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14 de Noviembre del AD 2019

Jueves, XXXII semana del Tiempo Ordinario

—San José Pignatelli, Restaurador de los Jesuitas—

Laudes + lecturas de Oficio

V/. -Señor, Ábreme los labios.


R/. -Y mi boca proclamará tu alabanza.

Invitatorio

Ant: Entrad en la presencia del Señor con vítores.

Salmo 99: Alegría de los que entran en el templo

El Señor manda que los redimidos entonen un himno de


victoria.
(S. Atanasio)

Aclama al Señor, tierra entera,


servid al Señor con alegría,
entrad en su presencia con aclamaciones.

(Se repite la antífona)

Sabed que el Señor es Dios:


que él nos hizo y somos suyos,
su pueblo y ovejas de su rebaño.

(Se repite la antífona)

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Entrad por sus puertas con acción de gracias,
por sus atrios con himnos,
dándole gracias y bendiciendo su nombre:

(Se repite la antífona)

«El Señor es bueno,


su misericordia es eterna,
su fidelidad por todas las edades.»

(Se repite la antífona)

Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.


Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

(Se repite la antífona)

Ant: Entrad en la presencia del Señor con vítores.

Himno

¡Nacidos de la luz!, ¡Hijos del día!


Vamos hacia el Señor de la mañana;
su claridad disipa nuestras sombras
y llena el corazón de regocijo.

Que nuestro Dios, el Padre de la gloria,


limpie la oscuridad de nuestros ojos
y nos revele, al fin, cuál es la herencia
que nos legó en el Hijo Primogénito.

¡Honor y gloria a Dios, Padre celeste,


por medio de su Hijo Jesucristo

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y el don de toda luz, el Santo Espíritu,
que vive por los siglos de los siglos! Amén.

Salmo 142,1-11: Lamentación y súplica ante la angustia

Ant: En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.

Señor, escucha mi oración;


tú, que eres fiel, atiende a mi súplica;
tú, que eres justo, escúchame.
No llames a juicio a tu siervo,
pues ningún hombre vivo es inocente frente a ti.

El enemigo me persigue a muerte,


empuja mi vida al sepulcro,
me confina a las tinieblas
como a los muertos ya olvidados.
Mi aliento desfallece,
mi corazón dentro de mí está yerto.

Recuerdo los tiempos antiguos,


medito todas tus acciones,
considero las obras de tus manos
y extiendo mis brazos hacia ti:
tengo sed de ti como tierra reseca.

Escúchame en seguida, Señor,


que me falta el aliento.
No me escondas tu rostro,
igual que a los que bajan a la fosa.

En la mañana hazme escuchar tu gracia,


ya que confío en ti.
Indícame el camino que he de seguir,

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pues levanto mi alma a ti.

Líbrame del enemigo, Señor,


que me refugio en ti.
Enséñame a cumplir tu voluntad,
ya que tú eres mi Dios.
Tu espíritu, que es bueno,
me guíe por tierra llana.

Por tu nombre, Señor, consérvame vivo;


por tu clemencia, sácame de la angustia.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo


como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: En la mañana, Señor, hazme escuchar tu gracia.

Isaías 66, 10-14a: Consuelo y gozo para la ciudad santa

Ant: El Señor hará derivar hacia Jerusalén como un río la paz.

Festejad a Jerusalén, gozad con ella,


todos los que la amáis,
alegraos de su alegría,
los que por ella llevastéis luto;
mamaréis a sus pechos
y os saciaréis de sus consuelos,
y apuraréis las delicias
de sus ubres abundantes.

Porque así dice el Señor:


"Yo haré derivar hacia ella,
como un río, la paz,

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como un torrente en crecida,
las riquezas de las naciones.

Llevarán en brazos a sus criaturas


y sobre las rodillas las acariciarán;
como a un niño a quien su madre consuela,
así os consolaré yo,
y en Jerusalén seréis consolados.

Al verlo, se alegrará vuestro corazón,


y vuestros huesos florecerán como un prado."

