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a que la carnosidad entre el pulgar y los dedos la detiene. Deberá que-dar perfectamente alineada con la primera carta ya que, por la
izquierda, queda detenida por el pliegue situado entre la base de los
dedos y el pulgar, y además el dedo meñique evita que se deslice ha-
cia abajo. El dedo índice puede ser útil para añadir el última retoque
para que todo quede cuadrado por delante.
Si todo ha ido bien, debe parecer que tienes en la mano cuatro
cartas, la segunda de las cuales se ve vuelta desde el .frente, siendo la
última carta en realidad dos cartas cuadradas como una. No hace fal
ta hacer este pase con rapidez ya que, si se combina con un vaivén del
brazo izquierdo, el pequeño movimiento de los dedos queda com-
pletamente cubierto, lo que hará que parezca como si la segunda carta
se diese la vuelta mágicamente. Creo que si lo intentas unas cuantas
veces verás que no es tan difcil.
Tras haber hecho hincapié en la importancia de colocar las cartas
en extensión recta y no en abanico o arco, una vez dominada la téc-
nica, puede recurrirse a un manejo alternativo que consiste en disponer
las cartas ligeramente abanicadas. El dedo meñique debe situarse como
eje alrededor del cual se acomodan las cartas; la acción del pase es la
misma, pero en este caso las cartas, en lugar de deslizarse en línea rec-
ta, giran sobre el eje que forma dicho dedo (fig. 4, siguiente pág.).
Bien mirado, este pase (aunque usado en contextos completa-
mente distintos) tiene similitudes con el "Lanzamiento óptico" de
Larry Jennings (Jennings' Optical Toss). Por esta razón, cuando se haga
referencia al pase en las siguientes rutinas en las que se utiliza, se le
designará con el nombre de alineamiento óptico.
Veamos ahora el empleo de este pase dentro del contexto de la ru-
tina. Debido a una pequeña discrepancia, es preferible emplear Figuras
mejor que Ases; personalmente, empleo los Reyes (en la siguiente ex
plicación supondré que tú también los usas). Además de los cuatro
Reyes, se necesita una carta más, como ya sabes. Puedes añadirla de
muy distintas formas, siendo la más obvia la adición de Vernon. No
es mi intención explicar este conocido pase con todo detalle, por lo
que lo haré brevemente: extiende una baraja de cartas con las caras
hacia ti y haz sobresalir los Reyes a medida que los encuentres; al ce-
rrar y cuadrar la extensión; con los Reyes sobresalientes, obtén una
separación con el meñique izquierdo por encima de la carta inferior
de la baraja; mientras la mano derecha sujeta todo el paquete, la mano
izquierda se desliza hacia delante para extirpar los Reyes sobresalien-
tes y, al mismo tiempo, lleva hacia delante la carta inferior de la ba-
raja por debajo de los Reyes, los cuales la ocultan, de manera que al
extirparlos se ha conseguido añadir secretamente una carta bajo ellos.
Una alternativa que uso a menudo posee la ventaja de que los Re-
yes pueden haber sido extraídos de la baraja previamente para ser
usados en rutinas anteriores: se sujetan los Reyes en la mano derecha
y, como la baraja no se necesita para el juego, la coges cara arriba en
tu mano izquierda y la guardas en el bolsillo; el dedo meñique de esta
mano obtiene una separación por encima de la carta inferior. Al sacar
la mano del bolsillo, simplemente retén esta carta. Acerca las manos
de manera que la izquierda pueda cargar la carta extra debajo de los
Reyes (fig. 5), de un modo muy parecido a como se carga un limón o
una bola gigante bajo un cubilete. Igual que en el pase para la carga
de la fruta, la coordinación es más importante que la ocultación per-
fecta de la carta en la mano.
Tras hacerte con la carta extra del modo que escojas, hay que or-
denar los Reyes alternando sus colores sin exponer la carta añadida.
Como no importa si se alternan rojo/negro o negro/rojo, da igual ex
tender las cartas caras arriba una a una manteniendo las dos últimas
como una, lo que oculta la carta extra; de esta forma, sólo hace falta
alterar el orden de las tres primeras cartas, lo que no afecta a la carta
doble. Ahora, los dedos izquierdos tiran hacia abajo del lado derecho
de la carta doble para curvarla firmemente en sentido longitudinal_
Esto no sólo ayuda a mantener las dos cartas alineadas, sino que tam-
bién proporciona una separación automática sobre estas dos cartas,
necesaria -como recordarás- para el alineamiento óptico.
Hasta este momento, las cartas se han mantenido a la altura de la
cintura. Ahora, toma con la mano derecha el Rey superior y levánta-
lo hasta llevarlo a la altura del pecho. Vuélvelo para que su cara mire
al público mientras explicas que las cartas se darán vuelta una a una.
Mientras esto ocurre, la mano izquierda cae al costado y se aprovecha
de que la atención está centrada en la mano derecha para voltear se-
cretamente la carta superior del paquete. Ésta es una antigua idea de
Hugard que se emplea muy poco a pesar de su gran utilidad. Todo lo
que sucede es que el pulgar empuja todo lo posible la carta hacia la
derecha y los dedos la voltean de modo que caiga dorso arriba sobre
el paquete (figs. 6 y 7). Quizás desees emplear el costado de la pierna
para sujetar la carta durante el volteo (a propósito: este pase es muy
útil en rutinas de carta ambiciosa para voltear la carta superior de la
baraja, mientras haces un gesto con la carta elegida, de modo que pue-
das devolver la carta elegida cara arriba sobre la baraja quedando
preparado para un doble volteo). Cuando consigues voltear la carta,
la mano izquierda sube para encontrarse con la derecha, que voltea
su carta y la deja, cara arriba, tal y como estaba sobre el paquete, con
cuidado de no revelar la carta vuelta. Las cartas están ahora en el or-
cíen correcto para realizar el pase.
Hecho todo lo anterior, las cartas se extienden a la altura del pe-
cho como ya se explicó. Gracias a la curvatura de las dos cartas
inferiores, se puede obtener automáticamente una separación bajo ellas
con el dedo meñique. Toma la primera carta en la mano derecha, dts-
pués la doble, y luego las dos últimas como cartas sencillas, igual que
antes, para que queden extendidas en un pequeño abanico que luego
colocas en la enano izquierda.
Te encuentras ahora, por supuesto, en la posición correcta para el
alineamiento óptico, pero yo prefiero no hacerlo en este momento; re-
petir el mismo movimiento cuatro veces sería aburrido incluso para el
público más considerado. Por ello, en este punto tan temprano de la
rutina, simplemente cuadro las cartas, hago cualquier clase de pase má-
gico, y las vuelvo a extender en la mano derecha, una a una esta vez,
manteniendo las dos últimas cartas como una. Con este procedimiento
se consigue volver la segunda carta, pero no de manera visible esta pri-
mera vez; se establece la naturaleza del efecto y, al mismo tiempo, se
deja posibilidad para mejorar en las tres ocasiones siguientes.
Con las cartas todavia sujetas en extensión en la mano izquier-
da, la mano derecha saca la carta que se acaba de voltear y la mano
i zquierda cae al costado cuadrando las restantes cartas en el trayec
to. Mientras muestras esta carta con la mano derecha, la izquierda
voltea la siguiente carta del paquete. Aunque el procedimiento pue-
da parecer descarado, es ciertamente eficaz, y se emplea cada vez para
preparar la siguiente carta. La mano izquierda sube para juntarse de
nuevo con la derecha, y la derecha devuelve su carta, esta vez deján-
dola con su cara hacia el público porque ya se ha dado la vuelta. Se
extienden las cartas del mismo modo que antes: sencilla, doble, sen-
cilla, sencilla, de nuevo aprovechando la curvatura para obtener una
separación para la doble. Una vez más, se vuelven a colocar en ppsi-
ción en la mano izquierda.
Esta vez si empleo el alineamiento óptico, pero lo hago durante
el denominado "tiempo débil", diciendo algo así como: Fsta vez, si de-
jase las cartas extendidas en un pequeño abanico, de esta manera, sí una carta
se diese la vuelta, ustedes la verían, ¿verdad?
Encogiéndome de hombros al decir esto, realizo el pase de ma-
nera que tome al público por sorpresa cuando se den cuenta de que
la segunda carta se ha dado la vuelta sin que lo viesen. Resulta bas-
tante más impresionante que la primera vez.
La mano derecha extrae las dos cartas que están cara hacia el pú- ---
blico (las dos primeras, claro está) y hace un gesto con ellas mientras
la mano izquierda voltea la siguiente carta dando gracias al señor Hu-
gard. De nuevo, acerca las manos, devuelve las cartas -caras hacia el
público- al paquete y cuadra todo. Vuelve a extenderlas como antes:
sencilla, doble, sencilla, sencilla (hay que decir que ahora tiene lugar
una pequeña discrepancia: al extender los naipes de esta manera, la
segunda de las dos cartas que está de cara hacia el público es doble y,
desapercibidamente, ha cambiado de palo. Este es un detalle menor,
pero es la razón por la que me aseguro de que las cartas alternen sus
colores desde el principio, de modo que sólo habrá un cambio de palo,
pero no de color, lo cual sería mucho más evidente).
Realiza de nuevo el alineamiento óptico; esta vez, para hacerlo más
sorprendente, suelo dirigir la atención hacia la mano al mismo tiem-
po que con ella hago un movimiento amplio de vaivén para cubrir el
trabajo de los dedos. Cuando acaba el movimiento, se ve que la ter-
cera carta se ha dado la vuelta.
Para terminar, la mano derecha toma una por una, empezando por
la que está más a la derecha, las tres cartas que ya se han dado la vuel-
ta, lo cual invierte su orden. Esto cubrirá otra pequeña discrepancia.
Mientras haces un gesto con ellas, la mano izquierda voltea de nue-
vo la siguiente carta en el costado; el pase es el mismo aunque sólo se
utilicen dos naipes. La mano izquierda se dirige otra vez hacia la de-
recha, que devuelve sus tres cartas con las caras mirando hacia el
público. Cuadra todo, pero esta vez el procedimiento cambia ligera-mente: realiza una cuenta -bucle o por enganche del meñique en lugar
de lo habitual hasta ahora. En otras palabras: con las manos todavía
a la altura del pecho, torna la primera carta con la mano derecha, lue-
go otra carta sencilla, y luego haz un bucle de la carta inferior con los
dedos izquierdos, o bien tira de ella hacia abajo con el meñique iz-
quierdo. Las dos cartas restantes quedan, por lo tanto, separadas de la
i nferior y puedes tomarlas con la mano derecha como si fuesen una.
Para terminar, coge la última carta. Obviamente esto debe parecer a
los espectadores idéntico a las anteriores cuentas: Pon las cartas en la
mano izquierda, preparadas para el alineamiento óptico, aunque ló-
gicamente el pase es imposible en esta posición. Justo cuando el pú-
blico piensa que vas a hacer que la última carta se dé la vuelta, detente
y sugiere lo siguiente: Quizás piensen que ahora es rnás fácil porque la úl-
tima carta está al final; a lo mejor creen que lo único que hago es voltear las
cartas con el pulgar, por ejemplo. Para hacerlo igual de difícil que en las oca-
siones anteriores, colocaré la carta entre medias de otras dos, siendo así
imposible que pueda darse la vuelta.
Toma las cartas en la mano derecha, pero esta vez sujétalas desde
abajo en las puntas de los dedos (como muestra la fig. $); la mano iz-
quierda se acerca por encima y extrae la carta que está más a la derecha
en el abanico, colocándola nuevamente delante de la carta vuelta de
modo que esta carta quede sin duda entre medias de las otras dos.
Este procedimiento parece otorgar una claridad extrema al pro-
ceso, pero en realidad has conseguido colocar las cartas en la posición
adecuada para la realización del alineamiento óptico una última vez.
Pasa las cartas de nuevo a la mano izquierda y realiza el pase. Esta
vez suelo hacerlo deprisa, con menos movimiento del brazo, ya que
es el final de la rutina y, por tanto, el efecto es más espectacular.
Para terminar, puedes tomar las cartas una a una con la mano de-
recha de modo que la última carta (doble) quede en la parte inferior del
paquete, de donde puedes empalmar la extra; también, en esta posición,
puedes dejar caer todo el paquete cara arriba sobre la baraja cara abajo,
de forma que la carta extra quede "perdida" encima de la baraja.
llgua_y aceite
El alineamiento óptico puede emplearse como maniobra cu-
bierta o de forma visible. Supongamos que hemos sacado de la baraja
tres cartas rojas de valores similares (quizás un Nueve y dos Ochos)
y las hemos dejado cara abajo sobre la mesa; también hemos Saca-
do tres cartas negras de valores similares, a las que hemos añadido
secretamente otra carta negra, también de valor siuiilar (utilizando
la adición de Vernon, por ejemplo), de manera que en realidad son
cuatro. Deja caer estas cartas cara abajo encima de las rojas. Si las re-
coges y las extiendes cara abajo de izquierda a derecha, manteniendo
las dos últimas juntas como una, enseñarás un total de seis cartas;
de.esta manera también podrás obtener una separación fácilmente
por encima de las dos cartas inferiores cuando cuadres el conjunto
acto seguido. Puedes tornar las tres cartas superiores con la mano de-
recha, en uña posición parecida a la del alineamiento óptico; la mano
i zquierda mantiene las suyas cuadradas conservando la separación
por encima de las dos de abajo. La mano derecha, que sujeta toda-
vía sus cartas, puede ayudar a extender como tres las restantes cuatro
cartas de la mano izquierda: los dedos de la mano derecha toman
una carta doble (es fácil gracias a la separación) y la sujetan por de-
bajo de las otras tres. El pulgar izquierdo empuja la siguiente carta
hacia la derecha y retoma la doble de la mano derecha de modo que
quede extendida hacia la derecha de las otras dos. De esta forma, se
muestra una extensión de tres cartas en la mano izquierda, siendo la
carta superior doble. En este punto la mano derecha puede alejarse
sujetando sus naipes en una posición similar.
La enano derecha sujeta tres cartas negras, que puedes enseñar
al público, y también puedes volver la mano izquierda para ense-
ñar tres cartas rojas (aunque hay una carta negra oculta detrás de 11
superior). La mano derecha se vuelve de forma que sus naipes que-
den cara abajo y deja caer el inferior sobre la mesa. Mientras esto
ocurre, la mano izquierda, que también se vuelve de manera que
sus cartas queden cara abajo, realiza el alineamiento óptico. Sólo
hay tres cartas esta vez, pero el pase es el mismo: se deslizan hacia
la izquierda las dos centrales de modo que las dos inferiores que-
den cuadradas como una, resultando ser ahora la superior (sin que
- l o sepa el público) una carta negra (fig. 13).
El pulgar izquierdo da esta carta negra cara abajo sobre la mesa
sobre la primera carta; la mano derecha se vuelve otra vez para mos-
trar sus cartas negras y deja caer la siguiente carta cara abajo sobre las
que están encima de la mesa, de forma que parezca que los colores se
alternan. La mano izquierda hace lo mismo, dan la siguiente carta roja _
manteniendo las dos últimas cuadradas como una sola. Mientras la
mano derecha muestra su última carta y la da sobre la mes., la mano
izquierda dobla con firmeza la carta doble (lo que ayudará a mante-
nerlas cuadradas) muestra su cara y la deja caer encima de las restantes.
Tras recoger el paquete de cartas y colocarles cara arriba en la mano
i zquierda, puede mostrarse que las cartas que tan lentamente se han
dejado sobre la mesa en alternancia de colores, se han separado como
el agua y aceite de esta manera: extiende hacia la derecha claramente
las tres primeras cartas para mostrar que son todas negras; déjalas caer
sobre la mesa.
Gracias a la curvatura de las dos cartas inferiores, te resultará fácil
obtener una separación sobre ellas para realizar un doble volteo; esto
oculta la otra carta negra, sobre la cual pones las otras dos cartas ro
jas una a una. Puedes dejar caer estas cuatro encima de las cartas negras
que están cara arriba sobre la mesa y repetir el efecto.
Otro final alternativo y muy visual, que además sirve de con-
clusión adecuada en caso de que desees repetir el efecto (opción que
te recomiendo especialmente) es hacer como se ha descrito hasta el
momento en que has dado todas las cartas sobre la mesa excepto la
última, la carta doble que tienes en la mano izquierda. Justo al ir a
dar esta carta doble sobre la mesa, deténte y tómala -como si fue-
ra una sola- en la mano derecha.
Invitando a que te crean, di: ¡De verdad! Las cartas están alternadas
realmente. Para mostrar que es así, en caso de que alguien dude de tu
palabra, levanta la carta doble de la mano derecha para que todos pue
dan ver su cara; toma la carta superior del montón de la mesa con tu
mano izquierda y colócala en la mano derecha, debajo de la carta do-
ble y separada hacia la izquierda. Haz lo mismo con la siguiente carta
de la mesa, de forma que la mano derecha aparentará tener tres cartas
que alternan en color. Coloca estas cartas, manteniendo la doble cua-
drada, en la mano izquierda en posición para el alineamiento óptico.
El efecto concluye dando la vuelta a las cartas que quedan sobre la
mesa para mostrar que son tres negras y, mientras la atención está aqui,
la mano izquierda realiza el pase ocultando la otra carta negra. Cuan-
do la atención vuelve a esta mano, se verán tres rojas, como si las cartas
se hubiesen separado incluso a tanta distancia.
Este efecto puede también realizarse de manera eficaz sin ayuda
de una mesa usando la mano de una espectadora voluntaria, quien
podrá incluso volver las cartas ella misma.
Chercbez la.jémme4
Como antes, se extraen de la baraja una Reina roja y dos cartas
negras de puntos similares añadiendo secretamente una tercera car-
ta negra de puntos. Por algún medio que dejo a tu elección, una de
las cartas negras debe quedar oculta detrás de la Reina formando una
carta doble. Poniendo esta doble encima de las otras dos cartas ne-
gras de modo que queden extendidas cara abajo en posición para el
alineamiento óptico, puedes ejecutar el pase de manera cubierta o
visual para hacer que la Reina se desplace desde un extremo al cen-
tro de la extensión.
8. En francés en el originaL $e refiere a Find tfx &4 el nombre del Trile en inglés. (N. del T)
Las aplicaciones visuales resultan obvias, pero como maniobra
oculta pueden obtenerse efectos más sutiles. Por ejemplo, puedes ha-
cer el pase al llevar las manos desde la altura del pecho -donde
muestras las cartas- hasta el nivel de la cintura, momento en el que
quedarán cara abajo. Si mueves las cartas con cuidado como si las mez-
clases (procura no alterar la carta doble), puedes invitar al espectador
a que intente seguir la posición de la Reina, pero será incapaz de ello,
ya que ésta no se encontrará en la posición de comienzo que él creía.
Del mismo modo, puedes usar el manejo de cerca descrito en Agi-
tando los Ases II para hacer que la Reina salte de manera similar desde
el centro al extremo de la extensión si sujetas las cartas cara arriba en
la mano y la doble está compuesta por dos cartas negras similares.
Como final puedes hacer que la Reina desaparezca visiblemente
de la extensión, tras lo cual quedarán tres cartas negras a la vista; des-
pués puedes empalmar la Reina y hacerla aparecer en cualquier sitio.
:r w :r M
á á á á á
Otras ideas
Los efectos tipo sandwich y Reyes cazadores también pueden abrir
posibilidades para este pase. No entraré en ellos so pena de aburrir al
lector quien, estoy seguro, desea a estas alturas pasar a otros temas.
DOS
Intercambio ambidextro
Uno de los privilegios de mantener la magia principalmente como
afición y no como profesión, es que uno puede inventar los métodos
menos prácticos y más inútiles para hacer efectos de magia sin preo
cuparse por la necesidad de tener que realizarlos en público. Sin
embargo, y sorprendentemente, algunas de tales aberraciones se han
colado en mi repertorio sin que me haya dado cuenta y, casi sin nin-
gún cambio, han pasado a ser efectos que uso continuamente frente
a espectadores. Un ejemplo de este tipo es la carta rota y recompues-
ta que realizo. Otro es la monstruosidad que viene a continuación. Ni
por un momento pienso que alguien de entre el público crea que lo
que está viendo es magia, pero la rutina parece poseer algún tipo de
encanto artístico especial.
En el efecto intervienen cuatro Ases firmados que se guardan en cua-
tro bolsillos y que cambian de lugar con cuatro Reyes firmados que
tienes en la mano. Como ves, este es el tema "Intercambio" del señor
Horowitz. Si deseases emplear el clímax adicional en el que los cuatro
Ases que están en tu mano desaparecen y reaparecen en los cuatro bol-
sillos donde empezaron, la rutina mostraría un claro parentesco con las
"Viajeras ambidextras" de Jennings, por lo cual podemos concluir que
lo que nos ocupa es algo así como un intercambio ambidextro.
Dispón los cuatro Ases firmados ordenados, desde los dorsos, en
secuencia Corazones, Tréboles, Diamantes y Picas. Coloca el paque-
te cara hacia los espectadores en el bolsillo de pecho de la chaqueta.
Haz que se firmen los cuatro Reyes y ordénalos en secuencia Picas,
Corazones, Tréboles y Diamantes, cara abajo en la mano izquierda.
Presenta a continuación el efecto y extrae con la mano derecha los Ases
del bolsillo de pecho; mientras tanto, deja caer la mano izquierda al
costado. Voltea secretamente el Rey superior empujándolo hacia la de-
recha con el pulgar y volteándolo con los dedos (este volteo de Hugard
se explicó en el Capítulo Uno; quizás quieras refrescar la memoria con-
sultando I las figs. 5 y 6, págs. 28 y 30). Lleva después la mano izquierda
de nuevo a la altura de la cintura y coloca los Ases encima del paquete
de Reyes, con cuidado de no exponer la carta vuelta. Así pues, queda
un Rey secretamente vuelto cara arriba debajo de los cuatro Ases.
Sujeta ahora el paquete con la mano derecha en posición de cor-
tar, lo cual deja la mano izquierda libre para tomar el As de Picas (el
primer As), voltearlo cara abajo e introducirlo en el bolsillo exterior
izquierdo de la chaqueta. De inmediato empalma la carta y saca la
mano para llevar el naipe a la parte inferior del paquete a la vez que
la mano derecha pone sus cartas en la mano izquierda. Esto permite
a la mano derecha tomar el siguiente As (As de Diamantes) para guar-
darlo, cara hacia dentro, en el bolsillo exterior derecho de la chaqueta.
Empalma también esta carta inmediatamente. Yo llevo la carta a la po-
sición del empalme lateral de Steranko mientras la mano está dentro
del bolsillo, aunque un empalme longitudinal también valdría. Aho-
ra tienes que añadir la carta empalmada al fondo del paquete de la
mano izquierda a la vez que la mano derecha toma el siguiente As.
Esta es la razón por la cual recomiendo el empalme lateral o el longi-
tudinal, ya que hacen que sea bastante fácil deslizar una carta desde
- cualquiera de estas posiciones a la inferior del paquete, que no resul-
ta tan sencillo desde la posición de empalme clásico.
Ahora aparenta introducir el siguiente As (Tréboles) cara hacia den-
tro con la mano derecha en el bolsillo interior de la chaqueta. En
realidad, sólo introducirás la esquina inferior derecha (la que tiene ín
dice) quedando la mayor parte de la carta sobresaliendo por encima
del bolsillo.
Si enganchas un boligrafo en el centro del bolsillo, podrás enca-
jar la carta contra él para evitar que pueda deslizarse al interior. Más
adelante en la rutina robarás esta carta (la fig. 15, que muestra este pase,
también muestra cómo se emplea el boligrafo para sujetar la carta en
su sitio).
