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SEBIMEX POR EXTENSIÒN

PROFESOR:
SAMUEL MAY SANCHEZ

MATERIA:
PNEUMATOLOGÍA

ENSAYO FINAL;
RESPECTO A UNA PROBLEMÁTICA ECLESIASTICA
EN RELACIÓN DIRECTA CON EL ESPÍRITU SANTO
¿PORQUE NO SOMOS UNA IGLESIA EN AVIVAMIENTO?

ALUMNO:
AMOZ HIDALGO ACOSTA

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¿PORQUE NO SOMOS UNA IGLESIA EN AVIVAMIENTO?

Así ha dicho Jehová: paraos en los caminos y mirad


Y preguntad por las sendas antiguas; cual sea el buen camino
Y andad por él, y hallareis descanso para vuestra alma…/ Jeremías 6:16

Al comprender que la Iglesia de Cristo, y que nuestra Iglesia local a la cual


pertenecemos, es unificada, fortalecida, guiada y equipada por el Espíritu Santo.
Entendemos pues, la inminente necesidad de buscar la cobertura de Dios a través
de su Santo Espíritu en nuestras congregaciones, Cristo prometió que el Espíritu
nos guiaría a toda Verdad y Justicia (Juan 16:13). Además al dar por hecho, que el
mover eclesiástico gira y se mueve en tres direcciones; primero en vertical hacía
arriba, esto es; HACIA DIOS, es decir que la iglesia debe promover una vida
devocional de ayuno, oración, lectura de la Palabra y la adoración genuina en todo
tiempo, de tal forma que nuestra comunión con Dios provoque en nuestra
congregación el avivamiento que nos revitaliza y vivifica como creyentes.
Segundo, HACIA ADENTRO, esto es, que promovamos la comunión unos con
otros, el compañerismo, la sana amistad, el vernos y sentirnos como verdaderos
hermanos fraternales y no tan solo de nombre. Y tercero, HACIA AFUERA, esto
es, pasión por las almas que aún no forman parte de nuestra familia espiritual
cristiana, amor y dedicación intencional al evangelismo, al discipulado integral,
amor al prójimo, como bien lo demanda el gran mandamiento de Dios y a modo de
paráfrasis “En la medida que amemos a nuestro prójimo es la medida en la cual
amamos a Dios” (Mateo 22:36-40) es entonces que surge ésta interrogante, si
somos la Iglesia de Cristo y El Espíritu Santo mora en nosotros ¿Por qué no
somos una Iglesia en Avivamiento?
¿Porque nuestras congregaciones carecen de congruencia entre lo que piensan,
dicen y hacen? Ciertamente algunas predican la santidad legalista que muchas
veces se asemeja al fariseísmo que tanto confrontó Jesús, donde aparentemente
amaban a Dios pero olvidaban el amor al prójimo. Otras más olvidan cultivar la
vida devocional por darle énfasis al compañerismo, a las reuniones de convivios,
pareciendo más un club que una iglesia verdadera. Y la más dolorosa desde mi
punto de vista personal, el escaso y poco crecimiento de las Iglesias, y aquí es
donde me detengo, puesto que a la Iglesia en la cual me congrego actualmente,
(Iglesia de Dios en Raudales Malpaso) a pesar (y vaya que pesa decirlo) de tener
casi los 50 años no ha podido dar una segunda iglesia en este pueblo, ciertamente
se han abierto misiones en pueblos aledaños que ahora son iglesias establecidas,
pero aquí en el pueblo de Malpaso, nuestra Iglesia aunque en determinados
momentos ha intentado dar una iglesia hija, luego se disuelve y todo vuelve a la
normalidad. Mi pregunta a esta problemática es la siguiente: ¿Si somos una
Iglesia de corte pentecostal, ciertamente que enfatiza en su doctrina la

