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1.

- Describa y analice las continuidades y rupturas en el movimiento obrero durante


los dos primeros gobiernos de Perón y la denominada resistencia peronista,
tomando como ejes temáticos: el desarrollo de las comisiones internas, la
dirección/conducción del movimiento obrero y los aspectos discursivos del
peronismo. Utilice los textos de Doyón y James.

A lo largo del periodo estudiado (46`-58) se pueden distinguir dos momentos claves;
uno cuya génesis es producto de los sucesos del 17 de octubre del 45`, y que se
concreta institucionalmente con el ascenso de Perón al poder en junio del 46, hasta
su derrocamiento e instauración de la serie de gobiernos militares, conocidos como
la “Revolución Libertadora”, en septiembre del 55`, y un segundo periodo a partir de
la resistencia obrera desplegada luego del golpe, hasta el ascenso de Frondizi a la
presidencia, con respaldo del voto de buena parte del sector obrero peronista, en
mayo del 58`.

Con respecto al primer periodo señalado, se observa la serie de concesiones


realizadas por el gobierno peronista a los trabajadores organizados en sindicatos,
siendo estas reflejo de los objetivos organizacionales compartidos entre ambos
sectores; unos buscan consagrar conquistas laborales y económicas perseguidas
desde antaño, mientras los representantes del poder político buscan afianzar el
poder del Estado −mediante el control de una estructura sindical verticalizada−, para
articular la sociedad argentina mediante la planificación económica. Con la
satisfacción de estas demandas, el gobierno asegura la lealtad obrera a su proyecto
político, enmarcado en el desarrollo económico capitalista a través del modelo de
industrialización por sustitución de importaciones.

El Decreto 23852 de Octubre de 1945 permitió asegurar la consolidación de


organizaciones sindicales más fuertes, mediante la creación de una confederación
laboral única que unifica el movimiento sindical a nivel nacional. Se impone el
modelo de sindicato de tipo industrial como organización única de trabajadores
nucleados bajo una actividad común1. El alto grado de cohesión y homogeneidad

1
Hecho posibilitado a nivel cultural, por el bajo nivel de resistencia obrero frente a los cambios introducidos por las nuevas formas de
organización sindical. El desarrollo tardío de la manufactura en la Argentina, impidió generar algún tipo de lealtad hacia aquellas formas
dado por el alineamiento en una confederación única −rasgo característico del
movimiento obrero argentino de la época− se vio reforzado por el sistema de las
comisiones internas; estas organizaciones aseguraban un alto grado de penetración
de los sindicatos en las fábricas. Directamente integradas a las estructura del
sindicato y operando directamente a nivel de planta, aumentaron la eficacia del
sindicato para poder velar por el cumplimiento de la legislación laboral y los
acuerdos colectivos negociados entre la patronal y los trabajadores. Visibilizó
además la labor de los dirigentes hacia sus bases; el obrero adquirió conciencia
acerca de la importancia de la labor de sus representantes (y por extensión, del
sindicato) en la defensa de sus derechos económicos y sociales. La ausencia de
respaldo legal2 en el régimen de asociaciones profesionales, evidencia que estas
surgen exclusivamente de la presión obrera, hecho reafirmado por el
comportamiento del empresariado quien otorga a regañadientes un reconocimiento
legal relativo; primero a sindicatos más poderosos en 1947, luego a la totalidad de
estos en 1950. Las comisiones internas eran la evidencia concreta de la
impugnación política del movimiento obrero a la patronal, la cual se manifestaba en
el corazón mismo de la producción económica industrial; al interior de talleres y
fábricas. Las fricciones políticas generadas no lograron definir con claridad las
funciones de estas comisiones, siendo negociadas según cada caso particular entre
empresa y sindicato respectivo. La indeterminación desde el gobierno de Perón por
otorgarles un respaldo legal (los Convenios Colectivos de 1953 no contemplaron
definición de funciones para estos organismos), sumado a los ataques desde la
patronal perpetrados en el Congreso de la Productividad de 1955, configuraron un
panorama oscuro para la permanencia a futuro de esta poderosa herramienta
gremial de los trabajadores. La situación se definió luego del derrocamiento de
Perón y la instauración de la “Revolución Libertadora”. A pesar de que Lonardi
mostró en principio una actitud indulgente hacia el movimiento obrero y al
peronismo, y que este gesto fuese correspondido en parte (por lo menos desde la

