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LOS DERECHOS HUMANOS

Y LA CONSTITUCIÓN DE MÉXICO

Jesús A. Arroyo Moreno

I . I N T RO D U C C I Ó N

1. En la historia de México del siglo xix destacan en forma particular dos


problemas, a saber: la búsqueda de la identidad de la nación y del mexicano,
y su viabilidad como Estado independiente, porque desde 1821, año de la
consumación de la independencia al año en el que ascendió al poder Porfi-
rio Díaz, el país vivió entre cuartelazos, asonadas, motines, guerras civiles,
guerras con Francia, con Estados Unidos, invasiones de aventureros, más de
cincuenta años de inestabilidad, sin encontrar una forma de gobierno, una
constitución para el país.
Una vez que estuvo en el poder Porfirio Díaz, México superó las ideas mo-
nárquicas, tuvo treinta años de paz hasta que en 1910 comienza lo que se ha
llamado la Revolución, que trae como consecuencia veinte años de lucha que
cesó cuando gobernó el país por setenta años el partido revolucionario, que
se enfrentó —a veces en forma sangrienta— a tentativas para despojarlo del
poder, crisis, intereses encontrados para perder el poder en 2006, mediante
elecciones.
2.- En este trabajo me referiré a las constituciones de México, a la desunión
de los mexicanos y al problema religioso, presente en toda su historia y hasta
la fecha, que ha sido un motivo de desunión y de lucha.

II. LA IDENTIDAD

3.- En cuanto a la búsqueda de la identidad de México como nación, dada la


naturaleza de este trabajo, sólo puedo enumerar los documentos constitucio-
nales que se suceden pretendiendo “constituir” la nación.
Una vez que entró el ejército Trigarante a la ciudad de México, quedó

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consumada la Independencia, a partir de la cual, en los cuarenta y seis años


siguientes, hubo cinco constituciones, dos imperios, dos repúblicas centra-
les, un régimen aconstitucional centralista y tres repúblicas federales, lo que
demuestra la inmadurez de lo que ahora es México. Esto trajo, entre otras
consecuencias, la mutilación del país, porque durante esos años se separaron
de México las que ahora son las repúblicas centroamericanas, excepto Pana-
má; se perdió más de la mitad del territorio que se encontraba al Norte del
Río Bravo, territorio que comprende entre otros, los que hoy son los estados
de Texas, Arizona, Colorado, California y Nevada, entre tanto México busca
convertirse en un estado gobernable.
4.- En una rápida lista de los diversos documentos que de alguna manera
han estado en vigor en México “constituyendo” al país, dejando a un lado
las constituciones de Bayona, Apatzingan y Cádiz, en México ha habido los
siguientes:

a) El Plan de Iguala y los Tratados de Córdoba.


b) El Acta de Independencia.
c) Las Bases Constitucionales aceptadas por el Segundo Congreso Mexica-
no en febrero de 1822, y el Reglamento provisional político del imperio
mexicano.
d) El Plan de la Constitución Política de la Nación Mexicana.

Estos tres documentos son el segundo intento para constituir al país que
tuvieron una vida efímera:

e) El voto por la forma de república federal, formulado por el segundo


congreso para hacer frente a gritos de las provincias, que desemboca en
las dos constitucionales siguientes:
f ) El Acta Constitutiva de 1823.
g) La Constitución Federal de 1824.

El régimen federal, importado de los Estados Unidos se acepta como si


fuera la panacea de los males del país, pero no funcionó siendo sustituido por
una república central.

h) La Constitución de 1836.
i) Las Bases Orgánicas de 1843.
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Las dos constituciones centralistas que tuvieron como efecto no deseado la


separación de Yucatán.

j) El Acta de Reformas de 1847, votada durante la guerra contra Estados


Unidos, cuya vigencia fue relativa.
k) La Constitución de 1857, que dura hasta que se constituye la de 1917 y
que fue bandera, fetiche, motivo de discursos, que no fue observado, ni
obedecido por ningún presidente.
l) El Estatuto Provisional del Imperio de Maximiliano, cuya vigencia pue-
de discutirse.
m)La Constitución Mexicana de 1917, que es la de 1857, con profundas
reformas, alabada pero poco obedecida, lo que se demuestra con sus
quinientas reformas, pero que hoy con lentitud es acatada por todos.

