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La tragedia de la política de las grandes potencias

(2001)
John Mearsheimer
Capitulo 10, pags 360-381
Resumen de focuswev.org: El equilibrio de fuerzas entre los Estados es el tema de la obra magna de The Tragedy of
Great Power Politics (La tragedia de la política de las grandes potencias). Considerado el trabajo más concluyente
sobre este tema, el libro argumenta que en todo sistema de equilibrio de fuerzas, las grandes potencias no aspiran
tanto a lograr un equilibrio defensivo contra sus rivales sino a lograr un grado significativo de ventaja militar y
política sobre ellos. Asegura además que los sistemas "bipolares", como el de enfrentamiento entre la URSS y EEUU
que marcó la dinámica del período de la Guerra Fría, son más estables y corren menos chances de quebrarse que los
sistemas "multipolares" como aquel característico de la situación anterior a la segunda Guerra Mundial, marcado por
el equilibrio relativo entre varios Estados poderosos.

Las políticas de las grandes potencias en el siglo XXI

Parte importante de la opinión occidental sostiene que la política internacional


experimentó una transformación fundamental con el final de la Guerra Fría. La
cooperación, y no la competencia por seguridad o el conflicto, es ahora la característica
que define de relaciones entre las grandes potencias. No sorprendentemente, los
optimistas que sostienen esta visión u opinión afirman categóricamente que el Realismo ya no
tiene mucho poder explicativo. Es un viejo tipo de pensamiento y es en gran parte inaplicable
o irrelevante frente a las nuevas realidades de las políticas mundiales. Los realistas se han ido
como los dinosaurios; sólo que ellos ni se dieron cuenta. Lo mejor que se puede decir sobre
teorías tales como el realismo ofensivo (offensive realism) es que ellas fueron provechosas
para entender cómo las grandes potencias interactuaron antes de 1990, sin embargo ellas son
inútiles ahora y en el futuro próximo. Por lo tanto, necesitamos nuevas teorías comprender el
mundo que nos rodea.
El Presidente Bill Clinton articuló esta perspectiva a través de los años 90. Por ejemplo,
él declaró en 1992 que, “en un mundo donde la libertad, y no la tiranía, está en marcha, el
cálculo cínico de puro poder político no computa simplemente. Es impropio a una nueva era."
Cinco años más tarde afirmó lo mismo al defender la extensión de la organización del tratado
de Atlántico Norte (OTAN) para incluir algunos de los ex estados comunistas del pacto de
Varsovia. Clinton argumentó que la acusación de que esta política de expansión puede aislar
a Rusia estaba basada en la creencia "de que la política territorial de las grandes potencias
(great power territorial politics) del siglo XX iba a dominar el siglo XXI”, lo que él rechazó. En
lugar, él acentuó su creencia de que " intereses propios claros, así como valores compartidos,
obligarán a los países a que definan su grandeza de maneras más constructivas. . . y nos
obligará a que cooperemos de maneras más constructivas."
Pero, la posición de los optimistas de que la competición por seguridad y la
guerra entre los grandes poderes han sido lanzadas fuera del sistema es incorrecta. De
hecho, todos los principales estados alrededor del globo todavía cuidan profundamente
el balance de poder y están destinados a competir por poder entre ellos mismos en el
futuro próximo. Por lo tanto, el realismo ofrecerá las más poderosas explicaciones sobre
las políticas internacionales durante el siglo próximo, y esto será verdad incluso si los
debates entre las élites académicas y políticas son dominados por teorías no-realistas. En el
corto plazo, el mundo real seguirá siendo un mundo realista.
Los estados todavía se temen entre sí e intentan ganar poder a costo del otro, porque
la anarquía internacional –la fuerza impulsora detrás del comportamiento de los grandes
poderes- no cambió con el final de la guerra fría, y hay pocas señales de que tal cambio se
dé pronto. Los estados siguen siendo los actores principales en las políticas mundiales y
todavía no hay un vigilante parado sobre ellos. Seguramente, el derrumbe de la unión
soviética causó un cambio importante en la distribución del poder. Pero no dio lugar a un
cambio en la estructura anárquica del sistema, y sin ése tipo de cambio profundo, no hay razón
para esperar que las grandes potencias o poderes se comporten diferente de cómo lo han
hecho en los siglos anteriores.
De hecho, hay considerable evidencia de los años 90 que indica que esa política de las
potencias no ha desaparecido de Europa ni del noreste de Asia, regiones en las cuales hay dos
o más grandes potencias (great powers), además de posibles grandes potencias tales como
Alemania y Japón. No está en cuestión, sin embargo, el hecho de que la competición por el
poder en la última década haya sido menor. No obstante, hay potencial para una intensa
competencia entre los grandes poderes que puede conducir a una guerra importante. La mejor
evidencia de esa posibilidad es probablemente el hecho que USA mantiene cerca de cien mil
soldados en Europa y otros tantos en el noreste de Asia con el propósito explícito de mantener
a los estados más importantes de cada región en paz.
Estas circunstancias relativamente pacíficas son en gran parte el resultado de
benignas distribuciones de poder en cada región. Europa sigue siendo bipolar (Rusia y los
USA son los principales poderes), la que es el tipo de estructura de poder más estable.
Asia nororiental es multipolar (China, Rusia, y USA), una configuración más propensa a
la inestabilidad; pero no hay afortunadamente un potencial de hegemonía en ese
sistema. Además, la estabilidad es realzada en ambas regiones por las armas nucleares,
la presencia continuada de las fuerzas de USA, y la debilidad relativa de China y de
Rusia. Éstas estructura de poder en Europa y el noreste de Asia probablemente
cambiarán en las próximas dos décadas, llevando, por otro lado, a una competición
intensificada por la seguridad y posiblemente a la guerra entre las grandes potencias.
El resto de este capítulo se organiza como sigue. En la sección siguiente, analizo los
argumentos de que la política internacional ha cambiado o está por cambiar de manera
importante, minando así el realismo. Debido a limitaciones del espacio, es imposible ocuparse
de cada discusión detalladamente. Sin embargo, debe ser evidente de mi análisis que la
estructura básica del sistema internacional no cambió con el final de la guerra fría, y que
hay poca razón de pensar que el cambio se dará en el futuro inmediato. Procuro mostrar
en la sección siguiente la considerable evidencia de la década de 1991-2000 de que la
competición por la seguridad entre las grandes potencias no está obsoleta, ni en Europa o en el
noreste de Asia. En las cuatro secciones subsecuentes, hago el caso de que probablemente
veremos inestabilidad en esas importantes regiones durante los veinte años próximos.
Finalmente, en una breve conclusión, argumento que una China floreciente, en ascenso, es la
amenaza potencial más peligrosa para USA en los principios del siglo XXI.

I) Anarquía persistente
La estructura del sistema internacional, según lo acentuado en el capítulo 2, es
definida por cinco asunciones o premisas sobre cómo se organiza el mundo, que tienen
cierta base de hecho: 1) los estados son los actores clave en las políticas mundiales y
funcionan en un sistema anárquico, 2) las grandes potencias tienen invariablemente
cierta capacidad militar ofensiva, 3) los estados pueden nunca estar seguros de si otros
estados tienen intenciones hostiles hacia ellos, 4) las grandes potencias le dan una alta
importancia a la supervivencia, y 5) los estados son actores racionales que son
razonablemente eficaces en diseñar estrategias que maximizan sus chances de
supervivencia.
Estas características del sistema internacional parecen estar intactas mientras
comenzamos el vigésimo primer siglo. El mundo todavía contiene estados que funcionan en un
escenario anárquico. Ni las Naciones Unidas ni cualquier otra institución internacional tienen
mucho poder coercitivo sobre las grandes potencias. Además, virtualmente cada estado tiene
por lo menos cierta capacidad militar ofensiva, y hay poca evidencia que el desarme mundial
esté en vista. Por el contrario, el comercio mundial de armamento está prosperando, y la
proliferación nuclear, no abolición, es la probable futura preocupación de quienes toman
decisiones (policymakers). Además, las grandes potencias tienen todavía que descubrir una
manera de adivinarse mutuamente las intenciones. Por ejemplo, nadie puede predecir con
cualquier grado de certeza cuáles serán las metas de la política extranjera china o alemana en
2020. Por otra parte, no hay buena evidencia en cuanto a que la supervivencia es una meta
menos importante para los estados hoy de lo que era antes de 1990. Ni hay muchas razones
para creer que la habilidad de las grandes potencias para pensar estratégicamente ha
declinado desde que la guerra fría terminó.
Esta descripción de la continuidad en las políticas de las grandes potencias ha sido
desafiada en una variedad de frentes por los expertos que creen que los cambios significativos
han ocurrido recientemente en la estructura del sistema internacional -cambios que auguran
una paz agradable entre las grandes potencias. Aunque hay diferencias agudas entre estos
optimistas sobre las causas originarias de esta pretendida transformación, cada discusión es
esencialmente un desafío directo a alguna de las asunciones realistas descritas más arriba. La
única noción o posición que los optimistas no desafían es la de que los estados son actores
racionales. En cambio, concentran su fuego en las otras 4 creencias realistas sobre el sistema
internacional. Consideremos, alternadamente, sus mejores argumentos contra cada una de
esas asunciones medulares.

Soberanía en peligro

Algunos sugieren que las instituciones internacionales están creciendo en número y en


su capacidad de empujar a los estados a cooperar con los demás estados. Específicamente,
las instituciones pueden desalentar la competición por seguridad y promover la paz mundial
porque tienen la capacidad para hacer que los estados rechacen la conducta maximizadora de
poder y se refrenen de calcular cada movimiento importante según cómo afecta su posición en
el balance de poder. Las instituciones, entonces, tienen un efecto independiente en el
comportamiento del estado, que al menos mitiga y posiblemente pone fin a la anarquía.
Pese a la retórica sobre la creciente fuerza de las instituciones internacionales,
hay poca evidencia de que ellas puedan hacer que las grandes potencias actúen contra
los dictados de realismo. Yo no sé de algún estudio que proporcione evidencia para apoyar
tal argumentación. Las Naciones Unidas es la única organización mundial con esperanzas de
blandir tal poder, pero si no pudo incluso terminar con la guerra en Bosnia entre 1992 y 1995,
mucho menos podrá hacer que se mueva (o que cambie su conducta) una de las grandes
potencias. Es más, la pequeña influencia que las Naciones Unidas mantiene sobre los estados
probablemente menguara aun más en el nuevo siglo, porque su cuerpo clave de toma de
decisiones, el consejo de seguridad, seguramente crecerá en tamaño. Creando un consejo
más grande, especialmente uno con más miembros permanentes que tienen un veto sobre la
política de la O.N.U, se haría virtualmente imposible formular y hacer cumplir políticas
diseñadas para limitar las acciones de las grandes potencias.
No hay una sola institución que tenga un real poder en Asia. Aunque hay un puñado
de instituciones impresionantes en Europa, tales como la OTAN y la unión europea, hay poca
evidencia de que ellas puedan obligar a los Estados miembros a que actúen contra sus
intereses estratégicos. Lo que es más impresionante sobre las instituciones internacionales es
cuan poco efecto independiente parecen tener en el comportamiento de la grandes potencias.
Por supuesto, los estados a veces funcionan a través de las instituciones y se
benefician de hacerlo. Sin embargo, los estados más poderosos del sistema crean y forman
instituciones de modo que puedan mantener, si no aumentar, su propia cuota de poder
mundial. Las instituciones son esencialmente "campos (o palestras) para actuar fuera de las
relaciones de poder". Cuando USA decidió que no quería que secretario general Boutros
Boutros-Ghali dirigiera la O.N.U por segunda vez, lo forzó a que se alejara, a pesar de que el
resto de los miembros del consejo de seguridad querían que permaneciera en el trabajo. USA
es el estado más poderoso del mundo, y generalmente se sale con la suya en asuntos que
juzga importantes. Y si no lo hace, ignora a la institución (ya sea la ONU o cualquier otra) y
hace lo que estima es de su propio interés nacional.
Otros argumentan que el estado se está haciendo impotente por la globalización o por
los actuales niveles sin precedentes de interdependencia económica. En particular, las grandes
potencias serían incapaces de tratar con las fuerzas poderosas desatadas por el capitalismo
global y están llegando a ser jugadores marginales en la política mundial. “Donde los estados
fueron alguna vez los señores de los mercados, ahora son los mercados los que, en varios
asuntos cruciales, son los amos sobre los gobiernos de los estados." Para alguno, el actor
clave en el mercado es la corporación multinacional (MNC, las multinacionales), la que es vista
como amenazando abrumar al estado.
El hecho es que los niveles de transacciones económicas entre los estados hoy, en
comparación con el comercio doméstico, probablemente no son mayores a los que existían a
principios del siglo XX. La economía internacional ha estado abofeteando estados por siglos, y
ellos han probado tener una cara notablemente resistente a esa presión. Los estados
contemporáneos no son ninguna excepción en este respeto; no están siendo abrumados por
las fuerzas del mercado o de las MNCs pero están haciendo los ajustes necesarios para
asegurar su supervivencia.
Otra razón para dudar de estas aseveraciones sobre el fallecimiento inminente del
estado es que no hay una alternativa plausible en el horizonte. Si desaparece el estado,
presumiblemente alguna nueva entidad política tendría que tomar su lugar, pero parece que
nadie ha identificado ese reemplazante. Incluso si desapareciera el estado, sin embargo, eso
no significaría necesariamente el final de la guerra y la competición por seguridad. Después de
todo, Thucydides y Maquiavelo escribieron mucho antes del nacimiento del Estado. El realismo
requiere simplemente anarquía; no importa qué clase de unidades políticas componen el
sistema. Podrían ser estados, ciudades-estados, cultos, imperios, tribus, cuadrillas, principados
feudales, o lo que sea. Retórica aparte, no nos estamos moviendo hacia un sistema
internacional jerárquico, que efectivamente significaría una cierta clase de gobierno mundial.
De hecho, la anarquía parece que estará con nosotros durante mucho tiempo.
Finalmente, hay una buena razón para pensar que el estado tiene un futuro brillante. El
nacionalismo es probablemente la más poderosa ideología política en el mundo, y glorifica al
Estado. De hecho, está claro que una gran cantidad de naciones alrededor del mundo desean
su propio Estado, o más bien Estado-nación, y parecen tener muy poco interés en cualquier
arreglo político alternativo. Considere, por ejemplo, lo mucho que los palestinos desean su
propio Estado, y antes de 1948, cuán desesperadamente los judíos desearon su propio Estado.
Ahora que los judíos tienen Israel es impensable que renunciaran a él. Si los palestinos
consiguen su propio estado, seguramente tratarán de asegurar su supervivencia.
La usual réplica a esta perspectiva es argumentar que la historia reciente de la unión
europea la contradice. Los estados de Europa occidental han abandonado en gran parte el
nacionalismo y están bien encaminados hacia la obtención de la unidad política,
proporcionando evidencia poderosa de que los días del (sistema del) Estado están contados.
Aunque los miembros de la unión europea han alcanzado ciertamente la integración económica
substancial, hay poca evidencia de que esta trayectoria conducirá a la creación de un
superestado. De hecho, tanto el nacionalismo como los estados existentes en Europa
occidental parecen estar vivitos y coleando. Considere el pensamiento francés en la materia,
según lo reflejado en los comentarios de presidente francés Jacques Chirac al Bundestag
alemán en junio de de 2000: dijo que él imaginaba una "Europa unida de Estados antes que un
Estados Unidos de Europa". Él se encendió al decir, "ni usted ni nosotros consideramos la
creación de un superestado europeo que tomaría el lugar de nuestros estados nacionales y
terminaría con su papel como actores en el escenario internacional... En el futuro, nuestras
naciones permanecerán como el primer punto de referencia para nuestra gente." Pero incluso
si Chirac prueba estar mal y Europa occidental se convirtiera en un superestado, todavía sería
un estado, no obstante uno muy poderoso, funcionando en un sistema de estados.
Nada es para siempre, pero no hay una buena razón para pensar que el tiempo del
Estado soberano ha pasado.

