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(2001)
John Mearsheimer
Capitulo 10, pags 360-381
Resumen de focuswev.org: El equilibrio de fuerzas entre los Estados es el tema de la obra magna de The Tragedy of
Great Power Politics (La tragedia de la política de las grandes potencias). Considerado el trabajo más concluyente
sobre este tema, el libro argumenta que en todo sistema de equilibrio de fuerzas, las grandes potencias no aspiran
tanto a lograr un equilibrio defensivo contra sus rivales sino a lograr un grado significativo de ventaja militar y
política sobre ellos. Asegura además que los sistemas "bipolares", como el de enfrentamiento entre la URSS y EEUU
que marcó la dinámica del período de la Guerra Fría, son más estables y corren menos chances de quebrarse que los
sistemas "multipolares" como aquel característico de la situación anterior a la segunda Guerra Mundial, marcado por
el equilibrio relativo entre varios Estados poderosos.
I) Anarquía persistente
La estructura del sistema internacional, según lo acentuado en el capítulo 2, es
definida por cinco asunciones o premisas sobre cómo se organiza el mundo, que tienen
cierta base de hecho: 1) los estados son los actores clave en las políticas mundiales y
funcionan en un sistema anárquico, 2) las grandes potencias tienen invariablemente
cierta capacidad militar ofensiva, 3) los estados pueden nunca estar seguros de si otros
estados tienen intenciones hostiles hacia ellos, 4) las grandes potencias le dan una alta
importancia a la supervivencia, y 5) los estados son actores racionales que son
razonablemente eficaces en diseñar estrategias que maximizan sus chances de
supervivencia.
Estas características del sistema internacional parecen estar intactas mientras
comenzamos el vigésimo primer siglo. El mundo todavía contiene estados que funcionan en un
escenario anárquico. Ni las Naciones Unidas ni cualquier otra institución internacional tienen
mucho poder coercitivo sobre las grandes potencias. Además, virtualmente cada estado tiene
por lo menos cierta capacidad militar ofensiva, y hay poca evidencia que el desarme mundial
esté en vista. Por el contrario, el comercio mundial de armamento está prosperando, y la
proliferación nuclear, no abolición, es la probable futura preocupación de quienes toman
decisiones (policymakers). Además, las grandes potencias tienen todavía que descubrir una
manera de adivinarse mutuamente las intenciones. Por ejemplo, nadie puede predecir con
cualquier grado de certeza cuáles serán las metas de la política extranjera china o alemana en
2020. Por otra parte, no hay buena evidencia en cuanto a que la supervivencia es una meta
menos importante para los estados hoy de lo que era antes de 1990. Ni hay muchas razones
para creer que la habilidad de las grandes potencias para pensar estratégicamente ha
declinado desde que la guerra fría terminó.
Esta descripción de la continuidad en las políticas de las grandes potencias ha sido
desafiada en una variedad de frentes por los expertos que creen que los cambios significativos
han ocurrido recientemente en la estructura del sistema internacional -cambios que auguran
una paz agradable entre las grandes potencias. Aunque hay diferencias agudas entre estos
optimistas sobre las causas originarias de esta pretendida transformación, cada discusión es
esencialmente un desafío directo a alguna de las asunciones realistas descritas más arriba. La
única noción o posición que los optimistas no desafían es la de que los estados son actores
racionales. En cambio, concentran su fuego en las otras 4 creencias realistas sobre el sistema
internacional. Consideremos, alternadamente, sus mejores argumentos contra cada una de
esas asunciones medulares.
Soberanía en peligro
La Futilidad de la ofensiva
Algunos sugieren que las grandes potencias ya no tienen una significativa capacidad militar
ofensiva frente a las demás potencias, porque la guerra de las grandes potencias ha llegado a
ser prohibitivamente costosa. Esencialmente, la guerra ya no es un instrumento útil del arte de
gobernar (statecraft). John Mueller mantiene que el enfrentamiento había llegado a ser
demasiado costoso para los líderes racionales incluso antes del advenimiento de las armas
nucleares. La Primera Guerra Mundial fue una prueba decisiva, él argumenta, de que la guerra
convencional entre las grandes potencias había degenerado al punto de ser esencialmente
matanzas sin sentido. El defecto principal en este argumento es que las guerras
convencionales de las grandes potencias no tienen por qué ser prolongadas y sangrientas. Las
victorias rápidas y decisivas son posibles, como Alemania lo demostró contra Francia en 1940-
lo que significa que las grandes potencias pueden todavía tener una capacidad ofensiva
viable contra las otras.
La variante más persuasiva de este argumento (el que el autor critica) es que las armas
nucleares hacen casi imposible para las grandes potencias el atacarse entre sí. Después de
todo, es difícil imaginarse el ganar cualquier clase de victoria significativa en una guerra nuclear
total. No esta en discusión el que las armas nucleares reduzcan significativamente la
probabilidad de una guerra entre grandes potencias, pero como se discutió en el capítulo 4,
una guerra entre las grandes potencias armadas nuclearmente sigue siendo una seria
posibilidad. Recuerde que durante la guerra fría, USA y sus aliados de la OTAN estaban
profundamente preocupados de un ataque convencional soviético en Europa occidental, y
después de 1979, sobre una invasión soviética de Irán. El hecho de que ambas superpotencias
tuvieran arsenales nucleares masivos aparentemente no las persuadió de que la otra (potencia)
no tenía ninguna capacidad militar ofensiva.
Intenciones ciertas
La teoría democrática de la paz está construida sobre la base de las premisas de que
las democracias pueden estar más seguras de las intenciones de otras democracias y que
esas intenciones son generalmente benignas; por tanto, no luchan entre ellas. Si todas las
grandes potencias fueran democracias, cada una podría estar segura que las otras tendrían
intenciones amistosas, y que no tendrían, por lo tanto, ninguna necesidad de competir por el
poder o de prepararse para una guerra importante. Desde que la democracia parece estar
extendiéndose a través del globo, es razonable pensar que el mundo se convertirá
eventualmente en una gigante zona de paz.