Quedarán dos cartas cara arriba en el paquete: el último As, el de
Corazones, y el Rey que volteaste secretamente. Con un doble volteo
podrás cambiar fácilmente el As por el Rey para guardar éste en el bol-
sillo derecho del pantalón.
Como alternativa, yo prefiero tomar la carta doble cara arriba con
nú mano derecha por un extremo con el pulgar debajo y los dedos
por encima. Uso esta carta doble para tirar hacia atrás del lado dere
cho de la chaqueta exponiendo el bolsillo del pantalón; ahora hago
l o que es esencialmente el cambio milagroso (Marlo's Miracle Chan-
ge, que es a su vez una variante de Marlo de un antiguo pase de Okito)
usando el lateral de la chaqueta como cobertura. Al emplear la carta
doble para tirar hacia atrás de la chaqueta, parte de su dorso queda
oculto tras la tela. Con los dedos tira hacia abajo y hacia la derecha
de la carta de cara de la doble -el As- de modo que quede completa-
mente oculta tras la chaqueta (fig. 13).
Después, pinza con los dedos índice y mayor la esquina de la otra
carta -el Rey- y estíralos manteniendo la carta cara abajo (fig. 14). To-
davia sujetas con los dedos el lateral de la chaqueta, apretando contra
él el As; eso no te impide que puedas deslizar el Rey cara abajo en el
bolsillo del pantalón. Puedes ayudarte del pulgar para hacerlo. Como
el dorso de la carta siempre queda a la vista de los espectadores, la im-
presión de que el As se guarda dentro del bolsillo es muy convincente,
aunque en realidad lo hayas cambiado por el Rey.
Ahora tienes que descargar el As encima del paquete. Moviendo
la mano derecha hacia la izquierda, relaja la sujeción sobre la chaqueta
(ésta permanecerá más o menos en la posición en que está) arrastra la
carta y llévala a la posición del empalme de Tenkai. Verás que la car-
ta ya estaba casi en la posición del empalme de Tenkai anteriormente,
a pesar de que la chaqueta se encontraba entre la mano y aquella. Todo
lo que hace falta, pues, es. dejar que la chaqueta se deslice fuera de la
mano para que la carta quede automáticamente en la posición correcta.
En un gesto explicativo, simplemente descarga la carta con la mano
derecha sobre el paquete de la mano izquierda; puedes hacerlo mien-
tras anuncias que las cartas del bolsillo cambiarán de lugar con las que
tienes en tu mano. Claramente, el doble volteo es la opción más fácil
de las dos, pero, como te habrás dado cuenta ya, esta rutina no fue
precisamente diseñada para que fuese sencilla de realizar.
Con algo de suerte, tu público creerá que los cuatro Ases están en
los bolsillos y que tienes los cuatro Reyes cara abajo en tu mano iz-
quierda. Esta impresión quedará reforzada si extiendes las tres primeras
cartas, sin alterar su orden, manteniendo las tres últimas como una sola.
Coloca esta carta triple encima de las otras tres. Voltea todo el pa-
quete cara arriba y haz una cuenta Elmsley para mostrar cuatro Reyes.
Ahora comienza el efecto con la transformación del primer Rey en
un As. He pretendido que cada cambio sea más impresionante que el
anterior. La mano izquierda se vuelve palma abajo de modo que se pue-
da ver el dorso de las cartas, como si fueses a hacer la carta corrida
(afortunadamente, no es el caso). Saca con la mano derecha la carta su-
perior, un As cara abajo, y gira de nuevo la mano izquierda a su posición
anterior. Haz los movimientos adecuados para dar a entender que la car-
ta de tu mano derecha cambiará de lugar con uno de los Ases; vuelve la
carta y muestra que así ha sido. Coloca el As, de cara al público, en el
bolsillo de pecho de la chaqueta. Yo simulo tener dificultades para ha-
cerlo; es una buena razón para que la mano izquierda -que aún sujeta
sus cartas- agarre el lateral de la chaqueta más o menos a la altura del
bolsillo de pecho. Esto me facilita el introducir el As en el bolsillo de pe-
cho pero, lo que es más importante aún, hace que los dedos izquierdos
entren en contacto con el As de Tréboles que quedó sobresaliendo por
encima del bolsillo interior de la chaqueta (fig. 15).
Deja caer la mano izquierda al costado y, en el trayecto, extrae se-
cretamente el As de Tréboles del bolsillo interior añadiéndolo a la cara
del paquete y manteniendo bajo él una separación.
Lleva después la mano izquierda hacia arriba en dirección a la mano
derecha cuidando no enseñar la cara del paquete.. Tras haber mostrado
la mano derecha vacía, llévala a la cara del paquete para cubrirlo según
sube, con lo que ésta quedará oculta. Inmediatamente, lleva al empal-
me clásico de la mano derecha la carta de arriba de la separación y aparta
la mano derecha ligeramente hacia un lado para exponer la cara del Rey
de Tréboles. La coordinación del movimiento de ambas manos es im-
portante para asegurarse de que el As no queda expuesto sin que lo
adviertan antes de tiempo; todo el proceso debe parecer natural.
Ahora, como si hicieses un pintaje, frota con la mano derecha -con
la carta empalmada- la cara del paquete. Deja caer la carta empalma-
da encima y muestra la transformación del Rey en As. Levanta la carta
doble (el As y el Rey de Tréboles) como si fuese una sola y guárdala en
el bolsillo de pecho de la chaqueta delante del As de Picas. Quedan
ahora cuatro cartas en la mano izquierda, todas rojas. Muestra estas cua-
tro cartas como dos, por medio de una dada doble tomando a la vez
con la mano derecha las cartas inferior y superior cuadradas como una
sola; queda entonces una carta doble en la mano izquierda; como al-
ternativa, quizás prefieras extraer las dos cartas centrales utilizando la
cuenta Gemini de Brother Hamman. En este caso, tira un poco hacia
atrás de la carta superior con el pulgar izquierdo haciendo a la vez un
bucle con la carta inferior; la mano derecha podrá así extraer las dos
cartas centrales cuadradas como una sola, lo que dejará las cartas su-
perior e inferior como una en la mano izquierda. De cualquiera de las
dos maneras, cada mano termina sujetando una carta doble con los Ases
del palo correspondiente detrás de cada Rey.
Por un momento, deja la carta doble de la mano derecha en la
mano izquierda para que puedas volver a tomarla por el extremo de-
recho en posición para otro cambio milagroso. Aparentarás poner esté .
Rey cara abajo entre el pulgar y el indice de la mano izquierda, que
sujeta la otra carta doble. Cuando gires la mano para hacerlo, en el
momento en que el dorso queda de cara hacia el público, encoge los
dedos de la mano derecha y arrastra el Rey llevándolo a la posición
del empalme de Tenkai en la mano derecha; mientras, el pulgar y el
índice de la mano izquierda toman en realidad la carta trasera de la
doble, que es el As cara abajo (fig. 16).
No hace falta señalar que el público no debe sospechar que haya
ocurrido cambio alguno aún.
Finge intentar mayor claridad y para ello usa la mano derecha (to-
davía con la carta empalmada) para tirar de la manga izquierda.
Girándote un poco hacia la izquierda, dobla los dedos índice y ma
yor izquierdos y pinza entre ellos la esquina superior izquierda de la
carta empalmada, como si fueses a hacerla aparecer a la manera de los
manipuladores. Con la carta así sujeta, agarra la manga izquierda por
encima del codo entre el pulgar y el índice (el cual sujeta la carta al
mismo tiempo, fig. 17).
Tira hacia atrás de la manga un par de centímetros e inmediata-
mente después deja caer de golpe la mano derecha unos centímetros,
estirando los dedos al hacerlo, de manera que la carta se deslice por
el costado izquierdo del cuerpo, bajo el brazo izquierdo, y se intro-
duzca directamente en el bolsillo exterior de la chaqueta. Esta es la
razón por la que debes ofrecer tu lado derecho al público, de modo
que todo quede cubierto. Si los bolsillos de tu chaqueta tienen sola-
pas, asegúrate de meterlas para que no dificulten el pase.
Después, la mano derecha se desplaza para tomar la carta sencilla
de la mano izquierda con su dorso aún hacia los espectadores; ahora
la mano izquierda, todavía sujetando su carta doble, tira ligeramrnte
de la manga derecha para imitar las acciones de la mano desecha. La
mano derecha voltea su carta para mostrar la transformación al público
y la coloca en el bolsillo de pecho delante de las demás.
Finalmente, toma la última carta doble en la misma posición que
para el cambio milagroso pero, esta vez, ejecuta un cambio instantá-
neo (Snap Change). Es básicamente el mismo pase que el cambio
milagroso pero realizado- mucho más rápido. Sujeta las cartas con la
mano derecha por un extremo con el lado paralelo al suelo; el pulgar
queda por detrás de las cartas apretando desde su posición contra el
dedo índice que está por el otro lado. Estos dos dedos deben perma-
necer rectos y rígidos. Da un papirotazo con la mano izquierda por
el extremo libre de la carta doble y, al mismo tiempo, encoge rápida-
mente los tres dedos inferiores de la mano derecha, arrastrando con
ellos la carta delantera de la doble hasta la posición de empalme de
Tenkai mientras la carta inferior permanece en su lugar. Mucha gen-
te, yo mismo incluido, piensa que el cambio resulta más fácil si se
coloca el dedo meñique detrás de la carta doble, pues permite una su-
jeción mejor sobre la carta en el momento de empalmarla con rapidez.
Por supuesto, existen muchos pases excelentes para cambiar la carta
delantera de una doble por la otra y puedes elegir el que desees. Lo
único importante es que el As quede como carta sencilla en la mano
izquierda mientras la mano derecha cae al costado con el Rey en el
empalme de Tenkai. En este momento los Reyes ya se han transfor-
mado uno a uno en los Ases, cada vez de una forma más sorprendente.
El siguiente pase es posiblemente el más dilcil, pero afortunada-
mente es también el último. De manera similar a como dejaste caer la
carta en el bolsillo exterior, cargarás rápidamente la carta empalmada
en la mano derecha dentro del bolsillo interior de la chaqueta al ex-
traer los Ases del bolsillo de pecho. Sujeta con la mano izquierda el
lado izquierdo de la chaqueta (la mano sujeta a la vez el último As)
más o menos a la altura del botón superior, y tira de la chaqueta un
poco hacia fuera para abrirla unos centímetros. Mueve la mano dere-
cha hacia arriba y hacia el bolsillo de pecho con la carta oculta en el
empalme. Según se mueve hacia arriba formando un arco, desliza los
2 dedos detrás de la chaqueta. En este momento, igual que antes, en-
coge los dedos . índice y mayor para pinzar la esquina de la carta
empalmada, a continuación estíralos para "hacerla aparecer" de ma-
nera que quede en la punta de los dedos extendidos por detrás de la
chaqueta. La mano derecha sigue su movimiento en arco hacia arriba
manteniendo oculta la carta por dentro de la chaqueta y, cuando aque-
lla se sitúa un poco por encima de la abertura del bolsillo interior, el
pulgar derecho la aprieta contra el interior de la chaqueta permitien-
do a los dedos abandonar - su sujeción. Los dedos se mueven hacia la
derecha y ya fuera de la chaqueta, dejando atrás el Rey sujeto en su
posición por el pulgar. Ahora mueve toda la mano hacia abajo para
sacar las cartas del bolsillo de pecho. Al deslizarse la mano hacia aba-
j o, el Rey se desliza por detrás de la chaqueta hasta introducirse en el
bolsillo interior (fig. 18).
El bolígrafo que engancho en el bolsillo sirve también para man-
tenerlo abierto durante este pase. Cuando la carta se encuentre dentro
del bolsillo, suelta la sujeción del pulgar para que caiga hasta el fon
do; mientras tanto, los dedos índice y mayor pinzan todas las cartas
dei bolsillo de pecho y las extraen. En cuanto salen de la chaqueta, el
pulgar se coloca detrás de ellas y las sujeta de manera más natural. Aun-
que lo he descrito paso a paso, es importante señalar que la carga de
la carta es rápida y que los dedos sólo quedan ocultos muy brevemente.
El hecho de que el pulgar quede oculto detrás de la chaqueta debería
pasar desapercibido, ya que el dorso de la mano cubre este hecho du-
rante todo el proceso.
Coloca el As de la mano izquierda en la cara del paquete de Ases
que acabas de sacar, de modo que el Rey quede en cuarta posición des-
de la cara.
Coloca todas las cartas cara arriba en la mano izquierda. Estás en
posición para hacer una cuenta bucle para mostrar cuatro Ases. Creo
que es lógico pensar que si has llegado hasta aquí, conoces la cuenta
bucle: extiende las dos primeras cartas una a una, haz un bucle de la
última carta con el dedo índice izquierdo (o puedes tirar de ella hacia
abajo con el meñique, que es como yo prefiero hacerlo) de modo que
puedas tomar las dos siguientes cartas juntas como si fuesen una sola,
ocultando así el Rey. Tienes que poner la última carta, sencilla, enci-
ma de las demás, para que quede el Rey debajo como última carta. Si
deseas terminar aquí, simplemente empalma el Rey en la mano dere-
cha al cuadrar los Ases y hazlo aparecer del bolsillo derecho de la
chaqueta; los demás Reyes aparecen en sus respectivos bolsillos. Sin
embargo, con un poquito más"de esfuerzo, podrías probar el clímax
adicional que ya mencioné antes.
Para ello, en lugar de empalmar el Rey al cuadrar las cartas des-
pués de la cuenta bucle, obtén una separación encima de las dos cartas
i nferiores; es sencillo porque basta con obtener una separación por en
cima de la carta doble. Ahora desplaza esas dos cartas hacia la derecha
con los dedos_ de la mano izquierda mientras la mano derecha cuadra
las cartas desde arriba, de manera que puedas empalmarlas en la mano
derecha. Ve al bolsillo exterior derecho, deja allí la carta más cercana
a la palma y haz aparecer la otra -el Rey- que colocas en el bolsillo
de pecho. Ahora haz aparecer nny limpiamente el Rey del bolsillo del
pantalón, pero agarra "accidentalmente" el pañuelo que llevas en el
bolsillo de forma que, al sacar la carta, parte de aquel quede fuera del
bolsillo. Percátate de ello, pero no comentes nada y coloca el segun-
do Rey también en el bolsillo de pecho. Haz aparecer los otros dos
Reyes de manera igualmente limpia y colócalos en el bolsillo de pe-
,cho, aparentemente para concluir el efecto.
Te quedan tres Ases en la mano izquierda y tienes cuatro Reyes
en el bolsillo de pecho. Mientras recibes tu aplauso, lleva despreocu-
padamente la mano derecha encima de los Ases cara arriba para
cuadrarlos. Tira del As inferior hacia la derecha para que puedas em-
palmarlo en el empalme de Tenkai en la mano derecha. I.leva la mano
derecha hacia arriba para sacar los Reyes del bolsillo de pecho y car-
ga la carta empalmada en el bolsillo interior exactamente igual que
antes. Coloca los Reyes que acabas de sacar cara arriba encima de los
Ases de la mano izquierda y, al cuadrar el conjunto, empalma de aba-
jo el siguiente As en el empalme clásico de la mano derecha (en otras
palabras: un robo lateral normal). Advierte que el pañuelo aún so-
bresale del bolsillo y, sin llamar la atención sobre él, introdúcelo en
el bolsillo cargando la carta en su interior. Como nadie espera que va-
yas a hacer nada, esto queda muy natural.
Como si se te hubiese ocurrido en ese momento, regala las cartas
como recuerdo a las personas que las firmaron. Al acercarte a la per-
sonaque firmó los cuatro Reyes, desliza por último la carta inferior
hasta llevarla al empalme de Tenkai en la mano derecha, y cárgala en
el bolsillo exterior de la chaqueta mientras tiras hacia arriba de la man-
ga, igual que antes. Leído, todo este procedimiento para volver a cargar
las cartas puede parecer bastante burdo, pero te aseguro que funcio-
na perfectamente, ya que todo el mundo ha relajado su atención en
este momento. Da los Reyes uno a uno al primer espectador y dirí-
gete después a la persona que firmó los Ases como si fueses a dárselos;
entonces, mira tus manos con desconcierto percatándote de que los
Ases no,están ahí. De repente, todo parece encajar y explicas que se-
guramente han regresado al lugar donde empezaron, y procedes a
sacarlos limpiamente de los bolsillos.
Otras ideas
Creo que la chaqueta ofrece multitud de posibilidades que debe-
rían explorarse. Los efectos de este tipo tienen la ventaja de poder ser
presentados ante públicos numerosos. También suelen ser bastante
sencillos en cuanto a su efecto, ya que en ellos se emplean las cartas
como objetos, más que como cartas; me refiero a que simplemente
son objetos que desaparecen y reaparecen en un bolsillo, o que atra-
viesan la chaqueta, o que hacen lo que la rutina determine; el . hecho -
de que se trate de una carta es secundario.
Desde que vi a Patrick Page en una conferencia hace varios años
descargar una moneda gigante en el bolsillo de la chaqueta al tirar ha-
cia arriba de las mangas, de la manera que he explicado en la rutina
del Intercambio ambidextro", quedé fascinado con la idea de cargar
un objeto en un bolsillo tan descaradamente. Se me ocurrió que una
aplicación sencilla de esta idea podría ser introducir una carta doble
por la mitad de su longitud cara abajo en el centro de la baraja, em-
palmar la carta de cara de la doble por medio del cambio milagroso
ya explicado, y dejar caer la carta empalmada en el bolsillo de la cha-
queta en la acción de tirar de la manga para cargarla secretamente en
el bolsillo a pesar de que, aparentemente, siga sobresaliendo de la ba-
raja. Esta noción evolucionó hasta convertirse en una rutina en la que
se colocaba una carta elegida entre los cuatro Ases para, repetidamente,
desaparecer y reaparecer en distintos bolsillos; al final, los cuatro Ases
desaparecían y se trasladaban cada uno a un bolsillo distinto, dejan-
do únicamente la carta elegida en las manos.
He olvidado completamente el método que empleaba para tal
efecto, pero si te interesa quizás seas capaz de componer algo a partir
de los pases y las ideas de este capítulo.
Para concluir, me gustaría alabar las virtudes de la buena sastrería
a medida. Un traje que te quede bien hará mucho más fáciles estas ru-
tinas. Desde luego, si estás dispuesto a invertir en la adquisición de
un traje a medida puedes especificar exactamente dónde quieres que
estén los bolsillos. Incluso si vistes un traje de confección comprado
en una tienda cualquiera, siempre puedes hacer que lo arteglen tanto
para que te resulte más sencillo realizar rutinas de este tipo, como para
que te quede mejor. Se podría incluso decir que, al igual que ocurre
en la magia con cartas, un traje hecho para una persona cualquiera se-
guramente no te quedará muy bien, a menos que hagas unas cuantas
reformas.
TRES
sobre artículos de escritorio .y la importancia de la buena fortuna
fi fi fi fi fi
La carta obstinada
Si pensamos en efectos en los que la sospecha de una carta doble
delata por completo el método, seguro que uno de los mejores ejem-
plos es "La carta obstinada». En el efecto, el intento de realizar un juego
con cinco cartas rojas queda frustrado una vez tras otra por la aparición
de una carta negra; a pesar de que el mago se deshace de ella repetida-
mente, ésta se obstina en reaparecer hasta que no queda otra carta más
con la que realizar el juego. Aunque es un efecto excelente que ha go-
zado de interpretaciones maestras en las manos de magos como Fred
Kaps, sin embargo adolece del punto débil antes señalado.
Sujeta el clip a una carta negra de Figura (suelo usar una RZina), y
pega el conjunto al imán bajo la chaqueta con la cara mirando hacia fue-
ra. Prepáralo antes de la actuación. Esta rutina vale perfectamente como
juego para realizar de pie, ya que la ejecutas con las cartas mirando ha-
cia el público a la altura del pecho, de forma que sea fácilmente visible
para un grupo numeroso.
Pide a un espectador que saque cinco cartas rojas cualesquiera, de
puntos, y que te las entregue. Colócalas cara abajo en la mano iz-
quierda. Toma-la primera con la mano derecha y haz un gesto con ella;
deja caer la mano - izquierda al costado y despega la Reina del imán .
añadiéndola encima de las demás cartas y llevándote con ella el clip.'
Acompaña esta acción con un comentario acerca del efecto que
vas a realizar. Di: Uña caria hará de líder, no importa cuál de éstas sea, y las
otras irán una a una ajuntarse con ella. Esta explicación ambigua del efec-
to no tiene importancia, ya que el juego nunca llegará tan lejos.
Tras añadir la Reina y el clip, éste quedará en el lado izquierdo del
paquete, cubierto por el pulgar que descansa sobre las cartas. Lleva la
mano izquierda a la altura de la cintura y vuelve a colocar la carta de
la mano derecha encima del paquete, aunque en realidad la deslizas
dentro del clip encima de la Reina.
Ahora hace falta un cambio en la ordenación antes de comenzar
el efecto. Voltea despreocupadamente las cartas de forma que el clip
quede en el l ado derecho, y toma la doble con el pulgar y el mayor
derechos cubriendo el clip. Mantén la cara de la carta doble hacia el
suelo para que no se vea. Pon las otras cuatro cartas, una a una, enci-
ma de la doble, invirtiendo su orden, pero cuidando que ninguna se
introduzca en él clip. Vuelve a poner las cartas en la mano izquierda.
No prestes atención a este reordenamiento: hazlo mientras charlas con
los espectadores.
A partir de aquí repetirás el mismo procedimiento varias veces.
Toma la primera carta con la mano derecha y muéstrala al público a
la altura del pecho. Di: Usaremos esta carta como líder. Acuérdate de la
identidad de esta carta, ya que emplearás la excusa de "buscar la car-
ta líder» más adelante. Toma la siguiente carta sujetándola debayo de
la primera y muéstrala también al público; haz lo mismo con la ter-
cera y la cuarta, momento en el cual debes inclinar la mano izquierda
un poco hacia atrás para que no se vea el clip en el lado derecho de
la carta doble que te queda. Coge la doble exactamente de la misma
manera, sujetándola bajo las otras cuatro, y cubre el clip con el dedo
mayor derecho (fig. 10). Finge sorpresa al ver la Reina y reprende al
espectador por haberte dado una carta del color inapropiado.
Con las cartas todavía a la altura del pecho para que las pueda ver
_bien el público, y sujetando la doble con la mano derecha, pasa las
otras cuatro a la mano izquierda aparentando confusión.
Como si fueses a comprobar las otras cartas, cuéntalas pasándo-
las a la mano derecha: coloca la primera debajo de la Reina y deslízala
dentro del clip, pero (igual que hiciste en la asamblea de Ases) no las
dejes cuadradas, de forma que la Reina pueda verse. Toma las tres car-
tas restantes una a una debajo de las dos primeras, pero no las
i ntroduzcas en el clip. Baja a continuación la mano derecha de modo
que se vean los dorsos de las cartas (el clip queda oculto bajo el pul-
gar derecho) y desliza con. l a mano izquierda la carta superior (su-
puestamente la Reina) sacándola del clip y dejándola aparte (fig. 11).
Cuadra el resto de las cartas alineando al tiempo las dos sujetas
por el clip. En este momento puedes enseñarlas sin problema como
cuatro, siempre que ocultes el clip y no alteres el orden. Gracias a que
el clip permite un manejo muy libre de las cartas parecerá claramen-
te que sólo hay cuatro rojas. Comenta con optimismo: No importa; el
juego funciona igual de bien con cuatro cartas rojas.
