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LOS HERMANOS AYAR Y EL MITO DEL PACARITAMBO

En la historia del origen del Tahuantinsuyo existen varias versiones recogidas por los cronistas.Uno de los más
difundidos por Garcilaso de la Vega es el mito de Manco Capac y Mama Ocllo, y otra - una versión mas andina – es el
mito de los hermanos Ayar, recogida por cronistas como Juan de Betanzanos, Pedro Cieza de León, Felipe Guaman
Poma, Juan Santa Cruz Pachacuti y Pedro Sarmiento de Gamboa, según María Rostworowski.
El mito de los hermanos Ayar se inicia a seis leguas de Cusco, en el cerro Tamputoco, ubicado éste en la proximidad
del antiguo pueblo de Pacarictambo, nombre quechua que significa “posada de la producción” o “posada del
amanecer”. Este cerro tenía tres cuevas o ventanas llamadas Maras Toco, Sutic Toco y Capac Toco, de las mismas
como lo menciona la tradición oral, según Rostworowski, aparecieron de forma espontánea los grupos étnicos Maras,
Tampus y Ayar.
Los hermanos Ayar eran ocho, cuatro hombre y cuatro mujeres, llamándose los primeros Ayar Uchu, Ayar Manco,
Ayar Cachi y Ayar Auca. De estos el nombre de los tres primeros tienen relación con los alimentos comunes en la
alimentación inca, pareciendo evocar un viejo culto a la tierra y sus frutos. Según el diccionario de Gonzales Holguín
Ayar significa quinua silvestre, al parecer cañihua (chenopodium palladicaule aellen), conocida en forma silvestre en
la región del lago Titicaca como ayara o quitacañihua. El nombre Uchu es ají (Capsicum anuum); el nombre Manco se
asocia a un antiguo cereal en desuso (Bromus mango) y el de Cachi a la sal, condimento muy difundido en los Andes.
El nombre Ayar Auca el cuatro hermano tiene connotación de guerreo o de la actividad guerrera. Las hermanas Ayar
se llamaban Mama Ocllo, Mama Raua, Mama Ipacura y Mama Huaco, esta última, sería figura importante en la
conquista del Cusco.
Junto a sus ayllus los ocho hermanos inician la búsqueda de un lugar donde establecerse, recorriendo punas y
quebradas de sur a norte en territorios pertenecientes a la actual provincia cusqueña de Paruro, realizando prácticas
agrícolas por algunos años, una vez realizada la cosecha, seguían su búsqueda, siendo su primera estancia el paraje
de Guaynacancha, a cuatro leguas del Cusco. En este lugar Mama Ocllo, quedó embarazada por Ayar Manco. Luego
se trasladaron a la localidad de Tamboquiro, lugar en el cual nació el príncipe Sinchi Roca. Su siguiente destino fue
Pallata en el que estuvieron varios años para luego llegar a Haysquisrro, tramándose en este lugar una conspiración
contra Ayar Cachi.
Cachi despertaba temor en sus hermanos por los poderes mágicos que este poseía, los cuales le permitían derribar
cerros y formar quebradas con un solo tiro de su honda, según Rostworowski, lo cual motivó deshacerse de él lo más
pronto posible, haciéndole regresar con engaños a Tambotoco a recoger el napa (insignia de señorío), vasos de oro
llamados topacusi y semillas olvidadas en la cueva Capac Toco. Al llegar este y entrar en la cueva, un enviado por los
hermanos llamado Tambochacay, cerró la entrada con bloques de piedra atrapando a Ayar Cachi para siempre.
El resto continuó su viaje por las serranías cordilleranas llegando a Quirirmanta, al pie de un cerro, celebraron un
concejo decidiendo que Ayar Manco casándose con Mama Ocllo sería el jefe, y Ayar Uchu se quedaría en ese sitio
transformado en una huaca principal de nombre Huanacauri. La petrificación en las creencias andinas es una forma
de sacralizar a un personaje, convirtiéndose este en un ser sagrado y consejero permitiendo la comunicación entre el
mundo celestial y el terrenal, según Rostworowski.
Llegaron a Matagua, continuando con su viaje, celebrando por vez primera la ceremonia del Huarachicuy (iniciación
de los jóvenes nobles a la vida adulta), perforando el lóbulo de la orejas del príncipe Sinchi Roca para la colocación
de las orejeras. Mama Huaco, quien constituía uno de los principales caudillos, antes de salir del pueblo probando
suerte, lanzó hacia el norte dos varas de oro indicando esta si el terreno era propicio para asentarse. La primera cayó
en Colcabamba sin poder penetrar el suelo por su dureza; la segunda cayó en Guaynapata teniendo más suerte
hundiéndose suavemente. Según Rostworowski hay otras variantes del mito, las que atribuyen el lanzamiento del
bastón fundacional a Ayar Manco. Sin embargo todas coinciden en Guaynapata como el lugar elegido como
asentamiento de la capital inca.
Al intentar llegar al lugar donde cayó la vara, tuvieron intentos fallidos por los naturales del lugar que los expulsaban,
ordenando Ayar Manco a Ayar Auca fuese y poblase en nombre de sus ayllus, el cual voló hacia Guaynapata donde
al pisar el terreno quedo convertido en piedra, lugar que ocuparía el Coricancha luego.
En las creencias difundidas en los Andes, las huancas o piedras sagradas eran mojones que indicaban la toma de
posesión del lugar, por lo cual al quedar petrificado Ayar Auca representaba la ocupación efectiva del sitio elegido,
según Rostworowski.
Luego de algunos enfrentamientos con lugareños tomó definitivamente el lugar Ayar Manco, junto a los ayllus de sus
hermanos, cambiándose el nombre de este luego por el de Manco Capac.
LA MITICA LEYENDA DE LOS HERMANOS AYAR EN EL CUSCO

