Sei sulla pagina 1di 24

“El yo el Ello”, Sigmund Freud

Capítulo 1- La conciencia y lo inconsciente

En la presente obra, Freud reafirma su premisa fundamental del Psicoanálisis que parte de la
diferenciación de lo Consciente y lo Inconsciente, describiendo a la Conciencia como la
superficie del aparato psíquico, y también como un estado transitorio puesto que un elemento
no es duraderamente consciente en él, y cuando deja de serlo se vuelve *Latente (capaz de
conciencia). Explica que hay Representaciones Anímicas que llegan a hacerse conscientes, y
otras que no porque se opone cierta energía, al estar *Reprimidas.
Por lo tanto, la Teoría de la Represión establece el término inconsciente al referirse a los
procesos psíquicos latentes capaces de volverse conscientes, denominados preconscientes,
así como a lo reprimido, incapaz de consciencia (lo inconsciente). Entonces establece una
Representación del psiquismo en tres términos, Consciente (Cc.), Preconsciente (Prec.), e
Inconsciente (Inc.).

Más adelante, Freud llego la conclusión de que esta distinción (consciente-inconsciente) era
insuficiente, al descubrir la existencia del yo, al que describió como una organización coherente
de procesos psíquicos, ligada a la conciencia y responsable de las relaciones entre la
organización psíquica y las informaciones provenientes del exterior, así mismo, de este yo
también provienen las represiones de las tendencias anímicas y las resistencias, entonces, el
yo puede ser también inconsciente, y la Neurosis la explica como el conflicto por la existente
entre el yo coherente y lo reprimido disociado por el mismo yo.

De ahí le surge a Freud el siguiente cuestionamiento: ¿Cómo hacer algo consciente?, la


conciencia, dice, es el primer sistema a partir del mundo exterior, por lo que son conscientes
todas las percepciones que vienen de afuera (percepciones sensoriales), y de adentro
(sensaciones y sentimientos). Ahora bien, la diferencia entre una representación o pensamiento
inconsciente y uno preconsciente, consiste en que la primera se consuma en algún material
oculto, mientras que la segunda, es enlazada con representaciones verbales.

Por lo tanto, se ve en la necesidad de modificar su pregunta a una más correcta: ¿Cómo se


hace algo preconsciente?, la respuesta es que se logra por su conexión con las
representaciones verbales correspondientes, ya que son restos mnémicos que alguna vez
fueron conscientes, “solo puede hacerse consciente lo que fue alguna vez una percepción
consciente”.

Estos restos mnémicos están contenidos en sistemas inmediatos al sistema preconsciente-


consciente, por lo que sus cargas pueden extenderse a los elementos del mismo. Los restos
verbales proceden esencialmente de percepciones acústicas, la palabra es entonces,
esencialmente el resto mnémico de la palabra oída, sin olvidar la importancia de los restos
mnémicos ópticos.

Volviendo a su planteamiento, si tal es el camino por el cual algo inconsciente se hace


preconsciente, la pregunta anterior de cómo hacemos preconsciente algo reprimido la
responde así: Restableciendo, mediante el trabajo Analítico, aquellos eslabones intermedios

1
preconscientes, así la conciencia permanece en su lugar y sin que lo inconsciente se eleve a lo
consciente.

Aunque, a pesar de obtener la anterior respuesta, en Freud aún permanece la duda de si es


correcto situar a la conciencia en un único sistema superficial (Prec.-Cc.), puesto que la
relación de la percepción interior con el yo no es evidente.

Al respecto, dice que la percepción interna proporciona sensaciones de procesos que vienen
de los diversos estratos del aparato anímico (serie placer-displacer) y que las sensaciones de
carácter placentero no tienen en sí nada esforzante, a diferencia de las sensaciones de
displacer, que aspiran a una modificación y a una descarga, por lo que el displacer es la
elevación, y el placer a disminución de la carga energética, y, el displacer, puede hacerse
consciente llevándolo al sistema preconsciente ya que se comporta como un impulso reprimido.

Así pues, de manera abreviada, Freud nos habla de sensaciones inconscientes, manteniendo
la analogía con “representaciones inconscientes”. Pero con la diferencia de que para traer a la
Cc. la representación Inc. es necesario crear eslabones de enlace, cosa innecesaria en las
sensaciones, que se trasmiten directamente hacia la Cc., ya que las sensaciones son o
consientes o inconscientes.

Entonces, ahora es que se vuelve completamente claro el papel de las representaciones


verbales, al ver que por medio de ellas (de su mediación) quedan convertidos los procesos
mentales interiores (pensamientos) en percepciones. Tras esta aclaración, Freud pasa ahora a
formar una representación del yo, el cual emana del sistema Precc. como de su núcleo, pero
descubre que el yo es, además, inconsciente.

Este momento de su obra me parece crucial, puesto que se puede observar lo complejo de la
nueva instancia llamada el yo, que ahora tiene un lugar esencial en la Teoría Freudiana, es un
momento clave, ya que basándose en G. Groddeck (“el yo conduce en la vida pasivamente, y
que somos vividos por el”), Freud establece una distinción fundamental entre un yo consciente
y un yo inconsciente (de Groddeck) que denomina como * "el ello".

“El yo es una parte del ello modificada por la influencia del mundo exterior, transmitido por el
Prec-CC., y se esfuerza en transmitir al *ello dicha influencia, y aspira a sustituir el principio del
placer (que reina en el ello) por el principio de la realidad”.

Desde esta perspectiva, el yo se convierte en una instancia intermedia, vinculado por una parte
al mundo externo por el sistema percepción-conciencia, y por la otra al *ello, con el cual se
fusiona pero sobre el cual trata de ejercer una acción apaciguadora: el yo representa lo que se
puede llamar razón, opuesto al ello (pasiones).

Me parece sumamente ilustrativo el ejemplo de Freud en cuanto a que la relación compleja del
yo con el ello, se asemeja a la del "jinete que debe refrenar la fuerza superior del caballo, con
una diferencia: que el jinete usa sus propias fuerzas, y el yo, por su parte, emplea fuerzas
prestadas". De hecho, la comparación va más lejos: "Así como el jinete, si no quiere separarse
de, no puede a veces hacer otra cosa que llevarlo a donde él quiere ir, también el *yo
acostumbra transformar en acción la voluntad del ello, como si fuera la suya propia".

2
En resumen, Freud establece que para la génesis del yo y su separación del ello hay dos
procesos: el primero son las influencias del sistema Prec., y el segundo, el propio cuerpo,
donde pueden aparecer simultáneamente percepciones externas e internas “El yo ante todo es
un ser corpóreo”.

Por lo tanto, para proteger esta parte de su teoría de cuestiones “morales”, Freud rechaza la
idea del inconsciente como lugar privilegiado de las pasiones más bajas. A manera de
conclusión en este capítulo, retoma la importancia de la escala de los valores psicoanalíticos,
diciendo: "No sólo lo más profundo, sino también lo más elevado en el yo puede ser
inconsciente", y se ve obligado a hablar de un “sentimiento inconsciente de culpabilidad” que
plantea nuevos enigmas, sobre todo al observar el papel decisivo que tiene en muchos
neuróticos y que resulta un obstáculo para el tratamiento.

Capítulo 2 - El yo y el superyó (Ideal del yo)

Ahora bien, resulta de gran importancia entender que el yo no es simplemente la parte del *ello
modificada por la influencia del sistema de las percepciones, es decir, el representante del
mundo exterior, ya que hay una fase especial del yo, una diferenciación dentro del mismo yo
llamada *Super-yo o Ideal del yo, y esta parte del yo tiene una conexión menos firme con la
conciencia

Freud explica que en la fase primitiva oral, es imposible diferenciar la carga de objeto de la
identificación, y que más tarde estas cargas parten del yo. El yo aun débil, recibe noticas de las
cargas de objeto y las aprueba o rechaza por medio de la * represión, por lo que el carácter del
yo es un residuo de las cargas de objeto abandonadas y contienen la historia de esas
elecciones de objeto.

Entonces, el yo enfrenta al Ello y al Super-yo, donde la problemática está en la *identificación


con el objeto. Esto se explica a grandes rasgos de la siguiente manera: las primeras
identificaciones (infancia) tendrán un carácter general y duradero, y la primera de ellas es la
identificación con el padre, la cual es responsable del nacimiento del ideal del yo. En la génesis
del o Super-yo, dice Freud que hay que tener en cuenta dos factores: el complejo de Edipo y la
naturaleza bisexual de cada individuo. Él entonces realiza toda la elaboración donde expone el
Complejo de Edipo Completo.

El resultado final de la fase sexual dominada por el Complejo de Edipo, es la presencia en el yo


de un residuo consistente en el establecimiento de estas dos identificaciones entrelazadas.
Esta modificación del yo conserva su significado especial y se opone al contenido restante del
*yo en calidad de Super-yo o Ideal del yo.

Cabe resaltar que, el Super-yo tampoco es simplemente un residuo de las primeras elecciones
de objeto del ello, sino que tiene también una enérgica *formación reactiva contra las mismas,
es decir, el *Deber Ser (así como el padre debo ser), y también el “no debes ser” (así como el
padre no debes hacer todo porque hay algo reservado solo para él; la madre). Para este
proceso represivo tuvo que fortalecerse el yo, entonces el super-yo conservara el carácter del
padre y cuanto mayores fueron la intensidad del Complejo de Edipo y la rapidez de la
represión, más severamente reinara después sobre el yo como conciencia moral o sentimiento
inconsciente de culpabilidad.

