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M-L von Franz nació en Zurich, en 1915, fue alumna y discípula de Jung, se especializó en el estudio del
simbolismo, la interpretación de sueños, mitos y leyendas. Autora del libro Érase una vez. Fue presidenta
honoraria del Instituto Jung. Dotada de una especial habilidad para traducir los materiales junguianos
simbólicos a la realidad psicológica cotidiana. Murió en 1998. Este capítulo hace parte del libro Psicoterapia, Sao
Paulo: Editorial Vozes.
allí como piscinera". Obviamente significaba que ahora ella podía hacer posible
que otros bucearan en las aguas profundas del inconsciente y garantizar que iban
a aprender a nadar en esas aguas sin hundirse. Esta mujer se conviertió en una
connotada analista. Es evidente que antes de eso, su familia la necesitaba más, lo
que no le permitía gastar su energía con terceros.
A partir de ese punto de vista, ellos serían adecuados a la profesión de analista; sin
embargo, a causa de su identificación con el arquetipo, esos jóvenes sufren
una inflación. En esos casos, es provechoso estimularlos a emprender un estudio
serio, tal vez hasta estudios en el área de la medicina, porque a la persona que está
inflada no le gusta trabajar; cree que ya sabe todo mejor y más profundamente que
los otros. Un trabajo arduo, por lo tanto, junto con los necesarios esclarecimientos
a través del análisis, a menudo hacen posible superar la inflación. Es importante
para esas personas comprender que es el consciente el que, en último análisis,
causa y dirige el proceso de cura, y que el analista es sólo aquel que ayuda y apoya
el proceso, y no su autor.
Estoy sentado en una plaza rectangular y abierta, en una vieja ciudad. Un joven,
vistiendo sólo pantalones, se sienta delante de mí con las piernas cruzadas. Su
cuerpo es fuerte y lleno de vitalidad. El sol brilla a través de su cabello rubio. Él me
cuenta sus sueños y quiere que yo se los interprete. Los sueños son como una
especie de tejido que él extiende delante de mí, mientras los narra. Cada vez que
relata un sueño, una piedra se cae del cielo y dá en el sueño. Eso hace que el
sueño se despedace. Cuando atrapo los pedazos en la mano, queda claro que son
hechos de pan. Cuando los pedazos del sueño se sueltan, revelan una estructura
interior que le recuerda una escultura abstracta moderna. A cada sueño que es
narrado, otra piedra cae sobre él, y así una parte cada vez mayor de la estructura
básica, que es hecha de tuercas y tornillos con puntos de soldadura, comienza a
aparecer. Yo digo al joven que eso muestra cómo exponer el significado de un
sueño - punto por punto. En ese momento, surge la idea de que la interpretación de
los sueños es el arte de saber lo que se puede dejar afuera y lo que se debe
retener, lo cual es también la manera como las cosas son en la vida.
La escena del sueño entonces cambia. El joven y yo estamos ahora sentados uno
frente al otro, en la ribera de un río ancho y maravillosamente bello. Él aún está
contándome sus sueños, pero la estructura construida por los sueños asumió una
forma diferente. Ellos no forman una pirámide compuesta de tuercas y tornillos,
sino una pirámide constituida por miles de pequeños cuadrados y triángulos. Es
como un cuadro cubista de Braque, siendo sin embargo tridimensional y vivo. Los
colores de los pequeños cuadrados y triángulos están constantemente
modificándose. Expliqué que es esencial a la persona mantener el equilibrio de
toda la composición, siempre oponiendo inmediatamente a un cambio de color una
modificación compensatoria del otro lado. Esa cuestión de equilibrar los colores es
increíblemente compleja, porque todo el objeto es tridimensional y está en
constante movimiento. Miré entonces para lo alto de la pirámide del sueño. No hay
nada allá. Ese es, en verdad, el único punto en que toda la estructura se aglutina,
pero en ese punto existe un espacio vacío. Cuando lo miro a él, comienza a irradiar
una luz blanca.
Una vez más la escena del sueño cambia. La pirámide permanece, pero ahora es
hecha de material fecal solidificado. La cima aún irradia. De pronto comprendo que
es como si la cumbre invisible se hiciera visible a través del excremento sólido, e,
inversamente, el excremento se hace visible a través de la cima. Examino
profundamente el excremento y percibo que estoy mirando hacia la mano de Dios.
En un momento de iluminación, comprendo por qué la punta es invisible: es la faz
de Dios.
