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El desafío de narrar

Módulo 3. La verosimilitud en la narración

Clase 1. El nivel de realidad y su construcción

1.1.- Introducción

El nivel de realidad y su construcción suele ser uno de los temas más complejos y
fascinantes a la hora de describir sus cualidades en el mundo de la narrativa. La
pregunta se impone, ¿a qué podemos llamar nivel de realidad? ¿En qué consiste y de
qué manera altera el campo narrativo? Para comenzar, aclaramos que el nivel de
realidad no es más que el ámbito realista o fantástico en el cual se desenvuelve una
trama determinada. Lo realista intenta por todos los medios reproducir las cualidades
de aquello que damos por cierto, palpable y objetivo, en cambio, lo fantástico se
encarga de quebrar las normas de la objetividad para dar paso a un mundo que
sabemos imposible pero cuyas reglas se nos infiltran en la conciencia de manera tal
que terminamos aceptando como plausibles los hechos que en él se dan.

Lo fantástico es, en cambio, una realidad


autónoma distinta de aquella
comúnmente aceptada por nuestra
percepción y vivencia de lo cotidiano, es
un ámbito que de antemano sabemos
irreal e imposible, cuya finalidad radica
en alterar las leyes de la lógica para
sumirnos en una reflexión sobre la
condición humana, nuestras relaciones
con los demás o situarnos en una postura
crítica respecto al mundo en que vivimos.

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1.1.- Desarrollo

1.2.- ¿Lo real o lo fantástico?

Un relato de corte realista puede construirse en base a hechos comprobados o


posibles, hay ciertamente gran mérito en construir una narración de este tipo... De
igual modo un relato de corte fantástico responde a una distorsión de la realidad o un
reacomodamiento de nuestra lógica para comprender sucesos y circunstancias que no
funcionan según nuestras percepciones ordinarias o aquello a lo que estamos
acostumbrados. Lo realista funciona como mímesis de la realidad. En las líneas que
siguen tendremos un ejemplo de ejercicio narrativo afincado en el nivel realista,
basado en la gran novela de Daniel Defoe, Robinson Crusoe:

Nací en el año 1632 en la ciudad de York, de buena familia, aunque no del


país, pues mi padre, oriundo de Bremen, se había dedicado al comercio en
Hull, donde logró una buena posición. Desde entonces, y luego de
abandonar su trabajo, se radicó en York, donde casó con mi madre; ésta
pertenecía a los Robinson, una distinguida familia de la región, y de ahí que
yo fuera llamado Robinson Kreutznaer, aunque por la habitual corrupción
de voces en Inglaterra se nos llama Crusoe, nombre que nosotros mismos
nos damos y escribimos y con el cual me han conocido siempre mis
compañeros. Siendo el tercero de los hijos, y no preparado para ninguna
carrera, mi cabeza empezó a llenarse temprano de desordenados
pensamientos. Mi anciano padre me había dado la mejor educación que el
hogar y una escuela común pueden proveer, y me destinaba a la abogacía;
pero yo no ansiaba otra cosa que navegar y mi inclinación a los viajes me
hizo resistir tan fuertemente la voluntad y las órdenes de mi padre, así como
las persuasiones de mi madre y mis amigos, que se hubiera dicho que existía
algo de fatal en esa tendencia que me arrastraba directamente hacia un
destino miserable. (Defoe, 2012, p.8)

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De forma independiente, cada una de estas


vertientes constituye un nivel de realidad, es
decir, la manera en que asumimos un hecho
de ficción, ya sea desde la objetividad o
desde la fantasía. Lo complicado y a la vez
fascinante es el momento en que estas dos
categorías se juntan para convertirse en
aquello que llamaríamos una verdad
narrativa. La pregunta que cabría hacerse
en el instante de darse esta mezcla, sería:
¿En qué punto comienza lo real o en cual lo
fantástico, lo sorprendente, lo
irracional? En esta dimensión los
personajes y los hechos se transforman de una manera tal que no es siempre posible
saber la línea de demarcación entre aquello que funciona como lo comúnmente
aceptado, lo que responde al sentido común, y aquello que está por completo
distanciado de nuestra noción de lo posible o simplemente lo racional. El reto consiste
en mezclar estas realidades de manera tal que exista una interdependencia funcional y
emotiva entre ambas.

1.3.- Hacerle saber al lector qué terreno pisa

Uno de los grandes problemas literarios a que se enfrenta cualquier escritor es


precisamente comenzar en clave realista un relato, y luego, de forma paulatina y sutil,
introducir lo milagroso lo sobrenatural y lo increíble, de modo tal que el lector asuma
como una posibilidad completa en sí misma el hecho de esta deformidad que va
ganando la simpatía y la atención de manera que se da por auténtica esta nueva