3
El ideal del yo, resume Freud, es por lo tanto, es la herencia del complejo de Edipo y expresión
de los impulsos más poderosos del ello y de los más importantes destinos de su libido.
Mediante su creación, el *yo se ha apoderado del Complejo de Edipo y se ha sometido al
mismo tiempo al ello. El Super- yo abogado del ello (mundo interior) se opone al yo. Los
conflictos entre el Ideal del yo y el yo reflejan la oposición entre lo real y lo psíquico, del mundo
exterior e interior y la tensión entre las exigencias de la conciencia moral y las operaciones del
yo es sentida como sentimiento de culpa.

En este momento de la lectura, Freud ha clarificado muy atinadamente la oposición consciente


e inconsciente, y los conflictos neuróticos tienen de ahora en adelante por protagonistas al yo y
al super-yo, que resultan de una oposición entre lo externo (real) y lo interno (psíquico).

Las dos clases de pulsiones


Freud, al hablar de las dos clases de pulsiones, relaciona este tema con los dos instintos de su
obra “Más allá del principio de placer”, y explica sus formas de unión y desunión (pulsiones de
vida- eros y de muerte). *Eros, es la más llamativa y a grandes rasgos, es la suma de la pulsión
sexual y la de autoconservación.

En cuanto a la *Pulsión de Muerte (encargada de conducir al ser vivo al estado inerte) , Freud
encuentra dificultades para identificarla hasta que ve al sadismo como uno de sus
representantes, y encuentra que las dos pulsiones se entremezclan, contemplando la
posibilidad de separarlas.

El sadismo, en su forma de componente de la pulsión sexual, es un ejemplo de unión pulsional,


pero el sadismo convertido en independiente o autónomo, como perversión, ejemplifica la
desunión pulsional. Otros ejemplos de desunión pulsional son las diversas formas de regresión,
y más en general las neurosis graves que desembocan en el dominio de la pulsión de muerte.
Por el contrario, el desarrollo armonioso del psiquismo de un estadio a otro, es prueba de la
unión de ambos instintos.

Este planteamiento lleva a Freud a cuestionar la validez de la hipótesis del instinto de muerte,
entonces somete una vez más a examen clínico la distinción entre los dos tipos de instintos,
llegando a contemplar la posible existencia clínica de las relaciones amor – odio en la paranoia
como alternativa a su planteamiento instintivo. Entonces surge la hipótesis de la existencia en
la vida psíquica de una energía desplazable, que es capaz de pasar de una pulsión erótica a
otra, destructiva, para incrementar a esta última y que, esta energía desplazable proviene de la
reserva de libido narcisista (una forma de libido desexualizada "sublimada"), que participa de la
aspiración unitaria del yo y labora al servicio del principio del placer para evitar estancamientos
y favorecer las descargas.

Entonces el yo, apoderándose de la libido de las cargas de objeto, ofrece como único objeto
erótico y desexualizado (sublimado) la libido del ello, actuando en contra de los propósitos de
Eros, y tiene que permitir otras cargas de objeto del ello, por lo que habla de Narcicismo del yo
(narcisismo secundario sustraído a los objetos). Siguiendo en el tema de la lucha contra el
Eros, el principio del placer sirve al ello de brújula en combate contra la libido, que introduce
perturbaciones en el curso de la vida ya que, las exigencias del Eros (instintos sexuales)
detienen a modo de necesidades la disminución del nivel introduciendo nuevas tensiones ante
las cuales, el ello se defiende guiado por el principio del placer (percepción del displacer).

4
Freud ve la prueba en el modo en que el ello se defiende de las tensiones provocadas por las
demandas de las pulsiones sexuales. Esto es lo que sucede en el marco de la satisfacción
sexual, cuya finalidad es el rechazo de las sustancias sexuales portadoras de tensiones
eróticas “La expulsión de las materias sexuales en el acto sexual corresponde en cierto modo a
la separación del soma y el plasma germinativo”.

Así mismo, observa la analogía del estado siguiente a la completa satisfacción sexual con la
muerte, en los animales inferiores tomándolos como ejemplo, ya que en ellos el acto de
procreación coincide con la muerte, porque en cuanto son separados de Eros, queda libre el
instinto de muerte.

Las servidumbres del yo

En este capítulo, Freud se centra en explicar el sentimiento de culpa y a las formas de


dependencia del yo, inicia con un recordatorio sobre las características del super-yo,
recalcando la importancia de su propensión a oponerse al yo en el curso de toda la evolución
psicológica. Menciona que, del mismo modo que el niño se halla sometido a sus Padres y
obligado obedecerlos, el yo se somete al imperativo categórico de su super yo.

El Super-yo, afirma, permanece próximo al ello, penetra profundamente en él y se halla más


alejado que el yo de la conciencia. Freud, se basa entonces en su clínica, para la elaboración
de su teoría y establece que en el tratamiento psicoanalítico, ciertos pacientes que se agravan
cuando el analista el analista reconoce una evaluación positiva de la cura, a esto le llamada
“reacción terapéutica negativa”, con lo que infiere, que predomina en ellos la necesidad del
enfermedad y no la voluntad de la curación.

Entonces, observa que más allá de la resistencia clásica, el analista enfrenta (una resistencia)
un factor de orden moral, es decir, un sentimiento de culpabilidad, que halla su satisfacción en
la enfermedad, abrazando así al castigo que significa. Con este planteamiento, Freud se da
cuenta de su generalización, por lo que propone que se reconozca en este proceso un efecto
del comportamiento o del ideal del yo.

Siguiendo con su clínica, distingue diversos aspectos de esta relación entre el Super-yo y el
sentimiento de culpa, que eres extraordinariamente intenso, en ciertas formas de la neurosis
obsesiva, estableciendo que los impulsos reprimidos son la base de este sentimiento de
culpabilidad. Observa que en la melancolía y la neurosis obsesiva, el sentimiento de culpa
subsiste y corresponde a lo que se denomina "conciencia moral". En ambos casos, el ideal del
yo actúa contra el yo, pero las formas de esta severidad y las respuestas del yo son diferentes.

Por ejemplo, en la neurosis obsesiva, el paciente niega su culpa y pide ayuda. Enfrentado a
una alianza entre el super-yo y el ello, ignora las razones de la represión de la que es víctima.
En la melancolía el yo se reconoce culpable, y se puede formular la hipótesis de que el objeto
de la culpa está ya en el yo, como producto de la identificación. En otros casos como en la
neurosis histérica y estados de tipo histérico, el sentimiento de culpa es totalmente
inconsciente por la acción del yo.

Freud entonces se aventura a la premisa de que gran parte del sentimiento de culpa tiene que
ser inconsciente, porque la génesis de la conciencia moral se enlaza de manera íntima con el
Complejo de Edipo que pertenece al inconsciente.

5
Es así como surge la pregunta: ¿Cómo es que el superyó se manifiesta esencialmente como
sentimiento de culpa (critica) y desarrolla contra el yo una dureza y rigor tan extraordinarias?
es como sí se hubiera apoderado de todo el sadismo disponible en el individuo, el componente
destructivo se ha instalado en el super-yo y vuelto contra el yo, reinando entonces el instinto de
muerte en el super-yo, que consigue, llevar a la muerte al yo, cuando este no se refugia de su
tirano refugiándose en la manía

La melancolía constituye un caso excepcional en el que las pulsiones de muerte, debido a una
desunión, se reúnen en el super –yo, y cuanto más limita el hombre su agresividad al exterior,
mas aumenta en contra de sí mismo. En los otros casos, dice Freud, las pulsiones de muerte
se transforman en pulsiones de agresión vueltas hacia el exterior, o son frenadas por su unión
con elementos eróticos.

Llegado a este punto, Freud establece que el ello es totalmente amoral, que el yo se esfuerza
por ser moral, y que el Super-yo puede ser hipermoral, y ya no le es posible continuar la
explicación hasta que introduce una nueva hipótesis: el Superyó ha nacido de una
identificación con el modelo paterno, y cualquier identificación de esta índole tiene carácter
desexualizado o sublimado. Y bien parece que a raíz de la transposición se produce una
desmezcla de pulsiones, tras la sublimación el componente erótico ya no tiene más la fuerza
para ligar la destrucción aliada y esta se libera como inclinación de agresión y destrucción.
Sería de esta desmezcla de donde el ideal extrae el sesgo duro y cruel del imperioso deber ser.

También establece que hay dos caminos por medio de los cuales puede pasar el ello al yo: uno
es directo y el otro atraviesa el ideal del yo, por lo tanto, afirma que el psicoanálisis es un
instrumento que ha de facilitar al yo la progresiva conquista del ello.

Pero por otra parte, ve a este mismo yo como sometido a tres clases de angustias y que
corresponden tres peligros: 1. Mundo exterior, 2. Libido del ello, 3. Severidad del super-yo,
siendo la angustia la expresión de retirada frente al peligro. Como ser fronterizo, el yo quiere
mediar entre el mundo y el ello, es decir, hacer que el ello obedezca al mundo y hacer que el
mundo haga justicia al deseo del ello. No se mantiene neutral entre las dos variedades de
pulsiones. Mediante su trabajo de identificación y sublimación (implica desmezcla), presta
auxilio a las pulsiones de muerte para dominar a la libido, pero así cae en el peligro de devenir
el mismo objeto de las pulsiones de muerte y sucumbir el mismo.

A continuación, Freud expresa que no está de acuerdo con la explicación de que el principio de
que todo miedo (angustia) sea miedo a la muerte. Para él, resulta más acertado distinguir la
angustia ante la muerte de la angustia real objetiva y de la angustia neurótica ante la libido.
Dice que el mecanismo de la angustia ante la muerte es el del yo liberando un amplio caudal
de su carga de libido narcisista, es decir, abandonándose a sí mismo como a cualquier otro
objeto o en caso de angustia, por lo que se desarrolla entre el yo y el Super-yo. En cuanto al
miedo a la muerte que surge en la melancolía, la explica suponiendo que el yo se abandona
asimismo, porque, en lugar de ser amado por el super-yo, se siente perseguido y odiado por él.

