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INTRODUCCIÓN.
En los últimos años los indicadores mundiales y más específicamente los nacionales
enfrentan una problemática que va en ascenso progresivo, y es que la familia se está
convirtiendo en un sistema informal de cuidados repercutiendo cada vez más sobre la
población productiva denominados “sándwich” por encontrarse entre los grupos etarios de
45 a 60 años. Las causas tienen que ver con el incremento del número de personas
2
dependientes, con una mayor demanda de cuidadores y por otra parte los cambios socio-
demográficos de los familiares donde la mujer ha ingresado al mercado laboral, siendo ésta
en su mayoría la que asume el papel de cuidadores (OMS, 2013).
Los cambios propios del envejecimiento asociados a estilos de vida poco saludables
y generalmente malas condiciones socioeconómicas, llevan al anciano a una situación de
mayor vulnerabilidad de su salud funcional, llegando a producirse pérdida de autonomía en
diferentes grados, situación en la cual el adulto mayor depende de otra persona para
efectuar las actividades de la vida diaria (Espinoza-Méndez, 2009).
El anciano intensifica sus vínculos con la familia cercana, siendo esta la fuente
principal de ajuste sociopsicológico en el proceso de envejecimiento, debido a que es el
medio que ofrece mayores posibilidades de apoyo y seguridad. Con base a lo anterior, la
familia como red social primaria, es esencial en cualquier etapa de la vida, como grupo de
intermediación entre el individuo y la sociedad y constituye un determinante importante
para el cuidado del anciano en el hogar (Crespo López, 2007).
Surge de esta manera la figura del cuidador informal, quien asume el rol de colaborar
en el cumplimiento de las actividades de la vida diaria que el anciano no es capaz de
desarrollar por sí mismo. Esta función de cuidar es asumida, generalmente, por familiares u
otras personas con multiplicidad de roles y sin preparación en el tema, lo que los expone a
sufrir un conjunto de signos y síntomas denominados Sobrecarga (Montorio-Izal, 1998).
Actualmente solo una minoría de las personas que requieren atención relacionada con
la salud mental la reciben, a pesar del sufrimiento que los trastornos causan, la discapacidad
que generan y el impacto emocional y económico que tienen en la familia y en la
comunidad. A esta situación debe agregarse que generalmente los trastornos mentales
afectan en mayor grado a las personas de los estratos socioeconómicos más bajos, para
quienes los servicios son más escasos. En nuestro medio este tema suele ser
desconocidos por la mayoría de los profesionales encargados de brindar salud, quienes
se dedican solo al paciente mientras que el cuidador muchas veces es olvidado
(Senama, 2009) (Flores Valdivia-Arcos Naquira, 2003).
CAPITULO I
EL PROBLEMA
Desde el comienzo del siglo XIX, hasta la segunda mitad del siglo XX la única oferta
de la sociedad y de los especialistas en psiquiatría a los enfermos mentales graves era la
posibilidad de ingresar en centros hospitalarios por períodos de tiempo indefinido. El
conocimiento de los efectos adversos de las hospitalizaciones prolongadas, junto con la
aparición de tratamientos psicofarmacológicos, psicoterapéuticos y psicosociales efectivos
dieron paso a los movimientos de desinstitucionalización y al desarrollo de lo que hoy
conocemos como psiquiatría comunitaria. La responsabilidad de la asistencia cotidiana a
estos pacientes pasó de las instituciones a las familias. Esto puso de moda los conceptos de
funcionamiento y adaptación social junto al de carga de la familia o del cuidador (Dejo
Vásquez M., 2007).
El cuidar a una persona con algún tipo de trastorno mental implica una gran variedad
de actividades y responsabilidades altamente demandantes y estresantes, inclusive en
mayor escala que en los casos de cuidado de pacientes con retardo en el desarrollo, cáncer o
con eventos vasculares cerebrales. Esta carga se intensifica a medida que el paciente avanza
en edad y se elevan sus niveles de dependencia de acuerdo al deterioro fisiológico propio
de los años (Morris R., 2002).
La Organización Venezolana de Adultos Mayores plantea que para los próximos años
la población adulta mayor en este país crecerá 120%, por lo que es necesario comenzar a
preparar planes dirigidos al envejecimiento, para la prevención de enfermedades y para
mejorar la calidad de vida de las personas después de los 60 años de edad. En nuestro país
el síndrome de sobrecarga del cuidador está presente, al igual que en el resto del mundo; a
nivel internacional existen estudios realizados en diferentes instituciones de salud que
evidencian una importante incidencia de patologías en aquellas personas que se
desempeñan como cuidadores primarios de pacientes con distintos trastornos mentales, sin
embargo no existe una casuística establecida a nivel nacional y es un área que requiere aun
de mucha más investigación (Rodríguez-Mármol, 20014).
1.2. OBJETIVOS.
1.3. JUSTIFICACIÓN
Los trastornos mentales tienen un gran impacto sobre los individuos, las familias y
las comunidades. Aproximadamente una de cada cuatro familias tiene al menos un
miembro afectado por una enfermedad mental: estas se ven obligadas no solo a brindar
apoyo, sino también a soportar las consecuencias perjudiciales de la estigmatización y la
discriminación. Aunque no se ha estudiado suficientemente la carga que representa cuidar a
9
un familiar con un trastorno mental, los datos disponibles indican que la misma es
importante (Rodríguez-Khon, 2009).
