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ISP N° 3 "Eduardo Lafferriere" - Villa Constitución Traductorado de Inglés/Profesorado de Historia

Práctica de la traducción especializada Prof.: Alejandra Garrini


Historia Mundial I (Cercano Oriente y Egipto) Prof.: Leticia Rovira
Traducción para uso interno de cátedra: Yanina Homs, Camila Malespina, Florencia Speranza, 2016

El Descubrimiento de Verdades: Nacionalismo, la Práctica de


la Arqueología y la Reconstrucción del Pasado y Presente en
el Jerusalén Contemporáneo.
NADlA ABU EL-HAJ- Universidad de Chicago

En enero de 1992, Albert Glock, un arqueólogo bíblico americano que en esa época era
director del Instituto Palestino de Arqueología en la universidad de BirZeit, fue asesinado. Este
hecho tuvo todas las marcas de un “ataque profesional”. De acuerdo al diario Jerusalem Post
(1992), Glock fue sorprendido por un hombre enmascarado que le disparó cerca de la casa de su
asistente de investigación.
El asesinato de Glock generó muchos rumores en la sociedad palestina, en el área entre
Jerusalén y Ramala, acerca de quién lo había matado y por qué. Según un conjunto de relatos, los
israelitas habían sido los encargados de cometer este acto. En un contexto donde la presencia y
vigilancia militar de Israel eran generalizadas había circunstancias “sospechosas” acerca del
asesinato: aunque la milicia fue informada inmediatamente, le tomó horas a los soldados llegar al
lugar; y, en una carretera de una sola dirección, el atacante logró escapar. Mientras que la
explicación más común se relacionaba con el escenario macro político, el rumor que más llamó mi
atención fue mucho menos predecible. Según el relato, Glock fue asesinado debido a los
descubrimientos que había logrado en su trabajo profesional como arqueólogo. Mientras excavaba
cerca de la ciudad de Nablus, encontró “algo” que debilitaba la historiografía del antiguo Jerusalén.
Ninguna de las personas que me contaron esta historia pudo decirme qué fue exactamente lo que
encontró; lo que él refutó nunca se logró aclarar. Sin embargo, el poder de un descubrimiento que
pueda alterar la historiografía israelita de Jerusalén fue interpretado como razón suficiente para su
asesinato. 1
Comienzo con esta historia porque está redactada en los términos de argumentos en curso
sobre “arqueología” y su “política” entre los intelectuales israelitas y palestinos, que están
involucrados o en contacto con la práctica de la arqueología en estos países. Normalmente, estas
disputas son argumentos acerca de la verdad y la mentira: un lado culpa al otro de “inventar”, es
decir, ignorar información y tergiversar o interpretar mal otros datos. Es un conflicto que enfrenta
una visión nacionalista con otra, marcando la oposición entre una ciencia “buena” y “mala”, entre
métodos y propósitos “objetivos” y “politizados” (es decir, nacionalistas)2. Se desarrolló por el
hecho de que las prácticas arqueológicas judías/israelitas, especialmente durante las primeras
décadas (1940s-60s), han sido reconocidas generalmente, por sus defensores como también por

Centrándome en las prácticas arqueológicas de Israel en la Ciudad Vieja de Jerusalén y


la construcción del nuevo Barrio Judío (después de 1967), sitúo al trabajo de la
arqueología dentro de una red más amplia de instituciones y prácticas, argumentando
que una vez que reconozcamos que la arqueología produce objetos tangibles, su poder
potencial como conocimiento y como ciencia será más evidente. Al examinar un caso
particular en la práctica científica y su rol en procesos de producción cultural y
transformación espacial, espero plantear preguntas a grandes rasgos sobre la mejor
manera de explicar cómo el saber (científico) puede, en efecto, ayudar a crear
realidades culturales y políticas innovadoras y a producir regímenes específicos de
gobierno.[Arqueología, ciencia, cultura material, colonialismo, nacionalismo, Israel]

166 american ethnologist


ISP N° 3 "Eduardo Lafferriere" - Villa Constitución Traductorado de Inglés/Profesorado de Historia
Práctica de la traducción especializada Prof.: Alejandra Garrini
Historia Mundial I (Cercano Oriente y Egipto) Prof.: Leticia Rovira

American Ethnologist 25 (2): 166-188. Copyright ©, American Anthropological Association

sus críticos, como prácticas académicas y políticas fundamentales para el colonialismo-


nacionalismo moderno judío y la construcción del estado-nación israelita.
En este artículo analizo un grupo particular de excavaciones, realizadas en la Ciudad Vieja de
Jerusalén luego de la Guerra de 1967, para demostrar las maneras más complejas en las que la
arqueología estaba (y está) involucrada con el proyecto colonial-nacionalista de los judíos en
Palestina y luego en Israel y los Territorios Ocupados. En lugar de enfrentarme a un argumento
sobre la verdad y la mentira, me centro en las maneras en que la práctica de la arqueología fue
esencial para "el trabajo de reorganizar la realidad misma" (Sturdy 1991:167), al recrear un lugar
particular (en esta ocasión, el nuevo Barrio Judío) como una parte fundamental para la nación
judía. Uso este caso práctico como una perspectiva desde el cual comento más ampliamente los
trabajos de la ciencia en procesos de producción cultural investigando las prácticas y los contextos
por los que distintas formas y personificaciones del conocimiento pueden crear fantasías
nacionales, realizar proyectos coloniales, y convertirse en los términos y símbolos por los que se
libran los problemas del presente. Haciendo esto, espero plantear preguntas no solo acerca del
enfoque por el cual el poder transformador de esta situación particular de la práctica científica
puede ser analizado y demostrado de la mejor manera, pero también más ampliamente, acerca de
un análisis sobre cualquier disciplina académica en la medida que es constitutivo de las fantasías
coloniales y nacionalistas y regímenes del gobierno.
El enfoque de este artículo difiere de estudios de política e historias de distintas tradiciones
arqueológicas hasta la fecha. Al destacar narraciones históricas, debates académicos, o
interpretaciones de monumentos o restos específicos, se tiende a rastrear las maneras en que la
arqueología ha reflejado o ha sido incorporada y usada para validar y, a veces desafiar, a la visión
cultural predominante y a los órdenes socioeconómicos y políticos (véase, p. ej., Arnold 1990;
Dietler 1994; Hall 1984; Kohl y Fawcett 1995; Kuklick 1991; Marchand 1996; Silberman 1989;
Trigger 1989). Por el contrario, me centro en la función de la práctica arqueológica para
transformar realidades existentes, y lo logro al concentrarme en la nueva cultura material obtenida
en esta práctica. Es gracias a (la obtención de) esta cultura material, quiero insistir, que debemos
prestar mucha atención si queremos entender las reglas disciplinarias y las dinámicas que guían a
los arqueólogos en su trabajo, y, el poder de la arqueología para recrear mundos culturales,
políticos y físicos contemporáneos.3
En el nivel más sencillo del análisis, argumentar que una tradición arqueológica está arraigada
a un proyecto nacionalista es afirmar que tiene un enfoque cronológico en la práctica y el debate
disciplinario. Seguir la lógica del argumento sobre “qué” arqueología (israelita o palestina) es
verdaderamente nacionalista, es sostener que los arqueólogos se centran en eras de
"ascendencia nacional" y "gloria" del pasado prehistórico o medieval en relación con cómo es
imaginado el presente de la nación (véase, por ejemplo, Silberman 1989; Trigger 1989). Sin
embargo, este énfasis en la cronología, es la forma más básica en que las tradiciones
arqueológicas pueden ser vistas como “nacionalistas”. Como demuestro a través de un estudio
sobre estas excavaciones en Jerusalén, la política nacionalista de la disciplina va mucho más allá
de la búsqueda de una herencia nacional judía a expensas de otros pasados en registros
históricos. Hay veces que “otros” restos son producidos, registrados y preservados, restos que son
clasificados como la herencia de alguien más. En otras palabras, existe un razonamiento para
clasificar al pasado como herencia, que sobrepasa al más específico compromiso de ver partes
de éste como el patrimonio de la nueva nación judía.4 Además, hay una lógica historiográfica que
informa a la práctica disciplinaria que trasciende la búsqueda de un pasado nacional particular.
Los arqueólogos en su trabajo se guían por una concepción previa acerca de qué es la historia- de
los eventos significativos de los que está hecha y de los descubrimientos significativos en los que
está personificada.
A partir de la lógica entre el debate académico y la práctica de excavaciones se crean las
concepciones y personificaciones de la historia y la herencia. Por lo tanto, al aproximarme al
trabajo de la arqueología, pido prestado lo que se ha convertido en el principio básico de la

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sociología de la ciencia: la ciencia se basa en la práctica. Pero tomo esa percepción más allá de
sus propios intereses con preguntas sobre epistemología y las “culturas de la ciencia”, asumiendo
el rol de la ciencia en proyectos más amplios de producción cultural (véase, p.ej., Latour 1990). En
lugar de marcar la relación entre los trabajos de la ciencia y los intereses sociales particulares
(véase, p.ej., Bloor 1991; Shapin 1982) o demostrar la convergencia entre teorías y narraciones
particulares, imágenes y metáforas en campos científicos específicos y en la más amplia política
de colonialismo, raza, clase o género en la sociedad en toda su extensión (p.ej., Haraway 1989;
Martin 1991, 1993), quiero entender cómo el conocimiento es poder, cómo puede ayudar a
“cambiar la realidad que encontramos” (Sturdy 1991:167).5Y para lograr esto, quiero insistir en que
no nos podemos concentrar principalmente en las teorías y debates que caracterizan a las
disciplinas científicas (sociales), o en los conceptos, imágenes o prácticas discursivas que son
fundamentales para ellas. Más bien, debemos poner atención en la naturaleza de la práctica
disciplinaria como un todo, y en qué más hacen los científicos (sociales) en sus laboratorios, en el
campo, y en todos lados.6
En el caso de la arqueología, no solo se hacen historiografías o narraciones del y por el pasado y
el presente. En cambio, al excavar la tierra, los arqueólogos producen cultura material: una nueva
cultura material que graba la tierra con signos concretos de historias e historicidades particulares.
Es a través de la creación de estos objetos que la arqueología “traduce” de manera más poderosa
el pasado y el presente, que es capaz no solo de legitimar mundos culturales y políticos
existentes, sino también de reinventarlos.7 Es por esto que, si queremos entender completamente
el poder de la arqueología, debemos prestar atención no solo a las historias que cuenta, sino
también a los objetos que crea y a los nuevos entornos construidos que ayuda a crear. Para lograr
esto, debemos lanzar nuestra red analítica más allá de lo que normalmente consideramos como el
trabajo de un arqueólogo. Más que mantener la distinción entre las prácticas y las
representaciones profesionales o científicas por un lado y las populares por el otro, sigo la
iniciativa de Bruno Latour y entiendo que el trabajo de la arqueología está situado entre una
variedad de actores e instituciones que, junto con la práctica y los profesionales de la arqueología,
han reorganizado la realidad contemporánea e histórica en el nuevo Barrio Judío en la Ciudad
Vieja (para dichos enfoques en el estudio de la ciencia véase, p.ej., Hacking 1990; Latour 1988).

la excavación de Jerusalén

Luego de la guerra de 1967 y la captura israelita de la Vieja Ciudad de Jerusalén, se planearon


excavaciones casi inmediatamente (véase Ben-Dov 1982:19). La primera excavación, en el sur y
en el suroeste de Haram al-Sharif (Monte del Templo), comenzó en febrero de 1968, bajo el
liderazgo de Benjamin Mazar. Nahman Avigad condujo una segunda excavación en los comienzos
del verano de 1969, en el centro de lo que se convirtió en el nuevo Barrio Judío. Estas fueron de
las excavaciones más grandes en la historia arqueológica de Israel. Un arqueólogo me las
describió como las últimas de las “excavaciones mitológicas” que caracterizaron los primeros
años del estado. Siguiendo la tradición de excavar en cuevas como las de Hazor, Masada, y Bar
Kochba, estas excavaciones en Jerusalén se centraron en hechos bíblicos durante los tiempos del
Segundo Templo, épocas que no solo habían constituido el centro de práctica y debate
disciplinarios y la base para carreras arqueológicas exitosas sino que también habían formado el
centro de la imaginación colonial-nacional de Israel.8 Al igual que las primeras excavaciones, estas
fueron sustentadas por el trabajo de miles de voluntarios, israelitas y extranjeros, soldados y
estudiantes, y estaban “directamente asociadas con los medios de comunicación” según dijo un
arqueólogo. Aunque no eran comunes, excavaciones como aquellas llevadas a cabo en la Ciudad
Vieja de Jerusalén, promocionaron y personificaron la importancia cultural de la arqueología en y
para la sociedad israelita y la cultura colonial-nacional. Además, una vez determinada la escala de
las excavaciones y la importancia del sitio para el campo de arqueología bíblica, el desenterrar el

