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Comentario a Hebreos 1:1-3.

Jesucristo es Superior a los Profetas

Por Julio César Clavijo Sierra

© 2019, Todos los Derechos Reservados

Introducción

La carta a Los Hebreos es identificada como una “palabra de exhortación” (13:22), que alienta a
sus lectores a retener firmes hasta el fin la confianza en Cristo (3:6) y proseguir adelante hacia la
perfección (6:1) sin dejarse llevar de doctrinas diversas y extrañas (13:9). Para esto, el escritor a
Los Hebreos demuestra la superioridad de Cristo sobre los profetas, sobre los ángeles, sobre
Moisés a quien Dios dio el Pacto de la Ley, sobre Aarón y el sacerdocio de su linaje, y en definitiva
la superioridad del Nuevo Pacto sobre el Antiguo Pacto, ya que el Nuevo Pacto está basado en el
sacrificio y la exaltación de Cristo. Jesucristo es superior a todo lo anterior, porque Él es Dios
mismo hecho visible como un Hijo (un hombre perfecto) en la carne.

En los versículos de Hebreos 1:1-3, el tema principal es que el Hijo Jesucristo es superior a todos
los profetas. En gran parte de este escrito, he tomado como referencia al escritor unicitario Daniel
Segraves, en su libro Comentario a Hebreos, Cosas Mejores.

El Hijo Jesucristo es Superior a Todos los Profetas

Dice en la versión Reina Valera 60, “1 Dios, habiendo hablado muchas veces y de muchas maneras
en otro tiempo a los padres por los profetas, 2 en estos postreros días nos ha hablado por el Hijo”.

La carta comienza contrastando a la revelación que Dios dio bajo el tiempo del Antiguo Pacto o
Antiguo testamento, con la revelación que Dios nos ha dado en estos días finales (o postreros días)
en el Hijo, en Jesucristo. Esto marca el discurso de toda la carta a Los Hebreos, al enseñarnos que
aun cuando la revelación del “otro tiempo” (es decir del Antiguo Testamento) provino de Dios y
fue maravillosa, dicha revelación es inferior a todas las cosas que caracterizan al Nuevo Pacto en
Jesucristo nuestro Señor.

Cuando el versículo 1 dice que Dios solo nos habló por el Hijo hasta estos días finales, y contrasta a
la revelación definitiva en el Hijo con la comunicación previa que Dios dio a través de los profetas,
está descartando de plano al trinitarismo y al arrianismo. El trinitarismo inventa que un supuesto
“Dios Hijo” coigual y coeterno al Dios Padre, habló desde la eternidad y durante los tiempos del
Antiguo Testamento. Por su parte, el arrianismo inventa que un supuesto “dios Hijo” de naturaleza
menor al Dios Padre, habló desde que fue creado en un tiempo anterior a la creación de todas las
otras cosas, y que también habló en los tiempos del Antiguo Testamento. En contraste a estas
doctrinas extrabíblicas, la Biblia dice que Dios solo habló por el Hijo hasta estos días finales.

Aunque Dios habló en el Antiguo Testamento “muchas veces” y de “muchas maneras” a través de
muchos profetas, su revelación definitiva esperó hasta la venida de Jesucristo. Cada palabra que
Dios dio a los profetas, representó una parte de la revelación de Dios, pero su revelación más alta
se dio en el Hijo. Las muchas maneras en las que Dios habló por los profetas, incluyeron los
discursos directos, las promulgaciones a través de actos dramáticos de tipo simbólico, y la
comunicación escrita en una variedad de formas literarias (por ejemplo historia, poesía, parábola,
apocalíptico).

En el Hijo, Dios resolvió hablar en estos postreros o últimos días, lo cual significa que aparte de la
revelación de Jesucristo que se halla en el Nuevo Testamento, no hay ninguna revelación más
avanzada por venir. El Hijo contó con el derecho exclusivo de impartir la más grande y mejor
revelación. Solo conoceremos más, cuando entremos con nuestros cuerpos gloriosos en el Reino
Eterno de nuestro Señor Jesucristo, que sucederá cuando venga lo perfecto y lo que es en parte se
acabe (ver 1 Corintios 13:10).