Aparenta a continuación buscar la carta designada como líder. Su-
jeta las cartas cara abajo en la mano derecha con el pulgar encima
-ocultando el clip- y los dedos por debajo. Extrae la carta inferior con
l a mano izquierda, mírala y, como no es la carta líder, ponla cara aba-
jo encima del conjunto, y deslízala dentro del clip; extrae la siguiente
carta de abajo, mírala y, como tampoco es la líder, ponla cara abajo
encima del resto, pero no dentro del clip, sino sobre él. Toma la ter-
cera del mismo modo y ponla encima de las demás. La siguiente carta
es una de las tres que están dentro del clip; deslízala fuera del mismo
con la mano izquierda, igual que hiciste con las primeras cartas, y
muestra que es la que estás buscando. Ponla cara araba sobre el pa-
quete, cuadra todo y vuelve a colocar el conjunto en la mano
izquierda. En este punto, la carta inferior del paquete será la Reina,
que está sujeta por el clip a una carta roja.
Anuncia que lo intentarás otra vez, aunque ya sólo con cuatro car-
tas. Toma primero la carta líder volviéndola hacia el público; después
toma las restantes bajo ella una a una mostrándolas individualmente
hasta que, de nuevo, la última carta vuelve a ser la Reina (para horror
de todos ); oculta el clip con el dedo mayor derecho, igual que antes.
Repite el mismo procedimiento manteniendo la doble en la mano de-
recha y tomando las restantes cartas con la mano izquierda; cuéntalas
otra vez pasándolas a la mano derecha fingiendo desconcierto; pasa
- las cartas una a una bajo la Reina deslizando la primera dentro del clip,
pero no las restantes. Vuelve a dejar caer la mano derecha a la altura
de la cintura, para mostrar los dorsos de las cartas, y toma con la mano
izquierda la carta superior (supuestamente la Reina) deslizándola fue-
ra del clip y dejándola aparte.
Todavía con esperanza, comenta que el efecto puede realizarse con
sólo tres cartas. Cuádralas y, si quieres, enséñalas despreocupadamente
como tres ocultando el clip mientras tanto. Después sujétalas cara aba
jo con la mano derecha, igual que antes, ocultando el clip con el pulgar
una vez más y, aprovechando la excusa de buscar la carta líder, lléva-
las una a una de abajo a arriba: toma la primera de abajo, mírala y, al
no ser la carta líder, ponla encima introduciéndola en el clip. Toma la
siguiente del mismo modo, pero déjala encima del clip y no dentro
de él. La tercera, que sacas deslizándola fuera del clip, es la carta líder
e, igual que antes, la pones cara arriba sobre las demás, cuadrando des-
pués todo en la mano izquierda.
Repite lo mismo, esta vez con tres cartas: toma primero la que está
cara arriba volviéndola hacia el público; toma la siguiente sujetándola
bajo la anterior; la Reina vuelve a aparecer una vez más y la pones de
bajo de las otras dos cartas. Igual que antes, reténla en la ruano derecha
llevándote las otras dos con la izquierda. Desliza la primera de estas
dos cartas dentro del clip bajo la Reina; toma la siguiente bajo las otras
dos sin introducirla en el clip; baja las manos y desliza la carta supe-
rior para dejarla aparte. Te habrás dado cuenta de que en cada ocasión
lo más importante es que las cartas del clip queden cuadradas lo antes
posible. Debes aprender a hacerlo bien para terminar el juego con éxi-
to, ya que ahora sólo quedan dos cartas rojas con la Reina sujeta con
el clip a una de ellas, lo cual significa que las dos cartas del clip deben
estar bien cuadradas o, de lo contrario, la presencia de la carta extra
será descubierta, anulando las ventajas del empleo del clip.
Muestra despreocupadamente las dos cartas sujetando la doble en
la mano derecha y la sencilla en la izquierda. Lleva las manos otra vez
a la altura de la cintura y desliza la carta de la mano izquierda encima
de las cartas de la mano derecha introduciéndola en el clip para que,
de momento, queden cuadradas. Inmediatamente después, desliza ha-
cia la izquierda la carta inferior con los dedos izquierdos; quedan dos
cartas cuadradas como una en la mano derecha gracias al clip; al vol-
ver a levantar las cartas para mostrarlas al público, se verá que la carta
de la mano derecha ha vuelto a transformarse en la Reina.
Te hará falta algo de práctica para conseguir cuadrar la carta do-
ble inmediatamente. Repite las acciones en sentido inverso y pon la
carta de la mano izquierda debajo de la doble y dentro del clip de
modo que las tres queden cuadradas temporalmente; vuelve a llevar-
las a la altura de la cintura y desliza la carta superior hacia la izquierda,
fuera del clip, para dejarla aparte; quedas con una carta doble, la Rei-
na oculta tras la última carta roja.
Puedes manejar con soltura la carta doble gracias a que está suje-
ta por el clip; puedes incluso voltearla en la punta de los dedos con
una mano teniendo siempre cuidado de ocultar el clip.
Hay muchos finales distintos posibles, entre ellos un robo lateral
empalmando la carta inferior en la mano derecha y llevándote el clip
con ella; puedes descargar esta carta en algún lugar o añadirla encima
de la otra carta sujetando de nuevo ambas con el clip.
Mi foral favorito es, sin embargo, poner la carta doble cara abajo
en la mano izquierda con el clip orientado hacia la izquierda de for-
ma que el pulgar izquierdo pueda ocultarlo apoyándose sobre el dorso
de la carta.
Sujeta la carta doble dentro de la mano en una posición retrasa-
da para que quede casi en la posición del empalme del tahúr, aunque
inclinando un poco la mano hacia atrás para que el público pueda ver
la carta. Según inclinas la mano hacia delante, toma la carta superior
con la mano derecha dejando la inferior con el clip en la mano iz-
quierda en la posición del empalme del tahúr (fig. 12).
Haz el empalme con ligereza y sin prestarle atención; puedes acom-
pañarlo con un comentario del tipo: Bueno, supongo que se podrá hacer el
juego con una sola carta. Deja caer inmediatamente la mano izquierda al
costado y, con un pequeño giro de tu cuerpo hacia la izquierda, voltea
la carta con la mano derecha para mostrar al público la Reina; mientras
tanto la mano izquierda pega discretamente la otra carta al imán deba-
j o de la chaqueta para terminar el juego de manera limpia.
- r,
Cartas caníbales
Por lo general, tiendo a evitar efectos en los que las cartas hagan
de personajes. Presentaciones en las que el Rey de Corazones y su es-
posa la Reina de Corazones van a visitar a sus buenos amigos el Rey
y la Reina de Picas no me atraen en absoluto. Sin embargo, "Las car-
tas caníbales" es un efecto que tiene un potencial tan fuerte que, por
eso mismo, haría una excepción. Si pudiese encontrar una presenta-
ción alternativa, la adoptaría sin duda pero, hasta que llegue ese
momento, no puedo más que ofrecerte el "esqueleto", por decirlo de
alguna manera, de una rutina de cartas caníbales que también hace
uso de nuestro fiel amigo el clip. Éste debe estar más abierto que nun-
ca, ya que en un punto de la rutina tendrás por un momento siete
cartas sujetas por el clip.
- Saca los cuatro Ases =nuestros cuatro intrépidos exploradores de
la alta sociedad- y colócalos en el bolsillo de pecho de la chaqueta.
Presenta también los cuatro Reyes como caníbales algo menos edu-
cados. Roba el clip de algún lugar que te resulte cómodo (podrías
haberlo sujetado previamente a una carta indiferente de la baraja) de
forma que te quede en la mano derecha apoyado sobre la punta del
dedo mayor. En la acción de extender los Reyes a la altura del pecho
con las caras hacia el público, sujeta el clip al tercer Rey de la mane-
ra que se explicó antes. Cuadra a continuación las cartas y voltea el
conjunto de modo que el clip quede en el lado izquierdo y las cartas
cara abajo en posición de repartir en la mano izquierda.
Deja caer la mano izquierda al costado mientras llevas la derecha
al bolsillo de pecho para sacar el primer As; la caída de la mano iz-
quierda es simplemente para condicionar al público para un
movimiento posterior. lleva esta mano de nuevo hacia arriba para jun-
tarse con la derecha, punto en el cual colocas el As entre las puntas
de los dedos pulgar e índice izquierdos de forma que el pulgar dere-
cho quede libre para tomar los Reyes de la mano izquierda; tómalos
por el extremo inferior, con la mano palma arriba, de modo que los
dedos queden en las caras de las cartas y el pulgar encuna de todo (fig.
13). En esta posición, abre las cartas en abanico hacia la derecha; así
ocultas el clip tras ellas, aunque para ti si queda visible. Inserta el As
con la mano izquierda en el centro del abanico, pero déjalo sobresa-
liendo de forma que únicamente la esquina inferior izquierda se deslice
dentro del clip (fig. 14).
Cuadra el abanico y empuja el As hasta que quede alineado con la
otra carta que está sujeta al clip. Los caníbales ponen manosa la obra
y se comen al joven incauto. Abre de nuevo el grupo de cartas con las
caras hacia el público para enseñar que el primer As ha sido devorado.
Igual que en la rutina de la asamblea de Ases, tomo los dos Reyes su-
periores con mi mano derecha y dejo los otros dos en la izquierda; en
esta posición puedes frotarlas unas contra otras a modo de revoloteo
para demostrar que no hay cartas pegadas; sin embargo, y al contrario
que en la asamblea de Ases, la carta doble es la superior de las dos que
tienes en la mano izquierda (el clip queda oculto tras la carta inferior).
Vuelve a colocar las cartas de la mano derecha encima, con cuidado de
que ninguna se introduzca ene) clip por equivocación.
Repite el proceso para el segundo As: cuadra las cartas en la mano
izquierda, deja caer la mano al costado mientras la derecha toma el si-
guiente As del bolsillo de pecho; ponlo en la mano izquierda tomando
los Reyes con la derecha y abriéndolos en abanico como antes; pon
el As en el centro del abanico y dentro del clip junto con la otra car-
ta; cuadra las cartas y muestra que el As ha desaparecido, o mejor, que
ha sido digerido, al igual que el primero. El tercer As es devorado por
el mismo procedimiento. Quizás te preocupe a estas alturas el hecho
' de que hay cuatro cartas dentro del clip haciéndose pasar por una sola.
Te urjo a olvidar este miedo, pero -al mismo tiempo, y para estar se-
guros- mantén las cartas revoloteando con ligereza mientras las ex-
tiendes. Como esta rutina (igual que las que la han precedido) está
pensada para ser realizada de pie, no es muy probable que vayas a ma-
nejar las cartas literalmente bajo las narices de tus espectadores.
Justo antes de cuadrar el conjunto, tras demostrar la defunción del
tercer As, es necesario que alteres el orden de las cartas de esta mane-
ra (debes tener en este momento dos cartas en cada mano, aunque en
realidad la carta superior de la mano izquierda son cuatro cartas uni-
das por el clip): frotando las cartas de la mano izquierda una contra
otra para mostrar que, aparentemente, son sencillas, mueve el pulgar
hacia la izquierda arrastrando con él la carta cuádruple hasta que el
clip pierda contacto con la carta inferior. Mueve ahora el pulgar ha-
cia la derecha y desliza la carta inferior dentro del clip. Coloca a
continuación las dos cartas de la mano derecha bajo las de la mano
izquierda introduciéndolas en el clip, de modo que queden siete car-
tas sujetas por el clip (en este momento no hace falta que queden todas
cuadradas); ésta es la razón por la que el clip debe estar más abierto
de lo normal pues, de lo contrario, habria que recurrir a la fuerza.
Cuadra las cartas en la mano izquierda ocultando el clip bajo el
pulgar que se apoya sobre el dorso del paquete. Con las caras de las
cartas hacia el suelo, empuja las tres superiores una a una hacia la de-
recha deslizándolas fuera del clip. Las últimas cuatro cartas deben
quedar juntas y sujetas por el clip en la mano izquierda como si fue-
sen una sola (el clip sigue oculto bajo el pulgar). Esta acción
simplemente muestra de nuevo que sólo hay cuatro cartas (hazlo todo
despreocupadamente mientras hablas). Vuelve a colocar las tres cartas
sencillas sobre el bloque de la mano izquierda sin introducirlas en el
clip y, sin llamar la atención sobre la acción, voltea el conjunto man-
teniendo el clip en el lado izquierdo y con cuidado de no descubrirlo;
cuando las cartas vuelven a estar en posición de repartir en la mano
izquierda, el clip debe quedar oculto bajo la base del pulgar.
Lleva la mano izquierda al costado y, con un pequeño giro del
cuerpo hacia la izquierda, deja que las cuatro cartas en el clip se apo-
yen contra la pierna y deslízalas rápidamente bajo la chaqueta para pe-
garlas al imán; mientras tanto, toma el último As con la mano derecha.
Ésta es la razón por la que fue necesario condicionar al público ante
esta acción en las precedentes ocasiones.
De esta forma, te habrás deshecho de los cuatro Reyes y habrás
preparado un final inesperado. Mientras hago esto, suelo añadir algún
comentario sobre el último As para atraer la atención hacia él y des
viarla de la mano izquierda: Este último joven era algo más despabilado
que el resto de sus colegas; de hecho, era aficionado a la magiay, gracias a ello,
consiguió engañar a los malvados caníbales. Acerca la mano izquierda a
la derecha sin que se vean las caras de las cartas (mantén las caras ha-
cia ti con el dorso del paquete hacia el público). Inserta el último As
entre los otros con su dorso hacia el público, pero sin abrir las cartas
(sólo tienes tres más). Cuadra todo el conjunto. Extiende a continua-
ción las cartas, todavía con los dorsos hacia el público, para mostrar
que sólo hay cuatro, y di: Dio la sensación de que el último explorador tam-
bién fue devorado par los brutos nativos, pero me pregunto s'a lguna vez han
escuchado la expresión "el cazador cazado ". Voltea las cartas para enseñar,
ante la sorpresa de los espectadores, que en realidad los cuatro Ases
han sobrevivido a la dura prueba al contrario que los Reyes (como ca-
bría esperar).
Otras ideas
Espero que el lector estudioso sepa utilizar este instrumento de
muchas maneras. En la actualidad estoy trabajando en la construcción
de una rutina de cartas a los bolsillos en la que los naipes desapare
cen por medio del clip y se sujetan a un imán mientras la mano derecha
extrae duplicados de distintos bolsillos; al final del efecto, cuando sólo
queda una carta, se fija secretamente a ésta un clip sujeto a un hilo-
elástico, de manera que pueda desaparecer instantáneamente por ti-
raje yendo a parar al interior de la chaqueta. .
INTERMEDIO
que incluye un surtido de excentricidades
Dos: Esta es una idea que me vino a la cabeza durante una época
en que estuve especialmente interesado en las rutinas de juego. Muy
a menudo, en el contexto de una rutina en mesa, surge el problema
de hacer el salto con la baraja sin tener que recurrir a un salto clásico
ó a uno con volteo, ya que ambos resultan bastante incómodos de ha-
cer cuando se está sentado. ("Aún no se ha inventado un salto que
pueda ser ejecutado mediante un movimiento que coincida con algún
otro normal en una mesa de juego")"
Una de las acciones más normales durante una rutina de juego
es repartir manos de cartas, así que me pareció una buena idea ha-
cer el salto durante el reparto. En esencia, se ejecuta un salto tipo
Herrmann bajo la cobertura de la carta superior, que repartes o lan-
zas sobre la mesa.
Sujeta la baraja en posición normal de repartir, preocupándote
únicamente de ponerla un poco más elevada en la mano, de modo
que la esquina inferior izquierda haga presión contra la almohadilla
de la base del pulgar. El pase resulta mas fácil si mantienes una sepa-
ración en la baraja con el meñique izquierdo un poco por debajo de
l a mitad del paquete.
Empuja la carta superior con el pulgar como si fueses a repartirla
normalmente y acerca la mano derecha para tomarla. La posición de
l os dedos de la mano derecha es muy importante.
La fig. 7 muestra cómo los dedos indice y mayor derechos forman
un ángulo recto a la altura de sus primeras articulaciones. Los demás
dedos están doblados de forma natural. Este ángulo debe ajustarse per
fectamente a la esquina superior derecha de la mitad superior de la
baraja por debajo de la carta que vas a repartir. Si ejerces presión so-
bre este punto con la mano derecha, toda la mitad superior de la baraja
quedará firmemente encajada contra la base del pulgar izquierdo. Esto
permite que puedas inclinar hacia abajo la mano izquierda abriendo
l a baraja por la separación, mientras que la mitad superior permane-
ce en su posición. Dobla a continuación el índice izquierdo bajo la
baraja, igual que harías en un salto con volteo normal. Emplea este
dedo para inclinar hacia la derecha la mitad inferior de la baraja (fig. _
8), del mismo modo que lo harías al ejecutar un salto con volteo.
11_ REVELACIONES, de Da¡ Vemon (que incluye El. EXPERTO EN LA MESA DE JUE GO, de S.W.
Erdnase. Editorial Páginas. 199?
ENGAÑOS DE SALÓN
Este paquete no tardará en entrar en contacto con los dorsos de
los dedos derechos curvados. Cuando lo haga, emplea el pulgar iz-
quierdo para sujetar la mitad superior en la horquilla de la mano.
Esto te permite ahora relajar la presión de la mano derecha sobre la
mitad superior; mueve dicha mano más o menos un par de centí-
metros a la derecha llevándote la carta superior como si la fueses a
repartir con normalidad. Según mueves la mano hacia la derecha, el
dedo índice izquierdo sigue empujando la mitad inferior (que esta-
ba apoyada contra los dedos derechos) hacia la derecha. No tardará
mucho en sobrepasar la mitad superior; cuando esto ocurra, el pa-
quete superior caerá en la mano izquierda, ya que anteriormente
estaba sujeto por la mitad inferior. La mano derecha y la carta su-
perior cubren esta acción (fig. 9).
A continuación, simplemente deja caer lo que antes fue el paquete
inferior encima del paquete superior original mientras repartes la car-
ta, con lo que quedará completado el salto. He descubierto que la
mejor manera de cubrir el pase es llevar otra vez sobre la baraja, con
un pequeño movimiento de vaivén, la mano derecha con su carta en
el momento en que cae el paquete, para luego repartir la carta lan-
zándola por encima de la mesa.
Claramente, la técnica queda mejor cubierta desde el lado dere-
cho, de forma que girarse hacia la izquierda antes de ejecutar el pase
parece una buena idea. Casual y afortunadamente, este giro es una ac-+
ción natural a la hora de repartir cartas, ya que por lo general se
reparten desde la izquierda, en el sentido de las agujas del reloj. Aun-
que he dividido las acciones por pasos para su explicación, el salto
puede hacerse con gran rapidez.
Por supuesto, puedes retrasar la ejecución del salto hasta el mo-
mento oportuno en la secuencia de reparto. Por ejemplo: si quisieras
hacerte con los cuatro Ases dando desde abajo en el transcurso de una
demostración de póquer (los Ases están desde el comienzo debajo de
l a baraja y después de cortar mantienes una separación sobre ellos),
puedes dar la primera ronda de cartas manteniendo la separación y
hacer el salto al comienzo del reparto de la segunda ronda. Con ello
los Ases volverían de nuevo a la parte inferior de la baraja, y podrías
repartírtelos dando desde abajo durante las siguientes cuatro rondas.
Otra alternativa sería dar a elegir una carta, controlarla mante-
niendo una separación encima de ella, y volver cara arriba la carta
superior de la baraja para mostrar que -lógicamente- no es la elegida.
El salto se realiza en la acción de volver la carta superior otra vez cara
abajo. En esta ocasión, en vez de repartir la carta superior, vuélvela
cara abajo y déjala caer sobre lo que pasa a ser el medio de la baraja
mientras la mitad inferior viene desde abajo a colocarse encima. Con
esto, dicha carta habrá quedado perdida por el centro y la carta elegi-
da quedará encima de la baraja. Puedes emplear las mismas acciones
para cambiar cuatro Ases, por ejemplo, haciendo el salto solamente
con las últimas cuatro cartas cíe la baraja: voltea cara arriba encuna de
la baraja los Ases para mostrarlos y realiza el pase durante la acción
de volver a voltearlos cara abajo.
12. En inglés Card shelf. El autor se refiere agtü a un pequeño cargador-servante de cartas
que se suele fabricar de cartulina y va pegado al borde de la mEsa con cinta adhesiva de doble
cara, blu-tac, etc. (N. del T) -
El cambio es especialmente adecuado para cambiar varias cartas
-cuatro, por ejemplo-, supondremos que queremos cambiar cuatro
cartas rojas por cuatro negras. Las cuatro rojas se encuentran en un
montón sobre la mesa y las cuatro negras cara abajo en el empalme
lateral de la mano derecha.
Toma las cartas rojas con la mano izquierda palma hacia abajo y
vuelve a continuación la mano palma arriba de modo que queden dor-
so arriba en posición de repartir. Acerca la mano derecha para tomar
las cartas; estira el pulgar derecho hasta alcanzar la esquina infenQr iz-
quierda del paquete de cartas negras que tienes empalmado en la mano
derecha (estira un poco los demás dedos para que te resulte más fácil).
Sincroniza esta acción de modo que el pulgar alcance la esquina jus-
to cuando las cartas empalmadas queden encima de las de la mano
izquierda (.fig. 25).
Asegurándote de que los lados izquierdos de ambos paquetes que-
den casi cuadrados, toma las cartas de la mano izquierda con los dedos
mayor y pulgar derechos (el otro grupo sigue empalmado en la mano
derecha). Si lo sincronizas correctamente, parecerá que los dorsos de
las cartas siempre quedan a la vista (los dorsos de las cartas empalma-
das parecen ser los de las cartas de la mano izquierda).
Como las cartas negras todavía están en posición de empalme,
aunque ambos paquetes están más o menos cuadrados por el lado
izquierdo, habrá una separación entre ellos de aproximadamente un
centímetro por el lado derecho (esto queda cubierto por la mano de-
recha). Esta separación te permite deslizar el meñique derecho por
debajo del grupo inferior de cartas -las rojas- apresándolas entre la
base del meñique y la del anular.
Estas cartas quedan casi en la posición de empalme lateral bajo,
lo cual te permite soltar el paquete inferior de cartas con el pulgar
derecho para levantar un poco las cartas negras (fig. 26).
En este momento acerca la mano izquierda y sujeta el paquete
superior por el lado izquierdo con el pulgar por debajo y los dedos
por encima (fig. 27). 9
Sigue levantándolas hasta extenderlas entre las manos, como si
estuvieses examinando tu jugada durante una partida.
Las cartas que cambiaste permanecen ocultas en la mano derecha,
apresadas entre los dedos anular y meñique. Con algo de práctica y
algunos ajustes podrás llevarlas directamente a la posición de empal-
me lateral bajo de forma que la punta del anular las sujete con firmeza
. contra las bases de los dedos anular y meñique. 1
Para terminar, puedes dejar las cartas cara arriba sobre la mesa con
la mano izquierda para mostrar el cambio.
ENGALYOS DE SALON
Para volver a cambiarlas, recógelas con la mano izquierda, vuél-
velas dorso arriba y sujétalas por el lado izquierdo con el pulgar por
encima y los dedos por debajo (el otro grupo de cartas sigue empal
mado en la mano derecha). Coloca las cartas de la mano izquierda en
la derecha, encajando el extremo exterior del paquete en la posición
del empalme lateral entre los dedos mayor y anular derechos (duran-
te esta acción inclina las cartas un poco hacia el público para que
puedan seguir viendo sus dorsos, fig. 28). .
