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Introducción
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El enfoque adoptado para el estudio de la Educación será aquel que aborde las
relaciones entre Estado, sociedad y educación y la diversidad de intereses,
valores, recursos y estrategias que distintos actores sociales y políticos movilizan
en torno a la misma. Para lo cual, es imprescindible adoptar un punto de vista
crítico, cuya mirada de la educación y de la institución educativa está vinculada
con su carácter político, social e histórico. Dentro de este enfoque, la educación ha
sido pensada como una herramienta de reproducción de intereses hegemónicos,
principalmente en aquellos marcos teóricos que se han desarrollado en la década
del 60 y 70 y cuyos exponentes más importantes han sido Althusser, Bourdieu y
Passeron. No obstante, también puede ser una herramienta de transformación, lo
que significa que el aprendizaje democratiza los procesos de apropiación y
producción de saberes. Esto supone que los saberes sean para todos, pero
también, que quien desea conocer no deben despojarse de sus conocimientos
previos. El sujeto que aprende es un sujeto que produce sentidos Por esto mismo
la educación, no puede definirse “a priori” porque es una tarea que se realiza en
contextos sociales e históricos, que tiende a satisfacer las demandas del poder
político, pero no puede desconocer, además, la interacción cara a cara que se da
entre los sujetos implicados en el escenario concretos. Un estudio sociopolítico del
hecho educativo debe proponer un análisis de aspectos “macros” y “micros”
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CONTENIDOS:
Bloque III:
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Bloque I Conocimiento y socialización
Educación y socialización
Para cubrir tales deficiencias surgen desde muy pronto y a lo largo de la historia
diferentes formas de especialización en el proceso de educación o socialización
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secundaria (tutor, preceptor, academia, escuela catedralicia, escuela laica...), que
han conducido a los sistemas de escolarización obligatoria para todas las capas
de la población en las sociedades industriales contemporáneas. En estas
sociedades la preparación de las nuevas generaciones para su participación en el
mundo del trabajo y en la vida pública requiere la intervención de instancias
específicas como la escuela, cuya peculiar función es atender y canalizar el
proceso de socialización.
Por otra parte, la escuela no es la única instancia social que cumple con esta
función reproductora; la familia, los grupos sociales, los medios de comunicación
son instancias primarias de convivencia e intercambio que ejercen de modo
directo el influjo reproductor de la comunidad social. No obstante, aunque cumple
esta función de forma delegada, la escuela se especializa precisamente en el
ejercicio exclusivo y cada vez más complejo y sutil de dicha función. La escuela,
por sus contenidos, por sus formas y por sus sistemas de organización va
induciendo paulatina pero progresivamente en las alumnas y alumnos las ideas,
conocimientos, representaciones, disposiciones y modos de conducta que
requiere la sociedad adulta. De este modo, contribuye decisivamente a la
interiorización de las ideas, valores y normas de la comunidad, de manera que,
mediante este proceso de socialización prolongado, la sociedad industrial pueda
sustituir los mecanismos de control externo de la conducta por disposiciones más
o menos asumidas de autocontrol.
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de los individuos o grupos que componen el complejo y conflictivo tejido social. El
delicado equilibrio de la convivencia en las sociedades que conocemos a lo largo
de la historia requiere tanto la conservación como el cambio, y lo mismo ocurre
con el frágil equilibrio de la estructura social de la escuela como complejo grupo
humano, así como con las relaciones entre ésta y las demás instancias primarias
de la sociedad.
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incorporación no conflictiva en el mundo del trabajo, especialmente en sociedades
postindustriales, donde emergen diferentes puestos de trabajo autónomos o
asalariados y donde el desarrollo económico requiere cambios acelerados en las
características del mercado de trabajo.
En cualquier caso, cabe ya indicar que la preparación para el mundo del trabajo
requiere el desarrollo en las nuevas generaciones no sólo, ni principalmente de
conocimientos, ideas, destrezas y capacidades formales, sino la formación de
disposiciones, actitudes, intereses y pautas de comportamiento que se adecuen a
las posibilidades y exigencias de los puestos de trabajo y de su forma de
organización en colectivos o instituciones, empresas, administraciones, negocios,
servicios...
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que demanda la esfera política en una sociedad formalmente democrática donde
todos los individuos, por derecho, son iguales ante la ley y las instituciones.
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para conseguir, mediante la competencia con los demás, el máximo de sus
posibilidades justifica las desigualdades de resultados, de adquisiciones y, por
tanto, la división del trabajo y la configuración jerárquica de las relaciones sociales.
El carácter abierto de la estructura social a la movilidad individual oculta la
determinación social del desarrollo del sujeto como consecuencia de las profundas
diferencias de origen que se proyectan en las formas de conocer, sentir, esperar y
actuar de los individuos. Este proceso va minando progresivamente las
posibilidades de los más desfavorecidos social y económicamente, en particular,
en un medio que alienta la competitividad, en detrimento de la solidaridad, desde
los primeros momentos del aprendizaje escolar.
Éste es pues uno de los pilares del proceso de socialización como reproducción
en la escuela. Las personas llegan a aceptar como inevitables, e incluso
convenientes, las peculiaridades contradictorias del orden existente, no quedando
sino la oportunidad de adaptarse y prepararse para ascender, mediante la
participación competitiva, hasta el máximo de sus posibilidades en la escala
abierta para todos por la "igualdad de oportunidades" que ofrece la escuela común
y obligatoria. La institución educativa socializa preparando al ciudadano/a para
aceptar como natural la arbitrariedad cultural que impone una formación social
contingente e histórica (BOURDIEU y PASSERON, 1977). De este modo, la
escuela legitima el orden existente y se convierte en válvula de escape de las
contradicciones y desajustes sociales. Como veremos a continuación, este
proceso de reproducción de la arbitrariedad cultural implícita en la ideología
dominante ni es lineal, ni automático, ni exento de contradicciones y resistencias,
como han puesto de manifiesto los trabajos de APPLE y GIROUX entre otros.
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de comunicación que se activan en el aula, van configurando un cuerpo de ideas y
representaciones subjetivas, conforme a las exigencias del statu quo, la
aceptación del orden real como inevitable, natural y conveniente.
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así una forma de ser, pensar y actuar, tanto más válida y sutil cuanto más intenso
sea el isomorfismo o similitud entre la vida social del aula y las relaciones sociales
en el mundo del trabajo o en la vida pública.
En este sentido, puede afirmarse que algunos aspectos del desarrollo del
curriculum, que indicamos a continuación, son especialmente relevantes para
entender los mecanismos de socialización que utiliza la escuela:
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6) Los modos de organizar la participación del alumnado en la formulación,
establecimiento y control de las formas y normas de convivencia e interacción.
En primer lugar, la vida del aula como la de cualquier grupo o institución social
puede describirse como un escenario vivo de interacciones donde se intercambian
explícita o tácitamente ideas, valores e intereses diferentes y a menudo
enfrentados.
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profesor/a cree gobernar la vida del aula cuando sólo domina la superficie,
ignorando la riqueza de los intercambios latentes.
Por tanto, puede afirmarse que, en la escueta, como en cualquier institución social
surcada de contradicciones e intereses enfrentados, existen espacios de relativa
autonomía que pueden utilizarse para desequilibrar la evidente tendencia a la
reproducción conservadora del statu quo. Así pues, el proceso de socialización
tiene lugar siempre a través de un complicado y activo movimiento de negociación
donde las reacciones y resistencias pueden llegar a provocar el rechazo de las
disposiciones reproductoras de la institución escolar.
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medida cuando se comprueba que también en la práctica la esfera política y el
ámbito civil requieren sólo la apariencia de comportamientos democráticos o, en
otras palabras, cuando los mecanismos formales de participación,
independientemente de la eficacia y honestidad de su desarrollo, son suficiente
garantía para mantener el equilibrio inestable de una comunidad social recorrida
por la desigualdad y la injusticia.
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Socialización y humanización: la función educativa de la escuela
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poderosos y diferenciados mecanismos de imposición de la ideología dominante
de la igualdad de oportunidades en una sociedad surcada por la discriminación.
DESARROLLO RADICAL DE LA FUNCIÓN COMPENSATORIA
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La intervención compensatoria de la escuela debe arroparse con un modelo
didáctico flexible y plural, que permita atender las diferencias de origen, de modo
que el acceso a la cultura pública se acomode a las exigencias de intereses,
ritmos, motivaciones y capacidades iníciales de quienes más distantes se
encuentran de los códigos y características en que se expresa. Así pues, la
igualdad de oportunidades de un curriculum común, en la escuela comprensiva
obligatoria no es más que un principio y un objetivo necesario en una sociedad
democrática. Su consecución es un evidente y complejo reto didáctico que
requiere flexibilidad, diversidad y pluralidad metodológica y organizativa.
Por el contrario, para aquellos grupos sociales, cuya cultura es bien distinta a la
académica del aula, la lógica de la homogeneidad no puede sino consagrar la
discriminación de hecho. Para estos niños/as, el trato de igualdad en el aula
supone de hecho la ratificación de un fracaso anunciado a medio plazo ya que
poseen códigos de comunicación e intercambio bien diferentes a los que requiere
la escuela, y manifiestan deficiencias bien claras en el lenguaje y en la lógica del
discurso racional, así como en las destrezas y capacidades que requiere la vida
académica y no disponen de apoyo familiar ni en cuanto a las expectativas
sociales y laborales que puede abrirles la escuela, ni en cuanto al clima de
intereses por el mundo de la cultura.
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situación real y no desde el nivel homogéneo de la supuesta mayoría estadística
de cada grupo de clase.
1 Ver en http://abc.gov.ar/habr%C3%A1-mayor-inclusi%C3%B3n-de-alumnos-con-discapacidades-en-
las-escuelas-de-la-provincia
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En el concepto de desigualdad queremos abarcar tanto la que tiene su origen en
las clases sociales como la que se genera en los grupos de marginación o en las
deficiencias físicas o psicológicas hereditarias o adquiridas. Para todos ellos, sólo
la lógica de una pedagogía diversificada en el marco de la escuela comprensiva
tiene la virtualidad de provocar y favorecer un desarrollo hasta el máximo de sus
siempre indefinidas posibilidades.
Como es evidente, tanto el mundo de las relaciones sociales que rodean al niño/a
como la esfera de los medios de comunicación que transmiten informaciones,
valores y concepciones ideológicas, cumplen una función más cercana a la
reproducción de la cultura dominante que a la reelaboración crítica y reflexiva de la
misma. Es ingenuo esperar que las organizaciones políticas, sindicales o
religiosas, o el ámbito de la empresa, mercado y propaganda, se encuentren
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interesados en ofrecer al futuro ciudadano/a las claves significativas para un
debate abierto y racional, que permita opciones relativamente autónomas sobre
cualquier aspecto de la vida económica, política o social. Sus intereses, más o
menos legítimos, se orientan en otras direcciones más cercanas a la inculcación,
persuasión o seducción del individuo a cualquier precio, que a la reflexión racional
y al contraste crítico de pareceres y propuestas.
