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Traducción por Luis Alberto Iglesias

Corrección de estilo por Gabriela Goldadler


G. W. R. HOLLINGWORTH
UNO
acerca de cartas que se dan la vuelta, mudan su posición, se separan
por colores y, en general, realizan vistosas proezas

No es insensato pensar que un libro dedicado a magia con car-


tas deba contener en su mayor parte material de Magia de cerca. Sin
embargo, si me gustaría destacar que, en realidad, hay muy pocas
oportunidades para realizar verdaderamente aquello que llamamos
magia "de cerca. Sí es posible en una mesa pequeña de un restau-
rante, o quizás para una pareja durante tina recepción pero, en la
mayoría de las circunstancias (en una mesa que acoge a seis o más
personas, o en un grupo mayor durante una recepción, incluso en
las galas formales de Magia de cerca), la magia se lleva a cabo sobre
la mesa o a la altura de la cintura, donde no todos los presentes pue-
den contemplarla.
Este detalle me quedó especialmente claro la primera vez que me
pidieron dar una conferencia; quise demostrar y explicar el efecto que
viene a continuación, pero me percaté de que, desde esa distancia, no
sólo era imposible que alguien viese el efecto, sino que, paradójica-
mente, el método podía descubrirse con facilidad porque requería un
medio salto que -aun quedando cubierto si se mira desde arriba- es
totalmente visible para un público numeroso que mire de frente. Fue
entonces cuando descubrí que un pequeño cambio en el manejo era
el único requisito para elevar el juego a una condición en que pudie-
se ser presentado a la altura del pecho. Pronto resultó obvio que podría
cambiar muchas de mis rutinas para que también pudiesen ser ejecu-
tadas de esta manera.
Las ventajas de este procedimiento son considerables. De hecho,
se realiza lo que puede denominarse Magia de salón, en la que más
gente puede ver el efecto sin esfuerzo, lo cual es conveniente incluso
cuando se actúa para un grupo pequeño. Asimismo, abre muchas po-
sibilidades para pases y control de la atención, ya que se trabaja dentro
de un área de actuación mucho mayor: en lugar de estar acurrucado
frente a una baraja de cartas -situación en la que ambas manos están
sometidas a un constante escrutinio-, el actuar erguido y de manera
más abierta, permite usar gestos y movimientos amplios para cubrir
pases y ayudar en el control de la atención.
Este descubrimiento (a pesar de ser bastante obvio) tuvo un efec-
to considerable en el tipo de magia que hago. Con mis más sinceras
disculpas por comenzar el libro con unos párrafos tan aburridos, me
gustaria ahora empezar con el juego que me hizo pensar por primera
vez de este modo. Primero explicaré el manejo que actualmente rea-
lizo de pie, para a continuación pasar a la versión de cerca. Esta última
todavía tiene su mérito y la sigo realizando en algunas ocasiones, pero
creo que te darás cuenta de que el primer método es mucho mas ver-
sátil y fácil, lo cual es de agradecer.

a :r

Agitando los Ases


Esta versión del "Girando los Ases" de Da¡ Vernon emplea un pase- -
que debería explicar antes de hablar de su uso en el juego. Ten la ama-
bilidad de sacar cinco cartas de la baraja. Pueden ser cuatro Reyes y una Reina, ya que éstas serán las cartas que se usarán para la rutina.
Ahora haz el favor de colocarlas en el siguiente orden: da la Reina cara
arriba sobre la mesa-; sobre ella, da dos Reyes cara arriba, luego un Rey
cara abajo y después un Rey cara arriba. Sujeta todo en la mano iz-
quierda en posición de dar, cíe manera que todas las cartas queden cara
arriba excepto la segunda. Obtén ahora con el meñique una separa-
ción por encima de las dos cartas inferiores (por el momento, puedes
hacerlo simplemente extendiendo las cartas para hacerte con la sepa-
ración). Lleva la mano izquierda a la altura del pecho de modo que el
dorso de la mano (y los dulas cartas) miren hacia el público, público
que, presumiblemente, no está presente en este momento. La mano
izquierda permanece a la altura del pecho durante todo el pase. Aho-
ra vas a extender las cartas hacia la mano derecha de la siguiente forma:
empuja con el pulgar la primera carta (la más cercana a ti) y cógela
con la mano derecha. Lleva ahora la ruano derecha de nuevo hacia la
izquierda e introduce los dedos de la m ano derecha en la separación;
toma como una las dos cartas que quedan por encima de la separa-
ción de manera que, desde tu posición, queden detrás de la primera
carta y extendidas hacia la izquierda. Toma ahora la siguiente carta con
la mano derecha detrás de las que ya tienes en esta mano -de nuevo
extendida hacia la izquierda- y, para terminar, coge la última carta de
modo que queden todas extendidas en un pequeño abanico. Desde
el lado del público se verán los dorsos de cuatro cartas, quedando ocul-
ta la carta vuelta. -
Ahora vuelve a colocarlas en la mano izquierda, aún extendidas,
pero teniendo en cuenta los siguientes puntos cruciales: las cartas de-
ben quedar extendidas en linea recta, ni en arco ni en abanico; la carta
que está más a la izquierda (la Reina) se sitúa lo más a la izquierda po-
sible (en otras palabras: queda empujada contra la parte carnosa de la
horquilla que forman el pulgar y el índice); el dedo meñique queda
extendido a lo largo del extremo inferior de las cartas, lo que mástar-
de ayudará a mantenerlas cuadradas; el pulgar está en contacto con
dos cartas solamente: toca la cara del Rey y el dorso del Rey vuelto; y
por último, los dedos mayor y anular están en contacto, por delante,
únicamente con las dos cartas centrales de la extensión. Consulta aten-
tamente las figs. 1 y 2 y asegúrate de haber comprendido claramente
estos detalles. Suponiendo que los dedos estén como se ha descrito,
el pase en sí no es difícil. Con una ligera presión, dobla hacia dentro
los dedos mayor y anular, arrastrando así hacia la izquierda las dos car-
tas con las que están en contacto.
Esto hará que se separe la carta doble y que el naipe vuelto co-
mience a asomar ya que, debido a que el pulgar está en contacto con
las dos cartas del extremo derecho, éstas no se pueden mover; el dedo
meñique debe mantener las cartas en línea recta durante su desliza-
miento, corno si fuese un raíl de tren (fig. 3). A medida que los dedos
siguen doblándose, la segunda carta por la derecha (por el lado del pu-
blico) se deslizará detrás de la primera hasta que no pueda más debido

a que la carnosidad entre el pulgar y los dedos la detiene. Deberá que-dar perfectamente alineada con la primera carta ya que, por la
izquierda, queda detenida por el pliegue situado entre la base de los
dedos y el pulgar, y además el dedo meñique evita que se deslice ha-
cia abajo. El dedo índice puede ser útil para añadir el última retoque
para que todo quede cuadrado por delante.
Si todo ha ido bien, debe parecer que tienes en la mano cuatro
cartas, la segunda de las cuales se ve vuelta desde el .frente, siendo la
última carta en realidad dos cartas cuadradas como una. No hace fal
ta hacer este pase con rapidez ya que, si se combina con un vaivén del
brazo izquierdo, el pequeño movimiento de los dedos queda com-
pletamente cubierto, lo que hará que parezca como si la segunda carta
se diese la vuelta mágicamente. Creo que si lo intentas unas cuantas
veces verás que no es tan difcil.
Tras haber hecho hincapié en la importancia de colocar las cartas
en extensión recta y no en abanico o arco, una vez dominada la téc-
nica, puede recurrirse a un manejo alternativo que consiste en disponer
las cartas ligeramente abanicadas. El dedo meñique debe situarse como
eje alrededor del cual se acomodan las cartas; la acción del pase es la
misma, pero en este caso las cartas, en lugar de deslizarse en línea rec-
ta, giran sobre el eje que forma dicho dedo (fig. 4, siguiente pág.).
Bien mirado, este pase (aunque usado en contextos completa-
mente distintos) tiene similitudes con el "Lanzamiento óptico" de
Larry Jennings (Jennings' Optical Toss). Por esta razón, cuando se haga
referencia al pase en las siguientes rutinas en las que se utiliza, se le
designará con el nombre de alineamiento óptico.
Veamos ahora el empleo de este pase dentro del contexto de la ru-
tina. Debido a una pequeña discrepancia, es preferible emplear Figuras
mejor que Ases; personalmente, empleo los Reyes (en la siguiente ex
plicación supondré que tú también los usas). Además de los cuatro
Reyes, se necesita una carta más, como ya sabes. Puedes añadirla de
muy distintas formas, siendo la más obvia la adición de Vernon. No
es mi intención explicar este conocido pase con todo detalle, por lo
que lo haré brevemente: extiende una baraja de cartas con las caras
hacia ti y haz sobresalir los Reyes a medida que los encuentres; al ce-
rrar y cuadrar la extensión; con los Reyes sobresalientes, obtén una
separación con el meñique izquierdo por encima de la carta inferior
de la baraja; mientras la mano derecha sujeta todo el paquete, la mano
izquierda se desliza hacia delante para extirpar los Reyes sobresalien-
tes y, al mismo tiempo, lleva hacia delante la carta inferior de la ba-
raja por debajo de los Reyes, los cuales la ocultan, de manera que al
extirparlos se ha conseguido añadir secretamente una carta bajo ellos.
Una alternativa que uso a menudo posee la ventaja de que los Re-
yes pueden haber sido extraídos de la baraja previamente para ser
usados en rutinas anteriores: se sujetan los Reyes en la mano derecha
y, como la baraja no se necesita para el juego, la coges cara arriba en
tu mano izquierda y la guardas en el bolsillo; el dedo meñique de esta
mano obtiene una separación por encima de la carta inferior. Al sacar
la mano del bolsillo, simplemente retén esta carta. Acerca las manos
de manera que la izquierda pueda cargar la carta extra debajo de los
Reyes (fig. 5), de un modo muy parecido a como se carga un limón o
una bola gigante bajo un cubilete. Igual que en el pase para la carga
de la fruta, la coordinación es más importante que la ocultación per-
fecta de la carta en la mano.
Tras hacerte con la carta extra del modo que escojas, hay que or-
denar los Reyes alternando sus colores sin exponer la carta añadida.
Como no importa si se alternan rojo/negro o negro/rojo, da igual ex
tender las cartas caras arriba una a una manteniendo las dos últimas
como una, lo que oculta la carta extra; de esta forma, sólo hace falta
alterar el orden de las tres primeras cartas, lo que no afecta a la carta
doble. Ahora, los dedos izquierdos tiran hacia abajo del lado derecho
de la carta doble para curvarla firmemente en sentido longitudinal_
Esto no sólo ayuda a mantener las dos cartas alineadas, sino que tam-
bién proporciona una separación automática sobre estas dos cartas,
necesaria -como recordarás- para el alineamiento óptico.
Hasta este momento, las cartas se han mantenido a la altura de la
cintura. Ahora, toma con la mano derecha el Rey superior y levánta-
lo hasta llevarlo a la altura del pecho. Vuélvelo para que su cara mire
al público mientras explicas que las cartas se darán vuelta una a una.
Mientras esto ocurre, la mano izquierda cae al costado y se aprovecha
de que la atención está centrada en la mano derecha para voltear se-
cretamente la carta superior del paquete. Ésta es una antigua idea de
Hugard que se emplea muy poco a pesar de su gran utilidad. Todo lo
que sucede es que el pulgar empuja todo lo posible la carta hacia la
derecha y los dedos la voltean de modo que caiga dorso arriba sobre
el paquete (figs. 6 y 7). Quizás desees emplear el costado de la pierna
para sujetar la carta durante el volteo (a propósito: este pase es muy
útil en rutinas de carta ambiciosa para voltear la carta superior de la
baraja, mientras haces un gesto con la carta elegida, de modo que pue-
das devolver la carta elegida cara arriba sobre la baraja quedando
preparado para un doble volteo). Cuando consigues voltear la carta,
la mano izquierda sube para encontrarse con la derecha, que voltea
su carta y la deja, cara arriba, tal y como estaba sobre el paquete, con
cuidado de no revelar la carta vuelta. Las cartas están ahora en el or-
cíen correcto para realizar el pase.
Hecho todo lo anterior, las cartas se extienden a la altura del pe-
cho como ya se explicó. Gracias a la curvatura de las dos cartas
inferiores, se puede obtener automáticamente una separación bajo ellas
con el dedo meñique. Toma la primera carta en la mano derecha, dts-
pués la doble, y luego las dos últimas como cartas sencillas, igual que
antes, para que queden extendidas en un pequeño abanico que luego
colocas en la enano izquierda.
Te encuentras ahora, por supuesto, en la posición correcta para el
alineamiento óptico, pero yo prefiero no hacerlo en este momento; re-
petir el mismo movimiento cuatro veces sería aburrido incluso para el
público más considerado. Por ello, en este punto tan temprano de la
rutina, simplemente cuadro las cartas, hago cualquier clase de pase má-
gico, y las vuelvo a extender en la mano derecha, una a una esta vez,
manteniendo las dos últimas cartas como una. Con este procedimiento
se consigue volver la segunda carta, pero no de manera visible esta pri-
mera vez; se establece la naturaleza del efecto y, al mismo tiempo, se
deja posibilidad para mejorar en las tres ocasiones siguientes.
Con las cartas todavia sujetas en extensión en la mano izquier-
da, la mano derecha saca la carta que se acaba de voltear y la mano
i zquierda cae al costado cuadrando las restantes cartas en el trayec
to. Mientras muestras esta carta con la mano derecha, la izquierda
voltea la siguiente carta del paquete. Aunque el procedimiento pue-
da parecer descarado, es ciertamente eficaz, y se emplea cada vez para
preparar la siguiente carta. La mano izquierda sube para juntarse de
nuevo con la derecha, y la derecha devuelve su carta, esta vez deján-
dola con su cara hacia el público porque ya se ha dado la vuelta. Se
extienden las cartas del mismo modo que antes: sencilla, doble, sen-
cilla, sencilla, de nuevo aprovechando la curvatura para obtener una
separación para la doble. Una vez más, se vuelven a colocar en ppsi-
ción en la mano izquierda.
Esta vez si empleo el alineamiento óptico, pero lo hago durante
el denominado "tiempo débil", diciendo algo así como: Fsta vez, si de-
jase las cartas extendidas en un pequeño abanico, de esta manera, sí una carta
se diese la vuelta, ustedes la verían, ¿verdad?
Encogiéndome de hombros al decir esto, realizo el pase de ma-
nera que tome al público por sorpresa cuando se den cuenta de que
la segunda carta se ha dado la vuelta sin que lo viesen. Resulta bas-
tante más impresionante que la primera vez.
La mano derecha extrae las dos cartas que están cara hacia el pú- ---
blico (las dos primeras, claro está) y hace un gesto con ellas mientras
la mano izquierda voltea la siguiente carta dando gracias al señor Hu-
gard. De nuevo, acerca las manos, devuelve las cartas -caras hacia el
público- al paquete y cuadra todo. Vuelve a extenderlas como antes:
sencilla, doble, sencilla, sencilla (hay que decir que ahora tiene lugar
una pequeña discrepancia: al extender los naipes de esta manera, la
segunda de las dos cartas que está de cara hacia el público es doble y,
desapercibidamente, ha cambiado de palo. Este es un detalle menor,
pero es la razón por la que me aseguro de que las cartas alternen sus
colores desde el principio, de modo que sólo habrá un cambio de palo,
pero no de color, lo cual sería mucho más evidente).
Realiza de nuevo el alineamiento óptico; esta vez, para hacerlo más
sorprendente, suelo dirigir la atención hacia la mano al mismo tiem-
po que con ella hago un movimiento amplio de vaivén para cubrir el
trabajo de los dedos. Cuando acaba el movimiento, se ve que la ter-
cera carta se ha dado la vuelta.
Para terminar, la mano derecha toma una por una, empezando por
la que está más a la derecha, las tres cartas que ya se han dado la vuel-
ta, lo cual invierte su orden. Esto cubrirá otra pequeña discrepancia.
Mientras haces un gesto con ellas, la mano izquierda voltea de nue-
vo la siguiente carta en el costado; el pase es el mismo aunque sólo se
utilicen dos naipes. La mano izquierda se dirige otra vez hacia la de-
recha, que devuelve sus tres cartas con las caras mirando hacia el

público. Cuadra todo, pero esta vez el procedimiento cambia ligera-mente: realiza una cuenta -bucle o por enganche del meñique en lugar
de lo habitual hasta ahora. En otras palabras: con las manos todavía
a la altura del pecho, torna la primera carta con la mano derecha, lue-
go otra carta sencilla, y luego haz un bucle de la carta inferior con los
dedos izquierdos, o bien tira de ella hacia abajo con el meñique iz-
quierdo. Las dos cartas restantes quedan, por lo tanto, separadas de la
i nferior y puedes tomarlas con la mano derecha como si fuesen una.
Para terminar, coge la última carta. Obviamente esto debe parecer a
los espectadores idéntico a las anteriores cuentas: Pon las cartas en la
mano izquierda, preparadas para el alineamiento óptico, aunque ló-
gicamente el pase es imposible en esta posición. Justo cuando el pú-
blico piensa que vas a hacer que la última carta se dé la vuelta, detente
y sugiere lo siguiente: Quizás piensen que ahora es rnás fácil porque la úl-
tima carta está al final; a lo mejor creen que lo único que hago es voltear las
cartas con el pulgar, por ejemplo. Para hacerlo igual de difícil que en las oca-
siones anteriores, colocaré la carta entre medias de otras dos, siendo así
imposible que pueda darse la vuelta.
Toma las cartas en la mano derecha, pero esta vez sujétalas desde
abajo en las puntas de los dedos (como muestra la fig. $); la mano iz-
quierda se acerca por encima y extrae la carta que está más a la derecha
en el abanico, colocándola nuevamente delante de la carta vuelta de
modo que esta carta quede sin duda entre medias de las otras dos.
Este procedimiento parece otorgar una claridad extrema al pro-
ceso, pero en realidad has conseguido colocar las cartas en la posición
adecuada para la realización del alineamiento óptico una última vez.
Pasa las cartas de nuevo a la mano izquierda y realiza el pase. Esta
vez suelo hacerlo deprisa, con menos movimiento del brazo, ya que
es el final de la rutina y, por tanto, el efecto es más espectacular.
Para terminar, puedes tomar las cartas una a una con la mano de-
recha de modo que la última carta (doble) quede en la parte inferior del
paquete, de donde puedes empalmar la extra; también, en esta posición,
puedes dejar caer todo el paquete cara arriba sobre la baraja cara abajo,
de forma que la carta extra quede "perdida" encima de la baraja.

Agitando los Ases 11


Uno de las cosas que salva al servicio de ferrocarriles Amtrak de
Norteamérica es el sandwich caliente de pollo que sirven en sus ba-
res. Lo descubrí durante mi primera visita a los Estados Unidos,
ocasión en que viajé prolongadamente por todo el país haciendo uso
frecuente del servicio de trenes; al año siguiente, al cubrir el breve tra-
yecto desde Orlando -donde había asistido a un congreso bastante
decepcionante de la IBM para visitara unos amigos en Daytona, me
alegró descubrir que no habían cambiado (por cierto, si alguna vez pi-
des uno, haz que saquen la bolsita de salsa de la caja antes de meterlo
. en el microondas ya que, de no hacerlo, ésta tiene por costumbre es-
tallar encima del sándwich).
_ Había estado charlando sobre "magia visual" con mi amigo Paul
Cowling, y surgió la posibilidad de encontrar un método visual para
"Girando los Ases". Se nos ocurrieron varios métodos poco satisfac-
torios, aunque la noción de una carta extra parecía ser esencial.
Fue en este decisivo viaje en tren, con cuatro Ases y una carta ex-
tra en una mano y un sándwich caliente de pollo en la otra, cuando
se me ocurrió el pase que ya he explicado -(aunque en ese momento

6. IBM: Intemational Brotherhood of Magicians (Hermandad Internacional de Magos).


era denominado, de manera informal "alineamiento del pollo calien-
te" parece afortunado que más tarde se señalase la similitud con el pase
de Jennings pues, de no haber sido así, podría haberse quedado con
este nombre tan lastimoso). En esta fase de su vida, "Agitando los Ases"
era un efecto estrictamente de cerca, y la explicación de esta versión
primera, que ha sido llamada algo confusamente "Agitando los Ases
11", es la que ahora sigue.
Los requisitos para el comienzo son similares a los del primer mé-
todo; debe haberse añadido una carta de más bajo los cuatro Reyes,
pero esta vez -en lugar de alternar los colores- los dos Reyes rojos de-
ben quedar encima de los dos Reyes negros, o viceversa.
Con el paquete cara arriba y la carta añadida debajo de los cuatro
Reyes, coge las cartas en la mano derecha por su lado derecho de modo
que puedas pelarlas una a una en la mano izquierda como si se trata
se de una cuenta Elmsley: pela el primer Rey de esta forma
arrastrándolo con el pulgar izquierdo a la posición de dar en la mano
izquierda; pela las cartas segunda y tercera de la misma manera, enci-
ma de la anterior, lo cual deja una carta doble en la mano derecha,
carta que colocas sobre las otras tres. Al final cuadra todo. Así habrás
mostrado aparentemente sólo cuatro Reyes contándolos de una mano
a la otra sin dar importancia a la acción.
Ahora hay que dar la vuelta al paquete y al mismo tiempo volver
secretamente la carta inferiorpara que quede cara arriba. Para esto pue-
de utilizarse un medio salto normal, u opcionalmente puede obtenerse
-con las cartas caras arriba- una separación con el meñique izquier-
do bajo la carta superior y retener esta separación mientas das la vuelta
al paquete, lo cual te dejará en la posición correcta para el volteo de
Krenzel; a mí me parece mejor este segundo método, pero si no co-
noces este volteo, el medio salto convencional es perfectamente
aceptable.

7. El volteo de Krenzel se explica brevemente en el Capítulo Seis.


Hagas lo que hagas, las cartas de la mano izquierda deben quedar
todas cara abajo excepto uno de los Reyes, que quedará cara arriba de-
bajo del paquete.
Por último, hay que llevar la carta superior debajo del paquete.
Casi siempre la tomo para enseñarla y, mientras explico que las car-
tas se darán la vuelta una a una, la coloco despreocupadamente en la
parte inferior del paquete. Todo este proceso ha ordenado las cartas
en la posición adecuada para la rutina. A partir de aquí se emplea el
mismo procedimiento para cada Rey.
Toma las cartas cara abajo por el lado derecho con la mano dere-
cha y pélalas una a una con la mano izquierda: coge la primera
normalmente, pela sobre ella, la segunda carta, dejándola ligeramente
separada poco más de un centímetro hacia la derecha. Ahora pela so-
bre estas dos una carta doble mediante un empuje múltiple: para
asegurar la correcta realización de este movimiento, el pulgar derecho
debe situarse al menos parcialmente en el lado derecho de las cartas,
tal y como muestra la 6g. 9.
Apretando el pulgar y el indice juntos y empujando el pulgar ha-
cia la izquierda, desplazarás -perfectamente cuadradas- todas las
cartas excepto la última (dos, en este caso).
Coloca esta carta doble sobre las otras dos de manera que quede
extendida a la derecha de las dos anteriores y sujeta en esa posición
por el pulgar izquierdo. Coloca la última carta encima, completando
una extensión de cuatro cartas.
Habrá que ajustar la posición exacta de las cartas mientras se apren-
de la rutina, ya que la sujeción para el alineamiento óptico "de cerca"
es algo distinta. La carta del extremo izquierdo sigue lo más a la iz-
quierda posible, en el pliegue carnoso entre los dedos y el pulgar; el .
pu .ar izquierdo sigue en contacto con los dorsos de las dos cartas su-
periores únicamente; los dedos mayor y anular siguen en contacto, por
debajo, con las dos cartas centrales de la extensión. Sin embargo, esta
vez, en lugar de utilizar el dedo meñique por el extremo inferior, el
dedo indice queda curvado alrededor del extremo exterior de la ex-
tensión, manteniendo las cartas alineadas por delante (fig. 10). En lo
restante, el pase es igual: la mano izquierda queda completamente in-
móvil excepto por los dedos mayor y anular que se recogen tirando
hacia la izquierda de las dos cartas con las que están en contacto. Las
dos cartas superiores no pueden moverse, ya que están sujetadas por
el pulgar; a medida que los dedos se recogen, la carta vuelta queda ex-
puesta, y la carta que está bajo ella se mueve hacia la izquierda.
Al final, este naipe se deslizará encima de la última carta, quedando
perfectamente alineada gracias al pliegue carnoso de la mano y a la ac-
ción del dedo índice por delante. Inclinar la mano ligeramente hacia
abajo ayuda a lograr todo lo anterior, ya que la fuerza de gravedad em-
puja las cartas contra el dedo índice, lo cual contribuye a que queden
bien cuadradas. Corno antes, un pequeño movimiento de vaivén ser-
virá para cubrir el pase. Debe parecer como si, durante el vaivén, la
segunda carta por abajo se hubiese dado la vuelta misteriosamente.
Al extraer la carta que se acaba de dar la vuelta, se volteará secre-
tamente el siguiente Rey. Para conseguirlo, hay que sacar hacia fuera
-casi en su totalidad- la carta vuelta mientras el resto de los naipes si
guen extendidos. Gracias a la cobertura que proporciona la extensión,
el dedo menique izquierdo obtiene una separación por encima de la
última carta tirando hacia abajo de la carta inferior de las dos que for-
man la doble. llaz un medio salto con la carta inferior tirando hacia
abajo todo lo que puedas con el meñique, momento en el cual el dedo
índice se encoge por debajo de la carta (fig. 11). En esta posición, es
bastante sencillo voltear la carta empujando hacia la derecha con el
dedo índice, de manera que la carta quede cara arriba debajo de la ex-
tensión (fi g. 12). Esto queda bastante bien cubierto por las otras cartas.
Los dedos derechos sujetan la carta volteada mientras que -en un mo-
vimiento continuo- la mano izquierda se desplaza hacia deLnte para
tomar la carta sobresaliente y extraerla del resto. Colócala debajo del
paquete, y cuadra todo el conjunto en la mano izquierda. Como men-
cioné al principio, hay que tener en cuenta que el público deberá estar
mirando el efecto desde arriba; por eso es ideal para aquellas ocasio-
nes donde tódos los participantes en el juego se encuentran de pie; en
esta situación es relativamente fácil cubrir el medio salto en la acción
de extraer la carta, mientras que queda descaradamente visible si se
mira desde el frente. -
Este proceso se repite para las dos siguientes cartas de esta mane-
ra: como antes, la mano derecha toma el paquete entero por el lado - _
- derecho, preparada para hacer un empuje múltiple.
Se pela la carta superior con la mano izquierda; después la si-
guiente carta extendida un poco a la derecha de la primera; después
el pulgar derecho hace el mismo empuje doble otra vez y se coloca la
carta doble a la derecha de las dos primeras y, finalmente, la última
carta (la que se acaba de dar la vuelta) se coloca encima.
Estas cartas deben quedar en la mano izquierda en la posición co-
rrecta para el alineamiento óptico. Con algo de práctica, irán a parar
automáticamente a la posición adecuada. El pase se ejecuta de nuevo
de manera que la segunda carta se dé la vuelta. Otra vez se deja esta
carta sobresaliente y se hace el medio salto con la carta inferior al tiem-
po que la mano izquierda va a extraer la carta, igual qué antes. Se la
coloca debajo de todo y después se transfiere la carta superior (la que
está cara arriba) también a la parte inferior. Esto vuelve a colocar las
cartas en el orden correcto para repetir las acciones. Y de nuevo se re-
pite todo tomando las cartas con la mano derecha, pelando la primera
con la mano izquierda, después la segunda, después haciendo el do-
ble empuje para tomar la tercera (doble) y al fin, la última. Se ejecuta
de nuevo el alineamiento óptico para hacer que se dé la suelta la ter-
cera, pero ahora hay un pequeño cambio en el procedimiento.
En lugar de hacer sobresalir la carta que acaba de darse la vuelta,
haz sobresalir la que aún queda por voltearse; esta carta es, de hecho,
la carta doble que tienes en la mano izquierda. Mueve esta mano ha
cia delante llevándote la carta doble mientras la derecha sujeta los
demás naipes en su posición. Al desplazarse hacia delante, el dedo me-
ñique izquierdo tira hacia abajo de la carta inferior de la doble,
obteniendo así una separación. Si tiras de la carta hacia abajo desde
la separación, los dedos derechos podrán introducirse en ella sujetan-
do la carta superior de la doble y quedando ésta sobresaliente respecto
a las otras tres cartas que están cara arriba; la mano izquierda se mue-
ve hacia atrás bajo las demás cartas, llevando consigo is carta inferior
cíe la doble y volteándola en la misma acción de medio salto utiliza-
da anteriormente. En cuanto esto esté hecho y se haya volteado la carta
bajo la extensión, los dedos derechos la sujetan, quedando así la mano
izquierda libre para moverse hacia delante una vez más para extraer
la carta que está sobresaliendo dorso arriba. Esta vez, sin embargo,` la
pones encima de todo el conjunto.
Por último, la mano derecha retoma el paquete y extiende las car-
tas como antes (sencilla, sencilla, doble, sencilla) y se ejecuta el
alineamiento una vez más para hacer que la última carta -en la par
te inferior de la extensión- se voltee. De nuevo, la - discrepancia del,
cambio de palo pasa desapercibida gracias al orden de comienzo de
las cartas. -
Puedes empalmar la carta de abajo si lo deseas, o dejar caer todo
el paquete cara arriba sobré una baraja cara abajo, con lo cual te des-
haces de la carta de más. Opcionalmente, puedes emplear una carta
de doble dorso como carta extra, de manera que puedas volver la mano
para mostrar los dorsos de cuatro cartas una vez que se haya dado la
vuelta la última. Quizás también te interese pensar en una presenta-
ción para este efecto en la que, al igual que en la versión para realizar
de pie, cada volteo sucesivo sea más impresionante que el anterior.
Creo firmemente que en la extraña ocasión en que uno tiene una
buena idea, bien vale sacarle todo el partido posible. Del mismo modo,
si uno se ha tomado la molestia de aprender un pase o una técnica,
es mucho mejor si hay más de un único uso para ella. La feliz unión
de estas dos nociones tomará forma en lo que será una breve sección
al final de la mayoría de los capítulos que contendrá mas ideas o usos
para la técnica explicada. Espero además, que ello inspire una modi-
cá dosis de reflexión o creatividad en el lector, siendo por esta razón
-además del uso económico del espacio- por lo que estas ideas adi-
cionales son algo breves y, algunas veces, no del todo completas.

llgua_y aceite
El alineamiento óptico puede emplearse como maniobra cu-
bierta o de forma visible. Supongamos que hemos sacado de la baraja
tres cartas rojas de valores similares (quizás un Nueve y dos Ochos)
y las hemos dejado cara abajo sobre la mesa; también hemos Saca-
do tres cartas negras de valores similares, a las que hemos añadido
secretamente otra carta negra, también de valor siuiilar (utilizando
la adición de Vernon, por ejemplo), de manera que en realidad son
cuatro. Deja caer estas cartas cara abajo encima de las rojas. Si las re-
coges y las extiendes cara abajo de izquierda a derecha, manteniendo
las dos últimas juntas como una, enseñarás un total de seis cartas;
de.esta manera también podrás obtener una separación fácilmente
por encima de las dos cartas inferiores cuando cuadres el conjunto
acto seguido. Puedes tornar las tres cartas superiores con la mano de-
recha, en uña posición parecida a la del alineamiento óptico; la mano
i zquierda mantiene las suyas cuadradas conservando la separación
por encima de las dos de abajo. La mano derecha, que sujeta toda-
vía sus cartas, puede ayudar a extender como tres las restantes cuatro
cartas de la mano izquierda: los dedos de la mano derecha toman
una carta doble (es fácil gracias a la separación) y la sujetan por de-
bajo de las otras tres. El pulgar izquierdo empuja la siguiente carta
hacia la derecha y retoma la doble de la mano derecha de modo que
quede extendida hacia la derecha de las otras dos. De esta forma, se
muestra una extensión de tres cartas en la mano izquierda, siendo la
carta superior doble. En este punto la mano derecha puede alejarse
sujetando sus naipes en una posición similar.
La enano derecha sujeta tres cartas negras, que puedes enseñar
al público, y también puedes volver la mano izquierda para ense-
ñar tres cartas rojas (aunque hay una carta negra oculta detrás de 11
superior). La mano derecha se vuelve de forma que sus naipes que-
den cara abajo y deja caer el inferior sobre la mesa. Mientras esto
ocurre, la mano izquierda, que también se vuelve de manera que
sus cartas queden cara abajo, realiza el alineamiento óptico. Sólo
hay tres cartas esta vez, pero el pase es el mismo: se deslizan hacia
la izquierda las dos centrales de modo que las dos inferiores que-
den cuadradas como una, resultando ser ahora la superior (sin que
- l o sepa el público) una carta negra (fig. 13).
El pulgar izquierdo da esta carta negra cara abajo sobre la mesa
sobre la primera carta; la mano derecha se vuelve otra vez para mos-
trar sus cartas negras y deja caer la siguiente carta cara abajo sobre las
que están encima de la mesa, de forma que parezca que los colores se
alternan. La mano izquierda hace lo mismo, dan la siguiente carta roja _
manteniendo las dos últimas cuadradas como una sola. Mientras la
mano derecha muestra su última carta y la da sobre la mes., la mano
izquierda dobla con firmeza la carta doble (lo que ayudará a mante-
nerlas cuadradas) muestra su cara y la deja caer encima de las restantes.
Tras recoger el paquete de cartas y colocarles cara arriba en la mano
i zquierda, puede mostrarse que las cartas que tan lentamente se han
dejado sobre la mesa en alternancia de colores, se han separado como
el agua y aceite de esta manera: extiende hacia la derecha claramente
las tres primeras cartas para mostrar que son todas negras; déjalas caer
sobre la mesa.
Gracias a la curvatura de las dos cartas inferiores, te resultará fácil
obtener una separación sobre ellas para realizar un doble volteo; esto
oculta la otra carta negra, sobre la cual pones las otras dos cartas ro
jas una a una. Puedes dejar caer estas cuatro encima de las cartas negras
que están cara arriba sobre la mesa y repetir el efecto.
Otro final alternativo y muy visual, que además sirve de con-
clusión adecuada en caso de que desees repetir el efecto (opción que
te recomiendo especialmente) es hacer como se ha descrito hasta el
momento en que has dado todas las cartas sobre la mesa excepto la
última, la carta doble que tienes en la mano izquierda. Justo al ir a
dar esta carta doble sobre la mesa, deténte y tómala -como si fue-
ra una sola- en la mano derecha.
Invitando a que te crean, di: ¡De verdad! Las cartas están alternadas
realmente. Para mostrar que es así, en caso de que alguien dude de tu
palabra, levanta la carta doble de la mano derecha para que todos pue
dan ver su cara; toma la carta superior del montón de la mesa con tu
mano izquierda y colócala en la mano derecha, debajo de la carta do-
ble y separada hacia la izquierda. Haz lo mismo con la siguiente carta
de la mesa, de forma que la mano derecha aparentará tener tres cartas
que alternan en color. Coloca estas cartas, manteniendo la doble cua-
drada, en la mano izquierda en posición para el alineamiento óptico.
El efecto concluye dando la vuelta a las cartas que quedan sobre la
mesa para mostrar que son tres negras y, mientras la atención está aqui,
la mano izquierda realiza el pase ocultando la otra carta negra. Cuan-
do la atención vuelve a esta mano, se verán tres rojas, como si las cartas
se hubiesen separado incluso a tanta distancia.
Este efecto puede también realizarse de manera eficaz sin ayuda
de una mesa usando la mano de una espectadora voluntaria, quien
podrá incluso volver las cartas ella misma.

Chercbez la.jémme4
Como antes, se extraen de la baraja una Reina roja y dos cartas
negras de puntos similares añadiendo secretamente una tercera car-
ta negra de puntos. Por algún medio que dejo a tu elección, una de
las cartas negras debe quedar oculta detrás de la Reina formando una
carta doble. Poniendo esta doble encima de las otras dos cartas ne-
gras de modo que queden extendidas cara abajo en posición para el
alineamiento óptico, puedes ejecutar el pase de manera cubierta o
visual para hacer que la Reina se desplace desde un extremo al cen-
tro de la extensión.

8. En francés en el originaL $e refiere a Find tfx &4 el nombre del Trile en inglés. (N. del T)
Las aplicaciones visuales resultan obvias, pero como maniobra
oculta pueden obtenerse efectos más sutiles. Por ejemplo, puedes ha-
cer el pase al llevar las manos desde la altura del pecho -donde
muestras las cartas- hasta el nivel de la cintura, momento en el que
quedarán cara abajo. Si mueves las cartas con cuidado como si las mez-
clases (procura no alterar la carta doble), puedes invitar al espectador
a que intente seguir la posición de la Reina, pero será incapaz de ello,
ya que ésta no se encontrará en la posición de comienzo que él creía.
Del mismo modo, puedes usar el manejo de cerca descrito en Agi-
tando los Ases II para hacer que la Reina salte de manera similar desde
el centro al extremo de la extensión si sujetas las cartas cara arriba en
la mano y la doble está compuesta por dos cartas negras similares.
Como final puedes hacer que la Reina desaparezca visiblemente
de la extensión, tras lo cual quedarán tres cartas negras a la vista; des-
pués puedes empalmar la Reina y hacerla aparecer en cualquier sitio.

:r w :r M

El problema de Hofzinser (o a.sí se lo conoce)


Gavin Ross sugirió emplear una carta elegida como carta extra en
la presentación de "Volviendo los Ases". En tal caso, ésta quedaría cara
abajo debajo de cuatro Reyes cara arriba. Después, al poner las cartas
en la mano izquierda -las caras de los Reyes hacia el público- en lá
posición para el alineamiento óptico, deberán quedar dispuestas de
modo que el Rey del palo de la carta elegida sea el segundo por la iz-
quierda y que la carta elegida quede oculta detrás del segundo Rey por
l a derecha.
Igual que antes, dejo al lector la tarea de encontrar el modo más
" eficaz de llegar a esta posición. Al realizar el pase, se verá que el Rey,
del palo de la carta elegida se ha dado la vuelta, aunque en realidad
_ ha sido cambiado por la carta elegida. Al tomar las cartas una a una,
el Rey quedará como última en la parte inferior de la extensión, des-
de donde puedes empalmarlo y añadirlo al resto de la baraja (quedará
vuelto respecto al resto de las cartas); corta la baraja o haz un salto y
extiéndela en cinta sobre la mesa para mostrar la carta vuelta en el cen-
tro de la extensión. Al volverla para mostrar su cara se verá que esta
carta, supuestamente la elegida, es en realidad el Rey, y que el Rey que
se dio la vuelta no es sino la carta elegida, tal y como lo quiso el se-
ñor Hofzinser.

á á á á á

Otras ideas
Los efectos tipo sandwich y Reyes cazadores también pueden abrir
posibilidades para este pase. No entraré en ellos so pena de aburrir al
lector quien, estoy seguro, desea a estas alturas pasar a otros temas.
DOS

referente a la dificultad de la magiay al mérito riel curte y la confección a medida

Para mí es un motivo constante de irritación el hecho de que a pe-


sar de dedicar un tiempo considerable a tocar el piano, no soy un buen
pianista. Diría incluso que en total, y teniendo en cuenta que comen-
cé con cinco años, he pasado mucho más tiempo practicando piano que
juegos de cartas y, sin embargo, en comparación con otros en mi cam-
po dentro del ámbito internacional, soy mucho mejor haciendo juegos
de cartas que tocando el piano. Hay bastantes explicaciones posibles al
respecto: desde las simples aptitudes naturales (que no parezco poseer
para el piano), hasta la idea de que -al menos en un nivel técnico- los
juegos de cartas son bastante más fáciles que las piezas de piano. Sos-
pecho que esta última idea está más cerca de la verdad.
Con esto en mente, adentrémonos en el que promete ser el capí-
tulo más dificil del libro, y que exigirá, me temo, algo de práctica y
-de eso estoy seguro- una chaqueta-que le quede a uno bien.

Cuatro cartas penetran a través de una chaqueta


El efecto de esta rutina es el siguiente: se pierden cuatro Ases en
distintas partes de la baraja, que se guarda a continuación en uno de
l os bolsillos exteriores de la chaqueta, lugar que aparentemente difi-
cultará la localización de los Ases (ya que el mago no puede ver las
cartas). El mago comenta que si fuese a encontrar los Ases en estas con-
diciones, sería más difícil que teniendo las cartas en sus manos, pero
que aun así este hecho no sería un milagro imposible. Por tanto, anun-
cia que hará aparecer los Ases haciéndolos pasar mágicamente uno a
uno a través del forro de su chaqueta, cosa que procede a demostrar
con los tres primeros. Tras experimentar problemas con el cuarto, el
mago decide que toda la baraja atraviese la chaqueta; entonces queda
el último As como única carta en el interior del bolsillo.
Para llevar a cabo este efecto, pierde los cuatro Ases en la baraja
y llévalos a la posición superior empleando cualquier tipo de salto o
control. En un capítulo siguiente hago referencia a la técnica que yo
utilizo, pero por el momento supongamos que ya tienes los cuatro
Ases encima de la baraja (tus espectadores no deben percatarse de esta
situación).
Sujeta las cartas con la mano izquierda y, con la derecha, empal-
ma las tres cartas superiores en un gesto de cuadrar; no hace falta decir
que es una buena idea obtener una separación bajo ellas antes de in
tentar empalmarlas. Personalmente empleo lo que es, en esencia, el
empalme al cuadrar de Braue ("Braue Tip-Up Palm») de EXPERT CARD
TECI INIQUE, aunque los eruditos me dicen que este pase data de mu-
cho antes; no obstante, en este momento nuestra única preocupación
es que las tres cartas superiores queden empalmadas en la mano de-
recha. En un movimiento fluido, la mano izquierda guarda el resto de
la baraja en el bolsillo exterior izquierdo de la chaqueta mientras que
la mano derecha (todavía con las cartas empalmadas) sujeta la chaqueta
para que lá mano izquierda deje sus cartas con más facilidad.
- Mientras la mano izquierda se introduce en el bolsillo, la derecha
subrepticiamente deposita sus cartas en la cintura del pantalón (fig.
1), de manera que cuando la mano salga del bolsillo, la chaqueta cu
bra las cartas. Para realizar correctamente esta maniobra, es importante
empalmar las cartas mediante una presión diagonal ejercida entre la
base del pulgar y el meñique, de forma que los dedos índice y medio
queden libres para moverse. Esto permite sacar el dedo indice por fue-
ra de la chaqueta mientras los tres restantes van por dentro de ella. Así
podrás sujetarla queta entre el dedo índice y los restantes al tiempo
que introduces las cartas por dentro de ella. Sujetándola con la mano
derecha a la altura del botón superior (o del botón central si se trata
de una chaqueta con tres) es muy probable que las cartas se sitúen en
el lugar adecuado.
A partir de aquí es sólo cuestión de aplicar una leve presión hacia
dentro con el dedo mayor de modo que sea éste el que sujete las car-
tas en el empalme. Los dedos anular y meñique pueden entonces soltar
su sujeción sobre las cartas cíe forma que las esquinas inferiores que-
den libres para deslizarse entre la cintura; tan sólo es necesario
empujarlas hacia dentro un par de centímetros, ya que en breve las
volverás a robar de su ubicación actual.
Este método de ocultación puede suponer algunos problemas se-gún séa t indumentaria: llevas as rirantes, segúrate antes de intentarla
maniobra de que no suponen un obstáculo (los tirantes de botones son
especialmente inapropiados); si adomas tu cintura con un fajín, puedes
introducir las cartas por su parte superior, con lo cual la mano derecha
deberá dirigirse a un punto un poco más alto para compensar la dife-
rencia; si llevas chaleco puedes introducir las cartas en su bolsillo
i nferior, si por fortuna está situado más o menos a la altura correcta.
Como alternativa (y suponiendo que el último botón del chaleco esté
desabrochado) también puedes deslizar la mano derecha subrepticia-
mente por debajo de éste y de la chaqueta para cargar las cartas en el
pantalón como antes. Mientras tanto la mano izquierda, aún dentro del
bolsillo, se afana en su trampa particular: aparentando simplemente
guardar la baraja, el pulgar empuja la carta superior dejando que caiga
al fondo del bolsillo apoyada en uno de los lados. El resto de la baraja
debe quedar en ángulo de noventa grados con el fondo del bolsillo, apo-
yada sobre uno de sus extremos. Al sacar la mano, cosa que harás en
breve, la carta superior de la baraja quedará eficazmente separada del
resto de las cartas debido a su orientación, con lo cual te resultará más
fácil dejarla en el bolsillo cuando más tarde extraigas la baraja secreta-
mente. Saca ahora la ruano izquierda. La chaqueta cubre las cartas de
l
a cintura; si no es así, entonces claramente deberías haberlas introdu-cido un poco más hacia la izquierda (también me han comentado que
las chaquetas cruzadas proporcionan mayor cobertura, tanto en este mo-
mento de la rutina como más adelante).
Ahora puedes mostrar ambas manos vacías; es un detalle importante
de la rutina. Aunque vas a robar las cartas con la mano derecha casi in-
mediatamente, estos pocos segundos en que muestras con claridad las
manos son cruciales para dar honestidad al procedimiento. El robo de
las cartas con la mano derecha se lleva a cabo -de forma algo ironica-
durante la siguiente maniobra. Explica cuánto más dificil sería encon-
trar ahora los Ases con las cartas en el bolsillo; como si lo fueses a
demostrar, introduce la mano izquierda en el bolsillo, aparentemente
para buscar un As. En realidad, toma la carta inferior de la baraja, que es
una carta cualquiera. Mientras la mano izquierda se ocupa en ello, la de-
recha roba las cartas de la cintura del pantalón llevándolas al empalme
lateral. El método exacto para ejecutar el robo variará sin duda depen-
diendo dei tamaño de tu mano, del tipo de chaqueta que vistas y de
cuanto sobresalga tu vientre por encima de la cintura del pantalón.
A continuación explico el método que encuentro más adecuado
y verás que, al transcurrir toda la maniobra detrás de la chaqueta, no
hace falta que sea especialmente refinado o elegante (a propósito, este
robo es muy similar al que Gary Kurtz usa para hacerse con una mo-
neda gigante en su rutina "Flurious").
Al introducir la mano izquierda en el bolsillo, la mano derecha se
desplaza para sujetar el extremo de la chaqueta igual que antes: de nue-
vo, solamente los dedos índice y mayor sujetan la chaqueta. El pulgar,
que queda libre, se coloca detrás de las cartas de la cintura (entre ellas
y la camisa). El pulgar, que toca las cartas en la esquina superior izquierda
que lleva el índice, las empuja hacia fuera de forma que la esquina que-
de contra la punta del dedo mayor por dentro de la chaqueta. Con las
cartas sujetas de este modo por su esquina, mueve la mano hacia de-
lance, extrayendo las cartas de la cintura en un plano horizontal.
Moviendo entonces la mano hacia la izquierda mientras la esquina in-
terior izquierda de las cartas se encuentra aún en contacto con el cuerpo,
las cartas pivotarán hacia el interior de la mano (en la fig. 2 se ha apar-
tado el pulgar para mayor claridad). También puedes ayudarte con el
dedo anular para llevar las cartas hacia dentro de modo que acaben en
posición de empalme lateral. En el caso de que no conozcas esta ma-
nera de empalmar de Steranko, la fig. 3 (pág. 52) la muestra de forma
clara; verás que las cartas se sujetan de forma horizontal, cara arriba, en-
tre los dedos mayor y anular gracias a la presión de la punta del mayor.
Saca la mano izquierda, que lleva la carta indiferente cara abajo,
y suelta con la mano derecha la chaqueta, aunque esta mano debe que-
dar más o menos en la misma posición, todavía ocultando de manera
natural las cartas que contiene.
En este momento comenta algo como: Aunque encontrarlos Ases
de esta manera seria más impresionante que localizarlos con la baraja fuera
del bolsillo, aun asi todavía no constituiría un truco de magia fenomenal. Por
lo tanto, no lo haré. Vuelve la carta para mostrar que no es un As (al con-
trario de lo que tu público esperaba), lo cual normal mente_provoca _
cierta diversion.
No, haré aparecer los Ases sin meterla mano en el bolsillo. Durante es-
tas bromas, voltea la carta indiferente cara abajo y vuelve a introducirla
en el bolsillo mientras la mano derecha (con las cartas empalmadas)
sujeta el extremo de la chaqueta igual que las veces anteriores. Ya den-
tro del bolsillo, la mano izquierda desliza la carta que sujeta a la parte
inferior de la baraja, e inmediatamente agarra toda la baraja (excepto
la carta superior, que está en posición horizontal) y la extrae secreta-
mente del bolsillo. Mientras lo haces es necesario girarse hacia la
izquierda para que el robo no se vea.
Decir que empalmas la baraja sería exagerar; más exactamente, la
sujetas muy abajo en la mano con la base del pulgar por el lado iz-
quierdo y el meñique por el lado derecho, por lo que los restantes
dedos quedan más o menos libres. Esta posición podria asemejarse a
un empalme del tahúr "bajo" (Deep Gambler's Cop); sin embargo las
cartas quedan ocultas enteramente por el cuerpo y no por algún tipo
de virtud especial del empalme. La carta superior de la baraja queda
naturalmente en el bolsillo, ya que gracias a su orientación diferente
no interfiere con. l a maniobra. En cuanto la mano izquierda salga del
bolsillo, coge con ella el lado izquierdo de la chaqueta y ábrelo de ma-
nera que la baraja quede oculta tras él (fig. 4).
Si doblas un poco el dedo mayor, las esquinas superiores derechas
deben quedar de nuevo apoyadas contra la base de los dedos mayor y
anular, igual que lo estaban durante la posición de empalme. Las cartas
se sujetan con la presión de la punta del dedo mayor, lo que quiere de-
cir que el pulgar no interviene en absoluto en la sujeción de las cartas.
Ahora hace falta un tacto ligero, ya que el pulgar tiene que levantar
sólo el As superior dejando los dos restantes donde están (fig. 8). Mien-
tras el pulgar se desplaza hacia arriba levantando el As hasta donde le
sea posible, los dedos se doblan hacia dentro llevando las otras dos
cartas otra vez a la posición de empalme lateral. Con suerte, toda esta
acción para volver a empalmar los dos Ases aparentará ser parte del
revoloteo de las cartas. Aunque la mano se ha mostrado vacía duran-
te el revolotee, ahora vuelve a contener dos Ases ocultos.
Si te resulta difícil separar sólo una carta y algunas veces levantas
una doble, quizás quieras limar una pequeña parte de la esquina de
los dos Ases inferiores (que serán los dos Ases superiores justo antes
de empalmarlos de la parte superior de la baraja). Siempre que dicha
esquina quede sólo un poco más corta, no afectará a la carta triple du-
rante el revoloteo, pero te permitirá separar un As de los otros dos casi
automáticamente.
Ahora, de la mejor manera posible, coloca en la mano izquierda
el As que has separado de los otros dos y que, por tanto, está a la vis-
ta del público. Todavía hace falta sujetar la chaqueta para ocultar la
baraja, que también sostienes con la misma mano, pero, aun así, los
dedos pulgar e índice deberían quedar libres para sujetar el As. La fig.
9 muestra la posición aproximada en que suelen quedar mis dedos,
pero debo insistir en que la mano izquierda tiene que improvisar un
poco, ya que no se emplean técnicas ni empalmes convencionales.
No hace falta que diga que esta mano no debe moverse para no
exponer la baraja, con lo cual es la mano derecha la que se dirige ha-
cia ella para depositar el As.
Lleva la mano derecha a su posición frente al forro de la chaque-
ta y haz aparecer el segundo As exactamente del mismo modo. Puedes
aumentar el efecto pellizcando un poco de tela con la mano derecha
antes de la aparición para dar la impresión de que la carta se extrae ge-
nuinamente a través de la tela.
Gira las cartas de la misma forma aunque, obviamente, sólo vol-
verás a empalmar una carta. Pon este segundo As también en la mano
izquierda, al lado o encima del primero.
Repite las mismas acciones con la tercera carta, aunque ya será mu-
cho más fácil. Tendrás que mantener la misma secuencia de acciones para
lograr uniformidad. Pon también el tercer As en la mano izquierda.
Para el último As, finge intentar hacerlo aparecer de la misma ma-
nera, pero aparenta tener dificultades. Explica que los dos primeros
fueron fáciles ya que, al haber más Ases en la baraja, había mayor pro
babilidad de encontrar un As. Como si fueses a ilustrar el comentario,
toma los tres Ases en la mano derecha mientras la mano izquierda se
mantiene inmóvil y di: Estos tres primeros fueron fáciles.
Vuelve a colocarlos inmediatamente en la mano izquierda y roba
en ese momento toda la baraja con la mano derecha. Me desagrada-
ría que pensases que toda esta rutina se basa en técnicas chapuceras
pero, de nuevo insisto, me temo que el método es bastante burdo. De-
pende más del empleo de la chaqueta como cobertura y de realizar el
pase mientras hablas con el público.
En cuanto la mano derecha vuelva a poner los Ases en la izquierda,
los dedos de la mano derecha se deslizan detrás de la chaqueta y co-
gen la baraja como pueden. Yo suelo poner el dedo mayor delante de
la baraja y los otros dedos por detrás sujetándola en esta posición (fig.
10). La mano derecha se desliza hacia abajo por el lateral de la cha-
queta con el pulgar todavía por el lado del forro; los dedos, que llevan
sujeta la baraja, quedan ocultos por detrás. La mano derecha sigue des-
lizándose hacia abajo por el lateral de la chaqueta y dobla por la
esquina de forma que pase a sujetar la parte inferior de la chaqueta.
Toda esta acción ocurre rápidamente, mientras hablas al público, y de-
bería - pasar casi desapercibida. Al final del robo, deberá parecer
si mplemente como si.la mano derecha estuviese sujetando la parte in-
ferior de la chaqueta para estirarla.
El pulgar derecho frota el forro como si buscase el último As (la
baraja sigue oculta detrás de la chaqueta). Fingiendo desolación, mira
al público y comenta que quizás seria más fácil extraer toda la baraja.
Mirando directamente a los espectadores, la mano, derecha suelta la
chaqueta. Simultáneamente gira la mano de manera que quede dor-
so al público con los dedos hacia dentro llevando la baraja al interior
de la mano (fig. 11). No es importante que la baraja quede completa-
mente oculta, ya que moverás la mano derecha inmediatamente hacia
el forro de la chaqueta y la abrirás en un abanico tan amplio como te
sea posible, como si la hubieses extraído a través de la chaqueta.
Desprendiéndote dejos Ases, introduce la mano izquierda vacía -
en el bolsillo y saca la única carta que queda, el último As, con el cual
pondrás fin a un juego dificil pero bonito.
CAPÍTULO DOS
Viajeras
Si has llegado al final de la explicación precedente, lo mínimo que
puedo hacer es feliciarte. Si no pudiste, no te culpo; no obstante te rue-
go estudies los primeros dos párrafos, donde explico un método para
cargar secretamente cartas empalmadas en la cintura del pantalón. Esta
técnica también se emplea en la siguiente rutina -mucho más sencilla-
que reproduce el efecto de las "Viajeras" de Da¡ Vemon. 9
La rutina comienza de la misma manera: los cuatro Ases se de-
vuelven a la baraja y se llevan a la posición superior. Empalmas de
nuevo los tres primeros y guardas el resto de la baraja en el bolsillo
exterior izquierdo de la chaqueta; al mismo tiempo, cargas secreta-
mente las cartas empalmadas en la cintura del pantalón como se ha
descrito. No hace falta preocuparse por colocar la baraja en una posi-
ción concreta dentro dei bolsillo, como en el efecto anterior.
Anuncia ahora que los Ases han desaparecido y que reaparecerán en
cuatro bolsillos distintos. Muestra ambas manos vacías y comienza a mo-
ver la derecha como si fuese a introducirse en el bolsillo interior izquierdo
de la chaqueta. Para ayudar, la mano izquierda sujeta el lateral izquier-
do de la chaqueta, cerca del ojal del botón. Esto permite que el dedo
índice se coloque entre las cartas de la cintura y la chaqueta; los demás
dedos se deslizan entre las cartas y el cuerpo. En esta posición, puedes
pinzar las cartas por la esquina del índice entre los dedos índice y ma-
yor y extraerlas de la cintura moviendo la mano un poco hacia arriba.
Puedes ayudarte con el dedo anular para empujar un poco las cartas por
su extremo superior haciendo que giren hacia la izquierda sobre el eje
de rotación creado por la esquina sujeta; esto hace que queden inclina-
das hacia arriba, aunque tampoco es esencial.
Aparenta introducir la mano derecha en el bolsillo interior de la
chaqueta, pero en realidad aléjala del bolsillo y extrae el primer As
simplemente sacándolo de la mano izquierda, donde quedan los
otros dos (fig. 12). '