Esto sepulta de manera definitiva a cualquier pretensión de ciertos sujetos que se han identificado
a sí mismos como los profetas del tiempo del fin, que han aparecido con supuestas nuevas
revelaciones, tales como Mahoma el supuesto profeta del Islam, José Smith el supuesto profeta de
los mormones, Charles Taze Russell el supuesto profeta de los llamados “Testigos de Jehová”,
Elena G. de White la supuesta profetiza de los adventistas, William M. Branham el supuesto
profeta y séptimo ángel de los branhamitas, o a los muchas dogmas extrabíblicos del catolicismo
romano tales como la herejía de la trinidad, el culto a los muertos, el purgatorio, la salvación por el
pago de indulgencias, el culto a las imágenes y a los santos, etc.

En Hechos capítulo 3, el apóstol Pedro presentó a Jesucristo como el profeta anunciado por
Moisés para el tiempo del fin, indicando que no debían poner sus ojos en él (o sea en Pedro) y en
Juan, como si ellos por su propio poder o autoridad hubieran hecho andar al cojo que se sentaba a
pedir limosna en la puerta del templo llamada La Hermosa. Pedro dijo que el cojo fue sanado en el
nombre de Jesús (3:16), que Cristo fue anunciado por todos los profetas (3:18), y en los versículos
22 y 23 dijo: “22 Porque Moisés dijo a los padres: El Señor vuestro Dios os levantará profeta de
entre vuestros hermanos, como a mí; a él oiréis en todas las cosas que os hable; 23 y toda alma
que no oiga a aquel profeta, será desarraigada del pueblo”. Toda persona que no oiga a Jesús
como el profeta final, no tendrá parte en el pueblo de Dios. Durante la transfiguración del Hijo, el
Dios Padre dijo: “Este es mi Hijo amado, en quien tengo complacencia; a Él oíd” (Mateo 17:5). El
Hijo mismo también dijo: “Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino
que el Padre que mora en mí, Él hace las obras” (Juan 14:10). Jesús se identificó como el profeta,
cuando dijo de sí mismo que ningún profeta es acepto en su propia tierra (Lucas 4:24) y también
cuando hablando de su muerte dijo: “Sin embargo, es necesario que hoy y mañana y pasado
mañana siga mi camino; porque no es posible que un profeta muera fuera de Jerusalén.
¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas, y apedreas a los que te son enviados!” (Lucas
13:33-34).

Aunque los profetas y el Hijo son descritos como portavoces de Dios, la superioridad del mensaje
entregado a través del Hijo, se establece por la propia identidad del Hijo, que se expone en los
versículos 2 y 3, cuando se dice:

“…a quien [Dios] constituyó heredero de todo, y por quien asimismo hizo el universo; 3 el cual,
siendo el resplandor de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las
cosas con la palabra de su poder, habiendo efectuado la purificación de nuestros pecados por
medio de sí mismo, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas”.

Aquí se aprecian siete características de Jesucristo, que ampliaré en el resto de mi exposición.


Estas son: (1°) El Hijo es el heredero y por tanto el propietario legítimo de todas las cosas creadas,
(2°) El Hijo es la razón por la cual el Dios Padre hizo el universo, (3°) El Hijo es el resplandor de la
gloria del Dios Padre, (4°) El Hijo es la imagen exacta de la sustancia, persona o ser de Dios Padre,
(5°) El Hijo es el que sostiene todas las cosas creadas por medio de su poderosa palabra, (6°) El
Hijo efectuó la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, y (7°) El Hijo ahora reina
con toda autoridad.

(1°) El Hijo es el Heredero y por Tanto el Propietario Legítimo de Todas las Cosas Creadas

Dios quiso que todos los seres humanos en cabeza del primer hombre Adán, poseyeran su
creación. Pero al pecar, Adán fue descalificado y a la vez descalificó a toda la humanidad para
mantener esta bendición de Dios. Pero el Hijo al ser el postrer Adán (1 Corintios 15:45), el varón
perfecto (Efesios 4:13), ha revertido los efectos dañinos del pecado de Adán y ha podido recibir
como herencia toda la creación de Dios Padre, al punto de que Hebreos 2:6-9 dice que el Hijo ha
sido coronado de gloria y de honra y ha sido puesto sobre todo lo creado, que consiste en las
obras de las manos del Padre. La buena noticia para los creyentes en el Hijo, en ese varón
perfecto, en ese postrer Adán, es que nosotros al ser también hijos de Dios, somos herederos de
Dios y coherederos con Cristo (Romanos 8:17). Esto quiere decir que todo lo que le pertenece
legítimamente a Cristo por ser el primogénito entre muchos hermanos (Romanos 8:29), también le
pertenece legítimamente a aquellos que están en Cristo, y que al ser hermanos de Cristo son hijos
de Dios (Hebreos 2:11-12).