La Futilidad de la ofensiva

Algunos sugieren que las grandes potencias ya no tienen una significativa capacidad militar
ofensiva frente a las demás potencias, porque la guerra de las grandes potencias ha llegado a
ser prohibitivamente costosa. Esencialmente, la guerra ya no es un instrumento útil del arte de
gobernar (statecraft). John Mueller mantiene que el enfrentamiento había llegado a ser
demasiado costoso para los líderes racionales incluso antes del advenimiento de las armas
nucleares. La Primera Guerra Mundial fue una prueba decisiva, él argumenta, de que la guerra
convencional entre las grandes potencias había degenerado al punto de ser esencialmente
matanzas sin sentido. El defecto principal en este argumento es que las guerras
convencionales de las grandes potencias no tienen por qué ser prolongadas y sangrientas. Las
victorias rápidas y decisivas son posibles, como Alemania lo demostró contra Francia en 1940-
lo que significa que las grandes potencias pueden todavía tener una capacidad ofensiva
viable contra las otras.
La variante más persuasiva de este argumento (el que el autor critica) es que las armas
nucleares hacen casi imposible para las grandes potencias el atacarse entre sí. Después de
todo, es difícil imaginarse el ganar cualquier clase de victoria significativa en una guerra nuclear
total. No esta en discusión el que las armas nucleares reduzcan significativamente la
probabilidad de una guerra entre grandes potencias, pero como se discutió en el capítulo 4,
una guerra entre las grandes potencias armadas nuclearmente sigue siendo una seria
posibilidad. Recuerde que durante la guerra fría, USA y sus aliados de la OTAN estaban
profundamente preocupados de un ataque convencional soviético en Europa occidental, y
después de 1979, sobre una invasión soviética de Irán. El hecho de que ambas superpotencias
tuvieran arsenales nucleares masivos aparentemente no las persuadió de que la otra (potencia)
no tenía ninguna capacidad militar ofensiva.
Intenciones ciertas

La teoría democrática de la paz está construida sobre la base de las premisas de que
las democracias pueden estar más seguras de las intenciones de otras democracias y que
esas intenciones son generalmente benignas; por tanto, no luchan entre ellas. Si todas las
grandes potencias fueran democracias, cada una podría estar segura que las otras tendrían
intenciones amistosas, y que no tendrían, por lo tanto, ninguna necesidad de competir por el
poder o de prepararse para una guerra importante. Desde que la democracia parece estar
extendiéndose a través del globo, es razonable pensar que el mundo se convertirá
eventualmente en una gigante zona de paz.
Como desafío al realismo, la teoría de la paz democrática es entre los más fuertes. No
obstante, tiene problemas serios que en última instancia la hacen poco convincente. Los
autores de la teoría mantienen que la evidencia disponible demuestra que las democracias no
luchan con otras democracias. Pero otros eruditos que han examinado el registro histórico
contradicen esta argumentación. Quizás la más decidora evidencia contra la teoría es el
cuidadoso análisis de Christopher Layne de cuatro crisis en las cuales democracias rivales casi
entraron en conflicto entre sí. Cuando uno mira cómo la decisión de no luchar fue alcanzada en
cada caso, el hecho de que ambos lados fueran democracias parece tener poca importancia.
No hay ciertamente evidencia de que esas democracias tuvieran intenciones benignas con
respecto a su rival. De hecho, el resultado fue determinado en cada una de esas situaciones en
gran parte por consideraciones de balance de poder.
Otra razón para dudar de la teoría de la paz democrática es el problema de la
reincidencia. Ninguna democracia puede estar segura de que otra democracia no se
convertirá algún día en un estado autoritario, en cuyo caso la democracia restante ya no
estaría salva y segura. La prudencia dicta que las democracias se preparen para esa
eventualidad, lo que significa esforzarse para tener tanto poder como sea posible por si acaso
un vecino amistoso se convierte en el matón del vecindario. Pero incluso si uno rechaza estas
críticas y abraza la teoría de la paz democrática, sigue siendo inverosímil el que todas las
grandes potencias en el sistema llegaran a ser democráticas y permanecieran así en el largo
plazo. Solamente se necesitaría una China o una Rusia no-democrática para poner en juego la
política de poder, y en el caso de estos dos estados, es probable que sean no-democráticos
por lo menos una parte del siglo XXI.
Los constructivistas sociales proveen otra perspectiva de cómo crear un mundo de
estados con intenciones benignas que sean fácilmente reconocibles por los otros estados. Ellos
mantienen que la manera en que los estados se comportan hacia otro no es en función de
cómo el mundo material está estructurado --como los realistas argumentan— sino que está
determinada en gran parte por cómo los individuos piensan y hablan de política internacional.
Esta perspectiva es capturada por la famosa argumentación de Alexander Wendt de que
"anarquía es lo que los estados hacen de ella”. Discurso, en resumidas cuentas, que es el
motor que conduce la política internacional. Pero desafortunadamente, dicen los
constructivistas sociales, el realismo ha sido el discurso dominante por al menos los últimos
siete siglos, y el realismo le dice a los estados que desconfíen de los otros estados y se
aprovechen de ellos siempre que sea posible. Lo que se necesita para crear un mundo más
pacífico es un discurso reemplazante que acentúe la confianza y cooperación entre los
estados, antes que la suspicacia y hostilidad.
Una razón para dudar de esta perspectiva es el simple hecho de que el realismo ha
dominado el discurso internacional de las relaciones por los últimos siete siglos o más.
Tal admirable poder que permanece por un período largísimo que ha visto profundos cambios
en casi cada otro aspecto de la vida diaria sugiere fuertemente que la estructura básica del
sistema internacional -que se ha mantenido anárquica durante todo ese periodo- determina
largamente cómo los estados piensan y actúan hacia los otros estados. Pero incluso si
rechazamos mi interpretación materialista, ¿qué causará que el discurso reinante sobre la
política mundial cambie? ¿Cuál es el mecanismo causal que deslegitimará al realismo después
de setecientos años y pondrá un substituto mejor en su lugar? ¿Qué determina si el discurso
reemplazante será benigno o maligno? ¿Qué garantía hay de que ese realismo no se levantará
de entre los muertos y se convertirá de nuevo en el discurso hegemónico? Los constructivistas
sociales no proporcionan ninguna respuesta a estas importantes preguntas, lo que hace difícil
creer que un cambio marcado en nuestro discurso sobre política internacional se pueda dar en
el futuro inmediato.
Los constructivistas sociales a veces argumentan que el final de la guerra fría
representó un triunfo significativo para su perspectiva y es evidencia de un futuro más
promisorio. En particular, ellos mantienen que en los años 80 un grupo de influyentes y
pacifistas (dovish) intelectuales occidentales convenció al presidente soviético Mikhail
Gorbachev que evitara el pensamiento realista y que, en cambio, trabajara para fomentar
relaciones pacíficas con USA y sus vecinos en Europa. El resultado fue el retiro soviético de
Europa Oriental y el final de la guerra fría, una URRS con una política extranjera clara, y un
cambio fundamental en las normas que sostenían la política de las grandes potencias.
Aunque Gorbachev desempeñó seguramente el papel clave en el término de la guerra
fría, hay buenas razones para dudar que sus acciones transformaran fundamentalmente la
política internacional. Su decisión de liquidar el imperio soviético en Europa Oriental puede ser
explicada por el realismo. A mediados de los años ochenta, estaba claro que la URRS estaba
perdiendo la guerra fría y que tenía pocas esperanzas de alcanzar a los Estados Unidos, que
estaba en medio de una acumulación masiva de armas. En particular, la URRS estaba
sufriendo una crisis económica y política en casa que hizo de los costes del imperio prohibitivos
y creo poderosos incentivos para cooperar con el oeste y así acceder a su tecnología.
Muchos imperios colapsaron y muchos estados se separaron antes de 1989, y muchos
de ellos buscaron dar a su terrible necesidad el aspecto de la virtud. Pero la naturaleza básica
de la política internacional seguía sin cambiar. Ese patrón parecía ciertamente mantenerse en
pie tras el derrumbe de la URRS. Considere que Gorbachev ha estado fuera del gobierno y sin
mucha influencia en Rusia desde principios de los años 90, y hay poca evidencia de que su
"nuevo pensamiento" de política internacional tenga mucho peso dentro de Rusia actualmente.
De hecho, los líderes rusos contemporáneos ven el mundo en gran parte en términos de
política de poder (power politics). Aun más, los líderes occidentales, así como los vecinos de
Rusia en Europa Oriental, continúan temiendo que la Rusia renaciente pueda ser un estado
expansionista, lo que explica en parte porqué la OTAN se amplió hacia el este. En suma, no es
verdad que el derrumbe de la URRS fuera sin precedentes, que violara los conceptos realistas,
o que fuera un presagio de un nuevo sistema internacional post-realista.

Supervivencia en los campos comunes globales (global commons).