Solamente la escuela puede cumplir esta función. Para desarrollar este complejo y
conflictivo objetivo, la escuela comprensiva, apoyándose en la lógica de la
diversidad, debe empezar por diagnosticar las preconcepciones e intereses con
que los individuos y los grupos de alumnos/as interpretan la realidad y deciden su
práctica. Al mismo tiempo, debe ofrecer el conocimiento público como herramienta
inestimable de análisis para facilitar que cada alumno/a cuestione, contraste y
reconstruya sus preconcepciones vulgares, sus intereses y actitudes
condicionadas, así como las pautas de conducta, inducidas por el marco de sus
intercambios y relaciones sociales. Como afirma BERNSTEIN (1987):
No quiere esto decir en modo alguno que el conocimiento, las actitudes o formas
de actuación reconstruidos por el alumno/a en la escuela se encuentren libres de
condicionamiento y contaminación; son el resultado, también condicionado, de los
nuevos intercambios simbólicos y de las nuevas relaciones sociales. La diferencia
estriba en que el alumno/a ha tenido la oportunidad de conocer los factores e
influjos que condicionan su desarrollo, de contrastar diferentes propuestas y
modos de pensar y hacer, de descentrar y ampliar su limitada esfera de
experiencia y conocimiento y, enriquecido por el contraste y la reflexión, tomar
opciones que sabe provisionales. En definitiva, la escuela, al provocar la
reconstrucción de las preconcepciones vulgares, facilita el proceso de aprendizaje
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permanente, ayuda al individuo a comprender que todo conocimiento o conducta
se encuentran condicionados por el contexto y por tanto requieren ser
contrastados con representaciones ajenas, así como con la evolución de sí mismo
y del propio contexto.
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La escuela en el mundo contemporáneo
En las últimas décadas las categorías y las nociones que nos ayudaban a pensar
la realidad y la configuración del mundo parecen haber perdido su potencia
explicativa.
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Los ejes de la transformación cultural:
1- La mercantilización de la cultura
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poco, logra romper la gran división que distinguía al arte elevado de la cultura de
masas, desdibujándose asimismo los límites que ceñían al arte a una esfera
diferenciada, para hacerlo entrar en todos los espacios imaginables. La
estatización general de la existencia y la massmediatización de la realidad refieren
precisamente a este fenómeno de desbordamiento de lo estético y del mercado a
todas las dimensiones de lo social.
Para algunos autores, esta reconfiguración cultural que motoriza la acción del
mercado es producto de la fase cultural por la que atraviesa el capitalismo tardío.
El mismo Bourdieu llegó a reconocer cómo ese valor simbólico de las
producciones culturales que funciona como ese resto inconmovible de distinción y
diferenciación al interior del campo cultural, se termina corrompiendo al declinar él
también ante las utilidades económicas. Esto no significa que la lógica de los
campos culturales se restrinja a cumplir con los mandatos del mercado o del
público, “pero sí se subordina a ellos con lazos inéditos”.
Una investigación a cargo de Silvia Finocchio muestra cómo el declive del Estado
como referente para la escuela tanto en términos materiales como simbólicos,
conduce a los agentes educativos (fundamentalmente a los docentes) a reinventar
su identidad y su tarea al interior del espacio escolar, así como a buscar nuevos
materiales que los inspiren. Para enfrentar esta tarea, ciertas propuestas
pedagógicas y un conjunto de materiales didácticos de origen no oficial, acuden a
su ayuda. Así, la histórica referencia a los discursos oficiales es reemplazada por
las propuestas que provienen del mercado. Ante la creciente ausencia del Estado
los docentes “se refugian en lecturas ‘ligeras’” (Finocchio: 52) que funcionan de
soporte material y simbólico para encarar el día a día escolar, consagrando lo que
la autora denomina una “trinidad pedagógica que llega a las paredes, a los
cuadernos y a las fiestas”: “se trata de la proliferación de láminas estereotipadas
que apuntan a la socialización visual de los alumnos, de la reproducción masiva
de actividades fotocopiables que engordan cuadernos y carpetas y de la
reactualización de los rituales nacionales que asocian el 25 de mayo con
antorchas y los problemas de la inseguridad en la Argentina” (p. 52). La influencia
que ejercen nuevos centros de divulgación simbólica sobre la escuela es un
ejemplo sugerente de los dilemas que la mercantilización cultural abre para la
escuela: ¿Cómo influye en la escuela la presencia y la fuerza que cobra el
mercado en la definición de las jerarquías culturales?, ¿cómo se ve reflejada en la
propuesta cultural escolar este ensanchamiento de la cultura que opera el
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mercado? ¿Cómo se posiciona la escuela frente a la multiplicación de agentes de
transmisión simbólica y el escenario cultural estallado, desdiferenciado e
incesantemente desafiado en sus jerarquías que prima en la actualidad?
N: Un portal wap es como una página web pero especialmente hecha para un
celular. Son mucho más fáciles.
N: Mirá, para entrar tenés que apretar acá, donde dice acceso a Internet y ahí se
puede navegar por el portal wap.
N: Te podés bajar juegos, videos, podes usar el Messenger. Podes bajar full MP3.
A: Full MP ¿qué?
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N: Full MP3 pá, son canciones pero completas, por eso lo de full.
A: Gracias hijo!
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perspectiva de Mead, los adultos que nacieron y se criaron antes de la segunda
guerra mundial fueron socializados en una cultura que carece de modelos
significativos de conducta para enfrentar los desafíos que propone el mundo
contemporáneo, pues sus referencias pertenecen al pasado y esto los convierte
en inmigrantes en el tiempo. La aparición de una comunidad mundial modifica las
condiciones en las que se forman las nuevas generaciones. Quienes se enteran
de los cambios mientras ocurren, tienen la certeza de conocer los límites físicos
del mundo, tienen conciencia de la coexistencia de múltiples culturas y estilos de
vida y disponen de muchas opciones culturales entre las cuales elegir,
interrumpiéndose de este modo la tendencia a conservar la reproducción post
figurativa* de la cultura en la que nacieron. El extrañamiento cultural que los
adultos experimentan frente a los marcos de referencia de sus hijos se nutre de la
brecha que instituye entre ambos la diferencial pertenencia tecnológica (soporte
impreso vs. soporte digital), pertenencia temporal (pasado vs. futuro) y pertenencia
territorial (comunidad nacional vs. comunidad mundial).
Ahora bien, ¿cómo se construye autoridad pedagógica ante esta situación? ¿Qué
desafíos nos está señalando para la escuela el carácter postalfabético que ciertos
estudios atribuyen a las nuevas generaciones? ¿De qué modo puede validar la
escuela su propuesta cultural basada en un paradigma ilustrado y en una
definición del sujeto desde lo racional, ante los sujetos, los imaginarios y los
saberes de la contemporaneidad? ¿Cómo puede la escuela convertirse en un
escenario de diálogo con la cultura contemporánea?
Naturalmente, los cambios que venimos describiendo impactan sobre las esferas
del conocimiento y erosionando la autonomía de las disciplinas, por un lado, y
redefiniendo los espacios de producción, transmisión y validación del saber, por
otro.
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Las transformaciones no afectan a disciplinas aisladas, sino que trastocan
globalmente la concepción del saber porque cambian los modos de producir,
validar y compartir el conocimiento. Los nuevos medios de comunicación y los
soportes electrónicos y digitales que proliferan en la actualidad son en buena
medida responsables de esta metamorfosis que sufre el conocimiento. Las nuevas
cartografías que se trazan alrededor del saber están emparentadas con los
cambios en los modos de concebir el conocimiento y de producirlo asociados a las
nuevas tecnologías, que se organizan en términos de redes y no dividen los
contenidos por disciplinas y, por ende, abordan desprejuiciadamente el mundo
echando mano a las herramientas disponibles, sin atarse a los criterios ni a los
dominios de una disciplina en particular para hacerlo. La compartimentación del
conocimiento se ve socavada por la complejidad que el pensamiento fluido que
introduce Internet genera.
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que la escuela motorizaba una política de normalización y de homogeneización
que terminaba por erigir barreras difícilmente eludibles por el mundo al que
pertenecen sus alumnos más allá de ella. La escena del rapado de cabezas y de
las cintas argentinas que describe Beatriz Sarlo3 para mostrar los modos en que la
escuela de la primera mitad del siglo XX oficiaba como máquina de imponer
identidades y valores, como el aseo personal y el patriotismo, resulta impensable
para la escuela actual. No sólo para sus alumnos que ya no se resignan a dejar en
suspenso sus marcas identitarias al traspasar el umbral del espacio escolar, sino
también para los docentes y las autoridades escolares que de a poco avanzan de
una concepción del alumno vinculada a la idea de sujetos de tutela a una que los
reconoce como sujetos de derechos. Hoy los gustos musicales, las preferencias
estéticas, las pertenencias sociales y las elecciones sexuales de quienes asisten a
la escuela escapan al tamiz institucional y pueblan su paisaje. Los jóvenes exhiben
por medio de su vestimenta, sus ornamentos, sus actitudes, sus atributos físicos,
sus aptitudes y usos tecnológicos y sus movimientos corporales, cómo se definen,
mostrando al mundo de este modo que son alguien, que tienen una historia, una
personalidad, un grupo de pertenencia, cierto capital cultural y simbólico, etc. Sin
embargo, esa resignificación que padece lo público a causa de la presión que
ejerce sobre ella el avance de lo privado no escapa al conflicto. La escuela se
convierte en escenario de situaciones como el embarazo adolescente, el uso de
celulares en el aula, la puesta en circulación por medio de internet de situaciones
conflictivas vividas en la escuela y registradas por las nuevas tecnologías, la
disputa de los alumnos por la participación en los procesos de resolución de
conflictos y de definición de las reglas de convivencia, etc., para las que ya no se
admiten resoluciones basadas en decisiones unilaterales o que ignoren las
múltiples identificaciones que conforman la subjetividad de los alumnos. En este
sentido, creemos que puede ser provechoso revisar cómo está procesando la
escuela aspectos que históricamente se confinaron a la esfera privada y que hoy
cobran una presencia irrevocable. ¿De qué manera dialoga el mundo escolar con
el mundo de los jóvenes?
Al igual que ocurría en el caso de las concepciones que marcan lo que es público
y lo que es privado, cabe destacar que el tiempo es también una categoría que
varía temporal y espacialmente pues sus características se modifican al compás
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de los contextos y los cambios históricos. El carácter renovado que asume hoy la
idea de tiempo debe su nueva fisonomía al avance del género informativo que con
sus ritmos fugaces y su presentación fragmentada promueven la
destemporalización y la destotalización. La idea de destemporalización alude a un
tiempo al que no le es inherente el pasado ni la promesa del futuro, es un tiempo
sin tiempo porque en él, el tiempo se comprime. Es “un presente constantemente
presentificado”, un “tiempo congelado”:
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el presente, con el día a día, porque las promesas de futuro que laten en la
escuela aparecen indefectiblemente anudadas a los esfuerzos actuales. De modo
que la escuela por medio del trabajo diario y constante a lo largo de su recorrido,
exhorta a posponer las gratificaciones presentes para asegurarlas para el futuro. A
cambio de que se le conceda el presente, la apuesta que propone la escuela es a
un futuro promisorio que sólo está asegurado por el sacrificio de todo lo que
compita con los tiempos y los objetivos de la escuela.