Hace mucho tiempo, el Dios Ticci Viracocha (hacedor del mundo) envió a sus hijos más poderosos en busca de tierras fértiles
para cultivar el maíz, su producto más preciado para que compartiera con todos los hombres de la tierra.

Es así como a seis leguas del Cusco, en el paraje Tambotoco de Pacaritambo, en un cerro llamado Pumaorqo, habían tres
ventanas o cuevas. De la central “capac toco” (ventana rica) salieron nuestros ancestros: los cuatro Hermanos Ayar. Cada uno de
ellos, al igual que sus esposas, tenían poderes y habilidades especiales para iniciar la gran misión.

La primera pareja estaba constituida por Mama Guaco, la guerrera, una mujer hermosa y fuerte que llevaba un aybinto (especie
de onda) y que con un solo golpe podía ocasionar grandes derrumbes. Su compañero Ayar Cachi, era el más dominante y
belicoso de los hijos de Viracocha, cuentan que tenía la fuerza de un rayo.

Ayar Uchu, en cambio, era místico y religioso, podía comunicarse con Viracocha a través del viento, la tierra, el fuego y el
agua;mientras que Mama Cora guardaba y transmitía los secretos de las plantas medicinales que su padre les legó.

La tercera pareja estaba constituida por Mama Rawa, mujer semidiosa, alegre y más laboriosa de las cuatro hermanas, podía
hacer música con su tinya, sabía tejer y guardaba en cada textil la memoria y la historia de su padre Viracocha;mientras que Ayar
Aucca, brazo derecho de Manco Capac, llevaba una pechera de plumas de guacamayo y tenía una fuerte conexión con los
espíritus ancestrales.

Cerraba el grupo el mayor de los Ayar y el de más autoridad Ayar Manco Capac, quien tomó ese nombre porque salieron de la
ventana de Capac-Toco y quiere decir “rico”. Ayar Manco era astuto, sabio y un gran estratega. Traía consigo un halcón llamado
Indi, al cual todos veneraban y temían. Su esposa Mama Ocllo tenía la ternura de una madre, pero a la vez con su mirada podía
cautivar a cualquier fiera. Era la encargada de preservar las familias.

Se narra que Ticci Viracocha le entregó una vara de oro a Ayar Manco, la que determinaría la tierra donde cultivarían el maíz e
iniciaron su travesía.