de organización, la rápida adopción de técnicas mecanizadas de producción aseguro el transito fluido de una forma de organización
sindical a otra
2
Estas comisiones se amparaban en una vaga clausula legal del artículo 49 del decreto 23852, que otorgaba a trabajadores el derecho
de elegir a sus representantes, sin especificar funciones de estos.
cúpula sindical de la CGT), su rápida deposición por Aramburu en noviembre del
55` puso punto final al intento de negociación entre el gobierno y los trabajadores;
durante este periodo la CGT es intervenida por el capitán Patrón Laplacette y los
delegados gremiales de las comisiones comienzan a ser políticamente perseguidos.
La persecución revela los ánimos de revancha hacia Perón y sus simpatizantes; los
empleadores trabajan codo a codo con la policía en la represión y persecución de
trabajadores. El Ministerio del Trabajo selecciona como nuevos interventores de las
fábricas a los enemigos sindicales del peronismo; socialistas, sindicalistas y
radicales activos en la era preperonista vuelven para ajustar cuentas. El
debilitamiento de las comisiones tiene como finalidad recuperar el poder usurpado
por el movimiento obrero durante el régimen de Perón. La extensión de funciones
de las comisiones durante la década de los cincuenta representaba una limitación
para la libre dirección de las empresas por parte de sus patrones. Ahora el gobierno,
en representación de los intereses de la patronal, busca el disciplinamiento laboral
de los trabajadores para instalar una racionalización económica acorde a sus
planes, a través de un modelo organizacional del trabajo de corte taylorista en las
empresas. Esto requería implementar cambios en la concepción acerca del trabajo
que los obreros no estaban dispuestos a tolerar; el aumento en la carga de trabajo
(disminución del tiempo en la ejecución del trabajo) o el llamado pago-por-resultado,
fueron medidas contradictorias con el ethos del trabajo del obrero argentino en la
época. Para el trabajador, los mecanismos propuestos para la racionalización no
eran legítimos, ya que significaban dar un paso atrás respecto a todas las
conquistas políticas3 obtenidas en el periodo anterior. Ante la arremetida del
gobierno, se organiza desde las bases obreras una articulación informal conocida
en respuesta a los constantes abusos cometidos en el espacio de trabajo. Se
realizan huelgas para detener los hostigamientos de delegados gremiales, logrando
en algunos casos la reincorporación de estos a sus puestos, y en otros la libertad
de los compañeros detenidos4. Las elecciones para comisiones salariales y el

3 Además, estas conquistas son parte constitutiva de su identidad como sujeto político; ambas forman un todo inextricable. Por eso,
renunciar a aquellos logros no representaba una opción.
4 En 1955, la huelga realizada en la planta metalúrgica de la provincia de Buenos Aires, triunfa en sus reclamos contra el despido de

delegados. Al año siguiente, en el frigorífico Lisandro de la Torre, de Capital Federal, se realiza una movilización y huelga contra el
arresto de tres delegados, los cuales son puestos en libertad al cabo de seis días.
reconocimiento de las nuevas comisiones de base –surgidas en la clandestinidad,
en apoyo de los delegados− significaron sendas derrotas para el gobierno, en su
intento por controlar el movimiento obrero. Estas nuevas comisiones de base
demostraron toda su capacidad organizativa durante las huelgas del 56`, realizadas
por la pérdida del poder adquisitivo del salario, consecuencia de la inflación derivada
de la política de devaluación impulsada por Aramburu.