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pasado de Jerusalén fue también de gran relevancia para el trabajo profesional de la comunidad
arqueológica israelita.
Analizo aquí las prácticas y documentos de las excavaciones más importantes en Jerusalén.
Considero este trabajo profesional conjuntamente con el de preservar y exponer el pasado
arqueológico, y contar la historia de Jerusalén en varios museos de la Ciudad Vieja que fueron
diseñados y desarrollados junto al trabajo de excavar la ciudad y construir el Nuevo Barrio Judío:
la Casa Quemada y el Barrio Herodiano (ambos sitios excavados por Avigad y su equipo e
incluyen restos de la Ciudad Herodiana y restos más pequeños de la Edad de Hierro), y el museo
Torre de David de la historia de Jerusalén (situado dentro de la Ciudadela Jerusalén).
Como bien expresaron Mazar y Avigad, los intereses principales de estas excavaciones
estaban en la historia de Jerusalén durante los periodos del Primer y Segundo templo, es decir la
Edad de Hierro, y en la historia de la ciudad en los periodos persa, helenístico y de la antigua
Roma (véase Avigad 1977; Mazar 1969a). Estos periodos marcan el nacimiento de la nación judía
en la antigua Palestina y de Jerusalén y su capital bajo el mandato del rey David así como sus
momentos de existencia “nacional” soberana y finaliza con la destrucción del Segundo Templo por
la milicia romana en el año 70 d.C. La narración histórica desarrollada y plasmada a través del
trabajo de arqueólogos israelitas, que fue la comunidad judía original, fue destruida por acción de
la guerra, pero ahora resucitada y reconstruida en esta tierra por el establecimiento de un estado
judío moderno. Como se expresaba en la conclusión del video para visitas en la Casa Quemada,
ésta fue una búsqueda académica por una herencia nacional:9

Y si los arqueólogos están en lo cierto, hay una clara injusticia por la recuperación de la
verdadera cara del pasado en una nación judía renacida y moderna. Hoy el barrio judío es el
centro de la vida y aprendizaje judío, símbolo de la vitalidad del Nuevo Israel. Y con tantas
cuestiones arqueológicas, el baluarte de una herencia se redescubre y asegura.10

Sin embargo, el sentimiento nacionalista judío no tenía como único factor concentrarse en las
búsquedas arqueológicas de esos periodos. La tradición occidental de un siglo, sobre la
arqueología bíblica ya había delimitado los parámetros de investigación y debate del estudio del
antiguo Jerusalén. La excavación de la ciudad fue uno de los primeros proyectos emprendidos por
la Fundación para la Exploración de Palestina con base en Londres. Las excavaciones en
Jerusalén en el siglo 19 guiadas por Charles Warren tenían el mismo propósito que los proyectos
de la Fundación en Palestina: demostrar y probar las historias bíblicas a través del estudio
científico de la tierra y población contemporáneas, y de los restos antiguos (véase Fundación para
la Exploración de Palestina 1873, 1895).
En base a los registros de Warren, Benjamin Mazar y su equipo decidieron resolver las mismas
cuestiones acerca de la colina oriental Ophel en Jerusalén, que habían motivado a los primeros
excavadores casi un siglo atrás: en un principio, la topografía, los patrones de asentamiento y la
arquitectura de los periodos del Primer y Segundo Templo (Mazar 1969a, 1969b; véase también
Geva 1994:14). El equipo de Avigad excavó un área de la Ciudad Vieja que no había sigo
explorada, en su mayor parte, nunca por arqueólogos.11 Además, sus excavaciones fueron las
primeras en desenterrar las ruinas de la Ciudad Alta de Jerusalén del periodo del Segundo
Templo, centrándose en los tiempos Herodianos (es decir, en la antigua Roma II); esto había sido
el barrio residencial de la clase sacerdotal aristocrática de Jerusalén (véase Avigad 1981).
Los informes académicos y populares demuestran que los investigadores estaban interesados
en periodos particulares del pasado, y producen informes arqueológicos sobre aquellas eras
consideradas fundamentales para la herencia nacional judía. Estos excavadores buscaron y
crearon lo que ahora se conoce como evidencia nacional de ascendencia y prosperidad en la
antigüedad, en relación a la que se crearía la legitimidad del control de Israel sobre la Ciudad Vieja
en el presente.
Se utilizaron descubrimientos arqueológicos específicos para reforzar la mitología nacionalista
de la destrucción antigua definida por un renacimiento moderno. Tal fue, por ejemplo, la Casa
Quemada, una casa herodiana que fue identificada como un estrato diferente de incendio. Avigad

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y su equipo concluyeron que “la casa fue demolida durante la destrucción de Jerusalén en manos
de los romanos en 70 d.C." (Avigad 1975:46; véase también Avigad 1970a:6 and 1983), y
determinaron el mes (y también el día) exacto de la destrucción. Llegaron a esta conclusión a
pesar de que no existe un método arqueológico preciso para datar las cenizas al año exacto (o, en
este caso, a una década) de su creación.12 El equipo de Avidag además de cenizas desenterró
"los pocos restos de humanos que quedaron en la casa luego del desastre que la destruyó"
(Avigad 1975:47), los cuales definieron como "el esqueleto del antebrazo de una mujer joven que
no pudo escapar cuando la casa se incendió” (Avigad 1975:47). Encontraron en un cuarto
separado “una lanza de hierro”… “apoyada en la pared como si estuviera lista para usarse"
(Avigad 1975:46-47). Dentro de la narración histórica sobre el lugar y sus objetos, el antebrazo y la
lanza están implícitamente unidos, y crean la imagen de una joven mujer que quiso alcanzar su
lanza en un intento final de defensa propia mientras su casa se quemaba y derrumbaba con ella
dentro.”Entre las habitaciones de la Casa Quemada, una evidencia arqueológica aún más
increíble: el esqueleto del brazo de una joven mujer, exactamente conservado como si estuviera
agarrando las escaleras de la casa en llamas 2000 años atrás. La lanza fue encontrada justo al
alcance de su brazo”. Esta es otra cita de la película sobre la Casa Quemada.
La producción de objetos de importancia para la historia nacional judía y el énfasis en su
cronología auxiliar solo aportan una explicación parcial de la dinámica de la práctica arqueológica
de estas excavaciones. Las decisiones sobre cómo excavar y qué desenterrar, registrar, conservar
y publicar fueron determinadas también por un interés en determinados tipos de cultura material y
temas particulares para debates académicos. La práctica de la arqueología fomentó un patrón de
investigación histórica con más interés en desenterrar evidencia alegada de grandes estructuras
arquitectónicas y del esplendor de familias urbanas de la realeza, de guerra, heroísmo y
destrucción, y de eventos importantes en la historia nacional judía, que en investigar la vida diaria
de los habitantes de la antigua ciudad, que en interrogar los hallazgos supuestamente extraños, en
buscar otras explicaciones históricas, reconocer separaciones y desacuerdos dentro dela antigua
sociedad judía o israelita; o, si vamos al caso, menos interés en documentar e investigar la
presencia de “otros” (como soldados romanos y primeros cristianos) que vivían en la ciudad o sus
entornos durante esos periodos en la historia de Jerusalén definidos como eras de dominio
israelita o judío.
Para considerar las narraciones históricas y objetos materiales privilegiados por esta tradición
arqueológica, ahora me centro en el tratamiento de la historia de la Edad de Hierro en la ciudad
de Avigad.

la Edad de Hierro de Avigad El debate académico más importante sobre el que Nahman Avigad
respondió a través de sus excavaciones de los restos de la Edad de Hierro de la Ciudad Alta de
Jerusalén se refería a si la Colina Occidental de Jerusalén se ocupó durante la última monarquía
judía o mucho después, en los tiempos de los Hasmoneos: "¿Cuándo y hasta qué punto fue
poblada por primera vez la Colina Occidental de Jerusalén?... [y] ¿esta expansión de la ciudad se
cerró entre muros? (Avigad 1981:132). Con el análisis de evidencia de excavaciones más
pequeñas llevadas a cabo en otro lugar dentro y alrededor de la Ciudad Vieja (véase Broshi 1994;
Chen et al. 1994) en conjunto con evidencia de la Colina Occidental, Avigad resolvió esta antigua
controversia. Los restos de un muro y una torre fortificada “israelitas”, así como restos incompletos
(mayormente trozos de cerámica) que se remontan a este período de la ciudad, condujeron a
Avigad a concluir que el último período de Jerusalén en la Edad de Hierro no se limitó a Ophel;
además, sólo una parte de la Colina Occidental estaba cercada por una muralla.
Con esta gran disputa resuelta, solo un asunto volvió a resonar en los escritos académicos y
las representaciones populares de la ciudad de la Edad de Hierro: Existe un interés prolongado en
la evidencia del asedio de la ciudad a manos de los babilonios en el siglo sexto a.C. (véase Geva
1994:7) Asentamiento, fortificación y guerra son los temas que encabezan los reportes del pasado

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de la Edad de Hierro de la ciudad, es decir, la historia de Jerusalén en la Edad de Hierro


(frecuentemente conocida como "israelita").

Sin embargo, los parámetros de este debate histórico no pueden explicarse simplemente en
base a evidencia encontrada; por el contrario, deben entenderse en relación a la evidencia (y
razones históricas) producida. Los registros de estas excavaciones son escasos. Debido a la
intensidad y rapidez con la que se llevaron a cabo las excavaciones, mucho de lo que se podría
haber excavado y documentado no se concretó. 13 Aun así, sí se produjeron algunos hallazgos,
tanto pequeños como restos de arquitectura, que podrían haber sido utilizados para plantear otro
tipo de preguntas relacionadas al pasado de Jerusalén. Por ejemplo, durante la excavación en el
muro de la ciudad de la Edad de Hierro, el equipo de Avigad halló "varias estatuillas de terracota
de la fertilidad ‘tipo columna’... así como varios figurines de animales severamente dañados"
(Avigad 1972:197), objetos que insinúan prácticas religiosas que no necesariamente se relacionan
con los relatos bíblicos del culto israelita (véase Dever 1991). Así mismo, no se investiga la
importancia de una caverna de sepelio del tiempo de los hasmoneos que fue encontrada en el
barrio residencial de la ciudad; apenas se menciona su presencia en el informe inicial de Avigad.
Se describe como un descubrimiento "inesperado", ya que se suponía que los muertos no se
enterraban dentro de la ciudad. De todos modos, el hallazgo no transgredió los registros de
Jerusalén en el período del Segundo Templo como una sociedad "realmente judía" y
religiosamente homogénea.
El equipo de excavación de Avigad encontró fragmentos de edificios de la Edad de Hierro,
posiblemente de casas de los más pobres.14 En su mayoría, estos hallazgos no se conservaron
para su exhibición. Además, fueron tratados como pruebas para un asunto específico: "había un
asentamiento en la colina occidental de Jerusalén durante el período del Primer Templo" (Avigad
1975:43). Broshi y Barkay, a su vez, reportaron restos de una excavación de la Edad de Hierro II
en la Capilla de San Vartan en el Santo Sepulcro (Broshi y Barkay 1985:117-119), una excavación
que aumentó las dudas sobre la naturaleza y presencia de la industria en el entorno de la ciudad
antigua y, por consecuencia, de una clase trabajadora o esclava. Sin embargo, aparte de la
inclusión superficial en los registros, ninguno de estos hallazgos se convirtió en objeto sostenido
de investigación.
La historia que se construyó a partir de este trabajo arqueológico depende de otra ya existente
que se utiliza para interpretar la evidencia. Los textos y la evidencia claves mantienen una relación
circular del descubrimiento, explicación, suposición y prueba. Las excavaciones en Jerusalén se
centran en estructuras impactantes, rituales, guerras, y el despliegue de poder que enfatizan las
escrituras de la Biblia y el libro de Flavius Josephus La guerra de los judíos. Tanto los informes
preliminares como los registros publicados demuestran un gran énfasis en los restos de la
arquitectura, la estructura de fortificación y la evidencia (también llamada "testimonio") de que los
babilonios quemaron la ciudad en 587/86 a.C. y los romanos en 70 d.C. 15 El ataque de los
romanos y la destrucción de Jerusalén es una historia que concuerda mucho mejor con una
historiografía nacionalista que con explicaciones alternativas creíbles. Al menos parte de la
evidencia de incendio y destrucción de la Casa Quemada y el Barrio Herodiano se pudieron
interpretar como indicio de que existía un conflicto de clase o sector dentro de la sociedad judía de
Jerusalén en el periodo precedente a su destrucción en los años 70 d.C en manos de los romanos.
Se pueden encontrar muchos escritos que prueban este hecho (véase Goodman 1987).
Sin una narración a priori, las cenizas podrían ser simplemente evidencia de un incendio (o
varios) por accidente. Si se tiene en cuenta solamente la evidencia material, no hay manera de
determinar qué causa indica la evidencia de fuego o si toda la evidencia de un solo lugar indica
una causa histórica única, ya sea un evento histórico o un accidente.16 En otras palabras, restos
arqueológicos como estos solo pueden ser interpretados como evidencia de eventos históricos
significativos de acuerdo con una historia a priori. En un sentido amplio, es la historia de un
pasado nacional monumental, un pasado representado por restos arquitectónicos (de obras
públicas o casas aristocráticas) y "testimonios de" eventos cruciales (y frecuentemente
devastadores) del pasado del país.

