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ACERCAMIENTO A LA SOCIOLOGÍA

Desde que en 1839 Augusto Comte tuviera a bien inventarse la palabra «Sociología» han sido muchos los que
han comenzado un trabajo con el mismo título que hoy lo comenzamos nosotros: ¿Qué es la Sociología? El
profesor Fitcher se hacía esta pregunta ya hace algunos años y se respondía que es el estudio de los seres
humanos en sus relaciones con los demás (Fitcher, 1984: 16). Ésa es una definición que nos puede valer. Vamos
a reflexionar un poco sobre este punto antes de aventurar otras definiciones sobre la materia de nuestro estudio.
El punto de partida de nuestra reflexión es la naturaleza misma del hombre. El hombre es un ser social
por naturaleza. El hombre no vive en manada, sino en sociedad. Cuando una oveja muere en la manada, las demás
siguen tranquilamente pastando sin que nada les afecte el acontecimiento. Cuando un cordero nade, exactamente
igual. En el caso de los hombres, la cosa es distinta. Cuando un niño nace, familiares, amigos y conocidos acuden
a su casa a felicitar a los progenitores porque una alegre noticia se ha producido entre ellos. Cuando la muerte
peregrina visita un hogar, la reacción es la misma, aunque de signo contrario. Todos acuden a la casa a dar el
pésame. Incluso la sociedad a ritualizado unos actos en torno a estos grandes acontecimientos puntuales de la
vida de los hombres. Y hay un bautizo que, además del sentido religioso de los que lo practican, tiene el carácter
de rito social de presentación de ese niño ante los amigos. Igualmente tenemos constancia de que el hombre,
desde sus orígenes, instituyó ritos funerarios para despedir en comunidad a sus difuntos (lutos, oraciones,
llantos de plañideras…).
Así podemos poner todos los ejemplos que queramos. El hombre es así. Y como, además de tener unos
comportamientos sociales, el hombre tiene una inteligencia y una capacidad de reflexionar sobre lo que hace,
podemos decir que la reflexión social es tan vieja como el hombre. Por eso algunos han pretendido fijar los
orígenes de la sociología en el código babilónico de Hammurabi, hacia 1.700 a.C., o en la antigua china o en la
organización iniciada por Abrahán, coetáneo del legislador babilónico. Acercándonos 1.500 años más en la
historia, tenemos, por ejemplo, a Herodoto (484-430 a.C.) que, «cuando se pregunta por el mejor de los Estados,
reflexiona al mismo tiempo sobre la mejor forma de organización de la sociedad» (Wallner, 1980: 37), o, dos siglos
más tarde en la antigua Grecia, a Aristóteles en su Política y Platón en sus Diálogos que nos dejaron profundos
comentarios sobre las motivaciones del comportamiento social del hombre. Todo esto más de dos mil años antes
del nacimiento de la misma palabra sociología. Entonces se le llamaba Filosofía Social porque todo era Filosofía,
es decir, trabajo del filósofo, el amante de la sabiduría que dedicaba su vida, ya económicamente resuelta (primum
vivere, deinde philosophare, primero vivir después filosofar) a pensar y reflexionar sobre todo lo que le
rodeaba sin más instrumentos que su propia razón y sin más metodología que la deductiva, correspondiente al
paradigma principialista que le llevaba a buscar los principios del comportamiento social del hombre (Chinoy,
1982: 13).
En todas las épocas, la organización y funcionamiento de la sociedad han llevado a reflexiones individuales
y colectivas, pero, como dice Rodríguez Zúñiga, no es esto suficiente para que podamos hablar de Sociología, ni
siquiera de su prehistoria, salvo que queramos, utilizando la expresión de Hegel, llevar la cuestión a una noche en
la que todos los gatos son pardos (Del Campo, 1988: 24).
