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1 Dato tomado de diversos números de IMASEN Confidencial publicados entre 1990 y 1994.
400 Patricia Oliart
EL "FENÓMENO FUJIMORI"
El voto por "El Chino" en 1990 fue ampliamente comentado y explicado por los
intelectuales peruanos. Un argumento de consenso señala que la crisis de los partidos
tradicionales les impide vender exitosamente candidatos presidenciales (crisis de
"marketing electoral" le llama un comunicólogo). Debido al agotamiento de las culturas
políticas dominantes, éstas se vuelven incapaces de tomar a su cargo identidades
sociales emergentes, quedando así cuestionada la forma de democracia que encarnaban.
Su triunfo fue entonces interpretado como una salida de emergencia, una
apuesta popular por lo desconocido frente a la ausencia de un líder nacional capaz de
representar al "nuevo Perú", fue entonces la expresión del voto autónomo de quie-
nes no querían tener a un presidente "pituco", es decir Mario Vargas Llosa. Duran-
te la campaña del 90 Fujimori mostró claramente no tener vínculos de subordi-
nación con los criollos. Representó entonces para la burguesía chola una po-
sibilidad de emanciparse del poder criollo. Para el caso de Lima, Jürgen Golte (1994)
dice que en su voto por Fujimori los serranos expresan su voluntad de cambio y
capacidad de adaptación a lo nuevo, no solamente de adaptación sino de de-
sarrollo sobre lo nuevo, cosa que los criollos no fueron capaces de hacer (Golte
1994). Isidro Valentín, en base a un trabajo de entrevistas a dis-
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tintas personas concluye que Fujimori ganó por una propensión de los peruanos a creer
en soluciones inesperadas, que hizo parecer plausible que un desconocido pudiera
representar la esperanza de haber encontrado alguien capaz de resolver los gravísimos
problemas del país (Valentín 1993a, 1993b). Fujimori posibilitó también el desarrollo
de algunas formas de identificación con un hombre que no era blanco pero tampoco un
cholo, susceptible de ser despreciado por otros. Fujimori es hijo de inmigrantes
japoneses, aparece además como sencillo y trabajador, habla poco, "es como nosotros".
Posee además un conocimiento profundo aunque tal vez sólo intuitivo de algunos
elementos de la cultura política peruana, elementos poco usados por otros políticos.
ALGUNOS ANTECEDENTES
fue imaginado ni por Bourricaud ni por Quijano en los años sesenta. Sin embargo, la
universidad estatal ha actuado como una institución cultural fundamental para el
desarrollo y la circulación de las ideas que le han dado fuerza política y cultural a la
nueva clase media. Diversos agentes y circunstancias confluyeron para hacer posible el
crecimiento del sistema universitario en las últimas décadas. En Lima, pero
especialmente en provincias, las universidades se convirtieron en centros de formación
de opinión política y de influencia ideológica alternativa o contrapuesta a lo percibido
como la cultura dominante, bajo control de los medios de comunicación.
Las ideas articuladas en las universidades circularon fluidamente en diversas capas
sociales, entre otras cosas porque una de las características que distingue a la nueva
clase media peruana es la diversidad de espacios sociales en los que se mueve y
reproduce. Esta fluida circulación y divulgación de ideas fue posible gracias a
diferentes fenómenos. Además de la expansión del sector educativo, el crecimiento del
estado y el desarrollo de las organizaciones populares, está el hecho de que el dinero
comenzó a llegar a nuevas manos, dando lugar a un sector social muy dinámico que
proviene de las clases populares y que ha creado puentes de comunicación antes
inexistentes entre distintos grupos económicos, con fuertes afinidades socioculturales
difíciles de comprender si no se conocen estos procesos.2 Tanto el comportamiento
político de esta nueva clase media como sus esferas de influencia representan un
fenómeno de cultura política bastante complejo. Necesitamos estudiarlo para
entenderlo e identificar con claridad algunos de los obstáculos que enfrentan la
modernización institucional y el desarrollo de la democracia en el Perú.
Durante su emergencia, las nuevas clases medias se valieron de corrientes
ideológicas como el marxismo, el indigenismo, y diversas versiones del populismo con
relativo éxito en el proyecto de abrirse un espacio político y social en el país con
distintos discursos de oposición a la oligarquía y el imperialismo. Pero la ca-
pacidad de convocatoria y logro de tales discursos llega a su crisis total en la dé-
cada del ochenta cuando dichas corrientes ideológicas dejaron de ser útiles pa-
ra legitimar la movilidad social de grupos de reciente emergencia en la sociedad.