5.- En esta enumeración no tomó en cuenta los proyectos de reforma de


1840 o los proyectos de constitución de 1843, ni tampoco hago referencia a
los diversos planes, como el de Ayutla, el de San Luis, o el de Guadalupe, que
proponen reformar la “constitución” del país.
Los tratados de Córdova proponen un gobierno monárquico, y como rey
a un miembro de la casa real española, lo que fue rechazado porque España
no reconoció la independencia de México hasta años después. A raíz de la
manifestación encabezado por el sargento Pio Marcha, Iturbide acepta la co-
rona imperial, pero por sus dificultades con el primer congreso deja el poder
y abandona México. Se vota por el segundo congreso la forma de gobierno
federal, que se acepta en el acta constitutiva de 1823, ante los gritos de las
provincias, según afirma Fray Servando Teresa de Mier, uno de los constitu-
yentes.
La república federal se adopta en la constitución de 1824, imitándola de
Estados Unidos, votando en contra entre otros Fray Servando y Anastasio
Bustamante. La constitución de 1824 fue combatida, porque desunió lo uni-
do y no se adoptó a la idiosincrasia del mexicano. En busca de una mejor
forma de gobierno, se adopta la de república central, en las constituciones de
1836 y 1843, fuertemente combatidas por los federalistas que triunfan, por
lo que en 1847 se expide el acta de reformas a la constitución de 1824, que
vuelve a estar en vigor lo que no fue real por la guerra con Estados Unidos, las
guerras civiles y el triunfo de los liberales que hacen la constitución federal de
1857 que, reformada, es la de 1917.
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Pero antes de la república restaurada hubo la guerra de tres años, la inva-


sión tripartita (Francia, Inglaterra y España) y el imperio de Maximiliano,
cuyo origen fue el convencimiento de muchos mexicanos de que la forma
republicana de gobiernos no funcionaba, por lo que pensaron en un monarca
extranjero que uniera a los mexicanos, lo que no se logró, por la presencia de
las tropas francesa y la ineptitud de Maximiliano.
Se puede pensar que, con el triunfo de Juárez, se gobernaría con la cons-
titución de 1857, lo que no hizo, cumpliendo la frase de Comonfort, que
al inicio de la guerra de tres años, dijo que con la constitución no se podía
gobernar. No gobernó con ella Porfirio Díaz, tampoco gobernó con ella el
partido revolucionario, y hay que destacar que a casi dos siglos de vigencia del
federalismo, todavía no se implanta en México, aun cuando en los últimos
años se está constituyendo un federalismo a la mexicana. Si se gobernara con
la constitución de 1917, no habrían existido las múltiples reformas que a la
fecha suman aproximadamente quinientas.
6.- Pero a pesar de todo México, con dificultades, tiene una identidad
como nación, fruto de las luchas civiles, de las guerras extranjeras, de toda
una historia.