Pero la escuela encuentra cada vez más limitaciones para implicar a los alumnos
en este pacto. No sólo por cómo se ha estrechado y complejizado la inserción
laboral y por cómo se han diversificado y modificado los recorridos profesionales
tornando el futuro más incierto, sino también porque la visión teleológica de la
historia que sostiene la escuela está impugnada por las duraciones fugaces y
efímeras que caracterizan los modos contemporáneos de vivir el tiempo, con la
imposibilidad de acumular experiencias progresivas y con un mismo sentido
histórico que esto implica.
No encontramos precedentes para las vivencias del tiempo que hoy prevalecen y
esto nos despierta muchos interrogantes en relación a la escuela: ¿Qué conexión
tiene la escuela con este presente heterogéneo y dinámico? ¿Es suficiente la
inclusión en la escuela de nuevas tecnologías digitales para promover
experiencias del tiempo menos estáticas o es necesario partir de una concepción
del tiempo nueva para ello? La diferencial concepción del tiempo que presentan la
cultura escolar y la cultura juvenil ¿ayuda a diversificar y complementar la
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formación de los jóvenes o, en cambio, la descompensa? ¿Es deseable que la
escuela redefina su manera de experimentar el tiempo con el fin de acercarla a la
inmediatez que caracteriza nuestro tiempo?, ¿por qué? ¿Debe la escuela
sintonizar sus relojes con los de la cultura contemporánea o debe mantenerse
ajena a las urgencias y los ritmos que dinamizan el mundo exterior para cumplir
con sus objetivos?, ¿en qué dirección sería aconsejable modificar la concepción
del tiempo en la escuela?, ¿cuáles serían los argumentos a favor y en contra de
una reforma en los modos de concebir y de vivir el tiempo en la escuela?
A modo de cierre
Estas nociones que refieren a procesos por los cuales algo se ve modificado,
encuentran en el contexto escolar que intentamos pensar una fuerte resistencia o,
cuanto menos, un impacto esquivo y desparejo al interior del sistema educativo.
En general, las derivas de dichas metamorfosis ingresan a la escuela como
conflicto, demostrando la escasa plasticidad que tiene este formato para cobijar
las subjetividades, los imaginarios y los saberes de la contemporaneidad. El
conflicto se expresa de múltiples formas y adopta diversas caras, pero en la
mayoría de sus manifestaciones denota la creciente tensión que genera la
dinámica cultural contemporánea en la lógica y la gramática escolar, pues la
primera parece poner en cuestión las jerarquías culturales, los dispositivos de
transmisión simbólica, el carácter disciplinario, la autoridad pedagógica y la
concepción del tiempo y del sujeto en que se basa la segunda. A grandes rasgos,
lo que parece estar marcando la cuestión cultural que se arma alrededor de la
escuela, es la eclosión en la que entra la pretensión universal de su concepción
homogénea de la cultura y del sujeto a partir de la cabida que en la cultura
contemporánea tienen la diversidad y la heterogeneidad, es decir, a partir de la
presencia que ganan las problemáticas de la otredad.
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Bloque II: Educación y sociedad
El funcionalismo en la educación
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De la reproducción a la reconstrucción crítica del conocimiento y
la cultura
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que existen diferencias en los resultados escolares entre niños de distintas clases
sociales debido a la inequitativa distribución del capital cultural en los diferentes
estratos de la sociedad. Aquellos individuos que se encuentren potencializados
con mayores acervos de capital cultural, serán aquellos que tengan mayores
oportunidades de éxito y mejores beneficios sociales por mérito propio. El capital
cultural es un principio de diferenciación casi tan poderoso como el capital
económico.
En el texto “Los tres estados del capital cultural”, Bourdieu analiza cómo los
economistas consideraron la educación solamente como una inversión que puede
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ser aprovechada por aquellos individuos aptos o capaces de considerar tal
oportunidad y relacionan el éxito o fracaso escolar de acuerdo en proporción con
la inversión educativa y económica realizada. Según el autor, los economistas no
tienen en cuenta que la educación es también una cuestión de inversión de tiempo
y capital cultural.
El autor realiza una clara distinción entre diversos tipos de capital cultural. El
primero descripto es el del Estado incorporado. Allí se alude a la idea de que el
capital cultural implica un proceso por el cual el individuo, a lo largo de su proceso
de socialización, debe atravesar y lo cual le conlleva una inversión de tiempo para
adquirir determinadas costumbres. Es decir, la categoría de capital cultural está
relacionada con la adquisición, inconsciente e involuntaria, de un determinado
habitus de acuerdo al entorno familiar del sujeto.
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conocimiento escolar y las biografías personales. En su intento por comprender el
papel de la cultura como medio que vincula, primero, las escuelas a la lógica de
las clases dominantes, y segundo, la dinámica de la reproducción capitalista a las
clases subordinadas, Bourdieu argumenta en contra de la noción de que las
escuelas simplemente reflejan a la sociedad dominante. Afirma, en cambio, que
las escuelas son instituciones relativamente autónomas que están influidas sólo de
manera indirecta por instituciones económicas y políticas más poderosas. Las
escuelas, más que estar ligadas directamente al poder de una élite económica,
son consideradas como parte de un universo más amplio de instituciones
simbólicas que no imponen de un modo manifiesto docilidad y opresión, sino que
reproducen más sutilmente las relaciones de poder ya existentes mediante la
producción y distribución de la cultura dominante que confirma tácitamente lo que
significa tener educación.
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Las nociones de cultura y capital cultural son centrales para Bourdieu en el
análisis de cómo funcionan los mecanismos de reproducción cultural en las
escuelas. Bourdieu argumenta que la cultura que se transmite en la escuela se
relaciona con las diferentes culturas que conforman la sociedad en su conjunto, en
tanto que confirma la cultura de la clase dominante mientras que, al mismo tiempo,
desconfirma las culturas de otros grupos. Esto se vuelve más comprensible
mediante un análisis de la noción de capital cultural: los diferentes conjuntos de
elementos culturales y de competencia lingüística que heredan los individuos a
través de los límites de la clase a la que pertenece su familia. Un niño hereda de
su familia conjuntos de significados, atributos de estilo, modos de pensar y tipos
de inclinación que reciben un status y un valor social determinado de acuerdo con
lo que la clase o clases dominantes califican como el más valioso capital cultural.
Las escuelas juegan un papel especialmente importante en la legitimación y
reproducción del capital cultural dominante. Tienden a legitimar ciertas formas de
conocimiento, modos de hablar y modos de relacionarse con el mundo que
aprovechan el tipo de familiaridad y de destrezas que sólo ciertos estudiantes han
recibido de sus antecedentes familiares y de sus relaciones de clase. Los
estudiantes cuyas familias sólo tienen una leve conexión con el capital cultural
dominante están en obvia desventaja. Bourdieu resume este proceso de la
siguiente manera:
La cultura de la élite está tan cercana a la de la escuela, que los niños de la clase
media baja (y a fortiori de clase trabajadora agrícola e industrial) sólo pueden
adquirir con gran esfuerzo aquello a que a los niños de las clases cultivadas les ha
sido dado —estilo, gusto, ingenio— en resumen, aquellas aptitudes que parecen
naturales en los miembros de las clases cultivadas y que se esperan naturalmente
de ellos precisamente porque (en el sentido etnológico) ellos son la cultura de esa
clase.
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encuentran sometidos a un plan de estudios escolar en donde la distinción entre el
conocimiento que representa un status alto y uno bajo se organiza en torno a la
diferencia entre materias teóricas y prácticas.
Los cursos que tratan de cosas prácticas, ya sea artes industriales o culinarias,
son considerados como marginales e inferiores. En este caso, los conocimientos y
la cultura de la clase obrera están en competencia con lo que la escuela ratifica
como los conocimientos y la cultura dominante. A la larga, el conocimiento y la
cultura de la clase obrera terminan por ser vistos no como diferentes e iguales,
sino como diferentes e inferiores. Es importante hacer notar que el conocimiento
que representa un alto status se corresponde, a menudo, con aquellas ramas del
conocimiento que proporcionan la piedra de toque para una carrera profesional por
la vía de la educación superior. Este conocimiento encarna el capital cultural de las
clases media y alta y presupone una cierta familiaridad con las prácticas
lingüísticas y sociales que las sostienen. Está de sobra decir que este
conocimiento no sólo es más accesible para las clases altas, sino que también
funcionan para confirmar y ratificar su posición privilegiada en las escuelas. Así, la
importancia del plan de estudios hegemónico recae tanto en lo que incluye —con
su énfasis en la historia occidental, la ciencia, etcétera— como en lo que excluye
—historia del feminismo, estudios de cultura negra, historia del trabajo,
profundidad en los cursos de arte y otras formas de conocimiento importantes para
la clase obrera y para otros grupos subordinados.
Así, las escuelas ratifican el capital cultural dominante mediante sus ramos de
conocimiento escolar, ordenadas jerárquicamente en el plan de estudios
hegemónico, y mediante la recompensa a aquellos estudiantes que usen el estilo
lingüístico de la clase dominante. Ciertos estilos lingüísticos, junto con las posturas
corporales y las relaciones sociales que refuerzan (voz baja, tono desinteresado,
nula interacción táctil), actúan como formas identificables de capital cultural que
revelan o traicionan los antecedentes sociales del estudiante. En efecto, ciertas
prácticas lingüísticas y modos de discurso resultan privilegiados porque se
consideran como naturales en los dotados, cuando de hecho son los hábitos de
lenguaje de las clases dominantes; y así se perpetúan los privilegios culturales.
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En los escritos más recientes de Bourdieu se examina la relación entre acción y
estructura mediante formas de acción históricas que juntan dos historias. La
primera es el habitat o historia objetivada, “la historia que en el transcurso del
tiempo se ha acumulado en cosas. Máquinas, edificios, monumentos, libros,
teorías, costumbres, leyes, etcétera”. La segunda se refiere a la historia encarnada
del habitus y se refiere a la interiorización de una serie de competencias y
necesidades estructuradas; a un estilo de conocimiento y un modo de relacionarse
con el mundo que están arraigados en el cuerpo mismo. El habitus, entonces, se
convierte en una “matriz de percepciones, apreciaciones y acciones”, “un sistema
duradero de esquemas de percepción adquiridos, de pensamiento y acción,
engendrados por condiciones objetivas pero que tienden a persistir aun cuando se
alteren dichas condiciones”. El habitus es producto tanto de la socialización como
de la historia encarnada y es diferente para los distintos grupos dominantes y
subordinados dentro de la sociedad. Como conjunto de principios inscritos
profundamente en las necesidades e inclinaciones del cuerpo, el habitus se
convierte en una fuerza poderosa en la organización de la experiencia individual y
es la categoría central que permite situar la intervención humana dentro de la
actividad práctica.