Apoya el pulgar derecho en el extremo interior para mantener la
inclinación del paquete y poder alejar la mano izquierda. Verás que si
sueltas la sujeción del pulgar derecho, las cartas caerán a una posición
horizontal desde la cual las podrás llevar sin problema al empalme la-
teral curvando ligeramente el dedo mayor. Hazlo a la vez que estiras
un poco el dedo anular y sueltas las cartas que están en el empalme
lateral bajo (fig. 29).
De nuevo, hace falta sincronizar correctamente esta acción, pero,
si lo consigues, obtendrás un efecto muy fuerte de retención visual de
los dorsos de las cartas (parecerá que las sueltas con el pulgar derecho
dejándolas caer directamente sobre la mesa).
Para dar una pequeña aceleración a la técnica y ayudar así a que
l as cartas caigan mejor desde el empalme lateral bajo, puedes lanzar-
las sobre la mesa con la mano derecha en el momento de realizar el
cambio.
Una pequeña variante consiste en sujetar con la mano izquierda
las cartas que vas a cambiar abiertas un poco en extensión hacia la de-
recha. A continuación, toma con la mano derecha las cartas, todavía
en extensión, entre los dedos mayor y anular apoyando el borde del
extremo interior de la extensión contra el pulgar derecho, de forma
que queden ligeramente inclinadas para que -como antes- el públi-
co pueda verlas (fig. 30). Cuádralas con la mano izquierda, cierra la
extensión empujando hacia la derecha y, cuando las cartas queden
_ cuadradas, ejecuta el cambio. Esta secuencia justifica mejor el paso del
paquete de una mano a otra.
Falsas dadas
La dada de abajo
Esta dada presenta dos tipos básicos: el método por empuje, en el
que los dedos de la mano izquierda empujan de algún modo la carta
inferior hacia fuera, y el método por arrastre, que consiste sencillamente
en arrastrar la carta inferior con la mano derecha sin mediar prepara-
ción alguna. El primero tiene la ventaja de que se consigue una toma
li mpia, además de permitir la dada a una mano -imposible con el se-
gundo método-, aunque el movimiento de los dedos izquierdos en la
acción de empujar la carta hacia fuera a veces delata la maniobra. Por
ser los míos unos dedos especialmente largos, y tras comprobar que el
movimiento de empuje era demasiado ostensible en mis manos, acabé
por preferir el método por arrastre. No obstante, siempre me molestó ,
no poder realizar algunas de las dadas que permitía el método por em-
puje, ademas de que, en algunas ocasiones en que se manejan cartas muy
usadas o viejas, hay riesgo de arrastrar más de un naipe.
Resolví encontrar una solución a este problema, y el fruto es la
dada que ahora uso siempre; con ello no quiero decir que sea mejor
que otras, sino simplemente que la encuentro más apropiada para mis
manos. La premisa básica es que en lugar de empujar la carta inferior
hacia delante, se tira hacia atrás del resto de la baraja.
La dada resulta mucho más fácil con la mitad de la baraja, así que
te recomiendo intentarla de esta forma primero.
Sujeta las cartas en la mano izquierda mediante una presión dia-
gonal ejercida con la punta del dedo índice sobre la esquina superior -
derecha contra la esquina inferior izquierda de la baraja, que queda
encajada en el hueco de la palma de la mano a la altura de la base del
pulgar (fig. 31).
Dobla un poco el dedo índice alrededor de la esquina superior de-
recha ya que, además de ejercer presión diagonal por ahora, ayudará
a tirar de la baraja hacia la izquierda durante de la dada. Hay una ten
dencia a apretar las cartas demasiado fuerte para evitar que se escurran.
Lo cierto es que así será más fácil que las cartas resbalen; lo único que
hace falta es sujetarlas ligeramente.
Si inclinas la mano hacia fuera y hacia abajo, al menos por el mo-
mento, verás que basta con sujetarlas ya que la gravedad hace todo lo
demás.
Los demás dedos no sujetan las cartas, sino que se colocan co-
modamente bajo ellas de forma que las puntas sobresalgan por el lado
derecho. Los dedos no quedan doblados en tomo al lado derecho, sino
más bien estirados. Este detalle es importante, y se puede observar en
la fig. 31 (por alguna razón la dada me suele resultar más sencilla si
las cartas tienen una combadura longitudinal, por lo cual a veces las
aprieto en este momento para crear una concavidad hacia la palma de
la mano que curve los bordes de las cartas hacia arriba; para esto, cla-
ro está, es necesario cerrar los dedos alrededor de la baraja, pero
después hay que volver a estirarlos).
El dedo mayor -que debe permanecer totalmente estirado- hace
presión hacia arriba cerca de la esquina superior derecha, sobre la car-
ta inferior. En mis manos, este dedo toca la carta justo en la primera
articulación bajo la punta, aunque imagino que esto dependerá del ta-
maño de tu mano. Lo que es vital, no obstante, es que el dedo se
mantenga completamente estirado. Mientras empujas hacia arriba so-
bre la carta con el mayor, separa los dedos índice y mayor como si
abrieses unas tijeras: encoge el dedo índice hacia la izquierda aleján-
dolo del mayor y llevándote con él toda la baraja. La presión del dedo
mayor sobre las cartas de la parte inferior de la baraja debe ser la 'su-
ficiente para que la carta inferior no se vea arrastrada hacia la izquierda
por el índice, pero sí para que permanezca apoyada sobre el mayor,
que estiras hacia la derecha todo lo posible (las figs. 32 y 33 muestran
vistas desde abajo). Hasta que domines este movimiento poco natu-
ral, quizás necesites ayudarte con la mano derecha separando la carta
de la baraja antes de estirar los dedos. No hace falta decir que tendrás
que deshacerte de este hábito tan pronto como puedas.
Aunque en la descripción se detallan varios tipos de presión so-
bre diferentes ¡Juntos, vuelvo a insistir en que la dada se basa en una
sujeción ligera.
Supongo que te llevará tiempo llegar a dominarla, pero una vez
que hayas comprendido la idea de la dada verás que podrás mover el
naipe inferior sin emplear apenas fuerza; ya se ha comentado que la
fuerza de gravedad ejercerá la presión necesaria sobre la carta inferior
gracias a todas las cartas del resto dula baraja que empujan hacia aba-
jo sobre ella.
Para realizar una dada limpia, sólo hace falta que la carta sobre-
" salga aproximadamente medio centímetro, pero con esta técnica
podrías hacerla sobresalir incluso casi un par de centímetros.
Al dar, empuja la carta superior de la baraja con el pulgar izquierdo
cuando la carta inferior sobresalga, con lo cual ésta quedará cubierta. A
continuación, toma la carta con el mayor derecho y repártela al tiempo
que tiras hacia atrás de la carta superior con el pulgar derecho. Igualmente,
podrías repartir las cartas tomándolas desde arriba por sus extremos con
la mano derecha (fig. 34); toca con el pulgar el extremo interior de la car-
ta y con los dedos el otro extremo (resulta una dada muy engañosa que
se puede ejecutar lentamente). Incluso podrias hacer una dada a una
mano con un movimiento acentuado de la mano izquierda hacia la de-
recha para propulsar la carta (en este caso tendrías que apartar los dedos
izquierdos para no obstaculizar la salida de la misma). Estas dos últimas
dadas serían imposibles sin alguna clase de empuje, pero en este caso se_
consiguen sin que haga falta encoger los dedos izquierdos, que es lo que
normalmente delata este tipo de dadas desde abajo. A medida que va-
yas dominando la dada, podrás añadir más cartas hasta que llegues a usar
cómodamente toda la baraja.
Dicho esto, no obstante, siempre hago lo posible por construir to-
das las rutinas en que uso la dada de debajo de manera que sólo tenga
que emplear la mitad de la baraja o menos cartas (creo que Gene Maze
también recomienda lo mismo).
La dada del centro
De todo el tiempo que he pasado practicando técnicas, creo que
la mayor parte lo destiné al intento de dominar la tan dificil dada del
centro. He utilizado el verbo en pasado a propósito, ya que hace unos
tres años más o menos, cuando por primera vez sentia que empezaba
por fin a dominarla, me di cuenta de que era prácticamente inútil y
dejé de hacerla (para quien se interese, diré que acabé por reconocer
que la mejor técnica era la ausencia de ella: tomar la baraja en cual-
quier sujeción cómoda para repartir, mantener una separación con el
meñique izquierdo en el centro de la baraja, y repartir cartas de enci-
ma hasta que haga falta una carta del centro, momento en que se extrae
l a carta de encima de la separación con el dedo mayor derecho. Sim-
plemente es cuestión de, practicar hasta conseguirlo.
Para los verdaderamente incansables de entre mis lectores: se
puede probar a combar las cartas hacia abajo --haciendo un poco de
presión sobre los lados- de manera que quede un puente en la ba
raja; se insertan cuatro o cinco cartas cara arriba por distintos lugares
del centro, y se reparten dichas cartas desde sus respectivas posicio-
nes; debes sentir -al tacto- con los dedos de la mano izquierda las
pequeñas separaciones naturales en el momento en que la mano de-
recha se acerca para repartir).
Sin embargo, no es éste el objeto de esta sección; sí lo es, en cam-
bio, enseñarte la, técnica -muchísimo más sencilla- que hizo que
decidiese olvidarme de la dada del centro por ser a la vez más senci-
lla y mucho más impresionante a los ojos de los espectadores.
Cuatro cartas -por ejemplo, cuatro Ases- se pierden en distintos
lugares del centro de la baraja y se reparten directamente desde estas
posiciones. La manera de conseguirlo consiste en una pequeña variante
de un método de Martin Nash. Según tengo entendido, Marlo (no po-
día ser otro), también ideó otra versión,-con la cual la mía tiene gran
parecido. Sin embargo, es necesario incluir aquí una descripción bas-
tante prolija de la técnica, ya que en ella se basa gran parte de una
rutina incluida en el Capítulo Cuatro.
Inserta los cuatro Ases en cuatro lugares distintos del centro de la
baraja dejando que sobresalgan por la mitad de su longitud. Al em-
pujar para cuadrarlos con el resto de las cartas, haz presión sobre la
esquina superior izquierda de forma que sobresalgan por la esquina
inferior derecha de la baraja (esta técnica es la misma que se emplea
en el control explicado anteriormente; consulta la fig. 10 para mayor
información). Si te convenció mi exposición acerca de los méritos de
la sutileza por hojeo que mencioné entonces, puedes emplearla aquí
también.
Sujeta la baraja con la mano derecha en posición de cortar, con el
pulgar en el extremo interior y el dedo mayor en la esquina superior
izquierda; dobla el dedo índice derecho sobre el dorso de la baraja y
apoya el resto de los dedos en el extremo exterior (fig. 35). Estira el
dedo mayor izquierdo hasta tocar el extremo exterior de los cuatro
Ases que sobresalen por el lado derecho (quizás tengas que apartar un
poco los dedos anular y meñique derechos para ello).
A continuación, tira de los Ases con el dedo mayor hacia la dere-
cha haciéndolos pivotar sobre el pulgar derecho, de forma que las
esquinas superiores derechas queden en el lado derecho de la baraja y
l os Ases se coloquen paralelos con el resto de la baraja; continúa tiran-
cío con el dedo mayor en la misma dirección por espacio de un
centímetro más o menos y saca los Ases aún más. En este punto, in-
troduce el extremo interior de los Ases en la baraja empujando con los
dedos anular y meñique izquierdos, lo cual acentuará su ángulo de in-
clinación; al mismo tiempo, empuja hacia abajo y hacia ti con él mayor,
de forma que los Ases queden encajados en ángulo dentro de la baraja
y con respecto a ella (fig. 3b). Este proceso que parece tan complicado,
es en realidad bastante sencillo y sirve únicamente para orientar los Ases
en la posición adecuada. En el caco de que las esquinas de las cuatro
cartas se vean sobresaliendo por delante de la baraja, puedes doblar el
dedo indice en torno al extremo exterior de la baraja para ocultarlas.
Toda la maniobra puede hacerse con el pretexto de cuadrar las cartas.
' Imprime un bisel a las cartas de la parte superior de la baraja para que
adopten el mismo ángulo que los Ases y así los oculten.
En esta posición, el dedo mayor izquierdo actúa como tope con-
trolando los Ases para que no se pierdan y, al mismo tiempo, como
sujeción principal de la baraja, de modo que puedas bajar un poco los
dedos anular y meñique cuando repartas las cartas. Reparte cartas de
encima de la baraja hasta que necesites una de las del centro; en ese
momento, introduce el dedo mayor derecho entre los dedos mayor y
anular izquierdos haciendo que entre en contacto con la cara del úl-
ti mo As. Como éste ya sobresale de la baraja, no es necesario ningún
empuje: el dedo mayor simplemente extrae la carta hacia la derecha
. al tiempo que los dedos anular y meñique izquierdos bajan un poco
para no obstaculizar la extracción; mientras, el pulgar izquierdo, tras
empujar hacia la derecha la carta superior como si fuese a ser reparti-
da, tira hacia atrás de ésta alineándola con la baraja.
En el caso de que coloques los Ases (o las cartas que necesites) en
la parte superior de la baraja y tengas que repartir varias manos, es po-
sible que repartas todas las cartas de encima de los Ases antes de
repartir el último As; en este caso tendrás que recurrir a una dada en
segunda. Por esta, y por otras razones, es una buena idea poder repartir
desde varias partes de la baraja con la misma sujeción.
La dada en segunda
Incluyo este pequeño comentario no tanto por mi deseo de ex-
plicar esta extraña dada como por el de presentar un estudio más o
menos completo de las falsas dadas. De hecho, normalmente uso una
dada en segunda por empuje como la de Vernon, pero voy a presen-
tarte una dada en segunda alternativa que sólo me atreveria a utilizar
en las situaciones más divertidas.
Sujeta la baraja en la mano izquierda con los cuatro dedos apo-
yados contra el lado derecho de modo que sus puntas queden más o
menos niveladas con el borde derecho de la carta superior (te habrás
dado cuenta ya de cómo yo mismo me contradigo respecto a lo que
acabo de decir unos párrafos más arriba). Si aprietas las cartas con los
dedos haciendo que se comben hacia abajo y hacia la palma por el eje
longitudinal, y si bajas las puntas de los dedos una fracción de centí-
metro, las cartas saltarán por résorte hacia la derecha; cuando esto se
controla con la mano derecha, este fenómeno adquiere el nombre de
'`Extensión por resorte" de LePaul (LePaul Spread). Sin embargo, en
este contexto, sólo vas a permitir que una carta salte hacia la derecha.
No saltará demasiado, ya que tienes el dedo pulgar apoyado encima
de la baraja alineando todas las cartas y controlando el resorte.
Verás que si miras la baraja desde arriba, parecerá que todas las car-
tas están cuadradas; sin embargo, mirando desde abajo, ~e verá que la
carta superior sobresale hacia la derecha más o menos medio centí
metro debido a que estás apretando el resto de las cartas hacia la
izquierda y combándolas.
Quizás te resulte más sencillo empezar con la mitad de la baraja
solamente, ya que combarla entera ejerciendo control sobre las cartas
al mismo tiempo no es fácil. Si dejas que la segunda carta por arriba
salte hacia la derecha por resorte, también sobresaldrá hacia la dere-
cha -visto desde abajo-, aunque este hacho no se apreciará mirando
la baraja desde arriba. De esta manera, puedes tocar la cara de la se-
gunda carta con el dedo mayor derecho y repartirla extrayéndola hacia
la derecha (fig. 37) mientras dejas la carta superior en su sitio.
Deja queda siguiente carta salte por resorte del mismo modo para
poder así volver a dar la segunda carta.
Vista desde arriba, esta técnica resulta bastante extraña, ya que se
extrae la segunda sin aparentemente empujar la carta de encima. Será
divertido si alguna vez te decides a mostrar esto durante una discu
sión con algún compañero mago sobre tu habilidad para dar en
segunda por arrastre sin mover la carta superior.
La secuencia de la localización de Ases emplea un procedimientç-to de corte de lo más simple; eso no es razón para que sea pasado por
alto. Coloca una carta con esquina doblada en la posición inferior de
la baraja de modo que al cortar quede en el centro y señale la posi-
ción de los cuatro Ases.
Desde luego, vale otro tipo cualquiera de carta guía -tipo breather
crimp o esquina corta- aunque casi no hace falta recurrir a métodos
tan sofisticados; yo sencillamente doblo la esquina izquierda dé la car
ta inferior con el pulgar derecho en la acción de cuadrar la baraja por
encima con la mano derecha; este doblez se puede hacer y deshacer ,
rápidamente y puede verse y localizarse corr facilidad. Sin embargo,
cuando se lleva por corte al centro de la baraja, basta con una leve pre-
sión sobre las cartas superior e inferior para apretar las cartas y apla-
nar la esquina doblada volviéndola casi invisible.
Tras cortar, deja la baraja sobre la mesa con el lado de la esquina
doblada hacia ti y localiza el primer As simplemente cortando por di-
cha esquina. Deja el As aparte y vuelve a poner encima la mitad
superior de la baraja, centrando así la carta con la esquina doblada y
marcando la situación de los tres Ases restantes.
En este punto, merece la pena tomar la baraja y aplicar presión
sobre las cartas del modo indicado para mostrar la baraja por todos
lados enseñando que no hay marcas, ni cartas sobresalientes, que no
hay cartas dobladas, y todo eso. Vuelve a colocar la baraja sobre la mesa
y corta por el segundo As de la misma manera. Recompón de nuevo
la baraja y encuentra el tercer As idénticamente.
Tras dejar aparte el tercer As, coloca sin embargo la parte infe-
rior de la baraja sobre la superior que acabas de cortar para llevar la
carta con la esquina doblada a la posición inferior y el último As a
la superior. Mezcla despreocupadamente de esta forma (mientras, ex-
plica cómo caria vez es más difícil encontrar los Ases, ya que van
quedando menos, o alguna otra tontería de este tipo): sujeta las car-
tas en posición de mezcla por arrastre en las manos, pela una a una
varias cartas desde el dorso de la baraja (no importa cuántas: entre
cinco y diez es lo ideal). Suelta el resto encima de forma que. las car-
tas que pelaste queden debajo de la carta con la esquina doblada.
Corta la baraja más o menos por la mitad para llevar la carta guía de
nuevo al centro. Vuelve a dejar el conjunto sobré la mesa y al cortar
por la esquina doblada para localizar el último As encontrarás una
carta indiferente. Probablemente será un Siete o un Ocho (de Picas,
si ordenaste las cartas en la secuencia que sugerí), dependiendo de
cuántas cartas hayas pelado.
Tras el desconcierto inicial, explica que dicha carta es la famosa
carta indicadora cuyo valor marca la posición del último As. Toma
la mitad inferior y deja la carta indicadora cara abajo encima ella, en
la posición en la que estaba, cuenta cartas cara abajo sobre la mesa
desde ese punto y detente en el número indicado. Por supuesto, de-
bido a que al principio ordenaste los naipes, la carta indicadora
señala en realidad cuántas pelaste: si es un Siete, significa que in-
vertiste el orden de siete cartas durante la mezcla y que, por lo tanto,
el As es ahora la séptima carta; si es un Ocho, significa que pelaste
ocho, etc. Si cuentas cartas cara abajo hasta totalizar el número in-
dicado, la última será el As. Al mismo tiempo habrás vuelto a invertir
el orden de las cartas que has contado, con lo cual quedarán de nue-
vo en su secuencia original.
Coloca las cartas que has repartido encima de la mitad inferior, y
después todo este paquete encima de la otra mitad. A pesar de haber
localizado los cuatro Ases por medio de cortes, el resto de la baraja
permanece aún en orden numérico y la carta con la esquina doblada
en la posición inferior de la'baraja.
A continuación explicaré cuatro métodos mediante los cuales po-
drás controlar los Ases para dártelos en tu propia jugada; empezaremos
con una mezcla clasificadora (verás que puedes sustituir los métodos
que explico por otros cualesquiera, siempre y cuando no alteren el or-
den de las cartas). La técnica consiste en pelar naipes según el
procedimiento de una mezcla en las manos ordinaria, aunque si co-
noces otro método para ordenar jugadas para cinco jugadores sin
cambiar el orden del resto de la baraja valdía también.
Para esta mezcla en las manos hace falta llevar los cuatro Ases de-
bajo de la baraja: puedes ponerlos ahí directamente, o colocarlos en
la posición superior y bajarlos mediante un doble corte. Desde esta
posición, los irás colocando en las posiciones necesarias con una mez-
cla en las manos durante la que pelarás cartas una a una desde el dorso
de la baraja y, en el momento apropiado, harás un doble arrastre (sig-
nifica que arrastrarás al mismo tiempo las cartas superior e inferior de
la baraja). El orden del procedimiento es este: al principio, arrastra con
el pulgar izquierdo cuatro cartas desde la posición superior, una a una,
igual que en una mezcla normal; cuando vayas a arrastrar la quinta,
presiona con los dedos izquierdos contra la carta inferior de la baraja
-un As- y arrástrala al mismo tiempo que el pulgar izquierdo pela la
carta superior; este es el arrastre doble (fig. 1).
A continuación pela con el pulgar tres cartas más una a una; des-
pués haz otro doble arrastre llevándote de la parte inferior de la baraja
con los dedos izquierdos el siguiente As al tiempo que pelas la carta
superior; después pela otras tres y haz otro doble arrastre; por último,
otras tres más y otro doble arrastre.
Cuando ejecuto la mezcla, pienso en la secuencia de esta mane-
ra: "uno, dos, tres, cuatro; arrastro, dos, tres, cuatro; arrastro, dos, tres,
cuatro; arrastro, dos, tres, cuatro; arrastro". Después, suelta el resto de
las cartas encima, de manera que la carta con la esquina doblada cai-
ga sobre el conjunto de cartas que has pelado.
Yo realizo todo el procedimiento lentamente para no cometer
equivocaciones. En mi presentación explico que coloco las cartas
mientras las mezclo, así que no me preocupo si la mezcla parece de
masiado "calculada". Durante unapartida, por supuesto, ni siquiera miraría
las cartas, pero a pesar de eso aún seria capaz de calcular y contar el número
de naipes que hay que mezclar para ordenar la jugada.
Mientras dices esto, corta la baraja por la esquina doblada (toda-
vía sujetas las cartas en posición de mezcla en las manos) y pela una
a una encima cíe las demás todas las que están debajo de la esquina
doblada, volviendo así a invertir su orden y colocándolas de nuevo
en el dorso. No hace falta mucha concentración para esto (puede ha-
cerse bastante deprisa); sin embargo, al hablar de cálculos y cuentas
con cartas, la idea que se transmite es que lo que se está llevando a
cabo exige gran destreza mental.
En este punto, las cartas deben estar en su orden numérico origi-
nal a excepción de los Ases, que deben haber quedado dispersos de
tal manera que se encuentre uno cada cinco cartas a partir de la posi-
ción superior de la baraja; la carta con la esquina doblada debe quedar
cíe nuevo como carta inferior de la baraja. Reparte cinco cartas y que-
date con la quinta. A medida que te vas repartiendo la quinta carta de
cada ronda, voltéala para mostrar que se trata de un As. Al darte el
, cuarto As, deja de repartir; cada jugador tendrá cuatro cartas.