9. ESTRELLAS DE LA MAGIA Serie 6 N° 3, pág. 107 '


Cuida que parezca que las manos nunca se aproximan la una a la
otra; evidentemente, debe dar la sensación de que la carta proviene del
bolsillo interior. Deja sobre la mesa el primer As con la mano derecha
(puedes ponerlo en el bolsillo de pecho de la chaqueta, si no hay nin-
gún otro lugar conveniente); pasa ahora a coger con la mano derecha
el lado derecho de la chaqueta en la misma posición en que is mano iz-
quierda toma el suyo. La mano izquierda suelta su agarre y rápidamente
se desplaza a la derecha, hacia el bolsillo interior derecho, llevando con-
sigo los otros dos Ases.
Puedes evitar tener que empalmar momentáneamente los Ases ti-
rando del lado derecho de la chaqueta hasta cubrir la mano izquierda
en su trayecto hacia el bolsillo interior.
Finge introducir la mano izquierda -que lleva dos cartas- en el bol-
sillo interior para extraer el siguiente As. En realidad, la mano izquierda
pasa de largo el bolsillo y se dirige hacia la mano derecha, esta vez para
depositar allí una de sus dos cartas. La mano derecha simplemente toma
uno de los Ases entre los dedos y la cara interior de la chaqueta; ase-
gúrate de que los espectadores no perciban movimiento alguno. La
mano izquierda se dirige hacia arriba y extrae el otro As, aparentemente
del interior del bolsillo. Deja este As junto al primero.
A continuación la mano derecha abre la chaqueta por el lado de-
recho para descubrir el bolsillo derecho del pantalón, se introduce en
él y extrae el siguiente As (para asegurarte de que no se vea la carta,
no sueltes la chaqueta hasta que l a mano esté dentro del bolsillo; igual
que antes, no hace falta empalmarla).
Deja aparte el tercer As mientras metes la mano izquierda des-
preocupadamente dentro del bolsillo izquierdo del pantalón, como
si fueses a extraer el último As. Al no encontrarlo, aparenta descon
cierto y comienza a registrar otros bolsillos con ambas manos. Para
terminar, acerca la mano izquierda al bolsillo izquierdo de la chaqueta
y simplemente extrae de allí el último As tomándolo del dorso de la
baraja. Reconozco que es un método de lo más descarado pero, a pe-
sar de ello, sé por experiencia que funciona. Como alternativa, y quizás
preferiblemente, podrías empalmar el As con la mano izquierda mien-
tras está dentro del bolsillo y hacerlo aparecer en cualquier otro sitio,
de forma muy parecida al procedimiento original de Vernon. Yo sue-
lo cargarlo dentro de una cartera que llevo en el bolsillo interior
derecho de la chaqueta, aunque sé que el señor Vernon era contrario
a tal maniobra. Reciba mis disculpas por este faux pas, pero lamen-to decir que lo encuentro muy efectivo.

Para terminar, un último detalle podría ser no introducir la bara-


ja en el bolsillo. Puedes simular guardarla allí mientras cargas en la
cintura del pantalón las tres cartas empalmadas, y justo cuando la ba-
raja está entrando en el bolsillo empuja la carta superior para que caiga -
dentro; después, aparentando cambiar de opinión, di algo como: ¿Por
qué no sujeta ustedla baraja?Así podrás entregarla a un espectador y ha-
cer aparecer los tres Ases igual que antes, sacando el último del
bolsillo izquierdo sin más contemplaciones---- ` - -

10. En francés en el original (N. del T)


De la misma manera, si dejaste el estuche de las cartas en el bol-
sillo izquierdo de la chaqueta, podrías empalmar un As en la mano
izquierda (quizás empalmándolo de abajo) y los otros tres en la dere-
cha, igual que antes, tras lo cual dejas la baraja sobre la mesa. Introduce
después la mano izquierda en el bolsillo izquierdo de la chaqueta para
sacar el estuche y deja allí el As, a la vez que justificas la carga de los
otros tres en la cintura del pantalón mientras la mano derecha sujeta
la chaqueta.
Aunque presento esta idea al final y casi como si fuese de última
hora, estoy empezando a creer que quizás sea ésta la mejor versión
(siempre que estés dispuesto a empalmar con ambas manos).

Intercambio ambidextro
Uno de los privilegios de mantener la magia principalmente como
afición y no como profesión, es que uno puede inventar los métodos
menos prácticos y más inútiles para hacer efectos de magia sin preo
cuparse por la necesidad de tener que realizarlos en público. Sin
embargo, y sorprendentemente, algunas de tales aberraciones se han
colado en mi repertorio sin que me haya dado cuenta y, casi sin nin-
gún cambio, han pasado a ser efectos que uso continuamente frente
a espectadores. Un ejemplo de este tipo es la carta rota y recompues-
ta que realizo. Otro es la monstruosidad que viene a continuación. Ni
por un momento pienso que alguien de entre el público crea que lo
que está viendo es magia, pero la rutina parece poseer algún tipo de
encanto artístico especial.
En el efecto intervienen cuatro Ases firmados que se guardan en cua-
tro bolsillos y que cambian de lugar con cuatro Reyes firmados que
tienes en la mano. Como ves, este es el tema "Intercambio" del señor
Horowitz. Si deseases emplear el clímax adicional en el que los cuatro
Ases que están en tu mano desaparecen y reaparecen en los cuatro bol-
sillos donde empezaron, la rutina mostraría un claro parentesco con las
"Viajeras ambidextras" de Jennings, por lo cual podemos concluir que
lo que nos ocupa es algo así como un intercambio ambidextro.
Dispón los cuatro Ases firmados ordenados, desde los dorsos, en
secuencia Corazones, Tréboles, Diamantes y Picas. Coloca el paque-
te cara hacia los espectadores en el bolsillo de pecho de la chaqueta.
Haz que se firmen los cuatro Reyes y ordénalos en secuencia Picas,
Corazones, Tréboles y Diamantes, cara abajo en la mano izquierda.
Presenta a continuación el efecto y extrae con la mano derecha los Ases
del bolsillo de pecho; mientras tanto, deja caer la mano izquierda al
costado. Voltea secretamente el Rey superior empujándolo hacia la de-
recha con el pulgar y volteándolo con los dedos (este volteo de Hugard
se explicó en el Capítulo Uno; quizás quieras refrescar la memoria con-
sultando I las figs. 5 y 6, págs. 28 y 30). Lleva después la mano izquierda
de nuevo a la altura de la cintura y coloca los Ases encima del paquete
de Reyes, con cuidado de no exponer la carta vuelta. Así pues, queda
un Rey secretamente vuelto cara arriba debajo de los cuatro Ases.
Sujeta ahora el paquete con la mano derecha en posición de cor-
tar, lo cual deja la mano izquierda libre para tomar el As de Picas (el
primer As), voltearlo cara abajo e introducirlo en el bolsillo exterior
izquierdo de la chaqueta. De inmediato empalma la carta y saca la
mano para llevar el naipe a la parte inferior del paquete a la vez que
la mano derecha pone sus cartas en la mano izquierda. Esto permite
a la mano derecha tomar el siguiente As (As de Diamantes) para guar-
darlo, cara hacia dentro, en el bolsillo exterior derecho de la chaqueta.
Empalma también esta carta inmediatamente. Yo llevo la carta a la po-
sición del empalme lateral de Steranko mientras la mano está dentro
del bolsillo, aunque un empalme longitudinal también valdría. Aho-
ra tienes que añadir la carta empalmada al fondo del paquete de la
mano izquierda a la vez que la mano derecha toma el siguiente As.
Esta es la razón por la cual recomiendo el empalme lateral o el longi-
tudinal, ya que hacen que sea bastante fácil deslizar una carta desde
- cualquiera de estas posiciones a la inferior del paquete, que no resul-
ta tan sencillo desde la posición de empalme clásico.
Ahora aparenta introducir el siguiente As (Tréboles) cara hacia den-
tro con la mano derecha en el bolsillo interior de la chaqueta. En
realidad, sólo introducirás la esquina inferior derecha (la que tiene ín
dice) quedando la mayor parte de la carta sobresaliendo por encima
del bolsillo.
Si enganchas un boligrafo en el centro del bolsillo, podrás enca-
jar la carta contra él para evitar que pueda deslizarse al interior. Más
adelante en la rutina robarás esta carta (la fig. 15, que muestra este pase,
también muestra cómo se emplea el boligrafo para sujetar la carta en
su sitio).
Quedarán dos cartas cara arriba en el paquete: el último As, el de
Corazones, y el Rey que volteaste secretamente. Con un doble volteo
podrás cambiar fácilmente el As por el Rey para guardar éste en el bol-
sillo derecho del pantalón.
Como alternativa, yo prefiero tomar la carta doble cara arriba con
nú mano derecha por un extremo con el pulgar debajo y los dedos
por encima. Uso esta carta doble para tirar hacia atrás del lado dere
cho de la chaqueta exponiendo el bolsillo del pantalón; ahora hago
l o que es esencialmente el cambio milagroso (Marlo's Miracle Chan-
ge, que es a su vez una variante de Marlo de un antiguo pase de Okito)
usando el lateral de la chaqueta como cobertura. Al emplear la carta
doble para tirar hacia atrás de la chaqueta, parte de su dorso queda
oculto tras la tela. Con los dedos tira hacia abajo y hacia la derecha
de la carta de cara de la doble -el As- de modo que quede completa-
mente oculta tras la chaqueta (fig. 13).
Después, pinza con los dedos índice y mayor la esquina de la otra
carta -el Rey- y estíralos manteniendo la carta cara abajo (fig. 14). To-
davia sujetas con los dedos el lateral de la chaqueta, apretando contra
él el As; eso no te impide que puedas deslizar el Rey cara abajo en el
bolsillo del pantalón. Puedes ayudarte del pulgar para hacerlo. Como
el dorso de la carta siempre queda a la vista de los espectadores, la im-
presión de que el As se guarda dentro del bolsillo es muy convincente,
aunque en realidad lo hayas cambiado por el Rey.
Ahora tienes que descargar el As encima del paquete. Moviendo
la mano derecha hacia la izquierda, relaja la sujeción sobre la chaqueta
(ésta permanecerá más o menos en la posición en que está) arrastra la
carta y llévala a la posición del empalme de Tenkai. Verás que la car-
ta ya estaba casi en la posición del empalme de Tenkai anteriormente,
a pesar de que la chaqueta se encontraba entre la mano y aquella. Todo
lo que hace falta, pues, es. dejar que la chaqueta se deslice fuera de la
mano para que la carta quede automáticamente en la posición correcta.
En un gesto explicativo, simplemente descarga la carta con la mano
derecha sobre el paquete de la mano izquierda; puedes hacerlo mien-
tras anuncias que las cartas del bolsillo cambiarán de lugar con las que
tienes en tu mano. Claramente, el doble volteo es la opción más fácil
de las dos, pero, como te habrás dado cuenta ya, esta rutina no fue
precisamente diseñada para que fuese sencilla de realizar.
Con algo de suerte, tu público creerá que los cuatro Ases están en
los bolsillos y que tienes los cuatro Reyes cara abajo en tu mano iz-
quierda. Esta impresión quedará reforzada si extiendes las tres primeras
cartas, sin alterar su orden, manteniendo las tres últimas como una sola.
Coloca esta carta triple encima de las otras tres. Voltea todo el pa-
quete cara arriba y haz una cuenta Elmsley para mostrar cuatro Reyes.
Ahora comienza el efecto con la transformación del primer Rey en
un As. He pretendido que cada cambio sea más impresionante que el
anterior. La mano izquierda se vuelve palma abajo de modo que se pue-
da ver el dorso de las cartas, como si fueses a hacer la carta corrida
(afortunadamente, no es el caso). Saca con la mano derecha la carta su-
perior, un As cara abajo, y gira de nuevo la mano izquierda a su posición
anterior. Haz los movimientos adecuados para dar a entender que la car-
ta de tu mano derecha cambiará de lugar con uno de los Ases; vuelve la
carta y muestra que así ha sido. Coloca el As, de cara al público, en el
bolsillo de pecho de la chaqueta. Yo simulo tener dificultades para ha-
cerlo; es una buena razón para que la mano izquierda -que aún sujeta
sus cartas- agarre el lateral de la chaqueta más o menos a la altura del
bolsillo de pecho. Esto me facilita el introducir el As en el bolsillo de pe-
cho pero, lo que es más importante aún, hace que los dedos izquierdos
entren en contacto con el As de Tréboles que quedó sobresaliendo por
encima del bolsillo interior de la chaqueta (fig. 15).
Deja caer la mano izquierda al costado y, en el trayecto, extrae se-
cretamente el As de Tréboles del bolsillo interior añadiéndolo a la cara
del paquete y manteniendo bajo él una separación.
Lleva después la mano izquierda hacia arriba en dirección a la mano
derecha cuidando no enseñar la cara del paquete.. Tras haber mostrado
la mano derecha vacía, llévala a la cara del paquete para cubrirlo según
sube, con lo que ésta quedará oculta. Inmediatamente, lleva al empal-
me clásico de la mano derecha la carta de arriba de la separación y aparta
la mano derecha ligeramente hacia un lado para exponer la cara del Rey
de Tréboles. La coordinación del movimiento de ambas manos es im-
portante para asegurarse de que el As no queda expuesto sin que lo
adviertan antes de tiempo; todo el proceso debe parecer natural.
Ahora, como si hicieses un pintaje, frota con la mano derecha -con
la carta empalmada- la cara del paquete. Deja caer la carta empalma-
da encima y muestra la transformación del Rey en As. Levanta la carta
doble (el As y el Rey de Tréboles) como si fuese una sola y guárdala en
el bolsillo de pecho de la chaqueta delante del As de Picas. Quedan
ahora cuatro cartas en la mano izquierda, todas rojas. Muestra estas cua-
tro cartas como dos, por medio de una dada doble tomando a la vez
con la mano derecha las cartas inferior y superior cuadradas como una
sola; queda entonces una carta doble en la mano izquierda; como al-
ternativa, quizás prefieras extraer las dos cartas centrales utilizando la
cuenta Gemini de Brother Hamman. En este caso, tira un poco hacia
atrás de la carta superior con el pulgar izquierdo haciendo a la vez un
bucle con la carta inferior; la mano derecha podrá así extraer las dos
cartas centrales cuadradas como una sola, lo que dejará las cartas su-
perior e inferior como una en la mano izquierda. De cualquiera de las
dos maneras, cada mano termina sujetando una carta doble con los Ases
del palo correspondiente detrás de cada Rey.
Por un momento, deja la carta doble de la mano derecha en la
mano izquierda para que puedas volver a tomarla por el extremo de-
recho en posición para otro cambio milagroso. Aparentarás poner esté .
Rey cara abajo entre el pulgar y el indice de la mano izquierda, que
sujeta la otra carta doble. Cuando gires la mano para hacerlo, en el
momento en que el dorso queda de cara hacia el público, encoge los
dedos de la mano derecha y arrastra el Rey llevándolo a la posición
del empalme de Tenkai en la mano derecha; mientras, el pulgar y el
índice de la mano izquierda toman en realidad la carta trasera de la
doble, que es el As cara abajo (fig. 16).
No hace falta señalar que el público no debe sospechar que haya
ocurrido cambio alguno aún.
Finge intentar mayor claridad y para ello usa la mano derecha (to-
davía con la carta empalmada) para tirar de la manga izquierda.
Girándote un poco hacia la izquierda, dobla los dedos índice y ma
yor izquierdos y pinza entre ellos la esquina superior izquierda de la
carta empalmada, como si fueses a hacerla aparecer a la manera de los
manipuladores. Con la carta así sujeta, agarra la manga izquierda por
encima del codo entre el pulgar y el índice (el cual sujeta la carta al
mismo tiempo, fig. 17).
Tira hacia atrás de la manga un par de centímetros e inmediata-
mente después deja caer de golpe la mano derecha unos centímetros,
estirando los dedos al hacerlo, de manera que la carta se deslice por
el costado izquierdo del cuerpo, bajo el brazo izquierdo, y se intro-
duzca directamente en el bolsillo exterior de la chaqueta. Esta es la
razón por la que debes ofrecer tu lado derecho al público, de modo
que todo quede cubierto. Si los bolsillos de tu chaqueta tienen sola-
pas, asegúrate de meterlas para que no dificulten el pase.
Después, la mano derecha se desplaza para tomar la carta sencilla
de la mano izquierda con su dorso aún hacia los espectadores; ahora
la mano izquierda, todavía sujetando su carta doble, tira ligeramrnte
de la manga derecha para imitar las acciones de la mano desecha. La
mano derecha voltea su carta para mostrar la transformación al público
y la coloca en el bolsillo de pecho delante de las demás.
Finalmente, toma la última carta doble en la misma posición que
para el cambio milagroso pero, esta vez, ejecuta un cambio instantá-
neo (Snap Change). Es básicamente el mismo pase que el cambio
milagroso pero realizado- mucho más rápido. Sujeta las cartas con la
mano derecha por un extremo con el lado paralelo al suelo; el pulgar
queda por detrás de las cartas apretando desde su posición contra el
dedo índice que está por el otro lado. Estos dos dedos deben perma-
necer rectos y rígidos. Da un papirotazo con la mano izquierda por
el extremo libre de la carta doble y, al mismo tiempo, encoge rápida-
mente los tres dedos inferiores de la mano derecha, arrastrando con
ellos la carta delantera de la doble hasta la posición de empalme de
Tenkai mientras la carta inferior permanece en su lugar. Mucha gen-
te, yo mismo incluido, piensa que el cambio resulta más fácil si se
coloca el dedo meñique detrás de la carta doble, pues permite una su-
jeción mejor sobre la carta en el momento de empalmarla con rapidez.
Por supuesto, existen muchos pases excelentes para cambiar la carta
delantera de una doble por la otra y puedes elegir el que desees. Lo
único importante es que el As quede como carta sencilla en la mano
izquierda mientras la mano derecha cae al costado con el Rey en el
empalme de Tenkai. En este momento los Reyes ya se han transfor-
mado uno a uno en los Ases, cada vez de una forma más sorprendente.
El siguiente pase es posiblemente el más dilcil, pero afortunada-
mente es también el último. De manera similar a como dejaste caer la
carta en el bolsillo exterior, cargarás rápidamente la carta empalmada
en la mano derecha dentro del bolsillo interior de la chaqueta al ex-
traer los Ases del bolsillo de pecho. Sujeta con la mano izquierda el
lado izquierdo de la chaqueta (la mano sujeta a la vez el último As)
más o menos a la altura del botón superior, y tira de la chaqueta un
poco hacia fuera para abrirla unos centímetros. Mueve la mano dere-
cha hacia arriba y hacia el bolsillo de pecho con la carta oculta en el
empalme. Según se mueve hacia arriba formando un arco, desliza los
2 dedos detrás de la chaqueta. En este momento, igual que antes, en-
coge los dedos . índice y mayor para pinzar la esquina de la carta
empalmada, a continuación estíralos para "hacerla aparecer" de ma-
nera que quede en la punta de los dedos extendidos por detrás de la
chaqueta. La mano derecha sigue su movimiento en arco hacia arriba
manteniendo oculta la carta por dentro de la chaqueta y, cuando aque-
lla se sitúa un poco por encima de la abertura del bolsillo interior, el
pulgar derecho la aprieta contra el interior de la chaqueta permitien-
do a los dedos abandonar - su sujeción. Los dedos se mueven hacia la
derecha y ya fuera de la chaqueta, dejando atrás el Rey sujeto en su
posición por el pulgar. Ahora mueve toda la mano hacia abajo para
sacar las cartas del bolsillo de pecho. Al deslizarse la mano hacia aba-
j o, el Rey se desliza por detrás de la chaqueta hasta introducirse en el
bolsillo interior (fig. 18).
El bolígrafo que engancho en el bolsillo sirve también para man-
tenerlo abierto durante este pase. Cuando la carta se encuentre dentro
del bolsillo, suelta la sujeción del pulgar para que caiga hasta el fon
do; mientras tanto, los dedos índice y mayor pinzan todas las cartas
dei bolsillo de pecho y las extraen. En cuanto salen de la chaqueta, el
pulgar se coloca detrás de ellas y las sujeta de manera más natural. Aun-
que lo he descrito paso a paso, es importante señalar que la carga de
la carta es rápida y que los dedos sólo quedan ocultos muy brevemente.
El hecho de que el pulgar quede oculto detrás de la chaqueta debería
pasar desapercibido, ya que el dorso de la mano cubre este hecho du-
rante todo el proceso.
Coloca el As de la mano izquierda en la cara del paquete de Ases
que acabas de sacar, de modo que el Rey quede en cuarta posición des-
de la cara.
Coloca todas las cartas cara arriba en la mano izquierda. Estás en
posición para hacer una cuenta bucle para mostrar cuatro Ases. Creo
que es lógico pensar que si has llegado hasta aquí, conoces la cuenta
bucle: extiende las dos primeras cartas una a una, haz un bucle de la
última carta con el dedo índice izquierdo (o puedes tirar de ella hacia
abajo con el meñique, que es como yo prefiero hacerlo) de modo que
puedas tomar las dos siguientes cartas juntas como si fuesen una sola,
ocultando así el Rey. Tienes que poner la última carta, sencilla, enci-
ma de las demás, para que quede el Rey debajo como última carta. Si
deseas terminar aquí, simplemente empalma el Rey en la mano dere-
cha al cuadrar los Ases y hazlo aparecer del bolsillo derecho de la
chaqueta; los demás Reyes aparecen en sus respectivos bolsillos. Sin
embargo, con un poquito más"de esfuerzo, podrías probar el clímax
adicional que ya mencioné antes.
Para ello, en lugar de empalmar el Rey al cuadrar las cartas des-
pués de la cuenta bucle, obtén una separación encima de las dos cartas
i nferiores; es sencillo porque basta con obtener una separación por en
cima de la carta doble. Ahora desplaza esas dos cartas hacia la derecha
con los dedos_ de la mano izquierda mientras la mano derecha cuadra
las cartas desde arriba, de manera que puedas empalmarlas en la mano
derecha. Ve al bolsillo exterior derecho, deja allí la carta más cercana
a la palma y haz aparecer la otra -el Rey- que colocas en el bolsillo
de pecho. Ahora haz aparecer nny limpiamente el Rey del bolsillo del
pantalón, pero agarra "accidentalmente" el pañuelo que llevas en el
bolsillo de forma que, al sacar la carta, parte de aquel quede fuera del
bolsillo. Percátate de ello, pero no comentes nada y coloca el segun-
do Rey también en el bolsillo de pecho. Haz aparecer los otros dos
Reyes de manera igualmente limpia y colócalos en el bolsillo de pe-
,cho, aparentemente para concluir el efecto.
Te quedan tres Ases en la mano izquierda y tienes cuatro Reyes
en el bolsillo de pecho. Mientras recibes tu aplauso, lleva despreocu-
padamente la mano derecha encima de los Ases cara arriba para
cuadrarlos. Tira del As inferior hacia la derecha para que puedas em-
palmarlo en el empalme de Tenkai en la mano derecha. I.leva la mano
derecha hacia arriba para sacar los Reyes del bolsillo de pecho y car-
ga la carta empalmada en el bolsillo interior exactamente igual que
antes. Coloca los Reyes que acabas de sacar cara arriba encima de los
Ases de la mano izquierda y, al cuadrar el conjunto, empalma de aba-
jo el siguiente As en el empalme clásico de la mano derecha (en otras
palabras: un robo lateral normal). Advierte que el pañuelo aún so-
bresale del bolsillo y, sin llamar la atención sobre él, introdúcelo en
el bolsillo cargando la carta en su interior. Como nadie espera que va-
yas a hacer nada, esto queda muy natural.
Como si se te hubiese ocurrido en ese momento, regala las cartas
como recuerdo a las personas que las firmaron. Al acercarte a la per-
sonaque firmó los cuatro Reyes, desliza por último la carta inferior
hasta llevarla al empalme de Tenkai en la mano derecha, y cárgala en
el bolsillo exterior de la chaqueta mientras tiras hacia arriba de la man-
ga, igual que antes. Leído, todo este procedimiento para volver a cargar
las cartas puede parecer bastante burdo, pero te aseguro que funcio-
na perfectamente, ya que todo el mundo ha relajado su atención en
este momento. Da los Reyes uno a uno al primer espectador y dirí-
gete después a la persona que firmó los Ases como si fueses a dárselos;
entonces, mira tus manos con desconcierto percatándote de que los
Ases no,están ahí. De repente, todo parece encajar y explicas que se-
guramente han regresado al lugar donde empezaron, y procedes a
sacarlos limpiamente de los bolsillos.

Rutina con una carta"


Como continuación al efecto anterior, me gusta la idea de expli-
car que todo sucedió no gracias a la habilidad del artista, sino por el
i ngenioso diseño del traje, que contiene un elaborado sistema de po
leas y transportadores que operan por debajo del forro. Como
demostración, tomas una carta de las firmadas por el espectador, la
colocas dentro de un bolsillo e inmediatamente la extraes de otro; la
guardas en otro bolsillo y otra vez la extraes de otro distinto. Conti-
nuas así cada vez más rápidamente, casi como si se tratase de la típica
rutina con. una moneda.
Daré una breve explicación del método que uso en la actualidad;
será breve porque este es un juego que modifico constantemente más
que ningún otro. Tampoco quiero aburrir al lector con más explicacio
nes complejas sobre empalmes Tenkai y cambios. Algunos de los pases
necesarios han sido utilizados en rutinas anteriores: el empalme del ta-
húr, por ejemplo; también el cambio milagroso (la carta inferior de una
doble se lleva al empalme de Tenkai al voltearlo, y se muestra el dorso
de la otra carta, que se toma por la que se mostró -fig. 1 6, pag. 69).
Además, se emplean los dos pases siguientes: en primer lugar, el
empalme por arriba de Hugard (también conocido como el empalme
del profesor Lowey): sujeta una carta doble cara arriba en la mano iz
quierda. Sujétala en una posición elevada, con la esquina inferior
izquierda en la horca del pulgar. Inclinando la mano hacia ti, el pul-
gar empuja sobre la cara de la carta de forma que ésta pivote sobre la
base del pulgar hasta llegar a la posición del empalme clásico. La.mano
derecha se acerca y toma la carta trasera (fig. 19).
Creo entender que Vernon siempre atribuyó este pase a Lowey,
aunque yo lo aprendí en EXPERT CARD TECHNIQUE (libro que te in-
vito a consultar si necesitas una explicación más detallada).
En segundo lugar, el Cambio de Vernon (o mejor, uno de los mu-
chos que tiene): sujeta una carta cara abajo con la mano izquierda en
la punta de los dedos, con otra cara abajo en el empalme de Tenkai
de la mano derecha. Cuando la ruano derecha se acerca a la izquier-
da, los dedos índice y mayor derechos se encogen y pinzan la esquina
superior izquierda de la carta empalmada, dejando libre el pulgar. La
mano derecha se acerca a la izquierda por el lado derecho. La caria de
la mano izquierda se coloca directamente en posición del empalme
de Tenkai por encima de la otra carta; para esto, hace falta que los de-
dos derechos se estiren un poco para facilitar el acceso (fig. 20). Los
dedos derechos se estiran dejando a la vista su carta; en cuanto sea con-
veniente, el pulgar derecho la sujeta por detrás de forma más natural
(al mismo tiempo, sigues con la otra carta empalmada). Así habrás
cambiado una carta por otra en la acción de voltearla.
Es importante que la carta que utilices en el efecto esté firmada;
de lo contrario, se podría sospechar la existencia de duplicados.
La rutina comienza con una carta doble; la carta firmada es la cara
de la doble. Si realizas este juego como continuación de la rutina ante-
rior podrás usar cualquiera de las cartas firmadas, aunque será necesario
añadir secretamente detrás de ella otra de las restantes para formar la
doble. Sujeta la doble por el extremo derecho, con su cara hacia el pú-
blico. Al volver la carta cara abajo para ponerla en la mano izquierda
en posición de dar, realiza el cambio milagroso reteniendo la carta de
la cara en el empalme Tenkai de la mano derecha, con lo que pondrás
una carta indiferente en la izquierda. Guarda con esta mano la carta en
el bolsillo exterior izquierdo de la chaqueta y vuelve a sacarla empal-
mada cara arriba (esto es importante). Si sujetas el lateral izquierdo cíe
la chaqueta con la mano derecha a la vez, que introduces la mano iz-
quierda en el bolsillo, proporcionarás cobertura a la carta. empalmada.
Lleva después la mano derecha al bolsillo exterior derecho de la
chaqueta y haz aparecer la carta empalmada, mostrándola como si fue-
se la que pusiste hace un momento en el bolsillo izquierdo.
Dependiendo de la posición exacta en que empalmaste la carta,
quizás necesites girarte un poco hacia la derecha de forma que la mano
quede fuera del campo de visión en el momento de introducirla en el
bolsillo; así evitarás que se pueda ver accidentalmente la carta. Me he
dado cuenta de que si se empalma la carta en una posición más ade-
lantada dentro de la mano que la normal (casi más en una posición
de empalme posterior -rear palm- que en un Tenkai), si llevas el lado
derecho de la mano en contacto con el cuerpo al introducirla en el
bolsillo, la carta no asomará.
Explica que este efécto se debe a una cinta transportadora que re-
corre la espalda de la chaqueta. Coloca ahora la carta cara arriba en la
mano izquierda, encima de la que tienes allí empalmada, de manera
que queden cuadradas formando una carta doble.
Desplaza hacia delante la carta doble y súbela hasta la posición ade-
cuada para el empalme de I-lugard, que realizas mientras aparentas
llevarte la carta con la mano derecha. Simula ponerla en el bolsillo in- .
terior izquierdo de la chaqueta mientras la mano izquierda sujeta la
chaqueta para disimular la posición poco natural de la mano debida a
la carta empalmada. En realidad, sólo haz el gesto de poner la carta en
el bolsillo con la mano derecha y llévala cara arriba al empalme de Ten-
kai plegando los dedos. Introduce a continuación la mano izquierda en
el bolsillo exterior de la chaqueta y haz aparecer la carta empalmada,
sacándola cara arriba en posición de dar; mientras, la mano derecha su-
jeta la chaqueta para proporcionar cobertura, igual que antes.
Acerca la mano derecha desde la derecha y ejecuta el cambio de
Vernon para, a continuación, llevar la mano con la carta cambiada cara
abajo, al bolsillo de pecho de la chaqueta (la carta firmada queda en
el empalme de Tenkai de la mano derecha). Saca la carta empalmada
del bolsillo derecho de la chaqueta y muéstrala.
Para demostrar que el mecanismo de la chaqueta funciona en am-
bas direcciones, guarda acto seguido la carta en el mismo bolsillo pero,
en realidad, sácala cara abajo en el empalme de Tenkai. Igual que an
tes, si los ángulos te preocupan, mantén la carta empalmada en una
posición adelantada dentro de la mano y gírate hacia la derecha para
cubrir el robo. Introduce la mano izquierda en el bolsillo de pecho y
extrae la carta indiferente, siempre con su dorso hacia el público. De
inmediato realiza el cambio de Vernon con la mano derecha para mos-
trar al público brevemente la cara de la carta.
Sin pausa, lleva la mano derecha al bolsillo interior izquitrdo (su-
jetando la carta firmada con el dorso hacia el público y con la indiferente
empalmada) como si fueses a guardar la carta en él igual que antes.
Como en la ocasión anterior, finge el gesto y lleva la carta al empalme
de Tenkai debajo de la que ya está ahí para que queden alineadas.
Lleva la mano derecha detrás del cuerpo y haz aparecer la carta
doble, lo más cuadrada que puedas, como si la hubieses extraído del
bolsillo trasero del pantalón. Hazlo al tiempo que explicas que existe
otro conducto que permite a la carta entrar en el pantalón. No hace
- falta que - las cartas estén perfectamente alineadas, ya que inmediata-
mente haces el cambió milagroso cambiando una carta por otra en la
acción de ponerlas en la mano izquierda.
Abre la chaqueta por el lado derecho con la mano derecha (que tie-
ne empalmada la carta) para que la mano izquierda pueda guardar la
carta indiferente cara abajo en el bolsillo interior derecho dejándola allí.
Suelta la chaqueta con la mano derecha y llévala al bolsillo interior iz-
quierdo, aparentando sacar de allí la carta; para mantener la simetría de
las acciones, la mano izquierda sujeta el lateral de la chaqueta.
Aparenta volver a guardar la carta en el mismo bolsillo, pero en
realidad, pásala a la mano izquierda, que sujeta la chaqueta. Para ter-
minar, la mano izquierda empalma más o menos la carta y se desplaza
hacia el otro lado hasta pasar dentro del lado derecho de la chaqueta
para hacer aparecer la carta -con el dorso hacia fuera- como si la hu-
biese extraído del bolsillo interior derecho. Este último efecto es una
secuencia de una de las rutinas de Gary Kurtz. Voltea la carta de cara
al público para finalizar. Toda la rutina dura menos de un minuto.
Aunque no es especialmente fácil de ejecutar, consuela saber que
en la mayoría de las ocasiones en que se empalma una de las cartas,
alguna parte de la chaqueta proporciona cobertura; por ello la rutina
es más resistente a los ángulos de lo que uno se imaginaría.

Otras ideas
Creo que la chaqueta ofrece multitud de posibilidades que debe-
rían explorarse. Los efectos de este tipo tienen la ventaja de poder ser
presentados ante públicos numerosos. También suelen ser bastante
sencillos en cuanto a su efecto, ya que en ellos se emplean las cartas
como objetos, más que como cartas; me refiero a que simplemente
son objetos que desaparecen y reaparecen en un bolsillo, o que atra-
viesan la chaqueta, o que hacen lo que la rutina determine; el . hecho -
de que se trate de una carta es secundario.
Desde que vi a Patrick Page en una conferencia hace varios años
descargar una moneda gigante en el bolsillo de la chaqueta al tirar ha-
cia arriba de las mangas, de la manera que he explicado en la rutina
del Intercambio ambidextro", quedé fascinado con la idea de cargar
un objeto en un bolsillo tan descaradamente. Se me ocurrió que una
aplicación sencilla de esta idea podría ser introducir una carta doble
por la mitad de su longitud cara abajo en el centro de la baraja, em-
palmar la carta de cara de la doble por medio del cambio milagroso
ya explicado, y dejar caer la carta empalmada en el bolsillo de la cha-
queta en la acción de tirar de la manga para cargarla secretamente en
el bolsillo a pesar de que, aparentemente, siga sobresaliendo de la ba-
raja. Esta noción evolucionó hasta convertirse en una rutina en la que
se colocaba una carta elegida entre los cuatro Ases para, repetidamente,
desaparecer y reaparecer en distintos bolsillos; al final, los cuatro Ases
desaparecían y se trasladaban cada uno a un bolsillo distinto, dejan-
do únicamente la carta elegida en las manos.
He olvidado completamente el método que empleaba para tal
efecto, pero si te interesa quizás seas capaz de componer algo a partir
de los pases y las ideas de este capítulo.
Para concluir, me gustaría alabar las virtudes de la buena sastrería
a medida. Un traje que te quede bien hará mucho más fáciles estas ru-
tinas. Desde luego, si estás dispuesto a invertir en la adquisición de
un traje a medida puedes especificar exactamente dónde quieres que
estén los bolsillos. Incluso si vistes un traje de confección comprado
en una tienda cualquiera, siempre puedes hacer que lo arteglen tanto
para que te resulte más sencillo realizar rutinas de este tipo, como para
que te quede mejor. Se podría incluso decir que, al igual que ocurre
en la magia con cartas, un traje hecho para una persona cualquiera se-
guramente no te quedará muy bien, a menos que hagas unas cuantas
reformas.
TRES
sobre artículos de escritorio .y la importancia de la buena fortuna

Indudablemente hay numerosas formas mediante las que se pue-


den crear efectos mágicos. A veces, mientras se juguetea con la baraja,
se puede descubrir alguna nueva idea, o quizás una variante de un jue-
go de otro mago te conduce a algo completamente distinto, o la
i nspiración puede proceder de otro ámbito diferente de la vida.
Sin embargo, por lo general se está de acuerdo en que (de hecho
así lo pienso) los mejores efectos mágicos surgen a través de un pro-
ceso de diseño.
En otras palabras, tras unas consideraciones sistemáticas, un mago
añade un juego a su repertorio, bien porque viene a cubrir cierto va-
cio en su programa de magia, bien porque el juego es particularmente
apto para el público frente al que actúa, etc.; tras probar muchos mé-
todos posibles, el mago elige uno, lo refina y perfecciona. De esta
misma manera me han enseñado a diseñar productos en los cursos que
he estado recibiendo en la universidad durante los últimos cuatro años.
No obstante, aunque uno tenga más voluntad de trabajo y es-
tudio que nadie, nunca se es ajeno a los golpes de fortuna. Durante
mis años dé estudio pasé gran parte de mi tiempo sentado ante mi
escritorio (de diseño incómodamente contemporáneo que chocaba
con la tónica general del ámbito circundante, de corte más bien ar-
caico) mirando por el arco de piedra de mi ventana hacia los bosques
que se extendían colina abajo hasta llegar al Támesis, por un lado,
y a las lejanas torres del Castillo de Windsor por el otro.
Aunque el propósito de estas sesiones era normalmente la reali-
zación de alguna tarea o algún trabajo, muy a menudo terminaban
por convertirse en jornadas dedicadas a la improductividad con
templativa durante las cuales solía juguetear con las cartas (casi
siempre se podía encontrar alguna baraja entre las pilas de libros y
los diversos objetos de escritorio que había sobre mi mesa). En este
contexto, prolongado durante cuatro largos años, que acabaran
uniéndose una carta con un clip, aun siendo algo casual y fortuito,
no deja de ser extrañamente inevitable.
El empleo de un clip como eletnento secreto, que es de lo que tra-
ta este capítulo, tiene numerosas virtudes. El artilugio en cuestión es
fácil de encontrar, e incluso para el estudiante más falto de recursos,
perfectamente asequible. También posee cierta inocencia inherente
que resulta muy valiosa en el caso de que por error caiga sobre la mesa
o al suelo; varias veces me ha ocurrido esto último y, que yo sepa, nun-
ca se ha relacionado el clip con ninguno de los efectos que estaba
realizando. No se podría decir lo mismo de un ostentoso pulgar de
plástico, por ejemplo.
Parece que en Inglaterra tenemos la suerte de poseer clips diseña-
dos de forma ideal para la magia. Aunque cualquier tipo de clip valdría
perfectamente, siempre que mida menos de dos centímetros y medio,
es común en Inglaterra que la punta del extremo de los clips esté do-
blada un poco hacia arriba -se los denomina clips "labiados"- para
que sea más fácil introducir en ellos una hoja de papel. La ilustración
muestra un típico clip británico ampliado. Si no puedes conseguir este
tipo de clips, quizas quieras alterarlos típicos de tu zona con unos ali-
cates pequeños (aunque, como ya he dicho, no es esencial). Lo que si
es esencial, sin embargo, es abrirlo un poco dándole holgura, de modo
que quede más abierto de lo normal para así poder introducir en él
cuatro cartas más o menos sin tener que hacer fuerza.