III. LA DESUNIÓN

7.- La otra constante es la división que todavía hoy existe entre los mexicanos,
aun cuando no tenga en este momento la misma virulencia que tuvo en el
siglo xix. Podemos citar los nombres que ha recibido las diversas divisiones:
borbonistas e iturbidistas; federalistas y centralistas; yorquinos y escoceses;
liberales y conservadores. No me referiré a las divisiones entre los habitantes
del país en el siglo xx, pues sería difícil determinar quién es quién, ya que
hay cambios en las lealtades, aunque hay entre los hombres del poder y los
católicos diferencias acerca del papel de la iglesia, invocando los primeros los
artículos antirreligiosos de la Constitución y el Estado laico, y los segundos
la libertad religiosa.
8.-. No es posible en un trabajo como el presente expresar todas las razo-
nes por las que llego a ciertas conclusiones, sobre todo porque pretendo ver
a la historia del país, como se ve a México en una fotografía de satélite: todo
completo; así se puede observar que hubo una búsqueda de identidad y que
la nación estuvo dividida.
La búsqueda de la identidad y la desunión tienen una causa predominante:
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la cuestión religiosa, a la que coadyuvan el deseo de muchos de conservar del


pasado hispánico todo lo posible y, dentro de ese todo, lo religioso; y la bús-
queda por otros, de lo que llamaban el progreso, con la imitación a la forma
de ser de los Estados Unidos y la aceptación, sin crítica, de las doctrinas de la
Ilustración y de la Revolución Francesa, imitando —de nuevo— las acciones
de los gobiernos españoles del siglo xviii en relación con la Iglesia, como
ocurrió con la desamortización de los bienes eclesiásticos.
9.- Durante el virreinato puede afirmarse que no hubo realmente proble-
ma religioso, a pesar de que haya habido algún proceso inquisitorial en contra
de judaizantes o protestantes, pues siempre fueron episodios aislados, que no
trascendían ni afectaban a la sociedad. La ilustración en España contagia a
México por la llegada, entre otros, de tropas de España y las acciones de los
reyes españoles en contra de la Iglesia, como fue la expulsión de los jesuitas.
En el México independiente, tanto la constitución de Apatzingan, como la de
1824 o el Acta Constitutiva de la Federación de 23, determinan, la primera:
la religión católica apostólica romana es la única que se debe profesar en el
Estado; la tercera, en su artículo 4°: la religión de la nación mexicana es y
será perpetuamente católica, apostólica y romana, prohibiendo el ejercicio de
cualquiera otra.
La Constitución de 1824 empieza con la siguiente frase: “en el nombre de
Dios todopoderoso, autor y supremo legislador de la sociedad”, para conti-
nuar en su artículo 3°: “la religión de la nación mexicana es y será perpetua-
mente la católica, apostólica, romana”, prohibiéndose el ejercicio de cuales-
quiera otra. En una época tan tardía, la Constitución de 1857 comienza su
texto diciendo: “que el congreso extraordinario constituyente ha decretado lo
que sigue: en el nombre de Dios”.
A pesar de esas declaraciones constitucionales, lo cierto es que ,heredada de
España, en México surge una corriente que todavía vive, contraria a la Iglesia
católica, y uno de sus prohombres fue Ramos Arizpe, autor de las primeras
normas contrarias a la Iglesia, que fue uno de los diputados mexicanos que se
celebró en Cádiz, que expidió la Constitución de 1812, discutida y decretada
en un ambiente anticlerical, como el ilustrado siglo xviii español, que con-
templó la expulsión y extinción de la compañía de Jesús, las desamortizacio-
nes de bienes de la iglesia o las limitaciones a su actuar.
10.- Todo ello tiene una consecuencia, si bien no la primera, si la más
importante en México, que se gestó de la manera siguiente: son presidente y
vicepresidente de México, después varios movimientos revolucionarios, An-
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tonio López de Santa Anna y Valentín Gómez Farías, quienes gobernaron