Recoge ahora las cuatro manos (que repartiste de izquierda a de-
recha, según el procedimiento habitual en una partida) de derecha a
izquierda, dé forma que el paquete que está más a la derecha quede
sobre el que está a su lado (izquierda); pon el nuevo paquete encima
del que está al lado (izquierda) y, por último, encima del restante; co-
l oca el conjunto así formado en la parte inferior de la baraja, debajo
de la carta con la esquina doblada. Habrás notado que estas dieciséis
cartas que acabas de recoger ya no están en el mismo orden que an-
tes; no tiene importancia, de momento.
Explica que el procedimiento de clasificación es algo anticuado y
burdo, y que una manera mucho mejor de hacer trampas es dar en fal
so. Di: Por ejemplo, supongamos que hubiese ocultado secretamente los cuatro
Ases en mi mano izquierda (coloca los Ases en una posición similar a la
del empalme del tahúr en la mano izquierda); entonces, tras haber cor-
tado la baraja, podría haber añadido secretamente las cartas debajo de la
baraja. Corta la baraja más o menos por la mitad (o pide a alguien que
lo haga) y, al llevar la porción cortada a la mano izquierda, añade de-
bajo los cuatro Ases claramente. Ahora, al dar las cartas, puedo repartir
los Ases desde. la parte inferior de la baraja.
Diciéndolo, reparte de nuevo cinco manos de cartas y, en la quin-
ta de cada ronda -que es la tuya- da una carta de abajo. La rutina exige
que tu dada de abajo sea aceptable; antes expliqué el método que yo
empleo, pero si tú ya has practicado una técnica que te venga mejor,
obviamente debes emplearla.
Reparte cuatro manos, de manera que caigan los cuatro Ases en
tu mano gracias a la dada de abajo. Mediante tu explicación acerca de
cómo se cortan las cartas para luego añadir otras secretamente, te las
habrás ingeniado para realizar las dadas de abajo sólo con la mitad de
la baraja; es considerablemente mucho más sencillo. Deja caer las car-
tas que te han quedado en la mano tras el reparto encima de la otra
mitad que - está en la mesa; muestra los cuatro Ases, recoge las otras
cuatro manos igual que antes -de derecha a izquierda-, y colócalas
debajo de la baraja. Quedan ahora treinta y dos cartas, en distinto or-
den, bajo la esquina doblada. (A propósito, en lugar de poner los Ases
abiertamente en la mano izquierda como indiqué antes, quizás pre-
fieras devolverlos a la baraja y empalmarlos secretamente; después
puedes revelar que están en la mano izquierda y continuar con el res-
to de la fase de la misma forma). Continúa la demostración diciendo
que, a pesar de que la dada de abajo es muy buena, no valdría en pre-
sencia de jugadores avezados, ya que al dar un corte completo a la
baraja, los Ases quedarían en el centro; por esta razón fue inventada
la dada del centro. Mientras lo explicas, corta la baraja por la esquina
doblada llevando esta carta otra vez abajo.
Coloca los cuatro Ases en distintos lugares del centro de la bara-
ja, pero déjalos sobresaliendo; el As más cercano a la cara de la baraja,
no debe tener menos de dieciséis cartas por debajo, ni el más cercano
al dorso debe tener menos de dieciséis -más o menos- por encima.
Déjalos sobresaliendo por la mitad de su longitud, voltea las cartas cara
arriba y extiende la baraja sobre la mesa para mostrar que los Ases han
quedado en posiciones aleatorias en el centro de la baraja.
Extiéndela hasta llegar al último As, punto en el que detienes la
extensión dejando las últimas cartas juntas en bloque, ocultando así
el hecho de que todavía están ordenadas numéricamente. Sin embar
go, a los ojos de los espectadores el resto de las cartas parecerá
aleatoriamente mezclado gracias a que fue reordenado durante las dos
primeras demostraciones. Menciona este hecho sin atraer demasiada
atención diciendo: Verán que los Ases han quedado dispuestos al azar en el
centro de la baraja; no hay un numero determinado de cartas entre ellos, ni es-
tán colocados junto a cartas concretas, ni tampoco el resto de los naipes está
ordenado de manera que pueda darme una pista sobre la posición de los Ases.
Así, aun llamando la atención principalmente sobre los Ases, habrás
dejado claro que las cartas no tienen un orden concreto.
Recoge las cartas dejando los Ases sobresalientes, mientras expli-
cas que calcularás aproximadamente en qué posición quedan para así
repartirlos directamente desde dichas posiciones. Vuelve la baraja cara
abajo y aparenta cuadrar los Ases con el resto de las cartas; en reali-
dad, empújalos en diagonal a través de la baraja de modo que
sobresalgan por el lado derecho; repártelos directamente desde sus res-
pectivas posiciones -de nuevo en la quinta carta de cada ronda-
utilizando el método de Martin Nash para la dada central (expliqué
mi pequeña variante de esta técnica en el Intermedio de este libro; si
decidiste no estudiar esta sección, la técnica consiste básicamente en
extraer las cartas del centro cuando las necesites). Al repartir de este
modo, los Ases llegarán siempre a tu mano -ese es el objetivo de esta
demostración-, pero lo que es aún más importante: las restantes die-
ciséis cartas que forman las otras cuatro manos son las mismas dieciséis
cartas que repartiste durante la demostración de la mezcla clasifica-
dora; al recogerlas de derecha a izquierda como antes, quedarán de
nuevo en su orden numérico original. En mi opinión, esto es cierta-
-mente notable. Colócalas debajo de la baraja, bajo la esquina doblada.
La última demostración emplea las siguientes -dieciséis cartas que
están desordenadas y que se encuentran en el dorso; por supuesto, res-
tablecerás su orden original. Para esta fase, explico que vas haber
demostrado las formas más conocidas en que se puede hacer trampas
en una partida, mostraré cómo pueden combinarse estos conceptos den-
tro de una única técnica infalible. Ahora volverá a parecer que insertas
los Ases en distintos lugares de la baraja, pero no será verdad: hojea cua-
tro cartas con el pulgar izquierdo y coloca bajo ellas el primer As; hojea
otras cuatro e introduce el siguiente As en esa posición; inserta los dos
últimos del mismo modo, intercalando cuatro cartas entre uno y otro.
A estas alturas, el público debería estar habituado al hecho de que las
cartas se introducen por distintas partes del centro de la baraja; por ello
no considerará la posibilidad de que los estés colocando en posiciones
específicas; de hecho, al insertarlos cada cuatro cartas, habrá un As cada
cinco cartas, con lo cual te quedarán en el orden correcto para repar-
tírtelos. Por sí sola, esta demostración no tendría ningún sentido, pero
creo que dentro de la rutina se vuelve muy potente. Cuadra a conti-
nuación los Ases con mucho cuidado y mezcla en falso para hacer
imposible que pueda tabular aproximadamente ninguna posición, explicas. Por
último, reparte las cartas muy claramente. Los Ases quedarán en tu mano
y las otras dieciséis cartas que habrás repartido a los cuatro jugadores
i maginarios en su orden numérico original. Coloca también estas car-
tas debajo de la baraja y corta otra vez por la esquina doblada, llevando
asi todas las cartas a su posición de partida.
Para terminar, muestra el orden numérico de la baraja; el sistema
que explico a continuación aporta mayor dramatismo al efecto que la
si mple extensión de la baraja. Menciona que a los demás jugadores les
puede resultar sospechoso que los Ases siempre lleguen a tu mano;
por ello es una buena idea controlar también otras cartas; mezclando
unas cuantas veces en falso, comenta que es posible controlar una o
dos cartas además de los Ases mediante cálculos aproximativos y mez-
clas clasificadoras; por ejemplo: si tuvieses en tu mano el As de Picas,
podría ser útil tener, otra carta del mismo palo. Termina de mezclar en
falso y voltea la carta superior de la baraja para mostrar que has con-
trolado otra carta de Picas (el Dos, de hecho). Voltea a continuación
el Tres, seguido del Cuatro, y después reparte todas las cartas de Picas
incrementando gradualmente la velocidad durante el proceso. Por úl-
timo, y para demostrar que puede controlarse cualquier carta, extiende
las cartas restantes para enseñar que también has ordenado todas las
demás cartas de la baraja.
A algunos lectores les puede resultar interesante el principio ma-
temático subyacente. Si pasamos por alto los Ases, la realidad es que
se dan cuatro montones de cartas en cada demostración cuyo orden
se va transformando progresivamente. Al repartir estas cartas una úl-
tima vez, se restablece su orden original. Esto puede parecer bastante
obvio si uno se para a pensarlo; ciertamente la idea no es nueva. El
principio también funciona con nueve cartas repartidas en tres mon-
tones de tres cartas, o con veinticinco repartidas en cinco montones
de cinco o, por extensión, con cualquier número de cartas de raíz cua-
drada exacta repartido en montones equivalentes a su raíz.
De hecho, solía hacer esta rutina con seis fases en lugar de cuatro,
ya que sin contar los cuatro Ases quedan en la baraja cuarenta y ocho
cartas, que es igual que tres veces dieciséis; así no hacía falta emplear
una carta con esquina doblada, ya que el orden de toda la baraja cam-
biaba a lo largo de tres demostraciones; esto permitía extenderla sobre
la mesa controlando al mismo tiempo el primer grupo de cartas en el
dorso de la baraja. Aunque es una forma bonita de emplear este prin-
cipio, hacer seis demostraciones acabó por parecerme bastante tedioso,
aunque quizás tú seas capaz de encontrar material suficientemente in-
teresante para que no sea así.
Colores a la orden
Casi no hace falta que explique el método de la siguiente rutina;
una vez que se ha comprendiclo el efecto, cualquier mago conocedor
podrá reconstruirla inmediatamente ajustándola a sus propias necesi
dades. Sin embargo, el motivo principal por el que incluyo una
descripción tan completa es que así yo mismo podré usar este libro
en el futuro como referencia, ya que siempre olvido en qué orden hay
que poner las cartas y tengo que pasar como diez minutos volviendo
a armar el método cada vez que quiero realizar este juego.
La presentación es simple: el mago explica que hacer trampas du-
rante una partida es algo muy serio, y que ser descubierto o levantar
sospechas puede acarrear todo tipo de problemas; por esta razón, el
tramposo concienzudo dedica horas a la práctica de la técnica de su
profesión en el intento de eliminar esta posibilidad. Existen muchos
ejercicios con los que se puede practicar. Un buen ejemplo es uno,
que ahora demostraremos, en el que se practica el aspecto físico de la
técnica tramposa (el control y el reparto de cartas) a la vez que el as-
pecto mental (que hace referencia a la memorización y organización
de las cartas).
El mago examina la baraja mezclada durante un par de minutos
explicando que va a intentar acordarse de ciertos aspectos de las car-
tas; no va a memorizar toda la baraja; sino simplemente a tratar de
recordar las posiciones relativas de los colores de las cartas.
Tras ello, explica que la idea del ejercicio es repartir cartas en se-
ries; por ejemplo: repartir de modo que los colores se alternen, rojo,
negro, rojo, negro; o de modo que se agrupen por parejas de forma
que dos cartas rojas vayan después de dos negras, y así sucesivamen-
te. Como se ha mezclado la baraja y está claro que las cartas están
desordenadas, hace falta recordar las posiciones relativas de los colo-
res y repartir la siguiente carta del color deseado directamente desde
su respectiva posición, practicando as¡ al mismo tiempo la memori-
zación y el dar en falso. El mago pasa a demostrar todo lo explicado
repartiendo cartas una a una, en parejas o en tríos, tal y como lo pida
su público, hasta haber repartido todas las cartas en dos montones:
uno sólo de cartas rojas y otro sólo de negras.
A pesar de ello, el ejecutante explica que no es tan dificil como
parece a primera vista: memorizar las posiciones relativas de los co-
lores de las cartas no es algo especialmente complicado. Es mucho más
dificil memorizar las posiciones relativas de los palos. El mago toma
a continuación el paquete de cartas rojas y lo separa en dos monto-
nes, uno de cartas de Corazones y otro de Diamantes, volviendo a
repartirlas de nuevo una a una, en parejas o en tríos, tal y como le or-
denan los espectadores; como parece que ha cogido el ritmo al asunto,
repite lo mismo con las cartas negras, aunque esta vez más rápidamente
y con menos fallos. De nuevo, el mago explica que lo demostrado se
basa sencillamente en un sistema binario de mnemotecnia, y que una
vez que el tramposo experimentado domina el sistema debe acome-
ter el ejercicio más dificil de todos. Tras recoger el montón de cartas
de Picas, todas en claro desorden, da un vistazo a las cartas, vuelve cara
abajo el paquete y lentamente empieza a repartir primero un As, des-
pués un Dos, luego un Tres, y a continuación todos los naipes restantes
en perfecto orden. Repite lo mismo, pero a la inversa, con las cartas
de Tréboles, dando primero el Rey, luego la Reina, después la jota, el
Diez, y asi hasta llegar al As. Por último, recoge las cartas de Corazo-
nes con la mano izquierda y las de Diamantes con la derecha y termina
repartiendo rápida y simultáneamente ambos paquetes en orden.
Es obvio que este efecto es una variante del juego de Bill Simon
"Colores a la orden" (que leí por primera vez en la versión de Martin
Nash "Desfile de colores"). Aquellos que no conozcan estos magnifi
cos efectos, deberán prestar especial atención a los párrafos que vienen
a continuación, mientras que aquellos que ya están familiarizados con
el método quizás prefieran darles un breve repaso.
En lo que respecta a la separación inicial de rojas y negras, todas
las cartas de la baraja comienzan alterna las roja, negra, roja, negra; si
l a enseñas extendiendo las cartas cara arriba en montones, el orden
no será tan obvio. El señor Nash sugiere llamar la atención sobre el
hecho de que no hay grupos particularmente grandes de cartas de un
mismo color, lo cual obliga a los espectadores a concentrarse en esto
haciendo que sea más difícil que puedan llegar a descubrir la alter-
nancia de los colores. Esta idea me parece muy buena. Para repartir
l as cartas de forma que los colores se alternen, por tanto, sólo hace
falta repartir cara arriba, desde el dorso de la baraja, una carta encima
de otra. En esta rutina, se reparten de esta forma ocho cartas. Recó-
gelas y vuelve a colocarlas en el dorso de la baraja en el mismo orden.
Vuelve a repartir las mismas cartas, pero esta vez en parejas, dando una
de arriba, luego una en segunda, luego una de arriba y después otra
de araba; otra vez, da una de arriba, otra en segunda, una de arriba y
otra de arriba; así habrás repartido por segunda vez las mismas ocho
cartas, cara arriba unas encima de otras, pero esta vez por parejas. Vuel-
ve a recogerlas y a colocarlas encima de la baraja, y repártelas de nuevo
de la misma forma: de arriba, segunda, de arriba, de arriba; de arriba,
segunda, de arriba, de arriba; así los colores volverán a alternarse.
Vuelve a recoger las cartas y a dejarlas encima de la baraja. Este
efecto tan ingenioso es la base de la rutina.
Una vez que el concepto ha quedado claro para el público, como
se ha expuesto, reparte las cartas cara arriba en dos montones separa-
dos, uno para las rojas y otro para las negras. Reparte alternativamente
las primeras cartas (las ocho primeras), es decir, da cartas desde arriba
una vez en cada montón. Después reparte las siguientes por parejas
de esta manera: da una de arriba, luego una en segunda (ambas son
rojas), sobre el montón de las rojas; después reparte dos cartas de arri-
ba sobre el montón de las negras; luego una de araba y otra en segunda
en el de las rojas; otra vez da dos de arriba en el de las negras; por úl-
timo, da una de arriba y una en segunda en el montón de las rojas. Es
importante dar estas dos últimas cartas rojas, ya que deja dos negras
en el dorso de la baraja, seguidas del resto de las cartas alternadas por
colores. Desde esta posición es posible repartir cartas una a una, en
parejas, o en tríos; puedes pedir a tu público que elija y, según su res-
puesta, obra de esta manera:
Para repartir cartas una a una: da de arriba, en segunda, de arriba,
en segunda, de arriba, en segunda, y así sucesivamente.
Para repartir por parejas: da de arriba, de arriba, de arriba, en se-
gunda; de arriba, de arriba, de arriba, en segunda; y así sucesivamente.
Para repartir por tríos: da de arriba, de arriba, en segunda, de arri-
ba, de arriba, en segunda, y así sucesivamente.
Los espectadores pueden cambiar su petición en cualquier mo-
mento del proceso, y en ese caso deberás alterar la secuencia de
reparto para obtener la serie solicitada. Yo realizo esta rutina bastan
te seriamente empleando un tiempo considerable para "memorizar"
las cartas, haciendo pausas periódicas simulando tratar de recordar la
posición de la siguiente carta adecuada. También vale la pena come-
ter algunos errores, por ejemplo: cuando haga falta dar una en
segunda, da una de arriba; enseguida, y para corregir tu error, vuelve
a dejar esa carta en el dorso de la baraja y da una en segunda. La ru-
tina resulta bastante creíble y, por tanto, la presento como si
verdaderamente estuviese recordando cartas y repartiendo desde di-
ferentes partes de la baraja.
Al final de esta parte de la rutina, la baraja entera debe haber que-
dado repartida en un montón de cartas rojas y en otro de negras según
las secuencias solicitadas por el público.
Hasta aquí no hay nada original. Lo que me llamó la atención
fue que las cartas no cambian su orden dentro de su respectivo gru-
po de color; por consiguiente, si se ordenan las cartas rojas de manera
que se alternen por palos (Diamantes, Corazones, Diamantes, Co-
razones), y también las negras (alternadas Picas, Tréboles, Picas,
Tréboles), y a continuación se imbrican ambos conjuntos de forma
que las cartas rojas y negras se alternen, se puede realizar la rutina
explicada y al final tanto el montón rojo como el negro estarán al-
ternados por palos.
Por lo tanto, resulta fácil tomar cualquier montón y continuar
con la demostración repartiendo cartas y separándolas en dos mon-
tones de distinto palo según la secuencia elegida por el público y
siguiendo el sistema de reparto explicado antes (observa que hay que
cambiar la posición de la segunda carta para que las dos primeras sean
del mismo palo, lo cual -si recuerdas- es necesario; suelo hacerlo
mostrando que puedo repartir cartas alternando los palos dando una
de arriba, otra de arriba, y empezando a formar así los dos monto-
nes; que puedo también repartir por parejas, dando una de arriba y
después una en segunda sobre el primer montón, luego una de arri-
ba y otra de arriba sobre el otro y, por último, una de arriba y otra
en segunda sobre el primer montón; si te paras aquí, las dos prime-
ras cartas de la baraja serán del mismo palo, y podrás repartir las
demás según los designios del público).
Por la misma razón, puedes ordenar las cartas de cada palo en una
secuencia concreta antes de alternarlas con las de su propio color .y
antes-tambien de alternarlas con las del otro color.
En este caso el tema de estudio es, por tanto, cómo ordenar las
cartas para que no parezca haber orden numérico alguno, pero para
poder repartirlas de forma que sí salgan en orden. La forma más fácil,
y la que uso normalmente, es colocarlas para que salgan en orden al
ir repartiendo alternativamente desde arriba o desde abajo; prueba a
ordenar un palo de esta manera:
10,8642 , A,3579JKQ
K, J, 9, 7, 5, 3, A, 2, 4, 6, 8, 10, Q
KD, AT, 2C, KP, J D, 3T, 4C, J P, 913, 5T, 6C, 9P, 713, 7T, 8C, 7P, 5D,
9T, I OC, 5P, 313, JT, QC, 3P, AD, KT, KC, AP, 2D, QT, JC, 2P, 4D,
IOT, 9C, 4P, 613, ST, 7C, 61', 8D, 6T, 5C, 8P, IOD, 4T, 3C, IOP, QD,
2T, AC, QP
"La chica se mató y tuvo una muerte horrible. Pero cada uno de
ustedes ayudó a matarla. Recuerden esto. No lo olviden jamás".
El inspector miró al señor Birling, que ahora sí aparentaba la edad
que tenía; entre sudores, el sentimiento de culpa por su deplorable
comportamiento lo derrotaba; su esposa, Sheila, se hallaba temerosa
junto a él en el momento en que el inspector se dirigió a ella.
"Recuerde lo que hizo usted, señora Birling. Dio la espalda a la
desdichada joven cuando más necesitaba su ayuda. Le negó incluso
una muestra de esa compasiva caridad organizada de la que sabe us
ted tanto y tan bien practica". Agotada por la tensión y por el dolor
de la verdad, cayó desmayada en los brazos de su marido.
El inspector Goole se dirigió entonces a Enc, el hijo de veinte años
que, lleno de barro y entre lamentos permanecía de pie, desgarrada y
sucia su elegante camisa, desabrochado el cuello y colgando de sus bo
tones. Se había aprovechado de la pobre chica durante una noche en
la que ésta se emborrachó, y sabía que tarde o temprano sentiría caer
la cólera del inspector sobre él, ¿pero cómo habría podido prever las
consecuencias de sus actos?
La familia estaba destrozada, todos permanecían de pie en lo que
quedaba de su hermoso salón victoriano mientras el inspector los fla-
gelaba con sus lacerantes palabras.
El público permanecía absorto. Nadie podía haber sospechado la
complejidad de la trama que se cernía sobre los Birling, a menos que
alguno ya hubiese visto una versión anterior de la genial obra de J.B.
Priestley "Dama un inspector" (An Inspector Calls).
Yo mismo salí del teatro bastante conmocionado, ya que la obra
había dado un giro que ciertamente no había imaginado. En mi ca-
beza quedaron algunas preguntas sin contestar: ¿quién era el inspector
Goole y cómo había logrado saber tanto de la desgraciada familia?
¿Cuál fue el motivo de esa última llamada de teléfono y qué signifi-
caba? ¿Cómo se podría utilizar esta estratagema en el contexto de un
juego de magia?
No es mi deseo revelar más acerca del argumento de esta maravi-
llosa obra, en caso de que no la hayas visto; de hacerlo, sería culpable
de privarte de una gran experiencia. No obstante, fue durante el trayecto
de regreso desde el teatro cuando desarrollé la idea que trata este capí-
tulo. No puedo evitar acordarme del inspector cada vez que la presento.
13. Cajas "canguro", también conocidas como 'Nido de cajas", traducción literal de Nest of -
boxes. (N.del T).
La razón para dejar la carta sobre la baraja es que la mano dere-
cha quede libre para sacar un rotulador del bolsillo. Girate hacia la
derecha y pide al espectador que firme la cara de la carta; mantén tu
mano como se explicó, de manera que la cara quede ligeramente in-
clinada hacia él para que le resulte más -fácil firmar (pero también, y
l o que es incluso más importante, para que el público no pueda ver
su firma).
Cuando haya terminado, voltea las dos cartas superiores de la ba-
raja como una mientras te vuelves de nuevo hacia los espectadores;
inmediatamente, empuja con el pulgar la carta superior y muéstrala
sin que el espectador de tu derecha pueda verla; habrás cambiado la
firma de la carta (fig. 2, pág 202).
El público habrá visto una carta sm firma, después, cómo alguien
la firmaba y ahora contemplará una carta firmada; naturalmente, se
asume que se está viendo la firma del espectador. A esto se añade el
hecho de que el espectador de tu derecha no tiene el mínimo interés
por ver de nuevo la cara de esta carta, ya que él mismo acaba de ver-
la; todo el procedimiento resulta claro y natural.
A pesar de ello, hay que tener en cuenta algunos aspectos para ha-
cerlo lo más convincente posible.
