Sei sulla pagina 1di 4

UNIVERSIDAD YACAMBÚ

VICERRECTORADO ACADÉMICO

FACULTAD DE HUMANIDADES

CARRERA – PROGRAMA DE PSICOLOGÍA

Emociones

Autora: Zulimar Pérez CI: 25172389

Expediente No: HPS-183-00022V

Boconó, Octubre de 2019


Las emociones influyen sobre la salud y el bienestar. Las emociones son reacciones
psicofisiológicas que todos experimentamos a diario aunque no siempre seamos
conscientes de ello. Son de carácter universal, bastante independientes de la cultura y
generan cambios en la experiencia afectiva, en la activación fisiológica y en la conducta
expresiva. Surgen ante situaciones relevantes que implican peligro, amenaza, daño,
pérdida, éxito, novedad…y nos preparan para poder dar una respuesta adaptativa a
esa situación. A lo largo de nuestra evolución como especie, gracias a las emociones
hemos podido responder rápidamente ante aquellos estímulos que amenazaban
nuestro bienestar físico o psicológico, garantizando nuestra supervivencia. Además de
esta función primordial adaptativa, las emociones cumplen una función social y otra
motivacional. A través de la primera, facilitan la interacción social, permitiendo la
comunicación de los estados afectivos y promoviendo la conducta prosocial. Y, por
otra parte, la emoción es la encargada de energizar una conducta motivada, aquella
caracterizada por poseer dirección e intensidad. Una conducta “cargada”
emocionalmente se realiza de forma más vigorosa y se ejecutará de forma más eficaz,
adaptándose a cada exigencia.El miedo-ansiedad, la ira, la tristeza-depresión y el asco
son reacciones emocionales básicas que se caracterizan por una experiencia afectiva
desagradable o negativa y una alta activación fisiológica. Las tres primeras son las
emociones más estudiadas en relación con el proceso salud-enfermedad.

En un primer momento, las emociones se consideran adaptativas y dependerán de la


evaluación que la persona haga del estímulo, es decir, del significado que le dé a este,
y de la respuesta de afrontamiento que genere. Existen estímulos emocionales
objetivamente perturbadores que pueden no dejar secuelas, y al contrario, otros
estímulos emocionales aparentemente inocuos pueden llegar a ocasionar un daño más
o menos importante. La diferencia entre las dos posibilidades estriba en la percepción
que cada persona tiene de esos estímulos.

Dependiendo de esa percepción, puede surgir una respuesta desadaptativa, es decir,


permanecemos indefinidamente enfadados, tristes, ansiosos o aterrados, una vez
desaparecido el estímulo inicial; con el consiguiente sobreesfuerzo, insostenible en el
tiempo, y un sobrecoste en forma de trastorno de la salud, física y mental.

En relación a los trastornos cardiovasculares, varios estudios han mostrado que la


depresión es un factor de riesgo significativo de enfermedad coronaria, infarto de
miocardio y mortalidad cardíaca y también se ha relacionado con una peor evolución
de los pacientes coronarios.

En definitiva, existe una relación estrecha entre emociones y salud. La reacción ante
determinadas situaciones y las emociones son diferentes en cada individuo. Hay
personas que ante un exceso de carga emocional tienen problemas físicos (cefáleas o
trastornos digestivos) cognitivos (excesiva preocupación, obsesiones) o conductuales
(adicciones). Por tanto, hay un síntoma de alarma diferente para cada persona.
Bárbara Fredrickson ha abierto una línea de investigación centrada específicamente en
las emociones positivas y en su valor adaptativo. Ha planteado la Teoría abierta y
construida de las emociones positivas (Fredrickson, 1998, 2001), que sostiene que
emociones como la alegría, el entusiasmo, la satisfacción, el orgullo, la complacencia…
comparten la propiedad de ampliar los repertorios de pensamiento y de acción de las
personas y de construir reservas de recursos físicos, intelectuales, psicológicos y
sociales disponibles para hacer frente a los momentos de crisis.

Cuando una persona posee estrategias y habilidades suficientes para hacer frente a
esas situaciones generadoras de cargas emocionales, es poco probable que causen
algún daño; sin embargo, en ausencia de esas destrezas, un individuo puede verse
desbordado por una situación que probablemente, sólo es insuperable desde su propia
percepción.

Así pues los factores psicológicos constituyen un componente más de la ecuación en el


abordaje de la enfermedad. Nuestra atención médica debe cubrir las necesidades
emocionales de nuestros pacientes, basada en la empatía, en la escucha, la atención
de sus miedos y dudas y en el valor terapéutico que tiene la actitud positiva, con sus
pilares el optimismo y la esperanza. Ayudar a nuestros pacientes a gestionar su mundo
emocional significa trabajar en nuestros objetivos profesionales, que al fin y al cabo
son mejorar su salud y contribuir a que éstos tengan mejor calidad de vida y mayor
bienestar.

Las emociones influyen en la frecuencia cardiaca y la presión arterial. El estrés, la


depresión y la inflamación son capaces de activar y modificar el equilibrio del sistema
defensivo. Cada uno de nuestros pensamientos y emociones influye sobre hormonas,
proteínas y neurotransmisores determinando nuestro grado de salud.

Se ha demostrado que las personas, según su estado de ánimo, tienen una


composición sanguínea distinta de hormonas y neuropéptidos. Ambos, mensajeros
químicos. Con estrés, preocupación y ansiedad se incrementan la adrenalina y el
cortisol. La adrenalina aumenta la glucosa en sangre, la tensión arterial, el ritmo
cardíaco y el respiratorio, y nos prepara para luchar o huir. Esta reacción es vital en
situaciones de peligro real, pero el estrés la mantiene de forma permanente minando
la salud. El cortisol, hormona del estrés, entre otras funciones eleva los niveles de
azúcar, regula la producción y consumo de grasas y deprime el sistema inmune.
Anímicamente, nos hace irritables, estimula la ira, la falta de sentido del humor y/o las
ganas de llorar, causando inestabilidad emocional.

Estos efectos pueden contrarrestarse con la risa, los abrazos, las caricias, un masaje
relajante, el ejercicio moderado, un paseo por el campo, escuchando música, cantando
o bailando, meditando, mostrando empatía o ayudando a otras personas… Todo ello y
la práctica de cualquier afición con la que disfrutemos aumenta las endorfinas. Son
hormonas opioides segregadas por la hipófisis que dan la sensación de bienestar,
permiten que nos deleitemos en el fluir de la vida, mejoran nuestro sistema
inmunológico, despiertan la libido y además tienen efecto analgésico y calmante. Con
la sensación de satisfacción o felicidad se libera también dopamina, un
neurotransmisor responsable de la motivación y la recompensa, el sueño, el humor y
el aprendizaje.

Algunos autores tales como Lazarus (1999) Goleman (1996) y Shapiro (1997), han
hecho referencia a las tres (3) emociones de mayor relevancia (ira, ansiedad y
depresión). Por su parte Torrabadella (2001), y la Enciclopedia General de la educación
(2000), consideran que son básicas (felicidad, tristeza, ira, sorpresa, miedo y
disgusto); pero en realidad ninguno ha considerado una clasificación definitiva.

Potrebbero piacerti anche