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El favorecer cierto tipo de sucesos como aquellos sobre los que se crea la historia ha traído
consecuencias no solo por el tipo de historia relatada sino también por la naturaleza de los objetos
que se consideran arqueológicamente (y por lo tanto históricamente) significativos. Esta
conceptualización más amplia de la historia y de los objetos de los que es construida ha llevado a
que "otros" restos (es decir, no judíos) también se registren en los informes arqueológicos, aunque
su naturaleza no siga el objetivo más importante que es descubrir el pasado judío.

los objetos apropiados en la investigación arqueológicaLa práctica más polémica en las


investigaciones arqueológicas de Israel fue el uso de excavadoras. Entre los funcionarios
palestinos del Haram al-Sharif y el Awqaf, así como muchos arqueólogos (tanto palestinos como
entrenados en América y Europa), el uso de excavadoras se ha convertido en la mayor señal de
mala ciencia, por lo que las políticas nacionalistas aconsejan la investigación académica. 17 Los
críticos sitúan esta práctica directamente dentro de (un conocimiento específico de) las políticas de
una tradición nacionalista de investigación arqueológica: las excavadoras se utilizan para bajar a
estratos "anteriores" (la Edad de Hierro durante la antigua Roma) lo más rápido posible; esas eras
se consideraban “nacionalmente significativas". Durante la excavación del sitio bíblico de Jezreel,
donde yo participé, se utilizó una excavadora para facilitar la rápida determinación de la estructura
y dirección de la fosa de la Edad de Hierro; los restos que estaban encima de ella se removieron
rápidamente. Aunque fue una excavación en conjunto con el Departamento de Arqueología de la
Universidad de Tel Aviv y la Escuela Británica de Arqueología de Jerusalén, las prioridades de la
investigación se definieron por el equipo de Tel Aviv. Su propósito era estudiar la ciudad de la
Edad de Hierro.18
Sin embargo, para entender mejor cuándo y por qué se utilizan excavadoras en yacimientos
arqueológicos de Israel y Palestina, uno debe considerar no sólo cuestiones de cronología y la
búsqueda del pasado nacional judío, sino también un set más amplio de cuestiones metodológicas
e historiográficas. Uno debe examinar la lógica que guía a los arqueólogos en su trabajo para
determinar cómo debe excavarse y qué restos se documentan y preservan con más cuidado. En
las excavaciones de Jezreel y Jerusalén, los arqueólogos se movieron bastante rápido por la
tierra. Utilizaron picos, palas, grandes palas mecánicas y excavadoras para llegar más rápido a lo
que consideraban hallazgos importantes. El trabajo de excavación favorece más a los restos
grandes que a los pequeños, situando hallazgos importantes donde luego se excavará con más
cuidado para encontrar "restos más pequeños" que pueden iluminar la historia de las estructuras
arquitectónicas o llevar a un entendimiento de patrones de asentamiento (por ejemplo) de niveles
estratigráficos "importantes". Al considerar dichas técnicas de excavación, uno no puede decir
que los hallazgos se conservan simplemente porque se clasifican como "judíos" o datan de
periodos significativos. También deben ser determinados tipos de objetos (judíos). Por ejemplo, los
hallazgos pequeños, sin importar de que período histórico o de qué ámbito nacional, no sobreviven
al ataque violento de las excavadoras. De hecho, dadas las reglas que rigen el trabajo de los
arqueólogos, las observaciones de Avigad acerca de que los descubrimientos de la ciudad de la
Edad de Hierro fueron "discontinuos" y "escasos" (Avigad 1981:134), pueden reflejar el resultado
del uso de las técnicas de excavación, así como una definición a priori de qué se considera un
hallazgo (significativo).19
Me gustaría seguir con esta cuestión metodológica e historiográfica más amplia relacionada
con el hallazgo y tratamiento de los restos de periodos más "recientes" de los equipos de Mazar y
Avigad. Hago esto no porque pienso que todos los objetos de esos tiempos considerados
importantes para el pasado judío nacional son tratados con igualdad de relevancia (como ya he
mencionado); sino porque cuanto más tarde se resuelven estos hallazgos se aporta un punto de
vista más amplio para clarificar los factores múltiples que ayudan a determinar qué tipo de historia
presupusieron e hicieron estas excavaciones, y por ende qué tipo de cultura material produjeron.
Las prioridades de investigación de estas excavaciones se centraron en Jerusalén desde la
Edad de Hierro hasta los tiempos de la antigua Roma; esto, sin embargo, no significa que los

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restos arqueológicos de periodos posteriores (el Imperio Bizantino, los primeros Imperios
Islámicos, las Cruzadas, Ayubí, Mameluco, o Jerusalén Otomano) se ignoraban o destruían. 20
Teniendo en cuenta los informes de Avigad, es evidente que los periodos más recientes recibieron
muy poca atención en estas excavaciones en comparación con los más antiguos. De hecho, el
término períodos recientes se utiliza en los informes incluyendo todo desde los primeros Imperios
Islámicos hasta el Imperio Otomano, aproximadamente 1300 años en la historia de la ciudad. En el
nivel más obvio, las excavadoras (mayormente las del distrito) se utilizaban reiteradamente para
extraer restos más recientes antes de que el trabajo aparentemente real de excavación comenzara
(véase, por ejemplo, Avigad 1970a:3, 1970b:140).21
Sin embargo, la utilización de excavadoras para despejar los sitios no evitó que estas
excavaciones produjeran registros arqueológicos de los períodos posteriores. 22 Los hallazgos
bizantinos más importantes en el Barrio Judío fueron el Cardo (la calle principal de la ciudad
bizantina) y la Iglesia Nea (la más importante de este periodo). El equipo volvió a los lugares
varias temporadas para desenterrar más a fondo estos restos bizantinos cuantiosos, y ambos se
relatan relativamente en detalle. En palabras de HillelGeva, las excavaciones de Avigad brindaron
"una nueva perspectiva del desarrollo y el carácter urbano de la ciudad bizantina" (Geva 1994:21).
Por el contrario, las descripciones de los hallazgos de periodos más recientes están mucho
más esparcidas. Los hallazgos incluyen un horno de cerámica mameluco y una torre de defensa
ayubí (Avigad 1977:200), pero esta última se desarmó para facilitar próximas excavaciones
(Rosen-Ayalon 1990:313). También se incluye una "amplia colección de cristales medievales
árabes y vasijas de cerámica" (Avigad 1972:200) y dos "lámparas árabes" (Avigad 1970b:136).
Además, contrario a los informes de restos de períodos previos (la Edad de Hierro durante el
imperio Bizantino), la falta de especificidad con respecto a la periodización de muchos restos de
estas eras históricas posteriores es sorprendente. Mientras algunos restos específicos,
aparentemente más "notables" se identifican como hallazgos ayubíes, mamelucos o cruzados, los
descubrimientos de estas eras generalmente se conocen como "posteriores" o "recientes",
"medievales" o simplemente "árabes".
Los reportes preliminares de la excavación de Mazar presentan una imagen diferente. Se
descubrió un complejo de palacios del período Omeya, y estos restos recibieron mucha más
atención que otros de las excavaciones de Avigad. Existe una percepción generalizada entre los
intelectuales palestinos y funcionaros de Awqaf de que el complejo de palacios del período Omeya
se "rescató" solamente por una presión política internacional sobre la comunidad arqueológica de
Israel.23 Sin embargo, sostengo que para entender por qué se rescató este complejo de palacios,
debemos considerar el tipo de historia que lo rodea así como la naturaleza de estos restos
materiales.24 Es una gran estructura que representa un monumento histórico (y en términos
geográficos contemporáneos, un régimen "extranjero") que se ajusta al foco de atención de las
excavaciones de manera más general: el descubrimiento de majestuosidad pasada y exposición
pública del poder por la que se ha producido y representado la nación de Israel. En el contexto de
un proyecto como éste, registrar y preservar la Iglesia Nea y el Cardo también tienen sentido.
El catálogo para la primera exhibición en el museo que se acababa de establecer en la
Ciudadela (Museo Torre de David) describe los hallazgos de las excavaciones de Mazar de esta
manera: "Esta área contigua al Monte del Templo fue uno de los focos de atención en Jerusalén
para la historia de la ciudad. Las construcciones públicas que dejaron su huella son de los
períodos Herodiano y Omeya" (Jesusalem City Museumn.d.:59) Precisamente con esas
"construcciones públicas" no sólo se tomó interés por las exposiciones sino también por las
excavaciones. La estructura del palacio omeya fue descubierta en la primera temporada de
excavación. Estos restos se trataron de manera diferente con respecto a los restos menos
monumentales de períodos posteriores de las excavaciones de Avigad. No fueron derribados, se
convirtieron en uno de los centros de atención del trabajo de excavación de este equipo durante
las dos primeras temporadas, y se describen detalladamente en los informes preliminares de
excavación (véase Ben-Dov 1975; Mazar 1969a). El indicio más llamativo de esta diferencia es la
estratigrafía del lugar establecida por Mazar y su equipo. Se encontraron restos de "cuatro
períodos", árabe, bizantino, romano y desde Herodes el Grande hasta la destrucción del Segundo

173 el descubrimiento de verdades


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Templo (Mazar 1969a:5), y cada periodo se dividió en sub periodos. Los informes describen los
hallazgos y la historia de asentamientos asociados con cada (sub) periodo, incluyendo el palacio
omeya y el plano de áreas, su uso y posterior destrucción causada por un terremoto en 747/48
d.C., la historia del lugar durante el periodo de Fatimí, y el fin de los asentamientos en el área
alrededor de los tiempos de la conquista de Selyuq (Mazar 1969a:6, 16-21).
Esta comparación entre los informes de excavación de Mazar y Avigad demuestran que el
tratamiento de hallazgos específicos durante estas excavaciones se determinaba por dos criterios:
su "identidad" y su "alcance material".25 En otras palabras, las excavaciones sí se centraron y
produjeron evidencia de un pasado nacional judío. Pero ya no bastaba una norma para que un
hallazgo sea considerado "judío" y recibiese atención sistemática como lo fue para que un objeto
"árabe", "bizantino", o "cruzado" se ignore o destruya. Más bien, fue fuera de una dialéctica entre
el tipo de historia que estos excavadores buscaban reconstruir, y los métodos que gobernaban el
trabajo en sí de excavar, que se crearon "historia" y "herencia" y se produjo una nueva cultura
material.
Por supuesto, el trabajo de clasificar objetos como "árabes", "judíos", "cristianos" o
"musulmanes", de llamar un período "Israelita" en lugar de "Edad de Hierro" o "Herodiano" en lugar
de "antigua Roma"26(todos nombres o "culturas" que supuestamente corresponden a grupos
contemporáneos particulares de ciudadanos, residentes y turistas)27señala a una lógica de
clasificación producida y promovida por la arqueología de Israel. La permanencia de esa lógica
clasificatoria puede marcar la forma más profunda en que la arqueología de Israel es nacionalista
con respecto a su núcleo disciplinario: la concepción de que el registro arqueológico contiene
herencias precisas de lo que se identifica como grupos de poblaciones modernas cultural, religiosa
o nacionalmente distinguibles.

el curso normal del mundo (arqueológico)El 16 de noviembre de 1993, Davar(un diario hebreo)
publicó un artículo titulado "Conquistadores del Pasado" (Davar1993). El artículo contenía una
crítica hacia las prácticas de la arqueología de Israel, particularmente durante las primeras
décadas de Estado. El periodista, argumentando que la arqueología era un tema central para el
proyecto político sionista, entrevistó a algunos críticos del ámbito político enfocándose en temas
judíos a costas de otros períodos del país. Amnon Ben-Tor, profesor israelí de arqueología,
escribió una carta en respuesta:

Coincido: es cierto que el estudio de los restos de gente de Israel en su tierra alcanzó un lugar
central en los departamentos de arqueología del país. Es cierto y natural que sea así porque,
¿dónde iba a suceder, en la Universidad de Birzeit? Asimismo, coincido en señalar como
culpables a los investigadores palestinos: el estudio de los restos del pasado musulmán en el
país está hoy aproximadamente en el mismo lugar en el que estuvo el estudio del pasado judío
varias décadas atrás. La diferencia es que los investigadores de Israel no buscaron un chivo
expiatorio, sino que se plantaron e hicieron algo. Estoy seguro que los investigadores
palestinos serán asignados en un futuro cercano, y con entusiasmo, para estudiar los restos de
su pasado en el país. [Ben-Tor 1993, énfasis agregado]

El escritor afirma no sólo que es "natural" para el campo arqueológico de Israel concentrarse en
los "restos" de la "gente de Israel", sino también que este modelo de investigación tiene sentido
para otros. De una manera similar, los investigadores palestinos deberían buscar "su pasado", el
que define como "pasado musulmán".
Durante mi trabajo de campo, escuché muchas veces declaraciones parecidas acerca de la
relación adecuada que uno debe tener con su propio pasado arqueológico. En una conferencia
para arqueólogos profesionales, expertos en preservación, y diseñadores y curadores de museos
que se centró en presentar el pasado arqueológico al público, un arqueólogo americano presentó

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un artículo donde se discutía el tema de la pertenencia cultural y el manejo de la herencia en


Jordania, Chipre y Túnez. Remarcó que a diferencia de la sociedad de Israel, hay poco interés
popular en Jordania en los yacimientos y descubrimientos arqueológicos. Un arqueólogo de Israel
que había participado en las excavaciones de Masada brindó una solución más clara a lo que él
define como "problema": "¿Por qué no se puede excavar un pasado musulmán más reciente?"
preguntó.

el descubrimiento del pasado y el presente a través del diseño de


construcción de la ciudad.

