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Monseñor Leonidas Proaño y su legado educativo, a los 26 años de su

fallecimiento
Nunca se debe olvidar la figura del "obispo de los pobres" y sobre todo su palabra; tampoco su poncho y
sombrero, su actitud serena, abierta y sencilla. Hoy al celebrar el vigésimo octavo aniversario de fundación
de nuestra escuela, es más que merecido rendir un tributo al ilustre ecuatoriano que le da nombre a
nuestra institución: al monseñor Leonidas Proaño
Que después de 31 años de su fallecimiento sigue siendo un referente, no solo para los indígenas sino
para la comunidad nacional.
Sus enseñanzas están vigentes. Desde la ciudad que lo acogió como propia veía a los indios de poncho
rojo conformaban el paisaje humano, especialmente los días de feria, cuando llegaban a la ciudad.
Eran los hijos predilectos de un monseñor de origen imbabureño, quien en la década de los sesenta llegó
a Riobamba y se quedó para siempre: en el corazón de los riobambeños.
Riobamba en esos años giraba alrededor del ferrocarril. Ubicada en la llanura de Tapi, su vida era
relativamente tranquila. Su sonrisa franca cautivó a la ciudadanía. Fue nombrado obispo de la ciudad por
Roma. Desde siempre los indígenas han sido el rostro de la pobreza y Riobamba daba cobijo a gente que
se dedicaba a la agricultura, el comercio y una burocracia incipiente.
Poco a poco el nuevo obispo comenzó a descubrir la verdadera realidad de la mayoría de la comarca: el
indigenado. En efecto, nada era tan visible como las ferias semanales cuando la ciudad se vestía de rojo -
por los ponchos- de miles de indígenas que bajaban de los páramos a intercambiar productos y animales.
El obispo Proaño descubrió lo que para algunos era folclore o, simplemente, la vida diaria de la Sultana de
los Andes": el rostro de la pobreza extrema de miles de personas que vivían en situaciones de calamidad,
exclusión, abandono e ignorancia.
"Hay que ayudar a liberar a nuestros hermanos. El evangelio de Cristo es liberador" decía el monseñor en
sus homilías. Y el primer paso de monseñor Proaño en 1962 fue la educación.
Creó las Escuelas Radiofónicas Populares del Ecuador, que todavía subsisten. La idea fue que los
indígenas aprendan a leer, escribir y hacer cuentas. En otros términos, el objetivo central que Proaño
alcanzó fue democratizar la palabra y visibilizar las demandas de las comunidades que habían sido
excluidas por siglos.
Esta acción comprometida con los pobres constituyó, un alineamiento político y pastoral, diferente de la
línea tradicional de la Iglesia del Ecuador, que le deparó reconocimientos internacionales y muchos
sufrimientos, llamadas de atención y persecuciones.
"Es que el evangelio es vida y no simples enunciados", afirmaba el pastor. Profeta y escritor, el monseñor
Leonidas Proaño tenía fuerzas para subir a los páramos, evangelizar a los indígenas, organizarlos y
solidarizarse con los grupos y comunidades de base, que surgían en el centro del país.
La Fundación "Desarrollo Social" nació para continuar la misión del profeta y sacerdote, y otros
movimientos y cooperativas que se auto convocaron a través de la radio, en el primer levantamiento
indígena ocurrido en 1990.
Pero Proaño también se dio tiempo para escribir. Una de las obras más bellas salidas de su pluma fue
"Rupito", la historia de un niño que llegó a cumplir sus sueños.
Hace 31 años cerró sus ojos para siempre.
No obstante, su legado sigue perenne en la memoria colectiva. La inclusión de los indígenas en la vida
nacional, su acceso a la educación y el cambio de nivel de conciencia del indigenado, hasta la conciencia
crítica, es el resultado de la extraordinaria obra del "obispo de los indios".
El Ecuador profundo tiene una deuda con Proaño.

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