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Avances en Medición, 3, 173-176

2005

Didáctica

EL PROCEDIMIENTO DE TAMIZAJE EN PSICOLOGÍA CLÍNICA Y


DE LA SALUD
Sandra Carolina Valencia Lara*
Universidad Santo Tomás, Colombia

Muchos problemas alteran áreas vitales de las personas y sus familias. Sin embargo, a
pesar del impacto inicial de las crisis, la mayoría de las personas gradualmente se adapta a las
mismas. Las personas que no logran hacerlo, muestran niveles elevados de malestar y recurren
al psicólogo cuando presentan algún trastorno severo, experimentan conflictos significativos
con sus familiares o han intentado suicidarse. Las intervenciones psicológicas en este contexto
muestran ser efectivas, pero los psicólogos y otros profesionales se formulan una pregunta
básica: ¿puede una evaluación temprana facilitar a los profesionales la identificación de los
pacientes que se encuentran en alto riesgo de presentar un trastorno, con el fin de iniciar una
intervención clínica y prevenir un evento de crisis? (Zabora, 1998).

La situación descrita anteriormente es común en el trabajo de psicólogos clínicos y de la


salud dentro de instituciones formales, en las cuales no todas las personas pueden acceder a los
servicios que estos ofrecen y en las que se conoce la existencia de necesidades especiales en
usuarios potenciales. Para superar esta dificultad, los psicólogos clínicos y de la salud realizan
procedimientos de tamizaje de poblaciones blanco con el objetivo de detectar las personas que
requieren prioritariamente intervenciones psicológicas. En este pequeño artículo se expondrá
en qué consiste el tamizaje, se enunciarán las consideraciones para elegir medidas para
realizarlo y se hará una breve descripción del procedimiento para llevarlo a cabo.

Importancia del procedimiento de tamizaje

Muchos estudios muestran que la detección de los trastornos psicológicos en cuidado


primario de la salud es de menos del 50% de los casos clínicos. Por esto, en cuidado primario
se considera que la detección es una prioridad mayor de salud pública (Coyne, Thompson y
Racioppo, 2001). Existen muchos factores que pueden incidir en el fenómeno de la poca
detección de trastornos: los pacientes reportan solamente los síntomas somáticos en los
escenarios médicos, los profesionales no indagan los síntomas afectivos y cognitivos, no se
dispone de recursos para realizar evaluaciones, la corta duración de la consulta en los sistemas
de salud, la creencia de que ciertos estados de ánimo son normales o apropiados en ciertas
situaciones (Lloyd-Williams, 2001; Sharma, Avatshi, Chakrabarty & Varma, 2002; Sharp &
Lipsky, 2002). Dadas estas circunstancias, aparecen en psicología clínica y de la salud los

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Facultad de Psicología. Universidad Santo Tomás. e-mail correspondencia: sacavala@yahoo.com.ar
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procedimientos de tamizaje, con el objeto de detectar personas en riesgo de presentar un


trastorno y así poder evaluarlas a profundidad y suministrarles tratamiento adecuado si es
necesario (Sharp & Lipsky, 2002), con el presupuesto de disminuir el sufrimiento, el deterioro
personal y los costos sociales asociados a la presencia de un trastorno no tratado (Coyne,
Thompson y Racioppo, 2001; Palmer y Coyne, 2003).

Las principales ventajas del uso de instrumentos de tamizaje es su fácil y rápida


administración y calificación (Sharp & Lipsky, 2002). Además, estos instrumentos pueden ser
administrados por profesionales diferentes a los psicólogos (médicos, enfermeras, por
ejemplo), diligenciados por los mismos examinados, utilizados en poblaciones de riesgo
(personas con enfermedades crónicas, dolor, ambientes familiares estresantes, fases
postnatales, vejez) y reproducidos fácilmente (Massie & Popkin, 1998; Sharp & Lipsky, 2002;
Ebell, 2004). Esto último permite documentar con facilidad el estado mental en el tiempo, en
evaluaciones inicial y posterior. Una de sus limitaciones es que valoran aspectos seleccionados
de la cognición (Massie & Popkin, 1998).

Consideraciones para elegir una medida de tamizaje

La elección de la medida de tamizaje se realiza teniendo en cuenta dos criterios: primero,


se considera la extensión del instrumento, es decir, la pertinencia de elegir herramientas largas
o cortas; segundo, se consideran las características de la población a ser tamizada, las
propiedades psicométricas de los instrumentos, el tiempo requerido para completar la medida,
el tiempo requerido para calificar el instrumento, la facilidad de uso y el costo de obtener la
medida (Sharp & Lipsky, 2002).

Otra consideración importante al momento de elegir una medida de tamizaje se refiere al


formato de los instrumentos. Los pacientes pueden reportar sus síntomas diligenciado un
instrumento de lápiz y papel o respondiendo un par de preguntas simples en una entrevista
(Lloyd-Williams, 2001). Alrededor de este tema, existe la discusión acerca de si un
instrumento compuesto por un par de preguntas simples sobre el trastorno es válido y eficiente
para identificar a las personas que requieren una valoración más profunda. El hecho es que el
uso de este formato de instrumentos de tamizaje ha aumentando, ya que son rápidos y
económicos para valorar la posible presencia del trastorno (Coyne & Racioppo, 2001).