El cuidado de pacientes con trastorno mental supone mayor estrés que cuidar a uno con
otro tipo de patología física; estos pueden ser variables y generalmente crónicos e imponen
a quien la padece limitaciones que lo llevan a depender de otro, generando en el cuidador
estrés, angustia y depresión entre otras patologías de la esfera mental disminuyendo la
calidad de vida del mismo llegando a perder la capacidad para cuidar a su familiar e
inclusive de sí mismo. Es importante conocer y entender la sobrecarga que llevan los
cuidadores de pacientes con trastornos mentales debido a que nos permitirá contribuir con
un mejor manejo de estos, evitando que el cuidador se convierta posteriormente en
paciente, llegando incluso a estar más enfermo que el que está a su cuidado; de allí que se
justifique la realización de esta investigación (Dejo Vásquez M., 2007) (Rodríguez-Khon,
2009).
.
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CAPITULO II
MARCO TEORICO
Durante los últimos treinta años, a nivel mundial, se ha evidenciado una importante
producción investigativa acerca de los cuidadores, principalmente los de población
geriátrica, por lo que este tema ha constituido una importante línea de estudio en la
psicogeriatría y gerontología (Bello J., 2014).
En el año 1988 Morris publica por primera vez un estudio donde propone factores
emocionales que predisponen en el cuidador de pacientes con demencia, la aparición de un
síndrome dado por desórdenes emocionales y físicos producto de su labor (Morris R.,
2002).
Para el año 2005 la OMS publica la Carta de Bangkok donde se hace énfasis en la
creciente carga que representan las enfermedades crónicas que mayormente afectan a los
adultos mayores haciéndolos dependientes, en particular las cardiopatías, los eventos
vasculo-cerebrales, el cáncer y la diabetes. Esta mayor prevalencia de los pacientes con
enfermedades crónicas representaba para el momento una reestructuración del núcleo
familiar para asistir al paciente dependiente, siendo altamente impactados aquellos
directamente relacionados con su cuidado (Morris R., 2002) (OMS 2005).
amigos para las funciones del cuidado. Además se encontró que la dificultad para la
disponibilidad de apoyo formal a las personas mayores en situación de dependencia en el
medio rural y las condiciones económicas limitadas conducían a la sobrecarga del cuidador
informal resultando en un número relevante de consecuencias físicas, psíquicas, sociales e
incluso económicas que tendrían una clara influencia en su percepción de la salud (Lorenzo
et al, 2014).
Una investigación realizada en Holanda por Cuijperes y Stam analizó una muestra de
164 cuidadores de pacientes con trastornos psiquiátricos distribuidos en 9 centros
comunitarios de salud mental, para estudiar en éstos la presencia de “burn-out”. Se
encontró que el 66,7% eran del género femenino y el 55,3% eran familiares primarios. La
media de edad estuvo en 49,6 años. En ellos encuentran que la culpa como tal y el
cansancio emocional son los factores que predisponen al desarrollo del síndrome de
sobrecarga del cuidador y son éstos los aspectos que deben enfatizarse durante el abordaje
de apoyo psicoeducativo a los cuidadores (Cuijperes-Stam, 2000).
Datos provenientes del continente asiático nos muestran igualmente que el rol del
cuidador lo cumplen principalmente las mujeres quienes en comparación con los
cuidadores de sexo masculino, informaron con más frecuencia que sufrían de síntomas de
falta de bienestar, una disminución de la salud psicosocial y la autoestima (Chiou et al,
2005).
En el año 2007 en China, Chien et al, expusieron la relación existente entre las
características sociodemográficas de cuidadores de familiares con esquizofrenia.
Observaron una correlación positiva entre la edad con la carga del cuidador. Estos autores
explican que cuando el cuidador envejece en China comienza a preocuparse por quien
cuidará en el futuro a su familiar enfermo. Además, a medida que el cuidador envejece
pierde capacidades para cuidar al miembro enfermo. Por otro lado, el cuidador que es más
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joven puede llegar a sentir que en la vida, cuidar de su familiar, tiene un sentido y por lo
tanto no presenta tanta carga (Chien et al, 2007).
En contra de lo anterior existen algunos investigadores como Ribe Buitron, que han
descrito como en otros estudios realizados con individuos norteamericanos se evidencia una
relación inversa entre la carga y la edad del cuidador. En estos, el cuidador joven muestra
niveles elevados de carga debido a los grandes cambios que experimenta en su vida
especialmente en los inicios de la enfermedad mientras que los cuidadores de avanzada
edad presentan unos niveles de carga menores. Esto se explica, de acuerdo al autor, por el
mayor grado de tolerancia y resignación que han podido desarrollar a lo largo de los años
(Ribe Buitron, 2014).
incluso, la falta de conocimiento acerca de los servicios disponibles (Lorenzo et al, 2014)
(Martens-Addington, 2001).
En Latinoamérica los estudios sobre este tema datan de fechas más recientes; por
ejemplo estudios realizados en Colombia en cuidadores de pacientes con enfermedad de
Alzheimer, se ha encontrado que estos, presentan síntomas depresivos, de ansiedad,
sentimientos de culpa e impotencia, aislamiento social y sobrecarga (Cerquera-Granados,
2012).
enfermo y realizaban cuidados día y noche, además el 38% de los pacientes estudiados
presento sobrecarga intensa (Espinoza-Méndez, 2009).
En Costa Rica Steele Britton en el año 2010 investigó la prevalencia del síndrome de
sobrecarga del cuidador en cuidadores informales de pacientes del Hospital Nacional
Psiquiátrico encontrándose que un 57% de los sujetos estudiados presentaron el síndrome
de sobrecarga del cuidador (nivel leve e intenso), el 90% de los cuidadores eran de género
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femenino, con una edad promedio de 53 años. La tercera parte de los cuidadores son
casados, y en su mayoría, con estudios de primaria como grado máximo académico
alcanzado (Steele Britton, 2010).