La presentación del Hijo como el hombre que heredó la creación de Dios, elimina tajantemente al
trinitarismo y al arrianismo. Ambas posiciones aseguran que Dios el Padre tuvo a un cocreador
junto a Él, que se trataba de un supuesto “Dios Hijo” coigual y coeterno en el caso del trinitarismo,
y de un “dios Hijo” creado u “obrero maestro” en el caso de arrianismo, pero el escritor a los
Hebreos desmiente ambas posiciones al presentar al Padre como el único Creador y al decir que el
Hijo, el postrer Adán, el varón perfecto, fue puesto sobre todas las obras de las manos del Padre.
Cuando ambas posiciones, el trinitarismo y el arrianismo hablan de algún cocreador junto al Dios
Padre, demuestran su aborrecimiento por la Escritura que solo habla de Dios Padre como el único
Creador (Ver Deuteronomio 32:6; Nehemías 9:6; Job 9:8-10; Salmo 19:1, 33:6-9, 100:3, 121:1-2,
148:1-5; Proverbios 3:19; Isaías 37:16, 40:28, 44:24, 45:11-12, 45:18, 64:8, 66:1-2; Jeremías 10:10-
16, 27:4-5; Malaquías 2:10; 1 Corintios 8:6; Efesios 3:9; 1 Timoteo 4:4; Hebreos 11:3; Apocalipsis
4:10-11). Además si el supuesto “Dios Hijo” coeterno del trinitarismo, o el supuesto “dios Hijo”
creado u “obrero maestro” del arrianismo, hubiera sido el creador, entonces la creación ya le
pertenecía y por lo tanto no tenía por qué recibirla como herencia de nadie, siendo que él ya era
su dueño.

(2°) El Hijo es la Razón por la Cual el Dios Padre Hizo el Universo

Hebreos 1:2, nos enseña que el Dios Padre es el único Creador del universo, y que todo este
universo fue creado en razón a que Dios vio en su presciencia al Hijo, al postrer Adán como
heredero de todo (ver 1 Corintios 15), junto con un grupo de hombres santos que también serían
hijos de Dios y coherederos con Cristo (ver Romanos 8:17, 8:29; Efesios 2:10). Por esto el versículo
2 dice del Hijo: “y por quien asimismo hizo el universo”, o también que “mediante el cual hizo el
universo”.

El fracaso de Adán fue visto por Dios en su presciencia, pero también el triunfo de Cristo, y esa fue
la razón por la cual el único Dios Padre decidió crearlo todo. Dios en su presciencia vio la caída de
su creación, pero a la vez la restauración de la creación en un paraíso permanente en los cielos
nuevos y la tierra nueva donde mora la justicia (2 Pedro 3:13).

El hecho de que el futuro Hijo humano sea la razón por la cual Dios hizo el universo, excluye de
ipso facto al trinitarismo y al arrianismo con sus ideas extrabíblicas de un supuesto cocreador
junto al Padre. En el punto número 1 (El Hijo es el Heredero y por Tanto el Propietario Legítimo de
Todas las Cosas) se proporcionaron abundantes citas bíblicas que muestran explícitamente que el
Dios Padre es el único Creador de todo lo que existe y que nadie le ayudó a crear.

(3°) El Hijo es el Resplandor de la Gloria del Dios Padre

Jesucristo es realmente Dios mismo brillando o resplandeciendo en el mundo. En el Antiguo


Testamento, la palabra para gloria es chekiná, que tiene que ver con la gloria visible de Dios que se
le apareció a Israel en varias ocasiones. (Ver por ejemplo Éxodo 16:10 y 1 Reyes 8:11). En el Nuevo
Testamento, la palabra griega que traduce gloria es dóxa.

Jesucristo es el Señor de gloria (Santiago 2:1), porque Jesús es la manifestación visible del Dios
invisible. Dado que Dios no dará su gloria a otro (Isaías 42:8), entonces el Hijo Jesucristo es el
mismo Dios Padre en la forma de un Niño o Hijo que nos fue dado para brillar en el mundo a fin de
que el pueblo que estaba en tinieblas y en sombra de muerte, viera resplandecer la luz de Dios en
la faz de Jesucristo (ver Isaías 9:1-6 y 2 Corintios 4:6).

