a la vanguardia, cuya misión había consistido
en tomar el poder y establecer una Euskadi independiente y socialis­
ta. Era esencial que dicha vanguardia explotara al máximo las opor­
tunidades que ofrecía la democracia burguesa, sin caer en el error co­
metido por el Partido Comunista italiano de aceptar las reglas del jue­
go fijadas por el sistema El partido revolucionario que Pertur ha­
bía querido crear participaría en las instituciones establecidas por la
democracia burguesa, pero daría más importancia a la construcción
de organizaciones de masas autónomas y populares. El nuevo parti­
do revolucionario se esforzaría en formar un frente patriótico unido
de todos los consagrados a la liberación nacional. Este frente no de­
bía exigir una Euskadi totalmente independiente, puesto que ello re­
duciría su base de apoyo
Pertur había aceptado la posibilidad de que el nuevo partido pu­
diera construirse mediante un reagrupamiento de fuerzas ya existen­
tes, pero insistía en que las condiciones inexcusables para esta ope­
ración debían ser el compromiso con la formación de un Estado vas­
co reunificado, la creación de un partido revolucionario consagrado
a la toma del poder por la clase obrera, la constitución de organis­
mos populares autónomos más que el electoralismo, y la adopción
de los principios del centralismo democrático para la organización
del partido. Todas estas condiciones excluían en la práctica la parti­
cipación de los miembros de ESB, que aspiraban a una evolución pa­
cífica hacia la independencia vasca, favorecían un estilo de partido me­
nos centralizado y más populista, y querían dar prioridad a la labor
electoral. Desde luego, Otsabiaga no representaba un intento de aca­
bar con la lucha armada como los de ETA-Berri y ETA-VL El que
Pertur reconociera que pronto se instituiría algún tipo de democracia
respondía a la realidad, pero, por lo demás, sus análisis guardaban es­
casa relación con la verdadera situación de ETA. Puesto que ETA-
PM tenía poco peso específico en las organizaciones de masas, no po­
día llevarse a la práctica la prioridad otorgada a la formación de or-

Otsagabia, p. 120.
Ibíd., p. 124,
El nacionalismo vasco radical 209

ganizaciones populares frente a la labor electoral, como tampoco la


intención de organizarse de acuerdo con la idea que ETA-PM tenía
de los principios del centralismo democrático. EIA, a lo largo de su
breve historia, iba a reclutar sus miembros entre la clase media étni­
camente vasca que había formado el núcleo de todas las ramas de
ETA. Puesto que nunca llegaría a convertirse en una organización
obrera con participación y debates de base, el centralismo prevaleció,
inevitablemente, sobre la democracia.
La omisión más importante en la fórmula de Otsabiaga residía en
la descripción de las medidas que debían garantizar la concordancia
entre el partido y la organización armada. En un documento aparte,
Pertur y Erreka habían querido demostrar que esta afinidad se logra­
ría dando a todos los militantes de ETA-PM una sólida formación
tanto en asuntos políticos como militares El grupo militar debía
estar fuertemente vinculado a las masas, y recibiría la ayuda de ase­
sores políticos capacitados. Una vez que ETA-PM hubiera quedado
despojada de sus funciones políticas, se tenía la esperanza de que se
abrieran posibilidades de reunificación con ETA-M. La actitud favo­
rable de ETA-M hacia la creación de un nuevo partido, se afirmaba,
facilitaría dicha posibilidad Algunos miembros de ETA-PM con­
sideraban la propuesta de crear un partido político como un medio
soterrado de liquidar a la organización, y recelaban que dicho parti­
do estaría infiltrado por integrantes de otros grupos. Dichos miem­
bros propusieron, sin éxito, que la organización volviera a la estruc­
tura de frentes, según se había decidido en la V Asamblea Los
Bereziak nunca llegaron a aceptar verdaderamente la decisión de la
VI Asamblea, pese a que ellos no habían presentado ninguna alter­
nativa definida a las propuestas de la tendencia dominante, dirigida
ahora por Erreka. Los Bereziak empezaron a actuar como fuerza au­
tónoma, de modo muy similar a como lo había hecho el Frente Mi­
litar en 1970 y nuevamente en 1974. Con el descubrimiento por par­
te de la dirección de ETA-PM de que los Bereziak tenían su propia
tesorería, las diferencias hicieron crisis y se produjo la escisión
Ideológicamente, los Bereziak no formaban un grupo homogéneo.
La mayoría eran simplemente nacionalistas, pero algunos tenían con­
vicciones anarquistas. El origen social de los Bereziak no difería del
de la mayoría de los miembros de ETA-PM. El hecho de ser tan jó­
venes significaba que en su mayor parte no habían estado realmente

Formas de coordinación entre la lucha armada y la lucha política. Documen­


tos Y, vol. 18, pp. 107-205.
Ihíd.
Ponencia retirada en el VII B.N., Documentos Y, vol. 18, pp. 207-19.
«Informe sobre la conferencia de cuadros», Kemen, n.° 15, mayo 1977.
210 John Sullivan

implicados en la división de ETA-V en 1974 y, por consiguiente, no


sentían hostilidad hacia ETA-M El hecho de que no presentaran
una oposición clara a la formación de EIA se debió en parte al apoyo
que ETA-M había prestado a esta propuesta.
Al descender la capacidad militar de ETA-PM, aumentó la de
ETA-M, como hizo patente la larga lista de confidentes, policías y
personas de derechas a quienes mató. En octubre de 1976, y en la ca­
lle principal de San Sebastián, un grupo de acción de ETA-M mató
a tiros a Araluce Villar, Presidente de la Diputación de Guipúzcoa,
y a cuatro miembros de su escolta Fue el acto más espectacular
desde la muerte de Carrero Blanco en diciembre de 1973, y provocó
disturbios de «incontrolados» y de asustados adeptos al régimen. Ara-
luce Villar era una persona bastante representativa de los vascos que
constituían la administración local en Guipúzcoa " h Era de origen
carlista y se había expresado en tono conciliatorio con respecto al re­
conocimiento de la cultura vasca. Pero también había estado impli­
cado en la muerte de un carlista partidario del príncipe Carlos Hugo
en mayo de aquel mismo año El aumento de la capacidad militar
de ETA-M se produjo en un momento en que ETA-PM se encon­
traba muy debilitada y se preparaba para invertir mayores esfuerzos
en la formación de un partido político. En adelante, ETA-M sería,
en términos militares, la más fuerte de las dos ETAs, ajjesar de que
ETA-PM contara con el apoyo de la mayoría de los líderes «históri­
cos» de ETA-V.
En el verano de 1976, los prolongados esfuerzos para reformar el
sistema político de España empezaron a dar fruto, por lo que el pro­
yecto de ETA-PM de crear un partido se hizo más urgente. Poco des­
pués de la muerte de Franco, Manuel Fraga Iribarne —el hombre que
se consideraba que iba a inaugurar la transición hacia una España de­
mocrática—, fue nombrado Ministro del Interior, y José María Areil-
za —primer alcalde de Bilbao tras la victoria franquista— ocupó el
ministerio de Asuntos Exteriores. Areilza había sido diplomático con
el régimen, pero en los años sesenta había pasado a la oposición

Entrevistas del autor con Tomás Goikoetxea, San Sebastián, agosto 1984; Kepa
Aulestia, San Sebastián, 31 julio 1984; Goiherri, San Sebastián, 5 agosto 1984. Véase
también «El oligarca y los adolescentes». Cambio 16, 4-10 julio 1977.
«Araluce Villar ejecutado», Zutik, n.° 67, nov. 1976; «Muerte en Guipúzcoa»,
Cambio 16, 11-17 oct. 1976.
Las personas con puestos importantes en la administración de Vizcaya eran
más burguesas. Véase Elena Mariezcurrera, «La clase dirigente de Vizcaya durante el
franquismo», Saioak, año 5, n.° 5, 1985.
‘ Para la alegación de que Araluce estaba implicado en las muertes de Monteju-
rra, véase «Interpelación “Montejurra” », Garaia, 20-27 enero 1977.
' Para Areilza véase entrevista en Chao, Después de Franco, España, pp. 77-83.
H1 nacionalismo vasco radical 211

Todos estos cambios no lograron producir los resultados que habían


esperado los reformadores. La mezcla de reforma y represión del go­
bierno Arias se mostró cada vez menos viable en el año y medio pos­
teriores a la muerte de Franco. La incapacidad del gobierno para con­
trolar a la policía quedó demostrada el 3 de marzo de 1976, cuando
cinco personas murieron tras haber abierto fuego la policía sobre un
grupo de huelguistas que habían ocupado una iglesia en Vitoria, ca­
pital de Alava Estas muertes produjeron una huelga general en
Euskadi, y Fraga dio origen a una protesta generalizada cuando hizo
responsables de las muertes a los agitadores que organizaban mani­
festaciones En las publicaciones de ETA-PM se sostenía que las
muertes de Vitoria, que constituían el último de una serie de ataques
de la policía sobre la población vasca, demostraban que el gobierno
no tenía la menor intención de reformar el régimen, que tendría que
ser derrocado por el pueblo
La credibilidad de gobierno Arias, y en concreto de Fraga, quedó
aún más en entredicho el 9 de mayo, cuando la policía permitió a un
grupo de ultraderecha que disparara sobre la multitud reunida en la
celebración carlista de Montejurra, Navarra, matando a dos perso­
nas El gobierno siguió haciendo gestos de liberalización, mien­
tras se negaba a contemplar la posibilidad de una democracia plena
que legalizara los partidos políticos y los sindicatos. El descontento
del rey Juan Carlos ante la incapacidad del gobierno para democra­
tizar el régimen iba en aumento. En junio, el rey realizó una visita
oficial a Estados Unidos y, a su vuelta, pidió la dimisión de Arias.
La opinión liberal quedó consternada ante la persona elegida por el
rey para suceder a Arias, Adolfo Suárez, un funcionario que había
sido Secretario General del Movimiento La impresión de que el
nuevo jefe de gobierno era un hombre del mismo tipo que Arias pron­
to quedaría disipada, pues Suárez lograría llevar a cabo la extraordi­
naria obra de sustituir el régimen franquista por una democracia par-

Gasteiz-Vitoria. De la huelga a la matanza (París, 1976), pp. 117-32 (sin nom­


bre de autor). «Semana trágica», Cambio 16, 15-21 marzo 1976. «Ultima bora. 3 de
marzo; masacre en Gasteiz», Hautsi, n.“ 10, marzo 1976.
Gasteiz..., p. 154.
«Gasteiz nos marca el camino», Hautsi, n.“ 11, 15 marzo 1976.
Josep Caries Clemente y Caries S. Costa, Montejurra 76 (Barcelona, 1976),
pp. 101-30. «Montejurra. Guerrilleros de Sixto Rey», Cambio 16, 17-23 mayo 1976.
El Rey dijo a Samuel D. Eaton, segundo jefe de la misión norteamericana en
España, que la recepción de que babía sido objeto en Estados Unidos le babía dado
confianza para seguir adelante con la reforma. Samuel D. Eaton, The Torces o f Free-
dom in Spain 1974-79 (Stanford, 1981), p. 40. Para una exposición sobre las circuns­
tancias que rodearon el nombramiento de Suárez, véase Gregorio Morán, Adolfo Suá­
rez. Historia de una ambición (Barcelona, 1979), pp. 13-61.
212 John Sullivan

lamentaria en el plazo de un año, manteniendo un fuerte control de


todo el proceso y limitando la participación de la oposición en esta
transición.
Suárez inició de modo efectivo la liquidación de las instituciones
franquistas en noviembre de 1976, cuando las Cortes aprobaron una
ley de Reforma Política donde se estipulaba la constitución de un par­
lamento elegido por sufragio universal. Esta decisión quedó ratifica­
da por un referéndum celebrado en diciembre. N o se falsificaron los
resultados, como se había hecho en época de Franco, pero el gobier­
no empleó la radio y la televisión para hacer campaña a favor del
voto afirmativo, mientras que los partidos de oposición, aún ilegales,
no pudieron expresarse abiertamente contra las propuestas de Suá­
rez La mayor parte de los partidos de oposición pidieron la abs­
tención, pero sus campañas fueron más bien apagadas. En España en
general, los resultados fueron un éxito para el gobierno, pues votó
un 77 por ciento de la población, la gran mayoría a favor de las pro­
puestas del gobierno. Sin embargo, en el País Vasco el grado de abs­
tención fue mucho mayor, alcanzando el 55 por ciento en Guipúz-
coa Los partidos que habían pedido la abstención pasaron enton-
ces a considerar su participación en las elecciones que el referéndum
había autorizado. Fue una decisión particularmente difícil para ETA-
PM y EIA. Si EIA se presentaba a las elecciones, su debilidad orga­
nizativa le forzaría prácticamente a hacerlo en unión a otros grupos.
Lfn portavoz de EIA declaró que este partido estaba dispuesto a coa­
ligarse con fuerzas «españolas», con un programa muy definido, pero
que no creía que fuera válido un frente nacional que incluyera al
PNV. Por otra parte, sostuvo que eran justificables las alianzas con
grupos como la ORT o el MCE, los cuales, aunque «españoles», ha­
bían apoyado la lucha del pueblo vasco En otra entrevista, un
portavoz de ETA-PM afirmó que ésta continuaría con la lucha ar­
mada, pues una democracia burguesa no podía acabar con la oligar­
quía, y ETA-PM, no el nuevo partido político, decidiría qué tipo de
acción armada era necesaria Esta persona no ofreció ninguna ex­
plicación sobre la forma en que se lograría la coordinación entre el
partido y el ala armada del movimiento. Dado que no existía ningún
mecanismo que garantizara el acuerdo entre ambas organizaciones,
las relaciones entre ellas serían motivo de conflicto en el futuro.
EIA hizo su primera aparición pública en abril de 1977, en Ga-
llarta, Vizcaya. El lugar elegido demostró las intenciones de EIA de

«Urnas para qué os quiero», Cambio 16 Internacional, 19 dic. 1976.


Cambio 16 Internacional, 26 dic. 1976-2 enero 1977.
«ETA formará partido», Punto y Hora, 1-15 oct. 1976.
«Un partido para la transición», Punto y Hora, 3-10 feb. 1977.
El nacionalismo vasco radical 213

buscar apoyo fuera de la comunidad étnicamente vasca, pues en Ga­


llarla —lugar donde se había iniciado la primera huelga general del
País Vasco y pueblo natal de Dolores Ibarruri (la Pasionaria)— había
más organizaciones socialistas que nacionalistas En esta concen­
tración se puso de manifiesto la contradicción que reaparecería a lo
largo de la existencia de EIA, pues este partido proclamó su inde­
pendencia organizativa y política de ETA-PM, pero anunció que se
fundaba en el legado de ETA. EIA se declaró un partido proletario,
no populista, pero en el acto hubo un discurso de la madre de un mi­
litante muerto de ETA-PM, cintas grabadas por los líderes encarce­
lados, música patriótica y diapositivas de los mártires de ETA. Las
paredes estaban cubiertas de carteles con la efigie de Pertur. El prin­
cipal orador, Francisco Letamendía, abogado defensor en el juicio de
Burgos de 1970 y, posteriormente, primer teórico de la facción
«Mino» de ETA-VI, declaró que la lucha contra el capitalismo exigía
la lucha por la independencia y viceversa. Arantza Arruti, una de las
procesadas en Burgos, atacó al gobierno por las libertades limitadas
que había concedido. EIA se declaró a favor del sindicato LAB y de
las luchas obreras
A juzgar por su presentación pública, EIA aspiraba a ser un par­
tido basado en la clase obrera, pero su falta de una auténtica base en­
tre los trabajadores, unido a su considerable base de otra índole, crea­
ría tensiones en el futuro cuando la ideología oficial de EIA entrara
en conflicto con las oportunidades que realmente se le ofrecían. Es­
tos problemas acabarían por producir el fracaso de EIA en lograr sus
objetivos originales. Sin embargo, a corto plazo, el partido tuvo que
tomar decisiones más urgentes, como la de su participación en las
elecciones convocadas por el gobierno Suárez. El PSOE, el PCE y el
PNV habían decidido tomar parte en ellas, pese a haber pedido la abs­
tención en el referéndum de diciembre. En su participación quedaba
implícita la aceptación del gobierno que resultara elegido. Muchos na­
cionalistas eran reacios a conceder semejante legitimidad al gobierno
español. Ahora bien, si las fuerzas nacionalistas se abstenían mien­
tras que las españolas participaban, podía ocurrir que los nacionalis­
tas vacos queclaran en desventaja. Este problema fue debatido en una
serie de reuniones a las que asistieron grupos y partidos nacionalistas
entre los que figuraban el PNV y ambas ramas de ETA. En enero,
los dirigentes de ETA-M declararon que las elecciones debían ser boi­
coteadas, alegando que sería paradójico votar para un parlamento
creado por un gobierno emanado del franquismo, y aceptar unas elec­
ciones cuya legitimidad había sido ratificada en un referéndum boi-

«Presentación de EIA en Gallaría», Punto y Hora, 13 abril 1977.


Ibíd.
214 John Sullivan

coreado por los nacionalistas Se señaló que las elecciones se ha­


bían preparado sin consultar al pueblo, en un momento en que que­
daban muchos presos por liberar y algunos partidos políticos nacio­
nalistas seguían siendo ilegales. Los dirigentes de ETA-M mantuvie­
ron que si los nacionalistas participaban, debía ser con el programa
de KAS. ETA-PM habría preferido contar con el apoyo de los res­
tantes componentes de KAS para que se presentara a las elecciones
un frente unido. Idealmente, KAS podría pasar a continuación a for­
mar parte de una alianza más amplia en la que participaran grupos
revolucionarios «españoles» Sin embargo, ETA-PM y EIA no
consiguieron persuadir a la mayoría de los componentes de KAS para
formar una alianza con fuerzas «españolas».
Cuando se hizo patente que el no conceder una amnistía total en
el País Vasco podía arruinar los planes de Suárez de celebrar unas
elecciones que dieran paso a una democracia parlamentaria, el go­
bierno se decidió a entrar en contacto con ambas ramas de ETA, con
objeto de hablar sobre las posibilidades de una tregua, a cambio de
una amnistía más amplia. El contacto con ambas ETAs se realizó a
principios de diciembre de 1977 a través de un periodista de Bilbao,
José María Portell, que había escrito un libro sobre la organiza­
ción Era esencial una gran discreción, porque la opinión de de­
rechas se habría indignado de haber sabido que el gobierno estaba ne­
gociando con una organización dedicada a destruir la integridad te­
rritorial de España. Pero al gobierno no le quedaban muchas alter­
nativas si quería lograr con la oposición del País Vasco el mismo tipo
de entendimiento que se estaba creando en el resto de España.
Los principales partidos de oposición del País Vasco, en particu­
lar el PNV, eran reacios a participar en las elecciones mientras hu­
biera vascos presos por delitos políticos. Los dirigentes del PNV
comprendían que si participaban en unas elecciones boicoteados por
otros nacionalistas, su credibilidad podía verse perjudicada. Crear las
condiciones que permitieran participar al PNV iba en beneficio del
gobierno, pero habría sido difícil conceder una amnistía mientras con­
tinuaran los actos violentos. Sin embargo, el gobierno estaba dispues­
to a hacerlo si podía negociarse el cese de la violencia de ETA. Este
tipo de arreglo no carecía de atractivo para ETA-PM, cuya capaci-

«Anexo 5. Cara a las elecciones, posición de ETA-M », Kemen, n.° 10 (sin fe­
cha). ETA-PM publicó la declaración de ETA-M en su revista, Kemen, como contri­
bución al debate.
«Anexo 7 E. Naturaleza de las elecciones en un estado burgués en general y
en el estado español actual en particular», Kemen, n.° 10 (sin fecha).
Portell, Euskadi..., pp. 9-11, para la exposición de las peticiones de colabora­
ción que le hizo el gobierno. Para su anterior obra véase José María Portell, Los hom­
bres de ETA (Barcelona, 1974), passim.
El nacionalismo vasco radical 215

dad para la lucha armada era muy limitada a comienzos de 1977


Una amnistía total le permitiría reconstruir su deshecha organización,
así como levantar EIA, al quedar en libertad los principales miem­
bros de ETA-PM. Los líderes de ETA-M eran mucho más cautos ha­
cia la idea de un alto el fuego, aunque sus representantes se reunie­
ron en Ginebra con emisarios del gobierno, insistiendo, sin embar­
go, én que lo hacían como simples observadores Los dirigentes
de ETA-PM estaban más que dispuestos a acordar una tregua, a con­
dición de que se liberara a todos los presos, se concedieran libertades
democráticas, acabara la violencia policial y se permitiera operar a los
partidos políticos abertzales *^°. La dirección de ETA-M era contra­
ria a semejante acuerdo, o incluso a negociar directamente con el go­
bierno, e insistía en que KAS, organismo coordinador de las fuerzas
nacionalistas de izquierdas, era el vehículo adecuado para la negocia­
ción. Al negociar con el gobierno, ETA-PM estaba pasando por en­
cima de KAS y con ello, según los líderes de ETA-M, socavando la-
unidad de las fuerzas nacionalistas. En una declaración de ETA-M se
afirmaba que si el gobierno deseaba negociar, podía hacerlo hablan­
do con sus militantes encarcelados
En mayo, ETA-M reaudó sus ataques sobre su blanco predilecto,
matando a un policía en San Sebastián y disparando sobre otros en
Pamplona. Por su parte, la policía contribuyó al clima de violencia
haciendo fuego y golpeando a manifestantes y espectadores. Las ma­
nifestaciones a favor de una completa amnistía continuaron, con la
participación de gran número de personas. Finalmente, el gobierno
puso en libertad al último preso de ETA en mayo, aunque una serie
de ellos fueron enviados al extranjero y se les prohibió volver a Es­
paña La actitud de los dirigentes de ETA-PM ante la inminente
transición a la democracia fue mucho más vacilante que el rechazo
general de los líderes de ETA-M. Los representantes de ETA-PM ac­
cedieron a una tregua siempre que todos sus presos quedaran en li­
bertad, aunque la lentitud del gobierno en cumplir el compromiso de
soltarlos diera motivos de progresiva irritación a ETA-PM. A fines
de mayo, sólo unas semanas antes de las elecciones, ETA-PM ame-

Véase la entrevista con el dirigente de ETA-PM José Etxegarai Gastearena


(Mark) en Deia, 27 dic. 1977.
Portell, Euskadi..., p. 189.
Portell, Euskadi..., pp. 172-74.
La versión de ETA-PM sobre estas conversaciones apareció en «La crisis y es­
cisión en ETA-PM», Hautsi, n.“ 15, julio 1977.
Véase «¿Adiós a las armas?», Cambio 16, 6-12 junio 1977, para una entrevista
con cinco de los acusados en el juicio de Burgos de 1970, que habían sido deportados
a Bélgica.
216 John Sullivan

nazó con reanudar la lucha armada si no se liberaba a todos los pre­


sos de inmediato
Los Bereziak no demostraron las vacilaciones de su grupo tron­
cal. Desde su perspectiva, el alto al fuego permitiría al gobierno Suá-
rez continuar en el poder mediante el engaño del pueblo. Los parti­
dos que participaban en aquella farsa, decían, estaban contribuyendo
al triunfo de Suárez Los Bereziak estaban indignados con la di­
rección de ETA-PM por haber negociado con emisarios del gobier­
no, sin conocimiento de la mayoría de sus miembros, en un momen­
to en que sus militantes estaban siendo asesinados por la guardia ci­
vil. En mayo de 1977, los Bereziak proclamaron su escisión de ETA-
PM y anunciaron su deseo de unirse a ETA-M. Sostenían que la di­
rección de ETA-PM estaba llevando a cabo, a espaldas de sus miem­
bros, una política diferente a la acordada en la VII Asamblea Lo
cierto era que la dirección estuvo indecisa con respecto a abandonar
la lucha armada y participar en las elecciones hasta pocas semanas an­
tes de su celebración, el 15 de junio. Cuando el gobierno decidió la
puesta en libertad de todos los presos vascos antes de las elecciones,
ETA-PM observó la tregua y autorizó a los candidatos de E l A a pre­
sentarse, como parte de la coalición electoral Euskadiko Eskerra (Iz­
quierda V a s c a ) P o r el contrario, los Bereziak anunciaron que,
puesto que no se habían concedido ni una amnistía total ni libertades
democráticas, iban a lanzar una ofensiva armada y pedir el boicot a
las elecciones
Aunque la marcha de los Bereziak había dejado a ETA-PM prác­
ticamente sin capacidad militar, la organización no cuestionó la ne­
cesidad de que continuara lucha armada. Algunos de sus miembros
sostenían que, si bien los actos espectaculares llevados a cabo por los
liberados de ETA tenían su lugar, era necesario desarrollar una acti­
vidad militar más amplia, a bajo nivel, que respondiera a cuestiones
como la defensa de barrios frente a la acción violenta de los incon­
trolados Pero esta aspiración a llevar a la práctica la idea original
de ETA sobre la acción armada, en la que llegarían a participar mu­
chas personas, no prosperó. ETA-M y los Bereziak, siendo como
eran pequeños grupos de liberados con base en el País Vasco francés.

Comunicado de ETA, 28 mayo 1977, Documentos Y, vol. 18, pp. 524-27.


Informe a la militancia (Interno), Documentos Y, vol. 18, pp. 497-501.
Ibid.
Ortzi, El no vasco a la reforma (San Sebastián, 1979), vol. 1, p. 13.
ETA ante las elecciones (sin fecha), Documentos Y, vol. 18, p. 529.
«Informe de una reunión de Herrialdeburus», Kemen, n.“ 15 (sin fecha). Un
informe sobre una reunión de dirigentes locales pedía que se debatiera la salida de los
Bereziak.
El nacionalismo vasco radical 217

no contemplaban esta finalidad. Los Bereziak llevaron a cabo su pri­


mer acto independiente de importancia en mayo de 1977, cuando se­
cuestraron al conocido industrial Javier de Ibarra. El rescate que exi­
gieron no se pagó, e Ibarra fue asesinado Esta acción, realizada
en vísperas de las elecciones, no hizo sino aumentar la confusión pú­
blica, pues los Bereziak declararon ser la legítima ETA-PM.
ETA-M defendió la acción de los Bereziak y atacó duramente al
PCE y al PSOE por haber condenado el asesinato La actuación
de estos dos grupos no era realmente sorprendente, puesto que am­
bos se hallaban en vías de acordar la unificación, que fue oficialmen­
te anunciada en septiembre. La incorporación de los Bereziak pro­
curó a ETA-M unos refuerzos de entre treinta y sesenta personas,
muchos de ellos todavía adolescentes o con poco más de veinte años,
una edad media significativamente inferior a la de los miembros de
ETA-M. Este fortalecimiento de ETA-M le permitiría montar una
considerable ofensiva a fines de 1977. Los Bereziak, al margen de su
juventud, no eran muy diferentes de los restantes miembros de
ETA-M, o de la base social tradicional de ETA. Por lo general eran
étnicamente vascos, con frecuencia de zonas rurales tradicionalmente
adeptas al PNV, y carecían del nivel de formación de personas como
Pertur A pesar de sus críticas a ETA-PM, hasta 1977 ETA-M ha­
bía considerado a las restantes ramas de ETA como organizaciones
abertzales revolucionarias. Pero la escisión de los Bereziak y la deci­
sión de EIA de participar en las elecciones acrecentaron mucho la
hostilidad de ETA-M hacia EIA y ETA-PM. Hasta la primavera de
1977, los dirigentes de EIA habían abrigado esperanzas de organizar
una alianza electoral, que se denominaría Euskal Erakunde Herrita-
rra (EEH), o Alianza del Pueblo Vasco, en la que figuraran tanto par­
tidos abertzales como «españoles» revolucionarios, pero sus perspec­
tivas se vinieron abajo cuando ETA-M decidió apoyar el boicot
Los más importantes grupos revolucionarios, como la O RT, el PTE
y la LCR-ETA VI, decidieron presentarle por su cuenta o formar
sus propias mini-alianzas.

«Secuestro de Ibarra», Cambio 16, 30 mayo-5 junio 1977. Véase A la dase tra­
bajadora y a todo el pueblo de Euskadi en Documentos Y, vol. 18, pp. 526, para la
declaración de los Bereziak en que se hacían responsables del secuestro.
«Sobre la ejecución de Ibarra», 2utik (ETA-M), n.” 68, julio 1977.
Un portavoz de ETA-PM manifestó que 30 de los 65 miembros de los Bere­
ziak que se habían escindido de ETA-PM se habían afiliado a ETA-M. ETA-M afir­
mó que la mayoría se les había incorporado, trayendo consigo sus armas. Deia, 27
dic. 1977. Apala, la figura más conocida de los Bereziak, tenía 22 años. «El oligarca y
los adolescentes», Cambio 16, 4-10 julio 1977.
«La oligarquía española en Euskadi ante las elecciones», 2utik (ETA-M),
n.“ 68, julio 1977.
218 John Sullivan

Puesto que ETA-PM ya había accedido a una tregua durante el


período electoral, no habría tenido sentido que EIA se negara a par­
ticipar en las elecciones. Por consiguiente, EIA se presentó forman­
do parte de Euskadiko Ezkerra (EE), junto al M CE Este pacto
fue un matrimonio de conveniencia, pues EIA-ETA-PM contaba con
el prestigio de sus presos y sus mártires, mientras que el M CE dis­
ponía de una sólida presencia en el movimiento obrero, particular­
mente en Guipúzcoa, resultado de diez años de trabajo desde que sus
líderes fueran expulsados de ETA en la V Asamblea. Semejante alian­
za con un grupo «imperialista» era impensable para ETA-M que, de
haber favorecido la participación, se habría encontrado más cómoda
con grupos como EHAS y ESB, que unían un nacionalismo radical
a una política social moderada y reformista. ETA-M consideraba que
EIA y ETA-PM habían quebrantado la disciplina de KAS, el foro
donde los partidos abertzales debían acordar sus tácticas hacia las
fuerzas «españolas» Más aún; ETA-M alegaba que la manipula­
ción de EIA por parte de ETA-PM había frustrado el desarrollo de
aquel partido y arrojado a muchos de sus potenciales partidarios en
brazos de ESB.
Aunque ETA-M siguió otorgando absoluta prioridad a la lucha
armada, sus dirigentes comprendían que un brazo político sería un
aditamento esencial en una democracia parlamentaria. Este hecho ha­
bía sido la causa del apoyo inicialmente prestado por ETA-M, y en
especial por Argala, a la creación de EIA. Ea ruptura con ETA-PM
eliminó toda posibilidad de conseguir un partido abertzale sostenido
por ambas ramas de ETA. LAIA no era un compañero adecuado para
ETA-PM, dado que los dirigentes de aquélla consideraban su orga­
nización como un partido marxista opuesto al populismo.
La necesidad sentida por ETA-M de un brazo político le hizo di­
rigir su atención hacia Euskal Herriko Socialista (EHAS), fundado
en 1975 por intelectuales como Natxo Arregi. La decisión de ETA-
PM de crear EIA y dotarla de un programa marxista había sido tre­
mendamente decepcionante para los líderes de EHAS, que persistie­
ron en sus esfuerzos por crear un partido amplio, populista y nacio­
nalista. Tomás Goikoetxea —que había dimitido de ETA-PM cuan­
do fue rechazado su plan de un partido populista en favor del mo-

Para la justificación que hacía ETA-PM de su presentación a las elecciones, véa­


se «Comunicado a la clase obrera y al pueblo de Euskadi», Hautsi, n.° 15, julio 1977.
Para una explicación del fracaso en la formación de una plataforma de izquierdas, véa­
se Ramón Zallo, «La fracasada unidad electoral de la izquierda vasca», Zutik, n.“ 89
(ETAVI-LCR), 18 mayo 1977,
«La evolución de la organización PM y sus consecuencias en EIA», Zutik,
n.“ 68 (ETA-M), julio 1977.
Hl nacionalismo vasco radical 219

délo marxista-leninista de Pertur— también se incorporó a EHAS,


casi el único grupo en apoyar el llamamiento de ETA-M al boicot de
las elecciones . Los desacuerdos con respecto a las elecciones no
fueron considerados por la mayoría de los observadores como una
ruptura definitiva entre ETA-M y ETA-PM, puesto que nadie que
no fuera militante de una u otra podía comprender realmente el ca­
rácter de las diferencias entre las dos ramas de ETA. Las relaciones
empeoraron cuando EIA, en su intento de crear una alianza de iz­
quierdas, se vio forzada a cooperar con fuerzas «españolas», mien­
tras ETA-M, también buscando aliados, se dirigía hacia el tipo de na­
cionalismo radical que había contribuido al nacimiento de ETA-V en
1970 y 1971.
Los resultados electorales en la mayor parte de España represen­
taron una victoria limitada de la Unión de Centro Democrático
(UCD), el partido forjado por Suárez con los elementos más libera­
les del aparato estatal. La U CD simplemente no se presentó en Gui­
púzcoa, y en Vizcaya quedó en tercer lugar, detrás del PNV y el
PSOE. En las cuatro provincias vascas, el 19,4% del electorado votó
al PSOE y el 18,8% al PNV. El índice de abstención fue del 22,6%,
casi el mismo que el de España en general, aunque en Guipúzcoa, la
provincia más nacionalista, fue del 34,3%. EE se presentó en Alava,
Guipúzcoa y Vizcaya, pero no en Navarra, donde el nacionalismo
era débil. En Alava tan sólo obtuvo un 2,1% de los votos, pero en
Vizcaya recibió el 5,8% y en Guipúzcoa el 9,5%. Letamendía fue ele­
gido para el Congreso, mientras que Bandrés lo fue para el Sena­
do ETA-PM y EIA creyeron que, en vista de su falta de fuerzas
y organización, el resultado demostraba que EIA había sido acepta­
da como heredera de ETA.
El núcleo de la directiva de EIA estaba formado por una mezcla
de veteranos del juicio de Burgos — como Mario Onaindía y Eduar­
do Uriarte—, hombres como Ignacio Múgica Arregi y Javier Gara-
yalde (Erreka), que habían dirigido la desesperada campaña de ETA-
PM en el último año de la vida de Franco, y abogados como Juan Ma­
ría Bandrés y Francisco Letamendía, muy conocidos como defenso­
res de los presos de ETA. No dejaba de ser significativo que en la
directiva de EIA no hubiera nadie que fuera miembro de ETA antes
de la V Asamblea, o que hubiera militado en la violentamente chau­
vinista ETA-V de 1970 y 1971. Los líderes de dichos períodos, como
Etxabe y Txillardegi, fueron con frecuencia partidarios de ESB. Un
grupo de los más conocidos presos de ETA, encarcelados a fines de

Entrevista del autor con Tomás Garaikoetxea, San Sebastián, 10 agosto 1981.
Diario Vasco, 17 junio 1977. Véase Luis C. Núñez, Euskadi Sur electoral (San
Sebastián, 1980), passim, para un anáisis de las elecciones desde 1977 a 1979.
220 John Suliivan

los años sesenta, como eran Sabino Arana, Iñaki Sarasketa y Andoni
Arrizabalaga, permanecieron como miembros de LCR-ETA VI, pese
al escaso apoyo popular con que contaba este grupo. La dirección de
EIA estaba formada por personas de clase media baja y aunque al­
gunos de ellos, como Mario Onaindía, mostraba dotes literarias, no
tenían capacidad para formular planteamientos políticos que estuvie­
ran a la altura de los de Unzueta, de ETA-VI, o Del Río, del MCE.
Los resultados electorales fueron decepcionantes para los dirigentes
de ETA-M, cuya llamada al boicot había sido un fracaso. Pese a que
la abstención fue más alta en Guipúzcoa que en el conjunto de E s­
paña, no se produjo un boicot nacionalista de las mismas proporcio­
nes que durante el referéndum de 1976. Con el tiempo los líderes de
ETA-M llegarían a comprender que la participación en las elecciones
eran parte necesaria de la lucha nacionalista. Pero para entonces, la
ruptura con ETA-PM/EIA sería demasiado profunda para poder en­
mendarse. Cuando ETA-M acabó aceptando la necesidad de cons­
truir un frente electoral, fue como rival, y no como aliada, de ETA-
PM/EIA.
Capítulo 7
DE LAS ELECCIONES A LA CONSTITUCION
(junio de 1977-diciembre de 1978)

En la mayor parte de España las elecciones de junio de 1977 mar­


caron la transición de la dictadura a la democracia parlamentaria, pero
la situación en el País Vasco no era en modo alguno tan clara. Allí
ninguna de las tendencias nacionalistas se perfiló como vencedora in­
discutible. Por el contrario, aunque el PSOE obtuvo más votos que
el PNV, todos los grupos nacionalistas interpretaron los resultados
electorales como una confirmación de su propia visión de la situa­
ción política. Según el PNV, los votos por él recibidos demostraban
que, pese a ser débil en Navarra, era el partido de gobierno natural
del resto de Euskadi. El nivel de abstención de Guipúzcoa ponía de
manifiesto, en opinión de ETA-M, que una parte de la población
comprendía que aquellas elecciones eran un fraude ’ . La postura algo
más matizada de ETA-PM era que los votos obtenidos por Euzka-
diko Ezkerra (en adelante EE), la coalición electoral iniciada por ellos,
indicaban un alto grado de apoyo a su favor, y demostraba que su
estrategia de unir métodos legales e ilegales era la adecuada. Los su­
cesos de los años siguientes harían patente que ambas ramas de ETA
habían malinterpretado las consecuencias del cambio a una democra­
cia parlamentaria.

* Para los resultados electorales, véase Diario Vasco, 17 junio 1977.

221
222 John Sullivan

Los dirigentes de ETA-PM tenían motivos para considerar los lo­


gros de EE con cierta satisfacción. La obtención del 9,4% de los vo­
tos en Guipúzcoa y del 5,8% en Vizcaya era un resultado muy alen­
tador para una coalición cuyo principal componente, EIA, partido
formado por ETA-PM, no tenía experiencia alguna en la acción po­
lítica de masas. Pese a que el segundo componente de EE, el M CE,
pudiera creer que gran parte del éxito de EE se debía a sus esfuer­
zos, a sus diez años de experiencia en la labor de organizar una re­
sistencia masiva a la dictadura y al favor de que gozaba entre los obre­
ros más combativos dichas pretensiones apenas tuvieron efecto so­
bre ETA-PM. El MCE era ya por entonces un partido «español»,
que había perdido sus credenciales vascas cuando sus dirigentes fue­
ron expulsados de ETA a fines de 1966. La experiencia del M CE en
la acción de masas pudo haber sido necesaria durante las elecciones,
pero la alianza con este partido no era viable a la larga. La decisión
de participar en las elecciones había encontrado la obstinada oposi­
ción de otras fuerzas nacionalistas, y no en menor grado la de
ETA-M. Desde la perspectiva de ETA-M, el haberse presentado a las
elecciones daba credibilidad a la fraudulenta dictadura de Suárez y
Juan Carlos, mientras que haberlo hecho junto a un asociado «espa­
ñol» ofendía a los principios nacionalistas.
La impresión de traición de ETA-M se exacerbó con el éxito de
la coalición EE y el fracaso del llamamiento a la abstención, si se com­
paraba con lo ocurrido en el referéndum de 1976. A pesar de haber
sido puestos en libertad los presos de ETA, muchos refugiados no
se atrevían a regresar a sus casas por temor a la represión. Además,
el último grupo de presos liberados había sido deportado a varias ca­
pitales europeas, mientras que la policía, que había oprimido al pue­
blo vasco durante cuarenta años, seguía ocupando su país. ETA-PM
hacía una interpretación diferente de los resultados electorales. N o
era precisamente entusiasta ante la semi-democracia instaurada por
Suárez, pero durante años había estado preparándose para el cambio
de énfasis en su lucha, pasando de la acción armada a la creación de
un movimiento de masas. El que Pertur apoyara la decisión de crear

^ Para el juicio que merecía al MCE la coalición EE, véase Josetxo Fagoaga, «Diez
años luchando por la unidad del pueblo», Iraultza, n.’’ 1, febrero 1980; los esfuerzos
del MCE por convertir EE en una fuerza política estructurada fueron infructuosos.
En una reunión de EE en Zarauz (Guipúzcoa), Iturrioz pidió que la coalición inten­
tara la incorporación de nuevas fuerzas. Egin, 22 nov. 1977.
^ Los motivos de ETA-M para pedir la abstención aparecieron en ETA frente a
las elecciones legislativas^ Documentos Y, vol. 16, p. 139; el grupo de los Bereziak
negó que se hubiera dado una amnistía total. Véanse sus declaraciones, Por la autén­
tica amnistía total y Euskadi Alde Bietan Amnistía, ambas fechadas el 6 de julio 1977,
Documentos Y, vol. 18, pp. 514-18.
I I nacionalismo vasco radical 223

un partido político, EIA, se debió a que era consciente de que había


importantes fuerzas, económicas y de otra índole, que estaban pre-
[urándose para la progresiva eliminación de la dictadura. El recono­
cimiento de este hecho por parte de la dirección de ETA-PM tuvo
importantes consecuencias para su estrategia. Por ejemplo, el gobier­
no Suárez había necesitado una disminución de la violencia para ha­
cer plausibles las elecciones en el País Vasco. ETA-PM se encontró
en una posición negociadora fuerte y logró la puesta en libertad de
sus presos como condición para la tregua, que había respetado. Tras
las elecciones, ETA-PM podía felicitarse por los estimables resulta-
ilos obtenidos por EIA —gracias a los cuales dos de sus miembros
iban a sentarse en el parlamento— y por la vuelta a la actividad de
sus antiguos presos, cuyo enorme prestigio era el principal capital
lie EIA T ^ i-
Con todo, el balance no era enteramente positivo. La capacidad
militar de ETA-PM había quedado seriamente disminuida a causa de
las pérdidas sufridas en la espectacular campaña de asesinatos y ro­
bos armados llevada a cabo en 1975 y 1976. Además, la organización
había perdido a su líder más capacitado, Pertur. Las disensiones in­
ternas que habían producido la salida de la mayoría de los Bereziak
—algunos de cuyos miembros eran sospechosos de complicidad en
la desaparición de Pertur— también habían debilitado al grupo. La
salida de los presos de ETA-PM había fortalecido a EIA, brazo po­
lítico del movimiento, más que a la propia ETA-PM. Algunos de sus
dirigentes, como Goiherri y Kepa Aulestia, se trasladaron a Francia
para reforzar la dirección de ETA-PM. N o obstante, como los mili­
tantes no podían por lo general reincorporarse a la lucha armada,
ETA-PM tendría que estar en adelante dirigida por hombres jóvenes,
cuya actuación sería políticamente afín a los ex dirigentes integrados
ahora en EIA, pero no estaría bajo su control organizativo. La tran­
sitoria debilidad militar de ETA-PM no constituía, a juicio de sus lí­
deres, un obstáculo insalvable. En su opinión, ETA-PM era, pese a
sus problemas más inmediatos, la auténtica heredera de la tradición
de ETA. Contaba con una organización de varios cientos de perso­
nas en el interior y con el apoyo de la mayoría de los presos y refu­
giados, en especial de los dirigentes «históricos». La estructura de
ETA-PM había quedado deshecha por la represión de 1975 y 1976,

■* Véase la entrevista con el dirigente de ETA-PM José Etxegaria Gastearena (Mark)


en Deia, 27 dic. \^77, Mark afirmó que a ETA-PM le haría falta tiempo para reorga­
nizarse, pero negó que la organización se hubiera disuelto. La necesidad de ETA-PM
de una tregua debido a su debilidad militar fue tratada en una contribución a un de­
bate interno, Puntos de discusión para el Biltzar Ttippia (confidencial). Documentos Y
vol. 18, pp. 293-96.
224 John Sullivan

pero, en opinión de sus líderes, la organización poseía una base teó­


rica y una capacidad política que les iba a permitir desempeñar un pa­
pel clave en la revolución vasca. La acción violenta, a juicio de los
dirigentes de ETA-PM y ElA, no era más que una forma de lucha,
y en adelante podrían utilizar la división del trabajo instituida en la
Séptima Asamblea, para intervenir de modo más eficaz en la lucha de
clases. Por el contrario, según ETA-PM, ETA-M estaba compuesta
por un grupo bastante reducido de liberados, con escasas raíces en
España y ninguna idea sobre la función de la lucha armada en una
perspectiva revolucionaria general. Los Bereziak, que a lo largo de
1977 habían insistido en ser la auténtica ETA-PM disponían inclu­
so de menos cuadros políticos. De acuerdo con los planteamientos
de Pertur, la iniciativa debía pasar ahora a EIA, puesto que la dismi­
nución en la represión iba a permitir que prosperase el tipo de lucha
de masas que había sido prácticamente imposible con Franco. Ello
no significaba que la labor de ETA-PM hubiera concluido. Por el
contrario, los líderes de esta organización creían que eran nulas las
posibilidades de acceso al socialismo o a la independencia por méto­
dos pacíficos. La fuerza armada debía estar preparada para actuar
cuando la acción pacífica del movimiento de masas alcanzara su lími­
te.
Las relaciones entre ETA-PM y ElA darían origen a conflictos
en el futuro. La creación de EIA no había encerrado el propósito de
repetir el proceso que había transformado a ETA-Berri, ETA-VI y
LAIA (antiguo Frente Obrero) en partidos revolucionarios, sin nin­
guna vinculación a la lucha armada. ETA-PM y EIA creían que eran
necesarias tanto la lucha armada como la acción política, y que lo era
también el encontrar los métodos que garantizaran la unidad entre
ambas organizaciones. La fórmula destinada a lograr este objetivo, es­
bozada en el documento de Pertur Otsagabia —escrito poco antes
de su desaparición en 1976— decía que el nuevo partido y ETA-PM
tenían que organizarse por separado, para permitir la máxima flexi­
bilidad. Ninguna estaba subordinada a la otra, de tal modo que la de­
cisión sobre las acciones armadas a emprender debía seguir corres­
pondiendo a ETA-PM Los líderes de este grupo, y en particular
los encargados de establecer enlaces con el partido político, debían
ser personas con un alto grado de educación política, que contarían
con la asistencia de equipos de asesores. Ello garantizaría que los erro-