Ahora bien, con relación a la conducción del movimiento obrero durante este periodo
se establecen diferencias entre la centralización férrea, producto del cambio
organizacional de los sindicatos al comienzo de la era peronista, y el periodo de
democratización y horizontalidad sindical propiciado por la persecución a los
dirigentes más importantes y las actividades de “La Resistencia”. Debido a las
características en la estructura del movimiento sindical argentino, conformadas en
las décadas anteriores al ascenso de Perón; se observa una verticalidad y
centralización de poder que favorece la conducción de las cúpulas sobre las bases.
La forma sindical de tipo industrial se impone en la década del 20`, desintegrando
la antigua forma de organización del sindicato tipo taller; de conducción horizontal y
con poder de decisión descentralizado. Durante el régimen peronista, se produce
una reorganización de esta estructura a nivel nacional; las ramas locales deben
supeditarse al control de los consejos directivos centrales, reduciendo
ostensiblemente el poder de los líderes seccionales. El sometimiento se logró
mediante el control de los recursos financieros y la sustitución sistemática de líderes
locales. Las seccionales terminan por someterse a la tutela de la dirigencia nacional
en cuestiones de asistencia política y técnica5; esto consagró a los sindicatos de
nivel nacional como órganos legítimos de representación obrera. Por primera vez
en la historia argentina se logra la virtual totalidad de afiliación de sindicatos en una
confederación (la CGT) a fines de los 50`s. Los líderes sindicales de la época
adoptan una postura pragmática, acoplándose a los requerimientos del régimen.
Entre los efectos más notables de los cambios operados en la organización sindical,
se puede contar el proceso progresivamente creciente de burocratización en su

5 La falta de experiencia organizativa de la nueva masa de obreros incorporados a los nuevos sindicatos facilitó el proceso.
estructura; las organizaciones se transforman rápidamente en grandes
organizaciones obreras de masas6. La compleja división del trabajo crea cuadros
profesionales de líderes sindicales, exclusivamente dedicados a cumplir funciones
al interior de la organización. Este hecho genera a su vez una escisión entre la
cúpula sindical, la cual desarrolla una identidad de grupo diferenciada de los
afiliados de menor rango (creación de una elite obrera), y unas bases que perciben
la pérdida de cierta autonomía para tomar decisiones al interior de la organización7.
Con las políticas agresivas de intervención en sindicatos y la regulación coercitiva
de la vida laboral al interior de la fábrica por parte de la “Revolución Libertadora”, se
produce el fenómeno cultural de “La Resistencia”. Esta surge como una defensa
espontanea desde los militantes de base (y específicamente desde el interior de las
fábricas); forma de reacción no solo contra la represión de los militares, sino también
contra los viejos dirigentes peronistas que en una primera instancia mostraron
excesiva pasividad ante el golpe contra Perón, permitiendo el avance de la dictadura
contra los sindicatos8. Durante el breve periodo de Lonardi, se vislumbra un claro
contraste entre la actitud pasiva de las cúpulas sindicales −temerosas respecto a la
autoridad, debido a la poca costumbre en mantener disensos prolongados con
aquella− y la actitud activa de las bases –quienes presionaban para que los
dirigentes no realizaran concesiones excesivas-. Finalmente, los dirigentes fueron
sobrepasados por las bases. Durante el gobierno de Aramburu, la represión se
vuelve explicita, tratando de llegar al corazón del peronismo; los sindicatos. El
decreto 707, que prohíbe a los dirigentes gremiales, termina por impulsar a toda una
nueva generación de dirigentes, quienes surgen luego de las huelgas del 56`. Estos
se caracterizan por una posición más combativa frente a las políticas del régimen
(acorde con la postura de intransigencia, mayoritaria entre las bases) y por su