Los hermanos Ayar salieron de Tambotoco en compañía de diez ayllus llevando consigo sus armas. Tenían como caudillos a
Mama Guaco y Ayar Manco. Luego de algunas horas llegaron a Guanacancha, donde se establecieron por un tiempo en el
intento de buscar tierra fértil. Cultivaron también algunas semillas que Mama Ocllo traía consigo desde Tambotoco, pero esa
tierra no era muy buena para el maíz y continuaron.

En el camino Ayar Cachi, haciendo alarde de su poder y fuerza, da un hondazo, derribó un cerro y formó una quebrada.
Temerosos y recelosos de ese poder, los demás hermanos, al llegar al lugar denominado Haysquisrro, planearon deshacerse de
él. Ayar Cachi regresó hacia Tambotoco y detrás suyo fue Tambocheccay, un servidor fiel del grupo. Al llegar a Tambotoco, Ayar
Cachi entró a una cueva. Tambochecay tapió la entrada con un derrumbe. Hoy en día Tambochecay se encuentra convertido en
piedra a un lado de la ventana de Capac Toco.

Los hermanos que se encontraban en Haysquisrro, al escuchar el estruendo que ocasionó Ayar Cachi con sus gritos, se pusieron a
llorar y lamentar pensando sobre si habían hecho lo correcto.

Al pasar este difícil momento continuaron con la misión. Llegaron a una zona donde se hallaba el Guanacauri ( hoy cerro
Wanakaure). Desde ahí se podía visualizar todo el valle del Cusco. En la cima de este cerro había una huaca que asemejaba ser
una persona convertida en piedra. Ayar Uchu corrió hacia la imagen pétrea y cuando ya estaba cerca quiso moverse pero no lo
consiguió, sus pies estaban convertidos en piedra y unidos a la espalda de la huaca.

Ayar Uchu se queda convertido en una huaca o piedra sagrada, donde se edificaría un templo en honor a ese hermano. Desde
ese momento Guanacauri sería la Pacarina del Cusco.

Los hermanos siguieron su camino sollozando las pérdidas de Ayar Uchu y Ayar Cachi. Llegaron a un lugar llamado Matagua (al
pie del Guanacauri). Aquí estuvieron un tiempo, hicieron unas chozas y cultivaron algunas de las semillas.

Manco Capac y Mama Ocllo tuvieron un hijo al que llamaron Sinchi Roca y es en este lugar donde realizan las primeras
ceremonias de iniciación como el Rutuchikuy (corte de pelo) y el primer Guarachico ( iniciación en la guerra de los jóvenes, se les
oradaba la oreja y colocaba la wara - vestido).

Mama Guaco un día tomó dos varas y las lanzó hacia el norte. La primera llegó hacia el lugar denominado Colcabamba, pero no
pudo incar porque era tierra muy suelta y la segunda llegó más cerca a la ciudad del Cusco, al sector denominado Guaynapata.
Manco Capac pudo ver desde Matagua una piedra que delimitaba la posesión de otros pueblos asentados en Cusco, donde
actualmente se encuentra el Convento de Santo Domingo.

Ayar Auca decide volar hacia el lugar indicando que le habían salido unas alas de Alcamari, en el camino de Quirirmanta a
Matagua. Los hermanos deciden proseguir camino al Cusco. Llegando al valle de Gualla ( hoy granja Kayra y Guallapampa) vieron
venir hacia ellos un grupo de pobladores de aquella zona.

Mama Guaco tomó su aybinto entre manos y con una diabólica determinación mató a uno de ellos. Al ver esto los demás
huyeron a las alturas. Viendo esto la gente del lugar se sometió a los hermanos Ayar, quienes se posesionaron del sector donde
actualmenteestá el convento de Santo Domingo y comenzaron a edificar la Casa del Sol al cual llamaron Inticancha. Ellos hicieron
andenes de cultivo y comenzaron a poblar el valle.

Cuenta la historia que el viaje de los hermanos Ayar duró muchos años y que ellos fueron los que fundaron una gran civilización.
Cuando llegaron al Cusco tenían buenas semillas de maíz y estas al ser plantadas crecieron.