^ Comunicado de ETA a la clase trabajadora y a todo el pueblo vasco. Documen­


tos Y, vo!. 18, p. 526; ETA ante las elecciones (sin fecha). Documentos Y, vol. 18,
p. 529.
Formas de coordinación entre la lucha armada y la lucha política, Otsagabia, D o­
cumentos Y, vol. 18, pp. 197-205.
lil nacionalismo vasco radical 225

res del pasado, cuando los activistas militares habían actuado de ma­
nera arbitraria, no se repitieran. Un alto nivel de educación política
no parecía realmente suficiente para evitar que los militantes arma­
dos desoyeran las decisiones de la dirección política, como tantas ve­
ces habían hecho anteriormente. Sin embargo, se creía que EIA, fun­
damentada como estaba en un modelo marxista-leninista inspirado
por la Internacional Comunista, gozaría de una enorme autoridad.
En la práctica, resultaría difícil reconciliar las convicciones marxistas
de los líderes de ETA-PM con un contexto social que, en las zonas
nacionalistas, generaba fuertes simpatías por el partido fundado por
los héroes de ETA, pero no favorecía el aumento de su influencia en
el movimiento obrero.
Fueran cuales fueran las justificaciones teóricas de la pervivencia
de ETA-PM, había sólidas razones de tipo práctico para ello. De ha­
berse disuelto ETA-PM, el prestigio de la lucha armada habría sido
monopolizado por ETA-M y las fuerzas agrupadas a su alrededor,
lo cual habría sido en detrimento de EIA. Interesaba a los dirigentes
de ETA-PM y EIA que la política nacionalista radical no quedara en
manos de las tendencias conservadoras y chauvinistas que iban con­
formándose en torno a Monzón y Txillardegi, pero las tensiones exis­
tentes entre las ramas rivales de ETA no eran cuestión que fuera bien
comprendida por muchos de los que se sentían identificados con su
lucha. En el período posterior a las elecciones se produjo un senti­
miento de solidaridad entre los nacionalistas que abarcó incluso a los
adeptos al PNV. Esta atmósfera de compañerismo quedó manifiesta
en un acto político convocado por EIA el 29 de julio de 1977 para
conmemorar el primer aniversario de la desaparición de Pertur. Mi­
guel Castells, fracasado candidato parlamentario por EE, definió la
actitud de EIA hacia los inmigrantes, declarando que el partido no
les pedía que renunciaran a su propia cultura, ni que aceptaran la cul­
tura vasca. Todo lo que ETA quería era que se unieran a la lucha por
la libertad de Euskadi. El discurso de Castells fue muy aplaudido por
un público mayoritariamente nacionalista . Durante este acto, los úl­
timos presos de ETA puestos en libertad — exilados en diversos paí­
ses europeos— subieron al estrado acompañados por el disidente y
ex senador por el PNV, Telesforo Mozón. Estos hombres, los céle­
bres «extrañados», habían regresado ilegalmente a España, creando
confusión en las autoridades que ignoraron su presencia en el país.
Monzón, que salió por entonces de una relativa oscuridad, había
acompañado a los presos en varias manifestaciones. Para aquel pú-

^ Observación personal del autor. Castells repitió sus planteamientos sobre la pos­
tura ante los inmigrantes en su artículo «Los estereotipos», Deia, 11 nov. 1977, donde
rechazaba la acusación de que ETA y sus partidarios fueran racistas.
226 John Sullivan

blico fervoroso y entusiasmado, las diferencias entre el conservador


Monzón y los marxistas-leninistas declarados del estrado no parecían
muy importantes. Aunque se exhibían banderas de los partidos riva­
les, la mayoría de los presentes parecía no percibir, o serle indiferen­
tes, los enfrentamientos que representaba aquella proliferación de ini­
ciales. Las perspectivas de unidad, o al menos de colaboración, entre
la izquierda vasca parecían prometedoras.
Esta aparente unidad quedó destruida por el violento choque en­
tre nacionalistas radicales y otros grupos que se produjo durante la
manifestación a favor de una ampliación de la amnistía, el 8 de sep­
tiembre de 1977 en San Sebastián Esta era la primera vez que se
había llegado al enfrentamiento físico entre elementos antifranquis­
tas. Dicho choque fue totalmente imprevisto y causó consternación
entre participantes y espectadores. La manifestación había sido con­
vocada por una coalición de partidos, desde EIA y otros de izquier­
da revolucionaria hasta la democracia cristiana vasca. Al frente de la
marcha iban los parlamentarios elegidos el 15 de junio, seguidos por
los «extrañados». Al iniciarse la manifestación se produjeron choques
entre los participantes y un grupo de 2.000 personas, en su mayoría
jóvenes, que asistían a una asamblea en honor de Josu Zabala, el mi­
litante de ETA-M muerto por la policía un año antes. Este acto ha­
bía sido convocado por las gestoras pro amnistía locales junto a di­
versos partidos políticos, varios de los cuales eran también promo­
tores de la manifestación. Un diputado parlamentario del PNV, An­
dón! Monforte, fue atacado y los altavoces que llevaba el coche del
diputado socialista J. A. Maturana fueron destrozados. Los contra­
manifestantes gritaban «fuera los oportunistas», «el PNV es burgués»
y otras consignas hostiles
En esencia, los choques surgieron a causa de las diferencias sobre
el alcance de la amnistía concedida por el gobierno. Para los radica­
les, una amnistía que no ofrecía garantías a los exilados tenía escaso
valor. Por el contrario, los partidos «españoles» estaban razonable­
mente conformes con la amnistía, mientras el PNV mantenía una po­
sición ambigua. Los manifestantes se dividieron en dos cuando el gru­
po que encabezaban los diputados siguió una ruta y los ex presidia­
rios junto a Telesforo Monzón, otra. Los contramanifestantes espe­
raron a que el grupo principal volviera y entonces les impidieron el
paso durante más de quince minutos, atacando e hiriendo a varios de
los participantes. Cuando los dirigentes de este grupo se refugiaron
en los despachos de la Diputación para protegerse, un grupo de jó-

* «Noche oscura de Euskadi Deia, 9 sept. 1977; «A palos en la propia casa»,


Punto y Hora, 15-21 sept. 1977.
^ «Euskadi. La dialéctica del golpe» Cambio 16, 26 sept.-2 oct. 1977.
I I nacionalismo vasco radical 227

venes les siguió, tras un choque con los ordenanzas. Una vez dentro,
colgaron una pancarta en el balcón en la que se leía: «ETA, el pueblo
está contigo», mientras que fuera los atacantes destruían todos los car­
teles con los que no estaban de acuerdo
Los estupefactos afiliados de los partidos convocantes de la ma-
nitestación celebraron una asamblea inmediatamente después. Moti­
vo de especial irritación era que hubiera personas llevando pancartas
de ESB y EIA entre los contramanifestantes, habiendo sido estos par­
tidos promotores de la primera marcha. Estos incidentes colocaron a
LIA en una difícil posición, y al día siguiente anunció que iba a ini­
ciar una investigación para descubrir si alguno de sus miembros ha­
bía sido partícipe en los actos violentos. Los parlamentarios de EIA,
1.etamendía y Bandrés, denunciaron estos ataques y expresaron su so­
lidaridad con los compañeros del PSOE y el PNV. También ESB con­
denó la violencia, si bien con alguna renuencia. La izquierda «espa­
ñola» reaccionó a este ataque a sus representantes con indignación.
El diputado por el PSOE Enrique Múgica hizo una declaraciones a
la prensa responsabilizando de ello a un «consumado actor». Mon­
zón, a los antiguos presos y a unos «grupos de fanáticos llamados
KAS y ESB que quieren desestabilizar el país» " .
Monzón y los «extrañados» también condenaron la violencia,
pero en una reunión celebrada en Vitoria hicieron responsables a los
organizadores por haber alterado la ruta acordada para la marcha, y
prohibir las consignas a favor de ETA y la independencia La irri­
tación que produjo esta limitación en las consignas y la fuerte pre­
sencia de encargados del orden (la policía no hizo acto de presencia
en ningún momento), pudieron ser los incidentes específicos que de­
sataron la ira de los contramanifestantes. Pero la causa general de su
malestar era que los partidos moderados, que en su opinión tan poco
habían contribuido a la lucha antifranquista, estaban abandonando la
campaña pro amnistía después de haberse beneficiado de los esfuer­
zos de ETA. Esta manifestación fue un momento decisivo tanto para
ETA como para ESB. El papel desempeñado en ella por EIA había
sido ambiguo. Pese a que varios de los «extrañados» que marchaban
con Monzón eran destacados miembros de EIA, las fuertes críticas
de su partido a lo ocurrido eran indicio de la dirección moderada y
parlamentaria que estaba adquiriendo Por el contrario, ESB, que
en junio de 1977 era claramente un partido socialdemócrata, seguiría

«El espíritu de Caín», editorial en Deia, 10 sept. 1977.


" Punto y Hora, 15-21 sept. 1977.
Deia, 10 sept. 1977.
Ibtd.
228 John Sullivan

un rumbo que terminaría uniéndolo a los nacionalistas radicales par­


tidarios de ETA-M.
Esta confrontación demostró que uno de los grandes problemas
de EIA seguía siendo su relación con el resto de las fuerzas abertza-
les. Aunque su participación en las elecciones no tendría por qué ha­
ber constituido una barrera permanente para la colaboración con los
que se habían abstenido, EIA empezó a adoptar posturas «posibilis-
tas» ante una serie de cuestiones, lo cual tuvo el efecto de aumentar
las diferencias entre ésta y las fuerzas que seguían la dirección de
ETA-M. La adscripción marxista-leninista de EIA y su identificación
con ETA-PM habían eliminado toda posibilidad de que el partido pu­
diera ganarse el apoyo de ETA-M. Sin embargo, ETA-M seguía cre­
yendo en la necesidad de la división de labores entre una organiza­
ción armada y un partido político. ETA-M remedió su carencia de
brazo político en julio de 1977 con la creación de Herriko Alderdi
Sozialista Iraultzailea (Partido Socialista Revolucionario Popular en
adelante HASI). HASI representó la culminación de los esfuerzos
de algunas personas, como Natxo Arregi y Alberto Figueroa, en pro
de la creación de un partido socialista vasco. En principio, HASI era
producto de la fusión de Euskal Herriko Aldercli Sozialista (Partido
Socialista del Pueblo Vasco, EHAS) y Euskal Alderdi Socialista (Par­
tido Socialista Vasco, EAS) con una serie de independientes. En rea­
lidad, los grupos como EHAS y EAS eran clubs políticos apoyados
por intelectuales más que auténticos partidos.
Aunque la decisión de la directiva de ETA-PM de formar su pro­
pio partido marxista-leninista había causado descontento entre Arre­
gi y sus adeptos, éstos habían continuado sus esfuerzos por crear un
partido que pudiera competir con el PNV y ESB. A ellos se unió T o­
más Goikoetxea, que había dimitido de ETA-PM tras haber sido re­
chazado su plan para la formación de un amplio partido socialista, al
imponerse el modelo marxista-leninista de Pertur Pese a todo, la
formación de HASI no fue realmente un triunfo para los responsa­
bles de su creación. En el primer congreso de HASI, en mayo de
1978, la numerosa presencia de personas leales a ETA-M y de los Be-
reziak permitió la elección de Txomm Ziluaga como Secretario Ge­
neral y la expulsión de los anteriores dirigentes, la mayoría de los cua­
les se integraría posteriormente en EIA HASI sería en el futuro
el brazo político de ETA-M. Inquietaba a HASI y LAIA la gradual
evolución de EIA hacia posturas alejadas del nacionalismo radical, lo

Véase Egin, 30 sept. 1977, para los orígenes de HASI.


Entrevista del autor con Tomás Garaikoetxea, San Sebastián, 10 agosto 1981.
En octubre de 1977, HASI celebró actos de presentación simultáneos en las cuatro pro­
vincias vasco-españolas y en el País Vasco Francés. Egín, 29 octubre 1977.
El nacionalismo vasco radical 229

cual iba a distanciarla aún más de las restantes fuerzas abertzales y


produciría disensiones en sus propias filas, cuando los dirigentes de
EIA empezaron a comprender que no tenían capacidad para derro­
car el orden económico, social y constitucional establecido tras las
elecciones de junio de 1977.
Los demás partidos abertzales desaprobaban la participación de
EIA en las instituciones creadas después de las elecciones. En con­
creto, eran contrarios a la decisión de EIA, adoptada en octubre, de
tomar parte en el Consejo General Vasco (en adelante, CGV), un or­
ganismo instituido por el gobierno y compuesto por diputados del
País Vasco El CGV tenía pocas competencias bien definidas, pero
debía actuar como organismo en funciones hasta la elección del par­
lamento autónomo vasco. EE participó en él y Bandrés, elegido se­
nador, fue nombrado Consejero de Transporte HASI hizo un lla­
mamiento a otros partidos para que rechazaran las medidas pre-au-
tonómicas ***. Los dirigentes de EIA disentían, sosteniendo que las
perspectivas de lograr una autonomía viable eran buenas, si toda la
izquierda vasca se unía para presionar sobre el PNV y le impedía
aceptar un estatuto de autonomía moderado En septiembre de
1977 y en una conferencia de prensa, EIA propuso que después de
las elecciones municipales, cuya celebración era inminente, los con­
cejales elegidos colaboraran con las asociaciones de vecinos y las ges­
toras pro amnistía en la creación de una asamblea popular, que debía
organizar una fuerza policial y una administración vascas Sin em­
bargo, EIA fue gradualmente abandonando este tipo de ideas y fa­
voreciendo la participación en las instituciones municipales y parla­
mentarias.
El deseo de los dirigentes de EIA y ETA-PM de formar una alian­
za que incluyera tanto a grupos nacionalistas radicales como «espa­
ñoles» revolucionarios, no llegaría nunca a realizarse. HASI y LAIA
coincidían con ETA-PM en que los grupos nacionalistas radicales de­
bían alcanzar un acuerdo en el marco de KAS antes de aliarse con
partidos «españoles». Desde su formación en 1975, KAS había ac­
tuado como foro para la elaboración de una política común para todo

Egin, 15 mayo 1978. Entrevista del autor con Tomás Goikoetxea, más arriba ci­
tada.
Un portavoz de EE sostuvo que el proyecto preautonómico era un paso válido
hacia la independencia vasca. Egin, 26 nov. 1977.
Comunicado de HASI, Egin, 4 enero 1978.
Iñaki Martínez, dirigente de EIA, respondiendo a críticas de HASI, mantenía
que el estatuto de autonomía era una etapa necesaria en la lucha por la libertad de los .
vascos, Egin, 12 enero 1978.
Deia, 9 sept. 1977.
230 John Sullivan

el nacionalismo radical. Sin embargo, ETA-M y ETA-PM no esta­


ban de acuerdo en cuanto a cuáles debían ser las funciones de KAS.
En 1975, ETA-PM había querido que KAS fuera una organización
de masas que reclutara miembros y llevara a cabo el tipo de acción
que no podían emprender ninguna de las dos ramas de ETA. Los lí­
deres de ETA-M se oponían a que una organización de la que ellos
formaban parte realizara un tipo de labor semipública, puesto que ha­
bría dado pie a que se repitieran los problemas experimentados por
el Frente Militar al colaborar con personas no implicadas en la lucha
armada. Los dirigentes de ETA-M veían en KAS un foro donde di­
rimir diferencias y elaborar acuerdos. El funcionamiento de KAS no
había satisfecho nunca a la directiva de ETA-PM, y la decisión de
que ElA participara en las elecciones se había tomado de modo in­
dependiente. Pese a todo, durante 1977, los dirigentes de ETA-PM
y EIA eran favorables a que sus organizaciones permanecieran en el
seno de KAS, que se consideraba representativa de algunas de las fuer­
zas sociales que podían formar una alianza de izquierda. Pero KAS
no podía ser más que una parte de la alianza a que aspiraban los di­
rigentes de ETA-PM y EIA, dado que prácticamente carecía de base
entre la clase obrera. La alianza de izquierdas por la que abogaban
los líderes de ETA-PM y EIA debía abarcar a los grupos «españo­
les» que disponían de alguna implantación obrera Ahora bien, ese
deseo de alianza con otras fuerzas «españolas» no era compartido por
los restantes componentes de KAS, por lo que EIA y ETA-PM fue­
ron decepcionándose progresivamente cuando empezaron a conside­
rarlas como una reliquia del pasado Por el contrario, los dirigen­
tes de EIA creían que ETA-PM tenía un papel clave que desempeñar
en la lucha por la independencia y el socialismo. Las relaciones entre
el partido y ETA-PM parecían armoniosas durante el año siguiente
a las elecciones. ETA-PM no llevó a cabo ninguna acción armada du­
rante varios meses tras la tregua negociada para el período pre-elec-
toral, lo cual parecía indicar que el alto el fuego podría ser permanen­
te.
Dicha impresión quedó reforzada por el análisis que ETA-PM ha­
cía de la nueva situación y la estrategia que se deducía de ella, las cua­
les fueron enunciadas en una entrevista concedida al nuevo diario vas­
co Egin a comienzos de octubre de Í977, en la que un portavoz de
ETA-PM declaró que la principal consecuencia del fin de la dictadu­
ra era quedas masas se habían convertido en primeros protagonistas
de la lucha La lucha armada quedó relegada a un plano secunda-

Véanse las declaraciones de Mario Onaindía, Egin, 8 enero 1978.


Declaraciones del dirigente de EIA Serrano Izco, Egin, 7 abril 1978.
Egin, 2 oct. 1977.
El nacionalismo vasco radical 231

rio, con la función de respaldar al movimiento de masas y actuar


cuando la acción popular no pudiera lograr sus objetivos. Según
ETA-PM, eran erróneos los conceptos de lucha mantenidos por los
partidos de masas moderados —el PNV y el PSOE— por una parte,
y por los demás grupos nacionalistas radicales por la otra. El PNV
y el PSOE, decía, creían que la lucha se limitaba esencialmente al par­
lamento, mientras que los nacionalistas radicales, que apoyaban a
ETA-M, se concentraban exclusivamente en realizar manifestaciones.
Los líderes de ETA-PM, por el contrario, creían que había que mo­
vilizar al pueblo en todos los niveles. Las manifestaciones tenían su
función, pero eran un tipo de lucha política menos sólido . El por­
tavoz anunció que ETA-PM iba a suspender el cobro del «impuesto
revolucionario» (dinero obtenido de empresarios por extorsión para
financiar las actividades de la organización), porque la división en dos
ETAs hacía difícil su recaudación. La policía podía hacerse pasar por
miembros de ETA y crear con ello confusión. Además, los grandes
empresarios podían permitirse contratar a personal de seguridad para
evitar que se cobrara este impuesto, con lo que acabaría siendo satis­
fecho tan sólo por los medianos o pequeños empresarios.
El portavoz de ETA-PM denunció, asimismo, la actuación de los
contra-manifestantes que habían atacado a los parlamentarios del
PNV y el PSOE en San Sebastián el 8 de septiembre. Semejante con­
ducta, dijo, dio pie a que el PNV y el PSOE aparecieran como las
únicas fuerzas políticas serias, perjudió a toda la izquierda vasca y
afectó negativamente a la lucha en pro del Estatuto de Autonomía ^ .
La entrevista concedida por ETA-PM fue desusadamente amplia y
detallada en la formulación de su estrategia, que por lo general era
obligado deducir de informes y actos contradictorios. Esta declara­
ción fue el desarrollo lógico de las ideas que habían producido la crea­
ción de EIA, anunciadas en su congreso fundacional en la primavera
de 1977. De modo significativo, fue poco lo dicho en la entrevista so­
bre cuál iba a ser la actuación de ETA-PM. Era éste un problema
que había de producir desconcierto en la organización y para el que
nunca se halló una solución adecuada. Los esfuerzos de ETA-PM por
mantener un cierto perfil de lucha y diferenciarse simultáneamente
de ETA-M, serían causa de una política vacilante e incoherente y de
acciones que eran a menudo extrañas. Estas iban a variar entre los se­
cuestros por dinero, el cierre de locales que exhibían cine porno, el
asesinato de personas supuestamente implicadas en el tráfico de dro­
gas, los atentados contra directores de fábricas con conflictos labo-

Ibíd.
Ib id.
232 John Sullivan

rales, y la colocación de bombas en estaciones ferroviarias ETA-


PM se convertiría en una organización consagrada a la lucha armada,
pero confusa a la hora de encontrar objetivos apropiados. Inevitable­
mente, las tensiones entre las acciones de ETA-PM y la política cada
vez más moderada de EIA produjeron fricciones entre ambas organi­
zaciones.
EIA se enfrentaba a otras dificultades, una de las cuales era que
este partido seguía siendo ilegal, aunque se le había permitido operar
casi abiertamente desde 1977. El motivo de su ilegalidad residía en
que los estatutos de EIA declaraban su compromiso con una Euska-
di independiente, y ello era inaceptable para el gobierno. La falta de
legalidad de EIA, la cual le habría permitido presentarse en las elec­
ciones, había sido una de las razones por las que ETA-PM había to­
mado la iniciativa en la formación de la coalición EE. Los resultados
relativamente buenos obtenidos por EE en las elecciones parecían in­
dicar que, en futuras elecciones, quizá participaran muchos de los que
se habían abstenido. Parecía posible la alianza de todas las fuerzas
abertzales, y el antiguo dirigente del PNV, Telesforo Monzón, esta­
ba intentando lograr su creación Pese a que EIA había declarado
ser un partido revolucionario marxista-leninista, todo parecía indicar
que la mayoría de los votantes a favor de EE tenían ideas sociales mu­
cho menos radicales. Le habían dado su voto porque lo identificaban
con la lucha nacionalista de ETA, no por el atractivo que ejercía su
marxismo-leninismo
Los documentos fundacionales de EIA ya contenían algunos in­
dicios de la evolución hacia una política moderada que adoptaría este
partido, pues, aunque se decía que el objetivo de EIA era la creación
de una sociedad socialista, se dejaba margen para una etapa interme­
dia en que capitalistas y obreros trabajaran juntos para establecer una
Euskadi independiente A pesar de esta indicación de que EIA po­
dría estar dispuesta a hacer importantes concesiones, se declaró que
la ideología y la estructura del partido eran marxista-leninistas y es­
taban fundadas en el centralismo democrático. Este tipo de partido,
inspirado en el modelo de la Internacional Comunista, tenía la fina-

Véase más adelante. Capítulo 8, pp. 360-380.


Entrevista con Monzón en Punto y Hora, diciembre 1976, y Garaia, febrero
1977.
Para un análisis de los resultados electorales obtenidos por EE, véase Luis Nú-
ñez, Egin, 30 octubre, 2, 3, 4 y 5 noviembre 1977; también Núñez, Euskadi sur elec­
toral, passim. Del análisis de Núñez se desprendía que los votantes de EE no eran ni
predominantemente urbanos ni rurales, y no tenían un marcado carácter de clase. Este
hecho contrastaba con el carácter fuertemente urbano y obrero del voto al PSOE y el
marcadamente rural y de clase media del voto al PNV.
Amasa, n.” 1, dic. 1976.
H1 nacionalismo vasco radical 233

lidad de proporcionar liderazgo a las organizaciones de masas, como


podían ser los sindicatos, las asociaciones de vecinos y los movimien­
tos juveniles. En la práctica, EIA estaba muy lejos de ser el tipo de
partido que describía su declaración fundacional. Era esencialmente
heredera política de ETA-PM, y sus, relativamente buenos, resulta­
dos electorales no respondían a un grado de influencia similar en la
labor sindical y otros tipos de acción de masas. Tampoco llegó a ad­
quirir un número sustancial de militantes de base que pudiera com­
pararse ni con el de los partidos de izquierdas ni con el del PNV. En
el período posterior a las elecciones, los representantes de EIA esta­
ban dispuestos a admitir que los partidarios activos de su partido eran
escasos, pero sostenían que ello se debía a su historial de grupo clan­
destino armado. Decían estar convencidos de que, con el tiempo, EIA
llegaría a desempeñar el tipo de papel dirigente que habían tenido los
grupos comunistas en la época de Lenin ^ .
Las discrepancias existentes entre la ideología de EIA y su base
social, pronto producirían importantes divisiones en su seno. Los
principales representantes de las tendencias radical y moderada serían
Francisco Letamendía (Ortzi), el único diputado en el Congreso por
este partido, y Mario Onaindía, héroe del juicio de Burgos, que pa­
saría a ser Secretario General de EIA en octubre de 1977 Onain­
día comprendía que al País Vasco le quedaba mucha andadura hasta
estar preparado para la revolución. Aquella radicalización popular
que lo había convertido en la vanguardia de la lucha contra Franco
no era, en términos generales, socialista. Más aún: la falta de con­
ciencia de clase unida a la existencia de una oposición interclasista al
franquismo, y consecuentemente al centralismo español, formaban
un terreno muy difícil para la actividad de índole socialista. La expe­
riencia de la dictadura de Franco había creado una situación peculiar
en Euskadi, donde el nivel de compromiso político era muy alto,
mientras que ell nivel de educación política era bajísimo. Las leal­
tades políticas no tenían, en muchos casos, más fundamento que el

Entrevistas del autor con los portavoces de EIA, agosto 1977. Las ideas de EIA
sobre la relación entre un partido revolucionario y una organización de masas fueron
formuladas en «Acerca de nuestra política a nivel de movimiento obrero», Kemen,
n." 11, Anexo 5, feb. 1977.
Egin, 13 oct. 1977. Para la versión de Letamendía sobre las disensiones en el
seno de EIA, véase Ortzi, El no vasco a la reforma, vol. 1 (San Sebastián, 1979), pp.
130-40; el portavoz de EIA Iñaki Martínez quitó importancia a los rumores de desa­
cuerdo dentro del partido. «Rumores de crisis en EIA », Deia, 26 junio 1978. N o se
llevó a cabo ningún debate abierto sobre las divergencias de EIA. Por ejemplo, Leta­
mendía anunció en julio de 1978 que había dejado de ser miembro de EIA, Egin, 27
julio 1978, pero no se dio de baja oficialmente hasta enero de 1979. «Por qué nos va­
mos», Egin, 6 marzo 1979, es una defensa de los partidarios de Letamendía.
234 John Sullivan

de seguir al miembro dominante de la cuadrilla. En semejantes cir­


cunstancias, Mario Onaindía consideraba que la tarea inmediata de
los socialistas no era la de llevar a cabo la revolución, sino la de crear
verdaderos partidos políticos, sindicatos y organizaciones similares
que pudieran preparar el camino para el futuro socialista. El insen­
sato radicalismo de muchos nacionalistas obstaculizaba la creación de
una clase obrera unida en la que debían insertarse los sectores inmi­
grantes de la población vasca
La moderación de Onaindía contrastaba fuertemente con sus ac­
tividades como militante de ETA a fines de los años sesenta, aunque
la conciencia de que el sector inmigrante de la población vasca tenía
que sentirse hostigado por ese chauvinismo tan arraigado en el na­
cionalismo vasco, ya se vislumbraba en la solidaridad con la clase
obrera española que había expresado durante el juicio de Burgos. La
tendencia moderada de EIA, representada por Onaindía, iba a cho­
car pronto con el nacionalismo radical existente tanto en el seno de
EIA como entre los adeptos a ETA-M y ETA-PM. Ninguna de
las dos ramas de ETA consideró que las elecciones desmintieran su
propia apreciación de la situación política. Los dirigentes de ETA-M
pensaban que era poco lo que había cambiado, puesto que los que
habían oprimido a Euskadi durante tanto tiempo seguían haciéndo­
lo, aunque ahora justificaran su derecho a gobernarla mediante unas
elecciones fraudulentas en las que se había privado de estatus legal a
aquellos partidos en cuyos estatutos figuraba su consagración a la in­
dependencia vasca. La dirección de ETA-M opinaba que la presencia
de la policía española y el miedo a un golpe de Estado militar, im­
pedían a la gente expresar sus verdaderas opiniones, y la falta de ga­
rantías contra la persecución obligaba a muchos patriotas a seguir en
el exilio. El hecho de que los partidos de izquierdas y el PNV hu­
bieran decidido participar en las elecciones, prestando con ello re­
frendo político al régimen de Suárez, no había sorprendido demasia­
do a los dirigentes de ETA-M, pero el que ETA-PM hubiera sancio­
nado lo que se consideraba una farsa les había creado un gran males­
tar N o sólo ETA-PM había declarado una tregua indefinida, sino
que EIA había formado una alianza electoral con el «español» MCE,
descendiente del grupo ETA-Berri, expulsado de ETA en su V A-
samblea, abandonando con ello la lucha armada y separándose del
frente de fuerzas patrióticas formado por KAS.
ETA-M, a diferencia de ETA-PM, había continuado sus acciones

Declaraciones de Mario Onaindía, Egin, 8 enero 1978.


’ ’ «Por qué nos vamos», Egin, 6 marzo 1979. Letamendía y 17 de sus adeptos afir­
maron que EIA había dado un giro pronunciado hacia la derecha.
Entrevista con un portavoz de ETA-M, Egin, 29 sept. 1977.
El nacionalismo vasco radical 235

militares durante todo el período electoral, con una campaña de bom­


bas contra estaciones de radio y televisión y ataques a la policía. El
nacimiento de un sistema parlamentario, por fraudulento que fuera,
tenía sin duda la ventaja de hacer menos efectiva la represión poli­
cial. Después de las elecciones, se produjo un período de calma en
las actividades de ETA-M, aunque no se anunció ninguna tregua. Du­
rante algún tiempo pareció como si ETA-M siguiera los pasos de
ETA-PM, pero estas esperanzas se hicieron añicos con el dramático
asesinato de Unceta Barrenechea, Presidente de la Diputación de
Vizcaya, junto al de sus dos guardaespaldas, el 8 de octubre Esta
acción sería el comienzo de la campaña más intensa emprendida por
cualquier rama de ETA hasta entonces. Fue seguida por el asesinato
del comandante de la policía de Pamplona y por el de un miembro
del ayuntamiento de Irún en diciembre En un choque con fuerzas
policiales, en enero de 1978, murieron en Pamplona dos miembros
de ETA-M y un policía lo cual induciría al ministro del Interior,
Rodolfo Martín Villa, a comentar, «dos a uno a nuestro favor». La
campaña de ETA-M produjo muertes y encarcelamientos entre sus
propias filas, y la fuerza de las peticiones de amnistía fue aumentado
al incrementarse el número de presos Otro de los focos de acción
de ETA-M fue resultado de la decisión del gobierno de construir una
central nuclear en Lemóniz, Vizcaya, que suscitó considerable opo­
sición en la región. ETA-M se unió a la campaña contra la construc­
ción de la central, y sus intentos de sabotear las obras causaron va-

rías muertes 4 0 . ^
La participación de ETA-M en la campaña de oposición a la cen­
tral nuclear de Lemóniz se prolongaría durante una serie de años, y
le proporcionaría el motivo para algunas de sus acciones más espec­
taculares y polémicas. Era una campaña que se ajustaba perfectamen­
te a la tradicional teoría de ETA sobre la espiral acción/represión/ac-
ción, puesto que se produjo a continuación de un movimiento pací­
fico de ciudadanos que se oponía a una empresa iniciada sin consul­
tar a la localidad y que presuntamente había violado regulaciones de
planificación y seguridad. Puesto que la protesta ciudadana no había
Egin, 10 oct. 1977.
Egin, 27 nov. 1977.
Egin, 17 dic. 1977.
Egin, 12 enero 1978.
Un comunicado de prensa del Ministerio del Interior de diciembre de 1978, afir­
maba que habían sido detenidos 135 militantes de ETA desde la aprobación de la ley
antiterrorista de julio. Deia, 16 dic. 1978.
En diciembre de 1977, un militante de ETA-M, David Alvarez, fue gravemente
herido durante un ataque a la central nuclear de Lemóniz. Dcia, 20 dic. 1977. Este mu­
rió al mes siguiente.
236 John Sullivan

logrado evitar la construcción de la central, la acción de ETA-M era,


según dicha teoría, un modo legítimo de complementar, en lugar de
suplir, la acción de masas. Además de encajar exactamente con la teo­
ría de ETA-M, las acciones contra Lemóniz constituyeron un logra­
do ejemplo de la posibilidad de encontrar nuevos movimientos po­
pulares cuyas aspiraciones pudieran incorporarse a la lucha de
ETA-M. El ritmo de la campaña de ETA-M fue acrecentándose a lo
largo de 1977, produciendo una serie de espectaculares asesinatos. Sus
objetivos fueron desde los oficiales militares de alta graduación, a
guardias civiles, derechistas conocidos y supuestos informadores.
Hubo también una serie de robos a mano armada, siendo uno de los
más llamativos la captura de 900 kilos de explosivo plástico (goma-2),
en diciembre de 1977 ETA-M también realizó una serie de ata­
ques a cuarteles de la guardia civil. Además, varios militantes de ETA,
así como policías, murieron o fueron heridos en el curso de los tiro­
teos que se produjeron cuando la policía intentaba prevenir los ata­
ques de la organización o detener a alguno de sus miembros.
La mayor parte de las personas que militaban en organizaciones
que se habían opuesto al régimen franquista, aunque desaprobaban
los métodos de ETA, consideraban que su violencia era reacción a la
violencia mucho más intensa ejercida por el Estado. Por tanto, cabría
esperar que una vez desaparecida la dictadura, cesara la violencia de
ETA-M. Pero lo cierto fue que ambas ramas de ETA alcanzarían ni­
veles de violencia mucho más altos bajo la democracia parlamentaria
que bajo el franquismo. Por ejemplo, en 1975, último año de la vida
de Franco, el número de personas asesinadas por ambas ramas de
ETA fueron seis, en 1976 la cifra se elevó a quince, en 1977 descen­
dió a doce, pero en 1978 llegó a sesenta y cuatro. A comienzos de
1978, era evidente que ETA-M no iba a desaparecer con la dictadura
bajo la cual había surgido. Había opiniones diversas sobre la respues­
ta que debía darse a la campaña de ETA-M; los políticos de derechas
consideraban que la ola de violencia demostraba la incapacidad de la
democracia parlamentaria para el problema del orden público. Las di­
rectivas del PSOE y el PNV sostenían que se imponía la negociación
con ambas ramas de ETA para lograr el fin de las acciones arma­
das Los dirigentes del PNV no confiaban demasiado en que la au­
tonomía prometida al País Vasco por el gobierno Suárez fuera a ser
satisfactoria, y creían que hasta haber logrado un sustancial grado de
autonomía y haber cesado el acoso de la policía a la población vasca
el problema subsistiría.

Egin, 29 dic. 1977.


Véanse las declaraciones de Peces Barba, representante del PSOE en el parla­
mento. Egiriy 2 julio 1978.
El nacionalismo vasco radical 237

La fusión de los Bereziak y ETA-M, oficialmente anunciada en


septiembre de 1977 fortaleció a esta organización de modo con­
siderable, mientras que, en opinión de muchos, la violencia policial,
dirigida contra la población en general, legitimaba las acciones de
ETA-M. Sólo en 1978, ETA-M ametralló varios cuarteles de la poli­
cía, hirió a seis ocupantes de un vehículo policial, y también a un po­
licía municipal vinculado a la extrema derecha, intentó volar un cuar­
tel de la policía y colocó bombas en una serie de oficinas de Iber-
duero, la compañía que construía la central nuclear de Lemóniz
En marzo, se produjeron nuevos ametrallamientos de cuarteles poli­
ciales, dos policías fueron asesinados y otros dos heridos en una em­
boscada, un sargento jubilado de la guardia civil fue asesinado y el
dueño de un bar gravemente herido, todos ellos en distintas accio­
nes Además de actos deliberados de esta índole, murieron dos
obreros de la construcción y otros catorce quedaron heridos cuando
estallaron las bombas colocadas por ETA-M en las obras de la cen­
tral nuclear de Lemóniz Sin embargo, ETA-M pareció estar en pe­
ligro de quedar políticamente aislada cuando el PNV empezó a diri­
gir contra ella el mismo tipo de críticas que habían estado haciendo
los partidos «españoles» desde hacía algún tiempo. Pese a ello, los ata­
ques de ETA-M continuaron a lo largo de 1978. Las víctimas fueron
principalmente policías, conocidos derechistas y personas acusadas de
ser confidentes.
ETA-M conmocionó a la opinión pública cuando uno de sus co­
mandos asesinó, en junio de 1978, a José María Portell, el periodista
que había servido de intermediario entre el gobierno de Suárez y
ETA-PM en las negociaciones que habían concluido con el alto el fue­
go pre-electoral El comunicado de ETA-M en el que se reconocía
autora del asesinato, acusaba a Portell de ser informador de la poli­
cía, pero no se proporcionaban pruebas de esta acusación. Quizá fue­
ra más significativo que en dicho comunicado se tachara a Portell de
ser «especialista en intoxicación», indicio de que sus escritos, de tono
generalmente liberal y pacifista, desagradaban a ETA-M, así como su
papel en conseguir el alto al fuego de ETA-PM. El asesinato de Por­
tell suscitó protestas de la mayoría de los partidos políticos, entre
ellos el PNV, que rehusó, no obstante, participar en un acto de con­
dena junto a los partidos «españoles» Pese a ello, la campaña de

Egin, 29 sept. 1977.


Egin, 12 feb. 1978; 20, 25 y 29 feb. 1978.
Egin, 4, 6, 14 y 20 marzo 1978.
Egin, 18 marzo 1978.
Egin, 29 junio 1978.
Cambio 16, 19 julio 1978.
238 John Sullivan

ETA-M preocupaba al PNV y acabaría por inducirle a formular enér­


gicas protestas contra ella, que quebrarían la unidad de la comunidad
nacionalista. Aunque la campaña de ETA-M tuvo como consecuen­
cia la muerte y el apresamiento de muchos de sus militantes, ello no
menoscabó su capacidad para continuar la lucha. La persistencia de
su campaña produjo reacciones diversas entre las distintas fuerzas po­
líticas. Algunas personas, tanto en el PSOE como en el PNV, seguían
afirmando que era necesaria la negociación con ETA. Otras fuerzas
más derechistas veían la ola de violencia de ETA como prueba de que
la democracia española estaba incapacitada para enfrentarse al pro­
blema del nacionalismo vasco, e instaban a que se adoptaran medidas
más represivas contra la violencia. El gobierno respondió a estas pre­
siones en el mes de julio, aprobando una ley antiterrorista que dio
mayores competencias a la policía
El poco éxito logrado en combatir las acciones de ETA indujo a la
policía a recurrir a una represión indiscriminada contra la población
vasca. Además, escuadrones ultraderechistas perpetraron una serie de
ataques contra simpatizantes de ETA, tanto en España como en el
País Vasco francés. Así iría conformándose la dinámica de brutalidad
policial, manifestaciones de protesta —a menudo blanco de violentas I !
cargas de la policía— y represalias de ETA contra la policía, en una
especie de círculo vicioso. Esta era la espiral que anunciaba la teoría
de acción/represión/acción formulada por Krutwig en los años se­
senta, pero dicha espiral de violencia no alcanzó la etapa en que el
pueblo toma las armas y se lanza a la lucha guerrillera, como postu­
laba esta teoría En términos generales, la acción de ETA-M era
un sustitutivo de la acción de masas, más que un complemento. El
considerable apoyo del que gozaba ETA-M entre un sector de la po­
blación, quedaba patente en las manifestaciones que seguían siempre
a la muerte de uno de sus militantes, pero este apoyo aún no había
producido una organización sólida.
Parecía que ETA-M se hubiera quedado sin competencia, pues,
tras la tregua pre-electoral negociada entre ETA-PM y el gobierno
en la primavera de 1977, esta organización había abandonado apa­
rentemente la lucha, dedicándose a la acción política. Los resultados
electorales relativamente buenos obtenidos por EIA, y la prominen­
cia de conocidos veteranos de ETA-PM en ella, habían reforzado esta
impresión, como también el anuncio, hecho público en septiembre
de 1977, de que la organización iba a dejar de extorsionar a los in­
dustriales para cobrar el «impuesto revolucionario». Pero el que

Egin, 2 julio 1978.


Para la teoría sobre la espiral acción/represión/acción, véase el Capítulo 2, pp.
69-73.
El nacionalismo vasco radical 239

ETA-PM hubiera negociado una tregua no significaba que estuviera


en modo alguno dispuesta a disolverse. En la propuesta adoptada en
la VI Asamblea de que una serie de militantes abandonaran la orga­
nización armada para formar el núcleo de EIA, se estipulaba explí­
citamente la continuación de ETA-PM. La inactividad de ésta a lo lar­
go de 1977, en parte se debía a las fuertes pérdidas que había sufrido
durante 1976. La defección de los Bereziak había dejado a ETA-PM
con poco potencial humano y, además, los Bereziak se habían lleva­
do con ellos la mayoría de las armas de ETA-PM Las primeras ac­
ciones de ETA-PM tras la prolongada tregua pretendían enmendar
esta deficiencia. En diciembre de 1977 uno de sus comandos asaltó
un camión y se llevó 300 kilos de explosivos, y en otra ocasión, aquel
mismo mes, ETA-PM capturó 265 armas de fuego
La tregua permitió a ETA-PM la reconstrucción de su organiza­
ción, pero dejó sin resolver la cuestión de la función que competía a
una organización armada en una democracia, y la de sus relaciones
con su asociado político, EIA. Ni el documento de Pertur, Otsaga-
bia, ni la resolución adoptada en la VI Asamblea proporcionaban res­
puestas realmente satisfactorias a estos problemas, aunque antes de la
creación de EIA, hubiera inquietado a muchos miembros de ETA-
PM el peligro de que volviera a surgir una tendencia militarista apo­
lítica. Puesto que ETA-PM seguía existiendo, era inevitable que rei­
niciara en algún momento la campaña de violencia. Para mantener a
la organización hacía falta dinero, por lo que se adquirieron fondos,
empezando con el robo a la compañía General Eléctrica en octubre
de 1978 La reanudación del cobro del «impuesto revolucionario»,
anunciado en noviembre de 1978 dio una base más firme a las fi­
nanzas de ETA-PM, pero dejó sin definir cuál debía ser la finalidad
de las actividades armadas del grupo. La resolución adoptada en la
VI Asamblea decía que la organización armada debía intervenir cuan­
do la lucha obrera hubiera llegado a su límite. ETA-PM debía ser el
brazo militar de la clase obrera
De haberse disuelto ETA-PM, ETA-M reforzada mediante su fu­
sión con los Bereziak, habría tenido el monopolio de la tradición de
ETA, lo cual a su vez habría producido efectos desastrosos en el apo­
yo que recibía EIA de la población nacionalista. Por consiguiente,
ETA-PM no tenía otra alternativa que pervivir como organización y

Entrevista con el dirigente de ETA-PM, Mark, Deia, TI dic. 1977.


Egin, 29 y 30 dic. 1977.
Egin, 1 nov. 1978.
Ibíd.
Entrevista con un portavoz de ETA-PM, «Somos el aparato coercitivo de la cla­
se obrera», en Wiejo Topo, n.° 42, marzo 1980.
240 John Sullivan

mantener la lucha armada. ETA-PM había criticado siempre lo que


consideraba el carácter indiscriminado de la violencia de ETA-M, que
constrastaba con sus propias operaciones, cuidadosamente seleccio­
nadas y planeadas. ETA-PM siguió resaltando la diferencia entre la
índole de las acciones realizadas por ambos grupos, y no dedicando
sus esfuerzos a esos constantes ataques a la policía que caracteriza­
ban a ETA-M. ETA-PM exhibió una habilidad considerable en la se­
lección de objetivos «legítimos». En junio de 1978 colocó una bom­
ba en un edificio oficial de Bilbao como protesta por las dilaciones
que estaba sufriendo la entrega de competencias a la administración
local vasca, y en septiembre logró liberar a uno de sus presos cuando
se encontraba en el hospital
Durante los debates en torno al anteproyecto de la Constitución,
al que eran contrarios EIA y ETA-PM, los grupos de acción de ésta
atacaron emisoras de radio y cines, obligando al personal a transmi­
tir un comunicado en que se denunciaba dicho anteproyecto ac­
ciones quizá innecesarias, dado que EIA hizo el mismo tipo de de­
claraciones legalmente, tanto en el Parlamento como fuera de él. La
importancia que concedía ETA-PM a la corrección ideológica quedó
de manifiesto incluso en la elección de personas a las que se invitaba
a contribuir a su «impuesto revolucionario» que, según un comuni­
cado de prensa, se cobraba a aquellos financieros que exportaban ca­
pital fuera de Euskadi Las.actividades de ETA-PM en 1977 y 1978,
aunque implicaron el uso de armas y explosivos, no produjeron muer­
tes, y tanto ésta como EIA condenaron las acciones, más espectacu­
lares y sangrientas, de ETA-M. Pese a que la diferencia entre los ac­
tos de ambas ramas de ETA era probablemente excesivamente sutil
para ser comprendida por la mayoría de la gente, las diferencias eran
auténticas. Cuando ETA-PM hizo explotar una bomba en las ofici­
nas del Ministerio de Educación en San Sebastián, el hecho se pre­
sentó como protesta contra la negativa del gobierno a redactar una
constitución que devolviera la administración de su región a los vas­
cos Incluso cuando ETA-PM reinició la práctica de los secuestros,
que tanto había denunciado anteriormente, lo justificaría en térmi­
nos «socialistas». Por ejemplo, cuando en noviembre de 1978 fue se­
cuestrado un funcionario del Ministerio de Educación, y más tarde
liberado indemne, ETA-PM anunció que había realizado esta acción
porque el gobierno no contribuía a la educación vasca

Egin, 13 junio 1978 y 28 sept. 1978.