Entre las servidumbres del yo, afirma que éste es el genuino centro de la angustia, y que
amenazado por tres clases de peligro, desarrolla el reflejo de huida, retirando su propia
investidura de las percepciones amenazadoras, emitiendo aquello como angustia. Esta
primitiva reacción es relevada mas tarde por la ejecución de investiduras protectoras

6
(mecanismo de las fobias). No se puede indicar que es lo que da miedo al yo, si el peligro del
mundo exterior o del mundo libidinal.

Freud concluye este capítulo considerando la angustia ante la muerte y la angustia ante la
conciencia moral, como una angustia a la castración, y supone que la común angustia
neurótica experimenta un incremento en los casos graves por la génesis de angustia que tiene
efecto o entre el yo y el super-yo (angustia ante la castración, ante la conciencia moral, y ante
la muerte).

Asimismo, resume que el ello no puede constituir una voluntad unitaria, por lo que el ello se
encuentra bajo el dominio del instinto de muerte y quiere obtener la paz acallando, conforme a
las indicaciones del principio del placer, al Eros perturbador. Sin embargo, Freud temió que
esta hipótesis podía al desestimar la misión del Eros.

Inhibición, síntoma, y angustia


Freud inicia el presenta capitulo hablando de la importancia en la distinción de la inhibición y
del síntoma, definiendo inhibición como restricción de una función, y no necesariamente como
algo patológico, en cambio, al síntoma como indicador de un proceso patológico. Sin embargo,
advierte que una inhibición puede pasar a ser síntoma cuando la restricción funcional es
grande, o bien cuando aparece una función nueva. Debido a que la inhibición es una
perturbación funcional del yo que aparece en afecciones neuróticas, Freud resalta la
importancia de analizar cómo ocurre este proceso en cuatro funciones: la función sexual, la
nutrición, la locomoción y el trabajo profesional.

A grandes rasgos, explica, que generalmente la *función sexual aparece inhibida en la


impotencia psíquica (falta de placer, no erección, no eyaculación, etc.). Otra perturbación
aparece en la perversión y el fetichismo. En la inhibición hay una desviación de la libido y su
relación con la angustia es evidente, por lo que se inhibe la función cuando cumplirla resultaría
angustioso, como por ejemplo, en el caso de los actos obsesivos que no son más que
aseguramientos contra experiencias sexuales, por lo tanto siendo, de naturaleza fóbica.

En cuanto a la* nutrición, menciona que la perturbación más frecuente es la repugnancia al


comer por desviación de la libido. Aunque también puede haber aumento del apetito derivada
del miedo a morir de hambre (obsesión de comer). Identifica como defensa histérica contra la
ingestión de alimentos al síntoma de vómito (hoy sabemos que la histeria es lo border, y que se
encuentra detrás de las conductas purgativas como el vómito en la bulimia) y la negativa a
comer por miedo a ser envenenado (psicosis).

Por otra parte, la *locomoción también puede aparecer inhibida en algunos estados neuróticos
por repugnancia a andar y debilidad de las extremidades, como por ejemplo en la histeria o en
la fobia (fobia a caminar). En el trabajo también se inhibe el deseo de trabajar, realizando
trabajo defectuoso, reaccionando con fatiga, vértigos, o por la pérdida de tiempo de la misma
neurosis obsesiva.

En síntesis, resulta importante resaltar la interpretación o definición que elabora Freud: la


inhibición es la expresión de una restricción funcional del yo, que puede obedecer a causas
diversas. Primeramente, puede deberse a que la función a realizar tiene la significación de un
acto sexual, y entonces se inhibe la función porque dicho acto está prohibido (por ejemplo al

7
tocar el piano se erotizan los dedos y la función yoide de un órgano queda alterada cuando su
significación sexual incrementa), así, el yo renuncia a dichas funciones para no entrar en
conflicto con el ello. También otras inhibiciones tienen el sentido del autocastigo, muy frecuente
en el trabajo, y consiste en no hacer la función porque le traería éxito, lo cual está prohibido por
un super-yo severo. En este caso el yo evita un conflicto con el super-yo. Finalmente, Freud
afirma que las inhibiciones que son restricciones de las funciones del yo, son o por precaución
o a consecuencia de una baja energía.

Por lo tanto, establece que el síntoma no puede ser descrito como un proceso en el yo, sino
que es más bien un signo y un sustitutivo de una no lograda satisfacción de un instinto, un
resultado de la represión por la cual, el yo logra que la representación sustentadora del super-
yo rehúse hacerse consciente. Por la represión, la liberación del instinto aparece como
displacentera en lugar de placentera (“transformación de los efectos”).

Queda claro entonces, que el yo puede ejercer mucha influencia sobre el ello. Cuando el yo
lucha contra el instinto del ello, da una 'señal' de displacer para alcanzar su propósito con la
ayuda del principio del placer, instancia casi omnipotente, y al respecto Freud se pregunta: ¿De
dónde saca el yo la energía para dar esta señal de displacer? , entonces dice que el yo sigue
en su defensa el mismo camino que cuando se defiende de un peligro externo, es decir, la
saca de la representación a reprimir y la convierte en displacer (angustia). El afecto reprimido
es transformado en angustia, y así el yo resulta ser la sede de la angustia. No se crea aquí
nueva energía: se toma la energía de lo reprimido y se la convierte en angustia. Así que Freud
vuelve a repetir que el yo es la verdadera sede de la angustia

En este punto, abre el tema de las “represiones secundarias” ( las que habitualmente se
presentan en la labor terapéutica) y las “represiones primitivas” que las preceden, y señala que
aún no le ha sido posible determinar el papel del superyó en la represión, ni si éste crea una
línea divisoria entre represión primitiva y secundaria, pero que piensa que ya antes de la
diferenciación del superyó se producen explosiones de angustia muy intensas que pueden
deberse a la ruptura de la protección contra los estímulos.

Siguiendo con el tema de la formación de síntomas, hace una diferencia entre una represión
exitosa, en la que el yo logra dominar por completo el impulso pulsional tras generar la
sensación de displacer, y las represiones más o menos fracasadas, que son las que dan lugar
a las formaciones sustitutivas, a la enfermedad neurótica con sus síntomas, que no producen
ningún placer pero adquieren un carácter compulsivo.

Sin embargo, en la degradación de la satisfacción de la pulsión a la categoría de síntoma, el


yo, a través de la represión, ejerce su poder también sobre la descarga por medio de la
motilidad que le permitiría la acción adecuada. De modo que el yo domina tanto el acceso a
la conciencia como el paso a la acción hacia el mundo exterior, y en la represión ejerce ese
poder en las dos direcciones: sobre la representación y sobre la pulsión misma. Por lo que
Freud termina preguntándose cómo se concilia tanto poder del yo con los resultados de su
estudio anterior en “El yo y el Ello”, exteriorizando el contraste entre sus opiniones, siendo
que antes concebía al yo como “débil” a merced del ello y del super-yo, y ahora como una
entidades muy poderosa.

En relación a esta contradicción queda resuelta en cuanto se entiende que el yo es una


diferenciación del Ello, y que si es opuesto a él, es débil, pero fuerte si lo vemos unido a él,
8
empleando su energía, ya que coinciden por ser uno diferenciación del otro. Igualmente, dice,
sucede en la relación entre el yo y el superyó, puesto que la represión revela a la vez la fuerza
y la debilidad del yo.

Continúa puntualizando que en realidad, la lucha no termina con la formación del síntoma, y
suele seguir con una lucha contra el síntoma mismo, puesto que el yo busca suprimir el
síntoma por ser algo extraño y aislado en la vida anímica, y además intenta integrarlo a ella.
Esto se ve especialmente en los síntomas histéricos, donde es posible discriminar por un lado
el impulso y por el otro el castigo.

Así que el yo busca integrar el síntoma extraño. Incluso Freud llega a pensar que el yo crea
los síntomas para sacar de ellos alguna ventaja de la enfermedad. Por ejemplo, los síntomas
obsesivos y paranoicos aportan al yo una satisfacción narcisista, de otro modo inaccesible
(los obsesivos se creen los más puros o mejores). La ventaja secundaria de la enfermedad
apoya la tendencia del yo a incorporar el síntoma y fortalecer su fijación. Por esto es tan
difícil atacar el síntoma en la terapia. Por lo que Freud deduce lo que denomina la “ventaja
secundaria de la enfermedad”, que apoya la tendencia del yo a incorporarse el síntoma y
opone una gran resistencia durante el análisis a la consecución de la cura. En resumen, la
lucha secundaria contra el síntoma es multiforme y, para poder continuar investigándola,
Freud considera preciso adentrarse en los distintos casos de formación de síntomas.

El ejemplo concreto que expone Freud es el caso Juanito, quien se niega a salir a la calle por
temor a los caballos. ¿Dónde está aquí el síntoma?, ¿en la angustia?, ¿en la restricción a
moverse libremente?, ¿en el caballo como objeto elegido?; ¿dónde está la satisfacción que
Juanito se prohíbe?, en realidad se trata de un miedo muy concreto: el temor a que lo muerda
un caballo.

Para responder estas preguntas, Freud nos dice que es preciso considerar “la total situación
psíquica” del niño, el cual a los cuatro años de edad se encuentra en pleno apogeo de su
complejo de Edipo. El análisis de Juanito revela un conflicto de ambivalencia: odia y ama al
mismo tiempo a su padre, y reprime el impulso hostil hacia él, por lo que su fobia debe ser una
tentativa de resolución de dicho conflicto, el cual, en este caso, no se resuelve al triunfar una
de las dos tenencias.