Como desafío al realismo, la teoría de la paz democrática es entre los más fuertes. No
obstante, tiene problemas serios que en última instancia la hacen poco convincente. Los
autores de la teoría mantienen que la evidencia disponible demuestra que las democracias no
luchan con otras democracias. Pero otros eruditos que han examinado el registro histórico
contradicen esta argumentación. Quizás la más decidora evidencia contra la teoría es el
cuidadoso análisis de Christopher Layne de cuatro crisis en las cuales democracias rivales casi
entraron en conflicto entre sí. Cuando uno mira cómo la decisión de no luchar fue alcanzada en
cada caso, el hecho de que ambos lados fueran democracias parece tener poca importancia.
No hay ciertamente evidencia de que esas democracias tuvieran intenciones benignas con
respecto a su rival. De hecho, el resultado fue determinado en cada una de esas situaciones en
gran parte por consideraciones de balance de poder.
Otra razón para dudar de la teoría de la paz democrática es el problema de la
reincidencia. Ninguna democracia puede estar segura de que otra democracia no se
convertirá algún día en un estado autoritario, en cuyo caso la democracia restante ya no
estaría salva y segura. La prudencia dicta que las democracias se preparen para esa
eventualidad, lo que significa esforzarse para tener tanto poder como sea posible por si acaso
un vecino amistoso se convierte en el matón del vecindario. Pero incluso si uno rechaza estas
críticas y abraza la teoría de la paz democrática, sigue siendo inverosímil el que todas las
grandes potencias en el sistema llegaran a ser democráticas y permanecieran así en el largo
plazo. Solamente se necesitaría una China o una Rusia no-democrática para poner en juego la
política de poder, y en el caso de estos dos estados, es probable que sean no-democráticos
por lo menos una parte del siglo XXI.
Los constructivistas sociales proveen otra perspectiva de cómo crear un mundo de
estados con intenciones benignas que sean fácilmente reconocibles por los otros estados. Ellos
mantienen que la manera en que los estados se comportan hacia otro no es en función de
cómo el mundo material está estructurado --como los realistas argumentan— sino que está
determinada en gran parte por cómo los individuos piensan y hablan de política internacional.
Esta perspectiva es capturada por la famosa argumentación de Alexander Wendt de que
"anarquía es lo que los estados hacen de ella”. Discurso, en resumidas cuentas, que es el
motor que conduce la política internacional. Pero desafortunadamente, dicen los
constructivistas sociales, el realismo ha sido el discurso dominante por al menos los últimos
siete siglos, y el realismo le dice a los estados que desconfíen de los otros estados y se
aprovechen de ellos siempre que sea posible. Lo que se necesita para crear un mundo más
pacífico es un discurso reemplazante que acentúe la confianza y cooperación entre los
estados, antes que la suspicacia y hostilidad.
Una razón para dudar de esta perspectiva es el simple hecho de que el realismo ha
dominado el discurso internacional de las relaciones por los últimos siete siglos o más.
Tal admirable poder que permanece por un período largísimo que ha visto profundos cambios
en casi cada otro aspecto de la vida diaria sugiere fuertemente que la estructura básica del
sistema internacional -que se ha mantenido anárquica durante todo ese periodo- determina
largamente cómo los estados piensan y actúan hacia los otros estados. Pero incluso si
rechazamos mi interpretación materialista, ¿qué causará que el discurso reinante sobre la
política mundial cambie? ¿Cuál es el mecanismo causal que deslegitimará al realismo después
de setecientos años y pondrá un substituto mejor en su lugar? ¿Qué determina si el discurso
reemplazante será benigno o maligno? ¿Qué garantía hay de que ese realismo no se levantará
de entre los muertos y se convertirá de nuevo en el discurso hegemónico? Los constructivistas
sociales no proporcionan ninguna respuesta a estas importantes preguntas, lo que hace difícil
creer que un cambio marcado en nuestro discurso sobre política internacional se pueda dar en
el futuro inmediato.
Los constructivistas sociales a veces argumentan que el final de la guerra fría
representó un triunfo significativo para su perspectiva y es evidencia de un futuro más
promisorio. En particular, ellos mantienen que en los años 80 un grupo de influyentes y
pacifistas (dovish) intelectuales occidentales convenció al presidente soviético Mikhail
Gorbachev que evitara el pensamiento realista y que, en cambio, trabajara para fomentar
relaciones pacíficas con USA y sus vecinos en Europa. El resultado fue el retiro soviético de
Europa Oriental y el final de la guerra fría, una URRS con una política extranjera clara, y un
cambio fundamental en las normas que sostenían la política de las grandes potencias.
Aunque Gorbachev desempeñó seguramente el papel clave en el término de la guerra
fría, hay buenas razones para dudar que sus acciones transformaran fundamentalmente la
política internacional. Su decisión de liquidar el imperio soviético en Europa Oriental puede ser
explicada por el realismo. A mediados de los años ochenta, estaba claro que la URRS estaba
perdiendo la guerra fría y que tenía pocas esperanzas de alcanzar a los Estados Unidos, que
estaba en medio de una acumulación masiva de armas. En particular, la URRS estaba
sufriendo una crisis económica y política en casa que hizo de los costes del imperio prohibitivos
y creo poderosos incentivos para cooperar con el oeste y así acceder a su tecnología.
Muchos imperios colapsaron y muchos estados se separaron antes de 1989, y muchos
de ellos buscaron dar a su terrible necesidad el aspecto de la virtud. Pero la naturaleza básica
de la política internacional seguía sin cambiar. Ese patrón parecía ciertamente mantenerse en
pie tras el derrumbe de la URRS. Considere que Gorbachev ha estado fuera del gobierno y sin
mucha influencia en Rusia desde principios de los años 90, y hay poca evidencia de que su
"nuevo pensamiento" de política internacional tenga mucho peso dentro de Rusia actualmente.
