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La encíclica toma su nombre del Cántico de las criaturas compuesto por san
Francisco de Asis (s. XIII) y que comienza con las palabras “Laudato si’, mi’
Signore” (Alabado seas, o mi Señor). En él se recuerda la grandeza y la belleza de
toda la creación, que debe ser cuidada y respetada por los hombres, y de la Tierra
que “es una hermana con la que compartimos la existencia, y como una madre
bella que nos acoge entre sus brazos” (LS 1)
El diálogo que el Papa Francisco propone como método para afrontar y resolver
los problemas ambientales, se practica dentro del texto mismo de la encíclica. En
ella se recogen las aportaciones de filósofos y teólogos católicos, ortodoxos (el
Patriarca Bartolomé) y protestantes (Paul Ricoeur), además del místico musulmán
Ali Al-Khawas. Dentro del pensamiento católico, como signo de colegialidad,
aparecen, además de las referencias al magisterio de Papas anteriores (Benedicto
XVI es citado en 20 ocasiones, Juan Pablo II en 23), de la Tradición de la Iglesia y
de documentos vaticanos, numerosas declaraciones de Conferencias episcopales
de todos los continentes (Alemania, Estados Unidos, Sudáfrica, Japón etc.).