Juanito había visto antes como se lastimaba un caballo y un niño que lo montaba al caerse
juntos, por lo que se deduce que el impulso asesino de su Complejo de Edipo se manifestó en
la idea de que su padre cayera y se lastimara de la misma forma, de ahí, el temor a la
venganza del caballo.

Por lo tanto, el conflicto de ambivalencia no es resuelto en la misma persona (formación


reactiva), sino que es esquivado mediante el desplazamiento de uno de los dos impulsos a
un objeto sustitutivo, en este caso el caballo (en lugar del padre). El desplazamiento es lo
que constituye el síntoma neurótico.

Pero, Freud afirma que no puede tratarse de un simple desplazamiento solamente, ya que se
pregunta: ¿Si Juanito deriva el impulso hostil hacia el caballo, porqué no lo agrede en lugar de
tenerle miedo?, la respuesta es que si lo hubiera agredido, la represión no habría modificado
en absoluto el carácter agresivo del impulso instintivo, sino sólo su objeto. Esto lo lleva a
pensar que en Juanito ha ocurrido algo más.

9
La representación de ser devorado por el padre (mordido por el caballo), es un antiquísima
representación típica infantil, lo que a su vez es la expresión de un impulso amoroso pasivo de
ser amado por el padre (en el sentido genital) aunque se exprese en la fase de transición de lo
oral a lo sádico (regresión). Pero esto, no le resulta fácil decidir si se trata sólo de una
sustitución de la representación por una regresión a imágenes primordiales (ser devorado por
el padre) o de un rebajamiento regresivo real de lo genital a lo oral y sádico. El caso del
hombre de los lobos parece confirmar la segunda alternativa, pues dio muestras de impulsos
sádicos y neurosis obsesiva.

Por lo tanto, el yo no utiliza sólo la represión: también recurre a una regresión y, una vez
instalada ésta, puede luego seguir una represión.

Así mismo, los casos de Juanito y del hombre de los lobos sugieren otras reflexiones para
Freud. En ambos casos el impulso hostil hacia el padre queda reprimido por su transformación
en lo contrario: en vez de agredir al padre, éste (lobo o caballo) agrede al sujeto. Pero también
se ha reprimido el impulso amoroso pasivo, y también el impulso amoroso hacia la madre, es
decir, se reprimieron varios impulsos y además hubo una regresión a fases anteriores.

Freud también encuentra en los dos casos el miedo a la castración, y dice que es precisamente
por ese miedo que Juanito abandona la agresión contra su padre. En resumen, en ambos
casos el motivo de la represión es el miedo a la castración, y las ideas angustiosas de ser
mordidos o devorados son sustitutivos de la idea de ser castrado por el padre, este miedo de
castración es un miedo real. Por lo tanto, Freud aludiendo a su primera Teoría sobre la
Angustia, concluye que estaba equivocado al creer que la represión causa la angustia, ya que
en realidad, aquí la angustia causa la represión, es decir, la angustia no nace nunca de la
libido reprimida.

Por otra parte, en este capítulo Freud empieza por recordarnos que hay muchas neurosis en
las que no surge ninguna angustia, como por ejemplo la histeria de conversión, por lo que le
parece poco aconsejable considerar demasiado íntima la relación entre la angustia y la
formación de síntomas, e incluye a las fobias como “Histerias de Angustia”.

A continuación, explica que los síntomas de la histeria de conversión (parálisis motoras,


contracturas, dolores, etc.) implican una descarga perturbada de la excitación, y que los
síntomas pueden ser indiferentes (por ejemplo en la parálisis) o displacenteros (alucinaciones),
pero que en realidad esto no lo ayuda a ver la formación del síntoma, por lo cual decide
analizar lo que sucede en la neurosis obsesiva.

Observa que tanto en la histeria como en la neurosis obsesiva la situación inicial es el Edipo,
pero en la última, por factores a los que llama constitucionales, hay una regresión a la fase
sádico-anal, y explica esta regresión como una “disociación de los instintos”. La regresión es el
primer triunfo del yo en su lucha defensiva. En la neurosis obsesiva se ve con claridad que se
trata de una defensa contra el complejo de castración. Represión, regresión y exageración de
rasgos de carácter son defensas típicas de la neurosis obsesiva. En la histeria faltan o son más
débiles las terceras.

En la neurosis obsesiva el super-yo es muy severo, y no puede sustraerse a la regresión ni a la


disociación de los instintos.

10
Freud explica que durante la latencia, la tarea principal parece ser la defensa contra la
tentación masturbatoria y que esta lucha luego genera síntomas de tipo “ceremoniales”, viendo
también una sublimación de los componentes erótico-anales.

Sigue, exponiendo que en la pubertad vuelven a despertarse los impulsos agresivos de la


época temprana, que son impulsos eróticos que tuvieron una regresión. El yo lucha contra los
impulsos agresivos sin saber son realmente impulsos eróticos. Entonces el super-yo actúa en
la represión de la sexualidad, adoptando sobretodo formas más repulsivas que se hacen
intolerables por la regresión de la libido.

Entonces la agresión no es experimentada como un impulso sino como una mera idea. El yo
aparece muy influenciado por el super-yo, y puede sentirse culpable. La culpabilidad puede
también no sentirse en la neurosis obsesiva, manifestándose por síntomas de autocastigo
impulsos instintivos masoquistas).

Por lo tanto, afirma que la neurosis obsesiva tiende a procurar cada vez mayor amplitud a la
satisfacción sustitutiva, a costa del renunciamiento, y que el yo se ve impulsado a buscar la
satisfacción en los síntomas, lo cual puede paralizar totalmente la voluntad del yo puesto que
en cada decisión encontrará, por ambos lados, impulsos igualmente enérgicos.

Prosigue explicando que durante esta lucha se pueden observar dos actividades del yo
dedicadas a la formación de síntomas, y que prueban que la represión tropieza con
dificultades. Las dos técnicas de las que habla son: “borrar lo sucedido” y el “aislamiento”. La
primera de estas técnicas auxiliares busca borrar mediante un símbolo motor, un suceso
anterior (ritos, supersticiones, y ceremoniales), es decir, su objetivo es suprimirlo. Aquí los
síntomas tienen dos tiempos: el primer acto es preventivo, evita que algo suceda o se repita y
tiene un carácter racional; el segundo acto (muy común en la neurosis obsesiva) busca borrar
el primero , por ejemplo, por medio de su repetición en forma distinta continuando estas
repeticiones indefinidamente y tiene carácter mágico.

En cuanto al aislamiento, también de la esfera motora, menciona que es muy peculiar de la


neurosis obsesiva, y que consiste en que, después de un suceso desagradable o un acto
propio importante para la neurosis, es interpolada una pausa, donde nada debe suceder, ni
percibirse ni hacerse. A diferencia de la histeria, donde se puede olvidar una impresión
traumática, aquí no se puede olvidar pero, se intentan interrumpir los lazos asociativos, o sea,
el suceso no es olvidado pero si despojado de su afecto, quedando aislado y sin reproducirse
en el curso del pensamiento. El aislamiento se refuerza con actos motores de intención mágica.
Normalmente se usa también el aislamiento, por ejemplo, en la concentración. Así mismo, el
tabú al contacto físico es típico en la neurosis obsesiva, porque allí se agudizan las
ambivalencias (amor y agresión hacia el objeto amado): aquí es donde el aislamiento es más
fuerte.

En las fobias, histerias de conversión y neurosis obsesivas, el origen lo constituye el Complejo


de Edipo, y el miedo a la castración es el motor de la resistencia del yo, pero sólo en las fobias
ese miedo se exterioriza y se confiesa. Queda como interrogante ver qué pasó en las otras dos
afecciones.

Al final, Freud da por terminada la investigación sobre la formación de síntomas


reconociendo que sus resultados han sido limitados e incompletos. Además observa que de
la yuxtaposición de los resultados sobre las tres neurosis ha surgido un grave problema,
11
debido a que, en las tres se ha descubierto que la fuerza motivacional por la que se inician
es el miedo a la castración, pero sólo en las fobias se exterioriza este miedo. Por lo tanto, se
cuestiona ¿Cómo se lo ahorra el yo en las otras dos neurosis?, y se da cuenta de que el
problema es aún mayor si admite la posibilidad, que ya antes había planteado, de que la
angustia también surja por transformación de la libido reprimida.

Por último, Freud deja otra pregunta por responder, por su falta de claridad en cuanto a si
verdaderamente el único motor de la defensa es el miedo a la castración, puesto que en las
neurosis de las mujeres no puede hablarse de angustia de castración propiamente dicha.

Ahora Freud retoma el tema de las zoofobias infantiles, puesto que son los casos que mejor ha
comprendido, dandose situaciones en las cuales “el yo tiene que actuar contra una carga de
objeto libidinal del ello (la del complejo de Edipo positivo o negativo) por comprender que, el
aceptarla, traería consigo el peligro de la castración”.

Ha decidido volver al tema para discutir una “pequeña duda” que quedo sin aclarar en el caso
de Juanito (Edipo Positivo), ya que queda por ver si la defensa del yo va contra el impulso
amoroso hacia la madre o el impulso agresivo contra el padre, ya que hasta ahora había
sostenido que el yo se defiende de lo erótico, y no de los otros impulsos. (En la fobia infantil del
Hombre de los lobos no había tal interrogante porque se veía con claridad que el impulso
reprimido era la tendencia libidinosa femenina respecto al padre- Edipo Negativo-).