De hecho, los líderes rusos contemporáneos ven el mundo en gran parte en términos de
política de poder (power politics). Aun más, los líderes occidentales, así como los vecinos de
Rusia en Europa Oriental, continúan temiendo que la Rusia renaciente pueda ser un estado
expansionista, lo que explica en parte porqué la OTAN se amplió hacia el este. En suma, no es
verdad que el derrumbe de la URRS fuera sin precedentes, que violara los conceptos realistas,
o que fuera un presagio de un nuevo sistema internacional post-realista.
Europa puede parecer ser un lugar mucho mejor que el noreste asiático para justificar a
los optimistas, pero en una inspección cercana la evidencia demuestra que la competición de
seguridad y la amenaza de una guerra entre las grandes potencias mantiene la dura
realidad en Europa también. Considere la serie de guerras que se han luchado en los
Balcanes en los años 90, y que USA y sus aliados europeos dos veces han sido directamente
implicados en combates. La fuerza aérea americana fue utilizada contra las fuerzas de
terrestres de Serbia en Bosnia durante el verano de 1995, ayudando a terminar la lucha en ese
país. En la primavera de 1999, la OTAN fue a combatir contra Serbia por Kosovo. Era un
conflicto de menor importancia, seguro, pero la realidad es que desde que la guerra fría
terminó, USA ha luchado una guerra en Europa, no en el noreste de Asia.
La evolución de la política extranjera rusa durante los años 90 proporciona, además,
evidencia de que el realismo aun tiene mucho que decir acerca de las relaciones entre
estados en Europa. Después de que se derrumbara la unión soviética, se creyó que los
nuevos líderes de Rusia seguirían los pasos de Mikhail Gorbachev y evitarían la búsqueda
egoísta del poder, porque reconocerían que hizo a Rusia menos, y no más, segura. En lugar de
esa búsqueda, trabajarían con USA y sus aliados de la OTAN para crear un orden pacífico que
se extendiera por toda Europa.
Pero esto no es lo qué ha sucedido. Las acciones de la OTAN en los Balcanes y la
expansión hacia el este han enojado y asustado a los rusos, quienes actualmente ven al
mundo claramente a través del prisma del realismo e incluso no tienen intenciones de
trabajar con el oeste para construir lo que Gorbachev llamó, “una casa común europea”.
La visión realista rusa de su medio externo es reflejada en el “Concepto de Seguridad Nacional
de la Federación Rusa”, un documento seminal que el presidente Putin firmó en enero de 2000.
“La formación de relaciones internacionales”, el afirma, “es acompañada por la competencia y
también por la aspiración de un número de estados de fortalecer su influencia en la política
mundial, incluso creando armas de la destrucción masiva. Las fuerzas militares y la violencia
permanecen como aspectos fundamentales en las relaciones internacionales”.
Rusia también dejó claro en 1993 que iniciaría una guerra nuclear si su integridad
territorial se veía amenazada, abandonando así la palabra de la URRS de que no sería el
primer Estado en usar las armas nucleares en una guerra. No obstante, la debilidad militar rusa
limita fuertemente lo que puede hacer fuera de sus fronteras para emplazar a USA sobre
temas tales como la extensión de la OTAN y la política de la OTAN en los Balcanes. Sin
embargo, las acciones de Rusia en la república disidente de Chechenia dejan claro que
Rusia está dispuesta a emprender una guerra brutal si piensa que sus intereses vitales
están amenazados.
Más evidencia de que la guerra entre las grandes potencias sigue siendo una
amenaza seria en Europa surge del hecho de que USA mantiene cien mil efectivos en la
región y que sus líderes a menudo acentúan la importancia de mantener a la OTAN
intacta. Si Europa "se prepara para la paz," como muchos argumentan, la OTAN sería
seguramente disuelta y las fuerzas americanas serían enviadas a casa. En vez de eso, se
mantienen en el lugar. De hecho la OTAN se ha movido hacia el este y ha incorporado a sus
filas a la república checa, Hungría, y Polonia. ¿Por qué? Porque hay potencial para una
competición peligrosa de seguridad en Europa, y USA está determinado a mantener a las
fuerzas del problema a raya. ¿Si no porqué estaría gastando decenas de billones de dólares
anualmente para mantener una gran presencia militar en Europa?
Hay considerable evidencia de que la argumentación pacificadora es aceptada
extensamente entre los tomadores de decisiones (políticos) y eruditos a ambos lados del
Atlántico. Por ejemplo. El Presidente Clinton dijo a la clase que se graduaba de West Point en
1997, "alguien dijo que ya no necesitaríamos de la OTAN porque ahora no hay amenazas
potentes a nuestra seguridad. Yo digo no hay ninguna amenaza potente en parte porque la
OTAN está allí." Ese mismo año la secretaria de estado Madeleine Albright dijo al senado de
USA en su audiencia de confirmación, "tenemos un interés en la seguridad europea, porque
deseamos evitar la inestabilidad que significó 5 millones de norteamericanos luchando de un
lado a otro del Atlántico en la II Guerra Mundial”. Y parece que muchos europeos creen en el
argumento pacificador. Entre 1990 y 1994 Robert Art condujo más de cien entrevistas a la elite
político militar europea. Él encontró que la mayoría creía que "si USA removía su manta de
seguridad de Europa… los estados de Europa occidental podrían volver a las destructivas
políticas de poder, derrochando los 45 años que habían tratado de desterrarlas de esa parte del
continente”. Presumiblemente esa perspectiva es aun más firmemente sostenida hoy, esto
desde principios de los 90, cuando fue el apogeo de las expectativas optimistas de paz para
Europa.
Finalmente, vale observar que Art, Michael Mandelbaum, y Stephen Van Evera, todos
eruditos prominentes quienes creen que Europa está preparada para la paz, son favorables a
mantener allí las tropas americanas y una OTAN formidable. Might it be that they are ultimately
guided by pacifier logic, no their stated belief that great-power war is no longer a danger in
Europe? (¿Puede ser que ellos estén en última instancia guiados por una lógica pacificadora, y
no por su declarada creencia de que la guerra entre potencias ya no es un peligro en Europa?)