Al pensamiento realista sobre la supervivencia se lo desafía de dos maneras. Los


defensores de la globalización argumentan a menudo que los estados hoy están más
preocupados de obtener prosperidad que de la supervivencia. Conseguir ser rico es la meta
principal de los estados post-industriales, quizá incluso la meta de todos los consumidores. La
lógica básica aquí es que si todas las grandes potencias están prosperando, ninguna tiene
incentivos para comenzar una guerra, porque el conflicto en la economía mundial
interdependiente de hoy redunda en desventaja para todos los estados. ¿Por qué torpedear un
sistema que está haciendo a todos ricos? Si la guerra no tiene ningún sentido, la supervivencia
se convierte en una preocupación mucho menos importante de lo que los realistas hicieron que
usted creyera, y los estados pueden concentrarse en acumular riqueza.
Sin embargo, hay problemas con esta perspectiva también. En particular hay siempre
la posibilidad que una seria crisis económica en alguna región importante, o a lo largo del
mundo, mine la prosperidad que esta teoría necesita para trabajar. Por ejemplo, se cree
extensamente que el milagro "económico" de Asia trabajó para desalentar la competición por
seguridad en esa región antes de 1997, pero que la crisis financiera de 1997-98 en Asia
permitió fomenta una “nueva geopolítica”. Vale también la pena notar que, aunque USA lideró
un exitoso esfuerzo para contener esa crisis financiera, el peligro estuvo cerca, y no hay
garantía de que la siguiente crisis no se esparcirá a través del globo. Pero aun en la ausencia
de una crisis económica importante, uno o más estados pueden no prosperar. Tal estado
tendría poco que perder económicamente, y quizá algo que ganar comenzando una guerra.
Una razón clave por la que el dictador iraquí Saddam Hussein invadió Kuwait en agosto de
1990 fue que Kuwait estaba excediendo sus cuotas de producción petrolífera (fijadas por la la
OPEP) y conduciendo hacia abajo los beneficios Iraquíes provenientes del petróleo, los que la
economía iraquí difícilmente podía suministrar.
Hay otras dos razones para dudar de la argumentación de que la interdependencia
económica hace que la guerra entre las grandes potencias sea improbable. Los estados van
generalmente a combatir contra un sólo rival, e intentan ganar una victoria rápida y decisiva.
También, intentan invariablemente desalentar a los otros estados de aliarse con el contrincante.
Pero una guerra contra uno o aún dos opositores es improbable que haga mucho daño a la
economía de un estado, porque típicamente solamente un pequeño porcentaje de la
riqueza de un estado se liga a o se basa en una interacción económica con otro estado.
Es incluso posible, según lo discutido en el capítulo 5, que la conquista (militar) produzca
beneficios económicos significativos.
Finalmente, un caso histórico importante contradice esta perspectiva. Según lo
observado arriba, había probablemente tanta interdependencia económica en Europa entre
1900 y 1914 como la hay hoy. Ésos eran también años prósperos para las grandes potencias
europeas. Con todo la Primera Guerra Mundial explotó en 1914. Así una economía mundial
altamente interdependiente no hace más o menos probable la guerra entre grandes potencias.
Las grandes potencias deben estar siempre alertas, vigilantes, y nunca subordinar la
supervivencia a cualquier otra meta, incluyendo la prosperidad.
Otro desafío a la perspectiva realista de la supervivencia acentúa que los peligros para
los Estados vienen hoy no de la clase tradicional de amenazas militares de las que los realistas
se preocupan, sino que por el contrario de amenazas no tradicionales tales como SIDA,
degradación ambiental, crecimiento ilimitado de la población, y calentamiento global.
Problemas de esta magnitud, así como el argumento va, se pueden solucionar solamente por la
acción colectiva de todos los estados principales en el sistema. El comportamiento egoísta
asociado al realismo, por otra parte, minará los esfuerzos para neutralizan esas amenazas.
Los estados seguramente reconocerán este hecho y cooperarán para encontrar soluciones
realizables.
Esta perspectiva suscita dos problemas. Aunque estos peligros son un causa de
preocupación, hay poca evidencia de que cualesquiera de ellos sea bastante serio como para
amenazar la supervivencia de una gran potencia. La gravedad de estas amenazas puede
cambiar en el tiempo, pero por ahora ellos son a lo más problemas de segundo orden.
Además, si cualquiera de estas amenazas se convierte en mortalmente seria, no está claro si
las grandes potencias responderían actuando colectivamente. Por ejemplo, puede haber casos
donde los estados relevantes cooperan para ocuparse de un problema ambiental particular,
pero una cantidad impresionante de literatura discute cómo tales problemas pudieran también
conducir a una guerra entre estados.
En suma, los argumentos de que el final de la guerra fría condujo a cambios
totales en la estructura del sistema internacional son en última instancia poco
convincentes. Al contrario, la anarquía internacional permanece firmemente intacta, lo
que significa que no debe haber habido ningún cambio significativo en el
comportamiento de las grande potencias durante la última década.

II) Comportamiento de la grandes potencias en los años 90.


La argumentación de los optimistas de que la política internacional ha experimentado
una gran transformación se aplica principalmente a las relaciones entre las superpotencias, las
que se supone ya no están involucradas en la competición por seguridad y en guerras con las
otras, o con poderes menores en su región. Por lo tanto, Europa y el noreste de Asia, las áreas
que presentan grupos de superpotencias, deben ser zonas de paz, o como Kari Deutsch las
llama, “comunidades pluralista de seguridad” (pluralistic security communities).
Los optimistas, sin embargo, no dicen que la amenaza del conflicto armado haya sido
eliminada de las regiones sin superpotencias, tales como 1) el subcontinente asiático del sur,
donde India y Pakistán son encarnizados enemigos armados con dispositivos nucleares y
enredados en una disputa por Cachemira; 2) el golfo pérsico, donde Irak e Irán desean adquirir
armas nucleares y no demuestran ninguna señal de llegar a ser potencias que mantengan el
status quo; o 3) África, en donde siete diferentes estados están participando en una guerra en
la república democrática del Congo ,que algunos han llamado “La Primera Guerra Mundial
Africana”. Tampoco los optimistas argumentan que las grandes potencias ya no combaten con
estados de esas problemáticas regiones; así, la guerra conducida por USA contra Iraq a
principios de 1991 no es una evidencia contra su posición. En resumen, las grandes potencias
no están del todo fuera del negocio de la guerra, salvo en Europa y el noreste de Asia (en esas
zonas hoy las potencias probablemente no combatirían).
No está en cuestión que la competición por seguridad entre las grandes potencias en
Europa y el noreste de Asia ha sido atenuada durante los años 90, y con la excepción de la
disputa de 1996 entre China y USA por Taiwán, no ha habido indicios de una guerra entre
cualesquiera de las grandes potencias. Los períodos de relativa apacibilidad como éste, sin
embargo, tienen precedentes en la historia. Por ejemplo, hubo poco de conflicto abierto entre
las grandes potencias en Europa entre 1816 y 1852, o entre 1871 y 1913. Pero esto no
significa, y no significa ahora, que las grandes potencias pararan de pensar y comportarse
según la lógica realista. De hecho, hay evidencia substancial de que los estados
principales en Europa y Asia nororiental todavía se temen y continúan preocupándose
de cuánto poder relativo controlan. Más aun, por debajo de la superficie de ambas
regiones hay potencial significativo para que se de una competición intensa por la
seguridad y posiblemente la guerra entre los estados lideres.

La competición por la seguridad en el noreste de Asia.

En gran parte de la literatura sobre asuntos de seguridad en el noreste de Asia


después de la guerra fría, casi todos los autores reconocen que la política de poder está
sana y salva en la región, y que hay buenas razones para preocuparse de conflictos
armados que impliquen a las grandes potencias.
La experiencia americana en la región desde 1991 proporciona evidencia considerable
para apoyar esta perspectiva pesimista. USA estuvo cerca de combatir contra Corea del norte
en junio de de 1994 para evitar que adquiera armas nucleares. La guerra todavía puede
explotar entre Corea del norte y del sur, en cuyo caso USA automáticamente estaría envuelto,
esto puesto que tiene 37.000 efectivos militares estacionados en Corea del sur para evitar una
invasión de corea del norte. Si tal guerra sucediera, las fuerzas americanas y coreanas del sur
derrotarían probablemente al ejército Norcoreano invasor, creando una oportunidad para pasar
el paralelo 38 y unificar a las 2 coreas. Eso es lo que sucedió en 1950, incitando a China, que
comparte una frontera con Corea del norte, a sentirse amenazada y a ir a combatir contra los
Estados Unidos. Esto podría suceder otra vez si hay una segunda guerra coreana.
Uno puede argumentar que el problema coreano es probable que se termine pronto,
porque las relaciones están mejorando entre los dos coreas, y actualmente hay chances
razonables de que se reunifiquen en una década más. Aunque las relaciones futuras entre
Corea del norte y del sur son difíciles de predecir, ambos lados están listos para luchar una
guerra importante a lo largo de la frontera que los separa, que sigue siendo la franja de
territorio más fuertemente armada en el mundo. Más aun, hay apenas evidencia -al menos en
esto punto- de que Corea del norte pretenda entregar su independencia para convertirse en
parte de una Corea unificada. Pero incluso si sucede la reunificación, no hay razónes para
pensar que aumentará la estabilidad en el noreste de Asia, porque creará seguramente
presiones para desalojar las tropas americanas de Corea y también revivirá la competencia
entre China, Japón, y Rusia por influenciar a Corea.
Taiwán es otro lugar peligroso en donde China y USA podrían terminar en una guerra.
Taiwán aparece resuelto a mantener su independencia de hecho de China, y ganar
posiblemente la independencia de jure (legalmente), mientras que China parece igualmente
resuelta a reincorporar Taiwán en China. De hecho, China ha dejado pocas dudas de que iría a
combatir para prevenir la independencia de Taiwanesa. Los Estados Unidos, sin embargo,
están comprometidos en apoyar en la defensa de Taiwán si es atacada por China, un
panorama que podría conducir plausiblemente a las tropas americanas a luchar con Taiwán
contra China. Después de todo, entre julio de 1995 y marzo de 1996, China disparó misiles en
las aguas alrededor de Taiwán y llevó a cabo ejercicios militares en la costa de su provincia de
Fujian, muy cerca de Taiwán. China hizo ruido de sables porque pensó que Taiwán estaba
tomando medidas importantes hacia su independencia. USA respondió enviando a dos grupos
aerotransportados a las aguas que rodean Taiwán. Afortunadamente, la crisis terminó
pacíficamente.
El problema de Taiwán, sin embargo, no muestra señales de que vaya a desaparecer.
China está desplegando una gran cantidad de misiles (balísticos y crucero) en la provincia de
Fujian, y se está consiguiendo aviones y barcos de guerra rusos que pueden algún día hacer
riesgoso para USA desplegar fuerzas navales en la región durante una crisis. Además, China
publicó un documento en febrero de 2000 en el cual afirmaba que está preparada para ir a
combatir antes de que permitir que el asunto de Taiwán se postergue indefinidamente.
Inmediatamente después de eso, China y USA intercambiaron amenazas nucleares apenas
disfrazadas. Taiwán, por su parte, está haciendo compras de armas nuevas para contrapesar el
arsenal creciente de China, mientras sigue resuelto para mantener su independencia de China.
USA podría así ser impulsado a entrar en una guerra con China tanto por Corea como por
Taiwán.
Mucho más hay que decir sobre China, la principal potencia rival de USA en el noreste
de Asia. Muchos americanos pueden pensar que el realismo es un pensamiento anticuado,
pero no es así cómo piensan los líderes de China. Según un prominente experto en China, ese
país "puede bien ser el templo del realismo político en la era post guerra Fria”. Esto no
es sorprendente si usted considera la historia de China en los últimos 150 años y su
actual ambiente amenazador. Comparte fronteras, un número de las cuales mantiene en
disputa con trece diferentes estados. China luchó por territorio con la India en 1962, la URRS
en 1969, y Vietnam en 1979. Todas estas fronteras todavía se disputan. China también
demanda la propiedad de Taiwán, de las islas de Senkaku/Diaoyutai, y de varios grupos de
islas en el mar de China del sur.
Además, China tiende a ver a Japón y USA como enemigos potenciales. Los
líderes chinos mantienen un miedo profundamente arraigado de que Japón llegará a ser
belicista otra vez, como lo era antes de 1945. También están preocupados de que USA esté
dispuesto a prevenir que China llegue a ser una potencia dominante en el noreste de Asia.
"Muchos analistas de las relaciones exteriores y de la política de defensa china", según un
erudito, "creen que las alianzas de USA con los países asiáticos, particularmente con Japón,
plantean un desafío serio, a largo plazo, si no una amenaza, para la seguridad nacional de
China, su unificación nacional, y modernización".
Vale la pena notar que las relaciones de China con Japón y USA han empeorado
-no mejorado- con el final de la Guerra Fría. Los tres estados estuvieron alineados en contra
de la URRS durante los años 80, y tenían pocas razones para temerse entre sí. Incluso Taiwán
no fue una fuente importante de fricción entre China y USA durante la década pasada, en la
guerra fría. Pero los tiempos han cambiado, para peor desde 1990, y ahora China teme de
Japón y los Estados Unidos, que, alternadamente, se preocupan de China. Por ejemplo,
después de la guerra fría, Japón confió que la interdependencia económica cada vez mayor en
Asia permitiría que mantuviera relaciones pacíficas con China para el futuro. Para mediados de
los 1990s, sin embargo, la visión japonesa sobre China "se había endurecido
considerablemente," y mostraba evidencia "de un realismo ansioso sobre las intenciones
estratégicas chinas.
China no ha sido ciertamente rápida en emplear la fuerza militar durante la última
década, aunque ha demostrado más de una vez que está dispuesta a emplear la espada para
alcanzar metas políticas particulares. Además de los disparos de misil y de las maniobras
militares durante la crisis de Taiwán, las fuerzas militares chinas a principios de 1995 se
apoderaron del arrecife Mischief, una de las disputadas islas Spratly reclamadas por Filipinas.
A pesar estos incidentes, los militares chinos han limitado su capacidad de proyección de
poder, y por lo tanto no pueden ser demasiado agresivos hacia otros estados en la región. Por
ejemplo, China no tiene los recursos para derrotar y de conquistar Taiwán en una guerra. Para
rectificar ese problema, sin embargo, China ha emprendido un importante programa de
modernización militar. De hecho, China decidió este año (2001) aumentar sus gastos para
defensa en 17.7%, lo que representa su expansión más grande en términos reales en las dos
últimas décadas.
Otro indicador de la competición por la seguridad en el noreste de Asia es la
carrera armamentista en tecnología de misiles, que se desarrolla en la región. Corea del
norte ha estado desarrollando y probando misiles balísticos a lo largo de los años 90, y en
agosto de 1998 disparó un misil que pasó sobre Japón. En respuesta a la creciente amenaza
de los misiles del norte coreano Corea del sur está intentando aumentar el rango de alcance de
sus propios misiles balísticos (los misiles balísticos, son aquellos de largo alcance como los
Scud o el Taepo Dong II de Corea del Norte) mientras que Japón y USA están tratando
construir un sistema de Defensa Contra Proyectiles Tácticos (TMD) para proteger tanto a Japón
como a las fuerzas americanas instaladas en la región. USA también está determinado a
construir un “sistema de Defensa Nacional de Misiles”(NMD) para proteger el territorio
americano de ataques nucleares por parte de potencias pequeñas tales como Corea del norte.
China, sin embargo, ha dejado claro que si Japón y USA despliegan defensas contra misiles,
de cualquier clase, él aumentará su arsenal de misiles balísticos al punto que pueda
abrumarlos (a Japón y USA).
Independiente de estos progresos, China está desplegando una gran cantidad de
misiles frente a Taiwán, el que ahora está intentando adquirir sistemas defensivos
norteamericanos. Pero si USA ayuda a Taiwán, especialmente si ayuda a Taiwán para
desarrollar su propio sistema de TMD, China seguramente aumentará su arsenal de misiles, lo
que forzaría a los USA a aumentar su sistema de TMD en la región, lo que a su vez forzaría a
China a construir más misiles, etcétera. Cómo toda esta carrera por la construcción de misiles
se dará en el tiempo es difícil de predecir, pero el punto clave es que una carrera armamentista
centrada en los misiles balísticos está ya en curso en Asia y muestra pocas señales de
menguar.
Finalmente, el hecho de que USA mantiene a cien mil efectivos en el noreste de
Asia contradice el argumento de que la región "está preparada para la paz". Si eso fuera
así aquellas fuerzas de USA serían innecesarias, podrían ser enviadas a casa y
desmovilizadas, ahorrando al contribuyente americano una suma apreciable de dinero. En lugar
de eso, los mantiene en el lugar para ayudar a pacificar una región potencialmente volátil.
Joseph Nye, uno de los arquitectos principales de la política americana post guerra Fría
en el noreste de Asia y un erudito con una reputación establecida como teórico liberal en
cuanto a las relaciones internacionales (no realista), tocó este punto en un importante artículo
de 1995 en Foreign Affairs. "Ha llegado a estar de moda," él observa, "decir que el mundo
después de la guerra fría se ha movido más allá de la era de la política de poder a la era de la
geoeconomía. Tales clichés reflejan análisis estrechos. La política y la economía están
conectadas. Los sistemas económicos internacionales dependen del orden político
internacional." Él luego hace una afirmación “pacificadora”: "La presencia de USA [ en Asia ] es
una fuerza para la estabilidad, reduciendo la necesidad de acumulaciones de armas y
disuadiendo el surgimiento de fuerzas hegemónicas." Las "fuerzas desplegadas en Asia
aseguran no solamente una amplia estabilidad regional," también "contribuyen a los enormes
avances políticos y económicos hechos por las naciones de la región." En resumen, "USA es la
variable crítica en la ecuación de seguridad del este asiático."