alternativamente del primero de abril de 1833 hasta el 28 de enero de 1835,
en cuyo período, gobernando exclusivamente Valentín Gómez Farías, pues
Santa Anna se retiró a descansar a su hacienda de Manga de Clavo, promo-
vió ante el Congreso una reforma eclesiástico militar de cuatro puntos, que
fueron: el patronato, las órdenes religiosas, la instrucción y los bienes eclesiás-
ticos. En cuanto al Patronato, del que eran titulares los reyes de España que
les concedió el Papa respecto de los diversos territorios que iban ocupando en
América. Para proveer las vacantes de la jerarquía religiosa, como los obispos,
bajo la base de que tenían que sostener y ayudar en su misión a la iglesia, y
todo en obediencia con Roma. Con la independencia, habiéndose separado
México de España, se estimó que el Patronato, concedido a los reyes de Es-
paña, no era heredable a las nuevas naciones; a pesar de ello los gobernantes
mexicanos, en especial los que como Valentín Gómez Farías eran anticlerica-
les, pretendieron seguir ejerciendo el Patronato, que como es lógico, el Papa
no aceptó. El problema del Regio Patronato Indiano, como se le llama, así
como el nombramiento de los obispos, arzobispos en las primeras décadas del
México Independiente, es un problema demasiado complejo por tratarlo en
este lugar, sólo puede decirse que hubo muchas diócesis vacantes, que fueron
cubiertas tiempo después, y que el Patronato no tuvo vida después de la in-
dependencia.
Además del ejercicio indebido del Regio Patronato Indiano, llamado en ese
entonces patronato nacional, la reforma se concretó a lo siguiente:

• Dejó de existir la coacción civil para el cumplimiento de los votos religio-


sos.
• Exclusión del clero en toda la enseñanza, lo que trajo como consecuencia
el cierre de un colegio de gran fama, denominado Colegio de Santa María
de todos los Santos y de la Ilustre Universidad, cuya capilla fue alquilada a
una pulquería.
• La enseñanza sería libre, pero el seminario para la formación de los sacer-
dotes quedaba sujeto al gobierno.
• Fueron incautados los fondos de las misiones de California y de las Filipi-
nas, secularizando las misiones de las Californias. Debo decir, para aclarar
este punto, que los fondos de las misiones eran dineros donados para sos-
tenerlas en lugares que, en aquella época, eran de frontera; para no citar
más que un ejemplo: la hoy California de los Estados Unidos en la época
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de las misiones era un vergel, pues había, entre otros cultivos, olivares y
vides. Y después de la incautación del fondo, y del descuido en que se tuvo
a esa región, el vergel se convirtió en un erial, según autores de los Estados
Unidos.
• Se proyectó la desamortización general de los bienes de la Iglesia.

Omito todas aquellas disposiciones de los estados en relación con el pro-


blema religioso, entre otros, la formación de un patronato nacional con una
Iglesia autónoma del Vaticano. El resultado de estas reformas introducidas a
la fuerza fue que, desde el 26 de mayo hasta el 2 de diciembre de 1833, hubo
una serie de pronunciamientos bajo el grito de “religión y fueros”, pronuncia-
mientos que encabezan quince distintas personas en Morelia, Temazcatepec,
Tlalpan, Chalco, Ameca, Huajotzingo, San Juan del Río, Oaxaca, Zacapoaxt-
la, Tabasco, Veracruz, Chichihualco y Guerrero. Estos movimientos fueron
reprimidos por la fuerza e incluso se hicieron tres listas de personas a quienes
se desterró, agregándose un artículo final a la ley que disponía que se deste-
rraría a cuantos se encontraran en el mismo caso, sin que se dijera en esta ley,
llamada la ley del caso, cuál era ese caso; pero lo cierto es que sirvió para des-
terrar a gran parte de los hombres más valiosos de México, por el sólo hecho
de ser sospechosos de desafectos a las reformas.
La crisis termina porque Santa Anna vuelve a la presidencia y suspende to-
das las leyes reformistas y la de destierro, excepto las que anulaban la coacción
civil para que se pagaran los diezmos y se cumplieran los votos religiosos.
11.- Este fue el primero de los movimientos reformistas, pero no fue el
único, por lo que sin citar ninguna otra de las veces en que, de una forma
o de otra hubo reformas o intento de reformas, me referiré a las leyes de
reforma, que se expidieron durante la dictadura de Comonfort, anterior a la
Constitución de 1857, que son las siguientes: la ley Juárez que restringió la
jurisdicción de los tribunales militares y eclesiásticos y terminó con los fueros
eclesiástico y militar; la supresión de la coacción civil de los votos religiosos;
la supresión de la compañía de Jesús; la ley Lerdo, que adjudicó en propiedad
a los arrendatarios o inquilinos todas las fincas rústicas o urbanas pertenecien-
tes a las corporaciones civiles y eclesiásticas y si no estaban arrendadas o el in-
quilino no se las adjudicaba, se venderían en pública subasta; se incapacitaba
a las corporaciones para que pudieran adquirir o administrar bienes raíces, lo
que implicaba que la iglesia, principal afectada, tenía que vender sus bienes
raíces y perdía el derecho de poseerlos o de adquirir otros. La ley Iglesias que
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legislaba sobre los derechos parroquiales, prohibiendo que se cobrasen a quie-