6 En el 43, eran pequeñas organizaciones con menos de 15000 afiliados, mientras que en el 54, 8 sindicatos superan los 50000, y en los
más grandes la cifra llega a 89000.
7
Luego del punto álgido que significaron los hechos del 17 de Octubre de 1945, la movilización de las bases tiende a decaer por esta
situación descrita, junto al hecho que significó el rápido cumplimiento de sus demandas.
8 No mostraron una actitud intransigente respecto a la vuelta del líder; deciden no tomar feriado el día 17 de Octubre, “día de la lealtad

peronista” y parecen no reaccionar frente a la publicación del Plan Prebisch, el cual contiene orientaciones contrarias a las reconocidas
por la cultura económico sindical peronista. A pesar de la actitud de los dirigentes peronistas, la presión de las bases por la vuelta de
Perón es tal, que se ven obligados muchas veces a cumplir los requerimientos de sus militantes. Esto entorpece las negociaciones entre
sindicalistas y Lonardi, terminando finalmente en su deposición y reemplazo por Aramburu.
relación más horizontal con los militantes de base (debido a que emergieron como
activistas sindicales de base, desconocen la jerarquía rígida en las prácticas del
sindicalismo peronista tradicional). Los nuevos dirigentes ostentan un piso de
legitimidad importante provisto por su procedencia de base, produciéndose una
fuerte identificación entre los nuevos dirigentes y su bases. Del otro lado, los viejos
sindicalistas peronistas ven amenazado su poder debido a la clara pérdida en la
capacidad de conducción de los sindicatos y su creciente marginación de las
decisiones políticas importantes, situación que genera fricciones entre ambas
facciones de dirigentes. Esta situación se vuelve explícita con la conformación de la
primera Intersindical en 1957, organismo que busca promover elecciones libres en
sindicatos, la suspensión de trabas legales, la reapertura de la CGT y la libertad a
los trabajadores encarcelados por razones políticas. Los dirigentes sindicales
intentan restar legitimidad a la organización, ya que su triunfo implicaría una victoria
política para los nuevos dirigentes, consagrando su desplazamiento definitivo de las
cúpulas sindicales, pero fracasan. En la práctica, la Intersindical demostró ser una
herramienta efectiva en la organización y articulación del peronismo; rompe con la
atomización del movimiento obrero, generando una comunicación fluida entre
Perón, los líderes sindicales y las bases. Durante el llamado Congreso Normalizador
de la CGT, en septiembre del 57`, tras el intento de boicot fallido perpetrado por el
gobierno a través de Laplacette (quien buscaba inflar cifras de representantes
antiperonistas en el Congreso), se constituye el grupo de las 62 Organizaciones,
entidad que busca recuperar la CGT para los trabajadores peronistas; esto
representa otro triunfo político importante para los militantes de base, quienes
cuentan con más medios de presión político-sindicales para presionar al gobierno;
la nueva militancia nacida de “La Resistencia” consagra al sindicato como la
principal fuerza organizadora y expresión institucional del peronismo durante la
época.