La competición de (o por) seguridad en Europa

Europa puede parecer ser un lugar mucho mejor que el noreste asiático para justificar a
los optimistas, pero en una inspección cercana la evidencia demuestra que la competición de
seguridad y la amenaza de una guerra entre las grandes potencias mantiene la dura
realidad en Europa también. Considere la serie de guerras que se han luchado en los
Balcanes en los años 90, y que USA y sus aliados europeos dos veces han sido directamente
implicados en combates. La fuerza aérea americana fue utilizada contra las fuerzas de
terrestres de Serbia en Bosnia durante el verano de 1995, ayudando a terminar la lucha en ese
país. En la primavera de 1999, la OTAN fue a combatir contra Serbia por Kosovo. Era un
conflicto de menor importancia, seguro, pero la realidad es que desde que la guerra fría
terminó, USA ha luchado una guerra en Europa, no en el noreste de Asia.
La evolución de la política extranjera rusa durante los años 90 proporciona, además,
evidencia de que el realismo aun tiene mucho que decir acerca de las relaciones entre
estados en Europa. Después de que se derrumbara la unión soviética, se creyó que los
nuevos líderes de Rusia seguirían los pasos de Mikhail Gorbachev y evitarían la búsqueda
egoísta del poder, porque reconocerían que hizo a Rusia menos, y no más, segura. En lugar de
esa búsqueda, trabajarían con USA y sus aliados de la OTAN para crear un orden pacífico que
se extendiera por toda Europa.
Pero esto no es lo qué ha sucedido. Las acciones de la OTAN en los Balcanes y la
expansión hacia el este han enojado y asustado a los rusos, quienes actualmente ven al
mundo claramente a través del prisma del realismo e incluso no tienen intenciones de
trabajar con el oeste para construir lo que Gorbachev llamó, “una casa común europea”.
La visión realista rusa de su medio externo es reflejada en el “Concepto de Seguridad Nacional
de la Federación Rusa”, un documento seminal que el presidente Putin firmó en enero de 2000.
“La formación de relaciones internacionales”, el afirma, “es acompañada por la competencia y
también por la aspiración de un número de estados de fortalecer su influencia en la política
mundial, incluso creando armas de la destrucción masiva. Las fuerzas militares y la violencia
permanecen como aspectos fundamentales en las relaciones internacionales”.
Rusia también dejó claro en 1993 que iniciaría una guerra nuclear si su integridad
territorial se veía amenazada, abandonando así la palabra de la URRS de que no sería el
primer Estado en usar las armas nucleares en una guerra. No obstante, la debilidad militar rusa
limita fuertemente lo que puede hacer fuera de sus fronteras para emplazar a USA sobre
temas tales como la extensión de la OTAN y la política de la OTAN en los Balcanes. Sin
embargo, las acciones de Rusia en la república disidente de Chechenia dejan claro que
Rusia está dispuesta a emprender una guerra brutal si piensa que sus intereses vitales
están amenazados.
Más evidencia de que la guerra entre las grandes potencias sigue siendo una
amenaza seria en Europa surge del hecho de que USA mantiene cien mil efectivos en la
región y que sus líderes a menudo acentúan la importancia de mantener a la OTAN
intacta. Si Europa "se prepara para la paz," como muchos argumentan, la OTAN sería
seguramente disuelta y las fuerzas americanas serían enviadas a casa. En vez de eso, se
mantienen en el lugar. De hecho la OTAN se ha movido hacia el este y ha incorporado a sus
filas a la república checa, Hungría, y Polonia. ¿Por qué? Porque hay potencial para una
competición peligrosa de seguridad en Europa, y USA está determinado a mantener a las
fuerzas del problema a raya. ¿Si no porqué estaría gastando decenas de billones de dólares
anualmente para mantener una gran presencia militar en Europa?
Hay considerable evidencia de que la argumentación pacificadora es aceptada
extensamente entre los tomadores de decisiones (políticos) y eruditos a ambos lados del
Atlántico. Por ejemplo. El Presidente Clinton dijo a la clase que se graduaba de West Point en
1997, "alguien dijo que ya no necesitaríamos de la OTAN porque ahora no hay amenazas
potentes a nuestra seguridad. Yo digo no hay ninguna amenaza potente en parte porque la
OTAN está allí." Ese mismo año la secretaria de estado Madeleine Albright dijo al senado de
USA en su audiencia de confirmación, "tenemos un interés en la seguridad europea, porque
deseamos evitar la inestabilidad que significó 5 millones de norteamericanos luchando de un
lado a otro del Atlántico en la II Guerra Mundial”. Y parece que muchos europeos creen en el
argumento pacificador. Entre 1990 y 1994 Robert Art condujo más de cien entrevistas a la elite
político militar europea. Él encontró que la mayoría creía que "si USA removía su manta de
seguridad de Europa… los estados de Europa occidental podrían volver a las destructivas
políticas de poder, derrochando los 45 años que habían tratado de desterrarlas de esa parte del
continente”. Presumiblemente esa perspectiva es aun más firmemente sostenida hoy, esto
desde principios de los 90, cuando fue el apogeo de las expectativas optimistas de paz para
Europa.
Finalmente, vale observar que Art, Michael Mandelbaum, y Stephen Van Evera, todos
eruditos prominentes quienes creen que Europa está preparada para la paz, son favorables a
mantener allí las tropas americanas y una OTAN formidable. Might it be that they are ultimately
guided by pacifier logic, no their stated belief that great-power war is no longer a danger in
Europe? (¿Puede ser que ellos estén en última instancia guiados por una lógica pacificadora, y
no por su declarada creencia de que la guerra entre potencias ya no es un peligro en Europa?)

La estructura y la paz en los años 90

No está en cuestión que la presencia de las tropas de USA en Europa y el noreste de


Asia ha desempeñado un rol importante en moderar la competición de seguridad y promover la
estabilidad en la última década. Pero los períodos de la paz relativa en aquellas regiones no se
pueden explicar simplemente por la presencia o la ausencia de fuerzas americanas. Después
de todo, no hubo tropas de USA en Europa durante el siglo XIX, y aun así hubo períodos largos
de paz relativa. Por otra parte, aun si USA hubiera comprometido fuerzas militares en Europa a
finales de los años 30, allí igual habría habido una intensa competición de seguridad entre las
grandes potencias, y la Alemania nazi podría haber comenzado una guerra importante de todos
modos.
Para entender porqué las grandes potencias fueron tan mansas (dóciles) en los
años 90, es necesario considerar la distribución total del poder en cada área, lo que
significa determinar cuánto poder es controlado por cada estado importante en la región,
así como por los Estados Unidos. Esencialmente, necesitamos saber si el sistema es
bipolar o multipolar, y si es multipolar, si es desequilibrado o desbalanceado por la
presencia de una hegemonía potencial. Los sistemas bipolares, como vimos en el
capítulo 9, tienden a ser los más pacíficos, mientras que los sistemas multipolares
desequilibrados son los más propensos al conflicto. Los sistemas multipolares
balanceados caen en alguna parte entre estos dos extremos.
Europa sigue siendo bipolar en la post guerra fría, con Rusia y las USA como los
rivales principales de la región. Hay tres aspectos particulares de la bipolaridad de
Europa que la hacen especialmente estable. Primero, Rusia y USA están armados con
armas nucleares, que son una fuerza para la paz. En segundo lugar, USA se comporta como
un balanceador en Europa, actuando sobre todo como un control frente a cualquier gran
potencia local que intente dominar la región. No tiene aspiraciones hegemónicas más allá del
hemisferio occidental, lo que reduce perceptiblemente la amenaza que presenta para los
estados de Europa. Tercero, Rusia, que es una gran potencia local que puede tener
ambiciones territoriales, es demasiado débil militarmente para causar serios problemas fuera
de sus propias fronteras.
El noreste de Asia, por otra parte, ahora es un sistema multipolar balanceado;
China, Rusia, y USA son las grandes potencias relevantes, y ninguna tiene las marcas
identificadoras de una hegemonía potencial. El multipolarismo balanceado tiende a ser
menos estable que la bipolaridad, pero los mismos tres factores que aumentaron las
perspectivas de paz en la Europa bipolar lo hacen también en el multipolar noreste de
Asia. Primero, China, Rusia, y USA, todos tienen arsenales nucleares, que los hace menos
susceptibles para iniciar una guerra con alguno de los otros. En segundo lugar, aunque USA
es claramente el actor más poderoso de la región, es un balanceador (que está fuera del
territorio) sin aspiraciones territoriales. Tercero, ni los militares chinos ni los rusos tienen
mucha capacidad de proyección de poder (o para proyectar poder), haciéndoles difícil (esa
cierta incapacidad) que se comporten agresivamente hacia a otros estados en el área.
Hay dos objeciones posibles a mi descripción de cómo el poder se distribuye en Europa
y el noreste de Asia. Algunos pueden argumentar que el mundo post guerra Fría es unipolar, lo
que es otra manera de decir que los Estados Unidos es un hegemonía global. Si eso es verdad,
apenas habría competición por seguridad en Europa y el noreste de Asia, porque no habría
grandes potencias en ésas áreas para desafiar a los poderosos Estados Unidos. Ésta es
ciertamente la situación en el hemisferio occidental, donde la única gran potencia es los
Estados Unidos, y no está implicado en competición de seguridad con ninguno de sus vecinos.
Canadá y México, por ejemplo, no plantean ninguna amenaza militar a los Estados Unidos. Ni
Cuba, que es una irritante pequeñez política, no una amenaza seria a la seguridad americana.
Pero el sistema internacional no es unipolar. Aunque los Estados Unidos es una
hegemonía en el hemisferio occidental, no es una hegemonía global. Estados Unidos es
ciertamente la potencia económica y militar preponderante en el mundo, pero hay otras
dos grandes potencias en el sistema internacional: China y Rusia. Ni uno ni otro pueden
emparejar al poder militar americano, pero ambos tienen arsenales nucleares, la capacidad
para combatir y para frustrar probablemente una invasión de USA a su patria, y capacidad
limitada de proyección de poder. No son Canadá y México.
Además, toda evidencia indica que los Estados Unidos está a punto de dar una puñalada al
establecimiento de una hegemonía global. USA ciertamente está determino a seguir siendo
el país hegemónico en el hemisferio occidental, pero dada la dificultad de proyectar poder a
través de grandes extensiones de agua, los EEUU no va a utilizar a sus militares para los
propósitos ofensivos en Europa o en el Noreste Asiático. De hecho, los aliados de EEUU
se preocupan principalmente de que se envíen sus tropas a casa, no de si se van a utilizar para
la conquista. Esta carencia de un impulso hegemónico fuera de los límites del hemisferio
occidental explica por qué ninguna coalición se ha formado contra los Estados Unidos desde
que la guerra fría terminó.