Procedimiento para realizar el tamizaje

Primero, las personas a ser tamizadas reportan sus síntomas en una escala diseñada para
tal fin o responden preguntas que han mostrado ser eficaces para detectar de manera temprana
el trastorno; segundo, se califica el instrumento o se determina la presencia o ausencia del
trastorno. Si el instrumento proporciona un puntaje, se establece si el que obtiene la persona es
superior al de corte establecido estadísticamente, en el que los síntomas del trastorno se
consideran significativos; si es así, se realiza una entrevista estructurada para valorar a la
persona según los criterios diagnósticos asociados al trastorno, establecidos en sistemas de
Didáctica: Tamizaje en Psicología Clínica y de la Salud 175

clasificación tradicionales como el DSM y el CIE (Hasselblad & Hedges, 1995; Lloyd-
Williams, 2001; Sharp & Lipsky, 2002).

La necesidad de la entrevista estructurada radica en que las medidas de tamizaje no


permiten determinar características diagnósticas como duración de los síntomas, grado de
deterioro y trastornos psiquiátricos comórbidos. El procedimiento descrito se conoce como de
valoración en dos etapas, en la que primero se tamiza una población blanco y luego se realiza
una entrevista, con el fin de realizar una estimación exacta del trastorno y su historia (Coyne
& Racioppo, 2001; Lloyd-Williams, 2001; Sharp & Lipsky, 2002; Ebell, 2004). Este
procedimiento de evaluación ha mostrado ser muy confiable (Sharma, Avasthi, Chakrabarty &
Varma, 2002).

La relación entre los resultados de la herramienta de tamizaje y la entrevista confirmatoria


puede expresarse en términos de valores predictivos positivos o negativos, y de sensibilidad y
especificidad del cuestionamiento acerca del trastorno. El valor predictivo positivo se refiere a
la proporción de personas que responden afirmativamente al interrogante de si tienen el
trastorno. El valor predictivo negativo se refiere a la proporción de personas que responden
negativamente a la pregunta. La sensibilidad se refiere a la proporción de personas con el
trastorno que responden afirmativamente a las preguntas relacionadas con el mismo. La
especificidad se refiere a la proporción de personas sin historia y síntomas del trastorno que
responden negativamente a las preguntas relacionadas con el mismo (Hasselblad & Hedges,
1995; Coyne & Racioppo, 2001).

Por último, para realizar un tamizaje se recomienda:

1. Tener información de varias fuentes (padres, profesores, otros niños, entre otros)
cuando se valora niños muy pequeños que no pueden reportar fácilmente de manera verbal sus
síntomas.

2. Considerar la condición médica de las personas cuando se realiza el tamizaje en


escenarios médicos, ya que los datos de investigación muestran tasas significativamente altas
de trastornos psicológicos en pacientes con enfermedades como cáncer, obesidad, diabetes e
historia de infarto al miocardio (Sharp & Lipsky, 2002; Parker, Hilton, Hadzi-Pavlovic &
Bains, 2001).

3. Tener en cuenta que las mujeres embarazadas muestran altas tasas de trastornos
durante y después del embarazo.

4. Considerar el nivel de deterioro cognitivo y las deficiencias visuales que puedan


presentar las personas de la tercera edad (Sharp & Lipsky, 2002).

5. Tener en cuenta que puede existir la posibilidad de inflar las tasas de casos
identificados y la severidad estimada de los síntomas al realizarse el tamizaje aplicando los
instrumentos en una entrevista, en especial con personas que presentan deterioros cognitivos
(Parker, Hilton, Hadzi-Pavlovic & Bains, 2001).
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Referencias

Coyne, J. C., Thompson, R. & Racioppo, M. W. (2001). Validity and efficiency of screening for history of
depression by self-report. Psychological Assessment. 13(2), 163-170.
Ebell, M. H. (2004). Routine screening for depression, alcohol problems, and domestic violence. American
Family Physician. 69(10), 2421-2422.
Hasselblad, V. & Hedges, L. V. (1995). Meta-Analysis of screening and diagnostic test. Psychological Bulletin.
117(1), 167-178.
Lloyd-Williams, M. (2001). Screening for depression in palliative care patients: A review. European Journal of
Cancer Care. 10, 31-35.
Massie, M. J. & Popkin, M. K. (1998). Depressive disorders. En: Holland, J. (Ed.) Psycho-oncology. pp. 518-
540. New York: University Press.
Palmer, S. C. & Coyne, J. C. (2003). Screening for depression in medical care: pitfalls, alternatives, and revised
priorities. Journal of Psychosomatic Research. 54, 279-287.
Parker, G., Hilton, T., Hadzi-Pavlovic, D. & Bains, J. (2001). Screening for depression in the medically ill: the
suggested utility of a cognitive-based approach. Australian and New Zealand Journal of Psychiatry. 35, 474-
480.
Sharma, P., Avasthi, A., Chakrabarti, S., & Varma, S. (2002). Depression among hospitalised medically ill
patients: a two-stage screening study. Journal of Affective Disorders. 70, 205-209.
Sharp, L. K. & Lipsky, M. S. (2002). Screening for depression across the lifespan: A Review of measures for use
in primary care settings. American Family Physician. 66(6), 1001-1008.
Zabora, J. R. (1998). Screening procedures for psychosocial distress. En: Holland, J. (Ed.). Psycho-oncology, pp.
653-675. New York: University Press.

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