No conviene que los espectadores presten demasiada atención a
tu ayudante mientras éste firma la carta ya que, de lo contrario, po-
drían hacerse alguna idea de lo que está escribiendo gracias al
movimiento del rotulador. Por ello (y con la esperanza de distraer un
poco su atención) suelo hacer un comentario dirigido al público o a
la espectadora de mi izquierda mientras se firma la carta.
Tampoco es conveniente que el espectador invierta demasiado
tiempo firmando la carta, ya que seguramente tu firma genérica tiene,
en cambio, una apariencia fluida y rápida. Por ello, le pido que firme
con su rúbrica habitual; como si estuviese firmando un cheque para
hacerlo más auténtico; de esta manera, es menos probable que lo haga
con su nombre en letras mayúsculas, por ejemplo. Del mismo modo,
cuando haya terminado de firmar, justo antes del cambio, suelo ha-
cer un comentario del tipo: ¿Por casualidad es usted doctor?, esta pequeña
broma sirve en primer lugar para sugerir que la firma es ilegible (in-
cluso si no lo es) y también para proporcionar un momento de
diversión, y por ello de relajación, en el cual realizar el cambio.
Por último, harías bien en no elegir a alguien del público que vi-
niese acompañado de su pareja, ni tampoco al director de una compañía
que firmase todas las nóminas; en otras palabras: _idealmente, deberías
escoger a alguien cuya firma el público no conozca. Si no te crees ca-
paz de juzgar acertadamente, quizás sea mejor que elijas a alguien de
las filas del fondo, de-manera tal que incluso si hubiese gente que co-
nociese su firma, ésta no se pudiera ver con claridad. Dicho esto, piensa
cuántas firmas de cuántas personas serias capaz de identificar. Sospecho
que, aparte de las de tu familia próxima, el número es muy pequeño,
ya que incluso los amigos suelen firmar las tarjetas de Navidad con el
- nombre propio en lugar de su firma completa.
Mientras enseñas la carta al público, deja el resto de naipes sobre
la mesa. Tienes que hacer desaparecer, o destruir, la carta de alguna
forma. A mí me gusta quemarla, pero pienso que hacerlo a la vista del
público haría su reaparición increíble; por ello, la introduzco muy cla-
ramente en un sobre que luego quemo (quizás te guste la siguiente
sutileza: tras haber guardado la carta en el sobre de forma que el pú-
blico pueda ver su cara, ábrelo un poco para que sólo se vea el dorso
de la carta mientras te giras hacia el espectador de tu derecha para pe-
dirle que compruebe si ésta sigue en el interior; responderá
afirmativamente -entendiendo que quieres que verifique que su car-
ta se encuentra dentro-, pero muy a menudo su respuesta será
i nterpretada por el público como una corroboración de que él mis-
mo ha visto su firma en la carta del interior del sobre).
Después de quemar el sobre, destruyendo así la primera carta, re-
coge despreocupadamente la baraja mientras llamas la atención sobre
el lugar imposible (que, como recordarás, en este caso suponemos que
es el otro sobre que entregaste a la señorita de tu izquierda). Haz hin-
tapié en lo escrupuloso de las condiciones, colócate delante de la mesa
e invita a la señorita a levantarse y situarse junto a ti. Guíala de forma
que se coloque a tu izquierda, de cara al público, junto a ti y para que
ambos deis la espalda al firmante. Haz que la señorita saque la carta
del sobre y que la muestre al público, el cual verá una carta idéntica
con la misma firma, reaccionando -con un poco de suerte- como co-
rresponde. Desde luego, el primer espectador no puede ver su carta,
ya que te encuentras de pie delante de él (fig. S).
Toma la carta de la mano de la espectadora, agradécele su partici-
pación e invítala a que regrese a su asiento. En este momento el efecto
se considera terminado; así resulta fácil enfilar la carta que sujetas por
la carta superior de la baraja, que es la que se firmó realmente. Hazlo
a la vez que te vuelves hacia el espectador que firmó, de manera que
. cuando le mires ya tengas su verdadera carta. Muéstrasela al tiempo
que le agradeces su ayuda (hazlo, claro está, sin que nadie más pueda
verla). Normalmente suelo dejarla cara arriba encima de la baraja para
poder enseñársela en la misma posición en que estaba cuando la fir-
mó. Tras ello, el espectador volverá a su asiento convencido_ de que la
carta del juego fue su carta firmada.
CAPÍTULO CINCO
Esta rutina forma parte de mi repertorio actual, aunque las pri-
meras veces que la presenté siempre.me ponía nervioso. Sin embargo,
uno rápidamente se acostumbra a ello y aprende a sobrellevar la car-
ga de adrenalina (o, por lo menos, a relajarse un poco).
La clave está en elegir a un espectador tranquilo, quizás una per-
sona de edad, bien vestida, a ser posible una señorita; alguien que
pueda sentarse pacientemente a tu lado y que no vaya a levantarse de
l a silla inesperadamente en cualquier momento. Lo menciono única-
mente como algo adicional y no pretendo alarmarte, ya que nunca me
ha ocurrido durante las numerosas ocasiones en las que he presenta-
do este efecto.
Otro lugar imposible al que suelo recurrir para encontrar la carta
es una baraja de cartas sin desprecintar. Ábrela con cuidado -de for-
ma que después la puedas volver a cerrar-, saca las cartas y coloca el
duplicado cara abajo entre las demás cartas cara arriba en el lugar que
ocupa la carta del mismo valor en la baraja, guardando así la secuen-
cia numérica. Tras volver a precintar la baraja, puedes entregarla
-como si se tratase de una nueva- al segundo espectador; más tarde,
al abrirla y extenderla cara arriba, se verá una carta dada la vuelta: el
lugar en el que se halla revelará su valor, con lo cual la tensión au-
mentará. Al extraerla y mostrar la misma firma, conseguirás un efecto
verdaderamente sorprendente.
Carta al número
Espero que encuentres otros usos para este principio. La posibili-
dad de tener lo que esencialmente es una firma duplicada ofrece
muchos métodos alternativos para rutinas conocidas, a la vez que hace
que otros quizás descartados por irrealizables, sean ahora posibles.
Una extensión de ésta idea consiste en tener más de un solo du-
plicado. Tener varios te permitiría hacer desaparecer la carta y hacerla
reaparecer en muchos lugares distintos, lo cual podría ser muy efecti-
vo. Por ejemplo, un final posible para la rutina anterior sería tener varios
sobres que contuviesen la misma carta firmada y ofrecerlos a un miem-
bro del público. Cualquier sobre que resulte elegido contendrá la carta
previamente destruida. Sin embargo, y llevando esta idea un paso más
hacia delante, podríamos llegar a pensar en tener una baraja completa
compuesta por cartas idénticas con la misma firma.
Esta idea conlleva mucho trabajo de antemano -pero si te has to-
mado el tiempo necesario para practicar la firma tampoco te llevará
tanto-, ya que deberás comprar una baraja de cincuenta y dos cartas
idénticas y estampar la firma en cada una de ellas. No hace falta que
resulten absolutamente idénticas, ya que nadie va a compararlas unas
con otras, y basta con que por separado parezcan iguales. Hay que te-
ner en mente dos cosas si te decides por esta opción. Primero, vale la
pena hacerse con dos barajas para forzar (52 cartas iguales) con la mis-
ma carta, ya que cada vez que presentes la rutina necesitarás una carta
del mismo valor que no lleve la firma; en otras palabras: vas a tener
que utilizar muchas cartas iguales, y emplear para ello una baraja llue-
va cada vez es un despilfarro además de no ser ecológico. Segundo,
por razones que pronto quedarán claras, hay que escribir las firmas
solamente en la mitad inferior de las cartas (consulta las figs. 3 y 4,
pag. 204). Ésta es una forma bastante natural de firmar una carta, que
además te permitirá usar la baraja también como baraja de forzaje.
El último paso en la preparación consiste en colocar una carta dis-
tinta en la cara de la baraja como cobertura; es una buena idea marcar
el dorso de esta carta con un arañazo o un punto de forma que pue
das reconocerla al ver su dorso. También hay que poner en la posición
superior dula baraja un duplicado sin firma de la carta con la que ha-
rás el juego. Este duplicado también tiene que estar marcado, pero
conviene que lo esté de forma distinta a la carta que empleas como
cobertura. Como también es aconsejable poder encontrar esta carta
rápidamente, te recomiendo que le limes un extremo o una esquina ,
para poder localizarla inmediatamente con un simple hojeo.
Así que tenemos una baraja que, empezando desde el dorso, está --
compuesto por una carta corta marcada, la carta sin firma, cincuenta
cartas idénticas a ésta y firmadas todas de la misma manera y, por úl-
timo, en la cara de la baraja, una carta distinta y marcada. Como
puedes imaginar, una vez conocido el principio subyacente, esta ba-
raja presenta muchas utilidades. Explicaré las dos que empleo más a
menudo. I.a primera consiste en descubrir una carta firmada en un lu-
gar aparentemente elegido al azar.
Hace falta tener dos voluntarios sentados a sendos lados de la mesa
delante de ti. El de la derecha elegirá y firmará la carta igual que en el
efecto anterior, mientras que el de la izquierda será el responsable de
encontrarla y revelarla. Con la baraja preparada como se ha explica-
do (todas las firmas en las mitades inferiores de las cartas y orientadas
en el mismo sentido) todavía puedes emplearla como baraja de for-
zaje. Para mayor claridad, supongamos que la carta en cuestión es el
Cuatro de Corazones. Vuélvete hacia el espectador de la derecha, ex-
tiende las cartas cara abajo, con las firmas en tu lado de la extensión,
y pídele que simplemente toque el dorso de una cualquiera (puede
cambiar de carta hasta el último momento).
Hecho esto, desliza hacia delante la carta seleccionada dejándola
sobresaliente respecto a las demás algo menos de la mitad de su lon-
gitud. Cuadra la baraja despreocupadamente salvo por la carta
seleccionada. Antes de mostrar la carta, pregunta al espectador si de-
sea cambiar su elección; si es así, cuadra la carta sobresaliente con el
resto y repite el proceso hasta que quede contento.
Es importante hacer hincapié en la libertad de la elección. Lo úni-
co de lo que debes preocuparte es de que el espectador no elija las
cartas superior o inferior de la baraja. No hace falta decir que cualquier
carta elegida será el Cuatro de Corazones. Deslizando hacia delante
la carta elegida, puedes levantar la baraja inclinándola hacia el públi-
co y hacia el espectador de manera que todos puedan ver él Cuatro
de Corazones mientras que la firma que lo acompaña queda cubier-
ta en la mitad inferior por el resto de la baraja. También adquiere
i mportancia en este momento la_ función de la carta que actúa como
cobertura (fig. 6).
Una vez mostrada la carta elegida, baja la mano y vuelve a co-
locar la baraja cara abajo en posición de repartir en la mano
izquierda. Extrae la carta elegida con la mano derecha a la vez que
obtienes una separación bajo la carta superior con el meñique iz-
quierdo. Coloca por un instante la carta de la mano derecha encima
de la baraja y realiza inmediatamente un doble volteo para mostrar
el Cuatro de Corazones sin firma en el dorso de la baraja; todo pa-
recerá tal y como debe ser. Durante estas acciones, saca del bolsillo
un rotulador y ofréceselo a tu asistente para que firme la carta. Igual
que antes, hace falta que lo haga de modo que ni el otro espectador
ni el público puedan ver nada (girate hacia la derecha e inclina la
mano un poco hacia él). Éste es un buen momento para volverte ha-
cia el otro espectador y disculparte porno haberle prestado atención
hasta ahora; con eso además desviarás la atención de la carta que está
siendo firmada. Vuelve cara abajo la carta doble, empuja con el pul-
gar la carta superior y tómala con la mano derecha para mostrarla al
público y al espectador de tu izquierda. Habrás cambiado la carta
elegida por una que lleva la firma falsa.
Al segundo espectador le corresponde elegir por dónde se pierde
la carta elegida: hojea con el pulgar izquierdo la esquina de la baraja
manteniendo las caras inclinadas hacia abajo (para que no se puedan
ver las cartas durante el hojeo) y, justo en el punto en que el especta-
dor te detiene, introduce la carta y cuadra. Hasta aquí todo parece
legítimo, salvo por la posibilidad de que alguien pueda sospechar que
puedas calcular en qué lugar aproximado ha quedado la carta. Para cu-
brir esta eventualidad, pide al espectador de tu izquierda que corte la
baraja sobre la mesa y que complete el corte. Puedes repetir esto has-
ta que todos estén de acuerdo en que nadie puede tener idea del lugar
en que se encuentra el Cuatro de Corazones.
Para encontrar la carta, obtén un número al azar pidiendo a cua-
tro miembros del público que nombren un número del cero al diez,
ambos inclusive; resalta el hecho de que puede elegirse tanto el cero
como el diez (aunque los números deben ser enteros, y no decimales,
fraccionarios o imaginarios del tipo "Pi" o "E", ni números comple-
j os de raíz cuadrada negativa). Pide a una quinta persona que nombre
un último número desde el cero al doce, ambos inclusive (las mismas
restricciones valen aquí). Escribe estos números y súmalos; la suma
podría dar cero si todos hubiesen elegido este número, o podría ser
incluso cincuenta y dos si todos hubiesen elegido el número más alto
posible (de ahí el numero doce). En pocas palabras: se obtiene un nú-
mero al azar entre el cero y el cincuenta y dos por el método explicado.
Desde luego, este procedimiento es totalmente innecesario, ya que da-
ría lo mismo si pidieses a una persona cualquiera que nombrase un
número desde el tino al cincuenta y dos, pero yo prefiero hacerlo como
he explicado, ya que tiene mayor interés y sugiere posibles soluciones
falsas. Pienso que pedir simplemente que alguien nombre un núme-
ro sería hacer el efecto demasiado perfecto.
Imagino que ya sabes dónde quiero llegar; el final del efecto va a
depender bastante de la situación en que te encuentres, y deberás or-
ganizarlo todo cuidadosamente. En la situación ideal, extiendo las
cartas cara abajo sobre la mesa (así nadie sospechará que puedas dar
en falso) y cuento hasta llegar al número elegido al azar. Pido al es-
pectador de la izquierda que extraiga la carta que se encuentra en la
posición elegida (dices que tú no quieres tocarla), pero que no la mues-
tre a nadie. Esta carta es, claro, un Cuatro de Corazones firmado, salvo
que hayas tenido mala suerte, de lo cual hablaré más adelante.
Resumiendo lo acontecido, recojo el resto de las cartas y rodeo la
mesa hasta situarme frente a ella para dirigirme al público antes de pe-
dir a la señorita que se levante y se coloque junto a mí; esto nos llevaría
a la posición de la que ya hablé antes, en la que la persona que firmó
la carta no puede verla porque se lo impiden nuestras espaldas (fig. 5,
pág. 207). El espectador muestra entonces la carta al público, que ve
la carta correcta y reacciona como corresponde; esto te proporciona
una oportunidad para localizar la carta corta y llevarla mediante sal-
to o corte al dorso de la baraja. Para terminar, toma la carta del
espectador, dale las gracias, dirígete al primer espectador, -enfila la car-
ta y muéstrale su verdadero Cuatro de Corazones (él asumirá que se
trata de la misma carta que ha visto el resto del público).
Como alternativa, y si la situación descrita no es posible, puedes
colocarte delante de la mesa mientras los espectadores nombran los
números; después, sin tocarlas cartas en absoluto, pide al espectador
de la izquierda que reparta naipes y se pare en el número elegido al
azar. Para esto tendrás que confiar en que la señorita no va a dejar caer
las cartas ni a mostrarlas sin darse cuenta mientras las está repartien-
do; sin embargo, este procedimiento tiene ciertas ventajas, sobre todo
que no es necesario rodear la mesa en el momento crucial; en situa-
ciones de estrechez de espacio (en las que a veces me he encontrado)
resulta muy poco natural. Invitando al espectador a acercarse y per-
manecer de pie junto a ti consigues situarte en el lugar adecuado de
la mesa para terminar el efecto igual que antes.
Analicemos, por último, la posibilidad de que la carta que se en-
. cuentre en la posición elegida al azar sea una de las dos cartas de la
baraja que no son Cuatros de Corazones firmados. Podría tratarse de
la carta que utilizaste como cobertura. Por eso la marcamos al princi-
pio, para que tan pronto como llegases a ella al final de la cuenta pu-
dieras darte cuenta de que no es la apropiada. En este caso, y sin
i nmutarte, cuenta esta carta y toma la siguiente (parecerá lógico, ya
que habrás contado el número elegido de cartas para tomar la si-
guiente, simulando que ha sido tu propósito desde el principio). A
partir de aquí, procede igual que antes.
Del mismo modo, es también posible que la carta que se encuentre
en el lugar elegido sea la auténtica carta firmada (una situación que
aún no me ha ocurrido, pero la cual temo, por la tremenda frustra-
ción que sin duda me causaría haber realizado sin querer un auténtico
milagro y no poder mostrar la carta al público, ya que se vería una fir-
ma que ellos no reconocerian como la auténtica, por mucho que en
este caso sí lo fuese). El procedimiento que seguiría ante esta even-
tualidad sería tomar la siguiente carta -igual que en el caso anterior-,
mostrarla al público y continuar como antes (alguien me sugirió mos-
trar la carta legítima primero al espectador que la firmó, el cual la
identificaría como correcta, y después cambiarla antes demostrarla al
resto de los espectadores; podría hacerse, pero habría demasiada aten-
ción sobre la carta en el momento del enfile, asi que sigo prefiriendo
tomar la siguiente carta).
Nuestra última preocupación consistiría en que ambas -la carta
de cobertura y la que lleva la firma auténtica=estuviesen situadas una
junto a la otra, de forma que una estuviese justo en el lugar indicado
por el número al azar y la otra ocupase la siguiente posición; enton-
ces no podrias mostrar ninguna de las dos. Para asegurarse de que esto
no ocurre, basta seguirlos siguientes pasos justo después de devolver
la carta a la posición elegida por el segundo espectador y antes de pe-
dirle que corte: en este momento, la carta de cobertura será la carta
interior y la carta legítima la superior; si cortamos la baraja ambas que-
darán una junto a otra. Para evitarlo, mientras explico que me gustaría
que el espectador cortase la baraja, yo mismo doy un corte como para
mostrar lo que hay que hacer; tras cortar la mitad superior sobre la
mesa y al ir a colocar la mitad inferior encima, dejo sin darme cuen-
ta unas cuantas cartas sobre la mesa. Disculpándome por mi torpeza,
recojo estas cartas y las coloco en el dorso de la baraja, y asi consigo
separar las dos cartas en cuestión. Ahora la espectadora ya puede cor-
tar como le plazca y -siempre que no cometa mi mismo error-
permanecerán separadas.
Carta apuñalada
Intentando organizar las acciones para que el espectador que fir-
ma la carta no pudiese verla bajo ninguna circunstancia, consideré
muchas posibilidades. La mejor de todas es también la más extrema,
que consiste en vendarle los ojos. Por exagerado que pueda parecer,
creo que no podrás negar que consigue impedir que pueda identifi-
car la carta.
Vendar los ojos del espectador sin ninguna razón aparente podria
parecer sospechoso a los demás miembros del público (además de des-
cortés), así que desarrollé un método para presentar la carta apuñalada
de Malini en el que se da una razón lógica para privar al espectador
de la visión de este modo. La idea del juego consiste en dar a elegir
unas cuantas cartas que se vuelven a perder por la baraja y en espar-
cir a continuación todas las cartas sobre la mesa. A pesar de que el
mago tiene los ojos vendados, consigue clavar un cuchillo en el dor-
so de la primera carta elegida. Lo mismo se repite con las siguientes
hasta que sólo queda una carta por encontrar. El mago invita al es-
pectador que eligió la última carta a que lo intente él mismo; a pesar
de tener los ojos vendados, el espectador consigue clavar el cuchillo
en su propia carta.
Como antes, el método resulta obvio (se usa la misma baraja de
forzaje que se usó en la rutina anterior); sólo resta ofrecer unos cuan-
tos detalles prácticos e ideas de presentación.
14. La carta apuñalada, pág. 171. ESTRELLAS DE LA MAGIA Editorial Páginas. ?000.
Claramente, además de la baraja de cartas idénticas, se necesitan
varias cartas distintas que serán elegidas por los espectadores. Nor-
malmente suelo dar a elegir tres cartas en total, así que basta tener dos
cartas diferentes. Colócalas debajo de la baraja (ahora hay dos cartas
de cobertura en lugar de una, como había antes) y márcalas de la mis-
ma forma, sólo para no correr riesgos. El resto de la baraja son
Cuatros de Corazones firmados (o cualquier otra carta que tengas dis-
ponible) con una carta corta del mismo valor sin firmar, bien en el
dorso o en la cara de la baraja, según prefieras. Fuerza las tres cartas
por cualquier método: el forzaje puede resultar arriesgado, ya que si
falla resultará elegida una carta firmada que todavía nadie ha firmado
(lo que parece ciertamente un buen comienzo para otro juego). Sue-
lo usar un forzaje en cascada (dribble forte); se puede justificar
pidiendo a espectadores de las filas traseras que elijan' cartas por este
método ya que les resultaría imposible elegir una por el procedimiento
normal. Invita a sentarse contigo a la mesa (como en las otras rutinas)
a la persona a quien forzaste el Cuatro de Corazones. Reparte rotula-
dores entre quienes eligieron carta para que todos puedan firmar la
suya. Entregando un rotulador primero a la persona que tiene el Cua-
tro de Corazones y después a los demás, consigues meterte entre el
público de manera natural mientras se firman las cartas; pide a aque-
llos que eligieron carta que no te permitan verlas; así harás que el
espectador "Cuatro de Corazones" esconda su carta mientras la firma,
no sólo de ti, sino también del resto del auditorio, entre los que te en-
cuentras (el público entonces no podrá reconocer su firma, a la que
cambiarás en breve). Las cartas se devuelven al centro del paquete y
se controlan encima o debajo de la baraja (yo prefiero debajo). Mues-
tra cada carta a los espectadores antes de devolverla ala baraja. Resulta
fácil cambiar el Cuatro de Corazones elegido por otro con firma fal-
sa antes de perderlo en la baraja-basta con hacer un enfile-, de manera
que el público crea que se trata de la carta del espectador.
Esparce las cartas encima de la mesa controlando la ubicación de
las tres firmadas, igual que en la versión de Malini. Colócate una ven-
da en los ojos, aparentemente para que te impida ver; en realidad pue-
des mirar hacia abajo por el lateral de la nariz, gracias a lo que
controlarás la situación de las cartas elegidas. Clava el cuchillo en el
dorso de la primera carta y levántalo para mostrarla al público. La per-
sona que la eligió verificará que tu acción ha sido correcta. Mezcla más
aún las cartas y apuñala y muestra la segunda selección.
Únicamente quedará por encontrar el Cuatro de Corazones. Quí-
tate la venda, pónsela al espectador que tienes al lado, dale el cuchillo,
y pídele que lo clave sobre la carta que desee; sólo hay que asegurar
se de que no lo clava en la carta que ha firmado realmente; para ello,
y como la has tenido localizada durante todo el procedimiento, en la
última mezcla desplázala hasta el otro extremo de la mesa, donde el
espectador no pueda alcanzarla. Todas las restantes cartas son idénti-
cas y llevan una firma que el público cree es la del espectador. Éste
puede clavar el cuchillo en cualquiera. Una vez que lo hace, y mien-
tras todavía sujeta el cuchillo, recoge el resto de cartas para que no
estorben y también para poder controlar la carta legítima al dorso de
la baraja gracias a su esquina corta.