Por otro lado un estudio publicado por la Universidad de los Andes en el año 2010,
realizado por Velasco Cañas, en el Sector La Plata del Municipio Simón Bolívar del estado
Zulia, determinó que el perfil de salud del cuidador y del anciano estuvo constituido por un
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Dimas y Maita, en 2013, realizaron una investigación cuyo objetivo fue determinar el
desgaste físico, emocional y social que provoca el síndrome del cuidador de pacientes con
cáncer de mama, Unidad Oncológica Virgen del Valle del Complejo Hospitalario
Universitario Ruiz y Páez, Ciudad Bolívar-Venezuela, en el periodo Marzo-Abril 2013.
Utilizaron la “Escala de sobrecarga del cuidador” (Zarit) aplicada a 44 cuidadores;
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obteniendo como resultado que el síndrome del cuidador fue evaluado en 88% (n=44) de
los encuestados, cuyas características fueron: edad comprendida entre 40-45 años (41años),
género femenino predominante, parentesco hijo (a), ocupación ama de casa, 60% (n=30) no
tenía una sobrecarga con respecto al cuidado de su familiar; el resto presento 16% (n=8)
sobrecarga leve, 8% (n=4) sobrecarga moderada y un 4% (n=2) intensa (Dimas-Maita,
2013).
estado civil predominante fue el soltero y unión libre con 34,4%. 53,1% perteneció a
situación de pobreza, 50% de ocupación labores del hogar y 43,8% tuvieron entre 0-1 año
al cuidado del paciente. El 59,4% no presento grado alguno de sobrecarga, mientras que el
12,5% manifestó sobrecarga leve y 9,4% sobrecarga intensa; de estos, en su mayoría
estuvieron ubicados en el grupo etario entre 30-39 años, de sexo femenino, madre de los
pacientes, solteras, casadas o en unión libre; casi en su totalidad pertenecientes a la
situación pobreza y estuvieron entre 0-1 año a cargo del cuidado del paciente. Al evaluar la
presencia de ansiedad y depresión en la muestra, se encontró que 53,6% tenían
predisposición a dichas patologías, presentando sobrecarga leve e intensa en 6,3% (n=2)
para ambas. Resultados similares a otros estudios publicados; así mismo se evidencio
relación significativa con un nivel de certeza del 95% (p< 0,05) entre los grados de
sobrecarga leve e intensa con respecto al nivel socioeconómico, el tiempo de cuidado del
paciente y la presencia de síntomas de ansiedad y depresión (Torres, 2014).
Marcano y Moreno, en 2016, realizaron una investigación cuyo objetivo fue evaluar
el grado de sobrecarga, ansiedad y depresión en cuidadores de pacientes adultos mayores en
la Consulta de Psicogeriatría. Servicio de Psiquiatría. Complejo Hospitalario Universitario
Ruiz y Páez. Febrero 2015-2016. Se encontró que la mayoría de los cuidadores fueron del
género femenino entre 41-55 años de edad con un 50% (n=15). El parentesco predominante
en los cuidadores fue hijo (a) 47% (n=14). 60% (n=18) de la población estudiada eran
casados, de los cuales 11 fueron hijas y 2 hijos. La ocupación más predominante fue del
hogar 63% (n=19), perteneciendo la mayoría al estrato IV 40% (n=12). El tiempo de
cuidado fue mayor a 4 años con un 53% (n=16). Al comparar ambas escalas predomino la
ausencia de carga 60% (n=18) y la combinación de ansiedad y depresión en los cuidadores
40% (n=12) (Marcano–Moreno, 2016).
20
Los motivos por los que se presta ayuda a una persona que lo necesita son muchos,
las normas sociales, la vocación, las necesidades económicas, las creencias personales de lo
que es correcto, el afecto, la culpa y la aprobación social son algunos de ellos. Es frecuente
la creencia de que la motivación personal particular es suficiente para ser un cuidador; que
no es necesaria la formación e información previa salvo en casos de cuidar a personas con
grandes discapacidades; sin embargo, dependiendo de la complejidad y las características
21
El cuidador es un individuo que, por diferentes motivos, llega a dedicar gran parte
de su esfuerzo a permitir que otras personas puedan desenvolverse en su vida diaria,
ayudándoles a adaptarse a las limitaciones de carácter físico, mental, social o funcional que
su enfermedad le impone (Dueñas et al, 2006).
Tipos de cuidador
Los cuidadores se pueden clasificar en dos grupos, primero están los familiares o
personas que son cercanas al paciente y segundo las personas profesionales que no
pertenecen al ámbito familiar del enfermo y que se les remunera por asumir este papel de
cuidador. Sin embargo, en ambos casos los cuidadores requieren de gran esfuerzo para
colaborar con la recuperación y la asistencia del paciente. El cuidado tiene muchas
implicaciones, ya que no solo se observa el padecimiento del paciente, sino que también se
observa la carga de la persona en la cual recae el peso del cuidado (Rivera et al, 2011).
23
Se conoce como cuidador principal o primario del enfermo a la persona que asume la
responsabilidad de atender y cuidar al enfermo diariamente. Es el familiar más cercano,
generalmente cónyuge o hijo (a), que acompaña en el proceso de la enfermedad del
paciente desde el inicio de esta, durante todo el proceso hasta su muerte (Rivera et al, 2011)
(Dueñas et al, 2006).