Egin, 17 junio 1978 y 12 nov. 1978.
, ______
Egin, 27 nov.
nov 1978.
59
Egin, 13 nov. 1978.
“ Egin, 29 nov. 1978.
El nacionalismo vasco radical 241

Aunque la justificación política de la colocación de bombas en lo­


cales de la administración no era clara, este tipo de acciones eran muy
distintas de la escalada de ataques contra policías y oficiales del ejér­
cito que llevaba a cabo ETA-M. Después del referéndum sobre la
Constitución, cuando ya prácticamente habían dejado de tener sen­
tido actos tales como obligar a una emisora de radio a leer comuni­
cados contrarios a la Constitución, ETA-PM resolvió parcialmente
la cuestión encontrando sus nuevos objetivos en la intervención en
conflictos laborales. A comienzos de diciembre de 1978, la organi­
zación secuestró e hirió al industrial José Elicegui, cuyos obreros es­
taban en huelga . Este tipo de acciones, en las que se unían las fi­
bras «socialista» y nacionalista de la ideología de la organización, y
que fueron haciéndose más frecuentes en ETA-PM, tenían preceden­
tes en la historia de ETA, como habían sido los secuestros de Zabala
y Ruarte en 1972 y 1973. No es de extrañar que semejante conducta
fuera muy impopular entre el PNV y los empresarios, muchos de los
cuales no tenían ninguna certeza de que su pertenencia al Pueblo Tra­
bajador Vasco les procurara protección frente a esta clase de atenta­
dos.
A pesar de la renovada ofensiva de ETA-PM, sus relaciones con
EIA siguieron siendo buenas a lo largo de 1979. EIA seguía procla­
mándose heredera de ETA mientras que ETA-PM criticaba las ac­
tividades de ETA-M. Los dirigentes de EIA no harían la menor crí­
tica a ETA-PM hasta el verano de 1979. Las relaciones entre un par­
tido político que operaba legalmente y una organización armada ile­
gal tenían por fuerza que ser complicadas, pues los contactos entre
ambos grupos sólo podían darse en un nivel extraoficial. La amnistía
que dejó en libertad a los presos de ETA-PM, benefició a EIA más
que a ETA-PM. Algunos veteranos como Gohierri, que siguieron di­
rigiendo la lucha armada, se traladaron a Francia dado que las per­
sonas con antecedentes policiales no eran las más adecuadas para ope­
rar en el interior. Los nuevos militantes eran jóvenes llevados a la ac­
ción como consecuencia de la intensa lucha de mediados de los años
setenta. Inevitablemente, eran personas que se impacientaban por las
limitaciones que EIA intentaba imponerles. Cuando en 1976 los di­
rigentes de ETA-PM decidieron la creación de EIA, sabían que la ten­
dencia militarista inherente a todo el que participaba en la lucha ar­
mada les llevaría probablemente a aceptar mejor los consejos de los
militantes «políticos» de ETA-PM, que los de un partido político.
Anteriormente a la creación de EIA, los miembros «políticos» de

Egin, 10 dic. 1978.


“ El senador Bandrés en una concentración en Pamplona. Egin, 9 abril 1978.
“ Entrevista del autor con Goiherri, San Sebastián, 5 agosto 1984.
242 John Sullivan

la organización gozaban de un prestigio considerable, pues corrían


casi los mismos riesgos que los activistas «militares», aunque no par­
ticipaban personalmente en la lucha armada. Los miembros políticos
proporcionaban fondos, buscaban «pisos francos» y transportaban a
los miembros del ala militar en sus coches. Los afiliados a EIA no
tenían este tipo de relación con los comandos militares de ETA-PM.
En los planes que habían definido a ETA-PM y EIA, se había espe­
cificado, con objeto de evitar desviaciones militaristas, que ETA-PM
conservaría su propio personal para cuestiones políticas, cuya pre­
sencia era evidente en los comunicados emitidos por la organización.
Incluso cuando las acciones de ETA-PM empezaron a parecerse más
a las de ETA-M, la primera seguiría justificando su actividad en tér­
minos «marxistas». Con el paso del tiempo, cuando el habitual ciclo
de detenciones produjera la renovación de la dirección de ETA-PM,
sus acciones empezaron a ser menos reflexivas y la nueva directiva
se distanció de EIA.
Pero en 1977 y 1978, el problema primordial de EIA no residía
en sus relaciones con ETA-PM, sino con los restantes grupos abert-
zales. Aunque las disensiones en torno a la participación en las elec­
ciones de junio habían dividido a las fuerzas nacionalistas, no por
ello cesaron los intentos por conseguir un cierto grado de unidad. El
grupo principal encargado de promover la acción unificada de todos
los grupos nacionalistas de izquierdas, KAS, seguía existiendo, pese
a que la decisión unilateral de ETA-PM/EIA de presentarse a las elec­
ciones demostró que su funcionamiento no era el deseado. Sin em­
bargo, KAS no había sido nunca más que un cuerpo consultivo, pues
carecía de una base nutrida ETA-M, aunque continuaría dando
prioridad a la lucha armada, reconocía la necesidad de una organiza­
ción de masas que pudiera llevar adelante la lucha en aquellas áreas
poco aptas para la acción militar EE no se consideraba el modelo
de tal organización, puesto que no incluía a la mayoría de las fuerzas
nacionalistas de izquierda, y sí al «español» MCE. La expectativa de
unas próximas elecciones municipales que sustituyeran a la adminis­
tración local designada por el gobierno, facilitó la formación de una
alianza capaz de desplazar a EE. La resistencia de los nacionalistas a
participar en las elecciones municipales fue mucho menor que la que
habían mostrado a presentar candidatos al parlamento español. Los
resultados electorales obtenidos tanto por el PNV como por EE, pa­
recían indicar que se había producido una aceptación general de las
elecciones parlamentarias, motivo por el cual una abstención soste­
nida no parecía una táctica inteligente. Telesforo Monzón tomó la ini-

Arregi, Memorias..., passim.


Ibíd., pp. 133-74.
El nacionalismo vasco radical 243

ciativa en el intento de’formar una coalición electoral, que más ade­


lante se convertiría en Herri Batasuna (Unidad Popular). La búsque­
da de unidad entre los nacionalistas no era una novedad en el caso
de Monzón, pues dentro del PNV había sido un firme partidario de
la unidad con ETA Su apadrinamiento de Anai-Artea, el centro
para refugiados vascos de San Juan de Luz, y su ayuda a ETA-V en
el momento de su formación, actuando como portavoz en el secues­
tro de Beihl, eran ejemplos de su constancia en procurar la unidad
de todos los nacionalistas. Su expulsión del PNV en noviembre de
1977, le liberó de toda limitación organizativa y le convirtió en la fi­
gura óptima para la promoción de la unidad entre todos los nacio­
nalistas radicales Monzón había intentado, sin éxito, crear este tipo
de alianza antes de las elecciones de junio.
En noviembre de 1977, HASI, LAIA, ESB y ANV asistieron a
una asamblea convocada por Monzón en Alsasua, Navarra, que re­
cibiría el nombre de Mesa de Alsasua Esta reunión, en la que se
acordó la formación de una coalición electoral, tendría consecuencias
de gran alcance para la vida política del País Vasco. Los partidos coa­
ligados eran extremadamente diversos y no parecían, a primera vista,
compañeros afines. El núcleo del acuerdo aceptado por los partici­
pantes fue su rechazo de las instituciones preautonómicas creadas por
el gobierno español como solución transitoria, hasta que pudiera ser
elegido un parlamento autónomo. La perspectiva de las próximas
elecciones municipales demostró la necesidad de alianzas, pero no
produjo acuerdo sobre cuáles debían ser los aliados. EIA declaró que
consideraba a KAS como el núcleo de una alianza de toda la izquier­
da mientras que ETA-M creía conveniente una agrupación más
amplia que la de KAS, que abarcara grupos como ESB —que unía
una política de corte social-demócrata a un nacionalismo radical—
pero excluyera a grupos «españoles» del estilo del aliado de EIA,
el MCE.
Cuando en abril de 1978 la Mesa de Alsasua quedó convertida en
Herri Batasuna ^°, EIA, aunque no llegaría a denunciar la alianza,
consideró que el proyecto, según lo entendían Monzón y ETA-M,

Un grupo de adeptos al PNV de Guipúzcoa elogiaron los esfuerzos de Monzón


por lograr la unidad. Jelkide, carta abierta, 25 abril 1964, Documentos Y, vol. 3, pp.
117-20; O nzi, Historia..., pp. 360-61 y 376-78. En 1979 Monzón pasó a ser presiden­
te del comité de ayuda a los refugiados vascos. Véase Ayuda a los refugiados vascos.
Documentos Y, vol. 9, pp. 66-67.
Comentario de EIA, «El PNV expulsa a Telesforo Monzón», Bultzaka, no­
viembre 1977, era muy elogioso para Monzón.
Egin, 26 nov. 1977.
Egin, 8 enero 1978.
Egin, 28 abril 1978.
244 John Sullivan

era peligrosamente excluyente. En enero de 1979, Mario Onaindía


propuso el lema «unidad de la izquierda vasca», en lugar de «unidad
de los abertzales de izquierda». La fórmula de Onaindía expresaba
su deseo de coaligarse con toda la izquierda de Euskadi, de tal modo
que la alianza que él proponía habría incluido a grupos «españoles»
como la O RT y el MCE. Los integrantes de la Mesa de Alsasua fue­
ron objeto de críticas por no haber hablado sobre la necesidad de in­
tervenir en las instituciones preautonómicas, y, además, Onaindía se
declaró preocupado ante los peligros de no atender a las aspiraciones
de los obreros inmigrantes, que no se sentían identificados con la tra­
dición nacionalista La opinión de Onaindía de que Herri Batasu-
na era un cajón de sastre de tendencias incompatibles con poco fu­
turo, parecía justificada y, sin embargo, Herri Batasuna prosperó y
llegó a ser algo más que la simple suma de sus partes. En efecto, al­
gunos de los partidos integrados en la alianza acabarían por salir y
desaparecer sin que ello pareciera perjudicarla. Por incongruente que
pudiera parecer dicha alianza, cuando se consideró en términos de
una convergencia de fuerzas políticas, exhibió una dinámica que en
1980 la convertiría en el segundo grupo del parlamento vasco.
La aparición de Telesforo Monzón como principal portavoz de
Herri Batasuna sorprendió a algunos de sus antiguos compañeros,
pero era coherente con sus convicciones de siempre. Desde que se in­
corporara al PNV a comienzos de los años treinta. Monzón había in­
sistido en que había que subordinar todo a la consecución de la in­
dependencia vasca. Por ello, y a pesar de pertenecer al ala conserva­
dora del PNV, había estado siempre dispuesto a entrar en alianza con
todo el que contribuyera a lograr ese fin Cuando entró a formar
parte de la dirección de Herri Batasuna, junto a «marxistas-leninis-
tas» radicales, se proclamó con orgullo jelkide (partidario de Dios y
ley vieja). Durante la Guerra Civil había sentido un profundo ma­
lestar ante los intentos del gobierno republicano por evitar que las
fuerzas vascas firmaran una paz separada con Franco y a fines de
los años cuarenta se había mostrado favorable a que el PNV llegara
a un acuerdo con Don Juan, aspirante al trono de España, sin contar
con las fuerzas republicanas. Cuando el PNV y el gobierno vasco en

Egin, 8 enero 1978.


Véanse los artículos de Monzón, «El reconocimiento de la soberanía nacional
del pueblo vasco», Egin, 1 enero 1978, y «Argala, un abertzale de talla universal y un
caballero revolucionario socialista», Egin, 31 diciembre 1978. Entrevista, «Más jelkide
que nunca», en Punto y Hora, 23 nov. 1977.
En «Qué horror», Egin, 26 oct. 1978, Monzón describía su reacción a los in­
tentos del gobierno republicano de evitar que el gobierno vasco llegara a algún enten­
dimiento con Franco.
El nacionalismo vasco radical 245

el exilio prefirieron mantener la alianza con la República, dimitió de


aquel gobierno. Su contribución a la formación de Herri Batasuna ha­
bía sido el último paso en sus sostenidos esfuerzos por lograr la uni­
dad de todos los que él consideraba patriotas vascos.
El principal organizador de Herri Batasuna fue el Secretario Ge­
neral de ESB, Iñaki Aldecoa Los dirigentes de ETA-PM, así como
los de EIA, recelaban profundamente de ESB, por lo que considera­
ban sus turbios antecedentes La política de ESB era una mezcla
de socialdemocracia moderada y resentimiento antiespañol. Era esen­
cialmente un intento de aumentar las posibilidades de convocatoria
del nacionalismo vasco, mediante la obtención de los votos de aque­
llas personas a quienes no atraía el PNV y que podían, de otro modo,
dar su voto al PSOE. Los resultados obtenidos por ESB en las elec­
ciones de 1977 fueron decepcionantes, pero no catastróficos (obtuvo
un 5,5% de los votos emitidos en Guipúzcoa) por lo que en el pe­
ríodo inmediatamente posterior a las elecciones su actividad no fue
en modo alguno desesperanzada. ESB sostenía que los votos que ha­
bía recibido, unidos a los de EE, representaban un mejor indicio de
la base sociológica que apoyaba sus ideas que sus votos por separa­
do, pues apoyar a EE significaba votar por los héroes de ETA. El
hecho de que algunos de estos líderes tuvieran ideas marxistas-leni-
nistas era irrelevante, mientras que su alianza con el «español» MCE
era absurda La actitud de los dirigentes de ESB hacia los inmi­
grantes era contradictoria. Decían tener afiliados entre los inmigran­
tes, pero no presentaba candidatos parlamentarios que no fueran vas-
coparlantes posición que contrastaba vivamente con la de EE,
cuyo candidato más conocido en 1977 no hablaba euskera.
El Secretario General de ESB, Iñaki Aldecoa, estaba convencido
de que existía una base social suficiente para una amplia coalición na­
cionalista Aldecoa, siendo navarro, era muy consciente de la ne­
cesidad de que los nacionalistas vacos constituyeran un frente unido.
En Navarra, donde los nacionalistas de todas las tendencias forma­
ban una minoría, ni ESB, ni EE habían presentado candidatos en las
elecciones de 1977. Consideraciones de índole similar influyeron so-

Entrevista del autor con el antiguo miembro de ESB y candidato parlamentario


Ildefonso Iriarte Ortemín, San Sebastián, 24 julio 1980.
Para la opinión de un dirigente de EIA sobre ESB y sus predecesores, véase Ma­
rio Onaindía, La lucha de clases en Euskadi, 1939-1980 (San Sebastián, 1980), pp.
112-133, 137, 149.
Diario Vasco, 17 junio 1977.
Conversaciones del autor con activistas de ESB, julio 1977.
ESB, un programa socialista para la autonomía de Euskadi (Bilbao, 1977),
107.
Entrevista del autor con Iriarte Ortemín, San Sebastián, 24 julio 1980.
246 John Sullivan

bre otro partido político moderado, Acción Nacionalista Vasca


(ANV), para inducirle a incorporarse a Herri Batasuna. ANV era un
partido moribundo de izquierda nacionalista de los años treinta, re­
vivido en 1976 por un antiguo miembro de ETA, Valentín Solagais-
tu. Antes de las elecciones, los líderes de ANV habían creído que las
personas mayores no iban a votar a los partidos nuevos y que las
fuerzas agrupadas en torno a KAS desaparecerían, mientras que a
ANV iba a beneficiarle su principal atractivo político; el apoyo de
una serie de antiguos jefes del ejército vasco durante el Guerra Civil.
Pero los hechos demostraron que los dirigentes de ANV se equivo­
caban.
El componente más izquierdista de Herri Batasuna era LAIA, la
organización formada por los miembros del Frente Obrero de ETA
tras su escisión de ésta en 1974. Aunque su postura con respecto a
la necesidad de crear un movimiento de masas no subordinado a un
grupo armado era similar a la que había producido anteriores esci­
siones, como ETA-Berri y ETA-VI, LAIA, a diferencia de estas úl­
timas, había formado un partido revolucionario vasco en lugar de
unirse a otros grupos exteriores al País Vasco LAIA se había ad­
herido a las ideas «asambleístas», comunes a la izquierda española de
los años setenta, que abogaban por que las decisiones importantes se
tomaran en asambleas de la totalidad de la fuerza obrera. LAIA se
había dividido en cuanto a la posibilidad de apoyar a: LAB (Langui-
le Abertzale Batzordea, Asamblea de Obreros Patriotas) o a LAK
(Languile Abertzale Komiteak, Comités de Obreros Patriotas) basa­
do en principios asambleistas A consecuencia de estas divergen­
cias, también LAIA había sufrido una escisión en 1976. La facción
LAIA, EZ (N O ) rechazaba los sindicatos ortodoxos, era anarquista
y se desintegró pronto, uniéndose parte de sus miembros a una es­
cisión de los Bereziak para formar los Comandos Autónomos Anti­
capitalistas (CAA) un grupo que cobraría notoriedad por asesinar
a un miembro de sus oponentes políticos.
La fundación de EIA por parte de ETA-PM a fines de 1976 había
colocado a LAIA en una especie de dilema, ya que mientras que la
creación de EIA suponía un reconocimiento implícito de que el Fren-
Entrevista con un portavoz de ANV, Punto y Hora, 15 a 30 sept. 1976.
«LAIA, el por qué de su creación», Sugarra, n.*^ 1, 1975.
Entrevista del autor con el dirigente de LAIA, J. M. Larrazábal, San Sebastián,
10 marzo 1980; el primer congreso de LAIA en nov. de 1977, pidió el reforzamiento
del movimiento asambleísta. Egin, 9 noviembre 1977; «Por el protagonismo obrero»,
entrevista con un portavoz de LAIA en Punto y Hora, 10-16 marzo 1977. Este por­
tavoz descartó cualquier posibilidad de alianza con fuerzas «burguesas» como el PNV,
ANV o ESB.
Entrevista con el dirigente de ETA-PM, Mark, Deia, 27 dic. 1977.
El nacionalismo vasco radical 247

te Obrero había tenido razón al formar un partido político en 1974,


también ocupaba el «espacio político» de LAIA. La incorporación de
LAIA a Herri Batasuna, aunque sorprendente, dada su historia y sus
principios era comprensible si se consideraba su fracaso en establecer
una fuerte presencia propia. En marzo de 1977, un portavoz de LAIA
había expresado ideas políticas similares a las de EIA pero los lí­
deres de LAIA no estaban de acuerdo con la decisión de EIA de pre­
sentarse a las elecciones, en lugar de avenirse a la decisión colectiva
de los grupos integrados en KAS. Como el pequeño partido que era,
LAIA había considerado a KAS como un importante foro para sus
ideas, y siempre había censurado la actitud un tanto ligera que creía
ver en ETA-PM y EIA hacia aquel. LAIA deseaba que KAS se con­
virtiera en un auténtico foro y un cuerpo decisivo, y no solamente el
lugar de reunión de las dos ramas rivales de ETA La lealtad de
LAIA a KAS y, posteriormente, a Herri Batasuna la llevaría a des­
cribir un círculo completo, llegando a formar parte de un grupo de
apoyo a ETA-M, pese a haberse originado, en 1974, como repulsa a
la dominación de una organización armada. En un principio, Herri
Batasuna había sido simplemente una alianza electoral, creada para
participar en las elecciones municipales, que no se celebrarían hasta
abril de 1979. La izquierda nacionalista tenía necesidad de entrar en
algún tipo de coalición electoral si no quería ser aplastada por el PNV
y el PSOE. Sin embargo, al poco tiempo de su formación se hizo evi­
dente que Herri Batasuna, lejos de ser una mera alianza electoral, se
había convertido tanto en un movimiento social como en el brazo po­
lítico de ETA-M. ESB y LAIA comprendieron que la creación de He­
rri Batasuna había destruido la base que sustentaba su propia exis­
tencia independiente. Herri Batasuna estaba dominado por ETA-M,
aunque esta organización no fuera más que simpatizante, y no estu­
viera incorporada como miembro. En particular, LAIA consideraba
la total ausencia de todo debate político dentro de Herri Batasuna es­
pecialmente desalentadora. Los debates carecían de sentido, puesto
que la trayectoria política era decidida por el compañero ausente,
ETA-M «o.
En cuanto a los restantes partidos políticos de la coalición, ANV
apenas si existía, mientras que HASI actuaba como simple portavoz
de ETA-M y no desarrollaba ninguna de las actividades normalmen­
te asociadas a un partido político. En teoría, la formación de Herri
Batasuna proporcionaba al nacionalismo radical una compleja red de

Entrevista con un portavoz de LAIA, Punto y Hora, 10-16 marzo 1977.


Entrevista del autor con el dirigente de LAIA, J. M. Larrazábal, San Sebastián,
8 marzo 1980.
Ibíd.
248 John Sullivan

organizaciones, en las que se había instituido la división del trabajo


y que formaban alianzas a diversos niveles. HASI suministró a
ETA-M un partido político simpatizante que debía cumplir la misma
función que E l A con respecto a ETA-PM. El siguiente nivel de alian­
zas era el que ofrecía KAS, que reunía a los grupos que aceptaban la
ideología de ETA. Herri Batasuna era, en teoría, una alianza amplia
cuyos miembros no tenían por qué ser partidarios incondicionales de
ETA-M. LAB, el sindicato nacionalista creado por LAIA y ETA-V,
tenía una relación difícil con el entramado radical nacionalista, pues
muchos de sus miembros apoyaban la línea de EIA y ETA-PM. El
sistema de alianzas era muy flexible, cabiendo en él cuerpos como las
organizaciones de vecinos, una organización juvenil y las gestoras for­
madas para luchar por la liberación de los presos de ETA. El carác­
ter amplio de la organización y la falta de las estructuras burocráticas
típicas de los partidos políticos, debían proporcionar, en teoría, un
modelo de funcionamiento democrático
Los detractores de Herri Batasuna sostenían que la estructura or­
ganizativa, teóricamente compleja, no era más que una fachada, y que
la verdadera estructura de Herri Batasuna estaba constituida por una
serie de personalidades que emitían declaraciones o convocaban ma­
nifestaciones obedeciendo los deseos de ETA-M Desde luego, la
división del trabajo entre los diversos componentes de la alianza ra­
dical nacionalista en principio no estaba clara, y en la práctica era ine­
xistente. Por ejemplo, las manifestaciones podían ser convocadas por
Herri Batasuna, KAS, HASI o las gestoras pro amnistía, bien por se­
parado o en conjunto. Sin embargo, incluso si la estructura organi­
zativa que describían los adeptos a ETA-M era imaginaria, o fraudu­
lenta, Herri Batasuna consiguió, a partir de 1978, convocar manifes­
taciones que fueron mucho más nutridas que las de la izquierda «es­
pañola» y las de EIA/EE. La constitución de Herri Batasuna, al in­
cluir partidos chauvinistas y reformistas, como ESB, y excluir a la iz­
quierda revolucionaria «española», era considerada por ETA-PM y
EIA como un obstáculo para su antigua aspiración de unir las luchas
nacional y social. La empresa que se había impuesto ETA-PM/EIA
de superar la tradicional división de la sociedad vasca entre un mo­
vimiento nacionalista que era reaccionario en cuestiones sociales y
económicas, y un movimiento socialista que era ciego a la realidad
de la opresión nacional, hacía que sintiera especial hostilidad hacia

Véase Apéndice 3.
Entrevistas del autor con Mario Onaindía, Vitoria, 26 marzo 1980; Enrique Ca­
sas, San Sebastián, 31 marzo 1980; J. M. Larrazábal, San Sebastián, 8 marzo 1980; y
Angel García (dirigente del PSOE), San Sebastián, 30 marzo 1980.
El nacionalismo vasco radical 249

ESB, formado precisamente para dar al nacionalismo una imagen más


moderna que le ayudara a resistir la amenaza «española».
El rechazo manifestado por EIA hacia Herri Batasuna formaba
parte de un gradual alejamiento del nacionalismo radical, que pronto
produciría disensiones entre sus propias filas. Mario Onaindía, de­
signado Secretario General de El A en septiembre de 1977, compren­
dió que en el futuro próximo era improbable una revolución que es­
tableciera una Euskadi independiente y socialista. El y sus correli­
gionarios, Múgica Arregui, Uriarte y Erreka, pensaban que era po­
sible conseguir un estatuto de autonomía relativamente bueno y cons­
truir un partido socialista vasco Esta posibilidad, que indujo a EIA
a aceptar la necesidad de operar dentro del CGV, no fue más que la
primera de las decisiones post-electorales que aumentaron la distan­
cia entre EIA y las restantes tendencias nacionalistas radicales. A pe­
sar de que el CGV no contaba con verdadera fuerza, los portavoces
de EIA siguieron insistiendo en que todo revolucionario tenía una im­
portante labor que realizar en él. Los partidarios de ETA-M, por el
contrario, creían que la función primordial de la CGV era legitimar
la exclusión de Navarra de Euskadi. Los dirigentes de EIA, aunque
seguían comprometidos con la creación de una comunidad vasca que
incluyera a Navarra, pensaban que hasta conseguirlo era necesario
trabajar en el seno del CGV, aunque sólo abarcara a tres de las cua­
tro provincias vascas En enero de 1978, EIA tomó otra medida
que iba a indignar a la mayoría de los nacionalistas radicales cuando
decidió modificar sus estatutos con el fin de obtener reconocimiento
legal. EIA había operado con relativa libertad, pero la legalidad ofre­
cía ventajas evidentes
La buena disposición de EIA a alterar sus estatutos, contrastaba
con la negativa de LAIA y HASI a hacer lo propio, y suscitó las crí­
ticas de estos partidos como había ocurrido ante la actitud de EIA
hacia la Mesa de Alsasua, aunque estaba claro que la orientación po­
lítica de EIA estaba desviándose cada vez más de la de los restantes
componentes de la alianza. Las reticencias de ETA-PM en relación a
la colaboración política con las fuerzas que apoyaban a ETA-M te­
nían su origen en la decepción que les había producido KAS desde
su creación en 1975. La decisión de ETA-PM/EIA de formar la coa­
lición EE con el M CE era, en parte, el resultado de su desilusión con
KAS. Hacia la primavera de 1978, los portavoces de EIA estaban de-

Entrevista del autor con Mario Onaindía, Vitoria, 26 marzo 1980.


Deia, 15 nov. 1977.
EIA justificó su decisión como una acción realista y criticó a los partidos que
se centraban solamente en la desestabilización del sistema. Egin, 20 enero 1978.
Ibíd.
250 John Sullivan

clarando que KAS era una reliquia del pasado ” , mientras seguían
proclamando su deseo de formar parte de una alianza electoral de iz­
quierda nacionalista. Con todo, aún quedaban puntos de coinciden­
cia entre EIA y los restantes partidos abertzales. Por ejemplo, todos
estaban unidos en su oposición a los elementos centralistas del ante­
proyecto de la Constitución, que se debatió en las Cortes a lo largo
de 1978. Los representantes parlamentarios de LIA, Letamendía y
Bandrés, propusieron unas enmiendas que habrían permitido la in­
dependencia vasca Sin embargo, el compromiso de LIA con una
Euskadi independiente no evitó las divergencias entre las fuerzas
agrupadas en torno a ETA-PM /EIA por una parte, y ETA-M/Herri
Batasuna por otra. Este progresivo antagonismo tenía su origen en
las diferencias surgidas en torno a la cuestión de si las elecciones de
1977 habían representado un cambio fundamental en España o en el
País Vasco. Los dirigentes de ETA-M y Herri Batasuna pensaban que
las elecciones no habían acabado con la dictadura, ni abolido el sis­
tema político instaurado por Franco. Esta idea era absurda en opi­
nión de la izquierda española, mientras que las posiciones de EIA y
ETA-PM eran ambiguas. La conducta de EIA fue cada vez más con­
tradictoria, pues participaba en el parlamento español y en el CGV,
mientras que, simultáneamente, seguía prestando apoyo político a
ETA-PM. Las diferencias entre EIA y Herri Batasuna reflejaban di­
vergencias en toda la comunidad nacionalista. En realidad, la idea de
que nada había cambiado se basaba en gran medida en el comporta­
miento de la policía, cuyos ataques a simpatizantes nacionalistas, y
al público en general, continuaban como en los últimos años de la dic­
tadura.
Uno de estos ataques se produjo en mayo de 1978 cuando cien­
tos de hombres armados vestidos de paisano, causaron desórdenes en
el centro de Pamplona, asaltando oficinas de partidos de izquierda y
nacionalistas y atacando a los viandantes, como respuesta a las
muertes de dos guardias civiles a manos de ETA-M. Otro incidente
aún más grave ocurrió en julio, en esta misma ciudad, durante las fies­
tas de San Fermín, el momento del año más esperado en Pamplona,
cuando, al término de una corrida de toros, un grupo de manifestan­
tes aprovecharon la oportunidad para desfilar con pancartas exigien­
do amnistía. La policía abrió fuego matando a Germán Rodríguez,
miembro de la LC R -LK I (sucesora de ETA-VI). A continuación, la
policía persiguió a los manifestantes más allá de la plaza de toros dis­
parando indiscriminadamente, hiriendo a muchas personas y ocasio-

Declaraciones del dirigente de EIA Serrano Izco, Egin, 7 abril 1978.


Deia, 15 junio 1978; Egin, 13 mayo y 5 oct. 1978.
£g¿«, 11 mayo 1978.
El nacionalismo vasco radical 251

nando la interrupción de las fiestas Habitualmente, este tipo de in­


cidentes producía manifestaciones de protesta, fuerte represión poli­
cial y algunas veces el asesinato de un policía por ETA-M como re­
presalia, una dinámica que parecía ilustrar la teoría de acción/repre-
sión/acción. Con frecuencia, se producían también huelgas para pro­
testar por la violencia policial, pero éstas no llegaban a tener las di­
mensiones de las llevadas a cabo en los últimos años de la dictadura,
indicio de la progresiva hostilidad de los partidos de izquierda hacia
las acciones de ETA-M.
Eln ejemplo particularmente grotesco de la actuación policial ocu­
rrió en julio de 1978 en el pueblo de Rentería, cerca de San Sebas­
tián, donde la policía disparó balas de goma contra los balcones de
algunas casas, y destrozó y robó en locales comerciales. En los pe­
riódicos se vieron fotografías de policías comiendo pasteles cogidos
de una panadería, creando un malestar generalizado Este tipo de
incidentes garantizó el éxito de la campaña Q«e se vayan, lanzada
por EIA contra la policía, entre amplios sectores de la población.
Además de la violencia policial, la comunidad nacionalista fue vícti­
ma de ataques por parte de grupos armados de ultraderecha contra
personas sospechosas de ser simpatizantes de cualquiera de las dos ra­
mas de ETA. Entre los actos de ultraderechistas se contó el asesinato
de un taxista en Guipúzcoa en octubre de 1977 y un ataque a Et-
xabe, antiguo líder del Frente Militar de ETA-V, en San Juan de Luz,
en julio de 1978, en el que éste fue herido y su mujer muerta Pa­
radójicamente, la violencia policial se tenía por más peligrosa ahora
de lo que había sido bajo Franco, pues entonces, como generalmente
las manifestaciones estaban prohibidas, eran menores las probabili­
dades de que se produjeran choques como los que fueron habituales
en 1977 y 1978. Los partidos de izquierda, y el PNV, criticaban al
gobierno por no imponer disciplina y no destituir a los más conoci­
dos oficiales de ultraderecha, y proponían que se entregara el control
de la policía del País Vasco al CGV '°°. Tanto el PSOE como el PCE
creían que la violencia de ambos lados era un lastre de la época fran­
quista. Si ETA cesara en sus ataques a la policía y se llevara a cabo
una purga de oficiales de extrema derecha, unida a la imposición de
disciplina por parte del gobierno, se rompería, según ellos, la espiral
de violencia y represalias.

'’ *• Egin, 9 julio 1978.


Egin, 13 julio 1978. Diario Vasco, 13 julio 1978.
Egin, 8 octubre 1977.
Egin, 3 julio 1978.
Para las posturas del PNV, el PSOE y EIA ante la policía, véase «Guardia Ci­
vil; “Obedeceríamos al Consejo General Vasco”», Cambio 16, 30 julio 1978.
252 John Sullivan

Para los partidarios de ETA-M esta no era más que una perspec­
tiva superficial, que se centraba en algunos policías en lugar de resal­
tar su función como ejército de ocupación. Irritaba particularmente
a ETA-M la actitud cada vez más crítica que estaban adoptando con­
tra ella el PNV, el PSOE y el PCE. La idea de que hubiera dos eta­
pas históricas en la acción de ETA, una bajo el franquismo que era
justificable y otra posterior que no lo era, pecaba de hipócrita a ojos
de los adeptos a ETA-M. Los partidos que ahora tanto celebraban la
limitadísima democracia, decían, podían hacerlo gracias a la lucha de
ETA, que seguía siendo tan necesaria y tan válida con Suárez como
había sido con Franco Los dirigentes del PSOE consideraban que
la recién nacida democracia española se enfrentaba al serio problema
de contar con.unas fuerzas policiales que sentían una enconada des­
confianza hacia la democracia, pero creían que ETA-M y los policías
de la ultraderecha se complementaban mutuamente en la creación de
la espiral de violencia, que ponía en peligro aquella democracia que
ambos detestaban El PCE compartía la creciente hostilidad del
PSOE hacia ambas ramas de ETA; así pues, la división entre nacio­
nalistas e izquierda empezó a parecerse a la situación existente antes
de la guerra civil. La enemistad de la izquierda «española» no sor­
prendía a ETA-M, que siempre la había considerado como imperialis­
ta social. Puesto que la izquierda «española» tenía poca fuerza en las
zonas donde ETA-M gozaba de mayor apoyo, sus comentarios po­
dían ser ignorados. Las críticas que dirigía el PNV contra ambas ra­
mas de ETA representaban un problema mucho más grave, aunque
se expresaban en términos mucho más cautos.
Las acciones de ambas ramas de ETA contaban con el apoyo de
gran número de personas, pero ninguna de las dos podía igualar la
posición del PNV. Aunque los resultados de las elecciones de 1977
habían dado, por primera vez, más votos al PSOE que al PNV en el
País Vasco , el éxito logrado por éste en establecerse como prime­
ra fuerza política iba a sorprender tanto a la izquierda revolucionaria
como a la moderada. A principios de los años cincuenta, los funda­
dores de Ekin habían considerado que el PNV era una fuerza agota­
da, y ello parecía ser incluso más cierto en el período inmediatamen­
te anterior a junio de 1977. Y sin embargo el PNV recibió muchos

Véase un discurso de Miguel Castells en conmemoración del quinto aniversa­


rio de la muerte de Txikia, dirigente de ETA-V, Egin, 20 abril 1978.
Entrevistas del autor con los dirigentes del PSOE de Euskadi; Enrique Casas,
San Sebastián, 31 marzo 1980; Luis Arbella, San Sebastián, 1 abril 1980; y Angel Gar­
cía, San Sebastián, 30 marzo 1980.
En caso de incluir a Navarra. El PNV obtuvo más votos en las tres restantes
provincias.
El nacionalismo vasco radical 253

más votos que ninguna de las restantes fuerzas nacionalistas que as­
piraban a sustituirle. El partido se benefició del prestigio de líderes
históricos como Leizaola y Ajuriaguerra, que habían tomado parte
en la guerra civil y habían mantenido el gobierno vasco en el exilio,
aunque la dirección efectiva hubiera pasado a manos de hombres más
jóvenes como Javier Arzallus y Carlos Garaicoechea, en marzo de
1977, durante el congreso del partido celebrado legalmente en Pam­
plona. Aunque estos hombres casi no habían tomado parte en la re­
sistencia antifranquistra, demostraron ser políticos capacitados
Gran parte del éxito del PNV se debía al estímulo prestado a las ac­
tividades sociales y culturales. A lo largo de 1977 y 1978, el PNV
estableció batzokis (sedes del partido) en pueblos y aldeas de toda
Euskadi. Los batzokis variaban en dimensiones e importancia según
la localidad donde estuvieran. Algunos eran poco más que un bar,
otros, sedes administrativas del PNV de la localidad, con una extensa
red de actividades culturales, musicales, folklóricas y de danza
Los esfuerzos del PSOE por renovar sus propias Casas del Pueblo
fueron mucho menos afortunados.
El PNV ejercía también una gran influencia en toda una serie de
organizaciones, que iban desde sociedades gastronómicas y cajas de
ahorro, hasta las cámaras de comercio Pronto se hizo evidente
que el partido disfrutaba de una posición crucial como árbitro en la
lucha entablada entre el nacionalismo radical y el gobierno central.
Los dirigentes del PNV tenían sus esperanzas puestas en el logro de
un estatuto de autonomía que fuera al menos tan generoso como el
otorgado en 1936. Ahora bien, el gobierno comprendía que al hacer
concesiones al nacionalismo radical podía provocar un golpe militar,
y ello afectó al alcance del estatuto. La violencia de ETA-M y, pos­
teriormente, de ETA-PM, era el factor decisivo que podía desatar la
fuerte reacción de aquellos elementos del ejército que sospechaban
que el estatuto de autonomía no sería más que un primer paso en la
secesión de Euskadi del resto de España. La mayoría de los dirigen­
tes del PNV no tenían intención de exigir la constitución de una Eus-

Arzallus, ex-jesuita que había pasado algunos años en Alemania, pasó a ser el
jefe del PNV en las Cortes. Carlos Caraicoechea, empresario navarro, se incorporó al
PNV a comienzo de los años setenta.
La inauguración oficial de un Batzoki generalmente comprendía una ceremo­
nia religiosa y con frecuencia un discurso político. Por ejemplo, en la inauguración del
Batzoki de Caldácano, un miembro del ejecutivo de Vizcaya pidió la restauración de
los Conciertos Económicos, Deia, 9 nov. 1977.
El PNV tenía también más afiliados que ningún otro partido. En octubre de
1978 decía tener más de 40.000 miembros en Vizcaya, 25.000 en Guipúzcoa, 10.000
en Alava y 8.000 en Navarra. Carta al autor de la oficina de prensa del PNV 29 nov
1978.
254 John Sullivan

kadi totalmente independiente, y comprendían con claridad los abru­


madores obstáculos que ello representaba. N o obstante, respondien­
do a las presiones de su propia base, los líderes del PNV pidieron en
alguna ocasión la independencia de Euskadi La dirección de este
partido también sabía que ambas ramas de ETA contaban con un
gran apoyo entre la población vasca. La conciencia de estos hechos
les hacía reacios a condenar con excesiva dureza los actos de los dos
grupos de ETA, o a mostrarse dispuestos a aceptar la Constitución
que se debatió en las Cortes a lo largo de 1978 Las cautelas del
PNV, unidas al ocasional empleo de una retórica nacionalista, hacían
pensar a las fuerzas políticas «españolas» que el partido llevaba a cabo
un doble juego, presentando una apariencia pública de partido mo­
derado y conservador, deseoso de desempeñar un papel en la cons­
trucción de la España democrática, mientras que actuaba simultánea­
mente como tapadera respetable del terrorismo de ETA.
Las críticas de los partidos «españoles» al PNV se agudizaron
cuando, a finales de 1978, las Cortes se encontraban próximas a acor­
dar una Constitución que otorgaría un considerable grado de auto­
nomía a los vascos. Las reticencias de los dirigentes del PNV a san­
cionar la Constitución contrastaban fuertemente con la actitud de los
partidos de izquierda, que ahora aceptaban incluso la monarquía, pese
a su tradición republicana. Las objeciones del PNV a la Constitución
parecían estribar, desde el punto de vista de los partidos «españoles»,
en criterios arcaicos e irrelevantes Por ejemplo, el PNV pedía la
restauración tanto de los derechos forales abolidos en 1876, como de
los Conciertos Económicos que habían sustituido a aquéllos y ha­
bían estado vigentes hasta la victoria franquista La restauración
de la fórmula del pacto entre el pueblo vasco y la Corona que pedían
los portavoces del PNV era, como vía hacia la autonomía y en opi­
nión de los políticos «españoles», un método absurdo para acometer

En una reunión del PNV en Lequeitio, Arzallus declaró que este partido se­
guía aspirando a la independencia, Egin, 3 mayo 1978.
La postura del PNV ante la Constitución se resumió en El Partido Naciona­
lista Vasco ante la Constitución (Zarauz, 1978), en particular pp. 97-129, «Informe del
Euskadi Buru Batzar».
El dirigente de U G T , Jaime San Sebastián, acusó al PNV de no saber aceptar
sus responsabilidades, y afirmó que el voto a favor de la Constitución valía tanto como
mil manifestaciones por la paz. Deia, 13 dic. 1978.
Un editorial de Deia, 10 sept. 1977: «Cuestiones vascas ~ polémicas a tres»,
sostenía que los Fueros eran la solución al problema de la autonomía y que los prin­
cipios de Sabino Arana eran compatibles con que Euskadi quedara como parte de una
España federal. Con ocasión de la apertura de un Batzoki en Galdácano, Andoni Olla-
barri exigió la restauración de los Conciertos. Deia, 9 nov. 1977.
El nacionalismo vasco radical 255

un problema moderno Los representantes del PNV en las Cortes


votaron a favor de una enmienda constitucional presentada por el di­
putado de EE, Letamendía, que concedería a las regiones autónomas
el derecho a federarse mientras que el PSOE votó en contra. Los
dirigentes del PNV llevaron la campaña en pro de la restauración de
los Conciertos Económicos fuera del parlamento, organizando una
masiva manifestación en Bilbao, en junio de 1978, que fue apoyada
por otros grupos nacionalistas pero no por el PSOE ni por el PCE
La unidad de las fuerzas antifranquistas se estaba resquebrajando, con
los partidos de izquierda más dispuestos a transigir con UCD, par­
ticularmente en la cuestión de la autonomía regional. El compromiso
del PNV con los conciertos económicos se reflejaba en su prensa,
que publicó numerosos artículos sobre esta cuestión
La convicción de la directiva del PNV de que ahora tendría que
enfrentarse a todos los partidos «españoles», quedó de manifiesto a
fines de septiembre de 1978, en las manifestaciones convocadas si­
multáneamente en Bilbao, San Sebastián y Vitoria en pro de la res­
tauración de los Fueros. En los carteles que portaban se subrayaba
la prosperidad del País Vasco y se sostenía que el bienestar vasco es­
taba subvencionando al resto de España Al disolverse la frágil
unidad de las fuerzas antifranquistas, el PNV pasó a considerar al
PSOE —que en términos generales coincidía con U CD en cuanto a
los límites aceptables de la autonomía vasca— como su principal ene­
migo Lo que más irritaba a los líderes del PNV eran las preten­
siones del PSOE de ser el partido mayoritario de Euskadi. El hecho
de que el PSOE hubiera obtenido más votos que el PNV era, desde
la perspectiva nacionalista, insignificante, dado el numeroso compo­
nente de inmigrantes entre los votantes de aquel. Puesto que la or­
ganización de base popular del PNV era incomparablemente más
fuerte que la del PSOE, la dirección del primero confiaba en que, al

José Luis de Orella, «El mejor del reino, el pueblo», Deia, 10 octubre 1978.
El dirigente del PSOE, Txiki Benegas, atacó la propuesta del PNV de pacto con la
Corona en un comunicado de prensa, afirmando que la Constitución que se estaba ela­
borando permitiría un auténtico autogobierno. Deia, 25 junio 1978.
Deia, 15 junio 1978.
Deia, 11 junio 1978.
«Conciertos y Fueros» por el senador Federico de Zabala, Deia, 9 noviembre
1977. Artículo de J. L. de Orella en Deia, 21 junio 1978. Joseba Elósegui, «La am­
nistía ignorada - Los conciertos económicos», Deia, 1 junio 1978.
Deia, 1 oct. 1978. Entre los carteles figuraba; «Madrid, los millones son de
aquí».
«El cinismo del consenso», por Manuel Antonio Rico, Deia, 1 oct. 1978; Elias
Ruiz Cabrera, «El caballo de Troya PSOEista», Deia, 2 oct. 1978; Carlos Garaicoe-
chea, «U C D y PSOE no entienden la personalidad nacional vasca», Deia, 7 oct. 1978.
256 John Sullivan

celebrarse las elecciones municipales, el PSOE se hallara en desven­


taja, pues el acceso a los medios televisivos no podía compensar su
falta de candidatos adecuados y de organizaciones locales.
La directiva del PNV tuvo que reconocer que sus propuestas de
enmiendas a la constitución, cuyo objeto era dejar margen para una
Euskadi semi-independiente, no podían prosperar frente a la oposi­
ción de prácticamente todas las demás fuerzas parlamentarias. Pero
el PNV no podía abandonar oficialmente el objetivo histórico de lo­
grar la independencia sin granjearse el antagonismo de sus propios
miembros. El carácter aparentemente arcaico de las aspiraciones del
PNV, era, en realidad, el medio de presentar la aceptación de auto­
nomía dentro del Estado español como una restauración de antiguos
derechos, satisfaciendo con ello a los elementos más radicales del par­
tido. La dirección del PNV respondió a las desavenencias internas
convocando un congreso especial para decidir si el partido debía o
no votar a favor de la Constitución El decisivo papel desempe­
ñado por el PNV se puso de relieve en el hecho de que los debates
parlamentarios se complementaran con negociaciones directas entre
aquel y el gobierno. Al agravarse progresivamente las relaciones en­
tre el PNV y el PSOE en el otoño de 1978, Deia publicó artículos
contra el PSOE casi a diario Lo que más indignaba a los líderes
nacionalistas eran las alegaciones del PSOE, en el sentido de que la
falta de entusiasmo del PNV por la nueva Constitución le convertía
en enemigo de la democracia
El congreso especial del PNV, celebrado el 29 de octubre, dio li­
bertad a los representantes parlamentarios para que decidieran su voto
a la Constitución El voto contrario sería interpretado por los par­
tidos «españoles» como indicio de que el PNV no estaba dispuesto
a integrarse en la vida política de la nueva España democrática. Por
otra parte, el voto a favor sería considerado por muchos miembros
del partido como un abandono de las aspiraciones históricas del par­
tido. Ahora bien, los dirigentes del PNV tenían una sólida posición
negociadora. El gobierno Suárez necesitaba su aprobación, o al me­
nos su neutralidad benevolente, si quería que fueran aceptadas la
Constitución y, con el tiempo, las medidas autonómicas, por una ma­
yoría de la población vasca. La dureza de las posturas negociadoras

Deia, 5 oct. 1978.