Por lo tanto, a partir de todo esto Freud nota un defecto en su teoría de los instintos, pero
encuentra la solución en lo siguiente: los impulsos instintivos pueden estar fusionados; al
reprimir el impulso amoroso, al mismo tiempo se puede estar reprimiendo el impulso agresivo,
es decir, siempre están mezclados en distintas proporciones, y esto puede explicar que la
carga sádica sea tratada como carga libidinosa (que el impulso agresivo contra el padre sea
objeto de la represión del mismo modo que el impulso amoroso hacia la madre).

Pero para Freud, lo importante es conocer qué relación tiene esto con la angustia, y así
establece que, el síntoma de fobia se forma por el desplazamiento sobre un objeto sustitutivo
(mordido por el caballo en lugar de castrado por el padre), en cuanto el yo advierte el peligro
de Castración y da la señal de angustia que inhibe la amenaza del yo. Con este proceso el
niño esquiva el conflicto de ambivalencia hacia el padre y permite al yo terminar el desarrollo
de angustia. En realidad, así se sustituye un peligro exterior (castración) por otro exterior
(mordedura).

Así mismo, esclarece que la única diferencia entre esta angustia y la angustia real es que la
primera tiene un contenido inconsciente, que sólo deformado o disfrazado alcanza la
conciencia. También observa que en las fobias de adultos se agregan otros factores, pero en lo
esencial se trata del mismo mecanismo, por ejemplo, en la agorafobia, el yo no se contenta con
renunciar a algo sino que agrega elementos para despojar a la situación de su peligro.
De la misma forma advierte que lo analizado en las fobias respecto de la angustia, es también
aplicable a la neurosis obsesiva en la que el yo intenta siempre sustraerse a la hostilidad del
superyó y le teme por el castigo de la castración.

La última observación realizada por Freud de que el yo ha sido preparado para el miedo a la
castración por las pérdidas de objeto repetidas regularmente (el destete, la expulsión de las
heces, etc.), le lleva ahora a considerar una nueva concepción de la angustia, ya no como
una señal afectiva del peligro de la castración, sino como una reacción a una pérdida o a una
12
separación. Pero a esta hipótesis tiene en concreto dos objeciones: La primera es que,
aunque la primera experiencia de angustia se da en el nacimiento por la separación de la
madre, en realidad el bebe no puede experiméntalo de esta manera porque es
completamente narcisista, la segunda, es que a veces reaccionamos con tristeza o dolor
ante la pérdida o duelo, y no siempre con angustia.

Continuando con el tema de la angustia, Freud busca identificar su verdadera esencia, ya que
al parecer, ha venido encontrando resultados un tanto contradictorios. La angustia, explica, en
primer lugar se presenta como algo que sentimos y que es displacentero, además implica un
acto de descarga (motora, que afecta los órganos respiratorios y el corazón), y la percepción
de dicha descarga. La descarga y percepción diferencian a la angustia del dolor y la tristeza,
por lo tanto la angustia implica entonces un incremento de la excitación (que produce displacer)
y su descarga (que decrece el displacer). Pero esta explicación es meramente fisiológica, una
más psicológica muestra que la angustia proviene de actualizar la situación prototípica del
trauma de nacimiento, es decir, se explica por un factor histérico.

Ahora bien, la conexión de la angustia con el nacimiento tiene varias objeciones (no siempre el
nacimiento es traumático y hay angustia que no tiene su prototipo en el nacimiento), pero, una
vez aclaradas su estructura y origen, decide continuar preguntándose por la función de la
angustia afirmando lo siguiente: “La angustia nació como una reacción a un estado de peligro,
y se reproduce cuando surge nuevamente dicho estado peligroso”. Esta nueva angustia le
parece por un lado inadecuada (ya que la intervención de los órganos al momento del
nacimiento falta en la nueva situación), y por otro lado adecuada ya que tales reacciones solo
vuelven a ser adecuadas cuando el yo genera la angustia ante una situación de peligro real.

Otro problema para Freud es que en el nacimiento no hay nada que se parezca a una situación
peligrosa, declarándose en completo desacuerdo con Rank que afirma que las fobias infantiles
tienen su origen en el trauma de nacimiento.

De lo anterior deduce que las fobias infantiles no vienen del nacimiento, y comprueba que el
niño siente angustia solo en tres casos:1. Cuando está solo, 2. En la obscuridad y 3. En
presencia de extraños, y estas tres se resumen a una sola condición: el niño advierte la falta de
la persona amada o ansiada, y la angustia es la reacción ante esta falta y nos recuerda el
miedo a la castración, que también implica la separación de un objeto y aún la angustia más
primitiva del nacimiento, proveniente de la separación de la muerte.

Así, con la experiencia de que un objeto exterior (ej. pecho) puede poner término a una
situación peligrosa que recuerda la del nacimiento, por lo que desplaza el contenido del peligro
de una situación económica a una situación de pérdida de un objeto. El peligro es ahora la
ausencia de la madre, y el yo empieza a generar la señal de angustia antes de que se
produzca la temida situación económica. En este sentido, en la fase fálica la angustia aparece
ante la separación posible de los genitales, y el ser despojado de los mismos equivale a una
nueva separación de la madre (pues su posesión es garantía de una unión sexual con ella), lo
que lleva al niño a una tensión de necesidad similar a la experimentada en el nacimiento.

Es entonces que el super-yo produce un nuevo cambio, debido a que con la


despersonalización de la instancia parental (miedo a la castración), el peligro se hace mas
indeterminado, y el miedo a la castración pasa a ser angustia social, o angustia ante la
conciencia moral. El yo responde ahora con angustia a la amenaza de castigo por parte del
super-yo.

13
Por lo anterior, afirma que el yo es la verdadera sede de la angustia y que en el ello solo
puede activarse una situación peligrosa = angustia, o que se active una situación similar a la
del nacimiento, reaccionando el yo con angustia automática, siendo el primer caso el de las
psiconeurosis y el segundo el de las neurosis actuales, donde una gran tensión se resuelve en
angustia, y sobre esta base puede llegar a desarrollarse una psiconeurosis donde el yo busca
evitar la angustia mediante síntomas.

Así mismo, considera las diversas connotaciones de la angustia (o situaciones peligrosas)


dependiendo los periodos a los que corresponden: 1. Surge al principio ante el peligro de la
impotencia o desamparo psíquico, que corresponde a la época de la carencia de madurez del
yo. 2. El peligro de la pérdida del objeto, por la dependencia de los adultos en los primeros
años de la infancia, 3. El peligro de la castración, en la fase fálica. 4. El miedo al superyó, en el
período de latencia. 5. Y el miedo a la muerte, como última transformación de la angustia por la
proyección del temor al superyó a los poderes del destino.

Insiste en que todas las anteriores pueden existir en conjunto y llegar a provocar la reacción
del yo en épocas posteriores. Por último recalca que así como en las fobias y neurosis
obsesivas (más típicas del varón) la angustia es angustia ante la amenaza de castración, así
en la histeria (más típica de la mujer) la angustia es angustia ante la pérdida del objeto de
amor.

Freud advierte que hay dos grandes opiniones respecto a la formación de síntomas y angustia:
1) la angustia misma ya es un síntoma neurótico
2) el síntoma está para evitar la angustia (como en el obsesivo). Él poya esta segunda opinión
al menos parcialmente en base a su experiencia clínica, pero le parece más acertado afirmar
que los síntomas son creados para librar al yo de una situación peligrosa, equiparable a la del
nacimiento, que podría llegar a provocar angustia automática.

A continuación, retoma el tema del capítulo anterior donde habla acerca de que a cada una
de las situaciones de peligro le corresponde una determinada etapa del desarrollo anímico, y
hace una comparación con lo que sucede con el dolor, para mostrar que la conducta de los
neuróticos en relación a las antiguas situaciones peligrosas es completamente absurda.

Así mismo establece que en la angustia neurótica hay un regreso a un tipo de angustia infantil
(neurosis infantil= normal, episodios del desarrollo), pero al revés, y que el hecho de sentir una
determinada angustia en la niñez no significa que luego el sujeto sea neurótico, porque esas
angustias suelen desaparecer, aunque nunca desaparece el miedo al super-yo, y el miedo a la
castración suele reaparecer en forma disfrazada.

Finaliza el capitulo preguntándose la razón por la cual en los neuróticos puede mantenerse
intacta la angustia de tipo infantil, regresando, después de muchos años de análisis, al parecer,
al mismo punto de partida.

Freud reafirma que la angustia es incuestionablemente una reacción frente al peligro, pero que
no siempre un peligro genera angustia, por lo tanto, lo que necesita encontrar es una
explicación del por qué unos individuos pueden subordinar la angustia a la vida anímica
normal y otros fracasan en la misma empresa. Al autor le han llegado dos hipótesis al respecto:

14
La primera de Alfred Adler, que afirma que los individuos que fracasan en la labor planeada por
el peligro son aquellos a los que cierta inferioridad orgánica se los dificulta, pero Freud cree
que esta explicación es demasiado sencilla para los hechos encontrados en el psicoanálisis.

La segunda hipótesis es de Otto Rank, que sostiene en su obra “El trauma del nacimiento” que
la angustia tiene su origen en el trauma del nacimiento, y que dependiendo de su magnitud
dependerá que como adulto pueda controlarla o no, pero Freud no concibe que el neurótico
pueda derivar completamente de esa magnitud, por lo que critica la teoría de Rank de
“derivación por reacción” debido a que en este caso, el neurótico sanaría a medida que pudiera
descargar toda la energía contenida en el trauma. También critica de este autor que no toma
en cuenta factores filogenéticos y hereditarios, y que le da a la sexualidad un papel secundario,
lo que resulta opuesto al psicoanálisis, por lo tanto, Freud no considera que el planteamiento
de Rank pueda explicar el origen de la neurosis.

