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332 LA COMPARTICIÓN SOCIAL DE LAS EMOCIONES

postulados. Finalmente, en el postulado del valor de sí mismo, la


imagen positiva inflada de la que el individuo se dota consigue redu-
cir aún más su percibida precariedad, aumenta su poder, de modo
que lo tranquiliza en cuanto a su capacidad de control. En suma, los
temas de la previsibilidad y de la capacidad de control de los aconte-
cimientos del mundo impregnan los postulados abstractos sobre los
que reposa la adaptación corriente. Y la actividad simbólica del indi-
viduo apunta continuamente a confirmarlos y a reforzarlos, mientras
que sólo la experiencia de acontecimientos fuera de lo común podrá
invalidarlos.
Pero ¿cuáles son los rasgos de una situación traumática para que
tenga ese impacto específico sobre los postulados que proclaman la
previsibilidad y la capacidad de control del mundo? La variedad y
complejidad de esas situaciones son considerables y el número de
variables en juego en cada una de ellas es muy elevado. Así pues, es
difícil aislar los factores críticos. Además, la ética elemental excluye
la verificación experimental. Mientras que la investigación sobre los
individuos humanos alcanza aquí sus límites, en el estudio del com-
portamiento animal es donde encontramos elementos que dan res-
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puesta a la cuestión planteada.

Equivalentes de los traumas en los animales

En el laboratorio de Yvan Pavlov en Leningrado, se sometió a un


perro a una prueba clásica de aprendizaje discriminatorio. Cuando
se le mostraba un círculo, a continuación se le daba comida y cuando
se le mostraba una elipse, no. Como estaba previsto, el animal apren-
dió rápidamente a discriminar las dos señales. Para añadir interés a
la prueba, en cada ensayo los experimentadores acercaban más la
forma de la elipse a la del círculo. El animal mantuvo los mismos
resultados hasta el momento en que la elipse apenas se distinguía del
círculo. En ese preciso momento, sus respuestas se deterioraron
bruscamente y manifestó trastornos comportamentales espectacula-
res: crisis agudas, ladridos violentos, agresividad, agitación general.
Pavlov (1927) denominó “neurosis experimental” a esas reacciones
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EL IMPACTO DE LAS EXPERIENCIAS TRAUMÁTICAS 333

del todo inhabituales. A continuación, otros investigadores las obser-


varon también en diferentes tipos de animales y en diversos disposi-
tivos (Gantt, 1944; Liddell, 1944, 1956; Maier, 1949; Masserman,
1943; Wolpe, 1952, 1958). Por ejemplo, Masserman (1943) provocó
neurosis experimental en el gato obligando al animal a accionar una
palanca para conseguir su comida, y luego reemplazando ésta por un
chorro de aire. La neurosis experimental es en consecuencia un
hecho perfectamente establecido que se puede provocar en condicio-
nes determinadas. El mismo Pavlov la relacionó con los trastornos
postraumáticos al realizar otra observación. Durante una grave inun-
dación, el personal científico de su laboratorio hubo de evacuar a los
animales con urgencia. Algunos perros presentaron entonces neuro-
sis experimental que dejaron después huellas duraderas. Varios
meses después de los acontecimientos, dice Pavlov (1927), bastaba
un simple chorro de agua en la sala de experimentación para que los
trastornos se manifestaran de nuevo. Para él, era evidente su relación
con lo que en ese época se denominaba neurosis traumática.
Durante mucho tiempo, la causa exacta del desencadenamiento
de la neurosis experimental resultó controvertida. Pero se abrió una
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vía explicativa con las experiencias de Seligman (1975) sobre la impo-


tencia inducida. Seligman creó dispositivos experimentales que alte-
raban ya fuera el carácter previsible, ya fuera el carácter controlable
de los acontecimientos a los que se sometía a los animales. Como en
la neurosis experimental, los animales sometidos a estos dispositivos
dejaban de reaccionar y presentaban intensas manifestaciones emo-
cionales. La alteración de la previsibilidad de los acontecimientos por
ejemplo está instaurada en un dispositivo donde el animal recibe
estimulaciones desagradables que él puede detener mediante una
palanca: una señal anuncia la llegada de la estimulación, que es fiable
en la condición “previsible”, pero no lo es en la condición “imprevisi-
ble” (Seligman, 1968). La alteración del control se obtiene con la
experiencia clásica según la cual dos perros colocados uno al lado del
otro reciben estimulaciones desagradables simultáneamente: uno de
ellos puede interrumpirlas accionando un mecanismo, para el otro,
el mecanismo no funciona (Overmier y Seligman, 1967; Seligman y
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Maier, 1967). Estas experiencias de Seligman inspiraron un punto de


vista nuevo sobre la neurosis experimental. Si se analiza, en efecto un
elemento común une todos los dispositivos en que ésta ha sido obser-
vada: como en las experiencias de Pavlov, acontecimientos importan-
tes de la vida se vuelven imprevisibles o incontrolables o ambas cosas
(Mineka y Kihlstrom, 1978; Thomas y Dewald, 1977). Mineka y Kihls-
trom (1978) agregan que, en toda la literatura, las situaciones de este
tipo son absolutamente las únicas que provocan trastornos de esta
amplitud en los animales. Las manifestaciones de la neurosis experi-
mental parecen pues ser consecuencia de situaciones imprevisibles o
de situaciones incontrolables. No se podrá no obstante separar jamás
claramente estas dos variables ya que una situación incontrolable
implica necesariamente imprevisibilidad.
Cuando el síndrome de estrés postraumático se estableció en la
escena científica (American Psychiatric Association, 1980), muchos
autores percibieron su analogía con la neurosis experimental de los
animales (Kolb, 1987; Van der Kolk, 1987; Van der Kolk, Greenberg,
Boyd y Krystal, 1985). A continuación Foa, Zinbarg y Rothbaum
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(1992) apoyaron este enfoque mostrando que en el animal existe un


equivalente directo de cada una de las cuatro grandes manifestacio-
nes del estrés postraumático. En efecto, las manifestaciones de retor-
no de la vivencia (criterio B) adquieren en el animal la forma de res-
puestas de miedo condicionado; la evitación (primer aspecto del cri-
terio C) se manifiesta en forma de huida; el embotamiento de la sen-
sibilidad (segundo aspecto del criterio C) tiene su equivalente en las
manifestaciones de analgesia; finalmente, el incremento de la activa-
ción (criterio D) se puede medir tanto en el animal como en el ser
humano. Además, al examinar los datos disponibles, Foa y colegas
demostraron que los animales expuestos a situaciones aversivas
incontrolables e imprevisibles desarrollan efectivamente estas cuatro
respuestas. Sin la pretensión de resolver así toda la cuestión, los
autores concluyen no obstante que las dimensiones incontrolable e
imprevisible de las situaciones traumáticas desempañan un impor-
tante papel en la etiología de los trastornos postraumáticos.
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