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El feminismo y la actualidad.

Uno de los últimos temas controversiales en México ha sido este movimiento de liberación

femenina al que llamamos “feminismo”, ha habido una gran disputa entre los mismos habitantes

debido a las marchas que se han realizado recientemente.

Mucha gente tiene una idea errónea de lo que este movimiento pretende lograr, partiendo

desde la premisa de que el feminismo “odia a los hombres”, pero esto es únicamente porque se

ha tergiversado el propósito real. Si bien viene siendo cierto, el discurso que se ha venido

manejando es aquel que se dice que favorece a las mujeres: “las mujeres estamos cansadas, las

mujeres tenemos derecho”, pero si se revisa el contexto histórico que este discurso tiene, se hace

notorio el porqué de la manera de plantearlo. No es un discurso que favorezca, es un discurso

que deja de someter al sexo femenino.

Dicho esto, considero prudente delimitar el concepto “feminismo”, así pues, el libro

“Léxico de la política” (2000) lo define de la siguiente manera:

“El feminismo es un posición intelectual y política que combate la discriminación y el

menosprecio hacia las mujeres y hacia las funciones sociales y características culturales

tradicionalmente atribuidas al sexo femenino”.

Es importante remarcar la diferencia entre el feminismo y el igualitarismo, el

igualitarismo es precisamente, tal como su nombre lo indica, que todas las personas seamos

iguales, que no haya diferenciación entre uno y otro. Pero el detalle está en que hombres y

mujeres no somos iguales ya que tenemos características distintas, tanto físicas como biológicas.

Si así fuese, tal vez no viviríamos la ola de violencia que vivimos día con día.

Si bien este es un tema muy complejo, ya que aunque el feminismo busque lo que

busque, el machismo es un factor que se va extendiendo día con día, erradicarlo tomará años,
pero no es imposible. No es ningún secreto que México se ha caracterizado por ser un país

altamente machista y misógino, toda nuestra cultura, todas nuestras creencias están basadas en la

figura del hombre como privilegiado. Desde muy pequeñas, nos enseñan a ser de determinada

manera para acatarnos a las reglas sociales que se le imponen al sexo femenino: “no te sientes

así”, “no te vistas así”, “no hables de esa manera”, “esos juguetes son para niños”, etcétera,

etcétera, etcétera, que si me pongo a decir una por una las barbaridades que vengo escuchando

día a día desde hace años no acabo hoy.

Algo que hay que señalar (y que por supuesto me llena de alegría), es el hecho de que el

feminismo ha ido tomando más fuerza de un tiempo para acá, cada vez son más las mujeres que

se unen a esta lucha por dejar de minimizar a nuestro sexo. Durante algún tiempo me pregunté

“¿a qué se deberá este cambio entre nosotras?”, y bueno, a la única conclusión que he podido

llegar es que cada vez la violencia va en aumento y las mujeres están más cansadas. Por supuesto

que no ha sido un cambio repentino, pues este movimiento existe desde muchísimos años atrás, y

es una realidad que vivimos diariamente, incluso, cuando de tener una pareja se trata. Bien lo

dice Simone de Beauvoir (1949) en su libro “El segundo sexo”:

“La mujer casada está autorizada para hacerse mantener por su marido; además, está

revestida de una dignidad social muy superior a la de la soltera. Las costumbres están muy lejos

de otorgarle posibilidades sexuales equivalentes a las del hombre soltero; en particular la

maternidad le está punto menos que prohibida, puesto que la madre soltera es piedra de

escándalo. ¿Cómo no ha de conservar todo su valor el mito de la Cenicienta? Todo estimula

todavía a la joven soltera a esperar del «príncipe azul» fortuna y felicidad antes que a intentar

sola la difícil e incierta conquista”.


Y efectivamente. Se nos educa para encontrar a una especie de príncipe azul, que venga a

liberarnos de cualquier adversidad que se pueda presentar, en vez que se nos eduque para salir

adelante por nuestros propios méritos. Hay comunidades en donde a las niñas se les obliga a

casarse desde muy temprana edad, como una especie de trueque que se hace con la familia del

varón, como si de un objeto se tratase. Y ese es un gran problema, que desde el inicio de los

tiempos a la mujer se le veía (y se le sigue viendo) como si fuera un objeto, al menos en lo que a

México concierne. Es notorio el cambio que ha habido de unos años para atrás, al menos en las

ciudades, pero en las comunidades marginadas, y en la cultura indígena, sigue prevaleciendo esta

idea de que es el varón quien tiene la última palabra.

Y bueno, es triste ver que pese a todo el esfuerzo que se ha hecho por erradicar la

violencia de género, el machismo y demás factores que atentan contra la integridad de la mujer,

es algo que sigue y probablemente siga existiendo durante algunos varios años más. Creo que

para que haya un cambio hace falta muchísima cultura, para que haya un progreso hace falta

mucha empatía, pero para eliminar el machismo haría falta volver a nacer.

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