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socialización que no son procesos intelectuales solamente, sino que también son
emocionales, sensoriales y físicos. El aprendizaje, en este caso, está situado
activamente en la vida práctica del cuerpo, de los sentidos y de las emociones;
está organizado en torno a prácticas culturales con su especificidad de clase que
inscriben sus mensajes más allá de la conciencia, en la materialidad del cuerpo y
los valores e inclinaciones que éste significa. Bourdieu explica:
Los usos del cuerpo, de los lenguajes y del tiempo son todos objetos privilegiados
del control social: innumerables elementos de la educación explícita —para no
mencionar la transmisión práctica, mimética— se relacionan con el uso del cuerpo
(“siéntate derecho”, “no toques”) o usos de lenguaje (“di esto” o “no digas
aquello”). Mediante una disciplina corporal y lingüística [...] las opciones que
constituyen una determinada relación con el mundo se interiorizan en la forma de
patrones duraderos a los que no tiene acceso a la conciencia y que ni siquiera, en
parte, obedecen a la voluntad. La cortesía contiene una política, un
reconocimiento práctico inmediato de las clasificaciones sociales y de las
jerarquías entre los sexos, las generaciones, las clases, etcétera.
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capital cultural y su relación con en el éxito escolar y en la longitud posible de las
trayectorias académicas dentro del sistema educativo.
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intereses, preservando la ideología hegemónica que juega en cada
sociedad.
• Funge como aparato estatal para producir y legitimar los imperativos
ideológicos y económicos que subyacen al poder político del Estado, para
mantener una consistencia entre la enseñanza escolar y las pautasque
putas
marca el Estado.
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aislado de otras fuerzas sociales es demasiado hipotético. Ello es así porque todo
cuanto podemos definir como raíces del problema (represión, falta de poder
individual, desigualdad de ingresos y desigualdad de oportunidades) no se
originaron históricamente en el sistema educativo, sino que se sitúan en la
estructura y el funcionamiento de la economía capitalista. Afirmación que nos
remite a la existencia de un conflicto de clases entre capital y clase obrera que
tiene su contrapartida también en el conflicto educativo. Lo que se traduce en que
«los patrones y otras elites sociales han buscado usar las escuelas para la
legitimación de la desigualdad mediante un mecanismo ostensiblemente
meritocrático y racional para la asignación de individuos a posiciones económicas;
han buscado usar las escuelas para la reproducción de tipos rentables de
conciencia y conducta de los trabajadores, mediante una correspondencia entre
las relaciones sociales de la educación y las de la vida económica. Por la otra, los
padres, los estudiantes, las organizaciones de trabajadores, los negros, las
minorías étnicas, las mujeres y otros grupos han buscado usar las escuelas para
alcanzar sus propios objetivos: seguridad material, cultura, una distribución más
justa de las recompensas económicas y una vía para el desarrollo personal que no
conduce a las ganancias, sino a una vida más plena, más feliz» (1985: 136).
Por consiguiente, desde la constatación del papel central del sistema educativo en
la preparación de individuos para el mundo de las relaciones laborales enajenadas
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y estratificadas, se hace necesario el análisis clasista de la educación. Sin él es
imposible entender la dinámica del cambio educativo y las relaciones estructurales
de las clases sociales, la educación y el éxito económico. El principio de
correspondencia sustentado en la teoría de Bowles y Gintis nos ayudará para ese
cometido, nos detenemos en su análisis.
Esta capacidad que tiene el sistema educativo para reproducir la conciencia de los
trabajadores se asienta en el principio de correspondencia entre escuela y
estructura de clase, entre organización de la escuela y organización del trabajo. La
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estructura de las relaciones sociales de la educación acostumbra al estudiante a la
disciplina en su puesto de trabajo, a la par que desarrolla los tipos de
comportamiento personal, las formas de presentación propia, la imagen de sí
mismo y las identificaciones de clase social fundamentales en la idoneidad para el
puesto. Tanto es así que «las relaciones sociales de la educación (...) son una
réplica de la división jerárquica del trabajo. Las relaciones jerárquicas están
reflejadas en las líneas de autoridad verticales que van de administradores a
maestros a estudiantes. El trabajo enajenado se refleja en la falta de control que
tiene el estudiante sobre su educación (...) la fragmentación del trabajo se refleja
en la competencia institucionalizada y muchas veces destructiva entre estudiantes,
mediante una constante evaluación y clasificación ostensiblemente meritocráticas»
(1985: 176). De esta manera, los distintos niveles de educación sitúan a los
trabajadores en diferentes niveles de la estructura ocupacional y tienden a una
organización interna que es comparable a los niveles de la división jerárquica del
trabajo.
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empresarios en los futuros trabajadores. Por consiguiente, la regulación del
comportamiento se convierte en fundamental en la correspondencia entre
educación y trabajo.
Por último, una cita de Bowles y Gintis que muestra la relación dialéctica entre
educación y sociedad capitalista, «el carácter cambiante del conflicto social,
enraizado en los cambios de la estructura de clase y en otras relaciones de poder
y privilegios, ha dado por resultado la reorganización periódica de las instituciones
educativas. Al mismo tiempo, el sistema educativo ha evolucionado en formas que
intensifican y politizan las contradicciones y conflictos básicos de la sociedad
capitalista» (1985: 198).
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LA DIMENSIÓN TRANSFORMADORA DE LA EDUCACIÓN. LAS TEORÍAS DE
LA RESISTENCIA
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éstos con la estructura social y el medio cultural; la cual es resultado de la
capacidad que tienen ellos para usar y explorar de forma colectiva los recursos
simbólicos, ideológicos y culturales. Todo con la finalidad de encontrar una
significación y de dar una respuesta positiva en las condiciones estructurales y
materiales en que se desarrolla su existencia. Lo que supone, desde la
constatación de que la reproducción reproduce tanto la estructura social como sus
contradicciones, que es posible, por la acción y la experiencia de los agentes
sociales, desarrollar resistencias y producciones culturales. Así, «las escuelas,
más que instituciones en las que son impuestas determinadas ideologías y
culturas, son un medio especializado en su producción. Y esto ocurre bajo la
influencia objetiva de las contradicciones objetivas y de la contestación y la lucha
sociales» (JEREZ MIR, 1990: 438).
Willis acepta en gran parte el isomorfismo entre escuela y trabajo derivado de las
teorías de la reproducción. Admite que ambos espacios son alienantes9, pero
toma distancia de los autores de la reproducción y postula la existencia de
contraculturas que cuestionan la cultura dominante; constata, de esta manera, la
posibilidad de desarrollar procesos de producción cultural. Producciones
culturales, de marcado carácter machista en muchos casos, que en el ámbito
escolar guardan analogía, incluso reproducen, pautas culturales obreras. En este
sentido, Levices afirma: «esta reproducción en la escuela de pautas culturales
obreras en contradicción con la misma es lo que otorga carácter a la subcultura de
los colegas contribuyendo a su vez a reproducir la cultura de clases y la
fragmentada estructura social. En el modelo de Willis, la cultura, entendida como
experiencia vivida, como proceso de aprendizaje de los actores, no es un reflejo
mecánico de la producción, sino que es una instancia autónoma, productora de
efectos transcendentales»10.
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colectivo y creativo de discursos, significados, materiales, prácticas y procesos de
grupo, a fin de explorar, entender y ocupar creativamente determinadas
posiciones, relaciones y series de posibilidades materiales.
Los planteamientos de Willis han sido criticados desde varios ángulos, pero quizás
el hecho de no contemplar las cuestiones de género y etnia sea lo más
significativo. Jerez Mir (1990) señala que autores como Giroux y Apple intentan
avanzar en una teoría de la resistencia «más rigurosa», por medio de la
combinación de la microsociología y la macrosociología; procurando la síntesis
dialéctica entre la etnografía del aula y del centro y la teoría de la reproducción
social y cultural. Son posiciones que ponen el acento en la autonomía de la
escuela y en la importancia de su función social para la reproducción de las
relaciones simbólicas de tipo ideológico.
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Bloque II: Educación y sociedad:
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consagración del saber socialmente relevante? ¿Qué beneficios redunda para los
Estados el hecho de que estos saberes se difundan entre todas las personas
sujetas a su autoridad? ¿Y por qué motivo el medio más eficaz para la difusión de
estos saberes resultó ser la articulación de las instituciones especializa- das en la
educación dentro de sistemas de alcance nacional? Trataremos de responder
estas preguntas en los apartados que siguen.
La noción de Estado
Para comprender más claramente cuál es el vínculo entre la formación de los
sistemas educativos y el surgimiento de los Estados modernos es necesario que
nos detengamos un momento a considerar a qué nos referimos cuando hablamos
de Estados.
En sus orígenes, en Europa Occidental, los Estados debieron disputar con otros
institutos el monopolio de la coacción física legítima. Dentro de los territorios que
hoy ocupan los Estados europeos, diversos nobles locales desafiaban la autoridad
de los monarcas. Atravesando las fronteras políticas, la autoridad de la jerarquía y
las leyes de la Iglesia Católica se superponían, y muchas ve- ces entraban en
contradicción y conflicto, con las de los gobernantes seculares. Para consolidar su
hegemonía sobre los poderes regionales y sobre las autoridades eclesiásticas, los
Estados nacionales desarrollaron diversas estrategias. Una de ellas fue la
concentración del poder de reconocimiento de los sabe- res socialmente
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relevantes a través de la articulación de las prácticas educativas en sistemas de
alcance nacional.
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con la disolución del sistema feudal de gobierno en el Siglo XIII y culminando con
la consolidación del sistema de estados nacionales en el Siglo XIX. Las tendencias
distintivas de este largo proceso son la territorialización y la concentración del
poder político.
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• 1-La ciudad como forma de organización social y política fue uno de los
rasgos distintivos de las grandes civilizaciones clásicas. Tanto el tamaño de estas
ciudades como el poder político y económico de sus habitantes crecerían a la par
del desarrollo comercial europeo. La preocupación fundamental de los habitantes
de las ciudades era proteger su autonomía respecto de la intervención de los
poderes exteriores. El poder de los nobles locales constituía la principal amenaza
a esa autonomía, al mismo tiempo que el principal contrapeso del poder real. Esto
inclinó a los habitantes de las ciudades a poner su capacidad financiera al servicio
de una alianza con las casas reales. La aparición de la ciudad como entidad
política, agregó un tercer factor al sistema binario “señor/vasallo,” alterando así el
equilibrio político típico del orden feudal e inclinando la balanza en favor de los
poderes centrales. La urbanización favoreció el crecimiento de los incipientes
poderes estatales a través de la coalición entre reyes y burgueses
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formulada antes, pero en una época en la que el poder del Papado y sus re-
presentantes se exhibía de modos contradictorios con la humildad cristiana, cobró
especial fuerza, la que fue redoblada unas décadas más tarde con la difusión de la
doctrina de la predestinación formulada por el teólogo francés Calvino. El
desarrollo contemporáneo de la imprenta, más la impericia política de las
autoridades eclesiásticas y seculares alemanas, contribuyeron a la difusión masiva
de estas poderosas ideas, lo que rápidamente resultó en la constitución de un
sistema institucional definitivamente separado de la autoridad del Papa.