El hecho de que el Hijo sea el resplandor de la gloria de Dios Padre, descarta de tajo al trinitarismo,
pues si fuera cierto que el Hijo se trata de una persona divina coigual y distinta, entonces el Hijo
debería reflejar su propia gloria en lugar de reflejar solamente la gloria del Dios Padre. Esto
también descarta al arrianismo y al unitarismo (en sus variantes adopcionistas, ebionitas y
socinianas), pues dichas doctrinas extrabíblicas sostienen que el Dios Padre le dio su gloria a otro,
a un “Hijo” que es una simple criatura y nada más, negando así lo que enseña Isaías 42:8.

(4°) El Hijo es la Imagen Exacta de la Sustancia, Persona o Ser de Dios Padre

La palabra griega que en el versículo 1:3 traduce “imagen misma”, “imagen exacta” o
“representación exacta” es jaraktér. De otro lado, la palabra griega que traduce “sustancia”,
“persona” o “ser” es jupóstasis, lo cual revela que el Hijo Jesucristo es la representación exacta de
la persona, el ser o la sustancia de Dios Padre en la carne como un ser humano perfecto. Él es la
imagen, la representación visible del Dios Padre invisible (Colosenses 1:15); y como a Dios Padre
nadie lo ha podido ver jamás en su gloria máxima, entonces el Hijo que es Dios manifestado en la
carne lo ha dado a conocer (Juan 1:18). La verdadera identidad del Hijo, es que Él es Emanuel, el
propio Dios Padre con nosotros como un verdadero hombre entre los hombres.

El escritor unicitario Steven Ritchie, en el capítulo 1 de su obra titulada El Caso de la Teologia de la


Unicidad, citó al profesor Barry Smith, de la Universidad Bautista del Atlántico, que en una
exégesis a Hebreos 1:3 escribió:

“La palabra griega jaraktér puede significar la impresión literal de algo, aquello que corresponde al
molde. En relación con esto, se puede referir a LA IMPRESIÓN DE UN ORIGINAL. Esto es
confirmado por una inscripción hallada en una estatua de Antíoco I de Comagene, que dice: 'la
imagen exacta de mi forma' (jaraktêra morphês emes)”.

Luego, el hermano Ritchie dice que “Aquí podemos ver que los antiguos griegos, usaban a menudo
la palabra “jaraktér” como una “imagen exacta”, tal como la estatua de una única persona
humana. Esto significa que Jesús es la exacta imagen visible de la sustancia invisible (esencia del
ser) del Padre... la imagen exacta de la sustancia del Padre invisible como una persona humana
visible”.

Jesús es Emanuel, Dios Padre con nosotros como un hombre total y completo, o “completamente
humano en todos los sentidos” como lo dice la versión inglesa New International Version en
Hebreos 2:17. El Hijo es Dios el Padre representado o hecho visible como un ser humano que
reproduce la propia identidad o sustancia del Padre en la forma y condición de un hombre (ver
Filipenses 2:6-8).

La revelación del Hijo como la imagen o representación exacta de la persona del Padre, destruye
de plano al trinitarismo, al arrianismo y al unitarismo (en sus variantes adopcionistas, ebionitas y
socinianas), ya que el Hijo dijo: “el que me ha visto a mí ha visto al Padre” (Juan 14:9) pero nunca
dijo “el que me ha visto a mí ha visto al 'Dios Hijo coigual'”, “el que me ha visto a mí ha visto al
'dios Hijo creado'”, “el que me ha visto a mí ha visto al ser humano adoptado”, “el que me ha visto
a mí ha visto al ser humano que es solo un profeta y nada más”, o “el que me ha visto a mí ha visto
solamente a una criatura humana que nació milagrosamente de María”.

(5°) El Hijo es el Que Sostiene Todas las Cosas Creadas por Medio de su Poderosa Palabra
Dado que Jesús es el único Dios Padre manifestado en la carne como un hombre, por esa misma
razón al ser el único Dios, toda la plenitud de la deidad (es decir cada aspecto de la esencia de
Dios) habita continuamente de manera corporal en Jesús (Colosenses 2:9). Es en ese sentido que
podemos decir que en su deidad, Jesús sostiene todas las cosas, o como también lo dice
Colosenses 1:17 que “Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten” o “forman
un todo coherente”.

El Hijo no es solo la causa sino también el propósito de la creación. Sin el plan de Dios que Él hizo
de antemano en el futuro Niño que nos sería nacido y en el Hijo que nos sería dado (Isaías 9:6), en
ese plan que Él hizo en el postrer Adán (1 corintios 15:45), nada de lo creado hubiera sido llevado
a cabo, y sin Cristo Jesús nada de lo creado podría seguir existiendo.