Después, el espectador levanta el cuchillo con la carta clavada en
él y la muestra al público, que ve la carta correcta. Como aún está ven-
dado, el firmante no puede dar fe de la autenticidad de la firma. Separa
la carta de la punta del cuchillo que sostiene el espectador, haz un en-
file cambiándola por la carta legítima y lánzala cara abajo sobre la
mesa; clava entonces el cuchillo en su dorso de forma que éste se sos-
tenga vertical sobre la mesa (hazlo despreocupadamente mientras el
espectador se quita la venda). Casi como si te hubieses olvidado de
ello, puedes levantar el cuchillo y mostrar la carta al espectador antes
de que regrese a su asiento. Apuñalando la carta de esta manera, la car-
ta legítima tendrá un corte, tal y como debe ser.
Como presentación, a veces elijo a alguien un poco reservado o
cínico como la persona a la que fuerzo el Cuatro de Corazones. En-
tonces realizo toda la rutina para tratar de impresionarle: cuando clavo
el cuchillo en la primera carta, finjo desilusión al ver que no parece
particularmente impresionado, luego mezclo las cartas con mayor ím-
petu en un intento de sorprenderlo ante la dificultad añadida que
implica tener que repetir el efecto. A pesar de tener éxito la segunda
vez, el espectador sigue sin mostrarse tan impresionado como me gus-
taría. Por tanto, y para que compruebe personalmente lo complicado
que es, le pido que se ponga la venda..., etc.
Quizás resulte de interés señalar que el público no percibe rela-
ción alguna entre los efectos de este capítulo, aunque nosotros
sabemos que todos se basan en el mismo método. Por tanto, nada te
impide realizar más de uno de estos juegos en una sesión (yo mismo
lo hice alguna vez), siempre y cuando-tengas más de una baraja de for-
zaje con firmas distintas. Aunque parezca mentira, me llevó mucho
tiempo darme cuenta de esta posibilidad.
SEIS
que abarca elementos varios, entre ellos cajas, mezclas insólitasy la caída de Troya
Xr ~F F » F
El dilema de Cassandra
"Me pregunto si habéis oído alguna vez el nombre de Cassandra.
Cassandra fue un trágico personaje de la mitología clásica que sufrió
una terrible maldición: a pesar de que por ser una profetisa podía ver
el futuro, su condena era que nadie creyese sus profecías. Por ello, a
pesar de que era capaz de prever desastres inminentes, a pesar duque
intentaba advertir a la gente para que evitasen su terrible destino, na-
die le creía jamás, y asi se veía obligada a contemplar cómo sucedían
desgracias a aquellos a quienes amaba. La mayor de tales tragedias fue
la caída de Troya, su ciudad, por mucho que intentó advertir a los tro-
yanos de que el caballo de madera no era un regalo sino un truco
creado por los griegos para tomar la ciudad. Nosotros ahora sabemos
que decía la verdad, aunque entonces nadie le hizo caso y todos se
burlaron de ella y de tan absurda idea».
De manera similar, aunque algo meños dramática, el último efec-
to de esta sección, al que le llamo con placer "El dilema de Cassandra",
comienza con una introducción igual a la anterior. Después continúo:
Yo tengo la intención de hacer una profecía; diré algo que está por ocurrir. A sa-
ber, alguien tomará una baraja y realizará una serie de elecciones legítimas
mediante las cuales eliminará cartas hasta que quede sólo una. En ese punto, a
esta persona se le ofrecerá la posibilidad de cambiar su decisión; finalmente, la
carta que quede será el Dos de Diamantes. Recuerden: el Dos de Diamantes.
Pide a una mujer del público que te ayude y se siente a tu dere-
cha. Ella será el Destino de esta Cassandra. Para hacer todo lo más
legítimo posible, emplea una baraja sin estrenar y extiéndela cara arri
ba sobre la mesa de forma que todos puedan ver que no faltan cartas
y que no hay duplicados. Pide a continuación al espectador que mez-
cle a conciencia.
Sin embargo, a pesar de lo que he dicho, y a pesar de que el procedimien-
to.será muy claro, puede ser que alguno de ustedes todavía me crea; después de
todo, saben que soy mago, y aunque no puedan comprender cómo tallogro pue
de ser posible, quizás -todavía crean, aunque sea sólo un pocó, que lo que he
afirmado ocurrirá. Pero si hubiese sido Cassandra quien hubiese realizado la
profecía, nadie de ustedes le creería. Por lo tanto, haré que les resulte imposible
creerme extrayendo el único Dos de Diamantes de la baraja; así nadie podrá
elegir dicha carta.
Entrega un sobre a tu asistente y, después de que te devuelva la
baraja mezclada, saca el Dos de Diamantes y ofréceselo a la especta-
dora para que, lo introduzca en el sobre y lo selle. Pide incluso que
firme el sobre para mayor seguridad.
Seriarle locos creer ahora en mi profecía, ya que no hayforma de que pue-
da realizarse, pero no obstante continuaré como anuncié antes. Divide la
baraja en dos y pide a tu asistente que elija un paquete. Corta este pa-
quete en dos y de nuevo, y siempre de la manera más clara posible,
pide al espectador que elija una de las dos mitades. Cada vez que eli-
ja, pregunta si querría cambiar de opinión, haciendo hincapié siempre
en que de esta forma podría elegir entre muchas posibilidades dife-
rentes determinadas por el azar. Continúa así hasta que sólo queden
tres o cuatro cartas, que ella misma extenderá sobre la mesa y entre
l as que escogerá hasta que sólo queden dos. La siguiente será su deci-
sión fmal, y aquí puede deliberar todo lo que desee. Con esta última
elección eliminará una carta, cuya identidad indiferente mostrarás a
todos. La carta que ha elegido yace intacta sobre la mesa.
Es imposible que alguien conozca la identidad de esta carta. De hecho, lo
único que sabemos de esta carta es que no puede ser el Dos de Diamantes por-
que está dentro del sobre que usted tiene. Pide a la señorita que abra el sobre,
que ha permanecido a la vista todo el tiempo. Está vacío. De repen-
te, la verdad cala en sus corazones. Sólo ahora creerán...
Voltea la carta elegida para que todos puedan ver que es el Dos de
Diamantes.
La razón por la que incluyo este efecto es que es uno de mis fa-
voritos en la actualidad y sentía la necesidad de acabar el libro del
mismo modo erg que a menudo termino mis actuaciones. El método
no es muy importante; es el argumento lo que me intriga. En esencia,
se trata de un simple efecto de predicción, pero la inclusión de la his-
toria de Cassandra hace que sea mucho más atrayente, y el aislamiento
de la predicción añade un importante toque extra de imposibilidad.
Cuando se rasga el sobre y se ve que la carta ha desaparecida, todos
saben qué carta se encuentra sobre la mesa, y sin embargo nadie se
atreve a creerlo, lo cual genera una tensión palpable.
De todas formas, y para no dejarme nada en el tintero, me vas a
permitir que explique el método que empleo. Hay dos elementos dis-
tintos de los que preocuparse: la elección de la carta forzada y la
desaparición de la carta del interior del sobre. Se han publicado do-
cenas de formas para conseguir ambas cosas, y sin duda cualquier
combinación será válida. Como he dicho, es la presentación y no tan-
to el método lo que importa. Sin embargo, y como soy una persona
algo pedante, prefiero usar un método bastante técnico que creo pa-
rece lo más claro posible. Requiere el cambio de la baraja y del sobre,
sin embargo, ambos están bien cubiertos en la rutina.
Todo es legitimo hasta el momento en que ofrezco el sobre_ a la
- espectadora. Realmente se utiliza una baraja nueva y mezclada por ella;
pero cuando estoy explicando el argumento mientras ella mezcla, meto
1:; mano en el bolsillo izquierdo y extraigo un paquete de sobres (o
por lo menos eso parece).
En realidad este montón de sobres aparentemente inocente es una
cascarilla. La fabrico cortando la parte central de unos cuantos sobres
de tamaño algo mayor que un naipe y pegándolos juntos. Después hay
que pegar un sobre entero encima del conjunto y rodear todo con una
cinta de papel que va pegada por los costados (aparentemente sirve
para mantener sujeto el paquete).
Desliza después unos cuantos sobres normales entre la cascarilla
y la cinta de papel; puedes sacarlos después durante la rutina. La cas-
carilla debe poder albergar unas veintiséis cartas más o menos.
La fig. 18 (en la pág. anterior) muestra un corte longitudinal de la
misma que, como puede verse, está cerrada por tres de sus lados, para
que resulte más fácil meter y sacar cartas.
Las veintiséis cartas del interior de la cascarilla deben ser duplica-
dos del Dos de Diamantes cara arriba (observa lo irónico del escondite
. de las cartas, que hará posible el efecto en el contexto de una nitina
en que se habla del caballo de Troya). Saca este paquete del bolsillo,
extrae un sobre de la parte superior y suéltalo sobre la mesa. Toma a
continuación todo el conjunto con la mano derecha por encima en
posición de cortar, colocando las cartas ocultas más o menos en la po-
sición del empalme del tahúr en la mano izquierda (fig. 19, pág. 241).
Deja caer la mano izquierda al costado con las cartas, al tiem-
po que con la mano derecha dejas la cascarilla sobre la mesa e
i nmediatamente tomas la baraja mezclada de manos de la especta
dora para que así ésta pueda examinar el sobre que le has entregado.
Vuelve la baraja cara arriba con la mano derecha y rápidamente co-
l ócalo en la mano izquierda, que va a su encuentro, de manera que
se junte con las cartas empalmadas. Realmente empalmas las cartas
sólo por unos segundos, ya que primero las cubre la cascarilla y lue-
go la baraja. Extiende las cartas entre las manos, cara arriba para
ocultar el grosor del conjunto, y extrae el Dos de Diamantes de la
baraja original. Ten cuidado si dicha carta se encuentra cerca del fi-
nal del paquete, ya que podría verse el bloque de duplicados
durante la extensión.
Suelta el Dos sobre la mesa y pide a la espectadora que lo intro-
duzca en el sobre- Mientras tanto, voltea cara abajo tu baraja de
ochenta cartas más o menos y obtén una separación con el meñique
izquierdo cerca de la carta veintiséis desde abajo. Lleva todas las car-
tas de debajo de la separación al empalme del tahúr, y acto seguido
deja con la mano derecha el resto de la baraja sobre la mesa.
Inmediatamente, toma con esta misma mano la cascarilla de so-
bres y colócala en la mano izquierda, cubriendo de nuevo las cartas
empalmadas.
Con el gesto claro y natural de extraer una carta de la baraja, has
conseguido cambiar media baraja de forma que la mitad superior está
compuesta por duplicados del Dos de Diamantes.
Ahora hace fálta cambiar el sobre en el que está guardado el Dos
de Diamantes. Para ello existen muchas posíbilidades, que van desde
el uso de una cartera Himber, hasta hacer una especie de enfile con
un sobre vacío cerrado encima del paquete de sobres. Estuve mucho
tiempo dandole vueltas en la cabeza a esta última idea, pero al final
la descarté a favor de otra algo más dificil, pero también -en mi opi-
nión- más engañosa.
Guarda en el bolsillo el paquete de sobres con las cartas ocultas,
ya que no lo necesitarás más. En el bolsillo interior derecho de mi cha-
queta llevo un bolígrafo que sujeta contra el forro de la chaqueta un
sobre vacío cerrado. Llevo la mano derecha a la solapa para sujetarla
mientras intioduzco la mano izquierda para sacar el bolígrafo (fig. 20).
En realidad, la mano derecha también sujeta el sobre por debajo de la
solapa, de forma que al extraer el bolígrafo para ofrecérselo a la es-
pectadora, el sobre quede libre para ser deslizado al empalme de Tenkai
en esta mano (ejecuta el empalme tras soltar la solapa y apartar la
mano). Toma con la mano izquierda -más o menos en posición de re-
partir- el sobre que contiene la carta y dile a la espectadora que debe
firmarlo. Lleva la mano derecha con el sobre empalmado encima del
que contiene la carta y suelta sobre éste el empalmado mientras con
la mano derecha imitas el acto de firmar. Sujeta ambos sobres muy
juntos en la mano izquierda. Inclinándolos hacia delante conseguirás
ocultar los bordes dobles (a esto ayudan también los dedos de la mano
cubriendo cuanto puedan).
Acerca la mano al. espectador para que firme el sobre (en realidad
firmará el sobre vacío). Ahora tienes que deshacerte del otro. Depen-
diendo de las c•.)ndiciones, suelo llevarlo al empalme del tahúr de la
mano izquierda al tiempo que dejo el otro a la vista sobre la mesa, o
realizo-el cambio milagroso llevando el sobre al empalme de Tenkai
en la mano derecha a la vez que dejo el vacío sobre la mesa.
En cualquier caso, recupera el bolígrafo y tómalo con la mano que
contenga el sobre empalmado; ya tienes una buena razón para llevar
la mano al bolsillo con objeto de guardar el bolígrafo y hacer lo pro-
pio con el sobre.
Ya has hecho todo el trabajo sucio, aunque el efecto parece que
no ha comenzado.
El forzaje es fácil, ya que la mitad de las cartas de la4baraja son
iguales. Suele formarse una separación natural en el punto en que el
bloque de duplicados se une con el resto de la baraja. Corta por este
punto separando así las cartas en dos montones (no es crucial cortar
las cartas exactamente por este punto, siempre y cuando el paquete
que cortes contenga únicamente duplicados del Dos de Diamantes).
Pide a la espectadora que elija una de las mitades; por supuesto, si eli-
ge la mitad que contiene los duplicados, la otra es descartada; si elige
ésta última, tómala y déjala aparte; seguirá quedando la mitad que con-
tiene los duplicados. _ -
Este proceso de decisión mediante la "elección del mago" apa-
renta ser legítimo gracias a que las decisiones posteriores también
siguen el mismo patrón. Haz que la espectadora divida en dos par
tes la mitad que quedó y que elija una de ellas; aparta o conserva
la elegida -dependiendo de cómo procediste en la primera elec-
ción-; a partir de ahora no importa qué mitad resulte elegida, ya
que todas las cartas son duplicados. Toma el montón que acaba de
ser descartado y colócalo sobre la primera mitad que apartaste; en
este momento, suelo tomar el montón de naipes descartados y ex-
tiendo unas cuantas cartas cara arriba para mostrar que la
espectadora podría haber elegido cualquiera de ellas (ten cuidado
siempre de no mostrar el bloque de duplicados). Continúa con el
procedimiento de decisión rechazando siempre la mitad de las car-
tas, hasta el momento en gtte sólo queden dos.
Mientras la espectadora medita su última elección, despreocu-
padamente llevo al dorso de la baraja mediante un robo lateral una
carta de la mitad inferior del paquete cara abajo; así, tras haber de
cidido su última elección puedo tomar la carta que no ha elegido
y hacer un enfile.
Esto simplemente -me permite mostrar que, de haber escogido
esta carta, habría elegido el Cuatro de Tréboles (o cualquier otra car-
ta indiferente que aparezca); no es nada más que una pequeña
sutileza despistante. A partir de aquí sólo resta pedirle que mi?e den-
tro del sobre -que por supuesto estará vacío- y después dar la vuelta
a la carta que eligió para revelar el inevitable Dos de Diamantes.
Este efecto no es adecuado para todo tipo de situaciones. Re-
quiere un entorno relativamente formal, no tanto por los ángulos
o la colocación de los espectadores, sino más bien porque hace fal
ta que el público te atienda con interés y escuche la historia, cosa
muy poco probable en un entorno ruidoso. -
A pesar de todo, siempre que se presenta la ocasión .realizo esté
efecto como final, y por eso mismo parece tambien.una manera l o-
gica de llegar al final de este libro.
EPÍLOGO
firma auténtica quedará a la vista en la mitad de la carta que el públi-o ve. Por esta razón, tanto la firma falsa como la verdadera deben
escribirse solamente en una mitad de la carta. Para que haya mayor
parecido entre las dos, durante la presentación pido al espectador que
firme a lo largo del borde blanco superior para que la firma se vea me-
jor ya que el diseño de la carta podría ocultarla.
De igual modo, previamente has dibujado una firma cualquiera
en el borde blanco de uno de los extremos del duplicado. No im-
porta lo que escribes, ya que la probabilidad de que remotamente
pueda parecerse a la firma original es casi nula, pero ello no supone
un problema.
Una vez firmado el duplicado, tienes que doblarlo en cuatro. Do-
bla primero la carta por su eje transversal de manera que la cara quede
hacia fuera; es mejor si no queda doblada exactamente por la mitad,
sino un poco desigual, de forma que el lado que lleva la firma quede
algo por debajo del otro. De esta manera, cuando se ve la carta%desde
delante, el hecho de que hay un borde doble es menos obvio. Vuelve
a doblar el naipe, esta vez hacia dentro para que la firma quede en el
i nterior y la carta forme un paquetito doblado en cuatro. Quizás quie-
ras adelantarte y dar un -vistazo a la primera ilustración para asegurarte
de que la has doblado correctamente. Esta es toda la preparación ne-
cesaria, salvo por el hecho de que tienes que poner esta carta en un
lugar de donde puedas recuperarla con facilidad; normalmente el bol-
sillo izquierdo del pantalón suele valer.
A la otra carta tienes que forzarla, por supuesto. A veces empleo
un bloque de duplicados; el forzaje clásico es mucho más fácil, y ade --
más puedes repetir el juego varias veces en una noche con el mismo
naipe, lo cual es mejor que tener que acordarte de sacar la carta do-
blada adecuada para cada ocasión en que debas forzar otra carta
distinta. Después de elegirla, el espectador firma la carta por el borde,
como expliqué antes. Mientras tanto, saca con sigilo del bolsillo iz-
quierdo del pantalón la carta doblada; ocúltala en el empalme de los
dedos de la mano izquierda de forma que el índice de la carta mire
hacia ti y el extremo abierto apunte hacia el suelo, con el doblez orien-
tado hacia arriba. Como alternativa, puedes sujetar la carta doblada
en el clip de un bolígrafo y robarla al extraerlo de un bolsillo en la ac-
ción de dárselo a un espectador, aunque personalmente encuentro que
el método anterior es más práctico para el uso frecuente.
Recibe la carta firmada de manos del espectador y sujétala con el
dorso hacia el público deforma que puedas ver su cara; la firma debe
quedar en el extremo inferior. Mientras tanto, empalma en la mano
izquierda la carta doblada (fig. I).
A continuación dobla con la mano derecha el extremo inferior de
la carta hacia fuera -hacia el público- llevándolo hasta alinearlo con
el extremo superior, doblando a lo largo del eje transversal.
Insisto en que es mejor que no quede doblada de manera exacta,
sino que conviene que la mitad que ahora mira al público, sobrepase
un poco el borde superior de la otra mitad. La carta empalmada no
tiene por qué darte problemas al hacerlo.
Gira la carta noventa grados en el sentido contrario al de las agu-
jas del reloj, y dóblala hacia ti de arriba abajo, de forma que la firma
quede por fuera; tiene que quedar doblada exactamente de la misma
forma y con la misma orientación que el duplicado de la mano iz-
quierda; la única diferencia es que la firma está en otro sitio. Para
recordar la secuencia de doblado, pienso que la firma falsa tiene que
quedar lo más oculta posible y por eso doblo el duplicado de modo
que la firma quede en el extremo y después vuelvo a doblar todo ha-
cia dentro para taparla; por el contrario, a la carta con la firma
auténtica -más importante- la doblo para que la firma quede en el
borde largo y luego la doblo de manera que quede hacia fuera, clara-
mente visible.
Solía cargar el duplicado doblado detrás de la carta firmada para
mostrar las manos vacías durante el primer doblez, y luego robaba la
carta llevándola a su posición anterior para continuar con el siguien
te doblez. Desde entonces he decidido que es mejor mantener las
manos en una posición natural y no preocuparse en exceso por la car-
ga y el robo de la carta, porque podría incluso resultar más sospechoso.
El siguiente pase es crucial para la rutina, ya que se repite varias
veces. Es el pase de la rutina de Wagner en la que me basé. Sujeta la
carta por su extremo derecho con la mano derecha. Ajusta un poco la
sujeción de la carta que empalmas en la mano izquierda. Como está
doblada en cuatro, tiene un pequeño efecto de resorte que hace que
la carta quede abierta parcialmente en la mano como si se tratase de
una V invertida. Por ello te debería resultar fácil tocar con el pulgar
izquierdo la esquina inferior derecha de la mitad de la carta que se des
pliega abierta hacia ti de manera natural- Una pequeña presión del
pulgar bastará para mantener la carta cerrada y en su sitio, permitién-
dote además estirar el resto de los dedos.
En esta posición, acerca la mano izquierda a la derecha y coloca
el duplicado justo encima de la carta del espectador (fig. 2). Te resul-
tará sencillo gracias a la posición natural de V invertida. El pliegue
delantero del duplicado debe tocar el pliegue delantero de la carta del
espectador, de manera que cuando ambas cartas queden alineadas una
encima de la otra, puedas deslizar el pliegue delantero del duplicado
entre los dedos de la mano derecha y la carta del espectador (la mano
derecha sujeta todo); mientras, sigue sujetando el otro pliegue del du-
plicado con el pulgar izquierdo.
Inmediatamente, mueve este pulgar hacia arriba y desdobla el du-
plicado; al mismo tiempo, desliza hacia atrás los dedos izquierdos para
que se vea la carta mientras la despliegas. Todo esto ocurre muy rápi
damente, y se produce un efecto de retención de la imagen muy
considerable gracias a que la mano izquierda cubre la carta por un ins-
tante, aparentando sencillamente que ayuda a desplegarla. En realidad,
has añadido y abierto el duplicado encima de la carta del espectador,
mientras ésta continúa doblada en cuatro.
_En una acción continua, vuelve a desdoblar el duplicado. Desli-
za los dedos de la mano izquierda en el pliegue abierto del duplicado
mientras con el pulgar sujetas la carta del espectador. Esto deja libre
la mano derecha para que puedas llevarla delante del conjunto y des-
doblar el duplicado abriéndolo hacia la derecha (fig. 3) de manera que
quede dorso hacia el público; la carta del espectador queda doblada
en cuatro y sujeta por el pulgar izquierdo en la esquina inferior iz-
quierda del duplicado. Para terminar, arrastra con el pulgar izquierdo
la carta del espectador hasta llevarla al empalme de los dedos en la
mano izquierda.
Toma el duplicado con la mano derecha y gíralo en torno a su eje
longitudinal de manera que la cara del naipe mire hacia el público y
la firma quede hacia tu izquierda. Inmediatamente, toma la carta con
la mano izquierda por el extremo izquierdo para tapar con los dedos
la firma falsa. Has cambiado la carta del espectador por el duplicado
con el pretexto de doblarla para conseguir los pliegues que te ayuda-
rán a romperla después.
Sujeta ahora la carta con ambas manos, una por cada extremo, de
manera que los dedos casi se toquen en el centro, por donde harás la
primera rotura; con esto conseguirás ocultar parte de la carta. Duran
te la rotura no debes olvidarte de la carta empalmada: simplemente
se mantiene sujeta en el empalme de los dedos. Haz la primera rotu-
ra a lo largo del eje corto transversal, de arriba abajo; rompe la carta
muy lentamente y deténte a mitad de camino, justo donde los dos ejes
se cruzan (fig. 4). En este punto, y como si quisieras destacar qeu la
rotura es auténtica, dobla hacia ti con el pulgar izquierdo el cuarto su-
perior izquierdo de la carta. De esta forma el público verá los tres
cuartos de la carta, prueba de que la rotura es genuina. Sujeta con la
mano derecha la carta por el centro, agarrando también el cuarto do-
blado; entonces podrás alejar un poco la mano izquierda.