Otros podrán discutir que los aliados de EEUU en la Guerra Fría - Reino Unido, Francia,
Alemania, Italia, y Japón- deben contarse como potencias, una contabilidad que produciría
marcadas y distintas distribuciones de poder en Europa y en el Noreste Asiático. No hay duda
de que estos Estados, especialmente Alemania y Japón, tienen el potencial en términos de
población y en la riqueza de la producción, hecho que los convierte en superpotencias (véase
las tablas 10.1 y 10.2). Sin embargo eso no los califica para el ranking de superpotencias,
porque dependen en gran parte de los Estados Unidos, específicamente para su
seguridad. Son eficazmente Estados Semi-Soberanos, grandes pero no superpotencias. En
particular porque Alemania y Japón no tienen ninguna arma nuclear propia y en lugar de
tenerlas confían en el poder nuclear norteamericano para su propia protección.
TABLA 10.1
El Balance del Poder en Asia
Fuerza Potencial - Poder Actual
Nota: Dos advertencias están en la orden con respecto al PIB de China. Primero, según lo
acentuado en el capítulo 3, el PIB de China se ata mucho más para arriba en agricultura que
en Japón o los Estados Unidos (18 por ciento contra 2 por ciento). Consecuentemente, el
equilibrio del poder es mucho más favorable para Japón que los números que en esta tabla se
indican. En segundo lugar, la medida del Banco Mundial para el PIB sobre empleo es calculada
convirtiendo unidades de la divisa nacional en dólares en los cambios que prevalecen. Otra
manera de medir el PIB, sin embargo, es utilizar paridades de poder adquisitivo; este método
da a China el PIB mucho más grande. Para una discusión de los dos acercamientos, vea los
indicadores del desarrollo del mundo, 2000 (C.C. de Washington: Banco Mundial, Marcha
2000). Las figuras del PIB y de la población de las fuentes fueron tomadas en 1998 del Atlas
del Banco Mundial, Abril de 2000.
TABLA 10.1
El Balance del Poder en Europa
Fuerza Potencial - Poder Actual
PREOCUPACIÓN CONTINUA
Predecir cuál será la distribución del “poder” en Europa y en el Noreste Asiático para el
año 2020 implica dos tareas cercanamente relacionadas: 1) Contabilizar los niveles de
poder de los agentes principales situados en cada región, prestando especial atención
en si hay un país hegemónicamente potencial entre ellos; y 2) Determinar la probabilidad
de que militarmente los Estados Unidos siga permaneciendo en esas regiones. Eso
dependerá en gran parte a si hay un país con potencial hegemónico entre las grandes
potencias locales, que sólo puede ser contenido con la ayuda militar americana. Ahora,
es difícil predecir el balance de poder en una región, porque depende en gran medida, en
poder determinar cómo y qué tan rápido crecen las economías de los Estados, así como su
viabilidad política a largo plazo. Desafortunadamente, no tenemos teorías de alta confianza o
seguridad que puedan anticipar progresos económicos y políticos. Por ejemplo, es difícil saber
cómo serán las economías chinas y rusas en el año 2020, o si China sobrevivirá como una sola
entidad política o se separará y se fraccionará como ocurrió con la Unión Soviética.
Sin embargo, es posible hacer juicios con base respecto a las arquitecturas probables
que emerjan en Europa y en el Noreste de Asia durante los próximos veinte años.
Podemos comenzar diciendo que por la visión conservadora no habrá cambios
fundamentales en la producción interna bruta o en la fortuna política de los Estados
principales de esas regiones. En otras palabras, la distribución existente en los países
poderosos seguirá manteniéndose esencialmente intacta para las próximas dos décadas.
Alternativamente, podemos asumir un cambio significativo respecto a las capacidades de
los Estados, enfocándonos en los escenarios más importantes de cada región, tales como el
completo colapso del poder ruso o la transformación de China en una economía
superpoderosa. El futuro de la presencia militar americana en cada región dependerá de si hay
un país hegemónico potencial.
Creo que las estructuras de poder existentes en Europa y en el Noreste de Asia, no podrán
mantenerse hasta el 2020. Dos futuros alternativos asoman en el horizonte, que serán
probablemente menos pacíficos que en los años 90. Si no hay, un cambio significativo
en la producción interna bruta o en la integridad política de los estados dominantes
situados en cada región, probablemente los Estados Unidos terminen llevando sus tropas a
casa, porque no serán necesarias para contener a un país hegemónico potencial. Sin embargo,
quitar las fuerzas americanas de cualquier región, cambiaría la estructura de poder de manera
que haría más probable un conflicto el día de hoy. Tanto, el cambio estructural en Europa como
en el Noreste de Asia, generarían la probabilidad de una competición intensificada por la
seguridad.
En resumen, o los EEUU saldrá de Europa o del Noreste del Asia, porque no tendrá que
contener a un competidor que emerge o, en el caso en que la región llegue a ser menos
estable, los Estados Unidos permanecerá enganchado para contener a un rival formidable, en
cuyo caso es probable que surja una situación peligrosa. De cualquier manera, las relaciones
entre las grandes potencias probablemente lleguen a ser menos pacíficas que eran en los años
90.
Por otra parte, los Estados Unidos tienen gran influencia en los países que podrían intervenir
en las guerras, lo que significa que para los americanos es una ilusión pensar que pueden
sentarse a ver una gran guerra en Europa o en el Noreste de Asia. Por esta razón tiene
sentido que los EEUU mantenga tropas en esas regiones, buscando la preservación de
la paz. Desde esta perspectiva se concluye; que se debe mantener siempre la posibilidad
de ampliar las tropas de los ESTADOS UNIDOS y que estás crucen a través de los
Océanos atlánticos y Pacíficos en caso pueda surgir una posible guerra futura.
No hay duda de que la paz en Europa y en el Noreste de Asia es una meta deseable para
los Estados Unidos. Sin embargo, la cuestión clave es poder determinar si la paz resulta
indispensable para justificar el mantenimiento de tropas de los ESTADOS UNIDOS y así poder
compensar el gran riesgo que corren (en vidas norteamericanas) las tropas de los Estados
Unidos en esas regiones. De hecho, la paz en estas dos regiones tan ricas no es un interés
vital norteamericano. El análisis razonado de esta perspectiva alternativa es poco convincente
y recibe poca ayuda de los precedentes históricos.