Durante décadas los cuidadores informales eran la principal y casi única fuente de
apoyo de los mayores dependientes. Lo que ha cambiado en las últimas décadas es la
cantidad de personas que desempeñan el rol de cuidadores, la duración de los cuidados y las
tareas que tienen que desempeñar. El aumento de la esperanza de vida y los avances de la
medicina han hecho que en la actualidad los cuidadores atiendan a sus familiares mayores
dependientes durante una gran cantidad de años, para ello es imperante le sean facilitadas
las estrategias necesarias que le permitan ofrecer calidad de atención a la persona en cuido
como así mismo (Flores-Arcos, 2003).
El cuidador tiene grandes cargas de trabajo tanto objetivas como subjetivas; las
cargas objetivas hacen referencia al tiempo ocupado en el cuidado del enfermo y el
cumplimiento de las demandas debido a la gravedad de las alteraciones a nivel físico,
cognitivo y social del paciente, y las cargas subjetivas a los sentimientos y las percepciones
negativas que el cuidador tiene de su rol (Leal et al, 2008).
La presencia de una persona con enfermedad mental en una familia amenaza con
desestabilizar la vida de todos sus integrantes en múltiples esferas, como lo son las
relaciones interpersonales, conflictos de pareja (conyugales, separaciones caóticas,
divorcios) y la sexualidad; pueden también afectar la formación y el desempeño laboral así
como la capacidad de disfrutar del ocio, actividades intelectuales y recreativas (Palacios-
Liménez, 2008).
El cuidado de una persona con enfermedad mental es una tarea ardua y compleja que
puede llegar a ser abrumadora, especialmente, cuando la respuesta al tratamiento no es la
ideal o bien, la persona presenta limitaciones serias en su funcionamiento diario con el
agravante de que en la mayoría de los casos la enfermedad se torna crónica y la persona
requiere supervisión y cuidado continuamente. Se estima, que en países latinoamericanos,
un 80% de este tipo de personas dependientes vive con sus familiares y el cuidador
principal lo constituye un familiar (Rodríguez-Khon, 2009).
(tensión psicológica y por ejercicio del rol), los mediadores (el afrontamiento y apoyo
social) y finalmente el impacto del estrés sobre la salud del cuidador (Aldana-Guarino,
2012).
En ocasiones, son varios los que asumen esta labor, otras veces, es una sola persona
la que se encarga de todo. Aunque es muy común que sean los familiares los que asuman
el papel de cuidadores, otras veces son amigos o conocidos los que deciden colaborar. En
todos los casos, es necesario que las personas que se hacen cargo de esta responsabilidad no
sólo sepan las formas en que pueden ayudarle, sino que también tienen que aprender a
controlarse, a conocer los límites de sus posibilidades reales para dedicarse al cuidado de
otra persona y a organizarse para hacer más llevadera la situación (Cuijperes-Stam, 2000)
(Palacios-Liménez, 2008).
que se estaba implantando en Gran Bretaña, en aquel tiempo. El interés principal de este
trabajo era conocer cómo afectaba a la familia y a la vida doméstica la convivencia con
estos pacientes (Bastardo-Rivas, 2012).
La respuesta que presentan las familias a este tipo de situaciones, se debe a los
cambios que se generan en las interacciones de cada uno de los miembros en función del
paciente enfermo. Esencialmente se puede mencionar que existen dos patrones de respuesta
opuestos:
De esta manera surge la figura del cuidador principal quien en un principio echa
mano de todos los recursos interiores y exteriores a fin de sobrellevar el cambio y mantener
un equilibrio entre la atención a la persona dependiente y la conservación de la vida y salud
propias. Sin embargo con el paso del tiempo gran parte de los cuidadores no recibe ayuda
de otras personas; por lo cual sus mecanismos de adaptación flejan (Bello J., 2014)
(Fernández Ortega, 2004).
La sobrecarga del cuidador primario es el resultado del estrés crónico producido por
la lucha diaria contra la enfermedad, la monotonía de las tareas y la sensación de falta de
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control, entre otros. Se caracteriza por actitudes y sentimientos negativos hacia el enfermo;
desmotivación, depresión, angustia, trastornos psicosomáticos, fatiga y agotamiento no
ligado al esfuerzo, irritabilidad, despersonalización y deshumanización, comportamientos
estereotipados con ineficiencia en resolver los problemas, agobio continuado con
sentimiento de ser desbordado por la situación, lo cual, finalmente, se traduce en alto nivel
de estrés (Palacios-Liménez, 2008).
La carga familiar se refiere a las consecuencias para el familiar que tiene el estrecho
contacto con pacientes gravemente perturbados, y se define como un concepto
multidimensional que considera la tensión existente en los aspectos emocionales, físicos,
sociales y económicos de la vida de las personas (Rodríguez- Khon, 2009).
Ante las dificultades conceptuales en torno al término “carga”, los investigadores han
distinguido entre carga objetiva y carga subjetiva. Siendo la primera aquella que tiene que
ver con la dedicación al desempeño del rol de cuidador y se relaciona con variables del
paciente y con las características que determinan la demanda de cuidados. A su vez, la
carga subjetiva se ha definido como las actitudes y reacciones emocionales ante la
experiencia de cuidar, y se relaciona con la forma en que se percibe la situación. De tal
modo que la carga es vista como la evaluación o percepción que el cuidador tiene de las
demandas del medio relacionadas con su rol como cuidador y los recursos con los que
cuenta para satisfacer dichas demandas (Rodríguez- Khon, 2009) (Morris et al, 2002).
29
El impacto que la sobrecarga tiene en la vida del cuidador viene determinado por su
propia percepción, no por la percepción de otros familiares. Su máxima expresión clínica es
el síndrome del cuidador quemado (burn-out), que es la progresión de la carga del cuidador,
hasta un punto en el que el que continuar con dicha tarea no es una opción viable o
saludable (Monserrat-Lozano, 2015).
