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¿Qué es la materia (física)?

Según el enfoque de la física, la materia no es más que cualquier sustancia dotada de masa
propia y capaz de ocupar un espacio en un momento determinado. Todos los objetos físicos
están, pues, compuestos de materia, lo cual equivale a decir que están compuestos de
átomos, las unidades mínimas e indivisibles de la materia, o en algunos casos particulares,
por elementos subatómicos como protones o electrones (la materia fermiónica, materia
bosónica, etc.).

La noción de materia dentro del campo de la física se ha definido y redefinido a lo largo de


los siglos, desde la antigüedad en que por primera vez surgió la noción de los átomos, hasta
los tiempos de Sir Isaac Newton y, mucho más recientemente, los de Albert Einstein. En
ese sentido, el descubrimiento de la materia subatómica y la inauguración de la física de
partículas ha sido el evento más revolucionario del campo a la hora de pensar en la materia.

Por ende, la definición inicial de materia que dimos fue suficiente para las ramas clásicas
de la física, pero resulta problemática dentro del campo de la mecánica cuántica, donde las
nociones de “masa” y “espacio” son mucho más complicadas. Quizá por eso sea preferible
definir la materia como el resultado de las reacciones y de las propiedades de unos
componentes básicos, o sea, de los átomos.

Características de la materia en la física

Como se ha dicho antes, de la materia se espera que tenga ciertas propiedades específicas, como
son la masa y el volumen, o sea, que ocupen siempre una región del espacio-tiempo determinada.
Esto significa que la materia posee propiedades medibles, como son las proporciones (longitud,
anchura, altura), la densidad, el peso, la dureza, la fluidez, la maleabilidad, y un enorme etcétera.
Conocer la materia es comprender justamente sus propiedades físicas, distintas radicalmente a las
de, por ejemplo, la energía.

Por otro lado, la materia debe estar en alguno de los estados o fases conocidos, de acuerdo a la
distribución y agrupación de sus partículas. Esto nos da esencialmente materia sólida, líquida y
gaseosa, aunque también plasmática (gaseosa ionizada) u otras formas más complejas de la
materia que en campos avanzados de la física se han logrado, o simplemente se teorizan.
Tal es el caso de la antimateria, por ejemplo, que vendría a ser la materia compuesta por
antipartículas, o sea, formas atómicas de signo contrario al de la materia ordinaria, que al entrar
en contacto con esta última ocasiona su aniquilación mutua.

Estados de la materia

Existen tres estados principales de la materia, de acuerdo a la física: el sólido, el líquido y el gaseoso,
aunque haya también otros menos frecuentes, como el plasmático o como los condensados
fermiónicos, reproducibles únicamente en laboratorio. Cada estado físico posee características
distintas y se debe a la juntura o lejanía de las partículas de una sustancia.

Sólidos. La materia en estado sólido posee partículas muy, muy juntas, presas de fuerzas de
atracción muy intensas. Por ello se comportan como un cuerpo único, con gran cohesión, densidad
y una forma constante. Presentan resistencia a la fragmentación y memoria de forma, o sea, tienden
a permanecer iguales a sí mismos. Además, tienen baja o nula fluidez, no pueden comprimirse, y
cuando se los rompe o fragmenta, se obtiene de ellos otros sólidos de menor tamaño.

Líquidos. Las partículas de la materia líquida siguen unidas por fuerzas de atracción, pero esta vez
mucho más débiles y menos ordenadas que las de los sólidos. Por eso los líquidos carecen de forma
fija y estable, así como de cohesión y resistencia, por lo que adquieren la forma del envase que los
contenga. Tienen una gran fluidez (pueden introducirse por espacios pequeños) y una tensión
superficial que hace que se adhieran a las superficies; son poco compresibles y, con la excepción del
agua, suelen contraerse en presencia de frío.

Gases. En el caso de la materia gaseosa, sus partículas se encuentran en un estado de dispersión y


de alejamiento tal, que a duras penas logran mantenerse juntas del todo, ya que la fuerza de
atracción entre ellas es débil, manteniéndolas en un estado de desorden. Esto ocasiona, por
ejemplo, que respondan muy poco a la gravedad y ocupen un volumen mucho mayor que los
líquidos y los sólidos, ya que tienden a expandirse hasta ocupar la totalidad del espacio que los
contiene. Carecen de forma y volumen fijos, y en ocasiones son incoloros y/o inodoros.

