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De la costumbre del vestir

Resulta curioso observar que, dentro de todos los seres vivos que poblamos este planeta,
sólo los seres humanos tenemos la necesidad de una protección que no nos venga provista
desde nuestro nacimiento. Tal vez esa necesidad de vestido se deba a que nos hemos
esparcido por todo el mundo y nuestro cuerpo no está diseñado genéticamente para habitar
lugares muy fríos o muy cálidos. Sin embargo, si aceptamos la teoría de que el ser humano
viene de Asia Menor, es evidente que incluso donde el hombre no tiene necesidad de
vestido, aún así lo usa.
Algunos científicos postulan que la ropa fue una necesidad del homo sapiens no
para protegerse de las inclemencias del clima, porque en realidad no lo necesitaba para eso,
pero al tener la piel con menos vellosidad la ropa le era indispensable para protegerse de
picaduras de insectos, sobre todo en la zona de los genitales.
Esa necesidad se debió convertir luego en algo ritual, posteriormente en costumbre.
Sea como sea, lo anterior demuestra que los seres humanos somos los seres más
antinaturales del planeta. Viendo la gran variedad de formas de vestir que existen alrededor
del planeta nos podemos percatar de que el vestido es más vanidad que necesidad. De
alguna forma es una manera de mostrar identidad. Las personas de un mismo pueblo
usaban ropa parecida o igual para distinguirse de las personas de otro pueblo. Hoy en día, la
globalización está terminando con eso, pero aún subsiste.
Esa sofisticación tal vez sea sólo la muestra de nuestra humana vanidad. No sólo
hay quien se siente dueño del mundo y cree que representa el eslabón más avanzado de la
cadena evolutiva. Dentro del mismo grupo de seres humanos la ropa es una marca de
diferencia social. Ya en la antigüedad, en Roma, los esclavos se podían vestir sólo
utilizando una túnica sencilla de color oscuro. Era este atuendo lo único que los distinguía
de cualquier otro ciudadano.
En nuestros tiempos se ha tratado de superar esa diferencia social. Ya no hay
propiamente una indumentaria que caracterice a la clase social baja, por ejemplo. Pero en la
realidad sigue existiendo. No es lo mismo un vestido de noche patentado por una marca de
algún diseñador francés (cuyo precio en euros podría comprar un guardarropa completo de
vestidos más modestos) que algún vestido comprado en una plaza comercial o, mejor aún,
en el mercado de la lagunilla o algún modelo pirata de Tepito.
Los soldados del ejército deben usar uniforme. Los alumnos de la mayoría de las
escuelas también deben portar el uniforme. Los trabajadores de grandes franquicias de
empresas transnacionales deben portar uniforme. Así que los esclavos aún pueden ser
reconocidos por su indumentaria. Y las clases sociales también pueden reconocerse con tan
sólo ver su manera de vestir… No hemos cambiado mucho en dos mil años.
(Pero seguimos siendo la raza más evolucionada del planeta)

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