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo


como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: El Señor hará derivar hacia Jerusalén como un río la paz.

Salmo 146: Poder y bondad de Dios

Ant: Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

Alabad al Señor, que la música es buena;


nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

El Señor reconstruye Jerusalén,


reúne a los deportados de Israel;
él sana los corazones destrozados,
venda sus heridas.

Cuenta el número de las estrellas,


a cada una la llama por su nombre.
Nuestro Señor es grande y poderoso,
su sabiduría no tiene medida.

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El Señor sostiene a los humildes,
humilla hasta el polvo a los malvados.

Entonad la acción de gracias al Señor,


tocad la cítara para nuestro Dios,
que cubre el cielo de nubes,
preparando la lluvia para la tierra;

que hace brotar hierba en los montes,


para los que sirven al hombre;
que da su alimento al ganado
y a las crías de cuervo que graznan.

No aprecia el vigor de los caballos,


no estima los jarretes del hombre:
el Señor aprecia a sus fieles,
que confían en su misericordia.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo


como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Nuestro Dios merece una alabanza armoniosa.

Lectura

Rm 8,18-21
Los sufrimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día
se nos descubrirá. Porque la creación, expectante, está
aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios; ella fue
sometida a la frustración, no por su voluntad, sino por uno que
la sometió; pero fue con la esperanza de que la creación misma
se vería liberada de la esclavitud de la corrupción, para entrar en
la libertad gloriosa de los hijos de Dios.
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V/. Velando medito en ti, Señor.
R/. Velando medito en ti, Señor.
V/. Porque fuiste mi auxilio.
R/. Medito en ti, Señor.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
R/. Velando medito en ti, Señor.

Lectura

V/. Haz brillar tu rostro, Señor, sobre tu siervo.


R/. Enséñame tus leyes.

Plegaria y visión de Daniel


Dn 9,1-4a.18-27
El año primero de Darío, hijo de Asuero, medo de linaje y rey de
los caldeos, el año primero de su reinado, yo, Daniel, leía
atentamente en el libro de las profecías de Jeremías el número
de años que Jerusalén había de quedar en ruinas: era setenta
años. Después me dirigí al Señor Dios, implorándole con
oraciones y súplicas, con ayuno, sayal y ceniza. Oré y me confesé
al Señor, mi Dios:
«Dios mío, inclina tu oído y escúchame; abre los ojos y mira
nuestra desolación y la ciudad que lleva tu nombre; pues, al
presentar ante ti nuestra súplica, no confiamos en nuestra
justicia, sino en tu gran compasión. Escucha, Señor; perdona,
Señor; atiende, Señor; actúa sin tardanza, Dios mío, por tu
honor. Por tu ciudad y tu pueblo, que llevan tu nombre.»
Aún estaba hablando y suplicando y confesando mi pecado y el
de mi pueblo, Israel, y presentando mis súplicas al Señor, mi
Dios, en favor de su monte santo; aún estaba pronunciando mi
súplica, cuando aquel Gabriel que había visto en la visión llegó

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volando hasta mí, a la hora de la ofrenda vespertina. Al llegar,
me habló así:
«Daniel, acabo de salir para explicarte el sentido. Al principio de
tus súplicas, se pronunció una sentencia, y yo he venido para
comunicártela, porque eres un predilecto. ¡Entiende la palabra,
comprende la visión!:
Setenta semanas están decretadas para tu pueblo y tu ciudad
santa; para encerrar el delito, sellar el pecado, expiar el crimen,
para traer una justicia perenne, para sellar la visión y al profeta
y ungir el lugar santísimo.
Has de saberlo y comprenderlo: desde que se decretó la vuelta
y la reconstrucción de Jerusalén hasta el Príncipe ungido pasarán
siete semanas; durante sesenta y dos semanas estará
reconstruida con calles y fosos, en tiempos difíciles.
Pasadas las sesenta y dos semanas, matarán al Ungido inocente;
vendrá un príncipe con su tropa y arrasará la ciudad y el templo.
El final será un cataclismo, y hasta el fin están decretadas guerra
y destrucción. Hará una alianza firme con muchos durante una
semana, durante media semana hará cesar ofrendas y sacrificios
y pondrá sobre el altar el ídolo abominable, hasta que el fin
decretado le llegue al destructor.»