Hasta acá he analizado el funcionamiento de la ciencia en sí, las suposiciones y las prácticas a
través de las que los arqueólogos producen historia, patrimonio, relatos, y objetos. Ahora me dirijo
al segundo aspecto de mi argumento y examino cómo el trabajo de la arqueología y, más
específicamente, los restos de cultura material, ayudó a convertir este lugar en el nuevo Barrio
Judío. En otras palabras, ahora sitúo las practicas científicas dentro del más amplio proyecto de
renovación urbana a través del cual se formó la imaginación colonial-nacional, y se expropió,
transformó, y reinventó el espacio.
Las excavaciones de Jerusalén fueron parte del gran proceso de transformación física, cultural
y política del espacio en Jerusalén después de 1967. En vísperas de su victoria de la guerra de
1967, el ejército de Israel destruyó el Barrio Mugharbe y expulsó a sus habitantes. Este fue un
barrio inicialmente fundado por el hijo de Salah al-Din para académicos y peregrinos del Norte de
África (CA. 11 90) y, en 1967, un vecindario que fue parte del Barrio Musulmán (véase Dumper
1992.33-34). Las excavaciones y la reconstrucción se vieron facilitadas gracias a una orden de
expropiación dictada por el ministro de finanzas por 29 acres de tierra en la zona sur de la Ciudad
Vieja; una vez más, los territorios y las propiedades fueron tomadas y los habitantes palestinos
fueron expulsados. Esto ocurrió con el fin de "urbanizar el área para alojar familias judías de Israel
y para restablecer su presencia en la Ciudad Vieja" (Dumper 1992.37). Con la ayuda de la recién
fundada Compañía para la Reconstrucción y el Desarrollo del Barrio Judío, se inició la
construcción del barrio. La zona nueva incluiría territorios y propiedades no solo del antiguo Barrio
Mugharbe sino también de los barrios Sharaf y Maidan. De este modo comenzó la creación de un
presente que también implicaba la excavación de un pasado. El 31 de agosto de 1967, la Ciudad
Vieja fue declarada un lugar de antigüedad. No hubiese sido posible la reconstrucción de la
Ciudad Vieja sin la previa aprobación del jefe de arqueología de Jerusalén. Las excavaciones
arqueológicas, junto con el proyecto de diseño y construcción del nuevo Barrio Judío, seguirían
por una década.
La reconstrucción del barrio acrecentó preguntas y generó debates sobre qué tipo de lugar iba
a ser. ¿Sería un sitio turístico? ¿Un museo? ¿O un monumento a historias pasadas y
destrucciones? ¿Sería un centro para la vida religiosa y el aprendizaje? ¿Sería un barrio habitable
en una ciudad contemporánea? La última visión (propugnada por el establecimiento político
secular que trabaja en conjunto con la comunidad arqueológica) finalmente ganó. Pero este barrio
contemporáneo no iba a ser un espacio del todo moderno, ya que este era, después de todo, el
renacimiento de una demanda nacional judía histórica de la ciudad: la antigua destrucción iba a
ser reparada por un renacimiento moderno. Y esa visión de renacimiento se iba a llevar a cabo a
través de la estética del diseño de construcción del barrio. Arqueólogos, arquitectos, diseñadores
de museos, curadores, y planificadores de ciudad estaban haciendo, según el término de Paul
Carter, "historia espacial". (Carter 1987.xxii). Estaban transformando este espacio en un sitio con
una historia particular, y esa historia iba a estar arraigada a los espacios públicos del barrio y a
tener importancia en sus diseños arquitectónicos.
En una visita guiada al Barrio Herodiano, su curadora original (una arqueóloga) explicó las
alternativas planteadas por los planificadores después de la guerra de 1967. Al encontrar un barrio

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completamente destruido, nos contaba, el gobierno Israelita decidió reconstruir el Barrio Judío.
Tomada esta decisión, "el primer problema fue cómo reconstruirlo: hacer uno nuevo, uno
completamente nuevo, y dejar los monumentos in situ que fueron destruidos como un recuerdo de
lo que fue antes el Barrio Judío; reconstruirlo de una forma totalmente nueva; o tratar de
reconstruirlo, aproximadamente, conservando su espíritu antes del '48". La tercera opción,
finalmente elegida, fue la reconstrucción del barrio inspirada en su equivalente antes de 1948.
Teddy Kollek, en aquel entonces alcalde, consideró que algunos edificios eran "de gran valor
histórico" y como tales debían ser recreados. Con respecto al resto, explicó, "Hay un interés
particular de parte nuestra por recrear, por razones sentimentales, una atmósfera que recuerde al
barrio cuando era el único centro de vida judía. (Comité de Jerusalén 1969.40)-- una alusión no al
barrio antes de 1948 sino a una imagen idealizada de su presunto equivalente original de la
antigua ciudad.28 En palabras de un arquitecto israelita que participó en ese mismo encuentro del
Comité de Jerusalén:

Acerca de la reconstrucción del Barrio Judío, la principal pregunta no fue cómo debíamos
reconstruirlo, sino más bien... ¿debemos reconstruirlo del todo? Muchos sienten que los
edificios son lo suficientemente interesantes y encantadores así como están y que deben
permanecer en su condición actual, que son un testimonio histórico del pasado y que nosotros,
hoy, debemos adaptarnos al presente de algún modo integrando estas ruinas antiguas a
nuestros planes modernos de edificación con estilo contemporáneo…
Puedo enfocar esta cuestión solo como un arquitecto israelita que ha estado ocupado con sitios
históricos en este país durante varias décadas. A nosotros, los judíos, siempre se nos ha
enseñado a preservar la tradición. Además, en esta tierra, el centro de nuestro carácter
nacional y existencia física y espiritual está basado en sitios que son sagrados y adorados
para nosotros y que han sido conquistados varias veces por otros pueblos. No tengo ningún
sentimiento malo en contra de esa gente, pero sí siento que los pocos restos de nuestro
pasado que han logrado sobrevivir ahora deberían ser tratados con el mayor de los respetos.
[Comité de Jerusalén 1969:35]

Debido a la importancia de preservar estos "restos" como signos y encarnaciones físicas de la


existencia espiritual y física de la comunidad judía, se le dio prioridad a la excavación arqueológica
con planes de renovación del barrio. Según las palabras de la curadora, en medio de debates
sobre cómo el Barrio Judío debía ser reconstruido, "todos teníamos algo en claro, antes de la
reconstrucción, de la nueva con la vieja, de la totalmente nueva, etc... Lo primero que teníamos
que hacer eran las excavaciones arqueológicas". El siguiente paso era decidir cómo incorporar de
la mejor manera aquellos objetos del pasado al diseño del barrio contemporáneo.
Para explicar la visión arquitectónica elegida para el nuevo Barrio Judío, me gustaría hacer un
breve inciso y discutir la integración del pasado y del presente, de arquitectura y artefactos, en el
Museo Torre de David de la Historia de Jerusalén. He leído que el diseño del museo intentaba ser
una metonimia del diseño del barrio como un todo y de la historia del pasado y del presente
suponía representarlo.
A lo largo de una entrevista, la curadora original de la exhibición permanente del museo explicó
que iba a haber "dos dimensiones": "la dimensión arquitectónica" y "la historia en sí"- esto
significa, el relato de la historia de Jerusalén. El contraste en diseño entre estas dos dimensiones
es importantísimo. El museo se diseñó como un "museo sin objetos" ubicado dentro del "marco
histórico" del edificio y su complemento, la Ciudadela de Jerusalen.29 La curadora explicó, "En un
sitio tan pequeño yacen (sic) los restos de todas las eras de la historia de la ciudad. El edificio y la
exhibición iban a estar en contacto: entrando y saliendo de la atmósfera histórica".
Este proceso de "entrar y salir" es una descripción apropiada de cualquier visita a la exhibición
permanente de la Ciudadela. Desde el punto de vista arquitectónico, este es un edificio con una
serie de salas (según la curadora, 700 metros cuadrados de área) que rodean y tienen vista al
patio de la Ciudadela. El pasaje de una habitación a otra implica salir del edificio y caminar a lo

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largo de la muralla que da al patio, actualmente un jardín arqueológico. Cada una de estas salas
representan una era o una serie de eras de la historia de Jerusalén: el Periodo del Primer Templo
(a través del Exilio en Babilonia), el Periodo del Segundo Templo (a través de la destrucción de
Jerusalén en el 70 d.C), el Periodo Bizantino, el Antiguo Periodo Islámico, el Período de las
Cruzadas, y Jerusalén Ayubí. Finalmente, hay dos salas conectadas: una está dedicada a
Jerusalén otomano y mameluco, y la otra está dedicada al periodo que abarca desde finales del
siglo XIX hasta 1948 (incluyendo al dominio europeo y a la historia de la modernización junto con
la inmigración judía a Palestina, la fundación del Estado de Israel, y la Guerra de 1948). 30
El contraste entre los aspectos del museo, las salas y el jardín exterior es magnífico. Este,
después de todo, fue diseñado como un museo sin objetos. Según la curadora, ya existían
muchos museos arqueológicos en Jerusalén, y sostiene que mucha gente encuentra los museos
arqueológicos aburridos, entonces los creadores de este museo trataron de encontrar una manera
diferente de contar la historia de Jerusalén.
La exhibición consiste casi en su totalidad en reproducciones de reliquias arqueológicas
albergadas en otras partes (por ejemplo, el piso de la sinagoga Beit Alfa y el Mapa de Madaba) y
de reproducciones o simulaciones de formas arquitectónicas y prácticas rituales de tiempos
pasados (por ejemplo, un holograma del Primer Templo y un modelo del Segundo Templo).
Además, hay una simulación computarizada de actividades en la Iglesia del Santo Sepulcro en
Jerusalén Bizantino, películas del ferrocarril en la Palestina de principios del siglo XX, y,
finalmente, un montaje de pantalla de 6 videos de los diferentes eventos que dieron lugar al
Mandato Británico en Palestina y que culminó en el establecimiento del Estado Israelita, cuando la
bandera de Israel se alza para reemplazar a la británica, acompañada por el Himno nacional
israelita. 31 Los únicos dos artefactos originales se encuentran en la primera sala islámica: una
inscripción en Árabe, y un mihrab (estructura en una mezquita que indica el lugar hacia donde hay
que mirar cuando se reza), ambos son una parte integral de la arquitectura de la sala y ambos no
están identificados (y ambos, en realidad, datan de periodos considerablemente posteriores de la
historia islámica de la ciudad que aquellos exhibidos en la sala). Mientras que la exhibición consta
casi exclusivamente de simulacros y simulaciones, no obstante, la curadora hace hincapié en la
centralidad del edificio en sí más que en el diseño del museo. El "principal axioma" del plano
era,cuenta, que el edificio debía ser la principal característica: "Si uno saca el edificio, el efecto del
museo no es el mismo". "Si uno tuviese un espacio nuevo sería un idioma totalmente diferente".
La yuxtaposición de lo histórico y lo moderno (a menudo como réplicas de objetos del pasado)
en el diseño del museo da lugar a que se entienda el gran proyecto de construcción del Barrio
Judío; es la clave para el lenguaje de su diseño. El actual Barrio Judío se imaginó como el
renacimiento de una demanda nacional de la historia de los judíos, y esa visión de restauración se
vio plasmada en el diseño de construcción del barrio a través de un diseño en el cual lo moderno
iba a ser "envuelto" (Jameson 1991 :101) en lo histórico.
En la totalidad del Barrio Judío, un vecindario habitable en una ciudad contemporánea, los
edificios modernos dan hacia o son construidos encima de restos arqueológicos. La presencia de
restos antiguos permanece para interrumpir el espacio moderno. A diferencia de la Ciudadela, la
mayoría de los restos arqueológicos conservados del barrio datan del Periodo del Primer o
Segundo Templo y son identificados como tales.Sin embargo, también proveen al barrio con un
aura más general de continuidad y longevidad histórica. Tanto la Ciudadela y sus restos
arqueológicos confieren dicha aura al diseño del museo.
Después de completar mi primer visita guiada a la Ciudadela, me vi asombrado por el papel
que desempeña la arqueología al exhibir y narrar la historia de Jerusalén: Es en su mayor parte,
un rol pasivo. Hay muy poco por decir sobre el edificio o sobre el lugar. Ninguna característica
arquitectónica es identificada. La curadora explicó que no existen identificaciones al lado del
mihrab y de la inscripción en la primera sala islámica ya que la idea era "dejar que el edificio viva
su vida". Estas características eran, según ella, parte esencial de la función del edificio, de su
configuración, pero no estaban expuestas. La historia contada por la exhibición está basada en
esta arquitectura como su armazón, pero no la menciona en detalles.