Pero qué sucedería si este análisis resultará erróneo y surge una gran guerra entre las grandes
potencias de Europa o el Noreste Asiático, que conlleva a que los norteamericanos sean
menos prósperos. Pues para los Estados Unidos resulta poco probable que luche en una
gran guerra buscando asegurar una continuada prosperidad económica. Dos casos
importantes en épocas recientes apoyan este punto. Los Estados Unidos no utilizaron, o aún
consideran seriamente el usar sus fuerzas militares contra cualquiera de los miembros de la
OPEP durante la crisis de los mediados de los años setenta, aun cuando las acciones de la
OPEP minaron en ese entonces la prosperidad americana. Además, a fines de 1990, la
administración de presidente George H. W. Bush intentó brevemente justificar la inminente
guerra del Golfo pérsico diciendo que la invasión de Iraq en Kuwait tuvo que ser invertida
porque amenazaba trabajos americanos. Este argumento fue duramente criticado y
rápidamente abandonado. Si los Estados Unidos estaban poco dispuesto a luchar en una
guerra contra los débiles estados productores de petróleo por el motivo de la prosperidad
económica, es difícil imaginarse que se enganche en una guerra contra las superpotencias con
el mismo propósito.
El reclamo de que los Estados Unidos invariablemente interviene en las grandes guerras
en Europa y en el Noreste de Asia no resulta del todo creíble. Tanto el Reino Unido como
los Estados Unidos son balanceadores extracontinentales, y son jalados a los conflictos de
las superpotencias “solo” cuando surge una “potencia hegemónica en la región”, que no
pueda ser contenida por las superpotencias locales. ¿Por ejemplo, el Reino Unido y los
Estados Unidos estuvieron contentos con ver desde fuera la guerra Franco-Prusiana (1870 -
1871) y la guerra Ruso-Japonesa (1904-05)?, Sí, porque ni una, ni la otra fueron guerras por la
hegemonía. Por otro lado, los Estados Unidos no habrían entrado a la Primera Guerra Mundial
o a la Segunda Guerra Mundial si las grandes potencias Europeas hubieran podido contener a
Alemania por sí solas. Pero a principios de 1917, y otra vez en el verano de 1940, Alemania
amenazó con dominar Europa, forzando los Estados Unidos aceptar un compromiso
continental.
Uno puede oponerse a la idea de que la permanencia militar de los Estados Unidos en
Europa y el Noreste Asiático pueda evitar la posibilidad de que surja una gran guerra y
que por lo tanto ello conlleve a evitar que las fuerzas de los norteamericanos tenga que sufrir
los costes horribles de una guerra. Pero hay dos problemas relacionados con lo anterior.
Aunque una presencia militar norteamericana haría menos posible el surgimiento de una
guerra, no hay garantía de que no explote un conflicto entre las grandes potencias. Por
ejemplo, si los militares de los ESTADOS UNIDOS permanecen en el Noreste Asiático, podría
ser plausible que terminen en una guerra con China sobre Taiwán. Además, si ocurriera una
gran guerra entre las grandes potencias, los Estados Unidos estarían seguramente
implicados desde el comienzo, por lo que no habría un buen sentido estratégico. Por lo tanto,
sería mejor para los Estados Unidos no llegar a estar implicados en luchar ó si tuvieran que
unirse a una guerra, no entrar al comienzo sino más bien al final. En tal sentido, los Estados
Unidos pagarían un precio mucho menor que el que los Estados que luchan desde el comienzo
hasta el final y ello podría conllevar a poner a los EEUU en una buena posición cuando termine
la guerra para obtener la paz y moldear el mundo de posguerra a su favor.
Poniendo estas diferentes razones a un lado ¿por qué el expediente histórico nos habla sobre
la buena voluntad americana para desempeñar el papel del pacificador o como una fuerza de
paz en Europa y el Noreste Asiático? Tal como pudimos apreciar en el capítulo 7, toda
evidencia antes del año 1990 demuestra que los Estados Unidos están dispuestos a confinar a
tropas a esas regiones para mantener la paz. Pero la verdad es que se enviaron ejércitos
americanos allí para prevenir la subida de competidores (a la par de USA), pero no
necesariamente para mantener la paz. Uno puede admitir esta historia, pero argüir que la
evidencia más relevante surge en razón de lo que sucedió durante los años 90, cuando
las tropas americanas permanecían en Europa y el Noreste Asiático cuando ninguna
superpotencia amenazaba con dominar esas región.
Por otro lado, hay evidencia considerable de que los Estados Unidos y sus aliados de la
guerra fría se están separando (tomando distintos rumbos). Esta tendencia es más
evidente en Europa, en donde la guerra de la OTAN en 1999 contra Serbia y sus confusas
consecuencias han dañado las relaciones transatlánticas y han incitado a la Unión Europea a
comenzar a construir una fuerza militar propia que pueda funcionar independientemente de la
OTAN y por ende independientemente de los Estados Unidos. El Reino Unido, Francia,
Alemania e Italia unidos están lentamente haciendo realidad aquello que desean para
proveerse su propia seguridad y poder así controlar su propio destino. Están menos dispuestos
a obedecer órdenes de los Estados Unidos, que como lo estaban durante la guerra fría. Japón,
está demostrando también muestras del comportamiento independiente. Por otra parte, el
compromiso norteamericana para defender Europa y el Noreste de Asia da muestras de
debilitamiento. Las encuestas de opinión pública y el sentimiento del congreso parecen indicar
que los Estados Unidos son en el mejor de los casos un sheriff a regañadientes en esta etapa
del mundo y que el papel militar de Norteamérica en un cierto plazo en esas áreas
estratégicamente importantes es probable que disminuya, más no aumente.