Con relación a aquellos aspectos simbólicos que conformaron los rasgos identitarios
característicos del peronismo, podemos afirmar que durante el periodo del 55`, la
llamada “Resistencia”, constituyó un punto de referencia decisivo en la cultura
política peronista. La serie de respuestas, tanto individuales como grupales,
realizadas en el interior de la fábrica y afuera de ella, entremezclaban acciones con
discursos que se superponían, distinguiéndose un discurso peronista tradicional
(construido a partir de la experiencia obrera del periodo anterior) el cual hacía de
telón de fondo para la construcción del imaginario cultural obrero, de otro que
tomaba elementos “contradiscursivos” surgidos de la nueva experiencia de
horizontalidad entre las bases y los nuevos dirigentes, nacidos en “La Resistencia”.
El discurso peronista tradicional se caracteriza por un marcado nacionalismo en lo
económico9, buscando apelar a los intereses comunes de trabajadores y patrones
a través de la defensa de la industria nacional10, y expresa gran confianza en el rol
del Estado como eje articulador de las relaciones capital-trabajo, para concretar la
anhelada “justicia social”. Esta retórica generaba una ambigüedad respecto al
enemigo común; este era representado a veces con la burguesía nacional (debido
a su incapacidad de ver los intereses comunes entre capital y trabajo). El opositor
fue signado como “gorila”; identificando a cualquiera que se mostrara como contrario
a los intereses obreros. Esta ambigüedad se debe a que el conflicto de clases
clásico propuesto por la teoría marxista, fue absorbido por una polarización política
no basada en clases; el conflicto se expresa entonces bajo la dicotomía peronismo-
antiperonismo. A nivel discursivo, la división antagónica entre quienes apoyaban y
rechazaban al líder generó algunos elementos contradictorios y fricciones con
aquellos elementos surgidos de la experiencia obrera en las relaciones de clase
especificas derivadas del proceso de producción durante el periodo post 55`, que
constituyen la base del llamado “contradiscurso”. Algunos de estos elementos se
evidenciaron en los enfrentamientos directos con patrones y con el Estado,
reflejando la solidaridad, autoconfianza y afirmación del obrero como sujeto social
legítimo. Además, se hace patente un fuerte sentimiento de apoliticismo, en repudio
a la retórica hipócrita esgrimida por la dictadura, la cual buscaba un piso de
legitimidad a través de términos como democracia, libertad y justicia. Raymond

9Este nacionalismo se muestra en franca oposición a la política económica libremercadista de la Revolución Libertadora, considerada
como proimperialista; negociación con el FMI, fin del control al comercio exterior, a las importaciones y relajación de controles de
precios.
10En oposición a la oligarquía ligada al modelo agroexportador. El periodo en que esta predominaba, fue representado con valores
negativos; lo antinacional, antindustrial y antiobrero.
Williams se refiere a aquellas contradicciones con el nombre de “estructuras de
sentimiento”; un conjunto de valores y significados que tienen su origen en la
experiencia de la vida práctica. En la cultura de la Resistencia, estas tienen una
clara connotación de clase, y se manifiestan en un “populismo obrerista”; expresado
en una combinación de autonomía obrera −acrecentada por la exaltación del orgullo
por sus orígenes populares− junto a la explicitación del sacrificio y esfuerzo que
implica la vida del trabajador, los valores afectivos de la familia, el barrio y la
solidaridad entre compañeros. Otro rasgo visible es la nostalgia por la era peronista;
la cual se rememoraba como un pasado utópico y glorificado. De este pasado, se
conformaba una base para proyectar el horizonte utópico futuro hacia la
construcción de una sociedad más justa. Misma situación ocurrió con el Estado (y
por extensión con la figura de Perón, que alcanza durante la época proporciones
casi míticas); quienes representaban la garantía de protección frente a los
opresores. La vuelta de Perón significaba al mismo tiempo la vuelta de aquel Estado
nacional y popular, que aseguraría la justicia social esperada. Aunque la tensión
entre ambas visiones de mundo –la de clases y la propuesta por el peronismo
formal− existió, se mantuvo siempre en estado latente; el conflicto de clases fue
siempre absorbido en última instancia por una dicotomía política que resultó ser más
poderosa.
2.- ¿Cuáles fueron, según Torre y Pastoriza, los mecanismos de redistribución
social que promovieron la democratización del bienestar en el ciclo 46`-55` y que rol
desempeño en ese proceso la organización sindical existente? ¿Cuáles fueron los
límites que dificultaron la continuidad entre esas políticas?