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Según los dichos de la curadora, el mihrab y la inscripción "no están etiquetados porque no son
parte del museo". Del mismo modo, mientras que las etiquetas identifican algunos de los restos del
jardín arqueológico, no hay explicaciones históricas exhaustivas semejantes a aquellas
encontradas dentro de la exhibición. Al reafirmar el rol de fondo del lugar, las visitas guiadas hacen
hincapié en la exhibición a expensas de la propia historia de la Ciudadela. Los guías informan muy
poco acerca de algunos de los restos del jardín arqueológico, señalan restos específicos como
herodianos, cruzados, o árabes, mientras que los turistas permanecen en vallas y los aprecian
desde lejos; pero el guía nunca circula por el jardín, lugar al que los turistas son invitados a pasear
por su cuenta a medida que se retiran. La estructura arquitectónica, de manera global, otorga un
aura de autenticidad histórica y un sentimiento de longevidad y continuidad histórica en la
atmósfera. Y que la propia historia del lugar no sea contada en detalles es crucial para la
credibilidad del relato, un relato que ubica el origen de Jerusalén, su identidad, y su destino en su
papel como la capital política y espiritual de la comunidad judía.
Si las exhibiciones del museo y las visitas guiadas tuviesen a la arqueología en primer plano, los
turistas se irían con una impresión muy diferente del pasado de Jerusalén: que la mayor parte de
su historia, Jerusalén no fue una ciudad judía, sino más bien una ciudad gobernada por otros
imperios y habitada principalmente por "otra" gente. Existen restos que datan de un periodo
anterior y posterior de la ciudad medieval. Pero las torres y los muros de la Ciudadela actual son
principalmente mamelucos; descansan en los cimientos del Periodo de las Cruzadas que
conforman el perfil principal del plano presente del lugar. (Véase Hawari 1994:114: Johns 1944.
1950). Y si la historia del lugar fuese la atención principal, los guías ya no serían capaces de
mencionar, al pasar, que el nombre de este lugar "Torre de David" es un "nombre poco
apropiado". Esta denominación popular está basada en una "creencia errónea de los peregrinos
cristianos del siglo IV de que solo David pudo haber construido una estructura tan inmensa e
imponente" (Rosovsky y Ungerleider-Mayerson 1989:16), pero los primeros restos arqueológicos
de la Ciudadela son, en realidad, de la Edad Helenística, no de la Edad de Hierro. (Véase Hawari
1994:I 14). Y, mientras que en un principio este nombre hacía referencia a una estructura del
Periodo Herodiano en la región nordeste del lugar conocida como la "Torre de Phasael", la torre a
la que el nombre invoca, la estructura que visualmente caracteriza a la Ciudadela y que ha venido
para representar el carácter judío de la ciudad, es una estructura diferente. Es la torre del nordeste
de la Ciudadela, donde permanece el minarete del siglo XVII de lo que fue, luego, una mezquita
(Véase Johns 1950:171-173).
Ya sea en museos que están preservados debajo de hogares o Yeshivá contemporáneos o
aislados a lo largo del barrio como lugar turístico y de espíritu arquitectónico, los restos
arqueológicos proveen la misma atmósfera histórica que los diseñadores de la Ciudadela
intentaron crear en el museo. En el diseño arquitectónico del barrio, el presente habita en el
pasado, de ese modo otorga un significado de que no es simplemente una ciudad moderna sino
más bien una que surgió de las cenizas del pasado cuya tradición perdura. Estos objetos
arqueológicos contagian el ambiente de construcción del barrio con signos de una historicidad
específica, no solo de una historia particular.
En el Barrio Judío actual, los edificios modernos están construidos con piedras de Jerusalén
(piedra caliza extraída de la zona) con el fin de conservar la tradición de la forma arquitectónica de
la ciudad (Gian 1992.23-25). La arquitectura contemporánea está creada según la imagen de su
equivalente histórico, reproduciendo las fachadas, los techos, las ventanas, y los patios internos
de tiempos pasados (y, de hecho, de la arquitectura existente en los barrios palestinos de la
Ciudad Vieja). Este es un vecindario residencial (poblado, a comparación del Barrio Judío antes de
1948, judios asquenazí relativamente prósperos) que incorpora restos arquitectónicos dentro de su
esquema general. Los restos antiguos están albergados en los sótanos de los edificios
residenciales y centros religiosos, no simplemente monumentalizandoel pasado, sino
resucitándolo. Y esta cultura material habita en el dominio público del barrio: sus plazas,
mercados, y zonas turísticas, así como en sus museos.

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Al caminar a través del corazón del Barrio Judío actual, uno se topa con los restos de una parte
del Muro Ancho de Israel (Israelite Broad Wall), una fortificación de la Edad de Hierro desenterrada
por Avigad. Esta enorme reliquia arqueológica se conserva en una fosa contigua a los cimientos
de los muros de los edificios de apartamentos que sobresalen por encima de ella. Existe también
la Torre Israelita, un museo ubicado en el sótano que alberga los vestigios de una torre de
fortificación de la Edad de Hierro. El museo exhibe los restos arqueológicos como testimonio del
Estado Babilónico de la ciudad en el siglo VI a.C, hecho que marca el final del "Periodo del Primer
Templo" y el comienzo del "Exilio Babilónico". La Casa Quemada y el Barrio Herodiano son
museos arqueológicos que ocupan los sótanos de los edificios contemporáneos, el primero
alberga un establecimiento comercial y el segundo una Yeshivá. Ambos relatan la historia de la
ciudad herodiana, un periodo en el cual la vida judía prosperaba en la ciudad, un periodo de
riquezas y esplendor que culminó en un final brusco con el incendio de la ciudad por el ejército
romano. Se preserva el Cardo Bizantino, a través de la insistencia de Avigad, como monumento
de tiempos pasados que introduce El Cardo de los Cruzados, un arco restaurado en el que se han
construido tiendas para turistas.32
A través de su diseño, la arqueología le proporciona al barrio su escenario (histórico). El diseño
arquitectónico del barrio no solo preserva los restos arqueológicos como vestigios de un pasado
lejano, sino que utiliza estos objetos antiguos para crear un lazo tangible con el presente. Y, al
clasificar los objetos y los restos como vestigios de la vida y la soberanía antigua judía e israelita,
describe al presente como un renacimiento de aquellas historias específicas del pasado de la
ciudad.
Pero incluso si el presente Barrio Judío es visto como el renacimiento nacional de historia y
patrimonio judío y del antiguo Israel, no es ese pasado aislado que habita en el dominio público del
barrio.33 Ya que El Cardo, la Iglesia Nea, y el Complejo de Palacios del Periodo Omeya, son
utilizados para significar y personificar, esta es, además, una ciudad de importancia religiosa y
cultural tanto en el Cristianismo como en el Islam.
Las excavaciones de "otros" pasados (en particular el Complejo de Palacios del Periodo
Omeya) ayudaron a cristalizar y a representar esta otra parte de la historiografía oficial de
Jerusalén: Jerusalén es una ciudad multicultural, y, como estado democrático liberal, Israel
protegerá los derechos de sus residentes minoritarios así como también sus monumentos
religiosos e históricos. Este discurso liberal de tolerancia, articulado por el Partido Laborista de la
ciudad, apuntó tanto en contra de sus oponentes judíos religiosos como de su diseño para una
audiencia internacional.34
Sin embargo, como los guías turísticos y el panel del museo explican claramente, la presencia
de estas otras reliquias y lugares arqueológicos no significan un patrimonio multicultural. No
indican una historia común o compartida. Esta política de multiculturalismo es una de gran
exclusión. Y en un discurso político en donde el pasado y el presente están divididos en
identidades y patrimonios diferenciados, el Estado judío bien puede reclamar la protección de los
derechos (y de los monumentos) religiosos y culturales de las minorías que viven entre ellos, pero
eso es, justamente, lo que son: minorías religiosas y culturales (y, a veces, nacionales) que viven
dentro del Estado judío. Y en una historiografía que identifica todas las otras historias como
momentos de dominios extranjeros, la presencia de estos otros restos no infringen la construcción
de la identidad de la ciudad como centro de hogar nacional judío.
En las visitas, los guías contantemente marcan una diferencia entre "nosotros" los judíos, y
"ellos". (Todas las visitas guiadas en las que he participado, la hebrea y la inglesa, eran narradas
en primera persona del plural: nosotros). Un guía turístico de habla inglesa, dirigiéndose a un
grupo considerable de turistas, en su mayoría americanos (y, supuestamente, según ella, judíos)
manifestaron al entrar a la exposición otomana del Museo Torre de David, "Entonces, estuvimos
bajo dominio otomano". Como sus palabras lo explicaron claramente, esos "otros" restos
representaban periodos de dominios extranjeros, el de los caciques cristianos o musulmanes,
concentrados por todas partes, que establecieron su control político y religioso sobre la ciudad
durante periodos que podrían pasar, y de hecho, pasaron. A lo largo de mi trabajo, se consideraba
repetidamente que la característica extranjera y transitoria de estos otros imperios daba evidencia

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de lo que algunos arqueólogos Israelitas consideraron una falta llamativa de interés de los
palestinos por su pasado arqueológico. Un arqueólogo me dijo en una entrevista: "Ellos
encuentran difícil identificarse con el dominio extranjero otomano". En otras palabras, no tienen
historia autóctona propia, están arraigados y concentrados en este territorio, al que se relacionan.

conclusión

Un arqueólogo palestino me dijo una vez “si vas a Acre o a cualquier otro lugar del país, no
necesitas imaginar la arquitectura árabe. Es una realidad de cada pueblo, de cada área. Si vas a
cualquier museo israelita, te separan de esta atmósfera viviente y te piden que imagines miles de
años atrás y lo relaciones con el hoy… que imagines lo que antes estaba aquí”. Este arqueólogo
ignoró un aspecto crucial de la imaginación judía colonial-nacionalista en Palestina/Israel. Sin
embargo, a través del trabajo de la arqueología, lo imaginario se ha producido casi en su totalidad
mediante lo concreto, los signos de lo “que antes estaba aquí” que no están alojados en los
museos. Más bien, estos “restos” de cultura material de “tiempos pasados” y “orígenes” históricos
habitan en el paisaje contemporáneo. Se han convertido en “hechos” integrados en los mundos
construidos presentes y vivientes.
Una vez que reconozcamos que el trabajo de la arqueología produce objetos tangibles, su
poder potencial como conocimiento y como ciencia se tornará evidente de manera más clara. Al
construir los signos concretos a través de los que se crean y afirman las demandas políticas y
culturales, el trabajo de la arqueología no solo refleja o legitima regímenes de orden específicos.
Más bien, ayuda a producirlos. En esta ocasión, ayudó a crear un nuevo Barrio Judío que
representa el centro simbólico del Jerusalén actual, un espacio nacional judío histórico y
contemporáneo declarado por el estado como propio por derecho.
A fin de explicar dichos procesos de traducción (para ilustrar las prácticas y contextos mediante
los cuales el conocimiento se convierte en poder) no podemos centrarnos solo en el discurso. En
el caso de la arqueología, necesitamos ir más allá de los debates académicos en los que los
arqueólogos participan y de las historias del pasado y del presente que ellos cuentan. Si la ciencia
se basa en la práctica, debemos prestar atención al trabajo de excavar la tierra y de producir
cultura material. Los objetos de la búsqueda académica (ya sean pequeños restos de objetos
hechos por el hombre o grandes estructuras arquitectónicas) son tan importantes como lo son los
textos, interpretaciones y narraciones históricas que crean los arqueólogos. Solo al prestar
atención a la dinámica más amplia de la práctica disciplinaria podemos entender a la historia en su
construcción: qué es la historia, cómo se produce, a qué es inherente y por qué lógica más amplia
de clasificación se relaciona con el presente. En el caso de estas excavaciones en Jerusalén, una
tradición nacionalista de arqueología produjo múltiples patrimonios los que fueron de inmediato (y
de maneras distintas) re inscriptos en una relación de apropiación con lo que se define como
grupos específicos de poblaciones en el presente.
Además, solo al situar las prácticas y productos de la ciencia en contextos institucionales y
políticos más amplios por los que son habilitados y dentro del cuales son realizados, podemos ir
más allá de la cuestión sobre “ciencia como cultura” –como se enmarca a la sociología y
antropología de la ciencia– y considerar de manera más sistemática el rol de la ciencia en
procesos más amplios de producción y transformación cultural. En relación con el trabajo de la
arqueología, necesitamos examinar las distintas maneras en las que la cultura material producida
por los arqueólogos puede transformar ambientes construidos de mundos contemporáneos. De
este modo, podremos ilustrar más profundamente (más que simplemente afirmar) el poder del
conocimiento: su poder para rehacer el pasado y el presente, la cultura y la política, y para
intervenir en las prácticas de la vida cotidiana (de Certeau 1984).