El desgaste de las ideologías ―mencionando solamente factores internos― ocurre
por la gran decepción con Alan García, el desastre de la izquierda como fuerza po-
lítica seria, aunado al miedo y el rechazo a la intransigencia senderista. Todo ello
provocó la caída estrepitosa de una corriente ideológica hasta
2 El estudio de estos procesos tuvo su auge a pricipios de la década de 1980. El Instituto de Estudios
Peruanos, el CEDEP y Hernando de Soto abordaron el tema con libros cuyos títulos son elocuentes
deseriptores de los cambios en la cultura y los comportamientos políticos observados por estudiosos de
distintas corrientes y disciplinas.
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entonces relativamente exitosa para esta nueva clase media y los sectores populares
cercanos a ella.3
Se dio así el terreno propicio para que de todas maneras surgiera un sustituto que
permitiera usar el espacio de la política como un lugar para el auto-reconocimiento y la
construcción de una identidad política y social distinta de la criolla (Boggio, Romero y
Ansión 1991), cosa que definitivamente no ofrecían los grupos liderados por Vargas
Llosa. Estos últimos reprodujeron tal vez con más claridad que nunca el estilo y
lenguaje excluyente y marginador frente al cual hay una gran susceptibilidad en el país.
Un último hecho cultural que forma parte del clima en el cual surge Fujimori es la
relación que las grandes mayorías han tenido siempre con el poder. Ha sido ésta una
relación de distancia y acercamientos pragmáticos, pero sin la participación de la
población civil en la toma de decisiones y sin un sentido claro de la representación de
intereses colectivos populares en las instancias de poder. Carlos Franco (1991) ilustra
esta relación entre el pueblo y el estado mostrando la inconsistencia permanente entre
las lealtades políticas y el populismo en el Perú. En la preferencia popular gana quien
desde el ejercicio de ese poder distante se preocupe por el pueblo y le conceda ciertos
beneficios significativos. No cuesta mucho entonces pensar en lo fácil que resulta
relacionarse solamente con el presidente, o aceptar sin mayores problemas que todas
las decisiones importantes las tome él. Puede ser inclusive más seguro, cuando existe
además una desconfianza generalizada hacia las autoridades y la burocracia.
EL ESTILO FUJIMORI
La primera campaña electoral de Fujimori estuvo marcada por diversos aspectos que le
ganaron la simpatía de los sectores más pobres. El candidato llegaba a los diferentes
pueblos en su "fujimóvil": una carreta jalada por un tractor. Él mismo diseñó una
publicidad de apariencia deliberadamente artesanal, usó la ropa regional y bailó la
música de los pueblos que visitaba, transformando además los escenarios tradicionales
de un candidato para presentarse ante el país (Jochamowitz 1993). Su consigna era
"Honradez, Tecnología y Trabajo", y prometía ser "Un presidente como tú".
Una vez en la presidencia, Fujimori ha desarrollado un estilo de comunicación que
se dirige principalmente a los sectores populares. Ha mostrado desde
3 Sin embargo, creo que es fundamental identificar los elementos ideológicos y culturales que esta nueva
clase media compartió o comparte tanto con la oligarquía y la cultura terrateniente, como con los
grupos dominantes más contemporáneos, independientemente de que haya surgido con una identidad
explícitamente distinta a la de los grupos criollos tradicionales.
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un principio ser muy consciente de los medios de información, porque bajo ninguna
circunstancia olvida que va a ser visto por un público mayoritario. Así, en medio de
una reunión oficial que está siendo televisada a nivel nacional puede decir cosas como
"la verdad de la milanesa es... ". Sobre esta conciencia de los medios y la producción de
acontecimientos políticos a través de la pantalla, el comunicólogo Javier Protzel
sostiene que ha habido un cambio en la cultura peruana y en la relación entre el
presidente y los medios iniciado por Alan García ante la falta de apoyo de su partido.
Fujimori ha desarrollado su particular técnica de manejo político de su imagen
fortaleciendo así lo que Protzel (1994) llama el "liderazgo mediático" que según él,
reemplaza las estructuras partidarias obsoletas y desprestigiadas a través del desarrollo
de una elaborada ingeniería discursiva. Durante los dos o tres primeros años el régimen
parece haber contado con expertos en la producción de los "media events", varios de
los cuales buscaban impactos psicológicos precisos en momentos de dificultad para
Fujimori, como el de las imágenes de las vírgenes que lloraron en Lima, y ante quienes
Fujimori fue a rezar por el futuro del país. Así, libre de cualquier referencia a doctrinas
ideológicas, el líder establece contacto con las masas a través de las emociones, gracias
además a que conoce y sintoniza bien con aspectos de las culturas políticas emergentes.