Deia, 1, 2, 5 y 7 oct. 1978.
119
Kepa Bordegarai, un destacado miembro del PNV, escribió una respuesta in­
dignada al diputado parlamentario del PSOE, Peces Barba, que había manifestado que
el voto contrario del PNV a la Constitución ponía en peligro la democracia española.
Deia, 5 oct. 1978.
Egin, 30 oct. 1978.
El nacionalismo vasco radical 257

del PNV influiría sobre el alcance de la autonomía que finalmente se


concedió. Los actos de ETA-M tuvieron un efecto más cuestionable
enfurecían al ejército, reduciendo con ello las posibi­
lidades del gobierno de hacer concesiones a las aspiraciones vascas.
Por otra parte, demostraban los peligros de intentar imponer una so­
lución inaceptable para las principales tendencias del nacionalismo
vasco. En este sentido, las acciones de ambas alas de ETA y las del
PNV podían considerarse complementarias, lo cual no significaba que
el PNV aprobara la conducta de ETA. Por el contrario, el PNV sos-
tenía que los métodos policiales empleados por el Ministerio del In­
terior actuaban en beneficio de ETA-PM
Las diferencias entre los partidos mayoritarios aumentaron al
aproximarse las últimas etapas del debate sobre la Constitución. Car­
los Garaicoechea, presidente del PNV, anunció, en una conferencia
de prensa ofrecida en Madrid a comienzos de octubre, que le sería
muy difícil a su partido votar por la Constitución en los términos en
que se hallaba, no habiéndose incorporado las enmiendas propuestas
por el PNV, en las que reclamaban los derechos tradicionales de los
vascos - Lo que había provocado la indignación de Garaicoechea
había sido la acción emprendida por UGD para introducir cláusulas
adicionales en la Constitución, que reforzaban su contenido centra­
lista. El PSOE se abstuvo en las enmiendas ucedistas, lo cual equi-
vaha, a juicio del PNV, a apoyar las propuestas gubernamentales y
hacia teiner a los dirigentes de este partido que cabía la posibilidad
^ el PSOE alcanzaran un acuerdo que fuera inaceptable
para el i NV. Hubo insinuaciones de que el PSOE quería disolver el
gobierno vasco en el exilio cuestión inadmisible para el PNV que
sabia que mientras perviviera el gobierno en el exilio se podía soste­
ner plausiblemente que el gobierno Suárez y sus representantes loca­
les no eran legítimos. A mediados de 1978, la prensa del PNV acen­
tuó sus muestras de apoyo al gobierno en el exilio y a su presidente,
Leizaola, que seguían en París, y atacó el carácter no vasco de los par­
tidos «españoles». Ello no podía negarse en el caso de UGD, cuya
base local era tan escasa que no se había presentado a las elecciones
de 1977 en Guipúzcoa. Por su parte, el PSOE estaba convencido de
que dichos ataques ilustraban el tradicional chauvinismo del PNV

Javier Arzallus, «Mirando atrás sin ira», Deia, 8 oct. 1978.


Egin, 10 oct. 1978.
Benegas afirmó que tras la celebración del referéndum sobre la Constitución,
el PSOE intentaría negociar la disolución del gobierno vasco en el exilio. Deia, 22 oct.
1978.
Entrevistas del autor con el veterano dirigente del PSOE, Luis Arbella, San Se­
bastián, 1 abril 1980, y Enrique Casas, secretario del PSOE en Guipúzcoa,’ San Se­
bastián, 31 marzo 1980.
258 John Sullivan

Sus propios votantes eran, en su opinión, tan vascos como los nació
nalistas. La insistencia de la dirección del PNV en el carácter «espa­
ñol» de sus rivales, significaba por fuerza resaltar su propio carácter
étnico. Los líderes del PNV repetían constantemente que era impo­
sible que los políticos de Madrid pudieran entender la realidad vasca.
Arzallus, en un artículo en Deia, sugería que la institución vasca de
la cuadrilla podía servir como medio para salvar el euskera, puesto
que la presencia de un solo hispano-parlante en cualquier grupo de
personas forzaba a los miembros bilingües a hablar castellano, mien­
tras que el círculo más cerrado de la cuadrilla podía crear un ambien­
te en el que sólo se hablara el euskera
El énfasis depositado por el PNV en los derechos históricos, en
lugar de reivindicaciones más modernas, confundía y molestaba a los
partidos «españoles», pero era una respuesta astuta a una situación
difícil. La exigencia aparentemente arcaica de que se restituyeran los
Fueros era un modo inteligente de lograr un trato ventajoso con el
gobierno central, sin dejar de mostrarse sensible a las dudas de los
propios votantes del PNV. Las tácticas de este partido en relación a
los problemas que creaba la violencia de ETA-M se fundaban en la
conciencia de que muchos de sus miembros se sentían emocional-
mente identificados con ETA, a la que consideraban como un grupo
de jóvenes heroicos, continuadores de la lucha contra la opresión es­
pañola, más que como una tendencia política hostil. Aunque la am­
nistía de 1977 y las elecciones de junio habían convencido a los prin­
cipales partidos «españoles» de que la lucha armada había perdido la
posible validez que una vez tuviera, no era esta la opinión de todos
los miembros del PNV, muchos de los cuales deseaban una amnistía
total que incluyera el regreso de los militantes de ETA en el exilio,
como paso hacia la consecución de una Euskadi independiente. Al­
gunos miembros prominentes del PNV seguían apoyando a las ges­
toras pro amnistía, que hacían campaña en favor de los presos tras la
fecha límite de la amnistía de 1977.
Con todo, el PNV no podía dejar de inquietarse ante los efectos
que producían los asesinatos y robos de ETA-M, que en 1978 alcan­
zaron un nivel más alto que nunca. La actitud del PNV hacia ETA,
vista desde Madrid, podía parecer hipócrita, pero la perspectiva de
Madrid no tomaba en consideración el complejo dilema ante el cual
se encontraba el partido. Los robos a bancos y el cobro del «impues­
to revolucionario» no eran bien acogidos en el partido, que compren­
día que ETA podía dirigir sus ataques contra sus propias filas. Angel
Berazadi, secuestrado y asesinado por ETA-PM en el verano de 1976,

Deia, 8 oct. 1978.


El nacionalismo vasco radical 259

había sido simpatizante del PNV, mientras que Carlos Garaicoechea,


presidente del partido, había tenido negocios y contactos profesiona­
les con Ruarte, secuestrado por ETA-V en 1973. El PNV publicaba
regularmente declaraciones condenando los asesinatos de ETA y
podía sostener que era más firmemente opuesto a la violencia que el
propio gobierno, pues también condenaba los asesinatos de los gru­
pos de ultraderecha, como el Batallón Vasco-Español, vinculado, en
opinión general, a las fuerzas de seguridad.
No obstante, había algo de verdad en la afirmación de que la di­
rección del PNV era más tolerante con las acciones de ETA que con­
sistente en su compromiso con la democracia y la pacificación. ETA
había tenido su origen en el PNV y se había visto fortalecida por el
posterior reclutamientos de las juventudes del PNV y de personas de
familias pertenecientes a este partido. ETA formaba parte de la co­
munidad nacionalista y sus miembros ligados a los adeptos del PNV
por lazos de consanguinidad y amistad. Aunque determinados actos
de ETA podían provocar antagonismo, no se veía como una fuerza
hostil a la comunidad vasca, como ocurría con los partidos «españo­
les». Incluso el «marxismo» de ETA podía perdonarse mientras no
les llevara a renunciar al nacionalismo. Por el contrario, el PNV sí
consideraba enemigos a los grupos «españoles» marxistas Pese a
todo, preocupaba al PNV la escalada de la campaña de ETA-M, que
ponía en peligro las perspectivas de alcanzar la autonomía vasca. El
partido decidió hacer una dura demostración pública de su condena
a los métodos de ambas ramas de ETA, convocando una masiva ma­
nifestación en Bilbao contra la violencia política, el 28 de octubre de
1978 '2*. De modo característico, el PNV, rechazando la sugerencia
del PSOE de que convocara la manifestación el Consejo General Vas­
co, lo hizo a título propio, con el fin de subrayar su posición hege-
mónica, y evitar las posibles acusaciones por parte de adeptos a
ETA-M y Herri Batasuna de que estaba quebrantando la unidad de
la comunidad nacionalista frente al enemigo «español». Aunque se
permitió a algunas fuerzas políticas que apoyaran la manifestación,
ésta fue responsabilidad exclusiva del PNV.
La decisión de hacer una demostración pública tan fuerte contra
la violencia de ETA no podía dejar de causar malestar entre muchos

Véase Deia, editorial del 13 nov. 1977, que condenaba la bomba colocada en
un vehículo policial.
Véase el comunicado de prensa del Bizkai Buru Batzar del PNV, en el que ex­
plicaba la militancia de la izquierda en Euskadi como consecuencia de su deseo de arrui­
nar la economía vasca. Egin, 18 marzo 1979.
Comunicado de prensa: «Comunicado del Euskadi Buru Batzar del Partido
Nacionalista Vasco», Ref. EBB 029/78, 10 oct. 1978. También, Deia, 11 oct. 1978.
260 John Sullivan

miembros del PNV. El partido lanzó una intensa campaña para ga­
narse a sus propios miembros, llevada a cabo primordialmente por
el periódico Deia, que a lo largo de varias semanas se convirtió en
un vehículo propagandístico de la manifestación, publicando en oca­
siones varios artículos sobre esta cuestión en un solo número El
«debate» en torno a la manifestación fue en realidad unilateral pues
Deia, controlado por la tendencia liberal del partido, entonces lide­
rada por Arzallus, no publicó, por lo general, artículos en que se ex­
presaran las opiniones del nacionalismo más intransigente. Más aún,
el PNV negó que se estuvieran produciendo fricciones internas. La
dirección del partido dejó muy claro que el convocar la manifesta­
ción no significaba que aceptara la Constitución española Pero el
hecho de que se permitiera participar a los partidos «españoles» des­
pertó temores entre algunos miembros del PNV de que estuviera
uniéndose a enemigos de la comunidad nacionalista para atacar a otros
nacionalistas. Los líderes del PNV intentaron acallar estos temores
con discursos públicos y artículos en Deia
Por ejemplo, en un acto celebrado en Tafalla, Navarra, en el que
tanto Arzallus como Garaicoechea explicaron la necesidad de la ma­
nifestación, éste último insistió en que el PNV tenía una posición ine­
quívoca en su condena de toda violencia, no sólo la de ETA, mien­
tras que Arzallus afirmó que la manifestación interrumpiría la ofen­
siva del gobierno contra los derechos vascos Era éste un tipo de
argumento que no aceptaban los nacionalistas radicales. La decisión
de llevar a cabo la manifestación fue duramente atacada en las decla­
raciones de ETA-M, Herri Batasuna y KAS El PNV respondió
a dichos ataques afirmando que se plantearía la anulación de la ma­
nifestación si ETA-M anunciara un alto el fuego ETA-M repitió
su petición de que se desconvocara la manifestación, observando que
ellos nunca habían buscado la confrontación con el PNV, puesto que
siempre habían reconocido que representaba los intereses de una par­
te del Pueblo Trabajador Vasco. ETA-M declaró, asimismo, que tam-

Carlos Garaicoechea, «El sentido de un llamamiento», Deia, 12 oct. 1978; «El


verdadero sentido de la manifestación», Deia, 13 oct. 1978.
«La manifestación antiterrorista no supone la aceptación de la Constitución»,
Deia, 12 oct. 1978.
En una rueda de prensa, Carlos Garaicoechea, presidente del PNV, negó que
la decisión de convocar una manifestación hubiera creado descontento dentro del par­
tido. Deia, 17 oct. 1978.
Javier Arzallus, «La manifestación es para parar los pies a Madrid», Deia, 14
oct. 1978.
Egin, 17 oct. 1978.
Comunicado de prensa del Euskadi Buru Batzar del PNV (EBB 033/78). Egin,
20 oct. 1978.
El nacionalismo vasco radical 261

bién era favorable al lema de la manifestación «Euskadi libre y en


paz», pero que no cesaría en la lucha armada hasta que el gobierno
accediera a aceptar la plataforma negociadora de cinco puntos pro­
puesta por KAS La determinación del PNV a seguir adelante
abrió una brecha en la comunidad nacionalista que causó gran ma­
lestar entre los adeptos a Elerri Batasuna, a quienes no preocupaban
en absoluto las censuras del PSOE y el PCE. Txillardegi, por ejem­
plo, afirmó que el pueblo vasco iba a «vivir el 28 de octubre como
una tragedia», y criticó al PNV por no consultar a sus bases El
partido, dijo, estaba abandonando sus principios nacionalistas y com­
portándose del mismo modo que lo había hecho en las Cortes de los
años treinta, cuando se había avenido a componendas con las fuerzas
«españolas». Garaicoechea permaneció firme, declarando que los que
querían que se desconvocara la manifestación debían exigir que ETA-
PM, que s e p ia extorsionando dinero a los empresarios, proclamara
una tregua Garaicoechea negó también que la decisión de seguir
adelante con la manifestación hubiera causado una revuelta interna
en el PNV. Esta declaración, pese a la general incredulidad de nacio­
nalistas y «españoles», fue en todo momento la posición oficial del
PNV. Sin embargo, había algunos indicios de la lucha interna que se
estaba librando; por ejemplo, en un artículo publicado en Deia por
Sabin de Zubiri, miembro del Bizkai Buru Batzar, éste admitía que
la decisión de convocar la manifestación había causado, inicialmente,
sorpresa entre la base
Mientras que la acción del PNV fue un duro golpe para los que
deseaban la unidad de todas las fuerzas nacionalistas, dio a Herri Ba­
tasuna la oportunidad de explotar el descontento creado entre las fi­
las del PNV. Herri Batasuna convocó su propia manifestación, tam­
bién en Bilbao y el mismo día, que, como era de prever, fue prohi­
bida por el gobierno. La convicción de Herri Batasuna de que la di­
rección del PNV se hallaba bajo ataques internos parecía plausible, a
juzgar por el flujo de artículos aparecidos en Deia a favor de la ma­
nifestación, escritos por líderes veteranos y figuras intelectuales de
este partido Luis de Arredonda, que había sido dirigente del par-

Egin, 24 oct. 1978. Los cinco puntos eran: amnistía para todos los presos po­
líticos vascos; legalización de todos los partidos políticos; retirada de la policía y las
fuerzas armadas de Euskadi; incorporación de Navarra a la comunidad autónoma vas­
ca; aceptación del derecho a la autodeterminación de Euskadi.
Ibíd.
Ibíd.
«La base del PNV irá en bloque a la manifestación», Deia, 18 oct. 1978.
Por ejemplo; «El sentido de un llamamiento» por Carlos Garaicoechea, Deia,
12 oct. 1978. «La pacificación de Euskadi», comunicado de prensa del PNV, Deia, 15
262 John Sullivan

tido en los años 30, llegó incluso a decir que la decisión de convocar
la manifestación era comparable en importancia a la de oponerse por
la fuerza a la sublevación de Franco Mientras la disputa con He-
rri Batasuna confundía y peocupaba a muchos miembros del PNV,
la continua escalada militar de ETA-M a lo largo de octubre obligó
al partido a condenar una campaña que había alcanzado proporcio­
nes aterradoras. En el mes de octubre murieron más de una docena
de personas, entre ellas dos oficiales de Marina La renuencia del
gobierno a proceder a la concesión de la autonomía vasca mientras
siguieran siendo asesinados policías y otras personas en semejante es­
cala, fue reiterada en unas declaraciones del hombre de confianza de
Suárez, Abril Martorell, en el sentido de que no se otorgaría ningún
estatuto de autonomía mientras siguiera la violencia. Garaicoechea,
todavía preocupado por no dar la impresión de estar apoyando a las
fuerzas «españolas» de modo acrítico, insistió en que el PNV no que­
ría una confrontación con la manifestación rival de Herri Batasuna,
y pidió a la policía que no la reprimiera
La condena del terrorismo de ETA por parte del PNV no era bas­
tante enérgica para satisfacer a los partidos «españoles». Los porta-
voces del PSOE siguieron lamentándose de que el Consejo General
Vasco (CGV) no hubiera sido el convocante de la manifestación
aunque el PSOE sí lograra que el CG V diera su aprobación. El PCE
deploraba la hostil actitud del PNV hacia la Constitución, que estaba
a punto de ser aprobada y deseaba una movilización popular a gran
escala a su favor cuando fuera sometida a referéndum Los parti­
dos «españoles» de derechas eran aún más críticos con la postura del
PNV. Un portavoz de Alianza Popular (AP), el partido liderado por
Fraga Iribarne, anunció que no iban a participar en la manifestación
porque objetaban a su lema principal, cuyo carácter era presuntamen-

oct. 1978. «Contra la violencia» por el senador Manuel Irujo, Deia, 19 oct. 1978. «Lu­
char para vivir» por Joseba Elósegui, Deia, 20 oct. 1978. «Rotundamente, yo voy»
por Ramón Galarza, Deia, 25 oct. 1978. «Ordago» por J. M. Scheiffer, Deia, 25 oct.
1978. «Libertad y pacificación» por Joseba Azcárraga, miembro del Bizkai Buru Bar-
zar del PNV, Deia^ 26 oct. 1978.
«Dos decisiones trascendentales», Deia, 20 oct. 1978.
Egin, 3, 4, 10, 14, 15, 23, 26, 27 y 30 oct. 1978. N o todos de ETA-M. Entre
los muertos había un cabo de la Guardia Civil asesinado por los CAA. Los activistas
de ETA-PM no fueron autores de ninguno de los asesinatos, pero sí llevaron a cabo
un robo y secuestraron e hirieron en la rodilla a un industrial. Egin, 14 oct. 1978, y
1 nov. 1978,
Comunicado de prensa, Egin, 28 oct. 1978.
Comunicado de prensa de Txiki Benegas, Egin, 22 oct. 1978.
Comunicado de prensa del PCE, Deia, 24 oct. 1978. Mundo Obrero, 8-14 dic.
1978.
El nacionalismo vasco radical 263

te secesionista: «Euskadi libre y en paz» Cualquiera que fuera el


rnotivo de la no comparecencia de AP, era una decisión que sólo po­
día ser bien recibida por el PNV. La idea de marchar junto a los par­
tidarios de Fraga, al que se hacía responsable de la muerte de una se­
rie de personas inocentes durante su período en el Ministerio del In­
terior en 1976, habría sido del todo inaceptable para la mayoría de
los partidarios del PNV.
Incluso los más liberales de los antiguos franquistas eran mal aco­
gidos en la manifestación. El Euskadi Buru Batzar del PNV emitió
un comunicado de prensa pidiendo a U C D que se abstuviera de par­
ticipar . Si U CD asistía, sus afiliados llevarían consignas contra­
rias a ETA En las declaraciones del PNV se insistía en que su pro­
pio personal fuera el encargado de mantener el orden en la manifes­
tación, y que en las pancartas se resaltaría a la violencia viniera de
dónde viniera, no sólo la de ETA U C D accedió cortésmente a
no asistir. Pero esta diplomática abstención no consiguió aplacar a
Herri Batasuna que, junto a las gestoras pro amnistía, había organi­
zado una manifestación que marcharía desde Bilbao al monte de Ar-
chanda, donde se había librado la última batalla contra los ejércitos
franquistas en 1937, antes de rendir Bilbao. La consigna central de
esta manifestación era «con los luchadores de ayer y de hoy», ligando
la lucha del ejército vasco en 1937 a la de ETA, para indignación de
los antiguos combatientes que apoyaban la manifestación del PNV
La rnanifestación, que supuso una drástica confrontación con los
partidarios de ETA-M y de Herri Batasuna, tuvo también difíciles se­
cuelas para ETA-PM y las organizaciones políticas surgidas de ella,
EIA y EE. ETA-PM y EIA consideraban que ambas manifestacio­
nes habían provocado una lamentable división en el campo naciona-
lista, y que no se debía apoyar a ninguna de las dos En cualquier
Comunicado de prensa de AP en Deia, 25 oct. 1978. El PNV alegó que KAS
estaba extendiendo el rumor de que vendrían a la manifestación autobuses llenos de
partidarios de AP. Comunicado de prensa del PNV, 27 oct. 1978, también (EBB
035/78).
'■ ** «Nota sobre la manifestación del día 28», comunicado de prensa del PNV, 25
oct. 1978, también (EBB 034/78), Deia, 26 oct. 1978.
Deia, 27 oct. 1978.
Deia, 27 oct. 1978.
«Que no nos confundan», Deia, 28 oct. 1978. En este artículo, cuatro ex-co-
mandantes del ejército vasco durante la Cuerra Civil se mostraban fuertemente con­
trarios al uso del símbolo de Archanda por parte de los organizadores de la manifes­
tación de Herri Batasuna.
Comunicado de prensa de EIA, Deia, 22 oct. 1978; para los esfuerzos de
Onaindía por llevar a EIA hacia una línea política moderada, véase la entrevista «Te­
nemos que liberarnos de los fantasmas del pasado», ERE, 29 marzo-6 abril 1980; tam­
bién Ortzi, El «no» vasco a la reforma, vol. 2, pp. 1-29.
El nacionalismo vasco radical 265

tido Si bien tanto el PNV como EIA iban a aceptar las reglas del
juego, según las formulaba la Constitución, ETA-M y Herri Batasu-
na no tendrían rivales en sus esfuerzos por dirigir un movimiento des­
tinado a lograr la independencia de Euskadi.
Tres días después de la manifestación del PNV, cuando ambas cá­
maras del parlamento español aprobaron la versión definitiva de la
Constitución, el PNV se abstuvo. En un comedido discurso pronun­
ciado durante el último debate, Arzallus insistió en que su partido
no deseaba adoptar actitudes que pudieran considerarse agresivas. Es­
taba claro que los dirigentes del PNV, aunque no podían votar a fa­
vor de la Constitución, estaban dispuestos a operar dentro de los lí­
mites del sistema político que estipulaba, postura que contrastaba
fuertemente con la del diputado de EE, Letamendía, y la del senador
Bandrés, que votaron en contra de la Constitución. N o obstante,
hubo una considerable diferencia de énfasis entre los dos parlamen­
tarios de EE. Letamendía, durante el debate final sobre la Constitu­
ción, pronunció un duro ataque contra lo que él consideraba la trai­
ción del PNV, mientras que Bandrés fue mucho más conciliador
El diferente tono adoptado por uno y otro era indicio de las diferen­
cias que empezaban a perfilarse en EE/EIA , y que poco después in­
ducirían a Letamendía a renunciar a su escaño parlamentario. Los
representantes del PNV en el parlamento negaron que su abstención
pudiera interpretarse como falta de voluntad para luchar por el fin
de la violencia en Euskadi. Sí observaron, no obstante, que la pacifi­
cación no podía lograrse con los métodos policiales empleados por
el gobierno de UCD. En un debate sobre el terrorismo llevado a cabo
en el Congreso, los representantes del PNV sometieron un programa
de pacificación de 15 puntos, siendo los esenciales la restauración de
los Conciertos Económicos, la creación de una fuerza policial autó­
noma vasca, las medidas para fomentar el euskera y las garantías gu­
bernamentales de que no se aplazarían más las prometidas elecciones
municipales
Mientras que el hecho de que el PNV no aprobara la Constitu­
ción parecía, a juicio de algunos de sus adversarios, sancionar las ac­
ciones de ETA-M, esta clase de críticas tenían escaso efecto en el par­
tido. La abstención de éste no había evitado que la Constitución se
aprobara, mientras que el haber aceptado abiertamente que Euskadi
quedara privada de independencia de modo permanente habría sus­
citado la oposición de los más intransigentes entre sus afiliados, y po-

Véase Egin, 12 oct. 1978, para una carta de un miembro del PNV en que pro­
testaba contra la manifestación.
Egin, 1 nov. 1978.
Deia, 9 nov. 1978.
266 John Sullivan

siblemente hubiera reforzado el atractivo de Herri Batasuna entre sec­


tores de la población que, de otro modo, votarían al PNV. Además,
los dirigentes de este partido no tenían la seguridad de que la apro­
bación de la Constitución fuera por fuerza a producir un amplio es­
tatuto de autonomía. El grado de autonomía otorgado dependería de
muchos factores, no siendo el de menor importancia la acción del pro­
pio PNV. Su dirección sabía que había poderosas fuerzas en la so­
ciedad española que desaprobaban la concesión de autonomía a los
vascos. También sabían que el gobierno estaba desgarrado entre la ne­
cesidad, por un lado, de otorgar una autonomía suficiente para satis­
facer a la mayoría de la población vasca y reducir con ello el apoyo
a ETA, y, por el otro, el temor de que demasiadas concesiones a los
nacionalistas vascos pudieran aumentar las posibilidades de un golpe
militar. Puesto que el PNV se había abstenido, pidió, en consecuen­
cia, a su partidarios que se abstuvieran en el referéndum constitucio­
nal celebrado el 6 de diciembre La Constitución tuvo un abru­
mador voto favorable, pero la abstención en el País Vasco fue casi el
doble que la del resto de España, lo cual podría considerarse como
un buen indicador de la influencia del PNV
En Guipúzcoa y Vizcaya, las provincias más nacionalistas, el ín­
dice de abstención fue aproximadamente del 56%, aunque en Nava­
rra fue sólo del 34%. Además, hubo un gran número de papeletas
anuladas y en blanco en todo el País Vasco, que podían plausible­
mente considerarse favorables a la postura abstencionista. Los resul­
tados del referéndum, unidos al anterior éxito del PNV en su mani­
festación contra la violencia, demostraron que en Euskadi toda ini­
ciativa política tenía que contar con aquel partido. A pesar de los te­
mores de sus miembros más tradicionales, el PNV se hallaba en bue­
na posición para beneficiarse de la situación política. El número de
votos contrarios a la Constitución no eran realmente indicio del peso
específico de ambas ramas de ETA, que habían pedido que se votara
negativamente, pues la extrema derecha había abogado por esta mis­
ma postura.
El gobierno y los partidos que apoyaban la Constitución podían
consolarse con el hecho de que la abstención también había sido alta
en otras zonas de España, donde era producto de la apatía más que
de un rechazo activo. La actitud del PNV siguió siendo blanco de las
críticas de los partidos españoles. Felipe González la tachó de hipó­
crita, afirmando que habría votado la Constitución de haber creído

£g¿n, 1 nov. 1978.


Para las cifras finales de votos en el Referéndum, véase DeU, 22 diciembre 1978.
El nacionalismo vasco radical 267

que su aprobación dependía de sus propios votos Otras fuerzas


españolas juzgaron la conducta del PNV con menos dureza. La pren­
sa liberal española había criticado anteriormente lo que consideraba
la ambigüedad del PNV al aceptar un grado de autonomía generoso
dentro de la España democrática. Una posición en la que se fijaban
distancias con respecto a ambas ramas de ETA por un lado, y se pe­
día la abstención en el referéndum por el otro, se veía como opor­
tunista y vacilante. Ahora bien, fuera cuál fuera el juicio que mere­
ciera el PNV, era evidente que este partido era la fuerza política do­
minante de Euskadi.
Deia mostró gran satisfacción ante un editorial aparecido en el pe­
riódico de Madrid El País, en el que se reconocía que dicho partido
había demostrado ser una fuerza hegemónica en el País Vasco, y que
el gobierno español tendría que enfrentarse con claridad a este he­
cho. El País expresaba la esperanza de que, habiendo hecho su de­
mostración de fuerza, el PNV aceptara la Constitución y la demo­
cracia, en lugar de unirse al «frente de rechazo» de los partidos abert-
zales Mientras el PNV iba extendiendo su control sobre muchos
aspectos de la vida vasca, Herri Batasuna y ETA-M persistían en su
oposición al mismo, aunque el hecho de que el dominio de este par­
tido ponía de manifiesto la fuerza del nacionalismo en Euskadi tam­
bién les beneficiara a ellos. ETA-PM y EIA se encontraban en una
posición mucho más difícil. La división entre los partidos naciona­
listas y «españoles» reflejaba la división que había en la población vas­
ca, y hacía su labor de unir las luchas nacional y social mucho más
ardua. En el período que siguió a la aprobación de la Constitución,
EIA y ETA-PM sufrirían disensiones internas que a su vez produci­
rían escisiones.

El sarcasmo de Felipe González provocó una respuesta airada del dirigente del
PNV, J. L. Irisarri, Deia, 9 dic. 1978.
El País, 8 dic. 1978.
Capítulo 8
DESDE EL REFERENDUM CONSTITUCIONAL
A LAS ELECCIONES AL PARLAMENTO VASCO
diciembre, 1978-marzo, 1980

Los partidos que, como el PSOE y U C D , favorecían la Consti­


tución, coincidían con el PNV en la necesidad de un estauto que otor­
gara un grado considerable de autonomía al País Vasco. Pese a que
este acuerdo no fijara por sí solo la cuestión de las competencias exac­
tas que corresponderían a un gobierno autónomo vasco, suponía un
considerable estrechamiento del abismo político que separaba al PNV
de los partidos «españoles» L En opinión de los líderes de ETA-PM,
la tácita aceptación por parte del PNV de una Constitución que ne­
gaba al pueblo vasco el derecho a una plena autonomía, era una trai­
ción a Euskadi, y cualquiera que fuera el grado de autonomía pro­
metido por el gobierno español, era una cuestión irrelevante. Los di­
rigentes del PNV, habiendo pedido a sus partidarios que se abstuvie­
ran en el referéndum constitucional, se encontraron en la difícil po­
sición de procurar obtener un estatuto que fuera a un tiempo acep­
table, y adaptable a las limitaciones de la Constitución. Esta clase de

' Algunos miembros importantes del PSOE insistieron en que eran firmemente fa­
vorables al Estatuto de Autonomía. Entrevistas del autor con Luis Arbella, 1 abril
1980; Angel García, 17 marzo 1980; Enrique Casas, 31 marzo 1980; todas en San Se­
bastián. Entrevista con Txiki Benegas, Secretario General del PSOE del País Vasco,
Egin, 20 marzo 1979. En 1975, el TI Congreso del PSO E abogó por una España fe­
deral. Véase El PSOE en sus documentos (Madrid, 1977), pp. 175-89.

269
270 John Sullivan

ambivalencia le granjearía acusaciones de hipocresía en años sucesi­


vos, lanzadas tanto por los partidos «españoles» como por sus críti­
cos arbertzales. Sin embargo, la dirección del PNV no consideraba
el estatuto como la simple concesión de cierto grado de autonomía
otorgado por un Estado soberano español, sino como un acuerdo a
negociar entre representantes del pueblo vasco y el gobierno espa­
ñol, igual que la incorporación del País Vasco a España había sido
supuestamente negociada con la Corona española. De este modo, los
derechos soberanos del pueblo vasco eran reconciliables con el he­
cho de que Euskadi permaneciera dentro de España.
Los miembros vascos del parlamento se habían reunido en Vito­
ria a raíz de las elecciones de 1977 para iniciar la tarea de redactar un
estatuto que satisficiera las aspiraciones vascas y fuera, además, acep­
table para el gobierno de Madrid. El partido gobernante, U C D , es­
taba dispuesto a aceptar una sustancial descentralización administra­
tiva en Euskadi y el resto de España, y también lo estaba el PSOE.
Los simpatizantes del partido de derechas Alianza Popular, liderado
por Fraga Iribarne, eran mucho más reacios a sancionar la autono­
mía vasca, pero comprendían que era inevitable. Las diferencias en­
tre la dirección del PNV y los partidos «españoles» atañían tanto a
la forma como al contenido del proyecto de estatuto. Los líderes del
partido no sólo querían mayor grado de autonomía que los partidos
«españoles», sino que aspiraban, además, a que se presentara el esta­
tuto como una recuperación de los derechos históricos vascos El
énfasis en los derechos históricos no era un simple recurso para per­
mitir al partido reconciliar sus doctrinas con la realidad política. Te­
nía también la finalidad de fortalecer la posición electoral del PNV,
puesto que un estatuto que favoreciera los derechos de los ayunta­
mientos y las zonas históricas habría favorecido a este partido debi­
do a su fuerza en los distritos rurales. Sin embargo, la diferencia esen­
cial entre los partidos «españoles» y nacionalistas giraba en torno a
la cuestión de si debía o no incluirse a Navarra en la comunidad au­
tónoma vasca. Las posibilidades de incorporar esta provincia eran re­
motas, puesto que en Navarra los simpatizantes de los partidos «es­
pañoles» de derechas eran fuertemente contrarios a semejante pro­
puesta, y en las elecciones de 1977 habían obtenido una clara mayo­
ría los partidos no favorables al nacionalismo vasco. Ahora bien, de
haber aceptado el PNV oficialmente que Navarra no llegara nunca a
formar parte de Euskadi, se habría perdido un componente esencial
de su ideología. Ello habría motivado a su vez disensiones en el seno
del partido. Sus dirigentes necesitaban, pues, una fórmula que les per-

^ Véase Deia, 1 y 10 sept. 1977, 9 y 15 nov. 1977, 27 dic. 1977, 15 y 21 junio 1978,
1 oct. 1978.
El nacionalismo vasco radical 271

mitiera aceptar una comunidad autónoma formada por tres provin­


cias, mientras seguía manteniendo que, en principio, Navarra era par­
te de Euskadi.
La política de EIA exhibía una mezcla similar de estricta ortodo­
xia doctrinal y flexibilidad pragmática. Bandrés resumió la postura
de su partido, mientras que, al mismo tiempo, se oponía a los nacio­
nalistas radicales, cuando declaró que el estatuto era «el último tren
para resolver los problemas de Euskadi» Por consiguiente, EIA y
ETA-PM tendían a mostrarse favorables a un estatuto que dimanaba
de la Constitución que habían rechazado. Ello llevaría a sus detrac­
tores a acusarles de inconsecuencia. El hecho de que los debates sobre
la redacción exacta del estatuto fueran complejos y poco asequibles
al conjunto de la población, produciría considerable confusión. Pese
a que los partidos políticos disentían sobre el grado de autonomía de­
seable en cuestiones tales como el control de la educación, la policía,
y los aspectos judicial y cultural, sí coincidían en la necesidad del es­
tatuto. Ni siquiera Herri Batasuna, que seguía leal al principio de la
total independencia vasca, denunció en un principio de manera cate­
górica el intento de aprobar un estatuto de autonomía. Esta organi­
zación anunció en noviembre de 1978 que siempre que Navarra no
quedara definitivamente excluida de las estipulaciones para la auto­
nomía vasca, eran legítimas las negociaciones con el gobierno espa­
ñol
La posibilidad de obtener un estatuto de autonomía no alteró en nada
la decisión de los dirigentes de ETA-M de lograr la total indepen­
dencia de Euskadi, ni debilitó su convicción de que la lucha armada
debía ser el arma primordial para este fin. Toda duda acerca de que
Euskadi se hallara aún en guerra con España hubo de quedar disipa­
da a fines de diciembre de 1978, cuando Argala fue asesinado en San
Juan de Luz con una carga explosiva que estalló cuando puso en mar­
cha su coche Nada podía estar mejor calculado para fortalecer a
los líderes de ETA-M en su determinación de seguir con la lucha ar­
mada. La opinión general era que el grupo derechista que había per­
petrado el ataque estaba controlado por la policía española. Así pues,
a lo largo de 1979 ETA-M llevó a cabo una campaña de represalias
mucho mayor que cualquiera de las realizadas bajo el franquismo.
Los objetivos de su violencia fueron generalmente policías, presun­
tos confidentes y derechistas conocidos. En un incidente particular­
mente terrible, ocurrido en enero, un guardia civil y su novia fueron

^ Ortzi, El no..., vol. 2, p. 67.


^ Ortzi, El no..., vol. 2, p. 68.
^ Egin, 22 diciembre 1978; Deia, 22 dic. 1978.
272 John Sullivan

muertos a tiros La mayoría de las víctimas murieron por arma de


fuego, pero una serie de policías perecieron o quedaron heridos al in­
tentar desactivar trampas explosivas. A comienzos de enero, un co­
mando de ETA-M mató al ayudante del gobernador militar de San
Sebastián y otro al gobernador militar de Madrid ^. Y éstas no fue­
ron sino las más espectaculares de las numerosas acciones que de­
mostraron que la capacidad militar de ETA-M se había fortalecido
con la nueva situación de democracia parlamentaria. La intensa cam­
paña de ETA-M causó desaliento tanto entre el gobierno como entre
la oposición moderada, pues hacía patente que la violencia que se ha­
bía iniciado durante la dictadura franquista no iba a cesar automáti­
camente con el advenimiento de la democracia. Aparte de la habili­
dad de ETA-M para asesinar a oficiales de alta graduación, incluso
fuera de Euskadi, ninguna persona prominente adepta al anterior ré­
gimen podía sentirse segura, considerando el sostenido número de
víctimas de derechas elegidas por la organización, entre las que figu­
raban personas como Pilar Careaga, antigua alcaldesa de Bilbao, que
fue gravemente herida por un disparo en el mes de marzo
La policía, incapaz de evitar los ataques de ETA-M, respondió
con su habitual brutalidad a las manifestaciones en pro de los presos
de ETA. Pero el contrataque más espectacular sobre ETA-M fue el
perpetrado por los «incontrolados». A la muerte de Argala siguió,
en enero de 1979, un atentado contra el tesorero de ETA-M, José Ma­
nuel Pagoaga, en Donibane, Francia, del que éste salió gravemente he­
rido En mayo, y en Biarritz, un grupo de acción de incontrolados
colocó una bomba en el coche de Txomin Iturbe, que se había con­
vertido en el líder máximo de ETA-M tras la muerte de Argala
Este tipo de acciones, unidas a la continua represión policial, daban
credibilidad a la idea de los partidarios de ETA-M de que, en reali­
dad, no se había producido una auténtica transición a la democracia
en junio de 1977, y que la conducta represiva de la policía y los ase­
sinatos perpetrados por grupos de ultraderecha formaban parte de un
esfuerzo concertado para mantener a Euskadi sometida al dominio es­
pañol. Los partidos nacionalistas como EIA y el PNV, cuyos grupos
más veteranos creían que la promesa gubernamental de conceder au­
tonomía daría origen a un cambio serio, eran considerados por los
dirigentes de Herri Batasuna, por ejemplo Miguel Castells, como cré-

* Egin, 7 enero 1979.


^ Egin, 3 y 4 enero 1979.
* Egin, 26 y 28 marzo 1979.
’ Egin, 14 enero 1979.
Egin, 5 mayo 1979.
El nacionalismo vasco radical 273

dulos o traidores Esta interpretación de la transición a la demo­


cracia parlamentaria era absurda, a juicio de los líderes del PSOE y
el PCE, aunque no por ello dejaba de preocuparles la incapacidad del
gobierno para controlar a los elementos ultraderechistas de las fuer­
zas armadas. En efecto, el gobierno de Suárez procedió a cumplir su
promesa de otorgar autonomía al País Vasco, con lo que se esperaba
que la Constitución fuera aceptada allí al igual que en el resto de Es­
paña. En los quince meses que siguieron al referéndum que ratificó
la Constitución, el gobierno Suárez debía celebrar elecciones genera­
les, un referéndum para aprobar el Estatuto de autonomía vasco, y
elecciones al parlamento vasco Estas medidas, que a juicio tanto
del PSOE como de U CD satisfacían todas las demandas legítimas del
País Vasco, no acabaron, sin embargo, con la violencia de ambas ra­
mas de ETA. Las acciones de ETA-M generaron gran cantidad de de­
tenciones, con lo que se elevó el número de presos, se multiplicaron
las denuncias de tortura policial, y la policía siguió reprimiendo los
actos pacíficos. Ello dio nuevo ímpetu a la campaña armada de E-
TA-M.
Las esperanzas del gobierno Suárez de que las elecciones y la pro­
metida concesión de un estatuto de autonomía pudieran servir para
la pacificación de la sociedad vasca se vieron, así, frustradas. Los in­
tentos de persuadir al gobierno francés de que actuara contra los gru­
pos de ETA extraditando a sus militantes a España tuvieron escaso
éxito. Aunque, en ocasiones, las autoridades francesas encarcelaban
a miembros de ETA o los confinaban en lugares remotos, como los
Alpes franceses o la Isla de Yeu la reputación que se había gran­
jeado la policía española de torturar a los detenidos dificultaba polí­
ticamente la colaboración de Francia. Cuando los tribunales france­
ses actuaban contra los militantes de ETA-M, la organización con­
tratacaba. En abril, uno de sus comandos colocó una bomba que pro­
dujo daños en el consulado francés de San Sebastián e hirió grave­
mente a dos policías Los fallidos intentos del gobierno español
por obtener apoyo francés para enfrentarse a ETA, se reprodujeron
cuando procuró similar respaldo del PNV y EIA, a ninguno de los
cuales se pudo convencer de que condenaran la violencia sin reser­
vas. Por el contrario, la violencia se intensificó cuando ETA-PM em­
pezó a competir con ETA-M aumentando su lucha armada. Sin em­
bargo, los dirigentes de ETA-PM no deseaban emular los sangrien­
tos ataques a policías y derechistas, que eran distintivos de ETA-M.

Véanse declaraciones de Castells en Egin, 27 mayo 1979.


Véase más adelante, pp. 27i>-277-, 283-285 y 291 para los detalles.
Egin, 31 enero 1979.
Egin, 7 y 8 abril 1979.
274 John Sullivan

Pero los militantes de ETA-PM contaban hacia 1979 con los recur­
sos necesarios para llevar adelante su propia versión de la lucha ar­
mada. Más aún: la teoría política que compartían con EIA decía que
las organizaciones armadas seguían siendo necesarias en las democra­
cias parlamentarias
Los gestos algo teatrales de los militantes de ETA-PM durante el
debate sobre el referéndum constitucional, eran insuficientes para jus­
tificar la existencia del grupo. Consecuentemente, empezaron a com­
plementarlos con actos de violencia más serios. Muchos de ellos fue­
ron generados por conflictos laborales, puesto que los dirigentes de
ETA-PM consideraban su organización como el brazo armado del
proletariado Dado que ETA-PM no contaba con una base orga­
nizada en las fábricas, los ataques armados a patronos y empresarios
eran su modo primordial de hacer valer sus credenciales socialistas y
demostrar que su versión de lo que era la lucha armada era muy di­
ferente a la, en su opinión, violencia indiscriminada de ETA-M. Un
buen ejemplo de la estrategia de ETA-PM es el que proporciona su
intervención contra la administración de la compañía Michelín, que
sostenía una prolongada disputa con sus empleados. En diversas oca­
siones, comandos de ETA-PM secuestraron a ejecutivos de Miche­
lín, liberándolos por lo general poco después con un tiro en la pier­
na Este tipo de acciones tenían la finalidad de forzar a la compa­
ñía a adoptar una actitud más conciliatoria hacia sus obreros, y eran,
por consiguiente, en opinión de los líderes de ETA-PM, una contri­
bución a la lucha de clases. Algunas veces, el castigo al empresario
iba acompañado del secuestro por dinero, como en febrero de 1979
cuando fue secuestrado el gerente de la fábrica de Michelín en Vito­
ria y retenido durante varias semanas Otras fuentes de fondos era
el cobro del «impuesto revolucionario» y los robos a mano armada.
Los comandos de ETA-PM obtenían materiales y dinero de este
modo. En un sólo robo, capturaron mil kilos de explosivo plástico
La reanudación de la lucha armada por parte de ETA-PM no bas­
tó para que EIA, su brazo político, dejara de perder terreno frente a
Herri Batasuna. Muchos miembros destacados de EIA, como Ortzi
y el cura radical Periko Solabarría, transfirieron sus lealtades a Herri
Batasuna, alegando que EIA se había vuelto inactiva y reformista

Véase el Capítulo 6, pp. 272-275.


