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Comentario al Salmo 110 ¡Jesucristo, Nuestro Rey y Sacerdote para Siempre!

Por Julio César Clavijo Sierra


© 2019. Todos los Derechos Reservados

El Salmo 110 es claramente mesiánico, y profetiza la entronización de Jesucristo como el Hijo de


David, el heredero legítimo sobre el reinado de justicia que tendrá como sede la ciudad de
Jerusalén y se extenderá por todo el mundo. También profetiza el ministerio del hombre Jesucristo
como nuestro sacerdote mediador, que intercede por nosotros ante Dios.

Para obtener una panorámica completa de esta porción de la Escritura, citaré este Salmo tal como
aparece en el Antiguo Testamento Interlineal Hebreo-Español de la Editorial Clie, cuyo texto
hebreo es de la Biblia Hebraica Stuttgartensia.

“(1) Salmo de David. Oráculo de Yahweh a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que haga a tus
enemigos estrado para tus pies. (2) (El) cetro de tu poder enviará Yahweh desde Sión: Domina en
medio de tus enemigos. (3) Tu pueblo (será) ofrecimientos voluntarios en el día de tu ejército; en
esplendores de santidad, desde el seno de (la) aurora; tuyo (es el) rocío de tu juventud. (4) Ha
jurado Yahweh y no se arrepentirá: Tú (eres) sacerdote para siempre según (el) orden de
Melquisedec. (5) El Señor (está) a tu diestra; quebrantó en el día de su ira reyes. (6) Juzgará entre
las naciones; llenó (el suelo) de cadáveres, quebrantó cabeza(s) sobre territorio extenso. (7) Del
arroyo en el camino beberá; por tanto, levantará (la) cabeza”. [1]

Versículo 1. “Salmo de David. Oráculo de Yahweh a mi Señor: Siéntate a mi diestra, hasta que
haga a tus enemigos estrado para tus pies”.

La expresión “Oráculo de Yahweh”, con la que inicia el Salmo, demuestra claramente que se trata
de algo que ocurrirá en el futuro. La palabra hebrea para oráculo es neúm, que según el
léxico Brown–Driver–Briggs, tiene estos significados:
“1. Anuncio, declaración, revelación del profeta en estado de éxtasis… hablando con voz
profética...
2. Antes de los nombres divinos… anuncio, declaración de (profeta que cita la palabra divina dada
a través de él)”. [2]

Aunque David es el portavoz humano, la palabra es de Yahvé, por lo cual éste oráculo profético
obtiene todo el respaldo y la autoridad de Dios quien siempre es fiel a su Palabra. Este oráculo (o
palabra profética) de Yahvé, es dirigido hacia el futuro Señor/Rey Mesías, el hombre de la diestra
de Dios, el hijo de hombre que Dios afirmó (Salmo 80:17) para reinar con poder sobre su creación
(Salmo 8:6). La palabra hebrea que en el versículo 1 se traduce Señor es Adón, que significa
gobernador, soberano, controlador, amo, dueño, señor. [3] En el Antiguo Testamento, este
término se aplica a los hombres que ejercen poder (por ejemplo Génesis 31:35; 42:10; Éxodo
21:5), y pocas veces a Dios (por ejemplo Josué 3:11, Jueces 13:8). Por el contexto en que el apóstol
Pedro citó al Salmo 110 durante el día de Pentecostés, podemos entender que Adón se está
refiriendo a la condición humana de Cristo.

“Pero [el patriarca David] siendo profeta, y sabiendo que con juramento Dios le había jurado
que de su descendencia, en cuanto a la carne, levantaría al Cristo para que se sentase en su
trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades,
ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos. Así
que, exaltado por la diestra de Dios, y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo,
ha derramado esto que vosotros veis y oís. Porque David no subió a los cielos; pero él mismo dice:
Dijo el Señor [Yahvé] a mi Señor [Adón]: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por
estrado de tus pies. Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este Jesús a quien
vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor [Adón] y Cristo” (Hechos 2:30-35).