Toda la Historia de la Filosofía, de la Literatura y del Arte, está llena de reflexiones sobre el
comportamiento social del hombre. De todas formas, ya hemos subrayado de paso con la palabra deductiva que
la diferencia entre la Filosofía Social y Sociología es, por analogía, tan enorme como la que separa a la filosofía de
la ciencia empírica en general. Frente al método deductivo de la filosofía, la ciencia empírica utiliza el método
inductivo, que es exactamente el contrario. En vez de partir de un principio y deducir, bajando, hacia la realidad,
en las ciencias positivas de parte del hecho, de la realidad, y se sube, induciendo, hasta la ley o principio. Y
mientras que la ciencia filosófica es apodíctica y necesaria, la ciencia positiva siempre se moverá en los
terrenos de la provisionalidad y la probabilidad.
Con la rebelión de todas las ramas del saber frente al tronco común filosófico del que procedían a lo largo
de los siglos XVIII y XIX, fueron surgiendo nuevas ciencias y sobre todo nuevas formas de hacer ciencia.
Generalmente el positivista Augusto Comte es considerado el padre de la Sociología. La palabra la
inventó él. Comenzó llamándola física social porque consideraba que la sociedad debía ser estudiada con los
mismos procedimientos que la física. Un científico belga, Quételet, había comenzado por aquella época a
hacer estudios sociales estadísticos bajo ese nombre y Comte prefirió inventarse un híbrido greco-latino para
designar a la nueva criatura. «Socio», del latino socius y societas que significan socio y sociedad, procediendo
«logía», de logos, tratado, estudio. Por tanto, etimológicamente, Sociología es el estudio de la sociedad. Él
pensaba que, así como las ciencias naturales descubren y formulan leyes en el campo de la naturaleza, de igual
manera la sociología había de tener por finalidad investigar las leyes sociales dentro de la sociedad total (Wallner,
1980: 17). Este mismo profesor recoge unas palabras de Comte en las que consagra el uso del término
Sociología: «A partir de ahora creo que debo atreverme a utilizar este término nuevo que equivale a mi expresión
física social, a fin de poder designar con un solo vocablo este complemento de la filosofía natural que se refiere
al estudio del conjunto de aquellas leyes en que se basan los fenómenos sociales» (Ibíd).
En un diccionario de Sociología encontramos esta definición: «La Sociología es la ciencia social que
pretende llegar a las proposiciones más generales sobre las mutuas relaciones de los hombres» (Schoeck, 1981:
676). Para M. Weber la Sociología es la
ciencia que quiere comprender la acción social y de esta forma interpretarla causalmente en su evolución y
en sus efectos.

LOS ORÍGENES DE LA SOCIOLOGÍA


Vamos a dar un paso más en este tema introductorio, metiéndonos en los orígenes de nuestra asignatura, a través
del estudio del pensamiento de media docena de autores que son considerados por todos como los padres de la
sociología.
Prescindimos de las aportaciones de los clásicos greco-romanos porque, como dijimos, su reflexión sobre
los comportamientos sociales del hombre se limitan a una filosofía de lo social sin que encontremos la
sistematización y el carácter científico que la sociología adquiere en la segunda mitad del siglo XVIII, como
consecuencia de la agitada situación de cambios que produjeron las revoluciones sobre las formas de vida
tradicionales. Por un lado, la Revolución Industrial (1760), modificó las formas de producción, consolidándose
el capitalismo de cuyas manos haría su aparición la industrialización y el urbanismo, con las grandes
concentraciones de personas en torno a las fábricas, y comportamientos y problemas nuevos, que necesitaron la
atención de los expertos. Por otro lado, la Revolución Francesa (1789) que vino a trastocar todo el sistema de
valores y privilegios de clase reinantes hasta el momento. Una nueva clase social va a emerger como la mayoría
sobre la que se asienta la sociedad, con el consiguiente advenimiento de nuevas formas de organización social
y política: se va a extender el republicanismo como única forma estable de gobierno, aun conservándose algunas
monarquías parlamentarias, se va a iniciar un proceso de secularización, desacralización y racionalismo, se
va a perseguir el bienestar social como único objetivo práctico y manifiesto de los gobiernos, y se van a desarrollar
las libertades cívicas y los derechos fundamentales en todos los textos legales (Cruz Beltrán, 1994: 25).
Veamos algunos de los más significativos fundadores, aunque solo sean los
cuatro o cinco más importantes y remitimos al alumno a completar su estudio en la
bibliografía que se cita.