nes solo tuvieran lo necesario para vivir.
Más tarde se expidió la Constitución de 1857 con los artículos 3, 5, 7,
13, 27 y 123 que implantaban la enseñanza libre; suprimían los votos de
monásticos; la libertad de imprenta en favor de la religión, elevando al rango
constitucional las leyes Juárez, Iglesias y Lerdo, dándole facultades al poder
federal para intervenir en el culto y la disciplina eclesiásticas, constitución que
propició la guerra de tres años y nunca fue obedecida, pues ningún presidente
mexicano gobernó con ella, de Juárez a Porfío Díaz.
De todo esto lo único que ocurrió fue que, de 1857 a 1867, México tu-
viera una guerra civil, sufrió una invasión extranjera y fue gobernada por el
emperador Maximiliano.
12.- Como acotación, ya que en este trabajo no se estudiara el siglo xx,
diré que en la Constitución de 1917 se repiten los preceptos antirreligiosos
de la de 1857. Pretendiendo Plutarco Elías Calles aplicar por la fuerza di-
chos preceptos se desata una guerra civil llamada “cristera”, que termina en lo
que posteriormente se llamó “el modus vivendi”, con el que se vivió hasta la
reforma constitucional de Carlos Salinas, que dio cierta libertad a la iglesia,
teniendo en cuenta que por lo que a la guerra cristera se refiere, se puede decir
con verdad, que ni el gobierno podía destruir a los cristeros, ni estos podían
derrocar al gobierno. El “modus vivendi”, expuesto de una manera un tanto
cuanto primitiva, se basaba en lo siguiente:
La Constitución no se tocó, quedando vigentes sus normas, pero la Iglesia
podía hacer lo que quisiera, que fue, con más o menos violaciones, lo que
hizo posible vivir, más o menos en paz, a los miembros del partido de la re-
volución y a los católicos.