Entonces, explica que cuando el yo ha conseguido defenderse contra un impulso pulsional


por medio de la represión, además de inhibir y dañar esa parte del Ello, también excluye lo
reprimido de su organización, de modo que cuando el yo deja de tener motivo para iniciar
una defensa contra un nuevo impulso similar al reprimido, de todas maneras la compulsión a
la repetición le conduce a reprimirlo también, como si la situación peligrosa perdurase aún.
En algunos casos, es la intensidad de la represión previa la que hace tan grande la atracción
regresiva de lo reprimido que el nuevo impulso se ve forzado a seguir la compulsión a la
repetición. En otros, son las dificultades reales de la vida las que robustecen la atracción de
lo reprimido. Este proceso es por medio del cual se fija la represión y son las relaciones
cuantitativas las que deciden la conservación de las antiguas situaciones peligrosas.

En el origen de las neurosis se encuentran entonces tres factores: biológico (la larga
indefensión del bebé que aumenta los peligros del mundo exterior), filogénico (la evolución
sexual humana es distinta a la de otras especies próximas, porque por ejemplo sufre
interrupciones durante el periodo de latencia, donde los impulsos instintivos son
experimentados como peligrosos), y un tercer factor psicológico: el yo debe defenderse contra
ciertos impulsos instintivos por él considerados peligrosos, pero esta defensa no es tan exitosa
como cuando se trata de peligros externos, por lo cual debe formar síntomas. Por ahora,
concluye Freud, “no llega a más nuestro conocimiento de la esencia y la causación de las
neurosis”.

Apéndice

Freud elabora este apéndice de su trabajo con el objetivo de tocar más a fondo algunos temas
expuestos que dice, tuvo que abandonar prematuramente. Debido la extensión del apéndice,
intentaré hacer una breve revisión del mismo.

Inicia con el apartado de -Modificación de opiniones- anteriores hablando de *Resistencia y


Contracarga, exponiendo que la defensa contra el instinto exige un esfuerzo permanente -la
resistencia, que implica una contracarga (una reacción del yo opuesta al impulso). Para llegar
a este punto, Freud observó durante su labor terapéutica que aunque el yo decida a
abandonar dicha resistencia sigue encontrando dificultades para levantar sus represiones
porque tiene que vencer también el poder de la compulsión a la repetición. Finalmente resume
estas resistencias en cinco: tres del yo (la resistencia de la represión, la resistencia de la
transferencia y la ventaja de la enfermedad), una del Ello (la resistencia de lo inconsciente, que
precisa de la elaboración), y una del superyó (que es la más oscura y parece provenir de la
15
necesidad de castigo o conciencia de culpa). Por último, cabe mencionar que es de suma
importancia identificar estas resistencias durante el análisis para poder superarlas por medio de
la “elaboración”.

Continua hablando de la angustia por la transformación de la libido, explicando que si al


principio buscaba ver en el yo la única sede de angustia, ahora también concibe una angustia
del instinto del ello, que aparece cada vez que hay una situación de peligro análoga a la del
trauma de nacimiento, que es involuntaria y automática, pero la angustia del yo funciona como
aviso para evitar ese situación peligrosa, y la primera angustia se transforma en la segunda.

Para finalizar con sus nuevas opiniones, habla de la Represión y la defensa, y nos dice que
la “represión” es sólo uno de los métodos o mecanismos de defensa de los cuales se sirve el
yo en los conflictos, la cual descubre que ha resultado ser quizá la más importante de las
defensas y termina afirmando que incluso es posible que el aparato anímico emplee otros
métodos de defensa distintos antes de la precisa separación del yo del Ello y de la formación
del superyó.

Por otra parte, - complementa al tema de la angustia - hablando de las características que ha
encontrado en la misma: una relación con la expectación, carácter de imprecisión y carencia de
objeto, y continua realizando un detallado estudio de la diferencia entre angustia real y
neurótica, que a grandes rasgos la explica de la siguiente manera: La real es ante un peligro
conocido y tiene un aspecto afectivo (angustia) y uno protector (defensa), y la neurótica ante
uno desconocido, ante un peligro que se deriva de un impulso. La relación entre los peligros
real exterior e interno instintivo existe: el peligro real, para ser tal, debe tener alguna
significación para el yo, o sea debe haberse hecho interno. Y al revés: un peligro interno
instintivo puede desembocar en un peligro externo (la satisfacción del instinto traería como
consecuencia un peligro desde el exterior).

Como ultima parte del apéndice, Freud habla sobre el tema de -Angustia, dolor y tristeza-
afirmando que angustia es la reacción de peligro ante la pérdida del objeto, pero, como esto
también es tristeza y también dolor, entonces, le surge la incógnita siguiente: ¿cuándo la
separación del objeto produce angustia, cuándo tristeza, y cuándo dolor?, para responder a
esta pregunta, empieza por explicar que la primera condición de la angustia es la pérdida de
la percepción del objeto. Más tarde comprende que el objeto puede estar, pero estar
enfadado con él, y aquí aparece una condición más permanente de la angustia: la falta de
cariño. Expone que la situación traumática de la ausencia de la madre no es la misma que la
situación traumática del nacimiento (en esta última sólo hay angustia), puesto que en la
primera hay un anhelo porque la madre vuelva: y de esto dependerá la reacción de dolor. Es
dolor es la reacción ante la pérdida verdadera del objeto, pero la angustia es la reacción al
peligro que tal pérdida trae consigo. La tristeza surge una vez producida la pérdida, y surge
bajo la influencia del examen de la realidad que impone la separación del objeto, puesto que
este ya no existe, por lo tanto la tristeza lleva a cabo la separación.

Los dos Principios del Suceder Psíquico

Freud comenta una vez más que toda neurosis tiene la consecuencia de apartar al enfermo de
la vida real porque le resulta intolerable. Un ejemplo extremo serían ciertos casos de psicosis
alucinatoria, por lo tanto, plantea la labor de investigar y la trayectoria de la relación del
neurótico y la significación psicológica del mundo exterior real.

16
Asimismo, explica que este trabajo trajo consecuencias importantes, la primera de ellas resulta
en que las nuevas exigencias impusieran una serie de adaptaciones del aparato psíquico sobre
las cuales no pueden dar sino ligeras indicaciones por un conocimiento aún incompleto.
También implica hablar de los órganos sensoriales hacia el mundo exterior, y de la conciencia
enlazada a ellos, por lo que Freud se vio en la necesidad de comenzar a aprender las
cualidades sensoriales y no sólo las de placer y displacer. Entonces, se constituyó la atención y
al mismo tiempo una parte de lo que llama memoria.

También surgió el discernimiento entendido como una instancia imparcial propuesta a decidir si
una representación era verdadera o falsa percibiendo lo por medio de su comparación con las
huellas mnémicas de la realidad. La descarga motora quedó encargada ahora de la función de
modificar adecuadamente la realidad transformándose así en acción. El aplazamiento de la
acción fue encomendado al pensamiento.

Resulta importante resumir las consideraciones de Freud al respecto:

- Con la instauración del principio de la realidad quedó disociado a una cierta actividad mental
que permanecía libre de toda confrontación con la realidad y sometida a exclusivamente al
principio del placer

- La sustitución del principio del placer por el principio de la realidad no se desarrollará de una
vez, y mientras que los instintos del yo va sufriendo esta evolución se separan de ellos los
instintos sexuales, los cuales encuentran su satisfacción en el auto erotismo que junto con el
periodo de latencia, provocan un estacionamiento del desarrollo psíquico del instinto sexual. A
consecuencia de todo esto se establece una relación más estrecha entre instinto sexual y la
fantasía por un lado y entre los instintos del yo y las actividades de la conciencia por otro,
manteniendo una relación muy íntima. Por lo tanto uno de los elementos esenciales de
disposición psíquica a la neurosis es provocada por el retraso en educar al instinto sexual en el
respeto a la realidad

- Así como el yo sometido al principio del placer no hace más que desear, el yo sometido por el
principio de la realidad, sólo buscan lo útil así como asegurarse contra todo posible daño. Con
respecto al estado, Freud dice que la sustitución del principio del placer por el principio de la
realidad no significa una exclusión del primero sino tan sólo un afianzamiento del mismo se
renuncia a un placer de forma momentánea sólo para alcanzar por un nuevo camino un placer
ulterior y seguro. En este sentido, pone como ejemplo a las religiones que han buscado
imponer la renuncia del placer terrenal contra la promesa de una vida futura mejor, pero que he
no han logrado derrocar el principio del placer.

- Sin embargo, considera que lo importante es conciliar ambos principios por su camino
peculiar, y pone de ejemplo al artista que originariamente es un hombre que se aparta de la
realidad pero que no se resigna a la renuncia de satisfacer los instintos y deja libres en su
fantasía sus deseos eróticos y ambiciosos, pero que encuentra el camino de retorno a la
realidad constituyendo con sus fantasías una nueva especie de realidades admitidas por los
demás hombres como valiosas imágenes de la realidad

- Mientras que el yo realiza su evolución desde el principio del placer al de la realidad, los
instintos sexuales se modifican yendo desde el auto erotismo primitivo a través de diversas
fases intermedias al amor objetiva do en servicio de la función reproductora. Cada uno de los
grados de estas dos trayectorias evolutivas puede llegar a ser la base de una disposición a

17
posteriores afecciones neuróticas, entonces foro es supone que la elección de la neurosis
dependerá de la fase de evolución del yo y de la libido en la que haya tenido efecto la inhibición
del desarrollo.

- Afirma que la cuestión más singular de los procesos inconscientes reprimidos, consiste en
que la realidad mental queda equiparada en ellos a la realidad exterior, y el mero deseo,
conforma en un todo al dominio del principio de placer, y que es por esto que resulta tan difícil
distinguir las fantasías de los recuerdos emergidos en la conciencia.