La imagen que Fujimori parece tener de los peruanos pobres es más bien bastante
tradicional, y por ello tal vez, poco conflictiva para los interpelados y las clases medias.
Fujimori parece dirigirse a un pueblo que necesita de alguien que lo cuide con sabiduría
y firmeza. Con lenguaje sencillo el presidente básicamente informa al país lo que hace
y va a hacer y generalmente comenta y contesta las críticas de sus opositores. Su estilo
contrasta con el de cualquier otro líder nacional de oficio porque no asume el rol del
político educador. En efecto, en su discurso Fujimori no exige, demanda ni sugiere
cambios de conducta en la población. En esto el contraste con Alan García es muy
grande, puesto que en sus discursos diarios desde el balcón del palacio de gobierno este
último nos decía a los peruanos que debíamos plantar árboles, comer kiwicha e incluir
más fibra en nuestra dieta, entre muchísimos otros temas que él consideraba relevantes
para el país y que exponía usando un lenguaje que se notaba informado de lecturas
académicas recientes. Fujimori se ha distanciado completamente de esa imagen. El
sostiene que en el Perú hay que hacer las cosas, que filosofando y hablando bonito no
se llega a ninguna parte. Ante los sectores populares se presenta como un hacedor,
ofrece cosas a título personal, y también se atribuye los éxitos y resultados de las obras
ejecutadas durante su gobierno.
Yo trabajo así, silenciosamente. Ustedes querían una escuela para sus hijos, y acá está
ahora, para que sus hijos la disfruten. Yo no hago falsas promesas. Cuídense de los que van
a venir para ofrecerles cosas que después no cumplirán. Ya ustedes los
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mente por todo el país para ver personalmente la satisfacción de las necesidades y
reclamos de los "pueblos olvidados", como le gusta llamarlos.
En su intento por demostrar lo distante que está de los comportamientos políticos
tradicionales, se ha esforzado por romper con cualquier tipo de convención en el mo-
mento menos pensado, de modo que puede jugar a tirarle agua a la gente, montar bici-
cleta, burro, o motocicleta, treparse a un tractor, o simplemente decidir mojarse los pies
en un riachuelo camino a algún pueblo alejado. Ha hecho de la informalidad parte de su
estilo y su audiencia está dispuesta a dejarse sorprender por alguno de estos gestos.
Cuando Fujimori llega tanto a un pueblito pequeño como a una capital de
provincia, es recibido por lo general con muchos regalos, entre los cuales se encuentra
ropa típica de la región. Fujimori siempre se pone ahí mismo una o va-
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rias de estas prendas, de modo que sale en las noticias usando atuendos de los
habitantes de ese lugar, lo que tal vez represente mucho para ellos. El presidente se
envuelve en cualquier cosa que le den, escoge sombreros, ponchos, cusmas, tocados de
plumas y hasta banderas. Sabe decide a la gente que él es uno de ellos. Lo que Alberto
Fujimori parece pedirle al pueblo peruano es que le dejen hacer su trabajo. A cambio
espera solamente su aprobación y confianza. Su "nueva forma de hacer política" se ha
caracterizado en síntesis por adecuarse al tipo de relación que grandes sectores de la
población han tenido tradicionalmente con el Estado, pero limpiando su discurso de
elementos doctrinarios, y desarrollando una relación personal y afectiva mucho más
intensa y directa a través de sus constantes viajes.
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Su relación es diferente con las clases medias. Los grupos criollos de clase media
apoyan a Fujimori sin sentirse necesariamente comprometidos con él. En un chiste que
circulaba en Lima en 1992 se describía la actitud de los peruanos hacia Fujimori como
similar a los gestos de las focas en el circo: Negando con la cabeza, pero aplaudiendo
con las manos. Tal vez por esta relación ambigua que Fujimori seguramente percibe, el
Presidente no exige de los grupos criollos de clase media o alta ningún tipo de
identificación, aunque tampoco les ofrece nada que pueda sonar demagógico. El 1991,
luego de la "reunión cumbre" con el presidente George Bush en San Antonio para
discutir la estrategia contra el narcotráfico, Alberto Fujimori visitó la Universidad de
Texas en Austin. El representante de los estudiantes peruanos en el pregrado le
preguntó qué les esperaba en su país a los jóvenes peruanos que habían salido para
estudiar. El presidente le respondió que ellos deberían sentirse muy felices de estar
estudiando afuera, que eso era un privilegio que pocos peruanos tenían y que solamente
podía ofrecerles empleos de 300 dólares al mes. Se ve pues que Fujimori no usa el
lenguaje fácil de la demagogia. No se esfuerza por complacer a un auditorio urbano,
criollo, de clase media o alta, y se distancia ostensiblemente de los que tienen
privilegios, aunque no les pide nada tampoco. Demuestra así su independencia tanto
frente al estilo tradicional criollo de la política, como de las nociones de justicia e injus-
ticia manejadas por el populismo.