I V. E L E S TA D O L A I C O

13.- Consecuencia de toda la historia de las relaciones entre la Iglesia y el


Estado es el hecho de que, según se afirmaba y se afirma, México es un Es-
tado laico, y así debe ser y seguir. Pero lo cierto es que México ni era ni es
un Estado laico, pues si hemos de juzgar por los resultados de las diferentes
leyes contrarias a la Iglesia, podemos afirmar que todas ellas, de una manera
o de otra, han sido un fracaso: la educación religiosa sigue impartiéndose; las
arquidiócesis, diócesis y misiones siguen existiendo; la Iglesia vive en México
con cierta libertad. En lo único que tuvieron éxito las leyes antirreligiosas fue
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en hacer perder a la Iglesia todos sus bienes; pero no fue la Iglesia católica la
que, a la postre, se vio afectada: fueron las misiones de California, y con ello
la miseria de los agricultores de esa región a grado tal que cuando la ocupa-
ron los norteamericanos, como consecuencia de la guerra de 47, dijeron que
California era un erial, cuando había sido un vergel; se suprimieron las di-
versas misiones privándose de educación a los indígenas; se perdió una parte
considerable de los bienes culturales que pertenecieron a la Iglesia: hay que
recordar que los zapatistas en la ciudad de México, calentaban su café con los
libros del seminario.
Pero todavía hoy, si un gobernante de México se atreve a citar a Dios en un
discurso, no falta quien proteste afirmando que México es un país laico; por
consiguiente, no puede citarse a Dios, pero esta situación no puede denomi-
narse laica, pues es un anticlericalismo más o menos matizado, cuyo fin es que
la Iglesia quede encerrada en los templos, sin trascender a la vida social.
14.- Las luchas antirreligiosas del siglo xix llevaron al gobierno mexicano
a la convicción de que debía de ser laico, con las siguientes características:
separación de la Iglesia y el Estado, prohibición para que la Iglesia tuviere
injerencia en la educación, en especial en la primaria y en la que se impartiera
para obreros y campesinos; prohibición para que la Iglesia realizara cualquier
acto de culto fuera de los templos; prohibición para que hubiera sacerdotes
extranjeros y, de acuerdo con el artículo 130 de la Constitución, las leyes
federales y locales de la época del presidente Calles limitaron el número de
sacerdotes en cada estado y en el Distrito Federal.
Si se observa con cuidado la legislación mexicana, y las relaciones entre la
Iglesia y el Estado se observará que, la intención del legislador es que la Iglesia
no tenga injerencia alguna dentro de México, limitando sus actividades al
máximo, pues incluso se ha prohibido a los militares entrar uniformados a la
iglesia; se negó personalidad a las iglesias; se impide a los sacerdotes cualquier
crítica a las leyes, a las autoridades, al gobierno y, en general, disposiciones
que implican un sometimiento de la Iglesia católica en especial, a las autori-
dades estatales.
Por otra parte existe una realidad terca: hay escuelas católicas, hay sacer-
dotes extranjeros, hay actos de culto externo y, con ciertas dificultades, la
iglesia realiza sus funciones en un clima de tensión, por lo que siempre hay la
posibilidad de una ruptura.
15.- En 1992, bajo la presidencia del licenciado Carlos Salinas de Gortari
se modificó, entre otros, el artículo 130 de la Constitución, para reconocer la
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personalidad jurídica de las asociaciones religiosas, previo registro al que se le


da el carácter de constitutivo; prohíbe a las autoridades intervenir en la vida
interna de las asociaciones religiosas; se permite la existencia de sacerdotes
extranjeros, pero deberán satisfacer los requisitos de la ley; se prohíbe que
los sacerdotes desempeñen cargos públicos y se les concede el voto activo,
prohibiéndoles asociarse con fines políticos o hacer proselitismo político; se
les prohíbe oponerse a las leyes del país o a sus instituciones, prohibiéndose
la formación de cualquier organización política que tenga alguna palabra o
indicación que la relacione con una asociación religiosa; prohibiéndose, asi-
mismo, que hereden en favor de los sacerdotes, sus parientes directos o de las
asociaciones religiosas, a quienes no tengan parentesco con ellos dentro del
cuarto grado. Sin ser esta ley lo ideal, hay una cosa que es cierta: flexibiliza el
régimen que, desde las leyes de reforma, había oprimido a la Iglesia católica.