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realidad que es ofrecida en este


sentido. Existen dos formas básicas
de convertir lo inaudito en una
realidad aceptada. La primera
consiste en comenzar haciéndole
saber al lector que pisa al terreno
de lo imposible, de aquello que por
su cualidad la realidad ordinaria no
contempla ni admite. Tal es el caso
de La metamorfosis de Franz
Kafka. En este relato bien sabemos
que Gregorio Samsa despierta una mañana convertido en un abominable insecto con
tanta autoconciencia de esa conversión como la tendría el propio lector en calidad de
agente externo del relato. Sin embargo, los sucesos reales, la vida y los personajes
ordinarios que rodean a este hombre convertido en una criatura abominada por
todos, van ganando nuestra atención de manera que prima la curiosidad por saber,
entre otras cosas, la manera en que este engendro interactúa con las personas para las
cuales no es un secreto su condición sino todo lo contrario. Veamos el modo en que
este raro encantamiento comienza a funcionar en el contexto de la propia obra:

Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana después de un sueño


intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso
insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, en forma de caparazón y
al levantar un poco la cabeza, veía un vientre abombado, parduzco,
dividido por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia
apenas podía mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo. Sus
muchas patas, ridículamente pequeñas en comparación con el resto de su
tamaño, le vibraban desamparadas ante los ojos. (Kafka, 2007, p.4)

Nuestra curiosidad se convierte en un impulso para seguir enterándonos de los


detalles de esta vida trágica y complicada, de cómo ha resuelto el autor una situación
incómoda, increíble y finalmente vulgarizada por el efecto de la cotidianidad. La
cuestión está obviamente en que sabemos que una circunstancia narrativa es en sí
misma un completo imposible, pero de forma paulatina terminamos por aceptar esta

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condición, esta metamorfosis, para la cual no hay existencia real, si no una completa
intención simbólica cuya sola propuesta enriquece la posibilidad de interpretaciones
que en torno al hecho narrativo pudieran generarse, es decir, lo fantástico, que
comienza justamente como fantástico, logra sostenerse porque incorpora elementos de
la vida cotidiana como son la relación con los otros, la permanencia de los objetos con
que continuamente nos relacionamos, los rasgos de un mundo real que damos por
concretos en medio de una anomalía o distorsión. En este caso la reiteración de lo real
- posible parece ser la clave. A medida que el lector, dentro de la propia narración va
aceptando una serie de hechos reales, comprobables, que circundan lo anómalo, lo
torcido, lo patológico, se va creando una familiaridad y una aceptación involuntaria e
inconsciente del suceso propuesto. Lograremos obtener estos resultados si somos
capaces de combinar descripciones y comportamientos realistas con los sucesos que
están fuera de lo común o del término de lo aceptado.

Si comenzamos, por ejemplo, un relato en el cual un hombre alberga un colibrí dentro


de un profundo agujero excavado en su frente, presentando este hecho como cotidiano,
llegará un punto en que el lector no extrañará ningún tipo de acción humana de este
hombre que parece desarrollar su vida en un ámbito de lo normal, lo permitido y lo
verosímil.

1.4.- Algunas consideraciones generales

Todo depende nuestra capacidad de otorgar espontaneidad, fluidez y naturalidad


completa al comportamiento de nuestro personaje. Si en cambio, presentamos lo
extraordinario, lo fuera de lo común, de una manera aparatosa, extravagante o
increíble en sí misma, nuestros lectores desecharan el relato a razón de no encontrar
ninguna cualidad que les conecte con la manera en que viven su propia vida dentro de
lo rutinario y lo aceptado. La otra manera en que podemos introducir lo fantástico, es
comenzando en clave realista. Muchas veces los grandes relatos permeados por la
fantasía, comienzan dando al lector la impresión de un despegue en el terreno de lo
real: se dan descripciones de una calle, del interior de una casa, de la atmósfera de una
habitación, de un atributo propio de un espacio abierto o cerrado, deparando la
impresión de que la trama se mueve dentro de escenarios que son completamente
reales.

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El lector va adentrándose en este tipo


de sucesos narrativos que da por
conocidos y comprobables, hasta que
llega un punto en que lo
extraordinario irrumpe y se impone
destruyendo las leyes de la lógica
común para dar paso a una realidad
alterada o de nuevo tipo. En síntesis,
el secreto reside en la sutileza de las
transiciones: hay ciertas pinceladas o
detalles que se incluyen en el
desarrollo de los sucesos, de forma
muy sutil, para que, llegado el momento en que lo extraño aparece, no lo haga de una
manera brusca o totalmente inaceptable para el lector. Se trata de crear una atmósfera
desde la primera línea del relato que al lector no le resulte del todo disparatado el
resultado que le proponemos, este es el arte de cosechar rosas en el desierto, pero es
preciso saber cómo y cuándo sembrar.

Bibliografía

Defoe, D. (2012). Las aventuras de Robinson Crusoe. Madrid: Siruela

Heras, E. (comp.) (2002). El desafío de la ficción. La Habana: Abril

García Jiménez, J. (1994). La imagen narrativa. Madrid: Paraninfo

Kafka, F. (2007). La metamorfosis. Barcelona: Austral

Roth, P. (2011). El oficio: un escritor, sus colegas y sus obras. Madrid: Penguin
Random House

Lukács, G. (1974). Teoría de la novela. Madrid: Grijalbo

Vargas Llosa, M. (2005). La verdad de las mentiras. Barcelona: Seix Barral

Vivaldi, M. (2000). Curso de Redacción. Madrid: Paraninfo

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