Sei sulla pagina 1di 12

Retiro para padres de niños de primera comunión

Un día con Jesús, Pan de Vida

SUGERENCIA DE HORARIO:
08:00 Acogida – Bienvenida
• Distribución de grupos
• Explicación de las cosas practicas
08:30 Desayuno
09:00 Dinámica de presentación
09:30 Oración de Inicio (Contemplación, relajación e invocación al Espíritu Santo)
Primer tema: «¿Qué comentaban por el camino?»
09:40 Motivación (15 min)
09:55 Momento personal (30 min)
10:25 Puesta en común (15 min)
10:40 Gesto - Adoración Eucarística (30 min)
11:10 Descanso (10 min)
Segundo tema: “Luego se puso a explicarles todos los pasajes de las Escrituras que hablaban de él”
11:20 Motivación (15 min)
11:35 Momento personal (30 min)
12:05 Puesta en común (15 min)
12:20 Gesto - Adoración Eucarística (30 min)
12:50 Descanso (10 min)
13:00 Almuerzo
Tercer momento de oración: “Jesús entró, para quedarse con ellos”
14:00 Motivación (15 min)
14:15 Momento personal (30 min) – Tiempo para la Confesión
14:45 Puesta en común (15 min)
15:00 Gesto - Adoración Eucarística (30 min)
15:30 Descanso (10 min)

Cuarto momento de oración: “Sin esperar más, se pusieron en camino”


15:40 Motivación (15 min)
15:55 Momento personal (30 min) – Tiempo para la Confesión
16:25 Puesta en común (15 min)
16:40 Gesto - Adoración Eucarística (30 min)
17:10 Merienda
17:40 Confesiones - Preparación para la Eucaristía
18:00 Misa
Desarrollo