V. L O S D E R E C H O S H U M A N O S

16.- Esta situación es, desde el punto de vista de los derechos humanos, noto-
riamente violatoria de ellos, como lo probaré con posterioridad; pero antes es
pertinente determinar qué es laicismo y qué debe entenderse por laico.
A principios del siglo xix, con la formación del Estado liberal, se acuña
una frase que dice “Iglesia libre dentro del Estado libre”. Se tiende a menos-
cabar el influjo de la Iglesia y a estatizar o uniformar la enseñanza, bajo un
patrón oficial. Estos principios, en la práctica, acaban por convertirse en una
actividad del Estado tratando de someter a las iglesias, en especial a la Iglesia
católica, que siempre ha sido celosa de su libertad en relación con el Estado,
lo que obviamente traduce el gobierno como una rebeldía o una oposición a
sus leyes, convirtiéndose el laicismo, que es lo que en México ha sucedido, en
un verdadero anticlericalismo, que tiende a someter, de cualquier manera, a
la Iglesia a las disposiciones estatales.
Por otra parte, puede haber una confusión derivada del uso de la palabra
laico, que en el idioma de la Iglesia católica en la que por la diversidad de
funciones entre los sacerdotes o, por mejor decir, la jerarquía eclesiástica y
quienes no pertenecen a ello, se llama laico al fiel que no pertenece la jerar-
quía, pero implica en la iglesia una función no activa de los laicos, distinta de
la jerarquía, pues los laicos no tienen una función no oficial, ya que pueden
actuar sin mandato de la jerarquía, haciendo apostolado y tratando que el or-
den temporal se ajuste al evangelio. Lógicamente, hay que tener en cuenta el
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distinto significado de las palabras, para distinguir al laico dentro de la Iglesia,


del Estado laico que, repito, busca una separación tajante entre la Iglesia y el
Estado, que acaba por ser sometimiento de aquélla.
Así entendida la laicicidad y el laicado en la Iglesia, hay que aclarar que los
católicos tienen regulada su actividad temporal por el orden jurídico estatal
y desarrollan su actividad normal de acuerdo con las leyes del Estado; pero,
y este es uno de los puntos que siempre ha dividido las concepciones esta-
tales de las concepciones eclesiásticas, existe siempre la resistencia a aquellas
disposiciones contrarias al derecho natural; ya desde el evangelio aparece esta
actitud cuando San Pedro le dice al Sanedrín, en relación con su actividad
como apóstol, que hay que obedecer primero a Dios que a los hombres, lo
que traducido en el lenguaje actual significaría que el laico católico no está
obligado a obedecer una ley abiertamente contraria al derecho natural, como
por ejemplo, la que implique la comisión de un homicidio.
17.- Desde el punto de vista de los derechos humanos, su actual concep-
ción está más cerca de la posición de la Iglesia que de la posición del Estado,
mexicano, pues es un derecho humano la libertad, incluso la religiosa, que
resulta de un hecho universal: en todos los tiempos, en todas las regiones, en
todas las culturas y civilizaciones, los hombres han tenido una religión y han
adorado a Dios o a sus dioses. Y este hecho implica que todos los hombres
tienen el derecho de tener una religión, de hacer partícipes a otros de sus
enseñanzas, de educar a sus hijos en su religión, de rendir culto a Dios en pú-
blico y en privado, a no ser constreñidos a cambiar de religión. Este derecho
no puede —ni debe— ser desconocido o estorbado por autoridad alguna de
ninguna forma.
Pero la libertad religiosa tiene límites, no es absoluta. Su primer límite es la
libertad religiosa de los otros. Yo, en uso de mi libertad, no puedo impedir la
libertad de los otros. Es el hombre, pues en eras de la libertad religiosa no pue-
de violarse el derecho a la vida, de ahí la prohibición de los sacrificios humanos
o de las misas negras, que atacan el derecho del hombre a su dignidad.
18.- Todo esto, de alguna manera, lo consagran los tratados internaciona-
les, de los que citaré cuatro, además del texto sobre los derechos de la Revo-
lución Francesa.
La Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, en su artícu-
lo 10 dice: “nadie debe ser inquietado por sus opiniones, incluso religiosas,
siempre que su manifestación no altere el orden público establecido por la
ley”.
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La Declaración Universal de los Derechos Humanos de 1948, fundada,