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Como he argumentado en este artículo, el trabajo de la arqueología ha ayudado a producir una


historia y una historicidad innovadoras para la Ciudad Vieja, ahora integrada en el nuevo diseño de
construcción del Barrio Judío. Para las generaciones pasadas, los límites entre los barrios de la
Ciudad Vieja eran mucho más porosos; ninguno era exclusivamente musulmán, cristiano, armenio
o judío. Sin embargo, hoy en día esos límites se han destruido rigurosamente. La historia y la
historicidad (personificadas) creadas por el trabajo de la arqueología sitúan al pedido de la nación
judía en una trayectoria histórica separada de aquella del resto de los habitantes de la ciudad. El
Barrio Judío actual es un espacio –un espacio nacional, cultural y físico– distinto de los demás
barrios de la Ciudad Vieja. Cuando un guía en ocasión de un tour por los cuatro barrios de la
Ciudad Vieja, señaló un edificio que tenía un lado de piedra del Antiguo Jerusalén y el otro lado de
piedra del nuevo Jerusalén, dijo “este es el límite”.

notas

Reconocimientos. La búsqueda para este artículo fue llevada a cabo entre 1991 y 1993 en Jerusalén, con
el apoyo de Fulbright-Hays Dissertation Award del Departamento de Educación y una subvención del consejo
de la Investigación en Ciencias Sociales y la fundación MacArthur en Paz y Seguridad internacional.
Versiones anteriores de este artículo fueron presentadas en el Centro de Kevorkia para los Estudios del
Medio Oriente de la Universidad de Nueva York y en el Departamento de Historia y Sociología de la Cienciay
el Centro de Medio Oriente en la Universidad de Pensilvania. Agradezco a los participantes en cada uno de
esos seminarios por sus comentarios y observaciones. Además, mucha gente leyó y comentó sobre
borradores anteriores de este artículo, algunos más de una vez, y quisiera agradecerles aquí: Talal Asad,
Rob Baird, John Comaroff, Virginia Dominguez, Joe Greene, Samira Haj, Lisa Hajjar, Henrika Kuklick, Susan
Lindee, Tamara Neumann, Joanne Passaro, Miriam Peskowitz, Charles Rosenberg, Carol Smith y Lisa
Wedeen. Finalmente, me gustaría agradecer a tres críticos anónimos de AE (Editores Asociados) por sus
comentarios prácticos, como también a la facultad, equipo y estudiantes del Departamento de la Historia y
Sociología de la Ciencia, en cuyo departamento escribí este artículo mientras estaba en la hermandad Mellon
en Humanidades en la Universidad de Pensilvania.
1. Dada una respuesta que recibí más de una vez al presentar este estudio, me siento obligado a explicar
explícitamente aquí que no estoy contando esta historia porque creo que es una sucesión real de eventos.
Más bien lo trato como un rumor que –independientemente de si es verdad o mentira- captura algo
fundamental sobre los términos en los que el poder de la arqueología es con frecuencia entendido y por los
que la disciplina misma es discutida en las sociedades palestinas e israelitas.
También me gustaría agregar que al presentar esta historia me siento bastante incómodo. El asesinato de
Albert Glock no es reducible a una “viñeta etnográfica”. Como mínimo, quiero reconocer eso de manera
explícita. Cuento la historia porque captura acertadamente un discurso particular que quiero discutir y criticar
aquí. El asesinato nunca fue resuelto y nunca nadie fue arrestado por el crimen.
2. Arqueólogos israelitas y otros académicos y periodistas participan bastante seguido del argumento
sobre qué arqueología es verdaderamente nacionalista y por lo tanto, anticientífica. En muchas de mis
entrevistas me dijeron que la arqueología israelita bien podría ser “nacionalista” en sus primeros años, pero
que ahora “maduró” en una “ciencia real”. La arqueología palestina, por el contrario, estaba en la misma
etapa de “inmadurez” en la que había estado la arqueología israelita varias décadas atrás (véase, ej., Shavit
1994).
Al contar estas historias no intento suponer una simetría entre los dos proyectos nacionalistas o entre los
dos campos académicos. El nacionalismo judío fue, y todavía es, un proyecto colonial contra el cual los
nacionalistas palestinos han luchado por mucho tiempo. Además, no hay un campo en la arqueología
palestina paralelo al equivalente israelita en términos de apoyo, financiación o personal institucional, o como
campo de conocimiento.
3. Las diferencias entre gran parte de este trabajo y el mío son quizás el resultado de nuestros diferentes
puntos de partida. La mayoría de los textos críticos de la arqueología fueron llevados a cabo por arqueólogos
practicantes que luchaban contra la política de su propia disciplina (y sus usos potenciales) y las
consecuencias de su propio trabajo (ej. Dietler 1994; Hall 1984; Kohl y Fawcett 1995; Trigger 1989). Otros
que han escrito sobre arqueología son historiadores o sociólogos de la ciencia (Kuklick1991; Marchand
1996). A pesar de que tienen perspectivas diferentes, todos estos autores se centran en la disciplina y sus
contextos históricos e institucionales. Por el contrario, llegué al estudio de la arqueología por un interés en
temas de colonialismo, la identidad nacional judía moderna y la construcción del estado nación israelita. Así,

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al prestar especial atención a los trabajos de la ciencia, enfoco el trabajo de la arqueología (israelita) como un
ángulo por el cual estudiar los procesos de producción cultural y transformación espacial implicados en la
realización y creación de los proyecto(s) e imaginación(es) coloniales y nacionalistas.
Aunque Michael Shanks y Christopher Tilly también se centran en la disciplina misma, ofrecen una
intervención en un punto diferente en sus debates. Al argumentar que la arqueología es una práctica social
que ocurre en el presente, definen esa práctica como una que “construye textos sobre el pasado” (Shanks y
Tilly 1987:20): "Los arqueólogos observan las huellas del pasado, luego las registran y escriben sobre ellas.
Los arqueólogos producen textos.”(1987:16, énfasis agregado). Como he argumentado en este artículo, los
arqueólogos no solo producen textos (lo que Shanks y Tilly llaman “objetos propios” de la arqueología
[1987:18]); también producen otro tipo de “objetos”, objetos de material cultural que son esenciales para
entender la naturaleza y el poder de la arqueología como una práctica social ubicada e interesada en el
presente.
4. En su reciente libro Colonialism's Culture (La cultura del colonialismo), Nicholas Thomas debate lo que
distingue el discurso colonial moderno de los discursos europeos anteriores sobre viajes, conquistas y
descubrimientos. Argumenta que hay una “lógica de representación” donde la “peculiaridad” de “identidades,
naciones, razas, sociedades, culturas… es naturalizada; es equivalente a la diferencia de especies"
(1994:96). Yo argumento por un entendimiento similar de las diferentes maneras en las que la arqueología de
Israel puede ser considerada nacionalista: hay una lógica de clasificación que no es simplemente afín a la
búsqueda de un pasado nacional judío.
5. Este enfoque en el discurso va más allá de los estudios de la arqueología y caracteriza al menos un
campo de estudios antropológicos y culturales de la ciencia. El eje principal en el trabajo de la práctica
experimental centra su atención en “temas de epistemología” y “construcción social”, mientras que estos
investigadores buscaron ilustrar la contingencia del conocimiento en cualquier momento de la historia al
demostrar los procesos por los que se construyen y acuerdan los hechos científicos (Kohler 1994; véase
también Golanski 1990). Hablando en general, los estudios de la ciencia que tratan a la ciencia (o laboratorios
específicos o comunidades científicas) como una cultura, se basan en la práctica en sus análisis, dando
cuenta de los trabajos de la ciencia, y las comunidades y redes de científicos por los que las verdades,
carreras, métodos, instrumentos científicos y demás, son realizadas y autorizadas. (Para una breve reseña de
los logros en estudios científicos en las últimas décadas, véase Golanski 1990; Shapin 1982; Traweek 1996.
Para ver ejemplos de informes etnográficos sobre la producción del conocimiento, véase Knorr-Cetina 1981 y
Latour y Woolgar 1979; o, para un enfoque histórico, véase Galison 1987. Para una etnografía de científicos
más actual, véase Traweek 1988). En cambio, cuando los estudios se centran en la relación más amplia entre
la “ciencia” y la “cultura” y el rol que cumple cada una al crear la otra, se pierde el enfoque sostenido y la
consideración de innumerables prácticas científicas por las que el saber y sus objetos son creados (véase,
ej., Haraway 1989; Martin 1991, 1993; Rabinow 1996). Aunque dichas investigaciones son altamente
sugerentes en las maneras en que el trabajo de la ciencia puede producir nuevas posibilidades para la
política y la identidad, no presentan generalmente argumentos sostenidos y convincentes que demuestren
cómo dichas transformaciones son realizadas y efectuadas. (Para ver ejemplos de intentos interesantes para
abordar cuestiones sobre el poder de la ciencia para rehacer la sociedad y la política, véase Hacking 1990;
Latour 1988; Shapin and Schaffer 1985). Quiero sugerir que crear una nueva visión sobre el poder
transformador de la ciencia puede exigir volver a pensar en el énfasis del discurso que caracteriza a muchos
de los trabajos actuales de estudios científicos. Necesitamos analizar los contextos y procesos por los que los
trabajos y productos de cultura material de la ciencia (que incluyen pero no están limitados a textos o
películas) se incorporan a y recrean las prácticas de la vida diaria. Los estudios de la tecnología (estudios de
casos- o de manera más amplia, estudios de la ciencia- que incorporan consideraciones tecnológicas) se
parecen más a mi proyecto aquí. Al tratar la tecnología como “cultura material”, dichos estudios examinan
cómo “nuevas tecnologías crean decisiones y experiencias de las que no había antecedentes registrados”
(véase Traweek 1993:16; para una colección de artículos sugestivos acerca de las nuevas tecnologías
reproductivas, véase Estudios Feministas 23 (2) 1997).
6. Trabajos recientes basados en colonialismo que se centran en el "discurso colonial" y entienden al
hallazgo colonial como, al menos en parte, "un proyecto cultural de control" (Dirks 1992a:3) pueden tener algo
que ganar del énfasis en la sociología (y más en la antropología) de la ciencia en la naturaleza de la práctica
científica. Estos trabajos analizan el conocimiento colonial que "permitió la conquista colonial y se fue
generando por esta" basándose en el trabajo de Edward Said (1979) y su enfoque en orientalismo como
objeto discursivo. (Dirks 1992a:3, véase también Dirks 1992b; Stoler y Cooper 1989). El hecho de que el
"conocimiento colonial" fue esencial y constitutivo para el poder colonial es el punto de partida de la mayor
parte de este trabajo, pero no se le brinda demasiada atención a cómo en realidad el "conocimiento" reordena
el mundo. Enfatizar las imágenes y sistemas de clasificación social esenciales para la investigación o el