Vuelve a hacer el mismo pase de Wagner para montar la carta em-
palmada encima del cuarto plegado del duplicado. Sujeta de nuevo
con el pulgar izquierdo la carta empalmada para que puedas estirar
' los dedos; acerca la mano hacia la derecha y monta la carta empalmada
encima del cuarto doblado del duplicado (fig. S).
EPÍLOGO
Vuelve a deslizar el pliegue delantero de la carta empalmada entre
los dedos de la mano derecha -que sujetan el conjunto- y el duplica-
do; al mismo tiempo, mueve el pulgar izquierdo hacia arriba para
desdoblar la carta. Como antes, la carta debe quedar oculta sólo por un
instante; tiene que parecer que la mano izquierda sólo ha desplegado
el cuarto que doblaste. La mano derecha sujeta ahora el conjunto: los
dedos derechos sujetan ambas cartas por delante en el punto en que se
unen, ocultando la verdadera situación. Ahora puedes apartar la mano
izquierda, ya que la firma que se verá es la auténtica (opcionalmente,
tras doblar el cuarto superior izquierdo, a veces doblo también el cuar-
to superior derecho, aunque no lo sujeto, sino que simplemente sujeto
la carta con el pulgar derecho por debajo del pliegue derecho. A conti-
nuación, cuando la mano izquierda añade la otra carta -fig. 6- toco
también con pulgar izquierdo la esquina del cuarto derecho plegado
el
La recomposición
Sujetando el abanico de trozos en la mano derecha, toma con la
izquierda desde arriba el último trozo que colocaste (la carta del es-
pectador). Separa la mano una fracción de centímetro y de inmediato
regresa para tomar el siguiente trozo (el cuarto sencillo) detrás del an-
terior, cuadrándolo más o menos con el otro. Conviene sujetarlos bien
dentro de la mano para evitar exponer demasiado la carta del espec-
tador, pues podría delatar el engaño.
Hay que dejar estos trozos aparte por el momento, pero creo que
es una buena idea mantenerlos a la vista del público y no guardarlos,
así que los coloco entre mis labios. Durante el movimiento de la mano
izquierda hacia la boca, :arrastra con el pulgar izquierdo el cuarto sen-
cillo llevándolo al empalme de los dedos; con ello, realmente lo único
que llevas a los labios es la carta del espectador, ya que el otro trozo
queda en la mano que ahora acercas de nuevo a la derecha. Sujeta la
carta del espectador con los bordes hacia dentro, de manera que el plie-
gue sencillo quede fuera de la boca (idealmente, debería apuntar hacia
el suelo y no directamente hacia los espectadores). Conviene alejar la
atención de la boca haciendo algún gesto con la mano derecha para
indicar que empezarás por esos trozos, ya que si los espectadores se
fijasen mucho en lo que tienes en la boca podrían darse cuenta de que
se trata de una carta doblada.
Acerca la mano izquierda a la derecha y aparenta tomar el trozo
que está más a la izquierda (el que está más cerca de ti). En realidad,
tira hacia la derecha de esa parte del duplicado doblado de manera
que quede oculta tras el cuarto delantero de la carta; al mismo tiem-
po, llevó la mano izquierda delante de la derecha por un instante y
empuja el trozo empalmado sacándolo a la vista y llevándotelo hacia
la izquierda (fig. 13). -
Mientras alejas la mano izquierda para enseñar el trozo, hay que
hacer una complicada modificación en la carta doblada que sujetas
en la mano derecha; es sólo un paso intermedio para otra cosa, y qui
zás encuentres otra manera de llegar a la posición adecuada, pero así
es como yo lo hago. Sujeta en la mano derecha -por el extremo de-
recho con el pulgar, índice y mayor- la carta doblada en tres cuartos
como si fuese sólo uno. Lleva el dedo mayor detrás de la carta, por
debajo del pulgar, para poder separar el pulgar (la carta te quedará pin-
zada entre el índice y el mayor y paralela al suelo, fig. 14). Dobla los
dedos derechos bien hacia dentro de manera que el índice visible de
la carta quede casi entre la base de los dedos índice y anular. Lleva el
pulgar al lado más cercano a ti de la carta doblada; sin embargo, acer-
ca el pulgar desde abajo, para que puedas separar un poco el cuarto
roto de la carta de la mitad plegada que está debajo. Este detalle no
es vital, pero sí muy útil como enseguida verás. Lo importante es que
el pulgar se apoye a lo largo de todo el borde de la carta. Después mue-
ve un poco el dedo mayor estirándolo y deslizándolo por el otro lado
de la carta de forma que se apoye completamente paralelo al pulgar
(fig. 15).
En este punto la carta queda sujeta únicamente por sus lados en-
tre el pulgar, por el lado interior, y el dedo mayor por el exterior; esta
posición es muy similar a la sujeción por el borde (edge grip) que se
utiliza en la magia con monedas. En esta posición puedes doblar el
dedo índice tanto como puedas hasta que toques con el primer nu-
dillo el borde o extremo de la carta doblada. Como el pliegue superior
de este extremo es un poco más largo, puedes introducir el nudillo del
índice por dentro del pliegue para levantarlo; de este modo, ese dedo
se deslizará por dentro del pliegue y el resto de la carta continuará su-
jeto en la misma posición (fig. 16). Es más fácil si antes, al alterar la
sujeción, has conseguido separar la carta un poco con el pulgar. Em-
puja el cuarto superior de la carta hacia arriba con el dedo índice hasta
colocarlo en ángulo de noventa grados respecto del resto de la carta.
Aprovecho esta oportunidad para reconocer que este pase es una
de las partes más dificiles de la rutina, y aunque lo que queda no es
en ningún modo sencillo, al menos tampoco se complica más. Toda
esta acción debe llevarse a cabo con rapidez mientras muestras el tro-
zo de la mano izquierda.
Ahora la mano derecha gira hasta orientar los dorsos de los dedos
hacia el suelo y colocar el cuarto de carta que has levantado directa-
mente mirando hacia el público. Sobre los ángulos en este punto:la
situación anterior es ideal; de manera muy similar a lo que ocurre con
una moneda, desde esta sujeción puedes mostrar la carta muy clara-
mente con los dedos bien separados; sin embargo, es obvio que no
siempre la situación lo permite, en cuyo caso no hace falta que levantes
el cuarto de carta noventa grados; en realidad sólo es necesario le-
vantarlo más o menos un centímetro, pudiendo además introducir el
dedo índice en el pliegue para ocultar el resto de la carta y así cubrir
casi todos los ángulos.
En cualquier caso, la mano derecha muestra el cuarto de carta
abierto hacia el público ocultando tras él el resto de la carta doblada.
Coloca el trozo de la mano izquierda -que sujetas de cara al pú-
blico por el extremo no rasgado- junto al trozo de la derecha alineando
ambos (fig. 1 7). Sujeta este trozo por los bordes entre el mayor y pul
gar derechos (que siguen sujetando el resto de la carta). Aparta la mano
izquierda (aunque tal vez te preocupe el hecho de que el trozo senci-
llo debería tener parte de la firma; por ello quizá no sea tan buena idea
alejar del todo la mano y sea mejor mantenerla frente al trozo para
ocultar esta discrepancia).
Mueve la mano izquierda hacia la derecha hasta llegar a una po-
sición en la que puedas llevar cómodamente el cuarto sencillo al
empalme de los dedos. Estira el pulgar izquierdo por detrás hasta to
car el borde de la carta doblada que sujetas en la izquierda cubierta
por el cuarto sencillo; mueve ahora la mano hacia la izquierda llevando
el cuarto al empalme de los dedos y abriendo simultáneamente la car-
ta plegada, empujando hacia fuera la parte doblada a medida que
desplazas la mano (fig. 18) hasta que quede en línea con el resto de la
carta. Deberá parecer como si los trozos se hubiesen fundido.
Suelo sujetar la carta con la ruano izquierda por el borde izquier-
do para cubrir la firma falsa y permitir que la derecha altere su
sujeción para así poder frotar el pliegue de unión como para terminar
de pegar ambas partes.
Por último, toma la carta con la mano derecha procurando tapar
con los dedos por lo menos una parte de la firma falsa. No des impor-
tancia al hecho de cubrir la firma, hazlo despreocupadamente. Lleva la
mano izquierda a la boca y toma la carta del espectador plegada. Por
un instante, llévala al interior de la mano -por detrás del cuarto senci-
llo- y luego encoge los dedos y empuja ambos trozos hacia la punta de
los dedos, como si hubieran estado en la boca todo este tiempo; tienes
que empujar el cuarto sencillo hacia arriba y hacia la derecha de la car-
ta doblada para ocultar así sus bordes plegados. Vuelve a llevar la mano
a la boca para dejar allí el cuarto sencillo y quedarte con la carta do-
blada como si también se tratase de un único trozo. Tienes que sujetarla
bastante dentro de la mano, de forma que sólo se vea el pliegue senci-
llo, ya que no puedes enseñar los demás bordes.
Gira la mano derecha orientando su dorso hacia el suelo, y mue-
ve la carta de manera que su lado quede paralelo a éste y que el cuarto
plegado por detrás quede en el extremo izquierdo. Lleva el "trozo" de
la mano izquierda hasta colocarlo aproximadamente en el lugar co-
necto en el que encajaría -en la esquina superior izquierda-, pero
solapando ligeramente por delante la carta de la mano derecha; así
puedes bajar un poco el pulgar izquierdo y sujetar ambas cartas man-
teniendo la carta plegada del espectador más o menos en la_posición
correcta (fig. 19). La mano derecha quedará libre para introducir el pul-
gar bajo el cuarto plegado por detrás del duplicado. Lleva el dedo
mayor derecho delante del conjunto y sujeta en su sitio la carta ple-
gada del espectador contra el duplicado; esto te permitirá apartar el
pulgar izquierdo. A medida que mueves la mano izquierda un poco
hacia la derecha, e_-.tiende los dedos para cubrir la carta del especta-
dor plegada. Al mismo tiempo, toca con el pulgar izquierdo el borde
del cuarto de carta plegado tras el duplicado y levántalo (fig. 20) has-
ta abrirlo completamente.
Manteniendo el pulgar izquierdo en su posición (manteniendo
abierto el cuarto de carta) mueve el resto de la mano hacia la izquier-
da llevándote la carta del espectador (ésta no quedará exactamente en
el empalme de los dedos, sino simplemente oculta tras los dedos ex-
tendidos). Así habrás -realizado la segunda recomposición, y ya podrás
mostrar abiertamente los tres cuartos de la carta sujetándola con la'
mano izquierda por el extremo izquierdo para cubrir la firma. Asi-
mismo, como la carta del espectador no queda en el empalme de los
dedos, ambas cartas deben solaparse todavía un poco por delante, con-
dición que también queda oculta por los dedos.
En la siguiente acción vas a aparentar frotar la carta, mostrando
el dorso del duplicado y a la vez colocando la carta plegada del es-
pectador para la siguiente fase. Sujetando con poca presión, el
duplicado con la mano izquierda, gíralo noventa grados en el senti-
do contrario al de las agujas del reloj con la mano derecha, de forma
que el público lo vea como si fuese una l. (fig. 21).
EPILOGO
ENGAÑOS DE SALÓN
La carta plegada del espectador todavía se solapa un poco por de-
lante con el duplicado. A continuación, tira del duplicado con el
pulgar izquierdo hasta que la carta plegada quede cubierta; al mismo
tiempo, gira la mano palma arriba. En este punto el dorso del dupli-
cado mira hacia el techo y la carta plegada se encuentra oculta por
completo bajo la mitad del duplicado. Vuelve ahora la ruano derecha
palma abajo y sujeta ambas cartas (la carta plegada por debajo) con
los dedos por encima y el pulgar por debajo. Gira la carta hasta que
su dorso mire hacia el público.
Acerca la mano izquierda para frotar el dorso de la carta en el pun-
to de la última recomposición; mientras lo haces, arrastra la carta
plegada con el pulgar izquierdo hasta llevarla casi al empalme de los
dedos, quedando así orientada de la misma manera que al comienzo
de la rutina. Tras este movimiento, la mano izquierda sujeta las cartas
por el extremo izquierdo; coloca la mano derecha en la siguiente -algo
incómóda- posición: sujeta la carta con la mano derecha por el extre-
mo, pero con la palma orientada hacia el público (fig. 22). Para ello
hace falta torcer todo el brazo hasta que el pulgar pueda tocar la carta
por el lado que mira hacia el público (en el pliegue transversal de la
mitad derecha) y los dedos queden en tu lado. Mueve el duplicado con
esta mano muy ligeramente hacia la derecha para que puedas llevar la
carta plegada del espectador a la posición correcta de empalme en los
dedos en la mano izquierda (fig. 23). Estira el pulgar izquierdo hasta
tocar el borde izquierdo del duplicado y manténlo en esta posición. ,
Mueve la mano derecha en tres direcciones a la vez: gírala hasta
llevarla a una posición natural con la palma mirando hacia ti, pero al
mismo tiempo gírala unos noventa grados en el sentido de las agujas
del reloj hasta que el meñique apunte hacia la izquierda; por último,
y simultáneamente, mueve toda la mano unos centímetros hacia la iz-
quierda. Lo que ocurrirá es que mientras vas girando la carta, el pulgar
izquierdo inmóvil -que todavía toca su esquina superior izquierda-
comenzará a plegar hacia atrás el cuarto sencillo de la carta hasta lle-
varlo contra el dorso del duplicado (fig. 24).
Al mismo tiempo, guía con el pulgar esta parte del duplicado has-
ta introducirlo en la V invertida que hace la carta plegada de la mano
izquierda; en una acción continua, añade con la mano izquierda la
parta plegada con el mismo pase de Wagner que antes empleaste (fig.
?5) y ábrela tan proirto como el pulgar quede libre para hacerlo; mien-
- ras tanto, mueve un poco el pulgar derecho para mantener plegado
•1 cuarto del duplicado que acabas de volver a doblar.
Reconozco que suena complicado, y también que no es especial-
gente fácil, pero no obstante, todo lo que estás haciendo es el mismo
)ase de adición de Wagner que ya has hecho dos 'veces antes, pero a
a vez que giras y das la vuelta a la carta. Si te parece demasiado com-
Aicado, también puedes sencillamente dar vuelta la carta, reorientarla,
• hacer después la adición (sin embargo, el movimiento fluido en el
, olteo de la carta ayuda a ocultar el pase).
Al final de esta acción, y para terminar, vuelvo á frotar dando un
igero masaje en el lugar de fusión de los trozos; así tengo una excu-
a para que las manos continúen juntas. Por cierto, usa los dedos de
i mano derecha para sujetar el conjunto desde abajo y cubrir el pun-
de unión.
La posición actual es muy favorable, ya que el público ve tres cuar-
tos de una carta cuyo dorso y cara han visto también y cuya auténtica
firma puede verse ahora de forma clara. Sólo hace falta una última se
cuencia de movimientos para llevar a cabo la recomposición final que,
por desgracia, tampoco resulta particularmente fácil.
De nuevo, gira la mano derecha de manera que las cartas queden
sujetas en forma de L desde la perspectiva del público. El índice de-
recho oculta el punto de unión, mientras los restantes dedos cubren
relajadamente el grosor extra del lado derecho. Toma el último trozo
de la boca y muestra que se trata del que falta (el lado rasgado del tro-
zo -merece la pena destacarse- coincide exactamente con su
correspondiente en el duplicado; de hecho, me han sugerido que se-
ria una buena idea hacer a propósito una rotura irregular en esta parte
de la carta, para luego poder hacer hincapié en el hecho de que el_tro-
zo encaja perfectamente). Desliza el trozo bajo el dedo índice derecho
sujetándolo entre el dedo y el duplicado, solapando un poco éste por
la derecha. Lleva la mano izquierda al extremo inferior de la carta para
señalar la firma con el dedo indice.
Desliza el pulgar izquierdo dentro de la carta plegada del espec-
tador por el lado izquierdo. Al introducir el pulgar, abrirás un poco
la carta plegada; eso te permitirá introducir en el pliegue el meñique
derecho (fig. 26). Mantén este dedo en su posición y haz presión con-
tra él con el anular derecho desde el otro lado de la carta, con lo cual
pinzarás la carta del espectador entre esos dos dedos para que no pue-
da moverse. Esto es importante para lo que viene.
Lleva la mano izquierda (el pulgar todavia está dentro del pliegue
de la carta del espectador) hacia arriba hasta cubrir la mitad superior
del conjunto. En ese momento encoge el indice derecho arrastrando
el último trozo hasta dejarlo más o menos alineado con la esquina su-
perior derecha del duplicado (fig. 27).
Ahora, mueve el pulgar izquierdo hacia arriba levantando así la
ahitad superior de la carta del espectador y la mitad inferior del du-
plicado (fig. 28).
Sujeta la mitad inferior de la carta del espectador entre el me-
nique y el anular derechos, evitando así que pueda moverse. Cuando
lí os pliegues y despliegues que estás llevando a cabo alcancen más
o menos un ángulo de noventa grados, tendrás que mover el pul-
gar derecho hacia la derecha para continuar el movimiento. Para ello
hace falta que sujetes el conjunto por un instante con la mano iz-
quierda, aunque puedes volver a colocar el pulgar en su sitio en
< uanto te sea posible. Al llegar el pulgar izquierdo al final de su ex-
tensión, habrás abierto por completo la carta del espectador
doblando el duplicado en cuatro (éste queda oculto tras las puntas
ríe los dedos izquierdos).
Mueve la mano izquierda hacia la izquierda (llevándote los tro-
zos del duplicado) y masajea la carta (como si quisieras asegurarte
de su perfecta recomposición)' hasta que los trozos queden separa-
dos por completo de la carta del espectador).
E'n este punto, estira los dedos izquierdos hacia el público todo
lo que puedas (quizás sólo medio centímetro), pero lo suficiente
para deslizar la carta del espectador entre los dedos y los trozos del
duplicado (fig. 29). .
EPÍI.000
Vuelve a masajear con la mano izquierda los puntos de unión
empujando los trozos tras la carta de modo que puedas sujetarlos
con el pulgar derecho; así podrás alejar por completo la mano iz
quierda para mostrar la restauración total. La recomposición del
último trozo lleva unos pocos segundos, y resulta bastante engañosa
una vez que se dominan los movimientos. Debo agregar que nor-
malmente digo que para la última recomposición hace falta unir dos
bordes rotos, y que por ello es mucho más difícil. La acción de dCs-
plegar la carta y mover los trozos hacia la izquierda se efectúa como
si se tratase de la recomposición del primero de los bordes; es una
buena razón para volver a llevar la mano izquierda delante de la car-
ta (aparentemente para recomponer el segundo borde, pero en
realidad para cargar los trozos detrás de ella). Para terminar, puedes
colocar la carta cara arriba en la palma de la mano izquierda lle-
vando los trozos bajo ella al empalme de los dedos.
Tras mostrar la carta, vuelve a tomarla con la mano derecha para
ofrecérsela a la persona que la firmó (fig. 30); mientras, gira hacia
dentro ligeramente la mano izquierda para retener los trozos em-
palmados, y deshazte de ello's en cuanto puedas.
De las pocas personas que sé que realizan esta rutina, casi todos
han incorporado cambios, algunos considerables. Doy las gracias a to-
dos aquellos que me han sugerido manejos alternativos (de nuevo,
particularmente a Bill Taylor) y que me halagan al considerar esta ru-
tina digna de su atención. Por sólo mencionara dos de ellos, Bill tiene
una forma muy engañosa de cubrir la añadida de Wagner durante la
acción de doblar firmemente la carta, y Dean Dill ha descubierto un
modo muy inteligente de colocar el primer trozo en posición para la
primera recomposición. Sin embargo, como los métodos en sí son algo
personal, he decidido no describirlos. Pienso que si acaso tienes in-
tención de usar la rutina, también te darás cuenta de que harán falta
algunos cambios para que se adapte a tu manejo.
No obstante, voy a ofrecer una alternativa de mi cosecha y que
llevo empleando desde hace tiempo. Se trata de la segunda recompo-
sición, que es la parte con la que estoy menos contento. Si te interesa
probarla, te sugiero que vayas al punto de la rutina en el que ya has
recompuesto el primer trozo y acabas de tomar la carta plegada de la
boca como si se tratase del siguiente trozo (justo antes de la posición
que muestra la fig. 19). lbíe sorprendió ver que al tomar la carta ple-
gada de los labios, se puede sujetar ésta por sus lados (en posición de
sujeción por el borde o edge grip), con el dedo mayor por el lado ex-
terior y el pulgar por el interior.
Desde esta posición resulta bastante fácil dejar que el pliegue infe-
rior de la carta se abra al relajar un poco la presión del pulgar; al mismo
tiempo, inclina el pliegue superior un poco hacia el público. Entonces,
puedes llevar la carta plegada en forma de V encima del duplicado y
añadirla directamente, como si hicieses el pase de Wagner (fig. 3 l). Una
vez en la posición correcta, despliega la carta completamente con el pul-
gar izquierdo, cubriendo con los dedos de la mano derecha -igual que
antes- el punto de unión de ambas cartas. Asi conseguirás una recom-
posición instantánea, con la ventaja añadida de que la firma puede verse
inmediatamente. También quedas en la posición adecuada para proce-
der con la última recomposición sin necesidad de ajustes.
Verdaderamente es mucho más sencillo y quizás también mejor. Sin
embargo, con este manejo no puedes enseñar el dorso de la carta, que
es un bonito detalle que la otra versión si te permite. Para combinar am
bos manejos, puedes ejecutar la variante explicada y a continuación hacer
lo siguiente. Mientras hablas con el público, y sin prestar atención a la
carta, vuelve a plegar en cuatro la carta del espectador y deslízala hasta
el empalme de los dedos de la mano izquierda; inmediatamente después
abre el cuarto plegado del duplicado. Hazlo rápida pero despreocupa-
damente. Nadie se percatará de ello. Ahora puedes tomar el duplicado
libremente con la mano derecha para mostrar su dorso; vuelve a dejar-
lo después en la mano izquierda en la misma posición en que estaba.
Toma de la boca el último trozo con la mano derecha.
Ahora hace falta que cambies las manos, de lo cual te valdrás para
hacer la añadida de Wagner. Sujeta con la mano derecha el trozo pin-
zándolo entre los dedos indice y mayor; llévalo por delante del
duplicado aproximadamente hasta la posición correcta para la última _
recomposición (fi g. 32). De esta forma podrás sujetar el duplicado con
los dedos pulgar e índice derechos por la mitad inferior, al tiempo que -
sigues pinzando el último trozo.
Suelta la carta con la mano izquierda y ve a tomar el último tro-
zo de los dedos de la mano derecha con el índice y el mayor; para ello
deberás llevar la mano izquierda por delante del duplicado. Durante
el desplazamiento de la mano, pliega hacia atrás con el pulgar iz-
quierdo el cuarto superior del duplicado y al mismo tiempo añade
sobre el la carta plegada igual que antes, todo ello durante la acción
de tomar el último trozo (fig. 33).
Sujeta con la mano derecha -igual que antes- la carta que has aña-
dido, y con el pulgar derecho mantén plegado el cuarto que acabas
de doblar. Toma el último trozo con la mano izquierda y ajusta la su
jeción colocándolo entre los dedos y el pulgar para continuar con la
última recomposición del modo que se explicó.