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¿Por qué, dicen, ayunamos, y no hiciste caso; humillamos nuestras almas, y no te diste por
entendido? He aquí que en el día de vuestro ayuno buscáis vuestro propio gusto, y oprimís a
todos vuestros trabajadores. He aquí que para contiendas y debates ayunáis y para herir con
el puño inicuamente; no ayunéis como hoy, para que vuestra voz sea oída en lo alto. ¿Es tal
el ayuno que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que incline su cabeza como
junco, y haga cama de cilicio y de ceniza? ¿Llamaréis esto ayuno, y día agradable a Jehová?
¿No es más bien el ayuno que yo escogí, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas
de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas
tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al
desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? Entonces nacerá tu luz como el alba, y
tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu
retaguardia. Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: Heme aquí. Si quitares
de en medio de ti el yugo, el dedo amenazador, y el hablar vanidad; y si dieres tu pan al
hambriento, y saciares al alma afligida, en las tinieblas nacerá tu luz, y tu oscuridad será
como el mediodía. Jehová te pastoreará siempre, y en las sequías saciará tu alma, y dará
vigor a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de aguas, cuyas aguas
nunca faltan. – Isaías 58:3-11
Aunque este pasaje está dirigido originalmente a Judá, el mostrar actos externos de devoción
sin que exista un cambio real en nuestro interior es algo con lo que los creyentes de todos los
tiempos podríamos identificarnos, a veces por mala comprensión de las Escrituras o por ser
mal enseñados al respecto, podríamos caer en la observancia externa de rituales sin que
comprendamos el verdadero sentido y propósito de las cosas que hacemos o de las cuales nos
abstenemos. En primer lugar, vemos que el ayuno no es para buscar que se cumpla nuestra
voluntad o en nuestro propio beneficio, carnalmente hablando, sino para agradar a Dios y
buscar comunión con El. No es una forma de forzar a Dios como si estuviéramos haciendo
huelga de hambre, tampoco es para conmover a Dios y que por lastima nos conceda lo que
queremos.
En la antigüedad como ahora, hay cristianos que creen que el ayuno es sacrificarse al
mortificar o maltratar el cuerpo y ofrecer eso como un “sacrificio” a Dios, pero la Biblia es muy
clara, Dios no quiere sacrificio de su pueblo sino OBEDIENCIA (1ª.Samuel 15:22;Mateo 9:13).
Es necesario también que entendamos que Bíblicamente sacrificio NO significa mortificar o
maltratar el cuerpo, sacrificio se le llamaba al acto de traer animales que se mataban para
ofrecerlos a Dios como propiciación por el pecado. La idea del sacrificio no era lastimar o
causar dolor o privaciones era matar. El sacrificio que Dios espera de nosotros, no son
privaciones, maltratos ni la muerte física, es un sacrificio VIVO, es SANTO y es AGRADABLE a
Dios, es presentarnos delante de Dios siendo renovados en nuestro entendimiento por Su
Palabra y NO adaptarnos a la corriente pecaminosa del mundo (Romanos 12:1-2). Es
necesario aclarar que la corriente pecaminosa del mundo NO se trata solamente de los
pecados más vergonzosos que el mundo practica, sino de TODA forma de complacer nuestra
carne. Vemos que, entre las causas de no heredar el Reino de Dios, no solamente se
mencionan adulterio y borracheras, sino también enojo, avaricia y envidia.
Algo importante que debemos aprender es que el cuerpo físico y la carne (pasiones
pecaminosas) no son la misma cosa, pelear contra la carne, no significa lastimar nuestro
propio cuerpo. Cuando se habla de carne en el Nuevo Testamento, se está hablando del
pecado al que estamos acostumbrados y contra el que tenemos que batallar, no está
hablando de nuestro cuerpo físico que es templo del Espíritu Santo, Dios nos advierte acerca
de esto en 1ª.Corintios 3:16-17. Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo y para poder
servir a Dios debemos cuidarlo, alimentarlo y protegerlo, NO lastimarlo o dañarlo. Dios por
medio de Pablo nos dice en Colosenses 2:23 que el trato severo del cuerpo (maltrato) no
tiene valor alguno contra los apetitos de la carne.
Martin Lutero, cuando aún era un sacerdote católico maltrataba su cuerpo con largos ayunos
pensando que así estaba destruyendo el pecado que llevaba dentro, hasta que comprendió
que lo único que puede librarnos del pecado es la Gracia de Dios, no maltratar nuestro
cuerpo. Por eso el ayuno debe estar limitado a un tiempo determinado, especialmente cuando
el ayuno es de comida. Los largos períodos de tiempo sin comer son dañinos para el cuerpo
(templo del Espíritu Santo). La intención del ayuno no es castigar al cuerpo físico, sino
enfocarse en Dios. El ayuno tampoco debe ser considerado como un “método de dieta”. No
ayunamos para perder peso, sino para ganar una relación más profunda con Dios. Aunque
todos pueden ayunar, algunos pudieran no estar en condiciones para el ayuno alimenticio (por
ejemplo, los diabéticos, o las personas que están tomando medicamentos o están enfermos y
necesitan alimentos), pero todos pueden abstenerse temporalmente de algo para
concentrarse en Dios.
