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Sistema osteo, artro, muscular. 2019.

Función de relación
Los órganos de los sentidos constituyen las vías de entrada de la información prove-
niente del ambiente al sistema nervioso. Dicha información es procesada por este sis-
tema, el cual tiene la capacidad de elaborar respuestas a esa información. Una de las
manifestaciones de esas respuestas es la actividad muscular. Así, por ejemplo, una
persona puede desplazarse para abrir la puerta de su casa al escuchar el timbre. Pero
también es posible que el sistema nervioso reciba información del interior del propio
organismo que genere, por ejemplo, sensación de sed. En respuesta, una persona
puede estirar un brazo para alcanzar un vaso con agua. La integración funcional de los
músculos y el esqueleto es la que permite el movimiento y el desplazamiento del
organismo. Esto constituye una forma de relación del organismo con el ambiente.
Órganos y funciones de los sistemas esquelético y muscular.
El sistema esquelético, constituido por los huesos y las articulaciones.
La rigidez característica de los huesos no permitiría el movimiento de las diferentes
partes del cuerpo. Dichos movimientos son posibles gracias a las articulaciones, que
son uniones, en su mayoría móviles, entre los huesos. El esqueleto solo no permite
desarrollar la función de relación. Los músculos se hallan unidos a los huesos. De ese
modo, cada músculo al contraerse “tira” del hueso al que se encuentra unido y
determina un movimiento. Los sistemas esquelético y muscular, entonces, se integran
en un sistema más complejo constituido por el conjunto de huesos, articulaciones y
músculos. Pero no todo movimiento da por resultado el desplazamiento del
organismo. Así, por ejemplo, la contracción de algunos músculos de la cara permite
masticar o abrir y cerrar los ojos. Un caso similar es el de los músculos intercostales
(ubicados entre las costillas), cuya contracción aumenta el tamaño de la caja torácica
durante la mecánica respiratoria. Además de los músculos insertados en los huesos,
también poseen tejido muscular las vísceras (como el corazón y el estómago). Esos
músculos presentan algunas diferencias estructurales respecto de los músculos
esqueléticos. Desde el punto de vista funcional, su principal diferencia consiste en que
la contracción de los músculos viscerales se lleva a cabo de manera involuntaria.
Aunque es común pensar en los huesos como estructuras sin vida, éstos son órganos
y, por lo tanto, están constituidos por tejidos. Los osteocitos son las células del tejido
óseo, cuyo metabolismo mantiene con vida a los huesos. Entre los osteocitos se
encuentra la denominada “sustancia intercelular”, que está compuesta por minerales
y proteínas. El principal componente mineral del hueso es el calcio y las proteínas
actúan como un “pegamento” para los minerales. Si bien la dureza y la rigidez
características del hueso están determinadas por el calcio, la presencia de las proteínas
es imprescindible. Sin ellas los huesos resultan extremadamente frágiles, al punto de
poder romperse con los dedos. Como otras estructuras del organismo, el hueso está
en permanente renovación. En este proceso, participan otras células presentes en el
tejido óseo. Algunas de ellas se encargan de destruir el tejido viejo y otras, de
reponerlo. Este recambio es muy eficiente hasta alrededor de los 40 años. A partir de
ese momento, es mayor la destrucción que la renovación del tejido óseo. El proceso
de renovación ósea permite interpretar la reparación de una fractura y las dificultades
para dichas reparaciones en personas de mucha edad. El esqueleto está constituido
por huesos de diferentes formas y tamaños. Algunos son planos, como los de la pelvis;
otros son largos, como los de las extremidades, y los hay cortos, como las vértebras de
la columna. Estas diferencias se relacionan con las diversas funciones que cumplen los
huesos: soporte, locomoción, protección de órganos y almacenamiento de sustancias.
Los huesos largos de las piernas, en conjunto con los músculos unidos a ellos, soportan
el cuerpo entero. La contracción de los músculos unidos a los huesos también
determina el movimiento y desplazamiento del organismo. Algunos huesos planos
limitan cavidades que protegen en su interior órganos muy delicados, como el cerebro
encerrado en el cráneo. Los huesos constituyen un importante lugar de reserva de
calcio (mineral que interviene en la contracción muscular y en la transmisión de
estímulos nerviosos), al que el organismo recurre en caso de necesitarlo y no disponer
de él en la sangre. Debido a la rigidez de los huesos, el esqueleto está constituido por
uniones de varias piezas óseas que permiten su movimiento. Si el esqueleto del brazo,
por ejemplo, estuviera formado por una sola pieza entre el hombro y la muñeca, sus
movimientos serían muy limitados. Las articulaciones, entonces, desempeñan un
papel importante en el movimiento y desplazamiento del organismo. Las distintas
partes del cuerpo varían en su grado de movilidad. Por ejemplo, el brazo se mueve
libremente a la altura del hombro, pero con limitaciones a la altura del codo. Los
movimientos de las costillas son aún más limitados; simplemente se elevan o
descienden modificando el tamaño de la caja torácica. Finalmente, algunos huesos
carecen de movimiento, como los que forman parte del cráneo. Estas diferencias se
relacionan con la existencia de distintos tipos de articulaciones: inmóviles, móviles y
semimóviles.