Dinámica de presentación
Los participantes se sitúan en círculo. El animador explica a los participantes que van a
presentarse a todo el grupo por medio de una pelota que se lanzarán uno a otro. La persona que
reciba la pelota tiene que decir:
• nombre con el que le gusta que le llamen
• porque cosa, circunstancia o persona se siente realmente agradecido
Cuando todos se han presentado el animador lanzará la pelota, pero esta vez el que lance debe
decir su nombre y el nombre de aquel que la reciba, este proceso se repite varias veces hasta
que los nombres de los miembros del grupo se van aprendiendo
Oración de Inicio
Se introduce la oración con una iniciación al silencio y a la contemplación, luego un canto y
oración espontanea pidiendo a Dios que guie y conduzca el retiro, que abra nuestros corazones
a su amor.
Iniciación al silencio y la contemplación
En este momento vamos a silenciarnos…….vamos a silenciar nuestra mente…..nuestro
corazón….nuestro cuerpo……….El ruido, el correr todo el día haciendo cosas, el no parar, nos
hace perder la gracia de entrar en lo profundo de nuestro ser y allí poder
contemplar……..Contemplar a Dios, contemplarnos a nosotros mismos, contemplar la
vida……..contemplar nuestra realidad, así tal y como es………….Nuestra realidad que así tal y como
es, es un don que forma parte de nuestra vida………
En silencio cada uno tome una posición cómoda…Vamos a cerrar los ojos, aunque cueste, aunque
nos incomode o nos dé temor……… abrámonos nuestro corazón a esta experiencia.
Escuchemos la música, tratando de identificar cada sonido que hay en ella……….
Tomamos conciencia de nosotros mismos, de nuestro cuerpo, del lugar que ocupamos y de
nuestra interioridad. Nos disponemos para el encuentro con el Señor en este tiempo de retiro.
Ahora vamos a hacer un signo que repetimos muchas veces en nuestra vida. Pero lo vamos a
hacer de una manera distinta, lo vamos a hacer con mucha reverencia, en el silencio del corazón,
tomando conciencia de cada una de las palabras que pronunciamos y del gesto que realizamos
acompañando esas palabras, Haremos la señal de la cruz … Diremos el nombre de Dios al mismo
tiempo que realizamos el signo de la cruz tocando partes de nuestro cuerpo. Generalmente lo
hacemos en forma mecánica. Al comenzar este retiro queremos salir de esta automatización y
“recuperar” el signo. Por eso vamos a hacerlo con mucha unción, con todo el amor que haya en
nuestro corazón decimos:
En el nombre del Padre…, Y toco mi frente queriendo que los pensamientos desciendan al
corazón.
En el nombre del Hijo…, Y toco sobre mi corazón haciendo un acto de fe en la presencia de
Jesucristo en mi interior. Soy templo de Dios; mi corazón es morada de la Santísima Trinidad;
soy su sagrario viviente. Allí acontece mi unión con Dios.
En el nombre del Espíritu Santo…, Y toco mis hombros, el nacimiento de mis brazos significando
toda mi actividad ahora recogida en este momento de oración.
Con este signo, renovamos nuestra decisión de entregarle nuestro tiempo a Dios dejando que
Él sea en nosotros. Tomo conciencia del lugar en el que estoy y donde estoy sentado. Este
primer momento me trae a mí mismo: Soy yo, y estoy retirado para encontrarme conmigo, con
Dios, con los sueños que Él tiene para mí... Tomo conciencia de con quiénes estoy; aunque
estamos en silencio, cuando oramos con otros, experimentamos la fuerza de la oración en común.
Abrimos nuestros ojos, despacio y en silencio, miramos a todos los que están aquí conmigo, miro
a uno por uno, me tomo el tiempo necesario para mirarlo, y, así en silencio, recibo amorosamente
a todos y cada uno. Cierro mis ojos nuevamente.
Comienzo este retiro, así como estoy, sin tratar de hacer un esfuerzo por estar de otra manera.
Si la molestia me distrae, sencillamente vuelvo otra vez a la presencia de Jesús. Y así me quedo.
Repito en mi interior el nombre de Jesús, simplemente mantengo fija la mirada en lo que no veo,
no escucho, no siento, pero creo que está aquí con nosotros: Dios mismo. Y esta “atención
continua” me va disponiendo al don de la contemplación. Atento a su presencia, repitiendo sólo
el nombre de Jesús. Las distracciones se suceden una y otra vez; son como el fluir de las olas
del mar. Forman parte del “contenido” de mi oración. El volver una y otra vez de las
distracciones a la percepción atenta a la presencia de Jesús, se parece a cavar un gran pozo
con una pequeña pala. Cada ida y vuelta es mi pequeña pala que va cavando más profundo. No
pongo mi mirada en la tierra que saco; no atiendo al montón que se va acumulando al costado;
mantengo fascinado la mirada en la profundidad que voy dando al pozo. Alguien más está cavando
también desde adentro. Es Jesús que también desea este encuentro No importa cuánto tarde.
progresivamente, y gracias al “ir y venir” se va cavando el pozo profundo del encuentro con
Dios. El permanecer así, atentos y receptivos a todo, va abriendo paso a la Realidad que está
más allá de nosotros mismos. Es una Realidad que nos habita y nos trasciende a la vez. Y la
oración nos hace dispuestos y disponibles a recibirla. Y me quedo así, con los ojos cerrados,
despierto a mí mismo y despierto a Dios. Trato de percibir su voz, su amor, el abrazo eterno
en el que me sostiene desde el vientre de mi madre. Percibo como soñó conmigo, con mis ojos,
mi sonrisa. Experimento el amor de padre, de madre que me fue dando a cada paso, aun cuando
muchas veces no me di cuenta. Trato de descubrirlo en mi vida. Miro como caminó conmigo con
mi cruz en su espalda, con cada dolor, en cada decepción, en los momentos en que no
experimente el amor. Disfruto de contemplarlo alegrándose conmigo en cada logro, en cada
obstáculo vencido. Siento cuanto me amó, cuanto me está amando en este momento. Miro mi
vida para encontrarme con su providencia en todo lo que viví, en todo lo que ha puesto en mi
vida, personas acontecimientos….
Me miro como Dios me mira, con amor, con ternura, con aceptación, con un amor que lo sabe
todo y ama, con un amor que lo sabe todo y sabe que lo amo. Con un amor que ve lo bueno que
hay en mí, con un amor que me promete la vida y la vida en abundancia, con un amor que me
promete la alegría, la perfecta alegría que, no está determinada por las circunstancias o la
ausencia de dolor si no que nace del saberme amado profunda e incondicionalmente por Dios.
Siempre y en todo momento. Abandonémonos confiados en El, animémonos a recibir la vida en
abundancia a la que hemos sido llamados
Canto
Lectura bíblica: Lucas 24,13- 35
canto
Oración espontanea.