Saint-Simon (1760-1825)
Evolución y progreso ilimitado han de ser las bases de su nueva ciencia y de la nueva sociedad. Frente a la
agricultura, que había sido la base de la sociedad anterior, el propugna que ha de ser la industria la base del nuevo
desarrollo social. En producir mucho esta la base del desarrollo. Es necesario planificar la sociedad para conseguir
esas altas cotas de producción sobre una base industrial. Esta es su utopía. Sistema de clases abiertas, sin
privilegios, en las que la meritocracia será el sistema de clasificación social.
Al frente del Estado un grupo de tecnócratas que sepa dirigir científicamente los fundamentos de
un sistema de bienestar social. Los trabajadores estarán al frente de ese nuevo Estado, desalojando de él a los
ociosos, nobles y clero, y a los señores de la guerra.
Aunque, a diferencia de C. Marx, se opone a toda violencia, considera como éste que el motor de la
historia es la lucha de las clases productivas, frente a las improductivas. Saint-Simon, frente a Marx, confía
en que las clases improductivas dejarían el poder sin necesidad de usar con ellas la violencia, ya que
entregarían pacíficamente el poder al darse cuenta de la fatalidad de la situación. Igualmente difiere de Marx en
el concepto de la burguesía ya que considera que intelectuales y proletarios son miembros de una misma clase
trabajadora que sería la beneficiada en la nueva sociedad industrial, siendo los primeros los dirigentes
cualificados de esa nueva clase.
En su obra El nuevo cristianismo adopta un cristianismo secular destinado a inculcar a todos la
conciencia de un destino común. Frente al rechazo marxista de la religión como opio del pueblo, Saint-Simon
espera una solución al problema social por el camino de una nueva renovación ético religiosa (Cruz Beltrán, 1994:
27).
Comte (1798-1857)
A los 19 años el secretario de Saint Simón y trabajo con él desde 1817 a 1823 y lo hace de forma tan compenetrada
que resulta difícil distinguir en esos 6 años lo que se debe a cada uno de ellos (Timasheff, 1969: 33).
Fruto de esta colaboración es la obra titulada Plan de las operaciones científicas necesarias para la
reorganización de la sociedad, y que Comte llamo «El gran descubrimiento de 1822». En ella sostienen que
cada rama del conocimiento pasará por tres etapas o estadios.
El primer estadio habría terminado con Sócrates y era el estadio teológico, en el que el hombre explica
las cosas y los acontecimientos recurriendo a fuerzas o seres sobrenaturales. Si el hombre da vida y acción a
las cosas, su pensamiento será fetichista y si buscas soluciones en potencias sobrenaturales aparecerán
sucesivamente el politeísmo y el monoteísmo.
A este estadio teológico sucedería un estadio metafísico: el hombre recurre a entidades abstractas, a ideas
metafísicas, con las que intenta explicar la naturaleza de las cosas, sustituyendo estas a las potencias
sobrenaturales del primer estadio.
Finalmente, con la reorganización de las ciencias que ellos proponen, entramos en el tercer estadio, el
positivo. Las explicaciones se buscan en las cosas mismas. Mediante la observación y el razonamiento, se ha
de percibir la relación existente entre las cosas y los acontecimientos, formulando unas leyes comprensivas que
expliquen los fenómenos. El hombre gana en modestia y renuncia a conocer las causas primeras y finales,
conformándose solo con el conocimiento de las causas inmediatas, hasta conseguir paso a paso y a través de
este conocimiento el dominio del universo (Cruz Beltrán, 1994: 28).
Esta ley de los tres estadios, que constituye el núcleo central de la ciencia comtiana, es mucho
más que un principio que rige el progreso del conocimiento. También el individuo se halla abocado a seguir
estos pasos en su desarrollo y educación personal. E igual que el individuo, la misma sociedad humana de tal
forma que «el gran descubrimiento de 1822» iba a convertirse en la idea directora de la reorganización de la
sociedad, sacudida por la Revolución Francesa (Timasheff, 1969: 35).
La nueva ciencia creada por él, la Sociología, se fundamentará en tres principios básicos.
- Primero: los fenómenos sociales se estudiarán en el contexto al que pertenecen.