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espirituales institucionales. Por supuesto, el ascenso del individuo como figura
social no fue el resultado de la difusión de una doctrina. Más bien, al contrario, la
capacidad de persuasión de las nuevas doctrinas puede explicar- se en su
consonancia con transformaciones de largo plazo en las relaciones eco- nómicas y
sociales que dieron lugar al proceso de individuación. Ser individuo significa ser
antes y más allá de toda relación social. El individuo es un ente completo que
existe independientemente de su inserción en el medio exterior. Esta idea que,
para nosotros, es tan de sentido común que nos cuesta pensar cómo podría ser de
otro modo, tiene, en realidad, una historia, y resultaba para no pocos europeos en
la temprana modernidad, tan ajena como escandalosa. Sin embargo, para el
momento en que la Reforma comenzó a difundirse, la potencia del individuo como
forma de identidad era tal que aún los teóricos de la Contrarreforma diseñaron su
estrategia de respuesta frente al cisma Protestan- te dentro de ella. Es así que la
lucha por el monopolio de los bienes espirituales se convirtió en una disputa por el
control de las almas individuales. Esta disputa dio lugar al desarrollo de las
instituciones especializadas en la formación espiritual de los niños sobre las que
luego se edificarían los modernos sistemas educativos de alcance nacional.
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conflictos que se produjeran entre ellos. El desarrollo de los sistemas públicos de
educación fue uno de los varios frutos de los conflictos interestatales.
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El momento clave en la articulación de Estados y naciones es el siglo XIX. Este es
el momento en el que los símbolos de identidad nacional comienzan a
institucionalizarse: los himnos, las banderas, las gramáticas de los lenguajes
nacionales. En este siglo se constituyen los grandes ejércitos de masas
nacionales y éstos adoptan sus uniformes característicos. Este es también el siglo
en el que los Estados se abocan a la tarea de constituir sistemas de educación
pública de alcance nacional. Todas estas tareas persiguen el mismo propósito:
homogeneizar y estimular el sentido de pertenencia común entre los individuos
sujetos a la autoridad del Estado.
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las prácticas educativas tendían a reproducir los particularismos de cada uno de
estos grupos. La comunidad propuesta por los referentes de identidad de base
religiosa era una comunidad ideal y abstracta, que no correspondía ni se esperaba
que correspondiera con las condiciones concretas de la vida social. En cambio, el
referente de identidad colectiva propuesto por la idea de nación refiere a una
unidad concreta, a una participación común en un nosotros que existe aquí y
ahora y que neutraliza las diferencias sociales no ya en nombre de una igualdad
espiritual frente a los ojos de Dios, sino en nombre de una igualdad terrenal frente
a la protección y al poder del Estado.
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ESTADO, SOCIEDAD Y EDUCACIÓN EN ARGENTINA
En este marco, el objetivo es analizar brevemente cuál es el papel que han ido
desempeñando los sistemas educativos en nuestro país en el último siglo. A partir
de allí se describirán algunos de los principales cambios y tendencias que
permiten redefinir el actual rol de la educación.
Distintos autores han señalado que el activo rol que el Estado ha ejercido
históricamente en torno a la educación en distintos países latinoamericanos, y en
particular en Argentina a partir del siglo XIX, correspondió a la matriz de
pensamiento que se comenzó a implementar a partir de la Revolución Francesa.
El surgimiento y posterior consolidación del Estado - Nación liberal estuvo
íntimamente vinculado a la posibilidad de desarrollar sistemas educativos
nacionales.
¿Cómo es posible que una revolución que tuvo como objetivo limitar el poder del
Estado, restringiendo sus funciones a garantizar los derechos naturales del
hombre a partir de abstenerse de participar en la vida social y económica, haya
prescrito una intervención tan fuerte de Estado en la educación?
Se puede afirmar que la educación fue concebida más como un servicio público y
como una necesidad del Estado que como un derecho individual. Por un lado,
porque la educación no se encontraba entre los derechos que los individuos
sentían más conculcados en el marco de la opresión del Estado absoluto (libertad
de conciencia, de expresión, habeas-corpus, etc.); por otro, porque el Estado
debió hacerse cargo a partir de la nacionalización de los bienes eclesiásticos en
1789 de muchas de las funciones educativas que hasta el momento desempeñaba
la Iglesia e inculcar por este medio los valores liberales y democráticos. De esta
manera comenzaron a implementarse las ideas que los filósofos de la Ilustración
francesa, como Diderot y Rousseau, venían proponiendo desde mediados del
siglo XVIII.
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Como veremos más adelante, el principal mérito del Estado benefactor en esta
temática fue el de haber transformado la educación en un derecho social y por lo
tanto haber generado las condiciones para que efectivamente se universalizara.
Fueron muchos los debates de la primera época acerca de qué tipo de educación
debía llevar adelante el Estado: educación estamental, como planteó la Ilustración
o "instrucción al alcance de todos los ciudadanos", como colocaron los jacobinos
en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1793. Educación
como un instrumento de control social, o como un elemento para promover la
emancipación y el cambio social. Educación monopolizada por el Estado, o
libertad de enseñanza, etc., etc. Ninguna de estas polémicas cuestionó
fuertemente el papel principal del Estado en materia educativa.
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El proceso de "estatidad" en nuestros países tuvo características marcadamente
diferenciales a las europeas pues se desarrolló en contextos sensiblemente
distintos. El marco jurídico-legal, por ejemplo, cumplió un papel diferente. En el
caso europeo las constituciones se convierten en el "punto de partida de toda
evolución". En nuestro caso, la Constitución "es un programa por realizar, una
ambición por cumplir". Es por ello por lo que no puede señalarse una necesaria
confluencia entre el momento de aprobación del texto constitucional y la formación
del Estado Nacional. Esta formación estuvo vinculada a la paulatina adquisición,
por parte del Estado en consolidación, de un conjunto de capacidades entre las
que cabe señalar: capacidad de externalizar su poder, de institucionalizar su
autoridad, de diferenciar su control y de internalizar una identidad colectiva.
Distintos han señalado que en los países de desarrollo capitalista tardío el Estado
ha debido desempeñar desde sus orígenes, junto a la unidad territorial
administrativa, funciones económicas, de estructuración social y política, de
cohesión social, etc. En el caso de los países latinoamericanos, esta tendencia
estatista y centralista estaría profundizada por la tradición organizativa y cultural
heredada de la etapa colonial (Veliz C. 1982). La convergencia de la propuesta
liberal y la tradición borbónica previa formó una cultura institucional fuertemente
orientada a promover y a legitimar el protagonismo del Estado central.
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característica le dio una particular vinculación que estuvo más cerca de la
intervención y de la "fusión" que de una clara separación entre Estado y Sociedad"
Con esta impronta surgió el Estado en la región. Y esta fue una de las principales
características distintivas de la relación entre Estado, sociedad y educación a lo
largo del siglo. En cada período histórico esta relación se articuló en torno a
modelos educativos dirigidos a atender las prioridades sociales definidas como
tales principalmente por quienes tuvieron a su cargo la conducción del aparato
estatal. Estos modelos también condicionaron fuertemente las demandas y las
características de la participación de la sociedad en el proceso educativo. Antes de
observar el escenario de ruptura que genera la crisis del Estado benefactor y la
génesis de un nuevo tipo de Estado, analizaremos brevemente las funciones en
torno a las cuales Estado y sociedad articularon su accionar en materia educativa.
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importantes sectores sociales al modelo productivo e incorporar un volumen
significativo de mano de obra a partir de la inmigración. El modelo también
favoreció el crecimiento paulatino de los sectores medios y una mayor
heterogeneidad social y cultural. Estos procesos permitieron atenuar la histórica
dualización de las sociedades tradicionales.
En este marco, es posible afirmar que para nuestro país la función encomendada
al sistema educativo en sus orígenes estuvo más vinculada con la esfera de lo
político, que con lo económico. La educación jugó un papel preponderante en
torno a la integración social, la consolidación de la identidad nacional, la
generación de consenso y la construcción del propio Estado.
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la transmisión del valor ético y económico del trabajo, como la capacitación de la
mano de obra no fueron preocupaciones de los sectores dirigentes. De esta
manera se explica por qué no fueron incluidos en el curriculum oficial
Si bien el acceso al sistema educativo no les permitió a los sectores medios una
movilidad social automática, si les posibilitó contar con mejores elementos para
potenciar su demanda por una integración social y política plena. Demanda que,
como en los casos de la universalización del voto y de la Reforma Universitaria,
logró importantes conquistas en las primeras décadas del siglo XX.
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sectores rurales, habían sido muy escasas. En segundo lugar, porque sobre fines
del siglo XIX y principios del XX, predominaron en el seno del movimiento
trabajador las concepciones anarquistas. Estas corrientes descalificaban todo tipo
de educación desarrollada desde el Estado con el argumento de que sólo servían
para transmitir "ideología burguesa". Desde estas perspectivas se acusaba a la
educación oficial de esconder las leyes que rigen la evolución de la naturaleza y la
sociedad y, por lo tanto, de ser un instrumento de dominación de los pueblos. Es
así como desde un importante número de sindicatos obreros se propuso el
desarrollo de una educación alternativa que fuese implementada por las propias
organizaciones de trabajadores a través de la creación de "Escuelas Modernas",
"Escuelas Libres" o "Escuelas Racionalistas". En este sentido se expidió, por
ejemplo, el 3er Congreso de la Federación Obrera Argentina (FOA) realizado en
1903 cuando aprobó que: "...es urgente la necesidad de fundar escuelas libres,
donde excluyendo toda educación sectaria se exponga al niño al mayor número de
conocimientos, evitando así su deformación cerebral y preparando criterios
amplios, capases de comentar y comparar más tarde todo género de doctrinas".
Junto con una pequeña proporción de escuelas sindicales, la mayor parte de las
experiencias educativas no oficiales correspondieron a las comunidades
extranjeras y a la Iglesia Católica. Con el inicio del siglo XX estas iniciativas fueron
perdiendo peso relativo frente a la expansión del sistema educativo oficial y
quedando cada vez más bajo el control del Estado que se constituyó en la
principal y casi excluyente agencia educativa.
Para más información dela Ley N.° 1420, de Educación Común, sancionada en 1884, podes ver el
especial de Canal encuentro realizado por el cumplimiento de los 130 años de la ley, en
https://www.youtube.com/watch?v=XmrlaSEf_bU
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6 y 14 años, por lo que, la educación secundaria y superior quedan reservada para
una élite. Por otro lado, como se observa en el art 8, si bien la educación es laica,
no puede negar el derecho constitucional a cualquier credo de impartir su dogma.