Para el año 1983 Zarit, Reever y Bach diseñaron la entrevista de carga del cuidador
identificando tres componentes principales para identificar el síndrome del cuidador:
impacto del cuidador, carga interpersonal y expectativas de autoeficacia. Su objetivo era
evaluar la percepción que el cuidador tiene de las demandas del medio relacionadas con su
rol como cuidador, y se comprobó que aquellos cuidadores con mayor nivel de carga,
muestran peor auto percepción de salud y mayor probabilidad de tener trastornos
emocionales. Zarit y su grupo de colaboradores consideraron la carga de los cuidadores
como la clave del mantenimiento de las personas con demencia en la comunidad. La
Entrevista sobre la carga del cuidador es probablemente el instrumento más utilizado para
la evaluación de la carga familiar en gerontología. Su estudio marcó el inicio del interés por
los aspectos conceptuales en torno a la noción de carga de los cuidadores de familiares
mayores, su evaluación y su investigación (Zambrano-Ceballos, 2007) (Barrón–Alvarado,
2009).
El proceso de cuidar una persona con enfermedad mental genera estrés crónico y
afecta en mayor o menor medida, la salud mental y física de los cuidadores. En este proceso
son muchos los factores que intervienen, por lo que existe una gran variabilidad en la
capacidad de los cuidadores para hacer frente a esta situación (Steele Britton, 2010).
30
Esta sobrecarga o síndrome del cuidador está influenciada por factores como:
4.
La duración de la situación de la enfermedad, ya que los efectos del estrés son
acumulativos (Leal et al, 2008).
La situación de los cuidadores implica que estos sean capaces de superar dificultades y
presiones, enfrentar el desconocimiento y el miedo al cuidado, aprender a afrontar los
momentos difíciles que se generan producto de la conducta desordenada del enfermo, y de
las situaciones propias del rol, como la monotonía, el aislamiento y la falta de apoyo, pero
no siempre se va a ser capaz de asumir de esta forma el cuidado, por ello, entre otras cosas,
es que se generan efectos negativos en la calidad de vida del cuidador (Cerquera A., Pabón
D., 2014).
Entre los factores que parecen influir en la aparición de efectos negativos en la calidad
de vida del cuidador están los medios empleados para lidiar con el estrés asociado a la
carga del cuidador, es decir, las estrategias de afrontamiento usadas por estos. Las
estrategias de afrontamiento son aquellos esfuerzos cognitivos y conductuales
constantemente cambiantes que se desarrollan para manejar las demandas específicas
externas y/o internas que son evaluadas como excedentes o desbordantes de los recursos del
individuo. Estas estrategias se utilizan para reducir al mínimo el impacto negativo que
producen los estresores sobre su bienestar psicológico, es decir, “la carga” del cuidador
(García F, et al, 2016).
31
CAPITULO III
MARCO METODOLOGICO
descriptiva ya que trabaja sobre realidades concretas para derivar deducciones sobre los
nexos entre la causa y el efecto que orientan a la presentación de soluciones. Es de tipo
proyectiva debido a que consiste en la elaboración de un modelo, como solución a un
problema o necesidad de tipo práctico, ya sea de un grupo social, o de una institución, en
un área particular del conocimiento, a partir de un diagnóstico preciso de las necesidades
del momento los procesos explicativos o generadores involucrados y las tendencias futuras.
Cuantitativa pues es objetiva y con cifras puntuales derivadas de las ciencias naturales. El
diseño de campo permite al investigador recolectar la información en el propio lugar donde
se suscitan los hechos, además de permitir el contacto directo con los protagonistas de los
mismos. Por su parte el diseño no experimental implica que el investigador se limita a
observar los acontecimientos sin intervenir en el desarrollo de los mismos, ni manipular los
resultados. Es de corte transversal ya que fue realizado en una población específica en un
periodo de tiempo único (Abramson, 1990) (Hurtado, 2000).
3.2.1 Universo
3.2.2. Muestra
35
3.3.1. Inclusión
3.3.2. Exclusión
3.4. Variables.
1. Edad (años).
2. Sexo.
3. Nivel socioeconómico.
36
VARIABLES OPERACIONALIZACION 4. P
Edad (años)* 18-29 arentesco.
30-39
40-49
5. T
50-59
iempo de
60 o más
cuidado
(años).
6. R
azones
para ser
cuidador.
7. Nivel de sobrecarga.
37
(Nivel de sobrecarga)
Sin sobrecarga ≤ 46
Sobrecarga leve 47 a 55
Sobrecarga intensa ≥ 56
38
*Lara Palomino G., González Pedraza A., 2008. ** Bauce G., Cordoba M., 2010.
***Breinbauer H., Vasquez et al 2009.
escala que consta de 0 (nunca), 1 (rara vez), 2 (algunas veces), 3 (bastantes veces) y 4 (casi
siempre). Las puntuaciones obtenidas en cada ítem se suman, y la puntuación final
representa el grado de sobrecarga del cuidador. Por tanto, la puntuación global oscila entre
0 y 88 puntos.
≤ 46 no sobrecarga
47 a 55: sobrecarga leve
≥ 56: sobrecarga intensa (Breinbauer, et al., 2009).
CAPÍTULO IV
RESULTADOS
Tabla N° 1
Sexo
Masculino Femenino Total
Grupo etario
n % N % n %
(años)
18-29 1 2,44% 3 7,32% 4 9,76%
con 60 años o más y el 21,95% (n=9) entre 40 y 49 años. El grupo predominante estuvo
conformado por mujeres de 50 años en adelante 43,90% (n=18). Mediante la prueba Chi
cuadrado y V de Cramer se determinó que no existe relación estadísticamente significativa
entre la edad y el sexo de los cuidadores primarios.