- Segundo: el progreso de los conocimientos es la línea directriz de la historia humana.
- Y tercero, el hombre es idéntico en todas partes y en todos los tiempos, por lo que es de esperar que
la sociedad evolucione en todas las partes de idéntico modo.
Durkheim (1858-1917)
Su preocupación primera y fundamental estuvo en el estudio de la solidaridad de los grupos. La existencia de una
sociedad supone que debe existir algo semejante a la solidaridad, que es lo que mantiene unidos a los
miembros de una sociedad. En su primera obra, La división del trabajo en la sociedad (1893) hizo un estudio
sobre este tema. Comparándolas, observa que en las sociedades arcaicas se da una solidaridad mecánica,
fundamentada en la similaridad de sus miembros, en tanto que en las modernas predomina una solidaridad
orgánica, fundada en la disimilaridad de sus componentes.
El contraste entre estos dos conceptos le sirve a Durkheim como telón de fondo para el estudio de los
fenómenos colectivos. La primera implica una fuerte conciencia colectiva, ya que está basada en una gran
participación de creencias, valores y costumbres (Light, 1991: 19). Esa conciencia común es la que ampara la
mentalidad y la moral individual.
El crecimiento de la solidaridad orgánica sobre la mecánica se debe, según Durkheim al aumento de
la densidad moral de la población, esto es, del aumento las relaciones sociales dentro de una población (Cruz
Beltrán, 1994: 31). A medida que la gente comienza a intercambiar contactos, se ve la necesidad de regular
estos y va imponiéndose poco a poco la división social del trabajo.
En su obra El suicidio utiliza el análisis funcional consistente en descubrir la relación existente entre
dos o más eventos, de forma que todo cambio introducido en uno provoca una modificación en el otro y
exige una adaptación. Aplicando esto al suicidio concluye diciendo que el suicidio varía en razón inversa del grado
de integración de los grupos sociales de los que forma parte de individuo: habrá más suicidios cuanto menos
integración social tengan los miembros de una sociedad dada. Así, si se produce un brusco cambio social,
porque las cosas mejoran o empeoran súbitamente, se va a producir en la sociedad una situación de
anomia (palabra griega qué significa «sin normas») y esa falta de normas de comportamiento va a producir un
tipo de suicidio que él llama anómico.
Finalmente, decir una palabra sobre lo que entiende por hecho social. El hecho social es definido como
toda manera de actuar que sea general en una sociedad dada y que, al mismo tiempo, existe por derecho
propio independientemente de sus manifestaciones individuales.
Max Weber (1864-1920)
Frente a la definición de hecho social que acabamos de ver Durkheim, para Weber la acción social lleva implícito
el sentido subjetivo que el individuo le pone. Las explicaciones sociológicas deben derivarse de la comprensión
de por qué el pueblo elige ciertas acciones (Light, 1991: 19). Frente a Durkheim, lo subjetivo es fundamental para
Weber, de tal modo que define la sociología como una ciencia que persigue una comprensión interpretativa
de la acción social, a fin de llegar, por ahí, a una explicación causal de su sentido (evolución) y de sus efectos
(Wallner, 1980: 18; Cruz Beltrán, 1994:
33). He subrayado la palabra interpretativa porque ahí está la clave de la sociología
weberniana. Las motivaciones del individuo en la acción social derivan de las interpretaciones que hace
sobre esa acción y la clave sociológica está en entender las motivaciones de los actores.
En la que es su obra más conocida, La ética protestante y el espíritu del capitalismo, va a hacer un
ejercicio de hasta qué punto las motivaciones del individuo influyen en la acción social. La doctrina calvinista de
la predestinación supone que la salvación no depende de las acciones personales, sino de una decisión de Dios.
Nacemos predestinados a la salvación o a la condenación por voluntad inmutable de dios. Como la salvación es el
tema más importante en la vida del hombre, éste vivirá una situación angustiosa hasta saber si es de los elegidos
para el cielo o si, lamentablemente, ya viene rechazado por Dios desde antes de su nacimiento. La única
forma de averiguar su destino es trabajar todo lo que se pueda en esta vida, sin dar cabida a ningún tipo de ocio
o vicio, y ver si dios bendice su trabajo. El éxito en el trabajo será un indicio claro de bendición de Dios y, por tanto,
de su predestinación como elegido.