“La obligación escolar puede cumplirse en las escuelas públicas, en las escuelas
particulares o en el hogar de los niños, puede comprobarse por medio de
certificados y exámenes y exigirse su observancia por medio de amonestaciones y
multas…” (art.4)
“La enseñanza religiosa solo podrá ser dada en las escuelas públicas por los
ministros autorizados de los diferentes cultos, a los niños de su respectiva
comunión y antes o después del horario de clases.” Art. 8
“La enseñanza primaria para los niños de seis a diez años de edad se dará
preferentemente en clases mixtas bajo la dirección exclusiva de maestras
autorizadas.” (Art.10)
En este contexto, también tienen lugar la sanción de otras dos leyes educativas:
la ley Avellaneda y la Ley Laínez.
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especialmente de ello. Por ende, la ley Laínez viene a ampliar las atribuciones del
gobierno nacional
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Hizo falta la modificación de los requerimientos educativos del aparato productivo
para que se transformaran también las funciones principales del sistema
educativo. La necesidad de cambiar los patrones del crecimiento económico surge
principalmente a partir de las nuevas coyunturas que se producen en el mercado
internacional. Incipientemente en el transcurso de la Primera Guerra Mundial y con
más fuerza a partir de la crisis del '30 y de la Segunda Guerra Mundial, la caída de
las exportaciones de materias primas y de las importaciones manufactureras
obligó a desarrollar una industrialización sustitutiva. La ausencia de sectores en la
sociedad civil con la capacidad económica y la decisión política para encabezar
este proceso de industrialización obligó al propio Estado a tomar la iniciativa y a
conducir el nuevo momento.
Sin embargo, los nuevos actores que surgieron al calor del modelo sustitutivo
serán los encargados de cuestionar la legitimidad de un tipo de Estado que
condujo un proceso de acumulación que no estuvo acompañado por políticas
redistributivas ni mecanismos democratizadores del poder político. De esta
manera, es posible proponer que al contrario de lo que ocurrió en Europa, el
keynesianismo entendido como la intervención activa del Estado en la economía
surgió en la Argentina en la década de los '30, con anterioridad al Estado de
bienestar que se va a desarrollar con toda su potencialidad recién a partir de la
llegada del peronismo al gobierno.
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"movimientista" de las fuerzas políticas hegemónicas permitió que estas alianzas
llegasen al poder, incorporando a la conducción del país a sectores históricamente
marginados. El apoyo plesbicitario, la apelación constante a la movilización
popular y el liderazgo carismático fueron algunos de los mecanismos que
legitimaron permanentemente la coalición gobernante (García Delgado D. 1994).
Pero la diferencia que más nos interesa destacar es que en este contexto la
educación fue incorporada no sólo como un derecho de los ciudadanos, sino
también como estrategia de capacitación de mano de obra para satisfacer las
demandas de la surgiente industria. La "formación del ciudadano" fue
reemplazada paulatinamente por la idea de "formación para el trabajo" que
posteriormente, a partir de las teorías del capital humano, se convertiría en
"formación de recursos humanos". Los nuevos roles ocupacionales exigían una
alfabetización básica que el sistema educativo debía brindar. También comenzaron
a requerir ciertos niveles técnico-profesionales y conocimientos de oficios y
especialidades que no podían ser aprendidos sólo en el lugar de trabajo y que los
nuevos trabajadores, a diferencia de los inmigrantes, no poseían. Pero por sobre
todas las cosas exigían una disciplina laboral que únicamente el sistema educativo
podía brindar masivamente a millones de trabajadores rurales que provenían del
interior del país. Estos sectores pasarían a constituir la principal fuerza laboral de
las nuevas fábricas y talleres.
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Sobre fines de la década de los '40 comenzó a generarse una visión "económico-
centrista" del papel de la educación. De la mano de las teorías de capital humano
(Shultz, T. 1986), la educación dejó de ser vista como un gasto social para
transformarse en una inversión que tenía como principal objetivo alcanzar una
renta individual y social. Los factores considerados tradicionales por la economía
clásica (materias primas, capital, trabajo y tecnología) ya no alcanzaban para
explicar el crecimiento de los países. A partir de la teoría del "efecto residual" la
capacidad de generar "capital humano" altamente calificado pasó a ser una de las
más importantes ventajas comparativas en la carrera hacia el crecimiento.
A partir del derrocamiento del Gral. Perón, esta concepción se profundiza con el
surgimiento del modelo de Estado desarrollista. Este modelo es genéricamente
definido como un sub-tipo de Estado benefactor que, ante una realidad que no
parecía hacer posible la idea de crecer y distribuir al mismo tiempo, centró su
acción en la promoción y conducción del desarrollo económico. La etapa
distributiva debía ser una consecuencia posterior al período de crecimiento y
acumulación. El Estado desarrollista, ante la declinación de la tendencia del
crecimiento económico, enfatizó su papel en esta dirección, afirmándose en las
concepciones de la CEPAL y munido del auxilio instrumental de numerosas
técnicas planificadoras. Según esta perspectiva la recuperación del crecimiento
será el motor que permitiría consolidar la democracia política, la justicia social y la
modernización de la sociedad (Graciarena, J. 1984). De esta manera las
concepciones economicistas de la educación como inversión fueron fuertemente
hegemónicas hasta mediados de la década de los '70, avanzada la crisis del
Estado desarrollista. Sin embargo, en el período posterior al derrocamiento del
presidente Arturo Frondizi, se generaron sensibles modificaciones respecto de la
etapa anterior. El cambio en los sectores integrantes de la alianza gobernante
implicó el creciente abandono de la perspectiva de la educación como un derecho
social que el Estado debía garantizar para toda la población. La nueva alianza
integrada por sectores empresariales más vinculados al capital extranjero, a la
banca, a los productores de bienes exportables primarios y a grupos tecnocráticos,
concibió que la participación de los sectores populares en el estilo de las décadas
anteriores significaba un peligro para el modelo de acumulación propuesto. La
restricción de la participación política a través de la democracia condicionada o de
los gobiernos militares fue el signo principal del período.
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En el ámbito educativo esta contradicción se manifestó, entre otros aspectos, en la
formulación de discursos modernizantes y tecnocráticos en torno a la
universalización y el papel de la educación en el crecimiento; y políticas a través
de las cuales el Estado comenzó a desentenderse crecientemente de la
distribución social de conocimientos a través de la escuela. Cabe destacar que en
el breve período en que el radicalismo accedió al gobierno a través del presidente
A. Illia se intentaron revertir estas tendencias, pero el escaso tiempo del que se
dispuso impidió importantes reformas en este sentido.
Cabe destacar que en los períodos en los cuales los gobiernos militares adoptaron
el modelo definido por Guillermo O'Donell (1985) como Estado Burocrático
Autoritario, la combinación entre un discurso modernizante en lo económico y la
aplicación de las teorías de la Seguridad Nacional en lo político también impactó
en el deterioro de la calidad educativa. La intervención de las Universidades
ocurrida en 1966, la discriminación ideológica y política en los contenidos
curriculares y en la selección de maestros y profesores y el éxodo masivo de
docentes e investigadores al exterior, son ejemplo de la mencionada contradicción.
En primer lugar, la escuela junto con el movimiento político y los sindicatos fue una
de las instituciones que permitió que el gran movimiento poblacional de
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urbanización ocurrido en este período no alcanzara la conflictividad que adquirió
en otros países de la región. La escuela se convirtió en uno de los principales
instrumentos de socialización en las normas, valores y estándares de
comportamientos urbanos para los millones de trabajadores que llegaron desde el
medio rural.
Mucho se ha escrito acerca del peligro de "anomia” (en el sentido dado a este
término por Durkheim) que produce el tránsito de una sociedad tradicional, a una
sociedad urbana y moderna. La institución educativa cumplió con el requisito que
Durkheim, siguiendo en este sentido a Comte, preveía para atender los peligros de
anomia en las sociedades de alto grado de complejidad: la articulación entre sus
funciones homogeneizadoras y diferenciadoras. Mientras que a través de su
función homogeneizadora la escuela brindó su aporte a la incorporación de toda la
población a las pautas, valores y normas de un orden social emergente, mediante
su efecto diferenciador se ocupó de dotar a los individuos de las condiciones
exigidas para ocupar el lugar específico que la sociedad le brindaba. El efecto
legitimador que cumplió la educación a partir del cumplimiento de estas funciones
permitió minimizar en parte las consecuencias de los conflictos sociales que se
produjeron por las profundas transformaciones ocurridas en la sociedad argentina
de aquella época.
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obstáculos para el crecimiento y la modernización del país: la movilización política
y social de las masas excluidas de la participación y la lentitud e ineficiencia de las
democracias liberales. La paradoja principal es que, a pesar de haber obtenido
indicadores positivos en lo que respecta al crecimiento industrial, los factores
desencadenantes de su crisis fueron precisamente las movilizaciones sociales y el
reclamo de la restauración de una democracia no proscriptiva que permitiera el
retorno del general Perón al gobierno (O'Donell G. 1986).
Por último, cabe destacar que las promesas propias del siglo XIX respecto de la
función de la escuela en torno a la formación ciudadana y la educación para la
democracia se encontraban en cuestión en los finales de la década de los '60. La
escasa vigencia de las instituciones republicanas y de los derechos civiles y el uso
de la violencia como mecanismo para dirimir los conflictos políticos estaban
indicando una socialización ciudadana en pautas de comportamiento social
profundamente autoritarias e intolerantes.
En este mismo sentido señalamos que la violencia política era sólo uno de los
síntomas de anomia social que se manifestaban en la sociedad argentina de
inicios de los '70. El autor sostiene que un conjunto de indicadores mostraban una
preocupante falta de cohesión social. La evolución de la criminalidad violenta, el
aumento de los conflictos familiares y la disminución del número de personas con
disposición a ejercer una profesión con finalidades religiosas (seminaristas y
sacerdotes), corroboran para Waldman una creciente tendencia a la anomia
producto de las transformaciones socio-económicas y políticas de la época.
Profundas transformaciones a las que el papel integrador de la escuela no habría
alcanzado a procesar de manera armónica.
Cabe señalar que en nuestro país la declinación del Estado benefactor encontró
su momento más crítico a partir del año 1975. En el periodo 1960/75 el PBI
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argentino había crecido a una tasa promedio del 4.4% anual (Ferrer A. 1982). En
el año 1975 el proceso de estanflación (alta inflación y recesión) alcanzó niveles
alarmantes y fue también a partir de este año cuando la Argentina quebró su ciclo
de crecimiento sostenido para ingresar en un período de estancamiento,
desinversión y desindustrialización que se mantendría hasta el inicio de los '90.