La materia puede transformarse de un estado a otro diferente, solamente con alterar las
condiciones de temperatura y presión a las que se encuentra. Sus propiedades químicas, sin
embargo, seguirán siendo las mismas.

Estructura de la materia
Toda la materia conocida está compuesta por unidades indivisibles y submicroscópicas, llamadas
átomos. Los átomos pueden ser de distinto tipo, según los elementos químicos conocidos y
expresados en la Tabla Periódica, y se diferencian entre sí a raíz de sus propiedades, pero también
de su composición, ya que todos los átomos están compuestos por el mismo tipo de partículas
subatómicas:

Electrones. Dotados de carga negativa y pequeño tamaño, estas partículas orbitan el núcleo del
átomo en un conjunto de trayectorias llamadas orbitales, con mayor o menor cantidad de energía
de acuerdo a su cercanía o su lejanía con el núcleo.

Protones. Dotados de carga positiva y de mayor tamaño, se encuentran en el núcleo del átomo,
constituyendo la parte principal de su masa y de su peso.

Neutrones. Sin carga eléctrica alguna, se hallan en el núcleo del átomo junto a los protones,
aportando masa y peso al átomo aunque no influya en su electromagnetismo.

Los fundadores del atomismo, trataron de resolver la cuestión afirmando que el átomo es eterno e
indestructible, es el ser, la existencia misma y que todas las cosas existen solamente porque están
compuestas de átomos. La antítesis del "ser" y el "no ser" en la filosofía de Parménides queda
secularizada en la antítesis de lo ""lleno" y lo "vacío". El ser como el átomo es indestructibles.

El "vacío" hace posible la posición y el movimiento, produce propiedades en el átomo, mientras que
el "ser" escasamente puede tener otra propiedad que no sea la de la existencia.

Pero aquí es donde nos enfrentamos al gran escollo. Si el vacío hace posible la posición y el
movimiento de los átomos, entonces estos poseen propiedades espaciales; luego no puede
entenderse porque no haya de ser divisible. "Su divisibilidad viene a ser una propiedad física, más
bien que fundamental". (Heisen- berg, W., Ley Nwal y Estructura & la Materia).

En los confines de la materia nos encontramos con este irresoluto problema. Sin solución desde el
punto de vista atomista, resuelto desde la perspectiva plat6nica. Este replanteamiento platónico lo
enfocaremos enseguida.

No solo la característica de indivisibilidad del átomo me interesa analizar aquí. Otra cualidad que los
atomistas atribuyen a los átomos es la "homogeneidad".
El planteamiento que hicieron Demócrito y Leucipo en tomo al átomo es estrictamente racional y
cientifista. El complemento de ese enfoque no se deja ver. Ese complemento debió haber sido "lo
metafísico".

Esto, que llamamos "lo metafísico, se encuentra tan s610 en la "actitud" que los llevó sin saberlo,
tal vez a establecer cimientes de lo que a la postre sería la base para el estudio de la estructura de
la materia. Pero en el análisis mismo, en el desglose del problema en cuestión, hicieron caso omiso
de eso que no es más que la continuación profunda de la ciencia: la metafísica. De ahí las irresolutas
contradicciones en que incurrieron.

Ya hemos visto una de ellas, y que resumo con las palabras de Heisenberg: "Su divisibilidad (de los
átomos) viene a ser una propiedad física más bien que fundamental".

En cuanto a la homogeneidad de esas diminutas partidas digamos lo siguiente: se dice de un todo


que es homogéneo cuando sus partes de extensión espacial o de duración temporal tienen la misma
cualidad.

Esta cuestión, de la homogeneidad de los átomos, puede ser interpretada de dos manera diferentes.
Por una parte, el átomo es homogéneo en relación con los demás, y por otra, es homogéneo "en
sí''.