Dado que los Estados Unidos es reconocido extensamente por ser una fuerza pacificadora en
Europa y en el Noreste Asiático, uno puede preguntarse porqué sus aliados defenderían su
independencia de los Estados Unidos, un movimiento que casi seguramente está causando,
fricción transatlántica, o sino un divorcio. Algunos pueden decir que ésta es la evidencia que los
aliados anteriores de los norteamericanos están equilibrándose contra los poderosos Estados
Unidos. Pero esa respuesta no convence, porque los Estados Unidos no tienen ningún apetito
de conquista o de dominación fuera del hemisferio occidental; los balanceadores
extracontinentales no provocan coaliciones que tratan de contrarrestarlos. De hecho, su misión
principal es contrarrestar a rivales peligrosos.
Los países no aliados de la Guerra Fría de Norteamérica han comenzado a actuar menos
dependientes de los Estados Unidos y más como estados soberanos porque temen que
el balanceador costa afuera que los ha protegido hasta ahora pueda ser a la larga un
protector no fiable en una crisis futura. La confiabilidad de los Estados Unidos no era un
problema serio durante la guerra fría, porque la amenaza soviética proporcionó un
incentivo de gran alcance para los Estados Unidos para proteger a sus aliados, que eran
demasiado débiles para defenderse contra un ataque por los del pacto de Varsovia. Sin
esa amenaza de galvanización sin embargo, Norteamérica ha comenzado a parecer un
aliado menos confiable a los estados tales como Alemania y Japón, que son capaces de
protegerse contra cualquier amenaza en su propia región.
Cinco Estados Europeos tienen hoy suficiente riqueza y población para ser una gran
potencia: Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, y Rusia. Entre los 5 Estados Europeos, es
claro que son los más ricos y que tienen la población más grande, excepto por Rusia, que
tiene el ejército más poderoso en la región (véase la tabla 10.2). Sin embargo, hoy Alemania
no es una gran potencia, y mucho menos una potencia hegemónica, puesto que no tiene
ninguna arma nuclear propia y además porque es fuertemente dependiente de los Estados
Unidos para su seguridad. Pero si las tropas americanas salieran de Europa y de Alemania,
conduciría a que la propia Alemania llegue a ser responsable de su propia defensa, lo cual
probablemente la lleve a adquirir su propio arsenal nuclear y tal vez a aumentar el tamaño de
su propio ejército, transformándose en una potencia hegemónica.
A pesar de tener una población más pequeña, Alemania fue una potencia hegemónica en
Europa, desde 1903 hasta 1918 y luego a partir la 1939 hasta 1945, sobre todo porque tenía
una ventaja marcada en riqueza productiva sobre Rusia. Por ejemplo, Alemania gozó
fuertemente de una ventaja de 3.6:1 respecto a capacidad industrial sobre Rusia en 1913, y de
una ventaja de aproximadamente 1.3:1 sobre la unión soviética en 1940. Hoy, Alemania tiene
una ventaja promedio de 6.6:1 en riqueza. Así Alemania tiene actualmente una
significativa ventaja de poder militar latente (dormido) sobre Rusia, tanto como tenía a
comienzos del Siglo XX, cuando fue el poder militar dominante en Europa.
Con respecto a poder militar hoy, el ejército alemán es superior al ejército ruso. La fuerza
del ejército regular Alemán comprende 221.100 soldados altamente entrenados y cuenta con
una fuerza efectiva que supera el medio millón de soldados. Rusia tiene alrededor de 348.000
soldados en su ejército activo y aunque tiene una gran fuente de reservas, están mal
entrenadas. Además Rusia podría tener grandes dificultades para movilizarlas rápida y
eficientemente en una crisis. Así, esas reservas contribuyen poco al poder de lucha de Rusia,
por lo tanto se puede decir que Alemania tiene un ejército algo más grande que el de Rusia. En
términos de calidad, el ejército Alemán está bien entrenado y conducido eficazmente,
mientras que el ejército ruso no es ni uno, ni lo otro. Únicamente, en el frente nuclear
Rusia domina y marca la diferencia, pero Alemania tiene los recursos de rectificar dicha
asimetría si se decide a adquirir su propio armamento nuclear.
Con todo Europa puede no seguir siendo pacífica sin el pacificador americano. De hecho,
es probable que surja una competición intensa por la seguridad entre las grandes
potencias, con la posibilidad omnipresente que derive en una lucha entre sí mismos, porque
con el retiro americano Europa iría de una bipolaridad benigna a una multipolaridad
desequilibrada, que resulta la clase más peligrosa de las estructuras de poder. El Reino
Unido, Francia, Italia, y Alemania tendrían que acumular sus propias fuerzas militares y
proveerse su propia seguridad. En efecto, todos se pueden convertir en grandes potencias,
haciendo de Europa una zona multipolar. Y como ya vimos arriba, probablemente Alemania se
convierta en un potencia hegemonía y por ende en la fuente principal de problemas en una
nueva Europa.
Para ilustrar la clase de problemas que surgen a continuación, considere cómo las medidas
alemanas particulares dirigidas a buscar su propia seguridad pueden conducir a la
inestabilidad. Según lo discutido arriba, Alemania se movería probablemente para adquirir
su propio arsenal nuclear si los Estados Unidos quitara su paraguas de seguridad del
territorio Europeo Occidental. No solo las armas nucleares son un disuasivo excelente, un
punto reconocido extensamente por las elites que gobernaban la Alemania durante la Guerra
Fría, sin embargo Alemania estaría rodeada por tres estados armados nuclearmente -el Reino
Unido, Francia, y Rusia- dejándola vulnerable a la coerción nuclear. Durante el proceso de
proliferación, sin embargo, los vecinos de Alemania probablemente considerarán la posibilidad
de usar la fuerza para prevenir que se convierta en potencia nuclear.
Así pues, Estados Unidos es probable que se lleve sus tropas a casa en los próximos años y si
no hay cambios significativos en la actual distribución del poder potencial, lo más probable es
que se intensifiquen las competiciones por la seguridad en Europa y la hagan cada vez menos
pacífica.
El futuro de Europa podría resultar diferente. Los dos panoramas más importantes
implican a Rusia. En primer lugar a Rusia y no a Alemania, Rusia se convertiría en la
siguiente potencia hegemónica de Europa. Si eso sucede, Rusia, que ya tiene una población
más grande que Alemania, debería también convertirse en la más rica de los dos estados.