«ETA(PM) “Somos el aparato coercitivo de la clase obrera” », Viejo Topo, mar­
zo 1980.
Egin, 6 y 14 feb. 1979.
Egin, 20 y 27 febrero y 2 marzo 1979.
” Egin, 7 marzo 1979.
Véase entrevista con Periko Solabarría, un cura obrero y antiguo candidato par-
El nacionalismo vasco radical 275

Con la consolidación de Herri Batasuna, ETA-M recibió el respaldo


de una fuerza mucho más capacitada para lanzar una campaña polí­
tica que las gestoras pro amnistía, que hasta entonces habían sido su
principal apoyo. Durante 1979, Herri Batasuna inició una serie de ac­
ciones espectaculares, entre las que figuraron la ocupación de edifi­
cios públicos, marchas, huelgas de hambre y actos de desobediencia
civil, que tuvieron como consecuencia el encarcelamiento de sus di­
rigentes. Ningún partido, aparte del PNV, podía igualar el grado de
actividad de Herri Batasuna. El elemento de participación de masas
en la espiral acción/represión/acción adquirió mayor importancia de
la que había tenido nunca en la historia de ETA. Una situación ca­
racterística era que Herri Batasuna convocara una manifestación que
era reprimida por la policía, a lo que los militantes de ETA-M res­
pondían matando a policías o personas de derechas Cuando mo­
ría algún miembro de ETA-M en un choque con la policía, su fune­
ral era ocasión de furiosas manifestaciones y discursos subversivos
pronunciados por portavoces de Herri Batasuna, que a su vez desem­
bocaban en cargos criminales contra ellos. El grupo cada vez mayor
de presos de ETA-M contribuía declarándose en huelga de hambre
y realizando manifestaciones, que les acarreaban severos castigos y la
consiguiente indignación de su partidarios ETA-M y Herri Bata­
suna habían creado una estrategia de tensión extremadamente eficaz
que contribuía a evitar que se diera en Euskadi la desmovilización po­
lítica lograda en el resto de España.
El continuo apoyo a ETA-M planteaba al gobierno un conside­
rable dilema. Los políticos de derechas sostenían que la violencia de
ETA podía eliminarse con medidas militares, mientras que los miem­
bros del PNV creían que el problema quedaría resuelto si se acele­
raba y se ampliaba la autonomía vasca El gobierno siguió adelante
con las medidas que finalmente producirían la elección de un parla­
mento autónomo vasco en marzo de 1980. Las críticas dirigidas por
el PNV contra el gobierno, y en menor medida por la Iglesia católi­
ca, estaban en parte compensadas por el consenso cada vez más am­
plio existente entre U CD , el PSOE y el PCE respecto a la cuestión
vasca. En febrero de 1979, cuando el dirigente vasco del PSOE, En­
rique Múgica, en el transcurso de un debate televisado, se mostró de

lamentario de EE, que pasó a ser representante en el congreso por Herri Batasuna. La
Batalla, junio 1979; carta de Ortzi y otros 17, Egin, 6 marzo 1979.
Egin, 15 y 16 enero y 3, 4, 6 y 12 feb. 1979.
Las huelgas de hambre habían formado parte de la campaña de ETA-PM en el
referéndum. Véase Egin, 28 dic. 1978.
Véase discurso de Arzallus, Deia, 13 marzo 1979; también. Comunicado del Eus­
kadi Buru Batzar del Partido Nacionalista Vasco, 7 feb. 1979, Ref. EBB 002/79.
276 John Sullivan

acuerdo con el Ministro del Interior de U C D , Martín Villa, en que


hacía falta en España una fuerza policial más eficaz, los nacionalistas
radicales confirmaron su convicción de que la izquierda y la derecha
«españolas» eran igualmente imperialistas
Al aproximarse las fechas de las elecciones parlamentarias y mu­
nicipales, los candidatos de Herri Batasuna aprovecharon la oportu­
nidad que les proporcionaba la campaña electoral para hablar públi­
camente de la mala situación de los presos de ETA-M, pronunciando
discursos inflamatorios en que proclamaban la necesidad de conti­
nuar la lucha armada para la liberación de Euskadi. Este tipo de ac­
tos acababan en detenciones, cargos contra los dirigentes de Herri Ba­
tasuna, huelgas de hambre de los arrestados, manifestaciones de sus
partidarios y declaraciones a favor de los presos de ETA-M Estos
incidentes produjeron una campaña animada y dramática que con­
trastaba fuertemente con la sobria conducta de los candidatos de los
partidos «españoles», e incluso con los de EE. Los candidatos de He­
rri Batasuna habían declarado que, de ser elegidos, rehusarían ocupar
su escaño en el parlamento de Madrid.
Las elecciones parlamentarias celebradas en marzo de 1979 re­
forzaron la posición del gobierno en España en general, quedando
UCD como partido mayoritario. Dado que los partidos de oposi­
ción, contrariamente a la situación de junio de 1977, habían operado
legalmente durante casi dos años, no era fácil calificar los resultados
de fraudulentos. Sin embargo, los resultados obtenidos por U C D en
el País Vasco fueron flojos, como ocurrió al resto de los partidos «es­
pañoles». El PNV obtuvo casi 280.000 votos en Alava, Vizcaya y
Guipúzcoa, con nueve candidatos elegidos para el Congreso y ocho
para el Senado. Su posición siguió siendo débil en Navarra, donde se
presentó en una coalición que obtuvo solamente 21.000 votos Los
resultados electorales fueron también un triunfo para Herri Batasuna
que, en los primeros comicios en los que se presentaba, obtuvo más
que 170.000 votos, más de la mitad de los recibidos por el PNV. Tan­
to Monzón como Letamendía obtuvieron escaños parlamentarios,
pese al anuncio de la coalición de que sus candidatos no ocuparían
sus escaños. Los resultados también fueron satisfactorios para los can­
didatos de EE, teniendo en cuenta que competían con Herri Bata­
suna por el voto nacionalista radical. Puesto que los votos del PSOE

Egm, 6 feb. 1979.


Egm, 1, 2, 3, 4, 6, 8, 9, 10, 11, 15, 16, 18 y 20 feb. 1979.
Egin, 25 y 16 feb. 1979 y marzo 1979.
Deia, 3 marzo 1979. Ignacio Latierro, «Reflexiones sobre el resultado electoral
de Euskadi», Nuestra Bandera, mayo 1979.
El nacionalismo vasco radical 277

habían descendido a 252.000, el PNV se convirtió en el partido ma­


yoritario. En las esperadas elecciones municipales, celebradas en el
mes siguiente, la victoria nacionalista fue aún más pronunciada. El
PNV obtuvo más del doble de los votos del PSOE También He­
rri Batasuna recibió más votos y el número de sus concejales superó
en más de cien a los del PSOE.
Se sabía que el PSOE no iba a tener mucho éxito en las eleccio­
nes municipales, donde la sofisticada maquinaria propagandística y
la cobertura televisiva no podían compensar su falta ¿e candidatos
competentes y populares. Además, cabía esperar que muchos inmi­
grantes, que hubieran votado a un candidato «español» en unas elec­
ciones parlamentarias, se abstuvieran, o incluso votaran a un candi­
dato nacionalista en unas elecciones que se consideraban un asunto
local. Pero aunque el descenso de los votos del PSOE era de esperar,
las dimensiones de su derrota fueron abrumadoras, quedando con
una presencia muy debilitada fuera de sus tradicionales bastiones de
inmigrantes. Por ejemplo, en Rentería, un centro industrial de Gui­
púzcoa con gran número de inmigrantes, fueron elegidos una mayo­
ría de concejales nacionalistas, que a su vez eligieron a un alcalde de
Herri Batasuna.
El éxito electoral del nacionalismo fortaleció la posición negocia­
dora del PNV con relación al estatuto. En junio, cuando los princi­
pales partidos del País Vasco llegaron a un acuerdo sobre el conte­
nido del estatuto que se iba a presentar al gobierno, se organizó una
enorme manifestación en Vitoria a la que asistieron representantes
municipales en un esfuerzo por recrear la atmósfera que había exis­
tido en 1931 cuando las autoridades municipales adoptaron el Esta­
tuto de Estella bajo influencia del PNV El acuerdo puso de ma­
nifiesto la posición clave que disfrutaba el PNV, cuyo triunfo en lo­
grar una concurrencia de pareceres entre partidos tan diversos como
UGD y EIA era indudablemente extraordinario. Ahora bien, este
aparente consenso ocultaba desacuerdos que pronto producirían con­
flictos. EIA veía el estatuto como una etapa hacia la independencia,
mientras que UGD y Alianza Popular estaban a favor de un estatuto
más restrictivo que el defendido por el PNV. Este tipo de diferencias
no consiguieron debilitar la posición del PNV. Puesto que éste era
el partido más fuerte del País Vasco, y ocupaba un puesto interme­
dio entre EIA y los partidos «españoles», era probable que pudiera
cumplir muchos de sus objetivos.
Ni el acuerdo sobre el estatuto, ni los triunfos electorales de He-

Deia, 4 abril 1979; Diario Vasco, 4 abril 1980; Punto y Hora, 4-11 abril 1979.
Punto y Hora, 29 mayo-4 junio 1979; Egin, 4 junio 1979.
278 John Suliivan

rri Batasuna consiguieron persuadir a los líderes de ETA-M de inte­


rrumpir su campaña de lucha armada. Como cabía esperar, éstos de­
nunciaron el estatuto tachándolo de simple medida de descentraliza­
ción que en nada ayudaba a la causa de la independencia vasca. A lo
largo de 1979, continuaron las acciones de esta organización, con el
asesinato de policías, oficiales del ejército y personas ligadas a fuer­
zas de ultraderecha. En mayo, un comando de ETA-M abrió fuego
contra un vehículo militar en Madrid, matando al general Gómez
Hortigüela, dos coroneles y un chófer militar La alarma suscitada
por estos asesinatos se intensificó al día siguiente, al estallar una bom­
ba en un restaurante contiguo a las oficinas de Fuerza Nueva, ma­
tando a ocho personas, acto atribuido por la policía a los Grupos de
Resistencia Antifascistas Primero de Octubre (GRAPO) ^ . Este tipo
de acciones producían enorme tensión en las fuerzas armadas, en es­
pecial entre aquellos oficiales reacios a aceptar la sustitución de la dic­
tadura por una democracia parlamentaria. El malestar reinante entre
la oficialidad revivía, inevitablemente, el espectro del golpe militar.
Fraga Iribarne expresaba la opinión de muchos de los antiguos par­
tidarios del régimen franquista, cuando insistía en que sólo se podía
acabar con la violencia de ETA dando mayores recursos a la policía.
Para los representantes del PNV este tipo de actitudes eran ejemplo
de la acostumbrada ceguera de los partidos «españoles» con respecto
a los problemas de Euskadi. En declaraciones, manifestaciones a la
prensa y discursos parlamentarios, los dirigentes del PNV afirmaron
que la violencia de ETA era una reacción a la opresión nacional que
sufrían, y que cesaría cuando se tomaran las medidas pertinentes para
acabar con dicha opresión, empezando por la concesión de un esta­
tuto de autonomía satisfactorio Esta postura no era, a juicio de
los partidos de derechas, más que una apología del terrorismo mal di­
simulada. Sin embargo, los adeptos a Herri Batasuna y ETA-M in­
terpretaban la política del PNV como simple aquiescencia a la con­
tinua opresión de que era objeto el pueblo vasco por parte del ene­
migo español.
Las actitudes del PNV eran problemáticas para un gobierno des­
garrado entre la necesidad de apaciguar al ejército y el deseo de lle­
gar a un entendimiento con las principales corrientes nacionalistas,
como medio de aislar a ambas ramas de ETA. Aunque la brutalidad
policial y los ataques de la derecha continuaron, no formaban parte
de una estrategia concertada, y el gobierno estaba cada vez más con-

Egin, 26 mayo 1979.


Egín, 27 mayo 1979.
Ere, 20-27 sept. 1979; Cambio 16, 24 dic. 1978 y 13 mayo 1979; Deia, 26 ji
1979.
El nacionalismo vasco radical 279

vencido de que habría de ceder a muchas de las reivindicaciones del


PNV SI quería evitar que los miembros de este partido formaran una
alianza con Herri Batasuna. Las diferencias que separaban a vascos y
españoles respecto a los verdaderos responsables de la violencia, que­
daron vivamente ilustradas en junio de 1979 cuando un policía mató
de un tiro a una joven, Gladys del Estal, que tomaba parte en una
manifestación antinuclear pacífica en Tudela, Navarra Vista desde
Madrid, esta muerte era un lamentable incidente; pero para muchas
personas del País Vasco demostraba la incapacidad, o falta de volun­
tad, del gobierno para controlar a la policía. La muerte de Gladys
del Estal provocó una ola de huelgas y manifestaciones en toda Eus-
kadi, seguidas por mucha más gente de la que en general apoyaba a
Herri Batasuna En las semanas que siguieron a este incidente, los
comandos de ETA-M mataron a una serie de personas: ultradere-
chistas,^|iresuntos confidentes de la policía y un oficial del ejército ju­
bilado ^ . La espiral acción/represión/acción funcionaba, por tanto,
según la teoría formulada por ETA-M.
Los dirigentes de Herri Batasuna, aunque satisfechos por el éxito
obtenido en las elecciones parlamentarias y municipales, no se con­
tentaban con que su organización fuera una simple coalición electo­
ral. Daban prioridad a las manifestaciones y a las movilizaciones de
masas. La decisión de que sus candidatos elegidos para el parlamento
no ocuparan sus escaños les evitaba los problemas que pudieran ha­
ber surgido de la dispar composición de la coalición y la falta de
acuerdo en todo tipo de cuestiones políticas más allá de la indepen­
dencia vasca. El problema de los representantes municipales era más
arduo. Los candidatos de la coalición que eran miembros de ESB te­
nían una posición definida en cuanto a los asuntos de la política lo­
cal, y una firme convicción de que las cuestiones municipales eran im­
portantes; consideraban, además, que un eficaz gobierno de la vida
municipal era un buen medio de demostrar la superioridad vasca so­
bre el resto de España. Los miembros de LAIA también pensaban
que los municipios debían ser foros y arenas de debate, en los que
podían demostrarse los beneficios del socialismo libertario Herri
Batasuna exhibió una gran flexibilidad táctica en su forma de tratar
los problemas suscitados por las ideas en conflicto de sus concejales.
En lugares como Rentería, donde Herri Batasuna se convirtió en gru­
po mayoritario del ayuntamiento, se hizo cargo de la administración

Egin, 4 junio 1979; «La Guardia Civil mata a Gladys», Punto y Hora 8-15 iu-
nio 1979.
Egin, 5, 6, 11 junio 1979.
Egin, 8 y 20 junio 1979.
Entrevista del autor con J. M. Larrazábal, San Sebastián, 11 marzo 1980.
280 John Sullivan

local. En algunas zonas, los concejales de Herri Batasuna boicotea­


ron las instituciones para las que habían sido elegidos. LAIA, ESB y
ANV, en teoría partidos independientes, perdieron todo control so­
bre la toma de decisiones, incluso cuando los concejales eran miem­
bros de sus propios partidos. Por ejemplo, una «asamblea popular»
de Elerri Batasuna ordenó a sus representantes que no asistieran a las
sesiones municipales en San Sebastián. En septiembre de 1979, cuan­
do un tiro acabó con la vida de Tomás Alba un concejal excén­
trico y antiguo falangista que no estaba de acuerdo con esta decisión,
el hecho fue en principio interpretado como una medida de ETA-M
para asegurarse de que los concejales se avinieran a las decisiones de
la «asamblea popular». Sin embargo, cuando ETA-M negó toda res­
ponsabilidad en este asesinato, obra de un grupo de ultraderecha.
Alba pasó a ser considerado como un mártir y un patriota.
Herri Batasuna no intentó ampliar las estipulaciones del estatuto
de autonomía del mismo modo que lo hacían EIA y el PNV, dada
su convicción de que toda modificación que tuviera el efecto de acor­
tar las distancias entre el PNV y el gobierno «español» mermaría las
posibilidades de la independencia vasca. Como alternativa a las ne­
gociaciones que llevaban a cabo los demás partidos, la mesa nacional
de Herri Batasuna propuso la elaboración de un estatuto alternativo
en una asamblea compuesta por concejales y representantes simpati­
zantes de todo tipo de movimientos «populares», desde las gestoras
pro amnistía hasta los movimientos feministas y antinucleares. Se
convocó una reunión para constituir el Euskal Herriko Batzarre Nat-
zionale (EHBN) (Asamblea Nacional del Pueblo Vasco) en junio de
1979, en Alsasua, Navarra. Sin embargo, la policía impidió a los par­
ticipantes que se reunieran La composición y la estructura de
EH BN eran tan variadas y tan inseguras como las de las restantes or­
ganizaciones que apoyaban a ETA-M. A pesar de presentarse como
un intento de formar un organismo representativo, que sería el em­
brión de un gobierno independiente, su estructura se confundía con
la de Herri Batasuna. Además de este esfuerzo por formar una Asam­
blea Nacional alternativa, Herri Batasuna elaboró también sus pro­
pios estatutos, un documento complejo donde se enunciaban los de­
rechos y las obligaciones de los ciudadanos de la futura Euskadi in­
dependiente. Este estatuto proponía tres criterios distintos para ad­
quirir la ciudadanía vasca: por ascendencia, lugar de nacimiento y

Egin, 29 y 30 sept. 1979; el ser miembro del Movimiento (Falange) había sido
requisito para muchos puestos. Sin embargo, los compañeros de Alba consideraban ex­
céntrico su sincero falangismo cuando era locutor de radio a fines de los años cin­
cuenta. La información procede de Palmira Gallurralde.
Egin, 13 junio 1979.
El nacionalismo vasco radical 281

tiempo de residencia en Euskadi. El euskera sería la lengua principal


en la enseñanza, y todas las autoridades gubernamentales y funcio­
narios municipales tendrían obligación de aprenderlo
El efecto combinado de la negativa de Herri Batasuna a alcanzar
un compromiso y la ofensiva militar de ETA-M fue el de dividir al
pueblo vasco en dos campos antagónicos. Era ésta una situación a la
que se oponían tanto EIA como ETA-PM, cuyos dirigentes hicieron
repetidas declaraciones criticando lo que consideraban una estrategia
contrapoducente Los comandos de ETA-PM seguían practicando
la lucha armada, pero las manifestaciones públicas de esta organiza­
ción presentaban sus actos de violencia como un complemento de la
labor de EIA. Los comunicados de ETA-PM no censuraban al par­
tido que se había fundado en 1976 durante su VII Asamblea. Hasta
junio de 1979, las relaciones entre EIA y ETA-PM fueron acordes a
la fórmula establecida por Pertur, según la cual, aunque ambas orga­
nizaciones eran políticamente afines, ninguna de las dos debía impo­
ner tácticas a la otra. Aparte de intervenir en conflictos laborales y
llevar a cabo los robos necesarios para sostener su infraestructura, los
comandos de ETA-PM ponían bombas con cierta frecuencia en edi­
ficios públicos, acciones que no se presentaban como actos de vio­
lencia aleatorios, sino como el modo de presionar sobre las autori­
dades para que delegaran su poder en manos vascas. La división de
labores entre EIA y ETA-PM era incomprensible para las personas
ajenas a ellas, y a la larga era inviable. EIA hacía campaña a favor de
la autonomía, algo que era irrelevante para Herri Batasuna. Ahora
bien, cuando el gobierno español tardase en responder, ETA-PM in­
tervendría con un juicioso despliegue de violencia. Estas acciones
—como la realizada en junio, por ejemplo, cuando militantes de
ETA-PM lanzaron bombas contra algunos edificios administrativos
de San Sebastián— se presentaban como medidas cuyo fin era favo­
recer un estatuto amplio '**.
Hasta que los dirigentes de EIA tuvieran la certeza de que el go­
bierno iba a aprobar un estatuto que pudiera satisfacer sus reivindi­
caciones, las acciones políticas y militares eran métodos válidos de lu­
cha. Una vez alcanzado el acuerdo sobre el estatuto, se cumplieron
sus aspiraciones más inmediatas. Con todo, este partido siguió lu­
chando por el establecimiento de una Euskadi independiente, que
abarcara Navarra y el País Vasco francés. El contenido socialista de
las teorías de EIA no se definió nunca con claridad, y el origen social
de sus militantes y de los que le daban su voto favorecía una práctica

«Nacionalidad», Euskal Herriko Batzarre Nazionala (Bilbao, sin fecha).


Véase entrevista con Mario Onaindía, Viejo Topo, nov. 1979.
Egin, 15 y 16 junio 1979.
282 John Suliívan

moderada y reformista. La asociación de semejante partido con un


grupo armado había sido incongruente incluso antes de la aproba­
ción del Estatuto. Y, sin embargo, a los dirigentes de EIA les resul­
taba casi imposible cercenar sus relaciones con ETA-PM, pues prác­
ticamente todos ellos debían sus puestos a sus antiguos lazos con ella.
Las relaciones entre EIA y ETA-PM se hicieron tensas en junio
de 1979, cuando los comandos de esta última hicieron estallar bom­
bas en Benidorm, Fuengirola y otros centros turísticos, que ocasio­
naron la muerte de dos personas Las bombas estaban dirigidas
contra objetivos económicos, y tenían la finalidad de presionar al go­
bierno para que concediera una nueva amnistía. Eran acciones difí­
cilmente justificables y suscitaron críticas apagadas entre los repre­
sentantes de EIA. La falta de realismo que entrañaba el querer unir
la lucha armada y la acción política quedó de manifiesto cuando sur­
gieron desavenencias entre los nacionalistas vascos y U C D con res­
pecto al alcance del anunciado estatuto de autonomía. El PNV y EIA
organizaron masivas manifestaciones a favor de un estatuto de auto­
nomía amplio. ETA-PM intervino en el mes de julio con un intento
de secuestrar a Gabriel Cisneros, diputado de U CD y miembro de
la comisión constitucional encargada de garantizar que las disposi­
ciones del estatuto de autonomía fueran compatibles con la Consti­
tución. Cisneros logró escapar de sus atacantes pero un tiro le hirió
gravemente Este acto de ETA-PM, que a ojos de los no naciona­
listas en nada se diferenciaba de las tácticas de ETA-M, era en reali­
dad perfectamente compatible con la estrategia anteriormente descri­
ta, una vez decidida la división de labores entre EIA y ETA-PM. Se­
gún dicha estrategia, eran necesarias tanto la acción de masas como
la lucha armada. Los partidos nacionalistas estaban desempeñando su
parte al manifestarse e intervenir en los debates del parlamento. El
intento de ETA-PM de secuestrar a Cisneros no tenía intención de
sustituir a esta clase de actos. En la práctica, el senador por EE, Ban-
drés, se encontraba en la poco envidiable posición de ser política­
mente simpatizante de un grupo que había querido secuestrar a un
compañero de parlamento.
En julio, las relaciones entre EIA y ETA-PM hicieron crisis cuan­
do los comandos de esta última colocaron bombas en dos estaciones
ferroviarias de Madrid y en el aeropuerto, matando a cinco personas
e hiriendo a más de cien Los portavoces de EIA exigieron a ETA-
PM disculpas y autocrítica, y Bandrés declaró que las bombas habían

Egm, 28, 29 y 30 junio 1979 y 1 y 2 julio 1979.


Egin, 4 julio 1979.
Egin, 30 y 31 julio y 1 agosto 1979.
El nacionalismo vasco radical 283

sido atípicas y torpes Las relaciones entre EIA y ETA-PM mejo­


raron cuando los representantes de ésta anunciaron que esta organi­
zación iba a interrumpir su campaña de violencia. Pero fue una re­
conciliación transitoria pues, como grupo armado, ETA-PM debía
continuar su acción violenta para justificar su propia existencia. Los
esfuerzos de sus dirigentes por encontrar objetivos posibles para su
violencia selectiva (diferenciando así su acción de la de ETA-M) pre­
sentaban enormes dificultades. Aunque ETA-PM no llevara a cabo
un ataque generalizado contra la policía y los ultraderechistas, su mé­
todo de operación había producido resultados que eran igualmente
espantosos. Las teorías supuestamente más sofisticadas de ETA-PM,
que no le habían impedido cometer atropellos como el asesinato de
Angel Berazadi en 1976 en nada contribuyeron a evitar las masa­
cres de las estaciones ferroviarias.
Las bombas colocadas en Madrid fueron duramente censuradas
por Bandrés y Onaindía, que una vez más exigieron a ETA-PM que
pidiera perdón e iniciara un proceso de autocrítica por este acto
La desaprobación expresada por la dirección de EIA hacia determi­
nadas acciones de ETA-PM no le llevaría, en el verano de 1979, a
pedir la desaparición de esta organización. La disolución de ETA-
PM habría beneficiado a Herri Batasuna, pues ETA-M podría con­
siderarse heredera indiscutida del espíritu de ETA. Y en realidad, el
proceso de disociación de EIA de la lucha armada de ETA-PM fue
extremadamente duro, pues varios militantes de ésta fueron encarce­
lados por actos llevados a cabo después de finalizada la amnistía de
1977, pero antes de que los líderes de EIA se hubieran pronunciado
en sentido crítico sobre la actuación de ETA-PM. La solución más
satisfactoria al problema habría sido que la dirección de ETA-PM hu­
biera declarado el cese de la lucha armada, y que EIA hubiera nego­
ciado una amnistía para los presos de aquélla. Algunos dirigentes de
ETA-PM, como Goiherri y los hermanos Kepa y José Aulestia, que
coincidían políticamente con Bandrés y Onaindía, se esforzaban por
que sus comandos se retiraran discretamente de la lucha armada
ETA-PM respondió a los ataques suscitados por la masacre de la
estación madrileña interrumpiendo su campaña de bombas, pero rea­
nudó su ofensiva en septiembre cuando uno de sus comandos hirió
a dos policías en San Sebastián Los intentos de ETA-PM por lle-

Egin, 31 julio 1979.


Véase Capítulo 6, pp. 268-270.
Egin, 1 agosto 1979. Para la autocrítica de ETA-PM, véase Egin, 3 agosto 1979.
Entrevista del autor con Goiherri, San Sebastián, 5 agosto 1984.
Egin, 16 sept. 1979.
284 John Sullivan

var a la práctica una campaña armada que complementara la lucha po­


lítica de EIA estaban fracasando estrepitosamente, pues sus acciones
producían cada vez mayor impresión de irracionalidad. Su práctica
de secuestrar a industriales y dispararles un tiro en la pierna resul­
taba tremendamente incómoda para los dirigentes de EIA, convenci­
dos de que los progresos que se estaban consiguiendo en pro de la
autonomía vasca hacían contraproducentes semejantes actos de vio­
lencia. En julio de 1979, las prolongadas negociaciones entre el go­
bierno y la mayor parte de los partidos vascos concluyeron con un
acuerdo sobre el estatuto de autonomía, el cual, diría Arzallus, era
mejor que el obtenido en 1936 Mario Onaindía se mostró igual­
mente entusiasta, al igual que un destacado conservador «español»,
Areilza, el cual declaró que este acuerdo en nada amenazaba la uni­
dad de España Según los líderes de EIA, Onaindía e Iñaki Martí­
nez era una solución que forzaría a Herri Batasuna a abandonar su
política de confrontación estéril
Los líderes de ETA-PM y Herri Batasuna disentían. Según Patxi
Zabaleta, dirigente de esta organización en Navarra, el documento,
que él denominaba estatuto de la Moncloa, era una victoria de los par­
tidarios del centralismo, y había sido acogida con entusiasmo por los
representantes de la derecha en Navarra^''. Los comentarios de Za­
baleta señalaban hacia la principal concesión hecha por los naciona­
listas: Navarra no había sido incluida en la comunidad autónoma vas­
ca, aunque se estipulaba su futura incorporación si ésa era la volun­
tad de los habitantes de esta provincia. Era una concesión compren­
sible, dado que los nacionalistas de todas las tendencias eran una mi­
noría en Navarra. N o obstante, la exclusión de Navarra de la comu­
nidad autónoma iba a perjudicar tanto al PNV como a EE en dicha
región, y a producir escisiones en sus organizaciones locales. En el
transcurso de una entrevista, un portavoz de ETA-M condenó a los
partidos de izquierdas y a EIA por acoger favorablemente un esta­
tuto que excluía a Navarra y al País Vasco francés, que era discrimi­
natorio con el euskera frente al castellano y que se había negociado
a espaldas del pueblo Consecuentemente, ETA-M continuaría sus
ataques armados, sin que les detuviera un acuerdo que sus líderes con-

Egin, 24 nov. 1979.


Egin, 19 julio 1979.
Ihíd.
«Estatuto de Gernika. Un Estatuto que vale», Hitz (La Palabra), n.° 1, julio
1979. Hitz era una publicación de EE.
Egin, 19 julio 1979. Véase «Estatuto de Gernika o Estatuto de Madrid», Punto
y Hora, 19-26 julio 1979, para una opinión crítica del Estatuto.
«Habla ETA Militar», Punto y Hora, 18-25 oct. 1979,
El nacionalismo vasco radical 285

sideraban una farsa. Sus comandos mataron a cinco policías en dos


ocasiones distintas a fines de julio y el gobernador militar de Gui­
púzcoa fue muerto a tiros en septiembre, sólo unos días después de ■
que asesinaran a dos oficiales del ejército en Bilbao
Una vez que se hubo alcanzado un acuerdo entre la mayoría de
las fuerzas políticas en torno al estatuto de autonomía, el parlamento
aprobó la legislación y se celebró un referéndum el 25 de octubre de
1979. Puesto que Navarra no había sido incluida en la comunidad au­
tónoma vasca, sus habitantes no participaron en él. Todas las fuer­
zas políticas de importancia, salvo Herri Batasuna, instaron al elec­
torado a aprobar el Estatuto. Casi un 54% se manifestó a favor y
sólo un 3% votó en contra. Pero la abstención, que fue ligeramente
superior al 40%, fue alta Los dirigentes de Herri Batasuna, que
habían pedido la abstención, interpretaron los resultados como un
triunfo de su política. Desde la perspectiva del nacionalismo radical,
era una falsa mayoría la que había votado a favor, puesto que no se
había incluido en el referéndum ni a Navarra ni al País Vasco fran­
cés Los partidos que apoyaban el estatuto consideraron que el alto
grado de abstención era, ante todo, producto del cansancio de la gen­
te con la política, dado que, desde diciembre de 1976, se habían ce­
lebrado tres referéndums, dos elecciones parlamentarias y elecciones
municipales.
El resultado del referéndum representó un duro golpe para
ETA-M y Herri Batasuna, pues con ello se iniciaba aparentemente
la solución al problema vasco. La adhesión de EIA, ETA-PM y el
PNV al Estatuto de Autonomía quebrantó la unidad de la comuni­
dad nacionalista y supuso la aceptación de que Navarra y el País Vas­
co francés quedaran separados de Euskadi. Si se resolvía el conflicto
entre Euskadi y España, ETA-M podría quedar reducida a un grupo
armado, representativo tan sólo de una parte minoritaria de la pobla­
ción. En consecuencia, ETA-M aprovechó la ocasión ofrecida por la
campaña sobre el referéndum para lanzar una ofensiva en que mu­
rieron dos oficiales de la policía, a principios de octubre, y un guar­
dia civil a fines de este mes. Algunos de sus militantes murieron en
estos encuentros con la policía Los presos de ETA-M se declara­
ron en huelga de hambre y pidieron a la población que se abstuviera

^ Egin, 29 julio 1979.


Egin, 20 y 24 sept. 1979.
Punto y Hora, 1-8 nov. 1979. Egin, 26 oct. 1979.
Para un análisis del referéndum desde la perspectiva de Herri Batasuna, véase
Luis C. Núñez, «¿El Estatuto de la mayoría?». Punto y Hora, 1- nov. 1979.
Egin, 9, 11 y 12 oct. y 1 nov. 1979.
286 John Sullivan

en el referéndum Por su parte, los presos de ETA-PM pidieron el


voto a favor del estatuto de autonomía
La hostilidad entre los partidos «españoles» y los nacionalistas ra­
dicales aumentó cuando, dos días después del referéndum, un coman­
do de los CAA —el grupo creado por la fusión de restos de los
Bereziak y LAIA— mató a Germán González, fotógrafo y miembro
del PSOE, alegando que era confidente de la policía El PSOE y
la UGT reaccionaron convocando una huelga general que recibió el
apoyo del PGE y Comisiones Obreras. La importancia que el PSOE
concedía a este asesinato quedó de manifiesto por la asistencia de Fe­
lipe González al funeral El dirigente del PSOE, Benegas, dirigién­
dose a la prensa, calificó este ataque de declaración de guerra contra
su partido, e indicó que GAA no era más que la tapadera de una de
las ramas de ETA, cuya finalidad era cometer delitos particularmente
repugnantes. Ramón Rubial, el veterano líder del PSOE, insinuó que
el gobierno podría tomar represalias empleando métodos similares.
Las dos ramas de ETA emitieron declaraciones de protesta negando
toda vinculación con los GAA, y acusando al PSOE de aprovechar
el asesinato para desacreditar la causa nacionalista. Los dirigentes del
PNV condenaron el asesinato de González, pero en términos mucho
más suaves que los del PSOE. En un editorial de Deia se criticaba la
insinuación de Rubial de que quizá hubiera que atacar a los asesinos
de González con sus propios métodos, como había hecho De Gau-
lle cuando creó una fuerza secreta para combatir a la OAS El prin­
cipal sindicato nacionalista, ELA-STV, se negó rotundamente a apo­
yar la huelga de protesta convocada por U G T y Gomisiones Obre­
ras. Egin y Punto y Hora, periódicos favorables a Herri Batasuna,
no se pronunciaron con respecto a si estaba o no justificado el ase­
sinato de González, sino que centraron su atención sobre lo que de­
nominaban la iniquidad de los partidos «españoles» que estaban uti­
lizando la muerte de González para atacar a ETA-M El periódico
de LCR-LKI adoptó una posición similar, aunque negó que existiera
prueba alguna de que González hubiera sido un confidente de la po­
licía Los CAA emitieron un comunicado de prensa confirmando
que sus comandos habían dado muerte a González por ser confiden-

Egin, 23 oct. 1979.


“ £gín. 28 y 29 oct. 1979.
“ Egin, 29 oct. 1979.
Ibíd.
Deia, 30 oct. 1979.
“ «Manipulazioa», editorial de Punto y Hora, 1-8 nov. 1979; el informe sobre la
muerte de González en Egin, 28 oct. 1979, resaltaba sus supuestas excentricidades.
«Un error no se corrige con otro», editorial de 7.utik (LKI), 8 nov. 1979.
El nacionalismo vasco radical 287

te de la policía, no por estar afiliado al PSOE, pero declarando que


ello no implicaba la exclusión de acciones contra dirigentes
del PSOE K
La aprobación del Estatuto pareció acercar a su fin el conflicto ar­
mado del País Vasco. Los miembros de EIA en particular, estaban
evolucionando hacia la aceptación de la democracia parlamentaria, y
la disolución de su, en teoría, partido de vanguardia en una forma­
ción política más amplia. EE dejaría de ser una coalición electoral
para convertirse en un partido político que se uniría a la facción eu-
rocomunista del PC de Euskadi, encabezado por su Secretario Ge­
neral, Lerchundi Esta posibilidad haría que las conexiones de EIA
con un grupo armado representaran aún mayor riesgo. Las relacio­
nes entre EIA y ETA-PM volvieron a estar a punto de romperse en
noviembre de 1979, cuando un comando de ETA-PM secuestró a Ja ­
vier Rupérez, diputado por U CD , y lo mantuvo como rehén duran­
te varias semanas como medio de obtener la liberación de una serie
de militantes presos de ETA-PM ^°. Esta acción formaba parte de la
campaña de ETA-PM para lograr que todos sus presos fueran pues­
tos en libertad y acabar con las prácticas de tortura de la policía. Por
tanto, fue presentada como un recurso racional a la violencia, con un
fin específico, no como la reanudación de una campaña general de te­
rror. Era una diferenciación que no apreciaban en su mayoría los ene­
migos de ETA-PM, a juicio de los cuales ésta estaba actuando de
modo similar a ETA-M.
El secuestro de Rupérez dejó al parlamentario de EE, Bandrés,
en una posición insoportable. Mientras Bandrés negociaba con el
gobierno las condiciones de ETA-PM para poner en libertad a sus
compañeros, en opinión de la mayoría de la prensa española EIA
y sus representantes parlamentarios eran simplemente un frente le­
gal de ETA-PM, y que ésta y EIA perseguían esencialmente la mis­
ma estrategia. Las fotografías de Rupérez divulgadas por los secues­
tradores, en que se le veía leyendo la revista teórica de EIA, Ar-
nasa reafirmó la idea de que EIA y ETA-PM funcionaban como
dos alas de la misma organización, pese a que la VII Asamblea de

Egin, 29 oct. 1979.


La fusión se llevó a cabo en 1981. Para la versión oficial del PCE sobre la fac­
ción de Lerchundi, véase Santiago Carrillo, Memoria de la transición (Barcelona, 1983),
pp. 105-12. Para el punto de vista de la facción Lerchundi, véanse los reportajes en
Hierro, k\ diario bilbaíno, de Antonio G. Pericas, 14 agosto 1981, 26, 28 y 29 sept.,
5, 8, 23(y 27 oct. 1981.
«Exclu.siva. ETA-PM habla del secuestro». Ere, 21-28 nov. 1979. Ere era una
revista simpatizante de EIA.
Ere, 29 nov.-8 dic. 1979.
288 John Sullivan

ETA-PM, al constituir EIA, hubiera declarado explícitamente que el


partido y el grupo armado serían organizativamente independieir-
tes Por consiguiente, no había ningún motivo para que los diri­
gentes de EIA conocieran los planes de ETA-PM. Bandrés, en una
carta al Presidente del Congreso, reaccionó con indignación ante la
insinuación de que pudiera haber participado en el secuestro de Ru-
pérez Este fue liberado el 12 de diciembre, cuando la dirección de
ETA-PM se convenció de que se cumplirían sus condiciones (la sa­
lida de la cárcel de algunos de sus militantes) A diferencia de lo
ocurrido anteriormente tras la explosión de las bombas de Madrid du­
rante aquel mismo año, ETA-PM no ofreció disculpa alguna por esta
acción, que era afín a la estrategia de la organización y había logrado
su objetivo
Ahora bien, ni siquiera un acuerdo político parcial con un grupo
que incurría en secuestros era, a largo plazo, una posición viable para
un partido'político cada vez más moderado. Las críticas que la pren­
sa «española» dirigía contra EIA, y especialmente contra sus repre­
sentantes parlamentarios, se hicieron más duras y pudo comprobarse
la incomodidad que aquel tipo de actos creaba a EIA en un artículo
escrito por Bandrés en enero de 1980, en el que hablaba de la angus­
tia que había sentido cuando Gabriel Cisneros «oscilaba entre la vida
y la muerte» El secuestro de Rupérez, por mucho que violentara
a Bandrés, había logrado realizar sus fines inmediatos. Veintiséis pre­
sos vascos, en su mayoría pertenecientes a ETA-PM, fueron puestos
en libertad en enero, en lo que fue considerado el cumplimiento del
acuerdo alcanzado por la liberación de Rupérez A juzgar por un
comunicado de un grupo de militantes de ETA-PM de la cárcel de
Martutene, todo el episodio se vio como una afortunada aplicación
de la estrategia de ETA-PM de complementar la acción legal con la
lucha armada
A fines de 1979, se hicieron evidentes las divisiones —existentes
dentro de partidos y coaliciones y entre unos y otros— entre los que
aceptaban que Euskadi quedara dentro de España, si bien con una
considerable autonomía, y los nacionalistas intransigentes que seguían

Otsagabia - Formas de coordinación entre la lucha armada y la lucha política.


Documentos Y, vol. 18, pp. 197-205.
” Ere, 29 nov.-8 dic. 1979.
Egm, 13 dic. 1979.
Algunos presos de ETA-M denunciaron a EE y ETA-PM por el asunto Rupé­
rez, que, declararon, era un ardid que perjudicaba la lucha en pro de la amnistía total.
Egin, 12 dic. 1979.
«La difícil verdad». La Voz de España, 29 enero 1980.
La Voz de España, 11 enero 1980.
Ibíd.
El nacionalismo vasco radical 289

defendiendo la independencia. En diciembre, la dirección «sabinia-


na» conservadora del PNV de Vizcaya, hizo públicas unas declara­
ciones en que atacaba a Arzallus, portavoz parlamentario del parti­
do, y expulsaba del ejecutivo a cinco de sus seguidores. El comité na­
cional revocó la decisión y celebró un congreso en el que se eligió a
Arzallus presidente del partido en Vizcaya El congreso fue de­
nunciado como fraudulento y manipulado por los «sabinianos», la
mayoría de los cuales no asistió. El pragmatismo de la tendencia mo­
derada del PNV quedó demostrado en diciembre cuando el gobierno
vasco en el exilio fue disuelto y su presidente, Leizaola, entregó sus
archivos al Consejo General Vasco. En un comunicado de prensa,
Leizaola afirmó que la independencia traería cien años de sinsabores
a Euskadi A este indicio de la buena disposición de los líderes del
PNV a llegar a un entendimiento con el gobierno español, se unía la
determinación de no ser desbancados por Herri Batasuna. En enero,
los representantes del PNV abandonaron las Cortes como gesto de
protesta ante las dilaciones del gobierno en la prosecución de las dis­
posiciones autonómicas y permanecieron fuera de ellas hasta poco
antes de las elecciones para el parlamento vasco, celebradas el 8 de
de marzo, que establecieron las condiciones para una auténtica auto­
nomía.
Las tensiones que sufría el PNV tenían su equivalente en las res­
tantes fuerzas nacionalistas. En Herri Batasuna, los partidarios de
ESB y LAIA, preocupados por que la coalición se hubiera converti­
do simplemente en la voz de ETA-M, fueron derrotados cuando in­
tentaron actuar al margen de los partidarios de ETA-M. El malestar
de los miembros de ESB por el dominio ejercido por ETA-M sobre
Herri Batasuna se expresó en un comunicado de prensa en el que se
lamentaban de que la dirección nacional de Herri Batasuna, en un
principio parcialmente constituida por representantes de los partidos
coaligados, fuera ahora «elegida» de modo totalmente descontrolado
por asambleas generales La sección de HASI de San Sebastián sos­
tenía que una organización democrática siempre debía poder revocar
a su dirección y que, en consecuencia, apoyaba el procedimiento al
que se oponía la directiva de ESB Aldecoa, secretario general de
ESB, reiteró que Herri Batasuna era una coalición electoral, afirmó
que ESB no aprobaba la elección de candidatos en asambleas gene­
rales y que cabía la posibilidad de que abandonara la coalición Al
Egin, 20, 21, 22, 23 y 26 dic. 1979.
™ Egin, 12 y 16 dic. 1979.
La Voz de España, 19 enero 1980.
La Voz de España, 6 enero 1980.
Ibíd.
«La crisis se precipita en Herri Batasuna», Ere, 24-31 enero 1980.