Los pocos textos que se conservan de los fundadores del sistema atomista no establecen en cuál
de los dos sentidos se habla de "homogeneidad". Desde el punto de vista de las fuentes, no hay luz
sobre el asunto.

Si se habla de la homogeneidad del átomo en relación con los demás (pluralidad) la postura es
coherente y no hay trascendencia a nivel de contradicción.

Si por el contrario, se interpreta la homogeneidad del átomo como homogéneo en sí, nos
enfrentamos a un problema.

Hemos dicho antes que los átomos tienen extensión, volumen y peso. Es decir, son cuerpos reales,
tangibles, si se quiere. En una palabra son 0Ucosas'*. Es fácil deducir de lo anterior que son finitos,
puesto que son cosas, en casi la misma medida que lo es la pluma con que escribo ahora. Y de lo
finito no se puede predicarla homogeneidad en sí.

Recordemos que un todo es homogéneo cuando sus partes de extensión espacial tienen la misma
cualidad. En una "esferita" absolutamente minúscula y absolutamen- te finita sus partes de
extensión espacial no tienen la misma cualidad. Aquellas que disten más del límite, serán
cualitativamente distintas de aquellas que más se aproximen. De ahí el impedimento de que los
átomos sean homogéneos en sí.

Este es el mismo problema que se plantea al estudiar el Ser de Pwénides. Este Ser panneneico es un
Ser-ente, un Ser-cosa. Se trata de un ser real-existente y particular. Es finito espacialmente aunque
sea infinito temporalmente. Y por ser finito espacialmente, no puede ser homogéneo, como lo
afirmó Parménides.

Hasta aquí hemos analizado los átomos como un producto del "choque" del Vacío con el Ser. Este
"choque" claro está ileva implícita la idea de movimiento.

El movimiento natural de los átomos es rectilíneo. Al moverse en el espacio vacío chocan entre sí y
dan origen a los compuestos, es decir, a las "cosas" o realidad circundante.

Los cuerpos se constituyen entonces por agregación de los átomos y se destruyen por su
disgregación. Lo que diferenciará un cuerpo de otro será la forma, orden y posición de los átomos.

Para ilustrar este aspecto Aristóteles empleaba las letras del alfabeto: A y N se distinguen por su
figura; las letras AN y NA por su orden, y las letras H e 1 por su posición (Aristbteles, Me@sica, 1 4:
985 b 4).

La finalidad en el sistema atomista no existe. El movimiento, los choques, las agrupaciones y


separaciones de los átomos están regidos por una ley fatal que obra ciegamente.

No existe el azar, todo sucede por necesidad en virtud de un movimiento puramente mecánico.
"Nada sucede sin razón, sino todo por razón y por necesidad". Wucipo)

Han dado a luz, a la realidad. Sus primeros principios son los átomos con todo lo que de grandeza
tienen y con todos los defectos e incoherencias en que inrwriercm al formular el sistema.
Veremos ahora cómo Platón, de mentalidad profundamente metafísica, aborda el problema de la
estructura de la materia, desde otro punto de vista: el punto de vista matemático.

EL REPLANTEAMIENTO PLATONICO

Demócnto y Leucipo, así como Empédocles, incmieron en el mismo error.

Los atomistas, intentaron llegar a las partes amas de la materia y se encontraron con que éstas son
los dtomos. Pero estos átomos como vimos anterior- mente son entes físicos, seres reales, en una
palabra "cosas". O sea, se define la estructura de la materia a partir de algo que es igualmente
material: el átomo.

Om tanto sucedió a Empédocles quien a partir & los cuatro elementos, agua, aire, fuego y tierra
intentó deducir toda la realidad material. Sin embargo, esos elementos básicos son tan
materiales como la realidad material en cuál es el fundamento en esos elementos y nunca partir
de ellos.

Platón probablemente se percató de esto. Es así como para explicar el fundamento primerísiio de
la estructura de la materia parte de lo no material, de lo inextem y de lo inespacial.

Este punto de partida será el "punto matemático". En efecto "el punto" que es una idea o una
relación pem que no lo encontramos en el cúmulo de entes que nos rodean. Ese "punto" que
constituye "la línea", poseedora esta de una sola dimensión.

