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XXVI Jornadas

Anuales de la EOL

TEMA

Fantasmas-Mutaciones-Ficciones
Patricio Alvarez Bayon, Gabriela Camaly, Débora
Nitzcaner

Argumento
FANTASMAS. FICCIONES. MUTACIONES
El psicoanálisis y sus relaciones con la realidad
«Hablé del fantasma […] cuando hacía referencia a un
juego […] del pintor Magritte, a saber representar la
imagen que resulta de ubicarla en el marco mismo de una
ventana, de un cuadro que representa exactamente el
paisaje que hay detrás […]Es necesario haber llevado las
cosas bastante lejos, y muy precisamente en un análisis,
para llegar al punto donde tocamos en el fantasma el
objeto a como el bastidor. La función del fantasma en la
economía del sujeto es soportar el deseo en su función
ilusoria. Él no es ilusorio, es por su función ilusoria que
sostiene al deseo».
J. Lacan, Seminario 13, clase del 30-3-66. Inédito.

Nos convoca un titulo que nos lleva a declinar sus


elementos: del fantasma a la realidad, del fantasma a la
ficción y sus retornos, así como también sus mutaciones
en la cura y en la época. Sólo con estas cuestiones
podríamos hacer una Jornada: muchísimos
psicoanalistas juntos -los «dispersos descabalados»[1]-
intentando responderlas. Conferencias, debates,

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simultáneas, conversación con otras disciplinas. Al final,
un saldo de saber sobre ellas.

Fantasma, ficción, realidad


Con el fantasma, Lacan remarca el acceso del sujeto a
una satisfacción que sitúa su modo repetitivo e inercial
de gozar. Así lee la fijación freudiana, que enmarca y
recorta un objeto, a partir del cual la pulsión hace su
recorrido. Pero también, el fantasma aborda la respuesta
frente al deseo del Otro y permite causar un deseo propio,
tal como lo expresa el grafo del deseo. Ello implica que el
fantasma, a diferencia del síntoma, articula el goce con
el deseo al permitir que ese goce sea regulado por una
falta. Así, es un goce, pero no solitario: hace lazo con el
Otro, y ésa es su diferencia con el goce del síntoma que
es autoerótico.
Es la ficción la condición de ese lazo con el Otro. En la
fórmula «pegan a un niño» la pulsión se satisface del lado
del sujeto, pero además esa satisfacción hace gozar al
Otro. Ficción fundamental de la neurosis que sostiene la
existencia del Otro: hay un niño pegado, pero también
hay un padre que goza. De este modo, el fantasma
sostiene un: «hay relación sexual». Se necesita un
psicoanálisis para que un sujeto logre, como dice Lacan,
hacer «inexistir la relación sexual»[2], es decir,
desarticular esa ficción develando la inexistencia del
Otro.
En este sentido, si la ficción hace lazo, también sostiene
la realidad del sujeto. A partir de Freud, para el
psicoanálisis no hay otra realidad más que la realidad
psíquica. El campo freudiano inaugura la experiencia
analítica en la cual se anudan el saber inconsciente, el
cuerpo, el goce y el deseo de una manera inédita. La
presencia del síntoma pone en juego una satisfacción que

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resiste a la elaboración de saber y que encierra una
verdad en descrédito de la razón, implicando una oscura
satisfacción. Cada uno está comandado por un goce que
desconoce y, sin embargo, lo aliena.
La relación íntima del sujeto con sus fantasmas orienta
y dirige sus relaciones sin que él mismo esté enterado; el
sujeto cree que sus fantasmas son la realidad. En última
instancia, el fantasma constituye una realidad prêt à
porter hecha de marcas significantes y de goce. De este
modo, no se trata sólo de una creencia: el fantasma es la
realidad, tal como describe Lacan en la célebre cita que
figura como epígrafe y que ha dado lugar a nuestro
afiche.
En este sentido, la relación con la realidad no es una sino
múltiple y las relaciones con ésta están hechas de
fantasmas, ficciones y mutaciones subjetivas que es
necesario circunscribir tanto en la experiencia de un
análisis así como también en el plano de las relaciones
del psicoanálisis con su época. Es ésta la orientación de
Lacan en su conferencia de 1967 en Milán[3] que toma el
valor de una brújula para estas Jornadas.
Se sitúa entonces la relación paradojal entre el deseo y el
goce articulada por el fantasma. Dicha paradoja es lo que
le permite a Lacan afirmar que «lo importante es que sus
fantasmas los gozan»[4]. No se vive sin fantasma, mucho
menos sin síntoma. Lo que cambia con el análisis es la
relación que se sostiene con cada uno. A nivel del
fantasma, con el nudo de sentido-gozado; a nivel del
síntoma, con la emergencia de goce fuera de todo sentido.
En ambos casos, se requiere de un tratamiento singular.
Por otro lado, la clínica enseña que la relación entre el
síntoma y el fantasma no es siempre la misma, sino que
trasciende el campo de las neurosis. De este modo, ¿qué
ocurre cuando el fantasma no hace lazo con el Otro en la

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psicosis? Y en el autismo, donde no hay fantasma, ¿qué
sucede con el goce? ¿Qué ocurre con la pulsión en los
síntomas contemporáneos donde el fantasma no se
articula con el falo? En la infancia, ¿cómo se constituye
el fantasma? Y en la adolescencia, ¿cómo se articula el
fantasma con el falo?