(6°) El Hijo Efectuó la Purificación de Nuestros Pecados por Medio de Sí Mismo

El propósito de la manifestación de Dios en carne, fue que “el Hijo del hombre viniera a buscar y a
salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). El sacrificio del Hijo, el varón perfecto y sin pecado,
derribó el muro que separaba a Dios y a los hombres. “Al que no cometió pecado alguno, por
nosotros Dios lo trató como pecador, para que en Él recibiéramos la justicia de Dios” (2 Corintios
5:21 - NVI).

Cualquier sugerencia de que Dios requiere algo aparte de la sangre de Jesús para quitar el pecado
humano es herejía del peor tipo. La virtud expiatoria de la sangre de Jesús es de un valor infinito
porque su muerte no consistió en la muerte de un simple hombre, sino en la muerte de Emanuel,
o sea de Dios el Padre con nosotros en la condición de un hombre.

El escritor unicitario William Chalfant, en su obra Una Crítica de la Teología de los Escritores
Bíblicos, escribió:

“Si Jesucristo no es el Dios Todopoderoso (Dios el Padre), entonces Él no es capaz de salvarnos


(pero Él lo es). De otro lado, si Jesús de Nazaret no es el verdadero Hijo de María y un ser humano
genuino, descendiente de David y Abraham, entonces Él no puede ser nuestro Redentor y nuestro
sacrificio por los pecados. Negar su divinidad maravillosa (como Dios el Padre), es robarle su gloria
legítima. De otro lado, negar su verdadera humanidad es robarnos nuestro sacrificio de sangre,
que fue colgado en nuestro lugar en la antigua cruz rugosa. Si Él no es uno de nosotros, entonces
no tenemos un verdadero Mediador. 1 Timoteo 2.5 dice: “Porque hay un solo Dios, y un solo
mediador entre Dios y los hombres, Jesucristo hombre (antropos)”. Si Él no fuera verdadero
antropos y verdadero Dios, entonces nuestra fe sería vana, pero no es vana porque Él estuvo en mi
lugar”.

(7°) El Hijo Ahora Reina con Toda Autoridad

Después de que el Hijo fue crucificado en la cruz del calvario, resucitó al tercer día y ascendió
victorioso a los cielos, para “sentarse a la diestra de la Majestad en las alturas”. “La diestra de
Dios”, o como se nombra aquí “diestra de la Majestad”, es un antropomorfismo (o sea una
referencia a Dios atribuyéndole características humanas para que nosotros podamos entender),
que indica que el Hijo recibió todo poder y autoridad de parte de Dios arriba en el cielo y abajo en
la tierra (ver Mateo 28:18). Así como la gran mayoría de los hombres pueden hacer las cosas con
su mano derecha, así Dios pudo dar salvación a la humanidad a través del Hijo, quien es el varón
de la diestra de Dios, el Hijo de hombre que Dios afirmó para sí (ver el Salmo 80:17). “Sentarse”, es
una expresión metafórica que indica que con su exaltación el Hijo reveló su obra completa, tal
como lo expresa la versión de La Biblia Amplificada. Los sacerdotes de la clase de Aarón siempre
estaban ofreciendo año tras año los mismos sacrificios que nunca podían quitar los pecados
(Hebreos 10:11), pero el sacrificio de Cristo fue ofrecido una sola vez y para siempre (Hebreos
9:28), porque se trató del sacrificio del verdadero Cordero de Dios que quita el pecado del mundo
(Juan 1:29).

Esto demuestra el cumplimiento de la profecía mesiánica del Salmo 110, que en la versión de la
Biblia Hebraica Stuttgartensia dice: “Salmo de David. Oráculo de Yahweh a mi Adón: Siéntate a mi
diestra, hasta que haga a tus enemigos estrado para tus pies”. La palabra hebrea para “oráculo”,
que en la versión Reina Valera 60 aparece como “Dijo”, es neúm, que según el léxico Brown–
Driver–Briggs, significa: “anuncio, declaración de profeta en estado de éxtasis, que cita la palabra
divina dada a través de él”. Yahvé Dios anunció acerca del futuro Mesías, que éste sería el Adón de
los redimidos. Según la Concordancia Exhaustiva de Strong, Adón significa “gobernador, soberano,
controlador, amo, dueño, señor”.