Primer tema: «¿Qué comentaban por el camino?»


Motivación
 Retomamos Lucas 24, 13-19
 Y luego comenzamos a desarrollar la motivación para la oración personal
- En muchos aspectos nos parecemos a los caminantes de Emaús. ¿En el fondo de nuestro
corazón, también nosotros no estamos también un poco perdidos? La mayoría de
nuestros dolores se pueden resumir en pérdidas, muertes. Hemos perdido tanto. Parece
que tanto sacrificio fuese inútil.
- Nuestras situaciones de muerte se instalan en nuestro corazón. Pérdida de seguridad
por culpa de la violencia; pérdida de la inocencia por culpa del abuso; pérdida de la
amistad por traición; pérdida de amor por abandono; pérdida de los hijos por mil razones;
pérdida de todo por catástrofes naturales o incendios, etc.
- Pero la peor pérdida es la de la fe, que es la pérdida del convencimiento de que nuestra
vida tiene sentido, o que el caminar de nuestra fe es un sacrificio agotador e inservible.
Pero también podemos descubrir que lo perdido lo sentimos como un camino de
acercamiento a Dios.
- A lo largo de nuestra vida nos soñamos siendo personas apreciadas, afortunadas y muy
queridas; queríamos ser generosos, serviciales y abnegados; nos propusimos ser
compasivos, atentos y buenos. Pero algo pasó –y no sabemos bien cómo–hemos perdimos
estos sueños: y resultamos ser personas preocupadas, angustiadas, aferradas a lo que
tenemos e incapaces de hablar con los demás, preocupados del que dirán y de pequeñeces
sin importancia.
- No todos vivimos todas las perdidas por igual, pero es fácil ver cómo están presentes en
nuestra vida. La pregunta clave para nosotros es ¿Qué hacemos con nuestras pérdidas?
Muchas veces nos hacemos los desentendidos, las ocultamos, o tratamos de convencernos
que no es nada o peor aún le echamos la culpa a otros. O nos lamentamos, sí, tenemos que
lamentarlas, llorarlas, contarlas. El dolor que aflora nos ayuda a ver lo frágil que es
nuestra vida. Lo imperfecto que somos. Todo cambia. Pero no sólo quedarse en el lamento,
hay que dar un paso más…
- La Eucaristía es el memorial de la muerte de Cristo, de su entrega. Pero este sacrificio-
muerte es celebrada como origen de la vida, como alimento que se reparte. Porque él se
entregó a sí mismo para el rescate de la humanidad y en su entrega hasta la sangre es
capaz de dar vida. Celebrar la Eucaristía es dejar de quejarnos de lo malo que están
estos tiempos, de lo mala que esta la humanidad. También nosotros celebramos la
Eucaristía y ofrecemos nuestras vidas a favor del reino.
- Cada vez que llegamos a la Eucaristía llegamos con el corazón herido de pérdidas. Como
los discípulos de Emaús. “Nosotros esperábamos…” hemos perdido la esperanza y vino la
muerte. Estamos abatidos.
- El problema de las perdidas es que nos pueden hacer resentidos. Por tantas pérdidas
algunos podrían decir “la vida me ha engañado”, “no tengo futuro” y “tengo que defender
lo poco que tengo”. El resentimiento es de las fuerzas más destructivas, es ira solapada,
escondida.
- Sin embargo, la Eucaristía presenta otra alternativa. La posibilidad de optar por el
agradecimiento. Las lágrimas por nuestros dolores pueden ablandar nuestros
endurecidos corazones y abrirnos a dar gracias.
- Eucaristía significa “Acción de gracias”. Vivir la vida como una eucaristía es vivirla como
un regalo que quiero agradecer. Pero el agradecimiento no es la respuesta más obvia ni
la más fácil ante las pérdidas. Pero la Eucaristía nos puede llevar de la pérdida a
experimentar la vida como un don.
- Así nos acercamos a la Eucaristía: mezclados entre desesperación y esperanza. Cuando
estamos de verdad en lo profundo de nuestro corazón, descubrimos por debajo de
nuestra falta de fe, un ansia de amor, de unidad y de comunión.
Momento personal
 Elijo un lugar y me dispongo para unos minutos de encuentro con el Señor. Relajo el
cuerpo, respiro hondo.
 Hago la señal de la cruz.
 Pido esta oración:
Te pido Señor que me ayudes a descubrir a tu Hijo Jesús en la Eucaristía,
para poder presentarle mis dolores y pérdidas.