Para concluir el presente trabajo, Freud se disculpa, ya que al referirse a las consecuencias
psíquicas de la adaptación al principio de la realidad tuvo que expresar opiniones que hubiera
preferido reservar aún por algún tiempo pero considera justificable el haberlas revelado.

Neurosis y psicosis

Freud hace alusión a su trabajo publicado el yo y el ello, y a la estructura del aparato anímico
que propone en este para representar en forma clara toda una serie de procesos y relaciones.
Asimismo, menciona a modo de recordatorio en el trabajo indicado se describen las múltiples
dependencias del yo, lo que le ha llevado a llegar a una fórmula sencilla para diferenciar la
neurosis y la psicosis, definiendo las de la siguiente manera: la neurosis sería el resultado de
un conflicto entre el yo y su bello, y, en cambio, la psicosis, el desenlace análogo de tal
perturbación de las relaciones entre el yo y el mundo exterior.

Asimismo, menciona que otras formas de psicosis como la esquizofrenia culminan en un


embotamiento afectivo, es decir, en el pérdida de todo interés hacer mundo exterior, y con
respecto a la génesis de los delirios explica que el delirio surge precisamente en aquellos
puntos en las que se ha producido una solución de continuidad en la relación del yo o con el
mundo exterior. En este sentido, la etiología común de la explosión de una psiconeurosis o una
psicosis es siempre la privación, es decir, el incumplimiento de algún deseo infantil y jamás
dominado que se arraiga profundamente la organización determinada por la filogénicos, el
efecto patógeno dependerá de que el yo permanezca fiel al en ese conflicto o a su
dependencia del mundo exterior e intente amordazar al ello, o que por el contrario, se deje
dominar por el ello y arrancar así a la realidad. Freud considera que en todas las formas de
enfermedad psíquica ha sido un error no tomar en cuenta la conducta del superyó, porque
también ha de haber afecciones cuya base está en un conflicto entre el yo y el Superyó, y en
base a su análisis supone que la melancolía es un ejemplo de este grupo o al que llama
psiconeurosis narcisista

Para finalizar, Freud se muestra animoso en mantener la articulación del aparato anímico en un
yo, un superyó, y un ello, y considera que aún son necesarias nuevas investigaciones para
completar la afirmación de que las neurosis y la psicosis nacen de los conflictos del yo, es decir
que corresponden a una a un fracaso de la función del yo.

Por último, deja aún abierta la interrogante de si el proceso del cual se aparta el yo del mundo
exterior constituirá un mecanismo análogo a la represión, expresando la necesidad de nuevas
investigaciones al respecto.

La escisión del yo en el proceso de defensa

18
Para Freud este tema, aunque ya tratado con anterioridad, le parece nuevo y sorprendente,
pues dice que el yo de una persona debe haberse conducido, decenas de años antes de modo
notable en situaciones de presión y que esto sucede bajo la influencia de un trauma psíquico,
por lo que decide ejemplificarlo con un caso claro y definido.

Este caso es el de un niño que está bajo el influjo de la exigencia instintiva acostumbrado a
satisfacerla y que súbitamente se asusta por una experiencia que le enseña que continuar con
esta satisfacción trae un peligro real casi intolerable, donde, entonces debe decidirse por
reconocer este peligro real y renunciar a su satisfacción o bien negar la realidad pretendiendo
que el peligro no existe y continuar con su satisfacción.

Pero en realidad, no toma ninguno de estos caminos y los sigue a ambos simultáneamente, por
un lado con la ayuda de ciertos mecanismos rechaza la realidad y rehúsa la prohibición, y por
otro, reconoce el peligro, el miedo a aquel peligro como un síntoma patológico e intenta
despojarse de dicho temor, de esta manera las dos partes reciben lo suyo, pero pagando un
precio, es un desgarro del yo que nunca se cura, así las dos reacciones contrarias al conflicto
persisten como el punto central de una escisión del yo. Todo el proceso nos parece extraño
porque damos por sabida la naturaleza sintetizadora de los procesos del yo. Por lo anterior, es
innegable que la función sintetizadora del yo, está expuesta a gran número de trastornos.

Por ejemplo, si un niño practica la estimulación manual, y es sorprendido y amenazado con la


castración (practica atribuible al padre), no cree que sea una posibilidad fácil, pero al ver los
genitales de una niña, si en algún momento pensó que tendría que crecerle el pene
eventualmente, ahora, por la amenaza piensa que ha sido castrada y que él puede tener la
misma suerte. En este caso el paciente encontró un camino, en lugar de obedecer la
prohibición completamente o en parte, encontró un sustituto del pene que no tenían las
hembras, un fetiche, así negaba la realidad y salvaba su pene y así podía seguir
tranquilamente con su masturbación.

En este caso, eI niño sólo realizó un desplazamiento de valores: transfirió la importancia del
pene a otra parte del cuerpo, ayudado por el mecanismo de la regresión .Este desplazamiento
se hallaba relacionado sólo con el cuerpo femenino: en cuanto a su propio pene, nada había
cambiado.

Este modo de tratar con la realidad, fue decisivo respecto a la conducta práctica del niño.
Continuó con su masturbación como si no implicara ningún peligro para su pene; pero al mismo
tiempo, en completa contradicción desarrolló un síntoma con el que reconocía el peligro. Pero,
volviendo a nuestro caso, hemos de añadir que el niño produjo además otro síntoma que,
aunque era leve, conservó. Era una susceptibilidad ansiosa ante el hecho de que fuera tocado
cualquiera de los dedos de sus pies, como si en todo ese ir y venir de negación y aceptación
fuera la castración, la que encontró una más clara expresión.

La negación

En cuanto a su práctica con pacientes, Freud encuentra que un pensamiento reprimido puede
abrirse paso hasta la conciencia, bajo la condición de ser negado, es decir, la negación es una
forma de percatarse de lo reprimido.

19
En este caso, la función intelectual se separa del proceso afectivo, y con la ayuda de la
negación, lo reprimido logra acceso a la conciencia en una especie de aceptación intelectual,
por lo que Freud llega a la conclusión de que como la misión de la función intelectual del juicio
es negar o afirmar los contenidos ideológicos, negar algo entonces equivale a decir: esto es
algo que me gustaría reprimir.

Este momento es cuando la función del juicio ha de tomar dos decisiones, la de atribuir o negar
a una cosa una cualidad, y la de conceder o negar a una representación la existencia en
realidad, y por otro lado la decisión referente al existencia real de un objeto representado, es
decir se trata de sea algo existente en el yo como representación puede ser también vuelta a
hallar en la percepción (realidad).

El pensamiento también influye en esta disociación, ya que la reproducción puede estar


modificada por comisiones o por la fusión de distintos elementos, por lo que el examen de la
realidad desde entonces comprueba hasta dónde alcanzan tales deformaciones. En el juicio
está entonces, la evolución adecuada de la infusión en el yo (Eros) a la expulsión fuera del yo
(principio de destrucción) regidas originariamente por el principio del placer.

Con esta teoría la de la negación, armonizan perfectamente el hecho de que en el análisis


Freud no encuentre ningún no procedente del inconsciente así como el de que el
reconocimiento de lo inconsciente por parte del yo se manifieste por medio de una fórmula
negativa, la prueba más rotunda de que un análisis ha llegado a lo inconsciente es que la
alisado reaccione con estas palabras: en eso no he pensado jamás.

La Pérdida de la Realidad en la Neurosis y la Psicosis

En este momento Freud tiene interés en diferenciar neurosis y psicosis y resume sus hallazgos
anteriores: ha distinguido que en la neurosis reprime el yo a una parte del ello, por las
exigencias de la realidad, y en la segunda, el mismo yo, depende del ello y se retrae de una
parte de la realidad.

Por lo tanto, supone que en la neurosis el sujeto se sitúa en relación al principio de la realidad y
en la psicosis, en relación a la vida pulsional (Ello). Así parecería que la pérdida es
característica de la psicosis, mientras que la realidad estaría asegurada para el neurótico.

Establecido esto, plantea la observación inconciliable de que en la neurosis el vínculo con la


realidad también puede estar perturbado, pero encuentra fácil solucionar esta contradicción, la
cual deja de existir cuando explica que hay un segundo paso en la neurosis, para que sea
realmente neurosis, y consiste en la reacción del Ello contra la represión, y no le sorprende que
la perdida de la realidad recaiga precisamente sobre aquella parte de la realidad ante la cual
surge la represión como consecuencia de sus demandas.

Procura dar cuenta también de un segundo paso en la psicosis: de lo que se trata es


compensar de algún modo la pérdida de realidad para lo cual se crea un realidad nueva con el
apoyo de percepciones que le correspondan: las alucinaciones.

Afirma que en el segundo paso de la neurosis se aflojaba el vínculo con la realidad por el
hecho observable de que se evita o rehúye un fragmento de realidad. Mientras que el psicótico
niega la realidad sustituyéndola por un nuevo mundo fantástico, el neurótico se apoya en un

20
trozo de la realidad al que le da una significación especial o simbólica, concluye entonces, que
tanto en la neurosis como en la psicosis se desarrollan tanto la perdida de la realidad (aunque
el neurótico no la pierde por completo), así como la sustitución de la misma.

Las Neuropsicosis de Defensa

Ahora Freud aprovechando sus teorías sobre “las fobias y las representaciones obsesivas”,
sustrae de las Neurosis a la histeria, a las representaciones obsesivas y a la locura
alucinatoria, para agruparlas en Neuropsicosis, porque no las considera enfermedades
corporales sino mentales producidas a partir de la acción de un “mecanismo de defensa”.