La historia de los hermanos Ayar se mantiene a través de las fuentes orales en estos pueblos, por donde ellos atravesaron antes
de fundar el Imperio de los Incas en el Cusco.

Basado en las crónicas de Sarmiento de Gamboa, Historia de los Incas ( Segunda Parte de la Historia General llamada Indica),
1572. Los nombres de los personajes y escenarios en quechua se realizaron según la versión del cronista.
Anexo:Mitos de Pachacámac
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Existen dos mitos relacionados al santuario de Pachacámac, uno trata sobre la formación del mundo y el otro
sobre la formación de las dos islas que están frente al templo.

Vichama, el semidiós
En el principio, todo era eriazo. La lumbre del sol secaba los campos y parecía que la vida se extinguía por lo
que Pachacamac creó a un hombre y a una mujer; sin embargo, al poco tiempo, el hombre murió y quedó sola
la mujer. Entonces, un día, ella salió a buscar raíces entre las espinas para poderse sustentar, alzó los ojos al
Sol y, entre quejas y lágrimas, le dijo así:
-"Amado creador de todas las cosas, ¿Para qué me sacaste a la luz del mundo? ¿Para matarme de hambre?
¿Por qué, si nos criaste, nos consumes? Y si tú repartes la vida y la luz en toda la extensión ¿Por qué me
niegas el sustento? ¿Por qué no te compadeces de los afligidos y de los desdichados? Permite, oh, padre, que
el cielo me mate de una vez con su rayo o la tierra me trague".
Entonces el sol bajó risueño y la saludó amablemente. Condolido de sus lágrimas, oyó sus quejas. Le dijo
amorosas palabras. Le pidió que depusiera el miedo y que esperase días mejores. Le mandó a que continúe
sacando raíces y cuando estuvo ocupada en esto, le infundió sus rayos y así concibió un hijo que al poco
tiempo nació. El dios Pachacamac, indignado de la intervención del Sol y, sobre todo, no se le diera la
adoración que se le debía, miró con odio al recién nacido y, sin atender a las clemencias y gritos desesperados
de la madre que pedía socorros al Sol, lo mató, despedazándolo, en menudas partes.
Para que nadie se quejase de que no había alimentos y se volviese a pedir ayuda al Sol, Pachacamac sembró
los dientes del difunto y, de estos, nació el maíz; luego sembró las costillas y los huesos y, de ellos, nacieron las
yucas; finalmente, de la carne que sembró del niño, nacieron los pepinos, pacaes y demás frutos de los árboles,
por lo que, desde entonces, no hubo hambre ni necesidad alguna. Por esto, al dios Pachacamac se le debió la
fertilidad de la tierra, el sustento y los dulces frutos. Sin embargo, a la madre no la aplacó ni consoló la
abundancia, cada fruta era un testigo de su agravio y, cada día, le recordaba a su hijo por lo que clamó al Sol y
pidió castigo o remedio a sus desdichas. Entonces, conmovido, bajó el sol, hacia la mujer y le preguntó dónde
estaba la vid que había surgido del ombligo del hijo difunto. Al mostrársele, le dio vida, crió otro hijo y se lo
entregó diciéndole que lo envolviera y le dijo que su nombre era "Vichama". El niño creció hermosísimo, bello y
gallardo mancebo y, cuando fue joven, quiso dar vueltas por el mundo y ver lo criado en él, así como lo hizo su
padre en un principio.
Pero mientras el semidiós Vichama fue a recorrer el mundo, Pachacámac vio a la madre sola y vieja y la mató.
Luego, la dividió en pequeños trozos e hizo comer de ellos a los gallinazos y a los cóndores; sólo guardó los
huesos y los cabellos escondidos en las orillas del mar. Entonces el maligno dios Pachacamac creó nuevos
hombres y mujeres para que poseyeran el mundo. Nombró curacas y caciques aque lo gobernasen y así
empezó el orden y la organización. Después de un tiempo volvió Vichama a su tierra, Vegueta, valle abundante
en árboles y flores a una legua de Huaura, deseoso de ver a su madre pero no la halló. Supo del cruel castigo.
Su corazón arrojaba llamas de odio y fuego de furor sus ojos. Preguntó por los huesos de su madre y, al saber
dónde estaban, los recogió. Los fue ordenando como solían estar en vida y la resucitó.
Vichama se dispuso entonces a asesinar a Pachacámac ya que sólo la venganza podría aplacar su furor.
Empero cuando lo supo Pachacamac, huyó y se escondió en el mar hacia el valle que lleva su nombre, donde
ahora está su templo. Bramando, Vichama encendía los aires y centellando recorría los campos. Se volvió
contra los de Vegueta culpándoles de cómplices. Pidió al Sol, su padre, los convirtiese en piedras. Así, todas las
criaturas que formó Pachacámac se convirtieron en cerros, rocas y moles inmensas; todo quedó desolado y no
se pudo deshacer el castigo. Curacas, caciques, nobles y valerosos fueron arrastrados a la costa y playas del
mar y quedaron convertidos en huacas, en peñones, arrecifes, ripios, isletas e islas, que hasta hoy se observan
en las playas de Pachacámac.
Viendo Vichama el mundo sin hombres, sin que nadie adorase al Sol rogó a su padre que criase nuevos
hombres. El sol le envió tres huevos: uno de oro, otro de plata y un tercero de cobre. Del huevo de oro salieron
los curacas, los caciques y los nobles; del huevo de plata salieron sus mujeres; y del de cobre salió la gente
plebeya, los mitayos, sus mujeres y familias. Y así se poblaron, nuevamente, los valles de la costa. Desde
entonces, los habitantes adoran los cerros y las huacas, en homenaje a sus antepasados y a su origen.