Una vez más el sueño cambia. La Dra. von Franz y yo estamos caminando a lo
largo del río. Ella dice, riendo: "Tengo sesenta y un años, no dieciséis, pero los
algorismos de ambos números suman siete". Despierto abruptamente, con la
sensación de que alguien hubiera golpeado con fuerza en la puerta. Para mí
espanto, el apartamento está completamente silencioso y vacío.
Ese gran sueño lleva a mi joven colega muy lejos de sus temores y responde a sus
preguntas con una filosofía de vida, en el centro de la cual reside la cuestión de la
auto-realización. Toda la situación es presentada como un acontecimiento que
ilumina a mi colega. Eso no debe, sin embargo, llevarnos erróneamente a pensar
que el análisis no requiere un esfuerzo de parte del ego. Sabemos, a partir de la
experiencia, que el análisis involucra un trabajo arduo y requiere mucho
conocimiento. Ese sueño, que presenta el trabajo como mero acontecimiento,
representa una compensación, pues mi colega, en su reflexión que precedió el
sueño, llevó a su ego y al papel del terapeuta excesivamente en serio. Las
pacientes que en la vida real le habían sido designadas, dos mujeres jóvenes, no
aparecen en el sueño; en vez de eso, el paciente, el "sufriente", es una figura
interna en mi colega, un pedazo de su Sí-mismo.
El sueño muestra que la parte principal del desarrollo interior del analista es algo
puramente entre su ego y el Sí-mismo (o, en un lenguaje anticuado, la imagen de
Dios dentro de él). El sueño también significa claramente que, para mi colega, es
importante percibir la "mano de Dios"que gobierna el destino humano, en vez de
querer "hacer alguna cosa" él mismo.
Toda la verdad psicológica puede ser, y hasta debe ser, revertida: todo analista
debería tener un sólido fondo de conocimiento, lo más amplio posible.
Frecuentemente, ha sido destacado que los psicólogos que no poseen
entrenamiento médico fácilmente dejan de darse cuenta de los estados
psicosomáticos. Es de indudable importancia que el analista que no es médico
aprenda in totum la sintomatología de las enfermedades psicosomáticas, para
poder remitir al médico los pacientes que necesitan tratamiento clínico. Pero
también existen otras áreas sobre las cuales un conocimiento completo me parece
indispensable. Me acuerdo aquí de un estudiante mexicano que estaba en su
análisis de entrenamiento. Yo tenía la sensación de que en verdad no lo
comprendía, y él también parecía incapaz de entender lo que yo tenía que decir. La
causa de todo eso era completamente misteriosa para mí, pues yo lo quería mucho.
Entonces él me trajo el siguiente sueño:
Él vio en la bifurcación de las ramas de un árbol una gran piedra obsidiana. Cuando
avanzó en dirección de ella, la piedra saltó del árbol y comenzó a lo seguirlo. Él
sintió que era muy peligrosa. Cuando huía, se encontró con algunos trabajadores
que habían cavado en el suelo un agujero rectangular. Ellos le indicaron, por medio
de señas, que debía entrar en el agujero y quedarse inmóvil en medio de él. Cuando
hizo eso, la piedra obsidiana que lo seguía fue volviéndose cada vez menos y,
finalmente, quedó a sus pies como una pequeña piedrita domesticada.
Pero, qué habría ocurrido con ese análisis, si yo no hubiera sabido que la
obsidiana era un símbolo del dios Tetzcatlipoca? Es claro que una analista experta
no puede conocer todos los temas mitológicos existentes, que se elevan a
centenares de miles. Así pues, es importante educar al analista en perspectiva para
que no interprete los sueños de manera precipitada y, sí, que continuamente se dé
al trabajo de buscar informaciones en la literatura especializada de los símbolos y,
además de eso, necesita ser entrenado para saber dónde buscar. A fin de cuentas,
el médico también tiene manuales que puede consultar para obtener pormenores
sobre medicamentos y síntomas. En el análisis junguiano, el conocimiento de la
mitología es significativamente más importante que en el análisis en otras
escuelas. Estas, generalmente fundamentan su abordaje en una teoría de sueños
existente, que desde el inicio sugiere ciertas interpretaciones. En el abordaje
junguiano existe el principio de que todo sueño expresa algo aún desconocido,
algo nuevo para el paciente. Mientras el analista está lidiando con las imágenes
oníricas del inconsciente personal, un cuidadoso registro de las asociaciones del
paciente frecuentemente son suficientes. Pero en el caso de imágenes
arquetípicas, las personas a menudo tienen muy poco que decir sobre la forma de
una asociación. En este caso, es necesario buscar un material mitológico
objetivamente comparable.