Por eso los siervos de Dios trabajan, pero no tienen vicios: solo rezan y trabajan. Así en estas motivaciones
religiosas, podemos encontrar una causa necesaria, aunque no suficiente, para el nacimiento del capitalismo
moderno porque: hacia éste le orientó la
ética calvinista (Timasheff, 1969: 218; Cruz Beltrán, 1994: 33)
En Economía y sociedad, otra de sus obras más conocidas, aparece otro concepto
muy importante: tipo ideal. Es un concepto que tiene en él una clara referencia metodológica. No existe
en la realidad. Es una construcción mental a base de exagerar o acentuar algunos de los rasgos o aspectos
observables de la realidad. Es exageración o caricatura solo se da en la mente del individuo. (Timasheff, 1969:
225). Uno de los ejemplos más conocidos de Weber sobre el tipo ideal es su descripción sobre las tres clases o
tipos de autoridad que se dan en las diferentes sociedades. La dominación que ejerce la autoridad puede
legitimarse de forma legal, caso de nuestras modernas sociedades democráticas. Otro tipo de autoridad es
la tradicional, basada en la autoridad del fundador de la comunidad, como es el caso de las monarquías
consagradas. Y, finalmente, el tipo carismático de legitimación que es fruto de la adhesión afectiva que se
tiene a una persona.
Carlos Marx (1818-1883)
Su teoría sociológica se puede reducir a dos postulados fundamentales con algunas consecuencias que
iremos viendo en la exposición.
El primer postulado es el del determinismo económico, es decir, «la opinión de que el factor económico
es el determinante fundamental de la estructura y el desarrollo de la sociedad. Este factor, constituido
esencialmente por los medios tecnológicos de producción, determina la organización social de la producción, es
decir, las relaciones en que entran los individuos para producir bienes con más eficacia de lo que pueden hacerlo
así trabajan separadamente. Esas relaciones, según Marx, se producen independientemente de la voluntad
humana» (Timasheff, 1969: 68). Marx concibe al hombre primordialmente como un ser de necesidades. Unas
son primarias como las fisiológicas de comer, vestir, y albergarse. Otras son más refinadas como las que miran a
la cultura y a las comodidades. Para aliviarse en sus necesidades el hombre se ve implicado en una lucha
con la naturaleza, obligándose a desarrollar unas técnicas laborales. Esta lucha por la existencia constituye
la razón de su vida y condiciona su historia personal y colectiva.
El segundo postulado se refiera el mecanismo de cambio de la sociedad. Parte de la filosofía hegeliana,
pero volviendo las del revés, es decir, aplicando su esquema a la materia y no al espíritu, como haría Hegel. «Todas
las cosas del mundo, incluida la sociedad misma, por una especie de fatalidad dialéctica, pasan por las tres etapas
de la afirmación o tesis, la negación o antítesis, y la conciliación de los opuestos o síntesis. En este nuevo plano de
la síntesis el proceso dialéctico continúa con nuevas negaciones y nuevas conciliaciones que sin cesar determinan
el proceso histórico» (Timasheff, 1969: 69).
Aplicando estos dos postulados marxistas a la realidad social podemos sacar algunas conclusiones.
Cualquier sistema económico que pueda estar en vigor, comienza siendo una afirmación, es decir, es bueno en sí
mismo y probablemente el mejor de los posibles en ese momento. Pero en sí mismo, una vez que se ha
atrincherado socialmente, se convierte en su propia negación porque siempre pondrá obstáculos al cambio y a
las innovaciones que, como todas las cosas, necesita. Será necesario un cambio revolucionario, una revolución
social, que pueda destruir el orden establecido e implantar uno nuevo que esté constituido en una síntesis
renovadora, por elementos del antiguo y del nuevo sistema. Así volvemos a empezar otra vez desde el supuesto
nuevo sistema que también tendrá tendencia a anquilosarse, cerrándose en sí mismo.