Esto nos indica que el cumplimiento de la profecía del Salmo 110, comenzó cuando el hombre
Cristo Jesús resucitó venciendo a la muerte y ascendió a los cielos para ser hecho Señor/Adón y
Cristo. Debido a su resurrección, el hombre Jesucristo también fue declarado Hijo de Dios con
poder.

“Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el evangelio de Dios, que Él
había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca de su Hijo, nuestro Señor
Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado Hijo de Dios con
poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos” (Romanos 1:1-4).

Lo anterior nos indica que Jesús como Hijo, nunca había poseído el poder y el señorío que recibió
después de resucitar ascendiendo a los cielos. Jesús fue Hijo desde su engendramiento en la virgen
María (Mateo 1:20-21, Lucas 1:35), pero solo fue Hijo de Dios con poder, cuando resucitó con su
cuerpo glorificado.

“Siéntate a mi diestra” es una metáfora sobre el Hijo, el hombre Jesucristo, el varón de la diestra
de Dios (Salmo 80:17), que significa: “toma una posición de honor y autoridad” rigiendo con el
poder de Dios, en razón a tu victoria sobre el pecado en la cruz del Calvario y por tu resurrección
gloriosa. Como Dios es el Espíritu omnipresente, Él no tiene ningún lado derecho corporal. La
“diestra de Dios” es una expresión figurada que significa la fuerza, el poder, la autoridad o la
majestad de Dios. Por ejemplo, el pueblo de Israel no fue el que derrotó a los egipcios sino la
diestra y el brazo de Yahvé (Salmo 44:3), lo que significa que el poder y la fuerza de Dios fueron los
que le dieron la victoria. Además, el pueblo de Israel fue la vid que plantó la diestra de Dios (Salmo
80:8-11, 80:15). La diestra de Dios nos salva (Salmo 17:7, 98:1), nos ayuda (Isaías 41:10), nos
sustenta (Salmo 18:35, Isaías 41:10), nos sostiene (Salmo 63:8), nos oye desde los cielos y nos da la
victoria (Salmo 20:6). En un sentido más específico, Jesucristo es la diestra y el brazo de Dios
manifestado (Isaías 53:1), y por eso el Salmo 118 hablando proféticamente acerca de la victoria
que Jesucristo logró para sus hijos, dice: “Voz de júbilo y de salvación hay en las tiendas de los
justos; la diestra de Yahvé hace proezas. La diestra de Yahvé es sublime; la diestra de Yahvé hace
valentías. No moriré, sino que viviré, y contaré las obras de Yah” (Salmo 118:15-17). (Para una
exposición más completa sobre la diestra de Dios, vaya a mi artículo titulado La Diestra de Dios,
en http://fe-biblica.blogspot.com/2011/07/la-diestra-de-dios.html).

“Hasta que haga a tus enemigos estrado para tus pies”, es una metáfora que significa que el
hombre Jesucristo aplastará a todos los enemigos que intentaron estorbar el plan de Dios para con
la humanidad. En la antigüedad se tenía la costumbre de que el vencedor ponía el pie en el cuello
del rey o general vencido, como se observa en Josué 10:24. El apóstol Pedro escribió que
Jesucristo resucitado “habiendo subido al cielo está a la diestra de Dios; y a Él están sujetos
ángeles, autoridades y potestades” (1 Pedro 3:22). El apóstol Pablo también escribió que el poder
de la fuerza de Dios “operó en Cristo, resucitándole de los muertos y sentándole a su diestra en los
lugares celestiales, sobre todo principado y autoridad y poder y señorío, y sobre todo nombre que
se nombra, no sólo en este siglo, sino también en el venidero; y sometió todas las cosas bajo sus
pies, y lo dio por cabeza sobre todas las cosas a la iglesia, la cual es su cuerpo, la plenitud de Aquel
que todo lo llena en todo” (Efesios 1:19-23). Sin embargo, el escritor a los Hebreos nos dice que
“todavía no vemos que [a Jesucristo] todas las cosas le sean sujetas” (Hebreos 2:8). El apóstol
Pablo nos indica que la sujeción completa de todas las cosas a Cristo, se dará cuando sea destruido
el último enemigo, que es la muerte (1 Corintios 15:26), y entonces la obra de Jesucristo como
Hijo, como el varón perfecto (Efesios 4:13) que fue preordinado para derrotar a los enemigos de
Dios para con la humanidad, llegará a su plenitud para que Dios sea todo en todos.