Es interesante señalar que hasta las referencias a la importancia de la cultura
prehispánica para la identidad nacional, tan frecuentes en gobiernos recientes, son muy
escasas en el discurso de Fujimori. No hay en su propuesta un intento de construir una
identidad colectiva basada en la historia pasada, sino en lo que se quiere hacia el futuro.
Después de su primera campaña electoral en la que puso de un lado a los blanquitos y
en el otro a los cholitos, Fujimori no ha vuelto a interpelar a los peruanos en términos
étnicos, y es posible que eso haga también parte de su éxito, ya que obviar toda
referencia a lo que es y ha sido permanente fuente de conflicto, es una de las opciones
posibles para recoger los cambios en las relaciones étnicas en el país.
EL NUEVO POLÍTICO
relación particular con los servicios de inteligencia le permitían hablar de los terroristas
como un enemigo con rostro más claro, y con debilidades atacables.
En 1990 la policía obtuvo un video en el que Abimael Guzmán y altos dirigentes
senderistas aparecían bailando en una de las tomas. Fujimori presentó el video a la
nación y pareció dirigirse particularmente a los simpatizantes de Sendero. En esa
oportunidad apeló a argumentos muy básicos de desprestigio de la imagen mítica de
Guzmán al presentado como un borracho que se divertía mientras miles de peruanos,
incluidos sus propios combatientes, morían en la guerra iniciada por ellos. En esa y
otras oportunidades Fujimori ha usado los medios masivos para enfrentarse con
Sendero contraponiendo su propia imagen con la de Guzmán. Además de fustigar
consistentemente a Sendero y desafiado en territorios en los que antes estaban como
únicos actores, la televisión peruana ha mostrado un presidente muy activo viajando
por el país, supervisando obras y hablando con el pueblo desde escenarios poco
convencionales, siempre asociados con la tarea de construir, crear recursos, en un
momento en el que el mensaje de Sendero era percibido como el de la destrucción total.
Otro aspecto claramente identificable en el estilo político de Fujimori es o tal vez
deberíamos decir ha sido, su trato duro e irrespetuoso hacia la oposición. Ya sea por él
o por algunos de sus cuadros políticos más fuertes como Martha Chávez, cualquier
crítica al gobierno es tomada como una ofensa y considerada una expresión de
oposición abierta, casi una muestra de falta de gratitud. Al referirse a sus opositores,
por lo general Fujimori los presenta de dos maneras muy claras: como los políticos
tradicionales que sólo están motivados por su propio bienestar y no tienen interés real
en el Perú, o como tontos útiles del terrorismo con quienes no vale la pena discutir
porque el mundo entero les ha dado la espalda. No ha mostrado entonces mayor
capacidad de escuchar y modificar comportamientos a través del diálogo.
El antropólogo Xavier Albó (1992) ha descrito cómo se forman los liderazgos
entre los aymaras y cómo, una vez que este es definido no hay lugar social para quien
no acepte al nuevo líder, tampoco caben la oposición o el procesamiento de los
conflictos a través de la negociación o la conversación, siendo la ruptura la única forma
de resolver el conflicto. Es por eso mismo, que cualquier tipo de oposición u opinión
divergente es vista como una amenaza para la comunidad, y no es aceptada. Pienso que
esa dificultad para el diálogo, así como la idea de que no es necesario ni deseable
oponerse al líder son aspectos también presentes en la cultura política de muchos
peruanos y que tal vez se hacen más patentes en épocas de crisis.
En el Perú de los últimos años se puede percibir actitudes muy adversas hacia la
oposición y hacia cualquiera que hable de términos asociables a un lenguaje de
izquierda. Después del miedo diario, de la violencia y la sangre como hechos
cotidianos, la lucha del gobierno contra Sendero, y particularmente la
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