Un corolario que podemos deducir de estos dos postulados es la lucha de clases. Las relaciones de
producción que se dan en todo sistema social son por naturaleza conflictivas y contradictorias porque
enfrentan siempre a grupos con intereses opuestos. Es un proceso revolucionario que el mismo Carlos Marx
has escrito con estas palabras en el comienzo del Manifiesto Comunista: «La historia de toda la sociedad
hasta nuestros días no ha sido más que la historia de las luchas de clases. Hombre libre y esclavo, patricio y
plebeyo, barón y siervo, en constante oposición, han desarrollado una guerra ininterrumpida, abierta algunas
veces, disimulada otras; una guerra que siempre concluía, o bien en una transformación revolucionaria, o bien
en la destrucción de las dos clases en lucha».
Una palabra más acerca de un concepto básico en su sociología: la alienación. Etimológicamente alienus,
en latín, es «ajeno», «del otro». Él habla de tres alienaciones:
- Alienación religiosa, el hombre crea a Dios y después se pone en manos del Dios que ha creado, de forma
que, viviendo con la esperanza de un mundo celestial, renuncia buscar soluciones de sus problemas en
este mundo.
- Hay una alienación política, cuando el hombre proyecta sus responsabilidades en el Estado. El hombre
atribuye al Estado potestad sobre su vida.
- Y, finalmente, hay una alineación económica, que se da en el trabajo cuando el hombre tiene que
entregar el fruto de sus esfuerzos al patrón que controla los medios de producción, las leyes del mercado,
el reparto de beneficios, etc., no quedándole al trabajador más que ser una simple pieza en el engranaje
productivo.
Solo con la abolición de la propiedad privada se podrá llegar, según Marx, a una sociedad no alienada (Cattarinusi,
1986: 57).
MACRO Y MICROSOCIOLOGÍA
En el tema en que veamos los métodos y técnicas de investigación social y estudiaremos las Reglas
generales de la investigación sociológica. La quinta regla, llamada de la totalidad ligada nos va a decir que el
que, con una intención puramente didáctica, podamos dividir los hechos sociales en sus más pequeños detalles,
no puede hacernos olvidar que, en el cuerpo social, igual que en el cuerpo humano, las cosas no suceden aisladas,
sino que todo está interrelacionado en la vida social.
Con esta intención didáctica, a partir de los años 30, diversos autores, entre los que están Gurvitch y J.L.
Moreno introdujeron el término microsociología para designar la investigación con los pequeños grupos, mientras
que el concepto de macrosociología quedaba para designar unidades mayores, dentro de las cuales la actuación
humana se encuentra orientada hacia el tipo de comportamiento institucionalizado o hacia un orden
abstracto de carácter normativo, por ejemplo, asociaciones, corporaciones, partidos, empresas, etc. (Wallner,
1980: 23).
LOS GRANDES ENFOQUES O PERSPECTIVAS DE LA SOCIOLOGÍA
El enfoque funcionalista.
Es la llamada «teoría o perspectiva del consenso». Tiene en Talcott Parson y Robert Merton sus principales
impulsores. La sociedad es considerada como una red de grupos que cooperan como un todo integrado y
ordenado, de acuerdo con una serie de reglas y valores compartidos por la mayoría de sus miembros. La sociedad
es, para esta perspectiva, como un organismo vivo en el que todas las partes están interrelacionadas. Lógicamente
el concepto de función es fundamental dentro de esta teoría, entendiendo por función una actividad que se
orienta a una finalidad determinada.
La perspectiva del conflicto.
Por supuesto procede directamente de Marx y de su concepción dialéctica de la vida, de la sociedad y de la
historia. Si en la perspectiva del consenso, por ejemplo, en el funcionamiento de una fábrica, trabajadores
y empresarios acaban sabiendo qué les corresponde a cada uno por su trabajo y, dialogando, llegan a un acuerdo,
en este otro enfoque de la vida social el acuerdo no es fruto del consenso entre las partes interesadas,
sino del conflicto, del tira y afloja que entre dueños y empleados necesariamente se produce. Las relaciones
necesariamente han de ser siempre conflictivas.
https://www.studocu.com/es/document/universidad-de-huelva/sociologia-de-la-educacion/apuntes/tema11-naturaleza-de-la sociologia/2997157/view

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