A partir de la lfnea (punto de escom) -nos explica Plat6n en el Tirneo, que ha sido llamado por
Brunschvicg "novela física", se forma el triángulo. De estos a su vez se deriva toda la realidad.

Flatón recurre a los tres tipos de triángulos: isósceles, escaleno y equiiátero. Este úitimo
comesponde a la tercera especie de triángulos, procede del segundo, como veremos enseguida.

Entre los triángulos escalenos hay uno significativamente especiai, el más bello, lo llama Platón: Este
es aquel cuya hipotenusa es el doble del lado menor:
Es el más "bello" porque unido a otro igual da origen a la tercera especie de triángulos: la especie
de los triángulos equiláteros:

A pesar de esto, Platón prefirió construir el triángulo equildtero en vimid del concepto de simetría.
Recuerdese la importancia de esta noción en el pensamiento griego.

~i punto cenm es un punto simetnco. Según se una esta superficie obtenemos los sólidos regulares.
El triángulo escaleno explica la estructura del fuego, del aire y del agua de la siguiente manera:

Fuego: 4 equiláteros 24 escalenos

Aire: 8 equiláteros 48 escalenos

Agua: 20 equilateros 120 escalenos

El elemento tierna está formado de seis cuadrados básicos, Cstos formados de vienticuatro
triángulos elementales isósceles.
S610 los elementos, hechos a base de los triángulos escalenos, pueden transmu- tme unos en otros.
El elemento tierra no se transmuta ya que los triángulos isósceles, s61o pueden dar origen a
cuadrados básicos.

Hemos visto, como Platón retoma los cuatro elementos de Ernpédocles y da una explicación de
cómo se forman.

Empédocles habfa dado por finalizada su visión retrospectiva de la naturaleza al detenerse en los
cuatro elementos básicos. A partir de eilos se da todo lo dem h... pero no se da razón de eilos
mismos.

Plat6n ileva más allá el análisis y lo detiene, o lo que es lo mismo, parte del punto matemático.

Plat6n se ocupó de los problemas suscitados por Leucipo y Demócrito e incluso aceptó la idea de las
unidades de materia más pequeñas, pero criticó vehementemente la tendencia de esa filosofía a
considerar los átomos como la base misha de la existencia, como los únicos objetos materialmente
existentes.

Los átomos de Platón no eran originalmente cuerpos materiales, sino formas geométricas, los
cuerpos regulares del matemático. Estos cuelpos eran, de acuerdo con el punto de partida de su
filosofía, de algún modo, las ideas subyacentes a la esauctura de la materia y caracterizadoras del
comportamiento físico de los elemen- tos, a los cuales pertenecían.

Todo lo anterior concuerda plenamente con el tema central de la fdosofla de Plat6n. La estructura
fundamental en los fenómenos no la revelan los objetos materiales, como los átomos
democritianos, sino las "formas", las "ideas", que determinan a los objetos matexiales. Las ideas son
más fundamentales que los objetos.

Pero examinemos que sentido tiene hablar de formas, ideas, o estructuras geomCtricas, como
fundamento o principio de la Naturaleza. Y es que desde un punto de vista racional resulta más
asequible la idea de que la realidad nos ofrece, en última instancia, los llamados átomos y que Cstos
son pequeííísimos e invisibles.
Sin embargo, hoy sabemos que el átomo reúne en sí partículas aún más pequefías que se conocen
con el nombre de protones, neutrones y electrones. Ya no es el átomo la realidad Última. Existen
los protones, neutrones y electrones que de ninguna manera -sin embargo- vienen a sustituir al
átomo. No son, Cstos, tampoco, el fundamento de la realidad.

Ese fundamento sed el sentido platónico que hemos expuesto.

La cuestión de la existencia de los átomos guarda una remota semejanza formal, con la cuestión
matemática de la existencia de la raíz cuadrada de -1.

Aunque la matemática elemental enseña que entre los números naturales no existe tal raíz
cuadrada, los enunciados matemáticos más importantes, sólo adquieren su forma más sencilla
cuando se murre a ella, introduciCndola a modo de un nuevo símbolo, y en esta medida queda
fundamentada su existencia por tales enunciados.