Hay un punto adicional que tiene que ser tratado, y es que por medio de esta profecía, Jesucristo
reclamó que el Mesías es más que un simple hombre. Según la antigua cultura oriental, un padre
era considerado superior a sus descendientes. Era bien sabido que el Mesías debía ser Hijo (o
descendiente) de David, por lo cual Jesucristo preguntó a los escribas y fariseos: -“Si David mismo
le llama Señor [a Cristo], ¿cómo, pues, es su Hijo?”- (Ver Mateo 22:41-46; Marcos 12:35-37; Lucas
20:41-44). Esta paradoja solo puede resolverse cuando uno comprende que el Mesías es Dios
mismo manifestado en la carne.

La herejía trinitaria comete una gran arbitrariedad al torcer la profecía del Salmo 110:1, para
inventar que dicha porción está hablando de dos “personas divinas y distintas” que hablaban entre
sí desde la eternidad, ignorando que la profecía se refiere a un tiempo futuro cuando el Hombre
Cristo vencerá. Los trinitarios también han dicho que el texto está hablando de “dos Señores
divinos”, cuando en realidad en el hebreo se distingue bien entre Yahvé (el único Señor divino) y
Adón (el único Señor divino manifestado en la carne como un Señor -o Rey- humano que gobierna
con justicia entre los hombres).

Versículo 2. “(El) cetro de tu poder enviará Yahweh desde Sión: Domina en medio de tus
enemigos”.

En el oráculo divino se profetiza que el Rey Mesías gobernará desde la ciudad de Jerusalén (o
Sion), sobre un reino que se extenderá sobre toda la tierra. Jesucristo vendrá otra vez a la tierra,
pero no en humillación como la primera vez, sino glorioso. Cuando en el juicio, el sumo sacerdote
sometió a Jesucristo a juramento para que les dijera si Él era el Cristo, el Hijo de Dios, “Jesús le
dijo: Tú lo has dicho; y además os digo, que desde ahora veréis al Hijo del Hombre sentado a la
diestra del poder de Dios, y viniendo en las nubes del cielo” (Mateo 26:64). El ángel Gabriel
profetizó que a Jesucristo, Dios le dará el trono de David su padre -en cuanto a la carne- (Lucas
1:32).

Cuando Jesucristo vuelva a la tierra, derrotará al Anticristo (o la Bestia), y también a los reyes de la
tierra que se reunieron para pelear del lado del Anticristo (Apocalipsis 19:11-21). Entonces
empezará un tiempo al que el libro de Apocalipsis llama los mil años (o Milenio), y durante todo
ese tiempo Satanás estará atado en el abismo (Apocalipsis 20:1-3). Aunque habrá alguna
resistencia, Jesucristo dominará sobre sus enemigos.

“Acontecerá en lo postrero de los tiempos, que será confirmado el monte de la casa de Yahvé
como cabeza de los montes, y será exaltado sobre los collados, y correrán a Él todas las naciones.
Y vendrán muchos pueblos, y dirán: Venid, y subamos al monte de Yahvé, a la casa del Dios de
Jacob; y nos enseñará sus caminos, y caminaremos por sus sendas. Porque de Sion saldrá la ley, y
de Jerusalén la palabra de Yahvé. Y juzgará entre las naciones, y reprenderá a muchos pueblos; y
volverán sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra
nación, ni se adiestrarán más para la guerra”. (Isaías 2:2-4. Ver también Miqueas 4:1-5).