R/. Míranos, Señor, desde tu santa morada y fíjate en nosotros;


inclina, Dios mío, tu oído y escucha; abre los ojos y mira
nuestra aflicción.
V/. Dios de los ejércitos, restáuranos, que brille tu rostro y nos
salve.
R/. Abre los ojos y mira nuestra aflicción.

L. Patrística

La Iglesia viva es el cuerpo de Cristo


Anónimo

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Homilía de un autor del siglo segundo 13,2-14,5
Dice el Señor: Todo el día, sin cesar, ultrajan mi nombre entre
las naciones; y también en otro lugar: ¡Ay de aquel por cuya
causa ultrajan mi nombre! ¿Por qué razón ultrajan el nombre de
Dios? Porque nuestra conducta no concuerda con lo que nuestros
labios proclaman. Los paganos, en efecto, cuando escuchan de
nuestros labios la palabra de Dios, quedan admirados de su
belleza y sublimidad; pero luego, al contemplar nuestras obras y
ver que no concuerdan con nuestras palabras, empiezan a
blasfemar, diciendo que todo es fábula y mentira.
Cuando nos oyen decir que Dios afirma: Si amáis sólo a los que
os aman no es grande vuestro mérito, pero grande es vuestra
virtud si amáis a vuestros enemigos y a quienes os odian, se
llenan de admiración ante la sublimidad de estas palabras; pero
luego, al contemplar cómo no amamos a los que nos odian y que
ni siquiera sabemos amar a los que nos aman, se ríen de
nosotros, y con ello el nombre de Dios es blasfemado.
Así, pues, hermanos, si cumplimos la voluntad de Dios,
perteneceremos a la Iglesia primera, es decir, a la Iglesia
espiritual, que fue creada antes que el sol y la luna; pero, si no
cumplimos la voluntad del Señor, seremos de aquellos de
quienes afirma la Escritura: Vosotros convertís mi casa en una
cueva de bandidos. Por tanto, procuremos pertenecer a la Iglesia
de la vida, para alcanzar así la salvación.
Creo que no ignoráis que la Iglesia viva es el cuerpo de Cristo.
Dice, en efecto, la Escritura: Creó Dios al hombre; hombre y
mujer los creó, el hombre es Cristo, la mujer es la Iglesia; ahora
bien, los escritos de los profetas y de los apóstoles nos enseñan
también que la Iglesia no es de este tiempo, sino que existe
desde el principio; en efecto, la Iglesia era espiritual como
espiritual era el Señor Jesús, pero se manifestó visiblemente en
los últimos tiempos para llevarnos a la salvación.
Esta Iglesia que era espiritual se ha hecho visible en la carne de
Cristo, mostrándonos con ello que, si nosotros conservamos
intacta esta Iglesia por medio de nuestra carne, la recibiremos

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en el Espíritu Santo, pues nuestra carne es como la imagen del
Espíritu, y nadie puede gozar del modelo si ha destruido su
imagen. Todo esto quiere decir, hermanos, lo siguiente:
Conservad con respeto vuestra carne, para que así tengáis parte
en el Espíritu. Y, si afirmamos que la carne es la Iglesia y el
Espíritu es Cristo, ello significa que quien deshonra la carne
deshonra la Iglesia, y este tal no será tampoco partícipe de aquel
Espíritu, que es el mismo Cristo. Con la ayuda del Espíritu Santo,
esta carne puede, por tanto, llegar a gozar de aquella
incorruptibilidad y de aquella vida que es tan sublime, que nadie
puede explicar ni describir, pero que Dios ha preparado para sus
elegidos.