Tres tipos de gobiernos diferentes administraron la crisis del Estado benefactor en
la Argentina. El gobierno peronista (1973-76), el gobierno militar (1976-83) y el
gobierno radical (1983-89). Aun aplicando políticas diferentes, comienzan a
generar las condiciones para el posterior surgimiento de un nuevo tipo de Estado:
el Estado post-social.
En la Argentina es posible proponer que, aunque con signos opuestos entre sí, el
conjunto de los gobiernos que condujeron el Estado en este período priorizó la
función política de la educación en detrimento de su papel económico.
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En lo que respecta a la ampliación de oportunidades, el Plan Trienal 74/77 priorizó
la expansión del nivel primario y la educación de adultos. Para garantizar el
cumplimiento de estas políticas se procuró complementarlas con el conjunto de
estrategias sociales (alimentarias, sanitarias, etc.) (Plan Trienal 1974/77).
La "muerte del general Perón y el reemplazo del Dr. Taiana por el ministro
Ivanissevich marcó el inicio de la etapa en la cual el objetivo central de la política
educativa se constituyó en torno a la necesidad de "restablecer el orden". Sin
embargo, no es sino hasta después del 24 de marzo de 1976 cuando esta
intención encuentra posibilidades plenas de aplicación. En el último periodo del
gobierno democrático derrocado en 1976, la intención de disciplinar y ordenar el
funcionamiento de las instituciones educativas y a través de ellas a la sociedad, se
encontró en abierta contradicción con el clima de caos y violencia generalizada
que imperó en el conjunto de las relaciones sociales. Es precisamente este clima
el que brinda los argumentos que necesitaban los sectores que, una vez más,
irrumpieron en el orden constitucional y conculcaron las posibilidades de
participación de la ciudadanía.
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garantizar una transición en la dirección buscada. Es por ello que, entre otros
aspectos, fue la primera vez que un gobierno militar fijó un mecanismo
institucionalizado de sucesión presidencial sin recurrir a los civiles ni a las formas
democráticas.
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De acuerdo con lo afirmado por G. Tiramonti (1985) es posible plantear que las
principales políticas desarrolladas en función del orden expresivo en este período
fueron: a) la clausura de los mecanismos de participación social en la orientación y
conducción del sistema de enseñanza, b) el disciplinamiento autoritario de todos
los agentes comprometidos en la actividad educativa y c) la transferencia de la
lógica burocrática (en el sentido weberiano) al ámbito escolar.
¿Cómo es posible explicar que este gobierno haya producido las condiciones para
el ocaso definitivo del Estado de bienestar? Entre otros, dos factores parecen ser
determinantes:
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1. En lo económico, el período 1976/83 dejó una herencia de endeudamiento
externo e interno, crisis fiscal y proceso inflacionario que deberá enfrentar el
gobierno democrático que asume en 1983. En lo que respecta al aparato estatal,
la ineficiencia, la baja calidad, la burocratización y el encarecimiento de los
servicios públicos profundizaron el cuestionamiento a la capacidad del Estado para
gestionar eficientemente estas empresas;
En la práctica, con la excepción del periodo de vigencia del Plan Austral, durante
el gobierno del Dr. Alfonsín, las tendencias principales se manifestaron en torno a
la declinación del crecimiento productivo, la desinversión, la caída del empleo, la
concentración económica y la alta inflación.
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transformar una cultura autoritaria. Parte de este diagnóstico estaba vinculado con
la capacidad del gobierno militar de penetrar "capilarmente" la sociedad mediante
valores y pautas de comportamiento autoritarios. Los continuos intentos de
desestabilización del sistema institucional por parte de sectores de las FF AA
durante este período mostraron que era necesario mantener presente en la
ciudadanía la conciencia respecto a la defensa del sistema democrático.
Sin embargo, es posible proponer que la gestión educativa del gobierno radical
manifestó una visión restringida de los elementos que constituían la esencia del
orden disciplinado construido en el período 1976/83. Percibieron principalmente
aquellos factores que afectaron lo que anteriormente hablamos definido como
orden expresivo. En esta dirección se absolutizó el papel del Estado en la
transición democrática en torno al cambio de las normas, reglamentos y prácticas
que permitieran desmontar el sistema autoritario que rigiera en la etapa anterior.
Pero en lo que respecta al orden instrumental, los cambios realizados en el primer
período sólo estuvieron vinculados a los contenidos de las materias dirigidas a la
formación cívica y ciudadana.
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De esta manera, las principales acciones desarrolladas desde el Ministerio de
Educación de la Nación estuvieron dirigidas a la autorización del funcionamiento
de los centros de estudiantes a nivel secundario y universitario; la reincorporación
de los docentes cesanteados en el período autoritario; la supresión de los
exámenes de ingreso en la escuela media y la posibilidad del ingreso irrestricto en
las universidades; la modificación del régimen de evaluación de conocimientos
adquiridos abandonando la escala numérica por otra conceptual; la modificación
de los planes de estudio de formación moral y cívica del nivel secundario; la
normalización de las universidades públicas, etc. (Braslavsky C. y Tiramonti G.
1990).
Una situación similar puede señalarse respecto del importante proceso de debate
educativo que significó el Congreso Pedagógico Nacional. El gobierno
democrático supo generar un amplio espacio para la discusión, sin embargo, no
logró comenzar a implementar los acuerdos allí alcanzados.
Cabe destacar que esta parcial intervención del Estado Nacional en torno a la
transformación de la educación fue complementada en algunas jurisdicciones con
profundos cambios en los contenidos y en las prácticas educativas. La
Municipalidad de la Ciudad de Buenos Aires, Córdoba, Mendoza. La Pampa.
Santa Fe y Río Negro, entre otras, desarrollaron importantes procesos de mejora
de la calidad educativa.
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Este proceso, que significó un notorio avance respecto de la situación anterior,
también produjo situaciones contradictorias y a veces violentas. Modificar las
formas, pero manteniendo los contenidos, generó mayores condiciones para que
los actores del proceso educativo, en particular los estudiantes de escuelas
medias expresaran su disconformidad con la falta de atractivo y significación social
de los conocimientos escolares. La derogación de las normativas disciplinarias
impidió que la insatisfacción estudiantil estuviera en condiciones de ser encauzada
a través de los métodos "autoritarios". Pero en muchos casos tampoco pudo ser
contenida por la "autoridad" genuinamente ganada por el saber docente y el
interés por el estudio de nuevos contenidos escolares. De esta manera en ciertos
momentos de la primera etapa democrática se vivió una situación paradojal. La
ausencia de transformaciones profundas de las condiciones escolares de
aprendizaje permitió que desde algunos sectores se propusiera un retorno al
orden educativo autoritario como reacción ante las manifestaciones de
disconformidad estudiantil.
El Estado post-social
La década de los '80 ha sido definida por la CEPAL como la década perdida para
América Latina. El PBI por habitante descendió en el período 1981-90 en un 9,6%;
también decrecieron la tasa de inversión y el ingreso medio urbano. Al mismo
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tiempo, la tasa de inflación, el endeudamiento externo y la desigual distribución de
la riqueza, se colocaron entre los más altos del mundo.
Como suele ocurrir respecto de los fenómenos sociales que se desarrollan en los
países latinoamericanos, este proceso de deterioro del papel del Estado de
bienestar se presentó como un correlato de la crisis de los Estados que
emergieron en los países centrales a partir de la post-guerra. Sin embargo, existió
un conjunto de características distintivas que exigen un análisis particular que
permita dar cuenta de las especificidades del proceso.
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En segundo lugar, en el caso de un conjunto de países desarrollados, la crítica a la
intervención del Estado en la economía no significó necesariamente una crítica
similar al papel del Estado en lo que respecta a su rol redistribuidor. Dicho en otros
términos, se discutió principalmente el componente "keynesiano" del Estado, y no
se cuestionó tanto su aspecto "benefactor" (Isuani A. y otros 1991). Ello se debe,
en parte, a que el papel social del Estado en muchos de estos países precede en
décadas a su rol activo en la economía. A partir de este rol distributivo, se
pretendió que realizara un aporte fundamental en torno al mantenimiento del orden
social y a las necesidades de legitimación y apoyo político que surgieron a partir
de la extensión del sufragio universal. Esta función no parece dejar de tener
vigencia en la actualidad, ya que en los últimos años se verifica un aumento
constante en el gasto social de la mayor parte de los países centrales (OCDE,
1985, en Isuani A. y otros, 1991, y Calcagno E., 1993).
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operados en los últimos años, la economía argentina ha recuperado su estabilidad
monetaria y alcanzado en el período de vigencia del "Plan ele Convertibilidad"
altas tasas de crecimiento en su PBI. Desde otros sectores se plantea el peligro de
que el achicamiento del. Estado no sea acompañado por el aumento de su
capacidad de regulación (lsuani A. 1995). (La concentración del poder económico,
el aumento de la desigualdad social y la anomia en los comportamientos sociales
respecto al cumplimiento de las normas, inclusive las legales, serían las
principales consecuencias del proceso
Por otra parte, junto con la necesidad de reformar el Estado, también existe un alto
grado de acuerdo en torno a la necesidad de profundizar los procesos de
democratización entendida desde una perspectiva integral que va más allá de la
vigencia de las instituciones constitucionales. Este proceso implica, no sólo la
superación de la persistente inestabilidad política, sino la ampliación de las
posibilidades de participación integral del conjunto de los actores sociales y una
creciente justicia social a partir de la satisfacción de las necesidades materiales y
culturales de todos-los sectores de la población.
Sin lugar a dudas, uno de los principales debates de la época está centrado en
cómo combinar la democratización concebida en el amplio sentido ya explicitado,
con la modernización del Estado. La tendencia integradora de los procesos de
democratización confronta con los aspectos excluyentes de las políticas de ajuste
y modernización. Planteado en los términos que lo enuncian E Calderón y M. dos
Santos (1993), "si los gobiernos y otros actores sociopolíticos buscan
democratización sin modernización del Estado se generara ingobernabilidad. Si
los gobiernos privilegian una modernización del Estado orientada mecánicamente
por el objetivo de reducir el gasto público pueden llegar a desnaturalizar el
régimen democrático".
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1993). El techo alcanzado por el lado de los ingresos en momentos en que el
impacto de la recesión producto de factores estructurales y coyunturales,
determina una fuerte tendencia a restringir el gasto público, en particular el
destinado a las políticas sociales. Ello implica, no sólo suprimir algunas
instituciones del Estado benefactor, sino desvalorizar sus productos disminuyendo
la calidad de las prestaciones y servicios brindados (Isuani A. 1991).
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articulan en función de satisfacer necesidades concretas de las poblaciones que
los constituyen. Como plantea Touraine (1989) más que "enfrentarse para la
obtención de la dirección de los medios de producción, pretenden participar en las
finalidades de esas producciones culturales que son la educación, los cuidados
médicos y la información de masas". En nuestro país estos movimientos aún se
presentan con una gran debilidad institucional y con una lógica muy fragmentaria.