Cuando los mil años se cumplan, Satanás será suelto, y engañará a un gran número de personas,
pero Jesucristo los vencerá y arrojará a Satanás al Lago de Fuego y Azufre (Apocalipsis 20:7-10). De
igual manera Jesucristo juzgará a todos los hombres, “Y el que no se halló inscrito en el libro de la
vida fue lanzado al Lago de Fuego” (Apocalipsis 20:15).

Entonces aparecerán “un cielo nuevo y una tierra nueva; porque el primer cielo y la primera tierra
pasaron, y el mar ya no existía más” (Apocalipsis 21:1. Ver también Isaías 65:17). En ese paraíso
recuperado, se establecerá una ciudad que se llamará La Nueva Jerusalén, desde donde Cristo
reinará para siempre sobre los vencedores (2 Pedro 1:10-11), los que fueron salvos por la obra de
Jesucristo (Apocalipsis 21:24). “No entrará en ella ninguna cosa inmunda, o que hace abominación
y mentira, sino solamente los que están inscritos en el libro de la vida del Cordero” (Apocalipsis
21:27). Dios prometió: “Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo; y nunca más se
oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor” (Isaías 65:19). Habrá un solo trono que será conocido
como el trono de Dios y del Cordero (Apocalipsis 22:3), pues todos los que estén presentes allí,
entenderán que Jesucristo es el único Dios manifestado en la carne, y que donde se sienta el
Cordero se sienta Dios mismo en la manera en la cual Él determinó estar con nosotros para
siempre. Dios y el Cordero son uno y el mismo, y por eso la Biblia habla de un solo trono, de un
solo rostro y de un solo nombre para Dios y el Cordero, y dice que sus siervos le (en singular)
servirán (Apocalipsis 22:3-4). En la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21:2) no habrá necesidad de una
construcción que sirva como templo (o tabernáculo), “porque el Señor Dios Todopoderoso es el
templo de ella, y el Cordero” (Apocalipsis 21:22. Ver también 21:3).

Versículo 3. “Tu pueblo (será) ofrecimientos voluntarios en el día de tu ejército; en esplendores


de santidad, desde el seno de (la) aurora; tuyo (es el) rocío de tu juventud”.

Cuando el Señor Jesucristo convoque a su ejército, su pueblo se le ofrecerá de manera voluntaria y


de buena gana. El ejército de Jesucristo se vestirá con esplendor de santidad.

Así como el rocío se renueva cada día desde el amanecer, así se renueva permanentemente la
vitalidad y la fuerza del Mesías, porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida (Juan 14:6). Y nosotros
no nos apartaremos de Él, vida nos dará e invocaremos su nombre (Salmo 80:18).

Versículo 4. “Ha jurado Yahweh y no se arrepentirá: Tú (eres) sacerdote para siempre según (el)
orden de Melquisedec”.

En el oráculo del Salmo 110, Yahvé declaró con juramento inquebrantable, y no va a romper su
promesa ni va a cambiar de parecer, que el Hombre Cristo será sacerdote para siempre según el
orden de Melquisedec.

El Señor Jesucristo, para poder ser nuestro sumo sacerdote, tiene que ser verdadera y
completamente un hombre. “Porque todo sumo sacerdote tomado de entre los hombres, es
constituido a favor de los hombres en lo que a Dios se refiere, para que presente ofrendas y
sacrificios por los pecados”. (Hebreos 5:1). “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y
sangre, Él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el
imperio de la muerte, esto es, al diablo… Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos,
para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los
pecados del pueblo. Pues en cuanto Él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer
a los que son tentados”. (Hebreos 2:14-18). El hombre Cristo, es el resplandor de la gloria del
Padre y la imagen misma de la sustancia del Padre, porque Él es Dios Padre manifestado en la
carne. En su condición de hombre sacerdote, efectuó la purificación de nuestros pecados y se
sentó a la diestra de la majestad, como el varón de la diestra de Dios (Salmo 80:17). “El cual,
siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las
cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por
medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas” (Hebreos 1:3). “El punto
principal de lo que venimos diciendo es que tenemos tal sumo sacerdote, el cual se sentó a la
diestra del trono de la Majestad en los cielos” (Hebreos 8:1).