43
Tabla N°2
Estrato socioeconómico
II III IV V
Sexo Sexo Sexo Sexo
Total
M F M F M F M F
Edad
(años) N % N % n % n % N % N % n % n % n %
18-29 1 2,4% 2 4,9% - - 1 2,4% - - - - - - - - 4 9,8%
30-39 - - 1 2,4% 1 2,4% 1 2,4% 1 2,4% 3 7,3% - - - - 7 17,1%
40-49 - - 1 2,4% - - 3 7,3% 1 2,4% 2 4,9% - - 2 4,9% 9 22,0%
50-59 1 2,4% - - - - 6 14,6% - - 3 7,3% 1 2,4% - - 11 26,8%
≥ 60 - - 1 2,4% 1 2,4% 3 7,3% - - 5 12,2% - - - - 10 24,4%
Total 2 4,9% 5 12,2% 2 4,9% 14 34,1% 2 4,9% 13 31,7% 1 2,4% 2 4,9% 41 100%
M: Masculino. F: Femenino.
Estrato socioeconómico II: X2=4,557, p=0,336 (no significativo). V=0,730, p=0,443 (no significativo).
Estrato socioeconómico III: X2=4,785, p=0,31 (no significativo). V=0,535, p=0,334 (no significativo).
Estrato socioeconómico IV: X2=3,462, p=0,326 (no significativo). V=0,427, p=0,433 (no significativo).
Estrato socioeconómico V: X2=0,188, p=0,665 (no significativo). V=1, p=0,083 (no significativo).
Tabla N° 3
Nivel de sobrecarga
Sobrecarga
Sin sobrecarga Sobrecarga leve
intensa
Sexo Sexo Sexo
M F M F M F Total
Edad
(años) N % n % n % n % n % n % n %
18-29 1 2,4% - - - - 1 2,4% - - 2 4,9% 4 9,8%
30-39 1 2,4% - - 1 2,4% 2 4,9% - - 3 7,3% 7 17,1%
40-49 - - 2 4,9% - - 3 7,3% 1 2,4% 3 7,3% 9 22,0%
50-59 1 2,4% 2 4,9% 1 2,4% 2 4,9% - - 5 12,2% 11 26,8%
≥ 60 1 2,4% 2 4,9% - - 5 12,2% - - 2 4,9% 10 24,4%
Total 4 9,8% 6 14,6% 2 4,9% 13 31,7% 1 2,4% 15 36,6% 41 100%
M: Masculino. F: Femenino.
Sin sobrecarga: X2=5,822, p=0,213 (no significativo). V=0,667, p=0,349 (no significativo).
Sobrecarga leve: X2=4,142, p=0,387 (no significativo). V=0,480, p=0,484 (no significativo).
Sobrecarga intensa: X2=2,983, p=0,561 (no significativo). V=0,447, p=0,525 (no significativo).
Tabla N° 4
Asociación de cuidadores primarios informales según edad, nivel socioeconómico y nivel de sobrecarga. Consulta de
Psicogeriatría. Servicio de Psiquiatría. Complejo Hospitalario Universitario Ruiz y Páez. Ciudad Bolívar. Enero–Julio 2015.
Estrato socioeconómico
II III IV V
Nivel de sobrecarga Nivel de sobrecarga Nivel de sobrecarga Nivel de sobrecarga
NS SL SI NS SL SI NS SL SI NS SL SI Total
Edad
(años) n % n % n % n % n % N % n % n % n % n % n % n % n %
40-49 1 2,4% - - - - 1 2,4% 1 2,4% 1 2,4% - - 1 2,4% 2 4,9% - - 1 2,4% 1 2,4% 9 22,0%
Total 2 4,9% 4 9,8% 1 2,4% 5 12,2% 5 12,2% 6 14,6% 2 4,9% 5 12,2% 8 19,5% 1 2,4% 1 2,4% 1 2,4% 41 100%
Estrato socioeconómico II: X2=6,788, p=0,56 (no significativo). V=0,645, p=0,666 (no significativo).
Estrato socioeconómico III: X2=4,168, p=0,842 (no significativo). V=0,323, p=0,912 (no significativo).
Estrato socioeconómico IV: X2=7,464, p=0,28 (no significativo). V=0,443, p=0,434 (no significativo).
Estrato socioeconómico V: X2=3,819, p=0,148 (no significativo). V=1, p=0,223 (no significativo).
46
Tabla N° 5
Relación de cuidadores primarios informales según edad, parentesco y nivel de sobrecarga. Consulta de Psicogeriatría del
Servicio de Psiquiatría. Complejo Hospitalario Universitario Ruiz y Páez. Ciudad Bolívar. Enero–Julio 2015.