Para controlar cartas elegidas


Permíteme sugerir algunos usos del clip en la magia con cartas. Si
se sujeta secretamente el clip a una carta elegida perdida en la baraja
se la puede localizar más tarde (el clip no se ve desde uno de los la
dos de la baraja); se pueden sujetar en el mismo clip varias cartas juntas
-cuatro Ases, por ejemplo- de manera que no se separen durante una
mezcla y que también puedan ser fácilmente localizados. Sujetando
con un clip una carta cara arriba bajo una carta cara abajo en el cen-
tro de la baraja, se puede hacer desaparecer la carta cara arriba al
extender la baraja (el clip sujeta ambas cartas juntas, y esto hace que
quede oculta la carta inferior de la pareja).
Del mismo modo, pueden mantenerse juntas cartas dobles den-
tro de paquetes sin que se descuadren.
Por último, el clip, al ser cíe hierro, quedará pegado (así como tam-
bién cualquier carta que sujete) a un imán (se pueden cargar o extraer
secretamente cartas de la baraja).
Las rutinas que se ofrecen a continuación utilizan estas posibili-
- Jades de diversas formas; la primera simplemente ilustra una posible
manera de controlar cuatro cartas, por ejemplo los cuatro Ases.
Sujeta el clip en equilibrio en la punta del dedo mayor de la mano
derecha; si tiene el pequeño labio que mencioné antes, éste debe que-
dar hacia fuera siguiendo cl contorno de la punta del dedo (fig. 2).
Gracias a lo liviano del clip y a la ligera humedad de la mano, verás
que permanecerá tranquilamente en su posición incluso si mueves la
mano. También puedes extender una baraja entre las manos sin alte-
rar la posición del clip simplemente bajando el dedo mayor de modo
que no obstaculice el paso de las cartas durante la extensión (fig. 3).
Supongamos que has sacado los cuatro Ases de la baraja. Extien-
de las cartas como muestra la ilustración y separa la extensión en dos
-es fácil incluso con el clip sobre el dedo- de modo que en la mano
derecha te quede la mitad de la baraja extendida y en la mano izquierda
la otra mitad más o menos cuadrada. El primer As se coloca sobre la
mitad de la mano izquierda, como habitualmente se devuelven cartas
a la baraja. Sujeta el clip a esta carta en la acción de mostrar el As de
nuevo al público de esta manera: si subes el dedo mayor derecho, po-
drás apoyar el clip contra la cara de la carta inferior de la extensión;
tras haber colocado el primer As sobre la mitad izquierda, empújalo
con el pulgar hacia la derecha y deslízalo bajo la extensión de cartas
de la mano derecha donde, sin esfuerzo alguno, se introducirá en el
clip que la espera. Esto ocurre casi automáticamente, ya que si el clip
está correctamente colocado contra la carta inferior de la extensión,
al As no le quedará .más remedio que meterse en él.
Ahora puedes levantar la mano derecha para mostrar al público
el As en la parte inferior de la extensión; el clip queda completamen-
te oculto tras el dedo mayor de manera muy natural (fig. 4).
Coloca ahora esta mitad de la extensión sobre las cartas de la mano
izquierda con cuidado de no introducir ninguna otra carta en el clip
al juntar las dos mitades (de hecho, es aconsejable mantener el dedo
mayor en contacto con el clip hasta el último momento para que esto
no ocurra). .
Puedes cuadrar las cartas y, desde el lado izquierdo de la bara-
ja, no habrá nada que ver. No obstante, el clip se puede ver
claramente desde el lado derecho y también puede sentirse con los
dedos izquierdos, es decir que localizar el As es muy fácil. Puedes
hacer una mezcla en las manos sin que se vea el clip en el proceso
y sin que accidentalmente se introduzcan otras cartas en él (siem-
pre, claro está, que el clip quede en el lado inferior de la baraja).
Para impedir esto último, es mejor mezclar bloques de cartas a uno
y otro lado del clip.
Si colocas la baraja en la mano izquierda con el clip hacia la de-
recha y extiendes las cartas igual que antes, podrás sentirlo con los
dedos derechos por debajo de la extensión, de manera que podrás di
vidir la extensión por este punto para que el clip -con el As sujeto a
el- quede en la parte inferior de la mitad de la mano derecha. Puedes
colocar el siguiente As sobre la mitad de la mano izquierda e inser-
tarlo en el clip, igual que hiciste con el primero, siendo incluso más
fácil esta vez, ya que el primer As sirve de guía para el segundo. De
nuevo puedes enseñar el As al público en la parte inferior de la ex-
tensión. Este último As oculta el As anterior del mismo modo que el
dedo mayor oculta el clip. Puedes juntar las dos mitades y mezclar la
baraja como antes.
Con los otros dos Ases puedes obrar de idéntico modo; el públi-
co tendrá la impresión de que los cuatro han sido devueltos y perdidos
en distintos lugares de la baraja mezclada (cuando en realidad todos
están sujetos por el clip en algún lugar del centro de la misma).
Tras controlar los Ases con el clip, puedes hacer muchas cosas con
ellos. La baraja se cortará naturalmente por el clip; esto facilita llevar
los Ases por corte debajo o encima, en cuyo caso el clip debe quedar
en el lado izquierdo (cuando los Ases están encima del conjunto, pue-
des ocultar el clip en la horquilla del pulgar bajo el pulgar izquierdo,
que se apoya de forma natural sobre la baraja). Desde esta posición
puedes repartir las cartas con normalidad, ya que se deslizarán hacia
la derecha fuera del clip; en otras palabras: puedes mostrar sencilla-
mente que los Ases han aparecido misteriosamente sobre la baraja a
pesar de haber sido perdidos uno a uno.
Quizás te interese considerar esta alternativa algo más impre-
sionante: sujetos en la parte superior de la forma explicada, podrás
empujar los cuatro Ases juntos como una sola carta, lo cual hace
muy fácil realizar una dada en segunda reteniendo los cuatro Ases
como una sola carta, de manera que en realidad estarás dando en
quinta (fig. 5). Así podrás repartir tantas manos como desees dando en
quinta hasta llegar a tu mano, momento en el que repartirás la carta su-
perior deslizándola fuera del clip.
Naturalmente, repartirás la siguiente ronda de cartas dando en cuar-
ta, ya que ahora sólo quedarán tres cartas sujetas al clip, hasta que
repartas el siguiente As dándote la carta superior.
Seguirán a continuación dadas en tercera y después en segunda, con
lo que habrás conseguido repartirte los cuatro Ases en una sencilla de-
mostración de trampas de juego. Tu única preocupación es retener el
clip oculto en la mano izquierda tras repartir la última carta.
Si llevas los Ases a la parte inferior de la baraja, otra alternativa se-
ría empalmarlos sin tener que obtener una separación, ya que
automáticamente se produce una separación natural.
Posteriormente puedes hacerlos aparecer en un bolsillo, donde in-
cluso podrías dejar el clip.
También mencioné la posibilidad de atraer las cartas sujetas al
clip con un imán. Con uno relativamente fuerte podrás aprovecharte
de esta situación.
Tras llevar los Ases a la parte inferior de la baraja, vuélvela cara
arriba para que el clip quede en el lado izquierdo (inclina la cara de
l a baraja hacia ti de modo que el público no pueda ver los Ases).
Deja caer la mano izquierda despreocupadamente al costado. Si
tu traje es de diseño tradicional, verás que las cartas quedan justo por
debajo del borde inferior de la chaqueta. Apartando el pulgar, las car
tas caerán apoyándose contra la pierna; mueve la mano izquierda hacia
arriba unos centímetros deslizando las cartas por la pierna y por de-
bajo de la chaqueta mientras la mano, por supuesto, se mantiene por
fuera (fig. 6). Suponiendo que hayas encontrado sin problemas el imán
(uno largo es mejor porque es más fácil de localizar), el clip se pega-
rá a él a través del forro de la chaqueta; entonces puedes alejar la mano
dejando los Ases ocultos debajo. Enseña que han desaparecido de la
baraja y, si quieres, hazlos aparecer del bolsillo izquierdo del panta-
l ón con la mano izquierda vacía separándolos del imán secretamente
al llevar la mano bajo la chaqueta.

fi fi fi fi fi

Una asamblea de Ases


Las técnicas mencionadas son interesantes, pero para mí la mejor
aplicación del clip es su empleo para mantener juntas cartas dobles,
como si se tratase de antiderrapante. Hoy en día muchos juegos em
plean cartas dobles en contextos de paquetes y, muy a menudo, si se
sospecha la carta doble, todo el método puede deducirse con facili-
dad- El clip ofrece una manera más natural de manejar una carta doble
-haciéndola menos obvia- que puede aplicarse a muchas rutinas. Des-
pués de haber estudiado su aplicación en los efectos de este capítulo,
quizás te interese considerar qué rutinas de las que realizas actualmente
podrían mejorarse con esta idea.
La siguiente asamblea de Ases utiliza el clip para este fin, pero tam-
bién se emplea en uno de los primeros momentos de la rutina para
robar tres cartas trucadas y añadirlas secretamente a una baraja nor-
mal. Estas cartas trucadas son las conocidas cartas de doble cara para
_ la Asamblea de los cien dólares de MacDonald; en otras palabrás: cada
carta tiene un As por una cara y una carta indiferente ponía otra.
Normalmente falta el As de Picas, ya que los otros tres Ases están
i mpresos en las cartas de doble cara. Estos naipes pueden comprarse
en la mayoría de las tiendas de magia, o pueden fabricarse separando
cartas e incluso simplemente pegando dos juntas dorso contra dorso,
ya que sólo tú las tocarás, de modo que sólo tú notarás la diferencia
en el grosor. Desliza estas tres cartas en un clip y ponlas en el bolsillo
izquierdo del pantalón con las caras indiferentes contra la pierna.
Cuando se presente una oportunidad para realizar la rutina, pue-
des usar una baraja cualquiera y, por lo tanto, prestada. El único
requisito es que las cartas sean del mismo tamaño que las trucadas,
pero no hace falta que sean de un dorso concreto ya que, claro está,
las cartas trucadas valen para cualquiera. Durante la típica palabrería
empleada para pedir prestada una baraja o para hacer examinar y mez-
clar la tuya, introduce la mano despreocupadamente en el bolsillo
izquierdo del pantalón, saca las cartas secretamente y pégalas al imán
bajo la chaqueta con las caras indiferentes hacia dentro.
Deja ahí las cartas de doble cara mientras recuperas la baraja y
extraes los cuatro Ases; colócalos sobre la mesa de cualquier forma
que te guste para una asamblea, asegurándote de que el As de Picas
queda en el lugar lógico para ser la carta "líder". La formación tra-
dicional en "T" es aceptable, pero yo prefiero poner los Ases en las
cuatro esquinas de la mesa de modo que queden lo más separados
posible. Mientras dispones las cartas con la mano derecha, la iz-,
quierda cae al costado con el resto de la baraja cara arriba y los dedos
se introducen bajo la chaqueta apretándose contra las cartas y desli-
zándolas hacia abajo junto con el clip; añádelas sobre la cara de la
baraja con las caras indiferentes hacia arriba. Antes de llevar la ba-
raja a la vista, el pulgar se apoya a lo largo de la - cara de las cartas
ocultando el clip bajo su base.
Has añadido las cartas, aunque el clip no será necesario para la si-
guiente fase de la rutina, así que hará falta deshacerse de él y guardarlo
temporalmente en alguna parte. Lo mejor para ello es dar la vuelta a
la baraja de forma que el clip quede en el lado derecho (ten cuidado
de inclinar la baraja hacia ti de manera que no se vea) y deslizarlo fue-
ra con el pulgar para que quede apresado entre los dedos pulgar y
mayor. Extiende la baraja manteniendo el clip en la punta del dedo
mayor, como en la rutina anterior; quedará oculto bajo la extensión.
Hazlo mientras mencionas que usarás también otras cartas de la ba-
raja; esto te proporciona una justificación para extender las cartas
despreocupadamente. Desliza después la última carta de la baraja den-
tro del clip para que éste permanezca ahí apartado hasta que sea
necesario más adelante; cuadra las cartas, todavía cara arriba.
Reparte las tres primeras de arriba (las cartas de doble cara) cara
arriba sobre el As de Picas. Aparentemente vas a repartir otras tres car-
tas cara arriba sobre cada uno de los demás Ases, pero en realidad
repartirás cuatro, debido a que la primera de ellas será una doble; al
repartir las tres cartas de doble cara obtén una separación debajo de
las dos cartas siguientes. Gracias a ella, no te resultará difícil tomar dos
cartas como una sola. Sobre éstas, cuenta dos sencillas, que ayudarán
a ocultar el grosor, y coloca las cuatro cartas como un paquete sobre
el siguiente As. De nuevo obtén una separación para la siguiente do-
ble durante esta operación; te permitirá volver a emplear el mismo
recurso para tomar cuatro cartas como tres y -poner otro paquete de
cuatro sobre el siguiente As. Haz esto una vez más para el último As.
Deja entonces aparte el resto de las cartas en el lado derecho de la mesa
con el clip todavía sujeto a la última.
Te encuentras ahora en una privilegiada situación en la que tienes
una carta de más en cada uno de los paquetes excepto en el del As de
Picas, que tiene sobre sí tres cartas de doble cara. Harás desaparecer
en breve los Ases de sus respectivos paquetes ocultándolos tras la car-
ta extra y sujetándolos juntos con el clip; después, volteando
secretamente las tres cartas de doble cara, mostrarás que han reapare-
cido en el paquete líder de forma que al extender las cartas se vean
cuatro Ases. Da lo mismo ejecutar este volteo secreto al comienzo de
la rutina para que no llame la atención en el momento crítico. De he-
cho, éste es un buen punto en la rutina para hacerlo: yo suelo emplear
el volteo de Krenzel (que se ha atribuido a mucha gente, pero que nor-
malmente se atribuye a Ken Krenzel, de quien yo lo aprendí). Si no
conoces este volteo te recorriendo vivamente que lo aprendas ya que
es uno de los pases que uso con más frecuencia y pienso que es ex-
tremadamente engañoso (como ya mencioné antes, se explica en el
Capítulo Seis en el contexto de una rutina tipo "Triunfo"). A pesar de
mi ferviente recomendación, desde luego cualquier otro tipo de me-
dio salto valdrá; incluso, si quieres evitar toda técnica (el resto de la
rutina exige muy poca) es suficiente poner simplemente las cartas den-
tro del bolsillo de pecho de la chaqueta y hacer el volteo con una mano
en el interior del mismo. Suponiendo, no obstante, que te hayas de-
cidido por el medio salto, hay que poner las cartas en algún lugar
visible, como por ejemplo el bolsillo de pecho. Cuando realizo este
efecto, tomo el paquete del As de Picas, lo extiendo para mostrar tres
cartas indiferentes y obtengo una separación al cuadrarlas. Comento
que el As de Picas es la carta líder y que tanto él como su paquete de-
ben por tanto quedar a la vista. Realizo el volteo de Krenzel al llevar
las manos hacia arriba, al bolsillo de pecho, donde dejo el paquete con
el dorso hacia fuera de modo que no se vean las caras.
Todo lo que resta es hacer desaparecer los Ases; para ello necesi-
tas el clip que dejaste apartado en el fondo de la baraja. Tómala con
la mano derecha de modo que el dedo mayor entre en contacto por
debajo con el clip. Haciendo presión hacia arriba sobre el clip al trans-
ferir las cartas de la mano derecha a la izquierda, quedará retenido entre
l os dedos pulgar y mayor derechos, igual que antes; deja entonces la
baraja apartada en el lado izquierdo, aparentemente para que no es-
torbe durante el juego, pero en realidad para poder robar el clip (de
hecho así ha sido), en primer lugar y además, para que quede en la
posición adecuada para un pase posterior.
Con el clip todavía oculto en la mano derecha, acerca la mano iz-
quierda al paquete del primer As y toma las cuatro cartas encima del
As dejándolas cara abajo en la mano (el As queda en la mesa por el
momento).
Empuja hacia la derecha con el pulgar la primera carta de este pa-
quete, separa un poco el pulgar y el mayor derechos de forma que
puedas tomarla entre ellos sin que quede insertada en el clip; en cam
bio, empuja el clip sobre la cara de la carta. Ten cuidado de no revelarlo
mientras lo haces.
Ahora puedes emplear la primera carta como una pala para reco-
ger el As de la mesa y voltearlo cara abajo sobre las demás cartas de la
mano izquierda. Empuja con el pulgar este As hacia la derecha y tó
malo en la mano derecha bajo la primera carta, donde casi de manera
automática queda insertado en el clip. Empuja la siguiente carta de la
misma forma (mantén las dos últimas cartas alineadas como si fuesen
una, deslizándola también dentro del clip -aunque no tan dentro
como la anterior- de modo que las dos cartas en el clip queden algo
descuadradas). De esta manera cuando inclines las cartas para mostrar
sus caras al público podrá verse el As, aunque tanto éste como la car-
ta de abajo estén dentro del clip (fig. 7).
Levanta después la carta doble con la mano izquierda colocándola
bajo el resto de las cartas y completa así la extensión; cuadra el con-
junto asegurándote de que ninguna más se desliza inadvertidamente
dentro del clip (lo evitarás si mantienes el dedo mayor derecho sobre
el clip hasta el último momento).
Una vez cuadradas todas las cartas, las dos que están en el clip que-
darán perfectamente alineadas y seguramente sujetas una junto a otra,
quedando el As tras la carta indiferente. Si abres las cartas extendién-
dolas hacia la derecha cara abajo, el clip queda oculto bajo la extensión.
. El dedo mayor derecho puede localizar rápidamente el clip por de-
bajo de la extensión y cubrirlo. Ahora lleva las cartas a la altura del
pecho para mostrar sus caras al público. Divide la extensión toman-
do dos cartas en cada mano (la carta inferior de las dos que tienes en
l a mano derecha es una doble) y frótalas unas con otras para dar a en-
tender que es impasible que pueda haber cartas pegadas (fig. 8).
Tras mostrarlas claramente de esta forma, pasa a enseñarlas una
por una, lo que además las reordena en la posición correcta: con las
cartas todavía formando una pequeña extensión, junta las manos por
un momento y desliza hacia la izquierda la carta superior de las dos
de la mano derecha (la que queda encima de todo) sujetándola con el
pulgar izquierdo encima de las dos cartas que sujetas con la mano iz-
quierda; la carta doble queda en la mano derecha. Enseña esta carta
como una sola; empuja la siguiente carta desde la mano izquierda ha-
cia la derecha y tómala debajo de la doble deslizándola también dentro
del clip; toma las siguientes dos cartas, una a una, de la misma ma-
nera, introduciendo cada una dentro del clip debajo de la anterior. Con
esto no sólo has enseñado las cartas una a una, sino que además has
llevado el As secretamente a la posición superior, y al meter todas las
cartas dentro del clip harás más fácil el robo que viene a continuación:
toma el paquete con la mano izquierda, pero sujetando con firmeza
el clip con la mano derecha de modo que permanezca en esta mano
cuando dejes el paquete cara abajo sobre la mesa con la mano iz-
quierda (fig. 9).
Estás preparado para repetir exactamente el mismo procedimien-
to con el segundo As, que desaparecerá de idéntico modo. Igual que
antes, robarás el clip al final para emplearlo con el tercer As, que tam-
bién desaparecerá de la misma forma. Dicho esto, debo añadir que
normalmente cambio un poco la última desaparición dejando el As
sobresaliendo en la extensión, aunque se encuentre en el clip; cuadro
las cartas y se ve el As sobresaliendo; desde esta posición lentamente
lo cuadro con el resto de las cartas (esto hace que se introduzca del
todo en el clip) hasta que quede cuadrado por completo, y a conti-
nuación extiendo las cartas para mostrar que el As ha desaparecido.
Tras la desaparición del tercer As, roba de nuevo el clip después
de mostrar las cartas una por una, aunque no lo vas a necesitar por el
momento. Por esta razón suelo sujetarlo a la carta inferior del último
paquete, de manera que quede apartado pero fácilmente localizable
para más tarde. Si quieres, puedes extender las cartas cara abajo una a
una sujetando con el clip las dos últimas como una, para después lan-
zarlas despreocupadamente sobre la mesa; así el manejo tiene una
soltura muy despistante. Acompaña todo este proceso con algún co-
mentario del tipo: Silos Ases no están donde empezaron, lógicamente deben
encontrarse en algún otro lugar.'.. Estas palabras llaman la atención so-
bre las cartas del bolsillo de pecho de la chaqueta; sácalas de ahí y
muestra sus caras al público. Extiéndelas para mostrar que se trata de
los cuatro Ases (puedes hacerlo gracias a que anteriormente diste la
vuelta a las cartas de doble cara).
Como en este momento parecerá que el juego ha terminado, te
resultará muy sencillo voltear de nuevo las tres cartas de doble cara
durante el aplauso. Casi no necesitarás hacer un medio salto, ya que
la atención no estará sobre las cartas; si lo prefieres, puedes incluso
darles la vuelta descaradamente.
Ahora explica que el efecto se puede realizar en sentido inverso.
Para ello, muestra que el paquete en tus manos contiene sólo un As
y que las otras cartas se han transformado en cartas indiferentes; es
decir, que han vuelto a cambiar de lugar con los Ases pdr segunda vez.
Voltea la carta superior de cada uno de los paquetes que están sobre
la mesa y -gracias al ordenamiento de las cartas en el momento de de-
jarlas sobre la mesa- muestra que los Ases han regresado. No hace falta
realizar ningún tipo de cuenta falsa para mostrar que sólo hay cuatro
cartas en cada paquete, cuando en realidad hay cinco; a estas alturas,
el público está convencido de ello, y el ritmo creciente con que se vol-
tean los Ases uno a uno proporciona un adecua do clímax. 11

Al recoger las cartas tras concluir el efecto, quita el clip de la car-


ta indiferente a la que lo sujetaste por comodidad y vuelve a introducir
secretamente en él las tres cartas trucadas.
Tras recoger las cartas que has usado en el efecto, si dejas en la cara
del paquete cara arriba las cartas que están sujetas al clip, puedes des-
lizar el conjunto bajo la chaqueta y rápidamente pegar al imán las
cartas trucadas -como ya se explicó- al inclinarte hacia delante y ha-
cia la izquierda para recoger con la mano derecha el resto de la baraja
(que, si recuerdas, colocaste al principio en esta posición), para ter-
minar con una baraja normal. Aunque puedes dejar las cartas adheridas
al imán si éste es fuerte, es mejor, por lo que pudiera ocurrir, que en
un momento adecuado las guardes en el bolsillo del pantalón.
Al comienzo de esta explicación alabé las ventajas del clip como
instrumento para ocultar el empleo de cartas dobles; te habrás dado
cuenta de que el otro elemento clave del juego lo representan las car
tas de doble cara, cuya existencia, si llega a ser sospechada por el
público, podría revelar todo el método. Los dos procedimientos que
presento a continuación emplean dadas en falso para ocultar el uso
de cartas de doble cara, aunque, si así lo prefirieses, podrías omitir las
dadas en falso, ya que no son estrictamente necesarias.
Como recordarás, en el momento de la rutina en que añades se-
cretamente a la baraja las cartas y el clip, has dejado el clip sujeto a la
carta superior, donde permanecería hasta más adelante. En lugar de
hacer esto, sujétalo a una carta indiferente más o menos por el centro
de la baraja; lleva por medio de un doble corte las cuatro cartas su- .
periores de la baraja cara arriba a la parte inferior y, a continuación,
voltea la baraja. Con esto habrás situado el clip en algún punto del
centro de la baraja, donde no molesta, y habrás llevado las cartas de
doble cara encima, a segunda, tercera y cuarta posición, respectiva-
mente, con una carta indiferente encima de ellas. Si inclinas la mano
izquierda un poco hacia ti y haces tres dadas en segunda volteando
las cartas hacia fuera según repartes (stud deal), las cartas quedarán so-
bre la mesa con sus caras indiferentes hacia arriba -como si fuesen
cartas normales- y se habrá visto el dorso de cada una de ellas antes
de repartirlas gracias a la dada en segunda. Reparte a continuación cua-
tro cartas como tres encima de los restantes Ases aunque, para
mantener la continuidad en las acciones, las sigues repartiendo de en-
cima de la baraja (la primera, como antes, es una doble). Por supuesto,
sigues volteando las cartas cara arriba según las repartes sobre la mesa.
De igual manera, al final de la rutina, cuando has volteado de nue-
vo las cartas de doble cara para volver a mostrar sus caras indiferentes,
si sujetas las cuatro en la mano izquierda con el As cara abajo como
carta superior, puedes hacer tres dadas desde abajo volteándolas ha-
cia fuera para sugerir la existencia de dorsos en cada una de las cartas
indiferentes.

La carta obstinada
Si pensamos en efectos en los que la sospecha de una carta doble
delata por completo el método, seguro que uno de los mejores ejem-
plos es "La carta obstinada». En el efecto, el intento de realizar un juego
con cinco cartas rojas queda frustrado una vez tras otra por la aparición
de una carta negra; a pesar de que el mago se deshace de ella repetida-
mente, ésta se obstina en reaparecer hasta que no queda otra carta más
con la que realizar el juego. Aunque es un efecto excelente que ha go-
zado de interpretaciones maestras en las manos de magos como Fred
Kaps, sin embargo adolece del punto débil antes señalado.
Sujeta el clip a una carta negra de Figura (suelo usar una RZina), y
pega el conjunto al imán bajo la chaqueta con la cara mirando hacia fue-
ra. Prepáralo antes de la actuación. Esta rutina vale perfectamente como
juego para realizar de pie, ya que la ejecutas con las cartas mirando ha-
cia el público a la altura del pecho, de forma que sea fácilmente visible
para un grupo numeroso.
Pide a un espectador que saque cinco cartas rojas cualesquiera, de
puntos, y que te las entregue. Colócalas cara abajo en la mano iz-
quierda. Toma-la primera con la mano derecha y haz un gesto con ella;
deja caer la mano - izquierda al costado y despega la Reina del imán .
añadiéndola encima de las demás cartas y llevándote con ella el clip.'
Acompaña esta acción con un comentario acerca del efecto que
vas a realizar. Di: Uña caria hará de líder, no importa cuál de éstas sea, y las
otras irán una a una ajuntarse con ella. Esta explicación ambigua del efec-
to no tiene importancia, ya que el juego nunca llegará tan lejos.
Tras añadir la Reina y el clip, éste quedará en el lado izquierdo del
paquete, cubierto por el pulgar que descansa sobre las cartas. Lleva la
mano izquierda a la altura de la cintura y vuelve a colocar la carta de
la mano derecha encima del paquete, aunque en realidad la deslizas
dentro del clip encima de la Reina.
Ahora hace falta un cambio en la ordenación antes de comenzar
el efecto. Voltea despreocupadamente las cartas de forma que el clip
quede en el l ado derecho, y toma la doble con el pulgar y el mayor
derechos cubriendo el clip. Mantén la cara de la carta doble hacia el
suelo para que no se vea. Pon las otras cuatro cartas, una a una, enci-
ma de la doble, invirtiendo su orden, pero cuidando que ninguna se
introduzca en él clip. Vuelve a poner las cartas en la mano izquierda.
No prestes atención a este reordenamiento: hazlo mientras charlas con
los espectadores.
A partir de aquí repetirás el mismo procedimiento varias veces.
Toma la primera carta con la mano derecha y muéstrala al público a
la altura del pecho. Di: Usaremos esta carta como líder. Acuérdate de la
identidad de esta carta, ya que emplearás la excusa de "buscar la car-
ta líder» más adelante. Toma la siguiente carta sujetándola debayo de
la primera y muéstrala también al público; haz lo mismo con la ter-
cera y la cuarta, momento en el cual debes inclinar la mano izquierda
un poco hacia atrás para que no se vea el clip en el lado derecho de
la carta doble que te queda. Coge la doble exactamente de la misma
manera, sujetándola bajo las otras cuatro, y cubre el clip con el dedo
mayor derecho (fig. 10). Finge sorpresa al ver la Reina y reprende al
espectador por haberte dado una carta del color inapropiado.
Con las cartas todavía a la altura del pecho para que las pueda ver
_bien el público, y sujetando la doble con la mano derecha, pasa las
otras cuatro a la mano izquierda aparentando confusión.
Como si fueses a comprobar las otras cartas, cuéntalas pasándo-
las a la mano derecha: coloca la primera debajo de la Reina y deslízala
dentro del clip, pero (igual que hiciste en la asamblea de Ases) no las
dejes cuadradas, de forma que la Reina pueda verse. Toma las tres car-
tas restantes una a una debajo de las dos primeras, pero no las
i ntroduzcas en el clip. Baja a continuación la mano derecha de modo
que se vean los dorsos de las cartas (el clip queda oculto bajo el pul-
gar derecho) y desliza con. l a mano izquierda la carta superior (su-
puestamente la Reina) sacándola del clip y dejándola aparte (fig. 11).
Cuadra el resto de las cartas alineando al tiempo las dos sujetas
por el clip. En este momento puedes enseñarlas sin problema como
cuatro, siempre que ocultes el clip y no alteres el orden. Gracias a que
el clip permite un manejo muy libre de las cartas parecerá claramen-
te que sólo hay cuatro rojas. Comenta con optimismo: No importa; el
juego funciona igual de bien con cuatro cartas rojas.
Aparenta a continuación buscar la carta designada como líder. Su-
jeta las cartas cara abajo en la mano derecha con el pulgar encima
-ocultando el clip- y los dedos por debajo. Extrae la carta inferior con
l a mano izquierda, mírala y, como no es la carta líder, ponla cara aba-
jo encima del conjunto, y deslízala dentro del clip; extrae la siguiente
carta de abajo, mírala y, como tampoco es la líder, ponla cara abajo
encima del resto, pero no dentro del clip, sino sobre él. Toma la ter-
cera del mismo modo y ponla encima de las demás. La siguiente carta
es una de las tres que están dentro del clip; deslízala fuera del mismo
con la mano izquierda, igual que hiciste con las primeras cartas, y
muestra que es la que estás buscando. Ponla cara araba sobre el pa-
quete, cuadra todo y vuelve a colocar el conjunto en la mano
izquierda. En este punto, la carta inferior del paquete será la Reina,
que está sujeta por el clip a una carta roja.
Anuncia que lo intentarás otra vez, aunque ya sólo con cuatro car-
tas. Toma primero la carta líder volviéndola hacia el público; después
toma las restantes bajo ella una a una mostrándolas individualmente
hasta que, de nuevo, la última carta vuelve a ser la Reina (para horror
de todos ); oculta el clip con el dedo mayor derecho, igual que antes.
Repite el mismo procedimiento manteniendo la doble en la mano de-
recha y tomando las restantes cartas con la mano izquierda; cuéntalas
otra vez pasándolas a la mano derecha fingiendo desconcierto; pasa
- las cartas una a una bajo la Reina deslizando la primera dentro del clip,
pero no las restantes. Vuelve a dejar caer la mano derecha a la altura
de la cintura, para mostrar los dorsos de las cartas, y toma con la mano
izquierda la carta superior (supuestamente la Reina) deslizándola fue-
ra del clip y dejándola aparte.
Todavía con esperanza, comenta que el efecto puede realizarse con
sólo tres cartas. Cuádralas y, si quieres, enséñalas despreocupadamente
como tres ocultando el clip mientras tanto. Después sujétalas cara aba
jo con la mano derecha, igual que antes, ocultando el clip con el pulgar
una vez más y, aprovechando la excusa de buscar la carta líder, lléva-
las una a una de abajo a arriba: toma la primera de abajo, mírala y, al
no ser la carta líder, ponla encima introduciéndola en el clip. Toma la
siguiente del mismo modo, pero déjala encima del clip y no dentro
de él. La tercera, que sacas deslizándola fuera del clip, es la carta líder
e, igual que antes, la pones cara arriba sobre las demás, cuadrando des-
pués todo en la mano izquierda.
Repite lo mismo, esta vez con tres cartas: toma primero la que está
cara arriba volviéndola hacia el público; toma la siguiente sujetándola
bajo la anterior; la Reina vuelve a aparecer una vez más y la pones de
bajo de las otras dos cartas. Igual que antes, reténla en la ruano derecha
llevándote las otras dos con la izquierda. Desliza la primera de estas
dos cartas dentro del clip bajo la Reina; toma la siguiente bajo las otras
dos sin introducirla en el clip; baja las manos y desliza la carta supe-
rior para dejarla aparte. Te habrás dado cuenta de que en cada ocasión
lo más importante es que las cartas del clip queden cuadradas lo antes
posible. Debes aprender a hacerlo bien para terminar el juego con éxi-
to, ya que ahora sólo quedan dos cartas rojas con la Reina sujeta con
el clip a una de ellas, lo cual significa que las dos cartas del clip deben
estar bien cuadradas o, de lo contrario, la presencia de la carta extra
será descubierta, anulando las ventajas del empleo del clip.
Muestra despreocupadamente las dos cartas sujetando la doble en
la mano derecha y la sencilla en la izquierda. Lleva las manos otra vez
a la altura de la cintura y desliza la carta de la mano izquierda encima
de las cartas de la mano derecha introduciéndola en el clip para que,
de momento, queden cuadradas. Inmediatamente después, desliza ha-
cia la izquierda la carta inferior con los dedos izquierdos; quedan dos
cartas cuadradas como una en la mano derecha gracias al clip; al vol-
ver a levantar las cartas para mostrarlas al público, se verá que la carta
de la mano derecha ha vuelto a transformarse en la Reina.
Te hará falta algo de práctica para conseguir cuadrar la carta do-
ble inmediatamente. Repite las acciones en sentido inverso y pon la
carta de la mano izquierda debajo de la doble y dentro del clip de
modo que las tres queden cuadradas temporalmente; vuelve a llevar-
las a la altura de la cintura y desliza la carta superior hacia la izquierda,
fuera del clip, para dejarla aparte; quedas con una carta doble, la Rei-
na oculta tras la última carta roja.
Puedes manejar con soltura la carta doble gracias a que está suje-
ta por el clip; puedes incluso voltearla en la punta de los dedos con
una mano teniendo siempre cuidado de ocultar el clip.
Hay muchos finales distintos posibles, entre ellos un robo lateral
empalmando la carta inferior en la mano derecha y llevándote el clip
con ella; puedes descargar esta carta en algún lugar o añadirla encima
de la otra carta sujetando de nuevo ambas con el clip.
Mi foral favorito es, sin embargo, poner la carta doble cara abajo
en la mano izquierda con el clip orientado hacia la izquierda de for-
ma que el pulgar izquierdo pueda ocultarlo apoyándose sobre el dorso
de la carta.
Sujeta la carta doble dentro de la mano en una posición retrasa-
da para que quede casi en la posición del empalme del tahúr, aunque
inclinando un poco la mano hacia atrás para que el público pueda ver
la carta. Según inclinas la mano hacia delante, toma la carta superior
con la mano derecha dejando la inferior con el clip en la mano iz-
quierda en la posición del empalme del tahúr (fig. 12).
Haz el empalme con ligereza y sin prestarle atención; puedes acom-
pañarlo con un comentario del tipo: Bueno, supongo que se podrá hacer el
juego con una sola carta. Deja caer inmediatamente la mano izquierda al
costado y, con un pequeño giro de tu cuerpo hacia la izquierda, voltea
la carta con la mano derecha para mostrar al público la Reina; mientras
tanto la mano izquierda pega discretamente la otra carta al imán deba-
j o de la chaqueta para terminar el juego de manera limpia.

- r,

Cartas caníbales
Por lo general, tiendo a evitar efectos en los que las cartas hagan
de personajes. Presentaciones en las que el Rey de Corazones y su es-
posa la Reina de Corazones van a visitar a sus buenos amigos el Rey
y la Reina de Picas no me atraen en absoluto. Sin embargo, "Las car-
tas caníbales" es un efecto que tiene un potencial tan fuerte que, por
eso mismo, haría una excepción. Si pudiese encontrar una presenta-
ción alternativa, la adoptaría sin duda pero, hasta que llegue ese
momento, no puedo más que ofrecerte el "esqueleto", por decirlo de
alguna manera, de una rutina de cartas caníbales que también hace
uso de nuestro fiel amigo el clip. Éste debe estar más abierto que nun-
ca, ya que en un punto de la rutina tendrás por un momento siete
cartas sujetas por el clip.
- Saca los cuatro Ases =nuestros cuatro intrépidos exploradores de
la alta sociedad- y colócalos en el bolsillo de pecho de la chaqueta.
Presenta también los cuatro Reyes como caníbales algo menos edu-
cados. Roba el clip de algún lugar que te resulte cómodo (podrías
haberlo sujetado previamente a una carta indiferente de la baraja) de
forma que te quede en la mano derecha apoyado sobre la punta del
dedo mayor. En la acción de extender los Reyes a la altura del pecho
con las caras hacia el público, sujeta el clip al tercer Rey de la mane-
ra que se explicó antes. Cuadra a continuación las cartas y voltea el
conjunto de modo que el clip quede en el lado izquierdo y las cartas
cara abajo en posición de repartir en la mano izquierda.
Deja caer la mano izquierda al costado mientras llevas la derecha
al bolsillo de pecho para sacar el primer As; la caída de la mano iz-
quierda es simplemente para condicionar al público para un
movimiento posterior. lleva esta mano de nuevo hacia arriba para jun-
tarse con la derecha, punto en el cual colocas el As entre las puntas
de los dedos pulgar e índice izquierdos de forma que el pulgar dere-
cho quede libre para tomar los Reyes de la mano izquierda; tómalos
por el extremo inferior, con la mano palma arriba, de modo que los
dedos queden en las caras de las cartas y el pulgar encuna de todo (fig.
13). En esta posición, abre las cartas en abanico hacia la derecha; así
ocultas el clip tras ellas, aunque para ti si queda visible. Inserta el As
con la mano izquierda en el centro del abanico, pero déjalo sobresa-
liendo de forma que únicamente la esquina inferior izquierda se deslice
dentro del clip (fig. 14).
Cuadra el abanico y empuja el As hasta que quede alineado con la
otra carta que está sujeta al clip. Los caníbales ponen manosa la obra
y se comen al joven incauto. Abre de nuevo el grupo de cartas con las
caras hacia el público para enseñar que el primer As ha sido devorado.
Igual que en la rutina de la asamblea de Ases, tomo los dos Reyes su-
periores con mi mano derecha y dejo los otros dos en la izquierda; en
esta posición puedes frotarlas unas contra otras a modo de revoloteo
para demostrar que no hay cartas pegadas; sin embargo, y al contrario
que en la asamblea de Ases, la carta doble es la superior de las dos que
tienes en la mano izquierda (el clip queda oculto tras la carta inferior).
Vuelve a colocar las cartas de la mano derecha encima, con cuidado de
que ninguna se introduzca ene) clip por equivocación.
Repite el proceso para el segundo As: cuadra las cartas en la mano
izquierda, deja caer la mano al costado mientras la derecha toma el si-
guiente As del bolsillo de pecho; ponlo en la mano izquierda tomando
los Reyes con la derecha y abriéndolos en abanico como antes; pon
el As en el centro del abanico y dentro del clip junto con la otra car-
ta; cuadra las cartas y muestra que el As ha desaparecido, o mejor, que
ha sido digerido, al igual que el primero. El tercer As es devorado por
el mismo procedimiento. Quizás te preocupe a estas alturas el hecho
' de que hay cuatro cartas dentro del clip haciéndose pasar por una sola.
Te urjo a olvidar este miedo, pero -al mismo tiempo, y para estar se-
guros- mantén las cartas revoloteando con ligereza mientras las ex-
tiendes. Como esta rutina (igual que las que la han precedido) está
pensada para ser realizada de pie, no es muy probable que vayas a ma-
nejar las cartas literalmente bajo las narices de tus espectadores.
Justo antes de cuadrar el conjunto, tras demostrar la defunción del
tercer As, es necesario que alteres el orden de las cartas de esta mane-
ra (debes tener en este momento dos cartas en cada mano, aunque en
realidad la carta superior de la mano izquierda son cuatro cartas uni-
das por el clip): frotando las cartas de la mano izquierda una contra
otra para mostrar que, aparentemente, son sencillas, mueve el pulgar
hacia la izquierda arrastrando con él la carta cuádruple hasta que el
clip pierda contacto con la carta inferior. Mueve ahora el pulgar ha-
cia la derecha y desliza la carta inferior dentro del clip. Coloca a
continuación las dos cartas de la mano derecha bajo las de la mano
izquierda introduciéndolas en el clip, de modo que queden siete car-
tas sujetas por el clip (en este momento no hace falta que queden todas
cuadradas); ésta es la razón por la que el clip debe estar más abierto
de lo normal pues, de lo contrario, habria que recurrir a la fuerza.
Cuadra las cartas en la mano izquierda ocultando el clip bajo el
pulgar que se apoya sobre el dorso del paquete. Con las caras de las
cartas hacia el suelo, empuja las tres superiores una a una hacia la de-
recha deslizándolas fuera del clip. Las últimas cuatro cartas deben
quedar juntas y sujetas por el clip en la mano izquierda como si fue-
sen una sola (el clip sigue oculto bajo el pulgar). Esta acción
simplemente muestra de nuevo que sólo hay cuatro cartas (hazlo todo
despreocupadamente mientras hablas). Vuelve a colocar las tres cartas
sencillas sobre el bloque de la mano izquierda sin introducirlas en el
clip y, sin llamar la atención sobre la acción, voltea el conjunto man-
teniendo el clip en el lado izquierdo y con cuidado de no descubrirlo;
cuando las cartas vuelven a estar en posición de repartir en la mano
izquierda, el clip debe quedar oculto bajo la base del pulgar.
Lleva la mano izquierda al costado y, con un pequeño giro del
cuerpo hacia la izquierda, deja que las cuatro cartas en el clip se apo-
yen contra la pierna y deslízalas rápidamente bajo la chaqueta para pe-
garlas al imán; mientras tanto, toma el último As con la mano derecha.
Ésta es la razón por la que fue necesario condicionar al público ante
esta acción en las precedentes ocasiones.
De esta forma, te habrás deshecho de los cuatro Reyes y habrás
preparado un final inesperado. Mientras hago esto, suelo añadir algún
comentario sobre el último As para atraer la atención hacia él y des
viarla de la mano izquierda: Este último joven era algo más despabilado
que el resto de sus colegas; de hecho, era aficionado a la magiay, gracias a ello,
consiguió engañar a los malvados caníbales. Acerca la mano izquierda a
la derecha sin que se vean las caras de las cartas (mantén las caras ha-
cia ti con el dorso del paquete hacia el público). Inserta el último As
entre los otros con su dorso hacia el público, pero sin abrir las cartas
(sólo tienes tres más). Cuadra todo el conjunto. Extiende a continua-
ción las cartas, todavía con los dorsos hacia el público, para mostrar
que sólo hay cuatro, y di: Dio la sensación de que el último explorador tam-
bién fue devorado par los brutos nativos, pero me pregunto s'a lguna vez han
escuchado la expresión "el cazador cazado ". Voltea las cartas para enseñar,
ante la sorpresa de los espectadores, que en realidad los cuatro Ases
han sobrevivido a la dura prueba al contrario que los Reyes (como ca-
bría esperar).

Otras ideas
Espero que el lector estudioso sepa utilizar este instrumento de
muchas maneras. En la actualidad estoy trabajando en la construcción
de una rutina de cartas a los bolsillos en la que los naipes desapare
cen por medio del clip y se sujetan a un imán mientras la mano derecha
extrae duplicados de distintos bolsillos; al final del efecto, cuando sólo
queda una carta, se fija secretamente a ésta un clip sujeto a un hilo-
elástico, de manera que pueda desaparecer instantáneamente por ti-
raje yendo a parar al interior de la chaqueta. .
INTERMEDIO
que incluye un surtido de excentricidades

En una época en la que la individualidad de las naciones corre pe-


ligro por culpa de la monstruosidad del Big Mac, los canales de compra
por televisión y la industria de cine de Hollywood, uno de los cam
pos en que los británicos todavía se encuentran a la cabeza del mundo
es el de las excentricidades. A pesar de que la idea del té de las cinco,
el frac y los partidos de criquet de cinco días puedan dejar atónitos al
resto del_ mundo, para los conocedores representan lo esencial en esta
. vida. Por esta razón parece apropiado incluir un capítulo de lo que
' bien se podrían denominar técnicas excéntricas: pases qué perfecta-
mente se podrían sustituir por un doble corte o por una baraja Radio.
No obstante, vivir resultaría terriblemente aburrido si todo se hiciese
siempre de la manera más eficiente, y yo siempre he pensado que ta-
les maniobras merecen tener su propio lugar a pesar de lo mucho que
un profesional pueda llegar a despreciarlas.
Sin embargo, notarás que esto no es un capítulo per se, sino más
bien algo que he decidido denominar "Intermedio". Así que, para
aquellos lectores tan prosaicos que insisten en que en un libro como
éste no debería haber lugar para vanas e impracticables lucubraciones - --
de este tipo, éste es el momento para ir a estirar las piernas y comprar
un helado antes de reunirse con los demás para el Segundo Acto.

Acerca del salto


Si el salto es simplemente la transposición de las mitades superior
e inferior de la baraja, limitarse a realizar variaciones del salto clásico
o el Herrmann significaría desaprovechar otras múltiples posibilida
des. Lo que viene a continuación, aparte de ilustrar lo que quiero decir,
demostrará por qué dicha actitud quizás no sea tan mala idea.
Uno: Sujeta la baraja en posición de repartir en la mano izquier-
da en una posición un poco más alta de lo habitual, de modo que la
esquina inferior izquierda haga presión contra la almohadilla carno
sa en la parte inferior de la base del pulgar. Mantén una separación en
la baraja con el meñique izquierdo. Acerca la mano derecha abierta y
relajada a la mano izquierda. Toca con la almohadilla carnosa de la
base del meñique derecho la esquina superior derecha de la baraja.
Mueve la mano derecha hacia atrás haciendo pivotar la mitad supe-
rior de la baraja, la porción encima de la separación, usando como eje
la base del pulgar izquierdo (fig. 1).
Cuando el paquete superior casi forme un ángulo recto con el in-
ferior, gira ambas manos en sentidos opuestos manteniendo el paquete
superior sujeto entre ellas donde está: la mano izquierda hace un giro
de muñeca en dirección al pecho y, mientras, el pulgar levanta el pa-
quete inferior hacia la derecha apartándolo de la palma de la mano;
la mano derecha también hace un giro de muñeca, pero hacia fuera,
hasta que sus dedos consigan tocar el extremo inferior del paquete de
la mano izquierda (este extremo debe quedar más o menos paralelo
al suelo). A lo largo de este movimiento el paquete superior debe que-
dar sujeto mediante la presión ejercida por ambas manos y mantenerse
l o más paralelo posible al suelo durante todo él proceso. Estira el pul-
gar derecho a continuación y toma el otro extremo del paquete de la
mano izquierda (fig. 2), que debe estar orientado hacia el techo (su-
poniendo que estés actuando en un lugar cerrado).
La mano izquierda tendrá que estirarse un poco hacia la derecha
para ayudar a su compañera. En este momento los dedos de la mano
izquierda pueden soltar sus cartas, ya que ahora se encuentran sujetas
por la mano derecha. Todo lo que la mano izquierda hace es ejercer
una presión lateral contra el otro lado de la baraja.
Mueve la mano derecha un poco hacia delante mientras gira ha-
cia el cuerpo rotando desde la muñeca; al mismo tiempo, gira la mano
izquierda hacia fuera con otro giro de muñeca de manera que se acer
que al paquete sujeto debajo entre las dos manos. Toma este paquete
con esta mano en posición de repartir, al tiempo que la mano dere-
cha relaja su presión diagonal sobre dicho paquete y coloca el suyo
encima (fig. 3).
El salto, visto por un espectador tuerto sentado a tu derecha so-
bre un gran almohadón a una distancia no superior a un metro, debe
i mitar el gesto de cuadrarla baraja con un giro. No obstante, con tiem
po, y en caso de que por alguna razón decidas invertir tu esfuerzo en
la práctica de este salto, te sorprenderá ver que queda muy bien cu-
bierto desde muchos ángulos. También puedes intentar el mismo pase
pero haciendo pivotar la mitad superior no ya con la base del dedo
meñique, sino con su punta. Todos los movimientos son idénticos,
pero en esta ocasión la mano derecha no proporciona cobertura, aun-
que sí lo hace el dorso de la mano izquierda, por lo cual el espectador
debe mirar el pase desde tu izquierda. La fig. 4 muestra la técnica en
la mitad de su desarrollo. Este salto es sorprendentemente rápido y
eficaz y ocurre bajo la cobertura de una acción natural de cuadrar. Al-
ternativamente, puede servir bastante bien como corte florituresco.
Tras mostrar la primera encarnación de este movimiento a Lennart
Green -un verdadero caballero- sugirió invertir las acciones levantan-
do la mitad superior con la mano derecha moviéndola hacia delante
antes de llevar la base del meñique junto a la esquina superior derecha
de la mitad inferior y hacerla pivotar hacia atrás apoyada en la base del
pulgar izquierdo; él continúa el pase hacia atrás y termina poniendo la
mitad inferior encima de la otra. Esto es lo que llama el "Float Pass".
Si se combinan el salto de Lennart y la idea de hacer pivotar el
paquete contra la punta del meñique derecho en lugar de contra su
base, se produce otra variante. Ésta me fue sugerida por Carlo Ramí
rez, un joven inglés que casi ha abandonado ya la magia. ("La luz que
brilla con doble intensidad dura la mitad de tiempo...")
Con la baraja sujeta en la misma posición que en el pase original,
un poco elevada en posición de repartir en la mano izquierda, la mano
derecha se coloca sobre la baraja en lo que se denomina comunmen-
te posición de cortar.
El pulgar derecho levanta a continuación las cartas de encima de
la separación unos dos centímetros por su extremo interior; mientras,
la punta del meñique derecho ejerce una presión diagonal en direc-
ción a la base del pulgar sobre la mitad inferior. De nuevo, la mano
izquierda hace un giro de muñeca hacia fuera hasta que el canto de la
mano quede paralelo al suelo.
Al mismo tiempo, el pulgar derecho levanta su paquete un poco
más hasta que casi forme un ángulo de noventa grados con el otro.
Desde esta posición, la mano izquierda agarra este paquete con el pul-
gar por el lado derecho y los dedos por el lado izquierdo, por encima
del otro paquete (fig. 5).
La mano derecha se mueve hacia atrás en dirección al cuerpo para
permitir que el pulgar izquierdo lleve su paquete hacia la palma de la
mano dejando atrás al otro paquete. La mano izquierda se vuelve a gi
rar hasta adoptar la posición normal palma arriba en la que las cartas
quedan en posición de repartir; la mano derecha se mueve hacia de-
lante haciendo que sus cartas pivoten contra la base del pulgar
izquierdo por encima del que ahora es el paquete inferior. El pulgar
derecho se estira hacia atrás hasta entrar en contacto con el extremo
interior del paquete superior, de modo que cuando se junten ambos
paquetes, la mano derecha pueda cuadrarlos perfectamente (fig. 6).
Una vez aprendido el procedimiento básico, verás que con prác-
tica puedes cubrir bien el salto con ambas manos por los dos lados.
En otras palabras: estamos ante un salto casi totalmente práctico.
Aquellos de vosotros que conozcáis el "Free Turn Pass" de Bruce Cer-
von veréis que este salto resulta muy similar al que hemos descrito
-aunque cada uno haya evolucionado de manera distinta-, con la
salvedad de que el paquete inferior se sujeta de forma distinta. Qui-
zás creas conveniente repasar el salto de Cervon mientras estudias
éste, ya que te dará una idea acerca de los movimientos relativos de
las manos.
Como último comentario a este pase, quiero señalar el uso de la
primera parte del salto para efectuar una transformación de una car-
ta. Vuelve atrás mentalmente, si no. te importa, a la primera versión
que he ofrecido del salto, en la que se hacía pivotar el paquete supe-
rior contra la base del dedo meñique. Supongamos que la baraja está
cara arriba y que mantienes una separación bajo unas doce cartas más
o menos. Lleva la mano derecha a la posición para comenzar el salto
y comienza a hacer bascular hacia atrás el paquete superior (no tan
atrás como en la fig. 1). Pon a continuación el pulgar izquierdo en la
cara del paquete superior y arrastra con-él la carta superior hacia atrás
de manera que quede alineada con el paquete inferior.
Mantén la carta en su posición con el pulgar y sigue moviendo
hacia atrás la mano derecha haciendo pivotar hacia atrás todas las
cartas del paquete superior, salvo la de encima, hasta que sobrepa
sen dicha carta. Visto desde el lado derecho, el dorso de la mano
derecha oculta toda la acción y parecerá que simplemente has pasa- -
do la mano derecha por la cara de la baraja.
Dependiendo del tamaño de tus manos podrás incluso mante-
ner separados los dedos, o quizás te haga falta juntarlos para que no
se vea el paquete superior a través de ellos.
Mueve ahora la mano derecha otra vez hacia delante haciendo
pivotar el paquete superior de nuevo por donde vino. Cuando éste
quede encima de la mitad inferior puedes soltarlo desde esa distan
cia y retirar la mano para revelar la transformación. Mejor aún: justo
antes de que los paquetes vuelvan a quedar alineados, puedes repe-
tir otra vez lo mismo llevando con el pulgar izquierdo la nueva carta
de la cara del paquete superior encima del paquete inferior y mo-
viendo la mano derecha hacia atrás haciendo pivotar el resto de las
cartas de la mitad superior hacia atrás, igual que antes.
En el movimiento hacia atrás de la mano, el público verá la pri-
mera transformación. A continuación, vuelve a mover la mano
derecha hacia atrás llevando can el pulgar la siguiente carta superior
a la cara del paquete inferior.
Puedes seguir haciendo esto deprisa transformando la carta de
l a cara de la baraja muchas veces de manera muy rápida. Por su-
puesto, cuando te apetezca, puedes parar y dejar caer todas las cartas
sobre la mitad inferior, manteniendo la separación, pasando a mos-
trar a continuación la mano derecha vacía para después comenzar
de nuevo todo el proceso levantando las cartas por la separación y
comenzando una nueva transformación. Yo suelo frotar la cara del
paquete inferior con las puntas de los dedos derechos al tiempo que
muevo la mano derecha hacia atrás, lo cual casi da la impresión de
que la carta cambia cuando la froto.