Claro que es casi imposible, bajo el aspecto práctico, que todos los analistas sean
tan perfectos y completos al extremo de haber asimilado las cuatro funciones de la
conciencia. Frecuentemente necesitamos quedar satisfechos en volver al futuro
analista, consciente de cuáles son sus funciones no desarrolladas, para que él
conozca sus flaquezas y quede atento a ellas y, en los casos de incertidumbre,
cuando haya motivo para sospechar que algo en el análisis no está yendo bien,
consulte a un colega.
Los símbolos del espíritu animal-madre, del tambor, del árbol y de muchos otros,
son tan grandes en número que es imposible describirlos todos; son, bajo el
aspecto de la psicología junguiana, símbolos del Sí-mismo. En la tradición
chamanística, el futuro tutor no sólo necesita haber sufrido una invasión del
inconsciente colectivo, sino también haber llegado a su núcleo, a lo que Jung
llamaba el Sí-mismo. Extrañamente, a menudo el Sí-mismo primero confronta a la
persona de manera hostil, como algo explosivo que podría incluso provocar la
locura(8). Los Tungus siberianos tienen conciencia de eso; dicen hasta que antes
de que la persona se haga chamán, necesita ser molestada por los espíritus
durante algunos años. Se trata de las almas de chamanes fallecidos que hacen que
tenga delirios. A menudo son aquellos que la mutilan durante la iniciación. (9).
Cierto Buryat, por ejemplo, permaneció enfermo durante quince años. Corría
desnudo, al azar, en el invierno, y " se portaba como un idiota".(10) Después,
encontró su espíritu auxiliador, que le preguntó: "Por qué se está comportándo de
esa manera? Usted no nos conoce? Sea un chamán. Dependa de nosotros, sus
utcha [antepasados = espíritus auxiliares]. Esta usted de acuerdo?" Él consintió, se
sometió a los ritos de iniciación y comenzó a actuar como un chamán:
"dondequiera que vaya, él cura y hace el bien". Es estrictamente prohibido actuar
como chamán mientras el periodo de la iniciación no termina y el iniciado no está
curado de su enfermedad iniciatória. (11).
En el contexto etnológico, el tutor también tiene una sombra específica, o sea, esa
vocación también posee un contra-aspecto sombrío. Se trata de la figura del
chamán o curandero demoníaco. La forma más superficial de esto es el terapeuta
que es gobernado por un complejo de poder. Es evidente que en esa profesión, en
la cual el individuo es su propio señor y amo, y en la cual las otras personas
frecuentemente se agarran a él de manera ingenua e infantil, el abuso del poder
representa una enorme tentación. Por ejemplo, el analista puede verse intentando
asumir el papel del padre o del sabio, aquel que sabe lo que está correcto. Por más
repugnante que eso sea, no es, en mi opinión, el más peligroso, por cuanto esos
terapeutas son a menudo importunados por pacientes igualmente poseídos por el
poder, o castigados por el hecho de que tienden a reunir alrededor de sí un tedioso
jardín-de-infantes de pacientes que los atormentan con exigencias.
El tutor "demoníaco" es en escala mayor, algo más peligroso. Los Yakuts, por
ejemplo, creen que en el momento de la iniciación, el chamán tiene la elección de
ser iniciado por los espíritus de la "fuente de la destrucción y de la muerte" o por
los espíritus "de la cura y de la salvación". (14) Lo que es confuso en este caso es
que aquel iniciado por los espíritus del mal también puede ser considerado un gran
chamán. (15) Pero para que ese individuo se haga chamán, muchas personas
(frecuentemente de su clan) tiene que morir (16), mientras que el clan de un
chamán del lado de la luz florece. (17) Así pues, el primer tipo de chamán es
llamado " sanguinario". A partir de un punto de vista psicológico, los chamanes del
mal son aquellos que encontraron el acceso al inconsciente y se mostraron lo
suficientemente fuertes para no ser derrumbados por él, pero que, por así decirlo,
intencionalmente se rinden a los impulsos sombríos del inconsciente.