En el ámbito educativo su aparición ha estado acotada temporalmente en la mayor
parte de los casos a la resolución de reivindicaciones o conflictos específicos. El
movimiento organizado en torno al debate de la Ley Federal de Educación 8 en
1993 es un claro ejemplo en este sentido. Sin embargo, por su capacidad de
articular intereses educativos de actores sociales diferentes y de partir
generalmente de las problemáticas locales o puntuales es un fenómeno a tener en
cuenta a la hora de plantear nuevas formas de vinculación entre el Estado y la
sociedad en materia educativa.
La última aclaración hace referencia a que junto con los cambios producidos en la
estructura y papel del Estado y en la nueva relación que se plantea éste con la
sociedad, han ocurrido transformaciones que es necesario tomar en cuenta a la
hora de definir las actuales funciones de la educación. En el presente trabajo
incluiremos el análisis de algunas de estas transformaciones. En primer lugar,
estudiaremos las principales tendencias de la reciente evolución del sistema
educativo. En segundo lugar, analizaremos la nueva relación que se plantea entre
la educación, la estructura productiva y el mercado de trabajo. Finalmente,
plantearemos algunos elementos necesarios en dirección a la construcción de un
nuevo paradigma socioeducativo que permita dar cuenta más acabadamente de
los procesos educativos de nuestro país. En ese momento estaremos en
condiciones de retomar con más elementos el debate acerca de las funciones que
la educación debe desempeñar en la actualidad y respecto de un nuevo tipo de
articulación entre Estado y sociedad que permita encarar con éxito los desafíos
que la comunidad le plantea a la escuela de cara al siglo XXI.
Poder verla en
http://servicios2.abc.gov.ar/lainstitucion/organismos/consejosescolares/normativa/leyes/ley24195.pdf
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Bloque III: Reflexión sobre los fines y objetivos de la política educativa La
institución escolar: reflexiones acerca de los límites y posibilidades de la
acción escolar
La modernidad del siglo XIX y de la primera mitad del siglo XX asumió una forma
escolar y un modelo de socialización que se caracteriza como un programa
institucional. La palabra programa debe ser entendida como una estructura estable
de la información pero cuyos contenidos pueden variar de manera infinita. Este
programa es ampliamente independiente de su contenido cultural y puede ser
definido por cuatro grandes características independientes de las ideologías
escolares que se transmiten. De este modo, las escuelas religiosas, las escuelas
republicanas francesas o chilenas, como la escuela soviética han compartido el
mismo programa.
Para decirlo de una manera más abstracta, el programa institucional primero fue
definido por un conjunto de principios y valores concebidos como sagrados,
homogéneos fuera del mundo y que no debían ser justificados. La fe al igual que
la razón no se discuten en la escuela ubicada bajo el reino de una trascendencia
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que la sustrae al régimen exclusivo de la utilidad social de los diplomas y del
desarrollo económico.
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reservan para los alumnos menos "dotados" y socialmente más desfavorecidos.
Los padres son invitados a confiar a sus hijos a la escuela sin mezclarse de la vida
escolar con el fin de preservar la igualdad de los alumnos. Durante largo tiempo,
en la escuela se separan los sexos desde el momento del fin de la infancia y la
cultura juvenil no tiene lugar en la institución. Los uniformes acentuaban la ruptura
entre santuario escolar y la sociedad y la mayoría de las escuelas secundarias
eran internados. Al igual que en las Ordenes Regulares, la disciplina escolar era
autónoma y "racional", con un sistema de castigos y recompensas distintas de las
costumbres sociales; la disciplina escolar sólo remite a sí misma.
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momento en que los alumnos han adquirido un espíritu crítico a condición de que
la crítica de las rutinas escolares sea realizada en nombre de los valores
fundamentales de la escuela, como bien lo puso en evidencia Bourdieu. Es esta
confianza en la socialización liberadora lo que me separa de los análisis
foucoultianos de las instituciones, pues yo no creo que estemos en presencia de
una simple astucia del poder, sino más bien de un modo histórico de formación del
sujeto a través de un "programa" coya forma ha permanecido estable durante
mucho tiempo
Este modelo tiene tres ventajas que hoy están amenazadas: el maestro dispone
de una autoridad que es la de la misma institución; en tanto santuario, la escuela
puede externalizar sus problemas: el medio ambiente es el que causa las
desigualdades sociales, fallas de familias, políticas públicas, etc. las reglas
compartidas de la institución facilitan su organización, se trata de un orden
mecánico más que orgánico. La cara oscura de las que podrían considerarse
virtudes es el silencio, el encierro, la violencia física y simbólica, el abuso de la
autoridad.
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Dubet considera que este programa institucional está en declive, y la causa de su
problema es un "virus" que le ha inyectado la propia modernidad. Por su efecto,
produce su declive. Detalla esta caída de nuevo con cuatro características, serán
las opuestas a las que hacían al propio programa:
Entonces, ¿se trata de la culpa del neoliberalismo que destruye la escuela o más
bien de un cambio endógeno? Dubet responde que la crisis escolar se debe a una
mutación institucional.
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inocencia. Sí, existen desigualdades sociales, pero la escuela también crea las
suyas, desigualdades por el efecto de sus propios métodos.
Parece una pregunta simple y sencilla, y sin embargo encierra una diversidad de
interrogantes fundamentales:
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conflictos, otras demandas las que enfrentamos. Estas condiciones son
importantes para no caer en tentaciones voluntaristas cuando pensamos en lo que
es posible hacer, porque los sujetos muchas veces realizamos ciertas acciones
dentro de “repertorios de acción” que están dados por experiencias y prácticas
sociales extendidas. Es cierto que podemos inventar y crear nuevas estrategias,
pero por lo general esas creaciones son rearticulaciones sobre la base de
lenguajes o de experiencias disponibles, y no habría que perder de vista eso que
está disponible y que delimita ciertos caminos. Al mismo tiempo, debemos evitar
también la tentación contraria: reducir todo lo que sucede en la escuela a un
determinismo de su forma actual.
Habría que repensar qué entendemos por escuela: si es un lazo hacia el pasado,
primeramente, o es una construcción que enlaza pasado, presente y futuro de
maneras más abiertas e impredecibles, que permitan que surja lo nuevo y lo
creativo. El qué puede hacer la escuela tiene que ver, entre otras cosas, con
repensar lo que ofrece la escuela. Porque muchas veces el problema no está en el
afuera, sino en los límites de la invitación que estamos haciendo para alojar,
proporcionar y proyectar otros vínculos con el conocimiento y con la sociedad
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BIBLIOGRAFIA GENERAL
Parte a)
Parte b)
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• FILMUS, D. (1996): “Estado, Sociedad y Educación en Argentina: una
aproximación histórica”, en Estado, Sociedad y Educación en la Argentina
de fin de Siglo. Proceso y Desafíos. ED Troquel, Bs. As.
• PAVIGLIANITI, N. (1993):“El Derecho a la Educación: una construcción
histórica polémica”. Jornadas de debate Ley de Educación. En defensa de
la educación pública. UBA, Secretaría de Publicaciones CEFYL, Bs. As.
• TIRAMONTI, G.: “El Escenario Político educativo de los ‘90”, en Revista
Paraguaya de Sociología, Año 33, N º 96, mayo – agosto de 1996.
• Apunte de clase: “ Aproximación a los planteos de G. Tiramonti acerca del
escenario político educativo de los 90”
• Documentos: Ley 1420/ Ley de Transferencia de Servicios Educativos
Nacionales a las jurisdicciones Nº 24.049/91. Ley Federal de Educación Nº
24.195/93. Ley de Educación de la Prov. de Bs. As. Nº 11.612/94.
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ANEXO 1
Llegué y el primer día de clase vi a las madres de los chicos, analfabetas, muchas
vestidas casi como campesinas, con el pañuelo caído hasta la mitad de la frente y
las polleras anchas y largas. Algunas no hablaban español, eran ignorantes y se
las notaba nerviosas porque seguramente era la primera vez que salían para ir a
un lugar público argentino, a un lugar importante, donde se les pedían datos sobre
los chicos y papeles. Estas madres, muy tímidas, muy calladas, dejaban a sus
hijos en la puerta. Los primeros años que dirigí esa escuela tenía un chico
extranjero cada diez chicos argentinos, más o menos; pero muchos de esos
chicos argentinos también eran hijos de extranjeros y no escuchaban palabra de
español en casa, sobre todo si eran niñas y se habían criado de puertas adentro.
Esos chicos no parecían muy limpios, con el pelo pegoteado, los cuellos sucios,
las uñas negras. Yo me dije, esta escuela se me va a llenar de piojos. Lo primero
que hay que enseñarles a estos chicos es higiene. [...]
Ese primer día, los chicos entraron a clase y yo salí de la escuela. Busqué una
peluquería, me acuerdo perfectamente de que el dueño se llamaba don Miguel y le
pedí que con todos sus útiles de trabajo me acompañara a la escuela, que yo me
hacía cargo de la mañana que se iba a perder allí. En el segundo recreo, cuando
los chicos estaban todos en el patio, empecé a elegirlos uno por uno. Los hice
formar a un costado y esperé que tocara la campana y los demás entraran a las
aulas. No me acuerdo qué les dije a las maestras. Era un día radiante. Le expliqué
al peluquero que quería que les cortara el pelo a todos los chicos que habían
quedado en el patio, que el trabajo se hacía bajo mi responsabilidad y que se lo
iba a pagar yo misma.
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Don Miguel trajo una silla de la portería, la puso a un costado, a la sombra, e hizo
pasar al primer chico. Tenían un susto terrible. Yo les dije entonces que esa iba a
ser la escuela modelo del barrio, que teníamos que cuidarla mucho, mantenerla
limpia, tanto las aulas como los corredores y los baños. Y que, en primer lugar,
todos nosotros debíamos venir limpios y prolijos a la escuela y que lo primero que
teníamos que tener prolijo era la cabeza porque allí andaban bichos muy
asquerosos que podían traerles enfermedades.
En el recreo siguiente, relucían las cabezas rapaditas y a los chicos se les había
pasado el susto, todos iban a recordar cómo los mechones de pelo daban vueltas
como pompones esponjosos y huecos sobre las baldosas del patio, al sol,
mientras el portero las barría y los chicos pegaban grititos. Después, las maestras
me dijeron que nunca habían visto ni escuchado una cosa así. Alguna madre vino
al día siguiente, muy pocas. Todas creían que si los chicos se lavaban la cabeza
se resfriaban. Les expliqué que no era así y que, en esa escuela, yo quería chicos
de pelo bien corto y niñas de trenzas hechas y deshechas todos los días.
Nunca más tuve que llevar a don Miguel al patio. Los rapaditos les enseñaron a
los demás que era más cómodo y más despejado tener el pelo cortísimo. Cuando
lo conté en mi casa, durante el almuerzo, un hermano mío, que ya era abogado,
me dijo: "Sos una audaz. Te podés meter en un lío. Esas cosas no se hacen". Pero
ni esas madres ni esos chicos sabían nada de higiene y la escuela era el único