Dos: Esta es una idea que me vino a la cabeza durante una época
en que estuve especialmente interesado en las rutinas de juego. Muy
a menudo, en el contexto de una rutina en mesa, surge el problema
de hacer el salto con la baraja sin tener que recurrir a un salto clásico
ó a uno con volteo, ya que ambos resultan bastante incómodos de ha-
cer cuando se está sentado. ("Aún no se ha inventado un salto que
pueda ser ejecutado mediante un movimiento que coincida con algún
otro normal en una mesa de juego")"
Una de las acciones más normales durante una rutina de juego
es repartir manos de cartas, así que me pareció una buena idea ha-
cer el salto durante el reparto. En esencia, se ejecuta un salto tipo
Herrmann bajo la cobertura de la carta superior, que repartes o lan-
zas sobre la mesa.
Sujeta la baraja en posición normal de repartir, preocupándote
únicamente de ponerla un poco más elevada en la mano, de modo
que la esquina inferior izquierda haga presión contra la almohadilla
de la base del pulgar. El pase resulta mas fácil si mantienes una sepa-
ración en la baraja con el meñique izquierdo un poco por debajo de
l a mitad del paquete.
Empuja la carta superior con el pulgar como si fueses a repartirla
normalmente y acerca la mano derecha para tomarla. La posición de
l os dedos de la mano derecha es muy importante.
La fig. 7 muestra cómo los dedos indice y mayor derechos forman
un ángulo recto a la altura de sus primeras articulaciones. Los demás
dedos están doblados de forma natural. Este ángulo debe ajustarse per
fectamente a la esquina superior derecha de la mitad superior de la
baraja por debajo de la carta que vas a repartir. Si ejerces presión so-
bre este punto con la mano derecha, toda la mitad superior de la baraja
quedará firmemente encajada contra la base del pulgar izquierdo. Esto
permite que puedas inclinar hacia abajo la mano izquierda abriendo
l a baraja por la separación, mientras que la mitad superior permane-
ce en su posición. Dobla a continuación el índice izquierdo bajo la
baraja, igual que harías en un salto con volteo normal. Emplea este
dedo para inclinar hacia la derecha la mitad inferior de la baraja (fig. _
8), del mismo modo que lo harías al ejecutar un salto con volteo.

11_ REVELACIONES, de Da¡ Vemon (que incluye El. EXPERTO EN LA MESA DE JUE GO, de S.W.
Erdnase. Editorial Páginas. 199?
ENGAÑOS DE SALÓN
Este paquete no tardará en entrar en contacto con los dorsos de
los dedos derechos curvados. Cuando lo haga, emplea el pulgar iz-
quierdo para sujetar la mitad superior en la horquilla de la mano.
Esto te permite ahora relajar la presión de la mano derecha sobre la
mitad superior; mueve dicha mano más o menos un par de centí-
metros a la derecha llevándote la carta superior como si la fueses a
repartir con normalidad. Según mueves la mano hacia la derecha, el
dedo índice izquierdo sigue empujando la mitad inferior (que esta-
ba apoyada contra los dedos derechos) hacia la derecha. No tardará
mucho en sobrepasar la mitad superior; cuando esto ocurra, el pa-
quete superior caerá en la mano izquierda, ya que anteriormente
estaba sujeto por la mitad inferior. La mano derecha y la carta su-
perior cubren esta acción (fig. 9).
A continuación, simplemente deja caer lo que antes fue el paquete
inferior encima del paquete superior original mientras repartes la car-
ta, con lo que quedará completado el salto. He descubierto que la
mejor manera de cubrir el pase es llevar otra vez sobre la baraja, con
un pequeño movimiento de vaivén, la mano derecha con su carta en
el momento en que cae el paquete, para luego repartir la carta lan-
zándola por encima de la mesa.
Claramente, la técnica queda mejor cubierta desde el lado dere-
cho, de forma que girarse hacia la izquierda antes de ejecutar el pase
parece una buena idea. Casual y afortunadamente, este giro es una ac-+
ción natural a la hora de repartir cartas, ya que por lo general se
reparten desde la izquierda, en el sentido de las agujas del reloj. Aun-
que he dividido las acciones por pasos para su explicación, el salto
puede hacerse con gran rapidez.
Por supuesto, puedes retrasar la ejecución del salto hasta el mo-
mento oportuno en la secuencia de reparto. Por ejemplo: si quisieras
hacerte con los cuatro Ases dando desde abajo en el transcurso de una
demostración de póquer (los Ases están desde el comienzo debajo de
l a baraja y después de cortar mantienes una separación sobre ellos),
puedes dar la primera ronda de cartas manteniendo la separación y
hacer el salto al comienzo del reparto de la segunda ronda. Con ello
los Ases volverían de nuevo a la parte inferior de la baraja, y podrías
repartírtelos dando desde abajo durante las siguientes cuatro rondas.
Otra alternativa sería dar a elegir una carta, controlarla mante-
niendo una separación encima de ella, y volver cara arriba la carta
superior de la baraja para mostrar que -lógicamente- no es la elegida.
El salto se realiza en la acción de volver la carta superior otra vez cara
abajo. En esta ocasión, en vez de repartir la carta superior, vuélvela
cara abajo y déjala caer sobre lo que pasa a ser el medio de la baraja
mientras la mitad inferior viene desde abajo a colocarse encima. Con
esto, dicha carta habrá quedado perdida por el centro y la carta elegi-
da quedará encima de la baraja. Puedes emplear las mismas acciones
para cambiar cuatro Ases, por ejemplo, haciendo el salto solamente
con las últimas cuatro cartas cíe la baraja: voltea cara arriba encuna de
la baraja los Ases para mostrarlos y realiza el pase durante la acción
de volver a voltearlos cara abajo.

Tres: Esta sección queda truncada por el reciente descubrimiento


de que la última idea que pretendía incluir cuenta con precedentes que
hacen innecesario que deba explicarla en detalle. Dicha idea es la sen
cilla noción de cubrir un salto clásico en la acción de hacer la florítura
del acordeón con la baraja. He descubierto que si se sujeta firmemente
la mitad superior uno casi puede olvidarse de que existe y concentrarse
sólo en hacer el acordeón con la mitad inferior de la baraja tirando de
ella hacia arriba y por encima de la mitad superior según empieza el
acordeón. El movimiento es prácticamente invisible y su descubri-
miento (por muy obvio que pueda resultar) me dejó gratamente
sorprendido, aunque siempre me asombró que nadie hubiera pensa-
do en ello antes. Como es de suponer; resultó que alguien ya lo había
hecho, allá por los años 40, publicándolo en THE ROYAL RoAD To
CARD MAGIC, aunque en esta obra sólo viene descrito muy breve-
mente. Nunca he visto a nadie usarlo, y por eso he pensado que no
sería del todo malo comentártelo.
Métodos para controlary empalmar

Uno:La acción de cuadrar la baraja con giro, dándole una vuelta


completa para demostrar que queda cuadrada por todos lados, no ha
sido -en mi opinión- suficientemente explorada como medio de ocul
tación de maniobras secretas. El primero de los saltos que he
mencionado hacía uso de ello, así como también lo hace el siguiente
método para empalmar una carta, o varias, del centro de la baraja.
Empecemos por lo más básico, que será el control de una sola car-
ta. Ësta se inserta por el centro la baraja (que está en la mano izquierda
en posición de repartir) pero se deja sobresaliendo por delante apro
ximadamente por la mitad de su longitud. En la acción de cuadrarla
con el resto de las cartas, recurre a la vieja artimaña de empujarla sólo
por su esquina izquierda, de manera que al introducirse quede en án-
gulo y sobresaliendo por la esquina inferior ir derecha de la baraja. Encaja
el dedo meñique izquierdo entre la esquina derecha de la baraja y la
carta sobresaliente, de modo que queden separadas y no puedan cua-
drarse accidentalmente (fig. 10).
Para convencer al público de que la carta queda realmente cua-
drada en el centro de la baraja, utilizo el siguiente ardid (en el caso de
que el resto de esta sección no te fuera (le utilidad, creo que al menos
esta minucia sí lo será). Al igual que la carta sobresale por la esquina
inferior derecha de la baraja, también lo hace ligeramente per la es-
quina delantera derecha; en este punto, la mano derecha se encuentra
todavía encima de la baraja cubriendo esta situación. El meñique de-
recho entra en contacto con esta pequeña esquina y la empuja hacia
dentro con firmeza, de modo que la carta quede apresada contra el
meñique izquierdo. A continuación, tira de las cartas hacia arriba con
el dedo mayor derecho dejando escapar unas cuantas. Podrás hojear
todas las que se encuentran debajo de la carta controlada, y debido a
la firme presión del meñique derecho contra dicho naipe, el escape de
cartas se interrumpirá en ese punto, impidiendo terminar la manio- bra normalent (fig.1 ).-
Sincroniza el hojeo para que, al llegar a la carta controlada, dejes
de hacer presión con el dedo mayor desplazándolo de nuevo hacia aba-
j o, con lo que el resto de las cartas simplemente caerá en grupo sobre
las hojeadas. Esta sencilla treta, que dura menos de un segundo, es muy
convincente, ya que desde delante parecerá que has hojeado toda la ba-
raja mostrando qué la carta elegida ha quedado realmente cuadrada.
De cualquier manera, la mano derecha todavía debe encontrarse
encima de la baraja con el pulgar sujetándolo por la esquina inferior
izquierda y el mayor por la superior izquierda, y con el índice dobla-
do encima de todo. El resto de los dedos se apoyan ligeramente en el
extremo exterior de la baraja sin ejercer presión alguna.
Ambas manos se mantienen en sus posiciones relativas respecto
de la baraja, pero hay que girar los brazos de forma que el lado dere-
cho de la misma apunte hacia el suelo. Aún debes mantener la presión
hacia arriba y hacia delante con el dedo meñique izquierdo en la es-
quina inferior derecha de la carta de forma que el dedo mayor derecho
pueda sentir dicha presión por el otro extremo de la carta. Los dedos
izquierdos se mantienen donde están, pero el pulgar se mueve un poco
hacia la izquierda apartándose del lado de la baraja, lugar al que de-
bes estar mirando directamente. Dobla el dedo índice izquierdo
debajo de la baraja.
Ahora mantén la mano izquierda absolutamente inmóvíl. Para lo
que viene a continuación, te podrá ayudar imaginarte un eje que atra-
viesa la punta del dedo mayor derecho. Inclina la mano derecha hacia
arriba haciéndola bascular sobre dicho eje; la presión del dedo meñi-
que izquierdo sobre la carta controlada debe mantenerla en su sitio
mientras que el resto de la baraja se mueve hacia arriba (fig. 12).
Para que esto ocurra, tienes que relajar los dedos anular y meñi-
que derechos. Sigue inclinando la mano derecha hasta que el extremo
frontal apunte hacia el suelo y la carta elegida quede en ángulo de no-
venta grados respecto de la baraja.
Aprieta firmemente con el índice izquierdo todavía doblado,
contra el fondo de la baraja para impedir que la carta caiga y permi-
tir que el meñique deje de sujetarla. Gira la mano izquierda hacia ti
haciéndola pivotar alrededor del dedo índice doblado. Gira la mano
hasta que puedas agarrar cómodamente con el pulgar izquierdo el ex-
tremo superior del lado de la baraja más cercano a ti y el otro lado
con el resto de los dedos (fig. 13). Lleva ahora la palma de la mano
derecha contra la carta elegida de forma que la esquina de índice más
cercana a ti haga presión contra la base del pulgar. Puedes empujar con
el meñique derecho contra la esquina de indice opuesta de forma que
la carta quede prácticamente empalmada aunque todavía se encuen-
tre en parte dentro de la baraja. Sólo resta que la mano izquierda
continúe girando la baraja hacia fuera desplazándola a la vez un par
de centímetros hacia delante para hacer salir la carta empalmada com-
pletamente. Deja caer la mano derecha al costado con la carta
empalmada al tiempo que vuelves a colocar la baraja en posición de
repartir en la mano izquierda. Una buena estratagema que suelo em-
plear es extender de inmediato la baraja con la mano derecha de forma
que la carta empalmada quede oculta bajo l a extensión; esto sugiere
que el naipe está realmente perdido en la baraja y a la vez da a la mano
derecha algo para hacer ya que, de otro modo, uno siempre se siente
algo incómodo con una carta empalmada. A propósito: hay que girar
el cuerpo un poco hacia la izquierda de modo que el costado derecho
mire hacia el público, ya que el dorso de la mano derecha es el que
cubre el pase.
Es interesante señalar que en un robo lateral convencional se ex-
trae la carta elegida manteniendo la baraja inmóvil, mientras que.en
este caso la carta nunca se mueve, sino que es la baraja la que se apar-
ta de la carta.
El pase no resulta más dificil con varias cartas, incluso si se en-
cuentran repartidas por lugares distintos, por lo que puedes usarlo
como control múltiple. Una última idea: si en el momento en el que
la carta casi está empalmada en la mano derecha, doblas los dedos,
puedes llevar la carta -o cartas- al empalme de Tenkai.

Dos: El siguiente pase vale como alternativa para un control múl-


tiple en el que aparentemente tengas que perder varias cartas, por
ejemplo cuatro Ases, en lugares diferentes de la baraja.
Ten los cuatro Ases cara arriba encirna de la baraja cara abajo en
posición de repartir en la mano izquierda. Obtén una separación con
el meñique izquierdo sobre -más o menos- las últimas doce cartas de
la baraja. Con el pulgar izquierdo, hojea ostensiblemente unas diez
cartas por la esquina izquierda de la baraja; levanta estas cartas con la
mano derecha de forma que el público vea que sólo son unas cuan-
tas (puedes incluso dejar ver casualmente la cara de la carta inferior
del paquete de la mano derecha). Aparenta arrastrar con el pulgar iz-
quierdo el primer As para voltearlo cara abajo sobre las cartas de la
mano izquierda. En realidad, al acercar la mano derecha a la izquier-
da para arrastrar el As con el pulgar, cuadra por un momento el paquete
de la mano derecha con el de la izquierda e inmediatamente levanta
con la mano derecha todas las cartas por encima de la separación que
obtuviste al principio cerca del fondo de la baraja (fig. 14). Arrastra el
As con el pulgar izquierdo mientras alejas la mano derecha y usa el pa-
quete de esta mano para voltear la carta cara abajo sobre el paquete de
la mano izquierda. Tienes que girar el cuerpo un poco hacia la izquierda
al hacer esto para ocultar mejor el grosor de los paquetes. Todo lo que
has hecho ha sido poner el As cerca de la cara de la baraja cuando tu
público cree que lo has puesto cerca del dorso. Al reunir los dos pa-
quetes, mantén una separación con el meñique izquierdo encima del
primer As. Del mismo modo, aparenta perder el segundo As por de-
bajo del primero hojeando unas veinte cartas con el pulgar izquierdo.
Levanta estas cartas (si quieres, puedes volver a enseñar la carta infe-
rior de éste grupo para mostrar una carta distinta).
Al acercar las manos -igual que antes- levanta con la derecha to-
das las cartas de encima de la separación al tiempo que el pulgar
izquierdo arrastra el segundo As, que volteas de idéntico modo (so
bre el primer As, realmente). Al juntar ambos paquetes, mantén la
separación encima de los dos Ases.
Repite el mismo proceso para el tercer As, aparentando perderlo
bajo unas treinta cartas, pero que realmente controlas encima de los
otros dos.
Para el último As, hojea con el pulgar hasta llegar más o menos
hasta el lugar de la separación y levanta todas las cartas de encima de
la separación. Coloca este último As verdaderamente en este lugar.
Aunque los espectadores han visto que colocabas los Ases en cuatro
diferentes lugares, todos se encuentran en la parte inferior de la bara-
ja y puedes controlarlos al dorso mediante un salto o un corte.
Otra alternativa, más simple aún, es hacerte a ti mismo cuatro for-
zares por hojeo: desde la misma posición de partida (con una
separación cerca del final de la baraja, como antes) hojea unas diez
cartas con el pulgar izquierdo pero, en lugar de levantarlas y luego ro-
bar las cartas de encima de la separación corno expliqué antes,
si mplemente levanta todas las cartas de encima de la separación ori-
ginal y coloca directamente el As cerca de la parte inferior de la baraja;
haz lo mismo con los otros tres aparentando perder cada uno más aba-
j o en el paquete. Por este método, habrás controlado de nuevo las
cuatro cartas sin que el hecho sea evidente. A veces empleo la prime-
ra variante con los dos primeros Ases, y después, cansado ya de robar
el paquete cada vez, la segunda variante con el tercero.
Una última opción es tener los Ases sobre la mesa o que alguna
persona los sujete, mantener una separación cerca del final de la ba-
raja, pero esta vez extender unas cuantas cartas en lugar de hojearlas.
Para el primer As, extiende unas diez cartas y después levanta todo el
bloque de encima de la separación por debajo de la extensión. Ten-
drásque girar otra vez el cuerpo un poco hacia la izquierda para ocultar
el grosor. junta ambos paquetes y mantén la separación. Extiende unas
cuantas cartas más para el segundo As, y unas más para el tercero; el
cuarto, lo colocas verdaderamente en la separación, igual que antes.
Tres: A continuación describiré un modo de devolver cartas em-
palmadas encima de la baraja. Muchas veces pasamos por alto esta
maniobra y acabamos realizándola torpemente y de. manera obvia.
Aunque el procedimiento que voy a explicar quizás sea innecesaria-
mente complicado, al menos supone una alternativa.
Tienes empalmadas en la mano derecha, a la manera convencio-
nal, las cartas que vas a devolver. Toma la baraja --que hasta el
momento has sujetado en la mano izquierda- con la mano derecha
en posición de cortar. La mano izquierda te quedará libre para cortar
más o menos la mitad de las cartas desde abajo y llevarlas al dorso de
la baraja; en otras palabras: haces el primer movimiento de un doble
corte normal pese a las cartas que ocultas empalmadas en la mano de-
recha. Una vez que queda establecida esta acción de cortar, vas a
aparentar hacer un nuevo corte con la mano izquierda pero, en reali-
dad, estiras los dedos izquierdos por debajo de la baraja hasta hacer
que toquen el lado derecho del grupo de cartas empalmadas. Haz pre-
sión con el dedo meñique contra la cara de este paquete a la vez que
separas un poco las cartas de la palma de la mano con los otros dedos
para poder apoyarlos sobre el dorso del paquete (fig. 15). De esta for-
ma las cartas empalmadas quedarán apresadas del mismo modo en que
queda la mitad superior de la baraja en un salto normal, entre el me-
ñique por un lado y los restantes dedos por el otro. Ahora haces lo
que esencialmente es un corte falso mediante un salto tirando rápi-
damente de las cartas empalmadas con los dedos de la mano izquierda,
pasándolas por debajo del paquete y llevándolas a la posición de dar
en la mano izquierda; sin pausa alguna, mueve la mano izquierda ha-
cia la izquierda mostrando las cartas que -aparentemente- acabas de
cortar del fondo dula baraja, y llévalas al dorso (fig. 16). La acción se
lleva a cabo tan rápidamente que nadie podrá distinguir el grosor del
paquete, por lo cual el hecho de qué sólo contiene unas pocas cartas
siempre pasa desapercibido.
Cuatro: Presento aquí algo que según creo es una nueva posición
para empalmar cartas. Lo llamaba el empalme TAG, que era un inge-
nioso acrónimo para una frase que he olvidado completamente.
Gordon Bean sugirió que lo llamase "empalme doblado"; resulta bas-
tante divertido, ya que se trata exactamente de eso. Primero explicaré
la posición básica de empalme y luego comentaré sus aplicaciones.
Toma una carta y colócala en la mano izquierda aproximadamente
en la posición del empalme del tahúr, de manera que la esquina su-
perior i zquierda quede apresada en la horca del pulgar y los dedos cur-
vados por el lado derecho de la carta.
Esta posición representa un excelente empalme en manos exper-
tas, pero a mí siempre me ha dado cierto miedo utilizarla ya que si
uno no inclina hacia sí la mano lo suficiente, el público puede ver la
carta y si, por el contrario, uno la inclina demasiado, la esquina infe-
rior sobresale por debajo de la mano. Una solución sencilla para este
problema es tomar dicha esquina delatora y doblarla hacia dentro de
la mano.
Por el momento, simplemente toma con la mano derecha la pro-
blemática esquina y dóblala de forma que el centro de la carta se
combe hacia fuera. Si ahora empujas dicha esquina hacia dentro, po
drás encajarla entre las bases de los dedos anular y meñique. Verás que
la carta queda en un ángulo diagonal y que, a pesar de estar firmemente
doblada, no se produce daño irreparable alguno. No estires los dedos,
como te verás tentado a hacerla primera vez; dóblalos, en cambio, de
manera natural en torno al lado derecho de la carta (fig. 17).
Ahora puedes inclinar la mano hacia ti todo lo que desees sin mie-
do a que se vea esquina alguna.
Esto parece quizás ir demasiado lejos para algo que podría evitar-
se tomando el tiempo necesario para dominarlos ángulos del empalme
del tahúr normal, pero, sin embargo, hay otras ventajas, razón por la
que en la actualidad empleo esta técnica casi exclusivamente en sus-
titución del empalme del tahúr.
Una vez aprendida la posición, verás que resulta mucho más fá-
cil colocar la carta si se encaja primero el extremo inferior. Con una
carta sujeta en la mano izquierda, los dedos pueden fácilmente llevar
la esquina inferior derecha entre las bases de los dedos anular y me-
ñique. A continuación puedes doblar la carta empujando hacia abajo
con el dedo índice situado encima del extremo superior, estirando acto
seguido el pulgar de forma que pueda apresar adecuadamente la es-
quina superior izquierda. Todo este) puede hacerse con bastante
rapidez, y de hecho es el método que empleo cuando hace falta guar-
dar una carta en el bolsillo y sacarla de inmediato empalmada (en el
juego de "La carta misteriosa" -The Mystery Card- de Larry Jennings
o, por ejemplo, en varias de las rutinas del Capítulo Dos). Es en el mo-
mento de sacar la carta del bolsillo en el empalme del tahúr cuando
casi siempre se ve la dichosa esquina sobresalir por debajo.
Para empalmar una o varias cartas del fondo de la baraja en esta po-
sición, recomiendo lo siguiente: si quieres empalmar tres cartas obtén
una separación por encima de las tres últimas cartas; toma la baraja con
la mano derecha manteniendo la separación con el pulgar; en la acción
de volver a colocar la baraja en la mano izquierda, encaja la esquina in-
ferior derecha de las cartas separadas directamente entre las bases de los
dedos anular y meñique, en preparación para el empalme. Sujeta el res-
to de la baraja relajadamente en la mano izquierda (aunque deberá quedar
un poco más adelantado de lo normal en la mano, de modo que quede
alineado con las tres cartas inferiores); mantendrás la separación justo con
las bases de los dos dedos mencionados (fig. 18). Con la baraja en esta
posición, puedes dejarla caer toda en cascada salvo las tres últimas car-
tas, además de sujetar el conjunto abriendo relajadamente la mano
izquierda: parecerá imposible que puedas mantener una separación.
Cuando vayas a empalmar las cartas, empuja hacia dentro con el
índice izquierdo sobre el extremo exterior de la baraja; eso hará que
las cartas separadas se comben hacia ti; como estas cartas están enca
jadas en su posición, no podrán desplazarse hacia abajo y, por tanto,
quedarán dobladas en la posición adecuada para el empalme. Esta ac-
ción levantará de manera muy conveniente el extremo interior de la
baraja de forma que puedas meter los dedos de la mano derecha de-
bajo -con el pulgar por encima- para sujetarla (fig. 19). Cuando la
mano derecha se aleja con la baraja, el pulgar izquierdo hace presión
sobre la esquina superior izquierda de las cartas empalmadas para evi-
tar que se disparen hacia delante y para llevarlas a la posición adecuada
al tiempo que inclinas la mano hacia ti.
Es interesante destacar que si se tiene una carta en el empalme clá-
sico y se tensan los dedos en torno a los lados de la carta, la mano
adquiere una postura poco natural, mientras que gracias al ángulo dia
gonal de este empalme, incluso si doblas firmemente los dedos en
torno al l ado derecho de la carta, la mano parece bastante relajada.
Se puede utilizar una técnica similar para empalmar una carta de
un paquete pequeño. Supón que has empleado durante una rutina una
carta de más junto a cuatro Ases y que ésta te ha quedado encima del
paquete de cinco cartas; sujetándolo cara abajo en la mano izquierda,
colócalo de forma que su esquina inferior derecha quede en la posi-
ción correcta para el empalme. Lleva el pulgar a la esquina superior
izquierda del paquete y vuelve la mano palma abajo; al hacerlo, des-
. liza el pulgar hacia la palma presionando sobre la carta superior y
combándola. -
- Toma el resto de las cartas con la mano derecha por el extremo ex-
terior (fig. 20), para lo cual hace falta que hayas doblado suficientemente
la carta superior para que no se vea; esta carta debe quedar en la mano
izquierda en una posición muy parecida al empalme que he descrito.
Sólo hace falta un pequeño ajuste para asegurarse de que queda per-
fectamente en la posición del empalme. Puedes usar el mismo pase para
empalmar la carta superior de una doble en lugar de utilizar el empal-
me de Hugard, por ejemplo.
Posiblemente mi aplicación favorita para este empalme sea la trans-
formación de una carta. Sujeta una carta doble cara abajo en la mano
izquierda. Gira el cuerpo hacia la derecha y mantén la carta a la altu
ra del pecho con el dorso de la mano hacia los espectadores, a pesar
de lo cual deben poder ver parte de la cara del naipe. Empalma la car-
ta superior de la doble como se ha descrito (como muestra la fig. 20),
encajando ambas cartas entre las bases de los dedos anular y meñique,
empujando la superior hacia abajo, y combándola en posición de em-
palme mientras la mano derecha se lleva la carta visible sujetándola
por el extremo superior.
Esta vez, sin embargo, tienes que mantener los dedos izquierdos
estirados y no curvados, como es normal; de este modo parecerá im-
posible que haya una carta oculta tras ellos. Fijate en la posición de la
mano derecha en la fig. 20: los dedos quedan sobre la cara de la car-
ta y el pulgar sobre el dorso. Esto es importante.
A continuación desliza la carta de la mano derecha hacia abajo,
esta vez por detrás del dorso de la que ocultas (antes tiraste de la car-
ta hacia arriba lo justo para sacarla separándola de la empalmada). Los
lados de las dos cartas deben quedar más o menos alineados. Desliza
la carta de la mano derecha hasta que su extremo superior quede ali-
neado con el de la carta empalmada, pero de manera que su parte
inferior pueda verse sobresalir por debajo de la mano (fig. 21).
Poniendo las puntas de los dedos indice y meñique derechos en-
cima de los bordes superiores de ambas cartas te asegurarás de que
éstas quedan perfectamente cuadradas por su extremo superior (de
manera similar a lo que ocurre en el pase Larreverse, si es que co-
noces esta técnica).
Encoge un poco los dedos izquierdos ejerciendo presión sobre los
lados de ambas cartas y cerciorándote de que quedan cuadradas em-
pujándolas contra la base del pulgar izquierdo.
Sujeta ambas cartas con la mano derecha y tira de ellas sacándo-
las de la mano izquierda (la carta empalmada se desdobla en el- acto
de extraer la doble). Parecerá que la carta cambia visiblemente al atra-
vesar la mano.
Como la carta ahora visible ha permanecido salvajemente dobla-
da durante bastante tiempo, conviene combar un poco con la mano
derecha ambas cartas a lo largo de su eje longitudinal una vez separa
das de la mano izquierda; con ello evitarás que la carta visible se doble
separándose de la otra, como de hecho tiene tendencia a hacer.

Sobre cambios de cartas

Uno: Pocos cambios de cartas se ven en la actualidad distintos del


enfile o el doble volteo, lo cual es una pena, ya que la, técnica del cam-
bio puede conseguir excelentes efectos. Los dos cambios que ofrezco
a continuación requieren el uso de una mesa o de cualquier otra su-
perficie donde apoyarse.
Habrás notado a lo largo del libro mi preferencia por el cambio
milagroso (Miracle Change) para cambiar de forma engañosa y con-
vincente una carta por otra que ocultas tras ella formando una doble.
La necesidad de la carta doble es la única pega de esta técnica, ya que
uno no siempre se encuentra en esta situación tan ventajosa. Sin em-
bargo, usando el borde de la mesa se puede realizar un cambio muy
si milar e igualmente engañoso con una sola carta.
La carta que vas a cambiar debe estar cara arriba encima de la mesa
a unos centímetros del borde y en ángulo de cuarenta y cinco grados
respecto a él. Oculta la carta por la que la vas a cambiar, cara abajo en
la mano derecha en cualquier empalme que te resulte cómodo, aun-
que yo prefiero alguno como el lateral. Apoya la mano cerca del
bordillo, a la derecha de la carta que vas a cambiar, y aprieta secreta-
mente la carta empalmada contra ese bordillo sujetándola con el pulgar
por el extremo superior. Esta es la razón por la que un empalme late-
ral (o cualquiera del tipo Tenkai) es particularmente adecuado, ya que
te permite deslizar el pulgar con bastante facilidad sobre el dorso de
la carta para apretarla contra el borde de la mesa. Mientras empujas
la carta con el pulgar, puedes ayudarte con los otros dedos para incli-
nar la carta en el ángulo correcto, que también debe ser de cuarenta
y cinco grados respecto del bordillo (fig. 22).
Ahora puedes mover la ruano derecha con libertad deslizándola
a lo largo del borde de la mesa sin que se vea la carta. A estas alturas
te habrás dado cuenta de la necesidad de contar con una mesa de gro
sor considerable, ya que de lo contrario es casi imposible pinzar una
carta de esta forma. Cuando llegue el momento de realizar el cambio,
desliza la mano derecha hasta una posición en la que los dedos toquen
naturalmente el borde del extremo interior de la carta cara araba. Si
tienes problemas para ello, posiblemente será porque la carta está de-
masiado alejadá del bordillo. La carta que ocultas debe quedar justo
en línea con la carta sobre la mesa.
Apoya los dedos sobre la carta que está cara arriba y arrástrala ha-
cia el borde de la mesa; el canto de la mano y el meñique derechos
tienen que estar constantemente en contacto con la superficie de la
mesa para cubrir el movimiento que viene a continuación.
Cuando la carta cara arriba llegue justo al bordillo de la mesa, su
esquina inferior sin índice casi debe tocar la esquina superior sin ín-
dice de la carta que ocultas. Junta los dedos pulgar e indice arrastrando
a la vez con ambos sus respectivas cartas y haciendo que la carta en-
cima de la mesa se doble. La carta que sujetas con el pulgar debe
quedar un poco por debajo y a la derecha de la otra para que no se
vea desde el frente (fig. 23).
Haz rodar la mano derecha hacia delante sobre el canto de la mano
y el meñique, levantando la carta cara arriba casi completamente y
arrastrando al mismo tiempo la otra carta tras ella. De nuevo hago hin
capié en la necesidad de que la carta oculta quede un poco por debajo
y a la derecha, de manera que aunque no estén cuadradas la carta que
ocultas no se vea (la parte que no queda oculta detrás de la carta cara
arriba, le¡ está detrás de la mano y del borde de la mesa, como se ve -
en la fig. 23).
Cuando casi hayas levantado ambas cartas de la mesa, mueve la
mano derecha hacia delante volviéndola dorso al público; al mismo
tiempo, empuja hacia la izquierda con el pulgar la carta que ocultas
mientras que arrastras hacia la palma con los otros dedos la carta ori-
ginalmente cara arriba (fig. 24).
El pase termina de la misma manera que el cambio milagroso, con
la carta nueva cara abajo sobre la mesa y la otra en el empalme de Ten-
kai de la mano derecha. De igual modo, esté cambio puede realizarse
en la acción de volver cara arriba una carta que esté cara abajo. No
hará falta decir que en este caso la carta que ocultas debe estar em-
palmada cara arriba. Por ejemplo: puedes poner cara abajo sobre la
mesa, a la izquierda, como una predicción, la carta gemela de la que
tienes empalmada, un espectador puede repartir cartas cara arriba so-
bre la mesa parándose cuando le plazca y repartiendo la última cara
abajo. En la acción de volver esta carta cara arriba, puedes cambiarla
por la empalmada al mismo tiempo que con la mano izquierda vuel-
ves cara arriba tu predicción para mostrar la coincidencia. El volver
las cartas con ambas manos al mismo tiempo hace que este cambio
sea muy engañoso.
Si alguna vez has practicado con un servantell para cartas, este
cambio es particularmente adecuado. En un inusual arrebato de eru-
dición, puedo ofrecerte incluso algunas referencias por si deseases
estudiar más a fondo este concepto: Marlo tiene un artículo en los nú-
meros 8 y 9 de New Tops (Vol. 14) en el que analiza una versión del
"Hung Card" del Dr. James Nuzzi. Esta referencia y el capítulo en el
que descubrí el servante de cartas, están incluidos en THE GENE MA7.E
CARD BOOK, de Richard Kaufman, libro que desafortunadamente, y
según tengo entendido, se encuentra agotado.

Dos. Lo que viene a continuación es una secuencia de dos cam-


bios que se complementan estupendamente uno a otro. La secuencia
emplea el empalme lateral y lo que se puede denominar "empalme la
teral bajo", que ea esencialmente el empalme lateral hecho un poco
más abajo en la mano; en otras palabras: en lugar de sujetar la carta
entre las bases de los dedos mayor y anular y apoyar una esquina en
la punta del mayor, se sujeta entre las bases de los dedos anular y me-
ñique apoyando una esquina sobre la punta del anular.

12. En inglés Card shelf. El autor se refiere agtü a un pequeño cargador-servante de cartas
que se suele fabricar de cartulina y va pegado al borde de la mEsa con cinta adhesiva de doble
cara, blu-tac, etc. (N. del T) -
El cambio es especialmente adecuado para cambiar varias cartas
-cuatro, por ejemplo-, supondremos que queremos cambiar cuatro
cartas rojas por cuatro negras. Las cuatro rojas se encuentran en un
montón sobre la mesa y las cuatro negras cara abajo en el empalme
lateral de la mano derecha.
Toma las cartas rojas con la mano izquierda palma hacia abajo y
vuelve a continuación la mano palma arriba de modo que queden dor-
so arriba en posición de repartir. Acerca la mano derecha para tomar
las cartas; estira el pulgar derecho hasta alcanzar la esquina infenQr iz-
quierda del paquete de cartas negras que tienes empalmado en la mano
derecha (estira un poco los demás dedos para que te resulte más fácil).
Sincroniza esta acción de modo que el pulgar alcance la esquina jus-
to cuando las cartas empalmadas queden encima de las de la mano
izquierda (.fig. 25).
Asegurándote de que los lados izquierdos de ambos paquetes que-
den casi cuadrados, toma las cartas de la mano izquierda con los dedos
mayor y pulgar derechos (el otro grupo sigue empalmado en la mano
derecha). Si lo sincronizas correctamente, parecerá que los dorsos de
las cartas siempre quedan a la vista (los dorsos de las cartas empalma-
das parecen ser los de las cartas de la mano izquierda).
Como las cartas negras todavía están en posición de empalme,
aunque ambos paquetes están más o menos cuadrados por el lado
izquierdo, habrá una separación entre ellos de aproximadamente un
centímetro por el lado derecho (esto queda cubierto por la mano de-
recha). Esta separación te permite deslizar el meñique derecho por
debajo del grupo inferior de cartas -las rojas- apresándolas entre la
base del meñique y la del anular.
Estas cartas quedan casi en la posición de empalme lateral bajo,
lo cual te permite soltar el paquete inferior de cartas con el pulgar
derecho para levantar un poco las cartas negras (fig. 26).
En este momento acerca la mano izquierda y sujeta el paquete
superior por el lado izquierdo con el pulgar por debajo y los dedos
por encima (fig. 27). 9
Sigue levantándolas hasta extenderlas entre las manos, como si
estuvieses examinando tu jugada durante una partida.
Las cartas que cambiaste permanecen ocultas en la mano derecha,
apresadas entre los dedos anular y meñique. Con algo de práctica y
algunos ajustes podrás llevarlas directamente a la posición de empal-
me lateral bajo de forma que la punta del anular las sujete con firmeza
. contra las bases de los dedos anular y meñique. 1
Para terminar, puedes dejar las cartas cara arriba sobre la mesa con
la mano izquierda para mostrar el cambio.
ENGALYOS DE SALON
Para volver a cambiarlas, recógelas con la mano izquierda, vuél-
velas dorso arriba y sujétalas por el lado izquierdo con el pulgar por
encima y los dedos por debajo (el otro grupo de cartas sigue empal
mado en la mano derecha). Coloca las cartas de la mano izquierda en
la derecha, encajando el extremo exterior del paquete en la posición
del empalme lateral entre los dedos mayor y anular derechos (duran-
te esta acción inclina las cartas un poco hacia el público para que
puedan seguir viendo sus dorsos, fig. 28). .
Apoya el pulgar derecho en el extremo interior para mantener la
inclinación del paquete y poder alejar la mano izquierda. Verás que si
sueltas la sujeción del pulgar derecho, las cartas caerán a una posición
horizontal desde la cual las podrás llevar sin problema al empalme la-
teral curvando ligeramente el dedo mayor. Hazlo a la vez que estiras
un poco el dedo anular y sueltas las cartas que están en el empalme
lateral bajo (fig. 29).
De nuevo, hace falta sincronizar correctamente esta acción, pero,
si lo consigues, obtendrás un efecto muy fuerte de retención visual de
los dorsos de las cartas (parecerá que las sueltas con el pulgar derecho
dejándolas caer directamente sobre la mesa).
Para dar una pequeña aceleración a la técnica y ayudar así a que
l as cartas caigan mejor desde el empalme lateral bajo, puedes lanzar-
las sobre la mesa con la mano derecha en el momento de realizar el
cambio.
Una pequeña variante consiste en sujetar con la mano izquierda
las cartas que vas a cambiar abiertas un poco en extensión hacia la de-
recha. A continuación, toma con la mano derecha las cartas, todavía
en extensión, entre los dedos mayor y anular apoyando el borde del
extremo interior de la extensión contra el pulgar derecho, de forma
que queden ligeramente inclinadas para que -como antes- el públi-
co pueda verlas (fig. 30). Cuádralas con la mano izquierda, cierra la
extensión empujando hacia la derecha y, cuando las cartas queden
_ cuadradas, ejecuta el cambio. Esta secuencia justifica mejor el paso del
paquete de una mano a otra.
Falsas dadas
La dada de abajo
Esta dada presenta dos tipos básicos: el método por empuje, en el
que los dedos de la mano izquierda empujan de algún modo la carta
inferior hacia fuera, y el método por arrastre, que consiste sencillamente
en arrastrar la carta inferior con la mano derecha sin mediar prepara-
ción alguna. El primero tiene la ventaja de que se consigue una toma
li mpia, además de permitir la dada a una mano -imposible con el se-
gundo método-, aunque el movimiento de los dedos izquierdos en la
acción de empujar la carta hacia fuera a veces delata la maniobra. Por
ser los míos unos dedos especialmente largos, y tras comprobar que el
movimiento de empuje era demasiado ostensible en mis manos, acabé
por preferir el método por arrastre. No obstante, siempre me molestó ,
no poder realizar algunas de las dadas que permitía el método por em-
puje, ademas de que, en algunas ocasiones en que se manejan cartas muy
usadas o viejas, hay riesgo de arrastrar más de un naipe.
Resolví encontrar una solución a este problema, y el fruto es la
dada que ahora uso siempre; con ello no quiero decir que sea mejor
que otras, sino simplemente que la encuentro más apropiada para mis
manos. La premisa básica es que en lugar de empujar la carta inferior
hacia delante, se tira hacia atrás del resto de la baraja.
La dada resulta mucho más fácil con la mitad de la baraja, así que
te recomiendo intentarla de esta forma primero.
Sujeta las cartas en la mano izquierda mediante una presión dia-
gonal ejercida con la punta del dedo índice sobre la esquina superior -
derecha contra la esquina inferior izquierda de la baraja, que queda
encajada en el hueco de la palma de la mano a la altura de la base del
pulgar (fig. 31).
Dobla un poco el dedo índice alrededor de la esquina superior de-
recha ya que, además de ejercer presión diagonal por ahora, ayudará
a tirar de la baraja hacia la izquierda durante de la dada. Hay una ten
dencia a apretar las cartas demasiado fuerte para evitar que se escurran.
Lo cierto es que así será más fácil que las cartas resbalen; lo único que
hace falta es sujetarlas ligeramente.
Si inclinas la mano hacia fuera y hacia abajo, al menos por el mo-
mento, verás que basta con sujetarlas ya que la gravedad hace todo lo
demás.
Los demás dedos no sujetan las cartas, sino que se colocan co-
modamente bajo ellas de forma que las puntas sobresalgan por el lado
derecho. Los dedos no quedan doblados en tomo al lado derecho, sino
más bien estirados. Este detalle es importante, y se puede observar en
la fig. 31 (por alguna razón la dada me suele resultar más sencilla si
las cartas tienen una combadura longitudinal, por lo cual a veces las
aprieto en este momento para crear una concavidad hacia la palma de
la mano que curve los bordes de las cartas hacia arriba; para esto, cla-
ro está, es necesario cerrar los dedos alrededor de la baraja, pero
después hay que volver a estirarlos).
El dedo mayor -que debe permanecer totalmente estirado- hace
presión hacia arriba cerca de la esquina superior derecha, sobre la car-
ta inferior. En mis manos, este dedo toca la carta justo en la primera
articulación bajo la punta, aunque imagino que esto dependerá del ta-
maño de tu mano. Lo que es vital, no obstante, es que el dedo se
mantenga completamente estirado. Mientras empujas hacia arriba so-
bre la carta con el mayor, separa los dedos índice y mayor como si
abrieses unas tijeras: encoge el dedo índice hacia la izquierda aleján-
dolo del mayor y llevándote con él toda la baraja. La presión del dedo
mayor sobre las cartas de la parte inferior de la baraja debe ser la 'su-
ficiente para que la carta inferior no se vea arrastrada hacia la izquierda
por el índice, pero sí para que permanezca apoyada sobre el mayor,
que estiras hacia la derecha todo lo posible (las figs. 32 y 33 muestran
vistas desde abajo). Hasta que domines este movimiento poco natu-
ral, quizás necesites ayudarte con la mano derecha separando la carta
de la baraja antes de estirar los dedos. No hace falta decir que tendrás
que deshacerte de este hábito tan pronto como puedas.
Aunque en la descripción se detallan varios tipos de presión so-
bre diferentes ¡Juntos, vuelvo a insistir en que la dada se basa en una
sujeción ligera.
Supongo que te llevará tiempo llegar a dominarla, pero una vez
que hayas comprendido la idea de la dada verás que podrás mover el
naipe inferior sin emplear apenas fuerza; ya se ha comentado que la
fuerza de gravedad ejercerá la presión necesaria sobre la carta inferior
gracias a todas las cartas del resto dula baraja que empujan hacia aba-
jo sobre ella.
Para realizar una dada limpia, sólo hace falta que la carta sobre-
" salga aproximadamente medio centímetro, pero con esta técnica
podrías hacerla sobresalir incluso casi un par de centímetros.
Al dar, empuja la carta superior de la baraja con el pulgar izquierdo
cuando la carta inferior sobresalga, con lo cual ésta quedará cubierta. A
continuación, toma la carta con el mayor derecho y repártela al tiempo
que tiras hacia atrás de la carta superior con el pulgar derecho. Igualmente,
podrías repartir las cartas tomándolas desde arriba por sus extremos con
la mano derecha (fig. 34); toca con el pulgar el extremo interior de la car-
ta y con los dedos el otro extremo (resulta una dada muy engañosa que
se puede ejecutar lentamente). Incluso podrias hacer una dada a una
mano con un movimiento acentuado de la mano izquierda hacia la de-
recha para propulsar la carta (en este caso tendrías que apartar los dedos
izquierdos para no obstaculizar la salida de la misma). Estas dos últimas
dadas serían imposibles sin alguna clase de empuje, pero en este caso se_
consiguen sin que haga falta encoger los dedos izquierdos, que es lo que
normalmente delata este tipo de dadas desde abajo. A medida que va-
yas dominando la dada, podrás añadir más cartas hasta que llegues a usar
cómodamente toda la baraja.
Dicho esto, no obstante, siempre hago lo posible por construir to-
das las rutinas en que uso la dada de debajo de manera que sólo tenga
que emplear la mitad de la baraja o menos cartas (creo que Gene Maze
también recomienda lo mismo).
La dada del centro
De todo el tiempo que he pasado practicando técnicas, creo que
la mayor parte lo destiné al intento de dominar la tan dificil dada del
centro. He utilizado el verbo en pasado a propósito, ya que hace unos
tres años más o menos, cuando por primera vez sentia que empezaba
por fin a dominarla, me di cuenta de que era prácticamente inútil y
dejé de hacerla (para quien se interese, diré que acabé por reconocer
que la mejor técnica era la ausencia de ella: tomar la baraja en cual-
quier sujeción cómoda para repartir, mantener una separación con el
meñique izquierdo en el centro de la baraja, y repartir cartas de enci-
ma hasta que haga falta una carta del centro, momento en que se extrae
l a carta de encima de la separación con el dedo mayor derecho. Sim-
plemente es cuestión de, practicar hasta conseguirlo.
Para los verdaderamente incansables de entre mis lectores: se
puede probar a combar las cartas hacia abajo --haciendo un poco de
presión sobre los lados- de manera que quede un puente en la ba
raja; se insertan cuatro o cinco cartas cara arriba por distintos lugares
del centro, y se reparten dichas cartas desde sus respectivas posicio-
nes; debes sentir -al tacto- con los dedos de la mano izquierda las
pequeñas separaciones naturales en el momento en que la mano de-
recha se acerca para repartir).
Sin embargo, no es éste el objeto de esta sección; sí lo es, en cam-
bio, enseñarte la, técnica -muchísimo más sencilla- que hizo que
decidiese olvidarme de la dada del centro por ser a la vez más senci-
lla y mucho más impresionante a los ojos de los espectadores.
Cuatro cartas -por ejemplo, cuatro Ases- se pierden en distintos
lugares del centro de la baraja y se reparten directamente desde estas
posiciones. La manera de conseguirlo consiste en una pequeña variante
de un método de Martin Nash. Según tengo entendido, Marlo (no po-
día ser otro), también ideó otra versión,-con la cual la mía tiene gran
parecido. Sin embargo, es necesario incluir aquí una descripción bas-
tante prolija de la técnica, ya que en ella se basa gran parte de una
rutina incluida en el Capítulo Cuatro.
Inserta los cuatro Ases en cuatro lugares distintos del centro de la
baraja dejando que sobresalgan por la mitad de su longitud. Al em-
pujar para cuadrarlos con el resto de las cartas, haz presión sobre la
esquina superior izquierda de forma que sobresalgan por la esquina
inferior derecha de la baraja (esta técnica es la misma que se emplea
en el control explicado anteriormente; consulta la fig. 10 para mayor
información). Si te convenció mi exposición acerca de los méritos de
la sutileza por hojeo que mencioné entonces, puedes emplearla aquí
también.
Sujeta la baraja con la mano derecha en posición de cortar, con el
pulgar en el extremo interior y el dedo mayor en la esquina superior
izquierda; dobla el dedo índice derecho sobre el dorso de la baraja y
apoya el resto de los dedos en el extremo exterior (fig. 35). Estira el
dedo mayor izquierdo hasta tocar el extremo exterior de los cuatro
Ases que sobresalen por el lado derecho (quizás tengas que apartar un
poco los dedos anular y meñique derechos para ello).
A continuación, tira de los Ases con el dedo mayor hacia la dere-
cha haciéndolos pivotar sobre el pulgar derecho, de forma que las
esquinas superiores derechas queden en el lado derecho de la baraja y
l os Ases se coloquen paralelos con el resto de la baraja; continúa tiran-
cío con el dedo mayor en la misma dirección por espacio de un
centímetro más o menos y saca los Ases aún más. En este punto, in-
troduce el extremo interior de los Ases en la baraja empujando con los
dedos anular y meñique izquierdos, lo cual acentuará su ángulo de in-
clinación; al mismo tiempo, empuja hacia abajo y hacia ti con él mayor,
de forma que los Ases queden encajados en ángulo dentro de la baraja
y con respecto a ella (fig. 3b). Este proceso que parece tan complicado,
es en realidad bastante sencillo y sirve únicamente para orientar los Ases
en la posición adecuada. En el caco de que las esquinas de las cuatro
cartas se vean sobresaliendo por delante de la baraja, puedes doblar el
dedo indice en torno al extremo exterior de la baraja para ocultarlas.
Toda la maniobra puede hacerse con el pretexto de cuadrar las cartas.
' Imprime un bisel a las cartas de la parte superior de la baraja para que
adopten el mismo ángulo que los Ases y así los oculten.
En esta posición, el dedo mayor izquierdo actúa como tope con-
trolando los Ases para que no se pierdan y, al mismo tiempo, como
sujeción principal de la baraja, de modo que puedas bajar un poco los
dedos anular y meñique cuando repartas las cartas. Reparte cartas de
encima de la baraja hasta que necesites una de las del centro; en ese
momento, introduce el dedo mayor derecho entre los dedos mayor y
anular izquierdos haciendo que entre en contacto con la cara del úl-
ti mo As. Como éste ya sobresale de la baraja, no es necesario ningún
empuje: el dedo mayor simplemente extrae la carta hacia la derecha
. al tiempo que los dedos anular y meñique izquierdos bajan un poco
para no obstaculizar la extracción; mientras, el pulgar izquierdo, tras
empujar hacia la derecha la carta superior como si fuese a ser reparti-
da, tira hacia atrás de ésta alineándola con la baraja.
En el caso de que coloques los Ases (o las cartas que necesites) en
la parte superior de la baraja y tengas que repartir varias manos, es po-
sible que repartas todas las cartas de encima de los Ases antes de
repartir el último As; en este caso tendrás que recurrir a una dada en
segunda. Por esta, y por otras razones, es una buena idea poder repartir
desde varias partes de la baraja con la misma sujeción.