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discurso popular en vez de incorporar prácticas no discursivas como un componente central de análisis no es
generalmente una vía eficaz de demostrar las maneras en que formas particulares de conocimiento
estructuran la naturaleza de la regla. (Por ejemplo, Thomas [1994] afirma de manera explícita que el discurso
colonial no es meramente una cuestión de imágenes, pero cuando procede con el contenido de su análisis,
recae precisamente en esta conceptualización.) El énfasis en la práctica científica característico de la mayoría
de los estudios científicos plantea preguntas importantes sobre los diferentes tipos de actos u objetos que
necesitaríamos incorporar a nuestro análisis de la relación entre colonialismo y conocimiento para demostrar
y argumentar más cabalmente a favor del poder del conocimiento.
7. Aunque tomo el concepto de "traducción" de Bruno Latour, lo utilizo de una manera mucho más
restringida que él. Lo que intento capturar al utilizar este concepto es primero que la ciencia crea nuevos
campos de y para la política. Para Latour, la ciencia crea nuevas fuentes de poder (véase Latour 1988). En
segundo lugar, quiero remarcar las formas en que el trabajo de la ciencia (en la medida en que se sitúa
dentro de una amplia cadena de actores, instituciones y prácticas) produce "giros" [Latour 1988:6] a través de
los cuales el resultado nunca coincide con las intenciones iniciales. Es precisamente por el hecho de que
estos giros son inevitables en la producción de procesos científicos (y sociales) que se crean "fuentes de
poder" innovadoras (y por consiguiente, nuevos campos de cultura, política, resistencia y práctica científica).
Lo que no tomo al utilizar este término es su noción de "agentes" que se dedican a traducir los "intereses" de
los demás, un entendimiento de la dinámica de (re)producciones científicas y sociales que depende de una
concepción de individuos impulsados por sus intereses personales, elaborando estrategias para notar su
poder al traducir y emplear los intereses de los demás.
8. Para un debate de arqueología como práctica cultural clave en el período pre estatal y los primeros
años del estado, véase Elon 1994; Geva 1992; Kempinski n.d.; Shavit 1987. De forma más amplia, para el
estudio más extenso y minucioso de la realización de la tradición nacional israelita hasta hoy y la consiguiente
importancia de la arqueología, véase Zerubavel 1995. Para un breve pero interesante análisis de la dinámica
de la práctica disciplinaria en las primeras décadas del estado y su legado en la actualidad (incluyendo una
discusión de los períodos históricos y las cuestiones que fueron de interés arqueológico, técnicas de
excavación y métodos de registro) véase Geva 1992.
9. NahmanAvigad, junto con uno de sus asistentes, ayudó a diseñar el museo y desarrollar la película de
la que proviene esta cita.
10. Los términos nación judía e Israel moderno, más que una referencia al estado israelita moderno,
indican que la "nación de Israel" a la que pertenece esta herencia no es coincidente con los límites del estado
o ciudadanía. Por lo tanto pertenecen a la diáspora judía y a los judíos de Israel, pero no a los ciudadanos
palestinos de Israel.
11. Como los guías turísticos reiteran de modo sistemático, esta área nunca había sido excavada porque
había sido constante (y densamente) poblada por muchos siglos. Irónicamente, la destrucción del barrio en
1948 se considera un regalo para los arqueólogos: su destrucción y recuperación durante la guerra de 1967
aportan una "oportunidad sin precedentes" para revelar el pasado arqueológico de Jerusalén, como dijo un
guía turístico. (Como discutiré más adelante en este artículo, el Barrio Judío de hoy es mucho más grande
que su anterior equivalente de 1948). Es por esto que la narrativa de destrucción en la que Israel captura un
barrio vacío y en ruinas que puede excavarse antes de ser reconstruido elimina la destrucción más reciente,
la demolición de los barrios palestinos y la expulsión de sus habitantes que siguieron a la captura israelita de
la Ciudad Vieja en junio de 1967, lo que en efecto posibilitó dicho trabajo.
12. Aunque no existe un método arqueológico preciso para datar las cenizas al año exacto de su
creación, las películas y las placas explicativas en la Casa Quemada y el Barrio Herodiano (un segundo
museo del Barrio Judío que se centra en los tiempos de la Antigua Roma) nos dicen que las cenizas
encontradas en cada lugar pueden datarse incluyendo “el día”(basándose en la evidencia arqueológica): el
octavo de Elul en los años 70 d.C., el día en que los soldados romanos quemaron la Ciudad Alta. La
evidencia mencionada es numismática (aunque no se aclara en las placas explicativas ni en la película). Por
ejemplo, al encontrar monedas pertenecientes a la Primera Rebelión (67-69 d.C.) en la Casa Quemada, los
arqueólogos concluyeron "Entonces, la casa se destruyó durante la destrucción de Jerusalén a manos de los
romanos en los años 70 d.C." (Avigad 1975:46) Pero la conclusión de que estas cenizas evidencian un único
e identificable evento histórico (más precisamente, el ataque de los romanos a la Ciudad Alta) es cuestión de
conjetura: depende de qué sabemos por fuentes escritas que describen y datan tal evento, lo que los
arqueólogos utilizan para suponer la "causa" de la evidencia arqueológica del incendio.
13. Debido a la intensa presión política para construir y poblar el nuevo Barrio Judío, los arqueólogos
excavaron casi todo el año para finalizar su trabajo lo antes posible.
14. Durante este período, los barrios ricos y reales de la ciudad se situaron en la Ciudad de David. Se
supone que en la Ciudad Alta vivían las personas de clase baja.

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15. Existen algunas excepciones (cf. Horwitz y Tchrnov 1989; Lipschitz 1989; Magen 1994). Ninguno de
estos autores enseña en departamentos de arqueología.
16. Existe evidencia escrita de que la Ciudad Alta bien pudo haber sido incendiada más de una vez en
este período, a causa de conflictos sectoriales o entre clases dentro de la sociedad judía (véase Goodman
1987). Esta posibilidad histórica fue reconocida por Avigad en conexión con la evidencia de incendio en un
tercer lugar, que no se nombra ni preserva, como la Casa Quemada y el Barrio Herodiano. Escribe,

"El período de la dinastía herodiana (37 a. C. - 70 d. C.) estaba representado [en estos yacimientos] por
tres niveles en la mayoría de las zonas excavadas… El edificio se destruyó antes de los años 70 d. C. tal
vez a manos de los zelotas, que son conocidos por haber causado grandes daños en Jerusalén antes de
su destrucción por los romanos. [Avigad 1970b:136].

Este argumento acerca de un conflicto entre clases en la sociedad herodiana no fue adoptado por la
comunidad arqueológica de Israel, ni por el distrito de Jerusalén (comunidades dominadas por la elite del
Partido Laborista de Israel) en su interpretación y representación de los restos arqueológicos de la ciudad
herodiana. En cambio, en los últimos años este discurso de las divisiones en la sociedad judía herodiana ha
sido adoptado por los nacionalistas religiosos radicales de Israel (de la "derecha") en oposición al Sionismo
Laborista. En su discurso político, quien derribó la antigua sociedad herodiana no fue la fuerza armada
romana sino la propia división interna existente. De esa interpretación histórica trazan un paralelismo con lo
que identifican como el peligro de la política divisiva del (anterior) gobierno dominado por laboristas de
izquierda y el movimiento por la paz de Israel. Sin embargo, su entendimiento de la causa de dicha división
difiere significativamente del análisis de la clase marxista: la corrupción por parte de la elite herodiana de
Jerusalén, en parte representada por su riqueza, significó un alejamiento de los valores reales del judaísmo.
17. En general, las excavadoras se utilizan con bastante frecuencia en los yacimientos arqueológicos de
Israel/Palestina, incluyendo las excavaciones de Avigad y Mazar (véase, p. ej., Ben-Dov 1982). Mientras que
muchos arqueólogos están en contra de esta práctica, no es el caso de todos los arqueólogos bíblicos. De
hecho, muchos de ellos instruidos en América, como también un investigador formado en Francia que
entrevisté, están de acuerdo en que muchas veces las excavadoras son necesarias en algunos yacimientos.
Sin embargo, hacen hincapié en que antes de adoptar una excavadora, la zona por demoler debe ser
estudiada de manera adecuada para determinar si todavía está estratificada y por lo tanto si es un yacimiento
arqueológico conveniente o si hay "restos" no estratificados que pueden ser removidos. La crítica de estos
arqueólogos en lo que respecta al uso de excavadoras en las excavaciones de Jerusalén se basó en la
opinión de que estos equipos destruyen yacimientos que pueden contener información provechosa. No se
realizó el trabajo previo suficiente para saber si dichos yacimientos contenían "escombros" (una interpretación
que está respaldada por mi lectura de los informes preliminares). Tampoco existió una evaluación minuciosa
del área tomada en Jezreel antes de decidir utilizar excavadoras en busca de la fosa de la Edad de Hierro. De
hecho, un arqueólogo británico con quién hablé estaba particularmente enojado porque fue precisamente la
toma de esta decisión lo que implicó la destrucción del área de estratos bizantinos en la que él estaba muy
interesado.
Las connotaciones simbólicas de las excavadoras en Israel/Palestina van más allá de su utilización en los
yacimientos arqueológicos. Las excavadoras han sido utilizadas para castigar a los palestinos sospechados
de "terrorismo" (destruyendo sus casas) y también para hacer realidad el proyecto nacional-colonial de
expropiar las tierras y recrearlas como judías. Por ejemplo, aproximadamente 400 aldeas palestinas fueron
destruidas como consecuencia de la guerra de 1948, y la mayoría mediante la utilización de excavadoras. En
estas tierras luego se establecieron asentamientos judíos. Así mismo, en el período siguiente a 1967 las
excavadoras fueron utilizadas para despejar tierras (expropiadas) para la construcción de carreteras y
asentamientos judíos. Para un debate de la destrucción de aldeas palestinas luego de la guerra de 1948,
véase Khalidi 1992; Morris 1987. Para la ejemplificación de la utilización de excavadoras como herramientas
de limpieza de tierras para proyectos de asentamientos judíos, véase el debate de los primeros períodos de
construcción del nuevo asentamiento judío en el camino a Belén en el New York Times (1997).
18. Esta decisión de utilizar excavadoras precipitó una discusión entre los arqueólogos británicos y los
arqueólogos israelitas que estaban excavando en el lugar. A excepción de uno, los británicos objetaron
enérgicamente. La excepción fue el director del equipo del Colegio Británico, quien había sido criado en
Israel, había estudiado arqueología allí, y en ese momento era estudiante de doctorado en el Departamento
de Arqueología de la Universidad de Tel-Aviv, y un estudiante de arqueología de Israel al mando de la
excavación.
19. Sin embargo, no quiero otorgarle demasiada importancia a este punto. Jerusalén ha sido
constantemente ocupada por varios milenios, y las actividades de construcción de períodos posteriores han

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destruido en gran parte los restos de las ciudades más antiguas sobre los que fueron creados. Por lo tanto,
contrario a los yacimientos que permanecen intactos, se puede preservar mucha menos evidencia,
particularmente cuando nos referimos a "hallazgos más pequeños" que pueden resultar esenciales para
reconstruir la vida cotidiana de otros tiempos. La recolección de dicha evidencia, no obstante, también
requeriría de diferentes técnicas de excavación que aquellas utilizadas normalmente. No sólo mediante el uso
de excavadoras se remueve la tierra bastante rápido en los yacimientos arqueológicos de Israel y Palestina.
Durante estas excavaciones de Jezreel, surgió otro argumento en cuanto a las técnicas de excavación de
manera más amplia. Los excavadores israelitas tienden a utilizar grandes palas, picos y palas mecánicas
para moverse por la tierra. Por el contrario, los arqueólogos instruidos en Gran Bretaña optaron por utilizar en
Jezreel herramientas mucho más pequeñas y que implican más tiempo en sus técnicas de excavación
incluyendo, por ejemplo, tamizar la tierra para buscar restos muy pequeños (ej. artefactos, animales y
semillas). Este último tipo de hallazgos permitió la reconstrucción de la vida cotidiana en el pasado (por
ejemplo, hábitos dietarios, presencia o ausencia de cierto tipo de animales en lugares públicos y privados,
etc.)
20. Los restos del Periodo Otomano presentan un problema particular. Siguiendo a su precursor Mandato
Británico, The Antiquity Law of Israel (La Ley de Antigüedades de Israel) solo protege a los objetos que datan
desde antes de 1700.
21. El hecho de que eran, en su mayoría, excavadoras del distrito no cambia mi argumento de que los
excavadores estaban poco preocupados por estos restos recientes. Al declarar a la Ciudad Vieja como un
yacimiento de antigüedades, la ley le otorga poder a los arqueólogos para frenar dichas excavadoras (y
también, a aquellas pertenecientes a contratistas privados) si consideran que los restos arqueológicos
importantes podrían ser destruidos.
22. Ni tampoco significa necesariamente que los primeros restos no fueron también demolidos.
23. Esta discusión sobre el Complejo de Palacios del Periodo Omeya forma parte de una crítica más
amplia, que sostiene que el campo de la arqueología de Israel en general (y el de las excavaciones de la
Ciudad Vieja en particular) borra sistemáticamente evidencia de "otros" pasados (no-judíos) en la historia del
país. En referencia a estas excavaciones específicas, esta crítica se basa, en parte, en el hecho de que el
equipo de excavación utilizó excavadoras y de que, además, desmantelaron y removieron varios hallazgos y
edificios pertenecientes a períodos islámicos distintos. También se basa en una lectura sobre los
antecedentes arqueológicos e informes de excavaciones. Para excavaciones tan amplias y exhaustivas
apenas se mencionan restos que tuvieron lugar luego de la Antigua Roma y, más específicamente, restos
pertenecientes al gobierno islámico de la ciudad. Dada la extensa historia islámica de la ciudad, es razonable
asumir que muchos de los restos fueron destruidos, ignorados, o simplemente no fueron producidos, según
las prácticas de excavaciones existentes. Además, debido a una falta de elaboración adecuada de registros,
incluso aquellos restos arqueológicos (como restos más pequeños desenterrados junto con el Complejo de
Palacios del Periodo Omeya) que fueron salvados y conservados, se vuelven un problema como recursos de
información histórica. Para los arqueólogos, la falta de un registro adecuado en la estratigrafía y yacimientos
en los cuales los restos fueron encontrados hace que estos objetos sean difíciles de estudiar e interpretar.
Esta crítica es válida. Sin embargo, resulta importante contextualizarla al entender el amplio conjunto de
prácticas de registro que caracterizan a estas excavaciones de Jerusalén y que son, generalmente, bastante
típicas del campo de la arqueología de Israel. Existen, simplemente, muy pocos informes preliminares para
las excavaciones que persistieron todo el año por más de una década. Y aquellos que sí existen son breves,
y sus datos son escasos. Mucho de lo que se desentierra en yacimientos de las excavaciones por todo el
país no se registra del todo, y gran parte se descarta incluso antes de llegar al laboratorio o al depósito, otra
disputa metodológica entre los equipos israelitas y británicos en las excavaciones de Jezreel. En otras
palabras, a pesar de que son claramente muchos más extensos que aquellos pertenecientes a periodos
posteriores, hasta los registros de la Edad de Hierro durante los restos de la Antigua Roma son bastante
escasos. Los buenos registros existen primeramente gracias a aquellos hallazgos que fueron considerados
significativos a priori (generalmente son vistos en base a una historia a priori que se consideran clarifican o
prueban. Hasta el momento, no se ha producido un informe final para ninguna de las excavaciones. Si bien
se dice que un arqueólogo del equipo de Avigad está trabajando en un informe final para esa excavación,
existen dudas generalizadas sobre si dicho informe será algún día presentado para la excavación de Mazar.
Por debates y críticas sobre las técnicas de registro utilizadas por los equipos de arqueología de Israel así
como su metodología de no publicar exhaustivos informes preliminares y finales, y el impacto de aquellas
prácticas en la información académica de manera más general, véase Geva 1992.
24. Los rumores sobre la "conservación" de los Palacios del Periodo Omeya relatan sus propias historias
de política, tanto teóricas como de "la vida real". Existen varias acusaciones entre los arqueólogos del equipo
de Israel sobre quién de ellos quería demolerlos y quién fue responsable de su conservación: ¿Quien fue más