Aunque es difícil predecir el futuro de la economía rusa, es dificil imaginar que Rusia pueda
llegar a ser más rico que Alemania en los próximos veinte años. Pero en el caso inverosímil
de que suceda y Rusia se convierta de nuevo en una potencia hegemónica, las otras
potencias europeas como Reino Unido, Francia, Alemania, y Italia unidos deberán poder
contener a Rusia sin la ayuda de los Estados Unidos. Después de todo, Alemania está
ahora unificada, es rica, y Rusia tiene solamente la mitad de la población de la anterior Unión
Soviética, lo que hace casi imposible para Rusia que construya una máquina militar tan
poderosa como el ejército soviético que tuvo en el pasado. Por supuesto que una Rusia rica
no sería un tigre de papel; no sería difícil pensar que las tropas americanas serían
necesarias para contenerlos.
Tres estados del noreste asiático tienen actualmente la suficiente población y recursos
para ser grandes potencias: China, Japón y Rusia. Pero ninguno es una potencia
hegemónica. Japón es lejos, el estado más rico de la región. Su Producto Nacional Bruto
(PBN) es cerca de 3.5 veces más grande que el de China y 12 veces más grande que el de
Rusia (véase la tabla 10.1). Sin embargo, Japón no está en una posición para convertir su
sustancial riqueza en una ventaja militar decisiva como para amenazar al resto del
noreste asiático. Aunque Japón es mucho más rico que China o Rusia, tiene una población
relativamente pequeña, especialmente comparándola con China. De hecho, la población de
China es casi diez veces más grande que Japón, y parece que la diferencia entre ellas se
ensanchará más fuerte los próximos cincuenta años. De este modo, será casi imposible que
Japón construya un ejército más poderoso que el ejército de China. Japón podría construir
ciertamente un ejército cualitativamente superior al de China, pero no tanto como para poder
equilibrar la ventaja de 10 a 1 en números que China podría mantener debido a su enorme
población.
China es la llave para entender la futura distribución del poder en el Norte de Asia. No
está claro el potencial hegemónico hoy en día, ya que no es tan rica como Japón. Pero si
la economía de China continúa expandiéndose durante las próximas dos décadas como lo ha
estado haciendo desde 1980, es probable que China supere a Japón como el estado más
rico en Asia. De hecho, debido al gran tamaño de la población de China, tiene el potencial de
llegar a ser mucho más rica que Japón, e incluso más rica que los Estados Unidos. Para ilustrar
el potencial de China, consideraremos los siguientes escenarios.
- Japón: el Producto Bruto Nacional per capita es a la fecha 40 veces más grande que el de
China.
- Si China se moderniza al punto de llegar al mismo PBN per capita, como lo hace hoy Corea
del Sur, China tendría un PBN de $10.66 trillones, sustancialmente más grande que de la de
Japón con una economía de $4.09 trillones (véase la tabla 10.3).
- Si el Producto Bruto Nacional per capita de China creciera a la mitad del PBN per cápita de
Japón entonces China podría tener un PBN de $20.04 trillones, que haría a China casi cinco
veces más rica que Japón.
- Finalmente, si China tuviera el mismo PBN per capita de Japón, entonces China sería diez
veces más ricas que Japón, ya que posee casi diez veces más habitantes que Japón.
Otra forma de ilustrar cómo una China poderosa puede llegar a ser tal si su economía
continúa creciendo rápidamente es compararla con los Estados Unidos. El PIB de los
Estados Unidos es de $7.9 trillones, si el PIB (PBN) per capita de China es igual al de Corea,
el PIB de China podría estar casi por encima de $10.66 trillones, lo cual es casi 1.35 veces el
tamaño del PIB Americano. Si el ingreso per cápita de China fuera la mitad del de Japón, el PIB
per capita de China podría crecer 2.5 veces más que América. Para la comparación, la Unión
Soviética fue aproximadamente la mitad de rico que los Estados Unidos durante la mayor parte
de la guerra fría (véase la tabla 3.5). China, dentro de poco, tendrá el potencial de ser
considerablemente más poderoso incluso que los Estados Unidos.
TABLA 10.3
Perspectiva Económica de China
USA. GNP (1998) $ 7.90 Trillones
Japón GNP (1998) $ 4.09 Trillones
China GNP (1998) $ 1.18 Trillones
China GNP si tuviera el Ingreso per.-capita de Corea del Sur $10 .66 Trillones
China GNP si tuviera la mitad del Ingreso per.-capita de Japón $20.24 Trillones
China GNP si tuviera el Ingreso per.-capita de Japón $40.08 Trillones
Es difícil predecir hacia donde enrumbará la economía china en el siglo XXI y si China
alcanzará a Japón y se convertirá en una potencia hegemónica en el Norte de Asia. No
obstante, los principales ingredientes del poderío militar en esa región probablemente
serán distribuidos en una de dos formas en las siguientes décadas.
Sin embargo, sustituir Japón por los Estados Unidos aumentaría la probabilidad de la
inestabilidad en el Norte de Asia. Mientras que los Estados Unidos tiene un fuerte poder
nuclear que contribuye a la paz, Japón no tiene armas nucleares propias y tendría que construir
su propio arsenal nuclear. Ese proceso de la proliferación, sin embargo, podría traer
peligros, especialmente porque China, y quizá Rusia, serían tentados a utilizar la fuerza para
prevenir un poder nuclear de Japón. Además, el miedo profundamente arraigado de Japón en
Asia, una herencia de su comportamiento entre 1931 y 1945, sería avivado seguramente si
Japón adquiriera disuasivos nucleares, intensificando seguramente la competencia en la
región. Además, como un balance fuera de la costa, Estados Unidos tiene apenas interés en
conquistar territorios en el Norte de Asia. Según lo señalado, Japón tendría que enfrentar
fuertes límites en su capacidad de proyectar poder sobre el continente asiático mientras
China siga siendo una gran potencia. No obstante, Japón ha tenido conflictos territoriales
con China por las islas de Senkaku y Diayutai, con Corea por los islotes de Takeshina y Tokto,
y con Rusia por las islas de Kurile. Finalmente, aunque China es militarmente débil como
para mantener una guerra importante con los poderosos Estados Unidos, probablemente
no será sobrepasada en poderío de fuego por Japón, que simplemente no tiene la
población ni la abundancia para sustituir completamente al poder militar americano.