R/. Así dice el Señor de los ejércitos, Dios de Israel: «Enmendad


vuestra conducta y vuestras acciones,» «y habitaré con
vosotros en este lugar.»
V/. Acercaos a Dios, y Dios se acercará a vosotros. Pecadores,
lavaos las manos, purificaos el corazón.
R/. «y habitaré con vosotros en este lugar.»

Cántico Evangélico

Ant: Anuncia a tu pueblo, Señor, la salvación, y perdónanos


nuestros pecados.

Benedictus Lc 1, 68-79

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)

Bendito sea el Señor, Dios de Israel,


porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo,
por boca de sus santos profetas.
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Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
realizando la misericordia
que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abrahán.

Para concedernos que, libres de temor,


arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.

Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,


porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.

Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,


nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tinieblas
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo


como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Anuncia a tu pueblo, Señor, la salvación, y perdónanos


nuestros pecados.

Preces

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Invoquemos a Dios, de quien viene la salvación para su pueblo,
diciendo:

Escúchanos, Señor

—Bendito seas, Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que, en


tu gran misericordia, nos has hecho nacer de nuevo para una
esperanza viva, por la resurrección de Jesucristo de entre los
muertos.
—Tú que en Cristo renovaste al hombre, creado a imagen tuya,
haz que seamos imagen de tu Hijo.
—Derrama en nuestros corazones, lastimados por el odio y la
envidia, tu Espíritu de amor.
—Concede hoy trabajo a quienes lo buscan, pan a los
hambrientos, alegría a los tristes, a todos la gracia y la
salvación.

Por Jesús hemos sido hechos hijos de Dios; por esto, nos
atrevemos a decir:

Padre nuestro

Padre nuestro que estás en el cielo, santificado sea tu Nombre;


venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos
a los que nos ofenden.
No nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

Final
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Concédenos, Señor, que nos sea siempre anunciada la salvación,
para que, libres de temor, arrancados de la mano de los
enemigos te sirvamos fielmente con santidad y justicia todos
nuestros días. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y
reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los
siglos de los siglos. Amén.

V/. El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a
la vida eterna.
R/. Amén.

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14 de Noviembre del AD 2019

Jueves, XXXII semana del Tiempo Ordinario

—San José Pignatelli, Restaurador de los Jesuitas—

Completas

(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)

V/. -Dios mío, ven en mi auxilio.


R/. -Señor, date prisa en socorrerme.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo


como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya

Examen de conciencia

Hermanos: Llegados al fin de esta jornada que Dios nos ha


concedido, reconozcamos humildemente nuestros pecados.

Todos examinan en silencio su conciencia. Después se prosigue


con una de las fórmulas siguientes:

Primera fórmula:
Yo confieso ante Dios todopoderoso
y ante vosotros, hermanos,
que he pecado mucho
de pensamiento, palabra, obra y omisión.
Por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre Virgen,


a los ángeles, a los santos
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y a vosotros, hermanos,
que intercedáis por mí ante Dios, nuestro Señor.

Segunda fórmula:
V/. Señor, ten misericordia de nosotros.
R/. Porque hemos pecado contra ti.
V/. Muéstranos, Señor, tu misericordia.
R/. Y danos tu salvación.

Tercera fórmula:
V/. Tú que has sido enviado a sanar los corazones afligidos:
Señor, ten piedad.
R/. Señor, ten piedad.
V/. Tú que has venido a llamar a los pecadores: Cristo, ten
piedad.
R/. Cristo, ten piedad.
V/. Tú que estás sentado a la derecha del Padre para interceder
por nosotros: Señor, ten piedad.
R/. Señor, ten piedad.

Si preside la celebración un ministro, él solo dice la conclusión


siguiente; en caso contrario, la dicen todos:

V/. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone


nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna.
R/. Amén.

Himno

Como el niño que no sabe dormirse


sin cogerse a la mano de su madre,
así mi corazón viene a ponerse
sobre tus manos, al caer la tarde.