Jung describió el "demoníaco", que también podría ser llamado de "magia negra",
en los siguientes términos. (18) Mientras la "magia blanca" se esfuerza por
expulsar del inconsciente las fuerzas del desorden, "la magia negra exalta los
impulsos destructivos como la única verdad válida en oposición al orden hasta
entonces prevaleciente, además de aplicarlos al servicio del individuo en vez de al
servicio de toda la comunidad. Los medios utilizados para eso son ideas, imágenes
y expresiones primitivas, fascinadoras o preocupantes, incomprensibles para la
comprensión normal, palabras extrañas", y así en lo sucesivo."El demoníaco... se
basa en el hecho de que existen fuerzas inconscientes de negación y destrucción,
y de que el mal es real". La persona que ejerce esas fuerzas de magia negra está
generalmente poseída por un contenido inconsciente. Jung menciona ahí el
ejemplo de Hitler como un salvador negativo o un destructor. En la esfera de la
tradición chamanística, se conocen peligrosos chamanes de ese tipo, de los cuáles
todo el mundo tiene miedo. Mircea Eliade suministra muchos ejemplos de la
arrogancia de los chamanes, que frecuentemente es vista como la verdadera fuente
del mal y como la causa del actual estado deteriorado del chamanismo. (19) En mi
opinión, esa arrogancia también existe entre los terapeutas modernos, y los que
son marcados por ella son, creo yo, más peligrosos que aquellos con
entrenamiento profesional inadecuado. Imagino que no haya ningún procedimiento
organizacional o racional para mantener esos individuos fuera de la profesión del
análisis. Sólo podemos esperar que en el público haya el suficiente discernimiento
para evitarlos.
Reflexionando sobre los puntos presentados hasta ahora, vemos que la profesión
del analista plantea exigencias muy altas, exigencias que difícilmente alguien
puede satisfacer enteramente. Gracias a los cielos, los pueblos nativos también
tienen conciencia de que no son sólo los grandes chamanes, sino también los
chamanes secundarios y menos importantes quienes pueden curar a las personas.
La grandeza o la importancia de un chamán depende de la frecuencia y de la
profundidad con que penetró en el inconsciente y de cuanto sufrimiento tuvo que
soportar para hacer eso. Por eso es por lo que, en mi opinión, lo que es
absolutamente necesario no es convertirnos en un gran curandero sino en que
conozcamos nuestros límites, porque puede suceder - y no es infrecuente - que un
paciente crezca más que nosotros, o sea, avance más en el proceso interior de lo
que nosotros ya avanzamos.
La tendencia instintiva del analista es entonces intentar traer el paciente de vuelta
para abajo, de una forma reductiva para su nivel de conciencia. Es solamente
cuando está consciente de sus límites que él puede evitar ese peligro y no rebajar
el elemento significativo y creciente en los otros a través de un estilo de
interpretación "nada más qué...". Cuando el analista permanece consciente de sus
límites, él puede a veces incluso ayudar a un paciente siendo sincero y
contentándose en contribuir estrictamente con la ayuda de que es capaz, dejando
el resto por cuenta del paciente. Él debe admitir sus puntos débiles e invertir las
posiciones, pedir la comprensión del paciente. En ese punto, el proceso deja de ser
un "tratamiento", y se convierte en una relación que envuelve un mutuo dar y
recibir. Eso, es claro, debe ser llevado en cuenta en la cuestión financiera en el
análisis.
Lo que Jung está diciendo, con relación al nivel colectivo en general, también se
aplica tanto a grupos menores como al individuo. En todos los contextos
permanece la cuestión de encontrar en lo más profundo de nosotros la influencia
ordenada del Sí-mismo y expresarla en los símbolos, en el arte, en nuestras
acciones. Si además de hacerconsultas, el analista no está trabajando también en
su tarea, como destacó Jung, se hace esclavo de la rutina y, con el tiempo, se
convierte en un analista insípido. Pude observar que en esta difícil profesión cierta
irritación y desprecio por nuestros semejantes tiende a insinuarse en nosotros. Es
solamente trabajando continuamente en nuestra tarea creativa interior que
podemos evitar ese deterioro. Y no basta habersentido una única vez el llamado de
la vocación; el derecho de la práctica de esta profesión necesita ser
permanentemente conquistado dentro de nosotros.
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6 Jung, Memories, Dreams, Reflections, p 325. (Cf. trad. bras.: Memorias, sueños,
reflexiones, Nueva Frontera, Río de Janeiro)
10 Ibid., p. 209.
11 Ibid, p. 159.
16 Ibid., p. 154.
18 Jung, carta la Horst Scharschuch, 1º de septiembre de 1952 , Letters, vol. 2, pp. 81-
82.