La dada en segunda
Incluyo este pequeño comentario no tanto por mi deseo de ex-
plicar esta extraña dada como por el de presentar un estudio más o
menos completo de las falsas dadas. De hecho, normalmente uso una
dada en segunda por empuje como la de Vernon, pero voy a presen-
tarte una dada en segunda alternativa que sólo me atreveria a utilizar
en las situaciones más divertidas.
Sujeta la baraja en la mano izquierda con los cuatro dedos apo-
yados contra el lado derecho de modo que sus puntas queden más o
menos niveladas con el borde derecho de la carta superior (te habrás
dado cuenta ya de cómo yo mismo me contradigo respecto a lo que
acabo de decir unos párrafos más arriba). Si aprietas las cartas con los
dedos haciendo que se comben hacia abajo y hacia la palma por el eje
longitudinal, y si bajas las puntas de los dedos una fracción de centí-
metro, las cartas saltarán por résorte hacia la derecha; cuando esto se
controla con la mano derecha, este fenómeno adquiere el nombre de
'`Extensión por resorte" de LePaul (LePaul Spread). Sin embargo, en
este contexto, sólo vas a permitir que una carta salte hacia la derecha.
No saltará demasiado, ya que tienes el dedo pulgar apoyado encima
de la baraja alineando todas las cartas y controlando el resorte.
Verás que si miras la baraja desde arriba, parecerá que todas las car-
tas están cuadradas; sin embargo, mirando desde abajo, ~e verá que la
carta superior sobresale hacia la derecha más o menos medio centí
metro debido a que estás apretando el resto de las cartas hacia la
izquierda y combándolas.
Quizás te resulte más sencillo empezar con la mitad de la baraja
solamente, ya que combarla entera ejerciendo control sobre las cartas
al mismo tiempo no es fácil. Si dejas que la segunda carta por arriba
salte hacia la derecha por resorte, también sobresaldrá hacia la dere-
cha -visto desde abajo-, aunque este hacho no se apreciará mirando
la baraja desde arriba. De esta manera, puedes tocar la cara de la se-
gunda carta con el dedo mayor derecho y repartirla extrayéndola hacia
la derecha (fig. 37) mientras dejas la carta superior en su sitio.
Deja queda siguiente carta salte por resorte del mismo modo para
poder así volver a dar la segunda carta.
Vista desde arriba, esta técnica resulta bastante extraña, ya que se
extrae la segunda sin aparentemente empujar la carta de encima. Será
divertido si alguna vez te decides a mostrar esto durante una discu
sión con algún compañero mago sobre tu habilidad para dar en
segunda por arrastre sin mover la carta superior.

Sobre la mezcla falsa


Esta fue una de las primeras técnicas que inventé cuando empe-
cé en la magia con aquel amigo del colegio, allá por los catorce años.
En esa época no teníamos acceso a libros de magia, lo cual hace que
sea bastante asombroso que mientras inventábamos burdas variantes
de la carta corrida u otras cosas sin importancia, se me ocurriese esta
mezcla. Parte de la idea de torcer las cartas vino de mi buen amigo
Ben Cotterell, al que tristemente no he visto desde hace muchos años.
La técnica imita las acciones de una mezcla por hojeo con casca-
da en las manos; en otras palabras: es importante que sepas hacer esta
mezcla normalmente antes de intentar la variante falsa; mucha gente
hace la mezcla por hojeo en mesa sin problemas pero no se atreve a
realizarla en las manos por miedo a que las cartas se le caigan duran-
te el hojeo. Para estas personas incluyo la siguiente breve descripción.
Toma la baraja en posición de cortar con la mano derechha,'con el
pulgar en el extremo interior y los dedos por el exterior; los dedos de-
ben apoyar sus falanges centrales contra el extremo exterior, quedando
sus puntas dobladas debajo de la baraja, mientras el dedo índice se
apoya sobre el dorso de la misma. Haciendo presión hacia abajo con
el índice podrás sujetarla entre el índice y el resto de los dedos y apar-
tar el pulgar del extremo en el que se apoyaba. Esto te permite hojear
desde abajo con el pulgar más o menos la mitad de la baraja sin que
las cartas caigan al suelo. Toma esta sección que acabas de hojear con
la mano izquierda en la misma posición en la que sujetas las cartas de
la derecha; para ello, hará falta que introduzcas el índice izquierdo en-
tre las cartas hojeadas y el resto de la baraja, llevando los demás de-
dos por debajo de esta sección y alrededor del extremo izquierdo de
forma que puedas sujetar este grupo de cartas igual que lo hace la mano
derecha (fig. 38). Al apartar la mano derecha hacia la derecha, puedes
empujar con los dedos de esta mano el extremo derecho del grupo de
cartas de la mano izquierda hacia arriba y hacia el pulgar izquierdo,
que debe estar estirado; sujeta con este dedo el extremo derecho de
las cartas de modo que queden sujetas en la misma posición que las
cartas de la mano derecha.

Hojea simultáneamente ambos paquetes dejando escapar cartas


desde los pulgares intercalando unas con otras. Tias la mezcla, ambos
pulgares quedarán apoyados sobre los dorsos de las cartas en el lugar
en que se solapan unas con otras. En esta situación, lleva el dedo ín-
dice de cada mano junto a los demás de manera que los cuatro dedos
queden encogidos por debajo de los extremos de la baraja a ambos la-
dos. Si haces presión firmemente con la punta de los dedos contra las
caras de los paquetes y mantienes la presión desde arriba con los pul-
gares, puedes acercar las manos combando las cartas arqueándolas
hacia arriba en el lugar en que se encuentran intercaladas; las presio-
nes contrarias harán que, por el momento, las cartas no caigan en
cascada ni se desimbriquen por arriba. Cuando más o menos formen
el arco de una parábola, relaja la presión de los dedos sobre las caras
de las cartas, pero sigue manteniendo cierta presión sobre los dorsos
con los pulgares para evitar que se separen en este punto; hecho co-
rrectamente, esto hará que las cartas caigan en cascada (fig. 39)
formando al final un montón más o menos irregular. .
Pido disculpas al lector experto por lo tedioso de la explicación,
pero de verdad pienso que sin una total comprensión de la técnica nor-
mal no será posible entender la mezcla falsa.
Ésta comienza como la verdadera, mezclando por hojeo ambas
mitades en el aire. Deja que caigan primero unas cuantas cartas de la
mitad de la m..^.no derecha y al final, unas cuantas de la mitad de la iz
quierda encima de todo. Arquea las cartas como si fueses a hacerlas
caer en cascada, pero mantén a ambos lados la presión de los dedos
encogidos contra sus caras para que haya cascada.
Imagina ahora que sujetas un cubo Rubik. Gira el lado izquierdo
del cubo hacia ti y el derecho hacia fuera (para aquellos que en su ni-
ñez se vieron privados de un cubo Rubik, imaginad que sujetáis un
frasco de mermelada cuya tapa queréis desenroscar). Torciendo las car-
tas de este modo, empujarás su extremo izquierdo hacia arriba y el
derecho hacia abajo. Los extremos de ambos paquetes, sin embargo,
tienen que seguir todavía paralelos uno al otro y también respecto de
las posiciones en que empezaron (fig. 40). Para comprobar que las ma-
nos se encuentran en la posición correcta, acércalas de manera que las
cartas se arqueen más todavía; deberías poder tocar la primera articu-
lación del meñique izquierdo con la primera del índice derecho.
Separa ahora las manos un poco, pero sigue imaginando que man-
tienes presión entre el índice derecho y el meñique izquierdo. Relaja
la presión que ejerces desde abajo con ¡Os dedos y deja que las cartas
caigan en cascada (quizás tengas que separar las manos un poco más
si ves que se resisten a caer).
Las cartas de la mano izquierda deben caer hacia delante y las de
la derecha hacia atrás (fig. 41). Al final de la cascada, ambas porciones
deben estar separadas más o menos un par de centímetros, pero to-
davía en paralelo.
Como esta técnica es difícil de explicar, si todavía tienes proble-
mas para hacer que las cartas te obedezcan, te ofrezco esta explicación
alternativa: espero que me disculpes si te pido que coloques la mitad
superior de tu cuerpo en una posición un tanto incómoda. Cuando
tengas las cartas intercaladas y arqueadas, en lugar de intentar torcer
las dos mitades, pega las manos a tu estómago y extiende los codos
de forma que sobresalgan a los costados; ambos antebrazos quedan
paralelos al suelo (aproximadamente en la posición en que un princi-
piante coloca los brazos al hacer una cuenta Elmsley). Imagínate un
eje que fuese desde el codo, por el antebrazo, a través de las cartas, el
otro antebrazo y hasta el otro codo.
Gira ahora la muñeca izquierda, en torno a este eje imaginario,
unos cuantos grados en el sentido opuesto al de las agujas del reloj
( mientras tanto, sigues manteniendo la presión) y gira la mano dere
cha a la altura de la muñeca unos grados en el sentido de las agujas
del reloj. El resultado será que las cartas quedarán torcidas formando
un ángulo inclinado respecto a ti, pero los extremos que sujetas con
las manos tienen que seguir todavia paralelos uno respecto al otro. Re-
laja ahora desde abajo la presión de los dedos y las cartas caerán en
cascada pero, según nuestro objetivo, la porción. de la izquierda que-
dará desplazada hacia delante y la de la derecha hacia atrás. Si has
entendido lo que acabo de explicar, no tardarás mucho en dominar la
mezcla. Como ya he mencionado, una vez que llegue ese momento,
no hace falta que mantengas los brazos en una posición tan inapro-
piada. Coloca las manos delante del cuerpo tal y como las pondrías
durante una mezcla por hojeo normal; sólo hará falta que tuerzas las
muñecas un poco nada más.
Suponiendo que has conseguido que las cartas te obedezcan en
tu deseo de separarlas, la mezcla continúa como sigue: sujeta con la
mano derecha toda la baraja (imbricada en dos mitades) con el pulgar
por encima y los dedos por debajo, lo que permite que puedas apar-
tar la mano izquierda un poco. Gira la mano derecha llevando el
extremo izquierdo de las cartas hacia ti y el dorso de la mano hacia
los espectadores. Pon las cartas en la mano izquierda -obviamente si-
guen imbricadas- más o menos en la posición de repartir.
Inmediatamente, cambia la sujeción de la mano derecha colo-
cándola encima de la baraja en posición de cortar, con los dedos en
el extremo exterior y el pulgar en el interior, de manera que ocultes el
hecho de que la mitad de las cartas sobresale por el lado derecho. Aho-
ra puedes cuadrar un poco las cartas con la mano izquierda pasando
el pulgar y los dedos por los lados del conjunto -pulgar por el lado
izquierdo, y. dedos por el derecho-, de forma que queden dos mita-
des bien diferenciadas y alineadas, pero todavía separadas, al menos,
un centímetro.
Me gustaría hacer hincapié ahora en la extirpación de las cartas
desde esta posición; es una técnica que será empleada en un efecto in-
cluido más adelante, y que debería aparentar un mero corte desde
abajo. Desliza la mano derecha -todavía encima de la baraja en posi-
ción de cortar- hacia la izquierda, de modo que el pulgar quede en la
esquina interior izquierda de las cartas de la mitad izquierda y el del!lo
mayor en la esquina exterior izquierda, con el índice doblado encima
del conjunto. De esta manera, la mano derecha quedará sujetando con
firmeza únicamente las cartas que sobresalen hacia la izquierda.
Al mismo tiempo, por debajo de la mano derecha los dedos de la
mano izquierda cambian su posición de forma que el índice quede lo
_ más a la derecha posible en el extremo exterior de la mitad que so-
bresale hacia la derecha, y el meñique lo más a la derecha posible del
extremo interior de esa misma mitad. Estos dos dedos sujetan por arri-
bos extremos esta sección y no tocan las cartas de la sección izquierda,
de la cual se ocupa la mano derecha.
Gira la mano derecha hacia fuera, empezando el giro desde el pul-
gar, extirpando las cartas durante la acción y haciendo pivotar esta
sección en tomo al índice izquierdo (fig. 42). Al mismo tiempo, gira
la mano izquierda hacia fuera empezando el giro desde el meñique
haciendo que las cartas se separen extirpándolas. Según se van sepa-
_ rando, mueve la mano izquierda un poco hacia dentro y la desecha
hacia fuera hasta que las cartas se separen completamente; la mano
derecha ha dado cobertura al movimiento, con lo cual el hecho de que
las cartas se separan no será obvio. Lleva la mano izquierda por de-
bajo de la sección de la mano derecha y alrededor de ésta, y coloca
sus cartas encima de las de la mano derecha, igual que si las hubieses
cortado desde la parte inferior de la baraja, como en un doble corte
normal. Cuando consigas con confianza y seguridad que las cartas no
se enganchen, podrás hacer la extirpación con bastante rapidez. De
nuevo, el secreto reside en una sujeción ligera que permita que el aire
atrapado entre las cartas facilite la extracción. De igual modo, se pue-
de realizar la extirpación dejando las cartas de la mano derecha sobre
la mesa y poniendo luego las de la izquierda sobre ellas, imitando las
acciones de un corte normal en mesa.
Yo empleo el mismo procedimiento para controlar cuatro cartas
devueltas en diferentes lugares de la baraja; si haces que sobresalgan
por el lado derecho en la acción de cuadrarlas con el resto, puedes su
jetarlas y extirparlas de la misma manera; a continuación las pones
encima de la baraja como si hubieses realizado un simple corte; las
manos se desplazan con la rapidez suficiente como para que no se note
el pequeño grosor del paquete.
Merece la pena mencionar que tuve la suerte de conocer a Eric
Anderson en América hace un par de años y que él usa una mezcla
similar, aunque la forma de extirpar las cartas es totalmente distinta.
Los dos estuvimos de acuerdo en que ambas mezclas fueron inventa-
das independientemente, pero debo admitir que Eric publicó la suya
primero. Estoy seguro de que no le importará que yo ofrezca aquí mi
versión, completa con la maniobra de extirpación alternativa. Perso-
nalmente, considero que la mía es más adecuada para mi estilo,
aunque quizás encuentres que la suya es más apropiada para ti.
En realidad, ambas técnicas provienen de otras anteriores; creo,
por ejemplo, que Max Katz empleaba un procedimiento similar para
separar las cartas durante la cascada posterior a una mezcla faro.
Y dicho esto, volvamos a nuestros asientos para comenzar la rse-
gunda parte y proseguir con nuestra presentación de efectos, cometido
mucho más serio que la mera explicación (le técnicas insignificantes.
CUATRO
' que contiene algunas prácticas deshonestas

No es fácil intentar convencer a un público culto e inteligente de


que lo que haces con una baraja de cartas es magia; cuando la gente
contempla cualquier forma de mentalismo, siempre queda la posibi
lidad de que alguna parte del cerebro considere que se trata de una
auténtica lectura de pensamiento, aunque es más probable que -al
menos después de cierta reflexión- se acabe por aceptar que lo que se
ha visto era un simple truco. Sin embargo, hacer que una carta elegi-
da y devuelta al centro de la baraja aparezca encima de la misma,
normalmente no será atribuido al poder de espíritus demoníacos in-
vocados por el mago, ni a que la carta se haya desmaterializado para
trasladarse en estado atómico al dorso de la baraja. Todo lo cual, por
consiguiente, ha hecho que me preocupe a menudo acerca de cómo
presentar tales efectos. En la mayoría de las ocasiones, sugerir que lo
que ocurre es verdadera magia me parece cuanto menos ridículo, y fra-
ses convencionales del tipo cuando chasqueo los dedos, la carta sube, -
siempre me han parecido insoportablemente condescendientes.
Una de las formas de solucionar este problema es presentar el efec-
to con cierto aire de ironía, dejando bien claro para el público que
aunque chasquees los dedos para hacer que la carta suba magicamen-
te, tú no crees ni por un momento lo que dices y, por tanto, tampoco
tiene por qué hacerlo tu público. Otra salida posible es sencillamen-
te no hacer referencia a ningún tipo de comportamiento mágico, sino
más bien proseguir con el juego dejando que piensen lo que quieran.
Otra alternativa que realmente evita el problema por completo, pue-
de ser hablar de los métodos con que los tahúres hacen trampas
durante una partida. Aunque el juego de la "Carta ambiciosa» no tie-
ne relación alguna con los métodos de los tramposos, puede ser
presentado fácilmente de esta manera si se explica que, si un jugador
quisiera asegurarse de conseguir siempre una carta concreta, tendría
que controlarla de forma que, aun habiendo quedado perdida por el
centro, el tramposo pudiese llevarla al dorso de la baraja. Sin revelar
ningún método, se deja bien claro que el fenómeno que se presenta
es atribuible a la pura habilidad del ejecutante, lo cual es un concep-
to mucho más digerible y creíble para algunos públicos.
Permíteme que recalque que no estoy sugiriendo que debas adop-
tar este tipo de presentación; gran parte del encanto y asombro de
muchos efectos mágicos se perdería dando esta clase de explicaciones
mundanas. Simplemente sugiero que hay ocasiones en las que pre-
sentar efectos de esta forma puede ser más adecuado; quizá un público
compuesto por ebrios y revoltosos jóvenes (del tipo que yo era pro-
penso a encontrar durante mi "educación superior en la universidad,
y que no te dejaba con ninguna duda respecto a sus opiniones sobre
los juegos de cartas) sería mucho más receptivo a los mismos efectos,
si fueran presentados de una manera que aparentase revelar los mé-
todos de los tahúres. A esto se añade mi propia fascinación por las
técnicas de la mesa de juego, cosa que me lleva a incluir la siguiente
colección de efectos de esta naturaleza.

Una rutina de juego


Parece apropiado comenzar con una rutina completa que presen-
to para demostrar los métodos del submundo del juego, siempre que
se den las circunstancias adecuadas y un interés aparente por parte del
público. Quizás incluso el lector que no esté convencido de la efica-
cia de las rutinas de juego pueda obtener algo de ésta, ya que en ella
se emplea un principio automático que puede ser útil en otros con-
textos. E l efecto consiste en que el ejecutante localiza y se reparte los
cuatro Ases varias veces por medio de mezclas clasificadoras y falsas
dadas. Para terminar, las cartas quedan ordenadas numéricamente a
pesar de haberse visto completamente mezcladas momentos antes.
Esta última parte es quizás la de mayor interés, y es la que se basa en
el principio matemático que expondré más adelante.
La baraja comienza ordenada numéricamente y por palos alter-
nados por colores, salvo los cuatro Ases que se colocan en el dorso.
En otras palabras: los cuarto Ases superiores de la baraja van seguidos
de todas las cartas de un palo -el de Picas, por ejemplo- ordenadas
del Dos al Rey; a éste le sigue otro palo de distinto color ordenado
del Dos al Rey (Corazones, por ejemplo), y a continuación los de Tré-
boles y Diamantes, también ordenados de la misma manera. Conviene
destacar que no es difícil llegar a esta posición partiendo de una ba-
raja recién abierta (un detalle útil a tener en cuenta). Al principio
conviene mezclar en falso la baraja unas cuantas veces para dar a en-
tender que no hay ordenación previa alguna.

La secuencia de la localización de Ases emplea un procedimientç-to de corte de lo más simple; eso no es razón para que sea pasado por
alto. Coloca una carta con esquina doblada en la posición inferior de
la baraja de modo que al cortar quede en el centro y señale la posi-
ción de los cuatro Ases.
Desde luego, vale otro tipo cualquiera de carta guía -tipo breather
crimp o esquina corta- aunque casi no hace falta recurrir a métodos
tan sofisticados; yo sencillamente doblo la esquina izquierda dé la car
ta inferior con el pulgar derecho en la acción de cuadrar la baraja por
encima con la mano derecha; este doblez se puede hacer y deshacer ,
rápidamente y puede verse y localizarse corr facilidad. Sin embargo,
cuando se lleva por corte al centro de la baraja, basta con una leve pre-
sión sobre las cartas superior e inferior para apretar las cartas y apla-
nar la esquina doblada volviéndola casi invisible.
Tras cortar, deja la baraja sobre la mesa con el lado de la esquina
doblada hacia ti y localiza el primer As simplemente cortando por di-
cha esquina. Deja el As aparte y vuelve a poner encima la mitad
superior de la baraja, centrando así la carta con la esquina doblada y
marcando la situación de los tres Ases restantes.
En este punto, merece la pena tomar la baraja y aplicar presión
sobre las cartas del modo indicado para mostrar la baraja por todos
lados enseñando que no hay marcas, ni cartas sobresalientes, que no
hay cartas dobladas, y todo eso. Vuelve a colocar la baraja sobre la mesa
y corta por el segundo As de la misma manera. Recompón de nuevo
la baraja y encuentra el tercer As idénticamente.
Tras dejar aparte el tercer As, coloca sin embargo la parte infe-
rior de la baraja sobre la superior que acabas de cortar para llevar la
carta con la esquina doblada a la posición inferior y el último As a
la superior. Mezcla despreocupadamente de esta forma (mientras, ex-
plica cómo caria vez es más difícil encontrar los Ases, ya que van
quedando menos, o alguna otra tontería de este tipo): sujeta las car-
tas en posición de mezcla por arrastre en las manos, pela una a una
varias cartas desde el dorso de la baraja (no importa cuántas: entre
cinco y diez es lo ideal). Suelta el resto encima de forma que. las car-
tas que pelaste queden debajo de la carta con la esquina doblada.
Corta la baraja más o menos por la mitad para llevar la carta guía de
nuevo al centro. Vuelve a dejar el conjunto sobré la mesa y al cortar
por la esquina doblada para localizar el último As encontrarás una
carta indiferente. Probablemente será un Siete o un Ocho (de Picas,
si ordenaste las cartas en la secuencia que sugerí), dependiendo de
cuántas cartas hayas pelado.
Tras el desconcierto inicial, explica que dicha carta es la famosa
carta indicadora cuyo valor marca la posición del último As. Toma
la mitad inferior y deja la carta indicadora cara abajo encima ella, en
la posición en la que estaba, cuenta cartas cara abajo sobre la mesa
desde ese punto y detente en el número indicado. Por supuesto, de-
bido a que al principio ordenaste los naipes, la carta indicadora
señala en realidad cuántas pelaste: si es un Siete, significa que in-
vertiste el orden de siete cartas durante la mezcla y que, por lo tanto,
el As es ahora la séptima carta; si es un Ocho, significa que pelaste
ocho, etc. Si cuentas cartas cara abajo hasta totalizar el número in-
dicado, la última será el As. Al mismo tiempo habrás vuelto a invertir
el orden de las cartas que has contado, con lo cual quedarán de nue-
vo en su secuencia original.
Coloca las cartas que has repartido encima de la mitad inferior, y
después todo este paquete encima de la otra mitad. A pesar de haber
localizado los cuatro Ases por medio de cortes, el resto de la baraja
permanece aún en orden numérico y la carta con la esquina doblada
en la posición inferior de la'baraja.
A continuación explicaré cuatro métodos mediante los cuales po-
drás controlar los Ases para dártelos en tu propia jugada; empezaremos
con una mezcla clasificadora (verás que puedes sustituir los métodos
que explico por otros cualesquiera, siempre y cuando no alteren el or-
den de las cartas). La técnica consiste en pelar naipes según el
procedimiento de una mezcla en las manos ordinaria, aunque si co-
noces otro método para ordenar jugadas para cinco jugadores sin
cambiar el orden del resto de la baraja valdía también.
Para esta mezcla en las manos hace falta llevar los cuatro Ases de-
bajo de la baraja: puedes ponerlos ahí directamente, o colocarlos en
la posición superior y bajarlos mediante un doble corte. Desde esta
posición, los irás colocando en las posiciones necesarias con una mez-
cla en las manos durante la que pelarás cartas una a una desde el dorso
de la baraja y, en el momento apropiado, harás un doble arrastre (sig-
nifica que arrastrarás al mismo tiempo las cartas superior e inferior de
la baraja). El orden del procedimiento es este: al principio, arrastra con
el pulgar izquierdo cuatro cartas desde la posición superior, una a una,
igual que en una mezcla normal; cuando vayas a arrastrar la quinta,
presiona con los dedos izquierdos contra la carta inferior de la baraja
-un As- y arrástrala al mismo tiempo que el pulgar izquierdo pela la
carta superior; este es el arrastre doble (fig. 1).
A continuación pela con el pulgar tres cartas más una a una; des-
pués haz otro doble arrastre llevándote de la parte inferior de la baraja
con los dedos izquierdos el siguiente As al tiempo que pelas la carta
superior; después pela otras tres y haz otro doble arrastre; por último,
otras tres más y otro doble arrastre.
Cuando ejecuto la mezcla, pienso en la secuencia de esta mane-
ra: "uno, dos, tres, cuatro; arrastro, dos, tres, cuatro; arrastro, dos, tres,
cuatro; arrastro, dos, tres, cuatro; arrastro". Después, suelta el resto de
las cartas encima, de manera que la carta con la esquina doblada cai-
ga sobre el conjunto de cartas que has pelado.
Yo realizo todo el procedimiento lentamente para no cometer
equivocaciones. En mi presentación explico que coloco las cartas
mientras las mezclo, así que no me preocupo si la mezcla parece de
masiado "calculada". Durante unapartida, por supuesto, ni siquiera miraría
las cartas, pero a pesar de eso aún seria capaz de calcular y contar el número
de naipes que hay que mezclar para ordenar la jugada.
Mientras dices esto, corta la baraja por la esquina doblada (toda-
vía sujetas las cartas en posición de mezcla en las manos) y pela una
a una encima cíe las demás todas las que están debajo de la esquina
doblada, volviendo así a invertir su orden y colocándolas de nuevo
en el dorso. No hace falta mucha concentración para esto (puede ha-
cerse bastante deprisa); sin embargo, al hablar de cálculos y cuentas
con cartas, la idea que se transmite es que lo que se está llevando a
cabo exige gran destreza mental.
En este punto, las cartas deben estar en su orden numérico origi-
nal a excepción de los Ases, que deben haber quedado dispersos de
tal manera que se encuentre uno cada cinco cartas a partir de la posi-
ción superior de la baraja; la carta con la esquina doblada debe quedar
cíe nuevo como carta inferior de la baraja. Reparte cinco cartas y que-
date con la quinta. A medida que te vas repartiendo la quinta carta de
cada ronda, voltéala para mostrar que se trata de un As. Al darte el
, cuarto As, deja de repartir; cada jugador tendrá cuatro cartas.
Recoge ahora las cuatro manos (que repartiste de izquierda a de-
recha, según el procedimiento habitual en una partida) de derecha a
izquierda, dé forma que el paquete que está más a la derecha quede
sobre el que está a su lado (izquierda); pon el nuevo paquete encima
del que está al lado (izquierda) y, por último, encima del restante; co-
l oca el conjunto así formado en la parte inferior de la baraja, debajo
de la carta con la esquina doblada. Habrás notado que estas dieciséis
cartas que acabas de recoger ya no están en el mismo orden que an-
tes; no tiene importancia, de momento.
Explica que el procedimiento de clasificación es algo anticuado y
burdo, y que una manera mucho mejor de hacer trampas es dar en fal
so. Di: Por ejemplo, supongamos que hubiese ocultado secretamente los cuatro
Ases en mi mano izquierda (coloca los Ases en una posición similar a la
del empalme del tahúr en la mano izquierda); entonces, tras haber cor-
tado la baraja, podría haber añadido secretamente las cartas debajo de la
baraja. Corta la baraja más o menos por la mitad (o pide a alguien que
lo haga) y, al llevar la porción cortada a la mano izquierda, añade de-
bajo los cuatro Ases claramente. Ahora, al dar las cartas, puedo repartir
los Ases desde. la parte inferior de la baraja.
Diciéndolo, reparte de nuevo cinco manos de cartas y, en la quin-
ta de cada ronda -que es la tuya- da una carta de abajo. La rutina exige
que tu dada de abajo sea aceptable; antes expliqué el método que yo
empleo, pero si tú ya has practicado una técnica que te venga mejor,
obviamente debes emplearla.
Reparte cuatro manos, de manera que caigan los cuatro Ases en
tu mano gracias a la dada de abajo. Mediante tu explicación acerca de
cómo se cortan las cartas para luego añadir otras secretamente, te las
habrás ingeniado para realizar las dadas de abajo sólo con la mitad de
la baraja; es considerablemente mucho más sencillo. Deja caer las car-
tas que te han quedado en la mano tras el reparto encima de la otra
mitad que - está en la mesa; muestra los cuatro Ases, recoge las otras
cuatro manos igual que antes -de derecha a izquierda-, y colócalas
debajo de la baraja. Quedan ahora treinta y dos cartas, en distinto or-
den, bajo la esquina doblada. (A propósito, en lugar de poner los Ases
abiertamente en la mano izquierda como indiqué antes, quizás pre-
fieras devolverlos a la baraja y empalmarlos secretamente; después
puedes revelar que están en la mano izquierda y continuar con el res-
to de la fase de la misma forma). Continúa la demostración diciendo
que, a pesar de que la dada de abajo es muy buena, no valdría en pre-
sencia de jugadores avezados, ya que al dar un corte completo a la
baraja, los Ases quedarían en el centro; por esta razón fue inventada
la dada del centro. Mientras lo explicas, corta la baraja por la esquina
doblada llevando esta carta otra vez abajo.
Coloca los cuatro Ases en distintos lugares del centro de la bara-
ja, pero déjalos sobresaliendo; el As más cercano a la cara de la baraja,
no debe tener menos de dieciséis cartas por debajo, ni el más cercano
al dorso debe tener menos de dieciséis -más o menos- por encima.
Déjalos sobresaliendo por la mitad de su longitud, voltea las cartas cara
arriba y extiende la baraja sobre la mesa para mostrar que los Ases han
quedado en posiciones aleatorias en el centro de la baraja.
Extiéndela hasta llegar al último As, punto en el que detienes la
extensión dejando las últimas cartas juntas en bloque, ocultando así
el hecho de que todavía están ordenadas numéricamente. Sin embar
go, a los ojos de los espectadores el resto de las cartas parecerá
aleatoriamente mezclado gracias a que fue reordenado durante las dos
primeras demostraciones. Menciona este hecho sin atraer demasiada
atención diciendo: Verán que los Ases han quedado dispuestos al azar en el
centro de la baraja; no hay un numero determinado de cartas entre ellos, ni es-
tán colocados junto a cartas concretas, ni tampoco el resto de los naipes está
ordenado de manera que pueda darme una pista sobre la posición de los Ases.
Así, aun llamando la atención principalmente sobre los Ases, habrás
dejado claro que las cartas no tienen un orden concreto.
Recoge las cartas dejando los Ases sobresalientes, mientras expli-
cas que calcularás aproximadamente en qué posición quedan para así
repartirlos directamente desde dichas posiciones. Vuelve la baraja cara
abajo y aparenta cuadrar los Ases con el resto de las cartas; en reali-
dad, empújalos en diagonal a través de la baraja de modo que
sobresalgan por el lado derecho; repártelos directamente desde sus res-
pectivas posiciones -de nuevo en la quinta carta de cada ronda-
utilizando el método de Martin Nash para la dada central (expliqué
mi pequeña variante de esta técnica en el Intermedio de este libro; si
decidiste no estudiar esta sección, la técnica consiste básicamente en
extraer las cartas del centro cuando las necesites). Al repartir de este
modo, los Ases llegarán siempre a tu mano -ese es el objetivo de esta
demostración-, pero lo que es aún más importante: las restantes die-
ciséis cartas que forman las otras cuatro manos son las mismas dieciséis
cartas que repartiste durante la demostración de la mezcla clasifica-
dora; al recogerlas de derecha a izquierda como antes, quedarán de
nuevo en su orden numérico original. En mi opinión, esto es cierta-
-mente notable. Colócalas debajo de la baraja, bajo la esquina doblada.
La última demostración emplea las siguientes -dieciséis cartas que
están desordenadas y que se encuentran en el dorso; por supuesto, res-
tablecerás su orden original. Para esta fase, explico que vas haber
demostrado las formas más conocidas en que se puede hacer trampas
en una partida, mostraré cómo pueden combinarse estos conceptos den-
tro de una única técnica infalible. Ahora volverá a parecer que insertas
los Ases en distintos lugares de la baraja, pero no será verdad: hojea cua-
tro cartas con el pulgar izquierdo y coloca bajo ellas el primer As; hojea
otras cuatro e introduce el siguiente As en esa posición; inserta los dos
últimos del mismo modo, intercalando cuatro cartas entre uno y otro.
A estas alturas, el público debería estar habituado al hecho de que las
cartas se introducen por distintas partes del centro de la baraja; por ello
no considerará la posibilidad de que los estés colocando en posiciones
específicas; de hecho, al insertarlos cada cuatro cartas, habrá un As cada
cinco cartas, con lo cual te quedarán en el orden correcto para repar-
tírtelos. Por sí sola, esta demostración no tendría ningún sentido, pero
creo que dentro de la rutina se vuelve muy potente. Cuadra a conti-
nuación los Ases con mucho cuidado y mezcla en falso para hacer
imposible que pueda tabular aproximadamente ninguna posición, explicas. Por
último, reparte las cartas muy claramente. Los Ases quedarán en tu mano
y las otras dieciséis cartas que habrás repartido a los cuatro jugadores
i maginarios en su orden numérico original. Coloca también estas car-
tas debajo de la baraja y corta otra vez por la esquina doblada, llevando
asi todas las cartas a su posición de partida.
Para terminar, muestra el orden numérico de la baraja; el sistema
que explico a continuación aporta mayor dramatismo al efecto que la
si mple extensión de la baraja. Menciona que a los demás jugadores les
puede resultar sospechoso que los Ases siempre lleguen a tu mano;
por ello es una buena idea controlar también otras cartas; mezclando
unas cuantas veces en falso, comenta que es posible controlar una o
dos cartas además de los Ases mediante cálculos aproximativos y mez-
clas clasificadoras; por ejemplo: si tuvieses en tu mano el As de Picas,
podría ser útil tener, otra carta del mismo palo. Termina de mezclar en
falso y voltea la carta superior de la baraja para mostrar que has con-
trolado otra carta de Picas (el Dos, de hecho). Voltea a continuación
el Tres, seguido del Cuatro, y después reparte todas las cartas de Picas
incrementando gradualmente la velocidad durante el proceso. Por úl-
timo, y para demostrar que puede controlarse cualquier carta, extiende
las cartas restantes para enseñar que también has ordenado todas las
demás cartas de la baraja.
A algunos lectores les puede resultar interesante el principio ma-
temático subyacente. Si pasamos por alto los Ases, la realidad es que
se dan cuatro montones de cartas en cada demostración cuyo orden
se va transformando progresivamente. Al repartir estas cartas una úl-
tima vez, se restablece su orden original. Esto puede parecer bastante
obvio si uno se para a pensarlo; ciertamente la idea no es nueva. El
principio también funciona con nueve cartas repartidas en tres mon-
tones de tres cartas, o con veinticinco repartidas en cinco montones
de cinco o, por extensión, con cualquier número de cartas de raíz cua-
drada exacta repartido en montones equivalentes a su raíz.
De hecho, solía hacer esta rutina con seis fases en lugar de cuatro,
ya que sin contar los cuatro Ases quedan en la baraja cuarenta y ocho
cartas, que es igual que tres veces dieciséis; así no hacía falta emplear
una carta con esquina doblada, ya que el orden de toda la baraja cam-
biaba a lo largo de tres demostraciones; esto permitía extenderla sobre
la mesa controlando al mismo tiempo el primer grupo de cartas en el
dorso de la baraja. Aunque es una forma bonita de emplear este prin-
cipio, hacer seis demostraciones acabó por parecerme bastante tedioso,
aunque quizás tú seas capaz de encontrar material suficientemente in-
teresante para que no sea así.

A continuación viene una rutina algo más ligera en la que se lo-


calizan los cuatro Ases mediante cortes de manera progresivamente
más dificil. Tras este efecto suelo hacer un juego de Stephen Minch
que he cambiado un poco. Para ofrecer una descripción completa -y
ya que ambos efectos se complementan tan bien- he decidido incluir
una breve explicación de este último, aunque debo dejar claro que es
casi completamente idea del señor Minch.
Una rutina más ligera
Como preparación, extrae de la baraja los cuatro Ases y dos car-
tas altas de puntos del mismo color. Supongamos que son los dos
Ochos negros. Coloca uno de los Ases en la octava posición a partir
del dorso. Si empleases un par de Nueves, colocarías el As en la no-
vena posición, o en la séptima si usases Sietes, etc. Coloca después uno
de los Ochos en el dorso de la baraja y encima de él los restantes tres
Ases. Da la vuelta a la última carta, el otro Ocho, y ponla en la posi-
ción inferior de la baraja (probablemente sea mejor llevar a cabo la
preparación de antemano, pero tampoco resulta muy dificil hacerlo
secretamente; es todo cuestión de localizar los Ases y un par de car-
tas gemelas, hojear el número concreto de cartas, hacer un corte
deslizante para llevar un As a la posición adecuada, y hacer un medio
salto con la caria inferior).
En la rutina se emplea la carta vuelta del fondo de la baraja a modo
de guía. Dicha carta tiene la ventaja de ser indetectable incluso tras un
examen concienzudo del paquete y (al contrario de lo que ocurre, por
ejemplo, con el "breather crimp") basta colocarla de nuevo cara aba-
jo en su posición original para eliminar la separación natural. Corta
la baraja por su mitad para llevar el montaje y la carta guía al centro.
Te debería resultar sencillo cortar por la carta guía de manera que que-
de como carta inferior del paquete que cortas, quedando al mismo
tiempo un As encima del paquete inferior. Con ciertas barajas parece
que la separación natural hace que la carta guía vuelta quede sobre el
paquete inferior, lo cual es claramente inapropiado. Si te ocurre esto,
deshaz el corte, coloca la carta inferior en el mismo sentido que el res-
to y lleva el montaje al dorso de la baraja. Ahora arquea hacia abajo
la baraja ejerciendo presión a lolargo del eje longitudinal, apretando
sobre los lados. Si ahora volteas la carta inferior, verás que no tienes
problemas al cortar la baraja por la separación natural.
Tras haber bregado con las cartas hasta conseguir qué se compor-
ten como deseas, y haber colocado el montaje en el dorso y la carta
guía vuelta en la cara, ya estás preparado para comenzar la rutina.
Puedes mezclar la baraja a la americana manteniendo las doce car-
tas superiores -más o menos- y la carta inferior. Corta para llevar la
carta guía al centro. Si lo deseas, pide a un espectador que comprue
be que las cartas están perfectametne cuadradas y que no hay
protuberancias de ningún tipo. Mientras explicas lo imposible que re-
sultaría cortar por un As, examina la baraja muy atentamente, como
si cíe verdad estuvieras analizando las posibilidades; corta a conti-
nuación por la separación natural y muestra el primer As. Recompón
la baraja de forma que la carta guía vuelva a quedar en el centro.
Comenta que a pesar de lo impresionante de esta demostración
de habilidad, un escrutinio tan atento de la baraja resultaría sospechoso
en una partida real. Por tal razón se puede practicar también con los
ojos vendados. Saca un pañuelo y átatelo alrededor de la cabeza a
modo de venda. Pide de nuevo que un espectador verifique que las
cartas están cuadradas y vuelve a cortar por la separación natural. Re-
sulta igual de fácil cortar sin mirar, pero si no estás seguro, siempre
puedes dar un vistazo por la parte inferior de la venda. Muestra el se-
gundo As y recompón la baraja, esta vez al revés, de modo que la carta
guía quede debajo de la baraja y el tercer As en el dorso.
Menciona que has confiado en el sentido del tacto para localizar
el segundo As. Explica que pudiera ser que te encontrases jugando una
partida cn algún lugar muy frío, o llevando unos guantes, lo que dis
minuiría tu sensibilidad al tacto, por lo cual se podría practicar
también sin la ayuda del tacto ni de la vista. Para ello, toma la baraja,
colócala en posición de repartir en la mano izquierda y cúbrela con
el pañuelo (que a estas alturas ya deberías haberte quitado de los ojos).
Señala que cubierta de esta manera, no sólo no puedes ver las car-
tas, sino que es prácticamente imposible utilizar el tacto con un
mínimo de precisión. Durante este charla, voltea secretamente toda
la baraja bajo el pañuelo. Aparta el pañuelo y vuelve a dejar la bara-
ja sobre la mesa (ahora las cartas están todas cara arriba excepto la
carta superior, condición que el público desconoce). Cubre la bara-
ja de nuevo encima de la mesa y, si quieres, pide otra vez a una
espectador que compruebe a través del pañuelo que las cartas están
cuadradas. Ël mismo se dará cuenta de lo difícil que resulta utilizar
el tacto a través de la tela.
Concentrándote en la baraja, acerca a ella la mano derecha como
si fueses a cortar. En realidad, levanta su lado exterior deslizando los
dedos un poco por debajo de ella. El lado más cercano a ti, en cam-
bio, debe permanecer en contacto con la mesa.
A continuación levanta con el pulgar más o menos la mitad de la
baraja. Según vas levantando la mano derecha, voltea la mitad infe-
rior con los dedos que deslizaste por debajo; de esta manera se dará
la vuelta la mitad inferior pivotando sobre el lado más cercano a ti y
cayendo cara abajo sobre la mesa. La fig. 2 muestra esta acción.
Continúa alejando la mano derecha hacia arriba llevándote la mi-
tad superior de la baraja; no se habrá visto nada de lo ocurrido bajo
el pañuelo, y simplemente habrá parecido que cortabas.
Tras dejar sobre la mesa y hacia la derecha la mitad superior y apar-
tar el pañuelo, vuelve el As que está encima de la mitad inferior y déjalo
aparte. Coloca la mitad superior (todas las cartas siguen invertidas sal-
vo la primera) sobre la mitad inferior.
Para el último As, explica que a pesar de que no miraste ni pal-
paste la baraja, quizás hayan podido apreciar la forma en que te
concentrabas; eso resultaría sospechoso en una partida con jugadores
expertos. Para encontrar el último As, pues, repetirás el procedimien-
to empleando el pañuelo para neutralizar los sentidos de la vista y el
tacto, pero también recitarás una poesía al mismo tiempo, haciendo
así imposible que puedas concentrarte en las cartas. Yo recito la pri-
mera estrofa de "The Destruction of Senaccherib" de Lord Byron (por
eso antes llamado a esta rutina "The Wolf on the Fold"), pero la de-
cisión es tuya.
Por última vez, cubre las cartas sobre la mesa con el pañuelo y haz
que un miembro del público las cuadre. En realidad, debido a que las
dos mitades están invertidas una respecto a otra, habrá una separación
natural muy grande que podrás localizar fácilmente a pesar del grosor
de la tela, pero a estas alturas tu asistente cuadrará las cartas de forma
rutinaria y no percibirá tal condición.
Corta por esta separación natural y vuelve a poner a la derecha la
mitad superior junto con el pañuelo. Vuelve la carta superior de la mi-
tad inferior y muestra el Ocho, lo cual, aparentemente, es un error.
Aparta el Ocho y, al igual que en la rutina anterior, explica su utilidad
como carta indicadora. Toma el resto del paquete, reparte ocho cartas
y vuelve la última para mostrar el As.
Podrías acabar aquí, por supuesto, arreglando el paquete superior
en cualquier momento oportuno, pero parece apropiado utilizar pro-
vechosamente la especial condición de este paquete. Como la primera
parte de esta rutina.es bastante entretenida, me gusta continuar de-
mostrando cómo el jugador experto debe estar preparado incluso para
las situaciones más adversas. Esto me lleva a la rutina de Stephen
Minch llamada "Aces Over Teakettle", en la que se encuentran los Ases
por medio de cortes en el transcurso de un efecto de "Triunfo". La des-
cripción completa de la rutina original puede encontrarse en el libro
de Harry Lorayne BEST OF FRIENDS. Aquí incluyo someramente el efec-
to para demostrar cómo llego a el desde la posición actual, y para
explicar la pequeña modificación que he incorporado al final, por la
cual el último As se localiza mediante la carta indicadora, igual que
se hizo durante la primera fase.
Debes tener tres Ases y un Ocho sobre la mesa, el último As en
la mano derecha, un montón de siete cartas indiferentes, la mitad in-
ferior de la baraja cara abajo en la mano izquierda y la mitad superior
sobre la mesa (todas las cartas están cara arriba excepto la superior).
Utiliza el As que tienes en la mano para recoger el Ocho, y voltéalo
encima de la mitad inferior. Pon ese As cara abajo encima del Ocho;
coloca las siete cartas encima y los otros tres Ases encima de todo man-
teniendo una separación bajo ellos con el meñique. Coloca la mitad
superior encima de todo, pero manteniendo bajo ella una separación
con el anular izquierdo. Tras una pequeña pausa, corta sobre la mesa
todas las cartas de encima de la separación del anular y después, en-
cima de ellas, las tres cartas de encima de la separación del meñique.
Mientras lo haces, explica la última situación para la que el ju-
gador experto debe estar preparado: que un chiflado quiera mezclar
l as cartas cara arriba y cara abajo, causandole así serios problemas.
Vuelve cara arriba las cartas que te quedan en la mano izquierda y -
ponlas sobre la mesa a la izquierda de las que ya se encuentran ahí.
Mezcla a la americana a continuación ambos paquetes -se ve que
se mezclan cara arriba y cara abajo- de esta manera: hojea primero
unas doce cartas más o menos de la mitad cara arriba de la izquierda;
mezcla luego las cartas de manera más o menos uniforme dejando
al final las cuatro cartas superiores de la mitad de la derecha enci-
ma de todo. Cuadra las cartas, y coloca el conjunto en la mano
izquierda. Corta con la mano derecha un tercio aproximadamente
de las cartas y haz una mezcla Faro dejando una carta dorso arriba,
- encima de todo (fig. 3).
Sólo es necesario que las cuatro primeras cartas se intercalen una
a una de manera perfecta. Como alternativa, puedes intercalar una a
una las cuatro primeras durante la mezcla inicial por hojeo a la ame
ricana. De cualquier modo; debes llegar a esta ordenación (X significa
carta indiferente): As cara abajo, X cara arriba, As cara abajo, X cara
arriba, As cara abajo, X cara arriba, Ocho cara abajo, resto de las car-
tas cara arriba con el último As en octava posición desde abajo.
Puedes extender algunas de las cartas superiores para mostrar el
barullo, y obtener una separación por encima de la última carta cara
abajo (la cuarta) al cuadrar.
Transfiere al fondo de. l a baraja las cartas de encima de ésta sepa-
ración; puedes hacerlo mediante un corte sencillo o un doble corte.
Voltea la baraja y déjala sobre la mesa.
Tras haber mezclado -aparentemente- las cartas cara arriba y cara
abajo, revela el primer. As mediante un simple corte: levanta con la
mano derecha más o menos la mitad de las cartas mientras con el dedo
índice izquierdo ejerces presión hacia abajo sobre la carta superior; al
desplazar hacia la derecha las cartas de la mano derecha como si hu-
bieras cortado, la carta superior se mantendrá en su lugar gracias a la
presión del índice izquierdo, yendo a caer sobre la mitad inferior de
la baraja (fig. 4). Coloca las cartas de la mano derecha sobre las que
están encima de la mesa, simulando completar el corte, y deja aparte
el As cara arriba. Haz aparecer el segundo As del mismo modo me-
diante un segundo corte deslizante. Tras apartar el segundo As, toma
la baraja en posición de repartir.
Levanta la mitad superior con la mano derecha y haz el volteo de
Tenkai; en otras palabras: tras levantar la mitad de las cartas, gira la
mano derecha palma arriba con su paquete mientras giras is mano iz
quierda palma abajo con las restantes cartas. Así se voltean ambos
paquetes, pero por alguna razón -gracias a la situación invertida de
las cartas- parece como si sólo uno lo fuera.
Pon lis cartas dé la mano derecha -todavía palma arriba- bajo
las cíe la izquierda y déjalas sobresaliendo hacia la derecha más o me-
nos por la mitad de su longitud, de forma que el conjunto quede
sujeto por la mano izquierda. Desde esta posición, desliza hacia la
izquierda con los dedos de la mano derecha la carta inferior del pa-
quete de la derecha, de manera que quede alineada con el paquete
de la izquierda (fig. 5).
Pon el paquete de la derecha sobre la mesa y retén la carta infe-
rior bajo el paquete izquierdo. Lo que consigues con esto es quitar
la carta que hacía de cobertura, de modo que ahora queda un As in
vertido en el fondo del paquete derecho y la carta indiferente que
estaba sobre él queda cuadrada con las de la mano izquierda. A con-
tinuación la mano izquierda coloca sus cartas sobre la mesa a la
izquierda de las que ya están ahí, en preparación para una mezcla
por hojeo.
Durante la mezcla, deja caer primero una carta del paquete de
la derecha, luego otras del de la izquierda, y después mezcla el res-
to de cartas de manera uniforme. No importa qué carta termine
encima del conjunto. Empuja las cartas imbricándolas hasta la mi-
tad de su longitud.
En este punto, levanta la baraja un poco sujetándola con la
mano izquierda por el lado izquierdo del conjunto, y muévela un
par de centímetros hacia la derecha; la carta inferior -un As cara aba
jo- quedará sobre la mesa y terminará en el centro, debajo de la
baraja imbricada.
Sin cuadrar las cartas, levanta más o menos la mitad del con-
junto (deben quedar sobre la mesa por lo menos ocho cartas de la
mitad de la derecha) y gira este conjunto ciento ochenta grados.
Es necesario hacer hincapié en que este conjunto se gira y no se
voltea (fig. 6). Coloca estas cartas delante de las que están sobre la
mesa. Toma el resto de las cartas tal y como están (asegúrate de levantar
también el As que está debajo, en el medio) y ponlas encima del con-
junto que tienes delante.
Sujeta la baraja imbricada en esta posición con ambas manos,
como si fueses a cuadrar las cartas. Los pulgares quedan por el lado
interior y el resto de los dedos más o menos por el centro del exte
rior. Ahora, en lugar de cuadrar las cartas, extírpalas lentamente
tirando de la mitad de la mano derecha hacia ti y empujando hacia
fuera la mitad de la mano izquierda (fig. 7), lo cual hace que el As
que quedó entre los dos paquetes gire en el sentido de las agujas del
reloj pivotando en torno al pulgar izquierdo y al dedo mayor dere-
cho. Continúa esta maniobra hasta que las mitades se separen y el
As caiga sobre la mesa cara abajo. Esta aparición es de Bruce Cer-
von. Coloca la mitad de la mano izquierda sobre la de la derecha y
después voltea el As de la mesa.
Para terminar, vuelve la baraja cara abajo y extiende las cartas para
mostrar que a pesar de la caótica mezcla todas miran en la misma di-
rección excepto una carta: un Ocho negro (el público suele asumir que
es el mismo que vio antes). Separa la extensión en este punto, cuenta
ocho cartas a partir de la carta indicadora y muestra que la última es
el As restante.

