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ORIENTACIONES ESPECÍFICAS EN LOS MINISTERIOS

CLARETIANOS
Las tendencias disgregadoras y alienantes son tan fuertes y se hacen
notar de tal forma que la Congregación insiste fuertemente en que todos
los esfuerzos de la formación sean convergentes y estimulen el desarrollo
conjunto de todos los aspectos de la vocación claretiana: el humano, el
cristiano, el evangélico, el apostólico, y el sacramental (1F 3; Dir 163,2).
IF=Decreto sobre la Formación 1967, en orden precisamente a esa unidad
de vida por la que se reconoce íntimamente que <<ser claretiano,
religioso, sacerdote, diáconos, y apóstoles>> (MCH 132). La perspectiva
y el punto unificante es la vocación-misión. En torno a ella, que ir
construyendo la identidad personal (MCH 128).
Este principio de integración vocacional no se logra hasta que el formando
no llega a asimilar personalmente, a interiorizar libre y gozosamente
todos los valores y todas las dimensiones de su vocación personal. No es
bastante, por su parte, el mimetismo externo. El aprendizaje de hábitos
o la sumisión a normas o al superior, ni tampoco puede quedar en los
niveles más superficiales de la personalidad: ha de afectar a lo más íntimo
del corazón, a la inteligencia, a la voluntad, puesto que ha de ser el
principio de sus pensamientos, el motor de sus deseos y acciones,
justificante de sus decisiones. Pero esto no es posible mientras no haya
un descubrimiento y aceptación de su vocación y de lo que comporta
<<por íntimo convencimiento de fe>> (CC 77; OT 11), es decir, mientras
no capte su vocación <<como un bien para su persona>> (PC 12).
IDENTIDAD: ser cristiano, ante todo.
No encontramos una oposición entre los elementos humanos de la
identidad y la identidad cristiana. La integración, difícil pero necesaria, no
se obtiene disminuyendo el valor de elementos constitutivos de la
identidad, no es un elemento sobreañadido, sino un factor totalizador. Es
decir, las características fundamentales de la identidad siguen siendo las
mismas, pero adquieren un sentido nuevo, una nueva dimensión. Toda la
identidad accede al nivel trascendente de la identidad cristiana.
Ahora bien, esta vocación cristiana, que es fundamental, no se vive en
abstracto, sino en cualquiera de las formas o estados de la vida que
existen en la Iglesia. La vida religiosa o el sacerdocio, tampoco
constituyen una superestructura de la vocación cristiana, ni son un
elemento sobreañadido accidental a la identidad cristiana y personal, sino
el modo concreto como vive una persona su fe y se realiza humanamente.

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EL SACERDOCIO DE SAN ANTONIO MARÍA CLARET
El sacerdocio de San Antonio María Claret <<es un sacerdocio misionero
profético, continuador en todo de la vida de los Apóstoles>> (PE 32). Esta
es la óptica desde la que entendemos y realizamos nosotros el único
sacerdocio, y es la perspectiva en la que nos hemos de situar al abordar
las cuestiones relativas a la formación.
El sacerdocio no se puede reducir a sus funciones. El sacerdote es siempre
necesariamente un pastor, un ministro de la palabra, un dispensador de
los misterios de Dios. En un ministro ordenado estos aspectos se
encuentran inseparablemente unidos.
PRINCIPIO DE DIFERENCIACIÓN
Supone este principio de diferenciación que hay que tener en cuenta la
edad, cultura, las características personales de los formandos. Pero
también la diferente vocación recibida por cada uno. Sacerdotal, diaconal,
laical, dentro de la Congregación.
Este criterio está formulado en nuestra legislación (CC 72; Dir. 163; 249,
252). Y se recoge también en los planes de formación de las Provincias,
y se ha tenido en cuenta la elaborar los programas formativos de cada
centro.
Se hace referencia ciertamente a una formación específica (Dir. 249, 5;
252), pero no se desarrolla porque se advierte desde el principio que
<<los destinatarios de la labor formativa expresada en los tres siguientes
capítulos son los llamados a la vida misionera en la Congregación, sea
desde el ministerio sacerdotal o diaconal, sea desde los ministerios
laicales (Dir. 164).
Probablemente ocurre que estamos polarizados por la <<misión>>,
después de las tensiones doctrinales y prácticas entre vida religiosa y
apostolado- que, no olvidemos, puede ser tanto sacerdotal o diaconal
como laical; se llegó a la complementación de ambos aspectos en el
concepto integrador de <<misión>>. La misión define nuestro ser en la
Iglesia, caracteriza nuestra comunidad, nuestras obras, en fi, toda
nuestra vida (MCH 82-85). El ser misionero nos caracteriza y polariza.
Como ha polarizado también la formación. Y es bueno que sea así, porque
ser misionero claretiano no es secundario, sino que, como indica el Padre
Severino María Alonso, el <<adjetivo misionero, que adquiere para
nosotros un valor sustantivo, matiza y califica decisivamente todos y cada
uno de los elementos constitutivos de nuestra vida>>. Pero como nuestra