Parentesco
Hija Hijo Hermano(a) Conyugue Otros
Nivel de sobrecarga Nivel de sobrecarga Nivel de sobrecarga Nivel de sobrecarga Nivel de sobrecarga
Total
NS SL SI NS SL SI NS SL SI NS SL SI NS SL SI
Edad
n % n % n % n % n % n % n % n % n % n % n % n % n % n % n % n %
(años)
18-29 - - - - 1 2,4% 1 2,4% - - - - - - 1 2,4% - - - - - - - - - - - - 1 2,4% 4 9,8%
Total 2 4,9% 3 7,3% 11 26,8% 3 7,3% 2 4,9% 1 2,4% 2 4,9% 4 9,8% - - 3 7,3% 4 9,8% 2 4,9% - - 2 4,9% 2 4,9% 41 100%
El parentesco más numeroso de cuidadores con sobrecarga intensa resultaron ser las
hijas con un 26,8% (n=11), la mayoría 9,8% (n=4) entre 50 y 59 años. En el caso de los
hermano(a) y conyugue, la mayor parte de ellos presentaron una sobrecarga leve de 9,8%
(n=4) para cada uno; encontrándose ambos en el intervalo de 60 años o más, con 4,9%
(n=2) y 7,3% (n=3) respectivamente. En cuanto a los hijos, hubo mayor ausencia de carga
7,3% (n=3) que de sobrecarga leve e intensa, entre 18 – 39 años y 50 – 59. Mientras que
otros cuidadores presentaron 4,9% (n=2) tanto para la leve como para la intensa; de 30 - 49
años para la primera y 18 – 29 y 40 – 49 para la segunda. Los hermanos fueron los únicos
que no reportaron sobrecarga intensa. La no sobrecarga fue más evidente en hijos y
conyugues con 7,3% (n=3) en ambos. No se encontró relación estadísticamente
significativa.
49
Tabla N° 6
Distribución de cuidadores primarios informales según tiempo de cuidado, nivel socioeconómico y nivel de sobrecarga.
Consulta de Psicogeriatría. Servicio de Psiquiatría. Complejo Hospitalario Universitario Ruiz y Páez. Ciudad Bolívar. Enero-
Julio 2015.
Estrato socioeconómico
II III IV V
Tiempo
Nivel de sobrecarga Nivel de sobrecarga Nivel de sobrecarga Nivel de sobrecarga
de
cuidado NS SL SI NS SL SI NS SL SI NS SL SI
Total
(años) n % N % N % N % n % n % N % N % n % n % n % n %
1a5 2 4,9% 1 2,4% 1 2,4% 3 7,3% 2 4,9% 2 4,9% 1 2,4% 1 2,4% 2 4,9% - - - - - - 15 36,6%
Total 2 4,9% 4 9,8% 1 2,4% 5 12,2% 5 12,2% 6 14,6% 2 4,9% 5 12,2% 8 19,5% 1 2,4% 1 2,4% 1 2,4% 41 100%
Estrato socioeconómico II: X2=5,062, p=0,281 (no significativo). V=0,53, p=0,415 (no significativo).
Estrato socioeconómico III: X2=2,925, p=0,571 (no significativo). V=0,258, p=0,711 (no significativo).
Estrato socioeconómico IV: X2=3,104, p=0,796 (no significativo). V=0,278, p=0,889 (no significativo).
Estrato socioeconómico V: X2=3,819, p=0,148 (no significativo). V=1, p=0,223 (no significativo).
50
Tabla N° 7
En relación a la razón para ser cuidador, la “obligación” fue la que presentó mayor
número de cuidadores, con un nivel de sobrecarga intensa de 22% (n=9), de ellos, la
mayoría 7,3% (n=3), tenían entre 50 y 59 años. Para el “deber moral”, predomino la carga
leve 17,1% (n=7) y de ellos, la mayoría tenían ≥ 60 años 7,3% (n=3). En el caso del
“afecto” fue más evidente la no sobrecarga 12,2% (n=5), seguida de la carga leve 7,3%
(n=3), ambas en ≥ 60 años, y por último la intensa en cuidadores entre 18 a 39 años 4,9%
(n=2). No se encontró evidencia estadística significativa entre estas variables.
52
Tabla N° 8
Relación de cuidadores primarios informales según parentesco, razones para ser cuidador y nivel de sobrecarga. Consulta de
Psicogeriatría. Servicio de Psiquiatría. Complejo Hospitalario Universitario Ruiz y Páez. Ciudad Bolívar. Enero –Julio 2015.
Total 2 4,9% 5 12,2% 9 22,0% 3 7,3% 7 17,1% 5 12,2% 5 12,2% 3 7,3% 2 4,9% 41 100%
DISCUSIÓN
ubicaron en el grupo etario de 41 a 55 años con un 50% (n=15) y que predominaron como
cuidadores las mujeres 77% (n=23) vs 23% los hombres (n=7); datos que se asemejan a los
encontrados en nuestro estudio. No existe significancia estadística entre las variables.
el de Velasco Caña (2010) en Mérida, donde el 37,5% de los cuidadores familiares de los
ancianos no presentaron sobrecarga, mientras que el 31,25% de ellos manifestó signos y
síntomas de sobrecarga leve así como de sobrecarga intensa. En los resultados encontrados
por Jiménez et al (2015) en cuidadores de pacientes con cáncer de mama predomino la
sobrecarga leve con 26,39%. Por otro lado Marcano y Moreno (2016) reportaron en
cuidadores de pacientes adultos mayores solo un 17% (n=5) con sobrecarga intensa, 23%
(n=7) con sobrecarga leve y 60% (n=18) sin sobrecarga. Nuestros resultados se asemejan a
importantes estudios internacionales aunque cabe destacar que la prevalencia de sobrecarga
en estudios venezolanos es menor. Por otra parte, algunos estudios avalan una relación
existente entre el sexo femenino y el nivel de sobrecarga del cuidador como: Zambrano-
Ceballos (2007) donde demuestran que siendo la mujer quien principalmente se encarga de
proporcionar el cuidado al paciente, es esta la más afectada por el estrés que genera el
cuidado y por ende tiene mayor nivel de sobrecarga. Monserrat-Muñoz et al (2015)
encontraron en cuidadores de pacientes geriátricos hospitalizados, que el 55% de las
mujeres presentaron sobrecarga en contraste con el 66,7% de los hombres que integraron el
grupo de cuidadores sin sobrecarga. Según Lorenzo et al (2014) quienes encontraron
mayor nivel de sobrecarga predominantemente en mujeres refiere que estas estarían en
desventaja respecto a los cuidadores hombres ya que estos percibirían más ayuda de sus
familiares y amigos para las funciones del cuidado. Es de tomar en cuenta que la proporción
del nivel de sobrecarga en mujeres encontrado en este estudio está directamente relacionada
con la muestra ya que la mayoría de los encuestados eran predominantemente de género
femenino. No existe significancia estadística entre las variables.