1. Leo el texto de Lucas 24, 13-19 Dejo que mi corazón vibre con estas palabras. Lo leo
cuantas veces sea necesario.
2. Me pregunto:
 Al disponerme para celebrar la Eucaristía ¿Qué llevo para celebrar? ¿Qué le presento al
Señor?
 ¿Cuáles son mis mayores pérdidas?
 Frente a ellas: ¿me quejo amargamente o son fuentes de esperanza?
 ¿De qué manera me ayuda la Eucaristía en los sufrimientos? Recuerda uno en particular
3. Después de todo lo orado en este momento ¿Qué le digo al Señor? Escribo en la tarjetita
que me entregaron mis pérdidas. Mis situaciones de muerte
4. Termino rezando un Padrenuestro y un Ave María.
5. Concluyo este tiempo de oración, dejando 5 minutos para revisar y anotar los frutos de
este tiempo de oración.
 ¿Logré conectarme con el Señor?, ¿Estuve muy inquieto(a)? ¿Cuál es la razón?
 ¿Qué cosas me ayudaron y Qué cosas me dificultaron la oración?
 ¿Qué ha pasado en mí? ¿qué sucedió en mi mundo interior?
Puesta en común
-Compartimos lo que deseemos de nuestro momento personal de oración, con la conciencia de
que lo que compartimos alimenta la vida de los hermanos.
Adoración Eucarística
-Canto
-Gesto: Invitamos a los participantes a dejar a los pies de Jesús Eucaristía, en su corazón, sus
pérdidas, sus situaciones de muerte, para que Él las transforme en esperanza, en fuente de
gracia, en vida abundante. Luego continuamos con la adoración

Segundo tema: “Luego se puso a explicarles todos los pasajes de las


Escrituras que hablaban de Él”
Motivación
 Retomamos Lucas 24, 13-27.
 Y luego comenzamos a desarrollar la motivación para la oración personal
 Mientras los caminantes se lamentan de lo perdido, Jesús se les acerca, pero no lo
reconocen. Ya no son dos son tres. Les pregunta ¿Qué van conversando por el camino?
Les parece sorprendente e irritante: ¡Eres el único que no sabe! Pero le cuentan su
pérdida. Al menos hay alguien que le interesa su historia de desilusión, tristeza y
desconcierto.
 Pero se provoca un cambio, Jesús comienza a hablar: El los escuchó; ahora le toca a
él. Les habló directamente y de cosas que ellos conocen bien.
 Jesús no los retó por estar tristes, sino que les hace ver que esto forma parte de una
tristeza mayor, en la que se ocultaba la alegría. Jesús no ha dicho que la muerte que
ellos lamentaban no fuera real, sino que era una muerte que daba paso a una vida
verdadera. No les niega nada, sino que los hace actores principales de una historia
aún más grande.
 Sin embargo, Jesús no ofrece un consuelo fácil. Los invitó a meterse en sus corazones
para ver en lo pequeño en que estaban encerrados y abrírselos a la historia y a la
humanidad entera. ¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer! Han
estado lamentando perdidas sin darse cuenta que ellas les traían la vida.
 Las lecturas del A.T y N.T., de la misa y la homilía están destinadas a hacernos
discernir su presencia en medio de nuestras tristezas. Cada día hay diferentes
lecturas, cada día hay una palabra diferente para nuestras vidas. Sin la Palabra de
Dios no podríamos salir de nuestras tristezas y darnos cuenta que estamos vivos. Esta
Palabra busca hacernos presente a Jesús. Sin la Palabra no lo vamos a reconocer en
la fracción del pan.
 A los peregrinos su palabra y su presencia les hace cambiar su tristeza en alegría. Y eso
sucede en cada Eucaristía. La palabra transforma nuestras mentes, nos hace salir de
nosotros mismos, nos invita a cambiar de vida. El poder de la Palabra de Dios está en su
capacidad de transformación.
 La Palabra en la Eucaristía nos convierte en parte en la gran historia de nuestra salvación.
Nuestra pequeña historia se hace parte de la gran historia. Nos hace ver que nuestra
vida diaria es vida sagrada.
 Necesitamos la palabra hablada y explicada. Esta presencia ablanda nuestro duro
corazón y podemos invitar al calor de nuestro hogar a aquel que nos hizo arder el corazón.