Análogamente, las experiencias de física actual, nos enseiian que no existen átomos como simples
objetos corpóreos, pero que s6lo introduciendo el concepto de átomo, es posible formular con
sencillez las relaciones que determinan todos los procesos físicos y químicos.

Es por esto que Wemer Heisenberg nos dice: la Física le ha dado la raz6n a Platón

EL PUNTO DE VISTA ACTUAL: W. HEISENBERG

Las unidades más pequeñas de la materia no son, de hecho, objetos fisicos en el sentido ordinario;
son formas, ideas que pueden ser expresadas de manera inequivoca, sólo en el lenguaje
matemático.

Tanto Demócrito como matón abrigmn la esperanza común de que a travCs de las unidades más
pequeñas de materia nos acercamos a lo "UNO, al principio unificador que rige el universo.
Dificilmente puede olvidarse la búsqueda de ese principio. Hoy, aún no sabemos cuál es.

Pero si sabemos que el atomismo democritiano no satisface nuestra inquietud. No es el átomo de


Demócrito el principio unificador, lo uno.
Platon, por su parte, estaba convencido de que este principio @a expresarse y comprenderse
solamente en términos matemáticos.

Tuvo razón al creer que en el meollo de la naturaleza encontramos en último témino, simetrías
matemáticas. Es cierto que sus simetrías no eran del todo correctas, pero no podría esperarse que,
careciendo de todos los detalles empiricos, pudiera hallar las respuestas comtas en los detalles.

Tal vez el mayor acierto de Platon -y en general de los filósofos antiguos- fue que se plantearon las
preguntas correctas.

Wemer Heisenberg se ha declarado "a favor del idealismo platónico y en contra del materialismo".

Esta elección la ha hecho quizá basado en el conocimiento de que la partícula elemental indivisible
de la ffsica moderna, no posee la propiedad de llenar el espacio en mayor medida que otras
propiedades, como el color y la solidez.

No es por su naturaleza, una forma material, en el espacio y en el tiempo, sino tan solo en cierto
modo un simbolo, con el cual adquieren las leyes de la naturaleza una forma sencilla.

La teoría at6mica de la física moderna se distingue esencialmente de la atomf tica antigua, en que
ya no admite un desmllo o interpretación que se traduzca en una ingenua imagen materialista del
mundo, pues los átomos no son ya formas corp6reas en sentido riguroso. Está justificado decir que
la teoría moderna encarna con mayor pureza que la antigua, la idea fundamental de la atomística.
Hablando de precontrato, en este se puede subrayar la existencia de un contrato, siendo el objetivo
principal de este la obligación de las partes para concluir un contrato futuro.

También este tipo de contratos tienen efectos, el cual se puede señalar lo siguiente;

1- De acuerdo al resultado del precontrato se estipula la obligación.


2- En el precontrato se le debe dar fiel cumplimiento a los requisitos exigidos para todo
contrato, pudiendo ser bilateral o unilateral, para efectos de cumplimiento en ambos casos
y de acuerdo a la obligación del futuro contrato este recae sobre una de las partes o entre
ambas.
3- Por otro lado, el que está obligado deberá concurrir en el proceso de adquisición en virtud
de los fines propuestos, o llamado de otro modo la conclusión del contrato final, en este se
tiene implicaciones directamente el derecho que poseen ambas partes para la exigencia de
la prestación requerida para que se pueda lograr.

En cónsona con lo antes expuesto, se puede afirmar que los contratos definitivos se
fundamentan proporcionalmente del precontrato, siendo esta la obligatoriedad de hacer las
voluntades de las partes para concluir el contrato definitivo. Sin menoscabo que este mismo
produce al mismo tiempo la extinción del contrato preliminar y emerge el contrato definitivo.

Afirmando así que la obligación de contratar nace directamente del precontrato, y ello equivale ni
mas ni meno que una obligación de hacer, el cual es (la manifestación de la voluntad, para la
conclusión del contrato definitivo), que al cumplirse producirá, a su vez la extinción del contrato
preliminar y hace nacer el contrato definitivo.

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