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Traducción para uso interno de cátedra: Yanina Homs, Camila Malespina, Florencia Speranza, 2016
"liberal" y más "profesional"? ¿Meir Ben-Dov o Benjamin Mazar? Además, según Ben-Dov, los empleados de
Haram y de Awqai se volvieron más y más tolerantes sobre las excavaciones mientras contemplaban al
equipo israelita en el trabajo de las estructuras de Omeya. Según su punto de vista, se demostró un
incremento en la aceptación y en el respeto por el equipo israelita por el hecho de que los "representantes
musulmanes" empezaron a visitar el lugar con más frecuencia y a discutir el progreso de las excavaciones
junto con él. Sin embargo, según uno de esos representantes musulmanes que entrevisté, no fue un
creciente sentimiento de confianza lo que provocó este cambio de actitud, sino más bien una adaptación
paulatina a la realidad de vivir bajo la ocupación israelita y las posibilidades de resistirse a su dominio. "Nos
guste o no", dijo, "nos dimos cuenta de que no íbamos a conseguir nada con ese tipo de enfrentamiento. No
podíamos usar la fuerza. Así que empezamos a tratarlos de manera diferente, a ser amables con ellos y a
usar los problemas que había entre los diferentes arqueólogos para conseguir lo que necesitábamos.
Entonces Ben-Dov se acercaba, y nosotros éramos amables con él. Luego, enfrentábamos a un enemigo
suyo y lo provocábamos".
25. Quiero recalcar que me refiero al tratamiento durante el trabajo de las excavaciones y la presentación
de informes. En posteriores tratamientos académicos de estos hallazgos, la cronología y la clasificación
nacional y religiosa de los objetos y de los yacimientos se presentan como el criterio de mayor importancia.
Existen escasos debates académicos en periódicos de arqueología de Israel (The Israel Exploration Journal,
por ejemplo) sobre periodos posteriores a Jerusalén en la Antigua Roma. La mayoría de los artículos
periodísticos del IEJ se ocupan de la ciudad en la Edad de Hierro hasta el año 70 d.C. Entre los años 1967 y
1990 se publicaron cinco artículos que hablaban sobre Jerusalén en los diferentes períodos islámicos, y solo
dos de ellos se basaron o investigaron datos arqueológicos generados por las excavaciones de la Ciudad
Vieja. Los períodos cristianos de Jerusalén han recibido el mismo tratamiento: de cinco artículos publicados
solo dos usaron evidencia arqueológica de las excavaciones de la Ciudad Vieja. Por el contrario, había 28
artículos sobre la historia de Jerusalén desde la Edad de Hierro a través de los inicios del periodo romano, de
los cuales 14 consideraron los restos arqueológicos provenientes de estas excavaciones.
26. No existe diferencia semántica en hebreo entre Israelí e Israelita cuando se utilizan como adjetivos.
Ambos son Yisraeli/t.
27. Utilizo de la palabra residentes porque ese es el estatus legal vigente de los palestinos de Jerusalén
Este.
28. El Comité de Jerusalén fue una conferencia internacional que se reunió en tres oportunidades a
finales de la década 1960 y comienzos de la de 1970 para discutir el futuro de la ciudad. Al reunir un grupo
internacional de arquitectos y urbanistas (y algunos arqueólogos israelitas), los organizadores mantuvieron
estos encuentros como parte de la construcción de un consenso internacional sobre los derechos de Israel
por controlar la ciudad "unificada", y así el Estado judío se convertía en el protector de los lugares religiosos
cristianos y musulmanes. A lo largo de las actas de estos encuentros, se traza constantemente una distinción
entre los derechos nacionales judíos para la ciudad y otros reclamos no nacionales, culturales o religiosos
para yacimientos y monumentos específicos.
29. La Ciudadela no está ubicada en el lugar que se nombró como el Barrio Judío. Está ubicada a lo largo
de la muralla de la ciudad, contigua a La Puerta de Jaffa.
30. Utilizo los nombres de los museos para clasificar las diferentes eras de la historia de la ciudad.
31. Según la curadora, la exhibición finaliza en el año 1948 porque existe otro museo en la ciudad (The
Tourjeman Post) que relata la historia de la ciudad dividida (1948-67). Sin embargo, la historia de Jerusalén
entre 1948 y 1967 no está totalmente descartada de la exhibición como de los relatos de los guías turísticos
en el Museo Torre de David. Los guías turísticos siempre discuten sobre los períodos de la división de la
ciudad, invitando a los participantes a mirar a través de los orificios de la fortificación, a través de los que los
soldados jordanos, según nos cuentan, dispararían. Esta historia de inseguridad nunca debe repetirse en el
Estado de Israel, declaran los guías. Además, si se supone que la exhibición cuenta la historia de Jerusalén
solo hasta 1948, el video-montaje final es anacrónico, ya que la bandera de Israel no flameaba sobre la Vieja
Ciudad de Jerusalén. Finalmente, existen dos fotografías de la ciudad dividida, ubicadas afuera de la
denominación de la exhibición, a la salida de la sala final, acompañadas por un letrero que dice: "Jerusalén
es parte inseparable del Estado de Israel y de su capital eterna" y "Jerusalén estuvo dividida durante 19 años.
La Ciudad Este fue anexada al Imperio Jordano y Jerusalén Oeste se convirtió en la capital de Israel".
32. El Cardo de los Cruzados también forma una de las principales calles del Barrio Musulmán actual.
Solo se restauró la zona del Barrio Judío.
33. Existen también "yacimientos judíos" muchos más recientes que los restos del Periodo Herodiano
como la Sinagoga Hurva (conservada como monumento hasta su destrucción) y cuatro Sinagogas Sephardi
restauradas parcialmente (todas ellas usadas hasta la guerra de 1948). Para ser breve, no abordaré este
tema aquí.

186 american ethnologist


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34. Véase las actas de los encuentros de del Consejo de la Ciudad de Jerusalén durante el verano de
1967, en particular la sesión especial sobre Jerusalén (Consejo de la Ciudad de Jerusalén 1967 d.C). Este
discurso político sobre el municipio de Jerusalén como protector de una ciudad multicultural y multireligiosa
no está dirigido solo a una audiencia internacional. Está claro en estas actas que las políticas liberales de
multiculturalismo están dirigidas principalmente a los fieles oponentes israelitas-judíos de Kollek's y del
Partido Laborista: representantes de los partidos religiosos en Consejo de la Ciudad de Jerusalén que
insistían en convertir a esta ciudad en una ciudad verdaderamente "judía", sujeta a los mandatos de las leyes
religiosas. La defensa de los derechos culturales y religiosos de las "minorías" (árabes, o cristianos y
musulmanes) se volvieron una forma de proteger a los judíos seculares de tener que vivir de acuerdo a las
normas religiosas.

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Entregado el 25 de marzo de 1996


Aprobado el 4 de diciembre de 1996

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El descubrimiento de verdades: Nacionalismo, la práctica de la arqueología, y la
nueva versión del pasado y del presente en Jerusalén contemporáneo
Nadia Abu El-Haj
American Ethnologist, Vol. 25, No. 2. (Mayo, 1998), pp. 166-188.
Dirección URL:
http://links.jstor.org/sici?sici=0094-0496%28199805%2925%3A2%3C166%3ATTNTPO%3E2.0.CO%3B2-F

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Notas

3"Nuestros antepasados de Galicia": Arqueología, nacionalismo étnico, y la


manipulación de la identidad celta en la Europa moderna
Michael Dietler
American Anthropologist, Nuevas series, Vol. 96, No. 3. (Sep., 1994), pp. 584-605.
Dirección URL:
http://links.jstor.org/sici?sici=0002-7294%28199409%292%3A96%3A3%3C584%3A%22ATGAE%3E2.0.CO%3B2-V

3The Burden of Tribalism: El contexto social de los estudios de Sudáfrica durante la


Era de Hierro
Martin Hall
American Antiquity, Vol. 49, No. 3. (Jul., 1984), pp. 455-467.
Dirección URL:
http://links.jstor.org/sici?sici=0002-7316%28198407%2949%3A3%3C455%3ATBOTTS%3E2.0.CO%3B2-V

5Unidad, díadas, triadas, tétradas, y complejidad: Coreografías culturales de la


ciencia
Sharon Traweek
Social Text, No. 46/47, Las guerras de la ciencia. (Primavera-verano, 1996), pp. 129-139.
Dirección URL:
http://links.jstor.org/sici?sici=01642472%28199621%2F22%290%3A46%2F47%3C129%3AUDTQAC%3E2.0.CO%3B
2-2

NOTA: los números de referencia del original se mantienen en esta lista de citas.

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5El óvulo y el espermatozoide: Cómo la ciencia ha construido un romance basado en


los roles femenino y masculino según los estereotipos
Emily Martin
Signs, Vol. 16, No. 3. (Primavera, 1991), pp. 485-501.
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6Hacer al Imperio respetable: La política de la moral sexual y racial de las culturas


coloniales en el siglo 20
Ann L. Stoler
American Ethnologist, Vol. 16, No. 4. (Nov., 1989), pp. 634-660.
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Referencias citadas

"Nuestros antepasados de Galicia": Arqueología, nacionalismo étnico, y la


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Asentamientos israelitas en la Ciudad Vieja de Jerusalén


Michael Dumper
Journal of Palestine Studies, Vol. 21, No. 4. (Verano, 1992), pp. 32-53.
Dirección URL:
http://links.jstor.org/sici?sici=0377-919X%28199222%2921%3A4%3C32%3AISITOC%3E2.0.CO%3B2-D

The Burden of Tribalism: El contexto social de los estudios de Sudáfrica durante la


Era de Hierro
Martin Hall
American Antiquity, Vol. 49, No. 3. (Jul., 1984), pp. 455-467.
Dirección URL:
http://links.jstor.org/sici?sici=0002-7316%28198407%2949%3A3%3C455%3ATBOTTS%3E2.0.CO%3B2-V

NOTA: los números de referencia del original se mantienen en esta lista de citas.

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http://www.jstor.org

ENLACES CITADOS
- Página 3 de 3 –

El óvulo y el espermatozoide: Cómo la ciencia ha construido un romance basado en


los roles femenino y masculino según los estereotipos
Emily Martin
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Hacer al Imperio respetable: La política de la moral sexual y racial de las culturas


coloniales en el siglo 20
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American Ethnologist, Vol. 16, No. 4. (Nov., 1989), pp. 634-660.
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Unidad, díadas, triadas, tétradas, y complejidad: Coreografías culturales de la ciencia


Sharon Traweek
Social Text, No. 46/47, Las guerras de la ciencia. (Primavera-verano, 1996), pp. 129-139.
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2-2

NOTA: los números de referencia del original se mantienen en esta lista de citas.

193 el descubrimiento de verdades

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