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intervención del Espíritu Santo tanto en la vida particular de cada creyente como
en la vida colectiva de la congregación, entonces, porque no crecemos?
¿Cuáles deben ser los signos vitales de una Iglesia viva? Es necesario volver a
preguntarnos, como bien lo dice la Palabra de Dios, ¿Cuáles eran la sendas
antiguas? ¿Cómo eran las iglesias de los primeros cristianos? Esto sin duda
implica salirnos del confort, detenernos un momento y cuestionarnos a nosotros
mismos, examinarnos, buscar respuestas intencionalmente. ¿Qué tenía la Iglesia
primitiva que no tengamos nosotros? ¿Por qué nos cuesta tanto predicar,
misionar, crecer y madurar espiritualmente? ¿Por qué aun teniendo tanta
información respecto a Dios, parecemos ser una generación muy distanciada de
él? Es sin duda, cada interrogante una invitación abierta del Espíritu de Dios al
redescubrimiento de las Escrituras, una búsqueda que pueda desatar en nosotros
el hambre de hallar el buen camino y de andar por él. Es por ello, que presento las
características de la iglesia de la era apostólica, las cuales encontramos en el libro
de Los hechos, como una iglesia modelo a la cual nosotros podamos imitar, una
iglesia que expresa su fe, esperanza y amor en todo lo que hacían, rogando a
Dios que así como Su Santo Espíritu estuvo con ellos guiando y confirmando el
evangelio, de igual manera pueda estar con nosotros, vivificarnos y revitalizarnos
tanto en lo particular como en lo colectivo.
LA IGLESIA PRIMITIVA SEGÚN HECHOS 2: 41-47
Recibían La Palabra (2:41): El recibir es muestra palpable de una apertura
voluntaria de mente y corazón de parte de los que oían el evangelio, para recibir la
Palabra ciertamente se necesita de la participación activa del Espíritu Santo
(Hechos 16:14) a fin de que aquel que oye pueda entender lo que oye. La
Iluminación es propia del Espíritu Santo obrando en nosotros, pero Lidia
(tomándola como ejemplo) alababa a Dios e intencionalmente dispuso su mente y
corazón para oír el evangelio, y es ahí donde El Espíritu de Dios le abrió el
entendimiento para comprender lo que oía. Este mismo proceso donde
primeramente el hombre actúa disponiendo el corazón y el oído y luego Dios le
abre el entendimiento, es lo que sucedía en la Iglesia en la era de los apóstoles,
ellos recibían la Palabra. En esto descansa el principio bíblico “La fe viene por el
oír” (Romanos 10:7)
Eran Bautizados (2:41): El Bautismo es el primer paso que todo creyente debe
dar después de recibir a Cristo en su corazón. El bautismo de Juan era por
arrepentimiento (Hechos 19:4) Era una prueba física y la primera evidencia pública
de que realmente la persona ha decidido cambiar su estilo de vida, eso era el
bautismo. Un acto público donde los demás atestiguaban dicho evento. Sin
embargo en Jesús, el bautismo tomo un significado más profundo en la vida del
creyente, (Efesios 4:5 / Colosenses 2:12) significaba morir al pecado así como
Cristo murió públicamente en la cruz del Calvario. Ser bautizado era morir así
mismo, y comenzar una vida dependiendo totalmente de Dios (Marcos 16:6). Para