Al decir que Jesucristo es nuestro sumo sacerdote según el orden de Melquisedec, se está
declarando que el sacerdocio de la tribu de Leví tendría un fin. Jesús, pudo llegar a ser nuestro
sumo sacerdote perpetuo, no en razón a su genealogía, sino al poder de la vida indestructible que
tomó tras su resurrección, a fin de que pudiera interceder para siempre a favor de nosotros como
el varón perfecto (Efesios 4:13). De manera que Jesús puso fin al sacerdocio levítico, y al cambiar
el sacerdocio hubo también cambio de ley (Hebreos 7:11-28), por lo cual se quitó de en medio el
antiguo pacto de la ley de Moisés, y se estableció un mejor pacto establecido sobre mejores
promesas, que es conocido también como el pacto de la gracia (ver Gálatas 5:4, Hebreos 12:15).
(Para una exposición más completa sobre Melquisedec, vaya a mi artículo titulado El Misterio de
Melquisedec, Rey de Salem y Sacerdote del Dios Altísimo, en http://fe-
biblica.blogspot.com/2017/05/el-misterio-de-melquisedec-rey-de-salem.html).

Como sumo sacerdote, Jesucristo ofreció un solo sacrificio que fue la ofrenda de su cuerpo y de su
sangre sin pecado, y esta perfecta ofrenda efectúa la remisión de los pecados, por lo que no se
requiere de más sacrificios.

“En esa voluntad somos santificados mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez
para siempre. Y ciertamente todo sacerdote está día tras día ministrando y ofreciendo muchas
veces los mismos sacrificios, que nunca pueden quitar los pecados; pero Cristo, habiendo ofrecido
una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios, de ahí
en adelante esperando hasta que sus enemigos sean puestos por estrado de sus pies; porque con
una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados. Y nos atestigua lo mismo el
Espíritu Santo; porque después de haber dicho: Este es el pacto que haré con ellos después de
aquellos días, dice el Señor: Pondré mis leyes en sus corazones, y en sus mentes las escribiré,
añade: Y nunca más me acordaré de sus pecados y transgresiones. Pues donde hay remisión de
éstos, no hay más ofrenda por el pecado. Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el
Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que Él nos abrió a través
del velo, esto es, de su carne, y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, acerquémonos
con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y
lavados los cuerpos con agua pura. Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra
esperanza, porque fiel es el que prometió” (Hebreos 10:10-23).

“…pero ahora, en la consumación de los siglos, [Cristo] se presentó una vez para siempre por el
sacrificio de sí mismo para quitar de en medio el pecado. Y de la manera que está establecido
para los hombres que mueran una sola vez, y después de esto el juicio, así también Cristo fue
ofrecido una sola vez para llevar los pecados de muchos; y aparecerá por segunda vez, sin
relación con el pecado, para salvar a los que le esperan” (Hebreos 9:26-28).

En su ministerio de sumo sacerdote, Jesucristo es nuestro Paráclito (abogado/intercesor) ante el


Padre, y el único mediador entre Dios y los hombres. Al igual que 1 Timoteo 2:5-6 dice que “hay un
solo Dios, y un solo mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre, el cual se dio a sí
mismo en rescate por todos”, así mismo el Salmo 110 dice que hay un solo Yahvé (el Padre) y un
solo Señor/Sacerdote humano (el Hijo). Jesucristo puede “salvar perpetuamente a los que por Él
se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos” (Hebreos 7:25). El sacerdocio de
Jesús es el sacerdocio superior y permanente que los hombres necesitábamos. Por lo cual
debemos poner “los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto
delante de Él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios”
(Hebreos 12:2).