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Como el niño que sabe que alguien vela
su sueño de inocencia y esperanza,
así descansará mi alma segura
sabiendo que eres tú quien nos aguarda.

Tú endulzarás mi última amargura,


tú aliviarás el último cansancio,
tú cuidarás los sueños de la noche,
tú borrarás las huellas de mi llanto.

Tú nos darás mañana nuevamente


la antorcha de la luz y la alegría,
y, por las horas que te traigo muertas,
tú me darás una mañana viva. Amén.

Salmo 15: El Señor es el lote de mi heredad

Ant: Mi carne descansa serena.

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti;


yo digo al Señor: «Tú eres mi bien».
Los dioses y señores de la tierra
no me satisfacen.

Multiplican las estatuas


de dioses extraños;
no derramaré sus libaciones con mis manos,
ni tomaré sus nombres en mis labios.

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;


mi suerte está en tu mano:
me ha tocado un lote hermoso,
me encanta mi heredad.

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Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré.

Por eso se me alegra el corazón,


se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa serena.
Porque no me entregarás a la muerte,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción.

Me enseñarás el sendero de la vida,


me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo


como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Mi carne descansa serena.

Lectura
1Ts 5,23
Que el mismo Dios de la paz os consagre totalmente, y que todo
vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche
hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo.

V/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.


R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.
V/. Tú, el Dios leal, nos librarás.
R/. Encomiendo mi espíritu.
V/. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo
R/. A tus manos, Señor, encomiendo mi espíritu.

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Cántico Evangélico

Ant: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras


dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos en paz.

(se hace la señal de la cruz mientras se comienza a recitar)

Ahora, Señor, según tu promesa,


puedes dejar a tu siervo irse en paz.

Porque mis ojos han visto a tu Salvador,


a quien has presentado ante todos los pueblos:

luz para alumbrar a las naciones


y gloria de tu pueblo Israel.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo


como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Ant: Sálvanos, Señor, despiertos, protégenos mientras


dormimos, para que velemos con Cristo y descansemos
en paz.

Final

Oremos:

Señor, Dios nuestro, concédenos un descanso tranquilo que


restaure nuestras fuerzas, desgastadas ahora por el trabajo del
día; así, fortalecidos con tu ayuda, te serviremos siempre con
todo nuestro cuerpo y nuestro espíritu. Por Jesucristo nuestro
Señor. Amén.

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(se hace la señal de la cruz mientras se dice:)

V/. El Señor todopoderoso nos conceda una noche tranquila y


una muerte santa.
R/. Amén.

Antífonas Marianas

Se canta o se dice una de las siguientes antífonas marianas:

Dios te salve, Reina y Madre de Misericordia,


vida, dulzura y esperanza nuestra;
Dios te salve.

A ti llamamos los desterrados hijos de Eva;


a ti suspiramos, gimiendo y llorando,
en este valle de lágrimas.

Ea, pues, Señora, abogada nuestra,


vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos,
y, después de este destierro,
muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre.

¡Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María!

o bien:

Madre del Redentor, virgen fecunda,


puerta del cielo siempre abierta,
estrella del mar,
ven a librar al pueblo que tropieza
y quiere levantarse.

Ante la admiración de cielo y tierra,


engendraste a tu santo Creador,

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y permaneces siempre virgen.

Recibe el saludo del ángel Gabriel,


y ten piedad de nosotros, pecadores.

o bien:

Salve, Reina de los cielos


y Señora de los ángeles;
salve raíz; salve, puerta,
que dio paso a nuestra luz.

Alégrate, virgen gloriosa,


entre todas la más bella;
salve, oh hermosa doncella,
ruega a Cristo por nosotros.

o bien:

Bajo tu protección nos acogemos,


santa Madre de Dios;
no deseches las súplicas
que te dirigimos en nuestras necesidades;
antes bien, líbranos de todo peligro,
oh Virgen gloriosa y bendita

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