JO
El nacionalismo vasco radical 291

te, las disensiones entre EIA y Herri Batasuna se reprodujeron en


LAB, y en 1979 los afiliados a EIA se quejaban de que LAB no fun­
cionaba como tal sindicato, sino que estaba convirtiéndose en simple
correa de transmisión de Herri Batasuna y ETA-M. Del mismo modo
que los dirigentes de EIA iban abandonando sus esperanzas de cam­
bio revolucionario, renunciaron también a sus ideas asambleístas de
una democracia sindical directa, a favor de una estructura burocráti­
ca más tradicional, inaceptable para los partidarios de Herri Batasu­
na. Los miembros de EIA concluyeron que era imposible la coexis­
tencia con los que apoyaban a Herri Batasuna y, en consecuencia, di­
vidieron el sindicato como paso preliminar a la integración en ELA
de su facción sindical, abandonando con ello tanto el marxismo como
las tendencias asambleístas de su ideología sindical. Los partidarios
de Herri Batasuna mantuvieron su propia versión de LAB (en oca­
siones denominada LAB-KAS), que operaba como auxiliar de Herri
Batasuna pero, según sus detractores, no tenía una verdadera estruc­
tura sindical
Las elecciones para el parlamento autónomo vasco, celebradas en
marzo de 1980, demostraron los beneficios que estaba obteniendo el
nacionalismo vasco de la polarización que producía la confrontación
con el gobierno español. Los nacionalistas obtuvieron cuarenta y dos
escaños, frente a los dieciocho de los partidos «españoles». Herri Ba­
tasuna logró once escaños y EE nueve ****. Pero el verdadero triunfa­
dor fue el PNV. Pese a que sus veinticinco escaños no le daban la
mayoría absoluta, el PNV contaba con el apoyo o la abstención de
los restantes nacionalistas en todo conflicto entablado con el enemi­
go de Madrid. El éxito del PNV le procuraría un considerable poder
de patronazgo sobre la administración y la educación. El hecho de
que el 10% del electorado que había votado a Herri Batasuna fuera,
presumiblemente, favorable a la violencia de ETA-M y a la total se­
paración de España, reforzaba la posición negociadora del PNV en
sus tratos con el gobierno español. El significado del nada desprecia­
ble número de votos de EE era menos claro. Los dirigentes de EIA
y EE insistían continuamente en la necesidad de integrar a todos los
habitantes de la región, incluso a los inmigrantes, en una comunidad

Véase el informe sobre el congreso de la facción de LAB simpatizante de Herri


Batasuna, «Un congreso “duro y áspero” », Punto y Hora, 17-24 abril 1980. Véase
El s e c ^ KAS se escinde de LAB y forma su “LA B" KAS (no aparece lugar de publi­
cación, marzo 1980). Entrevistas del autor con Koldo Aulestia y Alejandro Vázquez,
miembros destacados de EIA en LAB, San Sebastián, 25 marzo 1980.
** «K. O. al centralismo», Punto y Hora, 13-20 marzo 1980.
292 John Sullivan

unificada pero seguían ligados políticamente a ETA-PM Aque­


llos militantes de ETA-PM que apoyaban a la facción dominante de
la directiva de EIA intentaron persuadir a sus comandos de que aban­
donaran las armas y procuraran conseguir una amnistía que les per­
mitiera participar en la vida política. Sin embargo, los conflictos in­
ternos de ETA-PM exhibían una pauta ya conocida según la cual los
militantes más jóvenes y menos interesados en teorías políticas de­
fendían la continuidad de la lucha armada. Este tipo de desacuerdo
produjo una nueva escisión en ETA-PM en su VIII Asamblea, cele­
brada en febrero de 1982, en la que la mayoría de sus líderes más ex­
perimentados abandonaron la organización, después de fracasar en su
intento de convencer a gran parte de sus comandos de que ETA-PM
debía disolverse

«Violencia calculada rompe el juego», Ere, 20-27 sept. 1979. Para la valoración
política de los dirigentes de EIA, véase «Historia de EIA», Arruina, n.'’ 6, 1980; tam­
bién los documentos de debate del tercer (y último) congreso del partido en junio de
1981. Amasa, n.° 9 (sin fecha), especialmente «Análisis de la sociedad vasca y de sus
condicionantes».
Véase entrevista con un portavoz de ETA-PM en Ere, 27 marzo-3 abril 1980.
” El País, 22 enero 1982, 23 feb. 1982, 1 junio 1982.
Capítulo 9
ETA EN LA DEMOCRACIA PARLAMENTARIA

Tras la elección de un parlamento autónomo vasco con mayoría


nacionalista, la mayor parte de los obervadores políticos españoles
censaron que el problema vasco había alcanzado prácticamente su so-
f
kución. Las disposiciones de autogobierno del Estatuto de Autono­
mía eran más generosas que las de 1936, y habrían sido totalmente
impensables bajo cualquier variante del régimen franquista. Quedaba
todavía por fijar la exacta entrada en vigor de la transferencia de com­
petencias, y ello sería pronto motivo de fricción entre el PNV y Ma­
drid. Con todo, los dirigentes del PNV parecían haber aceptado al
fin que el País Vasco quedara como parte de España, y que el hecho
de gobernar la comunidad autónoma vasca satisfacía la mayoría de
las aspiraciones del partido. Aunque en 1980 eran pocas las compe­
tencias transferidas al gobierno autónomo, el PNV podía contar con
el ejercicio de amplios poderes. Los representantes de Herri Batasu-
na no cesaban de criticar al PNV por haber abandonado sus princi­
pios nacionalistas y haber aceptado el estatus de partido regionalista,
a sabiendas de que muchos miembros del PNV seguían fieles a la idea
de una Euskadi independiente y disentían de Herri Batasuna, ante
todo, en la posibilidad de lograrla mediante la lucha armada.
Ante sus detractores, el PNV parecía exhibir una hipocresía sis­
temática, ilustrada en su petición de abstención en el referéndum de
diciembre de 1978 sobre la Constitución que iba a suministrar el mar-

293 .
294 John Sullivan

co para el Estatuto de Autonomía; pero los motivos del partido eran


más complejos. Se mostró, sin duda, ambiguo ante la Constitución,
e incluso ante la cuestión de si los vascos debían o no lealtad al Es­
tado español, pero era una ambigüedad que había existido desde que
Sabino Arana aceptara por primera vez la fórmula de autonomía re­
gional dentro del Estado. La cuestión de si la autonomía era un paso
hacia la independencia o, por el contrario, su aceptación presuponía
la lealtad vasca al Estado español y su rey, nunca quedó zanjada. Ade­
más, la peculiar estructura del partido le impedía realizar un debate
racional y público sobre este asunto, de tal modo que su vida polí­
tica era un mundo cerrado a los observadores exteriores.
El PNV del postfranquismo logró atraer los votos de un gran nú­
mero de conservadores, que no eran ni étnicamente vascos ni espe­
cialmente nacionalistas. Ello contrastaba fuertemente con la derecha
«española» que, a partir de 1982, no consiguió, ni en el País Vasco
ni en el resto de España, presentar un auténtico reto al PSOE. En los
primeros años de gobierno regional del PNV, pareció como si los
efectos del poder y de los privilegios reales que resultaban de afiliar­
se al PNV fueran a actuar como aglutinante de todas las facciones no
explicitadas del PNV. Puesto que todas las secciones del partido coin­
cidían en desear un mayor grado de autonomía que el que estaba dis­
puesto a otorgar el Estado español, la lucha por ampliar el contenido
del Estatuto de Autonomía podía retrasar la decisión si éste era o no
un paso más hacia la independencia. Este tipo de ambivalencia con­
dicionaba de modo inevitable la actitud del PNV hacia los actos de
ETA-M y similares, cuya campaña de violencia era, al mismo tiem­
po, una advertencia a Madrid de que la paz no sería posible si no se
satisfacían las aspiraciones nacionalistas, y una peligrosa provocación
que podía desatar un golpe militar. La justificación de la campaña de
violencia de ETA-PM era cada vez más oscura ahora que su asociado
político, EIA, tenía representantes tanto en el parlamento vasco como
en el español. Aunque la fórmula esbozada en el documento de Pe-
tur, Otsagabia, había previsto la acción continuada de ETA-PM
como complemento de la actividad de su brazo político, era una so­
lución que no había funcionado bien. Se podía sostener que el se­
cuestro de Rupérez en noviembre de 1979 constituía un afortunado
ejemplo del uso mesurado de la violencia con fines políticos, ya que
había conseguido la liberación de algunos presos de ETA-PM pero
había minado la credibilidad democrática de los miembros de EIA
en el parlamento. Algunos de los restantes actos de ETA-PM fueron
tan extravagantes o tan desalmados que hicieron peligrar sus relacio-

La Voz de España, 11 enero 1980.


El nacionalismo vasco radical 295

nes con EIA. En el período que siguió a la creación del parlamento


autónomo, se iban a intensificar todas estas tensiones.
Las bombas colocadas en centros turísticos en el verano de 1979
habían producido un gran desconcierto en EIA, de tal modo que,
cuando este tipo de acción se repitió en 1980, la facción dominante
de su directiva actuó decididamente para liquidar a la organización
armada. Ello resultó ser extremadamente difícil, pues el atractivo de
la lucha armada frustró una vez más los esfuerzos por salir del ciclo
de violencia de los militantes más conscientes de ETA-PM. El plan
de Pertur, que preveía una organización política y otra militar, inde­
pendientes entre sí pero ligadas por su ideología política, demostró
ser impracticable. A los enemigos de EIA se les antojaba monstruo­
so que los líderes de ésta pudieran llevar a cabo una actividad polí­
tica normal, e incluso hacer declaraciones pacifistas, mientras que
«su» ala militar seguía matando y poniendo bombas. Los represen­
tantes de ETA-PM declararon que la campaña cesaría si se ponía en
libertad a sus presos y se celebraba un referéndum en Navarra para
decidir si esta provincia debía incorporarse a la comunidad autóno­
ma vasca. Este tipo de reivindicaciones demostraban, en opinión de
los líderes de ETA-PM, que su campaña, cuidadosamente modulada,
nada tenía en común con la violencia indiscriminada de ETA-M, pero
era una pretensión que parecía absurda a la mayoría de los españoles
y también, cada vez más, a la dirección de EIA. Onaindía, Bandrés
y Garayalde (Erreka) presionaron más fuertemente a ETA-PM para
que declarara el alto al fuego y, finalmente, se disolviera. La facción
Nueva Izquierda de EIA, más nacionalista, dirigida por Múgica Arre-
gui, no tenía tantos deseos de acabar con ETA-PM, pero se negó a
actuar como brazo político de aquellos militantes de ETA-PM deci­
didos a continuar con la lucha armada.
La convicción de que los dirigentes de EIA eran los auténticos in­
ductores de la violencia armada produciría la detención de varios de
ellos como reacción a los ataques de ETA-PM Las dificultades
planteadas a EIA quedaron de manifiesto cuando Bandrés se abstuvo
en la resolución parlamentaria que condenaba la acción de ETA-
PM La índole peculiar de la violencia política de ETA-PM se uti­
lizaba para justificar un comportamiento que era más absurdo y más
cruel que el de la rama rival. Sus militantes mataron al gerente de la
fábrica de Michelín en Vitoria en junio de 1980, en una aportación
no solicitada a la lucha obrera ETA-PM atacó también a algunos
candidatos de U CD , matando en septiembre a José Ignacio Ustarán

^ El País, 1 julio 1980.


^ El País, 25 junio 1980; La Calle, 1 julio 1980.
El País, 3 julio 1980.
296 John Sullivan

en Vitoria, y en octubre a Juan de Dios Doval en San Sebastián. E s­


tos actos, a los que se sumaron otros llevados a cabo por CAA, ex­
hibían una brutdidad irracional, pues U C D tenía escasa fuerza en el
País Vasco, y sus afiliados no eran ultraderechistas. ETA-PM fue di­
vidiéndose progresivamente entre sus militantes como «Goiherri» y
José Aulestia, que querían salir de aquella espiral de violencia, y los
que, como Jesús Abrisketa —uno de los procesados en el juicio de
Burgos—, insistían en que había que seguir con la lucha armada. En­
tre los militantes de ETA-PM que apoyaban a la dirección de E l A
figuraban la mayoría de sus miembros más veteranos pero la fac­
ción militarista dura contaba con el respaldo de la mayor parte de los
miembros más jóvenes, incorporados después de 1977. Comprensi­
blemente, dado que los defensores de la disolución no estaban dis­
puestos a dimitir simplemente, dejando el nombre y la organización
en manos de sus contrarios, ETA-PM inició un largo período de en­
frentamientos faccionales. La preocupación de los dirigentes de EIA
por acabar con su vinculación a una organización armada se acentuó
con su decisión de disolver EIA integrándola en Euskadiko Ezkerra,
para unirse al ala eurocomunista del partido comunista del País Vas­
co, dirigido por su Secretario General, Roberto Lerchundi, y aban­
donar el modelo de organización comunista a favor de otro parla-
mentarista y más electoralista.
Puesto que ETA-M estaba menos agobiada por formas políticas
de organización, era más fácil ocultar sus disensiones internas. Sus di­
sidentes no tenían realmente otra alternativa que abandonar la acción,
y ETA-M no dio ninguna señal de disminuir su campaña de violen­
cia en el período que siguió a la elección del parlamento vasco en mar­
zo de 1980. Entre sus acciones figuraron secuestros por dinero, el ase­
sinato de empresarios que rehusaban pagar el «impuesto revolucio­
nario», de enemigos políticos, de presuntos confidentes de la policía
y de oficiales del ejército jubilados, robos a bancos, la explosión de
bombas en edificios públicos y el ametrallamiento de bares y cuar­
teles policiales. El optimismo inicial sobre el descenso de la violencia
se vio frustrado poco tiempo después de las elecciones. El 25 de mar­
zo de 1980, el Conde de Aresti fue asesinado en Bilbao por negarse
a pagar el «impuesto revolucionario», y cuatro días más tarde murió
un niño en Azkoitia al explotar una bomba que debía volar un ve­
hículo de la guardia civil. El 18 de marzo, en Madrid, el general Ma­
nuel Equivias fue herido en un atentado en el que murió un solda­
do La alarma que suscitó la escalada de violencia produjo el desa­
rrollo de un movimiento por la paz que obtuvo el respaldo de sec-

^ Entrevista del autor con «Goiherri», San Sebastián, 5 agosto 1984.


^ Diario Vasco, 26 y 30 marzo 1980: El País, 19 marzo 1980.
El nacionalismo vasco radical 297

tores de la población más amplios que los acostumbrados enemigos


de ETA. El 14 de noviembre los principales partidos políticos, salvo
Herri Batasuna, hicieron un llamamiento a la paz y la concordia.
A juicio de Herri Batasuna esta clase de actos eran hipócritas, pues­
to que pasaban por alto la acción de los grupos de ultraderecha y la
tortura empleada por la policía. El PNV, aunque se unió al «Frente
por la Paz», seguía desconfiando de las intenciones del gobierno de
Madrid de efectuar la transferencia de competencias al gobierno au­
tónomo que dirigía el PNV. En opinión de Mario Onaindía, el PNV,
aunque no aprobaba algunas acciones de ETA-M, se alegraba de con­
tar con la constante amenzas de violencia como palanca para extraer
concesiones al gobierno español
Ahora bien, no podía agradar al PNV que sus propios miembros
se vieran forzados a pagar el «impuesto revolucionario» y fueran, en
ocasiones, secuestrados cuando se negaban a hacerlo. El secuestro del
empresario José Garavilla, simpatizante del PNV, en Bermeo, el 25
de octubre , causó un gran malestar entre los miembros activos del
partido, que amenazaron con tomar represalias contra los partidarios
de ETA-M. El ayuntamiento aprobó una resolución en que se con­
denaba el acto, con la abstención de los representantes de Herri Ba­
tasuna, pero Garavilla no fue liberado hasta que se hubo pagado la
cantidad exigida. El secuestro que mayor horror causó fue el realiza­
do en enero de 1981, cuando un comando de ETA-M capturó a José
María Ryan, ingeniero jefe de la central de Lemóniz. Esta acción, con­
secuencia lógica de los repetidos ataques de ETA-M a la construc­
ción de esta planta, tuvo un resultado inevitablemente trágico, pues
entre las condiciones exigidas para la liberación de Ryan figuraba que
se detuvieran las obras de la central. El PNV tomó la iniciativa en
organizar una manifestación masiva que pidió la puesta en libertad
de Ryan, pero el 6 de febrero fue asesinado tras una semana de cau­
tividad. El prestigio de ETA-M descendió entonces a su punto más
bajo, pues sus líderes se habían equivocado seriamente al calcular los
efectos de matar a una persona no implicada en actividad política al­
guna o ligada a las fuerzas de seguridad. Los representantes del PNV,
en un ejemplo de las continuas oscilaciones del partido en su hosti­
lidad a ETA, criticó a ETA-M en términos más duros que nunca
Lo que salvó a ETA-M de una posición de peligroso aislamiento fue
que, una semana después de la muerte de Ryan, uno de sus militan­
tes, Joseba Arregi, muriera por torturas en el cuartel de la policía de
Carabanchel, en Madrid. El parlamento vasco suspendió sus activi-

^ Entrevista con Mario Onaindía en La Calle, 18-24 nov. 1980.


* Diario Vasco, 26 oct. 1980.
’ Egin, 7 feb. 1981; El País, 7 y 8 feb. 1981; Punto y Hora, 12-19 feb. 1981.
298 John Sullivan

dades como protesta, y se produjeron manifestaciones violentas en


todo el País Vasco Cuando Afoldo Suárez dimitió como jefe de
gobierno el 29 de enero, el descontento de las fuerzas armadas ante
su fracaso en ganar la batalla al terrorismo se consideró como uno
de los principales motivos de su marcha. El deterioro a que había lle­
gado la situación quedó reflejado en las escenas que se desarrollaron
cuando el rey Juan Carlos fue al País Vasco, en una visita programa­
da antes de la dimisión de Suárez, cuando la situación era más espe-
ranzadora. El 4 de febrero, cuando el rey se puso en pie para diri­
girse al parlamento vasco, los representantes de Herri Batasuna se le­
vantaron y ahogaron sus palabras cantando el Eusko Gudariak, him­
no de las tropas vascas durante la guerra civil, antes de ser expulsa­
dos por los guardias de seguridad
Los sucesos del País Vasco quedaron oscurecidos por el intento
de golpe militar realizado el 23 de febrero, cuando algunas unidades
de la Guardia Civil bajo el mando del coronel Antonio Tejero toma­
ron las Cortes y retuvieron a los diputados que se hallaban dentro.
Simultáneamente, los oficiales del ejército que participaban en la
conspiración declaraban su solidaridad con la nueva dictadura. Des­
pués de una noche tensa, en el transcurso de la cual el rey llamó por
teléfono a los principales jefes militares exigiéndoles su lealtad, los re­
beldes se rindieron y la democracia parlamentaria sobrevivió en Es­
paña. La insatisfacción del ejército ante la incapacidad del gobierno
S ara acabar con el terrorismo, había sido uno de los motivos del fa-
ido golpe. Curiosamente, Elerri Batasuna y la comunidad naciona­
lista en general, permanecieron pasivos durante el período crítico en
que era dudoso el resultado del golpe. Herri Batasuna no convocó
manifestaciones y sus miembros más conocidos se ocultaron. Un gol­
pe victorioso habría sido, quizá, provechoso para ETA-M, pues ha­
bía eliminado lo que ésta consideraba la fachada de democracia par­
lamentaria, dejando al descubierto el carácter inalterado de la opre­
sión española sobre el pueblo vasco. Por el contrario, el PNV quedó
conmocionado ante el intento de golpe y adoptó una actitud más con­
ciliadora hacia el gobierno de Calvo Sotelo, que había sucedido a Suá­
rez. El Partido Nacionalista seguía insatisfecho ante el ritmo de la
transferencia de competencias al gobierno vasco, pero el intento de
golpe fue una advertencia de que los gobiernos españoles no podían
actuar con libertad, y que la reacción de los militares era un potente
factor que inhibía los procesos de autonomía regional. El gobierno
de Calvo Sotelo intentó apaciguar el malestar que causaba en las fuer­
zas armadas la devolución de competencias al gobierno regional, re-

Egin, 11 febrero 1981.


Egin, 5 feb. 1981.
El nacionalismo vasco radical 299

duciendo éstas mediante la Ley Orgánica de Armonización del Pro­


ceso Autonómico (LOAPA), presentada en las Cortes del 29 de sep­
tiembre de 1981 En opinión, sin duda acertada, del PNV, la LO A ­
PA suponía una confirmación de que el ritmo de transferencias es­
tablecido por Suárez no se iba a mantener. El PNV organizó grandes
manifestaciones contra la LOAPA, y tanto el gobierno autónomo
vasco como el catalán apelaron con éxito al Tribunal Constitucional
alegando que la ley era inconstitucional. El hecho de que las dispo­
siciones de la LOAPA hubieran sido acordadas por los dirigentes de
LFCD y el PSOE reforzó las sospechas nacionalistas de que todos los
partidos españoles mantenían su tradicional lealtad al centralismo. El
PNV se opuso con gran firmeza a la LO A PA al ser debatida en el
parlamento, pero el gobierno no aceptó ninguna enmienda y contó
con el apoyo del PSOE en esta cuestión.
El golpe de Tejero tuvo el efecto de serenar pasajeramente a ETA-
PM, ya profundamente dividida, que el 28 de febrero anunció una tre­
gua indefinida y liberó a los cónsules de Uruguay, El Salvador y Aus­
tria, que habían sido secuestrados una semana antes como respuesta
a la muerte de Arregi Parecía como si los dirigentes de EE estu­
vieran teniendo éxito en sus intentos de hacer que ETA-PM aban­
donara las armas. Ahora bien, una tregua indefinida sólo tenía senti­
do como preámbulo de una disolución. ETA-PM, enconadamente di­
vidida, estaba deshecha por luchas intestinas, motivo de que sus ac­
tos fueran aún más contradictorios de lo normal. Unas semanas an­
tes de anunciar la tregua, uno de sus comandos secuestró al indus­
trial valenciano Luis Suñer, que permaneció cautivo pese a la tregua.
El hecho de que un portavoz de ETA-PM hubiera negado previa­
mente toda responsabilidad en el secuestro causó extrañeza, como
también la declaración de que la tregua podría acabar si otros parti­
dos, en especial el PSOE, no cesaban en su obstrucción a la entrada
en vigor del Estatuto de Autonomía. Suñer fue liberado el 14 de abril
después de tres meses de cautiverio, tras el pago de una enorme suma
de dinero La facción dura de ETA-PM, aunque decidida a conti­
nuar la lucha armada, intentó demostrar su «mesurado» uso de la vio­
lencia centrándose en acciones económicas, como el secuestro por di­
nero del padre del cantante Julio Iglesias en diciembre de 1981. Este
fue liberado por la policía, que capturó a algunos de sus secuestra­
dores, el 17 de enero de 1982, en un pueblo de Aragón cercano a la
frontera navarra Incluso si no hubiera sido tan desastroso el re-

Deia, 30 sept. 1981.


El País, 21 feb. 1981; Cambio 16, 16 marzo 1981.
El País, 17 abril 1981.
El País, 18 y 19 enero 1982.
300 John Sullivan

sultado de este secuestro, habría dificultado aún más la posible re­


conciliación en las deterioradas relaciones entre EIA y ETA-PM.
Onaindía pronunció uno de sus ataques más duros contra ETA-M
en vísperas de su Octava Asamblea, celebrada en Francia en febrero
de 1982, en la que se produjo la escisión prevista, con gran animad­
versión pero sin violencia interna Flubo entonces dos organiza­
ciones que decían ser ETA-PM, pero la minoritaria, que pasó a co­
nocerse como ETA-PM (VII) y que anunció que mantendría la tre­
gua, esperaba solamente a que la intervención de los dirigentes de
EIA les procurara las garantías necesarias para permitirles volver a Es­
paña e incorporarse a la vida política normal. Este grupo, que incluía
a la mayoría de los líderes políticos más experimentados, afirmó en
un comunicado de prensa que querían salir de la espiral de acción/re-
presión/acción a toda costa.
La facción mayoritaria (ETA-PM VIII) declaró su determinación
de seguir adelante con la lucha armada, pero pronto quedaría desin­
tegrada. Al concluir su asociación a EIA, era muy poco lo que dife­
renciaba a las dos ramas de ETA. Sin embargo, sus antiguos conflic­
tos y rencillas por cuestiones como la muerte de Pertur, hacía difícil
a los militantes de ETA-PM VIII el contemplar la posibilidad de fu­
sión con un grupo en el que actuaban los Bereziak, presuntos asesi­
nos de Pertur. Finalmente, con la decadencia de ETA-PM, mu­
chos de sus miembros partidarios de la lucha armada se unieron a la
rama rival. La polémica desarrollada en ETA-PM no había sido pu­
ramente interna. Los dirigentes del PNV asistían a los debates, en los
que, según la facción minoritaria, Javier Arzallus instó a ETA-PM a
seguir con la lucha armada, como medio de presionar sobre Madrid
con objeto de ampliar el alcance del Estatuto de Autonomía y la trans­
ferencia de competencias al gobierno autónomo vasco Pero las ac­
ciones de ETA-PM VIII eran de importancia menor si se las compa­
raba con las de ETA-M, para la cual la creación de un gobierno au­
tónomo no era una cuestión fundamental. Puesto que la lucha de
ETA-M era por la independencia, el grado exacto de los poderes de­
vueltos al parlamento autónomo sólo era importante en la medida en
que pudiera crear mejores condiciones para llevar a cabo su lucha.
En consecuencia, Herri Batasuna no acudió al parlamento vasco, pese
a los escaños obtenidos en marzo de 1980; sin embargo, sus 11 par­
lamentarios hicieron acto de presencia en la Casa de Juntas de Guer-
nica, a raíz de una visita del Rey, como acto testimonial de protesta.

El País, 20 y 22 enero 1982.


" El País, 23 feb. 1982.
Diario Vasco, 17, 18, 19, 21, 22, 23 y 24 agosto 1985; Deia, 18 y 25 agosto 1985.
El nacionalismo vasco radical 301

Mientras ETA-M, más perseverante, continuaba sus ataques —en


marzo de 1981 asesinó a policías y oficiales del ejército y colocó bom­
bas en edificios oficiales— , el ultraderechista Batallón Vasco Español
respondió con ataques a nacionalistas e izquierdistas Donde la ac­
ción de masas se manifestaba de modo más llamativo era en los fu­
nerales de los héroes nacionalistas. El 9 de marzo, cuando murió Te-
lesforo Monzón en Donibane, Francia, el traslado de su cadáver al
lugar de residencia de su familia en Vergara dio lugar a una enorme
manifestación, la interrupción de la procesión fúnebre por parte de
la policía y manifestaciones de protesta por la actuación policial
La habilidad de Flerri Batasuna para beneficiarse de este tipo de ac­
tos, demostró una vez más que podía apelar a unas reservas emocio­
nales inaccesibles a otros partidos políticos más convencionales. Las
acciones de ETA-M culminaron el 8 de mayo con un ataque al jefe
de la casa militar del rey. General Joaquín de Valenzuela, con una
bomba colocada en el techo de su coche por un motorista, que hirió
al general y mató a tres de sus acompañantes La capacidad de
ETA-M para operar con impunidad en Madrid indignó a los oficia­
les y militares y dio pábulo a los temores de un nuevo golpe de Es­
tado. El 18 de octubre de 1981, la policía mató a tiros a dos desta­
cados militantes de ETA-M y capturó a otros de sus miembros en el
mismo mes. Las esperanzas gubernamentales de que la fuerza de
ETA-M estuviera quebrantada demostraron ser infundadas cuando
ésta volvió a la ofensiva en noviembre, disparando sobre un policía
y haciendo estallar una bomba en unas instalaciones eléctricas de Iber-
duero, compañía constructora de la central de Lemóniz La muer­
te y detención de miembros importantes de este grupo no hizo más
que frenar las acciones de ETA-M durante el tiempo necesario para
reconstruir la organización.
En 1974, ETA-V, al iniciar sus ataques a la policía, había insisti­
do en que sólo se producirían contra objetivos seleccionados. Gra­
dualmente, la definición de lo que era un objetivo justificable fue am­
pliándose hasta contar entre las víctimas a presuntos confidentes, todo
tipo de oficiales militares y policías, antiguos policías, familiares de
guardias civiles, enemigos políticos, personas supuestamente impli­
cadas en tráfico de drogas, y todo el que se negara a pagar el «im­
puesto revolucionario». Una considerable proporción de la población
vasca se insertaba en una u otra de estas categorías. Además, ETA-M,
que en un principio había limitado sus actividades al País Vasco, ac-

Cambio 16, \b marzo 1981.


Punto y Hora,
El País, 8 mayo 1981.
Cambio 16, 2 y 23 nov. 1981.
302 John'^ullivan

tuaba ahora con frecuencia en otros lugares de España, particular­


mente en Madrid. Cuando ETA-PM tomó la iniciativa en cobrar el
«impuesto revolucionario», secuestrar por dinero, colocar bombas en
centros turísticos y matar a supuestos traficantes de drogas, este tipo
de acciones había sido criticado por ETA-M, pero al ir debilitándose
el grupo rival empezó a adoptarlas.
El 28 de octubre de 1982, las elecciones parlamentarias dieron una
abrumadora victoria al PSOE. Los resultados obtenidos por este par­
tido en el País Vasco supusieron también un espectacular avance fren­
te a los que había logrado tanto en las elecciones locales como en las
nacionales de 1979, tras sus primeros éxitos en 1977 Ahora que
había en España un gobierno dirigido por uno de los grupos derro­
tados en la guerra civil, podía creerse que había quedado el camino
libre para resolver el problema vasco. Pero esta clase de optimismo
no sabía apreciar el carácter de los sentimientos nacionalistas en el
País Vasco. El PSOE era un enemigo más duro de lo que había sido
U C D , por el apoyo que tenía entre los obreros inmigrantes que, a
ojos tanto de ETA-M como del PNV, representaban una potencial
quinta columna. El nuevo gobierno socialista —incluso después de la
decisión del Tribunal Supremo de declarar la LO APA inconstitucio­
nal en agosto de 1983— dejó muy claro que seguiría fiel al contenido
de esta ley. El cambio de gobierno no interrumpió la ofensiva de
ETA-M, pues a los dos días de las elecciones se lanzó una granada
antitanque contra un puesto de la Guardia Civil en Pasajes, Guipúz­
coa, y al día siguiente explotó un coche bomba en Vitoria, matando
a un policía e hiriendo a otros doce. El 4 de noviembre, un comando
de ETA-M mató al general Lago Román, jefe de la división acoraza­
da Brúñete, en Madrid, y continuó después con una serie de bombas
y ataques con armas de fuego a civiles del País Vasco
El nuevo gobierno continuó la lenta transferencia de competen­
cias a la comunidad autónoma vasca acordada por su predecesor. La
Ertzantza empezó a adquirir algunas de las responsabilidades de la
policía, y el gobierno puso en libertad a una serie de presos adeptos
a la disuelta ETA-PM VII Asamblea, en virtud de un pacto negocia­
do por Juan José Rosón, antiguo ministro del Interior de U CD
Las tensiones aumentaron en el País Vasco cuando una manifesta­
ción, a la que se adhirieron la mayoría de los partidos políticos, en
contra de ETA-M por haber disparado contra tres jóvenes en Ren­
tería el 18 de octubre, fue atacada por simpatizantes de Herri Bata-
suna. ETA-M había acusado a estos hombres de ser confidentes, pero

Diario Vasco, 20 y 30 nov. 1982.


Egin, 31 oct. y 1 nov. 1982; Cambio 16, 8 nov. 1982.
El País, 31 oct. 1982.
El nacionalismo vasco radical 303

no aportaron prueba alguna de esta acusación, enérgicamente des­


mentida por dos de los supervivientes y los familiares del joven muer­
to. Felipe González, nuevo jefe de gobierno, podía presumir de que
su gestión iba a ser más afortunada que la de sus predecesores en
cuanto a obtener ayuda de las autoridades francesas, puesto que la
elección de un gobierno socialista era sin duda prueba de que la dic­
tadura franquista había terminado, y ello induciría al gobierno fran­
cés a interrumpir su política de dar refugio a los enemigos del régi­
men español. El PSOE también esperaba desarrollar mejores relacio­
nes que U CD con los partidos nacionalistas moderados. Este PSOE
era muy distinto al partido obrero militante cuya creación había sido
tan decisiva para el nacimiento del nacionalismo vasco. El primer en­
cuentro entre Felipe González y el Lendakari, Carlos Garaicoechea,
celebrado el 13 de enero de 1983, pareció alentador, aunque éste in­
sistió en que se debía entablar un diálogo que incluyera a Herri Ba-
tasuna, al igual que al PNV y al PSOE
La trayectoria de los distintos fragmentos de ETA-PM fue con­
tradictoria. En una conferencia de prensa llevada a cabo el 13 de fe­
brero de 1983 en el País Vasco francés, ETA-PM VII Asamblea de­
claró el deseo de sus miembros de abandonar la lucha armada y re­
gresar a España para colaborar pacíficamente con los objetivos de
Euskadiko Ezkerra Uno de sus portavoces manifestó que habían
recibido amenazas de represalias de sus antiguos compañeros, agru­
pados ahora bajo el nombre de ETA-PM VIII, que estaba a su vez
desintegrándose, escindida entre los que querían incorporarse a
ETA-M, los que deseaban continuar como grupo independiente y los
que estaban convencidos de que la lucha armada no tenía ya ninguna
utilidad. Pronto se desvanecieron las esperanzas de que se produjera
un mejor entendimiento entre el gobierno PSOE y el PNV del que
había existido con UGD. Los nacionalistas eran muy críticos respec­
to al Ministro de Interior, José Barrionuevo, un antiguo funcionario
del sindicato estudiantil franquista, cuyo decidido apoyo a las fuer­
zas de seguridad y convicción de que el terrorismo de ETA era un
problema policial y no político eran un anatema para los nacionalis­
tas de todo tipo. La estrategia de Barrionuevo tampoco fue eficaz,
pues las acciones de ETA-M se continuaron a lo largo de 1983, com­
plementadas por las de ETA-PM, que realizaba un desesperado in­
tento por recobrar su fuerza y su cohesión. Los GAA llevaron a cabo
algunos secuestros y atentados con bombas, y quemaron una fábrica
en Oyarzun en el mes de febrero. El grupo Iraultza, de origen aún

El País, 14 enero 1983.


El País,
304 John Sullivan

menos claro (al parecer una escisión de MC/EMK) colaboró también


con la colocación de una serie de bombas
La habilidad de ETA-M para secuestrar personas y exigir rescates
le proporcionaba fondos. El 25 de marzo de 1983, en Madrid, uno
de sus comandos capturó al empresario Diego de Prado, amigo del
rey, y le mantuvo en cautividad durante 72 días, hasta que su familia
entregó una cantidad no revelada Parecía como si esta organiza­
ción pudiera actuar con impunidad, pues los contados éxitos de la po­
licía en liberar a otras víctimas de secuestros se hicieron a expensas
de otros grupos terroristas. La sostenida capacidad de ETA-M para
llevar adelante la lucha armada se fortaleció con la demostración de
apoyo popular que proporcionaron las segundas elecciones munici­
pales celebradas en mayo de 1983. Una vez más, el PNV salió vic­
torioso, haciendo patente la ventaja que tenía sobre el PSOE en cuan­
to a base popular. Herri Batasuna obtuvo un número de votos sólo
ligeramente inferior al de las anteriores elecciones municipales de
1979, de modo que la victoria general del nacionalismo era prueba evi­
dente, a juicio nacionalista, de que la mayoría de los vascos estaban
de su parte ^°. El gobierno socialista suscitó el antagonismo del PNV
al demorar y limitar el proceso autonómico, y no parecía hacer gran­
des esfuerzos para eliminar del todo la tortura policial o para detener
las acciones de los grupos terroristas de extrema derecha, controla­
dos, en opinión general, por la policía. La hostilidad hacia el PSOE
se manifestaba en las pintadas de todo el País Vasco, en las que se le
tachaba de ser igual que los terroristas. Una de las iniciativas guber­
namentales que más indignó a la opinión nacionalista fue la creación
de la Zona. Especial del Norte (ZEN), anunciada a bombo y platillo
en mayo de 1983, que estipulaba una serie de medidas de seguridad
y de reforzamiento de la policía Para los nacionalistas vascos de
todas las tendencias, el Z EN no era sino un ejemplo más de la inca­
pacidad de Madrid para percibir el fundamento político del proble­
ma vasco.
El contenido simbólico del conflicto entre nacionalistas y otras
tendencias políticas quedó claramente reflejado en la enconada polé­
mica, surgida en el verano de 1983 en una serie de pueblos, sobre la
cuestión aparentemente trivial de qué bandera exhibir, la Ikurriña o
la bandera española, durante las fiestas locales. Herri Batasuna, con
el apoyo ambiguo del PNV, consiguió que una serie de ayuntamien-

La Vanguardia, 5 y 23 feb. 1983.


El País, 26 marzo 1983.
Egin, 10 mayo 1983.
Egin, 20 mayo, 11 y 24 junio, 31 julio 1983; Diario Vasco, 11 y 17 junio, 24 ju­
lio 1983.
El nacionalismo vasco radical 305

tos declararan que sólo debía ondear la Ikurriña. Los gobernadores


civiles, de designación gubernamental, intervinieron en la mayoría de
los casos para que se desplegara también la bandera española. Los in­
tentos de llegar a una solución de compromiso no exhibiendo nin­
guna de las dos banderas o ambas fracasaron, pues los concejales de
Herri Batasuna izaban personalmente la Ikurriña, mientras que, cuan­
do un ayuntamiento clecidía desplegar ambas, hombres encapucha­
dos arriaban la española. La «guerra de las banderas», que se prolon­
gó durante todo el verano de 1983 y continuuó en el año siguiente,
puso de manifiesto la capacidad de Herri Batasuna para ganar sim­
patizantes en una cuestión de la que no se habrían ocupado la ma­
yoría de los partidos políticos. En este conflicto se unieron la con­
frontación y la falta de diálogo, y permitió a Herri Batasuna incre­
mentar sus fuerzas a base de un asunto aparentemente ridículo. La
profundidad de los sentimientos nacionalistas pudo comprobarse
cuando Bandrés tachó el conflicto de «batalla de trapos». Su comen­
tario fue recibido con indignación y denunciado por su falta de pa­
triotismo en la prensa del PNV y por Herri Batasuna, en un desplie­
gue de unidad nacionalista que superaba las etiquetas de izquierdas
y derechas
A su vez, el PNV estaba dividido entre los que querían crear una
organización de Estado moderno, que superara el separatismo pro­
vincial, y los que aspiraban a la restauración de los derechos forales.
El bastión de los foralistas era Vizcaya que, al tener más habitantes,
habría dispuesto de considerable poder en una estructura federal. Mu­
chos miembros del PNV vizcaíno veían sin entusiasmo la forma mo­
derna, y más sintética, del euskera, el batua, fundamentado princi­
palmente en el guipuzcoano, y seguían prefiriendo su propio dialec­
to. La situación se complicaba aún más por el hecho de que los miem­
bros más tradicionales del PNV, que tendían a ser los más simpati­
zantes de ETA, eran también los que defendían los dialectos tradi­
cionales y los derechos forales. Y sin embargo, ETA había sido des­
de sus comienzos defensora de un estado vasco moderno, y había aco­
gido bien el batua, como instrumento de modernización y vehículo
para una identidad vasca unificada.
En 1984, después de que las segundas elecciones al parlamento au­
tónomo vasco confirmaran el predominio del PNV, el dirigente del
partido socialista Txiki Benegas se reunió con Garaicoechea para
acordar un pacto legislativo mediante el cual pudieran evitarse los
choques entre la administración regional y la central, y que facilitara
la transferencia de poderes al gobierno vasco Sin este pacto, el

Egin, 31 julio 1983; Deia, 1 y 2 agosto 1983,


Egin, 27 feb. 1984.
306 John Sullivan

PNV, a pesar de su control del gobierno autónomo, vería sus com­


petencias constantemente bloqueadas, de seguir enfrentado en ince­
santes conflictos con la autoridad central. Por otra parte, el gobierno
González había aceptado la letra, pero no el espíritu, de la resolu­
ción del Tribunal Supremo sobre la inconstitucionalidad de la LOA-
PA. El pacto con el enemigo, a juicio de los nacionalistas radicales,
convertía al PNV en cómplice de la aceptación de una versión agua­
da del estatuto de autonomía. Los dirigentes del partido nacionalista
eran muy sensibles a esta clase de críticas por parte de Herri Bata-
suna, pues sabían que tenían eco entre sus propias filas. El pacto le­
gislativo sería origen de constantes tensiones, pues no se trataba de
una cuestión fácilmente especificada, sino más bien de una especie de
acuerdo de no agresión. Los esfuerzos de Garaicoechea por obtener
poderes más amplios para el gobierno vasco produjeron vivos enfren­
tamientos con dirigentes del PSOE, en particular con Felipe Gonzá­
lez, y además suscitaron la hostilidad de los defensores de la autono­
mía provincial dentro del PNV.
Cualquier partido político habría tenido dificultades para acome­
ter problemas tan complejos. En el PNV, dada su falta de debates es­
tructurados, las disensiones tomaban inevitablemente la forma per­
sonal de un desacuerdo entre Arzallus y Garaicoechea, ya evidente
en 1983. Arzallus, con su extraordinario dominio del aparato del par­
tido, había sido, en gran parte, responsable del ascenso de Garaicoe­
chea, una figura carismática mucho más atractiva para el electorado
que el propio Arzallus. La distribución de tareas entre el Lendakari
—que representaba a todo el pueblo vasco y adoptó, en consecuen­
cia, un tono más conciliador hacia los enemigos del partido— y un
aparato de partido que representaba las tradicionales aspiraciones de
independencia del PNV, pareció funcionar bien en un principio. Sin
embargo, lo que empezó siendo una división de tareas acabó en la
elección de distintas opciones políticas. La situación alcanzó su pun­
to álgido en abril de 1984, cuando la dirección nacional del PNV or­
denó a sus afiliados navarros que votaran al candidato del conserva­
dor UPN, J. Luis Monge, para la presidencia del gobierno provin­
cial frente al candidato socialista. El PNV, dada su debilidad en N a­
varra, se veía obligado a formar coaliciones, pero la U PN , formada
en su mayor parte por antiguos franquistas de derechas, constituía
un compañero muy poco atractivo. La gran mayoría de los militan­
tes del PNV se negaron a apoyar a la U PN , por lo que en el mes de
junio la dirección nacional destituyó a sus dirigentes e impuso un co­
mité de miembros que les eran adeptos Garaicoechea, que es na-

Egin, 4 y 5 abril, 7 junio 1984.


El nacionalismo vasco radical 307

varro, pese a no estar directamente involucrado, no ocultó sus sim­


patías por los miembros expulsados.
Garaicoechea debía reconciliar las exigencias de los grupos más
conservadores y foralistas de su propio partido, con la necesidad de
llegar a un acuerdo con el PSOE. En un intento de dejarle algún mar­
gen de maniobra, el PNV le había eximido de la disciplina de partido
en enero de 1984, pero los conflictos entre Garaicoechea y la direc­
ción nacional se agravaron pues, en septiembre, cundieron rumores
sobre una posible escisión del partido, aunque Garaicoechea negó que
se le fuera a obligar a dimitir El Lendakari contaba con conside­
rable respaldo dentró del PNV, como quedó demostrado por la ova­
ción que recibió cuando asistía a las celebraciones del día del partido,
en el mes de octubre. N o obstante, la directiva de Arzallus, tras ha­
ber consolidado su control sobre el aparato del partido, celebró una
asamblea el 20 de noviembre donde fue aceptada la línea foralista de
la dirección frente a la oposición de la mayoría del partido en Gui­
púzcoa y de la sección expulsada de Navarra El círculo se cerraba
en torno a Garaicoechea, y el 19 de diciembre se vio forzado a di­
mitir, pese a que el día anterior hubiera negado que tuviera intención
de hacerlo. El PNV nombró a José Antonio Ardanza, un burócrata
gris, nuevo Lendakari Garaicoechea pudo haberse negado a mar­
charse y convocar elecciones al parlamento vasco pero, en lugar de
ello, prefirió seguir dando la batalla dentro de su partido, convenci­
do de que el apoyo de que gozaba entre la base era mucho mayor
que en el aparato. Inevitablemente, Garaicoechea tenía que pedir que
se reformara la estructura interna del PNV, en un forcejeo político
que pronto produciría la expulsión de sus partidarios, pues el arcaico
sistema de votación daba un control mayoritario al aparato, que tan
sólo contaba con un apoyo minoritario entre los miembros del par­
tido. El PSOE, tanto en el nivel nacional como en el local vasco,
adoptó la sorprendente postura de aplaudir la expulsión de Garaicoe­
chea, e hizo saber que Ardanza dispondría de la colaboración que se
había negado a su predecesor. Esta cooperación con el ala conserva­
dora y más nacionalista del PNV sorprendió a muchos observado­
res pero contribuyó a dividir al PNV y a privarle del líder que ha­
bía dado al partido una imagen moderna y liberal.
Las prolongadas fricciones en el seno del PNV no eran más que
cuestiones secundarias para ETA-M, que seguía aplicando su estra­
tegia esencialmente militar. Ni siquiera las gráves inundaciones de

Egin, 16 y 18 sept. 1984.