En suma, las estructuras de poder que están ahora ubicadas en Europa y en el Noreste
Asiático son benignas, difícilmente sostenibles durante los próximos veinte años. El
panorama más probable de Europa, es una salida norteamericana y posteriormente la
aparición de Alemania como estado dominante. En efecto, la región se moverá
probablemente desde su actual bipolaridad a una multipolaridad desequilibrada, que
conducirá a una competición más intensa por la seguridad entre las grandes potencias
europeas. En el Noreste Asiático, la estructura del poder es probable que se desarrolle en
una de las dos maneras siguientes: 1) Si China no se convierte en una potencia
hegemónica, los Estados Unidos probablemente retire sus tropas del área, haciendo que
Japón se convierta en una gran potencia. El sistema, sin embargo, seguiría siendo
multipolar y equilibrado. No obstante, la competición por la seguridad algo más intensa
que hoy debido a los problemas asociados a Japón que substituiría a los Estados Unidos. 2) Si
China emerge como hegemonía potencial, la multipolaridad del Noreste Asiático puede
llegar a desequilibrarse y los Estados Unidos mantendrían sus fuerzas en la región para
contener a China.
CONCLUSIÓN
¿Cuáles son las implicaciones del análisis precedente para la futura política americana de
seguridad nacional?
Está claro que el panorama más peligroso al que los Estados Unidos pudiera hacer frente en
el siglo XXI es uno en que China se convierte en una potencial hegemonía en el Noreste
de Asia. Por supuesto, las perspectivas de China de convertirse en una potencial hegemonía
dependen en gran parte en si su economía continúa modernizando a un ritmo rápido. Si sucede
eso y China se convierte en no solamente el productor principal de tecnologías de vanguardia,
sino que también en la potencia más rica del mundo, utilizaría casi ciertamente su abundancia
para construir una maquinaria militar poderosa. Por otra parte, por atinadas razones
estratégicas, perseguiría seguramente la hegemonía regional, parecido a lo que hicieron
los Estados Unidos en el hemisferio occidental durante el siglo XIX. Esperaríamos pues
que China procurara dominar Japón y Corea, así como otros agentes regionales, construyendo
fuerzas militares que serían tan poderosas que esos otros estados no se atreverían a
desafiarlo.
También esperaríamos que China desarrollara su propia versión de la doctrina de
Monroe, dirigida por los Estados Unidos. Así como los Estados Unidos claramente
influyeron a las grandes potencias distantes para que no entraran en el hemisferio
occidental, China haría lo mismo y de manera clara sobre la inaceptabilidad de la
interferencia americana en Asia.
Lo que hace de China una amenaza futura que nos preocupe es que puede ser más
poderosa y peligrosa que cualquiera de las hegemonías potenciales que los Estados
Unidos haya enfrentado en el siglo XX. Ni Alemania, Japón imperial, la Alemania Nazi, ni la
Unión Soviética tenían casi tanta energía latente como los Estados Unidos tenía durante sus
confrontaciones (véase las tablas 3,5 y 6,2). Pero si China se convirtiera en un gigante Hong
Kong, tendría probablemente en alguna parte en el orden hasta cuatro veces más poder latente
que los Estados Unidos, permitiendo que China gane una ventaja militar decisiva sobre los
Estados Unidos en el Noreste de Asia. En esa circunstancia, es difícil ver cómo Estados Unidos
podría evitar que China se convierta en un competidor. Por otra parte, China sería
probablemente una superpotencia más formidable que los Estados Unidos en la
competición global que sobrevendría entre ellos. El análisis sugiere que los Estados Unidos
debería tener un interés profundo en que el desarrollo económico chino sea lento en los
próximos años. Sin embargo, en la última década, los Estados Unidos han perseguido
una estrategia buscando el efecto opuesto. USA ha estado comprometida en cautivar a
China, no en contenerla. Este encantamiento se basa en la creencia liberal de que China
se puede hacer democrática y próspera, pudiendo convertirse en una potencia de status
quo y no involucrarse en una competición de seguridad con los Estados Unidos.
Consecuentemente, la política norteamericana ha intentado integrar a China en la economía
mundial y facilitar su rápido desarrollo económico, de modo que pueda llegar a ser rica y, uno
esperaría, contentarla con su posición actual en el sistema internacional.
Esta política de USA en China está equivocada. Una China rica no sería un poder de
status quo sino un estado agresivo determinado a alcanzar la hegemonía regional. Esto
no es porque la rica China tendría motivos traviesos, sino porque la mejor manera para que
cualquier estado maximice sus perspectivas de supervivencia es siendo una hegemonía en
su región del mundo. Aunque está claro que el interés de China es ser una hegemonía en el
Noreste Asiático, no está totalmente claro el interés de EEUU de impedir que suceda.
China sigue siendo lejos el punto donde hay un enorme poder latente de poner en
funcionamiento la búsqueda por la hegemonía regional. No es tan tarde para que USA
invierta el curso y haga lo que pueda para retardar la subida de China. De hecho, los
imperativos estructurales del sistema internacional, que son de gran alcance, forzarán
probablemente a los Estados Unidos a abandonar su política del contrato constructivo (con
China) en el futuro cercano. De hecho, hay muestras que la nueva administración de Bush ha
tomado las primeras medidas en esta dirección.
Por supuesto, los Estados no hacen caso de vez en cuando del mundo anárquico en el
cual viven, eligiendo en vez de lo apropiado, las estrategias que contradicen lógica de la
balance de poder. USA es un buen candidato a comportarse de esa manera, porque la
cultura política americana es profundamente liberal y correspondientemente hostil a las ideas
realistas. Sería un error grave, sin embargo, que USA de vuelta a los principios realistas, que la
han servido bien desde su fundación.