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ellos bautizarse no era un requisito más para pertenecer a una congregación, sino
más bien, era un pacto con Dios, al ser bautizados eran ser sellados con la muerte
y resurrección de Cristo, por eso para ellos como bien dijo Pablo “para mí el vivir
es Cristo y el morir es ganancia” (Filipenses 1:21) a tal punto que muchos de ellos,
no les importó morir a causa del evangelio de Cristo.
Habían nuevos convertidos (2:41); “Y se añadieron aquel día como tres mil
personas” La predicación de Pedro fue contundente, poderosa y eficaz, porque en
cada palabra llevaba el sello del Espíritu de Dios, quien redarguye, quebranta y
provoca en quien oye, hambre de Dios y sed de Justicia (Mateo 5:6). Pedro un
hombre lleno de errores en su pasado, pero aquí lo vemos predicando con la
cobertura de Dios y empoderado por el Espíritu Santo, quien puso en sus labios
un discurso que atraería los corazones a Cristo y aun genuino arrepentimiento. Sin
duda es inminente la participación del Espíritu de Dios en la Iglesia a fin de cumplir
eficazmente con la Gran tarea de evangelización. La Iglesia primitiva lo entendió
justamente en el evento del Pentecostés. Fruto de ello, eran los nuevos
convertidos.
Perseveraban en la doctrina de los apóstoles (2:42); habla de un trabajo en
equipo, de un evangelismo responsable, de un discipulado intencional, de una
persistencia en la enseñanza de doctrina, de una pasión por las almas a fin de
llevarlas a los pies de Cristo, pero no solo provocar en ellos el nuevo nacimiento
sino que también pudieran crecer en su vida espiritual y madurar como creyentes.
Prueba de ello es el liderazgo de los apóstoles quienes cuidaban con recelo de
Dios el enseñar, transmitir y practicar una doctrina pura, guiada por el Espíritu
Santo y predicada por ellos. Perseverar implica abrazar la visión de sus líderes,
en este caso los apóstoles, incluso trae esa connotación de preservarse, cuidarse,
protegerse unos a otros de no caer en un error doctrinal, sino más bien ponerlo
por obra.
Tenían comunión unos con otros (2:42); Ciertamente se llamaban “hermanos”
por ser todos de forma espiritual hijos de Dios por medio de Cristo Jesús, e incluso
por el hecho de que la Iglesia al ser insertada en la promesa de Abraham, todos –
judíos y gentiles- nos convertimos en hijos de Abraham por la fe, que nos une en
nuestro Señor Jesucristo. Sin embargo, ellos no solo se llamaban así sino que la
unidad que había entre ellos les daba ese sentido de pertenencia, esa identidad
espiritual de ser realmente una familia en Cristo, eran hermanos y se comportaban
como tal, haciendo todo en el amor de Dios.
Compartían en el pan (2:42): Una de las expresiones más hermosas del creyente
es poder compartir lo que uno tiene con los demás (Hechos 20:35), y esto era
característico de la Iglesia primitiva, convivían juntos, en la abundancia y en la
escases, compartían el pan. Así como en la última cena del Señor con sus
discípulos (Lucas 22:19) el partimiento del pan simbolizó (y hablo del partimiento
no del pan el cual simboliza a Cristo) la unidad que Dios demandaría de ellos en