Más allá del fantasma


La «verdad sin esperanza»[5]indica para Lacan que no
hay en el Otro ningún significante que pueda responder
por el ser del sujeto; se trata de una verdad que se
presenta en el inconsciente sin rostro, cerrada. El falo,
«significante escondido»[6] del que el Otro no dispone,
orienta al deseo pero nada del goce se resuelve bajo esta
solución.
Cuando el gran secreto del psicoanálisis es formulado
por Lacan como no hay Otro del Otro, se emprende otro
camino: aligerar el peso del sujeto tradicional como aquel
que se subjetiviza a sí mismo indefinidamente y pasar a
reducir la falta significante a la dignidad de la letra. La
interpretación entonces no apunta a la revelación de una
verdad escondida sino que es una operación de
desarticulación: la de extraer el goce presente en el
objeto a del fantasma y a nivel de la pulsión.
«Un análisis que dura pide atravesar el estancamiento»[7]
es un decir sutil de J.-A. Miller acerca de la implicancia
de esta experiencia, se trata de un desinvestimiento
libidinal bajo la construcción de una ficción que la
transferencia posibilita y que se conoce como
inconsciente. De este modo, «que lo real y el fantasma se
acoplen»[8] indica que la realidad se constituye por él y
que es interpretada desde ahí. Hacia allí se dirige la

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experiencia de un psicoanálisis que se enreda en la
contingencia de un real que no cesa de no escribirse.

Del objeto fantasmático al sinthome


La última enseñanza de Lacan produce un
desplazamiento que va del valor de goce del fantasma al
goce coagulado en el síntoma. Dicho movimiento se
produce a partir de la elaboración de la diferencia entre
el goce condensado por el objeto a -formulable en
términos de sentido y reductible al axioma fundamental
del fantasma- y el goce que escapa a dicha captura ya
que se presenta deslocalizado, sin imagen ni significación
alguna. El movimiento que va del
objeto a al sinthome implica el franqueamiento de la
barrera del sentido y el encuentro con la sustancia de
goce que afecta al cuerpo hablante. Por consiguiente, la
elaboración lacaniana de la «sustancia gozante»[9]
permite situar la presencia de un goce no negativizable y
el sinthome es el modo singular de arreglarse con el
mismo.
De esta manera, el análisis constituye una experiencia
subjetiva que implica dos planos. Por un lado, la
construcción del fantasma y el goce-sentido; por el otro,
la experiencia del síntoma y su goce opaco. Mientras que
el fantasma es una defensa para evitar lo real, resolver el
síntoma es captar su goce fuera de sentido a los fines de
disminuir su displacer y obtener algún arreglo posible de
satisfacción.
Llamamos sinthome al desplazamiento conceptual que
va del síntoma como metáfora al acontecimiento de
cuerpo, marca del traumatismo. Un fin del análisis
conlleva situar lo que muta y lo que no cambia en el
programa de goce en su doble perspectiva.

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Lacan afirma que «los psicoanalistas son los sabios de un
saber acerca del cual no pueden conversar»[10]. No
obstante, los analistas se reúnen y se dan cita para
hablar de ese saber. Por eso mismo, estas Jornadas nos
convocan a un esfuerzo mayor para transmitir aquello de
lo que no podemos conversar, lo más íntimo de nuestra
experiencia del psicoanálisis.
Queridos colegas, qué mejor que el hallazgo del decir de
Lacan sobre lo inalcanzable de una trasmisión: «Lamento
no poder leerles toda esta escena, pero háganlo y con la
pluma en la mano, como se hace en la Escuela»[11].
Hacer Escuela, cada uno con su propia escritura, ¡es una
de las XXVI invitaciones de la EOL!

NOTAS
1. Lacan, J., Prefacio a la edición inglesa del Seminario 11
en Otros Escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012, p.601
2. Lacan, J. El Seminario 19 … o peor, Paidós, Buenos Aires,
2012, p. 49.
3. Lacan, J., Del psicoanálisis en sus relaciones con la realidad
en Otros escritos, Paidós, Buenos Aires, 2012
4. Lacan, J., El Seminario 19, … o peor, óp. cit., p. 111
5. Lacan, J., El Seminario 6, El deseo y su
interpretación,Paidós, Bs. As., 2014 p. 332
6. Ibíd. anterior
7. Miller, J.-A., Sutilezas analíticas, Paidós, Bs. As., 2011, p.
114
8. Lacan, J., El Seminario 25, El momento de concluir, clase 20
de diciembre 1977. Inédito
9. Lacan, J., El Seminario 20, Aun, Paidós, Buenos Aires,
1985, pp. 30-35
10. Lacan, J., Del psicoanálisis en sus relaciones con la
realidad, óp. cit., p. 379
11. Lacan, J., El Seminario 6, óp. cit., p. 311

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