“¿Quién acusará a los escogidos de Dios? Dios es el que justifica. ¿Quién es el que condenará?
Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios,
el que también intercede por nosotros” (Romanos 8:33-34).

“Si, pues, habéis resucitado con Cristo, buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la
diestra de Dios. Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra. Porque habéis muerto,
y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando Cristo, vuestra vida, se manifieste,
entonces vosotros también seréis manifestados con Él en gloria” (Colosenses 3:1-4).

Versículos 5-7. “(5) El Señor (está) a tu diestra; quebrantó en el día de su ira reyes. (6) Juzgará
entre las naciones; llenó (el suelo) de cadáveres, quebrantó cabeza(s) sobre territorio extenso.
(7) Del arroyo en el camino beberá; por tanto, levantará (la) cabeza”.

Los versículos 5-7, retoman el tema de Jesucristo como el Adón humano, el Rey de reyes y Señor
de señores (1 Timoteo 6:14-16; Apocalipsis 17:14), que en el día de su ira hará pedazos a los reyes
y al resto de los hombres que se le opongan, y dictará sentencia contra las naciones emitiendo un
justo juicio.

Sin embargo, 1 Timoteo 6:14-16, nos aclara que el Rey humano Jesucristo, es el mismo Dios
manifestado en carne, pues la aparición del hombre Jesucristo glorificado, mostrará al único Dios
invisible en la forma en la que Él ha decidido hacerse visible ante nosotros, que es en la faz (o
rostro) de Jesucristo.

“que guardes el mandamiento sin mácula ni reprensión, hasta la aparición de nuestro Señor
Jesucristo, la cual a su tiempo mostrará el bienaventurado y solo Soberano, Rey de reyes, y Señor
de señores, el único que tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de los
hombres ha visto ni puede ver, al cual sea la honra y el imperio sempiterno. Amén” (1 Timoteo
6:14-16).

“Porque Dios, que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que resplandeció en
nuestros corazones, para iluminación del conocimiento de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo”
(2 Corintios 4:6).

La victoria del Adón humano Jesucristo está asegurada, porque Adonay (el Padre) está a su diestra,
lo que significa que Dios el Padre (Adonay) protege al Hijo/Adón y siempre lo ayudará para
alcanzar el triunfo. El Salmo 16 habla proféticamente de una oración que hizo Jesucristo hombre, y
que dice: “A Yahvé he puesto siempre delante de mí; porque está a mi diestra, no seré conmovido.
Se alegró por tanto mi corazón, y se gozó mi alma; mi carne también reposará confiadamente;
porque no dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción. Me mostrarás la
senda de la vida; en tu presencia hay plenitud de gozo; delicias a tu diestra para siempre.” (Salmo
16:8-11; comparar con Hechos 2:22-28).

El versículo 7 dice que durante el día de su ira, el Adón/Rey/Señor Jesucristo, beberá agua de un
arroyo que se encontrará en el camino, y saldrá vencedor.

Referencias:

[1] Antiguo Testamento Interlineal Hebreo-Español. Tomo III – Libros Históricos II y Libros
Poéticos. © 1997, Editorial Clie, págs. 701-702. (El texto hebreo es de la Biblia Hebraica
Stuttgartensia, conocida como Biblia de Stuttgart).
[2] Brown–Driver–Briggs. A Hebrew and English Lexicon of the Old Testament. Versión en Línea.
https://bibliaparalela.com/hebrew/5002.htm
[3] James Strong. Nueva Concordancia Exhaustiva de Strong. © 2002 Editorial Caribe, Inc. #H113,
Adón.

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