Egin, 19, 20, 21 oct. 1984.
Egin, 19, 20, 21 y 22 dic. 1984.
El País, 28 dic. 1984.
308 John Sullivan

agosto de 1983 en Vizcaya —en las que murieron más de cincuenta


personas y que causaron inmensos daños— interrumpieron, sólo le­
vemente, la lucha armada, pues ETA-M mató a un policía y al dueño
de un bar en dos incidentes distintos en el mes de septiembre. Los
restos de ETA-PM VIII aportaron su parte de violencia colocando
una serie de bombas en septiembre, y secuestrando a un farmacéuti­
co del ejército, Alberto Martín, en Bilbao, en octubre. De modo ine­
vitable, dada la negativa del gobierno a aceptar la exigencia de ETA-
PM de que se transmitiera por televisión un comunicado suyo, el ca­
pitán Alberto Martín fue asesinado. Una llamada telefónica recibida
en la Cruz Roja de Bilbao el 18 de octubre, informó sobre la casa
abandonada donde encontrarían su cadáver
Realmente este asesinato no fue un paso cualitativo en la escalada
de violencia, pues ambas ramas de ETA habían considerado desde
siempre que los oficiales del ejército eran objetivos legítimos. Pese a
ello, la muerte de una persona cuyas obligaciones, no obstante su con­
dición militar, no eran realmente bélicas originó algunas reacciones
contrarias. Carlos Garaicoechea asistió al funeral de Martín donde
fue insultado por ultraderechistas. En un intento de excusar el asesi­
nato, un comunicado de ETA-PM declaró que Martín Barrios había
sido un oficial del servicio secreto, pero no presentó pruebas de su
alegato. La recepción deparada a Garaicoechea en el funeral de Al­
berto Martín demostró que se estaba endureciendo el clima de vio­
lencia, mientras que miembros de los cuerpos de seguridad, enfure­
cidos por su incapacidad para responder a los ataques, se dispusieron
a crear una fuerza contra-terrorista. Pocos días antes de la muerte de
Martín Barrios, dos jóvenes refugiados vascos habían desaparecido
de Bayona, y el 19 de octubre fueron arrestados dos policías españo­
les en Pau, Francia, acusados de atacar a un presunto militante de
ETA, José María Larretxea. El 22 de octubre miles de personas se ma­
nifestaron contra el supuesto asesinato de los dos refugiados vascos
desaparecidos La opinión nacional se indignó ante los llamamien­
tos del dirigente de Alianza Popular, Manuel Fraga Iribarne, a favor
de una «guerra sucia» e ilegal contra ETA. Todos los sectores de ideas
nacionalistas sospechaban que el gobierno estaba contemplando esta
clase de medidas.
Los ataques a los refugiados en Francia continuaron; el 5 de di­
ciembre, Segundo Marey, trabajador de la Cooperativa Sokoa —don­
de trabajaban muchos refugiados vascos— fue secuestrado en Hen-
daya. Puesto que Marey, que fue dejado en libertad nueve días des­
pués cerca de la frontera francesa, no parecía tener vinculación algu-

Egin, 6, 22, 29 sept., 6, 7, 10, 11, 18, 19 y 20 oct. 1983.


Egin, 9, 20, 21, 22 y 23 oct. 1983.
El nacionalismo vasco radical 309

na con ninguna de las dos ramas de ETA, la impresión fue que había
sido confundido con un militante de ETA-M. El suceso no habría te­
nido demasiada importancia de no ser porque los secuestradores se
autodenominaron Grupo Antiterrorista de Liberación (GAL), siglas
que pronto serían conocidas como parte de la guerra sucia contra
ETA. Puesto que el GAL continuó con lo que iba a ser una campaña
sostenida y muy cruenta, matando el 20 de diciembre a otro refugia­
do vasco en el bar de Bayona en el que trabajaba, la convicción na­
cionalista de que era el gobierno González el que estaba detrás de es­
tas acciones quedó patente cuando una muchedumbre atacó las ofi­
cinas del PSOE en Orereta y cuando los GAA intentaron destruir
las sedes del partido socialista en Lasarte y Hernani El GAL dis­
paró sobre un militante de ETA, Mikel Goikoetxea, en San Juan de
Luz el 28 de diciembre, el cual murió el primero de año Los re­
presentantes de Herri Batasuna y los periódicos Egin y Punto y Hora
afirmaron repetidamente que el GAL era una creación del gobierno
español en connivencia con las autoridades francesas. En realidad, ha­
bía indicios de que el gobierno francés estaba irritado por las activi­
dades del GAL, pues algunos de sus miembros fueron detenidos por
la policía francesa a raíz de atentados contra refugiados vascos. El fun­
damento de la acusación de que las autoridades francesas alentaban
el GAL residía en el hecho de que sus asesinos, en su mayoría fran­
ceses o norteafricanos del mundo del hampa, poseían las direcciones
y fotografías de sus víctimas. Presumiblemente, estos datos podían
haber sido obtenidos por los criminales en un nivel bastante bajo de
la jerarquía policial, mediante contactos policiales previamente esta­
blecidos.
Al enconarse la lucha entre ETA-M y el gobierno español, los ob­
jetivos elegidos por aquélla se hicieron progresivamente más indis­
criminados. El 29 de enero de 1984, uno de sus comandos mató a ti­
ros al teniente general Guillermo Quintana Lacaci en Madrid, cuan­
do regresaba de misa La elección de Quintana Lacaci era extraña
para un movimiento que se había iniciado como lucha contra el fas­
cismo, pues, como Gapitán General de la región militar de Madrid,
había sido una de las figuras clave en derrotar el golpe del 23 de fe­
brero. Lfn comando del GAL mató a dos militantes de ETA-M en
Hendaya el 8 de febrero, y los refugiados vascos en Francia se ence­
rraron en huelga de hambre en la catedral de Bayona, para protestar
por la incapacidad de las autoridades para protegerlos. Tres días an­
tes de las elecciones, una unidad de los GAA mató a tiros a Enrique

■ " Egin, 6, 7, 15, 21, 22 y 23 dic. 1983.


Egin, 29, 30 y 31 dic. 1983, 2 enero 1984.
43
El País, 30 enero 1984.
310 John Suliivan

Casas, que encabezaba la lista electoral del PSOE en Guipúzcoa, a la


puerta de su casa en San Sebastián Este asesinato causó gran in­
dignación en las filas del PSOE, y la primera reacción de Herri Ba-
tasuna fue denunciarlo como otra jugada sucia de las fuerzas de se­
guridad, con objeto de desacreditar a ETA-M. El único simpatizante
del PSOE en haber sido asesinado anteriormente por una organiza­
ción nacionalista vasca había sido acusado de ser informador, aunque
no se aportó evidencia alguna que apoyara esta afirmación. Puesto
que no se empleó este tipo de argumento contra Casas, el asesinato
indicaba que todos los militantes del PSOE eran objetivos posibles
de los CAA. Los representantes de Herri Batasuna condenaron el ata­
que, pero sin aquel fervor que reservaban para la muerte de militan­
tes de ETA. Esta muerte tuvo escaso efecto en los resultados de las
elecciones. Siguió mejorando la posición del PNV; y también, aun­
que en menor grado, la de Herri Batasuna y Euskadiko Ezkerra. En
Guipúzcoa, la tendencia general fue ligeramente más favorable al
PSOE
La nueva colaboración entre los gobiernos francés y español adop­
tó la forma de deportación de militantes de ETA a diversos países de
Centroamérica y Africa, que los aceptaban a cambio de concesiones
de ayuda o comerciales. Si el terrorismo de ETA hubiera sido pri­
mordialmente una cuestión policial, estas medidas habrían contribui­
do en gran medida a acabar con él. Los dirigentes del PNV conside­
raban que el PSOE cometía un enorme error al seguir una política
de centralismo tradicional y negarse a satisfacer las aspiraciones vas­
cas de autonomía. La estrategia del gobierno de extirpar las bases de
operaciones de ETA en el País Vasco francés mediante estas expul­
siones, produjo manifestaciones de protesta y benefició a Herri Ba­
tasuna. En el prolongado forcejeo en torno a la transferencia de com­
petencias del gobierno central al autónomo, el PSOE procuró siem­
pre retrasar y reducir el alcance de la autonomía otorgada. Dada la
práctica identificación que hacía el PNV entre partido y gobierno, el
conflicto pasó a entablarse entre dos partidos e incluso entre dos gru­
pos étnicos de la población vasca. La idea de Euskadiko Ezkerra de
que la nación vasca estaba aún por construir, sobre los cimientos de
la cooperación y el respeto mutuo de ambos grupos étnicos, hacía
progresos limitadísimos frente al rencor creado por ETA y el GAL.
Los nacionalistas vascos pensaban que el GAL era una criatura
de Francisco Alvarez, jefe de la policía de Bilbao en 1983 y más tar­
de oficial de información de la Secretaría de Estado para la seguri­
dad. Alvarez trabajaba en estrecha colaboración con destacados ofi-

Egin, 9 y 24 feb. 1984.


Egin, 27 feb. 1984.
El nacionalismo vasco radical 311

dales de la policía, como Sáenz de Santamaría, que se negaron a dar


información sobre los participantes en un tiroteo que produjo varios
muertos en Hendaya '* . El GAL era sin duda mucho más eficaz en
matar militantes de ETA que la acción policial oficial. Desde sus co­
mienzos a fines de 1983 hasta marzo de 1986, cuando las presiones
del nuevo gobierno francés interrumpieron sus actividades, mató a
veinticuatro personas e hirió a veinticinco, tanto militantes de ETA
como personas inocentes. Era indudable que los actos del GAL.eran
considerados con condescendencia por algunos dirigentes socialistas,
como García Damborenea, pero los efectos de su campaña fueron de­
vastadores por la incidencia negativa que tuvo en la opinión nacio­
nalista. Uno de los mayores golpes del GAL ocurrió el 19 de junio
de 1984, cuando sus activistas colocaron una bomba en una motoci­
cleta e hirieron gravemente a Tomás Pérez Revilla y a Román Orbe.
Pérez Revilla, un veterano dirigente de ETA-M, murió seis semanas
después Puesto que el gobierno francés siguió adelante con la po­
lítica de deportaciones de militantes de ETA a una serie de países, y
de restringir más los movimientos de los restantes refugiados vascos,
ETA-M encontró más dificultades para actuar. El GAL, cuyos ata­
ques iniciales habían sido contra militantes de ETA en Francia, em­
pezó a actuar contra Herri Batasuna en España. El 20 de noviembre
de 1984, un comando del G A L se introdujo en la oficina bilbaína de
Santiago Brouard, pediatra y senador por Herri Batasuna, y le dio
muerte a tiros. Los partidarios de Herri Batasuna interpretaron este
asesinato como indicio de que el gobierno tenía la intención de lan­
zar una campaña indiscriminada contra ellos, señalando que un po­
licía de vigilancia de una embajada contigua a la consulta de Brouard
había sido retirado poco antes del atentado
Los representantes de Herri Batasuna alegaron que la muerte de
Brouard había sido directamente autorizada por el gobierno español,
y demostraba que el cambio del franquismo a una monarquía cons­
titucional con gobierno socialista no era más que cosmético. Las sos­
pechas de implicación oficial en el asesinato aumentaron cuando se
negó autorización al magistrado a cargo de la investigación para in­
terrogar a testigos de la policía y fue retirado del caso. ETA-M res­
pondió al día siguiente en Madrid tendiendo una emboscada e hirien­
do gravemente al general Luis Rosón y su chófer Es posible que
la elección de este general se debiera a que era hermano de Juan José
Rosón, antiguo ministro del Interior de U CD , iniciador de la políti-

Egin, 1 oct. 1986.


Egin, 20 junio y 30 julio 1984.
Egin, 20, 21 y 22 nov. 1984.
El País, 22 nov. 1984.
312 John Sullivan

ca de indultos que había contribuido a convencer a ETA-PM (VII)


de abandonar la lucha armada. Herri Batasuna reaccionó al asesinato
de Brouard con una convocatoria a la huelga general en toda Euska-
di para el 22 de noviembre. El PNV respaldó la convocatoria de huel­
ga, pero pidió a sus afiliados que asistieran a una manifestación dis­
tinta a la organizada por Herri Batasuna, en la que se expresaban cla­
ras simpatías por ETA-M. Los portavoces de Herri Batasuna hicie­
ron saber que los representantes de los partidos «españoles» y de Eus-
kadiko Ezkerra no serían bien recibidos en el funeral. En Vizcaya,
aparte de las grandes fábricas que eran bastiones socialistas, cerraron
la mayoría de los colegios, tiendas e instalaciones comerciales Los
ataques del G A L a los simpatizantes de ETA continuaron durante
los primeros meses de 1985, pero la principal estrategia del gobierno
era destruir la base de ETA-M en Francia mediante la cooperación
con el gobierno francés, con las deportaciones de militantes de ETA
a Africa y América del Sur. Algunos dirigentes de ETA fueron en­
tregados para ser procesados en España, a pesar de la fuerte oposi­
ción del gobierno vasco y el PNV, pero ello no interrumpió los ata­
ques de ETA-M, aunque el gobierno socialista tenía la esperanza de
que se consiguiera más adelante. Las deportaciones sí tuvieron un
efecto radicalizador en la dirección del PNV, que una vez más em­
pezó a apoyar las exigencias de negociación entre ETA-M y el go­
bierno y a pedir la independencia, mediante la fórmula de un regreso
a la situación vigente antes de la primera guerra carlista de 1839
Tanto el PNV como Euskadiko Ezkerra criticaban duramente las
demoras del gobierno central en la entrega de funciones a la policía
autónoma, la Ertzantza, dedicada principalmente a la vigilancia de
edificios públicos y al control del tráfico. Sin embargo, la intención
expresa del gobierno era transferir a la policía autónoma la mayoría
de las tareas policiales rutinarias. Un oficial del ejército, el teniente
general Carlos Díaz Arcocha, oriundo de Bilbao y de familia carlis­
ta, fue designado jefe de la Ertzantza a comienzos de 1985, una me­
dida que resaltaba el tipo de compromiso que el gobierno central
creía necesario para establecer la policía autónoma. El 7 de marzo de
1985, Díaz Arcocha fue asesinado al estallar una bomba colocada por
un comando de ETA-M en su coche, estacionado en una gasolinera
contigua a la cafetería donde solía desayunar. Díaz Arcocha no había
tomado precaución alguna, y era evidente que había creído que su ca­
lidad de funcionario del gobierno vasco le garantizaba el no ser ata­
cado. Era una opinión que habían compartido otros muchos, y su

“ Egin, 21, 22 y 23 nov. 1984.


Cambio 16, 26 feb.-4 marzo 1985.
El nacionalismo vasco radical 313

muerte produjo consternación entre los nacionalistas moderados


Aunque el jefe de la Ertzantza no había recibido amenazas, sabía que
en 1978 ETA-M había asesinado a un oficial del ejército jefe de la po­
licía provincial de Alava, los Miqueletes. En aquella ocasión, ETA-M
había declarado su respeto por los miqueletes, por tratarse de una
institución auténticamente vasca, que no debía corromperse con la
jefatura de un oficial español; así pues, al matar a Díaz Arcocha,
ETA-M no estaba violando sus propias reglas ni tampoco iniciando
una ofensiva general contra la policía autónoma. El gobierno vasco
hizo pública una declaración de diez puntos en la que condenaba el
asesinato, que, aunque no mencionaba a ETA específicamente fue
acogida con gratitud por el gobierno español.
Estas declaraciones en nada frenaron la violencia de ETA-M en
el País Vasco ni en Madrid, donde uno de sus comandos mató a un
coronel, a su chófer y a un policía el 12 de junio de 1985 ETA-M
reanudó entonces lo que se había convertido en su campaña habitual
de verano de colocar bombas en los centros de vacaciones del Medi­
terráneo. El GAL persistió en sus ataques a nacionalistas, principal­
mente en Francia, donde el 31 de marzo mató al agente local del pe­
riódico pro ETA, Egin, Javier Galdeano, y continuó realizando ata­
ques cruentos e indiscrimnados durante el resto del año. El 25 de sep­
tiembre, cuatro refugiados vascos murieron por arma de fuego al ser
asaltado un bar de Bayona Al concluir su tercer año en el poder,
el gobierno socialista no estaba más próximo a una solución del pro­
blema vasco. El rechazo de los vascos a las fuerzas de seguridacl au­
mentó cuando fue encontrado el cuerpo de Mikel Zabaltza, arresta­
do el 26 de noviembre, en el río Bidasoa tres semanas después, pues
en general no se creyó la versión policial de que el detenido hubiera
logrado escapar. Las acciones del GAL empezaron a disminuir a fi­
nes de 1985, pero volvió a la ofensiva el 4 de diciembre cuando sus
activistas hirieron a un refugiado vasco en Heleta, en el País Vasco
francés. Unos cuantos días después, estalló una bomba en un centro
cultural vasco de Bayona. En Biarritz, un ciudadano francés murió
el 3 de enero tras haber recibido un disparo la víspera de Nochebue­
na. El 8 de febrero de 1986, un refugiado vasco fue atacado con arma
de fuego en Donibane, y el 17 de febrero dos ciudadanos franceses
fueron asesinados en Bidarrai El GAL desapareció de la escena en
la primavera de 1986, en parte debido a las represalias emprendidas

Egin, 8 marzo 1985; El País, 8 marzo 1985.


Egin, 13 marzo 1985.
El País, 13 junio 1985.
Egin, 1 abril, 10 junio, 26 sept. 1985.
Egin, 16, 17 y 27 dic. 1985, 4 y 9 enero, 15 feb. 1986.
314 John Suliivan

por ETA-M, que mató a varios de sus jefes, pero principalmente


como respuestas del gobierno español a las presiones francesas.
En marzo de 1985, un dirigente del G A L, Jean Fierre Cherid, mo­
ría al intentar poner una bomba en Miarritze, y el 17 de agosto otro
de sus miembros principales, Clement Perret, fue asesinado por
ETA-M Dado que la publicidad adversa —en periódicos france­
ses y españoles, en los que se daban detalles de la relación entre los
miembros del G A L y la policía española— hacía contraproducentes
las tácticas del G A L, la voluntad del gobierno francés de extraditar
militantes de ETA a España para ser juzgados o, en los casos en que
no hubiera cargos concretos, deportarlos a países africanos o latinoa­
mericanos, se convirtió en un peligro mucho mayor para ETA-M.
Una decisión judicial del 13 de marzo de 1986 por la cual se declaró
a ETA una «asociación de malhechores» facilitó mucho el procesa­
miento de sus miembros, incluso cuando no había acusaciones espe­
cíficas. Los conservadores españoles habían manifestado con frecuen­
cia que el gobierno francés no tomaba una acción decidida contra
ETA por temor a las represalias, pero ni ETA-M ni su grupo her­
mano actuaban contra objetivos en territorio francés, y ETA-M siem­
pre había intentado contener las acciones de Iparraterrak, su discípu­
lo vasco francés, comprensiblemente, a la vista de las consecuencias
de poner en peligro la base francesa de ETA-M. El gobierno español
esperaba poder eliminar a ETA mediante la nueva colaboración con
Francia. Su optimismo era, como poco, prematuro, pues las depor­
taciones agriaron las relaciones con el PNV y el gobierno autónomo
vasco, dieron pábulo a una ola de manifestaciones de Herri Batasu-
na, y provocaron la quema de coches pertenecientes a turistas fran­
ceses. Aún más alarmante era que estas deportaciones no parecían in­
cidir en la capacidad de ETA-M para continuar la lucha, no sólo en
el País Vasco sino también en Madrid. El 6 de febrero de 1986, el co­
mando España de ETA-M, con base permanente en Madrid, ametra­
lló el coche del vicealmirante Gristóbal Colón de Carvajal, descen­
diente por línea directa de Cristóbal Colón, muriendo él y su chófer
e hiriendo a otro oficial Colón de Carvajal, pese a su alta gradua­
ción, era conservador del museo naval, no oficial en activo. Este ase­
sinato pareció en parte inspirado por el anunciado referéndum sobre
la permanencia de España en la O TA N . Dos días antes, un guardia
civil y su hija de nueve años habían sido gravemente heridos en Ren­
tería cuando explotó una bomba colocada en su coche
La incapacidad de la policía para prevenir las acciones de ETA-M

Egin, 20 marzo y 18 agosto 1985.


El País, 7 feb. y 14 marzo.
59
Egin, 5 feb. 1986.
El nacionalismo vasco radical 315

O capturar a los responsables, no hacía sino confirmar la opinión de


los líderes conservadores, como Manuel Fraga Iribarne, de que'eran
necesarias medidas más duras, incluida la supresión de derechos ci­
viles, mientras que la opinión liberal se sentía insatisfecha por la es­
pectacular incompetencia de las fuerzas de seguridad, tan acostum­
bradas a recurrir a la tortura y a la represión generalizada que resul­
taban ineficaces en una democracia. Las críticas a la política cesaron
temporalmente al conseguirse algunos éxitos en la lucha antiterroris­
ta. El 14 de marzo, un militante de ETA-M, Angel María Gallaraga,
fue muerto de un disparo en San Sebastián en un encuentro en el que
también perdió la vida un policía. También en marzo fueron deteni­
das seis personas presuntamente responsables del asesinato del jefe
de la Ertzantza, Díaz Arcocha. El acontecimiento más alentador ocu­
rrió el 11 de enero de 1986 cuando el industrial bilbaíno José Pedro
Guzmán, director del club de fútbol Athlétic de Bilbao, fue liberado
por la policía en el lugar donde estaba retenido, una casa abandonada
cerca de Bilbao, donde le habían ocultado desde su secuestro el 30
de diciembre ^°. La liberación de Guzmán fue la primera ocasión en
que la policía había conseguido frustrar un secuestro de ETA-M, aun­
que varias de las víctimas de ETA-PM y los CAA habían sido libe­
rados en anteriores ocasiones. Tres de los secuestradores fueron cap­
turados y las repercusiones de este hecho produjeron veintiséis arres­
tos por lo que pareció que ETA-M estaba perdiendo su inmuni­
dad y que la policía había logrado finalmente obtener información so­
bre sus movimientos. Guzmán era una figura apolítica, pero este se­
cuestro fue duramente criticado por la prensa del PNV y por los di­
rectores del Athlétic de Bilbao. Sin embargo, este éxito de la policía
fue un hecho aislado. Nuevas acciones de ETA-M, tanto en el País
Vasco como en Madrid, demostraron que la policía no conseguía in­
filtrarse en ETA-M, ni tenía información fidedigna sobre sus inten­
ciones o la identidad de sus militantes.
La liberación de Guzmán no fue indicio de que ETA-M hubiera
perdido capacidad para emprender este tipo de acciones, pues el 10
de marzo uno de sus comandos secuestró al industrial José María Ega-
ña en San Sebastián, y liberado tras 19 días de cautiverio después del
pago de un rescate La estrategia del gobierno español para acabar
con ETA-M se fue haciendo progresivamente más dependiente de la
colaboración francesa en el desmantelamiento de su base en el País
Vasco francés. Sus expectativas parecieron cumplirse cuando Domin­
go Iturbe Abásolo, «Txomin», fue detenido a fines de abril y senten-

“ Egin, 31 dic. 1985, 12, 18 enero, 15 marzo 1986.


El País, 13 enero 1986.
“ Egin, 11 y 30 marzo 1986.
316 John Sullivan

ciado a tres meses de prisión el 15 de mayo, pese a que este acto de­
sagradó al PNV. El ataque a la base francesa de ETA-M tuvo escasos
efectos inmediatos sobre su capacidad militar, pues continuó asesi­
nando a policías y otras personas en el País Vasco; en Madrid atentó
contra la vida de Antonio Hernández Gil, Presidente del Tribunal Su­
premo, el 8 de mayo, lanzando granadas antitanque desde un coche
acondicionado para ello El que los comandos de ETA-M pudie­
ran actuar así en la capital puso de manifiesto que la campaña guber­
namental no estaba funcionando, al menos a corto plazo. La incapa­
cidad del gobierno para frenar la violencia de ETA-M fue un factor
secundario en las elecciones parlamentarias celebradas el 22 de junio,
pues ningún otro partido presentó una alternativa creíble. El PSOE
ganó las elecciones con un margen cómodo, dando a Felipe Gonzá­
lez cuatro años más de gobierno. En el País Vasco, la campaña elec­
toral se vio afectada por la muerte repentina, el 10 de junio, de un
preso de ETA, Joseba Asensio, de veinte años, en la cárcel de He­
rrera de la Mancha, a causa de una tuberculosis no detectada El
entierro de Asensio provocó violentas manifestaciones en las que la
policía cargó contra los asistentes al tomar éstos una ruta no autori­
zada. Los efectos de la muerte de Asensio incrementaron probable­
mente los votos de Herri Batasuna y contribuyeron a aumentar de
dos a cinco su representación en el Congreso. Un factor de mayor
importancia fue, no obstante, el desorden reinante en las filas del
PNV, donde los partidarios de Garaicoechea, excluidos de la lista de
candidatos, o bien se abstuvieron o votaron por otros partidos. Los
diputados del PNV en el Congreso descendieron de ocho a seis, y
en Navarra obtuvieron una cantidad insignificante de votos. Euska-
diko Ezkerra logró mejores resultados y consiguió enviar un segun­
do diputado al Congreso. La satisfacción de los dirigentes del PSOE
ante las pérdidas del PNV debió quedar contrarrestada al comprobar
que la base de Herri Batasuna no daba muestras de debilitamiento,
pese al revulsivo que suponía la violencia de ETA-M
Las autoridades francesas mantuvieron su nueva actitud de dure­
za, imponiendo penas de hasta siete años de encarcelamiento a algu­
nos dirigentes de ETA-M en el mes de junio. En el mismo mes, un
tribunal francés condenó en ausencia a cuatro policías españoles a die­
ciocho meses de cárcel, por atentar contra un militante de ETA-PM
en Francia en octubre de 1983, pero las autoridades españolas se ne­
garon a entregar a los procesados ETA-M continuó con lo que

El País, 9 mayo 1986.


^ Egin, 11 y 12 junio 1986; El País, 23 y 24 junio 1986.
Egin, 23 y 24 junio 1986.
“ El País, 25 junio 1986.
El nacionalismo vasco radical 317

iba a ser su principal táctica en el período subsiguiente: una serie de


bombas colocadas en coches, una de las cuales mató a un guardia ci­
vil e hirió a otros once en Madrid el 28 de junio. Cuando el gobierno
francés deportó al líder más destacado de ETA-M, Txomin Iturbe Abá­
selo, a Gabón, se agravaron las relaciones entre el gobierno español y
el vasco, pues, sin conocimiento de Madrid, algunos representantes del
gobierno autónomo, entre ellos Genaio García Andoain, jefe de la Ert-
zantza, habían estado manteniendo conversaciones con Iturbe, con­
siderado como moderado dentro de ETA-M, sobre las condiciones
de un alto al fuego. Arzallus acusó al gobierno de Madrid de ser más
intransigente que ETA-M Como si quisiera demostrar que su
crueldad y su capacidad militar eran mayores que nunca, el comando
Madrid de ETA-M hizo estallar un coche bomba en el centro de Ma­
drid el 21 de julio, que mató a once guardias civiles jóvenes que se­
guían un curso sobre control de tráfico. Exactamente una semana des­
pués ETA-M volvió al ataque lanzando seis granadas antitanque con­
tra las oficinas del Ministerio de Defensa, causando daños conside­
rables en el edificio y en los coches estacionados en las cercanías
La habilidad del comando Madrid de ETA-M para actuar con seme­
jante impunidad y escapar sin detenciones ni víctimas dejaba en mal
lugar a las fuerzas de seguridad. N o obstante, el gobierno español po­
día felicitarse de la continuada cooperación de las autoridades fran­
cesas en extraditar presuntos terroristas. El 23 de julio, otro militan­
te de ETA-M, Juan Ramón Nafarrete, fue entregado a la policía es­
pañola, para consternación del gobierno vasco y la dirección del
PNV, convencidos de que este tipo de acciones no harían más posi­
ble la paz. Aunque ETA-M evitó cuidadosamente toda represalia en
territorio francés, lo cual habría supuesto mayores presiones sobre
sus adeptos, sus dirigentes no podían controlar a sus equivalentes
franceses de Iparraterrak, que el 25 de julio hirieron gravemente a un
policía en un ataque al tribunal de Bayona donde habían sido recien­
temente condenados algunos miembros de ETA
El gobierno francés siguió expulsando de forma sistemática a los
militantes de ETA. Anteriormente, aquellos que hubieran violado la
ley llevando armas o no respetando las condiciones de residencia re­
cibían condenas breves de encarcelamiento, pero ahora eran depor­
tados. Un buen ejemplo de la nueva actitud francesa fue la detención
de Koldo Dobarán el 29 de julio en San Juan de Luz, acusado de lle­
var un arma de fuego. Dobarán fue llevado ante un magistrado, que
le dejó en libertad provisional hasta su próximo procesamiento por

El País, 29 junio 1986; Egin, 7 agosto 1986.


El País, 22 y 29 julio 1986.
Egin, 26 y 27 julio 1986; Deia, TI julio 1986.
318 John Sullivan

este presunto delito, pero la policía lo trasladó de inmediato hasta la


frontera, a las autoridades españolas, pese a haberle sido concedido
previamente el derecho de residencia y un permiso de trabajo Una
aplicación consecuente de esta política habría producido la deporta­
ción de todos los militantes conocidos de ETA, lo cual habría repre­
sentado un mayor peligro para éstos que el GAL. Los nacionalistas
vasco-franceses, organizados en el grupo de defensa Herriarekin (con
el pueblo), lanzaron una campaña contra las deportaciones que en­
contró considerable resonancia entre el clero local, y en España fue­
ron incendiados varios coches con matrícula francesa por simpatizan­
tes de ETA. Sin embargo, la mayor esperanza de ETA-M de invertir
la situación adversa en que se encontraba se centraba en la posibili­
dad de una gran movilización a su favor en el País Vasco español,
donde estas nuevas medidas no eran bien acogidas entre los naciona­
listas. Ardanza, jefe del gobierno autónomo vasco, criticó las nuevas
deportaciones y fue a su vez objeto de críticas por parte de Ramón Jáu-
regui delegado del gobierno central en el País Vasco. Los militantes
de Herri Batasuna organizaron una marcha de protesta contra la po­
lítica del gobierno francés. Desde diferentes puntos de las provincias
vascas y el País Vasco francés salieron grupos que convergieron en
San Sebastián. Durante la marcha se produjeron frecuentes choques
con la policía y el 26 de julio, último día de marcha, dos guardias ci­
viles murieron a causa de una bomba en Aretxabaleta, Guipúzcoa.
Los participantes en esta manifestación fueron brutalmente agredidos
por la policía después de que el gobierno civil hubiera prohibido su
acto de concentración final La temporada estival de manifestacio­
nes había concluido del mismo modo que en años anteriores. La lu­
cha entre ETA-M y el gobierno central seguía tan lejana a su reso­
lución como siempre.
En el transcurso de 1986 aumentaron los llamamientos de ETA-M
a la negociación con el gobierno y los poderes lácticos, que supues­
tamente gobernaban España bajo el camuflaje de un democracia par­
lamentaria. El gobierno negó que estuviera dispuesto a negociar, o a
reconocer las negociaciones emprendidas por el jefe de la Ertzantza
en nombre del gobierno vasco y del PNV. La posición oficial del go­
bierno central era que una eficaz acción de la policía junto a una ma­
yor colaboración con Francia producirían la derrota de ETA. La re­
petida insistencia de ésta en su voluntad de negociar denunciaba, sin
duda, que los ataques a su base de Francia y su incapacidad para en­
contrar una salida a la situación de impasse le estaba planteando di­
ficultades, que, no obstante, no acarrearon la inminente caída que es-

™ Egin, 30 julio 1986.


Egm, 24, 25, 26 y 27 julio 1986.
El nacionalismo vasco radical 319

peraban los dirigentes del PSOE. ETA-M aún podía atacar a los cuer­
pos de seguridad, de modo casi rutinario. El deseo de una amnistía
negociada, que implicaba la penalización de los que solicitaran per­
dones individuales, indujo a ETA-M a cometer un costoso error: en
septiembre, uno de sus comandos mató de un tiro a Dolores Gon­
zález Gatarain, «Yoyes», importante militante del grupo hasta 1980,
cuando paseaba con su niño de cinco años en su pueblo natal de Or-
dizia. «Yoyes» había creído que sus antiguos compañeros no toma­
rían represalias contra ella mientras respetara el acuerdo implícito de
abstenerse de toda declaración pública o actividad política. En su fu­
neral se expresaron las acostumbradas denuncias del terrorismo for­
muladas por la mayoría de los representares políticos, hecho que los
simpatizantes de Herri Batasuna vieron como un intento cínico de ca­
pitalizar la ejecución de un traidor
El secuestro del industrial y miembro del PNV Lucio Aguinagal-
de, llevado a cabo por ETA-M el 15 de octubre en Vitoria, y su pos­
terior puesta en libertad por la Ertzantza el 2 de noviembre, ilustra­
ron las diferencias entre el PSOE y el PNV en cuanto a las funciones
de la policía autónoma. Cuando una unidad de la Ertzantza localizó
la cueva donde tenían prisionero a Aguinagalde, el jefe del cuerpo
tras el asesinato de Díaz Arcocha, Genaro García de Andoain, vete­
rano del PNV y amigo personal de el secuestrado, murió por un dis­
paro en la acción que liberó a Aguinagalde, aunque uno de los se­
cuestradores logró huir. Arzallus, presidente del PNV, calificó el res­
cate de triunfo de la Ertzantza y una refutación de la idea del PSOE
de que este cuerpo no estaba dispuesto a actuar contra ETA-M. En
opinión de la policía española, era absurdo que una unidad de la po­
licía de tráfico dirigida por un hombre de 67 años, sin formación para
dichas operaciones, armada, contrariamente al reglamento, con esco­
petas, emprendiera esta arriesgada acción y permitiera escapar a uno
de los implicados, en lugar de informar a la guardia civil sohre su ha­
llazgo
La decisión de celebrar elecciones al parlamento vasco el 30 de no­
viembre intensificó las tensiones políticas entre fuerzas nacionalistas
y «españolas». El PNV y el partido de Garaicoechea, Nacionalistas
Vascos, competían entre sí en proclamar mayores fervores naciona­
listas que los existentes cuando formaban un solo partido antes de la
escisión, de tal modo que las diferencias más palpables entre ellos,
aparte de las rivalidades personales, se reducían a su respectiva de­
fensa de una Euskadi unitaria o una restauración de las instituciones
torales.

Egin, 11, 12, 13 sept. 1986.


Deia, 3 y 4 nov. 1986.
320 John Sullivan

ETA-M demostró su capacidad para realizar asesinatos especta­


culares el 25 de octubre, cuando un motorista con otra persona en el
asiento trasero se detuvo junto al coche del Gobernador Civil de Gui­
púzcoa, General Rafael Garrido Gil, en San Sebastián, y colocó una
bomba en su techo La explosión mató al general, a su hijo y al
conductor, e hirió a varios viandantes, uno de los cuales, una mujer
portuguesa, moriría más tarde. Este acto mostró una indiferencia ha­
cia las vidas de los transeúntes infrecuente en las anteriores acciones
de ETA en Euskadi. El que el predecesor de Garrido hubiera sido
matado por esta organización en septiembre de 1979 hacía patente la
escala de bajas entre los grados militares más altos. La victoria, tan
largamente esperada por el gobierno español, pareció estar más pró­
xima cuando la policía francesa llevó a cabo su mayor golpe contra
ETA-M el 3 de noviembre, al asaltar la cooperativa de muebles So-
koa, que daba trabajo a los refugiados vascos, en Hendaya, muy cer­
ca de la frontera española, capturando una enorme cantidad de armas
ocultas, entre ellas misiles tierra-aire, así como abundante documen­
tación sobre el cobro del «impuesto revolucionario» por parte de
ETA-M. En concordancia con la dureza del gobierno francés en su
trato a los militantes de ETA, seis de los detenidos tras este asalto
fueron entregados a la policía española El gobierno español po­
día, una vez más, considerar que la victoria estaba cercana, pese a que
continuaran los ataques a la policía.
Las elecciones al parlamento vasco, celebradas el 30 de noviem­
bre, produjeron un panorama mucho más diversificado que el pre­
dominio del PNV resultante de las dos elecciones anteriores. El PNV
obtuvo 17 escaños de 75. Los Nacionalistas Vascos de Garaicoechea
lograron 13, el PSOE 19 y Euskadiko Ezkerra 9. Herri Batasuna, cu­
yos representantes habían boicoteado la asamblea desde 1981, obtu­
vieron 13 escaños. Sin embargo, para la mayoría de los nacionalistas
vascos, la idea de un gobierno vasco dominado por antinacionalistas
equivalía a una contradicción en los términos. Cabían pocas esperan­
zas de que la asamblea parlamentaria o el gobierno salido de estas
elecciones pudiera ser la clave para la solución de los problemas del
País Vasco. El año finalizó sin que los partidos hubieran logrado po­
nerse de acuerdo sobre la formación de un gobierno de coalición. El
anuncio de Herri Batasuna de que iba a revocar su decisión de no par­
ticipar en el parlamento, si con ello conseguía excluir del gobierno al
PSOE, manifestaba el sostenido antagonismo existente entre las co-

El País, 26 oct. 1986.


El País, 6 nov. 1986.
Diario Vasco, 1 dic. 1976.
El nacionalismo vasco radical 321

munidades nacionalista y no nacionalista sobre el que, en última ins­


tancia, descansaba la fuerza de ETA-M.
Existía la impresión de que, al ir asumiendo gradualmente el go­
bierno autónomo vasco las competencias en materia de educación, se­
guridad y comunicaciones que estipulaba el Estatuto de Autonomía,
desaparecerían los agravios que habían sustentado a ETA-M, que no
podría mantener la lucha armada. Sin embargo, durante la primera
mitad de los años ochenta, ETA-M realizó una campaña de robos,
colocación de bombas y asesinatos mucho más intensa que ninguna
de las emprendidas bajo la dictadura franquista. Lo que mantenía el
apoyo a ETA-M era la brutalidad de la policía que, incluso en estos
años, siguió torturando a los sospechosos y actuando contra ciuda­
danos inocentes, y era tenida por cómplice en el asesinato de simpa­
tizantes de ETA-M. Los malos tratos de que eran objeto los presos
vascos y la posibilidad de que Francia entregara a los refugiados para
ser procesados en España, eran mal acogidos entre muchos miembros
del PNV, que seguían mostrando una tolerancia hacia ETA-M que
causaba gran malestar en Madrid. La actitud de los dirigentes del
PNV seguía siendo que, pese a ser equivocada la estrategia de ETA-M
y muchos de sus actos indefendibles, la mayoría de sus miembros es­
taban motivados por un auténtico patriotismo. El respaldo mostrado
por algunos sacerdotes hacia ETA-M demostraba que la posición de
los adeptos al PNV era común a muchas personas de la comunidad
nacionalista.
Los líderes del PNV consideraban poco razonables las críticas de
los partidos españoles y sostenían que la violencia de ETA-M era una
reacción previsible, si bien equivocada, a las demoras de los sucesi­
vos gobiernos en la transferencia de competencias a las autoridades
vascas Aparte de la actitud ambigua del PNV, ETA-M podía se­
ñalar a los resultados electorales obtenidos por Herri Batasuna, que
seguía conservando la lealtad de alrededor de un 13% del electorado
y considerablemente más en las zonas rurales tradicionalmente na­
cionalistas Herri Batasuna no tuvo tanto éxito en su propósito de
convertirse en el movimiento social y el partido político que querían
algunos de sus partidarios. Sus ambiciosos planes de crear asambleas
alternativas que rivalizaran con la administración oficial quedaron en
nada. Sus movimientos juveniles y femeninos no consiguieron ser más
que meros armazones vacíos, mientras que LAB no llegó nunca a re­
presentar una competencia seria ni para ELA, ni para los sindicatos
«españoles». La decadencia de ETA-PM y el fracaso en la creación
del movimiento de masas que exigían las teorías de ETA-M, dejaron

Véase la revista del PNV, Euskadi, 21 oct. 1983.


Véase Egin, 10 mayo 1983, 27 feb. 1984, 1 dic. 1986.
322 John Sullivan

al nacionalismo radical con una estructura formada solamente por


Herri Batasuna, el diario Egin, la revista semanal Punto y Hora, las
gestoras pro amnistía y varias organizaciones ad hoc. Tanto Herri Ba­
tasuna como ETA-M conservaban su retórica socialista, cuya falta de
precisión era una consecuencia necesaria de la diversidad de la base
del nacionalismo radical. Mientras que sus adversarios de derechas
acusaban a los dirigentes de ETA-M de querer crear una sociedad de
corte albano, los líderes del PSOE comparaban la ideología del na­
cionalismo radical con el peronismo, en cuanto a que combinaban la
misma retórica, el fanatismo y la ausencia de un programa social con­
creto
La continuidad de ETA-M y Herri Batasuna ponía de manifiesto
que el nacionalismo radical contaba gon unas fuerzas que no estaban
al alcance de grupos como el FRAP, que no disponía de base en una
comunidad con un fuerte sentido de solidaridad étnica. El naciona­
lismo vasco tenía la fortuna de contar con un mito extraordinaria­
mente poderoso respaldado por la peculiaridad étnica y lingüística de
los vascos, y el recuerdo de los Fueros, que se consideraban indicio
de una edad de oro en que las libertades vascas habían sido recono­
cidas por la Corona española, cuya concesión del título de hidalguía
a todos los vascos en el siglo XVI se tenía por una prueba más de la
superioridad vasca. Este mito de un pasado dorado iba acompañado
por otro de derrotas y opresión que nacía del fin de la primera o la
segunda guerra carlista, la pérdida de los Fueros, y la plaga de la in­
vasión de maketos, con sus terribles efectos en la vida y la cultura
vascas. Según la doctrina nacionalista, el redentor, Sabino Arana, ha­
bía despertado el alma dormida de la nación vasca, la había enseñado
a reconocer la opresión que sufría y había hecho un llamamiento al
pueblo para que honrara a la patria. La redención no llegó a cum­
plirse, y la desviación del PNV tuvo que ser contrarrestada por los
jóvenes que en 1959 formaron ETA e iniciaron el largo proceso de
despertar nacional. La riqueza del legado simbólico y mítico del na­
cionalismo vasco hacía innecesaria la continua exposición de sus ele­
mentos. A partir de los años treinta, apenas si se insistiría en la su­
perioridad racial de los vascos. Aunque el PNV siguió subrayando
su carácter cristiano, incluso en los años ochenta, el nacionalismo ra­
dical tenía una relación mucho más ambigua con la religión, pues en
él se unían las declaraciones de marxismo con el apoyo de algunos
sacerdotes. El desarrollo industrial tuvo la consecuencia inevitable de
reducir el énfasis en la vida supuestamente idílica de los campesinos
vascos, que había formado una parte importante de la primera ideo-

Entrevista del autor con Enrique Casas, San Sebastián, 31 marzo 1980.
El nacionalismo vasco radical 323

logia vasca. En su lugar, el alto nivel de industrialización se vería


como una prueba más de la superioridad vasca sobre el resto de la
retrasada España.
La evolución, bastante típica, de una sociedad agrícola a otra in­
dustrial era considerada por los nacionalistas como la emotiva histo­
ria de un pasado dorado, una derrota y una renovación. Y era una
historia inconclusa: las pasadas glorias podían recuperarse y fundar
una Euskadi independiente, al precio de sangre, sufrimientos y mar­
tirio, si cada generación desempeñaba su papel en la lucha. Eos jó­
venes que respondieron al llamamiento de lograr la independencia de
Euskadi provenían en su mayoría de la clase media étnicamente vas­
ca, y de familias simpatizantes del PNV. A partir de 1977, los resul­
tados de las elecciones demostraron que la base social del nacionalis­
mo radical se encontraba en Guipúzcoa y Vizcaya, particularmente
en la primera, y que tenía mayor fuerza en los tradicionales bastio­
nes del PNV. La evidencia aportada por trabajos de investigación y
encuestas de opinión confirmó que era un movimiento de clase me-
día étnicamente vasca .
La composición social tanto de los militantes como de los simpa­
tizantes del nacionalismo radical explicaba las ambivalentes relacio­
nes entre Herri Batasuna y el PNV. A los dirigentes de este partido
les horrorizaba muchas veces el lenguaje violento de los representan­
tes de Herri Batasuna, pero había, con todo, áreas donde coincidían.
Por el contrario, las relaciones de Herri Batasuna con el PSOE fue­
ron desde un principio de hostilidad sin ambages. Las diferencias en­
tre Herri Batasuna y el PNV podrían equipararse a las disputas de
familia que, aún cuando muchas veces producían acusaciones de trai­
ción por una parte y de comunismo por la otra, no destruían la uni­
dad familiar. Esta clase de solidaridad quedaba de manifiesto cuando
los representantes del PNV rendían homenaje a los mártires de ETA
o hacían causa común con Herri Batasuna si «Madrid» seguía sordo
a las quejas de los vascos. La actitud de EIA y EE —los partidos que
habían apoyado a ETA-PM— tanto hacia el PNV como hacia los par­
tidos «españoles» era mucho más ambigua. Puesto que EIA, y pos­
teriormente EE, aspiraban a superar lo que consideraban la falsa dua­
lidad entre lucha nacional y lucha de clases, tenían que dirigirse a los
adeptos de clase obrera de los partidos españoles así como a los na­
cionalistas que respaldaban al PNV. Los esfuerzos de EE por llevar
esta labor adelante le indujeron a adoptar posturas contradictorias.