Citando a la profecía del Salmo 110, el apóstol Pedro dijo que el patriarca David “siendo profeta y
sabiendo que con juramento Dios le había jurado que de su descendencia, en cuanto a la carne,
levantaría al Cristo para que se sentase en su trono, viéndolo antes, habló de la resurrección de
Cristo, que su alma no fue dejada en el Hades, ni su carne vio corrupción. A este Jesús resucitó
Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos… Porque David no subió a los cielos; pero él mismo
dice: Dijo el Señor [Yahvé] a mi Señor [Adón]: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus
enemigos por estrado de tus pies. Sepa, pues, ciertísimamente toda la casa de Israel, que a este
Jesús a quien vosotros crucificasteis, Dios le ha hecho Señor [Adón] y Cristo” (Ver Hechos 2:30-32).
Esto nos indica que el cumplimiento de la profecía del Salmo 110, comenzó cuando el hombre
Cristo Jesús resucitó venciendo a la muerte y ascendió a los cielos para ser hecho Señor/Adón y
Cristo. Debido a su resurrección, el hombre Jesucristo también fue declarado Hijo de Dios con
poder.

Romanos 1:1-4, dice: “Pablo, siervo de Jesucristo, llamado a ser apóstol, apartado para el
evangelio de Dios, que Él había prometido antes por sus profetas en las santas Escrituras, acerca
de su Hijo, nuestro Señor Jesucristo, que era del linaje de David según la carne, que fue declarado
Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos”.

Lo anterior nos indica que Jesús como Hijo, nunca había poseído el poder y el señorío que recibió
después de resucitar ascendiendo a los cielos. Jesús fue Hijo desde su engendramiento en la virgen
María (Mateo 1:20-21, Lucas 1:35), pero solo fue Hijo de Dios con poder, cuando resucitó con su
cuerpo glorificado.

A través de su actual reinado, El Hijo Jesucristo, el varón de la diestra de Dios, está logrando la
sujeción completa de todos los enemigos de Dios, pues Él debe reinar hasta que haya puesto a
todos sus enemigos bajo sus pies, y el último enemigo que será destruido es la muerte (1 Corintios
15:25-26). Esto no implica que llegará algún momento en que Cristo ya no reinará, o que la
manifestación de Dios en carne terminará en algún momento, sino que simplemente indica que
Cristo debe reinar hasta que haya sometido a todos sus enemigos. Cuando el Hijo haya cumplido
todo lo que Dios Padre se propuso por medio de la encarnación en éste varón, es decir cuando el
pecado y los efectos del pecado hayan sido eliminados, entonces Dios será todo en todos (1
Corintios 15:28), lo que indica que durante toda la eternidad, en los cielos nuevos y en la tierra
nueva, todos los redimidos reconoceremos a Jesucristo no solo como el Hijo o varón perfecto, sino
también como al Dios Padre mismo manifestado en un cuerpo humano glorificado en medio de
nosotros. Esta es la razón por la cual Apocalipsis 22:3-4 habla de un solo trono para Dios y el
Cordero, de un solo rostro para Dios y el Cordero, de un solo nombre para Dios y el Cordero, y dice
en singular que sus siervos le servirán a Dios y el Cordero, porque Dios y el Cordero son uno y el
mismo.

La presentación de Jesús como el varón, o el hombre de la diestra de Dios según el Salmo 80:17,
destruye al trinitarismo que inventa que el Hijo es una persona divina coigual sentada
eternamente a un supuesto lado derecho de Dios el Padre. También destruye toda idea arriana
que inventa que un supuesto dios Hijo creado, se ha sentado a un supuesto lado derecho del
Padre antes y después de su encarnación.
La clara presentación del Salmo 110 como una profecía u oráculo de Yavhé para el futuro Mesías,
reflejada claramente como una palabra profética ya cumplida en Hechos 2:30-32 y Hebreos 1:3,
sepulta toda imaginación trinitaria que enseña que dos supuestos “Señores divinos” han hablado
entre sí desde toda la eternidad intercambiando pensamientos y opiniones, lo cual no es nada más
que un politeísmo disfrazado. En realidad, en el texto hebreo del Salmo 110, se distingue bien
entre Yahvé (el único Señor divino) y Adón (el único Señor divino manifestado en la carne como un
Señor -o Rey- humano que gobierna con justicia entre los hombres).

Para más información acerca del reinado del Hombre Jesús a la diestra de Dios, los invito a que
lean mi artículo titulado: “Comentario al Salmo 110 ¡Jesucristo, Nuestro Rey y Sacerdote para
Siempre!”, que se encuentra publicado en mi blog FE BÍBLICA y del cual también hay un video
publicado en YouTube en mi canal FE BÍBLICA.

Siga este enlace, para ver un video con un completo Comentario a Hebreos Capítulo 1.

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