El ayuno es para acercarnos a Dios, los discípulos no ayunaban pues Dios en la persona de
Jesucristo estaba con ellos todo el tiempo, podían preguntarle directamente y pedirle
directamente, cuando Él fue quitado, ellos ayunaron para acercarse a Él (Mateo 9:15). Vemos
en el libro de Hechos cuando el Señor ya no estaba con ellos, comienzan a ayunar para tener
comunión con Dios, y lo único que pedían los apóstoles al ayunar era la guianza, y la ayuda
de Dios para proclamar el evangelio, no para mover o conmover a Dios a suplir sus
necesidades físicas y materiales, pues de esto Dios ya se ocupa y lo hace de acuerdo a su
voluntad (Mateo 6:32-34). Esto no quiere decir que no oremos por las cosas que necesitamos,
aunque Jesús nos dice que no nos preocupemos por ellas, sino más bien que busquemos
primeramente el Reino de Dios y su justicia y todas estas cosas serán añadidas. Buscar el
Reino de Dios y su Justicia, es obedecer a Dios y buscar agradarle. El buscar el Reino no
significa cuanto tiempo pasamos en la iglesia, sino como anunciamos el evangelio a través de
nuestra vida diaria. Para Jesús y los apóstoles esa era la prioridad. Buscar el Reino de Dios es
buscar Su Santidad NO nuestra comodidad.
En Mateo 17:14-21 vemos como un hombre pide a Jesús que libre a su hijo de un demonio,
pues lo trajo a los discípulos y ellos no pudieron liberarlo, después de liberar al muchacho, los
discípulos le preguntan por qué ellos no pudieron hacerlo y el Señor les dice que fue por su
falta de fe y también les dice que esa clase no sale sino con ayuno y oración. Es importante
notar que en este pasaje Jesús NO le pide al padre del muchacho que lo espere mientras Él se
va a ayunar y orar y luego vuelve a sanarlo, sino que por el contrario Jesús pide que le
traigan al muchacho, reprende al demonio y sana al muchacho en ese instante. Jesús
mientras estuvo en la tierra acostumbraba ayunar para estar cerca del Padre, aunque es Dios,
estaba dejando ejemplo para nosotros. Tanto el ayuno como la oración son para acercarnos a
Dios, si estamos cerca podremos entender su voluntad y ser usados por El. No podemos servir
a Dios en la carne, necesitamos acercarnos, tener comunión y conocerlo en la intimidad para
poder servirle.
Vimos que el ayuno es para estar más cerca de Dios, esto es posible si al abstenernos de
alimentos lo hacemos para meditar en Su Palabra y dedicar tiempo a la oración, vimos que no
es simplemente mortificar o castigar el cuerpo, Dios no se agrada en el maltrato del cuerpo
físico sino en la OBEDIENCIA que nos lleva a santificar nuestro cuerpo. Al meditar en Su
Palabra, leyéndola y estudiándola podemos entender que es lo que Dios espera de nosotros,
también a la luz de su Espíritu Santo, podremos comprender, si Dios lo permite, el porqué de
las pruebas que vienen a nuestra vida, y pedir sabiduría para entenderlas (Santiago 1:2-5) y
aún si no lo entendemos, podremos aceptar que Dios en su infinita sabiduría tiene todo bajo
control y podremos experimentar Su paz y gozo.
Si el ayuno es para estar más cerca de Dios, es lógico que sea un hábito regular en nuestra
vida, no un acto religioso que hacemos porque “nos toca” hacerlo, pues perdería todo sentido,
sino una acción que nazca del corazón, algo que nos produzca gozo al saber que vamos a
pasar un día quitando la mente de las cosas del mundo, de los asuntos y preocupaciones
diarias para poder concentrarnos en Dios y buscar identificarnos más con El. No se trata
solamente de no comer y pasar el tiempo viendo televisión o en cualquier otro
entretenimiento, es para tener comunión con Dios y pasar el día ocupado en esa comunión.
La Biblia NO nos indica que debamos ayunar para recibir sanidad, si estamos enfermos la
instrucción en Santiago es llamar a los ancianos para que oren por nosotros ungiéndonos con
aceite en el Nombre del Señor (Santiago 5:14-16), el aceite en tiempos Bíblicos No solamente
era un elemento para consagración (presentar a alguien delante de Dios para una tarea o
servicio), sino que además era utilizado medicinalmente para curar heridas, y calmar dolores,
esto lo vemos en la parábola del buen samaritano, el aceite NO es un líquido milagroso que
vaya a sanarnos. Jesús en el capítulo 9 de Mateo nos dice que "no son los que están sanos los
que tienen necesidad de médico, sino los enfermos”, vemos entonces que la Biblia NO dice
que los enfermos tengan necesidad de ayuno, o de apóstoles, o profetas, sino de médicos
(Mateo 9:12). La oración de fe puede sanar al enfermo, si es esa la Voluntad de Dios, pero no
podemos hacer un alarde de fe porque no sabemos si Dios va a operar nuestra sanidad a
través de un médico. Tampoco tenemos una promesa de Dios de que todos los creyentes se
sanarán todo el tiempo, tenemos ejemplos Bíblicos de servidores de Dios que sufrieron
enfermedades y no fueron sanados (Timoteo, Trófimo, Epafrodito y el mismo apóstol Pablo),
debemos recordar que dependemos de la Sabiduría y la Soberanía de Dios.
Al hacer ayuno y apartar nuestros ojos de las cosas de este mundo, podremos enfocarnos
más en Cristo. El ayuno NO es una forma de lograr que Dios haga lo que deseamos, pues no
podemos forzarlo, el ayuno nos cambia a nosotros, no a Dios. NO es una manera de aparecer
más espirituales que otros y debe hacerse en un espíritu de humildad y en una actitud
gozosa, no como un acto de religiosidad, sino de rendición a Dios. NO para ser mostrado a los
hombres públicamente, sino para mostrar nuestro corazón a Dios a quien NO podemos
engañar y delante de Quien todas nuestras intenciones hasta las más profundas son
manifiestas.