Torre y Pastoriza describen una sociedad argentina en proceso de


transformaciones; las migraciones internas acontecidas entre el 36` y el 47`
decantaron en una mayor urbanización bajo el contexto de un progresivo
crecimiento del mercado interno, con la proliferación de fábricas y talleres
manufactureros. La composición del movimiento obrero que lleva a Perón al poder
está conformada por los primeros “migrantes externos” (extranjeros provenientes
de los procesos migratorios del periodo 1870-1930) y sus descendientes, quienes
adquirieron relevancia en el plano social, pero no tenían suficiente presencia en el
plano político11, junto a estos nuevos migrantes; criollos provenientes de las
provincias que se acercaron a la capital atraídos por la necesidad de encontrar un
trabajo estable y digno. Estos llegan junto a la crisis política, herencia de la “Década
Infame”; logran dotar al movimiento obrero de la influencia político-electoral
necesaria para posibilitar el triunfo de Perón. Con Perón en el gobierno, se
intensifica el proceso de transformaciones en el modelo económico, dirigido y
planificado desde el Estado. Con respecto a la situación obrera, se produce un
movimiento de ascenso social por movilidad individual y por sucesión generacional.
Esta acontece en todos los sectores; desde el trabajador asalariado 12 al de clase
media13, desde el trabajador calificado al no calificado. Los migrantes del interior
(peones y jornaleros) logran ingresos superiores a los recibidos por trabajadores en
sus zonas de origen. Estos, quienes llegan a ocupar posiciones en la base de la
pirámide social, hacen ascender a los otros obreros, quienes ya ocupaban
posiciones más altas en las fábricas y talleres.

11
La mayor parte de los inmigrantes prefiere no nacionalizarse, quedando marginado de la vida político institucional; esta
situación se revierte con los hijos de los inmigrantes
12
El sector obrero asalariado es quien más empleos suma en términos absolutos para el periodo 47-60, constituyendo la
clase más numerosa de la pirámide social urbana, con unos 500.000 mil trabajadores ocupados.
13
Estrato social particularmente favorecido. Es el sector de mayor dinamismo y crecimiento durante el periodo. Asi lo dejan
ver los análisis de Torrado, quien constata un crecimiento a una tasa anual del 25% para el periodo 47-60, en
contraposición al 18% de las clases obreras urbanas para el mismo periodo.
Las transformaciones en la estructura ocupacional fueron a la par con la ampliación
de actividades del Estado, la modernización del aparato productivo y el aumento de
la educación y los servicios. La política activa del peronismo en pro de los intereses
obreros −y compatible con el proceso de industrialización− generó cambios en la
distribución del ingreso nacional. Por primera vez la participación del salario en el
PBI supera a la contribución hecha por los otros factores de la producción; las
ganancias, los intereses y la renta de la tierra14. Estos procesos son potenciados
luego por la acción del Estado, el cual otorga un respaldo oficial a los procesos de
sindicalización: fija salarios por medio de convenios colectivos, además de la
creación de una política general de salarios, acorde con la estrategia económica de
estímulo a la demanda interna. Siguiendo la misma tónica, se crea una política de
precios relativos que impacta sobre la canasta de consumo familiar. Todas estas
políticas económicas redundaron en un acceso al bienestar de los sectores que
hasta entonces eran los de más bajos ingresos. La redistribución del ingreso junto
con la ampliación del consumo impactaron en las transformaciones al interior de la
pirámide social; quienes se encontraban más abajo lograron una ampliación de sus
expectativas de vida por sobre el nivel de subsistencia al que estaban
acostumbrados. Los obreros ya establecidos lograron acceso a una mayor variedad
de bienes y servicios.

El peronismo opera activamente desde el Estado en otras esferas, para asegurar


beneficios sociales para los trabajadores. En materia de protección social
(jubilaciones), crea la Caja de Empleados de Comercio y la caja Personal de la
Industria (logrando quintuplicar el número de afiliados). Aunque falla en su intento
por establecer una seguridad social de corte universal15, logra una extensión de la
red de protección social a segmentos más amplios la población, pero al mismo
tiempo se fragmenta la solidaridad pública por la distinta capacidad de presión de
las categorías de trabajadores en el mercado.