Otros podrán discutir que los aliados de EEUU en la Guerra Fría - Reino Unido, Francia,
Alemania, Italia, y Japón- deben contarse como potencias, una contabilidad que produciría
marcadas y distintas distribuciones de poder en Europa y en el Noreste Asiático. No hay duda
de que estos Estados, especialmente Alemania y Japón, tienen el potencial en términos de
población y en la riqueza de la producción, hecho que los convierte en superpotencias (véase
las tablas 10.1 y 10.2). Sin embargo eso no los califica para el ranking de superpotencias,
porque dependen en gran parte de los Estados Unidos, específicamente para su
seguridad. Son eficazmente Estados Semi-Soberanos, grandes pero no superpotencias. En
particular porque Alemania y Japón no tienen ninguna arma nuclear propia y en lugar de
tenerlas confían en el poder nuclear norteamericano para su propia protección.

Además, los aliados de EEUU tienen poca maniobrabilidad respecto a su política


extranjera, debido a la presencia de los E.E.U.U. en su propio territorio. Los Estados Unidos
continúan ocupando Europa occidental y dominando la toma de decisión de la OTAN de la
misma manera como lo hicieron durante la Guerra Fría, no solamente haciendo difícil una
guerra entre sus miembros, sino también haciéndoles difícil a cualquiera de esos estados
(especialmente Alemania) causar problemas con Rusia. Finalmente, los Estados Unidos
continúan manteniendo una presencia militar formidable en Japón, haciendo difícil que ese
estado potencialmente poderoso, entre a una competición seria por el tema de la seguridad
con China.
En suma, una gran cantidad de evidencia indica que la política de poder no ha sido
extirpada de Europa y del Noreste Asiático y eso implica que hay un serio potencial de
problemas que pueden envolver a las superpotencias. Ambas regiones han estado
largamente libres de la competición intensa por la seguridad y de una posible guerra
entre las superpotencias durante los años 90. La razón principal de esa estabilidad es la
particular distribución del poder que ha emergido en cada área desde que terminó la
guerra fría y se derrumbó la Unión Soviética. La pregunta es si la estructura de poder en
cada una de esas regiones seguirá siendo la misma durante las próximas dos décadas.

TABLA 10.1
El Balance del Poder en Asia
Fuerza Potencial - Poder Actual

PIB / Población Tamaño del Ejercito /Nº de Cabezas Nucleares

China 1.18 Trillones 1.24 Billones 2´200,000 410


Japon 4.09 Trillones 126 millones 151,800 0
Rusia 0.33 Trillones 147 millones 348,000 10,000

Nota: Dos advertencias están en la orden con respecto al PIB de China. Primero, según lo
acentuado en el capítulo 3, el PIB de China se ata mucho más para arriba en agricultura que
en Japón o los Estados Unidos (18 por ciento contra 2 por ciento). Consecuentemente, el
equilibrio del poder es mucho más favorable para Japón que los números que en esta tabla se
indican. En segundo lugar, la medida del Banco Mundial para el PIB sobre empleo es calculada
convirtiendo unidades de la divisa nacional en dólares en los cambios que prevalecen. Otra
manera de medir el PIB, sin embargo, es utilizar paridades de poder adquisitivo; este método
da a China el PIB mucho más grande. Para una discusión de los dos acercamientos, vea los
indicadores del desarrollo del mundo, 2000 (C.C. de Washington: Banco Mundial, Marcha
2000). Las figuras del PIB y de la población de las fuentes fueron tomadas en 1998 del Atlas
del Banco Mundial, Abril de 2000.
TABLA 10.1
El Balance del Poder en Europa
Fuerza Potencial - Poder Actual

PIB / Población Tamaño del Ejercito / Nº de Cabezas Nucleares

G. Bret. 1.26 Trillones 59 millones 301,150 185


Francia 1.47 Trillones 59 millones 411,800 470
Alemania 2.20 Trillones 87 millones 516,500 0
Italia 1.16 Trillones 58 millones 164,900 0
Rusia 0.33 Trillones 147 millones 348,000 10,000
Fuentes: Las figuras del PIB y de la población son de la misma fuente de la tabla 1.

PREOCUPACIÓN CONTINUA

Predecir cuál será la distribución del “poder” en Europa y en el Noreste Asiático para el
año 2020 implica dos tareas cercanamente relacionadas: 1) Contabilizar los niveles de
poder de los agentes principales situados en cada región, prestando especial atención
en si hay un país hegemónicamente potencial entre ellos; y 2) Determinar la probabilidad
de que militarmente los Estados Unidos siga permaneciendo en esas regiones. Eso
dependerá en gran parte a si hay un país con potencial hegemónico entre las grandes
potencias locales, que sólo puede ser contenido con la ayuda militar americana. Ahora,
es difícil predecir el balance de poder en una región, porque depende en gran medida, en
poder determinar cómo y qué tan rápido crecen las economías de los Estados, así como su
viabilidad política a largo plazo. Desafortunadamente, no tenemos teorías de alta confianza o
seguridad que puedan anticipar progresos económicos y políticos. Por ejemplo, es difícil saber
cómo serán las economías chinas y rusas en el año 2020, o si China sobrevivirá como una sola
entidad política o se separará y se fraccionará como ocurrió con la Unión Soviética.

Sin embargo, es posible hacer juicios con base respecto a las arquitecturas probables
que emerjan en Europa y en el Noreste de Asia durante los próximos veinte años.
Podemos comenzar diciendo que por la visión conservadora no habrá cambios
fundamentales en la producción interna bruta o en la fortuna política de los Estados
principales de esas regiones. En otras palabras, la distribución existente en los países
poderosos seguirá manteniéndose esencialmente intacta para las próximas dos décadas.
Alternativamente, podemos asumir un cambio significativo respecto a las capacidades de
los Estados, enfocándonos en los escenarios más importantes de cada región, tales como el
completo colapso del poder ruso o la transformación de China en una economía
superpoderosa. El futuro de la presencia militar americana en cada región dependerá de si hay
un país hegemónico potencial.

Creo que las estructuras de poder existentes en Europa y en el Noreste de Asia, no podrán
mantenerse hasta el 2020. Dos futuros alternativos asoman en el horizonte, que serán
probablemente menos pacíficos que en los años 90. Si no hay, un cambio significativo
en la producción interna bruta o en la integridad política de los estados dominantes
situados en cada región, probablemente los Estados Unidos terminen llevando sus tropas a
casa, porque no serán necesarias para contener a un país hegemónico potencial. Sin embargo,
quitar las fuerzas americanas de cualquier región, cambiaría la estructura de poder de manera
que haría más probable un conflicto el día de hoy. Tanto, el cambio estructural en Europa como
en el Noreste de Asia, generarían la probabilidad de una competición intensificada por la
seguridad.

Pero si surge algún cambio político ó económico fundamental en un país, en cualquiera de


las regiones y dicho país emerge con una hegemonía potencial, el cual no pueda ser
contenido por las potencias locales, las tropas de los ESTADOS UNIDOS probablemente
permanezcan en su lugar o vuelvan a la región generando el balance contra esa amenaza. Si
sucediera eso, una competición intensa por la seguridad sobrevendría probablemente entre el
país hegemónicamente potencial y sus rivales, incluyendo a los EEUU.

En resumen, o los EEUU saldrá de Europa o del Noreste del Asia, porque no tendrá que
contener a un competidor que emerge o, en el caso en que la región llegue a ser menos
estable, los Estados Unidos permanecerá enganchado para contener a un rival formidable, en
cuyo caso es probable que surja una situación peligrosa. De cualquier manera, las relaciones
entre las grandes potencias probablemente lleguen a ser menos pacíficas que eran en los años
90.

Antes de analizar las futuras estructuras de Poder en Europa y en el Noreste de Asia, es


necesario mirar más de cerca, si la presencia militar de los EEUU en esas regiones se justifica;
respecto a si surge un país hegemónicamente potencial o no. Una perspectiva alternativa
establece la necesidad (justificación) ó demanda de que las tropas americanas permanezcan
aunque haya una ausencia de un país hegemónicamente potencial, porque la paz en esa áreas
estratégicamente importantes es un interés vital de los ESTADOS UNIDOS, y por qué sería
difícil alcanzarla sin el pacificador americano. Esta necesidad ó demanda necesita ser
examinada.

EL FUTURO DEL PACIFICADOR AMERICANO

La necesidad central de la política extranjera norteamericana - como se acentúa en el


capítulo 5 - es ser el país hegemónico en el hemisferio occidental y no tener ningún país
hegemónico como rival en Europa o en el Noreste Asiático. Es obvio que los Estados
Unidos no desean tener a un país que compita a la par con él. Luego de la guerra fría los
políticos de los ESTADOS UNIDOS siguen firmemente confiados en esa meta. Consideremos
el siguiente extracto de un documento importante del planeamiento del pentágono que fue
extraído por la prensa en 1992: “Nuestro principal objetivo es prevenir el resurgimiento de un
nuevo rival.... Que planteé una amenaza como la que planteó anteriormente la Unión
Soviética.... Nuestra estrategia ahora debe reenfocarse en imposibilitar la aparición de
cualquier competidor global futuro potencial”.

En la búsqueda de esa meta, los Estados Unidos se han comportado históricamente


como el balanceador de poder en Europa y en el Noreste de Asia. Como se precisa en el
capítulo 7, EEUU ha confiado tropas a esas áreas solamente cuando había un país
hegemónico potencial en la vecindad y cuando las potencias locales no podían contenerlo por
sí mismas. En efecto, los Estados Unidos ha perseguido tradicionalmente una estrategia
de inversión que pasaba cuando estaban frente con un competidor potencial. Por lo
tanto, el futuro de los compromisos militares de ESTADOS UNIDOS en Europa y en el
Noreste Asiático dependerán de si hay un país hegemónico potencial en cualquiera de
esas regiones y de si se puede contener únicamente con la ayuda americana. Si ello no
ocurriese, los cientos de miles de tropas de los ESTADOS UNIDOS en cada región se irían
probablemente a casa en un futuro cercano. De acuerdo a lo discutido, no hay una gran
potencia que esté en una posición como para invadir Europa o en el Noreste de Asia, salvo por
la excepción posible de China. Así, los Estados Unidos traerán probablemente sus tropas a
casa en la primera década del nuevo siglo.