Momento personal
 Busco nuevamente un lugar donde pueda estar tranquilo/a.
 Comienzo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
 Me acomodo y relajo el cuerpo en preparación para el encuentro con el Señor.
 Pido esta oración:
Señor Jesús, que pueda mirar y discernir mi vida por medio de
tu Palabra y la Eucaristía

1. Leo el texto de Lucas 24, 13-27. Con la imaginación me hago parte de la escena. Soy un(a)
participante más.
2. Me pregunto:
 En mi vida diaria ¿Cuáles son las personas con que ido conversando en el camino y he
podido ir aclarando situaciones?
 ¿He experimentado la presencia de Jesús a través de su palabra? ¿Cuáles textos
recuerdo que más me han impactado?
 ¿Cómo viene Dios a mí, mientras escucho la Palabra?
 ¿Cómo puedo discernir que la mano sanadora de Dios llega a mí, a través de la Palabra?
3. Después de todo lo orado en este momento, pregunto a mi corazón: ¿Qué le digo al Señor?
Escribo una breve oración de alabanza, petición, oración, etc.
4. Termino rezando un Padrenuestro y un Ave María
5. Concluyo este tiempo de oración, dejando 5 minutos para revisar y anotar los frutos de este
tiempo de oración.
 ¿Logré conectarme con el Señor?, ¿Estuve muy inquieto(a)? ¿Cuál es la razón?
 En relación a la oración anterior ¿Qué cosas mejoraron y Qué cosas dificultaron la
oración?
 ¿Qué ha pasado en mí? ¿qué sucedió en mi mundo interior?
Puesta en común
-Compartimos lo que deseemos de nuestro momento personal de oración, con la conciencia de
que lo que compartimos alimenta la vida de los hermanos.
Adoración Eucarística
- Canto
- Gesto:

Tercer tema: “Jesús entró, para quedarse con ellos”


Motivación
 Retomamos Lucas 24, 13-32
 Y luego comenzamos a desarrollar la motivación para la oración personal
- Tal vez no estamos acostumbrados a pensar en la Eucaristía como una invitación a Jesús
para que se quede con nosotros. Tendemos a pensarlo al revés. Pero Jesús quiere ser invitado
De lo contrario seguirá su camino. Jesús no impone su presencia. Si no lo invitamos seguirá
siendo un desconocido.
- La Eucaristía requiere esta invitación. Una vez que hemos escuchado su Palabra durante las
lecturas debemos decir algo más que: ¡qué lindo! ¡que interesante! Tenemos que buscar su
amistad y la intimidad con Jesús. Tenemos que atrevernos a decir “Confío en vos Jesús; me
entrego a vos con todo mi ser, en cuerpo y alma. No quiero que sigas siendo un desconocido”
Esa es la primera respuesta a la Palabra de Dios que se nos dirige en cada celebración.
- Pero el Evangelio sigue mostrándonos algo más todavía. Cuando Jesús entra en casa de sus
discípulos ésta se convierte en su casa. El invitado se convierte en anfitrión. El que ha sido
invitado ahora es el que invita. Los dos discípulos que confiaron en el extraño hasta dejarle
entrar a lo más íntimo, son conducidos a la intimidad de su anfitrión. “Y mientras estaba con
ellos tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio”.
- La Eucaristía es el gesto más humano y más divino que podamos imaginar. Ésta es la verdad
de Jesús; tan humano y, sin embargo, tan divino. Tan cercano y; sin embargo, tan
inalcanzable. Es la historia de Dios que nos deja verlo y tocarlo.
- Jesús no se guarda nada, se da todo: “Coman y Beban”; éste soy Yo que me entrego a
ustedes”. De alguna manera cuando invitamos a alguien, con sinceridad y cariño, a cenar a
nuestra casa nos damos el todo por el todo para que el otro disfrute. Que mi amigo o amiga
sienta que lo quiero.
- En la Eucaristía es lo mismo, Jesús lo da todo. El pan y el vino se transforman en su cuerpo
y sangre a través de su entrega. Así como Dios se nos hace presente en Jesús, así también
Jesús se nos hace presente en el pan y el vino.
- La auto donación de Dios es “Comunión”. Dios quiere hacerse uno con nosotros. Este deseo
de comunión, de unidad que tiene Dios es el centro de la Eucaristía. La Eucaristía es
reconocer y dar gracias porque Dios se nos da para que vivamos en comunión con él.
- Los discípulos de Emaús cuando comen el pan que él les ofrece, sus vidas se transforman en
la vida de él. Ya no son ellos que viven, es Cristo que vive en ellos.
- La comunión con Jesús significa hacernos igual a Él, correr su misma suerte. La comunión
crea comunidad. Ellos quedan solos, pero a los dos les ardía el corazón en una misma comunión.
La comunión crea comunidad porque Dios nos hace reconocerlo a Él en nuestros semejantes.
Aparece así un nuevo cuerpo espiritual que nos hace ver al otro como otros Cristos y eso nos
invita al amor, a la justicia, al perdón y a la solidaridad.
Momento personal
 Busco nuevamente un lugar tranquilo donde pueda estar unos minutos a solas.
 Me acomodo y relajo mi cuerpo en preparación para el encuentro con el Señor.
 Comienzo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Pido en esta oración:

