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La verdad religiosa.
Un segundo engaño: Buscar en la Biblia todo tipo de verdad e incluso profana.
La Biblia enseña un determinado género de verdad, la verda que Dios ha querido ver
consignada en las Sagradas Escrituras en orden a nuestra Salvación.
Reencontrar el sentido religioso de los que escribieron la Biblia teniendo en cuenta que
entre ellos y nosotros existe un abismo, esto tiene que ver con la crisis racionalista de
los siglos XVIII y XIX.
Al escritor sagrado le interesa el sentido religioso del acontecimiento que relata, el E.S,
le inspira y le impulsa a hacerlo así, en vista a un mensaje que debe comunicarse, una
revelación ordenada a la salvación del hombre.
El E.S, iluminó al hombre a fin de que através de sus escasos conocimiento
manifestaran lo que es esencial; que la luna y el sol son obra de Dios, que el dedo de
Dios esta ahí, poco importan el modo como dan vuelta, poco importa que la tierra sea
redonda o esté apoyada sobre cuatro pilares. Dios no ha querido en su misericordia
elevar su enseñanza a un nivel abstracto e inasimilable; la ha arropado con narraciones
maravillosas llenas de sabor humano.
La inspiracion de Dios ha consistido en dirigir el espiritu del autor hacia lo esencial de
éste mensaje que es el elemento religioso y al mismo tiempo le ha estimulado a
componerlo en un marco literario que haga claro éste mensaje.
Una Verdad que debe descubrirse.
No pensemos que la verdad bíblica se nos da "hecha", como por medio de un dictado,
de esta manera, los autores "privilegiados" no tienen otra cosa que hacer sino transcribir
fielmente lo que les manifiesta su abstracta inspiración. En suma, una especie de ideal
fotográfico... El autor sagrado, guiado por la inspiración, piensa, reflexiona. El profeta
no está desposeído de sí mismo. La Verdad no es algo pre-fabricado que se le dicta,
sino un descubrimiento que hace bajo la luz de Dios.
Así es la revelación, muy diferente al sistema de dictado en que el hombre no es sino
un secretario pasivo. Es un descubrimiento del espíritu humano por el Espíritu divino.
Es como la marcha de un pueblo escogido por Dios hacia una total revelación. Es una
concepción viva, cálida, como de un descubrimiento, mucho mejor que si el hombre
hubiese sido tratado como simple amanuense, sin poder decir nada por sí mismo.
Supone una gran actividad interior de su espíritu. Dios da su verdad interiormente. La
verdad no se halla en el objeto solo. El espíritu del hombre aporta también algo. Y el
conocimiento resulta una auténtica interacción del objeto y la propia personalidad del
escritor, que lo capta y lo re-crea en su interioridad. Así ha procedido la inspiración
divina, según estas leyes legítimas del pensamiento humano.
Este descubrimiento, que hemos dicho hacía el escritor sagrado, supone naturalmente
un progreso, que va adaptándose al espíritu humano. "Para conocer el sentido de los
textos sagrados –dice la Constitución Dei Verbum del Vaticano II (DV 12) es necesario
considerar diligentemente el contenido y la unidad de toda la Escritura".
Hay, pues, en la Biblia una dialéctica. Las verdades de un libro no son las de, otro:
todos ellos se complementan, se enriquecen, se corrigen... y permanecen misteriosos
acercamientos, balbuceos de misterios inexpresables. Por esto la Verdad de Dios está
en toda la Biblia. Dios no habla en un pasaje determinado. Habla en todos ellos, en la
suma de todos ellos.