América la Fuerza de Paz


No obstante, un análisis razonable ha surgido para justificar la presencia militar norteamericana
en esas regiones. Por todo ello, los Estados Unidos argumenta que tiene un interés
profundamente arraigado en mantener la paz en Europa y en el Noreste Asiático. Traer
sus tropas a casa implicaría probablemente la generación de una fuerte inestabilidad y quizás a
una guerra entre las grandes potencias. La paz en esas dos regiones es importante para EEUU
por 2 razones; por un lado, la Prosperidad Económica sería minada si una gran guerra ocurre
en esas áreas y existiendo altos niveles de interdependencia entre los países productores del
mundo; hecho que generaría un grave daño no solamente a las economías de los Estados que
guerrean, sino que también lastimarían seriamente a la economía norteamericana (aun incluso
en el caso de que Estados Unidos permanezca fuera de la lucha).

Por otra parte, los Estados Unidos tienen gran influencia en los países que podrían intervenir
en las guerras, lo que significa que para los americanos es una ilusión pensar que pueden
sentarse a ver una gran guerra en Europa o en el Noreste de Asia. Por esta razón tiene
sentido que los EEUU mantenga tropas en esas regiones, buscando la preservación de
la paz. Desde esta perspectiva se concluye; que se debe mantener siempre la posibilidad
de ampliar las tropas de los ESTADOS UNIDOS y que estás crucen a través de los
Océanos atlánticos y Pacíficos en caso pueda surgir una posible guerra futura.

No hay duda de que la paz en Europa y en el Noreste de Asia es una meta deseable para
los Estados Unidos. Sin embargo, la cuestión clave es poder determinar si la paz resulta
indispensable para justificar el mantenimiento de tropas de los ESTADOS UNIDOS y así poder
compensar el gran riesgo que corren (en vidas norteamericanas) las tropas de los Estados
Unidos en esas regiones. De hecho, la paz en estas dos regiones tan ricas no es un interés
vital norteamericano. El análisis razonado de esta perspectiva alternativa es poco convincente
y recibe poca ayuda de los precedentes históricos.

Considerar la posibilidad de que una guerra en Europa o en el Noreste de Asia minaría la


prosperidad norteamericana, es basarse en una aseveración, más no, en un análisis. De
hecho, el único estudio que hay sobre el tema contradice esa postura. Ello, porque en dicho
estudio se concluye en que el efecto primario de las guerras de ultramar, en las economías de
países neutrales es redistribuir riquezas de beligerancias a los no-combatientes, enriqueciendo
a los neutrales más que empobreciéndolos. En esencia, los EEUU podrían volverse
económicamente más prósperos en el caso que surja una guerra en Asia o Europa, e incluso
podría ganar mayor poder relativo sobre las potencias en guerra. Esto ocurrió cuando los
EEUU fue neutral en la I Guerra Mundial en la que después de unos problemas iniciales, la
economía norteamericana floreció, mientras que las economías europeas resultaron
seriamente dañadas. Hay pocas razones para pensar que una gran guerra en Europa o en el
Noreste Asiático pueda dañar el día de hoy a la economía norteamericana, tanto como ocurrió
en la gran guerra por Asia ó como ocurrió en la I Guerra Mundial, pero ello, el día de hoy
resultaría la mitad de vulnerable a los trastornos en Europa de lo que fue a inicios del
siglo XX.

Pero qué sucedería si este análisis resultará erróneo y surge una gran guerra entre las grandes
potencias de Europa o el Noreste Asiático, que conlleva a que los norteamericanos sean
menos prósperos. Pues para los Estados Unidos resulta poco probable que luche en una
gran guerra buscando asegurar una continuada prosperidad económica. Dos casos
importantes en épocas recientes apoyan este punto. Los Estados Unidos no utilizaron, o aún
consideran seriamente el usar sus fuerzas militares contra cualquiera de los miembros de la
OPEP durante la crisis de los mediados de los años setenta, aun cuando las acciones de la
OPEP minaron en ese entonces la prosperidad americana. Además, a fines de 1990, la
administración de presidente George H. W. Bush intentó brevemente justificar la inminente
guerra del Golfo pérsico diciendo que la invasión de Iraq en Kuwait tuvo que ser invertida
porque amenazaba trabajos americanos. Este argumento fue duramente criticado y
rápidamente abandonado. Si los Estados Unidos estaban poco dispuesto a luchar en una
guerra contra los débiles estados productores de petróleo por el motivo de la prosperidad
económica, es difícil imaginarse que se enganche en una guerra contra las superpotencias con
el mismo propósito.
El reclamo de que los Estados Unidos invariablemente interviene en las grandes guerras
en Europa y en el Noreste de Asia no resulta del todo creíble. Tanto el Reino Unido como
los Estados Unidos son balanceadores extracontinentales, y son jalados a los conflictos de
las superpotencias “solo” cuando surge una “potencia hegemónica en la región”, que no
pueda ser contenida por las superpotencias locales. ¿Por ejemplo, el Reino Unido y los
Estados Unidos estuvieron contentos con ver desde fuera la guerra Franco-Prusiana (1870 -
1871) y la guerra Ruso-Japonesa (1904-05)?, Sí, porque ni una, ni la otra fueron guerras por la
hegemonía. Por otro lado, los Estados Unidos no habrían entrado a la Primera Guerra Mundial
o a la Segunda Guerra Mundial si las grandes potencias Europeas hubieran podido contener a
Alemania por sí solas. Pero a principios de 1917, y otra vez en el verano de 1940, Alemania
amenazó con dominar Europa, forzando los Estados Unidos aceptar un compromiso
continental.

Uno puede oponerse a la idea de que la permanencia militar de los Estados Unidos en
Europa y el Noreste Asiático pueda evitar la posibilidad de que surja una gran guerra y
que por lo tanto ello conlleve a evitar que las fuerzas de los norteamericanos tenga que sufrir
los costes horribles de una guerra. Pero hay dos problemas relacionados con lo anterior.
Aunque una presencia militar norteamericana haría menos posible el surgimiento de una
guerra, no hay garantía de que no explote un conflicto entre las grandes potencias. Por
ejemplo, si los militares de los ESTADOS UNIDOS permanecen en el Noreste Asiático, podría
ser plausible que terminen en una guerra con China sobre Taiwán. Además, si ocurriera una
gran guerra entre las grandes potencias, los Estados Unidos estarían seguramente
implicados desde el comienzo, por lo que no habría un buen sentido estratégico. Por lo tanto,
sería mejor para los Estados Unidos no llegar a estar implicados en luchar ó si tuvieran que
unirse a una guerra, no entrar al comienzo sino más bien al final. En tal sentido, los Estados
Unidos pagarían un precio mucho menor que el que los Estados que luchan desde el comienzo
hasta el final y ello podría conllevar a poner a los EEUU en una buena posición cuando termine
la guerra para obtener la paz y moldear el mundo de posguerra a su favor.

Poniendo estas diferentes razones a un lado ¿por qué el expediente histórico nos habla sobre
la buena voluntad americana para desempeñar el papel del pacificador o como una fuerza de
paz en Europa y el Noreste Asiático? Tal como pudimos apreciar en el capítulo 7, toda
evidencia antes del año 1990 demuestra que los Estados Unidos están dispuestos a confinar a
tropas a esas regiones para mantener la paz. Pero la verdad es que se enviaron ejércitos
americanos allí para prevenir la subida de competidores (a la par de USA), pero no
necesariamente para mantener la paz. Uno puede admitir esta historia, pero argüir que la
evidencia más relevante surge en razón de lo que sucedió durante los años 90, cuando
las tropas americanas permanecían en Europa y el Noreste Asiático cuando ninguna
superpotencia amenazaba con dominar esas región.

Los años 90: ¿Anomalía o precedente?


Todo es verdad, por supuesto, y lo sucedido hasta ahora parece contradecir las predicciones
del realismo ofensivo. Sin embargo, una mirada más cercana de la situación, revela que mucho
tiempo ha pasado desde que la guerra fría terminó como para hacer un juicio acerca de si las
fuerzas de ESTADOS UNIDOS permanecerán en Europa y el Noreste de Asia, en ausencia de
la Unión Soviética o de una amenaza equivalente de una gran potencia hegemónica. La Unión
Soviética se rompió a finales de 1991, solamente diez años han pasado y las tropas rusas
fueron sacadas de la anterior Alemania del Este en 1994, solo hace siete años. Dado el
inesperado derrumbamiento Soviético, además de su profundo efecto sobre el equilibrio del
poder en Europa y en el Noreste Asiático, no hay duda de que Estados Unidos necesitara
tiempo para averiguar qué significa para los intereses americanos las nuevas
arquitecturas en cada región. Para dar una cierta perspectiva histórica en esta materia,
recuerde que aunque la I Guerra Mundial terminó en 1918, los ESTADOS UNIDOS no
retiraron a las tropas totalmente de Europa hasta 1923, y las tropas Británicas
permanecerían en el continente hasta 1930 (doce años después de que la guerra terminara).

La simple inercia es también un factor importante respecto al retiro americano. Los


Estados Unidos han desplegado gran cantidad de fuerzas militares en Europa desde 1943,
cuando invadieron Italia durante la II Guerra Mundial, y en el Noreste de Asia desde 1945,
cuando ocuparon Japón al final de la II Guerra Mundial. Por otra parte, la OTAN y la estructura
americana de la alianza en el Noreste de Asia son instituciones con profundas raíces que
ayudaron al triunfo en la victoria espectacular en la Guerra Fría. Estados Unidos no caminaría
lejos de ellas en medio de la noche. Además, mantener las fuerzas en Europa y el Noreste
Asiático desde los años 90 ha sido relativamente barato y sin dolor para los Estados Unidos.
No sólo ha prosperado la economía americana durante ese período, generando grandes
superavit presupuestarios, sino que también China y Rusia han sido fáciles de contener, porque
son mucho más débiles que USA.

Por otro lado, hay evidencia considerable de que los Estados Unidos y sus aliados de la
guerra fría se están separando (tomando distintos rumbos). Esta tendencia es más
evidente en Europa, en donde la guerra de la OTAN en 1999 contra Serbia y sus confusas
consecuencias han dañado las relaciones transatlánticas y han incitado a la Unión Europea a
comenzar a construir una fuerza militar propia que pueda funcionar independientemente de la
OTAN y por ende independientemente de los Estados Unidos. El Reino Unido, Francia,
Alemania e Italia unidos están lentamente haciendo realidad aquello que desean para
proveerse su propia seguridad y poder así controlar su propio destino. Están menos dispuestos
a obedecer órdenes de los Estados Unidos, que como lo estaban durante la guerra fría. Japón,
está demostrando también muestras del comportamiento independiente. Por otra parte, el
compromiso norteamericana para defender Europa y el Noreste de Asia da muestras de
debilitamiento. Las encuestas de opinión pública y el sentimiento del congreso parecen indicar
que los Estados Unidos son en el mejor de los casos un sheriff a regañadientes en esta etapa
del mundo y que el papel militar de Norteamérica en un cierto plazo en esas áreas
estratégicamente importantes es probable que disminuya, más no aumente.

Dado que los Estados Unidos es reconocido extensamente por ser una fuerza pacificadora en
Europa y en el Noreste Asiático, uno puede preguntarse porqué sus aliados defenderían su
independencia de los Estados Unidos, un movimiento que casi seguramente está causando,
fricción transatlántica, o sino un divorcio. Algunos pueden decir que ésta es la evidencia que los
aliados anteriores de los norteamericanos están equilibrándose contra los poderosos Estados
Unidos. Pero esa respuesta no convence, porque los Estados Unidos no tienen ningún apetito
de conquista o de dominación fuera del hemisferio occidental; los balanceadores
extracontinentales no provocan coaliciones que tratan de contrarrestarlos. De hecho, su misión
principal es contrarrestar a rivales peligrosos.

Los países no aliados de la Guerra Fría de Norteamérica han comenzado a actuar menos
dependientes de los Estados Unidos y más como estados soberanos porque temen que
el balanceador costa afuera que los ha protegido hasta ahora pueda ser a la larga un
protector no fiable en una crisis futura. La confiabilidad de los Estados Unidos no era un
problema serio durante la guerra fría, porque la amenaza soviética proporcionó un
incentivo de gran alcance para los Estados Unidos para proteger a sus aliados, que eran
demasiado débiles para defenderse contra un ataque por los del pacto de Varsovia. Sin
esa amenaza de galvanización sin embargo, Norteamérica ha comenzado a parecer un
aliado menos confiable a los estados tales como Alemania y Japón, que son capaces de
protegerse contra cualquier amenaza en su propia región.