Las articulaciones inmóviles son uniones fijas entre huesos que, por lo tanto, funcionan
como si se tratara de una pieza única. Es el caso de los huesos del cráneo, que incluso
pueden soldarse con los años.
En las articulaciones móviles y semimóviles, existen diferentes estructuras que
permiten, a la vez, mantener los huesos unidos y facilitar sus movimientos. Esas
estructuras son los ligamentos y los cartílagos. Los ligamentos son estructuras con
cierta elasticidad que mantienen unidos los huesos que se articulan, pero que
permiten su movimiento. Los cartílagos están formados por un tejido más blando que
los huesos, flexible y resistente. En general, éste tapiza las superficies de los huesos
que se ponen en contacto en una articulación. Entre algunos huesos también existen
estructuras de cartílago a modo de una "almohadilla". Es el caso de los denominados
"meniscos” que se ubican entre los huesos que constituyen la articulación de la rodilla
y que amortiguan el impacto, por ejemplo, al saltar. También presentan meniscos las
articulaciones entre las vértebras que forman la columna, que, en este caso,
contribuyen a soportar el peso corporal.
La forma del cuerpo está dada por el conjunto de todos los músculos que se insertan
en el esqueleto. Los músculos poseen la capacidad de contraerse y de relajarse, es
decir de volver a su estado original después de la contracción. Estas capacidades se
relacionan con la composición química de las células musculares, las cuales poseen
proteínas contráctiles. Las moléculas de dichas proteínas tienen forma de filamento y
se ubican, una al lado de la otra, en un mismo sentido dentro de la célula muscular. La
forma ye tamaño de los músculos son variados. Los músculos largos se encuentran en
las extremidades. Los músculos planos y anchos se ubican, en especial, en la parte
anterior y posterior del tronco, y contribuyen a mantenerla postura corporal.
Durante una actividad muscular intensa, las células musculares necesitan mayor nivel
de energía, que obtienen a partir del proceso de respiración. Este proceso, que ocurre
en estructuras celulares denominadas “mitocondrias”, requiere glucosa y oxígeno.
Estas sustancias están disponibles en las células, ya que contienen glucógeno y
mioglobina. El glucógeno constituye una reserva de glucosa porque está constituido
por la unión de muchas moléculas de esta sustancia. La mioglobina es una proteína
cuyas estructuras y función son similares a las de la hemoglobina de la sangre, es decir
que tiene la capacidad de unirse a las moléculas de oxígeno transportadas por la
sangre. Esta proteína constituye una importante reserva de oxígeno que el músculo
tiene a su disposición en los momentos en que incrementa su actividad. A pesar de
esta reserva de oxígeno, la cantidad de éste puede no ser suficiente para transformar
la glucosa en dióxido de carbono y agua. En ese caso la glucosa se transforma en otra
sustancia, el ácido láctico, que se acumula en los músculos provocando su fatiga y
dolor, el que a veces puede llegar a una contracción muy intensa conocida como
“calambre”.
La locomoción.
Integración funcional de músculos y esqueleto. El organismo se mueve como resultado
de la acción de los músculos, que se unen a los huesos a través de tendones. Pero los
músculos ejercen fuerza sobre los huesos sólo al contraerse y no al relajarse. Es decir,
la actividad muscular "tira” de un hueso, pero no lo "empuja”. Cada movimiento
entonces está determinado por la acción conjunta de por lo menos dos músculos, que
realizan funciones opuestas. Cada músculo del brazo, al unirse a puntos diferentes del
mismo hueso, determina con su contracción que los huesos se acerquen o se alejen
según se contraiga el músculo unido a la parte anterior o a la posterior. La fuerza
muscular no siempre determina movimiento. Incluso en reposo, los músculos
esqueléticos poseen una mínima contracción denominada “tono muscular”, que
mantiene la postura del cuerpo. Por esta razón, el estar de pie aun sin moverse cansa,
ya que se está realizando un esfuerzo muscular. El adecuado funcionamiento de los
sistemas que participan en el movimiento no sólo se relaciona con el control que
ejerce sobre el sistema nervioso. También es importante el aporte de materia y
energía a todas las estructuras que lo constituyen. Para el recambio del tejido óseo,
por ejemplo, es importante el consumo de calcio y proteínas, que proporcionen los
materiales necesarios para la renovación de dicho tejido tejido. El organismo tiene,
durante toda su vida, la misma cantidad de células musculares que al momento del
nacimiento, ya que éstas no poseen la capacidad de dividirse. Pero permanentemente
están renovando las proteínas contráctiles que las constituyen. Por lo tanto, también
es importante el aporte de proteínas de la dieta, que proporciona los materiales
necesarios para dicha renovación. El buen estado de los sistemas esquelético y
muscular también se ve favorecido por la actividad física, que estimula la renovación
del tejido óseo y la formación de proteínas en las células musculares permitiendo en
consecuencia un aumento de la fuerza provocada por la contracción muscular.

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