A Freud le parece indispensable introducir una modificación y en su teoría de la neurosis


histérica, y para sus fines del estudio de las fobias y de las obsesiones, le interesa únicamente,
la segunda forma de histeria a la cual denominada histeria de defensa dejando a un lado las
histerias hipnoides y de retención.

Continúa presentando los casos de dos pacientes que considera tienen histeria adquirida,
porque en ellos no podría hablarse de una cuestión hereditaria mil degenerativas. Estos
pacientes habían gozado de salud psíquica hasta el momento o en que surgió en su vida de
representación un caso de incompatibilidad, es decir hasta que llegó a su yo una experiencia
que al despertar de un efecto o muy penoso o movieron al sujeto a ser olvidadas, ya que no
contaron con fuerzas suficientes para resolver la contradicción entre su yo y la representación
intolerable que casi siempre florece en las mujeres en el terreno sexual. Asimismo observó,
que este fallido intento de la voluntad por expulsar del pensamiento o algo patológico, los llevó
a diversas reacciones patológicas que derivaron en histeria, o una representación obsesiva
(fobia), o una psicosis alucinatoria.

Entonces, llega a la conclusión de que en estos enfermos había antes una misma
predisposición: la disociación de la conciencia, tratándose de una operación relacionada con
un acto de voluntad

Freud distingue un momento traumático, aquel en el que se produce la disociación histérica, y


momentos traumáticos auxiliares, aquellos en los que una nueva impresión transforma las
barreras de la voluntad, aporta nuevo afecto a la representación debilitada e impone por algún
tiempo el enlace asociativo hasta que una nueva conversión restablece la defensa.

El factor característico de la histeria sería, por tanto, la capacidad de conversión. Queda claro
también, que en este momento de su obra Freud no sólo considera que las fobias pueden
darse en muchos casos de histeria, sino que además las ha relacionado con las
representaciones obsesivas

Por otra parte, en cuanto a la causa, continúa insistiendo en que se halla en la vida sexual: En
las personas sin capacidad de conversión el afecto permanece en lo psíquico, adhiriéndose a
representaciones no intolerables en sí. La fuente del afecto falsamente enlazado está en la vida
sexual.

La fobia o la representación obsesiva surge cuando el esfuerzo de voluntad consigue apartar el


hecho desagradable de la imaginación., y que es un camino menos ventajoso que el de la
conversión, así mismo, menciona que el mecanismo obsesivo fóbico es la transposición del
afecto (recordemos que en la histeria era la conversión).

21
En cuanto al tratamiento que considera adecuado en estos casos dice que en su experiencia,
en los casos de fobias y representaciones obsesivas, se ha orientado hacia las
representaciones sexuales reprimidas, buscando “cegar” en la medida de lo posible, las fuentes
de las mismas.

Es muy importante resaltar que Freud en este momento aun no está seguro que todas las
fobias se deban a esta causa o etiología, puesto que en algunos casos, no le ha sido posible
encontrar ninguna representación reprimida, aunque cree que en la mayoría de los casos si
funciona el mecanismo psíquico de Transposición del afecto, sobre todo en la gran mayoría de
fobias y representaciones obsesivas y que no deben ser confundidas con la neurastenia, en la
que no se puede suponer un mecanismo psíquico como síntoma fundamental.

Posteriormente, Freud comenta que la defensa contra la representación intolerable que ha


encontrado hasta ahora en todos los casos es la disociación, pero que , hay otra forma de la
defensa mucho más enérgica que consiste en que el yo rechaza la representación intolerable y
su afecto, y se conduce como si la representación de jamás hubiera llegado él, y afirma que en
el momento en que esto se logra, el sujeto cae en una psicosis llamada “locura alucinatoria”

Finaliza puntualizando que, cuando el yo se desliga de la representación, también lo hace de la


realidad y es una muestra de una elevada disposición patológica.

Nuevas observaciones sobre las Neuropsicosis de defensa

Freud busca darle más claridad a su estudio sobre este tema, por lo que a continuación ofrece
nuevas observaciones complementarias al respecto.

1. Etiología especifica de la Histeria

En cuanto al origen especifico de la histeria, Freud nos dice que los síntomas histéricos sólo se
hacen comprensibles al referirse a experiencias traumáticas de carácter sexual que se
produjeron en la infancia del sujeto, y que el contenido dicho trauma ha de ser la excitación real
de los genitales en procesos análogos al coito.

Por lo tanto, establece que lo que actúa de forma traumática son estos recuerdos que emergen
cuando el sujeto llega a la madurez sexual, al respecto, comenta que la masturbación activa no
es considerada situación patógena a la histeria, ya que parece asociada a ella más como
secuela del abuso o la seducción.

Así, pues, llega a la conclusión de que la etiología específica de la histeria está constituida por
una experiencia de pasividad sexual anterior a la pubertad.

2. Esencia y mecanismos de la neurosis obsesiva

22
Llama la atención como innovación de este tema, las reflexiones que hace Freud sobre la
represión y el retorno de lo reprimido, y su intento por concretar realmente tanto la esencia
como el mecanismo de la neurosis obsesiva.
En este sentido, recalca que la etiología de la neurosis obsesiva (experiencias sexuales en la
infancia) es la misma que en la histeria, pero en esta última el papel del sujeto no es pasivo,
sino activo, llevando a cabo estas experiencias con placer, por eso hay más hombres que
mujeres obsesivas.

Así mismo, ha encontrado en el fondo de todos sus casos obsesivos síntomas histéricos,
dependientes de una actividad sexual pasiva anterior a la activa. Por lo tanto, asevera que las
representaciones obsesivas son reproches transformados, retornados de la represión, y
referentes siempre a un acto sexual de la niñez ejecutado con placer.

Resulta importante la explicación de Freud sobre los periodos en lo que se desarrolla el


germen neurótico, para comprender realmente su evolución. Empieza exponiendo el de
“inmoralidad infantil”, que es cuando se producen las experiencias pasivas que hacen posible la
represión, sobreviniendo luego los actos de agresión sexual contra el otro sexo que motivan los
reproches posteriores. Este periodo termina al iniciar el de “maduración sexual” en que se
enlaza un reproche al recuerdo de los actos placenteros, se produce la represión por su
conexión con las experiencias infantiles de pasividad y surgen escrúpulos, vergüenza y
desconfianza en sí mismo. Con estos últimos comienza el periodo de “salud aparente” que es
en el que se consigue la defensa. El último periodo es el de “enfermedad” caracterizado por el
retorno de los recuerdos reprimidos, donde, fracasa la defensa. Los recuerdos reanimados y
los reproches que surgen de ellos pasan a la conciencia muy modificados, entonces, las
representaciones y afectos obsesivos son transacciones entre representaciones reprimidas y
represoras.

En cuanto a las formas de neurosis, encuentra dos tipos: la primera de Representaciones


obsesivas típicas, donde el contenido atrae toda la atención del enfermo, quien sólo siente un
vago displacer y reemplaza lo sexual por algo análogo no sexual. Toda obsesión neurótica
tiene su origen en la represión. Esta neurosis toma una segunda forma cuando la
representación de la vida psíquica consciente alcanza el reproche (reprimido), que se
transforma en vergüenza, en muchos tipos de miedos, en hipocondrías vulgares, neurastenias
o melancolías periódicas, todas estas son neurosis obsesivas de la segunda forma.

Ahora, centrándonos en el tema de las fobias es importante subrayar que cuando habla de las
defensas secundarias contra las representaciones obsesivas nos dice que son medidas
preventivas para luchar contra representaciones y afectos obsesivos, y estas medidas pueden
ser de penitencia, de miedo a delatarse, pero que las más importantes son las fobias.

Por último, puntualiza que terapéuticamente hablando, es necesario lograr hacer consciente el
recuerdo infantil reprimido para que se desvanezca la obsesión.

3. Análisis de un caso de paranoia crónica


Para comprobar su hipótesis de que también la paranoia es una “neurosis de defensa”, Freud
nos habla del caso de una mujer de 32 años con paranoia crónica, que usa un mecanismo
especial de represión, y descubre justamente este mecanismo es la que la diferencia de las
demás neurosis.

23
Asevera también por el análisis del caso, que la debilidad de la memoria de los paranoicos es
tendenciosa, siendo motivada por la represión: Se reprimen y sustituyen a posteriori recuerdos
en sí no patógenos pero que se hallan en contradicción con la modificación del Yo.
Finalmente, es importante resaltar la importancia que le sigue dando Freud a las fobias como
síntoma de las histerias y de las neurosis especificas.

Obsesiones y Fobias

En el texto anterior, Freud se centro a grandes rasgos en hablar sobre las similitudes de las
obsesiones y de las fobias, pero a continuación, su interés se centra en diferenciar claramente
cada una de ellas.

Primeramente, repite que ni las obsesiones ni las fobias forman parte de la neurastenia
propiamente dicha (aunque puedan aparecer juntas en algunos casos de neurosis mixtas) y
que no dependen de ninguna degeneración mental. Después, distingue las obsesiones
intensas o traumáticas de las obsesiones propias y las fobias, ya que las primeras que se
basan en recuerdos importantes y se relacionan con la histeria. También nos dice que las
obsesiones y fobias restantes se componen de dos elementos en común: una idea y un estado
emotivo asociado, pero se diferencian en que mientras en las fobias el estado emotivo es
siempre la angustia, en las obsesiones puede ser cualquier otro, como la duda, el
remordimiento o la cólera.

Por último, no debemos pasar por alto que Freud siempre habla de las fobias y de sus
características en su relación con la angustia, por lo que es imperativo estudiar ambos temas a
la vez.

Referencia Bibliográfica:

Freud, S. (2009). El yo y el ello y otros escritos de metapsicología. Madrid: Alianza


Editorial.

24

Potrebbero piacerti anche