entre otras consideraciones, en el hecho de que el desconocimiento de los
derechos humanos ha originado actos de barbarie, determinó que debía pro-
clamarse, como la aspiración más elevada del hombre, el advenimiento de un
mundo en que los seres humanos disfrutaran de la libertad de creencias, por
lo que en su artículo 3° la Declaración consagra el derecho a la libertad, a la
vida y a la seguridad personal. En el artículo 18 dice textualmente: “toda per-
sona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión;
este derecho incluye la libertad de cambiar de religión o de creencia, así como
la libertad de manifestar su religión o su creencia, individual y colectivamen-
te, tanto en público como en privado, por la enseñanza, la práctica, el culto
y la observancia”.
La Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre de
1948, en su artículo 3°, dice: “toda persona tiene el derecho de profesar li-
bremente una creencia religiosa y de manifestarla y practicarla en público y
en privado”.
El Convenio para la protección de los derechos humanos y de las libertades
fundamentales, que se conoce como el Convenio Europeo de los Derechos
Humanos, firmado en 1950, dispone en su artículo 9: “toda persona tiene de-
recho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión; este derecho
implica la libertad de cambiar de religión o de convicciones así como la liber-
tad de manifestar su religión o sus convicciones individual o colectivamente,
en público o en privado, por medio del culto, la enseñanza, las prácticas y la
observancia de los ritos”.
En pacto de San José de Costa Rica, llamado también Convención Ame-
ricana de los Derechos Humanos, firmado el 22 de noviembre de 1969, dice
en su artículo 12:

toda persona tiene derecho a la libertad de conciencia y de religión. Este dere-


cho implica la libertad de conservar su religión o sus creencias o de cambiar de
religión o de creencias, así como la libertad de profesar y divulgar su religión o
sus creencias individual o colectivamente, tanto en público como en privado”
en la parte final de este artículo se dice: “que los padres tienen derecho a que
sus hijos reciban la educación religiosa y moral acorde con sus propias convic-
ciones.
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19.- He citado algunos de los documentos internacionales que se refieren


a los derechos humanos. Su sola lectura lleva a la convicción de que profesar
una religión es uno de los derechos humanos esenciales; pero profesar signifi-
ca también enseñar la religión, observar sus ritos o culto y, en pocas palabras,
una libertad para el hombre de practicar su religión de manera abierta, sin
más restricciones que el respeto de los derechos de los demás, y aquellas que
pudieran ser contra el orden público. Así entendida la libertad religiosa es evi-
dente que toda la política del gobierno de México en relación con la religión
es violatoria de los derechos humanos, porque impide la auténtica libertad
de religión, constituida por varias: enseñanza de la religión, culto público y
privado, práctica libre de ella.
Hay que entender también que está libertad que se profesa es libertad del
hombre en cuanto hombre, que vale lo mismo para quien profesa una re-
ligión: budistas, musulmanes, protestantes, católicos, hinduistas como para
quien no tiene ninguna; su límite real es el respeto a la libertad de los demás,
o sea que no puede impedirse a ningún ser humano que se dirija a Dios en la
forma que estime conveniente, o que no crea en él.
Así, sería pertinente que, cumpliendo lo que previene el artículo 133 de la
Constitución, que dispone que forman parte de la ley suprema de México los
tratados internacionales, la ley mexicana se ajuste a lo que dicen la Declara-
ción Universal de los Derechos Humanos y el pacto de San José. No es fácil
en México llegar a esto, porque todavía existe un gran número de personas
que entiende al Estado laico como un Estado en el cual el fenómeno religioso
queda encerrado en los templos, sin manifestación externa lo que, por otra
parte, es contrario a la naturaleza misma del hombre que trata o pretende que
los demás sean partícipes de su creencia.
Sin embargo, de la situación que existió antes de 1992 a la situación pos-
terior a ese año, ha habido un adelanto en las relaciones entre el Estado mexi-
cano y la Iglesia católica, que esperamos continúe hasta llegar a la plena liber-
tad. Laus Deo.

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