Colores a la orden
Casi no hace falta que explique el método de la siguiente rutina;
una vez que se ha comprendiclo el efecto, cualquier mago conocedor
podrá reconstruirla inmediatamente ajustándola a sus propias necesi
dades. Sin embargo, el motivo principal por el que incluyo una
descripción tan completa es que así yo mismo podré usar este libro
en el futuro como referencia, ya que siempre olvido en qué orden hay
que poner las cartas y tengo que pasar como diez minutos volviendo
a armar el método cada vez que quiero realizar este juego.
La presentación es simple: el mago explica que hacer trampas du-
rante una partida es algo muy serio, y que ser descubierto o levantar
sospechas puede acarrear todo tipo de problemas; por esta razón, el
tramposo concienzudo dedica horas a la práctica de la técnica de su
profesión en el intento de eliminar esta posibilidad. Existen muchos
ejercicios con los que se puede practicar. Un buen ejemplo es uno,
que ahora demostraremos, en el que se practica el aspecto físico de la
técnica tramposa (el control y el reparto de cartas) a la vez que el as-
pecto mental (que hace referencia a la memorización y organización
de las cartas).
El mago examina la baraja mezclada durante un par de minutos
explicando que va a intentar acordarse de ciertos aspectos de las car-
tas; no va a memorizar toda la baraja; sino simplemente a tratar de
recordar las posiciones relativas de los colores de las cartas.
Tras ello, explica que la idea del ejercicio es repartir cartas en se-
ries; por ejemplo: repartir de modo que los colores se alternen, rojo,
negro, rojo, negro; o de modo que se agrupen por parejas de forma
que dos cartas rojas vayan después de dos negras, y así sucesivamen-
te. Como se ha mezclado la baraja y está claro que las cartas están
desordenadas, hace falta recordar las posiciones relativas de los colo-
res y repartir la siguiente carta del color deseado directamente desde
su respectiva posición, practicando as¡ al mismo tiempo la memori-
zación y el dar en falso. El mago pasa a demostrar todo lo explicado
repartiendo cartas una a una, en parejas o en tríos, tal y como lo pida
su público, hasta haber repartido todas las cartas en dos montones:
uno sólo de cartas rojas y otro sólo de negras.
A pesar de ello, el ejecutante explica que no es tan dificil como
parece a primera vista: memorizar las posiciones relativas de los co-
lores de las cartas no es algo especialmente complicado. Es mucho más
dificil memorizar las posiciones relativas de los palos. El mago toma
a continuación el paquete de cartas rojas y lo separa en dos monto-
nes, uno de cartas de Corazones y otro de Diamantes, volviendo a
repartirlas de nuevo una a una, en parejas o en tríos, tal y como le or-
denan los espectadores; como parece que ha cogido el ritmo al asunto,
repite lo mismo con las cartas negras, aunque esta vez más rápidamente
y con menos fallos. De nuevo, el mago explica que lo demostrado se
basa sencillamente en un sistema binario de mnemotecnia, y que una
vez que el tramposo experimentado domina el sistema debe acome-
ter el ejercicio más dificil de todos. Tras recoger el montón de cartas
de Picas, todas en claro desorden, da un vistazo a las cartas, vuelve cara
abajo el paquete y lentamente empieza a repartir primero un As, des-
pués un Dos, luego un Tres, y a continuación todos los naipes restantes
en perfecto orden. Repite lo mismo, pero a la inversa, con las cartas
de Tréboles, dando primero el Rey, luego la Reina, después la jota, el
Diez, y asi hasta llegar al As. Por último, recoge las cartas de Corazo-
nes con la mano izquierda y las de Diamantes con la derecha y termina
repartiendo rápida y simultáneamente ambos paquetes en orden.

Es obvio que este efecto es una variante del juego de Bill Simon
"Colores a la orden" (que leí por primera vez en la versión de Martin
Nash "Desfile de colores"). Aquellos que no conozcan estos magnifi
cos efectos, deberán prestar especial atención a los párrafos que vienen
a continuación, mientras que aquellos que ya están familiarizados con
el método quizás prefieran darles un breve repaso.
En lo que respecta a la separación inicial de rojas y negras, todas
las cartas de la baraja comienzan alterna las roja, negra, roja, negra; si
l a enseñas extendiendo las cartas cara arriba en montones, el orden
no será tan obvio. El señor Nash sugiere llamar la atención sobre el
hecho de que no hay grupos particularmente grandes de cartas de un
mismo color, lo cual obliga a los espectadores a concentrarse en esto
haciendo que sea más difícil que puedan llegar a descubrir la alter-
nancia de los colores. Esta idea me parece muy buena. Para repartir
l as cartas de forma que los colores se alternen, por tanto, sólo hace
falta repartir cara arriba, desde el dorso de la baraja, una carta encima
de otra. En esta rutina, se reparten de esta forma ocho cartas. Recó-
gelas y vuelve a colocarlas en el dorso de la baraja en el mismo orden.
Vuelve a repartir las mismas cartas, pero esta vez en parejas, dando una
de arriba, luego una en segunda, luego una de arriba y después otra
de araba; otra vez, da una de arriba, otra en segunda, una de arriba y
otra de arriba; así habrás repartido por segunda vez las mismas ocho
cartas, cara arriba unas encima de otras, pero esta vez por parejas. Vuel-
ve a recogerlas y a colocarlas encima de la baraja, y repártelas de nuevo
de la misma forma: de arriba, segunda, de arriba, de arriba; de arriba,
segunda, de arriba, de arriba; así los colores volverán a alternarse.
Vuelve a recoger las cartas y a dejarlas encima de la baraja. Este
efecto tan ingenioso es la base de la rutina.
Una vez que el concepto ha quedado claro para el público, como
se ha expuesto, reparte las cartas cara arriba en dos montones separa-
dos, uno para las rojas y otro para las negras. Reparte alternativamente
las primeras cartas (las ocho primeras), es decir, da cartas desde arriba
una vez en cada montón. Después reparte las siguientes por parejas
de esta manera: da una de arriba, luego una en segunda (ambas son
rojas), sobre el montón de las rojas; después reparte dos cartas de arri-
ba sobre el montón de las negras; luego una de araba y otra en segunda
en el de las rojas; otra vez da dos de arriba en el de las negras; por úl-
timo, da una de arriba y una en segunda en el montón de las rojas. Es
importante dar estas dos últimas cartas rojas, ya que deja dos negras
en el dorso de la baraja, seguidas del resto de las cartas alternadas por
colores. Desde esta posición es posible repartir cartas una a una, en
parejas, o en tríos; puedes pedir a tu público que elija y, según su res-
puesta, obra de esta manera:
Para repartir cartas una a una: da de arriba, en segunda, de arriba,
en segunda, de arriba, en segunda, y así sucesivamente.
Para repartir por parejas: da de arriba, de arriba, de arriba, en se-
gunda; de arriba, de arriba, de arriba, en segunda; y así sucesivamente.
Para repartir por tríos: da de arriba, de arriba, en segunda, de arri-
ba, de arriba, en segunda, y así sucesivamente.
Los espectadores pueden cambiar su petición en cualquier mo-
mento del proceso, y en ese caso deberás alterar la secuencia de
reparto para obtener la serie solicitada. Yo realizo esta rutina bastan
te seriamente empleando un tiempo considerable para "memorizar"
las cartas, haciendo pausas periódicas simulando tratar de recordar la
posición de la siguiente carta adecuada. También vale la pena come-
ter algunos errores, por ejemplo: cuando haga falta dar una en
segunda, da una de arriba; enseguida, y para corregir tu error, vuelve
a dejar esa carta en el dorso de la baraja y da una en segunda. La ru-
tina resulta bastante creíble y, por tanto, la presento como si
verdaderamente estuviese recordando cartas y repartiendo desde di-
ferentes partes de la baraja.
Al final de esta parte de la rutina, la baraja entera debe haber que-
dado repartida en un montón de cartas rojas y en otro de negras según
las secuencias solicitadas por el público.
Hasta aquí no hay nada original. Lo que me llamó la atención
fue que las cartas no cambian su orden dentro de su respectivo gru-
po de color; por consiguiente, si se ordenan las cartas rojas de manera
que se alternen por palos (Diamantes, Corazones, Diamantes, Co-
razones), y también las negras (alternadas Picas, Tréboles, Picas,
Tréboles), y a continuación se imbrican ambos conjuntos de forma
que las cartas rojas y negras se alternen, se puede realizar la rutina
explicada y al final tanto el montón rojo como el negro estarán al-
ternados por palos.
Por lo tanto, resulta fácil tomar cualquier montón y continuar
con la demostración repartiendo cartas y separándolas en dos mon-
tones de distinto palo según la secuencia elegida por el público y
siguiendo el sistema de reparto explicado antes (observa que hay que
cambiar la posición de la segunda carta para que las dos primeras sean
del mismo palo, lo cual -si recuerdas- es necesario; suelo hacerlo
mostrando que puedo repartir cartas alternando los palos dando una
de arriba, otra de arriba, y empezando a formar así los dos monto-
nes; que puedo también repartir por parejas, dando una de arriba y
después una en segunda sobre el primer montón, luego una de arri-
ba y otra de arriba sobre el otro y, por último, una de arriba y otra
en segunda sobre el primer montón; si te paras aquí, las dos prime-
ras cartas de la baraja serán del mismo palo, y podrás repartir las
demás según los designios del público).
Por la misma razón, puedes ordenar las cartas de cada palo en una
secuencia concreta antes de alternarlas con las de su propio color .y
antes-tambien de alternarlas con las del otro color.
En este caso el tema de estudio es, por tanto, cómo ordenar las
cartas para que no parezca haber orden numérico alguno, pero para
poder repartirlas de forma que sí salgan en orden. La forma más fácil,
y la que uso normalmente, es colocarlas para que salgan en orden al
ir repartiendo alternativamente desde arriba o desde abajo; prueba a
ordenar un palo de esta manera:

10,8642 , A,3579JKQ

Si ahora repartes una de arriba, otra de abajo, una de arriba, otra


de abajo, y así sucesivamente, saldrán en orden. Verás que no es difi-
cil dar de abajo con un paquete tan pequeño. Este orden puede parecer
algo descarado, pero no resulta así cuando las cartas se encuentran im-
bricadas con los otros palos; ten en cuenta también que a medida que
vas repartiendo las cartas según sus colores, el público no se fijará en
los palos, con lo cual el hecho de que van alternados pasa desaperci-
bido; asimismo, cuando las repartes por palos, tampoco habrás hecho
ninguna mención a orden numérico alguno, cosa que tampoco será
i mportante para los espectadores.
Por tanto, y tras considerarlo cuidadosamente, éste es el orden que
empleo, aunque más adelante presentaré otras opciones para aquellos
que todavía no hayan quedado convencidos. Es obvio que si se dis
pone cada palo en el mismo orden, al intercalarlos, las cuatro cartas
del mismo valor quedarán juntas, pero eso es totalmente indeseable.
Por eso hace falta un pequeño cambio: ordeno las cartas de Tréboles
como expuse antes (A, 3, 5, etc.); las de Corazones las dispongo en el
mismo orden, pero a la inversa (2, 4, 6, etc.); tanto las cartas de Picas
como las de Diamantes van ordenadas de la misma manera, pero cor-
tando los palos por la mitad de forma que la secuencia sea:

K, J, 9, 7, 5, 3, A, 2, 4, 6, 8, 10, Q

A continuación, ya sea mezclando todas las cartas del mismo co-


lor mediante una mezcla Faro o repartiendo cartas alternativamente
en una pila sobre la mesa, se disponen las cartas de cada color en el
orden correcto: el Rey de Diamantes tiene que ser la carta superior del
paquete de cartas rojas, seguido del Dos de Corazones, con el resto
de las cartas alternadas por palos; en el paquete de cartas negras, el As
de Tréboles tiene que quedar encima seguido del Rey de Picas y del
resto de cartas alternadas.
Por último, tienes que alternar los colores, otra vez mediante una
mezcla Faro o repartiendo, de manera que la carta superior sea roja;
de hecho, tiene que ser el Rey de Diamantes, seguido del As de Tré
boles, el Dos de Corazones, y el Rey de Picas. Este es el orden que uso
normalmente. La manera más rápida de llegar a esta ordenación es co-
menzar con las cartas ordenadas numéricamente por palos y montar
el conjunto como se ha explicado antes. Sin embargo, si quieres com-
probar la ordenación, o disponer las cartas manualmente, o si no
puedes hacerla, aquí te la ofrezco completa:

KD, AT, 2C, KP, J D, 3T, 4C, J P, 913, 5T, 6C, 9P, 713, 7T, 8C, 7P, 5D,
9T, I OC, 5P, 313, JT, QC, 3P, AD, KT, KC, AP, 2D, QT, JC, 2P, 4D,
IOT, 9C, 4P, 613, ST, 7C, 61', 8D, 6T, 5C, 8P, IOD, 4T, 3C, IOP, QD,
2T, AC, QP

A continuación, un breve esquema de la rutina. Mezcla en falso,


muestra las cartas y aparenta memorizarlas. La rutina comienza exac-
tamente como indiqué antes, repartiendo ocho cartas una a una,
recogiéndolas y volviendo a repartirlas en parejas. Prosigue como an-
tes, repartiendo las cartas una a una o por parejas, y después como
quiera el público, en dos montones, separando así los colores. Reco-
ge las cartas negras, estúdialas por unos instantes y repártelas en dos
montones-separando los palos- cometiendo algunos errores pero co-
rrigiéndolos diligentemente.
Expresa cierta preocupación porque quizás has colocado algunas
cartas en el montón equivocado y cuenta muy rápidamente ambos pa-
quetes cara abajo sobre la mesa para comprobar que cada uno contiene
trece cartas. Durante estas cuentas, reparte las cartas alternativamente
del dorso y la cara del paquete, de forma que queden ordenadas sin
que los espectadores lo sepan. Recoge las rojas, examínalas breve-
mente, y sepáralas por palos igual que hiciste con las negras, pero esta
vez cometiendo menos errores. Al contrario que con las cartas negras,
no cuentes las rojas y déjalas cara arriba sobre la mesa.
Recoge el montón de cartas de Corazones, examínalo, vuélvelo
dorso arriba y reparte una carta cara arriba desde abajo (el As) y otra
desde el dorso (el Dos) y así alternando dadas de arriba y de abajo;
aquí puedes volver a cometer algún error y también vale la pena mur-
murar que recuerdas que el Tres estaba en séptima posición, el Cuatro
en la tercera, el Cinco en la novena, o algo parecido, como si realmente
estuvieses dando desde sitios distintos. Cuando las hayas colocado en
orden, toma las cartas de Diamantes y repártelas de la misma manera
pero a la inversa, comenzando por la carta superior -un Rey- luego
una de abajo -la Reina- y así sucesivamente. Vuelve a cometer aquí
también algún que otro fallo, pero menos que antes. Por último, re-
coge los dos montones de cartas negras cara abajo, uno en cada mano,
y reparte de ambos simultáneamente -aumentando progresivamente
la velocidad- para que todas las cartas salgan en orden.
Como ya he dicho, éste es el sistema que yo uso, y nunca he no-
tado que el público se haya percatado del orden de las cartas, pero de
todas formas ofrezco las siguientes ideas alternativas:
La secuencia A, 4, 2, 7, 5, 10, 8, K, J, Q, 9, 6, 3, parece más aza-
rosa y permite dar las cartas en orden repartiendo una de araba, una
en segunda, una de abajo; una de arriba, una en segunda, y una de
abajo, y así sucesivamente.
Como alternativa, si se reparte la secuencia K, 10, Q, 7, 9, 4, 6, A,
3, 2, 5, 8, J de la misma manera, las cartas saldrán en orden inverso
-del Rey al As- y además tiene la ventaja de que las Figuras están se
paradas. Quizás quieras disponer un par de palos de esta forma y dejar
los otros dos ordenados para repartir según la secuencia "una de arri-
ba, una de abajo, una de arriba, una de abajo, etc.", lo cual hace que
al mezclarlos parezcan muy desordenados.
Una última alternativa (o mejor, la última que voy a ofrecer, ya
que estoy seguro de que habrá muchas otras que te gustará probar tú
mismo) es comenzar con uno de los cuatro palos sin orden alguno;
puedes ordenar este palo (que tiene que ser el primero que manejes al
poner los palos en orden al final de la rutina) mientras aparentas mi-
rar las cartas para recordar su orden. Es una técnica que me interesa
mucho para poner en orden un grupo de cartas en auténtico desor-
den, pero no he conseguido encontrar otro uso hasta el momento. Es
como sigue:
Parecerá extremadamente complicado, pero en realidad es muy ló-
gico y sólo exige un poco de concentración. Te propongo que
dispongas un palo en el orden siguiente, a partir del cual explicaré el
concepto de la separación. Una vez entendido, verás cómo es posible
ordenar cualquier grupo de cartas por este método. El orden es, de
arriba abajo y desde los dorsos:

10, J, 8, K, Q, 9, 3, 2, 4, 7, 5, 6; el As se deja aparte por el momento.

Realmente, la técnica en cuestión es más adecuada para ordenar


seis cartas cada vez, y verás que las seis primeras cartas de la secuen-
cia anterior son las que van desde el Ocho hacia arriba, mientras que
las últimas seis son las que van desde el Siete hacia abajo; en otras pa-
labras: hace falta ordenar por separado dos series de seis cartas; más
adelante veremos cómo hacerlo con todas las cartas mezcladas.
Sujeta las cartas caras arriba con la mano derecha en posición de
cortar; a continuación vas a pelar cartas con la mano izquierda, a ro-
bar algunas bajo las cartas de la mano derecha y a mantener las
separaciones necesarias, con lo cual conseguirás ordenar las cartas.
Pela la primera carta, el Seis, con el pulgar izquierdo llevándola a la
posición de repartir. Pela la siguiente carta, el Cinco (que conveniente- .
mente está situado junto-al Seis en la serie), sobre el Seis. El Siete, sin
embargo, va debajo del Seis en la secuencia numérica y, por lo tanto,
cuando acerques las manos para pelar con el pulgar izquierdo la si-
guiente carta, robas las dos primeras cartas bajo las de la mano derecha
pero manteniendo una separación entre ellas y el resto de cartas (fig. S).
Pela el Siete con la mano izquierda vacía (aunque, obviamente, el
público no debe percatarse de que está vacía).
El Cuatro, que es la siguiente carta, va encima del Cinco (que ya
pelaste antes), por tanto, cuando acerques otra vez las manos, suelta con
el pulgar derecho las dos cartas que robaste antes de forma que caigan
sobre el Siete en la mano izquierda. Pela el Cuatro de modo que caiga
encima dei Cinco.
La siguiente carta, el Dos, va encima del Cuatro -que es ahora la
carta superior del paquete de la mano izquierda- pero no directamente
a continuación de el. Por tanto, pélalo.sobre el Cuatro pero mante
niendo una separación entre el Dos y el Cuatro con el meñique
i zquierdo. Después viene el Tres, que va entre el Cuatro y el Dos, de
ahí la separación. Al acercar las manos, roba el Dos bajo el paquete
de la mano derecha (manteniendo una separación con el pulgar de-
recho) de modo que el Tres caiga sobre el Cuatro.
Ya hemos terminado con las seis primeras cartas, así que podemos
hacer una pequeña pausa: puedes olvidarte de todas estas cartas (ya
que vamos a ocuparnos ahora de las seis cartas altas) y ponerlas de
bajo de las de la mano derecha sin mantener separación alguna, de
forma que esta mano sujete de nuevo todo el grupo. Puedes ver cómo
estas cartas han quedado ya en orden numérico con el Dos como car-
ta superior y el Siete como carta inferior. También espero que hayas
entendido el concepto de robar cartas y mantener separaciones en las
posiciones en que irán otras cartas más adelante.
Lamento ahora haber puesto las primeras seis cartas en un orden
sencillo a propósito; para las seis siguientes hará falta mayor concen-
tración y más trabajo, pero una vez que hayan quedado ordenadas, ya
nos habremos enfrentado con casi todas las situaciones posibles.
Sigamos donde nos detuvimos, tras haber robado todas las cartas
de la mano izquierda bajo las de la derecha y sin mantener ninguna
separación. Pela la siguiente carta, el Nueve, directamente en la pal
ma izquierda. La Reina va después del Nueve en el orden numérico,
pero no inmediatamente después; por ello tienes que robar el Nueve
bajo las cartas de la derecha a la vez que pelas la Reina sobre la palma
de la mano izquierda, y mantener una separación entre él y el resto
del paquete con el pulgar derecho.
El Rey, que es la siguiente carta, tiene que ir debajo de la Reina;
ésta es la situación más difícil, ya que exige volver a robar la Reina en
la mano derecha y mantener una segunda separación con el pulgar de
recho (no hay que dejar que la Reina se junte con el Nueve). Por tanto,
pela el Rey sobre la palma vacía de la mano izquierda y con la dere-
cha sujeta el paquete de cartas manteniendo bajo él una separación
sobre el Nueve y otra sobre la Reina debajo de ésta.
Hay que poner ahora el Ocho encima del Nueve; significa que hay
que dejar caer en la mano izquierda la Reina y el Nueve según pelas
el Ocho, pero todavía hay que mantener una separación entre la Rei
na y el Nueve; por ello, al acercar las manos deja caer la Reina sobre
la cara del Rey, ya que ambas cartas van juntas en la ordenación.
Obtén una separación con el meñique izquierdo encima de la Rei-
na, pero por debajo del Nueve, antes de soltar el Nueve con el pulgar
derecho (fig. 9). Pela el Ocho directamente encima del Nueve y no
mantengas separación entre ellos.
La Iota tiene que ir encima de la Reina, así que hay que robar bajo
el paquete de la mano derecha -y manteniendo una separación- las
dos cartas que están encima del meñique izquierdo; la jota entonces
caerá encima de la Reina. La carta que sigue, el Diez, va encima de la
jota, así que puedes pelarla sin necesidad (le obtener separaciones. La
siguiente carta es el Dos; que indica que ya has terminado y que pue-
des dejar caer todas las cartas de la mano derecha sobre la izquierda,
soltando todas las separaciones. Ahora las cartas están ordenadas.
Pienso que quizás te haya sorprendido que, aunque el procedi-
miento es bastante técnico, el esfuerzo mental exigido no es tan grande
y uno se puede acostumbrar a ello enseguida. Ordenar más de seis car-
tas cada vez resulta mucho más complicado, ya que requiere mantener
tres o más separaciones con un mismo dedo; esta es la razón por la
que decidí dividir la serie en cartas altas y bajas; cuando alguna vez
tengo que enfrentarme con un palo verdaderamente mezclado, lo exa-
mino brevemente, veo i s posición que ocupa el As, y lo llevo por corte
al dorso del paquete cara arriba. A continuación paso las cartas una a
una como si estuviese buscando el As y, mientras, hago algún tipo de
búsqueda o clasificación para separar las cartas altas (del Ocho para
arriba) de las bajas (del Siete para abajo). Como el As es la última car-
ta, tengo una excusa lógica para pasar todas las cartas hasta encontrarlo.
Cualquier técnica de búsqueda (como el " Wedge Cull" de Jen-
nings) valdrá, pero te urjo a aprender la maravillosa "Separación
angular" de Lennart Green, técnica que publicó él mismo en un librito
y que resulta útil en numerosas circunstancias. Tras haber separado ya
las cartas en altas y bajas, puedes ordenarlas como he explicado con
el pretexto de que vas a memorizar su orden.
Siendo sincero, debo reconocer que esta técnica no es especial-
mente útil en esta rutina; si tuvieses que emplearla con un solo palo,
claramente te daría igual disponer las cartas "manualmente" en el or
den deseado; es bastante fácil. Sin embargo, sí resulta útil en caso de
que descoloques sin darte cuenta alguno de los paquetes; con todo, y
antes que nada, esta técnica es una idea que me interesa y que pare-
cía encajar en esta sección del libro mejor que en cualquier otro de
l os demás capítulos donde intenté meterla.
CINCO
en el que un inspector llamay analizamos su ardid

"La chica se mató y tuvo una muerte horrible. Pero cada uno de
ustedes ayudó a matarla. Recuerden esto. No lo olviden jamás".
El inspector miró al señor Birling, que ahora sí aparentaba la edad
que tenía; entre sudores, el sentimiento de culpa por su deplorable
comportamiento lo derrotaba; su esposa, Sheila, se hallaba temerosa
junto a él en el momento en que el inspector se dirigió a ella.
"Recuerde lo que hizo usted, señora Birling. Dio la espalda a la
desdichada joven cuando más necesitaba su ayuda. Le negó incluso
una muestra de esa compasiva caridad organizada de la que sabe us
ted tanto y tan bien practica". Agotada por la tensión y por el dolor
de la verdad, cayó desmayada en los brazos de su marido.
El inspector Goole se dirigió entonces a Enc, el hijo de veinte años
que, lleno de barro y entre lamentos permanecía de pie, desgarrada y
sucia su elegante camisa, desabrochado el cuello y colgando de sus bo
tones. Se había aprovechado de la pobre chica durante una noche en
la que ésta se emborrachó, y sabía que tarde o temprano sentiría caer
la cólera del inspector sobre él, ¿pero cómo habría podido prever las
consecuencias de sus actos?
La familia estaba destrozada, todos permanecían de pie en lo que
quedaba de su hermoso salón victoriano mientras el inspector los fla-
gelaba con sus lacerantes palabras.
El público permanecía absorto. Nadie podía haber sospechado la
complejidad de la trama que se cernía sobre los Birling, a menos que
alguno ya hubiese visto una versión anterior de la genial obra de J.B.
Priestley "Dama un inspector" (An Inspector Calls).
Yo mismo salí del teatro bastante conmocionado, ya que la obra
había dado un giro que ciertamente no había imaginado. En mi ca-
beza quedaron algunas preguntas sin contestar: ¿quién era el inspector
Goole y cómo había logrado saber tanto de la desgraciada familia?
¿Cuál fue el motivo de esa última llamada de teléfono y qué signifi-
caba? ¿Cómo se podría utilizar esta estratagema en el contexto de un
juego de magia?
No es mi deseo revelar más acerca del argumento de esta maravi-
llosa obra, en caso de que no la hayas visto; de hacerlo, sería culpable
de privarte de una gran experiencia. No obstante, fue durante el trayecto
de regreso desde el teatro cuando desarrollé la idea que trata este capí-
tulo. No puedo evitar acordarme del inspector cada vez que la presento.

Destrucción y reaparición de una carta


Veamos un problema frecuente en magia: ¿cómo se puede hacer
que desaparezca un objeto y hacerlo aparecer después en un lugar apa-
rentemente imposible? Hay dos formas: o bien se oculta secretamente
el objeto en el lugar aparentemente imposible, o bien colocamos allí
un duplicado del objeto desde el comienzo.
Si queremos revelar una carta elegida dentro de un sobre, por ejem-
plo, el método más sencillo sería emplear un duplicado de la carta,
pero esto tiene el riesgo cíe ser quizás poco convincente, porque el pú
blico podría sospecharlo. Por consiguiente, los magos han optado por
dar a filmar las cartas, y eso les obliga a recurrir al método alternati-
vo de llevarlas secretamente al lugar deseado (en la carta que viaja a
la cartera, por ejemplo).
Sin embargo, un método más fácil que parece haber sido pasado
por alto sería conseguir que el duplicado tuviese la misma firma.
Quizás la razón por la que ha sido pasado por alto sea la aparen-
te imposibilidad de conseguirlo: pero gracias al empleo de un ardid
bastante simple que necesita sólo un doble volteo y un enfile, me pro-
pongo demostrar que no es en absoluto imposible sino, al contrarío,
¡ muy sencillo!
El método requiere que te encuentres actuando en un entomo algo
formal: no puedes hacerlo rodeado: no vale, por tanto, para situacio-
nes de magia itinerante o para recepciones.
Con cuidado, puedes hacerlo en banquetes, donde el público está
sentado en tomo a una mesa, pero se adecua mejor a actuaciones para
grupos pequeños en las que actúes frente a una mesa delante de la cual
se sienta tu público: un teatrito o un salón resultan ideales, pero una
salita o una fiesta privada con un pequeño grupo de gente también
son perfectamente válidas. Esto es así porque es necesario poder mos-
trar la cara de una carta a un espectador que esté de pie o sentado junto
a ti, sin que pueda verla nadie más. No es difícil, pero requiere un poco
de planificación.
Lo ideal sería que un voluntario se sentase junto a la mesa a tu de-
recha y que el resto del público estuviera sentado de manera ordenada
a cierta distancia delante de la mesa (por simetría, puedes tener otro
espectador sentado a tu izquierda). Supongamos que te giras hacia la
derecha para mirar a tu ayudante: teniendo la baraja cara abajo en tu
mano izquierda, al voltear una carta cara arriba sobre la baraja, no re-
sulta difícil inclinar la mano un poco hacia el espectador para que,
aunque el pueda ver la carta de forma natural, nadie más pueda ha-
cerlo (fig. 1).
Supongamos ahora que en vez de voltear una sola carta, volteas
dos como una: en otras palabras: un doble volteo. Podrías mostrar la
carta doble al espectador de tu derecha sin que nadie más viese su cara.
ENGAÑOS OE SALON
Si ahora volteas cara abajo la carta doble y empujas la carta supe-
rior de la baraja, habrás cambiado la carta que vio el espectador por
otra distinta.
Puedes tomar esta carta con la mano derecha según te giras hacia
el resto del público para mostrarle la carta a la altura del pecho. Siem-
pre y cuando la sujetes un poco adelantada, y por tanto por delante
de la línea de visión del espectador de tu derecha, todo el público po-
drá ver la carta excepto el espectador de tu derecha (fig. 2, pág.
siguiente); en otras palabras: justo la situación inversa a la anterior.
Empleando este sencillo procedimiento, habrás cambiado la car-
ta que vio el espectador de tu derecha por otra que el resto del público
cree que es la misma; se habrá creado una situación tremendamente
irónica.
Dicho principio no se emplea en este capítulo con el fin de cam-
biar una carta por otra, sino más bien para cambiar la firma de la carta.
Se cambia la firma auténtica del espectador por otra cualquiera (ello
te permite además esconder un duplicado de la carta con firma indi-
ferente en cualquier lugar impensable).
Para realizar este simple efecto necesitarás tres cartas del mismo
valor; escribe sobre dos de ellas una firma que parezca auténtica pero
que no se pueda distinguir concretamente. Como referencia, he in
cluido un par de firmas que suelo emplear (fig. 3 y 4, pág. 204), pero
tú mismo puedes inventar tu propia firma ilegible.
Como alternativa, también puedes mantenerte alerta para inten-
tar dar con firmas extrañas en cheques o cartas que recibas y copiar
alguna (las recetas médicas representan una fuente ideal de inspira
ción). Es aconsejable practicar la firma en un papel hasta que puedas
repetirla como si fuese la tuya propia. Después, escríbela con un ro-
tulador, aproximadamente en el mismo lugar, en dos de las cartas.
Quiero dejar claro que, por supuesto, ésta no es la primera vez que
se usa la idea de una firma falsa; varios magos tienen rutinas muy in-
geniosas basadas en ello: Max Maven y Billy McComb son algunos
que me vienen a la cabeza.
ENGAÑOS DE SALON
Sin embargo, normalmente se suele emplear una carta de figura
para ocultar la firma todo lo posible; en nuestro caso, por el contra-
rio, la firma debe quedar lo más clara y visible que sea posible, pues
el efecto resulta más engañoso si el público está convencido de que
está viendo la misma carta. Por esta razón sugiero utilizar una carta
roja de puntos de valor bajo y hacer la firma bastante grande.
Guarda en un sobre, en un juego de cajas "canguro"," o en cual-
quier otro lugar aparentemente imposible que se te ocurra, una de las
cartas que has firmado; puedes también dejar que un espectador cus
todie esta carta guardada desde el comienzo (supongamos que se la
entregas a una señorita que está sentada a tu izquierda). Pon la otra
carta firmada en el dorso de la baraja y encima de ella el duplicado
sin firma (o mejor dicho: el triplicado).
Ahora tienes que forzar la carta superior de la baraja al espectador
sentado a tu derecha corno paso previo al cambio ya explicado; no
hace falta decir que el forzaje debe ser lo más convincente posible; yo
sugeriría utilizar el clásico. En caso de que fallase, te podrías ver en
una situación embarazosa, por lo que quizás prefieras emplear en su
lugar un forzaje por arrastre (slip force) o un forzaje en cascada (drib-
ble force). Muestra esta carta -forzada y sin firma- con la mano
derecha al público, incluido el espectador de tu derecha. Mientras lo
haces, deja caer la mano izquierda -que sujeta la baraja- al costado
para voltear secretamente la carta superior tal y como se explicó en el
Capítulo Uno. Para refrescar tu memoria, diré que no se trata de una
técnica concreta, ya que basta con empujar la corta superior con el pul-
gar y voltearla contra el lateral de la pierna sin que nadie se dé cuenta.
Tras mostrar la carta al público, colócala cara arriba encima de la ba-
raja manteniendo la mano izquierda inclinada hacia ti para no revelar
la carta superior (el duplicado firmado) volteada. Ya tienes una carta
doble encima de la baraja, tal y como exige el cambio. -

13. Cajas "canguro", también conocidas como 'Nido de cajas", traducción literal de Nest of -
boxes. (N.del T).
La razón para dejar la carta sobre la baraja es que la mano dere-
cha quede libre para sacar un rotulador del bolsillo. Girate hacia la
derecha y pide al espectador que firme la cara de la carta; mantén tu
mano como se explicó, de manera que la cara quede ligeramente in-
clinada hacia él para que le resulte más -fácil firmar (pero también, y
l o que es incluso más importante, para que el público no pueda ver
su firma).
Cuando haya terminado, voltea las dos cartas superiores de la ba-
raja como una mientras te vuelves de nuevo hacia los espectadores;
inmediatamente, empuja con el pulgar la carta superior y muéstrala
sin que el espectador de tu derecha pueda verla; habrás cambiado la
firma de la carta (fig. 2, pág 202).
El público habrá visto una carta sm firma, después, cómo alguien
la firmaba y ahora contemplará una carta firmada; naturalmente, se
asume que se está viendo la firma del espectador. A esto se añade el
hecho de que el espectador de tu derecha no tiene el mínimo interés
por ver de nuevo la cara de esta carta, ya que él mismo acaba de ver-
la; todo el procedimiento resulta claro y natural.
A pesar de ello, hay que tener en cuenta algunos aspectos para ha-
cerlo lo más convincente posible.
No conviene que los espectadores presten demasiada atención a
tu ayudante mientras éste firma la carta ya que, de lo contrario, po-
drían hacerse alguna idea de lo que está escribiendo gracias al
movimiento del rotulador. Por ello (y con la esperanza de distraer un
poco su atención) suelo hacer un comentario dirigido al público o a
la espectadora de mi izquierda mientras se firma la carta.
Tampoco es conveniente que el espectador invierta demasiado
tiempo firmando la carta, ya que seguramente tu firma genérica tiene,
en cambio, una apariencia fluida y rápida. Por ello, le pido que firme
con su rúbrica habitual; como si estuviese firmando un cheque para
hacerlo más auténtico; de esta manera, es menos probable que lo haga
con su nombre en letras mayúsculas, por ejemplo. Del mismo modo,
cuando haya terminado de firmar, justo antes del cambio, suelo ha-
cer un comentario del tipo: ¿Por casualidad es usted doctor?, esta pequeña
broma sirve en primer lugar para sugerir que la firma es ilegible (in-
cluso si no lo es) y también para proporcionar un momento de
diversión, y por ello de relajación, en el cual realizar el cambio.
Por último, harías bien en no elegir a alguien del público que vi-
niese acompañado de su pareja, ni tampoco al director de una compañía
que firmase todas las nóminas; en otras palabras: _idealmente, deberías
escoger a alguien cuya firma el público no conozca. Si no te crees ca-
paz de juzgar acertadamente, quizás sea mejor que elijas a alguien de
las filas del fondo, de-manera tal que incluso si hubiese gente que co-
nociese su firma, ésta no se pudiera ver con claridad. Dicho esto, piensa
cuántas firmas de cuántas personas serias capaz de identificar. Sospecho
que, aparte de las de tu familia próxima, el número es muy pequeño,
ya que incluso los amigos suelen firmar las tarjetas de Navidad con el
- nombre propio en lugar de su firma completa.
Mientras enseñas la carta al público, deja el resto de naipes sobre
la mesa. Tienes que hacer desaparecer, o destruir, la carta de alguna
forma. A mí me gusta quemarla, pero pienso que hacerlo a la vista del
público haría su reaparición increíble; por ello, la introduzco muy cla-
ramente en un sobre que luego quemo (quizás te guste la siguiente
sutileza: tras haber guardado la carta en el sobre de forma que el pú-
blico pueda ver su cara, ábrelo un poco para que sólo se vea el dorso
de la carta mientras te giras hacia el espectador de tu derecha para pe-
dirle que compruebe si ésta sigue en el interior; responderá
afirmativamente -entendiendo que quieres que verifique que su car-
ta se encuentra dentro-, pero muy a menudo su respuesta será
i nterpretada por el público como una corroboración de que él mis-
mo ha visto su firma en la carta del interior del sobre).
Después de quemar el sobre, destruyendo así la primera carta, re-
coge despreocupadamente la baraja mientras llamas la atención sobre
el lugar imposible (que, como recordarás, en este caso suponemos que
es el otro sobre que entregaste a la señorita de tu izquierda). Haz hin-
tapié en lo escrupuloso de las condiciones, colócate delante de la mesa
e invita a la señorita a levantarse y situarse junto a ti. Guíala de forma
que se coloque a tu izquierda, de cara al público, junto a ti y para que
ambos deis la espalda al firmante. Haz que la señorita saque la carta
del sobre y que la muestre al público, el cual verá una carta idéntica
con la misma firma, reaccionando -con un poco de suerte- como co-
rresponde. Desde luego, el primer espectador no puede ver su carta,
ya que te encuentras de pie delante de él (fig. S).
Toma la carta de la mano de la espectadora, agradécele su partici-
pación e invítala a que regrese a su asiento. En este momento el efecto
se considera terminado; así resulta fácil enfilar la carta que sujetas por
la carta superior de la baraja, que es la que se firmó realmente. Hazlo
a la vez que te vuelves hacia el espectador que firmó, de manera que
. cuando le mires ya tengas su verdadera carta. Muéstrasela al tiempo
que le agradeces su ayuda (hazlo, claro está, sin que nadie más pueda
verla). Normalmente suelo dejarla cara arriba encima de la baraja para
poder enseñársela en la misma posición en que estaba cuando la fir-
mó. Tras ello, el espectador volverá a su asiento convencido_ de que la
carta del juego fue su carta firmada.
CAPÍTULO CINCO
Esta rutina forma parte de mi repertorio actual, aunque las pri-
meras veces que la presenté siempre.me ponía nervioso. Sin embargo,
uno rápidamente se acostumbra a ello y aprende a sobrellevar la car-
ga de adrenalina (o, por lo menos, a relajarse un poco).
La clave está en elegir a un espectador tranquilo, quizás una per-
sona de edad, bien vestida, a ser posible una señorita; alguien que
pueda sentarse pacientemente a tu lado y que no vaya a levantarse de
l a silla inesperadamente en cualquier momento. Lo menciono única-
mente como algo adicional y no pretendo alarmarte, ya que nunca me
ha ocurrido durante las numerosas ocasiones en las que he presenta-
do este efecto.
Otro lugar imposible al que suelo recurrir para encontrar la carta
es una baraja de cartas sin desprecintar. Ábrela con cuidado -de for-
ma que después la puedas volver a cerrar-, saca las cartas y coloca el
duplicado cara abajo entre las demás cartas cara arriba en el lugar que
ocupa la carta del mismo valor en la baraja, guardando así la secuen-
cia numérica. Tras volver a precintar la baraja, puedes entregarla
-como si se tratase de una nueva- al segundo espectador; más tarde,
al abrirla y extenderla cara arriba, se verá una carta dada la vuelta: el
lugar en el que se halla revelará su valor, con lo cual la tensión au-
mentará. Al extraerla y mostrar la misma firma, conseguirás un efecto
verdaderamente sorprendente.