Una fuente de preocupación para los aliados de EEUU, en Europa y en el Noreste


Asiático es la creencia extensa del inevitable retiro de sus fuerzas en esas regiones; esta
creencia levanta dudas sobre la seriedad del compromiso de los E.E.U.U., así como de la
capacidad de Estados Unidos de actuar en una crisis para defender a sus aliados. Los
Estados Unidos están también seguros de que las políticas que persiguen pueden
levantar dudas acerca de si es un aliado sabio y confiable, ello surge porque los
intereses de ESTADOS UNIDOS no siempre son idénticos a las de sus aliados. Por
ejemplo, cuando el presidente Clinton, esperando mejorar las relaciones Sino-Americanas,
visitó China por nueve días en 1998 sin parar en Japón. Este itinerario de los viajes frente a
Japón hizo ver a los japoneses que su alianza con los norteamericanos se estaba debilitando.
En Europa, la crisis de Kosovo ha levantado dudas sobre el liderazgo norteamericano. Por otra
parte, Estados Unidos y sus aliados europeos tienen visiones que están en permanente
conflicto sobre las políticas en Medio Oriente, sobre todo en el empleo de las fuerzas de la
OTAN fuera de Europa y especialmente sobre el desarrollo de una defensa nacional contra
misiles. Con el tiempo, es probable que con diferencias de esta clase los aliados de
Norteamérica empiecen a preveer su propia seguridad, que más bien confiar en la
protección de los Estados Unidos. El sistema internacional, según lo acentuado en el
capítulo 2, debe entenderse como un mundo de autoayuda (estamos solos, es anárquico).

En suma, la breve historia de los años 90 no es un buen indicador de lo que el futuro


depara para la presencia militar norteamericana en Europa y en el Noreste Asiático. La
cuestión será resuelta en los primeros años del siglo XXI, y el factor determinante será si
existe un país con potencial de hegemonía en alguna de las regiones que los Estados
Unidos debe ayudar a contener. Solamente la amenaza de un competidor a la par de él haría
que los Estados Unidos tenga el suficiente incentivo para arriesgar la posibilidad de entrar en
una gran guerra a distante. Los Estados Unidos es un balanceador intercontinental, más no el
sheriff del mundo.

ESTRUCTURA Y CONFLICTO EN LA EUROPA DEL FUTURO

Cinco Estados Europeos tienen hoy suficiente riqueza y población para ser una gran
potencia: Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, y Rusia. Entre los 5 Estados Europeos, es
claro que son los más ricos y que tienen la población más grande, excepto por Rusia, que
tiene el ejército más poderoso en la región (véase la tabla 10.2). Sin embargo, hoy Alemania
no es una gran potencia, y mucho menos una potencia hegemónica, puesto que no tiene
ninguna arma nuclear propia y además porque es fuertemente dependiente de los Estados
Unidos para su seguridad. Pero si las tropas americanas salieran de Europa y de Alemania,
conduciría a que la propia Alemania llegue a ser responsable de su propia defensa, lo cual
probablemente la lleve a adquirir su propio arsenal nuclear y tal vez a aumentar el tamaño de
su propio ejército, transformándose en una potencia hegemónica.

Para ilustrar la fuerza militar potencial de Alemania, consideraremos las diferencias


respecto a la población y la riqueza entre Alemania y Rusia durante el siglo XX. Aunque,
Rusia siempre ha gozado de una ventaja significativa en términos de población respecto a
Alemania, su actual ventaja es más pequeña que en cualquier otro momento que en los últimos
cientos años. Por ejemplo, Rusia tenía aproximadamente 2,6 veces mas habitantes que
Alemania en 1913 (175 millones versus 67 millones), un año antes de que explotará la Guerra
Mundial, y dos veces más en 1940 (170 millones contra. 85 millones de habitantes), un año
antes de que la Alemania Nazi invadiera a la Unión Soviética. A pesar de esta desventaja
poblacional, Alemania fue una potencia hegemónica en ambos años. En 1987, en un año
representativo de la Guerra Fría, la Unión Soviética tenía 4,7 veces más gente que la República
Federal de Alemania (285 millones contra. 61 millones). Sin embargo, Rusia tiene el día de hoy
solamente cerca de 1,8 veces más gente que Alemania (147 millones contra. 82 millones).

A pesar de tener una población más pequeña, Alemania fue una potencia hegemónica en
Europa, desde 1903 hasta 1918 y luego a partir la 1939 hasta 1945, sobre todo porque tenía
una ventaja marcada en riqueza productiva sobre Rusia. Por ejemplo, Alemania gozó
fuertemente de una ventaja de 3.6:1 respecto a capacidad industrial sobre Rusia en 1913, y de
una ventaja de aproximadamente 1.3:1 sobre la unión soviética en 1940. Hoy, Alemania tiene
una ventaja promedio de 6.6:1 en riqueza. Así Alemania tiene actualmente una
significativa ventaja de poder militar latente (dormido) sobre Rusia, tanto como tenía a
comienzos del Siglo XX, cuando fue el poder militar dominante en Europa.

Con respecto a poder militar hoy, el ejército alemán es superior al ejército ruso. La fuerza
del ejército regular Alemán comprende 221.100 soldados altamente entrenados y cuenta con
una fuerza efectiva que supera el medio millón de soldados. Rusia tiene alrededor de 348.000
soldados en su ejército activo y aunque tiene una gran fuente de reservas, están mal
entrenadas. Además Rusia podría tener grandes dificultades para movilizarlas rápida y
eficientemente en una crisis. Así, esas reservas contribuyen poco al poder de lucha de Rusia,
por lo tanto se puede decir que Alemania tiene un ejército algo más grande que el de Rusia. En
términos de calidad, el ejército Alemán está bien entrenado y conducido eficazmente,
mientras que el ejército ruso no es ni uno, ni lo otro. Únicamente, en el frente nuclear
Rusia domina y marca la diferencia, pero Alemania tiene los recursos de rectificar dicha
asimetría si se decide a adquirir su propio armamento nuclear.

Aunque, Alemania puede convertirse en una potencia hegemónica si se tiene que


proveer su propia seguridad, Estados Unidos mantiene su propensión a retirar sus
fuerzas de Europa. A pesar del potencial militar significativo de Alemania, las otras
potencias europeas deben ser capaces de dominar Europa, sin la ayuda de los Estados
Unidos. El Reino Unido, Francia, Italia y Rusia juntas tienen cerca de tres veces la
población alemana y sus fuerzas combinadas en riqueza resultan hasta tres veces más
grandes que la de Alemania. Además, Reino Unido, Francia, y Rusia tienen armas nucleares,
que deben ser un impedimento fuerte contra una Alemania expansionista, incluso aun teniendo
Alemania sus propias armas nucleares.

Con todo Europa puede no seguir siendo pacífica sin el pacificador americano. De hecho,
es probable que surja una competición intensa por la seguridad entre las grandes
potencias, con la posibilidad omnipresente que derive en una lucha entre sí mismos, porque
con el retiro americano Europa iría de una bipolaridad benigna a una multipolaridad
desequilibrada, que resulta la clase más peligrosa de las estructuras de poder. El Reino
Unido, Francia, Italia, y Alemania tendrían que acumular sus propias fuerzas militares y
proveerse su propia seguridad. En efecto, todos se pueden convertir en grandes potencias,
haciendo de Europa una zona multipolar. Y como ya vimos arriba, probablemente Alemania se
convierta en un potencia hegemonía y por ende en la fuente principal de problemas en una
nueva Europa.

Para ilustrar la clase de problemas que surgen a continuación, considere cómo las medidas
alemanas particulares dirigidas a buscar su propia seguridad pueden conducir a la
inestabilidad. Según lo discutido arriba, Alemania se movería probablemente para adquirir
su propio arsenal nuclear si los Estados Unidos quitara su paraguas de seguridad del
territorio Europeo Occidental. No solo las armas nucleares son un disuasivo excelente, un
punto reconocido extensamente por las elites que gobernaban la Alemania durante la Guerra
Fría, sin embargo Alemania estaría rodeada por tres estados armados nuclearmente -el Reino
Unido, Francia, y Rusia- dejándola vulnerable a la coerción nuclear. Durante el proceso de
proliferación, sin embargo, los vecinos de Alemania probablemente considerarán la posibilidad
de usar la fuerza para prevenir que se convierta en potencia nuclear.

Además, sin los militares americanos en su territorio, Alemania aumentaría


probablemente el tamaño de su ejército y estaría ciertamente más inclinada a intentar
dominar Europa central. ¿Por qué? Alemania temería a un control Ruso de esa zona tapón,
críticamente importante entre ellos, una situación que amenazaría directamente a Alemania, y
la cual conduciría probablemente a una competición seria por la seguridad entre ellos para el
control de la Europa central. Francia con opinión indudable, tomaría tal comportamiento por
parte de Alemania con alarma y tomaría de inmediato medidas para protegerse contra
Alemania. Por ejemplo, Francia puede aumentar sus gastos en defensa y establecer relaciones
más cercanas con Rusia. Alemania vería estas acciones como hostiles y respondería
probablemente con medidas propias.

Así pues, Estados Unidos es probable que se lleve sus tropas a casa en los próximos años y si
no hay cambios significativos en la actual distribución del poder potencial, lo más probable es
que se intensifiquen las competiciones por la seguridad en Europa y la hagan cada vez menos
pacífica.

El futuro de Europa podría resultar diferente. Los dos panoramas más importantes
implican a Rusia. En primer lugar a Rusia y no a Alemania, Rusia se convertiría en la
siguiente potencia hegemónica de Europa. Si eso sucede, Rusia, que ya tiene una población
más grande que Alemania, debería también convertirse en la más rica de los dos estados.
Aunque es difícil predecir el futuro de la economía rusa, es dificil imaginar que Rusia pueda
llegar a ser más rico que Alemania en los próximos veinte años. Pero en el caso inverosímil
de que suceda y Rusia se convierta de nuevo en una potencia hegemónica, las otras
potencias europeas como Reino Unido, Francia, Alemania, y Italia unidos deberán poder
contener a Rusia sin la ayuda de los Estados Unidos. Después de todo, Alemania está
ahora unificada, es rica, y Rusia tiene solamente la mitad de la población de la anterior Unión
Soviética, lo que hace casi imposible para Rusia que construya una máquina militar tan
poderosa como el ejército soviético que tuvo en el pasado. Por supuesto que una Rusia rica
no sería un tigre de papel; no sería difícil pensar que las tropas americanas serían
necesarias para contenerlos.

En otro escenario, la economía rusa se derrumba, posiblemente causando una agitación


política severa, y Rusia se quita con eficacia de las filas de las grandes potencias. Así
podría hacer poco para ayudar a contener a Alemania. Este futuro alternativo es poco
probable, si las tropas de ESTADOS UNIDOS permanecen inamovibles en Europa y
ayudan a equilibrar la expansión alemana conjuntamente con el Reino Unido, Francia,
Italia, y con Rusia. Ambos panoramas implican una potencia hegemónica (Rusia o
Alemania) en una Europa multipolar, una situación que es probable si se da lugar a una
competición peligrosa por la seguridad entre las grandes potencias.

ESTRUCTURA Y CONFLICTO EN EL NORESTE ASIÁTICO DEL FUTURO

Tres estados del noreste asiático tienen actualmente la suficiente población y recursos
para ser grandes potencias: China, Japón y Rusia. Pero ninguno es una potencia
hegemónica. Japón es lejos, el estado más rico de la región. Su Producto Nacional Bruto
(PBN) es cerca de 3.5 veces más grande que el de China y 12 veces más grande que el de
Rusia (véase la tabla 10.1). Sin embargo, Japón no está en una posición para convertir su
sustancial riqueza en una ventaja militar decisiva como para amenazar al resto del
noreste asiático. Aunque Japón es mucho más rico que China o Rusia, tiene una población
relativamente pequeña, especialmente comparándola con China. De hecho, la población de
China es casi diez veces más grande que Japón, y parece que la diferencia entre ellas se
ensanchará más fuerte los próximos cincuenta años. De este modo, será casi imposible que
Japón construya un ejército más poderoso que el ejército de China. Japón podría construir
ciertamente un ejército cualitativamente superior al de China, pero no tanto como para poder
equilibrar la ventaja de 10 a 1 en números que China podría mantener debido a su enorme
población.

Japón también podría enfrentar un problema grave de proyección de poder, si intenta


invadir el noreste asiático. Es un estado insular separado físicamente del continente asiático
por un considerable cuerpo de agua. Así, a menos que Japón pueda asegurar un equilibrio en
el continente asiático -lo cual es poco probable-, tendría que invadir el continente asiático
desde el mar para conquistarlo. Esto no era un problema entre 1895 y 1945, porque China y
Corea eran tan débiles que Japón tuvo poca dificultad en establecer y mantener un gran
ejército en el continente. China y Corea son hoy adversarios mucho más temibles, y
seguramente podrían utilizar a sus ejércitos para oponerse a una invasión japonesa en el
continente asiático. Las operaciones anfibias contra el territorio controlado por China y Corea
pueden ser una tarea desalentadora. En resumen, si Japón se desentiende de los Estados
Unidos y se convierte en una gran potencia en la próxima década o más, es más
probable que se parezca al Reino Unido de mediados del siglo XIX que al Japón de la
primera mitad del siglo XX.