Kuniraya y Kawillaka (Mito de Huarochiri)[editar]


Primitivamente, el dios Kuniraya Wiracocha caminaba muy pobremente vestido. Llevaba encima un manto y una
túnica, las que se veían llenos de roturas y de remiendos. Los hombres, aquellos que no lo conocían, creían que
era un infeliz piojoso y le menospreciaban. Pero él era el conductor de todos estos pueblos. Con su sola
palabra, hacía que fueran abundantes las cosechas, hacía aparecer bien murados los andenes ar una flor de
caña llamada pupuna y dejaba abiertos y establecidos los acueductos. Luego anduvo realizando muy útiles
trabajos, lo cual hacía que los dioses de los otros pueblos se sintieran inferiores a él.
En aquellos mismos tiempos, vivía una diosa llamada Kawillaka. Se mantenía siempre virgen y, porque era muy
hermosa, no había dios, de rango mayor o menor, que no la enamorase y deseara yacer con ella; aunque ella
nunca admitió a ninguno. De esa manera, sin permitir que nadie la tentase, pasaba los días tejiendo al pie de un
lúcumo.
Así que, un día, el sabio Kuniraya, valiéndose de su poder, se convirtió en un picaflor y fue a posarse entre el
ramaje del árbol. Allí, tomó una lúcuma madura, introdujo en ella su simiente y la dejó caer muy cerca de la
mujer. Ésta, al ver la fruta a su lado, la tomó y se la comió. De esa sola manera, sin que varón alguno la hubiese
tocado, la diosa, a los pocos meses, apareció encinta.
Como sucede con todas las mujeres en tal estado, a los nueve meses Kawillaka tuvo que dar a luz, a pesar de
su doncellez. Por espacio de un año, alimentó al niño con el pecho, preguntándose continuamente para quién
pudo haberlo concebido.
Un día, transcurrido el año, cuando el niño comenzó a caminar a gatas, Kawillaka convocó a todos los dioses,
mayores y menores, pensando que de este modo le sería dado a conocer al padre de su hijo. Al oír el llamado,
todos ellos acudieron ataviados con sus mejores vestiduras, cada uno ansioso de ser el preferido de la diosa.
Esta reunión se realizó en Anchiqhocha, que era el lugar donde la diosa residía. No bien tomaron asiento todos
los dioses, mayores y menores, la mujer les dirigió estas palabras:
-Ved, señores y nobles varones, reconoced a este niño. ¿Cuál de vosotros pudo haberme fecundado? ¿Tú?
¿Tú?- les señalaba.
Fue así preguntándoles uno por uno, a solas. Y ninguno de ellos pudo decir: "Es mi hijo". Por su parte, aquel
que hemos llamado Kuniraya Wiracocha había tomado asiento a un extremo y, al verlo en esa traza tan
lastimosa, Kawillaka no se dignó a preguntarle, pensando con menosprecio:
-¿Ese menesteroso será el padre de mi hijo?
En vista de que ninguno de esos apuestos varones pudo decir: "Es mi hijo", la diosa le dijo al niño:
-Anda, hijo mío, y reconoce tú mismo a tu padre.
Y dirigiéndose a los dioses, dijo:
-Si alguno de vosotros es su padre, a él se le encaramará el niño.
Entonces el pequeñuelo fue caminando a gatas y, empezando de un extremo, recorrió la fila de dioses sin