Carta al número
Espero que encuentres otros usos para este principio. La posibili-
dad de tener lo que esencialmente es una firma duplicada ofrece
muchos métodos alternativos para rutinas conocidas, a la vez que hace
que otros quizás descartados por irrealizables, sean ahora posibles.
Una extensión de ésta idea consiste en tener más de un solo du-
plicado. Tener varios te permitiría hacer desaparecer la carta y hacerla
reaparecer en muchos lugares distintos, lo cual podría ser muy efecti-
vo. Por ejemplo, un final posible para la rutina anterior sería tener varios
sobres que contuviesen la misma carta firmada y ofrecerlos a un miem-
bro del público. Cualquier sobre que resulte elegido contendrá la carta
previamente destruida. Sin embargo, y llevando esta idea un paso más
hacia delante, podríamos llegar a pensar en tener una baraja completa
compuesta por cartas idénticas con la misma firma.
Esta idea conlleva mucho trabajo de antemano -pero si te has to-
mado el tiempo necesario para practicar la firma tampoco te llevará
tanto-, ya que deberás comprar una baraja de cincuenta y dos cartas
idénticas y estampar la firma en cada una de ellas. No hace falta que
resulten absolutamente idénticas, ya que nadie va a compararlas unas
con otras, y basta con que por separado parezcan iguales. Hay que te-
ner en mente dos cosas si te decides por esta opción. Primero, vale la
pena hacerse con dos barajas para forzar (52 cartas iguales) con la mis-
ma carta, ya que cada vez que presentes la rutina necesitarás una carta
del mismo valor que no lleve la firma; en otras palabras: vas a tener
que utilizar muchas cartas iguales, y emplear para ello una baraja llue-
va cada vez es un despilfarro además de no ser ecológico. Segundo,
por razones que pronto quedarán claras, hay que escribir las firmas
solamente en la mitad inferior de las cartas (consulta las figs. 3 y 4,
pag. 204). Ésta es una forma bastante natural de firmar una carta, que
además te permitirá usar la baraja también como baraja de forzaje.
El último paso en la preparación consiste en colocar una carta dis-
tinta en la cara de la baraja como cobertura; es una buena idea marcar
el dorso de esta carta con un arañazo o un punto de forma que pue
das reconocerla al ver su dorso. También hay que poner en la posición
superior dula baraja un duplicado sin firma de la carta con la que ha-
rás el juego. Este duplicado también tiene que estar marcado, pero
conviene que lo esté de forma distinta a la carta que empleas como
cobertura. Como también es aconsejable poder encontrar esta carta
rápidamente, te recomiendo que le limes un extremo o una esquina ,
para poder localizarla inmediatamente con un simple hojeo.
Así que tenemos una baraja que, empezando desde el dorso, está --
compuesto por una carta corta marcada, la carta sin firma, cincuenta
cartas idénticas a ésta y firmadas todas de la misma manera y, por úl-
timo, en la cara de la baraja, una carta distinta y marcada. Como
puedes imaginar, una vez conocido el principio subyacente, esta ba-
raja presenta muchas utilidades. Explicaré las dos que empleo más a
menudo. I.a primera consiste en descubrir una carta firmada en un lu-
gar aparentemente elegido al azar.
Hace falta tener dos voluntarios sentados a sendos lados de la mesa
delante de ti. El de la derecha elegirá y firmará la carta igual que en el
efecto anterior, mientras que el de la izquierda será el responsable de
encontrarla y revelarla. Con la baraja preparada como se ha explica-
do (todas las firmas en las mitades inferiores de las cartas y orientadas
en el mismo sentido) todavía puedes emplearla como baraja de for-
zaje. Para mayor claridad, supongamos que la carta en cuestión es el
Cuatro de Corazones. Vuélvete hacia el espectador de la derecha, ex-
tiende las cartas cara abajo, con las firmas en tu lado de la extensión,
y pídele que simplemente toque el dorso de una cualquiera (puede
cambiar de carta hasta el último momento).
Hecho esto, desliza hacia delante la carta seleccionada dejándola
sobresaliente respecto a las demás algo menos de la mitad de su lon-
gitud. Cuadra la baraja despreocupadamente salvo por la carta
seleccionada. Antes de mostrar la carta, pregunta al espectador si de-
sea cambiar su elección; si es así, cuadra la carta sobresaliente con el
resto y repite el proceso hasta que quede contento.
Es importante hacer hincapié en la libertad de la elección. Lo úni-
co de lo que debes preocuparte es de que el espectador no elija las
cartas superior o inferior de la baraja. No hace falta decir que cualquier
carta elegida será el Cuatro de Corazones. Deslizando hacia delante
la carta elegida, puedes levantar la baraja inclinándola hacia el públi-
co y hacia el espectador de manera que todos puedan ver él Cuatro
de Corazones mientras que la firma que lo acompaña queda cubier-
ta en la mitad inferior por el resto de la baraja. También adquiere
i mportancia en este momento la_ función de la carta que actúa como
cobertura (fig. 6).
Una vez mostrada la carta elegida, baja la mano y vuelve a co-
locar la baraja cara abajo en posición de repartir en la mano
izquierda. Extrae la carta elegida con la mano derecha a la vez que
obtienes una separación bajo la carta superior con el meñique iz-
quierdo. Coloca por un instante la carta de la mano derecha encima
de la baraja y realiza inmediatamente un doble volteo para mostrar
el Cuatro de Corazones sin firma en el dorso de la baraja; todo pa-
recerá tal y como debe ser. Durante estas acciones, saca del bolsillo
un rotulador y ofréceselo a tu asistente para que firme la carta. Igual
que antes, hace falta que lo haga de modo que ni el otro espectador
ni el público puedan ver nada (girate hacia la derecha e inclina la
mano un poco hacia él). Éste es un buen momento para volverte ha-
cia el otro espectador y disculparte porno haberle prestado atención
hasta ahora; con eso además desviarás la atención de la carta que está
siendo firmada. Vuelve cara abajo la carta doble, empuja con el pul-
gar la carta superior y tómala con la mano derecha para mostrarla al
público y al espectador de tu izquierda. Habrás cambiado la carta
elegida por una que lleva la firma falsa.
Al segundo espectador le corresponde elegir por dónde se pierde
la carta elegida: hojea con el pulgar izquierdo la esquina de la baraja
manteniendo las caras inclinadas hacia abajo (para que no se puedan
ver las cartas durante el hojeo) y, justo en el punto en que el especta-
dor te detiene, introduce la carta y cuadra. Hasta aquí todo parece
legítimo, salvo por la posibilidad de que alguien pueda sospechar que
puedas calcular en qué lugar aproximado ha quedado la carta. Para cu-
brir esta eventualidad, pide al espectador de tu izquierda que corte la
baraja sobre la mesa y que complete el corte. Puedes repetir esto has-
ta que todos estén de acuerdo en que nadie puede tener idea del lugar
en que se encuentra el Cuatro de Corazones.
Para encontrar la carta, obtén un número al azar pidiendo a cua-
tro miembros del público que nombren un número del cero al diez,
ambos inclusive; resalta el hecho de que puede elegirse tanto el cero
como el diez (aunque los números deben ser enteros, y no decimales,
fraccionarios o imaginarios del tipo "Pi" o "E", ni números comple-
j os de raíz cuadrada negativa). Pide a una quinta persona que nombre
un último número desde el cero al doce, ambos inclusive (las mismas
restricciones valen aquí). Escribe estos números y súmalos; la suma
podría dar cero si todos hubiesen elegido este número, o podría ser
incluso cincuenta y dos si todos hubiesen elegido el número más alto
posible (de ahí el numero doce). En pocas palabras: se obtiene un nú-
mero al azar entre el cero y el cincuenta y dos por el método explicado.
Desde luego, este procedimiento es totalmente innecesario, ya que da-
ría lo mismo si pidieses a una persona cualquiera que nombrase un
número desde el tino al cincuenta y dos, pero yo prefiero hacerlo como
he explicado, ya que tiene mayor interés y sugiere posibles soluciones
falsas. Pienso que pedir simplemente que alguien nombre un núme-
ro sería hacer el efecto demasiado perfecto.
Imagino que ya sabes dónde quiero llegar; el final del efecto va a
depender bastante de la situación en que te encuentres, y deberás or-
ganizarlo todo cuidadosamente. En la situación ideal, extiendo las
cartas cara abajo sobre la mesa (así nadie sospechará que puedas dar
en falso) y cuento hasta llegar al número elegido al azar. Pido al es-
pectador de la izquierda que extraiga la carta que se encuentra en la
posición elegida (dices que tú no quieres tocarla), pero que no la mues-
tre a nadie. Esta carta es, claro, un Cuatro de Corazones firmado, salvo
que hayas tenido mala suerte, de lo cual hablaré más adelante.
Resumiendo lo acontecido, recojo el resto de las cartas y rodeo la
mesa hasta situarme frente a ella para dirigirme al público antes de pe-
dir a la señorita que se levante y se coloque junto a mí; esto nos llevaría
a la posición de la que ya hablé antes, en la que la persona que firmó
la carta no puede verla porque se lo impiden nuestras espaldas (fig. 5,
pág. 207). El espectador muestra entonces la carta al público, que ve
la carta correcta y reacciona como corresponde; esto te proporciona
una oportunidad para localizar la carta corta y llevarla mediante sal-
to o corte al dorso de la baraja. Para terminar, toma la carta del
espectador, dale las gracias, dirígete al primer espectador, -enfila la car-
ta y muéstrale su verdadero Cuatro de Corazones (él asumirá que se
trata de la misma carta que ha visto el resto del público).
Como alternativa, y si la situación descrita no es posible, puedes
colocarte delante de la mesa mientras los espectadores nombran los
números; después, sin tocarlas cartas en absoluto, pide al espectador
de la izquierda que reparta naipes y se pare en el número elegido al
azar. Para esto tendrás que confiar en que la señorita no va a dejar caer
las cartas ni a mostrarlas sin darse cuenta mientras las está repartien-
do; sin embargo, este procedimiento tiene ciertas ventajas, sobre todo
que no es necesario rodear la mesa en el momento crucial; en situa-
ciones de estrechez de espacio (en las que a veces me he encontrado)
resulta muy poco natural. Invitando al espectador a acercarse y per-
manecer de pie junto a ti consigues situarte en el lugar adecuado de
la mesa para terminar el efecto igual que antes.
Analicemos, por último, la posibilidad de que la carta que se en-
. cuentre en la posición elegida al azar sea una de las dos cartas de la
baraja que no son Cuatros de Corazones firmados. Podría tratarse de
la carta que utilizaste como cobertura. Por eso la marcamos al princi-
pio, para que tan pronto como llegases a ella al final de la cuenta pu-
dieras darte cuenta de que no es la apropiada. En este caso, y sin
i nmutarte, cuenta esta carta y toma la siguiente (parecerá lógico, ya
que habrás contado el número elegido de cartas para tomar la si-
guiente, simulando que ha sido tu propósito desde el principio). A
partir de aquí, procede igual que antes.
Del mismo modo, es también posible que la carta que se encuentre
en el lugar elegido sea la auténtica carta firmada (una situación que
aún no me ha ocurrido, pero la cual temo, por la tremenda frustra-
ción que sin duda me causaría haber realizado sin querer un auténtico
milagro y no poder mostrar la carta al público, ya que se vería una fir-
ma que ellos no reconocerian como la auténtica, por mucho que en
este caso sí lo fuese). El procedimiento que seguiría ante esta even-
tualidad sería tomar la siguiente carta -igual que en el caso anterior-,
mostrarla al público y continuar como antes (alguien me sugirió mos-
trar la carta legítima primero al espectador que la firmó, el cual la
identificaría como correcta, y después cambiarla antes demostrarla al
resto de los espectadores; podría hacerse, pero habría demasiada aten-
ción sobre la carta en el momento del enfile, asi que sigo prefiriendo
tomar la siguiente carta).
Nuestra última preocupación consistiría en que ambas -la carta
de cobertura y la que lleva la firma auténtica=estuviesen situadas una
junto a la otra, de forma que una estuviese justo en el lugar indicado
por el número al azar y la otra ocupase la siguiente posición; enton-
ces no podrias mostrar ninguna de las dos. Para asegurarse de que esto
no ocurre, basta seguirlos siguientes pasos justo después de devolver
la carta a la posición elegida por el segundo espectador y antes de pe-
dirle que corte: en este momento, la carta de cobertura será la carta
interior y la carta legítima la superior; si cortamos la baraja ambas que-
darán una junto a otra. Para evitarlo, mientras explico que me gustaría
que el espectador cortase la baraja, yo mismo doy un corte como para
mostrar lo que hay que hacer; tras cortar la mitad superior sobre la
mesa y al ir a colocar la mitad inferior encima, dejo sin darme cuen-
ta unas cuantas cartas sobre la mesa. Disculpándome por mi torpeza,
recojo estas cartas y las coloco en el dorso de la baraja, y asi consigo
separar las dos cartas en cuestión. Ahora la espectadora ya puede cor-
tar como le plazca y -siempre que no cometa mi mismo error-
permanecerán separadas.

Carta apuñalada
Intentando organizar las acciones para que el espectador que fir-
ma la carta no pudiese verla bajo ninguna circunstancia, consideré
muchas posibilidades. La mejor de todas es también la más extrema,
que consiste en vendarle los ojos. Por exagerado que pueda parecer,
creo que no podrás negar que consigue impedir que pueda identifi-
car la carta.
Vendar los ojos del espectador sin ninguna razón aparente podria
parecer sospechoso a los demás miembros del público (además de des-
cortés), así que desarrollé un método para presentar la carta apuñalada
de Malini en el que se da una razón lógica para privar al espectador
de la visión de este modo. La idea del juego consiste en dar a elegir
unas cuantas cartas que se vuelven a perder por la baraja y en espar-
cir a continuación todas las cartas sobre la mesa. A pesar de que el
mago tiene los ojos vendados, consigue clavar un cuchillo en el dor-
so de la primera carta elegida. Lo mismo se repite con las siguientes
hasta que sólo queda una carta por encontrar. El mago invita al es-
pectador que eligió la última carta a que lo intente él mismo; a pesar
de tener los ojos vendados, el espectador consigue clavar el cuchillo
en su propia carta.
Como antes, el método resulta obvio (se usa la misma baraja de
forzaje que se usó en la rutina anterior); sólo resta ofrecer unos cuan-
tos detalles prácticos e ideas de presentación.

14. La carta apuñalada, pág. 171. ESTRELLAS DE LA MAGIA Editorial Páginas. ?000.
Claramente, además de la baraja de cartas idénticas, se necesitan
varias cartas distintas que serán elegidas por los espectadores. Nor-
malmente suelo dar a elegir tres cartas en total, así que basta tener dos
cartas diferentes. Colócalas debajo de la baraja (ahora hay dos cartas
de cobertura en lugar de una, como había antes) y márcalas de la mis-
ma forma, sólo para no correr riesgos. El resto de la baraja son
Cuatros de Corazones firmados (o cualquier otra carta que tengas dis-
ponible) con una carta corta del mismo valor sin firmar, bien en el
dorso o en la cara de la baraja, según prefieras. Fuerza las tres cartas
por cualquier método: el forzaje puede resultar arriesgado, ya que si
falla resultará elegida una carta firmada que todavía nadie ha firmado
(lo que parece ciertamente un buen comienzo para otro juego). Sue-
lo usar un forzaje en cascada (dribble forte); se puede justificar
pidiendo a espectadores de las filas traseras que elijan' cartas por este
método ya que les resultaría imposible elegir una por el procedimiento
normal. Invita a sentarse contigo a la mesa (como en las otras rutinas)
a la persona a quien forzaste el Cuatro de Corazones. Reparte rotula-
dores entre quienes eligieron carta para que todos puedan firmar la
suya. Entregando un rotulador primero a la persona que tiene el Cua-
tro de Corazones y después a los demás, consigues meterte entre el
público de manera natural mientras se firman las cartas; pide a aque-
llos que eligieron carta que no te permitan verlas; así harás que el
espectador "Cuatro de Corazones" esconda su carta mientras la firma,
no sólo de ti, sino también del resto del auditorio, entre los que te en-
cuentras (el público entonces no podrá reconocer su firma, a la que
cambiarás en breve). Las cartas se devuelven al centro del paquete y
se controlan encima o debajo de la baraja (yo prefiero debajo). Mues-
tra cada carta a los espectadores antes de devolverla ala baraja. Resulta
fácil cambiar el Cuatro de Corazones elegido por otro con firma fal-
sa antes de perderlo en la baraja-basta con hacer un enfile-, de manera
que el público crea que se trata de la carta del espectador.
Esparce las cartas encima de la mesa controlando la ubicación de
las tres firmadas, igual que en la versión de Malini. Colócate una ven-
da en los ojos, aparentemente para que te impida ver; en realidad pue-
des mirar hacia abajo por el lateral de la nariz, gracias a lo que
controlarás la situación de las cartas elegidas. Clava el cuchillo en el
dorso de la primera carta y levántalo para mostrarla al público. La per-
sona que la eligió verificará que tu acción ha sido correcta. Mezcla más
aún las cartas y apuñala y muestra la segunda selección.
Únicamente quedará por encontrar el Cuatro de Corazones. Quí-
tate la venda, pónsela al espectador que tienes al lado, dale el cuchillo,
y pídele que lo clave sobre la carta que desee; sólo hay que asegurar
se de que no lo clava en la carta que ha firmado realmente; para ello,
y como la has tenido localizada durante todo el procedimiento, en la
última mezcla desplázala hasta el otro extremo de la mesa, donde el
espectador no pueda alcanzarla. Todas las restantes cartas son idénti-
cas y llevan una firma que el público cree es la del espectador. Éste
puede clavar el cuchillo en cualquiera. Una vez que lo hace, y mien-
tras todavía sujeta el cuchillo, recoge el resto de cartas para que no
estorben y también para poder controlar la carta legítima al dorso de
la baraja gracias a su esquina corta.
Después, el espectador levanta el cuchillo con la carta clavada en
él y la muestra al público, que ve la carta correcta. Como aún está ven-
dado, el firmante no puede dar fe de la autenticidad de la firma. Separa
la carta de la punta del cuchillo que sostiene el espectador, haz un en-
file cambiándola por la carta legítima y lánzala cara abajo sobre la
mesa; clava entonces el cuchillo en su dorso de forma que éste se sos-
tenga vertical sobre la mesa (hazlo despreocupadamente mientras el
espectador se quita la venda). Casi como si te hubieses olvidado de
ello, puedes levantar el cuchillo y mostrar la carta al espectador antes
de que regrese a su asiento. Apuñalando la carta de esta manera, la car-
ta legítima tendrá un corte, tal y como debe ser.
Como presentación, a veces elijo a alguien un poco reservado o
cínico como la persona a la que fuerzo el Cuatro de Corazones. En-
tonces realizo toda la rutina para tratar de impresionarle: cuando clavo
el cuchillo en la primera carta, finjo desilusión al ver que no parece
particularmente impresionado, luego mezclo las cartas con mayor ím-
petu en un intento de sorprenderlo ante la dificultad añadida que
implica tener que repetir el efecto. A pesar de tener éxito la segunda
vez, el espectador sigue sin mostrarse tan impresionado como me gus-
taría. Por tanto, y para que compruebe personalmente lo complicado
que es, le pido que se ponga la venda..., etc.
Quizás resulte de interés señalar que el público no percibe rela-
ción alguna entre los efectos de este capítulo, aunque nosotros
sabemos que todos se basan en el mismo método. Por tanto, nada te
impide realizar más de uno de estos juegos en una sesión (yo mismo
lo hice alguna vez), siempre y cuando-tengas más de una baraja de for-
zaje con firmas distintas. Aunque parezca mentira, me llevó mucho
tiempo darme cuenta de esta posibilidad.
SEIS
que abarca elementos varios, entre ellos cajas, mezclas insólitasy la caída de Troya

No me sorprendí al ver que, a pesar de haber meditado la cues-


tión durante horas, muchas ideas no encajaban bien ni dentro de un
capítulo concreto, ni tan siquiera agrupadas en secciones especiales.
No sin cierta tristeza admito mi culpa y me veo obligado a recoger en
este último capítulo cosillas diversas que, a pesar de todos mis es-
fuerzos, se resisten a dejarse clasificar. Cada una está incluida por una
razón concreta; además, me parece que sin ellas este libro quedaría
incompleto. Ya sólo me resta, pues, disculparme por la manera tan caó-
tica en que las presento.

Tres cartas bajo una caja


La idea de que una o varias cartas desaparezcan de la baraja para
reaparecer debajo de un vaso o un estuche es potente y directa, pero
en muchas ocasiones las rutinas de este tipo suelen presentar proble
mas. El principal es que para realizarlas hace falta una superficie
bastante amplia que permita hacer largas extensiones con la baraja o
usar otros métodos para desviar la atención del objeto bajo el que hay __
que cargar la carta.
La versión que ofrezco a continuación tiene la ventaja de ser bas-
tante fácil y además puede realizarse en un área muy pequeña. En el
colmo de la sencillez, bastaría con el espacio que ocupa el estuche de
la baraja; además, no hace falta que el objeto en cuestión esté situa-
do en una posición concreta respecto a ti. En otras palabras: no hace
falta que tengas el estuche directamente delante de ti; da lo mismo si
está alejado, ya que su ubicación no afectará a la "misdirection", que
radica en su mayor parte en la propia construcción del juego. La ra-
zón principal por la que incluyo esta rutina es el cambio que se emplea
al final y mediante el cual se encontrará, en el interior del estuche, la
última de las tres cartas elegidas; no obstante, espero que el efecto en
sí también resulte de interés.
Antes de comenzar es necesaria cierta preparación. Al extraer la
baraja dei estuche tienes que dejar dentro una carta sin que el públi-
co lo sospeche. Con la baraja en la mano izquierda en posición de
repartir, cierra el estuche y mientras tanto obtén con el meñique iz-
quierdo una separación bajo la carta superior. A continuación, roba
secretamente debajo del estuche la carta de la separación (fig. I), y dé-
jalo aparte (los espectadores no saben que hay una carta en su interior
y una segunda bajo el).
Da a elegir tres cartas y contrólalas de la manera más sencilla: cada
una encima de la anterior. Para que no resulte tan obvio, empleo el con-
trol simulado que expliqué en el Intermedio. Como recordarás, hace falta
mantener una separación con el meñique izquierdo en la parte inferior
de la baraja; luego se hojea la esquina con el pulgar izquierdo dejando
escapar unas cuantas cartas y se aparenta cortar por ese punto; en reali-
dad, se corta por la separación y se pide al primer espectador que devuelva
su carta en este punto, manteniendo la separación por encima de la car-
ta elegida. Después se hojea más o menos la mitad de la baraja pero se
vuelve a cortar por la separación; se recibe la segunda carta y se vuelve
a mantener la separación. Por último, se hojea hasta la separación y se
corta legítimamente por ese punto para recibir la tercera. Parecerá que
las cartas han sido devueltas en lugares distintos de la baraja.
También puedes no hacer caso de mi sugerencia y emplear el con-
trol que más te apetezca. Decidas lo que decidas, lo importante es que
las tres cartas elegidas queden juntas en alguna parte de la baraja, la
primera bajo la segunda y ésta, a su vez, bajo la tercera. Una vez que
la tercera carta es devuelta, hay que mantener debajo de ésta la sepa-
ración con el meñique (que queda entre las cartas tercera y segunda).
Después, corta la baraja por la separación o realiza el salto para llevar
la tercera carta elegida debajo de -1 _a baraja y las otras dos encima (la
segunda encima de la primera).
Dirige la atención ahora hacia el estuche y anuncia que la prime-
ra carta ha abandonado la baraja para aparecer dentro del estuche;
debes destacar lo imposible de tal hecho de forma que cuando estires
el brazo derecho para levantar la caja (tómala desde arriba con la mano
derecha en posición de cortar), tu incrédulo público quede paraliza-
do ante la visión de la carta que se encuentra debajo. Quizás incluso
haya alguien que intente levantar la carta para verla, lo cual no debe
preocuparte a pesar de que, claramente, será una carta equivocada. De
hecho, deberías pedir a alguien que lo hiciera si nadie lo i ntenta es-
pontáneamente. El propósito es obtener una oportunidad para cargar
la carta superior de la baraja debajo del estuche de la misma manera
que lo hiciste antes (es decir, obteniendo una separación con el me-
ñique izquierdo bajo la carta, poniendo momentáneamente el estuche
encima de la baraja, levantándolo a continuación llevándote la carta
bajo él, y volviendo a dejarlo en el mismo lugar sobre la mesa). Todo
pasará completamente desapercibido ya que tu público estará mo-
fándose de ti por tu fracaso con la primera carta. Disculpándote, toma
la carta con la mano derecha y pide al espectador que eligió la primera
carta que coloque su mano palma arriba. Durante esta acción, enfila
la carta cambiándola por la superior de la baraja, que es la primera ele-
gida. Deja la carta en la palma de la mano del espectador y anuncia
que intentarás enmendar tu error haciendo que la carta equivocada se
transforme en la elegida. Durante esta palabrería, empalma la última
carta de la baraja en la mano izquierda y luego guarda la baraja en un
bolsillo (la baraja desaparece de la escena antes de revelar la primera
de las cartas; un bonito detalle que quizás te resulte interesante).
La mayor parte del trabajo ya está hecho. Pide al primer especta-
dor, que mantiene la primera selección cara abajo sobre su palma, que
dé la vuelta a la carta; verá que se ha transformado en la carta que eli
gió (un efecto fuerte por sí mismo que no debe subestimarse). Anuncia
tu intención de repetir el intento, aunque ahora tratarás de acertar a
la primera. Tras hacer el gesto de rigor hacia el estuche, levántalo con
la mano derecha igual que antes para revelar la segunda carta bajo el.
Mientras el público la examina verificando que esta vez se trata de la
carta correcta (la del segundo espectador) coloca el estuche en la mano
izquierda encima de la carta empalmada. La carta tiene que quedar
cuadrada con el estuche; quizás requiera algunos ajustes si decidiste
utilizar el empalme clásico (por ello utilizar el empalme del tahúr pue-
de ser una buena alternativa; ¿seria demasiado atrevido por mi parte
sugerirla utilización del empalme descrito en el Intermedio como otra
posible opción?). Tras revelarlas dos primeras cartas de manera cada
vez más impresionante, mostrar la tercera dentro del estuche resulta-
ria un clímax apropiado. Todo lo que nos separa de este glorioso ---
momento es el pequeño detalle de que la carta que se encuentra en el
interior del estuche no es la correcta, ya que ésta yace desafortunada-
mente debajo de él. Se hace necesario recurrir a un cambio, y para ello
propongo el siguiente método.
Tienes que sujetar el estuche en posición de dar en la mano iz-
quierda, con la abertura hacia los espectadores y el corte en forma de
media luna mirando hacia arriba. Abre el estuche con la mano dere
cha, introduce el pulgar derecho y extrae la carta sujetándola cuanto
antes con el pulgar por el dorso y los dedos por la cara. Justo antes de
sacarla completamente del estuche, mueve la mano hacia la derecha
haciendo que la carta pivote alrededor de la esquina exterior derecha
del estuche (fig. 2); terminarás sujetándola prácticamente en la posición
adecuada para hacer un enfile. Quizás esta explicación tan complica-
da de cómo se extrae una carta de un estuche te parezca innecesaria,
pero es importante extraerla con tal naturalidad que quede colocada
sin visibles ajustes adicionales en la posición adecuada para el enfile.
Con un gesto rápido y fluido vas a cambiar la carta que sujetas en
la mano derecha por la que ocultas bajo el estuche, pero temo que al
leer la descripción del movimiento te parezca un poco ostentoso. Con
las manos todavía bastantes juntas, acerca la izquierda hacia la dere-
cha. La carta tiene que estar sujeta en la mano derecha entre el pulgar
por encima y el dedo mayor por debajo; el dedo índice queda estira-
do por debajo de la carta. Al juntar 11-as manos, desliza el estuche bajo
la carta de la mano derecha; usa el pulgar izquierdo para tirar de la
carta y ayudarte a llevarla encima del estuche (fig. 3) hasta que quede
alineada con él (en muchos estuches, esto supone cuadrar la carta con
el dibujo del dorso de naipe que presenta la caja). Sujeta el naipe con
el pulgar izquierdo y abandona la sujeción con la mano derecha. Mien-
tras tanto, habrás estirado secretamente el dedo indice derecho por
debajo del estuche hasta tocar la cara de la otra carta. Ejerciendo pre-
sión hacia arriba, conseguirás producir la suficiente fricción sobre esta
carta para que se pegue a la punta del dedo mientras alejas la mano
izquierda; vuelve la palma de esta mano ligeramente hacia abajo man-
teniendo la carta original encima del estuche con el pulgar.
Tan pronto como puedas, pon el pulgar de la mano derecha en con-
tacto con el dorso de la nueva carta (fig. 4), de manera que parezca que
sigue sujeta en la misma posición mientras las manos se separan.
No es mi intención entrar en una discusión acerca de si éste es o
no un buen momento para ejecutar el cambio, esto dependerá de tu
opinión y tu estilo de presentación. Yo suelo realizar el cambio ha
ciendo un gesto hacia la persona que eligió la última carta (siempre
hago que se siente a mi derecha) moviendo la mano izquierda hacia
la derecha para señalarle de manera que ésta pase por unos instantes
por delante de la mano derecha en el momento de realizar la técnica.
Creo que el cambio resistiría el atento examen de un espectador cer-
cano, pero este caso no suele darse, ya que muchas veces el público
está convencido de la identidad de la carta incluso antes de mostrar-
la (tú ya has dado suficiente evidencia de lo que eres capaz en-las dos
primeras partes de la rutina).
Bill Taylor, que ha revisado amablemente los contenidos de este li-
bro antes de su publicación, sugirió el empleo de la estratagema de la
firma falsa (comentada en el capítulo anterior) con la última carta. Con
ello, todos los espectadores a excepción de la persona que la firmó, po-
drían ver la carta saliendo del estuche; después harías el cambio antes de
mostrársela a éste último. Cómo ovos que empleen la idea de la falsa
firma también descubrirán, Bill Taylor piensa que esta idea puede usar-
se en muchas situaciones, ya sea en bares o en actuaciones más formales.
Para quedar limpio, puedes sencillamente guardar el estuche en
un bolsillo; si también has dejado allí las cartas cuando ya no las ne-
cesitabas, la carta extra se juntará con el resto. Como alternativa, una
vez terminada la rutina podrías empalmar la carta de encima del es-
tuche con la mano derecha (como si se tratase de la baraja) para luego
añadirla al resto cuando creas oportuno.

Una rutina de Triunfo


La segunda rutina que ofrezco no tiene relación alguna con la pri-
mera, aunque si la tiene con otra sección de este libro. En ella se
emplea una extirpación que expliqué en el Intermedio en el contexto
de una mezcla en cascada en las manos. Si decidiste no leer aquel ca-
pitulo, me permito sugerirte que no tiene mucho sentido que leas lo
que viene a continuación (a no ser que desees descubrir si el juego es
tan bueno como para obligarte a volver inmediatamente al Interme-
dio y aprender de una vez el pase).
Habiendo dicho ya que esta rutina carece de relación con la an-
terior, se me acaba de ocurrir que también éste es un juego que
tradicionalmente requiere una mesa con amplio espacio para su pre-
sentación. Esta versión del "Triunfo" de Vernon, en el que se
encuentra una carta elegida a pesar de haber mezclado cartas cara
_ arriba con cartas cara abajo, no la necesita.
_ Da a elegir una carta y contrólala ala posición superior de la ha-
raja. Yo empleo un robo lateral (side steal) en el que empujo la carta
hasta llevarla a lo que denominé "empalme lateral bajo, para in
mediatamente llevarla al dorso de la baraja con un gesto de cuadrar.
Desde luego, cualquier otro método es válido.
Sujeta la baraja en posición de cortar, con la mano derecha y gira
la mano de forma que el lado derecho quede paralelo al suelo y las
cartas queden sujetas ladeadas (el lado izquierdo mira hacia ti). Con
l a mano izquierda, sujeta la baraja exactamente de la misma manera
(será como el reflejo en un espejo de la mano derecha); tendrás que
mover un poco los dedos de la mano derecha para colocar los de la
izquierda en el mismo lado de la baraja (fig. 5).
En esta posición, puedes cortar en dos mitades y tomar una con
cada mano. Al girar las manos a su posición natural (con las palmas
hacia el suelo), los paquetes deben quedar más o menos en la posi
ción adecuada para hacer una mezcla por hojeo en las manos, aunque
el paquete de la mano izquierda está cara arriba.
. Tal vez tengas que ajustar un poco las posiciones de los dedos para
que queden lo suficientemente estirados por debajo de los paquetes
y te permitan sujetarlos durante la mezcla.
Dobla el dedo indice de arabas manos encima de cada paquete y
haz una mezcla por hojeo; sin embargo, no hojees los extremos im-
bricándolos como lo harías normalmente; sujeta ambas mitades con
los pulgares orientados hacia el cuerpo de forma que los paquetes for-
men una .
. De este modo, al hojear las cartas, solamente la esquinó inferior
izquierda del paquete de la mano derecha se mezclará con la esquina
inferior derecha del paquete de la mano izquierda (fig. 6).
Asegúrate de que al final del hojeo encima del conjunto caiga sólo
la carta superior del paquete de la mano derecha (la carta elegida).
Desde esta posición, gira ambas manos (la izquierda en el senti-
do de las agujas del reloj; la derecha al contrario) de forma que las
cartas se imbriquen por los lados de los paquetes más o menos un
par de centímetros. Después, desliza la mano derecha ligeramente
hacia la izquierda de manera que puedas sujetar el conjunto en el
lugar en que los paquetes se imbrican, permitiéndote así alejar la
mano izquierda.
Comienza ahora a cuadrar el conjunto lentamente con la mano
izquierda: mueve el pulgar izquierdo hasta -tocar el lado izquierdo
del conjunto y lleva los restantes dedos por debajo alrededor del lado
derecho (fig. 7).
Apretando suavemente con el pulgar y los demás dedos, las car-
tas empezarán a cuadrarse. Yo suelo pararme de vez en cuando para
hojear el lado exterior del conjunto con objeto de mostrar la condi-
ción revuelta de las cartas a medida que se van cuadrando.
Sin cambio alguno en el ritmo, cuando quede alrededor de un cen-
tí metro para cuadrar por completo el conjunto, se altera el
procedimiento. Dobla el dedo índice derecho encima del dorso de la
carta superior haciendo un poco de presión. Aunque deberá parecer
como si continuases cuadrando las cartas empujando hacia la derecha
con el pulgar izquierdo, deja de empujar con los dedos del lado de-
recho del conjunto; con ello conseguirás que todas las cartas (todavía
i mbricadas pero no cuadradas) se deslicen hacia la derecha bajo la car-
ta superior, que sigue sujetando el índice derecho (fig. 8).
Sujeta la baraja ligeramente con la mano derecha de forma que las
cartas puedan deslizarse con suavidad. Como el dorso de la mano de-
recha cubre el hecho de que las cartas sobresalen por el lado derecho,
dará la impresión de qué la baraja queda completamente cuadrada. -
Esta estratagema es idéntica a la original de Vernon, con la salvedad
de que se realiza en las manos y no sobre-una mesa; no obstante, hace
falta ejecutar et pase con lentitud para imitar el gesto de cuadrar. .
CAPÍTULO SEIS
A continuación, la mano izquierda altera su sujeción sobre las car-
tas que sobresalen por el lado derecho -bajo el dorso de la mano
derecha- apresándolas entre el meñique por el extremo interior, el ín
dice por el exterior y los dedos por el lado derecho (straddle grip), igual
que se explicó anteriormente para la extirpación. Realiza después la
extirpación sujetando con la mano izquierda el paquete de cartas cara
abajo y extrayendo hacia fuera con la derecha el otro paquete (fig. 9).
Vuelve inmediatamente la mano derecha palma arriba para mos-
trar una carta cara abajo en la cara de este paquete; la extirpación debe
aparentar simplemente un corte para mostrar la situación de las car-
tas, unas cara arriba y otras cara abajo.
Deja el paquete de la mano derecha encima de las cartas de la iz-
quierda y mantén una separación entre ambas mitades (yo suelo cortar
otro paquete de menor grosor por encima de la separación, usando
un gesto similar al de la extirpación, con objeto de mostrar todavía
más la condición revuelta de las cartas; con todo, hay que seguir man-
teniendo la separación). Voltea toda la baraja manteniendo la
separación con el meñique. Para ello, hace falta voltear la baraja ha-
cia la derecha estirando el meñique (conseguirás introducirlo aún más
en la separación, creando lo que se conoce como "separación en cuña''
o wedge break, 6g. 10).
Basta con ejecutar el volteo de Ken Krenzel para dejar la baraja en
la posición correcta para el primer efecto. En un capítulo anterior del
libro prometí que explicaría este pase más adelante para aquellos que
no lo conociesen. Ese momento ha llegado.
La mano derecha sujeta el paquete superior (las cartas de encima
de la separación) desde arriba en posición de cortar; el paquete infe-
rior debe quedar firmemente pinzado entre el meñique y el resto de
l os dedos. Con la mano derecha, levanta un poco el paquete superior
y comienza a moverlo hacia la izquierda, como si fueses a llevarlo a
la posición de repartir en la mano izquierda. La pequeña elevación es
crucial, ya que te permitirá bajar un poco los dedos de la mano iz-
quierda y encogerlos hacia la palma (fig. 11).
CAPITULO SEIS
Con ello harás girar el paquete hacia la palma, y habrás conseguido
dar la vuelta a las cartas bajo la cobertura del paquete de la mano de-
recha (fig. 12). A continuación, cuadra todo con la mano derecha. La
acción completa tiene que parecer corno si simplemente desplazases
las cartas desde su posición en la punta de los dedos hasta llevarlas a
l a posición de repartir, aunque entre tanto habrás volteado el paque-
te inferior.
Con esto, todas las cartas quedan orientadas en el mismo sentido
a excepción de la elegida, que debe quedar cara abajo en el centro'de la
baraja. Por consiguiente, basta con mostrar esta condición para termi
nar el efecto. Te puede resultar interesante localizar y reunir las tres cartas
del mismo valor que la elegida en la acción de extender la baraja cara
arriba. Esta idea de Larryjennings, que requiere haber dado previamente
un vistazo a la carta, te permite añadir un clímax inesperado mediante
el cual podrás revelar las cuatro cartas del mismo valor.
El efecto descrito ya es de por sí bonito y eficaz, pero yo suelo in-
cluir una prolongación. Tiene cierto toque "Paulharrissiano", ya que
las cartas cara abajo quedan colocadas en ángulo recto respecto a las
demás, aunque aparentan estar orientadas en el mismo sentido.
Vuelve a perder la carta elegida en el centro de la baraja y a con-
trolarla de nuevo al dorso (si no te importó buscar y reunir las otras
tres cartas del mismo valor, este añadido te dará una oportunidad para
revelarlas; si sigues la explicación empleando las cuatro cartas, al final
de esta segunda parte las cuatro quedarán volteadas en la baraja acom-
pañando sorprendentemente a la elegida). Corta la baraja y mezcla
cartas cara arriba con cartas cara abajo, igual que antes, dejando sólo
una carta del paquete de la derecha encima del conjunto. También
conviene asegurarse de que vanas cartas del paquete de la izquierda
caen antes de que lo haga la última del derecho, de forma que desde
el dorso quede una carta cara abajo y bajo ella seis -más o menos-
cara arriba antes de la siguiente carta cara abajo y del resto mezclado
al azar. Los paquetes quedan imbricados por sus esquinas; empújalos
de manera que las cartas se imbriquen por los lados, igual que si es-
tuvieses realizando la versión anterior hasta el punto que muestra la
fig. 7. A partir de aquí, el método difiere sustancialmente.
Aunque las manos deben quedar en la misma posición que en la
versión anterior (como si fueses a cuadrar las cartas, con el pulgar iz-
quierdo por el lado izquierdo y los dedos por debajo del -conjunto
llegando hasta el lado derecho) esta vez empuja hacia la izquierda la
carta superior más o menos medio centímetro para comenzar el pase.
Esto hace que el resto de las cartas cara abajo sobresalgan por el lado
derecho del conjunto sobrepasando ligeramente a la carta superior. ,~
Lleva el meñique izquierdo alrededor de la esquina inferior derecha
del conjunto de forma que quede a la derecha del extremo de las car-
tas (la misma posición que adoptó para la extirpación, fig. 13).
El dedo mayor de la mano derecha (todavía sujetando el conjun-
to en posición de cortar) debe situarse en el centro del lado exterior
del conjunto, en el punto en que las cartas se imbrican; el pulgar de
- recho debe quedar muy a la izquierda a lo largo del lado interior, de
forma. que sólo esté en contacto con cartas cara arriba.
Espero que recuerdes el control que se explicó en el Intermedio (en
el que una carta se llevaba al empalme clásico en el transcurso de una
acción de cuadrar con giro) porque aquí ocurre algo muy parecido. La
mano derecha gira hacia fuera extrayendo las cartas cara arriba y la su-
perior del resto de cartas cara abajo, que se mantienen en su posición
gracias al meñique izquierdo (fig. 14). El eje de rotación es el dedo ma-
yor derecho. La rotación continúa hasta que los paquetes se sitúen en
un ángulo de noventa grados uno respecto al otro (más o menos en la
posición en que la mano derecha podría empalmar bien las cartas cara
abajo). En este punto, las cartas están extirpadas casi por completo y úni-
camente las esquinas siguen imbricadas, pero el paquete de cartas cara
abajo queda totalmente oculto por la mano derecha. Los dedos mayor
y anular izquierdos, que estaban en contacto con el lado derecho del pa-
quete cara abajo, empujan ahora hacia arriba llevándose consigo las cartas
cara abajo. En breve, el lado de las cartas cara abajo en el que se apoya-
ban los dedos quedará al mismo nivel que el extremo del otro paquete;
en otras palabras: todo el paquete de cartas cara abajo habrá girado no-
venta grados bajo la cobertura del dorso de la mano derecha (fig. 15).
Admito que no es un procedimiento fácil, y por ello sugeriría que
la mejor manera de hacerlo es intentarlo y procurar realizarlo con la
mayor ligereza posible. En la medida de lo posible, el pulgar izquier-
do debe mantenerse en el lado izquierdo del paquete durante todo el
proceso; si te ha hecho falta moverlo, ahora debe volver a su sitio. Con-
tinúa empujando las cartas hacia dentro, a pesar de lo inusual de la
posición, haciendo presión con el pulgar y el meñique de la mano iz-
quierda. Con un poco de suerte, toda la acción parecerá igual al gesto
-mucho más sencillo- de la versión anterior. (Si te resulta incómodo
cuadrar las cartas contra el meñique, quizás prefieras llevar los cuatro
dedos alrededor del lado del paquete de forma que todos empujen jun-
tos, de forma similar a como ocurría en la primera parte de la rutina).
Al final, debe parecer que las cartas están bien cuadradas (aunque la
carta superior esté cuadrada con el paquete de cartas cara arriba y a
pesar de que las cartas cara abajo estén en posición perpendicular al
resto pero con las esquinas superiores izquierdas de ambos paquetes
cuadradas una contra otra; quizá quieras consultar de nuevo la fig. 15).
CAPITULO SEIS
Las ilustraciones deberían aclarar lo que en realidad es un pase
burdo que debe ser ejecutado sin miramiento alguno.
Todo este embrollo sirve únicamente para poder hacer una ense-
ñada bastante convincente. Todavia sujetando con la mano derecha
las cartas, empuja con el pulgar izquierdo las tres o cuatro primeras
cartas hacia la derecha de forma que cubran el paquete que sobresale
perpendicularmente. Esto te permitirá retirar la mano derecha y cam-
biar la sujeción sobre las cartas como si fueses a abrir la baraja para
que alguien eligiese un naipe. Coloca la punta del pulgar derecho en
la esquina inferior izquierda de la carta superior de la baraja; sigue ex-
tendiendo hacia la derecha las siguientes cartas, en una extensión más
o menos recta, hasta que veas que está a punto de aparecer la prime-
ra carta de las que están en posición perpendicular; en este punto, en
lugar de continuar extendiendo las cartas en línea-recta, abre el con-
j unto formando un abanico algo compacto en la mano derecha;
apretando con el pulgar derecho crearás un eje de rotación mientras
el pulgar izquierdo sigue empujando el resto de las cartas clisponien-
dolas en forma de abanico (durante este proceso, mueve la mano
derecha hacia delante). El abanico debe ser compacto para que sólo
sean visibles las mitades superiores de las cartas; de esta forma, se verá
una mezcla de cartas cara arriba y cara abajo, pero gracias a que las
mitades inferiores de éstas no se ven en el abanico no se apreciará el
hecho de que las cartas cara abajo están en ángulo recto (fig. 16).
Cuadra el conjunto rápidamente, con lo cual todo volverá ala po-
sición original, con las cartas cara abajo sobresaliendo por la derecha;
como antes, esta condición queda cubierta por la mano derecha. Todo
l o que resta es extirpar las cartas. Para ello, lleva el dedo mayor iz-
quierdo al extremo exterior del paquete perpendicular, justo en el
punto en que sobresale, y mueve la mano izquierda hacia ti; con ello
tirarás de las cartas en la misma dirección, haciendo que giren en el
sentido de las agujas del reloj (fig. 17); durante el movimiento hacia
atrás de la mano, llegará un momento en el que el paquete cara aba-
j o tocará el pulgar derecho (como sujetas el conjunto con la mano de-
recha en posición de cortar, el pulgar derecho está colocado en el
extremo interior del paquete cara arriba). El contacto con el pulgar hará
que el paquete perpendicular gire en el mismo sentido, más aún, mien-
tras continúas el movimiento hacia atrás de la mano izquierda. Seguirá
rotando de esta forma hasta haber girado noventa grados, y volverá a
quedar paralelo con el resto de la baraja, aunque por el momento se-
guirá sobresaliendo por detrás; tan pronto como llegues a esta
posición, coloca los dedos de la mano izquierda en posición para ex-
tirpar: lleva el dedo índice al extremo exterior y el meñique al interior
sujetando las cartas entre estos dedos y procediendo a la extirpación
como se ha explicado. A partir de aquí, el final es idéntico: se obtie-
ne una separación tras la extirpación y se voltea el paquete haciendo
el pase de Ken Krenzel.

Xr ~F F » F

El dilema de Cassandra
"Me pregunto si habéis oído alguna vez el nombre de Cassandra.
Cassandra fue un trágico personaje de la mitología clásica que sufrió
una terrible maldición: a pesar de que por ser una profetisa podía ver
el futuro, su condena era que nadie creyese sus profecías. Por ello, a
pesar de que era capaz de prever desastres inminentes, a pesar duque
intentaba advertir a la gente para que evitasen su terrible destino, na-
die le creía jamás, y asi se veía obligada a contemplar cómo sucedían
desgracias a aquellos a quienes amaba. La mayor de tales tragedias fue
la caída de Troya, su ciudad, por mucho que intentó advertir a los tro-
yanos de que el caballo de madera no era un regalo sino un truco
creado por los griegos para tomar la ciudad. Nosotros ahora sabemos
que decía la verdad, aunque entonces nadie le hizo caso y todos se
burlaron de ella y de tan absurda idea».
De manera similar, aunque algo meños dramática, el último efec-
to de esta sección, al que le llamo con placer "El dilema de Cassandra",
comienza con una introducción igual a la anterior. Después continúo:
Yo tengo la intención de hacer una profecía; diré algo que está por ocurrir. A sa-
ber, alguien tomará una baraja y realizará una serie de elecciones legítimas
mediante las cuales eliminará cartas hasta que quede sólo una. En ese punto, a
esta persona se le ofrecerá la posibilidad de cambiar su decisión; finalmente, la
carta que quede será el Dos de Diamantes. Recuerden: el Dos de Diamantes.
Pide a una mujer del público que te ayude y se siente a tu dere-
cha. Ella será el Destino de esta Cassandra. Para hacer todo lo más
legítimo posible, emplea una baraja sin estrenar y extiéndela cara arri
ba sobre la mesa de forma que todos puedan ver que no faltan cartas
y que no hay duplicados. Pide a continuación al espectador que mez-
cle a conciencia.
Sin embargo, a pesar de lo que he dicho, y a pesar de que el procedimien-
to.será muy claro, puede ser que alguno de ustedes todavía me crea; después de
todo, saben que soy mago, y aunque no puedan comprender cómo tallogro pue
de ser posible, quizás -todavía crean, aunque sea sólo un pocó, que lo que he
afirmado ocurrirá. Pero si hubiese sido Cassandra quien hubiese realizado la
profecía, nadie de ustedes le creería. Por lo tanto, haré que les resulte imposible
creerme extrayendo el único Dos de Diamantes de la baraja; así nadie podrá
elegir dicha carta.
Entrega un sobre a tu asistente y, después de que te devuelva la
baraja mezclada, saca el Dos de Diamantes y ofréceselo a la especta-
dora para que, lo introduzca en el sobre y lo selle. Pide incluso que
firme el sobre para mayor seguridad.
Seriarle locos creer ahora en mi profecía, ya que no hayforma de que pue-
da realizarse, pero no obstante continuaré como anuncié antes. Divide la
baraja en dos y pide a tu asistente que elija un paquete. Corta este pa-
quete en dos y de nuevo, y siempre de la manera más clara posible,
pide al espectador que elija una de las dos mitades. Cada vez que eli-
ja, pregunta si querría cambiar de opinión, haciendo hincapié siempre
en que de esta forma podría elegir entre muchas posibilidades dife-
rentes determinadas por el azar. Continúa así hasta que sólo queden
tres o cuatro cartas, que ella misma extenderá sobre la mesa y entre
l as que escogerá hasta que sólo queden dos. La siguiente será su deci-
sión fmal, y aquí puede deliberar todo lo que desee. Con esta última
elección eliminará una carta, cuya identidad indiferente mostrarás a
todos. La carta que ha elegido yace intacta sobre la mesa.
Es imposible que alguien conozca la identidad de esta carta. De hecho, lo
único que sabemos de esta carta es que no puede ser el Dos de Diamantes por-
que está dentro del sobre que usted tiene. Pide a la señorita que abra el sobre,
que ha permanecido a la vista todo el tiempo. Está vacío. De repen-
te, la verdad cala en sus corazones. Sólo ahora creerán...
Voltea la carta elegida para que todos puedan ver que es el Dos de
Diamantes.
La razón por la que incluyo este efecto es que es uno de mis fa-
voritos en la actualidad y sentía la necesidad de acabar el libro del
mismo modo erg que a menudo termino mis actuaciones. El método
no es muy importante; es el argumento lo que me intriga. En esencia,
se trata de un simple efecto de predicción, pero la inclusión de la his-
toria de Cassandra hace que sea mucho más atrayente, y el aislamiento
de la predicción añade un importante toque extra de imposibilidad.
Cuando se rasga el sobre y se ve que la carta ha desaparecida, todos
saben qué carta se encuentra sobre la mesa, y sin embargo nadie se
atreve a creerlo, lo cual genera una tensión palpable.
De todas formas, y para no dejarme nada en el tintero, me vas a
permitir que explique el método que empleo. Hay dos elementos dis-
tintos de los que preocuparse: la elección de la carta forzada y la
desaparición de la carta del interior del sobre. Se han publicado do-
cenas de formas para conseguir ambas cosas, y sin duda cualquier
combinación será válida. Como he dicho, es la presentación y no tan-
to el método lo que importa. Sin embargo, y como soy una persona
algo pedante, prefiero usar un método bastante técnico que creo pa-
rece lo más claro posible. Requiere el cambio de la baraja y del sobre,
sin embargo, ambos están bien cubiertos en la rutina.
Todo es legitimo hasta el momento en que ofrezco el sobre_ a la
- espectadora. Realmente se utiliza una baraja nueva y mezclada por ella;
pero cuando estoy explicando el argumento mientras ella mezcla, meto
1:; mano en el bolsillo izquierdo y extraigo un paquete de sobres (o
por lo menos eso parece).
En realidad este montón de sobres aparentemente inocente es una
cascarilla. La fabrico cortando la parte central de unos cuantos sobres
de tamaño algo mayor que un naipe y pegándolos juntos. Después hay
que pegar un sobre entero encima del conjunto y rodear todo con una
cinta de papel que va pegada por los costados (aparentemente sirve
para mantener sujeto el paquete).
Desliza después unos cuantos sobres normales entre la cascarilla
y la cinta de papel; puedes sacarlos después durante la rutina. La cas-
carilla debe poder albergar unas veintiséis cartas más o menos.
La fig. 18 (en la pág. anterior) muestra un corte longitudinal de la
misma que, como puede verse, está cerrada por tres de sus lados, para
que resulte más fácil meter y sacar cartas.
Las veintiséis cartas del interior de la cascarilla deben ser duplica-
dos del Dos de Diamantes cara arriba (observa lo irónico del escondite
. de las cartas, que hará posible el efecto en el contexto de una nitina
en que se habla del caballo de Troya). Saca este paquete del bolsillo,
extrae un sobre de la parte superior y suéltalo sobre la mesa. Toma a
continuación todo el conjunto con la mano derecha por encima en
posición de cortar, colocando las cartas ocultas más o menos en la po-
sición del empalme del tahúr en la mano izquierda (fig. 19, pág. 241).
Deja caer la mano izquierda al costado con las cartas, al tiem-
po que con la mano derecha dejas la cascarilla sobre la mesa e
i nmediatamente tomas la baraja mezclada de manos de la especta
dora para que así ésta pueda examinar el sobre que le has entregado.
Vuelve la baraja cara arriba con la mano derecha y rápidamente co-
l ócalo en la mano izquierda, que va a su encuentro, de manera que
se junte con las cartas empalmadas. Realmente empalmas las cartas
sólo por unos segundos, ya que primero las cubre la cascarilla y lue-
go la baraja. Extiende las cartas entre las manos, cara arriba para
ocultar el grosor del conjunto, y extrae el Dos de Diamantes de la
baraja original. Ten cuidado si dicha carta se encuentra cerca del fi-
nal del paquete, ya que podría verse el bloque de duplicados
durante la extensión.
Suelta el Dos sobre la mesa y pide a la espectadora que lo intro-
duzca en el sobre- Mientras tanto, voltea cara abajo tu baraja de
ochenta cartas más o menos y obtén una separación con el meñique
izquierdo cerca de la carta veintiséis desde abajo. Lleva todas las car-
tas de debajo de la separación al empalme del tahúr, y acto seguido
deja con la mano derecha el resto de la baraja sobre la mesa.
Inmediatamente, toma con esta misma mano la cascarilla de so-
bres y colócala en la mano izquierda, cubriendo de nuevo las cartas
empalmadas.
Con el gesto claro y natural de extraer una carta de la baraja, has
conseguido cambiar media baraja de forma que la mitad superior está
compuesta por duplicados del Dos de Diamantes.
Ahora hace fálta cambiar el sobre en el que está guardado el Dos
de Diamantes. Para ello existen muchas posíbilidades, que van desde
el uso de una cartera Himber, hasta hacer una especie de enfile con
un sobre vacío cerrado encima del paquete de sobres. Estuve mucho
tiempo dandole vueltas en la cabeza a esta última idea, pero al final
la descarté a favor de otra algo más dificil, pero también -en mi opi-
nión- más engañosa.
Guarda en el bolsillo el paquete de sobres con las cartas ocultas,
ya que no lo necesitarás más. En el bolsillo interior derecho de mi cha-
queta llevo un bolígrafo que sujeta contra el forro de la chaqueta un
sobre vacío cerrado. Llevo la mano derecha a la solapa para sujetarla
mientras intioduzco la mano izquierda para sacar el bolígrafo (fig. 20).
En realidad, la mano derecha también sujeta el sobre por debajo de la
solapa, de forma que al extraer el bolígrafo para ofrecérselo a la es-
pectadora, el sobre quede libre para ser deslizado al empalme de Tenkai
en esta mano (ejecuta el empalme tras soltar la solapa y apartar la
mano). Toma con la mano izquierda -más o menos en posición de re-
partir- el sobre que contiene la carta y dile a la espectadora que debe
firmarlo. Lleva la mano derecha con el sobre empalmado encima del
que contiene la carta y suelta sobre éste el empalmado mientras con
la mano derecha imitas el acto de firmar. Sujeta ambos sobres muy
juntos en la mano izquierda. Inclinándolos hacia delante conseguirás
ocultar los bordes dobles (a esto ayudan también los dedos de la mano
cubriendo cuanto puedan).
Acerca la mano al. espectador para que firme el sobre (en realidad
firmará el sobre vacío). Ahora tienes que deshacerte del otro. Depen-
diendo de las c•.)ndiciones, suelo llevarlo al empalme del tahúr de la
mano izquierda al tiempo que dejo el otro a la vista sobre la mesa, o
realizo-el cambio milagroso llevando el sobre al empalme de Tenkai
en la mano derecha a la vez que dejo el vacío sobre la mesa.
En cualquier caso, recupera el bolígrafo y tómalo con la mano que
contenga el sobre empalmado; ya tienes una buena razón para llevar
la mano al bolsillo con objeto de guardar el bolígrafo y hacer lo pro-
pio con el sobre.
Ya has hecho todo el trabajo sucio, aunque el efecto parece que
no ha comenzado.
El forzaje es fácil, ya que la mitad de las cartas de la4baraja son
iguales. Suele formarse una separación natural en el punto en que el
bloque de duplicados se une con el resto de la baraja. Corta por este
punto separando así las cartas en dos montones (no es crucial cortar
las cartas exactamente por este punto, siempre y cuando el paquete
que cortes contenga únicamente duplicados del Dos de Diamantes).
Pide a la espectadora que elija una de las mitades; por supuesto, si eli-
ge la mitad que contiene los duplicados, la otra es descartada; si elige
ésta última, tómala y déjala aparte; seguirá quedando la mitad que con-
tiene los duplicados. _ -
Este proceso de decisión mediante la "elección del mago" apa-
renta ser legítimo gracias a que las decisiones posteriores también
siguen el mismo patrón. Haz que la espectadora divida en dos par
tes la mitad que quedó y que elija una de ellas; aparta o conserva
la elegida -dependiendo de cómo procediste en la primera elec-
ción-; a partir de ahora no importa qué mitad resulte elegida, ya
que todas las cartas son duplicados. Toma el montón que acaba de
ser descartado y colócalo sobre la primera mitad que apartaste; en
este momento, suelo tomar el montón de naipes descartados y ex-
tiendo unas cuantas cartas cara arriba para mostrar que la
espectadora podría haber elegido cualquiera de ellas (ten cuidado
siempre de no mostrar el bloque de duplicados). Continúa con el
procedimiento de decisión rechazando siempre la mitad de las car-
tas, hasta el momento en gtte sólo queden dos.
Mientras la espectadora medita su última elección, despreocu-
padamente llevo al dorso de la baraja mediante un robo lateral una
carta de la mitad inferior del paquete cara abajo; así, tras haber de
cidido su última elección puedo tomar la carta que no ha elegido
y hacer un enfile.
Esto simplemente -me permite mostrar que, de haber escogido
esta carta, habría elegido el Cuatro de Tréboles (o cualquier otra car-
ta indiferente que aparezca); no es nada más que una pequeña
sutileza despistante. A partir de aquí sólo resta pedirle que mi?e den-
tro del sobre -que por supuesto estará vacío- y después dar la vuelta
a la carta que eligió para revelar el inevitable Dos de Diamantes.
Este efecto no es adecuado para todo tipo de situaciones. Re-
quiere un entorno relativamente formal, no tanto por los ángulos
o la colocación de los espectadores, sino más bien porque hace fal
ta que el público te atienda con interés y escuche la historia, cosa
muy poco probable en un entorno ruidoso. -
A pesar de todo, siempre que se presenta la ocasión .realizo esté
efecto como final, y por eso mismo parece tambien.una manera l o-
gica de llegar al final de este libro.
EPÍLOGO