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su ministerio después de Su muerte. Pues Jesús ciertamente fue su líder espiritual
estando vivo y luego de su resurrección lo siguió siendo por medio de su Espíritu
Santo, no obstante, ahora los apóstoles pasaron a ser los líderes de la Iglesia, y
de igual forma ellos necesitaban que la Iglesia creciente desarrollará ese mismo
espíritu de unidad. Así como la Iglesia primitiva experimentaba (y aún lo
experimenta la iglesia actual) la presencia de Cristo en la Santa Cena, de igual
forma el Espíritu de Dios se regocija en la sana convivencia y partimiento del pan
de los hijos de Dios, con alegría y sencillez de corazón (Hechos 2:46)
Oraban Juntos (2:42); La comunión de la Iglesia de la era apostólica se
expresaba tanto en el discipulado como en el partimiento del pan, ambas
características son expresiones de una Iglesia sana, sin embargo, para que la
llama del Espíritu Santo reposara sobre ellos en el día del Pentecostés, y para que
el evangelio diera frutos de arrepentimiento a la hora de predicar, fue necesario de
la oración en ellos más que un hábito, un estilo de vida, todo cristiano está llamado
a vivir en oración, pues es la forma de comunicarnos con Dios, expresando con
nuestros labios nuestro amor y devoción a él. El versículo 42 empieza con la
expresión “Y perseveraban” en la doctrina, en el partimiento del pan, pero sobre
todo en la oración. Ellos perseveraban, aquí la clave de un pueblo de Dios guiado
por el Espíritu Santo, pues la oración hizo de ellos una Iglesia dependiente de
Dios, sensible al Espíritu Santo y eficaz en la gran comisión.
Muchas señales y maravillas eran hechas por ellos (2:43): La confirmación de
la promesa de Jesús para su Iglesia, cuando dijo “Y estas señales seguirán a los
que creen” (Marcos 16:15-18) ahora era una realidad en los ministerios de los
apóstoles, una Iglesia vivificada por el Espíritu Santo, una Iglesia empoderada, tal
como lo había dicho Jesús “El que en mi cree, las obras que yo hago, él las hará
también, y aún mayores hará” (Juan 14:12) como dice 1 Corintios 4:20 “Porque el
reino de Dios no consiste en palabras, sino en poder”. Sin duda, la Iglesia primitiva
era más que una institución religiosa (como suele suceder en nuestros días) sino
que más bien era un movimiento pentecostal, dirigido y guiado por El Espíritu de
Dios, la prueba visible de ello, eran las muchas señales y maravillas que eran
hechas por ellos.
Los que habían creído estaban juntos y tenían en común todas las cosas
(2:44); Primero; los que habían creído, los que ya habían sido alcanzados por el
evangelio, los nuevos convertidos ahora tenían algo en común con los demás
creyentes y los apóstoles, “Estaban Juntos”, que importante es la unidad, la
división (dos puntos de vista, dos visiones distintas) la reprueba Jesús “El que no
es conmigo, contra mí es” (Mateo 12:30). Segundo; “Tenían en común todas las
cosas” es decir que no había en ellos sentimiento de egoísmo, sino que la misma
unidad que Dios había puesto en ellos, les dada esa identidad fraternal y esa
imparcialidad, equidad e igualdad que reflejaban en su estilo de vida como
cristianos, cumpliendo así el mandamiento de Jesús “que os améis unos a otros”
(Juan 13:34).
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Vendían sus propiedades y sus bienes (2:45); En una ocasión un joven rico se
acercó a Jesús y le preguntó ¿Qué haré para heredar la vida eterna? A lo que
Jesús respondió, con los mandamientos: “no adulterarás, no matarás, no hurtarás,
no dirás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre”, entonces el joven le
contestó, “todo esto lo he guardado desde mi juventud”. Fue cuando Jesús le
refirió lo siguiente: “Aun te falta una cosa, vende todo lo que tienes y dalo a los
pobres” (Lucas 18:18-22). Sin duda la Iglesia primitiva había entendido el corazón
del gran mandamiento “Amarás al Señor tu Dios…y a tu prójimo como a ti mismo”
(Mateo 22:36-40). Cuando Jesús refirió la parábola del buen samaritano, tocó sin
duda las fibras más profundas de la religiosidad de los fariseos, puesto que tanto
el sacerdote como el levita no fueron movidos a misericordia, mientras que el
pagano, el gentil, fue movido a misericordia en favor de un judío (Lucas 10:25-37).
Cuando Jesús confrontó el egocentrismo y el egoísmo de la religiosidad judía, lo
confrontó con lo que más le dolía a ellos, con lo escrito en la Ley de Dios,
reinterpretándolo frente a ellos, como era posible que decían amar a Dios pero
ese amor no lo reflejaban con el prójimo. Cuando Jesús le dijo al Joven rico
“Vende lo que tienes y dalo a los pobres” en realidad no era un mandamiento
como tal, sino que nos pone a prueba para reflexionar cual es nuestra prioridad
“Porque donde este vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo
6:21). La Iglesia primitiva ciertamente amaba a Dios y ese amor era expresado en
el amor al prójimo.
Repartían según la necesidad de cada uno (2:45); La Iglesia primitiva era una
iglesia desprendida, dadivosa, equitativa, benevolente, altruista, etc. no podemos
pretender ser una Iglesia espiritual sin expresarlo de forma visible a los demás.
Perseveraban unánimes cada día en el templo (2:46); El trabajo misional y
evangelístico de la Iglesia es ciertamente afuera, sin embargo para la Iglesia
primitiva, el reunirse en el templo con los demás hermanos en la fe, consolidaba
primeramente su amor a Dios y segundo, su amor al prójimo. “Alabando a Dios y
teniendo favor con todo el pueblo” (Hechos 2:47) he aquí la congruencia entre lo
que profesaban y lo que hacían, su acto de benevolencia era fruto de su genuina
alabanza a Dios.
Y el Señor añadía a la Iglesia los que habían de ser salvos (2:47); que
hermoso es cuando entendemos que la obra es del Señor, y que ciertamente la
responsabilidad de la gran comisión recae en nuestros hombres como Iglesia de
Cristo, sin embargo quien respalda y dirige la obra de la Iglesia es el Santo
Espíritu de Dios. La Iglesia primitiva es un ejemplo de ello, la sinergia entre la
Iglesia y el Espíritu Santo es necesaria para poder ser relevantes como pueblo de
Dios en estos tiempos, la iglesia de la Era de los apóstoles, lo sabía y es por eso
que la palabra de Dios nos recuerda que la obra es de Dios, “Y el Señor añadía a
la Iglesia los que habían de ser salvos” (Hechos 2:47).

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