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misión no es neutra, no se debe descuidar el don vocacional recibido por
cada uno, y se ha de ser misionero y fieles al espíritu del Padre Claret
como sacerdotes, diáconos o laicos.
Este afirmarnos en nuestro <<ser misionero>> y el haber centrado en
ello la mayor parte de nuestros esfuerzos en la formación ha sido
seguramente una gran defensa frente a la crisis de identidad sacerdotal
que se ha padecido en la Iglesia en estos años pasados. Hemos sufrido
esta crisis, y en nuestros centros de formación se ha vivido la misma
problemática que en cualquier Seminario, pero hemos tenido un
agarradero firme en nuestra identidad y conciencia de ser misioneros
claretianos.
CONFIGURACIÓN CON CRISTO
Considerar el ministerio sacerdotal como una función o u servicio no
puede equivaler en modo alguno a entenderlo como un <<oficio>>por
que se atiende a necesidades objetivas, pero de forma totalmente
desvinculada, o sin relación directa a Cristo. Esta configuración con Cristo
sacerdote no supone olvidar que el presbítero no pierde nunca su
condición de bautizado, que permanece siempre en la necesidad del
perdón y de la conversión, de ser pacificado por Cristo, de escuchar la
Palabra y de llevar la oblación de su propia vida hasta el final (PO 9; PE
37-38). No olvidar esto es facilitar un ejercicio ministerial que no pasa de
ser un servicio a Cristo y a la Iglesia, que no se confunde con un honor
(OT 9), ni permite suplantar a Cristo, el único sacerdote y mediador.
Toda la formación espiritual para nosotros, tanto por exigencias de
nuestra vocación claretiana como de la vocación sacerdotal, expresa
nuestra vinculación a Cristo, a la vez que prepara para la misión que Cristo
nos confía.
La Sagrada Congregación para la Educación Católica apuntaba, en 1980,
cuatro aspectos de formación espiritual que coinciden con rasgos muy
relevantes de nuestra espiritualidad claretiana.
1.- El amor y la escucha de la Palabra de Dios.
2.- La comunión con el misterio de Cristo muerto y resucitado (misterio
pascual)
3.- La Palabra de la Cruz (vivir la pasión en la vida ordinaria).
4.- La filiación mariana.

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Sacerdotes misioneros al estilo de Claret (I Semana sacerdotal
claretiana) 1985. José Félix Valderrábano. Prefecto de Formación
de Aragón.
NUESTRO MINISTERIO MISIONERO EN LA IGLESIA SEGÚN <Lc
10,1-10,17-20>>
-Un ministerio que sea ante todo misionero: la palabra dada a los 72 debe
llegar a todos los pueblos crucificados y necesitados del amor de Dios.

-Un ministerio para ser enviado de dos en dos: propio del misionero
claretiano. Que sea semilla de comunidad, de fraternidad.

-Un ministerio iluminado por la oración, “oren pues”. La oración que es


comunión con el Padre, que es la fuente de la verdadera misión. El primer
medio apostólico y el más eficaz.

-Un ministerio comprometido con la vida de los seres humanos, hombres


y mujeres. Vivido como cordero en medio de lobos. Cambiando el egoísmo
por el amor, la mentira por la verdad, ayudando a desenmascarar el poder
opresor de unos pocos para el bienestar de muchos.

-Un ministerio vivido desde la pobreza- la castidad y la obediencia. Sin


llevar bolsa ni alforja. Sino lo necesario para el sustento del misionero.
Así nos lo enseñó nuestro buen Padre Claret. En estas actitudes se ve
cuan hermosos son los pies de los que anuncian la paz (Rm 10,15; Is
52,7).