También existen pocas posibilidades de que Rusia se convierta en una potencia


hegemónica en el Noreste de Asia para el 2020. Es difícil imaginar que Rusia pueda
construir una economía más poderosa que la de Japón a corto plazo. Pero, incluso si Rusia
experimenta un espectacular crecimiento económico, aún tiene esencialmente el mismo
problema de población que existe entre China y Japón. Específicamente, China tiene ocho
veces más población que Rusia y es poco probable que la diferencia entre ambos cambie en
poco tiempo. Así, no es probable que una Rusia rica pueda ser capaz de desarrollar un ejército
tan poderoso como el de China. Los problemas de Rusia son adicionalmente complejos por el
hecho tener preocupaciones significativas de seguridad con Europa y en sus fronteras
del sur, lo cual limita los recursos militares que puede destinar al Norte de Asia.

China es la llave para entender la futura distribución del poder en el Norte de Asia. No
está claro el potencial hegemónico hoy en día, ya que no es tan rica como Japón. Pero si
la economía de China continúa expandiéndose durante las próximas dos décadas como lo ha
estado haciendo desde 1980, es probable que China supere a Japón como el estado más
rico en Asia. De hecho, debido al gran tamaño de la población de China, tiene el potencial de
llegar a ser mucho más rica que Japón, e incluso más rica que los Estados Unidos. Para ilustrar
el potencial de China, consideraremos los siguientes escenarios.
- Japón: el Producto Bruto Nacional per capita es a la fecha 40 veces más grande que el de
China.
- Si China se moderniza al punto de llegar al mismo PBN per capita, como lo hace hoy Corea
del Sur, China tendría un PBN de $10.66 trillones, sustancialmente más grande que de la de
Japón con una economía de $4.09 trillones (véase la tabla 10.3).
- Si el Producto Bruto Nacional per capita de China creciera a la mitad del PBN per cápita de
Japón entonces China podría tener un PBN de $20.04 trillones, que haría a China casi cinco
veces más rica que Japón.
- Finalmente, si China tuviera el mismo PBN per capita de Japón, entonces China sería diez
veces más ricas que Japón, ya que posee casi diez veces más habitantes que Japón.

Otra forma de ilustrar cómo una China poderosa puede llegar a ser tal si su economía
continúa creciendo rápidamente es compararla con los Estados Unidos. El PIB de los
Estados Unidos es de $7.9 trillones, si el PIB (PBN) per capita de China es igual al de Corea,
el PIB de China podría estar casi por encima de $10.66 trillones, lo cual es casi 1.35 veces el
tamaño del PIB Americano. Si el ingreso per cápita de China fuera la mitad del de Japón, el PIB
per capita de China podría crecer 2.5 veces más que América. Para la comparación, la Unión
Soviética fue aproximadamente la mitad de rico que los Estados Unidos durante la mayor parte
de la guerra fría (véase la tabla 3.5). China, dentro de poco, tendrá el potencial de ser
considerablemente más poderoso incluso que los Estados Unidos.

TABLA 10.3
Perspectiva Económica de China
USA. GNP (1998) $ 7.90 Trillones
Japón GNP (1998) $ 4.09 Trillones
China GNP (1998) $ 1.18 Trillones

China GNP si tuviera el Ingreso per.-capita de Corea del Sur $10 .66 Trillones
China GNP si tuviera la mitad del Ingreso per.-capita de Japón $20.24 Trillones
China GNP si tuviera el Ingreso per.-capita de Japón $40.08 Trillones

Es difícil predecir hacia donde enrumbará la economía china en el siglo XXI y si China
alcanzará a Japón y se convertirá en una potencia hegemónica en el Norte de Asia. No
obstante, los principales ingredientes del poderío militar en esa región probablemente
serán distribuidos en una de dos formas en las siguientes décadas.

1) Primero, si la economía de China para de crecer a ritmo acelerado y Japón permanece


como el estado más rico en el Noreste Asiático, ni uno ni otro podrá ser una potencial
hegemonía y los Estados Unidos probablemente traerá sus tropas a casa. Si sucediera
eso, Japón se establecería seguramente como gran potencia, construyendo su propio
disuasorio nuclear y aumentando significativamente el tamaño de sus fuerzas
convencionales. Pero ahí puede estar el balance equilibrado en la región: Japón puede
reemplazar a los Estados Unidos, y China y Rusia seguirían siendo las otras grandes
potencias de la región. En breve, una salida americana no cambiaría la estructura básica
de poder en el Norte de Asia, y probablemente no habría guerra.

Sin embargo, sustituir Japón por los Estados Unidos aumentaría la probabilidad de la
inestabilidad en el Norte de Asia. Mientras que los Estados Unidos tiene un fuerte poder
nuclear que contribuye a la paz, Japón no tiene armas nucleares propias y tendría que construir
su propio arsenal nuclear. Ese proceso de la proliferación, sin embargo, podría traer
peligros, especialmente porque China, y quizá Rusia, serían tentados a utilizar la fuerza para
prevenir un poder nuclear de Japón. Además, el miedo profundamente arraigado de Japón en
Asia, una herencia de su comportamiento entre 1931 y 1945, sería avivado seguramente si
Japón adquiriera disuasivos nucleares, intensificando seguramente la competencia en la
región. Además, como un balance fuera de la costa, Estados Unidos tiene apenas interés en
conquistar territorios en el Norte de Asia. Según lo señalado, Japón tendría que enfrentar
fuertes límites en su capacidad de proyectar poder sobre el continente asiático mientras
China siga siendo una gran potencia. No obstante, Japón ha tenido conflictos territoriales
con China por las islas de Senkaku y Diayutai, con Corea por los islotes de Takeshina y Tokto,
y con Rusia por las islas de Kurile. Finalmente, aunque China es militarmente débil como
para mantener una guerra importante con los poderosos Estados Unidos, probablemente
no será sobrepasada en poderío de fuego por Japón, que simplemente no tiene la
población ni la abundancia para sustituir completamente al poder militar americano.

2) La segunda posible distribución del poder, surge si la economía China continúa


creciendo a grandes pasos, hecho que eventualmente la convierte en una potencial
hegemonía. En vista de ello, Estados Unidos permanecería en el Noreste Asiático o
también volvería algún día para cerciorarse de que China no se convierta en un competidor (a
su medida). Aun juntos (Japón y Rusia) no tienen los recursos para contener a China;
incluso si con la India, Corea del sur, y Vietnam ensamblaran una coalición que busque
equipararla. China sería no sólo mucho más rica que cualquiera de sus rivales asiáticos en
este panorama, sino que su enorme ventaja de población permitiría que construyera un
ejército lejos del alcance que podría tener Japón o Rusia. China también tendría los recursos
para adquirir un arsenal nuclear impresionante. El Noreste Asiático sería obviamente un
sistema multipolar desequilibrado, si China amenaza con dominar a la región entera; pues
de lejos sería un lugar muy peligroso. China, como todas las potenciales hegemonías
anteriores, estaría fuertemente inclinada a convertirse en una hegemonía verdadera, y todos
sus rivales, incluyendo los Estados Unidos, cercarían a China para intentar impedirle que se
expanda.

En suma, las estructuras de poder que están ahora ubicadas en Europa y en el Noreste
Asiático son benignas, difícilmente sostenibles durante los próximos veinte años. El
panorama más probable de Europa, es una salida norteamericana y posteriormente la
aparición de Alemania como estado dominante. En efecto, la región se moverá
probablemente desde su actual bipolaridad a una multipolaridad desequilibrada, que
conducirá a una competición más intensa por la seguridad entre las grandes potencias
europeas. En el Noreste Asiático, la estructura del poder es probable que se desarrolle en
una de las dos maneras siguientes: 1) Si China no se convierte en una potencia
hegemónica, los Estados Unidos probablemente retire sus tropas del área, haciendo que
Japón se convierta en una gran potencia. El sistema, sin embargo, seguiría siendo
multipolar y equilibrado. No obstante, la competición por la seguridad algo más intensa
que hoy debido a los problemas asociados a Japón que substituiría a los Estados Unidos. 2) Si
China emerge como hegemonía potencial, la multipolaridad del Noreste Asiático puede
llegar a desequilibrarse y los Estados Unidos mantendrían sus fuerzas en la región para
contener a China.

CONCLUSIÓN
¿Cuáles son las implicaciones del análisis precedente para la futura política americana de
seguridad nacional?
Está claro que el panorama más peligroso al que los Estados Unidos pudiera hacer frente en
el siglo XXI es uno en que China se convierte en una potencial hegemonía en el Noreste
de Asia. Por supuesto, las perspectivas de China de convertirse en una potencial hegemonía
dependen en gran parte en si su economía continúa modernizando a un ritmo rápido. Si sucede
eso y China se convierte en no solamente el productor principal de tecnologías de vanguardia,
sino que también en la potencia más rica del mundo, utilizaría casi ciertamente su abundancia
para construir una maquinaria militar poderosa. Por otra parte, por atinadas razones
estratégicas, perseguiría seguramente la hegemonía regional, parecido a lo que hicieron
los Estados Unidos en el hemisferio occidental durante el siglo XIX. Esperaríamos pues
que China procurara dominar Japón y Corea, así como otros agentes regionales, construyendo
fuerzas militares que serían tan poderosas que esos otros estados no se atreverían a
desafiarlo.
También esperaríamos que China desarrollara su propia versión de la doctrina de
Monroe, dirigida por los Estados Unidos. Así como los Estados Unidos claramente
influyeron a las grandes potencias distantes para que no entraran en el hemisferio
occidental, China haría lo mismo y de manera clara sobre la inaceptabilidad de la
interferencia americana en Asia.

Lo que hace de China una amenaza futura que nos preocupe es que puede ser más
poderosa y peligrosa que cualquiera de las hegemonías potenciales que los Estados
Unidos haya enfrentado en el siglo XX. Ni Alemania, Japón imperial, la Alemania Nazi, ni la
Unión Soviética tenían casi tanta energía latente como los Estados Unidos tenía durante sus
confrontaciones (véase las tablas 3,5 y 6,2). Pero si China se convirtiera en un gigante Hong
Kong, tendría probablemente en alguna parte en el orden hasta cuatro veces más poder latente
que los Estados Unidos, permitiendo que China gane una ventaja militar decisiva sobre los
Estados Unidos en el Noreste de Asia. En esa circunstancia, es difícil ver cómo Estados Unidos
podría evitar que China se convierta en un competidor. Por otra parte, China sería
probablemente una superpotencia más formidable que los Estados Unidos en la
competición global que sobrevendría entre ellos. El análisis sugiere que los Estados Unidos
debería tener un interés profundo en que el desarrollo económico chino sea lento en los
próximos años. Sin embargo, en la última década, los Estados Unidos han perseguido
una estrategia buscando el efecto opuesto. USA ha estado comprometida en cautivar a
China, no en contenerla. Este encantamiento se basa en la creencia liberal de que China
se puede hacer democrática y próspera, pudiendo convertirse en una potencia de status
quo y no involucrarse en una competición de seguridad con los Estados Unidos.
Consecuentemente, la política norteamericana ha intentado integrar a China en la economía
mundial y facilitar su rápido desarrollo económico, de modo que pueda llegar a ser rica y, uno
esperaría, contentarla con su posición actual en el sistema internacional.

Esta política de USA en China está equivocada. Una China rica no sería un poder de
status quo sino un estado agresivo determinado a alcanzar la hegemonía regional. Esto
no es porque la rica China tendría motivos traviesos, sino porque la mejor manera para que
cualquier estado maximice sus perspectivas de supervivencia es siendo una hegemonía en
su región del mundo. Aunque está claro que el interés de China es ser una hegemonía en el
Noreste Asiático, no está totalmente claro el interés de EEUU de impedir que suceda.

China sigue siendo lejos el punto donde hay un enorme poder latente de poner en
funcionamiento la búsqueda por la hegemonía regional. No es tan tarde para que USA
invierta el curso y haga lo que pueda para retardar la subida de China. De hecho, los
imperativos estructurales del sistema internacional, que son de gran alcance, forzarán
probablemente a los Estados Unidos a abandonar su política del contrato constructivo (con
China) en el futuro cercano. De hecho, hay muestras que la nueva administración de Bush ha
tomado las primeras medidas en esta dirección.

Por supuesto, los Estados no hacen caso de vez en cuando del mundo anárquico en el
cual viven, eligiendo en vez de lo apropiado, las estrategias que contradicen lógica de la
balance de poder. USA es un buen candidato a comportarse de esa manera, porque la
cultura política americana es profundamente liberal y correspondientemente hostil a las ideas
realistas. Sería un error grave, sin embargo, que USA de vuelta a los principios realistas, que la
han servido bien desde su fundación.

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