Señor Jesús, te invito que entres en mi casa, en mi corazón para que partas
el pan y poder ser yo también partido para el mundo.

1. Leo el texto de Lucas 24, 13-32 Nuevamente con la imaginación, me hago parte de la escena.
Soy un(a) participante más.
2. Me pregunto:
 ¿Cómo fue mi Primera Comunión? ¿Qué recuerdo de ella?
 ¿Creo en que el pan y el vino pasan a ser Cuerpo y Sangre de Nuestro Señor Jesús?
 ¿Qué experiencias interiores he tenido al comulgar?
 ¿Cómo puedo yo ser hostia viva para los demás?
3. Después de todo lo orado en este momento, pegunto a mi corazón: ¿Qué le digo al Señor?.
Escribo una breve oración de alabanza, petición, oración, etc.
4. Concluyo esta oración agradeciendo el amor de Jesús por mí y ofreciéndole un compromiso
personal de mayor entrega de mi vida, algo concreto, rezando un Padre Nuestro y un Ave
María…
5. Concluyo este tiempo de oración, dejando 5 minutos para revisar y anotar los frutos de
este tiempo de oración.
- ¿Logré conectarme con el Señor?, ¿Estuve muy inquieto(a)? ¿Cuál es la razón?
- Luego de una mañana de oración ¿Qué cosas continúan ayudando y Qué cosas me dificultaron
la oración?
- ¿Qué ha pasado en mí? ¿qué sucedió en mi mundo interior?
Puesta en común
-Compartimos lo que deseemos de nuestro momento personal de oración, con la conciencia de
que lo que compartimos alimenta la vida de los hermanos.
Adoración Eucarística
- Canto
- Gesto:

Cuarto tema: “Sin esperar más, se pusieron en camino”