detenerse ante ninguno, hasta que llegando al otro extremo, allí donde se sentaba su padre, se puso a trepar a
los muslos de él, presuroso y regocijado. Al ver aquello, la madre montó en cólera y gritó:
-¡Qué horror! ¿Yo hubiese dado a luz un hijo de semejante desdichado?
Luego tomó en brazos al niño y huyó hacia el mar. En medio del asombro de los demás dioses, Kuniraya
Wiracocha apareció vestido con un traje de oro y exclamó:
-¡Presto me amará ella!
Y se lanzó en seguimiento de la diosa diciéndole:
-¡Hermana Kawillaka, vuelve a mí los ojos! ¡Mírame cuan decente ya estoy!
Y haciendo resplandecer su traje de oro se detuvo. Empero Kawillaka no volvió los ojos hacia el dios y siguió
huyendo.
Kuniraya, en su viaje, le pedía direcciones a los animales de por dónde se había ido Kawillaka y al que le
aconsejaba con respeto y sinceridad le daba gracia y virtud y al que le aconsejaba con irrespeto e ironía le daba
desdicha y defecto.
-Voy a desaparecer dentro del mar, ya que hube dado a luz un hijo de tan horroroso y despreciable varón- decía
enderezando hacia el mar.
La madre se arrojó con su hijo al agua y al punto ambos se convirtieron en rocas. Ahora mismo, en el profundo
mar de Pachácamac, se empinan dos rocas imponentes que parecen seres humanos sentados.
EL MITO DE WIRACOCHA
Resumen del mito de Wiracocha, Viracocha o Huiracocha basado en los relatos
de los cronistas españoles del siglo XVI Pedro Sarmiento de Gamboa y Juan de
Betanzos:

En el principio, Wiracocha emergió del Lago Titicaca y lo pobló de hombres y


mujeres gigantes. Aún no había creado ni el Sol ni la luna, por lo que los
primeros hombres vivieron en oscuridad. Pero estos hombres no fueron
recíprocos con dios. No le adoraban ni entregaban ofrendas. Entonces,
Wiracocha los convirtió en piedras a todos. A varios de estos gigantes se pueden
ver hasta hoy en Tiahuanaco (monolitos Bennet, Ponce, el Fraile).

Después de destruir a la raza de gigantes, Wiracocha envió un gran diluvio que


inundó toda la tierra. Luego, creó el Sol, la luna y las estrellas y las puso en el
cielo (Hanan Pacha) para dar luz y calor a la nueva generación humana que
poblaría el mundo terrestre (Kay Pacha).

Fue en Tiahuanaco, donde creó a la nueva primera pareja humana. Los hizo salir
de las profundidades (Uqu Pacha) a través del Lago Titicaca. Luego, Wiracocha
siguió hacia el nororeste creado las primeras parejas que fundaron todas las
naciones. Estos primeros padres salieron del subsuelo (Uqu Pacha) a la
superficie (Kay Pacha) a través de las pacarinas, que eran lagos, lagunas, cuevas,
cráteres de volcán o manantiales. A todos los fundadores, Wiracocha les ordenó
multiplicarse, les dio sabias leyes y les pidió vivir en armonía.

Cuando llegó al Ecuador, Wiracocha se dirigió hacia la costa. Al llegar a la playa


siguió caminando por encima del mar hasta perderse en el horizonte.

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