14
En 1948, el salario representaba un 53% del PBI, contra el 47% del resto.
15
Debido a la presión de los trabajadores afiliados a las cajas, quienes se resistieron a un proceso de nivelación de
beneficios.
En vivienda, mantiene la política de la administración anterior, congelando alquileres
y prohibiendo desalojos. Incentiva el rubro de la construcción mediante el programa
“Derecho a la Vivienda” al mismo tiempo que contribuye a la reparación social. Con
la Ley de Propiedad Horizontal posibilita la división de la propiedad por unidades,
esto facilita la adquisición de departamentos, además de facilitar su venta. Pero la
medida más importante en materia de vivienda, fue el crédito barato otorgado por el
Banco Hipotecario Nacional; este opero como mecanismo de redistribución de
ingresos, ya que no requería depósitos previos y sus tasas de interés no se
reajustaban al ritmo de la inflación. Gracias a esto, los asalariados pudieron afrontar
los créditos para la vivienda (medida más aprovechada por obreros del sector
público). Se construyen también viviendas para sectores de escasos recursos en la
periferia de la capital (Ciudad Evita). El gobierno logra corregir el déficit habitacional
existente, utilizando como herramienta el crédito subsidiario.

En el sector salud, se realizan grandes inversiones destinadas a la construcción de


hospitales, puestos sanitarios y en trabajos de modernización organizativa. Se
promueven campañas nacionales de prevención de enfermedades y de educación
sanitaria en la población. Entre las obras de infraestructura implementadas
destacan la construcción de desagües, acueductos y provisión de agua potable.
Durante el periodo, se produce un aumento en la dotación del personal médico. En
vista al impacto desigual que tuvieron estas políticas en las diversas zonas del país
(principalmente, estratos sociales altos y de grandes áreas urbanas en Capital y en
provincias del Litoral pudieron acceder a los servicios), el doctor Ramón Carrillo
−impulsor de las reformas en salud− pretendía instaurar un sistema de salud
unificado, de cobertura nacional que solucionara la situación, lamentablemente vio
frustrados sus planes por una serie de factores derivados de la desorganización
estatal16. Aun así, las medidas logran impactar lenta, pero notoriamente en la
población; la oferta de atención médica casi se duplica, el número de camas en
hospitales se incrementa en un 98,3%, en el periodo 1946-1954. Se produce un

16Entre los más importantes destacan; la desarticulación entre los departamentos estatales; la Dirección Nacional de
Atención Medica y el sector de asistencias dependían de organismos diferentes, y la fundación Eva Perón −que otorgaba
protección social a los más desamparados− restaba atribuciones y recursos al Ministerio de Salud. La solidaridad
fragmentada y heterogénea concebida por los trabajadores, evidenciada en la creación de obras sindicales y hospitales
independientes para cada gremio.
descenso sostenido en las tasas de mortalidad, a la vez que aumenta la esperanza
promedio de vida, de 61,7 años en 1947 a 66,5 en 1951.

En materia educativa, el peronismo logra un alcance más amplio, gracias a las


políticas del periodo precedente y apoyado en la concepción liberal de la educación
como medio de ascenso social. Se implementa un programa de alfabetización 17 y
mejoras en la educación primaria, logrando extender esta última a sectores de
menores ingresos. Aunque los logros más ostensibles se dieron en la educación
secundaria; la expansión de la matricula logra duplicar la cantidad de estudiantes
en el periodo 46`-55`. Las modalidades educativas que más aumentaron fueron la
enseñanza comercial y la técnica, cuestión aprovechada mayormente por los
estratos altos de la clase trabajadora y las clases medias, quienes contaban con el
capital cultural y los recursos necesarios para beneficiarse con la oportunidad
ofrecida. La matrícula universitaria también se expande.