Motivación
 Retomamos Lucas 24, 13-35 completo.
 Y luego comenzamos a desarrollar la motivación para la oración personal
- Todo ha cambiado. Las pérdidas ya no son experimentadas como algo que debilite; la casa ya
no es un lugar vacío. Los abatidos se miran con ojos iluminados. Jesús, les ha entregado su
espíritu. Espíritu de alegría, paz y valor. No hay duda: Él está vivo. Incluso entre ellos ha
nacido una nueva amistad. Ya no se acompañan en la estéril amargura, ahora tienen una nueva
misión y tienen algo en común que decir. Algo urgente y que no se puede callar.
- Los demás también necesitan saber qué les ha ocurrido. Necesitan saber que no ha
terminado todo. Necesitan saber que Él está vivo y que lo reconocieron al partir el pan; no
hay tiempo, “apresuremos”, se dicen el uno al otro. “Y levantándose al momento, se volvieron
a Jerusalén”.
- Qué diferencia a cuando volvían a casa abatidos, arrastrando los pies y ¡ahora a toda
velocidad! Es la diferencia entre la duda y la fe, entre la desesperación y la esperanza; entre
el miedo y el amor. Volver a la ciudad no deja de ser peligroso. Los discípulos estaban
paralizados por el miedo, pero cuando lo reconocen, el miedo desaparece y se sienten libres
para dar testimonio de la Resurrección sin calcular los riesgos.
- La Eucaristía concluye con la misión de ir a contarlo a todo el mundo. Lo hemos reconocido y
gustado, pero no para gozarlo solos, ni mantenerlo en secreto. Lo que hemos visto y oído,
gustado y saboreado es para compartirlo. Es una misión que parte hacia nuestra propia
gente, hacia aquellos que conociendo a Jesús se han desanimado; como los apóstoles.
- La Eucaristía tiene que transformar nuestra vida en una vida eucarística. Cada momento del
día junto al dolor de nuestras pérdidas reconocidas, tenemos la posibilidad de la palabra que
nos abre a la esperanza. Cada día tenemos la posibilidad de invitar a Jesús a nuestra casa y
permitirle partir el pan con nosotros. Y se nos invita a anunciar ésto, a nuestros más
cercanos.
- En la Eucaristía se nos pide que abandonemos la mesa y que vayamos con nuestros amigos a
descubrir juntos que Jesús está realmente vivo y nos llama a formar un nuevo pueblo: el
pueblo de la resurrección.
- Entonces la Eucaristía va de la comunión a la comunidad y de ésta a la misión. Pero una gran
tentación para nosotros es saltarnos la comunidad por el individualismo y exitismo
imperante. El Señor no quiere que vayamos solos. Nos envía en comunidad.
- Vivir eucarísticamente, es vivir en misión en medio de un mundo desgarrado, lleno de
pérdidas: por guerras, muerte, violencia, hambre, temor, etc. Tenemos que caminar junto a
los abatidos y desesperanzados. A este mundo estamos invitados a ir.
- Pero no es sólo hablar, es también escuchar: nuestra misión. Así como el Señor oye nuestros
lamentos también nos toca a nosotros. La verdadera misión no es sólo dar, también es
recibir. Nos toca preguntarnos ¿De qué van conversando por el camino? Escuchar y aportar
cuando sea el momento.
- No todos nos escucharán y unos pocos nos invitarán a entrar en sus vidas y a sentarnos a
sus mesas. Pero tenemos que desafiar a nuestros compañeros de ruta a elegir el
agradecimiento en lugar del resentimiento, y la esperanza a la desesperación. Esa es vida
Eucarística.
Momento personal
 Busco nuevamente un lugar tranquilo donde pueda estar unos minutos a solas.
 Me acomodo y relajo mi cuerpo en preparación para el encuentro con el Señor.
 Comienzo en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Pido en esta oración:

Te pido Señor que el arder del corazón de la Eucaristía sea impulso


de misión en mi vida y en mi comunidad

1. Leo el texto de Lucas 24, 13-35 completo


2. Me pregunto:
 ¿En quiénes he influido positivamente?
 ¿a quiénes, he ayudado a conocer y amar a Jesús?
 ¿Cuánta alegría he repartido? ¿Soy misionero(a) de la alegría?
 Al término de la eucaristía ¿Qué significa para mí ser enviado
3. Después de todo lo orado en este momento, pregunta a tu corazón: ¿Qué le digo al
Señor? Escribe una breve oración de alabanza, petición, oración, etc.
4. Termino rezando un Padrenuestro y un Ave María
5. Concluyo este tiempo de oración, dejando 5 minutos para revisar y anotar los frutos de
este tiempo de oración.
 ¿Logré conectarme con el Señor?, ¿Estuve muy inquieto(a)? ¿Cuál es la razón?
 ¿Qué ha pasado en mí? ¿qué sucedió en mi mundo interior?
 ¿Qué llevo de este día de retiro? ¿Cuál es fruto más importante?

Puesta en común
-Compartimos lo que deseemos de nuestro momento personal de oración, con la conciencia de
que lo que compartimos alimenta la vida de los hermanos.
Adoración Eucarística
- Canto
- Gesto:

Potrebbero piacerti anche