durarte el cual se describe un método para rompery recomponer una carta

Siempre he tenido una especie de relación de amor y odio con


l a magia; es verdad que la mayor parte del tiempo me apasiona, pero
a veces siento una necesidad imperiosa de apartarme de ella por
completo, llegando incluso a considerarla increíblemente aburrida.
La magia reúne aspectos que adoro y otros que no puedo soportar.
Entre estos últimos está la ingente masa de trucos comercializados
y tiendas de magia que uno encuentra en los congresos; qo es por
esnobismo o antipatía hacia aquellos que se ganan la vida produ-
ciendo y vendiendo tales artículos, sino más bien por total
desinterés. Reconozco que al pasar por alto este aspecto de la ma-
gia me privo de muchos buenos efectos que de otra manera jamás
conocería y que quizás podrían suponer valiosas adquisiciones para
mi repertorio, pero aún así jamás he comprendido la fascinación por
los trucos que se venden. No sé por qué, siempre recuerdo vívida-
mente haberle hablado de mi incredulidad a un colega durante uno
de los primeros congresos a los que asistí y haber obtenido esta res-
- puesta tan filosófica: "los magos buscan el truco que, de entre todos,
les hará famosos".
A pesar de haber quedado impresionado a tan tierna edad por lo
profundo de tal afirmación escuchada de labios de un mago mucho
más veterano y sabio, siempre albergué mis dudas sobre la validez de
lo que había dicho; aparte de pensar que era poco probable que tal
idea hubiera pasado por la cabeza de la mayoría de los allí presentes,
estaba seguro de que no podía existir un único truco que le hiciese a
uno famoso, por no decir siquiera que lograse distinguirle a uno de
modo especial entre el resto de colegas. Aunque todavía dudo que tal
truco pueda ser encontrado en las mesas de las tiendas de magia, o in-
cluso en un libro o una revista, me ha asombrado el interés manifiesto
que ha despertado un truco que creé más para satisfacer mi propia cu-
riosidad que como parte de un plan de promoción para hacerme
famoso. De hecho, el nacimiento de dicho truco tuvo lugar durante
mi primer año en la universidad, época en la que afortunadamente me
fue asignada una habitación para mí solo.
Como la carga de trabajo era bastante ligera, para empezar, y de-
bido a que el campus era pequeño y no solía haber entretenimientos
de tipo nocturno, muy a menudo me encontraba en mi habitación te
niendo que matar el tiempo. Como siempre había querido hacer
alguna versión de la carta rota y recompuesta, hacía poco que había
aprendido el método (que me dejó muy sorprendido, por cierto) de
J.C. Wagner publicado en su libro SEVEN SECRETS; así que me puse a
trabajar en posibles formas de obtener la recomposición visible de cada
trozo. Aunque era un propósito muy loable, hacía que resultase aún
más grave el hecho de que el último trozo no se uniese al resto. Por
esta razón, decidí encontrar una solución a este problema. Mis pro-
gresos se vieron obstaculizados por la ubicación del único espejo de
la habitación, que se encontraba encima del lavabo; ello hizo que in-
finidad de cartas a lo largo de los meses quedasen húmedas e
inutilizables. Ninguno de los métodos que surgieron de aquellas -por
l o demás improductivas- noches me inspiró mucha confianza, pero
a pesar de ello sentía que, al menos desde un punto de vista teórico,
había avanzado un buen trecho hacia la solución del asunto.
Sólo después de mostrar una versión a unos cuantos amigos me
convencí de que quizás mereciese la pena presentarla en serio. Tras ha-
cerlo durante un tiempo, empecé a darme cuenta de que tal vez el
método no fuese el mayor obstáculo, sino la falta de práctica, que aho-
ra suplia con las actuaciones. Al poco tiempo, otros magos se
mostraron interesados en el método y finalmente fui persuadido para
revelarlo (para mi sorpresa, parecía haber engañado a muchos) durante
mi primera conferencia, que tuvo lugar en el congreso Opus, en la isla
-de Man. Lo incluí en una cinta de vídeo, que para un novato como
yo resultaba un soporte más fácil y rápido que un texto escrito.
Decidí hacer una edición limitada no por que desease mantener-
lo casi en secreto, ni tampoco porque pensase que fuese un juego
estupendo, sino sólo porque cínicamente pensaba que, ya que nadie
se iba a interesar por un complicado juego de alguien de quien jamás
se había oído' hablar, quizás así diera impresión de mayor importan-
cia y alguno lo comprase.
De hecho, parece que el interés era tal que tanta estrategia era in-
necesaria. Muchas veces he lamentado haberme comprometido a hacer
una edición limitada, ya que desde entonces sigo recibiendo nume-
rosas ofertas para comprar una copia de la película, Sin embargo, y
como soy un hombre de palabra, no he vendido ninguna desde que
se agotó aquella edición limitada, ni tampoco lo haré en el futuro. No
obstante, de aquello hace más de tres años, y he decidido que ya es
hora de presentar el método en otro formato, en el presente libro. Sin-
ceramente espero que esto no ofenda a ninguno de aquellos que
compraron el vídeo, ya que, hasta hoy, lo habrán tenido en exclusiva
durante tres años, en caso de que hayan querido hacer uso de él; ade-
más creo que si alguien más tiene verdaderos deseos de aprender el
método (y me temo que hará falta eso y algo más para comprender
de verdad el siguiente ensayo), debería tener derecho a hacerlo inclu-
so si no le fue posible comprar la cinta.
Por ello, y para terminar este libro, presento a continuación la des-
cripción completa, además de un numero de posibles variantes, del
que se podría decir que es mi juego favorito y que ciertamente me ha
dado más satisfacciones que ningún otro, que he dado en llamar "La
reforma".
El juego debe presentarse con una carta de figura; hace falta tener
un duplicado de la misma que llevará una firma falsa (que aparenta
serlo menos en un naipe de figura). Sin embargo, al final del efecto,
cuando ambas cartas se doblan juntas simulando ser una carta rota, la

firma auténtica quedará a la vista en la mitad de la carta que el públi-o ve. Por esta razón, tanto la firma falsa como la verdadera deben
escribirse solamente en una mitad de la carta. Para que haya mayor
parecido entre las dos, durante la presentación pido al espectador que
firme a lo largo del borde blanco superior para que la firma se vea me-
jor ya que el diseño de la carta podría ocultarla.
De igual modo, previamente has dibujado una firma cualquiera
en el borde blanco de uno de los extremos del duplicado. No im-
porta lo que escribes, ya que la probabilidad de que remotamente
pueda parecerse a la firma original es casi nula, pero ello no supone
un problema.
Una vez firmado el duplicado, tienes que doblarlo en cuatro. Do-
bla primero la carta por su eje transversal de manera que la cara quede
hacia fuera; es mejor si no queda doblada exactamente por la mitad,
sino un poco desigual, de forma que el lado que lleva la firma quede
algo por debajo del otro. De esta manera, cuando se ve la carta%desde
delante, el hecho de que hay un borde doble es menos obvio. Vuelve
a doblar el naipe, esta vez hacia dentro para que la firma quede en el
i nterior y la carta forme un paquetito doblado en cuatro. Quizás quie-
ras adelantarte y dar un -vistazo a la primera ilustración para asegurarte
de que la has doblado correctamente. Esta es toda la preparación ne-
cesaria, salvo por el hecho de que tienes que poner esta carta en un
lugar de donde puedas recuperarla con facilidad; normalmente el bol-
sillo izquierdo del pantalón suele valer.
A la otra carta tienes que forzarla, por supuesto. A veces empleo
un bloque de duplicados; el forzaje clásico es mucho más fácil, y ade --
más puedes repetir el juego varias veces en una noche con el mismo
naipe, lo cual es mejor que tener que acordarte de sacar la carta do-
blada adecuada para cada ocasión en que debas forzar otra carta
distinta. Después de elegirla, el espectador firma la carta por el borde,
como expliqué antes. Mientras tanto, saca con sigilo del bolsillo iz-
quierdo del pantalón la carta doblada; ocúltala en el empalme de los
dedos de la mano izquierda de forma que el índice de la carta mire
hacia ti y el extremo abierto apunte hacia el suelo, con el doblez orien-
tado hacia arriba. Como alternativa, puedes sujetar la carta doblada
en el clip de un bolígrafo y robarla al extraerlo de un bolsillo en la ac-
ción de dárselo a un espectador, aunque personalmente encuentro que
el método anterior es más práctico para el uso frecuente.
Recibe la carta firmada de manos del espectador y sujétala con el
dorso hacia el público deforma que puedas ver su cara; la firma debe
quedar en el extremo inferior. Mientras tanto, empalma en la mano
izquierda la carta doblada (fig. I).
A continuación dobla con la mano derecha el extremo inferior de
la carta hacia fuera -hacia el público- llevándolo hasta alinearlo con
el extremo superior, doblando a lo largo del eje transversal.
Insisto en que es mejor que no quede doblada de manera exacta,
sino que conviene que la mitad que ahora mira al público, sobrepase
un poco el borde superior de la otra mitad. La carta empalmada no
tiene por qué darte problemas al hacerlo.
Gira la carta noventa grados en el sentido contrario al de las agu-
jas del reloj, y dóblala hacia ti de arriba abajo, de forma que la firma
quede por fuera; tiene que quedar doblada exactamente de la misma
forma y con la misma orientación que el duplicado de la mano iz-
quierda; la única diferencia es que la firma está en otro sitio. Para
recordar la secuencia de doblado, pienso que la firma falsa tiene que
quedar lo más oculta posible y por eso doblo el duplicado de modo
que la firma quede en el extremo y después vuelvo a doblar todo ha-
cia dentro para taparla; por el contrario, a la carta con la firma
auténtica -más importante- la doblo para que la firma quede en el
borde largo y luego la doblo de manera que quede hacia fuera, clara-
mente visible.
Solía cargar el duplicado doblado detrás de la carta firmada para
mostrar las manos vacías durante el primer doblez, y luego robaba la
carta llevándola a su posición anterior para continuar con el siguien
te doblez. Desde entonces he decidido que es mejor mantener las
manos en una posición natural y no preocuparse en exceso por la car-
ga y el robo de la carta, porque podría incluso resultar más sospechoso.
El siguiente pase es crucial para la rutina, ya que se repite varias
veces. Es el pase de la rutina de Wagner en la que me basé. Sujeta la
carta por su extremo derecho con la mano derecha. Ajusta un poco la
sujeción de la carta que empalmas en la mano izquierda. Como está
doblada en cuatro, tiene un pequeño efecto de resorte que hace que
la carta quede abierta parcialmente en la mano como si se tratase de
una V invertida. Por ello te debería resultar fácil tocar con el pulgar
izquierdo la esquina inferior derecha de la mitad de la carta que se des
pliega abierta hacia ti de manera natural- Una pequeña presión del
pulgar bastará para mantener la carta cerrada y en su sitio, permitién-
dote además estirar el resto de los dedos.
En esta posición, acerca la mano izquierda a la derecha y coloca
el duplicado justo encima de la carta del espectador (fig. 2). Te resul-
tará sencillo gracias a la posición natural de V invertida. El pliegue
delantero del duplicado debe tocar el pliegue delantero de la carta del
espectador, de manera que cuando ambas cartas queden alineadas una
encima de la otra, puedas deslizar el pliegue delantero del duplicado
entre los dedos de la mano derecha y la carta del espectador (la mano
derecha sujeta todo); mientras, sigue sujetando el otro pliegue del du-
plicado con el pulgar izquierdo.
Inmediatamente, mueve este pulgar hacia arriba y desdobla el du-
plicado; al mismo tiempo, desliza hacia atrás los dedos izquierdos para
que se vea la carta mientras la despliegas. Todo esto ocurre muy rápi
damente, y se produce un efecto de retención de la imagen muy
considerable gracias a que la mano izquierda cubre la carta por un ins-
tante, aparentando sencillamente que ayuda a desplegarla. En realidad,
has añadido y abierto el duplicado encima de la carta del espectador,
mientras ésta continúa doblada en cuatro.
_En una acción continua, vuelve a desdoblar el duplicado. Desli-
za los dedos de la mano izquierda en el pliegue abierto del duplicado
mientras con el pulgar sujetas la carta del espectador. Esto deja libre
la mano derecha para que puedas llevarla delante del conjunto y des-
doblar el duplicado abriéndolo hacia la derecha (fig. 3) de manera que
quede dorso hacia el público; la carta del espectador queda doblada
en cuatro y sujeta por el pulgar izquierdo en la esquina inferior iz-
quierda del duplicado. Para terminar, arrastra con el pulgar izquierdo
la carta del espectador hasta llevarla al empalme de los dedos en la
mano izquierda.
Toma el duplicado con la mano derecha y gíralo en torno a su eje
longitudinal de manera que la cara del naipe mire hacia el público y
la firma quede hacia tu izquierda. Inmediatamente, toma la carta con
la mano izquierda por el extremo izquierdo para tapar con los dedos
la firma falsa. Has cambiado la carta del espectador por el duplicado
con el pretexto de doblarla para conseguir los pliegues que te ayuda-
rán a romperla después.
Sujeta ahora la carta con ambas manos, una por cada extremo, de
manera que los dedos casi se toquen en el centro, por donde harás la
primera rotura; con esto conseguirás ocultar parte de la carta. Duran
te la rotura no debes olvidarte de la carta empalmada: simplemente
se mantiene sujeta en el empalme de los dedos. Haz la primera rotu-
ra a lo largo del eje corto transversal, de arriba abajo; rompe la carta
muy lentamente y deténte a mitad de camino, justo donde los dos ejes
se cruzan (fig. 4). En este punto, y como si quisieras destacar qeu la
rotura es auténtica, dobla hacia ti con el pulgar izquierdo el cuarto su-
perior izquierdo de la carta. De esta forma el público verá los tres
cuartos de la carta, prueba de que la rotura es genuina. Sujeta con la
mano derecha la carta por el centro, agarrando también el cuarto do-
blado; entonces podrás alejar un poco la mano izquierda.
Vuelve a hacer el mismo pase de Wagner para montar la carta em-
palmada encima del cuarto plegado del duplicado. Sujeta de nuevo
con el pulgar izquierdo la carta empalmada para que puedas estirar
' los dedos; acerca la mano hacia la derecha y monta la carta empalmada
encima del cuarto doblado del duplicado (fig. S).
EPÍLOGO
Vuelve a deslizar el pliegue delantero de la carta empalmada entre
los dedos de la mano derecha -que sujetan el conjunto- y el duplica-
do; al mismo tiempo, mueve el pulgar izquierdo hacia arriba para
desdoblar la carta. Como antes, la carta debe quedar oculta sólo por un
instante; tiene que parecer que la mano izquierda sólo ha desplegado
el cuarto que doblaste. La mano derecha sujeta ahora el conjunto: los
dedos derechos sujetan ambas cartas por delante en el punto en que se
unen, ocultando la verdadera situación. Ahora puedes apartar la mano
izquierda, ya que la firma que se verá es la auténtica (opcionalmente,
tras doblar el cuarto superior izquierdo, a veces doblo también el cuar-
to superior derecho, aunque no lo sujeto, sino que simplemente sujeto
la carta con el pulgar derecho por debajo del pliegue derecho. A conti-
nuación, cuando la mano izquierda añade la otra carta -fig. 6- toco
también con pulgar izquierdo la esquina del cuarto derecho plegado
el

y despliego ambos cuartos a la vez; es un detalle que quizás no merez-


ca mención, pero me parece que aumenta el engaño del pase).
Mantén la mano derecha en su posición y sujeta el conjunto con
la mano izquierda por el lado izquierdo para continuar la rotura por
el eje corto. Rasga más o menos hasta la mitad, hasta que quede cer
ca de un centímetro por rasgar; no vas a romper lo que queda, sino
que simularás hacerlo de la siguiente manera:
Sujeta el extremo izquierdo del conjunto con la mano izquierda,
mientras que la derecha está colocada más o menos en el centro; los
dedos pulgar y mayor derechos sujetan el duplicado justo a la derecha
del pliegue que acabas de rasgar (esta posición es importante). Ahora
dobla hacia dentro el dedo anular derecho (que está apoyado en la cara
del conjunto, justo a la izquierda del dedo mayor) como si fueses a
chasquear los dedos.
Esta acción hará que la porción doblada del duplicado se desen-
ganche del pulgar. izquierdo produciendo un chasquido, y al-mismo
tiempo doblará esta porción hacia atrás (fig. 7). Deberá quedar más o
menos en ángulo de noventa grados respecto al resto de la carta, apun-
tando directamente hacia ti y por ello oculta al público. Tendría que
parecer como si acabases de rasgar el último tramo del pliegue, divi-
diendo así la carta en dos mitades.
Inmediatamente, pliega del todo esta porción por detrás del res-
to del duplicado. Para ello basta con llevar el anular derecho un poco
más a la derecha; tendrás que apartar el pulgar; el anular -aparte de
doblar dicha porción- sujetará la carta por un instante.
Vuelve a colocar el pulgar encima de la porción que acabas de ple-
gar y apriétalo desde atrás contra el resto de la carta.
En este momento, ambas manos aparentan sujetar una mitad de
naipe; en realidad, la mano izquierda sujeta la carta del espectador do-
blada por la mitad y con la firma a la vista, mientras que la mano
derecha sujeta el duplicado, cuya mitad está doblada en dos y a la vez
plegada por detrás de la otra mitad. A continuación vas a modificar
la sujeción de cada carta. Gira la carta de la mano izquierda noventa
grados en el sentido de las agujas del reloj, para que quede sujeta por
el pulgar y los dedos en el extremo izquierdo, con el pliegue apun-
tando al suelo y la firma mirando al público desde el extremo superior.
Mueve la carta de la mano derecha de forma que sea una imagen si-
métrica de la de la izquierda: gírala noventa grados en el sentido
contrario al de las agujas del reloj, sujétala por el extremo derecho (se
habrán formado tres "capas" de carta, y el pliegue de esta porción tam-
bién apuntará al suelo, fig. 8). Acerca las manos llevando la carta de
la mano derecha por delante de la de la izquierda para que el público
l a pueda ver. Al acercarlas, desliza el extremo de la carta de la mano
derecha por debajo de los dedos de la mano izquierda, con lo que el
duplicado quedará sujeto delante de la carta del espectador. Natural-
mente, el pulgar derecho quedará entre las dos cartas al acercar las
manos; aprovéchate de esta situación y muévelo hacia la izquierda
-manteniendo el resto de la mano inmóvil- para doblar hacia atrás la
carta del espectador (por detrás del duplicado) de forma que quede
doblada en cuatro (fig. 9). Aparta el pulgar izquierdo un momento para
poder plegar del todo esta porción y vuelve a colocarlo en su posición;
terminarás sujetando la carta del espectador doblada en cuatro.
Sujetando con ambas manos, cada una en sus respectivos extre-
mos, haz una nueva rotura por el centro; en realidad, gracias a que la
carta del espectador está doblada en cuatro sólo romperás el duplica
do, aunque el público debe creer que estás partiendo en dos ambas
mitades otra vez. Haz esta rotura de una sola vez y después separa am-
bas manos: la mano izquierda sujeta la carta del espectador y un cuarto
del duplicado por delante, mientras que l a derecha sujeta tres cuartos .'
del duplicado.
Empuja con el pulgar izquierdo hacia la derecha la carta del espec-
tador para deslizarla por detrás del cuarto de duplicado de forma que
los dos "trozos queden un poco separados (los bordes plegados del nai
pe quedan ocultos tras el cuarto del duplicado). Apretando con fuerza
con el pulgar derecho hacia la izquierda podrás hacer que sobresalga
por la izquierda lo que en realidad es la mitad del duplicado; así tam-
bién parecerá que muestras dos trozos en la mano derecha (fig. 10). El
hecho de que el pliegue existente entre la mitad doblada y el otro cuar-
to no esté rasgado del todo hace que esta enseñada sea más fácil y con-
vincente. Tras enseñar muy claramente cuatro cuartos separados, junta
de nuevo las manos poniendo los trozos de la mano derecha detrás de
los de la izquierda; sujeta todo el conjunto con esta mano.
Ahora vas a ejecutar una cuenta falsa despreocupadamente para
mostrar que se trata de trozos sencillos, aunque no hay que atraer de-
masiado la atención sobre esta cuestión; la cuenta debe ser un gesto
casual mientras estás hablando. Toma con la mano derecha primero
el trozo más exterior y muéstralo como número uno.
Cuando vas a tomar el segundo trozo, aprieta con el pulgar iz-
quierdo los tres cuartos del duplicado (que está detrás de la carta del
espectador) deslizándolos hacia la derecha y cambia este "trozo" por
el de la mano derecha. Hazlo deslizando el cuarto de la mano dere-
cha bajo el pulgar izquierdo y tomando los tres cuartos a la vez; aleja
la mano derecha apretando los tres cuartos para enseñar dos trozos,
igual que hiciste antes (fig. 11). Parecerá que has contado el trozo nú-
mero dos delante del número uno. Acerca la mano derecha de nuevo
y toma el cuarto sencillo detrás de los "dos trozos" colocándolo un
poco a la izquierda de estos; en la mano izquierda te quedará la car-
ta del espectador doblada en cuatro. En este momento, esta carta está
j usto al revés de como tendría que estar para el próximo pase, así que
aprovecho para colocarla correctamente. Tienes la carta del especta-
dor sujeta por el extremo izquierdo entre el índice y el pulgar; encoge
estos dedos y estira el dedo mayor en torno al extremo derecho. Rá-
pidamente endereza el dedo índice y suelta la sujeción del pulgar; con
ello habrás conseguido voltear la carta (fig. 12) de forma que el plie-
gue quede ahora en el extremo izquierdo y los dedos índice y mayor
sujeten la carta por detrás y por delante respectivamente. Haz esto acer-
cando la mano izquierda a la derecha para depositar el último trozo
detrás de los demás, de nuevo ligeramente desplazado hacia la iz-
quierda; con esta corrección habrás conseguido también que los
bordes plegados de la carta del espectador queden ocultos detrás del
pequeño abanico de trozos (trozos que has mostrado uno a uno).
EPÍLOGO
Aquí termina la fase de rotura. Éste es un buen momento para ha-
cer una pausa y tomar una taza de té, antes de adentrarnos en la fase
de la recomposición.

La recomposición
Sujetando el abanico de trozos en la mano derecha, toma con la
izquierda desde arriba el último trozo que colocaste (la carta del es-
pectador). Separa la mano una fracción de centímetro y de inmediato
regresa para tomar el siguiente trozo (el cuarto sencillo) detrás del an-
terior, cuadrándolo más o menos con el otro. Conviene sujetarlos bien
dentro de la mano para evitar exponer demasiado la carta del espec-
tador, pues podría delatar el engaño.
Hay que dejar estos trozos aparte por el momento, pero creo que
es una buena idea mantenerlos a la vista del público y no guardarlos,
así que los coloco entre mis labios. Durante el movimiento de la mano
izquierda hacia la boca, :arrastra con el pulgar izquierdo el cuarto sen-
cillo llevándolo al empalme de los dedos; con ello, realmente lo único
que llevas a los labios es la carta del espectador, ya que el otro trozo
queda en la mano que ahora acercas de nuevo a la derecha. Sujeta la
carta del espectador con los bordes hacia dentro, de manera que el plie-
gue sencillo quede fuera de la boca (idealmente, debería apuntar hacia
el suelo y no directamente hacia los espectadores). Conviene alejar la
atención de la boca haciendo algún gesto con la mano derecha para
indicar que empezarás por esos trozos, ya que si los espectadores se
fijasen mucho en lo que tienes en la boca podrían darse cuenta de que
se trata de una carta doblada.
Acerca la mano izquierda a la derecha y aparenta tomar el trozo
que está más a la izquierda (el que está más cerca de ti). En realidad,
tira hacia la derecha de esa parte del duplicado doblado de manera
que quede oculta tras el cuarto delantero de la carta; al mismo tiem-
po, llevó la mano izquierda delante de la derecha por un instante y
empuja el trozo empalmado sacándolo a la vista y llevándotelo hacia
la izquierda (fig. 13). -
Mientras alejas la mano izquierda para enseñar el trozo, hay que
hacer una complicada modificación en la carta doblada que sujetas
en la mano derecha; es sólo un paso intermedio para otra cosa, y qui
zás encuentres otra manera de llegar a la posición adecuada, pero así
es como yo lo hago. Sujeta en la mano derecha -por el extremo de-
recho con el pulgar, índice y mayor- la carta doblada en tres cuartos
como si fuese sólo uno. Lleva el dedo mayor detrás de la carta, por
debajo del pulgar, para poder separar el pulgar (la carta te quedará pin-
zada entre el índice y el mayor y paralela al suelo, fig. 14). Dobla los
dedos derechos bien hacia dentro de manera que el índice visible de
la carta quede casi entre la base de los dedos índice y anular. Lleva el
pulgar al lado más cercano a ti de la carta doblada; sin embargo, acer-
ca el pulgar desde abajo, para que puedas separar un poco el cuarto
roto de la carta de la mitad plegada que está debajo. Este detalle no
es vital, pero sí muy útil como enseguida verás. Lo importante es que
el pulgar se apoye a lo largo de todo el borde de la carta. Después mue-
ve un poco el dedo mayor estirándolo y deslizándolo por el otro lado
de la carta de forma que se apoye completamente paralelo al pulgar
(fig. 15).
En este punto la carta queda sujeta únicamente por sus lados en-
tre el pulgar, por el lado interior, y el dedo mayor por el exterior; esta
posición es muy similar a la sujeción por el borde (edge grip) que se
utiliza en la magia con monedas. En esta posición puedes doblar el
dedo índice tanto como puedas hasta que toques con el primer nu-
dillo el borde o extremo de la carta doblada. Como el pliegue superior
de este extremo es un poco más largo, puedes introducir el nudillo del
índice por dentro del pliegue para levantarlo; de este modo, ese dedo
se deslizará por dentro del pliegue y el resto de la carta continuará su-
jeto en la misma posición (fig. 16). Es más fácil si antes, al alterar la
sujeción, has conseguido separar la carta un poco con el pulgar. Em-
puja el cuarto superior de la carta hacia arriba con el dedo índice hasta
colocarlo en ángulo de noventa grados respecto del resto de la carta.
Aprovecho esta oportunidad para reconocer que este pase es una
de las partes más dificiles de la rutina, y aunque lo que queda no es
en ningún modo sencillo, al menos tampoco se complica más. Toda
esta acción debe llevarse a cabo con rapidez mientras muestras el tro-
zo de la mano izquierda.
Ahora la mano derecha gira hasta orientar los dorsos de los dedos
hacia el suelo y colocar el cuarto de carta que has levantado directa-
mente mirando hacia el público. Sobre los ángulos en este punto:la
situación anterior es ideal; de manera muy similar a lo que ocurre con
una moneda, desde esta sujeción puedes mostrar la carta muy clara-
mente con los dedos bien separados; sin embargo, es obvio que no
siempre la situación lo permite, en cuyo caso no hace falta que levantes
el cuarto de carta noventa grados; en realidad sólo es necesario le-
vantarlo más o menos un centímetro, pudiendo además introducir el
dedo índice en el pliegue para ocultar el resto de la carta y así cubrir
casi todos los ángulos.
En cualquier caso, la mano derecha muestra el cuarto de carta
abierto hacia el público ocultando tras él el resto de la carta doblada.
Coloca el trozo de la mano izquierda -que sujetas de cara al pú-
blico por el extremo no rasgado- junto al trozo de la derecha alineando
ambos (fig. 1 7). Sujeta este trozo por los bordes entre el mayor y pul
gar derechos (que siguen sujetando el resto de la carta). Aparta la mano
izquierda (aunque tal vez te preocupe el hecho de que el trozo senci-
llo debería tener parte de la firma; por ello quizá no sea tan buena idea
alejar del todo la mano y sea mejor mantenerla frente al trozo para
ocultar esta discrepancia).
Mueve la mano izquierda hacia la derecha hasta llegar a una po-
sición en la que puedas llevar cómodamente el cuarto sencillo al
empalme de los dedos. Estira el pulgar izquierdo por detrás hasta to
car el borde de la carta doblada que sujetas en la izquierda cubierta
por el cuarto sencillo; mueve ahora la mano hacia la izquierda llevando
el cuarto al empalme de los dedos y abriendo simultáneamente la car-
ta plegada, empujando hacia fuera la parte doblada a medida que
desplazas la mano (fig. 18) hasta que quede en línea con el resto de la
carta. Deberá parecer como si los trozos se hubiesen fundido.
Suelo sujetar la carta con la ruano izquierda por el borde izquier-
do para cubrir la firma falsa y permitir que la derecha altere su
sujeción para así poder frotar el pliegue de unión como para terminar
de pegar ambas partes.
Por último, toma la carta con la mano derecha procurando tapar
con los dedos por lo menos una parte de la firma falsa. No des impor-
tancia al hecho de cubrir la firma, hazlo despreocupadamente. Lleva la
mano izquierda a la boca y toma la carta del espectador plegada. Por
un instante, llévala al interior de la mano -por detrás del cuarto senci-
llo- y luego encoge los dedos y empuja ambos trozos hacia la punta de
los dedos, como si hubieran estado en la boca todo este tiempo; tienes
que empujar el cuarto sencillo hacia arriba y hacia la derecha de la car-
ta doblada para ocultar así sus bordes plegados. Vuelve a llevar la mano
a la boca para dejar allí el cuarto sencillo y quedarte con la carta do-
blada como si también se tratase de un único trozo. Tienes que sujetarla
bastante dentro de la mano, de forma que sólo se vea el pliegue senci-
llo, ya que no puedes enseñar los demás bordes.
Gira la mano derecha orientando su dorso hacia el suelo, y mue-
ve la carta de manera que su lado quede paralelo a éste y que el cuarto
plegado por detrás quede en el extremo izquierdo. Lleva el "trozo" de
la mano izquierda hasta colocarlo aproximadamente en el lugar co-
necto en el que encajaría -en la esquina superior izquierda-, pero
solapando ligeramente por delante la carta de la mano derecha; así
puedes bajar un poco el pulgar izquierdo y sujetar ambas cartas man-
teniendo la carta plegada del espectador más o menos en la_posición
correcta (fig. 19). La mano derecha quedará libre para introducir el pul-
gar bajo el cuarto plegado por detrás del duplicado. Lleva el dedo
mayor derecho delante del conjunto y sujeta en su sitio la carta ple-
gada del espectador contra el duplicado; esto te permitirá apartar el
pulgar izquierdo. A medida que mueves la mano izquierda un poco
hacia la derecha, e_-.tiende los dedos para cubrir la carta del especta-
dor plegada. Al mismo tiempo, toca con el pulgar izquierdo el borde
del cuarto de carta plegado tras el duplicado y levántalo (fig. 20) has-
ta abrirlo completamente.
Manteniendo el pulgar izquierdo en su posición (manteniendo
abierto el cuarto de carta) mueve el resto de la mano hacia la izquier-
da llevándote la carta del espectador (ésta no quedará exactamente en
el empalme de los dedos, sino simplemente oculta tras los dedos ex-
tendidos). Así habrás -realizado la segunda recomposición, y ya podrás
mostrar abiertamente los tres cuartos de la carta sujetándola con la'
mano izquierda por el extremo izquierdo para cubrir la firma. Asi-
mismo, como la carta del espectador no queda en el empalme de los
dedos, ambas cartas deben solaparse todavía un poco por delante, con-
dición que también queda oculta por los dedos.
En la siguiente acción vas a aparentar frotar la carta, mostrando
el dorso del duplicado y a la vez colocando la carta plegada del es-
pectador para la siguiente fase. Sujetando con poca presión, el
duplicado con la mano izquierda, gíralo noventa grados en el senti-
do contrario al de las agujas del reloj con la mano derecha, de forma
que el público lo vea como si fuese una l. (fig. 21).
EPILOGO
ENGAÑOS DE SALÓN
La carta plegada del espectador todavía se solapa un poco por de-
lante con el duplicado. A continuación, tira del duplicado con el
pulgar izquierdo hasta que la carta plegada quede cubierta; al mismo
tiempo, gira la mano palma arriba. En este punto el dorso del dupli-
cado mira hacia el techo y la carta plegada se encuentra oculta por
completo bajo la mitad del duplicado. Vuelve ahora la ruano derecha
palma abajo y sujeta ambas cartas (la carta plegada por debajo) con
los dedos por encima y el pulgar por debajo. Gira la carta hasta que
su dorso mire hacia el público.
Acerca la mano izquierda para frotar el dorso de la carta en el pun-
to de la última recomposición; mientras lo haces, arrastra la carta
plegada con el pulgar izquierdo hasta llevarla casi al empalme de los
dedos, quedando así orientada de la misma manera que al comienzo
de la rutina. Tras este movimiento, la mano izquierda sujeta las cartas
por el extremo izquierdo; coloca la mano derecha en la siguiente -algo
incómóda- posición: sujeta la carta con la mano derecha por el extre-
mo, pero con la palma orientada hacia el público (fig. 22). Para ello
hace falta torcer todo el brazo hasta que el pulgar pueda tocar la carta
por el lado que mira hacia el público (en el pliegue transversal de la
mitad derecha) y los dedos queden en tu lado. Mueve el duplicado con
esta mano muy ligeramente hacia la derecha para que puedas llevar la
carta plegada del espectador a la posición correcta de empalme en los
dedos en la mano izquierda (fig. 23). Estira el pulgar izquierdo hasta
tocar el borde izquierdo del duplicado y manténlo en esta posición. ,
Mueve la mano derecha en tres direcciones a la vez: gírala hasta
llevarla a una posición natural con la palma mirando hacia ti, pero al
mismo tiempo gírala unos noventa grados en el sentido de las agujas
del reloj hasta que el meñique apunte hacia la izquierda; por último,
y simultáneamente, mueve toda la mano unos centímetros hacia la iz-
quierda. Lo que ocurrirá es que mientras vas girando la carta, el pulgar
izquierdo inmóvil -que todavía toca su esquina superior izquierda-
comenzará a plegar hacia atrás el cuarto sencillo de la carta hasta lle-
varlo contra el dorso del duplicado (fig. 24).
Al mismo tiempo, guía con el pulgar esta parte del duplicado has-
ta introducirlo en la V invertida que hace la carta plegada de la mano
izquierda; en una acción continua, añade con la mano izquierda la
parta plegada con el mismo pase de Wagner que antes empleaste (fig.
?5) y ábrela tan proirto como el pulgar quede libre para hacerlo; mien-
- ras tanto, mueve un poco el pulgar derecho para mantener plegado
•1 cuarto del duplicado que acabas de volver a doblar.
Reconozco que suena complicado, y también que no es especial-
gente fácil, pero no obstante, todo lo que estás haciendo es el mismo
)ase de adición de Wagner que ya has hecho dos 'veces antes, pero a
a vez que giras y das la vuelta a la carta. Si te parece demasiado com-
Aicado, también puedes sencillamente dar vuelta la carta, reorientarla,
• hacer después la adición (sin embargo, el movimiento fluido en el
, olteo de la carta ayuda a ocultar el pase).
Al final de esta acción, y para terminar, vuelvo á frotar dando un
igero masaje en el lugar de fusión de los trozos; así tengo una excu-
a para que las manos continúen juntas. Por cierto, usa los dedos de
i mano derecha para sujetar el conjunto desde abajo y cubrir el pun-
de unión.
La posición actual es muy favorable, ya que el público ve tres cuar-
tos de una carta cuyo dorso y cara han visto también y cuya auténtica
firma puede verse ahora de forma clara. Sólo hace falta una última se
cuencia de movimientos para llevar a cabo la recomposición final que,
por desgracia, tampoco resulta particularmente fácil.
De nuevo, gira la mano derecha de manera que las cartas queden
sujetas en forma de L desde la perspectiva del público. El índice de-
recho oculta el punto de unión, mientras los restantes dedos cubren
relajadamente el grosor extra del lado derecho. Toma el último trozo
de la boca y muestra que se trata del que falta (el lado rasgado del tro-
zo -merece la pena destacarse- coincide exactamente con su
correspondiente en el duplicado; de hecho, me han sugerido que se-
ria una buena idea hacer a propósito una rotura irregular en esta parte
de la carta, para luego poder hacer hincapié en el hecho de que el_tro-
zo encaja perfectamente). Desliza el trozo bajo el dedo índice derecho
sujetándolo entre el dedo y el duplicado, solapando un poco éste por
la derecha. Lleva la mano izquierda al extremo inferior de la carta para
señalar la firma con el dedo indice.
Desliza el pulgar izquierdo dentro de la carta plegada del espec-
tador por el lado izquierdo. Al introducir el pulgar, abrirás un poco
la carta plegada; eso te permitirá introducir en el pliegue el meñique
derecho (fig. 26). Mantén este dedo en su posición y haz presión con-
tra él con el anular derecho desde el otro lado de la carta, con lo cual
pinzarás la carta del espectador entre esos dos dedos para que no pue-
da moverse. Esto es importante para lo que viene.
Lleva la mano izquierda (el pulgar todavia está dentro del pliegue
de la carta del espectador) hacia arriba hasta cubrir la mitad superior
del conjunto. En ese momento encoge el indice derecho arrastrando
el último trozo hasta dejarlo más o menos alineado con la esquina su-
perior derecha del duplicado (fig. 27).
Ahora, mueve el pulgar izquierdo hacia arriba levantando así la
ahitad superior de la carta del espectador y la mitad inferior del du-
plicado (fig. 28).
Sujeta la mitad inferior de la carta del espectador entre el me-
nique y el anular derechos, evitando así que pueda moverse. Cuando
lí os pliegues y despliegues que estás llevando a cabo alcancen más
o menos un ángulo de noventa grados, tendrás que mover el pul-
gar derecho hacia la derecha para continuar el movimiento. Para ello
hace falta que sujetes el conjunto por un instante con la mano iz-
quierda, aunque puedes volver a colocar el pulgar en su sitio en
< uanto te sea posible. Al llegar el pulgar izquierdo al final de su ex-
tensión, habrás abierto por completo la carta del espectador
doblando el duplicado en cuatro (éste queda oculto tras las puntas
ríe los dedos izquierdos).
Mueve la mano izquierda hacia la izquierda (llevándote los tro-
zos del duplicado) y masajea la carta (como si quisieras asegurarte
de su perfecta recomposición)' hasta que los trozos queden separa-
dos por completo de la carta del espectador).
E'n este punto, estira los dedos izquierdos hacia el público todo
lo que puedas (quizás sólo medio centímetro), pero lo suficiente
para deslizar la carta del espectador entre los dedos y los trozos del
duplicado (fig. 29). .
EPÍI.000
Vuelve a masajear con la mano izquierda los puntos de unión
empujando los trozos tras la carta de modo que puedas sujetarlos
con el pulgar derecho; así podrás alejar por completo la mano iz
quierda para mostrar la restauración total. La recomposición del
último trozo lleva unos pocos segundos, y resulta bastante engañosa
una vez que se dominan los movimientos. Debo agregar que nor-
malmente digo que para la última recomposición hace falta unir dos
bordes rotos, y que por ello es mucho más difícil. La acción de dCs-
plegar la carta y mover los trozos hacia la izquierda se efectúa como
si se tratase de la recomposición del primero de los bordes; es una
buena razón para volver a llevar la mano izquierda delante de la car-
ta (aparentemente para recomponer el segundo borde, pero en
realidad para cargar los trozos detrás de ella). Para terminar, puedes
colocar la carta cara arriba en la palma de la mano izquierda lle-
vando los trozos bajo ella al empalme de los dedos.
Tras mostrar la carta, vuelve a tomarla con la mano derecha para
ofrecérsela a la persona que la firmó (fig. 30); mientras, gira hacia
dentro ligeramente la mano izquierda para retener los trozos em-
palmados, y deshazte de ello's en cuanto puedas.
De las pocas personas que sé que realizan esta rutina, casi todos
han incorporado cambios, algunos considerables. Doy las gracias a to-
dos aquellos que me han sugerido manejos alternativos (de nuevo,
particularmente a Bill Taylor) y que me halagan al considerar esta ru-
tina digna de su atención. Por sólo mencionara dos de ellos, Bill tiene
una forma muy engañosa de cubrir la añadida de Wagner durante la
acción de doblar firmemente la carta, y Dean Dill ha descubierto un
modo muy inteligente de colocar el primer trozo en posición para la
primera recomposición. Sin embargo, como los métodos en sí son algo
personal, he decidido no describirlos. Pienso que si acaso tienes in-
tención de usar la rutina, también te darás cuenta de que harán falta
algunos cambios para que se adapte a tu manejo.
No obstante, voy a ofrecer una alternativa de mi cosecha y que
llevo empleando desde hace tiempo. Se trata de la segunda recompo-
sición, que es la parte con la que estoy menos contento. Si te interesa
probarla, te sugiero que vayas al punto de la rutina en el que ya has
recompuesto el primer trozo y acabas de tomar la carta plegada de la
boca como si se tratase del siguiente trozo (justo antes de la posición
que muestra la fig. 19). lbíe sorprendió ver que al tomar la carta ple-
gada de los labios, se puede sujetar ésta por sus lados (en posición de
sujeción por el borde o edge grip), con el dedo mayor por el lado ex-
terior y el pulgar por el interior.
Desde esta posición resulta bastante fácil dejar que el pliegue infe-
rior de la carta se abra al relajar un poco la presión del pulgar; al mismo
tiempo, inclina el pliegue superior un poco hacia el público. Entonces,
puedes llevar la carta plegada en forma de V encima del duplicado y
añadirla directamente, como si hicieses el pase de Wagner (fig. 3 l). Una
vez en la posición correcta, despliega la carta completamente con el pul-
gar izquierdo, cubriendo con los dedos de la mano derecha -igual que
antes- el punto de unión de ambas cartas. Asi conseguirás una recom-
posición instantánea, con la ventaja añadida de que la firma puede verse
inmediatamente. También quedas en la posición adecuada para proce-
der con la última recomposición sin necesidad de ajustes.
Verdaderamente es mucho más sencillo y quizás también mejor. Sin
embargo, con este manejo no puedes enseñar el dorso de la carta, que
es un bonito detalle que la otra versión si te permite. Para combinar am
bos manejos, puedes ejecutar la variante explicada y a continuación hacer
lo siguiente. Mientras hablas con el público, y sin prestar atención a la
carta, vuelve a plegar en cuatro la carta del espectador y deslízala hasta
el empalme de los dedos de la mano izquierda; inmediatamente después
abre el cuarto plegado del duplicado. Hazlo rápida pero despreocupa-
damente. Nadie se percatará de ello. Ahora puedes tomar el duplicado
libremente con la mano derecha para mostrar su dorso; vuelve a dejar-
lo después en la mano izquierda en la misma posición en que estaba.
Toma de la boca el último trozo con la mano derecha.
Ahora hace falta que cambies las manos, de lo cual te valdrás para
hacer la añadida de Wagner. Sujeta con la mano derecha el trozo pin-
zándolo entre los dedos indice y mayor; llévalo por delante del
duplicado aproximadamente hasta la posición correcta para la última _
recomposición (fi g. 32). De esta forma podrás sujetar el duplicado con
los dedos pulgar e índice derechos por la mitad inferior, al tiempo que -
sigues pinzando el último trozo.
Suelta la carta con la mano izquierda y ve a tomar el último tro-
zo de los dedos de la mano derecha con el índice y el mayor; para ello
deberás llevar la mano izquierda por delante del duplicado. Durante
el desplazamiento de la mano, pliega hacia atrás con el pulgar iz-
quierdo el cuarto superior del duplicado y al mismo tiempo añade
sobre el la carta plegada igual que antes, todo ello durante la acción
de tomar el último trozo (fig. 33).
Sujeta con la mano derecha -igual que antes- la carta que has aña-
dido, y con el pulgar derecho mantén plegado el cuarto que acabas
de doblar. Toma el último trozo con la mano izquierda y ajusta la su
jeción colocándolo entre los dedos y el pulgar para continuar con la
última recomposición del modo que se explicó.

Me encantaría pensar que has obtenido algo de la lectura o el


aprendizaje de este efecto, así como de cualquier otro del libro.
Si has conseguido leer hasta aquí, elogio sinceramente tu perse-
verancia a la vez que espero que no hayas lamentado el tiempo que
en ello has invertido.

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