-Un ministerio que esté transversalizado, por la meditación asidua de la


Palabra. El decir y el hacer. Dos características que no deben quitarse a
la misión.

-Un ministerio que de testimonio de la caridad de Cristo. “curen a los


enfermos”. El ejercicio de la misericordia curando a todos los hombres y
mujeres de nuestros pueblos.

-Un ministerio vivido con mucho realismo y poca ingenuidad. “Si entran
en una ciudad y nos los reciben”. Pues el rechazo forma parte también de
la misión. Por eso entendemos lo de Pablo: “llevo sobre mi cuerpo las
señales de Jesús” (Ga 6,17). El discípulo en el rechazo no se retira.

-Un ministerio configurado desde la cordialidad. Siendo un auténtico hijo


del Corazón María. Ella como la fiel discípula, oyente y servidora de su
palabra en todo momento.

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-Un ministerio que te haga volver siempre como los 72, muy contento a
reunirte nuevamente con el Maestro y la comunidad. Ese regreso como
anticipo de toda la misión al final de los tiempos, pero que se inicia en el
aquí y en el ahora.

-Un ministerio que sea Eucaristía, porque con tu propia vida haces
memoria de la acción salvadora de Jesús.

-Un ministerio donde el otro- el más empobrecido sea primero.

LA ESPIRITUALIDAD SACERDOTAL CLARETIANA, UNA


ESPIRITUALIDAD MISIONERA
Para tratar de nuestra espiritualidad sacerdotal, será necesario
determinar los rasgos de esta espiritualidad que le son propios. Desde
ahora estos rasgos los podemos sintetizar en uno y definirla como
espiritualidad <<misionera>>. Con todo hay que recordad que se trata
de una espiritualidad <<misionera>> pasada por el tamiz de Claret que
la ha marcado con su impronta personal.
Se puede afirmar con claridad y seguridad que la espiritualidad sacerdotal
de los claretianos es esencialmente misionera. Sería fácil aducir citas y
textos del Fundador y de la documentación oficial de la Congregación que
comprueban que es una Congregación misionera, aunque jurídicamente
se la defina como Congregación sacerdotal.
Por ahora es suficiente recordar una afirmación genérica: Para el Padre
Xifré, como para el Fundador, la Congregación es ante todo un instituto
de misioneros consagrados a la predicación de la divina palabra. Esta es
la idea central que preside su ascética y su vida cristiana (cf. Lozano,
Misión y Espíritu del claretiano en la Iglesia, Roma 1967, p. 67)
Las constituciones primitivas designan a los miembros de la Congregación
exclusivamente con el nombre de <<misioneros>>. Las condiciones para
la admisión a la Congregación se reducen a que pueda ser un buen
misionero. El aspecto sacerdotal es genérico. Se especifica por lo
misionero. Así se llega a ser claretiano.
Después del documento sobre la >>Misión del claretiano hoy>>,
necesitamos una exposición de la <<espiritualidad misionera>> del
claretiano.
La circunstancias históricas y doctrinales en que se desarrolló la vida del
Claret y de los primeros claretianos hizo que no se pudieran entender

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como separados sacerdocio y predicación. Para misionar había que ser
sacerdote. Este hecho, a lo largo de la historia, se ha absolutizado y ha
desviado el centro de atención del sacerdocio claretiano. Ha cargado el
acento en el sacerdocio cultual en vez de centrarlo en la misión. Se ha
desarrollado más una espiritualidad sacrificial y eucarística que una
espiritualidad misionera.
ESPIRITUALIDAD MISIONERA CLARETIANA
Concepto de espiritualidad
La espiritualidad es el modo concreto y característico de vivir la relación
de la persona con Dios; es la relación consciente que el espíritu limitado
del hombre mantiene con el Trascendente, desde las relaciones más
primarias a la unión con el Dios personal.
Estas relaciones serán muy diversas e su apariencia y en sus
manifestaciones según el concepto que se tenga de Dios y la capacidad
de experiencia del hombre. Desde esta perspectiva se puede hablar de
una espiritualidad judía, musulmana, cristiana.
Al hablar de espiritualidad cristiana es claro que no me refiero sólo a la
realidad del espíritu humano, ni a la interioridad consciente, sino a la
realidad presencia-presencia de Dios que nos <<recrea>> y nos da una
nueva vida.
El espíritu de Dios se ha revelado y comunicado en Cristo y por Cristo. De
aquí que toda la espiritualidad cristiana se desarrolle a base de asimilar e
interiorizar las vivencias prototípicas de Jesús.
La espiritualidad en su interiorización y desarrollo está siempre
condicionada por la historia y, desde ella, refleja el conjunto de matices
que individualizan la vida cristiana: son modos de ver y sentir a Dios, son
imágenes de Dios, de Cristo, el mundo, de la Iglesia, del hombre; son
aspectos que cobran la vida teologal en cada persona, son rasgos
evangélicos que se acentúan en unas personas más que en otras.
ESPIRITUALIDAD MISIONERA
Hemos pasado
a.- de la interpretación ascética e individualista a la mística comunitaria.
b.- de la huida del mundo a la presencia en el mundo.
c.- de la desconfianza en la acción a su valoración.