Incluso en la política de turismo de masas del peronismo se puede vislumbrar la


democratización del bienestar; Mar del Plata se transforma en un balneario de
masas, posibilitado por las mejoras en conectividad y comunicaciones (construcción
de nuevas rutas durante gobiernos anteriores permitió un mayor flujo de
veraneantes a la zona). Durante los años 40`s operan cambios en la infraestructura
de los balnearios que cambian su carácter, pasando de ser reconocidos por su
origen aristocrático, a convertirse en zonas de recreación para los sectores
populares. El Estado establece el descuento del 5% en el decreto que crea el
aguinaldo, destinado a la promoción del turismo y la construcción de balnearios,
transfiriendo también fondos provenientes de la estatización de los casinos para
concretar estas políticas. La construcción de grandes colonias vacacionales y la
expropiación de chalets fueron posteriormente aprovechados por los obreros
(principalmente los de estratos más antiguos y de gremios mejor organizados),
gracias al impulso adicional dado por el decreto de 1945, que contempla vacaciones
anuales con goce de sueldo.

17 El porcentaje de analfabetos mayores de 14 años desciende un 4,7% durante el periodo 1947-1960.


Con respecto al rol desempeñado por el sindicalismo en el proceso de
democratización del bienestar, es de notar la relación donde se potencian
mutuamente el Estado y los sindicatos; el primero ayuda a robustecer a los
segundos a través de medidas como el reconocimiento legal de las organizaciones
y el cumplimento de demandas económico-laborales que permitieron consagrar al
obrero como sujeto político en la sociedad argentina, mientras que los segundos
vuelcan esa reafirmación identitaria en el Estado brindando respaldo político al
régimen, y asegurando la estabilidad necesaria para que el gobierno de Perón
pudiese desplegar sus políticas proteccionistas, contando con la aprobación social
necesaria. Así es como las clases asalariadas urbanas organizadas en sindicatos
resultaron ser los principales beneficiados de los mecanismos redistribución del
bienestar, ya que el proceso de distribución asignó recursos en proporción al poder
e influencia de los distintos grupos sociales, siendo los más beneficiados aquellos
grupos con la mejor capacidad de organización.

Todas las políticas redistributivas, consecuentes con un modelo de industrialización


por sustitución de importaciones necesitaron a nivel macro, de la transferencia de
recursos desde el agro, necesarios para financiar el crecimiento industrial y el
aumento del gasto público, para hacer viable a su vez el sostenimiento de la
economía urbana. La situación comienza a complicarse en 1949, luego de culminar
el ciclo de bonanza del comercio exterior; los precios del agro caen, repercutiendo
en la compra de insumos industriales y maquinarias, tendencia agravada por la
coyuntura de sequias que decantaron en la pérdida de las cosechas, sumado al
rechazo de los productores rurales contra la política de precios del gobierno. Aunque
el peronismo pudo resolver favorablemente la situación de estancamiento e
inflación, el modelo comenzaba a mostrar sus limitaciones debido a las restricciones
de los llamados “cuellos de botella”, producidos por la dependencia del sector
agroexportador y los problemas de heterogeneidad estructural resultantes de la
incapacidad de reemplazar insumos para consolidar la industria. En 1952, el
gobierno aplica un plan de ajuste que revela el cambio de prioridades; desde la
protección a la industria se pasa a estimular el campo mediante medidas
económicas ortodoxas, como el recorte del gasto público y una política monetaria
que incluyó la suspensión de negociaciones colectivas por dos años, más un
reajuste general de salarios y precios. En el plano político, la apelación retórica del
peronismo hacia los sectores sociales relegados y el lenguaje virulento dirigido
hacia la oligarquía tradicional –a pesar del respeto por el orden económico y social
vigente demostrado por el régimen−, generó una serie de resquemores crecientes
en aquellos sectores de la elite terrateniente perjudicados por las políticas
económicas, y en una clase media, que sintió amenazada su estatus distintivo
debido a la igualación de derechos sociales y económicos alcanzados por vastos
sectores obreros en este periodo.

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