Véase Alfonso Pérez Agote, La reproducción del nacionalismo. El caso vasco


(Madrid, 1984), passim, también, José Antonio Garmendía y otros, Abertzales y vas­
cos (Madrid, 1981) passim; y Juan L. Linz, Conflicto en Euskadi (Madrid, 1986), pas-
324 John Sullivan

La manifestación más extrema del radicalismo de EE fue posiblemen­


te su petición de que se unieran las escuelas estatales y las ikastolas
en un sistema unificado de educación pública Ello no era acepta­
ble para el PNV, que compartía con otros partidos conservadores su
defensa de los colegios religiosos privados. Por su parte, Herri Ba-
tasuna se abstuvo prudentemente de arriesgarse a alejar a sus parti­
darios más conservadores mediante semejante propuesta. Las relati­
vas simpatías de que gozaba EE no eran indicio de su éxito en unir
la lucha nacional a la de clases, sino de la existencia de una clase me­
dia culta, frecuentemente de ascendencia mixta vasco-española, que
no veía ningún atractivo en el clericalismo y el conservadurismo del
PNV, que deseaba la integración de los inmigrantes en una Euskadi
autónoma y a la que causaban malestar, en consecuencia, el chauvi­
nismo y la intolerancia de Herri Batasuna.
Las discrepancias entre las actividades y la base social de EE y He­
rri Batasuna, y su empleo de una retórica marxista, habían sido una
constante de la política nacionalista radical desde la adopción de prin­
cipios socialistas por parte de ETA en su IV Asamblea de 1965. Para
los que criticaban a ETA desde la izquierda, el marxismo de esta or­
ganización era, en el mejor de los casos, un estado de confusión pro­
ducido por el impacto que las revoluciones cubana y vietnamita ha­
bían tenido sobre unos jóvenes incultos e impresionables Esta cla­
se de críticas ponían de relieve la vacuidad del programa social de
ETA-M y Herri Batasuna, consistente en la simple reivindicación de
que mejoraran las condiciones de vida de la clase obrera. Sin embar­
go, la convicción de las sucesivas oleadas de militantes de ETA que
habían abrazado alguna versión del marxismo, de que estaban trans­
formando su organización, era algo que compartían personas que,
como Txillardegi, habían abandonado ETA por dicho motivo. El
principal atractivo del marxismo para las facciones izquierdistas de
ETA residía en la doctrina de Lenin sobre el «derecho a la autode­
terminación», que parecía dar soporte intelectual a la lucha por la in­
dependencia vasca. En efecto, ETA-V y luego ETA-M consideraban
que «el derecho a la autodeterminación» constituía la esencia del mar­
xismo, y las vacilaciones de la izquierda española sobre esta cuestión
eran prueba de su apostasía. Aparte de centrarse en una doctrina no
formulada nunca por Marx y Engels la desviación más evidente
de los conceptos marxistas consistía en la sustitución del proletaria-

«Las Ikastolas, situación actual y pespectivas», Amasa, n.° 4 (sin fecha).


Véase Luciano Rincón, ETA 1974-84 (Barcelona, 1985), passim. ,
Para la posición hostil de Engels hacia las pretensiones de varios n^ionalismos
eslavos, véase Marx y Engels, Collected Works, vol. 9 (Moscú, 1977), pp. 299-300,
307, 310, 455-63.
El nacionalismo vasco radical 325

do por el «pueblo» o la «nación». Aquellas escisiones que, como


ETA-Berri y ETA-VI, sí realizaron un análisis en términos de clase,
dejaron pronto de ser nacionalistas, mientras que ETA-PM sería des­
truida por la incoherencia de una teoría que oscilaba entre posiciones
marxistas y nacionalistas. En la verdadera tradición ideológica de
ETA, las referencias a la clase obrera era puramente retóricas, y sus
acciones guardaban escasa semejanza con las de los partidos que per­
tenecían al movimiento obrero tradicional.
Del mismo modo que el proletariado —agente de la revolución
según Marx— no dsempeñaba una función independiente ni en las
teorías de ETA ni en su práctica la clase capitalista —para Marx
enemiga de los trabajadores— estaba curiosamente ausente de las for­
mulaciones de ETA. Un movimiento que se fundamentaba en el
«pueblo» no podía permitirse atacar a una clase social cuyos miem­
bros pertenecían en su mayoría a ese «pueblo». El nombre del ene­
migo fue en primer lugar «España» y más adelante el «imperialismo».
Cuando se intentaba una categorización más precisa, el enemigo era
la «oligarquía», el pequeño grupo de capitalistas vascos concentrados
en la zona bilbaína de Neguri, que supuestamente había traicionado
a Euskadi por los beneficios que obtenían de su participación en la
economía española. El situar al enemigo en lugares alejados de las pla­
zas fuertes de ETA tenía considerables ventajas. La falta de cualquier
análisis en términos de clase permitía a ETA incluir o excluir a unos
y otros en el Pueblo Trabajador Vasco por comportamiento o ideas
políticas más que por situaciones de clase.
La tesis de que el País Vasco, a pesar de ser una de las zonas más
industrializadas de España, era una colonia, proporcionaba un esque­
ma atractivo a los dirigentes de ETA y legitimaba su propio papel
como agentes decisivos de la lucha del pueblo. Muy pocos de los lí­
deres de ETA eran burgueses u obreros, y los militantes que habían
sido obreros manuales eran generalmente de extracción semirrural, li­
gados a la tierra y a la sociedad vasca tradicional. El énfasis que de­
positaba ETA en la función de la élite armada tenía como consecuen­
cia la difuminación del concepto de clase. Por ejemplo, cuando en
1976 ETA-PM declaró que iba a crear un partido obrero marxista-
leninista, fueron muy escasos los pronunciamientos sobre el conte­
nido específico de la acción de dicho partido, y apenas se tomó en
consideración el hecho de que ETA-PM careciera prácticamente de
raíces en la lucha obrera.
La índole del socialismo abrazado por ETA y sus sucesores no
quedó nunca aclarada. Ni los antiguos dirigentes de ETA, ni los ac-

Véase Sugarra, n.° 1, 1975, para una crítica de la subordinación que hacía ETA-V
de la lucha obrera a la acción armada.
326 John Sullivan

tivistas de EE y Herri Batasuna mostraron gran interés en propues­


tas concretas que pudieran modificar la estructura social y económi­
ca del País Vasco. El socialismo se entendía en términos vagos como
una sociedad más justa, y se insistía en el idealismo y el autosacrifi-
cio más que en un programa político definido La carencia de pro­
grama explica la paradójica ambigüedad en las relaciones de ETA-M
y Herri Batasuna con el PNV, y el sorprendente espectáculo de un
partido conservador que se negaba a condenar rotundamente una or­
ganización que estaba extorsionando económicamente y secuestran­
do a los propios partidarios del PNV. Aunque la mayor parte de los
jefes de este partido se mostraron satisfechos con las líneas primor­
diales del pacto acordado en 1979, algunos veían el Estatuto de Au­
tonomía como una etapa en la consecución de una Euskadi indepen­
diente. Si la independencia seguía siendo uno de los objetivos cen­
trales del PNV, sus diferencias con ETA no podían ser realmente fun­
damentales. Incluso si algunas de las declaraciones más extremas de
los líderes del PNV tenían la finalidad de complacer a la base y con­
seguir mayores concesiones de Madrid ***, esta clase de manifestacio­
nes producían la impresión de que los actos de ETA no estaban ais­
lados, e indicaban que esta organización aún formaba parte de la co­
munidad nacionalista.
Los adversarios de ETA habían declarado con frecuencia que se
encontraba a punto de extinguirse, y, en efecto, en varias ocasiones
había quedado reducida a un pequeño grupo de militantes con escasa
capacidad para influir sobre los acontecimientos. Su recuperación a
partir de 1977 había sorprendido a muchos observadores. Los diri­
gentes del PNV seguían convencidos de que si todos los cuerpos de
seguridad quedaran bajo control del gobierno autónomo vasco, de tal
modo que los principales objetivos de la violencia de ETA-M sólo
pudieran ser otros vascos, acabaría el terrorismo y podría negociarse
una amnistía final. Cualquier choque con la administración vasca ha­
bría erosionado el apoyo pasivo del que disfrutaba ETA-M, y habría
tenido como posible consecuencia una mejor disposición para dar in­
formación a la policía. Ahora bien, dado que no era probable que nin­
gún gobierno español se aviniera a que sus fuerzas policiales fueran
retiradas de parte alguna del territorio nacional, esta era una posibi­
lidad remota.
Lo absurdo de la idea de ETA de considerar a Euskadi una co­
lonia quedaba reflejado en su fracaso en crear un ejército guerrillero

Entrevista del autor con un grupo de concejales de Herri Batasuna en Rentería,


27 marzo 1980. 1
Por ejemplo, Xavier Arzallus declaró que «si Madrid nos engaña estaremos al
lado de Herri Batasuna», Egin, 31 oct. 1979.
El nacionalismo vasco radical 327

que liberara la patria de las fuerzas «imperialistas». La violencia que


habían practicado ETA-V, ETA-PM y ETA-M guardaba poca rela­
ción con la estrategia propuesta por Krutwig y Zabilde, no siendo en
esencia más que audaces actuaciones de grupos pequeños que, no obs­
tante, se beneficiaban de la información y la protección que recibían
de sus simpatizantes. Muchos de los líderes de ETA eran conscientes
de las dificultades que afrontaban los que se esforzaban por empren­
der una acción de masas, a causa de su identificación con un grupo
armado, y propusieron varios métodos para solucionar este proble­
ma. Pero la mayor parte de las facciones de ETA creían que este an­
tagonismo inherente no era más que un problema táctico. La postura
más coherente fue la adoptada por ETA-M en 1975, cuando se limi­
tó exclusivamente a la lucha armada. Casi todos los que practicaban
la lucha armada sostenían que no era sino un elemento más en la lu­
cha por la liberación nacional. Según Krutwig y Zabilde, primeros
teóricos de la lucha armada, los actos violentos de una vanguardia ar­
mada tenían como objeto radicalizar a la masa de la población. Con­
secuentemente, la diferenciación entre lucha de masas y violencia re­
volucionaria desaparecería en cuanto la vanguardia pasara a formar
parte del ejército del pueblo. En los últimos años de la dictadura fran­
quista, los dirigentes de ETA-V, ETA-M y ETA-PM se declararon
a favor de la lucha de masas, pero, dijeron, en condiciones de ilega­
lidad, seguían siendo necesarias las acciones de la vanguardia armada.
Con todo, ETA no logró nunca unir realmente las dos formas de lu­
cha del modo estipulado por la teoría.
Cuando los comandos de ETA-PM intervenían en conflictos la­
borales, lo hacían no como parte de la estrategia de lucha del prole­
tariado, sino más bien como una especie de ataque a los patronos al
estilo Robin Hood. De modo similar, las bombas que los comandos
de ETA-PM pusieron en las zonas turísticas, no tenían relación con
la acción de masas y fueron perjudiciales para su desarrollo. ETA-M
encontró en Herri Batasuna una organización en la que efectivamen­
te participaba un gran número de personas, pero que funcionaba
como auxiliar de ETA-M, no como fuerza autónoma. El limitado éxi­
to de EIA/EE en crear un partido político hizo que la violencia ar­
mada de ETA-PM se convirtiera en motivo de incomodidad. No pa­
rece que las diversas teorías de los líderes de ETA sobre la función
de la lucha armada puedan explicar la adopción de una táctica que
fue, de 1967 en adelante, el rasgo más definitorio de ETA, no una
más de sus actividades. Aunque muchos nacionalistas vascos repu­
diaban la violencia, ni la cohesión de la comunidad nacionalista ni la
hegemonía del PNV se veían amenazados por la acción de ETA, como
lo habrían estado de haberse elaborado un programa político que hu­
biera dividido a los vascos por criterios de clase o ideas políticas.
328 John Sullivan

Aquellas escisiones de ETA que sí elaboraron un análisis socia­


lista de la sociedad vasca, lo cual podría haber amenazado la unidad
de la comunidad nacionalista, abandonaron la lucha armada poco des­
pués y, finalmente, el propio nacionalismo. Una vez alcanzada esta
etapa, dichos grupos resultaban mucho menos atractivos para los jó­
venes nacionalistas militantes, que aquellos de sus rivales que conti­
nuaban proclamando la necesidad de una vanguardia armada. El im­
pacto de un disparo de arma de fuego o una explosión era mucho ma­
yor que el de la propaganda ilegal o, más tarde, las tediosas labores
sindicales, los programas educativos y las campañas electorales. La lu­
cha armada atraía hacia ETA a un tipo de jóvenes que no habrían in­
vertido sus esfuerzos en tareas políticas de estudio y debate, o tareas
rutinarias, pero que respondían a la llamada a las armas. Aquellas ra­
mas de ETA que nunca ofrecieron programas sociales y económicos
específicos fueron las que retuvieron más apoyo. Aunque ETA-V y
sus sucesores necesitaban algo de teoría política, el carácter apolítico
de la mayoría de sus adeptos significaba que sólo serían escuchados
aquellos de sus militantes que, como los procesados de Burgos o Ar-
gala, habían demostrado ser luchadores antes de convertirse en figu­
ras políticas.
La lucha armada de ETA fue un factor importante en la intensi­
ficación del nacionalismo de una parte de la población, y en la divi­
sión de los habitantes del País Vasco en dos comunidades, división
que no era una línea nítida pues la mayoría de las personas se consi­
deraban a un mismo tiempo vascas y españolas. Y no se trataba sim­
plemente de un conflicto producido por el origen geográfico y la len­
gua, pues todos los partidos «españoles» tenían partidarios entre las
personas de extracción vasca y (en grado mucho menor) entre los eus-
kero-parlantes, mientras que los nacionalistas tenían adeptos de ori­
gen no vasco, que no mostraban gran interés en aprender esta len­
gua. El criterio para ser considerado vasco pasó a ser el compromiso
con el propio nacionalismo. En el postfranquismo, el PNV admitía
que las personas de origen inmigrante podían convertirse en vascos
e incluso en ciudadanos distinguidos, aunque para los nacionalistas
el tener antepasados vascos siguiera siendo superior a tenerlos inmi­
grantes, igual que el euskera era mejor que el español. ^
La considerable cantidad de votos obtenida por el PSOE no iba
acompañada de una actividad cultural o política equivalente, de tal
modo que, en la práctica, tendió a convertirse en el partido de los
obreros «españoles» en el que se reconocían los derechos del euskera
pero sin gran entusiasmo. La hegemonía del PNV entre la comuni­
dad nacionalista planteaba ciertas dificultades estratégicas de la direc­
ción del PSOE. Benegas, su Secretario General en el País Vasco, su­
brayaba la función de su partido como representante de la izquierda
El nacionalismo vasco radical 329

en ambas comunidades, mientras que García Damborenea, su Secre­


tario en Vizcaya, mostraba una reacción más fuerte a los nacionalis­
tas y destacaba el papel del PSOE como defensor de los vascos «es­
pañoles» frente a los continuos motivos de irritación producidos por
la hegemonía nacionalista Entre éstos figuraba la obligación del
personal docente de aprender euskera en zonas donde sus alumnos
no hablaban esta lengua. Algunos ayuntamientos dominados por los
nacionalistas intentaron hacer obligatorio el conocimiento del euske­
ra incluso para los barrenderos. Sin embargo, la opinión generalizada
de que los euskeroparlantes habían sido injustamente tratados duran­
te la dictadura franquista, significó que este trato preferencial creara
menor malestar que otros privilegios que se consideraban derivados
de la adhesión al PNV.
Durante la década de los años ochenta los sentimientos vascos de
superioridad seguían siendo muy fuertes. Persistía el popular estereo­
tipo de los andaluces como personas perezosas, incapaces y poco hon­
radas, aunque los representantes de Herri Batasuna y EE insistían en
que los andaluces y los gallegos eran compañeros de sufrimiento bajo
el yugo del Estado español y la prensa nacionalista radical prestara
gran atención a los débiles movimientos nacionalistas de estas regio­
nes. Herri Batasuna manifestó muchas veces que los criterios raciales
no eran importantes a la hora de determinar si alguien era o no vasco
y ensalzaba a los mártires de ETA que eran de origen inmigrante.
Los resultados electorales sugerían que algunos inmigrantes jóvenes
votaban a Herri Batasuna, pese a que esta organización postulara una
política que habría privado de hecho a muchos inmigrantes (y oriun­
dos que no conocieran el euskera) de su medio de vida. EÍ estatuto
propuesto por Herri Batasuna en 1979 también era discriminatorio
con los inmigrantes en el derecho al voto. Para el PNV, al menos en
sus declaraciones públicas, el enemigo no eran ya los inmigrantes,
sino «Madrid», un concepto ambiguo que podía interpretarse de
modo chauvinista, o como referencia al centralismo administrativo
de los gobiernos españoles. Visto desde fuera, el efecto total de las
diversas posturas nacionalistas bastaba para crear malestar entre gran
número de inmigrantes.
El fuerte cambio de categoría del euskera produjo entre muchos
vascos castellanoparlantes la sensación de que ahora eran ellos las víc­
timas de la opresión lingüística. Habiendo ya un canal de televisión
en euskera y siendo éste el principal vehículo de instrucción en algu­
nas escuelas, la capacidad para hablarlo pasó a ser una considerable
ventaja a la hora de obtener trabajo en la enseñanza y los servicios

Véase Ricardo García Damborenea, La encruájada vasca (Barcelona, 1984), pas-


sim; Txiqui Benegas, Euskadi. Sin la paz nada es posible (Barcelona, 1984), passim.
330 John Sullivan

públicos, incluso en zonas mayoritariamente castellanoparlantes, aun­


que a ojos de los nacionalistas radicales todos estos cambios no fue­
ran más que simples ejercicios cosméticos. A su juicio, el euskera ten­
dría que ser la lengua oficial de Euskadi, igual que lo era el español
en Castilla, y todos los escolares debían aprender el euskera como
parte de un plan general para convertirlo en lengua de uso cotidiano,
incluso en las zonas castellanoparlantes. Este tipo de aspiraciones te­
nían un tinte totalitario para los no nacionalistas y provocaban fuer­
tes reacciones entre las personas de esta tendencia con hijos en edad
escolar, pero tenían el apoyo de los que creían que la dominación «es­
pañola» había impuesto, sobre todo a partir de la Guerra Civil, un
genocidio cultural. Los partidarios de Herri Batasuna se negaban a
aceptar que ambas lenguas tuvieran iguales derechos. La intransigen­
cia nacionalista encontró nuevos adeptos entre antiguos elementos de
la izquierda «española», desmoralizados por su decadencia durante
la transición a la democracia parlamentaria. Tanto el M CE (anterior­
mente ETA-Berri), como LC R /L K I (anteriormente ETA-VI) volvie­
ron a adoptar unas posiciones nacionalistas cuyo rechazo había sido
causa de su anterior expulsión de ETA sin que ello les llevara, no
obstante, a hacer un análisis teórico de su propia trayectoria.
El nacionalismo vasco parecía tener sus raíces en los cambios pro­
ducidos por la industrialización. La singularidad cultural vasca no ge­
neró nacionalismo alguno antes de la década de 1880, puesto que los
vascos tuvieron la posibilidad de ascenso social en el servicio al Es­
tado español. El euskera no competía con el español, siendo un gru­
po de dialectos más que una sola lengua escrita, y no era, por consi­
guiente, apta para la administración y el comercio. En el siglo X IX ,
el conservadurismo español, lejos de ver un peligro en las peculiari­
dades de los vascos, utilizó el apoyo popular a los Fueros conio arma
contra el liberalismo. Aunque la derrota de las fuerzas carlistas en
1873 produjo una serie de cambios que crearon malestar entre gran
número de vascos, ello no fue por sí solo suficiente para dar origen
a una conciencia nacional. A pesar del amplio favor de qd^ gozaban,
los Fueros tenían la oposición de comerciantes e industriales —los
elementos más dinámicos de la sociedad vasca— a quienes hacía falta
el acceso al mercado español. El nacionalismo vasco no se originó,
por consiguiente, entre las clases medias de una región subdesarro­
llada inserta en una unidad política vigente, que aspirara a la inde­
pendencia política con objeto de facilitar su desarrollo económico
Por el contrario, la economía vasca, al menos en Vizcaya, estaba mu-

** Véase Luciano Rincón, «Etica, ático y reumático». El País, 13 nov. 1984.


Véase Ernest Gellner, Thought and Change (Londres, 1964), passim, para ’
intento general de explicar el nacionalismo en estos términos.
El nacionalismo vasco radical 331

cho más desarrollada que en el resto de España. La repulsa que re­


cibió el nacionalismo vasco entre los grandes intereses bancarios e in­
dustriales integrados en el mercado español, sería siempre una de las
mayores debilidades de este movimiento. De haber sido un movi­
miento con causas puramente políticas habría surgido sin duda in­
mediatamente después de la abolición de los Fueros en 1876, en lu­
gar de coincidir con la llegada de los inmigrantes en los años 1880.
N o deja de ser curioso que los nacionalistas afirmaran, en una región
que había sido parte del Estado español desde el siglo XVI, que su
pérdida de independencia partía de la derrota de las fuerzas carlistas
en 1839, un acontecimiento que produjo escasas alteraciones en estas
provincias.
El nacionalismo vasco se originó en Bilbao, y la posterior difu­
sión de este movimiento a otras partes de Euskadi fue simultánea a
la industrialización, la aparición del socialismo y la llegada de los ma-
ketos. La formación del nacionalismo se ha atribuido a la manipula­
ción de las diferencias regionales por parte de los patronos para di­
vidir a la clase obrera, pero la respuesta de los empresarios vascos al
movimiento nacionalista fue ambivalente. Para las empresas banca-
rias, siderúrgicas y de construcción naval que dominaban la industria
vizcaína, los beneficios de las posibilidades disgregadoras del nacio­
nalismo eran superados por la amenaza que suponía para sus víncu­
los con el mercado español. En realidad, a fines del siglo X IX las leal­
tades políticas de los industriales vascos estaban divididas entre los
liberales y los conservadores, mientras que las fuerzas más tradicio­
nales de las zonas rurales, particularmente entre el clero, seguían fie­
les al carlismo. El nacionalismo vasco, respaldado primordialmente
por los pequeños intereses financieros, era un aliado dudoso de las
grandes empresas.
Pese a ello, el nacionalismo vasco fue mejor instrumento para la
movilización de la opinión conservadora de clase media que cualquier
otro desarrollado en España y hasta 1932 funcionó como parte de
una coalición conservadora, en especial con los carlistas. En conse­
cuencia, las tendencias dominantes del PNV abogaban por un mayor
grado de autonomía dentro del Estado español, no por la indepen­
dencia. Cuando la negativa de la derecha española a otorgar autono­
mía a los vascos quebrantó el acuerdo del PNV con los carlistas, el
partido nacionalista se vio forzado a una alianza con sus enemigos tra­
dicionales, socialistas y republicanos. La derrota de la República en
la guerra civil dejó al nacionalismo prácticamente inerme, y amenazó
ion reducirlo a un movimiento folklorista y nostálgico, integrado por
332 John Sullivan

los que seguían sintiéndose orgullosos de su identidad vasca pero ^ue


estaban reconciliados con la permanencia del régimen franquista
Lo que salvó al nacionalismo vasco del estancamiento fue la re­
cuperación de la economía española en los años cincuenta, lo cual
produjo una invasión de maketos, cuando los empobrecidos campe­
sinos de otros puntos de España llegaron al País Vasco en busca de
trabajo. En la década de los sesenta, el nacionalismo vasco se bene­
fició del aligeramiento de la represión, al intentar el gobierno debili­
tar el nexo entre nacionalismo y cultura vasca permitiendo una limi­
tadísima libertad en el uso del euskera. Estas concesiones fracasaron
en su objeto, pues proporcionaron un centro focal para la resistencia
vasca, mientras que eran muy insuficientes para resarcir sus legítimos
agravios. Puesto que el PNV fue incapaz de organizar los sentimien­
tos de descontento en una resistencia efectiva, las sucesivas oleadas
de juventudes simpatizantes se vieron atraídas por ETA, que recibió
una considerable entrada de fuerzas con la crisis de la Iglesia católi­
ca, siendo muchos los jóvenes que abandonaron los seminarios para
lanzarse a la política nacionalista^’ . La renovación de la oposición
«española» a Franco, gracias a la cual ETA entraría en contacto con
ideas radicales y socialistas, incrementó las diferencias entre sus pro­
pios miembros y los del PNV.
Parecería que la transición a la democracia parlamentaria y la con­
cesión de autonomía al País Vasco tendrían que haber reducido los
fundamentos del nacionalismo radical. Además, los temores de los
vascos de quedar culturalmente anegados ya no eran pertinentes,
puesto que en los años 1980 eran más las personas que salían de Viz­
caya y Guipúzcoa que las que entraban en ellas. Pero el nacionalis­
mo, aunque producido en origen por la reacción a los efectos de la
inmigración durante un boom económico, se vio sustentado por la si­
tuación de depresión. De igual modo que muchos nacionalistas con­
sideraban que la inmigración de los años cincuenta y sesenta se debía
a la animadversión «española», la «desindustrialización» se vio como
resultado de una política decidida desde Madrid. Es poco probable
que ETA-M logre su objetivo de establecer una Euskadi indepen­
diente, pero posiblemente sobrevivirá, aunque sea con menor grado
de actividad. La mayoría de los factores que habían sido causa de la
fuerza de ETA durante toda su-^sten cia seguían vigentes después
de 1980, aunque de modo más débil. Los sentimientos nacionalistas
seguían estando muy generalizados, como demostraban los votos ob­
tenidos por el PNV, Herri Batasuna y EE. Muchos de los jóvenes

Landáburu, La Causa..., pp. 115-16.


Véase Paulo Iztueta, Sociología del fenómeno contestatario del clero vasco (Za-
rauz, 1981), passim.
334 John Sullivan

fuera de la comunidad (nacionalista puede parecer extraño que una


persona condenada por delitos monstruosos pueda ser aceptada como
un patriota bien intencionado aunque algo impetuoso, pero así es la
realidad en las zonas étnicamente vascas.
Los estudios comparativos de ETA que pueden ser de utilidad tie­
nen que limitarse a aquellos movimientos europeos que tengan tam­
bién fuertes raíces en una comunidad. ETA y el IRÁ son, sin duda,
organizaciones similares. Ambas surgieron de una cultura profunda­
mente católica en sociedades claramente divididas en comunidades
antagónicas. Tanto el IRA como ETA han evolucionado sin dificul­
tad desde una ideología devota y conservadora a la adopción de un
lenguaje radical y socialista, sin que ello afectara su acción práctica,
o les granjeara la pérdida de apoyo en medios hondamente conser­
vadores. En ambos se ha unido un respaldo de masas considerable
(más en el IRA que en ETA) a la primacía de una élite armada, que
actúa por encima del control de toda estructura política. Ambos uti­
lizan una lengua autóctona como instrumento para diferenciar su pro­
pia comunidad de los inmigrantes foráneos, que datan de los si­
glos XVI y X IX respectivamente.
Hay, sin embargo, diferencias considerables entre ETA y el IRA.
ETA nunca logró relegar al PNV a un papel subordinado como hizo
el IRA con el nacionalismo irlandés moderado. La línea que separa
a los vascos «españoles» y no españoles no ha sido nunca tan pro­
funda como entre los protestantes y los católicos irlandeses. Muchas
personas del País Vasco, de ambos grupos étnicos o de origen mixto,
se consideran a un tiempo vascos y españoles. Los matrimonios mix­
tos son comunes y las lealtades políticas no están exclusivamente en
función de la extracción familiar, como ocurre en Irlanda del Norte.
Pero la diferencia más profunda entre ETA y el IRA resulta del ca­
rácter de los grupos étnicos en los que se cimientan. Ambos surgie­
ron en sociedades enconadamente divididas, en las que una de las co­
munidades era más privilegiada económicamente que la otra pero, a
diferencia de los católicos irlandeses del norte, la población étnica­
mente vasca en la que ETA funda su fuerza es mucho más privile­
giada que los maketos. La composición de clase media de ETA se evi­
dencia en sus escritos y en su disposición a adoptar posturas avan­
zadas en cuestiones tales como el aborto.
Por su parte, ETA seguirá fiel a unos objetivos inalcanzables. En
1986, a los veintisiete años de la creación de este grupo, la posibili­
dad de un estado vasco independiente seguía siendo tan remota como
siempre. Si era cierto que ETA no estaba más próxima a lograr sus
aspiraciones, también lo era que su base social sólo parecía haberse
reducido ligeramente. La llamada a la negociación entre ETA y el Es­
tado español, o directamente el ejército, en lo que se insistió durante
El nacionalismo vasco radical 335

1986, aunque evidentemente no supusiera un abandono de sus obje­


tivos, sí representó un cambio de énfasis. La existencia de un gran nú­
mero de militantes de ETA que cumplían largas condenas fue una
constante fuente de presión, pues mantuvo vivo el resentimiento de
sus familias y de la población vasca en general. Por otra parte, la pers­
pectiva de una lista de presos en progresivo aumento, superior al nú­
mero de militantes activos de ETA, era un panorama lamentable, per­
judicial para la moral de ETA-M, que encerraba el riesgo de que los
rniembros encarcelados pudieran solicitar su propio perdón. Los na­
cionalistas moderados pensaban que la amnistía y el alto el fuego no
sólo eran posibles, sino parte necesaria de la solución al problema de
la violencia vasca. Los dirigentes de ETA-M sabían que un alto el fue­
go entrañaba el peligro de una posterior disolución de su organiza­
ción, del mismo modo que había ocurrido a ETA-PM a partir de
1981. Es rnuy improbable que, en semejantes condiciones, ETA-M
acceda a disolverse, o acepte una tre p a prolongada que, a la larga,
vendría a ser lo mismo. Las perspectivas más probables para el País
Vasco son, por consiguiente, que continúe la existencia de ETA-M y
ésta siga dedicada a la lucha armada, si bien en menor grado que a fines
de la década de los setenta y comienzo de los ochenta. La pérdida de
su base en el País Vasco francés, pese a ser importante, no tiene por
qué ser decisiva. Las constantes manifestaciones del gobierno espa­
ñol en el sentido de que el problema de ETA está a punto de solu­
cionarse, tienen muchas posibilidades de verse continuamente des­
mentidas.
El partido nacionalista moderado Euskadiko Ezkerra, sostiene
que la nación vasca está compuesta de todas las personas que viven
en su territorio nacional. El sistema educativo y los medios de co­
municación deben aceptar que, dado que la mayoría de los habitan­
tes de Euskadi ni son de origen étnico exclusivamente vasco, ni ha­
blan euskera, la nación vasca debe incluir a los elementos castellano-
parlantes. Navarra se considera como parte integral del País Vasco,
pero la incorporación de esta provincia debe esperar a que la volun­
tad de la mayoría de sus habitantes acceda a este status.
En el programa de Euskadiko Ezkerra para la construcción de
una nación vasca figuran: un sistema de educación pública que pro­
porcione instrucción en español y en euskera; un sistema de admi­
nistración pública independiente de la influencia del PNV; una cam­
paña de fortalecimiento y renovación del euskera. En resumen: una
situación en la que ser vasco no equivalga exactamente a ser nacio­
nalista. En la hipotética sociedad vasca del futuro que propone Eus­
kadiko Ezkerra, los simpatizantes del PSOE o los partidos conser­
vadores «españoles» podrían vivir como ciudadanos de primera cla­
se, y no como quintacolumnistas.
John Sullivan

Este estado de cosas no es, desde luego, más que una posibilidad
teórica. En una Euskadi pacificada, donde los habitantes no estén em­
peñados en un continuo forcejeo con Madrid, podría plantearse la
cuestión de si se quiere o no la total independencia, pero la respuesta
sería presumiblemente que un Estado vasco independiente es poco
práctico. La atractiva visión que presenta Euskadiko Ezkerra sólo es
viable en la medida en que optemos por no tomar en cuenta el hecho
de que el nacionalismo vasco, y todos los demás nacionalismos, ex­
trae su fuerza de los recelos y desconfianza que despiertan los gru­
pos sociales foráneos. En una sociedad sin maketos, el nacionalismo
vasco se reduciría al regionalismo existente antes de la inmigración
de trabajadores en los años 1880. Tanto Herri Batasuna como el PNV
tienen uirá^percepción inteligente de que una nación unificada, lejos
de ser un objetivo deseable, destruiría la confrontación que es com­
ponente esencial de su existencia.
Apéndice 1
PROGRAMA ADOPTADO POR
LA I ASAMBLEA DE ETA
Documentos Y, vol. 1

EU 2K A D I TA AZKATASUNA
Principios

Euzkadi ta Azkatasuna (ETA) es un movimiento revolucionario


vasco de liberación nacional, creado en la resistencia patriótica e in­
dependiente de todo otro partido, organización u organismo.
ETA proclama que el pueblo vasco tiene los mismos derechos que
asisten a cualquiera otro pueblo a su autogobierno y afirma que para
la consecución de éste se deberán emplear los medios más adecuados
que cada circunstancia histórica dicte.
La libertad de Euzkadi no constituye para ETA el interés supre­
mo, sino el único medio realista de desarrollo y vigorización de la na­
ción vasca en todos sus ámbitos.
ETA sostiene que si Euzkadi, con entera libertad, estima como
más conveniente a sus fines y existencia, la cesión de diversos dere­
chos a organismos u organizaciones supranacionales, así lo hará.
ETA considera que Euzkadi está integrada por las regiones his­
tóricas de Alava, Guipúzcoa, Laburdi, Navarra, Vizcaya y Zuberoa.

ETA; dentro del marco político, propugna para Euzkadi:


El establecimiento de un régimen democrático e inequívocamente

337
338 Apéndices

representativo, tanto en el sentido político como en el socioeconó­


mico y en el cultural, en orden a actualizar, en todo momento, los
valores positivos del pueblo vasco.
La garantía cierta y efectiva de los derechos del hombre; libertad
de expresión, libertad de reunión, libertad de sindicación, libertad de
práctica de c u lto ^ credos religiosos, etc., siempre que éstos no ven­
gan a constituir un instrumento, bien sea destinado a atentar contra
la soberanía de Euzkadi, a implantar en ella un régimen dictatorial
(sea fascista o comunista) o a servir los intereses de grupo o clase (po­
lítico, religioso, social o económico), vasco o extranjero. Las extrali­
mitaciones de estos derechos no serán atajadas ni penadas por vía de
censura previa.
La máxima descentralización en la estructuración de la sociedad
f)olítica vasca, junto con el reconocimiento político-administrativo de
os organismos de orden natural como son el municipio y la región.
La integración federalista europea siempre que ésta se lleve a efec­
to a la altura de las nacionalidades y manteniendo y actualizando,
como única finalidad, la promoción política, social, económica y cul­
tural del individuo y de los pueblos. Rechaza, por tanto, el europeís-
mo que pretende formar Europa en base a los actuales Estados, así
como el europeísmo de intereses cuyo objetivo se cifra en la pervi-
vencia de posiciones de privilegio y en la continuación de diversas for­
mas de opresión de ellas derivadas.
La supresión progresiva de fronteras estatales en todo el mundo,
por considerarlas antinaturales y perjudiciales al buen entendimiento
y progreso económico y cultural de pueblos e individuos.
La organización de una campaña universal de retorno a la patria
de los vascos diseminados por el mundo entero.
La repulsa del racismo y, por tanto, de los principios de superio­
ridad legal de unos pueblos o razas sobre otros. N o apoya, conse­
cuentemente, la segregación o expulsión de los elementos extraños al
país, en tanto éstos no se opongan o atenten contra los intereses na­
cionales de Euzkadi.
La condenación del mihtarismo y, por ende, la supresión de la or­
ganización militar existente en Euzkadi.
ETA manifiesta su aconfesionalidad y la propugna para la Cons­
titución de Euzkadi.
Apéndice 3
ESTRUCTURA DEL NACIONALISMO RADICAL

ETA-PM. Periferia de ETA-M


ETA-M (simpatizante).
EIA (1977). ETA-M
LAB.
EHAS (posteriormente HASI).
( LAIA.

Herri Batasuna

Gestoras pro amnistía

f ETA-M (Simpatizante). . ,
' (Organización de juventudes)
Apéndice 4
GLOSARIO DE PALABRAS VASCAS

El euskera como lengua escrita tiene una historia corta. Sus di­
versos dialectos varían entre sí considerablemente. La adopción de
una lengua unificada, el batua, no ha producido aún una ortografía
única. En años recientes, son muchas las personas que han adoptado
una versión de sus nombres más afín al vasco, razón por la cual su
ortografía varía mucho, por ejemplo, Echave-Etxabe, Javier-Xabier,
Carlos-Karlos, Ignacio-Iñaki.

Aberri Eguna: día de la patria.


Abertzale: patriota.
Agur: adiós.
Alderdi: partido.
Amiur: madre patria.
Am asa: aliento.
Askatasuna: libertad.
Aurka: oponerse.
Bai: sí.
Batzkarra: asambela.
Batasuna: unidad.
Batua: versión unificada del euskera, adoptada porla Academia Vasca de la
Lengua en 1968.
Batzoki: sede local del PNV.
Bereziak: grupo especial de operaciones.
Berri: nuevo.
Berriak: noticias.
Biltzar Nagusi: gran asamblea.

341
342 Apéndices

Biltzar Txipia: pequeña asamblea.


Branka: proa.
Egin: emprender.
Ekin: empezar, hacer.
Ekintza: accióiñ-—
Eraiki: construir.
Ere: también.
Euskal-Herria: tierra de los vascos.
Eliza: iglesia.
Euskadi: el País Vasco.
Euskera: lengua vasca.
Ez: no.
Garai: época.
Gatazka: cautivo.
Goazen: vamos.
Gudaldi: expedición militar.
Hautsi: romper.
Hemek eta orain: aquí y ahora.
Herri: pueblo.
Hertzale: escoba.
Hitz: la palabra.
Ikastola: escuela de enseñanza en vascuence.
Ikurriña: bandera nacional vasca.
Indarra: fuerza.
Iraultza: revolución.
JE L (Juangoikoa eta Laga Zara): Dios y leyes viejas, en origen la doctrina
carlista.
Jelkide: partidario de la doctrina del JEL o del PNV.
Karraxi: encrucijada.
Kemen: fuerza.
Komunistak: los comunistas.
Lendakari: jefe.
Langile obrero.
Lantzen: trabajando.
Maketo: término peyorativo que designaba a los inmigrantes españoles; ori­
gen incierto.
Mako: cárcel.
Muga: frontera.
Oihua: llamada.
Sugarra: llama.
Txiqui: pequeño.
Zer Egin: ¿qué hacer?
Zertran ari: decidirse a actuar.
Zutik: levántate.
Apéndice 5
ORGANIZACIONES

La mayor parte de los partidos políticos del País Vasco tienen un


nombre vasco y otro español. Sin embargo, algunas organizaciones
nacionalistas radicales no tienen nombre español.

ANV - Acáón Nacionalista Vasca: partido nacionalista no confesional fun­


dado en 1931.
Anai Artea (Entre Hermanos): asociación nacionalista de ayuda a los refu­
giados con base en San Juan de Luz.
CNT —Confederación Nacional del Trabajo: sindicato anarquista.
CCOO - Comisiones Obreras: principal sindicato ilegal desde comienzos de
la década de 1960.
Convergencia Democrática: coalición antifranquista apoyada por el PSOE.
CGV - Consejo General Vasco: comisión provisional constituida tras las elec­
ciones de 1977 para preparar el camino del gobierno autónomo vasco.
El A - Euskal Iraultzarako Alderdia (Partido para la Revolución Vasca): for­
mado por ETA-PM a fines de 1976.
EAS - Euskal Alderdi Sozialista (Partido Socialista Vasco).
EHAS - Euskal Herriko Alderdi Sozialista (Partido Socialista del Pueblo Vas­
co).
ELA-STV —Euskal Langillen Alkartasuna-Solidaridad de Trabajadores Vas­
cos: sindicato nacionalista creado por el PNV en 1910. En origen. Soli­
daridad Obrera Vasca.
ESB —Euskal Sozialista Biltzarrea: partido nacionalista socialdemócrata crea­
do en 1976.
ESBA (Unidad Socialista Vasca): sección vasca del Frente de Liberación Po­
pular (FLP).

343
344 Apéndices

ETA —Euzkadi ta Askatasuna (Libertad paa el País Vasco).


ETA-Berri: nueva ETA.
EE - Euskadiko Ezkerra (Izquierda Vasca): coalición electoral formada en
las elecciones de 1977, que más adelante se convertiría en partido político.
E K IN (empezar/hacer): grupo estudiantil, precursor de ETA, formado
en 1952.
EG (más tarde EGI) - Eusko Gaztedi: juventudes del PNV.
FN - Frente Nacional, en ocasiones.
FNV - Frente Nacional Vasco.
FO - Frente Obrero.
FM - Frente Militar.
FC - Frente Cultural.
FP - Frente Político.
FRAP —Frente Revolucionario Antifranquista y Patriótico: grupo maoísta de­
dicado a la lucha armada. En realidad un frente del PCE-MIL.
Fuerza Nueva: organización y revista fascista.
HAS - Herriko Alderdi Sozialista (Partido Socialista del Pueblo): uno de los
componentes de HASI.
HASI - Herriko Alderdi Sozialista Iraultzailea (Partido Socialista Revolu­
cionario del Pueblo): partido próximo a ETA-M.
Herri Batasuna (Unidad Popular).
Junta Democrática: coalición democrática apoyada por el PCE.
Jagi-Jagi (Levántate, Levántate): organización nacionalista radical de los años
treinta.
KAS - Koordinadora Abertzale Sozialista: comité creado por ambas ramas
de ETA en 1975.
Komunistak: nombre adoptado por una escisión de ETA en 1969. Más tarde
pasó a ser Movimiento Comunista de España (MCE).
LAIA - Langile Abertzale Iraultaileen Alderdia (Partido Obrero Patriótico
Revolucionario): nombre adoptado por el Frente Obrero de ETA-V tras
escindirse de su grupo de origen en 1974.
LAB - Langile Abertzale Batzordea (Comité Patriótico Obrero): sindicato
nacionalista de izquierdas.
LAK - Langile Abertzale Komiteak (Comité Patriótico Obrero): organiza­
ción obrera anarconacionalista.
LCR - Liga Comunista Revolucionaria.
ORT - Organización Revolucionaria de Trabajadores: Grupo maoísta que
se originó en las organizaciones obreras católicas creadas por los jesuítas.
PCE-EPK - Partido Comunista de España-Euskadi Partido Komunista.
PSOE-PSE —Partido Socialista Obrero Español-Partido Socialista de Euskadi.
PNV-EAJ - Partido Nacionalista Vasco-Eusko Alderdi Jeltzailea.
PTE - Partido del Trabajo de España: anteriormente PCE(i).
UGT - Unión General de Trabajadores: sindicato cercano al PSOE.
UCD - Unión de Centro Democrático.
Apéndice 6
CRONOLOGIA DE LOS HECHOS MÁS
IMPORTANTES DE ETA

1954 Fundación de Ekin.


1955-56. Fusión de Ekin con Eusko Gastedi.
1958. Ruptura de Ekin con el PNV.
Julio, 1959. Fundación de ETA.
Julio, 1961 Intento de descarrilamiento de un tren.
Mayo, 1962. I Asamblea de ETA.
Marzo, 1963. II Asamblea de ETA.
Abril-mayo, 1964 III Asamblea de Eta.
Verano de 1964. IV Asamblea de ETA.
Diciembre, 1966. Primera parte de la V Asamblea de ETA.
Marzo, 1967. Segunda parte de la V Asamblea de ETA.
Junio, 1968. Muerte de Txabi Etxebarrieta.
Agosto, 1968. Muerte de Melitón Manzanas.
Agosto, 1970. Primera parte de la VI Asamblea de ETA.
Diciembre, 1970. Juicio de Burgos. Aparición de ETA-V.
Diciembre, 1972. Segunda parte de la VI Asamblea de ETA-VI.
Decisión de unirse a la LCR.
Agosto, 1973. Primera parte de la VI Asamblea de ETA-V.
Diciembre, 1973. Asesinato de Carrero Blanco.
Noviembre, 1973. ETA-VI se une a la LCR.
Junio, 1974. El Frente Obrero se escinde de ETA-V y forma
LAIA.

345
346 Apéndices

Diciembre, 1974. ETA-V se escinde en ETA Político-Militar


(ETA-PM) y Eta Militar (ETA-M).
Enero, 1975. Segunda parte de la VI Asamblea de ETA-PM.
Septiembre, 1975. Ejecutados los militantes de ETA, Txiki y Otae-
gui.
Noviembre, 1975 Muerte de Franco.
Abril, 1976. ETA-PM mata a Angel Berazadi.
Julio, 1976. Desaparición de Pertur, presumiblemente asesi­
nado.
VII Asamblea de ETA-PM. Decisión de fundar
EIA.
Los Bereziak se escinden de ETA-PM.
Elecciones parlamentarias.
Formación de Herri Batasuna.
ETA pone bombas en estaciones ferroviarias de
Madrid.
Un referéndum aprueba el Estatuto de Autono­
mía Vasco.
Elegido el Parlamento vasco.
BIBLIOGRAFIA
Fuentes primarias

Periódicos

Los artículos de prensa tienen más valor después de la dictadura


de Franco que durante ella. El principal diario consultado para el pe­
ríodo que va de octubre de 1977 a marzo de 1980 fue Egin, publica­
do en San Sebastián. Se consultaron también los siguientes diarios.

La Voz de España, San Sebastián, diario.


El Diario Vasco, San Sebastián, diario
Hierro, Bilbao, diario.
El País, Madrid, diario.
Le Monde, París, diario.
Mundo Obrero, Madrid, semanal (a veces diario).
The Times, Londres, diario.

Revistas

Las revistas tenían muchas veces una vida efímera o se publica­


ban con poca frecuencia. En muchos casos no se da el lugar y fecha
de publicación. En ocasiones, se utiliza el mismo título para publi­
caciones diferentes.

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