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d.- de una concepción del apostolado como esfuerzo para hacer llegar la
realidad espiritual a lo material temporal al ver la acción como el lugar de
encuentro con Dios.
La razón de este paso ha sido ver que el apostolado, desde la teología, no
es algo excepcional, sino una realidad que dimana del bautismo. El
apostolado, el ser misionero, no es fundamentalmente ser enviado por la
jerarquía, sino ser enviado por el Espíritu.
Por la tanto la <<espiritualidad misionera>>, como teología se limita a
exponer y explicitar la necesidad y forma de vivir la misión. La
espiritualidad misionera es la teología a la luz de la misión.
Para los claretianos la espiritualidad misionera viene a corresponder a la
teología de la misión en su aspecto espiritual o de vivencia. Así pues, la
espiritualidad misionera es la vivencia de la misión recibida de Dios. Es la
espiritualidad que deriva de la misión. Hay una relación profunda entre
espiritualidad y apostolado. El progreso espiritual o de configuración con
Cristo va a la par con la entrega y vivencia de la misión.
La conciencia de la misión íntimamente vivida hace que la vida espiritual
amplíe los horizontes dentro del plan salvífico de Dios y no se cierra en sí
misma ni en el pequeño círculo de su ambiente. Esta espiritualidad tiene
unos matices especiales que derivan del carisma misionero:
1. La llamada a la misión tiene su iniciativa en Dios y se manifiesta en
Cristo.
2. El don de la vocación misionera configura la fisionomía de apóstol a
través de la experiencia del encuentro con Cristo y de la experiencia
de la propia pobreza.
3. La misión va siempre unida a la renuncia de la propia seguridad. La
vocación misionera es un éxodo que marcha toda la vida.
4. Desde la misión se descubre la fraternidad entre los apóstoles y se
siente la necesidad de comunicar a otros esta experiencia.

ESPIRITUALIDAD CLARETIANA
No hay más que una espiritualidad cristiana porque solo hay un Cristo,
pero como los cristianos viven el tiempo y en el espacio, son limitados en
su capacidad de aceptar y vivir el evangelio y viven su fidelidad a lo
esencial con una mentalidad y modalidades diferentes. Se distinguen
distintas formas de espiritualidad. Para poder señalar los rasgos que las
diferencian hay que conocer y estudiar las personas que con su acción,

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doctrina o teorías influyeron en la elaboración y formulación o las
personas que han iniciado un movimiento que perdura.
Entramos así en la posibilidad y realidad de la espiritualidad de las
órdenes y congregaciones religiosas. No se trata de formar capillitas ni
ghettos. Hay una unidad eclesial, pero también una diferencia de carismas
dentro de la Iglesia.
La espiritualidad se halla centrada en la finalidad propia de cada instituto,
en la misión que debe desempeñar en la Iglesia. El carisma-misión es
para la Congregación lo que la vocación para cada cristiano. Señala a cada
una el puesto que ha de ocupar en la Iglesia. Cada Congregación, definida
por su finalidad, tiene un tipo propio de espiritualidad. El tipo
característico de la espiritualidad claretiana es ser una espiritualidad
<<misionera>>
Hay algunos motivos y algunas actitudes de una espiritualidad misionera:
Cristocentrismo-discernir los signos de los tiempos- comunión eclesial-
oración y evangelización-pobreza evangélica- caridad apostólica y
disponibilidad-humildad.

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