en el estrato socioeconómico III con 39% (n=16), de estos 14,6% (n=6) tuvieron sobrecarga
intensa; seguido del estrato IV con 36,6% (n=15), encontrándose 19,5% (n=8) con carga
intensa. El mayor número de pacientes con sobrecarga leve se ubicó en los niveles III y IV
con 12,2% en ambos (n=5). Comparando nuestros resultados con investigaciones anteriores
encontramos que Lorenzo et al (2014) en España evidenciaron que las condiciones
económicas limitadas conducían a la sobrecarga del cuidador informal resultando en un
número relevante de consecuencias físicas, psíquicas, sociales e incluso económicas que
tendrían una clara influencia en su percepción de la salud. En la misma línea de
investigación Chien W et al, 2007 en China encontraron que la puntuación de la carga de
los cuidadores se correlacionó negativamente con sus ingresos familiares. En este caso
familias con menor nivel socioeconómico experimentaron un mayor nivel de carga. Más
cerca, en Venezuela, Marcano y Moreno (2016) demostraron en su estudio que los
cuidadores con sobrecarga leve se encontraron en el estrato II y III por igual, con valores de
7% (n= 2) para cada uno. La carga intensa se manifestó en el estrato III con 10% (n=3). No
existe significancia estadística entre las variables.
hijos y 6,94% de las madres y conyugues presentaron sobrecarga leve; además 12,5 % de
los hijos manifestaron sobrecarga intensa (siendo el valor más elevado para este nivel de
sobrecarga). Todos estos datos se asemejan a los obtenidos en nuestro estudio, sin embargo
no se encontró evidencia estadísticamente significativa entre las variables.
al “afecto”, pero si carga leve para la “obligación” y “deber moral”, con 2,4% (n=1) y 7,3%
(n=3) respectivamente. Los conyugues reportaron sobrecarga intensa 4,9% (n=2) para la
“obligación” e igual valor para carga leve tanto para el “deber moral” como para el
“afecto”. El mayor nivel de sobrecarga intensa se observó en la “obligación” como razón
para ser cuidador 22,0% (n=9); y el menor fue para el “afecto” 4,9% (n=2). La “obligación”
39,1% (n=16) según nuestros resultados fue la principal razón para ser cuidador, seguida
del “deber moral” 36,6% (n=15) y por último el “afecto” 24,4% (n=10). Al aplicar la
prueba Chi cuadrado y V de Cramer, se encontró una relación de dependencia entre el
deber moral como razón de ser cuidador, los niveles de sobrecarga y el parentesco. En
investigaciones anteriores como la de Cuijperes-Stam, (2000), realizada en Holanda, se
encontró que la culpa y el cansancio emocional son los factores que predisponen al
desarrollo del síndrome de sobrecarga del cuidador. Siendo por tanto la culpa una gran
generadora del “deber moral” como razón de ser cuidador. Lara Palomino et al (2008)
evidenciaron en su estudio que la principal razón para ser cuidador primario fue deber
moral con un 70% seguido del afecto con un 23,3%.
CAPITULO V
CONCLUSIONES
RECOMENDACIONES
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
Chiou, CJ; Chen, IP; Wang, HH. 2005. The health status of family caregivers in
Taiwan: an analysis of gender differences. Int J Geriatr Psychiatry. 20 (9): 821-826 [En
línea]. Disponible: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/16116570 [Enero2016].
Dimas, I.; Maita, M. 2013. Desgaste físico, emocional y social que provoca el
síndrome del cuidador de pacientes con cáncer de mama “Hospital Virgen del Valle”,
Ciudad Bolívar, Estado Bolívar. Marzo-Abril. 2013. Tesis de Grado. Departamento de
Salud Mental. Esc. De Ciencias de la Salud “Dr. Francisco Battistini”. Núcleo Bolívar.
Universidad de Oriente. pp. 21-36. (Multígrafo).
Dueñas, E., Martínez, M; Morales, B. y col. 2006. Síndrome del cuidador en adultos
mayores discapacitados y sus implicaciones psicosociales. Rev Colombia Médica. 37 (1):
31-38. [En línea]. Disponible: http://www.redalyc.org/pdf/283/28337906.pdf [Agosto
2015].
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los cuidadores informales de adultos mayores dependientes, en control en el consultorio
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http://www.redalyc.org/pdf/806/80615418005.pdf [Octubre2016].
73
APENDICES
74
APENDICE A
UNIVERSIDAD DE ORIENTE
NUCLEO BOLIVAR
COORDINACION DE POSTGRADO EN PSIQUIATRÍA
DEPARTAMENTO DE SALUD MENTAL
18-29 años
30.39años
40-49años
50-59años
60 y mas
b)Sexo: Masc_______ Fem________
1 a 5 años
6 a 10 años
11 a 15 años
16 años o más.
APENDICE B
UNIVERSIDAD DE ORIENTE
NUCLEO BOLIVAR
COORDINACION DE POSTGRADO EN PSIQUIATRÍA
DEPARTAMENTO DE SALUD MENTAL
CONSENTIMIENTO INFORMADO.
______________
Firma
76
APENDICE C
APENDICE D
GRAFFAR MODIFICADO